La panza del tepozteco

Se trata de una novela corta del escritor mexicano José Agustín. En ella se entremezclan los elementos fantásticos y los reales. Aparecen nombres de lugares muy conocidos por quienes gustamos de visitar Tepoztlán, en el Estado de Morelos, y para quienes viven allí el ambiente que se respira en el texto resulta de lo más familiar. Así es también para quienes tienen conocimientos sobre la historia de los antiguos mexicanos, ya que el autor utiliza como personajes a las deidades aztecas, otorgándoles una gran vitalidad frente a los protagonistas: siete adolescentes y una niña.

La narración nos sitúa inicialmente en la Terminal de Autobuses del Sur de la ciudad de México, donde el grupo, conformado por Yanira, el gordo Tor, Erika, Alaín, Homero, Indra y Selene, se dispone a ir a Tepoztlán para pasar cuatro días de asueto. Desde ese momento el lector se identifica con el ambiente de los muchachos de secundaria que salen de paseo sin estar acompañados de algún adulto. El autor describe fielmente el vocabulario y las bromas propias de la edad, y también los pequeños obstáculos que deben sortear para llegar a su destino. En Tepoztlán se alojan en la casa de descanso de la familia de Alaín.

Por la tarde, el grupo se anima a echar una caminata por el Tepozteco, lugar que se caracteriza por sus escarpados cerros y por su preciosa vegetación, que ya para el mes de septiembre está muy verdeada por las lluvias. Además de su belleza natural, Tepoztlán tiene una gran riqueza cultural que ha podido conservar gracias a la viveza de las tradiciones, los usos y las costumbres heredados de un pasado indígena que pervive y sigue causando admiración y gusto de propios y extraños.

Los acompaña un joven indígena oriundo del lugar, Pancho, amigo de Alaín desde su infancia. Él es quien conoce a la perfección la mejor ruta para llegar a la pirámide tolteca, lugar muy visitado desde donde se tiene una panorámica preciosa del valle y del pueblo de Tepoztlán. Sin embargo, los muchachos se mueven con espíritu de aventura y su guía los lleva a una cueva con murciélagos.

Allí, como personas citadinas que son, ya sienten que han penetrado algo más en los secretos del lugar, y aceptan con entusiasmo la invitación de Pancho para explorar al día siguiente otra cueva más alejada y desconocida.

Con comida, lámparas y un machete, salen temprano guiados por Pancho. Recorren veredas y trepan taludes; hay cansancio y quejas porque no están acostumbrados a tales caminatas, pero finalmente llegan a la caverna. Entran a una cámara de abundante vegetación, y de allí, a gatas por una rendija llegan hasta otra gran cámara con estalactitas y estalagmitas donde se percibe una gran humedad y descubren una luz.

A partir de ese momento, el autor del libro nos hace acompañar a los muchachos en un mundo fantástico donde los dioses prehispánicos son personajes de la novela. En un lenguaje coloquial, los dioses aparecen con sus nombres recortados a manera de apodos, muy al estilo de los escolares de secundaria. Desfilan en el texto “Tezca” (tlipoca), “Tona” (ntzin), “Chico” (mécoatl), “Coat” (licue), “Huitz” (ilopochtli), “Chalch” (chiutlicueye), Xiute (cutli), y otros más.
Los dioses actúan de distintas maneras: Tezca, con poder para alterarles los sentimientos; Tona, quien les da alimento y protección, Huitz, que desea sacrificarlos, y así también los demás dioses que desempeñan la función que los identifica.

Dentro de la trama hay continuos motivos que, a pesar de poner en aprietos a los muchachos, también contienen una dosis de buen humor, como es el episodio del viejo que los quiere obligar a emborracharse y después se oculta para reaparecer transformado en el perro que se orina en el pantalón de Tor. También hay momentos de afecto muy agradables para todo el grupo, principalmente cuando están cerca de Tona, quien les cocina unos deliciosos tacos y les ofrece su cariño y protección.

El grupo va descubriendo las maravillas ocultas que hay en la caverna, no sólo las naturales sino también los recintos construidos para ser morada de los dioses que allí se encuentran en retiro desde hace quinientos años. Los muchachos conocen los jardines interiores y los edificios de piedra decorados con motivos que representan escenas de la vida azteca en su época de esplendor.

