ENTREVISTA A UN ¿EXTRATERRESTRE?
escribe GUSTAVO FERNÁNDEZ
gustavofernandez@email.com
Esta es la típica nota sobre la cual uno duda escribir, con la sospechosa presunción de ser necesariamente mal interpretado. Al punto que, en ocasiones, este escriba siente que toda aclaración previa será interpretada de acuerdo al preconcepto o prejuicio de cada lector.
En los últimos años, quien se autotitula “Comandante Clomro” ha ganado un espacio, aún quizás restringido pero sugestivamente creciente, en la comunidad ufológica internacional. Al principio limitada a su presencia en canales televisivos de Buenos Aires, luego con su propio sitio en la Red, “Clomro”, supuesto extraterrestre, inició una suponemos solitaria tarea donde la difusión de un mensaje cósmico no está reñida con la crítica social y, en ocasiones, empañada (a nuestro modesto saber y entender) por dimes y diretes de entrecasa.
Desde analizar el impacto mediático de estos temas hasta ventilar discusiones por algunos dinerillos entre ufólogos, “Clomro” ha dejado (el tiempo juzgará si para bien o para mal) su huella en la ovnilogía de fines del siglo XX, por lo menos en el ámbito hispanoparlante. Y uno, que ha venido observando y leyendo en silencio, muda su opinión desde la primigenia de estar ante un delirante más tal vez con una actitud más “zapatista” con que otros contactados nos tienen acostumbrados a la de sospechar que “algo” se mueve detrás de este enmascarado intelectual.
Porque la reacción más visceral que analítica de suponer (como ustedes acordarán a medida que avancen en este artículo) que estamos solamente frente a un fantasioso con acceso a Internet se ve opacada ante la complejidad no gratuita de sus argumentos. Claro que de allí a suponer que son ciertas sus afirmaciones en lo concerniente a su procedencia alienígena existe un paso que yo, sinceramente, no tengo interés en dar.
Entonces, se preguntarán ustedes, ¿para qué la inclusión de esta nota?. Porque el “fenómeno Clomro” existe y, antes de opinar sobre él como, sin ir más lejos, he leído en revistas gráficas, páginas Web y listas de correo no nos vendrá mal leer algo sobre el mismo. Y plantearnos serias preguntas, la primera de las cuales (y debo reconocer que en este sentido la respuesta del propio Clomro no termina de satisfacerme) será seguramente respecto a por qué un individuo que razona tan certeramente acude a aparecer frente a cámaras con pasamontañas, gafas oscuras y ropa de guerrillero…
Pero, ¿quién es Clomro?. El mismo evade, en una nebulosa ambigüedad, la respuesta. Admite lo leerán ustedes en el reportaje ciertos datos filiatorios que harían fácil su identificación y por otra parte reconoce que su nombre es sabido por muchos. Empero, en un mail previo, que también insertamos, pauta la condición que no se le pregunte sobre el mismo, una contradicción que se sumará, a lo largo de todo el material adjunto, a los cambios de talante, capaz de pasar de un humilde respeto por la opinión del otro, aunque ésta sea expresada con agresividad, a una ácida y belicosa ironía.
Cuando en las preguntas subsiguientes me refiero a “cierto nombre de donde “Clomro” es un perfecto acróstico”, me refiero a Claudio Omar Rodríguez, entre otras cosas ver foto un ex miembro de la secta LUS (Lineamiento Universal Superior). Aquí existe otra escabrosa historia que deberíamos analizar.
Agostinelli (izquierda) y Claudio Omar Rodríguez (derecha),
ex-integrante de la secta L.U.S., a quien algunas fuentes
sindican como el supuesto “Comandante Clomro” (debajo).
A principios de los ’90, solían aparecer en las calles de Buenos Aires decenas de afiches promocionando las conferencias de una tal Valentina de Andrade, una brasilera que afirmaba recibir contactos a través de un médium (“incorporaciones”) con extraterrestres. Nucleaba un grupo de seguidores bajo el nombre citado, proponía reuniones de meditación, “retiros espirituales” (sobre este punto, “Clomro” dice que en absoluto, y era precisamente su característica distintiva de otros grupos de similar tenor; empero, comentarios que nos llegan por otras vías sostienen precisamente lo contrario) y toda la parafernalia a la que estos grupos nos tienen acostumbrados. Pero el escándalo le alcanzó en julio en 1992 cuando el horrible asesinato ritual de cierto pequeñuelo de la isla de Guaratuba, estado de Paraná, en Brasil, fueron relacionados con este grupo. Sus directivos fueron detenidos y la prensa latinoamericana se solazó en un truculento festival de sangre y sexo, donde a los esperables golpes bajos a la emocionalidad del público se les sumaron ciertas escenas tomadas de videos hogareños (debo decir que cómicas más que pornográficas) donde una adiposa anciana la señora de Andrade trataba de excitar a su mucho más joven compañero de apellido Teruggi mientras blasfemaba y aullaba. Esto se tomó como “prueba” de las perversiones sexuales del grupúsculo y tal como ocurriría ocho años después con el instituto “Transmutar”, el centro de alquimia de Buenos Aires sospechado de incentivar el asesinato de dos esquizofrénicas jóvenes en la persona de su padre, luego de ser debatido el tema en “talk shows”, noticieros, encuestas públicas, “programas de opinión” y toda arista comercializable que presentara, fue eclipsado por otras tristes historias, las de todos los días en un subcontinente que no necesita excusas esotéricas para vivir el horror. Sólo unos meses después, en las páginas interiores de algunos diarios, se comentaba que esas personas habían sido declaradas “absueltas de culpa y cargo”, por lo menos del espantoso infanticidio.
El pedido de “prisión preventiva” había sido levantado en Brasil como a los tres meses de los hechos. En la Argentina nunca hubo pedido de captura. Por lo que, al ser descubiertos en un vehículo por la policía de Concordia, Entre Ríos, tras demorarlos unas horas, tuvieron que dejarlos ir. Sin embargo, esta circunstancial “detención” fue explotada al máximo por los medios periodísticos de ambos países. Sobre esta nefasta circunstancia, abunda Clomro: “… No había acusación en lo que respecta a los infanticidios que en realidad no eran varios, sino uno: Evandro Ramos Caetano. Sólo estaban sospechados en la causa por la desaparición del niño Leandro Bossi. La prensa brasileña y la argentina fueron quienes confundieron a la opinión pública al respecto de que en el asesinato de Evandro esta gente había sido inculpada, pero lo cierto era que la justicia brasileña en ningún momento colocó en investigación a la secta LUS en esa causa, cuyos sospechosos eran otros (un grupo umbandista y familiares del intendente).
Más aún, la jueza entendida en estas causas, Anésia Kowalski, encontró totalmente desvinculada de ellos a la gente del LUS, pese a lo cual fue presionada por el jefe de policía del Estado de Paraná, De Paulo Corréia, para que desviara la investigación hacia el grupo argentino “liderado por Teruggi”. El jefe policial interfería para que la prensa no pudiera tomar contacto con la jueza y no tuviera la versión real de los hechos. Luis Diéguez, de Clarín, logró superar ese vallado, entrevistarla, y traer a la Argentina la única información veraz que un medio de prensa logró obtener en el lugar de los hechos. Su reporte fue publicado cerca de la página 60 (las rectificaciones de las acusaciones que estuvieron en tapa, no se hacen de modo que la gente las lea) así que, con el caso cerrado, de la verdad de lo que pasó se enteraron muy pocos, y la fama de Valentina y su grupo quedó sellada.”
