Libros para el baño
Libros para el baño
Ariel Ruiz Mondragón
La Insignia. México, noviembre del 2005.
En los años ochenta del siglo pasado empezó a circular una revista de Guadalajara que llamó la atención por reunir a caricaturistas que hicieron de la irreverencia casi extrema una obsesión: Galimatías. Entre sus noveles autores destacó pronto Trino (José Trinidad Camacho), quien pergeñó, al alimón con Jis, un personaje de época en la caricatura mexicana que causó furor a finales de aquella década y principios de los noventa: El Santos, cuyas sensacionales aventuras y épicas hazañas fueron publicadas en La Jornada y en la revista El Chamuco.
Pese a la celebridad que los autores alcanzaron con el personaje del pancracio, también realizaron otras memorables tiras, como “La chora interminable”. Al mismo tiempo ambos caricaturistas emprendieron proyectos solistas que encontraron lugar en periódicos y revistas. En el caso de Trino muchas de sus tiras han sido recopiladas y llevadas al formato de libro, lo que ha ocurrido en este año con los volúmenes Don Taquero y Los invasores de Marte (México, Ediciones B, 2005). También recientemente se han publicado dos libros ilustrados por el caricaturista: el de Vivian Mansour El Enmascarado de Lata (México, Fondo de Cultura Económica, 2005) y La Constitución (México, Trilce, 2005).
Sobre eso libros sostuvimos una conversación con el caricaturista, en el que abordamos temas como la actualidad de sus libros, el origen de su inquietud por taquero y marcianos, la crítica que realiza en esas tiras, el lugar en el que se deben leer sus libros, el papel de la escatología en su obra, y su labor como ilustrador de la norma fundamental de México y de un cuento para niños.
Trinos es autor y coautor de más de quinces libros, además de haber colaborado en medios como La Jornada, Milenio, Reforma, El Chamuco y Replicante, entre otros.
Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué publicar hoy estos libros, Los invasores de Marte y Don Taquero?
Trino (T): Los dos son recopilaciones de trabajos que hice con anterioridad; Don Taquero fue una serie que salió en un suplemento en el que recomendaban restoranes y demás, una publicación como de gourmets, y a mí se me ocurrió hacer algo sobre los tacos. Esto fue de 1996 a 1998, y ahora se reúnen todas las tiras que salieron y que ya no he vuelto a hacer. Cuando volví a ver la serie pensé: “esto da para un librito”, y puede ser padre revivir esto porque es atemporal, son chistes que pueden haber pasado en el 96 o en el 2005.
Me late mucho la idea de recopilar material viejo porque me da la posibilidad de que la gente del DF y en todos lados conozcan esa tira, ya que nada más salió en Guadalajara, y nada más en ese suplemento que no todos conocen. Entonces es un poco sacar material del baúl y ponerlo a consideración.
En el caso del otro, es parte de una trilogía de libros que empezó con Crónicas de Marte y Visitantes de Marte, y Los invasores de Marte es el último. También es una recopilación cronológica de las “Crónicas marcianas” que salen en Reforma.
Todos son recopilaciones, no son libros para los que haya hecho tiras especiales, sino que ya han sido publicadas tanto en el suplemento aquel como en Reforma.
AR: Respecto a Don Taquero, ¿de dónde surgió la idea de retomar a esa figura tan significativa para muchos de nosotros? ¿Por qué dedicarle una serie de caricaturas a un taquero?
T: En primer lugar yo creo que los mexicanos somos buenos gourmets de tacos. Si vas a Guadalajara a estar dos semanas y tienes un buen cuate allá, siempre te va a decir: “Te recomiendo que vayas a las tortas ahogadas de tal esquina, o que vayas a los tacos de lengua que están en tal lugar”.
Siempre las recomendaciones de la gente que vive en una ciudad te van a dar, más que un restaurante acá donde no hay fallas, un puestito donde hay un riesgo, pero en el que los tacos son una maravilla. En este caso hablo de un taquero de quien se sospecha que sus tacos no son de res sino de perrito. Es una leyenda urbana que todos tenemos: que a veces hemos comido tacos de perro o de caballo, y no nos hemos dado cuenta.
