Cuentos y Poemas Indigenas III
divisaron el rancho al pie de la lomada. Los perros olfatearon la presencia de Lorenzo en la brisa que bajaba de la cordillera lejano y salieron a su encuentro con ladridos cortos de júbilo. En el patio, una mujer con cuatro niños agarrados a su pollera, lo aguardaba como quien espera el último de los milagros!.
Pasaban los días con sus noches sin que el grito azotara su látigo de miedo. Todo sucedía lacio, repetido, anunciado desde el mismo comienzo del tiempo. Nada parecía turbar la paz campesina de ese paisaje apresado entre lomadas azules y cordilleras altas.
Esa noche, cuando todos dormían, Payún supo que él vendría! Y lo esperó hasta pasada la media noche, cuando el grito, como de un hachazo, partió en dos el aire quieto.
Él le respondió como si su grito fuera el eco de ese alarido quemante. Ese grito lastimero, casi quejido, se fue acercando con cada respuesta del chamán, hasta que todos sintieron que esa voz les recorría los sentidos como un aliento fétido.
Parado en el hueco de la puerta, Payún lo vio surgir de las sombras.
El brillo de sus espuelas alumbraron por un instante y pudo ver sus botas altas, el chaquetón negro envolviendo la bruma, el sombrero alón coronando su rostro invisible.
En ese pequeño relámpago, sus labios finos y apretados parecían aprisionar una mueca sarcástica debajo de una nariz aguileña, como pico de ave carroñera.
El chamán le buscó los ojos al amo de las tinieblas.
¡El aparecido no tenía ojos!
Avanzó hasta tenerlo al alcance de sus brazos. Entonces levantó las manos con las palmas hacia fuera y le mostró las cruces grabadas en la piel!
Un aullido bárbaro desgarró la noche y el amo de las tinieblas se desmoronó quemado por el fuego de su propio incendio! Un fuerte olor a azufre trasminaba las rústicas paredes del rancho.
Cuando amaneció y la vida regresaba a ocupar su sitio, un aire fresco, bajado de las cumbres, barría despreocupado unas cenizas oscuras como sopladas por golpes de alas.
Cuando le preguntaron a Lorenzo Ñelay por el mago Payún, el mestizo dijo…
– Se ha marchado…
Del amarillo tenue al rojo intenso
Había permanecido tanto tiempo mirando la cascada que sus sentidos se acostumbraron al rumor de las aguas despeñándose. Una quietud dolorosa apretaba el aire húmedo contra la piedra, quizá presagiando el cataclismo anunciado desde el propio origen de las cosas.
Primero fue como el quebrarse de una rama en silencio del bosque; luego el temblor sacado de lo hondo de la tierra, un estremecimiento prolongado recorriendo las colosales vértebras de la montaña, despertando sus vómitos de fuego.
Desde el cráter del Paillanhue, un humo oscuro sostenía sus culebras sobre el fondo blanco de las cumbres.
Payún contempló las primeras fumarolas como quién recibe una señal largamente esperada. Dándole la espalda al volcán, buscó el sitio donde el agua pura del torrente esconde, con paciencia de siglos, aquella greda prodigiosa. Con el puñado de arcilla regresó presuroso a la caverna y de rodillas, inclinado sobre la lumbre cansina de la hoguera, abrió la piel de su mano izquierda con el pequeño sangrador de cuarzo.
La sangre del chamán se fue mezclando con el barro sagrado hasta formar un amasijo luminoso. Mientras modelaba, mojaba con su saliva aquella tierra espiritualizada, para darle vida a esa pequeña y misteriosa reliquia. En sus ojos parecía reflejarse aquella extraña figura, alumbraba por los nacientes incendios que la lava encendía con sus lenguas invasoras.
Para ese mediodía, el sol era apenas un círculo de cobre viejo antes de desaparecer devorado por un cielo de cenizas. En cada explosión el volcán escupía sus entrañas de piedra líquida, en coágulos oscuros que agujereaban el aire caliente, como un monstruoso animal cavando su madriguera en el centro mismo de ese infierno. Luego de mínimas treguas, su tos geológica lanzaba de nuevo sus estupos fundidos, animando marejadas incandescentes.