Están azorados con lo que pueden ver y oír, se sienten transportados a un lugar que jamás hubieran imaginado y, al preguntar Alaín que dónde están, es Chalch, la diosa del agua, quien le responde: “en la panza del Tepozteco”.

Con su presencia allí, los muchachos reviven los conflictos entre las deidades aztecas, ya que unos los defienden y otros los atacan y desean llevarlos ante Huitz para que se les sacrifique, porque rompieron la paz en la que vivían.

El texto “La panza del Tepozteco” es una recreación literaria donde se le da una nueva manera de ser a las divinidades del México prehispánico. El autor las despoja de la solemnidad con que tradicionalmente se les ha enmarcado y las hace compatibles con un grupo de muchachos de nuestra época; alegres y alertas para descubrir un lugar lleno de belleza y tradiciones como lo es Tepoztlán.

Lo ficticio de las vivencias con las deidades contrasta con lo real que puede ser un paseo por el Tepozteco.
Es un libro de fácil y amena lectura que educa y divierte.

Bibliografía:
Agustín José, La panza del Tepozteco, Editorial Alfaguara, México, 1995

ISAAC ASIMOV – LOS SUFRIMIENTOS DEL AUTOR

ISAAC ASIMOV – LOS SUFRIMIENTOS DEL AUTOR

En tu cerebro rebosan desordenadas las tramas. Tramas de ciencia ficción que
ideas con gran contento,
Se agolpan luego en tu mente aferrándose obstinadas, hasta que te vuelves loco
de ira y de desaliento.

Cuando, junto a la muchacha a la que amas, tu mente gira como un torbellino,
hasta el punto de no oír sus palabras.
Cuando, en medio de un concieflo, recuerdas el pasado y te pierdes una nota de
la sinfonía que están ejecutando.
O conduciendo un coche, no has llegado muy lejos cuando advienes que te has
saltado un semáforo en rojo,
y para colmo, ¡oh, cielos!, golpeas a un Ford de lado y tu faro delantero se
conviene en migajas.
Cuando tu jefe te da una palmada en la espalda (por haber realizado un hábil
trabajo) y te le quedas mirando con expresión estúpida,
y luego farfullas algo idiota, de forma que queda convencido de que eres un
tarugo y posiblemente te has dado a la bebida.
Cuando sucesos como ésos se vienen encima dejándote abrumado, no le eches la
culpa a fuerzas sobrenaturales.
Si escribes relatos de ciencia ficción, te verás desviado de tu trayecto- ña,
tan cieno como que las estrellas se mantienen en sus órbitas;
pues tu mente elaboradora de tramas se tomará sorda, muda y ciega a los necios
hechos de la vida, que te acosan,
mientras las maravillas del espacio te ciñen en estrecho abrazo, en tre la pompa
de los haces de estrellas…

Comienzas con una nave, absorbida por una vorágine en el hiperes pacio, en ruta
hacia Cástor,
y que adviene para su mal que parece haberse perdido en una ga laxia como la
nuestra, aunque mucho más vasta.
Sintiéndote algo preocupado sobre la continuación, te inventas una serie de
criaturas, villanas y embusteras, de horribles rasgos, y rebosantes de perversos
designios.
Nuestros bravos héroes, enfrentados a esas hordas, se ven en situa ciones
cruciales, puesto que el enemigo -una vez descubiena nuestra galaxia- pretende
reducirla a una sumisión total.
Ahora has de complicarlo todo, al desarrollar el asunto, de modo que mantengas
el hilo del relato en vibrante tensión.
Los terrestres han de ser cuatro (sólo cuatro, ni uno más), mientras que el
número de enemigos sobrepasa todo cálculo.
Nuestros héroes, capturados, son conducidos seguidamente ante los despreciativos
y tiránicos jefes,
que les preguntan: «¿Dónde está la Tierra?». Y ellos permanecen en silencio, con
inmutable valor que encantará a los lectores.

