Seleccion 40 Ciencia Ficcion
CONTENIDO
Presentación: La gran tradición fantástica 4
LA RELIQUIA, de Gary Jennings 6
LOS EXTRAORDINARIOS VIAJES DE AMELIE BERTRAND, de Joanna Russ 27
LA VISTA DESDE LA ESCARPA SIN FIN, de Marta Randall 39
ROJO COMO LA SANGRE, de Tanith Lee 56
NORMA DE LA CASA, de Poul Anderson 66
EL PRINCIPIANTE, de Philip José Farmer 76
LA PRIMERA MISIÓN A MARTE, de Robert F. Young 95
UN MAGO MODERNO, de Olaf Stapledon 105
Contraportada 115
Presentación
LA GRAN TRADICIÓN FANTÁSTICA
Más aún que en su temática, el parentesco de la ciencia ficción con la ciencia estriba en su método, en su carácter eminentemente especulativo: partiendo de unas premisas imaginarias, contrafácticas (generalmente obtenidas por extrapolación de la realidad actual), el relato de ciencia ficción desarrolla sus consecuencias conservando la lógica interna del mundo ficticio creado.
Y, como en la ciencia, estos desarrollos especulativos van configurando unas pautas, unas vertientes, unos convencionalismos (es decir, una serie de temáticas y planteamientos), y en la ciencia ficción, más que en ningún otro género, es frecuente que un autor recoja una idea a partir de donde otro la dejó o elabore variaciones sobre viejos temas.
Y en esta constante (y consustancial) tarea de recuperación y replanteamiento, la cienciaficción no se limita a su propio terreno (cuyos límites, por otra parte, son sumamente difíciles de precisar), sino que a menudo se adentra en los dominios colindantes de la fantasía, la mitología o la leyenda. (Hay, por ejemplo, una importante vertiente de la ciencia ficción constituida por los relatos que proponen explicaciones racionales de los mitos clásicos.)
En esta selección se incluyen varios relatos clara y deliberadamente inspirados en grandes temas y/o autores de la narrativa fantástica. Desde una poética versión vampírica del cuento de Blancanieves hasta una turbadora visita al Marte de Edgar Rice Burroughs, pasando por sendos homenajes a Verne y Lovecraft, la antología propone un insólito y renovador recorrido por lo que ya constituye nuestra tradición fantástica.
Y como ejemplo de extrapolación de los grandes temas mitológicos, un inquietante por lo verosímil relato de «religión-ficción» La reliquia destacado en las listas de popularidad del pasado año en Estados Unidos.
Mención aparte merece Un mago moderno, relato postumo de Olaf Stapledon recientemente descubierto entre sus papeles. Para quien no conozca a Stapledon y quede escasamente impresionado por esta muestra «menor» de su producción, conviene recordar que Stapledon, fallecido en 1950, es el autor de Hacedor de estrellas, Juan Raro, Sirio y otros clásicos del género, y tal vez sea el escritor al que más debe la ciencia ficción moderna. (Entre otras cosas, ha sido decisiva su influencia en Asimov, Clarke, Heinlein, Van Vogt, Simak y otras primeras firmas del género.)
Nada más adecuado que un inédito de este maestro de maestros como colofón de una antología que intenta ofrecer una visión del carácter orgánico y evolutivo de la ciencia ficción actual.
CARLO FRABETTI
LA RELIQUIA
Gary Jennings
Summa Theologica, alrededor de 1273
Quien ama a otro honra lo que perdura tras la muerte. Por tanto es nuestro deber honrar las reliquias del difunto, en especial el cuerpo, que fue templo y morada del Espíritu Santo, en que El habitó y obró, y que en la Resurrección se asemejará al cuerpo de Cristo.
Atenas, Grecia, 1978 (Associated Press)
Monjes ortodoxos griegos que se encuentran en el Monte Sinaí han anunciado públicamente un importante hallazgo de textos cristianos primitivos descubiertos por accidente en su monasterio de Santa Catalina hace dos años. «Podría tratarse del descubrimiento más importante desde los papiros del Mar Muerto», manifestó a Associated Press un profesor de la Universidad de Salónica.