Siete días estuvo el Pillanhue sacudiéndose con temblores que remecían su lastimada naturaleza. Después, en menguados estertores, con un escalofrío que recorría su nueva piel basáltica, se fue quedando dormido.
Una atmósfera agria, ácida, sostenía aún viva la lava morena que calcinaba con su escondido rescoldo el ramaje de los árboles moribundos.
Como luego de un combate, lentas humaredas trepaban penosamente los celajes de la cordillera, esfumando sus sombras duras.
Hacia el naciente un mar de cenizas disipaba la marca del horizonte, extendiendo su neblina plomiza hasta el infinito.
Nada parecía tener vida. Sólo el agua, como una víbora ciega, hurgaba en su memoria de limo buscando una salida por aquella tierra todavía quemante. Entre vapores sulfurosos, esa tinta negra se abría cauce ladera abajo. Paraba en diques de lava endurecida, para vencer con su húmedo instinto cada uno de los obstáculos que encontraba en su camino.
Cuando llegó a la angostura del Choroi, su pupila mostraba una lejía de cielo limpio, hasta reconocerse cristalina en el lecho del arroyo.
Una paz de muerte envolvía al paisaje desolado. Mantos de cenizas escaldaban las heridas de la montaña, mientras el viento golpeaba su sonaja contra los riscales, repitiendo como en sueños el murmullo helado de las cumbres.
En algún lugar cercano al viejo Pillanhue, la vida leudaba en secreto su eterna maravilla.
Escrito por Beatriz Bassino el 19 de Junio
DESDE AQUÍ (poesía mapuche)
Lafquén mío, en mis oídos
Resuena tu voz, tu canto.
Ayuyueimi
Con tu fuerza,
Tu poder.
Nehuén lafquén,
Te extraño
Aquí perdida en la ciudad huinca
Donde
Tu voz no escucho.
Eres fuerte y poderoso,
Con razón shumpal
Duerme en tus brazos.
Manquián se fue contigo
Y tantas quimei malén
De ti se han enamorado.
Escrito por Beatriz Bassino el 19 de Junio
APENADO ESTA MI CORAZÓN
Ya no quiero adornar mi cabello,
Ya no quiero cantar cuando el sol
Aparezca en la mañana.
Iré a la montaña a esconderme,
Para que nadie me mire,
Para que nadie me mire.
Voy camino
A la poblada montaña
La de espíritus palpables
Que quiero ver
Y no conozco.
Escrito por Beatriz Bassino el 19 de Junio
APENADO ESTA MI CORAZÓN
Ya no quiero adornar mi cabello,
Ya no quiero cantar cuando el sol
Aparezca en la mañana.
Iré a la montaña a esconderme,
Para que nadie me mire,
Para que nadie me mire.
Voy camino
A la poblada montaña
La de espíritus palpables
Que quiero ver
Y no conozco.
Escrito por Beatriz Bassino el 20 de Junio
Piedras ( Poema Mojeño)
Piedras, sobre piedras pisaremos,
el camino será penoso.
Huyamos por la noche, querida,
para que nadie nos vea.
Al amanecer estaremos allá,
en la playa del río, lejos de aquí.
Al amanecer estaremos lejos.
Allí viviremos juntos.
Un año viviremos allá, por lo menos.
¡Deja que tu madre diga lo que
quiera!
¡No tengas temor!
Ahora ya viven juntos, juntos viven allá abajo.
MIshé mishéra yikehá shatamá
hamnái sií hamé hamé kahuhayará
naibizií shatami hamnaisiní
mishé mitshé
yikehá meshberá naihuhá
mibebirá yakshetiká
mibebirá yakshetiká
shatabirá músh mamamú
naihuhami naihuhami
shatamibé mézizín
méinbéhayaín miwé yirisbishá
yumudyé yíris yumudyé
behayá shatañuñú kúshasha
méza fakuimú ñuñú mamá
mézakyi ñuñú zinahakinaká
zinahakinaká aná zinyé
mamá yiriyamú behá mamá
Escrito por Mª Carmen F… el 21 de Junio
CUENTO TRADICIONAL LAKOTA
NACIMIENTO DEL PERRO.
