Mexico surrealista: Bebidas mexicanas

¡Que se traigan las bebidas!

Cuando tenía como 9 años hubo una fiesta en mi casa: tacos, pastel, gelatinas y todas las frituras y botanas que uno pueda imaginar. Pero a cierta hora de la tarde alguien dijo “se acabaron los refrescos”. Horror de horrores: de nada valió que mi mamá se hubiera esforzado por presentar los mejores manjares o que se haya quemado los dedos desplumando pollos para servirlos con mole. No: el drama comenzó cuando se acabaron los refrescos.

Y es que la comida mexicana necesita estar acompañada por la bebida reglamentaria, si no… pues no sabe. Por algo somos el país que más Coca Cola consume después de Estados Unidos y hasta se han inventado consejos como “no comas agua y pan porque te salen lombrices, mejor un refresco” (¿generación espontánea quizá?) “Si comes mole no puedes tomar agua simple” (según se “sube la grasa”). Por Dios ¿entonces cómo vivían en el siglo pasado? ¡Que alguien me explique!.

Aunque no sólo de Pepsi y Yoli de limón vive el hombre: también hay bebidas naturales típicamente mexicanas, como el tepache (para quitar el calor), las aguas de fruta (la de limón con chía es un mito urbano), los pulques, los curados, los atoles (de cajeta, de pistache, de vainilla, de arroz), el champurrado (que es una bebida hecha con masa de maíz y chocolate) y hasta una cosa rarísima que se llama pozol, hecha de maíz, y que según algunos científicos alimenta más que un bistec.

Pero ¿por qué en la fiesta de mi infancia hubo tal consternación? ¡Ah! pues porque los invitados nacos querían seguir echándose sus “cubitas” (que es refresco de cola con ron) y su “tequila con escuer’” que es la peor blasfemia: un tequila de 400 pesos combinado con un refresco de 12 pesos el litro. Válgame Dios.

Y para los que dudan que México es una tierra de contrastes: las bebidas dulcísimas siempre acompañan a los platillos más picosos. La comida que se sirve caliente debe ir acompañada de un refresco frío, con hielos. El helado de vainilla se sirve con café americano casi hirviendo. Supongo que es para matar el nervio de los dientes o para que los dentistas tengan más trabajo arreglando las muelas caídas. Yo que sé.

Mexico surrealista: Hay de sectas a sectas

Hay de sectas a sectas

Hace como 4 años escribí un artículo de sectas para una revista de por acá. Mencioné (sólo de pasadita) a una de Guadalajara, lo cual causó que a mi buzón de correo llegaran cartas y cartas de injurias y malas palabras. Qué fanáticos.

Hay varias cosas que me molestan de las sectas. Estoy hablando de esas donde una sola persona se autoproclama como el enviado divino para salvar a todos los ignorantes (como yo) y que hace su propia versión de algún libro sagrado (llámese Biblia, Corán o lo que sea) enriqueciéndose con base en las aportaciones de sus afiliados. Hay miles y miles en todo el mundo, con los nombres más cursis y rimbombantes, y algunas además mezclan términos hindús para darle más caché (Iglesia Kundalini Yoga de los adventistas del no se qué, por decir).

Que cada quien crea lo que se le dé la gana, al fin y al cabo la ignorancia de cada quien es respetable. Lo que me molesta de sobremanera es que vengan a tocar a mi puerta ofreciendo cambiarme de religión ¿? Es decir: si yo me sintiera defraudado con mis convicciones iría a buscarlos yo solito ¿no? Pero ¡¡noooo!! cada domingo los tengo en la puerta ofreciéndome la salvación eterna. Les he dado los pretextos más tontos para ver si dejan de molestar, como éstos:

– Soy budista ortodoxo, gracias
– No gracias, yo creo en la evolución de los monos
– Para mí el infierno son ustedes, les agradezco que me lo recuerden
– La siñora no está los domingos, güelvan otro día

Además es terrible la manera en que hacen adeptos: primero se van metiendo con ellos, luego los convencen de que allá van a estar mejor y luego les dan ayuda $$ así, de la nada. Claro que eso es para que después ellos ayuden a los demás y ya no se puedan salir. Clásico.