Afirmó que los miles de fragmentos de pergaminos y papiros, que se remontan a los primeros tiempos del cristianismo incluyen al menos un auténtico hallazgo: ocho páginas perdidas del Códex Sinaíticus, un manuscrito antiguo y de inapreciable valor que se halla en la actualidad en el Museo Británico.
Roma, Italia, 31 de marzo de 1979
Hemos considerado debidamente todos los detalles pertinentes al plan propuesto dijo el hombre de edad madura, pese a encontrarse a solas en el despacho de lujoso mobiliario. Apretó el botón de pausa de su grabadora, suspiró y continuó hablando con voz ronca: Hemos ponderado la naturaleza de la reliquia largamente venerada por nuestros hermanos belgas en la estimada ciudad de Brujas. Hemos examinado copias de los textos descubiertos no hace mucho en el Sinaí. Aunque no sin azoramiento, hemos discutido con la Academia de Ciencias Pontificia los últimos avances en experimentación biológica. Hemos prestado atención a las admoniciones de Santo Tomás de Aquino en relación con la justa honra debida a determinadas reliquias en espera de la Resurrección. Hemos rezado, con súplicas sumamente tenaces y devotas, para obtener una guía en este empeño sin precedentes que se nos ha propuesto.
Hizo una segunda pausa y usó un fino pañuelo de lino para enjugar el sudor de su frente abombada.
Creemos que la decisión no ha sido tomada por nosotros prosiguió, sino para nosotros. Ahora, en consecuencia, con la autoridad apostólica y ordenando el secreto más extremo respecto al contenido de estas instrucciones, requerimos por la presente…
Roma, 2 de abril
…requerimos por la presente que el proyecto sea puesto en práctica del modo exacto en que se ha propuesto. Todo lo anterior había sido dicho en latín. La voz ronca añadió bruscamente en italiano: Distruggete questa cassette, al piu presto.
Hubo un clic final y se hizo el silencio.
Destruidla inmediatamente repitió el mayor de los dos hombres entrados en años que escuchaban la grabación. Lo haré yo mismo.
Pulsó el botón de expulsión de su grabadora y guardó la cinta en un pliegue de sus ropas rojas.
No comprendo dijo el otro hombre, el que vestía de púrpura. ¿Cómo puede su…?
Per favore, nada de títulos, nada de identificaciones personales. Abundan los micrófonos ocultos, incluso aquí, en mi despacho. Se nos ordena secreto y ello hará preciso un circunloquio. En cuanto a la fuente de nuestras instrucciones, a partir de ahora nos referiremos a ella como El Mayor.
Muy bien. Pero no comprendo cómo El Mayor emprende esta aventura impetuosa. Nuestros… nuestros Mayores, desde la época de Galileo, han mostrado desconfianza ante cualquier coalición de la Iglesia y las ciencias más radicales.
Sólo cuando esas ciencias han controvertido el dogma replicó el hombre de rojo, y esta aventura trasciende cualquier non placet que yo conozca.
¿Pero por qué ahora? insistió el hombre de púrpura. Esa reliquia ha sido venerada en Brujas durante más de ocho siglos. Incluso diría que ha sido algo embarazoso para tanto tiempo. En realidad, jamás ha sido autentificada.
Están sucediendo varias cosas simultáneas en la actualidad y El Mayor no cree en lo que los materialistas toscos denominan coincidencia. Cree que esta concatenación de hechos recientes es Deo gratia, evidencia de causalidad divina.
¿Qué hechos recientes?
Son tres. Primero, los numerosos adelantos de esas ciencias biológicas relacionadas con la manipulación genética. Segundo, la existencia en Brujas de esa discutible reliquia…
Poco tiene de reciente interrumpió el otro con una expresión de desdén.
Cierto, pero su autentificación lo sería.
¿Qué?
La explicación reside en el hecho número tres. El descubrimiento de esos antiguos textos bíblicos… en especial las páginas del Códex Sinaíticus largo tiempo perdidas. Una de las revelaciones que no podemos mantener siempre en secreto es que las páginas del códice describen la sepultura de Nuestro Señor Jesucristo por José de Arimatea.
¿Y bien? Así lo hacen los textos de Marcos, Mateo, Juan…
Estas páginas ofrecen detalles, más bien «abundantes, de los servicios prestados por José. Podrían interpretarse como una confirmación de esa vieja reliquia de Brujas que habéis designado como un «embarazo» para la Iglesia.