Shunka gimió al sentirse empujada bruscamente dentro de un saco grasoso de piel. Apenas había despertado y sin embargo ahí estaba, asida por el cuello y secuestrada de la entrada de la guarida de sus padres. Al principio pensó que seguía soñando dentro de la cálida cueva, acurrucada junto a sus hermanos y hermanas. Ella siempre se había sentido bastante segura bajo las raíces del gran abeto. Los retoños del árbol habían formado un círculo grueso a su alrededor, brindando un buen lugar para ocultar a una familia de cuatro cachorros peludos. Al menos eso es lo que los padres de Shunka habían esperado.
Pero Shunka no estaba soñando. Sus padres habían ido de cacería y habían dejado cerca a un tío para cuidar a los cachorros. El tío era muy joven y no tenía experiencia en estas cosas. Su atención había sido atraída por una ardilla que corría por un tronco caído, y mientras él estaba distraído, una criatura extraña había venido al campamento de los Lobos, atrapando a Shunka y a uno de sus hermanos. Los otros cachorros se había ocultado fuera de alcance al fondo de la guarida, así que no habían sido atrapados.
Shunka y su hermano fueron empujados y golpeados mientras eran cargados dentro de los sacos en las espaldas de las criaturas. Después de un largo y agitado tiempo, Shunka se asomó por encima del hombro de la Criatura de Dos Piernas. Allí, frente de ella, estaba un panorama maravilloso. En una pradera había un grupo de refugios que se erguían altos como árboles en un círculo, con cada entrada mirando al este, hacia el sol naciente. Muchas Criaturas de Dos Piernas salieron corriendo para saludar a las abuelas que volvían al campamento. Había mucho ruido y confusión. Todo era un remolino de nuevas vistas y nuevos sonidos y olores inusitados. Olores maravillosos saturaban el campamento. Shunka sólo había conocido el olor de la guarida de tierra, el aroma lechoso y dulce de su madre, y más tarde, cuando sus pequeños dientes blancos habían brotado, el olor a la carne agria que su padre regurgitaba como desayuno para sus hijos todas las mañanas.
Había sido por el olor de las ofrendas de su padre que las abuelas habían encontrado la guarida. Mientras buscaban raíces y hierbas, las experimentadas narices de las abuelas detectaron a los cachorros astutamente escondidos en la guarida bajo el árbol. De repente, Shunka sintió que era depositada rudamente en el suelo. A su lado gemía su hermano, asustado y confundido. “No te preocupes,” murmuró ella, “nos tenemos el uno al otro. Yo permaneceré contigo. Di ‘huká’, no tengo miedo.”
De cualquier manera él tenía miedo, a pesar de las valientes palabras de Shunka, y aulló con fuerza cuando un pequeño Dos Piernas lo abrazó estrechamente contra su pecho. “A-i-i-i,” él gritó. Los pequeños Dos Piernas rieron y lo alzaron para que todos lo vieran. “Este es mi cachorro,” dijo el pequeño Dos Piernas. “Mi abuela me lo ha dado como regalo.”
“Sí”, respondió la Abuela Unchí. “Y si cuidas de él tan bien como cuidarías a tu propio hermano, será tu compañero de confianza por el resto de sus días. ” Diciendo esto, levantó a Shunka y le habló suavemente. “Toma,” dijo la Abuela Unchí, tomando del fuego algunos pedazos de carne que olían muy bien, y dándoselos a la perra. “Shunka,” le dijo, “estoy muy complacida de haberte encontrado. Eres un gran regalo para mí. De ahora en adelante tendré a alguien que me ayude y una amiga para hacerme compañía.”