Pero si hubo quien aprovechó mediáticamente al máximo esa coyuntura fueron los escépticos profesionales. Primero el periodista Alfredo Silleta, rápidamente avasallado por el CAIRP (Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia) y la Fundación SPES (Sociedad para el Esclarecimiento en Sectas), todos ellos localizaron a “arrepentidos” de LUS y realizaron entrevistas públicas y reportajes con los mismos, confundiendo, en el ya de por sí nebuloso discernimiento del público, delirios místicos con OVNIs.
Uno de los entonces miembros del CAIRP, el periodista y ex ufólogo devenido escéptico de tiempo completo, Alejandro Agostinelli, se fotografió en reiteradas ocasiones junto a uno de esos ex miembros de LUS, Claudio Omar Rodríguez. Y lo que ha llamado poderosamente la atención de los investigadores opinión que sin duda a “Clomro” le tiene sin cuidado es que además del evidente parecido de su apodo a las dos primeras letras de esos nombres y apellido, es que éste último, extrañamente, parece mantener una fluida relación a través de los años con Agostinelli. Agostinelli, quien como productor televisivo agenció las apariciones en TV de este personaje. Agostinelli, quien en una unipersonal cruzada implacable contra “chantas” y mentirosos (a su parecer, claro) dice que “Clomro” es un “tierno” (en Argentina, esta expresión es usada coloquialmente para definir a un adulto niño, alguien esencialmente “bueno”).
No he de opinar sobre Clomro y, mucho menos, juzgarlo (¿quién soy yo para hacerlo, después de todo?). Por la misma razón que alguno cuestionará que en nuestra sección “Navegando por la Red” figura un enlace a su sitio, pienso que deben ser los lectores quienes formen su propio parecer. No soy quien, tampoco, para decir si está bien o mal lo que hace (sobre todo, porque creo que no existe nadie que, mirando por sobre el hombro de su vida, no recuerde algo en lo que sabe que no actuó correctamente, a menos que sea un soberano hipócrita para justificarse). Y puesto a responder a la pregunta de “¿Quién es Clomro?”, se me ocurren estas alternativas:
– Un intelectual con perturbaciones psicológicas.
– Un intelectual con perturbaciones psicológicas manipulado por los servicios de inteligencia.
– Un agente de los servicios de inteligencia puesto para desinformar al mundillo ovnilógico.
– Un anarquista.
– Un escritor dispuesto al camino más rápido y directo al centro de la escena.
– Un extraterrestre.
Bueno, en realidad no creo que sea extraterrestre. Tal vez un “funambulista”, (no confundir con “funámbulo”=equilibrista) término casi extinguido que hace referencia a un diletante mezcla de intelectual y bromista ocioso.
Es criterio de esta Revista con todos sus entrevistados hacerles llegar nuestros reportajes antes de su edición, por una simple cuestión de precisión informativa y veracidad. Eso, por supuesto, no implica esto lo hemos señalado en muchas ocasiones admitir la menor corrección que implique “amoldarnos” a la opinión del entrevistado. Es franqueza, no genuflexión. Y al llegar este punto, Clomro propuso otras alternativas, una manera tangencial de decir lo suyo:
“Otras opciones:
-Un divulgador de información cósmica, de la que está convencido (sea o no cierta), que ni es tan intelectual (él asegura que su coeficiente es apenas satisfactorio en los test de inteligencia que se hizo a sí mismo), ni padece perturbaciones psicológicas (dice que hasta ahora no se las ha encontrado ninguno de los profesionales de la psicología, entre ellos su pareja, que es psicóloga y contactada con pleyadianos que desean regresarla a su mundo).
-Un divulgador de información cósmica, psíquicamente no perturbado, no intelectual pero sí lo suficientemente inteligente para emplear una original estrategia: no seguir recorriendo radios, canales, diarios y reuniones para ser un divulgador más de esos que ya estaban desgastando el interés de la gente con historias de contactados, y llamar la atención mediante un “personaje extraterrestre”.
“Lo había ideado en 1987. Lo llevó a la radio en 1989 y comprobó que el público a juzgar por la respuesta si bien entendió que era una ficción, prestó atención al mensaje (lo cual era el propósito). No lo relanzó hasta 1995, en que le puso un nombre para firmar una carta al CAIRP. Ese año lo llevó de nuevo a radios, ya encapuchado. En 1996 lo hizo reaparecer en una emisora, y fue reporteado en un canal de cable de poca audiencia. En 1997 lo llevó a un canal que llegaba a toda la Argentina y a otros países de Sudamérica. Desde entonces, dada la resonancia que tal lo planeado verificó que produce alguien encapuchado con una historia extraterrestre, no encontró razones para pensar que su estrategia de difundir las cosas como lo hizo haya sido contraproducente, sino todo lo contrario: logró él solo darle a un mensaje, la difusión que toda una organización que había reunido a cientos de personas, no había podido lograr ni cuando él estaba en ella, ni posteriormente. Logró también otro de sus propósitos: aunque pretendieran revelar su identidad, no dejó de seguir paseando tranquilo por las calles, como un anónimo más. Porque la contraofensiva de los ufólogos y contactados ofendidos por su prédica, estaba lejos de convertirlo en alguien famoso por su nombre y su cara, que muchos de ellos conocían desde hacía años.”
“Todos estos datos sobre cómo elaboró el “personaje”, los publica en su propia página web, de donde se deduce que, en un principio, en las radios, para no tener que declararse como extraterrestre, inventó un personaje que hiciera el papel de él mismo, y que se pudiera prestar para la duda de si se trataba de un juego de “ficción o realidad” mediante una actuación en la cual, unos lo tomaran como actor y otros vieran el trasfondo y comprendieran que, bajo el papel, se pretendía contar la historia personal subyacente. Esa dualidad se veía tan entremezclada, que no estaba claro en qué casos manejaba la ficción y en cuáles la realidad. Luego, desde su aparición televisiva, parece diluirse el tema del “personaje” y queda el extraterrestre declarándose como tal. Sin embargo, él mismo sigue publicitando sus presentaciones públicas con carteles que dicen: “¿Ficción o realidad? ¿Un loco? ¿Un farsante? ¿Un guerrillero? ¿O… un extraterrestre?”, y hasta le dice a la gente que, sea “personaje” de ficción o persona real con origen extraterrestre, lo importante no es él, sino el mensaje. Que todo esto, descúbralo cada uno, puede ser cierto o ser puro teatro. Con lo que da a entender que el “show” sigue tal cual, y poco le importa si lo creen falso o real.”
Pero el asunto va tomando demasiado vuelo para que una personalidad normal, a menos que responda a ciertos y personales intereses, no aproveche estar en la cresta de la ola. Creo que la sensatez de sus mensajes se está eclipsando por la quincallería de su cotillón. A título muy personal, señalo algunos pro y algunos contra de esta cuestión: Clomro parece sincero. Es un individuo de buena preparación y alto cociente intelectual (aunque como hemos visto él aduzca, tal vez más como un gesto de modestia estudiada, que no es así) con un mensaje con contenido. Me resulta significativo que pese a referirse como “receptor de mensajes cósmicos”, su prédica tiene un tinte absolutamente personal. En efecto, no respondió nuestra requisitoria como tantos otros (Bongiovanni, Siragusa, Cecchi y siguen las firmas) con el típico “…Ashtar Sheran me dijo…” o “…la Virgen se me apareció y entonces…” . Plantea sus opiniones como cualquier hijo de vecino, opiniones que parecen corresponder más a una determinada orientación política. Pero, por otro lado, se molesta por los esfuerzos de investigadores y periodistas en poner a la luz detalles como su identidad, a los que él, tendenciosamente, llama su “intimidad”. Alguien podría aducir que lo importante es el mensaje y no el mensajero, y estaría en su derecho: pero otro alguien también estaría en su derecho de saber algo más sobre el mensajero, por lo menos para tener la tranquilidad (o no) de que en el camino no ha alterado el mensaje. Además, cuando se ingresa en el terreno de la polémica personal, una forma lamentable de contienda dentro de la ovnilogía, donde por un “quítame de allí esas pajas” nuestros colegas parecen más empeñados en acudir a circunstancias privadas que a debatir argumentalmente (“Clomro” hace esto en un mail al investigador marplatense Carlos Ferguson, donde ventila cierta situación personal entre éste último y Agostinelli y envía copia a decenas de investigadores) “Clomro”, mensajero cósmico, no es ajeno a la particularidad tan humana de criticar desde el anonimato.