Salve! El hombre de púrpura quedó asombrado. Y ahora se nos ordena… adquirir esa reliquia. Y en absoluto secreto. Pero ¿cómo?
La Iglesia no debe verse envuelta, no puede recaer en ella ni la más remota sospecha. Por fortuna, disponemos de laicos leales de gran distinción y mayor ingenio. El hombre de rojo tocó rápida y ligeramente su grabadora. Una carta, con mi papel y sobre personales, al Sacro Consiglio, Priorato Principale, Or dine Sovrana dei Cavalieri…
Roma, 3 de abril
La Soberana Orden de los Caballeros Hospitalarios de Jerusalén está a vuestras órdenes, Su…
Per favore, nada de títulos, nada de identificaciones personales dijo el hombre de rojo. ¿Trajo mi carta, signore?
Pues, claro que sí contestó el anciano consigliere del Gran Priorato de los Caballeros. Iba incómodamente vestido al recargado estilo medieval de su Soberana Orden. Fue preciso traer la carta para obtener audiencia de Su… eh… del signore.
Perfecto. Póngala aquí.
El hombre de vestiduras rojas quemó la carta en un gran cenicero que había en su escritorio. El consigliere contempló, asombrado, cómo las cenizas eran aplastadas hasta quedar reducidas a polvo.
Vuestra carta contenía poco que quemar, signore se aventuró a decir. Sólo la orden de que me presentara. No se decía el porqué.
Deseo hacer una o dos preguntas. Sus Caballeros Hospitalarios tuvieron una vez considerable poder en Jerusalén y más tarde en toda la cristiandad. Su orden posee un establecimiento en la ciudad de Brujas, en Bélgica. ¿No es cierto?
Sí, signore.
También en Brujas reposa una reliquia, muy famosa, conocida como la Santa Sangre, que la ciudad obtuvo originalmente, según se cree, de Jerusalén. Cuénteme todo lo que sabe al respecto.
El otro anciano pasó unos instantes ordenando sus pensamientos.
Nuestro Señor dijo por fin fue descendido de la cruz a última hora del viernes de crucifixión. Se aproximaba la puesta del sol, y con ella el sabat de los judíos. Puesto que en el sabat no se hace trabajo alguno, ni siquiera enterrar a los muertos, los restos corpóreos del Salvador habrían yacido sin sepultar, de un modo bárbaro, al menos otro día, de no haber sido por la intervención de un compasivo judío…
José de Arimatea.
Sí, signore. Obtuvo permiso de Pilato para trasladar el mutilado cadáver y buscar para él una tumba. De acuerdo con algunos relatos, José fue un hombre rico que aposentó el cuerpo de Nuestro Señor en la esmerada tumba que él, José, ya había construido para sí mismo. En otros relatos se dice que José, simplemente, encontró una cueva adecuada en el monte Gólgota.
En cualquier caso, José fue indiscutiblemente el último ser humano que tocó el cuerpo de Jesucristo. Es decir, antes de que las mujeres descubrieran la tumba vacía y a Cristo en pie.
Oh, indiscutiblemente. Y se dice que José recogió en un recipiente una gota, o quizá varias, de la sangre de Jesús. También se dice que el recipiente permaneció algunos siglos bajo la custodia de los posteriores metropolitanos cristianos de Jerusalén. En cuanto a cómo y cuándo ese recipiente haya llegado a Bruselas, confieso que, lamentablemente, carezco de información. Pero con toda seguridad, la biblioteca del Vaticano…
Supongamos que no deseo que el bibliotecario del Vaticano conozca mi interés por el tema.
Comprendo dijo el consigliere. En ese caso puedo hacer averiguaciones a través de mis hermanos caballeros de Brujas.
Le quedaré muy agradecido. Quiero saber la historia de la reliquia, su paradero actual, los pormenores de su tamaño y aspecto, las medidas tomadas para su conservación, su accesibilidad al público…
Para todo esto, signore, mis informadores probablemente deberán inquirir a los guardianes tradicionales de la reliquia, la Fratérnitas Nóbilis Sánguinem Sanctus.
Que lo hagan, pero con discrección. Quizá un caballero, disfrazado de turista entrometido, podría simular un encuentro casual con un miembro de esa Noble Hermandad de la Santa Sangre.