Me basé un poco en un taquero que existe en Guadalajara que está por Federalismo, que dicen que tiene tacos de perro, lo que él no negó; pero la gente siguen yendo, aún pese a saber eso, porque dice: “las salsas están buenísimas”. Entonces dije: “No puede ser, allí hay un personajazo”. Es el personaje indispensable cuando sales del antro y no cenaste. A las dos de la mañana no hay restoranes abiertos, y lo que quieres es un taco para bajarte el pedo, y pues siempre hay un puestito que está abierto a las tres de la mañana, con su cebollita, el cilantro, la salsita, con toda la dinámica que hay dentro de él: una televisión en blanco y negro que se ve medio mal, y el taquero diciendo: “¿Cuántos va a llevar? ¿Cómo vio al Atlas?” Son un poco como los taxistas: te dan su punto de vista sobre la política, te dan de comer, y al final te preguntas “¿qué comí? Quién sabe, pero está buenísimo”.
Es parte de nuestra cultura. No sé si esto lo venderán en Colombia, en Venezuela o España, pero allí no significaría nada; tal vez una figura parecida en España sería el churrero, porque cuando viví en Barcelona vi que lo que está abierto de noche es dónde te venden churros de dulce para después de comerte algo. Pero allí no hay una cultura del taco.
AR: En el mismo sentido quiero ir sobre tu otro libro: con Los invasores de Marte completas una trilogía equiparable a la de Kim Stanley Robinson…
T: Sí, Ray Bradbury y la chingada.
AR: Pero, ¿de dónde te salió la idea de hacer esas tiras acerca de unos marcianos que vienen a la Tierra?
T: Me encanta la idea de que la gente crea que los extraterrestres son bien inteligentes. Tengo la teoría de que si los extraterrestres fueran inteligentes no abducirían tanto pendejo; mejor que vengan y abduzcan a Monsiváis, a Krauze, a Naranjo, allí sí les creo. Pero vienen a Wyoming y agarran un pinche ranchero al que se llevaron y le metieron unos fierros por allí atrás, y le dijeron que estamos destruyendo el planeta.
Entonces pensé que allí hay un tema que es inagotable, y que puesto en una tira diaria como “Crónicas marcianas” me da idea para hacer pitorreo tanto de la política como de las series chafas de la televisión de los sesenta.
AR: O de programas actuales como los de Jaime Maussan.
T: No tienes idea cómo me da temas para hacer en la tira. La verdad creo yo que él no se la agarra en serio, porque no puede ser. Eso me nutre mucho; ver los programas de Maussan me encanta porque siempre sacan algo de superneta: “Ahora aquí vamos a ver un video sorprendente”, y los videos siempre están muy mal tomados, borrosos. No sé qué es lo que nos falta a nosotros de tecnología para hacerlos en high definition y que se vea chingón el ovni. Pero siempre es una mierda que se mueve en superchinga porque no quieren ser vistos. Si es así, pues que no vengan.
AR: En ambos libros, ¿cómo te sirven esos personajes para hacer crítica social y política?
T: Pues es que al no ser yo cartonista político, siento que lo que hago en estas tiras es una burla de lo cotidiano, de las situaciones que vivimos todos los días, y que en ello va la política, el futbol, el amor, el sexo, los grandes problemas del ser humano. Hay mucha tela de dónde cortar, y si de repente el tema es que Montiel se enriqueció, se me ocurre una tira en la que vienen extraterrestres a preguntarle acerca de cómo enriquecerse sin que haya pedo o sin que los metan a la cárcel, cosas así.
Es decir, me aprovecho mucho de las situaciones políticas para pitorrearme de eso, sin sacar a esos personajes directamente, sino más bien de fuerita, como somos en general. Si vamos a hacer una crítica de Madrazo, nunca se la vamos a ir a decir, ni ganas y pa’qué.
De entrada allí hay sesgos en los que utilizo la política y cualquier otro tema, como los de la farándula.
AR: A partir de tus monos, ¿quiénes son peores: los marcianos o los terrícolas?