En todo caso, yo ya elegí mi opción. Lean y, si quieren (y pueden) elijan la suya.
Una observación final: concluimos este reportaje transcribiendo material sobre las creencias de Valentina de Andrade (suministradas por el mismo “Clomro”) por tres razones puntuales: (a) Porque a nuestro criterio mucho dicen de las propias creencias del entrevistado; (b) porque para los ufólogos en general y esdtudiosos de los contactados en particular aporta material de difícil acceso sobre la plataforma ideológica de ese grupo; y (c) porque, una vez más y de manera flagrante, pone sobre el tapete la manipulación (si ligada a campañas de “desinformación” o sólo oportunismo mediático, cada uno tendrá su respuesta) que la prensa oral, escrita y televisiva hace sobre la opinión pública a partir del “sacrificio virtual” de cualquier grupo de disidentes de Lo Públicamente Aceptado.
I) Respuesta de “Clomro” a un mail pidiendo autorización para publicar un artículo de su autoría e invitándolo a un reportaje, donde se le dijo: “Está claro que no sólo me comprometo a respetar fielmente tus respuestas, sino que respetaría el derecho de que te niegues a responder alguna en particular, si entendés que viola tu intimidad u otras razones personales”.
Sr. Gustavo Fernández:
Cuente con mis respuestas a lo que me sea posible responderle, y lo que no,
sea por ignorancia u otras razones, ya se verá.
Sólo viola mi intimidad que se me pregunte nombre u otro dato referente a mi
identidad. No considero violatorio a mi intimidad
que se me pregunte sobre mi sexualidad o cosas a ese nivel. Por lo tanto
puede preguntar lo que quiera, en tanto no sea lo
primero. Hago esta aclaración, porque como en algunos medios han usado el
que dicen que es mi nombre, para vincularme a
cierta agrupación sectaria y así desacreditarme, no quisiera que en este
cuestionario se volviera sobre lo mismo.
Por lo demás, puede expresar el punto de vista que sea sobre lo que yo
responda, incluso en contra si le parece. Es su libertad
de expresión.
Saludos,
Clomro
II) Cuestionario
1) AFR> ¿El supuesto grado militar es una metáfora o una realidad, independientemente del criterio de quien escucha (o lee)?
Clomro> La comandancia es, ante todo, un grado de autoridad que se ejerce cuando no se está bajo un comando. Cuando se lleva adelante una rebelión como la mía, opuesta a la comandancia que controla un mundo como este, hay dos posibilidades: obedecer a un comando rebelde o liderar un comando rebelde. Yo era un simple soldado a las órdenes de una comandancia desde donde me eran impartidas directivas. Hasta que la acumulación de directivas que me parecían equivocadas, me llevó a rebelarme a mi propia gente con la cual luchaba por la misma causa. Fui un doble rebelde: rebelde a los poderes cósmicos negativos que manejan el mundo, y rebelde a quienes, representando a la liberación, la iluminación y la verdad, incurrieron en errores que estaban haciendo fracasar la misión. Porque estaban transformando en una secta peligrosa lo que podía y debía haber sido un grupo humano y más adelante un movimiento cuya transmisión de revelaciones extraterrestres no le ocasionara perjuicios materiales, emocionales y espirituales a los activistas ni a sus familiares. Mi desvinculación de tal organización sectaria fue, ante todo, para no seguir participando de acciones que estaban mal encaminadas y que se veía que iban a hacer que la cosa terminara más mal todavía. En segundo lugar, esa desvinculación me puso en una disyuntiva: transformarme en un divulgador autónomo de aquel mensaje cósmico, o nunca más divulgar nada y quedarme resentido por todo lo ocurrido y pensar que fue todo una mentira. Oscilé entre ambas opciones un tiempo, porque hasta el más convencido de los convencidos tiene derecho a dudar de lo que sea, hasta de sí mismo. Es un proceso de autocrítica que a uno lo pone a prueba, para ver hasta qué punto lo que cree es sustentable. Pero la única forma de realizar esto correctamente, es hacer de cuenta que todo lo que cree es mentira y convencerse de eso; buscarle la contra a todo lo que siempre defendió, ser crítico al extremo y llegar a un punto de total descreimiento. ¡Lo logré!: terminé creyendo que todo había sido falso. Lo cual demuestra que ninguna de las muchas pruebas que tuve sirve para nada, cuando uno se propone ser escéptico. Y que el escepticismo puede ser a prueba de verdades, cualesquiera fuesen, con tal de no dejar posibilidad de que se infiltre alguna mentira.
Desde que el conocimiento de los principios de la New Age me dio nuevas pautas para descubrir que “verdad” era otra cosa y no lo que yo creía, profundicé en cuestiones acuarianas, metafísica y toda esa ensalada. Ya tenía otros parámetros. Yendo al fondo de la cuestión, de la cosmovisión de la Nueva Era sobre el plan del mundo y Dios, me di cuenta de toda la mentira New Age. Cada vez estaba más seguro de que lo que había hecho al negar el conocimiento extraterrestre que yo divulgaba, era evadirme, negar una realidad que me complicaba la vida. La New Age fue algo muy light que me daba facilidades y no complicaciones: una vida color de rosa… maravillosa. Muchos ex miembros de aquella agrupación y de muchas otras hicieron el mismo lavaje mental que yo me había hecho. Para que la vida deje de ser complicada. Unos la pusieron en manos del dios de alguna religión, otros se hicieron escépticos y refutadores… cada uno buscó cómo evadirse.
Pero había algo que yo no podía negar, hiciera lo que hiciera, y era que yo había venido a tomar el cuerpo que uso, en una experiencia que sucedió en estado consciente y estando de pie; no fue durante el sueño ni en trance. Con la finalidad de integrarme a una misión de transmisión de información que en la Tierra estaba cumpliendo otra gente que desde vidas pasadas viene tomando cuerpos humanos, pero que no es de aquí. Vine para eso, recuerdo cómo vine, quise no pensar en eso, sentirme como una persona cualquiera, hacer de cuenta que nada de eso sucedió, y vivir normalmente. Pero no hay forma de rendirse a las evidencias cuando el peso de una responsabilidad es mayor que las ganas de olvidarse de todo y de marchar con el rebaño, como uno más para no complicarse la vida. Yo siempre sentí el peso de una responsabilidad que no estaba cumpliendo, porque para eso fue que vine. Hasta que decidí salir de nuevo a divulgar el mensaje cósmico.
De ninguna manera haría la divulgación de nuevo bajo la comandancia de quienes habían llevado al vergonzoso fracaso la misión, por sus egos y ambiciones personales. Porque esa gente solía reincorporar a ex-disidentes o resentidos (ovejas descarriadas) que retornaban como en la parábola del hijo pródigo. Yo podría haber vuelto, pero no: yo debía hacer las cosas solo. Un simple divulgador cualquiera de algo que recibió. Sin decir en qué agrupación, porque ahí muchos se iban a espantar, con la fama que esta gente tenía. Y no era lo justo que un mensaje cósmico que podía ser discutible, pero no menos respetable que los mensajes de otros, no quisiera ser escuchado por culpa de quienes lo difamaron por no saber transmitirlo y no hacer las cosas como se debe. Entonces yo debía omitir la fuente. Que no importara el conducto de llegada del mensaje, sino la esencia de la cuestión.