Ahora bien: como vivimos en una sociedad democrática se supone que debemos ser tolerantes con los demás ¿no? No se les puede decir nada porque hay libertad de culto. Pues me declaro intolerante, porque ellos también lo son conmigo. ¿Qué mas les da que yo no crea que los extraterrestres van a venir a salvarme? ¿En qué les afecta que no crea en su líder? Pero no, me tachan de ignorante, hereje, condenado al fuego eterno. ¿Saben qué? Estoy cansado de eso, y es por eso que he decidido fundar mi propia secta llamada

La Iglesia Ubicua del Conocimiento Interior (derechos reservados)

¿De qué se trata? Pues es especialmente para las personas que tenemos internet. Es Ubicua porque está en todos lados, y créeme, vas a crecer como ser humano (aunque sea en gordura). Además no choca con tu religión actual, más bien es como un “plug-in”. Hay varias cosas que debes cumplir pero están basadas en el conocimiento interno, así que no tienes que viajar a ningún lado. Para más informes escríbeme un mail para decirte donde me mandes un cheque y yo te mande los preceptos divinos a vuelta de correo.

(ahora sí, sólo debo esperar a que lleguen el dinero. Soy un genio :-P)

Mexico surrealista: Radiografia de un microbusero

Radiografía de un chofer

Nacos, nacos, lo que se dice nacos, son los choferes de microbuses en la Ciudad de México. No es que sean nacos por naturaleza, pero como el 90% de ellos lo son, podemos generalizar sin ningún problema (sólo espero que ninguno esté leyendo esto, y si lo hace, espero que sea del 10% restante).

Según estudios antropológicos realizados por la Universidad de .. eh.. bueno, no me acuerdo, revelan que el chofer y su vehículo son uno mismo, y conviven en una perfecta simbiosis en la que es difícil saber si el microbús es el naco o la persona que lo maneja. Desmenucemos éste misterio:

Para empezar, el chofer no se llama a sí mismo “chofer” sino “operador” y a su vehículo le dice “unidad”. Como éstos dos entes conviven la mayor parte del día, el operador acondiciona su vehículo para sentirse como en casa, como si se tratara de una extensión de sí mismo. Es típico ver el primer zapatito de su hijo colgando de uno de los tubos donde se agarra la gente, como para demostrar una actitud paternal ¡que tierno! ¡que buen gusto!

Después viene el asiento, donde las pompas del operador descansan. Una recubierta de bolitas de madera ofrecen masaje al cuerpo cansado de nuestro sujeto. Estas bolitas van recubiertas a su vez de la playera de futbol de su equipo favorito. Frente a él, una calcomanía de una mujer voluptuosa le recuerda que también es hombre, y que tiene amor que dar (esta calcomanía puede ser humana o no, en nuestras fotos aparece Lola Bunny) . No pueden faltar las estampitas con oraciones a su lado: San Cristóbal, la Santa Muerte (que ni es santa oficial) y San Miguel demuestran que éste operador es católico y por lo tanto, buena persona, cortés y educado.

Hay accesorios que nos hablan más del operador: una minicanasta de basquetbol encima de él anuncia que también le gusta el deporte (que su panza no los engañe), un CD colgando nos habla de un sujeto melómano, amante de la buena música (cumbias, salsa o norteña). En la palanca de velocidad podemos encontrar un encapsulado de cristal con conchitas de mar, que trajo de su último viaje a Acapulco (porque también merece divertirse).

En fin, hay tanto por hablar y es tan poco el espacio, que los invito a que viajen en uno de éstos vehículos, o en su defecto, en cualquier camión o transporte local. Estoy seguro que todos comparten las mismas características ¡Buen viaje!

(Invariablemente todos se sacan los mocos)

Mexico surrealista: Turismo de ocasion

Turismo de Ocasión

Hay varias formas de saber que alguien es turista aún cuando trate de disimularlo. La primera es -claro- su aspecto. Nadie anda de bermudas en plena ciudad cuando el cielo amenaza con llover más que los turistas. No sé de donde viene esa idea de que cualquier otro lugar es más caluroso que donde viene uno, así que esa es una pista.
La segunda es observando lo que carga: una cámara indica un turista prevenido, ávido de llevar fotos a su lugar de origen, tan solo para decir “miren a donde fui”. También puede cargar un repelente de moscos, unos lentes oscuros o mejor aún: su dinero en un recipiente que ni de loco usaría en su lugar de origen (como una botellita colgada del cuello o envuelto en servilletas).