Espera un poco. Veamos, esto no marcha. Olvidaste a la muchacha. Inventa una, a
la par buena y pura (aunque con gran atractivo sexual) y no demasiado vestida.
Hazía formar parte de la tripulación, así será también capturada, y la tropa
enemiga la devorará con ojos lascivos.
Hay un intenso deseo en la mirada de los malvados, lo cual no ha de extrañarnos,
pues la muchacha es de pecho más bien lleno y sua ve cual el plumón…
No, más vale que corrijas esta parte y deshagas el lío, pues el lector recordará
que, siendo los enemigos reptiles, no serán sensibles a la seducción humana…
Que acosen a la muchacha, manejando sus látigos para arrancar la confesión de
los terrestres.
Hasta que éstos logran romper sus ligaduras, desarrollándose esce nas de
singular violencia.
Cada héroe de la Tierra es un luchador nato, y sus puños valen por docenas… Y
justamente, llegado a este punto de la trama, tu ca beza dará vueltas.
Ya no sabes dónde te encuentras, ni dónde has aparcado el coche. Llevas la
corbata torcida y no tienes idea de la hora que es, ni te das cuenta de lo que
dice la gente, ni de que miran tus calcetines (desparejados), dudando entre si
se trata de una simple rareza o bien estás loco, lo cual conjeturan por el
brillo de tus ojos, hasta que finalemnte concluyen, por tu aspecto general, que
en efecto lo estás de remate.
Pero la tortura pasó. Y fue por gusto por el placer de llenar el papel blanco
con palabras bien hilvanadas, por lo que elaborate un nuevo relato de ciencia
ficción.

Libros malditos de la A a la Z

A

B

Odio, por Peter Bagge: comic underground sobre un tipo de Seattle con sus problemas con el mundo, sus colegas, su familia y su novia. Con banda sonora de Pearl Jam, Nirvana, Mudhoney y similares. Mala leche e ironía

La vida intermitente, por Rüth Baza: flipada de libro de la colección “Reservoir books”, leedlo porque no me acuerdo de que iba pero sé que me gustó.

13,99 €,por Frederic Beigbeder: desvela la manipulación de las agencias publicitarias para mantener embobado al personal. El libro está muy bien al principio pero luego la tío se le va la olla demasiado con la coca. Después de escribirlo, a este tío le echaron de la agencia de publicidad para la que trabajaba.

Bobos en el paraíso, por David Brooks: explicación de por qué se lleva lo rústico, natural, etc…. Aquí se demuestra que todo es puro y puto marketing yanqui y todo está controlado por la CIA, joderrrr

Yonqui, por William S. Burroughs: supongo que basado en experiencias personales del autor, tipo Trainspotting, está bien, descubres cosas, que de eso se trata el madurar, ¿ein?

El almuerzo desnudo, por William S. Burroughs: viaje onírico debido a la heroína del señor Burroughs. Un poco raro porque te pierdes bastante sino estás en el mundillo del jaco. Vamos yo lo leí perdido en el centro de China; Xining concretamente, y flipaba de noche y de día con todo lo que sucedía a mi alrededor, iba todo como en cámara lenta…

C

A sangre fría, por Truman Capote: una pasada sobre el asesinato de una familia norteamericana, censurado en su época por sangriento. Truman Capote escribió el libro después de entrevistarse varias veces en la cárcel con los detenidos acusados del crimen. Muy bueno.

El ritmo de las tribus, por Pepe Colubi: tratado sobre tribus urbanas en plan risas con dibujos del autor. Divertido, aunque ahora un poco desfasado por la aparición de nuevas tribus.

D

E

American psycho, por Bret Easton Ellis: bueno, bueno, mi libro de cabecera, el único que he leído dos veces. Es una pasad, un poco bestia con algunas cosas repugnantes (esa rata por ahí) pero que refleja la doble vida de los yuppies yanquis en los ochenta; mucho dinero y mucha coca. Seguro que esta peña existe…

Glamourama, por Bret Easton Ellis: sigue en sus estilo, basado en el mundo de los actores y modelos, creo recordar, con muchas historias mezcladas, idas y venidas y flipadas varias. Muy bueno, ¿a que sí, Patricia?