Y así fue que Shunka fue separada de su familia como una winú, una prisionera, y forzada a vivir en la aldea de las Criaturas de Dos Piernas por el resto de su vida. Pero la Abuela Unchí era bondadosa con ella, y alababa y reconocía su trabajo. Así que cuando Shunka tuvo su propia familia, ella llegó a ser una especie de hunka para las Criaturas de Dos Piernas. Se convirtió en un pariente por elección, y todos sus hijos y sus nietos también. Héchetu yeló. Eso es cierto.
Escrito por Ana Roslyn el 22 de Junio
Uno de los cantos más maravillosos de un ave que se pueden escuchar corresponde a un pequeño pajarito que vive en la selva amazónica y que se llama Uirapurú.
El Uirapurú está revestido de misticismo. Esto se debe a que, además de ser un canto de extrema belleza, tiene el aditivo de ser difícil de escuchar. Primero porque es un pájaro que vive en plena selva. Segundo porque emite su canto unos pocos minutos a la mañana, y lo hace mientras hace su nido, lo que hace durante cerca de quince días al año. Nada más.
Las leyendas que circulan en torno a este pájaro son variadas. Se habla de un joven guerrero, un enamorado y hasta de un dios que bajó a la tierra convertido en ave, lo que explica la calidad, sencillez y belleza de su canto.
También se cuenta que era el joven más hermoso de la tribu, amado y codiciado por las mujeres del lugar, pero que muere tempranamente en una batalla. Los lamentos de las mujeres de la tribu son escuchados por Dios quien transforma el alma del guerrero en un hermoso pájaro, que, como el joven, es difícil de encontrar, pero que llena con su canto el espíritu de quienes lo escuchan.
Pero la versión más conocida en el Brasil dice que el joven se había enamorado de la esposa del cacique, pero como esto era un amor imposible, el joven rogó a Tupá que haciera desaparecer ese dolor del amor, por lo que el dios lo transformó en un ave. En un ave con un encanto especial al que llamó Uirapurú, que, por cierto, significa el pájaro que no es pájaro.
Así, una vez convertido, el joven cantaba todas las noches a su amada para hacerla dormir. Pero el cacique encantado con su voz quiso poseer al pájaro para que cantara para él. Fue entonces cuando el Uirapurú se alejó para siempre de la tribu y de su amada para cantar en la selva, para todos y para nadie.
Se dice que escuchar su canto trae suerte a quienes tienen este privilegio. Algunos buscan sus plumas como fetiche de buenaventura. Se cree que gracias a ello los hombres tendrán prosperidad y las mujeres encontrarán el amor.
Un aspecto encantador de este pájaro es que cuando canta, esos pocos minutos al año, el resto de la selva amazónica se calla. Todas las aves, animales, y hasta el río dejan de sonar para poder disfrutar de la magia del canto del Uirapurú.
Escrito por Nuria Cugota Gomez el 22 de Junio
EL TATU Y SU CAPA DE FIESTA
(Mito Aymará Bolivia)
Las gaviotas andinas se habían encargado de llevar la noticia hasta los últimos
rincones del Altiplano. Volando de un punto a otro, incansables, habían
comunicado a todos que cuando la luna estuviera brillante y redonda, los animales
estaban cordialmente invitados a una gran fiesta a orillas del lago. El Titicaca se
alegraba cada vez que esto sucedía.
Cada cual se preparaba con esmero para esta oportunidad. Se acicalaban y
limpiaban sus plumajes y sus pieles con los mejores aceites especiales, para que
resplandecieran y todos los admiraran. Todo esto lo sabía Tatú, él quirquincho, ya
había asistido a algunas de estas fastuosas fiestas que su querido amigo Titicaca
gustaba de organizar. En esta ocasión deseaba ir mejor que nunca, pues
recientemente había sido nombrado integrante muy principal de la comunidad.Y
comprendía bien lo que esto significaba… Él era responsable y digno. Esas
debían haber sido las cualidades que se tuvieron en cuenta al darle este título
honorífico que tanto lo honraba. Ahora deseaba íntimamente deslumbrarlos a
todos y hacerlos sentir que no se habían equivocado en su elección.