Una sugerencia excelente, signore. Me ocuparé de ello. Con permesso.
Brujas, Bélgica, 5 de abril
Un hombre de edad madura estaba sentado en una mesa al aire libre del Café de la Bourse, comiendo bocaditos de queso de Wingene y sorbiendo cerveza flamenca de un alto pichel. Su llamativo atavío turístico, completado con una cámara Instamatic enlazada a su muñeca, le hacían pasar desapercibido. En la adoquinada Grand’ Place se escuchó la música del carillón del imponente campanario unos cuantos compases de una aria de Mozart, señalando las dos y cuarto de una tarde de primavera extemporáneamente benigna.
Ah, la bonne Bruges vieillotes dijo el hombre, y suspiró en éxtasis. La ciudad medieval menos cambiada y malograda de toda Europa. El viejo y apreciado campanario, las casas con gabletes y salientes escalonados, los tranquilos canales, sus puentes corcovados, sus cisnes blancos flotando majestuosamente…
El nauseabundo y clamoroso tráfico rodado. Helas, algunas cosas sí que cambian opinó su compañero de mesa, al que acababa de conocer y que era, no por casualidad, miembro de la Noble Hermandad de la Santa Sangre. Nuestros tranquilos canales están tan polucionados por las aguas cloacales que los tradicionales cisnes de Brujas emigraron hace mucho tiempo. Los que se ven en la actualidad son de madera pintada, puestos en los canales por las autoridades locales para que los turistas como usted puedan fotografiarlos. No sin cierto desprecio, señaló la Instamatic del otro: Pero, grace a dieu, algunas cosas no cambian. Por ejemplo, usted se interesaba por la Santa Sangre. Esa reliquia, más preciada que cualquier otra salida de Tierra Santa, está en Brujas y permanecerá aquí para siempre.
¿Pero por qué en Brujas? preguntó el turista. Yo habría pensado que un tesoro así había sido adquirido por el Museo Vaticano o recibido una capilla en el de San Pedro.
No fue ofrecido a la madre Iglesia, sino a un laico como usted y yo, aunque de clase más elevada: el entonces conde de Flandes.
¿Por qué? ¿Cuándo?
Se trata del conde Thierry de Alsacia, que mandó el contingente flamenco en la segunda cruzada. Como quizá ya sabrá, aquella cruzada resultó un fracaso más bien funesto. No obstante, el conde de Alsacia en persona hizo tal demostración de valor que, antes del regreso de los cruzados a Europa en 1150, el metropolitano de Jerusalén le obsequió con el recipiente que contenía una gota de la Santa Sangre. Thierry le puso una cadena y lo colgó al cuello de su capellán castrense. Este digno sacerdote no se quitó la reliquia, ni de día ni de noche, durante todo el viaje de vuelta a Brujas. Finalmente, el conde la ofreció a la ciudad y todavía pertenece a ésta, no a la Iglesia.
Entonces dijo el turista sonriendo, es posible que la Iglesia sienta celos y que por tal razón jamás haya considerado oportuno autentificar su reliquia.
Quizá. En todo caso, siempre que un sacerdote la saca de la bóveda de la Capilla de la Santa Sangre, un policía de Brujas se halla presente como representante de la autoridad civil, además, claro está, de uno o varios de nosotros, los hermanos guardianes. Si usted, monsieur, puede alargar sus vacaciones hasta el lunes siguiente al segundo día de mayo, verá la Santa Reliquia conducida por las calles de Brujas en una esplendorosa procesión de tipo medieval.
¿Y el resto del tiempo permanece encerrada en la bóveda de una capilla? El turista aparentó estar ligeramente consternado. Sí, confiaba en ver la Santa Sangre, pero ¿es la procesión de mayo la única ocasión en que se exhibe en público la reliquia?
Mais non, m’sieu. La Capilla de la Santa Sangre se halla en la calle de al lado, casi detrás mismo de este café. En la misa del viernes, y mañana es viernes, puede verse la reliquia. En realidad se puede incluso besar.
¿Besar la reliquia?