Popcorn, por Ben Elton: mola mucho, lo leí hace mucho y me gustó, trata sobre un secuestro dentro de una casa con cámaras de TV fuera, se hizo una obra de teatro sobre este libro.

Estokolmo, por Gustavo Escanlar: también de la colección “Reservoir books”, sobre un secuestro de niña bien a la que le va la marcha.

Aprendiendo de las drogas, por Antonio Escohotado: estudio científico sobre todos los tipos de drogas conocidas y supuestamente probadas por este tío (habla mucho me parece a mí). Os puede servir de vademécum.

Amor, curiosidad, prozac y dudas, por Lucía Etxebarría: el primer y mejor libro de Lucía (saludos, siempre te veía por la noche de Madrid, me miras y no me dices nada, yo tampoco, gorda)

F

El diario de Bridget Jones, por Helen Fielding: divertido libro sobre la vida poco sexual de una treintañera que apunta lo que le pasa en un diario (¡qué gente! si apuntara todo lo que me pasa a mí, sobre todo lo raro, ¡que siempre me toca el colgao del pueblo, vaya!, tendría un best-seller).

G

American gods, por Neil Gaiman: muy bueno (gracias Lennon por el regalo, ja, ja, todavía me acuerdo del pedo que llevabas, haciendo eses por la calle Alcalá hasta el buho y luego vas, me das el libro y te piras andando, ja, ja, ¡si es que no se puede empezar desde por la mañana con las cañitas!, por cierto, yo me quedé sobado en el bus). El libro va sobre un tipo, llamado “Sombra” que sale de la cárcel y se tiene que ir a otra ciudad por “motivos personales” y se le aparecen dioses y un tío raro que sabe su vida…..En fin flipadas oníricas nuevamente. Muy recomendable.

H

Cosecha roja, por Dashiell Hammet: auténtica novela negra clásica sobre tiros, abrigos largos, sombreros de ala ancha y mujer fatal. El detective llega a la ciudad y se lía. Muy bueno, huele a pólvora y sangre.

I

J

K

L

Lo peor de todo, por Ray Loriga: como pone en el libro: “ésta es una novela acerca del desaliento, acerca de todo lo que uno tiene que hacer aunque no quiera y de lo raras que son las cosas algunas veces”, me recuerda a mí ¡joder!,primer libro de Ray Loriga del que luego se hizo una peli: “La pistola de mi hermano”, creo.

M

Benidorm, Benidorm, por Pedro Maestre: ja, ja, éste es de risa, sobre un tío que se va de vacaciones a Benidorm y le pasa lo que pasa en esta ciudad. Me recuerdo mis desfases allí. Aviso: este libro lo compré en Alcampo.

Ciudad rayada, por José Ángel Mañas: muchos recuerdos de muchas noches locas en Madrid con los de siempre. En el libro hay música, alcohol, drogas, fiestas.

Sonko 95, por José Ángel Mañas: como el anterior, deben ser experiencias del escritor porque también escribió “Historias del Kronen”.

Por favor, mátame, por Legs Mc Neil & Gillian Mc Cain: tiene como subtítulo “Historia oral del punk”. Es un estudio sobre el movimiento punk en Estados Unidos, su origen en grupos ocomo los MC5, los Stooges de Iggy Pop, los Ramones, Johnny Thunders etc… y cuenta como por ejemplo a los Clash les dieron de hostias los anteriores por blanditos nada más desembarcar en NY. Bueno para los interesados en el punk.

Corre, rocker, por Sabino Méndez: libro muy bueno y muy bien escrito por el que fuera guitarra y compositor de Los Trogloditas donde le mete kaña al Loquillo y le deja hecho un trapo. Aparte de contarnos sus batallas de conciertos y chicas hasta que la heroína le retiró del grupo. Muy bueno.

N

O

Siniestro Total, por Jesús Ordovás: libro sobre la historia del grupo vigués, donde explican el origen de su nombre, ya sabéis el accidente de tráfico. Divertido.

P

La reina del sur, por Arturo Pérez Reverte: libro de los que se leen del tirón porque te metes en la historia rápidamente. Habla del tráfico de drogas desde México hasta Tarifa y esa zona. Muy bueno. La protagonista con una par. Éste es de Clara, más besos, ya leeré el de “La batalla de Trafalgar”, mi regalo de reyes, junto con las anchoas…., je, je.