Todavía faltaban muchos días, pero en cuanto recibió la invitación se puso a tejer
un manto nuevo, elegantísimo, para que nadie quedara sin advertir su presencia
espectacular. Era conocido como buen tejedor, y se concentró en hacer una trama
fina, fina, a tal punto, que recordaba algunas maravillosas telarañas de esas que
se suspenden en el aire, entre rama y rama de los arbustos, luciendo su tejido
extraordinario. Ya llevaba bastante adelantado, aunque el trabajo, a veces, se le
hacia lento y penoso, cuando acertó a pasar cerca de su casa el zorro, que
gustaba de meter siempre su nariz en lo que no le importaba.
Al verlo, le preguntó con curiosidad que hacía y este le respondió que trabajaba
en su capa para ponérsela el día de la fiesta en el lago, el zorro le respondió que
como iba a alcanzar a terminarla si la fiesta era esa noche. El quirquincho pensó
que había pasado el tiempo sin notarlo. Siempre le sucedía lo mismo… Calculaba
mal las horas… Al pobre Tatú se le fue el alma a los pies. Una gruesa lágrima
rodó por sus mejillas. Tanto prepararse para la ceremonia… El encuentro con sus
amigos lo había imaginado distinto de lo que sería ahora. ¿Tendría fuerzas y
tiempo para terminar su manto tan hermosamente comenzado?
El zorro captó su desesperación, y sin decir más se alejó riendo entre dientes. Sin
buscarlo había encontrado el modo de inquietar a alguien… Y eso le producía un
extraño placer. Tatú tendría que apurarse mucho si quería ir con vestido nuevo a
la fiesta. Y así fue. Sus manitos continuaron el trabajo moviéndose con rapidez y
destreza, pero debió recurrir a un truco para que le cundiera. Tomó hilos gruesos
y toscos que le hicieron avanzar más rápido. Pero, la belleza y finura iniciales del
tejido se fueron perdiendo a medida que avanzaba y quedaba al descubierto una
urdimbre más suelta. Finalmente todo estuvo listo y Tatú se engalanó para asistir
a su fiesta. Entonces respiró hondo, y con un suspiro de alivio miró al cielo
estirando sus extremidades para sacudirse el cansancio de tanto trabajo. En ese
instante advirtió el engaño… ¡Si la luna todavía no estaba llena! Lo miraba curiosa
desde sus tres cuartos de creciente…
Un primer pensamiento de cólera contra el viejo zorro le cruzó su cabecita. Pero al
mirar su manto nuevamente bajo la luz brillante que caía también de las estrellas,
se dio cuenta de que, si bien no había quedado como él lo imaginara, de todos
modos el resultado era de auténtica belleza y esplendor. No tendría para qué
deshacerlo. Quizás así estaba mejor, más suelto y aireado en su parte final, lo
cual le otorgaba un toque exótico y atractivo. El zorro se asombraría cuando lo
viera… Y, además, no le guardaría rencor, porque sido su propia culpa creerle a
alguien que tenía fama de travieso y juguetón. Simplemente él no podía resistir la
tentación de andar burlándose de todos… Y siempre encontraba alguna víctima.
Pero esta vez todo salió bien: el zorro le había hecho un favor. Porque Tatú se
lució efectivamente, y causó gran sensación con su manto nuevo cuando llegó, al
fin, el momento de su aparición triunfal en la fiesta de su amigo Titicaca.
Fuente: Cuentos y Leyendas Americanas.
Escrito por Griselda Susana Ordoqui el 22 de Junio
Hola! Les voy a contar la leyenda del Calafate (arbusto de la Patagonia que se cubre de flores amarillas perfumadas en primavera, luego se convierte en racimos de pequeñas frutas. Con ellos se hacen dulces y un licor exquisito al que los tehuelches llaman “Guacha-cay”).
Los bosques empezaban a tomar un tono característico anunciando el otoño y dando a los árboles una gama que va desde el amarillo tenue al rojo intenso, pasando por el dorado y naranja. Esta transformación se viene repitiendo año a año desde tiempos inmemoriales.