Pero la manera más fácil de saber que la persona que está uno viendo es turista es observándolo a la hora de comer. Aquí hay dos opciones: que lo que escoja sea un platillo típico del lugar bajo el pretexto de que “debe de comer lo típico del lugar” o que pida algo que come rutinariamente en su casa porque “extraña el sabor de su casa”.

Déjenme ejemplificar esto: un día estaba yo (de turista) en una ciudad de provincia acompañado de una amiga lugareña. Yo -como buen turista- pedí unos “uchepos” que en mi vida había visto y que resultaron unos sabrosos panecillos de maíz (los cuales me comí con singular alegría). En cambio, en la mesa de junto, estaba una señora -turista también y sospecho que pertenecía a la misma ciudad que yo- que pedía un platillo que estoy seguro debió de haber comido unas 3 mil veces en su vida: unas enchiladas suizas.

En lo que nos traían nuestros “uchepos” pude ver cómo esa señora tenía dudas sobre lo que iba a pedir, preguntaba a su amiga que cómo las servían en ese lugar, preguntaba al mesero que si estaban picosas, preguntó a su amiga que si las había probado y -después de bastante tiempo- se decidió a pedirlas. En cuanto llegó su plato las vio con mal semblante y comenzó un discurso que se oía en cuatro mesas a las redonda en el que explicaba con lujo de detalles cómo es que se debían preparar las enchiladas y como aquello que tenía en el plato no eran enchiladas sino otra cosa totalmente diferente.

Después repitió al mesero el mismo discurso y éste -bastante paciente por cierto- le explicó que así era la manera en la que las servían en aquél lugar. Empezaba a recitar su discurso por tercera vez cuando mi amiga y yo nos fuimos del restaurante. ¿Qué caso tiene -pensé después- pedir un platillo conocido? Ninguna ventaja y en cambio bastantes desventajas, pues uno siempre va a comparar lo que le sirven con lo que conoce -y eso- no servirá de nada pues dudo que el chef del lugar cambie su manera de cocinar.

Yo por eso prefiero ser como la primera clase de turistas: pido algo nuevo para que por lo menos haya la sorpresa de descubrir una cosa rara en el plato. Aunque después haya que correr al baño, claro.

Mexico surrealista: Tomando fotos

¡Extraaa, el extraaa!

Con los mexicanos pasa una cosa muy curiosa a la hora de tomar fotografías: todos se quieren hacer los chistositos. Desde poner los clásicos “cuernos” con la mano, empujar al de adelante, adoptar posición de luchador, abrir la boca como si nos hubieran robado un jugoso jitomate o hacer los ojos en blanco. Es más: hasta sacar una fotografía de boda o de XV años es una graciosada inconsciente, porque nadie en su sano juicio se iría a un estudio fotográfico a tomarse una foto simulando estar en las selvas de Costa Rica (aunque el propio estudio esté en medio de la Ciudad de México).

Bueno, pero todo lo contrario pasa al tomar un video casero: en vez de hacer graciosadas, la gente se pone muy quieta, viéndose unos a otros y apenas saludando a la cámara ¿cuántas veces no ha pasado el camarógrafo a nuestra mesa en una boda, y nosotros no atinamos más que alzar la copa (o el vaso con refresco)? Es más: ni siquiera hablamos y todos se quedan como tiesos -como si con eso el video ya no nos tomara-.

Es por eso que he pensado que el mayor producto que podría exportar México son los extras para películas o programas de televisión: ustedes saben, esas personas que aparecen en escena, pero en último plano, nada más para rellenar. Y es que si al ver una cámara nos quedamos quietos ¿qué mejor trabajo que el de pasar desapercibido?

Ser Extra (así, con mayúsculas) debe ser un arte: debes de ser lo más insignificante posible para no robar cámara al personaje principal, pero debes de ser lo suficiente notable para que el director de escena no te sustituya por un mueble. Hay programas con extras notables: ahí está el Chavo del ocho, en las escenas de la escuelita en donde además del Ñoño, la Chilindrina o la Popis, siempre había algunos alumnos en las sillas de atrás… ¿Cómo era posible que esos alumnos se rotaran y los principales se quedaran eternamente en el salón de clases? Perdónenme, pero qué burro era Quico entonces.