Era inevitable que se me acercaran personas, que se formara grupo, que hubiera alguna forma de coordinación. La cual, supuestamente, iba a estar en mis manos. Y ahí empezaba de vuelta la secta… Entonces no: había que idear alguna forma de transmisión que no deviniera en cargos, jerarquías, roles, sedes, subsedes, presidente, secretario, tesorero, vocal titular y suplente. Se me ocurrió que debía ser algo donde todos fuéramos iguales. Por más que yo tuviera años de conocimiento y trayectoria en esto, y otros tuvieran apenas semanas. Porque nunca olvidé que cuando yo empecé con esto, a los pocos días de aprender cómo era la cosa, era tanto o mejor divulgador del mensaje que otros que llevaban meses y meses empapados del asunto. Entonces todos podían ser retransmisores de este conocimiento cósmico, todos podían ser en esta lucha soldados rasos y a la vez comandantes. Yo decidí comandar la fase inicial de una operación escalonada de apariciones en programas, publicación de información en Internet y otros medios de implementación inicial de lo que sería la base de la transmisión del mensaje, descontaminado de las impurezas con que estaba siendo transmitido por la gente en cuestión. La comandancia de esa fase finalizó cuando diversas personas empezaron a retransmitir la información. Inclusive publicándola en páginas web especialmente construidas para apoyar a esta causa. Sin mi supervisión o autorización: la gente publicó lo que le pareció. Eso es autoridad; es ser un buen soldado que no espera órdenes para ejecutar acciones, y un buen comandante que planifica cursos de acción, que puede reunir gente como algunos lo hicieron, ir a programas, hacer que la operación marche, y todo eso ya sin que yo tenga que intervenir en lo que hagan. Era previsible todo esto, y así funcionó, desde que ese era mi concepto de “comandancia”, del cual yo pretendía ser un exponente, contra los conceptos de comandancia que tenían los líderes de grupos que eran exponentes del deseo de perpetuarse como imprescindibles. Cosa que un comandante formador de comandantes no es: todo comandante es prescindible en una red de multicomandos, porque siempre habrá otro que haga circular la información en vez de concentrarla.
La connotación “militar” del término “comandante”, no estaría dada si esto que hacemos los militantes en esta causa no fuera participar de frontales combates en una guerra cósmica; mental, energética y físicamente, contra fuerzas que manejan el mundo. No somos simples divulgadores y nada más: somos atacados, hostigados, censurados y amenazados de muy diversas formas, contra todo lo cual tenemos que guerrear. Meterse en esto era una complicación que al final muchos no queríamos, porque la vida así es más dura que no batallando contra nada de lo que represente a los poderes negativos de este mundo y de más allá. Por eso mi advertencia a los que se entusiasman con el mensaje que transmito, es que piensen bien si quieren meterse en problemas, porque los van a tener: esto no es un juego de guerra, sino una guerra que no es juego. En la cual los únicos soldados útiles son los que a la vez sepan comandar (ante todo comandarse), porque no escasean adhesiones de gente que me pregunta qué es lo que debe hacer, pide instrucciones, y luego, cuando le respondo que haga lo que quiera, no hace nada, porque no tiene iniciativa, libertad, autodeterminación: me quieren poner como reemplazo en el lugar de algún gurú, guía espiritual, sacerdote o voz de mando que anteriormente tuvieron poder sobre ellos. Y yo no estoy para llenar vacíos y comandar vidas. Estoy para vidas llenas que se autocomandan.
2) AFR> ¿Se busca un efecto revulsivo en la conciencia colectiva? En caso afirmativo, ¿no es la presunción de “locura” o “chantada” que puede ser endilgada, más un obstáculo para motivar tal cambio que un aliciente?
Clomro> Lamentablemente sí. Antes era “loco” el que decía haber visto un ovni. Luego lo era el que decía haberse contactado con extraterrestres. Luego lo era el que decía recordar vidas pasadas. Actualmente puede parecerlo el que diga tener recuerdos, sensaciones, presunciones o evidencias de haber estado en otro mundo antes de esta vida o de sus vidas pasadas en éste. No hay forma de no parecerle loco a muchos. Aunque a otros muchos les pueda parecer cuerdo. Tampoco hay forma de no parecerle “chanta” a muchos (para los no argentinos que ignoren el término: sujeto que presume de condiciones, atributos, conocimientos o alguna cosa que en realidad no es o no domina; presunción que no sólo puede ser un engaño a los demás, sino también el autoengaño de “creérsela”). Es decir, para muchos puedo ser alguien que quiere hacer creer o que cree ser lo que no es. Personas como Fabio Zerpa han sido denominadas como “chantas”, a pesar de lo mucho que en diversos países, sobre todo de Sudamérica, se le debe agradecer por todo lo que ha hecho para que la sociedad conozca el fenómeno OVNI. Porque quizá sus detractores habrían hecho las cosas de otra manera: menos show y lucimiento personal, y más humildad y trabajo científico. Pero si “chanta” es alguien así, que, defectos aparte, logró o al menos incentivó a que tanta gente sepa de ovnis lo que sabe, entonces yo quiero ser un “chanta”. Y un “loco”. Un “payaso” que se viste llamativamente y del cual se ríen muchos. Alguien que sabe combinar lo serio y lo humorístico, la realidad y la ficción, la persona y el personaje, según convenga, y con resultados que no están nada mal: si Zerpa tuvo su show, pues yo supe armarme el mío. Supe cómo llamar la atención de los medios, de los curiosos, de los que no están en tema, para que se hable de mí. Y para que los que sí están en el tema, reciban el mensaje, lo sustancioso, sabiendo que todo el envoltorio del pasamontañas, el uniforme, los chistes y la cuestión personal del “extraterrestre” ficción, locura o realidad, son cuestiones de formato y no de fondo.
3) AFR> A lo largo de distintos correos a los que hemos tenido acceso y la observación de producciones televisivas surge una particular afinidad, si no de ideologías cuanto menos de intereses, entre el “comandante Clomro” y Alejandro Agostinelli, sugestivamente uno de los rostros más conocidos del escepticismo mediático. ¿Esa afinidad es casual?
Clomro> Supe de Agostinelli en 1991 tras una nota del 13 de agosto en Página/12, sobre sus investigaciones de sectas ovni, y dada mi experiencia personal, me contacté con él de inmediato para proveerle información que pudiera ser útil a sus fines de alertar a la gente de los peligros de estos grupos. Siempre supo que mi problema era con los líderes de los grupos por las cosas que hacían, pero que yo tenía mis convicciones sobre la realidad del mensaje extraterrestre que divulgaban, y nunca me lo discutió ni trató de hacerme ver error alguno por creer en esas cosas. Y eso durante todos estos años hasta la fecha. Cosa que no ocurrió nunca con la mayoría de la gente creyente en extraterrestres con la que he tratado, la cual me ha dicho y seguirá diciendo que me equivoco, que el mensaje es falso. Mis peores detractores no son los escépticos como Agostinelli: son los que han tomado partido por alguna creencia extraterrena o ufólogos. Sin embargo, más allá de diferencias, mi trato con esta gente ha sido en general amistoso, como en los casos de Zerpa, Romaniuk, Franch, Cecchi, Sixto Paz, Enrique Barrios, Alberto Spataro, Luis Burgos, Juan Failá, Carlos Ossemani, Adalberto Escudero, y más. La mitad de los cuales, coincidentemente, tienen buena relación con Agostinelli. Es decir, Agostinelli y yo no somos dos tipos odiados por todo el mundo: por el contrario, creo que medio mundo nos quiere, y que del otro medio, una parte no tiene nada en favor, pero tampoco en contra, y sólo una porción mínima tiene algo manifiesto en contra. Sólo que esos no muchos hablan demasiado. Como si acaso anduvieran con cola de paja y nosotros con encendedor. Quizá el fuego hace mover las lenguas de los que saben que hay dónde quemarles.