Los Tehuelches, verdaderos dueños de la tierra, conocían los secretos del sur patagónico en su permanente deambular de lugar en lugar.
Los guanacos, alimento y abrigo de esta gente, comenzaron a descender en tropillas hacia los valles encerrados en grandes cañadones, viejas cunas de antiguos glaciares, en un permanente rito milenario al que se suman los ñandúes en busca de abrigo y alimento.
Hacia el oeste, la espina dorsal de América que son los Andes, ha amanecido de nieve. El invierno llegará y ellos lo saben.
En esa época, las tribus tehuelches comenzaban su viaje hacia el norte a pie, donde el frío no era tan intenso. KOONEK (calafate en flor), la anciana curandera de la tribu, no podía caminar más, sus viejas piernas estaban agotadas; pero la marcha no se podía detener y es una ley natural cumplir con el destino. Ella lo comprendió. Las mujeres de la tribu le hicieron un KAU (toldo) con pieles de guanacos y juntaron abundante leña, prepararon CHARKIKAN (charque ahumado y salado), reunieron huevos conservados en sacos de grasa y se despidieron de ella con el GAYAU (canto identificatorio) de la familia, luego ella entonó con un hilito de voz, el milenario canto de la raza y envuelta en su KAI-AJNUN (capa pintada), fijó sus cansados ojos en la distancia, hasta que la gente de su tribu se perdió tras el filo de la meseta. Quedaba sola para morir, ya que los alimentos no le alcanzarían para pasar el invierno, aunque tal vez algún puma hambriento le acortara la espera.
“Mejor si me encuentra dormida, total es un ratito… “pensó
.
“Terro, terro repetían los teros, que en su idioma significa “malo,malo” y agregaban:- “No volveremos más. La “V” de los KAIKENES (avutardas) eran mil flechas que viajaban cielo al norte. Todos los seres vivientes emigraban, se quedaba sola sintiendo el silencio como un sopor pesado y envolvente
.
El cielo multicolor se fue extinguiendo lentamente en un oeste de mesetas grises y azuladas hasta perderse el último rayo de luz reflejado en los picos más altos del CHALTÉN (montaña sagrada de los tehuelches, hoy Fitz Roy).
Pasaron muchos soles y lunas, hasta que llegó ARISKAIKEN (primavera) con el nacimiento de los brotes, arribaron las golondrinas, los chorlos, los alegres chingolitos, las inquietas ratoneras, las charlatanas cotorras…
Los esbeltos flamencos vistieron de rosa una franja de cielo hacia el sur. El cuello de los cisnes le puso signos de interrogación a las lagunas ya deshieladas y el grito de las bandurrias se hizo eco en las barrancas.
Volvía la vida en todas sus expresiones. Sobre los cueros del abigarrado toldo de KOONEX (calafate), se posó una bandada de avecillas cantando alegremente.
De pronto se escuchó la voz de la anciana que desde el interior del KAU, les reprendía por haberla dejado sola durante el largo invierno. KIKEN (el chingolito), tras la sorpresa le respondió: -“Nos fuimos porque en otoño empieza a escasear el alimento, además durante el invierno no tenemos donde abrigarnos”.
-“Los comprendo , dijo la anciana,por eso de hoy en adelante, tendrán alimento en otoño y buen abrigo en invierno. Ya nunca más me quedaré sola…”. Luego calló.
Cuando la brisa volteó los cueros del toldo, en lugar de la anciana, se hallaba un hermoso arbusto espinoso de perfumads flores amarillas. Al promediar el verano, las flores se hicieron frutos y antes del otoño comenzaron a madurar tomando un color azul-morado de sabor exquisito y de gran valor alimenticio.
Algunos pajaritos no emigraron nunca más y los que se habían ido para no retornar, al enterarse de la novedad, regresaron para probar el nuevo fruto, del que quedaron prendados.
También los Tehuelches o Tsonekas lo probaron adoptándolo para siempre y desparramaron sus semillas de AIKE en AIKE (lugar en lugar), dándole el nombre de KOONEX (calafate). Desde entonces: “El que come calafate, vuelve”.
