Jaqueline Caniguan: “El idioma de un pueblo es su vehículo para la vida”

Que el mapudungun es una lengua amenazada lo sabemos todos. Sin embargo y más allá de la preocupación que el tema genera en círculos académicos mapuches, poco se realiza en concreto para posibilitar su urgente revitalización. Esto es precisamente lo que intentan revertir un grupo de profesionales mapuches y sus familias, quienes de manera autogestionada organizaron el pasado mes de enero en Puerto Saavedra el primer Internado Lingüístico de la Lengua Mapuche.

Durante tres días, todos ellos se dieron cita en casa de la destacada poeta y lingüista, Jacqueline Caniguan, con el desafío de hacer del mapudungun su principal canal de comunicación. Tres días de enseñar para los hablantes y tres días de aprendizaje para quienes asistieron no sabiendo en mapudungun más que el saludo y la despedida. Se trató de utilizar lo menos posible el winkadungun (español). No por fundamentalismo, sino porque comprobado está lo mucho más fácil que resulta aprender una lengua sumergiéndose en ella, que nadando tímidamente en su superficie.

Así lo cree Celeste Carilao, joven profesora de historia, originaria de una comunidad pewenche de Lonquimay y encargada del Área Lingüística de Wallmapuwen. Junto a Jaqueline fue una de las impulsoras de esta iniciativa única en su tipo y que ya planean repetir dentro del presente año 2010. ZAPILKAN conversó con ambas profesionales.

– Lamngen, ¿cuál era el objetivo del internado?

Jaqueline (JC): Se trataba de realizar una actividad autogestionada, donde cada uno de los asistentes viniera por su propio interés, con su esfuerzo y sus ganas. La actividad misma tenía como objetivo vivir y familiarizarse con el uso del idioma mapuche mediante el compromiso de utilizar lo menos posible el castellano, es decir, aprender a sentir nuestra lengua.

Celeste (CC): Era desarrollar una primera aproximación a una metodología de activación lingüística en hablantes activos y pasivos de nuestra lengua, así como de enseñanza vivencial y práctica en personas cuya lengua materna no es el mapudungun, sino el castellano. La idea era darnos unos días y un espacio, un contexto de camaradería que permitiera practicar y vivir el mapudungun con la normalidad de cualquier pueblo que habla su lengua de manera cotidiana. Esta actividad tuvo además el valor agregado que fue una actividad totalmente auto gestionada en que cada participante llego voluntariamente a través de sus propios medios y todas las actividades fueron realizadas con nuestros propios recursos. Eso es valorable y muy significativo sobre todo por el contexto de dependencia que como sociedad aun vivimos.

– ¿En qué consistió la actividad?

JC: Nos reunimos a partir del día viernes 24 de enero con una ceremonia de compromiso personal, donde cada uno de los asistentes nos comprometimos a utilizar lo más que se pudiera, dentro de nuestras posibilidades, el mapudungun. También los niños. La mayoría de los asistentes no tienen hijos, digamos son jóvenes solteros y solteras, pero hubieron dos niños que acompañaron a sus padres en las distintas actividades que se realizaron y toda la conversación de los padres con ellos eran en mapudungun. Era muy bonito ver como ellos respondían y sobretodo, observar que ellos pueden sentir que la lengua en la que le hablan sus padres tiene más hablantes y no sientan que sus papás son “raros”.

CC: Durante los tres días se alternaban actividades de aprendizaje de mapudungun en formato de clases teóricas pero dinámicas, donde los participantes conocían la semántica del mapudungun, pronombres personales, conjugación de verbos, etc. con diversas actividades lúdicas, como por ejemplo el “dungunkuden” o lotería mapuche, así como dinámicas grupales en mapudungun y conversaciones guiadas donde se trataba de usar lo aprendido. En esto último contamos con la ayuda de ñañas mayores, con experiencia y conocedoras de la cultura, quienes nos contaron piam, ayekan, epew, todo lo cual ayudaba a los participantes a “afinar más el oído” y atreverse a preguntar y consultar luego en mapudungun.

– Celeste, tú hijo sabemos estuvo presente. ¿Qué tal la experiencia?