Patente de corso, por Arturo Pérez Reverte: Recopilación de artículos del periódico donde Pérez Reverte escribe con su estilo particular de estar cabreado con todo el mundo y ataca a todo el mundo. Mola.

Con ánimo de ofender, por Arturo Pérez Reverte: como el anterior pero de otros años.

Territorio comanche, por Arturo Pérez Reverte: cuenta la historia de unos reporteros españoles en la guerra de Bosnia. Se mete con la periodista Ángela Rodicio. Se hizo una película sobre el libro. Me gustó más el libro.

Q

Cuerda de presos, por Jesús Quintero: entrevistas con presos de la cárcel con el estilo de este perro verde. Curioso.

R

La sombra del viento, por Carlos Ruiz Zafón: es un libro original, curioso y bueno, sobre todo si os gustan los libros. La idea del cementerio de los libros olvidados está muy bien. Ojo que yo me perdía bastante leyendo el libro, pero es que yo soy un poco cortito.

S

Diario de un skin, por Antonio Salas: seudónimo de un periodista infiltrado en los ultrasur que cuenta como funcionan estos tipejos y sus conexiones con la policía, de hecho casi se le cargan porque se chivó un madero. Es bueno conocer al enemigo.

El guardián entre el centeno, por J. D. Salinger: clásico sobre un niño que se escapa de casa, creo, no sé, leedlo que me gustó.

Descenso a los fascismos, por Mariano Sánchez Soler: estudio serio sobre el fascismo, sus ramas y conexiones en España. Muy interesante y útil. Aquí se dice lo del famoso músico de la movida madrileña actual dirigente falangista.

T

No te pago por pensar, por Pep Torres: el subtítulo dice: “¿Hay vida inteligente en las empresas?”, o sea, ya sabéis de que va: Escrito en plan risas pero con un fondo muy serio y real que está jodiendo bastante a la gente válida y honesta a la que machacan los jefes y jefecillos por culpa de algunos lameculos, pelotas y trepas que pululan por las empresas y sobre todo los jefes que no tienen ni puta idea de motivar ni sacar lo mejor de sus empleados. Ya sabes, si quieres cobrar a fin de mes, obedece, calla y no pienses en lo que haces porque te lo digo yo que tengo master (o soy amigo-a del jefe).

Dentro (Los Enemigos), por Kike Turrón y Kike Babas: libros de “Zona de obras” sobre la vida de los Enemigos y sus movidas musicales, de noches de alcohol y drogas en el Revolver, etc…, escrito con el ágil y ameno estilo de los Kikes.

Tremendo delirio (Siniestro Total), por Kike Turrón y Kike Babas: lo mismo de antes pero con Siniestro.

Lo mejor que le puede pasar a un cruasán, por Pablo Tusset: divertido libro sobre la vida de un tipo que recuerda a Ignatius Reilly de “La conjura de los necios” y que en el cine ha interpretado Pablo Carbonell. Muy bueno, aunque al final desvaríe bastante también y termine regular, como que no llegaba a tiempo a la imprenta.

U

V

Escupiré sobre vuestra tumba, por Boris Vian: un libro bueno sobre un negro que idea un peculiar sistema para vengarse de los blancos, je, je. Cañero.

Madrid ha muerto, por Luis Antonio de Villena: sobre la movida madrileña, salen los de siempre: Alaska, Berlanga, Costus, etc…. Está bien.

W

Paciente, por Ben Watt: escrito por el miembro del grupo Everything but the girl sobre sus problemas de salud. Muy bueno si estudias medicina o anatomía patológica. De reservoir books.

Trainspotting, por Irvine Welsh: sobre la vida de unos yonkis escoceses, mejor que la película. Sirve para apreciar la vida en Edimburgo y en general el estilo de vida británico. Recomendable. Irvine Welsh es como un hooligan de cuarenta años.

El fin último de la creación, por Tim Willocks: sobre un tipo que está en la cárcel y se basa en la filosofía de los estoicos para sobrellevarlo. A mí me ayudó.