Esto es para ustedes amigos, espero les guste. Un saludo afectuoso.
Griselda Susana.
Escrito por Nuria Cugota Gomez el 25 de Junio
Cuento del Eqeqo (Leyenda de Puno – Perú)
Antiguamente, muchos milenios atrás, había un aymara cuyo nombre era Iqiqu. Era fornido, de estatura baja, humilde, bondadoso, caritativo y sonriente.
Iqiqu fue un hombre bueno que buscaba una vida armoniosa entre los hombres, y por dondequiera que andaba predicaba las buenas costumbres. Donde había problemas y llantos llevaba la solución, la consolación y la alegría.
Un día, por sus cualidades maravillosas, recibió poder de Apu Qullana Awki (Dios Padre Divino) que moraba en las alturas sagradas de Khunu Qullu (Montaña Nevada). Con este poder, Iqiqu había logrado realizar grandes hazañas. Dicen que manejaba grandes piedras, secaba el agua, trasladaba rocas y montañas solamente con hondas y su voz. Todo le obedecía; por eso le gente le seguía de cerca.
Iqiqu tenia una honda y una ch’uspa (bolsa). Así caminaba por las montañas, cerros, pampas y por las riberas del Lago. Al que lloraba le consolaba y hacía reír; al que no tenía productos se los proporcionaba; a los que querían casarse los juntaba para formar su hogar.
Un día vino el Awqa (ser maligno) con su gente sanguinaria. Su aspecto era de un hombre barbudo, de tez blanca y con genio muy malo. Awqa se portó muy cruel. Atemorizaba a los aymara y persiguió a Iqiqu. A los que le seguían los desbandó, a otros los asesinó ferozmente y a algunos los obligó para que no le apoyen.
Cierta vez Iqiqu llegó a un ayllu donde Awqa también había instalado su posada para seguir persiguiendo a Iqiqu. Mientras este iba promoviendo diferentes formas de ayuda mutua, Awqa y su gente malvada, lo rodearon y capturaron.
Lo torturaron y despedazaron el cuerpo de Iqiqu. La cabeza, los brazos, las piernas y otras partes del cuerpo fueron desparramados por todas partes del altiplano y en las cordilleras, a fin de que no vuelva a formarse el cuerpo, porque tuvieron miedo al poder que tenia Iqiqu.
Nuestros abuelos dicen que cada una de las partes del cuerpo de Iqiqu está tomando forma y ha empezado a revivir. Otros dicen que cada parte del cuerpo se ha levantado y está en camino hacia Wiñay Marka (Ciudad Eterna). Un día no muy lejano, indudablemente, llegarán a Wiñay Marka. Se juntarán y Iqiqu tomará una fuerza sobrenatural que reunirá y llevará adelante a su pueblo.
Renacerá la nación Aymara y tendrá mucho poder en el Universo.
Escrito por Nuria Cugota Gomez el 29 de Junio
Los Pumas Grises (Leyenda del Lago Titicaca)
El abuelo le dice a su nieta: “Mira este lago inmenso y azul, hijita. El lago Titicaca. En el fondo
están los pumas grises”.” ¿Qué pumas, abuelo? “, preguntó con mucha curiosidad la niña. “Pumas grises”
Eso significa “Titicaca” en nuestra lengua aymara. Es una historia antigua, muy antigua
A lo lejos se escuchaba una hermosa y triste melodía de zampoña y el ulular del viento. El abuelo le contó que Apu Qullana Awki había creado el mundo, la tierra, el cielo, los animalitos
y la gente. Cuando terminó de crear, el Apu Qullana Awki fue a vivir a los cerros de nieve y dijo con voz muy poderosa: “Sean felices. Vivan tranquilos en este paraíso que les doy”. En aquellos tiempos, este lago era un valle hermoso. No había envidia ni peleas entre la gente. El único mandamiento del Apu Qullana Awki era no subir a la montaña sagrada, donde él vivía. Entonces el hombre le dijo: ” ¿Y por qué no vamos a subir? Queremos ser poderosos como él”. Así fue como desobedecieron. Pero cuando subían el cerro se escucharon unos terribles y escalofriantes rugidos
Muy preocupado el abuelo musitó: “El Apu Qullana Awki hizo salir de las cuevas muchos pumas grises que devoraron a la gente. Casi todos murieron”. Entonces, el padre Sol, tata Inti, lloró sin consuelo durante cuarenta días y cuarenta noches. Las lágrimas del Sol fueron haciendo una laguna, un gran lago que ahogó a todos los pumas. La poquita gente que se salvó, dijo: “qaqa titinakawa… Ahí están los pumas grises
Titi-caca”.