Tampoco tengo como enemigos al menos por ahora y desde hace años a Heriberto Janosch (del CAIRP), Alfredo Silletta, el Lic. Baamonde (de la fundación SPES, de la Iglesia Católica), gente que investiga sectas y pseudociencia. Ellos saben en qué ando, pero también supieron en su momento que cualquiera fuese mi “delirio”, sería dentro de un cauce que no desembocara en manipulaciones de personas como hicieron aquellos mismos que ellos sabían que yo había denunciado. Así que, en tanto y en cuanto yo siga fiel a esa propuesta y estos investigadores no observen que le estoy haciendo vender casas a la gente o presionando a otros para que dejen la familia e irnos todos bajo mi liderazgo a la montaña, supongo que seguiré estando en sus archivos como un sujeto sobre el cual no vale la pena alertar a la comunidad. Hasta le dije a Silletta en 1992 que en caso de que yo cometiera alguna cosa así, me denuncie. Porque me lo merecería. Agostinelli ha ido siguiendo a cada paso mi transcurso desde aquellos años, sabe qué pretendo de lo que hago y por eso no publica notas sobre los peligros de mi mensaje. Porque él, que lo leyó antes que muchos que no son escépticos y que creen en estos temas, no ha encontrado en mi propuesta de comandancia rebelde algo que pueda perjudicar a la sociedad.
Más allá de nuestras discrepancias, hemos hecho una sólida amistad, sobre todo gracias a su mérito de saber respetar lo que yo pienso, pese a que yo no he sido recíproco con él, al cuestionarle su escepticismo reiteradamente. Siempre intercambiamos novedades, información de interés sobre temas relacionados con lo cósmico, lo espiritualista, o también fuera del tema. Si alguna afinidad de intereses hay entre ambos, dado que él no cree en lo mío, ni yo soy escéptico, eso afín es el propósito de desenmascarar mentiras. Juntos, con Alfredo Silletta, desenmascaramos la de cierto culto platillista. No me refiero a mentira doctrinaria, sino administrativa, autocrática y manipuladora. Con o sin Agostinelli, sigo desenmascarando mentiras cósmicas de entidades con ingerencia en la historia humana, y con o sin Clomro, Agostinelli sigue desenmascarando tramas ocultas de cultos ovni.
Si en algún punto él y yo nos encontramos alguna que otra vez, donde ambos podamos beneficiarnos cada uno del otro, pues lo hacemos. Así, me invitó al programa “Frente a Frente” cuando estaba de productor y podía escoger invitados. No me pareció que mi presencia allí fuera para él un logro en lo personal, en cuanto que yo dijera cosas que evidenciaran las falsedades de otros contactistas, lo cual supuestamente pudiera convenirle. Agostinelli estaba invitando a todo tipo de esas gentes al programa, y yo fui uno entre tantos. Máxime cuando más de una vez tuvo que meter gente de relleno porque no se conseguían tantos “delirantes” como se podría suponer, y mi disposición de presentarme en el programa significó rellenar un posible hueco; bienvenido todo “bicho raro” que pudiera aparecer.
Podría decirse, entonces, que yo fui usado por Agostinelli para completar listados no fácilmente llenables, tener cubierto un día con algo, encima, exponerme públicamente a todo lo que vendría después… Pero también podría decirse que yo usé a Agostinelli para trascender. La verdad es que ambos conseguimos cada uno lo que el otro podía ofrecer. Él, el espacio, y yo mi presencia. Y nadie “usó” a nadie.
La idea de Agostinelli para aquel programa que condujo Alejandro Rial, era llevar a la pantalla a los diversos voceros de las distintas creencias, corrientes o ideas sobre temas cósmicos y espiritualidad. Clomro ya era alguien en la Argentina, existía como tal desde años antes de aquella aparición televisiva, y para Agostinelli como productor de aquel programa, no merecía ni más ni menos preferencia que todo otro personaje conocido o no tan conocido que pasó por el panel de invitados.
4) AFR> Sin entrar en demasiados detalles, ¿cuál es tu ocupación habitual?
Clomro> Si respondiera que barrendero o albañil, músico, biólogo o gerente de banco, no aportaría dato útil al público, porque cualquier actividad tiene su mérito, pero no tiene por qué estar en relación con lo que transmito. Decir o no a qué me dedico, no viene al caso. Pero como en la Argentina soy más conocido por mi actividad lucrativa que por lo extraterrestre, y eso desde antes de que se me conociera como Clomro, puedo suponer que le han comentado al respecto y que usted desea confirmar si es correcto el dato. En caso de que le hayan dicho que Clomro es ése que vende piedras energéticas, semipreciosas, cristales de cuarzo y otros minerales, le comento que no es ningún misterio que yo quiera mantener, porque en mi página de Internet está mencionado. Ha sido mi principal actividad lucrativa desde hace más de una década. Redituable, por cierto.
Mi oficio de escritor asociado a la SADE, para más datos, me ha reportado menos lucro del deseable, pero en este campo que es el que más tiempo me insume siempre he trabajado a futuro y mis archivos son extensísimos, así que tal vez un futuro reporte sobre cuál es mi ocupación habitual, no tenga que ser hecho por mí, sino que la evidencia estará en las librerías.
Mi profesión de Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social no la sometí al desgaste de un empleo a sueldo en relación de dependencia, sino que inicié y terminé la carrera universitaria con un propósito que trasciende el oficio en sí mismo, cosa que muy pocos periodistas tienen. Porque la mayoría es periodista de lo que sea y para lo que sea, porque lo que quería era “ser periodista”, y una vez que logró serlo, lo mandaron a entrevistar a “los famosos” o a los anónimos de las canchas de futbol, o a los vecinos de Villa Inundada. Y le da igual. Y se presta al amarillismo. Y juega con el morbo. Si no averigua, inventa. Yo estudié periodismo y comunicación para otra cosa. Yo tenía un propósito: divulgar el tema ovni. No soy un periodista que vio en el ovni el negocio y editó la revista o hizo el programa. Soy alguien que pensaba que si la humanidad tomara conciencia de la realidad extraterrestre, muchas cosas cambiarían a nivel científico, religioso, político y otros. Y pensé que el periodismo me podría dar herramientas para contribuir con la expansión de esa conciencia. Durante mis estudios y ya graduado, publiqué notas, estuve en radio, entrevisté gente, convertí lo que podía haber sido efímero material para diario o revista, en valiosos archivos que van reuniéndose en libros a editarse, y eso no caduca.
Ahora, como Comandante Clomro, intereso más para ser entrevistado que para entrevistar, y no tengo por qué ocultar que, si bien voy gratis donde sea, se me han pagado entrevistas, a lo cual no me niego porque lo valgo (anote eso como actividad lucrativa también). Así que aplico mi profesión estando del otro lado y no del entrevistador. Inclusive sabiendo cómo manejarles el programa a los que pretenden manejarme cuando me entrevistan.
5) AFR> Tus apreciaciones críticas sobre la evolución de la ufología cuanto menos la vernácula responden a un deseo de que la misma “mejore su puntería” o, por el contrario, la considerás un quiste cultural sin remedio? ¿Por qué?