CC: Fue muy importante para nosotros como familia. Nuestro hijo pudo escuchar durante tres días a sus padres y los amigos de sus padres hablar y aprender hablar mapudungun y él mismo se integró naturalmente en algunas de estas actividades. No sólo fueron jornadas donde se entretuvo jugando con otros niños, sino también donde se le habló la mayor parte del tiempo en mapudungun y donde vio con normalidad que en el lugar donde estuvimos se hablaba mapudungun la mayor parte del tiempo. Eso es importante para los niños, en el sentido que desde pequeños sean sensibles a nuestra situación lingüística de minorización, pero también es una forma de desarrollar esa conciencia lingüística que es lo también los identificará como mapuches más adelante.

– ¿Es estratégico que nuestros hijos aprendan mapudungun?

CC: Acá hay un punto de fondo que es poco reflexionado por los actuales dirigentes: El grave problema de que la mayor parte de los niños ya no tienen el mapudungun como lengua materna; eso quiere decir que se está rompiendo la transmisión inter generacional. Alrededor de un 20% de nuestra población conoce y habla el mapudungun. Eso significa que en tres o cuatro décadas, en la medida en que nuestros actuales hablantes nativos vayan muriendo, nuestra lengua va ir muriendo con ellos y prácticamente no habrá generación de recambio que conozca y hable el mapudungun. Eso es grave y el objetivo asimilacionista que siempre ha tenido el estado se estará cumpliendo. Por lo tanto todas las actividades que se hagan a favor del mapudungun son importantes y urgentes y en verdad no se hacen “a favor del mapudungun”, como si el mapudungun fuera algo externo a nosotros; sino que se hacen en defensa de nosotros mismos y nuestro derecho a la identidad. Defender el mapudungun es defendernos a nosotros mismos.

– ¿Cuál fue el perfil de los participantes?

JC: Gente comprometida con utilizar la lengua, tanto hablantes como no hablantes, todos interesados en recuperar su uso cotidiano. Hubo personas de distintos lugares de Wallmapu, la mayoría jóvenes, lo que es muy importante en un proceso de revitalización. Destacó también la visita de dos papay hablantes de acá de Puerto Saavedra, de los lof Leufuche y Raunkenwe, quienes fueron nuestro soporte durante estos días, ya que tuvieron mucha paciencia para enseñar y responder las preguntas. Se trató de las lamngen Clorinda Cayuqueo y Genoveva Neculmán, ambas del territorio lafkenche.

CC: Hubieron mujeres y hombres, estudiantes, profesionales jóvenes, dueñas de casa, personas vinculadas a organizaciones mapuches y otras que no. Participaron mapuches de comunidades y personas que viven en la ciudad, en fin, ciudadanos del País Mapuche en toda su rica diversidad actual, todos muy motivados, con ganas de aprender y hablar mapuzugun, aunque sólo fuera un mapudungun “mal hablado” o “incorrecto”. Esto se logró porque desde el comienzo se les dijo a los participantes que hablaran mapudungun sin temor a equivocarse, que no se puede aprender sin cometer errores, y que lo que se aprende hay que usarlo ¿qué sentido tiene saber una lengua que no se usa? El compromiso es que nadie se le iba a recriminar o molestar si se equivocaban, por el contrario, que contaban con el apoyo de los hablantes.

– ¿De dónde viene este tipo de experiencias?

JC: Este tipo de experiencias se desarrollan en el País Vasco, siendo una de las actividades en pro de la revitalización del euskera que más ha contribuido en el proceso de recuperación de dicha lengua. Confiamos en que en el futuro se realicen muchos internados lingüísticos en Wallmapu, para que el mapudungun comience a retomar su andar.

CC: Actividades como estas las hemos venido conociendo y asimilando de las exitosas experiencias de revitalización y normalización lingüística de pueblos como el Catalán, Vasco, Gallego o Bretón, donde el éxito ha pasado por ir implicando a todos los ciudadanos de sus pueblos en los procesos de recuperación de sus lenguas. Las iniciativas son del más diverso tipo y en todos los ámbitos, pero lo fundamental es que ellos no han esperado que las instituciones los subsidien o los estados los reconozcan, sino que han sido ellos los que han decidido promover y defender el uso de sus lenguas en sus respectivos marcos territoriales, muchas veces con sus propios recursos y con autogestión. Eso pasa por despertar la conciencia lingüística de un pueblo y el amor hacía su propia lengua y la voluntad colectiva para evitar que ella muera. En este sentido nuestra actividad es algo a muy pequeña escala, un primer paso muy humilde pero altamente significativo para nosotros.