Se lo aseguro. Nuestro Señor sangró en la cruz en un viernes. Por lo tanto, si se comulga en la misa que todos los viernes se celebra en la capilla, además de compartir la carne y sangre de Cristo en forma de una hostia sacramental, los fieles pueden besar el recipiente que contiene la auténtica sangre.
Al día siguiente, el caballero hospitalario fue a misa, pero ya no llevaba la molesta cámara Instamatic, sino una diminuta Minox perfectamente ocultada.
Roma, 7 de abril
Esa reliquia, más preciada que cualquier otra salida de Tierra Santa se burló el hombre de ropas color púrpura. Estaba leyendo el informe del caballero. Besan ese objeto cuando participan de la hostia. Lo transportan en una grandiosa procesión anual. ¡Son culpables de superstición extremada si no de idolatría!
Alto, alto replicó con aire ausente el hombre más viejo, vestido de rojo. He consultado el Rituale Romanum. Su procesión es oficialmente una processio in quacunque tribulatione, y permisible en consecuencia. Estaba examinando con todo detalle, con la ayuda de una lupa de joyero, el fajo de fotografías enviado por el caballero. De todos modos, haría mejor no burlándose. Si la reliquia resulta ser auténtica, mal puede hablarse de idolatría.
Si lo es murmuró el otro hombre, estremeciéndose involuntariamente, y si hacemos con ella lo que ha sido propuesto…
Si podemos apoderarnos de ella. Concentrémonos primero en los problemas más importantes. Mire esta fotografía.
La imagen mostraba el ornamentado dosel de la Santa Sangre, tras el cual había un sacerdote de abultados carrillos que sostenía reverentemente con ambas manos la disputada vasija. A su derecha se hallaba un guardián de la Fratérnitas Nóbilis Sánguinem Sanctus, un caballero cargado de años y totalmente calvo vestido con ropas ceremoniales de color negro, plata y escarlata, asiendo una maza ritual. A la izquierda del cura se encontraba un impasible policía belga con el típico uniforme azul y, pese a estar en una iglesia, casco blanco.
Mirado a través de la lupa, el relicario sostenido por el sacerdote aparecía como un cilindro transparente de tamaño aproximado al de un vaso de agua de lados rectos. Ambos extremos estaban cerrados por tapas de oro con intrincados grabados, de las que salían los dos extremos de una gruesa cadena de plata de dos metros que pasaba por la parte posterior del rollizo cuello del cura.
Hay un reflejo en el vidrio se lamentó el hombre de púrpura. No puedo ver el interior de la vasija.
El hombre de rojo le entregó otra fotografía que podía tratarse de una atrevida toma en primer plano o de una amplificación sumamente clara. La superficie del recipiente era bastante más gruesa que la de cualquier vaso de vidrio normal. En el centro de la parte inferior del transparente cilindro no había una ostensible mancha roja, sino una manchita de un indefinido color pardorrojizo.
Con todo el respeto y devoción debidos dijo el hombre de púrpura, parece un trofeo muy insignificante para que nosotros nos… apropiemos de él. Pero no importa. ¿Cómo nos apropiamos de él?
Sustitución contestó el hombre de rojo. Un orfebre de confianza de Via da Guardiagreli está haciendo una copia para mí en estos momentos. Afirma que puede ver con toda claridad, en las fotografías, los grabados en oro de las tapas y que podrá imitarlos a la perfección. Y lo mismo con respecto a la cadena de plata. Las manos del sacerdote en la fotografía le proporcionan la escala. Nuestro duplicado será perfecto en tamaño, aspecto y todos los detalles.
Un duplicado perfecto murmuró el hombre de vestiduras púrpuras. En todos los detalles.
París, Francia, 10 de abril
Sentado en la parte posterior del coche patrulla, un modelo Citroen, y esposado entre dos policías, el caballero de traje elegante y aspecto eminentemente distinguido no opuso resistencia, aunque protestó a gritos.
¡Exijo saber bajo qué mandamiento están actuando ustedes, salauds!
Se tranquilizó cuando el automóvil se detuvo, no ante alguna comisaría de barrio, sino frente a una puerta gótica que conocía perfectamente.
¡Santo cielo! dijo en cuanto los policías le liberaron y se marcharon. Me han detenido muchas veces, pero jamás para llevarme ante el cura de mi parroquia. ¿Qué cosa tan terrible dije en mi última confesión?