Otro programa con extras memorables era el de “La secretaria” con Pompín Iglesias. Acá era lo mismo: aparte de las secretarias principales había tres mujeres atrás que nunca levantaban la vista y cuya única chamba era la de darle a la máquina olivetti sin preguntar. ¿O qué me dicen de los programas que filman en la calle y que tienen a la bola de babosos atrás viendo cómo se hacen las escenas? Es el efecto estatua, ya lo dije.

Así que ¿por qué no hacer una escuela de extras? Podrían dar clases de cómo sostener una conversación interesantísima pero que a final de cuentas nadie va a pelar, o cómo caminar por la calle para que parezca natural, o resistir la tentación de voltear a donde se ve una cámara de televisión ¡Sería un éxito!

Mexico surrealista: Nacos contra fresas

Fresas vs Nacos

Hay una escena inolvidable en la película “Amar te Duele” (México, 2001): un grupo de muchachos de.. digamos.. bajos recursos económicos, van en bola a romperle la cara a unos tipos ricos (con bats de béisbol y tubos de fierro) en venganza porque a uno de los suyos lo trataron mal. Esta escena ejemplifica perfectamente la vieja rivalidad entre Nacos (o sea los pobretones) y Fresas (o sea los riquillos).

No tengo idea de cómo se diga en otros países, pero “naco” en México es un término usado ampliamente, que no sólo se refiere al dinero sino a otro tipo de actitudes: por ejemplo, el cliché del naco es ir oyendo cumbias o vestirse sin gusto. Claro que una persona con dinero también puede oír cumbias, pero es raro encontrarla. Es por eso que la “naquez” se relaciona con el dinero aunque un pobre no necesariamente es naco y un rico no es necesariamente fresa ¿ok?.

Bueno, todo esto viene porque de un tiempo para acá me han invitado a antros que van de un extremo al otro: desde el típico antro fresa donde una cerveza cuesta 4 dólares hasta el congal naco donde 7 cervezas cuestan 6 dólares. Y la verdad es que hay cosas muy interesantes: entre chavos de la misma edad la música que oyen es casi la misma, canciones bailables de moda y rock retro de los años 80’s. Hay ciertas diferencias, claro, porque en el antro fresa se pone más música electrónica y en el naco le dan variedad, yendo del reggae al ska. O sea que en música ganan los Nacos.

La manera de vestirse también cambia y se nota muchísimo en las chavas: en el antro fresa se usa ropa pegadita, blusas ombligueras y pantalones a la cadera. En el antro naco es casi lo mismo, aunque de lejos se ve que no lo compran en las mejores tiendas. Sin embargo dejando a un lado la calidad de la ropa, es notorio que en las chicas “nacas” enseñan más: blusas sin hombros, faldas más cortas, tops. Aunque a los hombres nos parece perfecto (¡eso sí!) debo confesar que las fresas se ven mejor enseñando menos (diría mi abuelita que “¿quien compra la vaca cuando la leche es gratis?”). O sea que en gusto para vestirse ganan los Fresas.

Pero debo confesar que el ambiente en el antro naco es mucho mejor: nadie va en “pose”, si hay una bronca entre todos la arreglan, las meseras no se ponen roñosas con la propina y sobre todo, te atienden mejor. En el antro fresa parece que te sirven de malas o que tienes que darles dinero antes de que entres para que te atiendan bien.

Entrar a un antro naco es fácil: todo es cuestión de pagar la entrada que nunca cuesta más de 3 dólares (aunque las mujeres casi nunca pagan). Entrar a un antro fresa es tooodo un sufrimiento: casi nunca cobran la entrada pero tienes que hacer fila de 1 hora hasta que el tipo de la entrada se digne en fijarse en tí y te deje pasar. Y con lo que me choca esperar.

Así que si me preguntan, me quedo en el antro naco, aunque por dentro sea más feo: al fin que con 7 cervezas encima ni te fijas je, je.