– ¿Cómo evalúan la actividad?

CC: Como primera experiencia fue muy buena. Dado que la idea era reunir a hablantes de mapudungun con gente que no sabía hablar, pero quería aprender, no fue posible usar la lengua el 100% del tiempo que estuvimos reunidos, pero el nivel y porcentaje de uso fue más que significativo. Igual es importante destacar que entre los participantes también hubieron personas que no eran hablantes nativos de mapudungun sino que lo aprendieron ya de adultos. Para ellos esta actividad tenía el sentido de usar la lengua, pero ellos eran al mismo tiempo la muestra de que es posible aprender hablar mapudungun cuando existe un real compromiso de corazón y un querer ser mapuche.

La idea es que en futuras actividades con estos primeros participantes y otros que se sumen puedan ir mejorando las actividades, perfeccionándolas y usando el mapudungun en un mayor porcentaje de tiempo. Por lo pronto, todos los participantes quedamos con un compromiso: darle continuidad a esta iniciativa implicando a mucha más gente, usar mucho más el mapudungun en nuestras vidas diarias, en el trabajo y en la familia, y tener más hablantes activos.

JC: Yo diría que la actividad fue evaluada como muy exitosa por los participantes, por el ambiente fraterno, por las ganas que todos mostramos porque resultara y por el respeto que nos manifestamos también entre nosotros mismos. Principalmente el respeto, el respeto al que no sabe y las ganas de enseñar y compartir nuestro idioma, para ir aprendiéndolo y queriéndolo. Hubo mucho cariño en la forma en cómo nos expresábamos, hubo mucha alegría en la pronunciación, mucha solidaridad e insisto en la paciencia, de ir ayudándonos mutuamente, donde nadie es el “experto” sino que todos en conjunto estamos en un proceso de aprendizaje, en un camino hacia la readquisición de nuestra lengua, en el reencuentro con nuestra identidad nacional.

CC: En este ambiente de confianza y camaradería se desarrollaron las distintas actividades. Este ambiente generado tuvo además otro valor agregado: no todos los que participamos nos conocíamos de antes ni teníamos amistad previa. Al contrario, varios de los participantes no se conocían entre sí y pese a eso igual se generó un ambiente propicio por que el objetivo de todos era el mismo: hablar mapudungun.

– Finalmente, ¿la motivación para esto fue solo lingüística o también tiene un trasfondo ideológico?

CC: Nos motivó el “querer ser” y hablar mapudungun, pero en un sentido más amplio nuestra motivación era claramente ideológica, no académica ni folclórica: Somos un pueblo y tenemos lengua propia y esa lengua propia debemos usarla, promoverla y defenderla en todos los ámbitos de la vida. Hay un diagnóstico claro: nuestra lengua está en grave peligro de extinción y como mapuches no podemos ser indiferentes a esto. Así como estamos recuperando tierra y cultura, tenemos que recuperar el uso de nuestra lengua nacional. De lo contrario es el futuro y la identidad de nuestro pueblo la que está amenazada.

JC: Tenemos que reconstruirnos como nación y esa reconstrucción pasa principalmente por el elemento más íntimo con el que una cultura se distingue de otra: la lengua. ¿Cómo me distingo yo de otro en un espacio donde confluye muchísima gente? Escuchando como hablan otros y ahí uno dice, “ah, este es francés, este es alemán”, etc. Y nosotros, ¿cómo nos distinguimos en esta sociedad? porque hablamos un idioma diferente. Por otra parte, la lengua es un elemento unificador, donde nos distinguimos, porque sólo a través de la lengua transmitimos la profundidad de nuestra cultura. Podemos asistir a muchos cursos de historia, de cosmovisión, en fin, pero la única manera real y efectiva en que se transmite la idiosincrasia de un pueblo es por su lengua. Allí radica su forma de entender e interpretar el mundo. El idioma de un pueblo es su vehículo para la vida.