Mexico surrealista: Bodas a la mexicana

Bodas a la mexicana

Una amiga mía que vive en Mérida me preguntaba el otro día si era cierto que en las bodas de acá del DF la novia avienta su ramo y el novio el liguero. Eso me causó extrañeza, porque yo suponía que en todo México las bodas se celebraban igual –aunque ahora veo que no-. Una boda chilanga (y no sé de qué otras partes de nuestro país) tiene algo de ceremonioso y algo de ridículo. No hay el glamour de una boda como las que salen en las películas gringas, sino que más bien son un poco nacas, sean del estrato social que sean.

Para empezar, el coche donde viajarán los novios debe estar bellamente adornado con listones y moños, como si los que van adentro fueran regalos. Eso no tiene nada de extraordinario si no fuera porque el conductor debe hacer sonar su bocina estruendosamente por las calles para anunciar que una novia va pasando (el sonido debe oírse “pii pii pipi pii”). El colmo de la ridiculez es que los demás conductores estamos obligados a hacer sonar nuestra bocina también, como saludo. Eso equivale a decirles “no saben en la que se meten, babosos”.

La recepción –o sea, después de la ceremonia- está llena de bellos detalles que se convertirán en recuerdos imborrables. Los novios deben de “abrir pista” bailando en medio de todos, causando tanta diversión como ver volar a una mosca –o sea, nula-. Debe ser una canción bonita y lenta, para que la novia luzca. Después viene el baile de todos contra todos: salsa, cumbia o merengue es bueno para menear el bote. En el repertorio musical no debe faltar la canción esa de “caballo de la sabanaa porque estás vieejo y cansaado” ni la de “eeehhh, mi amigo Charlie Broooown, Charlie Brooown”.

La ceremonia transcurre sin contratiempos hasta que alguien se le ocurre que es tiempo de “la víbora de la mar”. Horror de horrores. A la novia la suben a una silla y al novio a otra, y el velo de ella sirve como puente entre los dos. Acto seguido, todos los invitados hacen una fila como de conga, y bailan por todo el salón pasando en medio de los dos novios ¿El chiste? tirar al novio de la silla ¿para qué? para que se caiga ¿y que ganan con eso? Misteeeerioooo.

Como si no fuera suficiente ridículo, la novia tiene que aventar su ramo hacia atrás, donde una turba de mujeres solteronas se pelearán para ganarlo –ya que según la tradición la que se lo gane se casará pronto-. La novia hará dos intentos falsos de aventarlo y las mujeres se aventarán como perras en celo. Cabe decir que al final el ramo quedará destrozado y que las solteronas no se casarán ni ese año, ni nunca. ¡Ahhh! Pero el novio también cuenta. Le tiene que quitar el liguero a su amada (con fondo musical sensual “ta ra ra ra ra rá”) y aventarlo a los solterones, que harán graciosada y media por agarrarlo (como pellizcarle las partes nobles al de al lado para que no lo tome).

Así, la boda es un ritual entre primitivo y cómico. Aquí hago una recomendación para quitar la peor de las rutinas en las bodas: la novia debe pasar con su zapato en la mano para que las mujeres le pongan algo de dinero y el novio pasa sin saco para que los hombres le pongan billetes con alfileres. Es como limosnear, pero en fino. Ese dinero lo ocuparán para pagar la luna de miel –idealmente- aunque siempre acaba para completar el pago del salón donde se hizo la fiesta. Bueno, pero por hacer tanto ridículo, bien vale la pena darles un billetito.