Te limitaste a recordarme que en mi congregación se encuentra el más ilustre criminal que ha atemorizado París desde la buena época de Cartouche respondió el sacerdote. Ahora te pido que, por una vez en tu vida, pongas tu talento y contactos a disposición de una causa loable. Observa esas fotografías. Y escucha.
Cuando el cura hubo concluido, el hombre protestó.
Pero esta… esta sustitución que usted necesita… Padre, soy un vulgar carterista.
Merde replicó con rudeza el sacerdote. El mocoso que yo rescataba tan a menudo de la granja reformatorio de Montesson era un carterista. Tus habilidades han crecido con el paso de los años.
Naturalmente haré cualquier cosa por usted, padre. Pero la ciudad de Brujas está fuera de su parroquia, por lo que deduzco que no me está haciendo una petición personal. ¿Puedo preguntar por qué la Iglesia pretende conseguir la ayuda de un Barrabás?
Non.
¿Eh? El experto criminal se encogió de hombros y después volvió a estudiar las fotos. Dice usted que nadie debe enterarse de la sustitución. Eso descarta la posibilidad de entrar a robar en la bóveda de la capilla, sería imposible hacerlo sin dejar algún rastro. También descarta cualquier acción cuando se exhibe la vasija durante la misa. Sería muy arriesgado maniobrar tan abiertamente. Hay que hacerlo durante esa procesión de la Santa Sangre. Un acto así siempre ocasiona mucha agitación y un poco más no tendrá importancia. Pero debo decir que yo rara vez manifiesto tanta audacia a plena luz del día y ante tantos testigos.
Alégrate, entonces, de que estemos en el año 1979.
¿Cómo?
Sólo se trata de una procesión. Si estuviéramos en 1977 habría más que un simple desfile. Cada año quinario, la reliquia es el foco de atracción de una magnífica representación son et lumiére de la Pasión. El drama dura casi tres horas, implica el concurso de cerca de tres mil actores y músicos, y la Grand’ Place se queda pequeña para los más de diez mil espectadores. Antorchas, focos, fogatas…
¿De verdad? Hum. Eso sería todo un reto.
¡No me vengas con ideas jactanciosas! No vamos a esperar hasta 1982. La sustitución debe efectuarse tan pronto como sea posible. Si te decides por el día de la procesión, eso será… veamos… el siete de mayo de este año.
Lo que me da menos de un mes para hacer planes. Padre, necesitaré un plano a gran escala de Brujas, con el trayecto señalado exactamente. Me harán falta detalles de la procesión: orden de marcha, carrozas y bandas y todas esas cosas. Detalles de las barreras para el público, medidas de seguridad, fonctionaires y policías de tráfico a cargo del orden… Sobre todo, detalles relativos a por dónde y cómo se transporta la reliquia. Si se trata de la piece de resistance, confío en que será muy visible.
Tendrás todos esos datos. Pero creo que el arzobispo de Utrecht se sienta en una silla lujosa y pequeña, sosteniendo en alto el recipiente para que todos lo contemplen.
Merde.
¿Acaso es un problema?
Padre, puedo coger microfilms ultrasecretos de una faja provista de cremallera que lleve encima un agente de la KGB o la CIA, aunque esté bajo ropa interior térmica, y él no lo notará. Puedo robar el flamante anillo matrimonial del delicado dedo de una recién casada y ella no lo notará. Pero fíjese bien: el arzobispo hará el recorrido en una posición elevada, por encima de las cabezas del público; y no sólo sostendrá la reliquia con sus dos manos, sino que la llevará asegurada con una cadena en torno a su reverendo cuello.
¿Y bien?
Que así no puedo robarla. El arzobispo deberá estar cabeza abajo.
Roma, 12 de abril
Ateniéndome únicamente a las fotografías dijo el anciano de atavío púrpura, debo decir que me parece una copia idéntica. Dio vueltas y más vueltas al cilindro entre sus dedos, con cierta cautela.