Clomro> Ni creo que todos los ufólogos a quienes critico sean irreversibles, ni creo que todos vayan a mejorar lo que hacen. Me limito a describir lo que está sucediendo, para fijar posición, sobre todo cuando estoy contraatacando a los ufólogos que me critican. O a los que le llaman mentira a lo que no se ha comprobado. Por ejemplo, hace más de diez años, Luis Burgos, de la Fundación Argentina de Ovnilogía, decía, que “el que diga que tiene contacto con extraterrestres, miente”, porque ningún contactado había presentado nunca algo que para Burgos constituyera una prueba, así que cualquiera que dijera contactarse, sería un mentiroso más. Por aquellos tiempos, le sugerí que no los llamara mentirosos. Que en vez de eso dijera que “no hay cómo comprobar si es cierto el contacto”. Que es muy distinto que decir que alguien miente. No sé si será por lo que le dije, o si se lo dijo alguien más o llegó el mismo a su propia conclusión, pero tiempo después dejó de llamar mentirosos a los contactados y expresó conceptos parecidos a lo que le sugerí. Me parece que progresos como ése son posibles cuando uno efectúa ciertas críticas. Así que manifestándolas, no sólo se está fijando posición para evidenciar las falencias del ufólogo que critica al contactado, al testigo o al extraterrestre-humano como yo; también se está dando pautas para que el ufólogo efectúe una autocrítica. Si sabe aprovecharla, le será útil.
6) AFR> En la medida en que te reconozcas coherente con tus reflexiones y posiciones, ¿no tendrían más credibilidad dando la cara? ¿Puede el anonimato más allá de brindar una cómoda sensación de seguridad provocar el eco que se desea?
Clomro> Miles de ufólogos y contactados dan la cara, y son creíbles para a unos, pero no para otros. Yo di la cara durante años y fui creíble para unos sí y otros no, pero ni más ni menos de lo que lo soy desde que uso pasamontañas. Mucha gente va a programas de espaldas a la cámara a prestar declaraciones sobre ciertos temas, y no por eso el público piensa que no es gente creíble. Los guerrilleros de diversos países usan pasamontañas o pañuelos, tienen sus ideales, los cuales son creíbles para la gente, y es evidente que estos tipos no se van a exponer. A medida que la gente vaya teniendo más claro a qué estoy expuesto, irá comprendiendo que mis disparos son tanto o más peligrosos para el sistema que los de un fusil. Gobiernos, religiones, corporaciones… los blancos que elegí no son poca cosa. Por menos de lo que estoy haciendo hubo millares de desaparecidos en todo el mundo. No soy un simple relator de experiencias extraterrestres: soy una incomodidad para unos cuantos porque la vertiente social de mi lucha es muy concreta en el terreno en el que se mueve cualquier ciudadano. Si bien mi identidad no es desconocida, y prueba de eso es que me conoce toda esa gente que nombré y mucha más, tampoco me voy a exponer más de lo necesario. Así que este pseudoanonimato favorece mi subsistencia. Andar por la calle siendo señalado por todos, implica un cierto grado de riesgo innecesario. No le caigo bien a la gente de ninguna religión, en especial la que más gente mató a lo largo de la historia, y el Opus Dei existe, y fundamentalistas que crean hacer limpieza de herejes o justicia divina, habrá por todas partes. Una vez un evangelista me maldijo en una conferencia que di. Otro me llamó: “el anticristo”. Estoy dispuesto a enfrentar a quien sea y con las armas que quiera. Pero el enemigo suele atacar por la espalda, y prefiero no darle blanco. Así que seguiré provocando el eco que deseo, sin necesidad de que sepan quién o cómo soy. Y si no encuentro eco en los que piensan que no es creíble lo que dice un encapuchado cuyo nombre no da a conocer, pues mejor así: despéjese mi camino de gente que se queda con los formatos de las cosas por no saber ir a los contenidos.
7) AFR> ¿Qué responderías a la observación de que el “comandante Clomro” es sólo un títere de los escépticos habituales para ridiculizar al medio ufológico?
Clomro> El Comandante Clomro pasó a existir para la Argentina y países cercanos (por cable) con aquél programa del 24 de junio de 1997 que Agostinelli produjo. Agostinelli “el escéptico” invitando al “ridículo”… maniobra clara: “¡desprestigio!… manejado por los escépticos del CAIRP amigos de Agostinelli”, clamaron ufólogos y contactados. “Clomro, un invento de esa gente”, aseguraban estos. “Un improvisado que salió de la nada, al cual manejaron como marioneta, armándole un discurso que desmereciera a la investigación ovni”. Sin embargo, Clomro existía como tal desde 1995, y los primeros que supieron de él fueron (¡oh, paradoja!) Agostinelli y el CAIRP, a través de una “Carta abierta de un extraterrestre” cuyo remitente, el por entonces enigmático comandante, ni siquiera el escéptico periodista supo que era de su amigo. Una carta en la que el extraterrestre Clomro descalificaba al CAIRP y a los escépticos en general. “Clomro, un invento del CAIRP y de Agostinelli”, se terminó diciendo. Qué paradoja…
Semanas después del misterioso mensaje, le confesé a Agostinelli que el autor era yo. Desde ahí él fue siguiendo la cuestión Clomro, como en programas de radio y charlas con gente cuyas grabaciones le hice escuchar. Clomro, para él, ya era un personaje real o de fantasía, o un poco de ambas cosas que formaba parte de todo lo que había en el tema ovni. La famosa carta de Clomro ya había sido hasta leída en el programa de radio de Adalberto Escudero y Carlos Ossemani en FM Wilde. Copias venían pasando de mano en mano. El mensaje era netamente contra los escépticos y en favor del tema ovni. En los programas donde estuve nunca hablé en representación de los ufólogos ni de los contactados, así que ¿cómo es eso de que se vieron ridiculizados, si yo actué a título personal y en representación de ninguno de ellos? Para quedar como ridículos, no les hace falta que yo exista: los que lo son, lo son con o sin mí. Y los que no sean ridículos, diga lo que yo diga, mantendrán su posición. La “labor de desprestigio” la estaría haciendo si yo fuera un ufólogo que hiciera quedar mal a sus colegas, o un contactado que hiciera lo mismo con otros contactados. Pero como yo hago lo mío y cada uno de ellos hace lo suyo, que cada cual asuma las consecuencias de sus propios actos y no culpe a los que están en otra cosa. Yo no culpo a ufólogos escépticos de que haya gente incrédula: la gente debe saber elegir entre todas las posturas, yo expongo la mía, los ufólogos la suya, nadie ridiculiza a nadie, excepto a sí mismo. En todo caso, el ridiculizado soy yo mismo por lo que hago, y la gente debe tener el discernimiento de saber separar lo que es mío de lo que es de los ufólogos y los contactados, y no mezclar las cosas. Que haya gente que hace esas mezclas, ahí ya no es cosa mía; yo no tengo por qué rendir cuentas por la falta de discernimiento de esa gente. Así que los ufólogos y contactados que se quejan de cómo repercute en ellos “mi ridiculez”, mejor que vean que la falla está localizada en un público que confunde cosas y no en mí. Así que mejor que se dediquen a observar cómo es la gente y no cómo soy yo. Y que se las arreglen con la gente y no conmigo.
8) AFR> ¿Existe alguna lectura política o partidaria en tus afirmaciones? (más allá de lo que a uno le parezca).
Clomro> Política sí. Partidaria no. Los partidos políticos son el peor partido que se puede tomar para hacer política. La filosofía política no necesita banderías. El individuo político no necesita ser militante en favor de un líder, un candidato o una tradición partidista. No hay gente menos política que la proselitista de los políticos. Le dan voto para que no tenga voz luego de las elecciones. Es gente útil durante las campañas y hecha a un lado a la hora de la asunción del que ganó. A lo sumo sigue sirviendo para llenar los actos del partido y hacer ruido. Eso no es política; es politiquería. Eso no es ser gente política.