Mexico surrealista: Guia para entender a las tribus chilangas

Tribus Chilangas

La Ciudad de México está llena de especímenes raros, si lo sabré yo que llevo toda mi vida acá. Tal vez compartimos algunos con otras ciudades (digo, las especies tienen que emigrar ¿no?), pero es bastante interesante estudiarlos como bichos de laboratorio. He aquí algunos de ellos:
1.- Punks: ¿Quién iba a pensar que aquellos punks de pelos parados y ropa rota que tanto miedo causaban a nuestras mamás, iban a terminar vendiendo caramelos en las entradas del Metro? Pues créanlo o no, es facilísimo encontrarlos en tan decorosa actividad. Su grito de guerra es “¿me compras un caramelo, chavo?”. Ver para creer

2.- Menonita: Los menonitas son unos tipos que vienen de Chihuahua (creo) y que viven al natural (no en pelotas, claro, sino que no aceptan cosas artificiales). En la Ciudad de México venden quesos en los cruces de automóviles. Es fácil identificarlos porque siempre llevan overol y sombrero tejano (y por su piel rosadita)

3.- Microbusero: El naco entre los nacos, con su infaltable novelita erótica en la parte de atrás de su pantalón. Hace algunos años los hicieron vestirse de corbata y camisa para que se vieran más decentes (¿?) Aunque todos llevan su corbata a bordo, mejor la cuelgan del espejo, del asiento o la usan amarrada en la frente. Como el Karate Kid, pero en macuarro.

4.- Rastafari: Muchos confunden a los “Rastas” con los “Hippies”, pero como ellos mismos también se confunden, mejor echarlos a todos en el mismo saco. Se la pasan vendiendo pulseritas y collares que ellos mismos elaboran en plazas como Coyoacán

5.- Darketos: El otro día me tocó sentarme junto a un grupo de éstos en un bar. Como ese día había hecho mucho calor y ellos no se despojan de su ropa negra de terciopelo, aquello olía peor que sudor de chango (nunca he olido a un chango, pero así me imagino que debe de oler).

6.- Payasitos: Así, en diminutivo. Se suben al transporte público a tratar de arrancar una sonrisa a la gente por unos pesos ¿pero como lo van a lograr si todos los payasos de la ciudad hacen exactamente lo mismo desde hace 15 años? “A ver señor payasooo, a mi suegra la mató la lecheee porque le cayó una vaca encima” Horrible, ya que ensayen otros chistes por favor.

7.- Fresas: Hay fresas que sí tienen dinero y fresas “wannabe” que se la pasan presumiendo lo que no tienen. No importa: todos se visten igual, ellas con ropa pegadita y ellos con camisas sin fajar. Y te piden dinero a la entrada del cine (¿? ¿o sea como?)

8.- Limpiaparabrisas: Niños que viven de aventarle agua mugrosa con jabón a los coches para después limpiarlos con un hulito. Los carros -claro- quedan peor, así que lo más conveniente es agitar las manos negándose a recibir ese servicio antes de que ataquen. De todos modos no te libras, pero por lo menos hiciste el intento.

Mexico surrealista: Bodas a la mexicana

Bodas a la mexicana

Una amiga mía que vive en Mérida me preguntaba el otro día si era cierto que en las bodas de acá del DF la novia avienta su ramo y el novio el liguero. Eso me causó extrañeza, porque yo suponía que en todo México las bodas se celebraban igual –aunque ahora veo que no-. Una boda chilanga (y no sé de qué otras partes de nuestro país) tiene algo de ceremonioso y algo de ridículo. No hay el glamour de una boda como las que salen en las películas gringas, sino que más bien son un poco nacas, sean del estrato social que sean.

Para empezar, el coche donde viajarán los novios debe estar bellamente adornado con listones y moños, como si los que van adentro fueran regalos. Eso no tiene nada de extraordinario si no fuera porque el conductor debe hacer sonar su bocina estruendosamente por las calles para anunciar que una novia va pasando (el sonido debe oírse “pii pii pipi pii”). El colmo de la ridiculez es que los demás conductores estamos obligados a hacer sonar nuestra bocina también, como saludo. Eso equivale a decirles “no saben en la que se meten, babosos”.

La recepción –o sea, después de la ceremonia- está llena de bellos detalles que se convertirán en recuerdos imborrables. Los novios deben de “abrir pista” bailando en medio de todos, causando tanta diversión como ver volar a una mosca –o sea, nula-. Debe ser una canción bonita y lenta, para que la novia luzca. Después viene el baile de todos contra todos: salsa, cumbia o merengue es bueno para menear el bote. En el repertorio musical no debe faltar la canción esa de “caballo de la sabanaa porque estás vieejo y cansaado” ni la de “eeehhh, mi amigo Charlie Broooown, Charlie Brooown”.