El único detalle del que no podemos estar seguros es el peso comentó el anciano de rojo. Imitamos el espesor con toda la exactitud posible. Y suponiendo que el relicario auténtico sea tan suntuoso como merece ser, el orfebre usó oro de dieciocho quilates para los extremos del cilindro y plata de ley de novecientas noventa y nueve milésimas para la cadena. Pero aunque el verdadero esté formado por, digamos, oro más barato de catorce quilates y plata del tipo para acuñar de novecientas setenta y cinco milésimas, dudo que ni siquiera un guardián que lo haya tenido en sus manos todos los viernes de su vida advierta la diferencia.
¿Y qué hay respecto a… la sangre? preguntó el hombre de ropaje púrpura, señalando la oscura mácula del interior del recipiente. Me refiero a que… Suponga que a otra persona se le ocurra emprender de nuevo, algún día, nuestra temeraria empresa.
Si la nuestra triunfa, nadie más necesita intentarla de nuevo, nunca. En cualquier caso, esa sangre la puso ahí para mí un maquillador de Cinecittá. Es lo que usan en esas películas sangrientas… chocolate teñido, creo que me dijeron.
Entonces, ¿no deberíamos poseer una copia extra de este objeto como…? ¿Cómo lo llaman? ¿Sustituto? ¿No existe algún riesgo de que esta vasija, o la auténtica, se rompiera por accidente durante el intercambio?
No es probable. La auténtica está hecha de cristal de sosa, no de vidrio de ventana, igual que ésta.
Ah, bien. Si una se rompe, usted y yo será mejor que nos retiremos rápidamente, y para toda la vida, a un monasterio de la Patagonia u otro similar.
No prepare el equipaje todavía. Disponemos de un individuo excelente a cargo del proceso de sustitución.
¿Quién?
No lo sé y no lo preguntaré. Todo lo que sé es que París es la ciudad más sofisticadamente perversa del mundo y que mi sobrino tiene una iglesia en el barrio latino, la parte más inicua de esa ciudad tan malvada. Ha obtenido los servicios de uno de sus feligreses… un gran personaje de la Mafia o algo por el estilo. La cuestión es que el hombre parece conocer su oficio. Lo primero que pidió fue toda esta información.
El hombre de rojo extendió una mano hacia los papeles colocados en la mesa que le separaba del hombre de púrpura. Este cogió el plano urbano de Brujas.
¿Esta será la ruta de la procesión? inquirió.
Sí. Bastante tortuosa, ¿no es cierto? Supongo que los participantes se alegran de que la ciudad vieja ocupe un óvalo tan pequeño. Pero aún así, deben acabar con los pies doloridos. Salen de la Capilla de la Santa Sangre… aquí… Rodean la manzana y pasan ante el campanario de la Gran’ Place, luego recorren todas estas calles y plazas y todo el camino que hay hasta el convento de Béguinage. Despues regresan, vuelven a cruzar el campanario y al final llegan otra vez a la Capilla.
Creo que necesitan una ruta tan larga simplemente para dar cabida a un cortejo tan inmenso opinó el hombre de vestiduras púrpuras. No puedo imaginar quién contempla la procesión. Todos los habitantes de Brujas parecen estar dentro de ella. Siguió leyendo en voz alta uno de los informes. Trompeteros y tambores.
«Abanderados.
«Cruzados montados, con estandartes y lanzas.
«El clero, con capas consistoriales.
«Directores de coro, con sobrepellices.
«Guardia de a pie de la Noble Hermandad de la Santa Sangre.
«El arzobispo de Utrecht, llevando la Santa Reliquia y sentado en la silla de honor transportada por los miembros más jóvenes y fuertes de la Soberana Orden de los Caballeros Hospitalarios de Jerusalén.
«Guardia de a pie de la Real y Principesca Hermandad de Honorables Ballesteros de San Jorge.
«Gaiteros. (¿Gaiteros?)
«Magistrados laicos, profesionales, miembros de sociedades comerciales y gremiales, todas las comunidades con su propia banda de músicos.
«Monjes.
«Monjas.
«Niños.
Y en un momento del trayecto dijo el hombre de atavío rojo, el arzobispo se pone cabeza abajo.
¿Qué? ¿El arzobispo de Utrecht? ¿Ese viejo pomposo, artrítico y…?
Quizá mi sobrino haya confundido el código, pero eso es lo que decía su telegrama cifrado.
Per Bacco! exclamó el hombre de púrpura, invocando un dios cuya existencia se suponía que debía repudiar. ¡Me gustaría verlo yo mismo!