El verdadero político es el que actúa siempre en la sociedad haciendo cosas, tenga o no tenga un cargo. El que sale a limpiar calles, plantar flores en las plazas, rellenar agujeros en el pavimento en vez de reclamar a las autoridades y ponerse de acuerdo con los vecinos para vigilar el barrio en vez de culpar a la policía por no hacer lo que debería. El que educa a sus hijos y supervisa sus tareas escolares, en vez de dejarle a la escuela la responsabilidad exclusiva del asunto. El que se interesa por su ciudad, sintiéndose agredido y no indolente cuando cortan un árbol o rompen una estatua, ante lo cual envía cartas al diario, va a la policía y denuncia, o trata de hacer algo para que el daño sea reparado o no repetido en lo sucesivo. Político es el que no es un consumista y selecciona lo que consume. El que le hace apagar el cigarrillo en el transporte al que se burla de la gente pese a las prohibiciones. El que cuando un político no lo atiende, se le queda el día entero en el pasillo hasta que salga para decirle lo que le tiene que decir, y recordarle que el pueblo gobierna todos los días y no cada cuatro o seis años. El que, en resumen, sabe que una sociedad no funciona gracias a los gobernantes, sino a los que no lo somos. Los cuales haríamos que todo funcione mejor si no existieran esos estorbos llamados gobernantes, cuyos cargos están reservados las más de las veces a gente corrupta, y las menos, a gente persistente como Mandela, que son la excepción a la regla. Gente que logra introducirse en el sistema gubernamental aunque no sea representativa de él, sino de los pueblos. Y llega, no se sabe cómo, porque a los que en las naciones tienen el poder no les conviene que gente honesta gobierne. Pero llega. Y salvo que la maten o que la remuevan, como suele ocurrir, es gente cuyos gobiernos quedan en la historia como esos casos aislados en que hubo lucha por la justicia social.
La política de esa clase de gente también forma parte de mi mensaje. La política de Juan Pablo I, que iba a donar a los pobres lo que no donó tras el asesinato Juan Pablo II, en una actitud política que no merece precisamente mis elogios. Admiro la política de los ciudadanos que reclaman a los gobiernos la liberación de información ovni clasificada. La política de los que inventaron la Red Global del Trueque, y no la política del FMI. La política de las ONGs que participaron del Forum Global Río 92, y no la política de la ONU en la fracasada Conferencia de Río. La política de los pueblos, no de los gobiernos, es lo que me interesa ayudar a promover. Eso puede producir cambios en el mundo. La despolitización del ciudadano mediante el politiquerizante partidismo divisionista, sirve nada más que para preservar el status quo.
9) AFR> ¿Porqué en tus consideraciones sobre lo que no podíamos preguntarte y lo que sí o, por lo menos, te resultaba indiferente elegiste, para el segundo caso, ejemplificar precisamente con tu sexualidad?
Clomro> Porque en la consulta previa en la cual me decía que podía yo no responder a preguntas que “violaran mi intimidad u otras razones personales”, consideré que la palabra “intimidad” podría estar dada por el caso de personas que suelen preguntar por mi sexualidad, por aquello de que les parezco tan raro que acaso sea yo distinto en ese aspecto. Como dentro del espiritualismo el tema sexual se presta para tantos delirios, podría suponerse que mis prácticas o no prácticas me definan como un androide que no asume su condición de ser de carne y hueso. Tan sólo por eso cité el caso del tema de la sexualidad.
10) AFR> Entre los nombres, reales o ficticios, con los que se ha tratado de identificar, existe uno del cual “Clomro” resulta un perfecto acróstico. ¿Cómo se explicaría entonces la negación del mismo sin otra evidencia, dando pie a suponer que es simplemente una maniobra distractiva?
Clomro> No he salido a desmentir los diversos nombres que dijeron que tengo. He salido a aclarar que no existió ningún procedimiento policial por el cual yo fuera identificado en la ocasión a la que alguien se refirió. Supe que alguien le dijo a alguien, que alguien le dijo que la policía me pidió identificación al verme con pasamontañas, cosa que en varias ciudades a la salida de programas ningún policía hizo. La confusión se produjo porque yo conté que una vez antes de llegar a una radio, me dieron voz de alto y me palparon de armas pero tras encontrarme un grabador, eso les pareció que coincidía con mi argumento de que iba para una radio y que tenía que ir con el pasamontañas porque “era para una joda”. Ni siquiera quisieron ver mis documentos que yo ya había sacado para mostrarles, y hasta me indicaron cómo llegar a la radio. Pude establecer que el ufólogo Carlos Ferguson, que había publicado el asunto de mi supuesta identidad, no había sido quien inventó que me pidieron documentos a la salida del programa de televisión, sino que el comentario le llegó ya deformado, desde un “botón” al que consideré amigo hasta que supe, integrante de la Fundación Argentina de Ovnilogía. Un sujeto que, en un debate televisivo en el que había dos tribunas con posiciones encontradas, había desacreditado, estando en la misma tribuna, al fotógrafo y al presidente de la entidad que él mismo integra, cuando éstos mostraban una evidencia fotográfica y aquél, histriónica y vehementemente, manifestaba que la “foto y el video no corren más”, porque “así lo dice el pionero de la investigación ovni, Philip Klass”. El tal pionero, no es otra cosa que un detractor del fenómeno ovni. Y este hombrecillo que desacreditaba a sus propios compañeros, se llama Pablo Romay y es el mismo que le pasó a Ferguson los comentarios de la cuestión Clomro, policías, identidad.
Sería tonto de mi parte pretender que mi nombre no sea sabido por muchos, porque con toda la gente que nombré, que me conoce desde hace tantos años, la identidad del encapuchado aquél nunca fue un misterio para ellos. Mi identidad fue algo que no quisieron dar a conocer la mayoría de los ufólogos y contactados que se sintieron ofendidos por aquello del supuesto “desprestigio” que dicen que les provoqué. Todos entendieron que no era necesario. Al menos todos los que me conocían. Guardaron silencio no por complicidad, sino porque en lo personal a mí me podrán caer mal Ashtar Sheran o la ufología escéptica, pero no las personas que creen en ese comandante o que investigan ovnis de esa manera. Y supongo que tampoco les debo caer tan mal para que vayan a los diarios a publicar mi nombre. Sólo supe que lo hicieran Ferguson y Fuentealba en el periódico ufológico “Zona Prohibida” (donde mi nombre según él no era el mismo que el referido por Ferguson). Ninguno de los dos me conocía. Ambos trataron de usarme como tema de discusión no por algo personal conmigo, sino por antagonismos con Agostinelli o el CAIRP, pensando que lo mío tenía algo que ver con ellos.
Cómo me llamo, bastantes lo saben. Y a qué me dedico y cómo se puede localizarme. Si Ferguson o Fuentealba hubieran publicado mi verdadero nombre sin vincularme a un inexistente procedimiento policial o a supuestos tejemanejes de los escépticos para desacreditar la ufología, a lo sumo habrían incurrido en la falta si no jurídica, al menos sí ética de revelar datos de alguien que se presenta en TV a efectuar declaraciones con reserva de identidad. Que el tema de mi identidad se comente en ciertos círculos, es una cosa. Ponerlo en los diarios, con el agravante de acusarme de servir voluntariamente y premeditadamente a los fines de refutadores de la pseudociencia como los del CAIRP, ya es otra cosa. La verdadera dimensión del problema estuvo centrada en ese punto y no en mi nombre. Al cual seguiré sin confirmar ni desmentir toda vez que se lo comente, sea mi nombre verdadero u otro equivocado. Como cuando me han mandado e-mails preguntando si soy un tal XX que no era mi nombre, a lo cual no dije ni sí ni no. Por más que siga habiendo gente que sepa todo de mí. Lo cual me tiene sin cuidado mientras mi foto y mi nombre no aparezcan en el Washington Post.