La ceremonia transcurre sin contratiempos hasta que alguien se le ocurre que es tiempo de “la víbora de la mar”. Horror de horrores. A la novia la suben a una silla y al novio a otra, y el velo de ella sirve como puente entre los dos. Acto seguido, todos los invitados hacen una fila como de conga, y bailan por todo el salón pasando en medio de los dos novios ¿El chiste? tirar al novio de la silla ¿para qué? para que se caiga ¿y que ganan con eso? Misteeeerioooo.

Como si no fuera suficiente ridículo, la novia tiene que aventar su ramo hacia atrás, donde una turba de mujeres solteronas se pelearán para ganarlo –ya que según la tradición la que se lo gane se casará pronto-. La novia hará dos intentos falsos de aventarlo y las mujeres se aventarán como perras en celo. Cabe decir que al final el ramo quedará destrozado y que las solteronas no se casarán ni ese año, ni nunca. ¡Ahhh! Pero el novio también cuenta. Le tiene que quitar el liguero a su amada (con fondo musical sensual “ta ra ra ra ra rá”) y aventarlo a los solterones, que harán graciosada y media por agarrarlo (como pellizcarle las partes nobles al de al lado para que no lo tome).

Así, la boda es un ritual entre primitivo y cómico. Aquí hago una recomendación para quitar la peor de las rutinas en las bodas: la novia debe pasar con su zapato en la mano para que las mujeres le pongan algo de dinero y el novio pasa sin saco para que los hombres le pongan billetes con alfileres. Es como limosnear, pero en fino. Ese dinero lo ocuparán para pagar la luna de miel –idealmente- aunque siempre acaba para completar el pago del salón donde se hizo la fiesta. Bueno, pero por hacer tanto ridículo, bien vale la pena darles un billetito.

Mexico surrealista: Tlahuac o cuando la gente se pone loca

El linchamiento en Tláhuac

Hace como 3 años iba viajando en un microbús –que iba despacio- cuando oí desde la calle que una señora gritaba “¡se roban a mi hijo!”. Como estaba cerca de la puerta, me bajé junto con otros pasajeros y detuvimos al supuesto secuestrador –que iba en un auto viejísimo. Resultó que el señor era el esposo de la tipa –que estaba borracha- y se habían peleado, así que decidió llevarse al niño. Nosotros perdimos el tiempo, nos sentimos como inútiles y todo se arregló con la llegada de un policía de tránsito (que nada tenía que hacer ahí).

Este ejemplo muy tonto me va a servir para dar mi opinión acerca del caso Tláhuac. Para el que no lo sepa, es un asunto que se dio en la Ciudad de México y cuya historia resumida es así: unos policías estaban tomando fotos afuera de una escuela primaria, supuestamente porque estaban tratando de descubrir a unos vendedores de droga. Alguien se dio cuenta de que apuntaban hacia donde estaban los niños y gritó “¡son robachicos!”. Resultado: la gente se les fue encima, los golpearon y a dos de ellos los quemaron ¡vivos!. El tercer policía está muy grave y al parecer no la va a librar.

Hay varias cosas más que decir: las cámaras de televisión grabaron cuando los policías pedían ayuda. Los refuerzos nunca llegaron y la ejecución se llevó a cabo en vivo, en un noticiero, ya que había un helicóptero grabando todo. Desde el momento en que agarraron a los supuestos robachicos, hasta que llegaron los refuerzos pasaron 3 horas ¿por qué? Misterio…

El ejemplo que di al principio me viene como anillo al dedo, porque en ese caso yo –sin deberla ni temerla- me fui sobre el supuesto secuestrador, ya que pensé que la víctima era la mujer ¿qué me llevó a actuar así? No lo sé, pero me imagino que en Tláhuac la gente fue alborotada con el mismo principio: alguien grita, y todos van a la bola.