T: Por supuesto que son los terrícolas; somos más pendejos, la verdad. Todas las teorías religiosas, fanáticas, tienen que ver con una especie de divinidad. Los que se separan de esta tendencia católica o musulmana de que Dios castiga y la chingada, y que no creen en eso, se van a lo pendejo porque dicen: “son los extraterrestres, quienes son los que están mandando señales que se apreciaron en no sé dónde, como en el tsunami”. Como los dianéticos, que tienen una teoría de que hay seres superiores y la chingada; pero creo que es un vacío existencial que tienen de no encontrar alguien en quien creer, y entonces inventan cosas así.
Entonces creo que los humanos somos más imbéciles. Si existieran realmente los marcianos, creo que ni ganas tendrían de venir aquí, ¿a qué chingados?
AR: De todas las tiras y libro que tienes, algunos hechos al alimón con Jis y muchos otros como solista, ¿en qué lugar ubicas a Don Taquero y a Los invasores de Marte?
T: Estoy contentísimo con la edición de los dos libros porque están bien editados, bonitos, a color, y son la consecuencia de El Santos, en el que nos deschongábamos Jis y yo, y que significó el enriquecimiento que da el trabajar con alguien haciendo una tira. Eso nos dio para hacer “La chora interminable” o El Santos.
Estos libros son una cosa más personal, es toda mi etapa solista. No me comparo con los Beatles, pero si fuera uno de ellos sería el Ringo Starr, que saca muchos discos; yo soy fan de ellos, juntos y separados, tengo todos los discos y todos tienen su esencia. Entonces si a la gente le gustó El Santos, aquí están ciertos chistes que podrían haber visto en El Santos, aunque a lo mejor menos guarros.
Considero a estos libros parte de mi desarrollo y proceso evolutivo personal, y a mí me encantan los dos, porque sinceramente te digo que donde mejor los puedes disfrutar es en el baño. Tienes que agarrar Don Taquero en el baño, que es el lugar donde realmente te puedes concentrar y leerlo. No creo que esto deba estar en una biblioteca, allí la gente no lo va a pelar; tiene que ser para el baño.
AR: Hablando de eso: un aspecto que siempre me ha llamado la atención en tu obra es el escatológico. ¿Qué papel juega ese elemento en tu obra?
T: Es toda una tendencia, e incluso se nos ha puesto una etiqueta: “Pinches Jis y Trino escatológicos”. Desde que abrimos -con El Santos sobre todo- la posibilidad de hablar de eso en los medios, que fue en La Jornada y ahora que estoy en Reforma, no se me ha censurado por seguir haciendo esto; se me haría una traición a los lectores ya no ser escatológico porque estoy en Reforma.
Me gusta sacar eso porque no todo el tiempo ni todo tiene que ser puerco. Aquí hay una en el taquero, que es una tira de comida, en donde me explayé en eso, ya que todo puede ser susceptible de la cochinada, y no es posible que aquí no vaya a poder sacar un chiste de un pedo.
Obviamente tiene que ver con la escatología lo del proctólogo. Pero los temas dan para eso, ni modo que me vaya de ladito; digo, así fue en El Santos. Es ya como un estigma, es como la fábula del alacrán y el sapo: está en mi naturaleza.
AR: Pasemos a otro tema y otro libro: eres un caricaturista irreverente como pocos, y como dices, “eso está en tu naturaleza”. Con esas características, ¿por qué ilustraste un texto casi sagrado como la Constitución mexicana?
T: Es un reto; cuando me invitó Deborah Holtz a hacerlo eso, me pareció que era un reto padrísimo. No me gustaría que esto causara un furor como lo que pasó con lo de la bandera, no quiero provocar. Simplemente digo: la Constitución se debe reformar, es muy arcaica en muchos de los artículos. Pero en este trabajo no es mi pretensión que cambie la Constitución, sino que llegue a todos y que al menos sea un libro de consulta para los chavos de secundaria o prepa.
Creo que a la Secretaría de Educación Pública no le latió comprarlo porque se iba a meter en un pedo, porque le iban a decir, “a ver, cómo ese texto ilustrado por Trino, y si tiene humor, la Constitución es muy seria”.
Tiene muy poco humor, no siento yo que haya hecho un pitorreo de la Constitución; pero hay gente muy obtusa, por lo que puede causar muchas broncas. Aquí en México puedes hablar de lo que quieras, de los políticos, sexo, drogas, pero no puedes hablar de religión ni de los valores patrios como la bandera, la Constitución, de los héroes que nos dieron patria.