AFR> Correspondencia de intercambio entre “Clomro”, Agostinelli y el CAIRP:
DESPRESTIGIO
Hay cierta clase de gente que piensa y que dice (¿realmente piensa o lo dice porque no piensa?) que yo desprestigio a la ovnilogía y la divulgación del tema extraterrestres. Que soy un invento del CAIRP, o de Alejandro Agostinelli, hecho a los efectos de desacreditar a ovnílogos y contactistas de línea mística.
Que como mi aparición televisiva fue en un programa donde Agostinelli era productor, la idea sería utilizarme para que, con una vestimenta ridícula y un discurso que causaría más desagrado, confusión y humor, que adhesión y seriedad, yo fuera, como conclusión de 50 años de investigación ovnilógica, el producto final de tanto trabajo: una bofetada a los investigadores y divulgadores, por su incapacidad de haber presentado alguna prueba concluyente. Un sujeto diciendo ser extraterrestre, despertaría el resentimiento de todos, porque no se trataría de un extraterrestre descubierto ni por los investigadores ni por los contactistas, sino que se presentaría él mismo diciéndole a los investigadores que con su metodología científica nunca demostrarían nada, y a los contactistas, que sus tan venerados comandantes con los que se contactan, son unos farsantes manipuladores de la humanidad.
A eso le llaman “desprestigio”: a no saber reconocerse, los investigadores de línea cientificista, como mediocres en sus metodologías de investigación, por las cuales los millones de extraterrestres encarnados como humanos, no podemos ser descubiertos por sus métodos “científicos”. A eso le llaman “desprestigio”: a que un sujeto que dice ser uno de esos extraterrestres diga ser lo que es, y dejarlos a ellos como unos mediocres incapaces de constatar si es cierto o no, quedando así demostrado que esa disciplina pretendidamente “científica” a la que se dedican, no es capaz de darle a la sociedad alguna respuesta esclarecedora al respecto.
Por su parte, los contactistas le llaman “desprestigio” a que alguien le hable al público televisivo sobre corrupción en el cosmos y cómo corruptos disfrazados de angelicales comandantes, engañan a la humanidad con sus mensajes telepáticos, para seguir manejándola a su antojo. A eso le llaman “desprestigio”: a ponerse una vestimenta guerrillera como símbolo del desacato a esos mandos intergalácticos, y de rebelión a todo sistema de poder que manipule a los pueblos.
A eso le llaman “desprestigio”: a que de pronto, cuando todo el mundo creía en la ovnilogía y en los mensajes telepáticos, un rebelde cualquiera aparece diciendo que la investigación ovni es incapaz de refutar si él es un extraterrestre en un cuerpo humano, y que los mensajes telepáticos de los supuestos seres de luz, juegan a favor de las tinieblas.
Se las agarraron con el CAIRP, quizá por el hecho de que creen que esa institución pueda sacar algún partido de un personaje como yo. Su propia gente respondería que nunca podría ser así, pues mi finalidad no es refutar la pseudociencia, sino que mucho de lo que transmito es pseudocientífico. Y se las agarraron con Agostinelli, por haberme invitado a ese programa en vez de no haberme dado la oportunidad de decir lo mío, cuando ese criterio de exclusión debería, en tal caso, haber dejado afuera a unos cuántos más a quienes invitó también, y que son precisamente algunos de los que le cuestionan el hecho de que me haya invitado. Hace unos meses, ante algo que publiqué sobre él, envió por correo electrónico un mensaje aclaratorio que reproduciré a continuación:
(28-oct-98)
“CLOMRO ES UN TIERNO”, AFIRMA UN ESCÉPTICO
Quiero aclararle al Comandante Clomro y a todos aquellos que recibieron el e-mail donde me menciona que no integro la Fundación CAIRP desde 1994, que abandoné tanto por razones ideológicas como profesionales.
También quiero aclarar que cuando, en mi carácter de productor, propuse al Productor Ejecutivo del programa “Frente a frente” invitar a Clomro al programa (en su emisión del 24 de junio de 1997), lo hice pensando que era la manera más divertida y original de rendir homenaje al fenomeno cultural que representan los platos voladores, en ocasión del 50 aniversario del avistamiento de Kenneth Arnold: la más o menos reflexiva (pero sobre todo contrastante) deliberación entre escépticos, ufólogos y contactados alrededor de un encapuchado que aseguraba venir de otro mundo iba a disparar (como creo lo hizo) un debate más enriquecedor que seguir oyendo la consabida cantinela de los contactados, aburridos relatos de ciertos testigos y odiosas explicaciones racionalistas.
La intención fue presentar el tema desde un ángulo provocativo. Nunca “promover” a Clomro ni, mucho menos, “ridiculizar” un tema. Ahí simplemente estaban casi todas las voces representadas para que dijeran lo que quisieran.
En cuanto a la siguiente frase de Clomro:
“Yo puedo ser amigo de la gente del C.A.I.R.P. y tomar como tomo con ellos un café en un bar, y estamos frente a una cámara y nos decimos cada uno contra el otro lo que cada uno tiene que decir; somos enemigos en el campo de batalla, no a cara descubierta”.
… quiero creer que cuando se refiere a “gente del CAIRP” no me incluye, porque a mí su personaje me enternece y me siento tan amigo tanto de Clomro como del tipo que cubre su cara con una capucha (¡si hasta algunas veces usa una con las siglas del Ejército Zapatista que le traje de Chiapas!).
Lamentaría mucho que sintiera de verdad que “somos enemigos en el campo de batalla” (¿?), ya que ni siquiera creo que lo consideren así los integrantes del CAIRP con los que polemizó en aquel recordado talk-show. Cuando algunos me preguntan si no me arrepiento de haber facilitado la difusión de un personaje tan bizarro, yo suelo responder que antes que Clomro hubo, hay y habrá mucha gente que, ofreciendo mucho menos, tuvo, tiene y tendrá su espacio en TV.
Pienso que Clomro es un tierno, un adulto con corazón de niño; y su discurso, más allá del mundo de fantasías que creo las dispara, probablemente no lleve jamás a develar “el misterio de los ovnis”, pero sí acaso puede incitar a reflexiones muy interesantes a propósito de aquellas personas que presentan ideas minoritarias (propias de “extraterrestres”) en el seno de la cultura”.
Por si estas aclaraciones no fueren suficientes para esclarecer que ni el CAIRP ni Agostinelli han sido mis inventores porque para inventarme a mí mismo me basta con mis ideas, reproduzco lo que ya hace bastante he publicado en Internet al respecto, como para que no quede duda (www.geocities.com/Area51/Dimension/2071) donde se detalla cómo fue que sucedió lo de mi aparición como “Comandante Clomro” y mi invitación por parte de Alejandro Agostinelli:
Nace “Clomro”, por escrito
Terminaba febrero, y el diario La Prensa publicaba una nota sobre el “Proyecto E.T.” del C.A.I.R.P. (Centro Argentino Para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia), consistente en recompensar con U$S 10.000 al primero que presentara una prueba de la existencia de los extraterrestres. Les escribí en el acto, no en mi condición de humano, sino como extraterrestre que trataba de ridiculizar el referido proyecto, explicando que nosotros no tenemos ningún interés en hacer demostraciones de nuestra existencia. Lo hice tanto con intenciones de burla, como con intenciones de que hubiera cosas veraces y serias en el contenido. Hablaba de los extraterrestres que no son de mi bando y que sí parecen interesados en ser vistos, y hablaba de los que preferimos pasar i