Claro que yo nunca pensé en quemar vivo al tipo, como lo hicieron con los policías. Ahí fue donde la situación se le salió de las manos a los habitantes de Tláhuac y se convirtió en un drama de equivocaciones: los golpearon, pensaron que no fue suficiente y los asesinaron. Las policía llega, y como no sabe a quien agarrar, se lleva a los que quiere y mete a todos a la cárcel. Pero como los refuerzos nunca llegaron a tiempo, el presidente decide quitar al jefe de la policía, por inútil. El jefe de la policía pide que también se despida al jefe de la seguridad a nivel federal porque tampoco llegó. Error tras error.

Total que todo lo que hagan no va a hacer que los policías asesinados recuperen la vida. Entiendo que hay frustración porque la seguridad de la capital está francamente mal pero eso no debe llevarnos a portarnos como cavernícolas. Y para los que digan que violencia no genera violencia: a los pocos días en dos lugares distintos pensaban hacer lo mismo, tomando la justicia por su propia mano ¿Llegaremos a un punto donde será todos contra todos? esperemos que no.

Mexico surrealista: Guia del trasporte en el DF

Guía del transporte para
la Ciudad de México

¡Señor, señora, señorita! ¿piensa visitar próximamente la Ciudad de México? ¿Tiene que venir a un congreso y no sabe cómo moverse dentro de la ciudad? ¿Ha oído leyendas urbanas acerca de microbuses que chocan? ¡no se diga más! ¡lea esta guía sobre el transporte de la ciudad y aprenda el arte de ir de un lado a otro!

Aviones: El aeropuerto de la Ciudad está en medio de la Ciudad (¿?). Antes estaba afuera, pero lo rodearon miles de casas así que al bajar del avión ya se siente uno empapado del smog, de la muchedumbre y del calor de la gente. Afuera del aeropuerto hay una estación del metro, de fácil acceso, aunque casi todos prefieren subirse a los taxis del lugar. Si vas a un hotel del centro de la ciudad por lo menos pagarás 13 dólares para llegar ¡es una ganga! (si, como no)

Taxis: Y ya que mencionamos los taxis hay que aprender varias cosas: hay taxis que están pintados de verde y blanco, de verde y gris, o de blanco y amarrillo, de blanco rojo y amarillo, o de blanco y rojo o de blanco nada más. Todos son taxis, no se confunda, mientras tengan su copete en la parte de arriba que diga taxi, tenga la seguridad de que no se está subiendo al coche de don Chucho. Ahora bien: hay taxis piratas, pero distinguirlos es cosa de chilangos. Para mayor seguridad tome su taxi donde haya varios formados.

Microbuses: hay varios mitos alrededor de los microbuses, pero solo hay una cosa cierta: o se van rapidísimo como alma que lleva el diablo, o se van lento como tortuga. Nunca van a una velocidad normal y lo malo es que uno nunca sabe cuál le va a tocar. Los choferes de microbús se caracterizan por oír cumbias a todo volumen y por su legendaria educación para pedirte que te muevas al fondo de su “unidad” (como ellos la llaman). Regularmente tu compañero de viaje lleva comiendo un vaso con elotes y patas de pollo o una torta desparramada de jamón. Disfrute su viaje, es una experiencia religiosa.

Metro: El mejor transporte de la Ciudad, sin duda. En el metro puedes ir de un lado a otro por solo 2 pesos (20 cvs. de dólar), aunque es fácil perderse si no te sabes las estaciones. Para eso, consígase un mapa de la red y métase a la estación más cercana. Si usted es señora, señorita o niño de menos de 8 años, váyase a los vagones de adelante en los que no dejan pasar a señores gordos y apestosos. Si usted es señor gordo y apestoso, se puede subir a cualquier otro vagón.

Hay horas en las que el metro va tan lleno que puede sentir como le late el corazón al de junto. Lo mejor de todo es que algunas personas suben a amenizarte el viaje cantando, y solo le debe de dar una moneda para que se callen. Si siente que le da el “patatús” hay unas palancas rojas en cada puerta para que venga un policía a auxiliarle, pero si la toca sin motivo le darán de patadas entre todos. Así es aquí.

Al esperar en el andén a que pase el metro, debe tomar en cuenta que no puede asomarse mucho a las vías: no porque te vayas a caer, claro, sino porque a veces hay ratones que se le quedan viendo desde abajo. Y sonría al pasajero de junto: seguramente pensará que usted está loco y no lo molestará en todo el viaje. Garantizado.

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