No se puede hacer burla de eso, pero todo es susceptible de serlo, por eso hay libertad de expresión. La Constitución no es para mí un vehículo para echar desmadre, sino que lo que hice fue ponerla a un nivel en que la gente diga: “mira, tiene monitos, la quiero leer”. No estoy diciendo que yo sea el educador número uno, pero me gustó el proyecto y dije: “Cómo no le voy a entrar, es la oportunidad de oro para poder estar en una cuestión que es importante: que los mexicanos conozcamos la ley, que los mexicanos tengamos la Constitución para consultarla, y saber por qué este cabrón me está chingando, y si llegan los judiciales y me llevan sin una orden, decirles que constitucionalmente eso no se vale”.
Ojalá que la gente vea este trabajo más como un libro de consulta accesible, que es la Carta Magna, que como una afrenta de mi parte, aunque sí se puede echar desmadre con la Constitución, lo que no es mi objetivo.
AR: Entonces es más didáctico que humorístico.
T: Sí, exactamente.
AR: ¿Ya ha habido alguna respuesta por parte del gobierno y del público en general a esta Constitución ilustrada?
T: Hasta ahorita no, porque es una novedad, pero tal vez en un mes pueda ver mejor esas reacciones.
AR: ¿Cómo ha sido tu trabajo de ilustrador? Esto lo pregunto porque antes de la Constitución habías ilustrado otro libro, El Enmascarado de Lata, de Vivian Mansour.
T: Me encanta ilustrar ideas ajenas en el sentido de poder interpretar, de convivir con autores. Con Vivian me pasó cuando me dio su cuento, el que se me hizo tan bonito que dije: “quiero interpretárselo chido, hacer algo bonito con personajes, y que ella sienta que su historia tiene un refuerzo padre con las imágenes”.
Para mí es mucho más nutritivo eso, porque con lo mío yo sé que lo controlo, es mi tira y es lo que a mí se me antoja; pero es un reto cuando alguien te dice: “Aquí cámbiale, porque resulta que el monito no es la idea que me había imaginado; me imaginé un niño más buena onda, no tan cabroncillo”. Ah, pues hago otro diseño.
Eso es trabajar en equipo y a mí me gusta; no soy ni una diva en el sentido de “a mí nadie me dice nada, y mis monos son así y a la chingada”. Tampoco le haría el favor de hacer ilustraciones a cualquiera; por ejemplo, no quiero ilustrarle un libro a Jorge Ortiz de Pinedo con sus chistes, sino cuando hay calidad y el proyecto es muy padre. Imagínate que llegara alguien que no respete yo y que me diga: “oye, que tus monos sean más chistosos, tú eres bien leperote, ponle una reatota”. No, hay que tener cierta calidad; a mí sí me gusta muchísimo trabajar en equipo e ilustrar, además de que me saca de la rutina. Dibujar siempre lo mismo, lo que la gente cree que es algo muy divertido, y sí, pero después de un mes dices: “Chale, otra vez otras fábulas, y ahora qué voy a hacer”. Entonces ilustrar me saca de mi rutina.
AR: ¿Qué otro proyecto editorial tienes por allí?
T: En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara saldrá Misterios charros, un libro gordote que es una selección de toda mi trayectoria desde 1987 hasta 1999 de tiras que no son conocidas o que no fueron conocidas porque no fueron publicadas en periódicos nacionales, sino en revistillas o en folletos. Es la evolución mía como cartonista de humor de un solo cuadro, o de tiras, en este caso de un charro y una adelita.
Es una miscelánea porque no es un libro que tenga lo mismo: hay cartones, hay tiras, y hay una tira de formato diferente que se llama “Frontera cero”, que es la historia de un indocumentado que quiere pasar a Estados Unidos y nunca lo deja otro personaje. Es una relación que se establece entre los dos y es un poco como el taquero y su cliente.
Entonces es un libro misceláneo, no tanto enfocado a un personaje, y allí se ve la evolución de mi línea. Allí están las células de las “Crónicas”, de las “Fábulas”, del mismo Santos, en otros personajes. Va a estar padre.