La niña preguntó: ” ¿Así nació este lago, abuelo?”
“Y así renació nuestro pueblo, la gran nación aymara, agradecida del padre Sol, nuestro tata Inti y bendecida por la Pachamama”. Y por eso rezamos nuestras oraciones al tata Inti, al gran Wiracocha, a nuestra madre tierra
la Pachamama.
Pero el abuelo se puso triste y dijo a su nieta: “Mira el lago, hijita, el lago de los pumas grises.
Responder > Citar |
——————————————————————————–
Beatriz Bassino
Enfermería profesional, administración… Escrito por Beatriz Bassino el 2 de Julio
Poema de un tehuelche
Che
caballero del viento…
despeinado…
tas perdido..
. No sabes los vientos
como están en nuestra Patagonia.
Impresionante.
Y con la sequía
no te das una idea
cuando sopla y sopla
levantando ese polvillo
que parece talco…
Naupa huen
un pique espectacular
la apertura, voraces mal todas
…. Marrones y arco iris…
Además las percas impresionates
en tamaño y la pelea
Y con todas las moscas que te imagines
… Arriba, media… Baja,
no se perdían un movimiento del agua
y había muchas…
Bueno,
lo que si como dije
parece que vas en una nube
en los caminos
… Adentro de una nube de polvo.
Aguantemos despeinados,
total es la Patagonia y la queremos.
Uainge yenú/
Saludo amigo… En tehuelche
Escrito por Nuria Cugota Gomez el 3 de Julio
El Lenguaje de las Estrellas*
El Sol y la Luna tuvieron doce hijos, seis mujeres: Taiwa, Pawak, Shawa, Tiyaylli, Warawa, Tsaiwa; y seis varones: Apauki, Uniwa, Iwa, Jallka, amayami; que les gustaba cantar, bailar, conversar. Así, unos en el día otros en la noche, formando círculos o media lunas, conversaban con la gente que les rodeaba. Dicen que las estrellas eran muy alegres, que las personas se contagiaban de su entusiasmo y energía, que por esa razón, la gente canta cuando trabaja, danza cuando está satisfecha con su trabajo, conversa para ahuyentar la soledad y solidarizarse con los demás. En este sentido, antiguamente los Yayas decían que mantener alegre el espíritu era la principal garantía del desarrollo y bienestar de la comunidad.
Dicen que un día Inti Tayta, Pura Mama y sus hijos estuvieron muy enfermos y tuvieron que retornar junto a su padre Pachakamak Desde entónces no han vuelto, pero su energía, su alegría, sus cantos, sus diálogos se transmiten en cada parpadeo de las estrellas y en el brillo de los luceros; que por esa razón los Yayas*** conocen el lenguaje de las estrellas, dialogan con ellas y saben en que momento se debe sembrar, saben determinar con precisión los días y los meses que transitan en este estrecho camino del tiempo.
Ariruma Kowii**
*Relato de su obra “Diccionario de nombres kichwas” (Kichwa shutikunamanta shimiyuk panka), Ecuador, 1998.
**Escritor Kichwa. Nació en Otavalo, Ecuador, en 1961. Maestro en Letras en Estudios de la Cultura en la Universidad Andina Simón Bolivar-Ecuador.
***Ancianos, personas de mucho respeto en la comunidad