La hoguera de las vanidades, por Tom Wolfe: buenísima crítica la sociedad yanqui escrita por el dandi del traje blanco.

Todo un hombre, por Tom Wolfe: Como el anterior pero más actualizado. Sigue la doble moral. Leedlo.

La conjura de los necios, por P. D. Woodhouse: la vida de un tipejo con mucho morro que cree que todo el mundo está contra él. Divertido.

Nación prozac, por Elizabeth Wurtzel: sobre una chica y sus depresiones tratadas con prozac y similares. Interesante.

Los malditos

El día era hermoso, el cielo estaba radiante, y la población civil de la ciudad salió a cumplir con sus obligaciones con la habitual seguridad que les daba el inexplicable privilegio de nunca haber sido ésta bombardeada, al contrario de lo que ocurría con las demás ciudades del país.

Pobres ilusos. Ninguno de aquellos sabía que no fueron atacados durante todo ese tiempo a propósito, porque la de ellos, había sido seleccionada junto a otras cuatro ciudades, con salvaje perversidad, para un mortífero y vengativo experimento.

Y sólo porque aquel día amaneció claro y despejado, quiso el destino que Hiroshima, padeciera el triste privilegio de ser la primera en recibir la peor de las maldiciones que “Los Malditos” pudieran lanzar.

Desde muy lejos, alto en el cielo, el avión que transportaba aquel infierno, escoltado por otros que, sin importar en absoluto lo que ocurriera con los que estaban allí abajo, tenían misiones específicas, como medir las consecuencias del impacto, tomar fotos, filmar, y experimentar con el crimen que estaban por cometer, abrió las puertas a la tragedia, llevándose, sólo ese día, 150.000 vidas.

Para causar más daño, hasta el horario exacto fue elegido con saña, ya que, aunque ese día amaneció minutos después de las 5 y pudiéndose lanzar la bomba a las 6, hora en que la visibilidad era perfecta, se esperó a que el centro de la ciudad se llenara de entre 100.000 y 150.000 civiles adultos (que desde las 7:00 ó 7:30 empezaban sus trabajos) más unos 100.000 niños y niñas que entraban en las escuelas del centro de la ciudad a las 7:30.

Y el desastre ocurrió: luego de la detonación, se desplegó una bola de fuego primero violácea y posteriormente de color blanco intenso y brillante como un flash fotográfico, con una temperatura de 50 millones de grados. Quienes vieron esa luz y vivieron para contarlo, quedaron ciegos permanentemente (muriendo meses después debido a la radiación).

La onda expansiva, destruyó todo alrededor de 2,5 km de distancia, incinerando a quienes se encontraban en ese sector y transportó vientos recalentados a más de 500 °C hacia toda la ciudad generando casos de incineración súbita, carbonizaciones parciales y quemaduras de personas expuestas hacia el hipocentro del estallido, a más de 10 km del punto cero.

La bola de fuego ascendió, consumiendo miles de metros cúbicos de oxígeno y la luz fue tan intensa que las sombras generadas quedaron marcadas en las paredes que lograron mantenerse en pie.

Pasados los minutos se vieron masas de gente quemada totalmente pero viva con jirones de piel colgando, mutilados por los escombros, algunos quemados parcialmente sólo por el lado expuesto a la explosión. Los incendios se sucedieron uno tras otro.

Media hora más tarde empezó a suceder un efecto extraño: empezó a llover una lluvia de color negro. Dicha lluvia traía el carboncillo condensado de todo material orgánico quemado (entre ellos las víctimas humanas), y del material radiactivo de la bola de humo que se había levantado.

Cinco segundos después del estallido, todo el daño estaba consumado, pero en los primeros meses siguientes a la explosión se cree que murieron 60.000 personas más debido a la radiación causada por la explosión, aunque este total no incluye las víctimas a largo plazo, muchos de ellos voluntarios provenientes de otras ciudades que sin saber los daños que dicha radiación podrían causarles intentaron acudir en ayuda.

Los Malditos jamás pidieron perdón por este genocidio; y al día siguiente del espanto, en las principales ciudades de su país se festejó el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, y sin vergüenza ni arrepentimiento se decía: Damos gracias a Dios por habernos dado la bomba atómica, porque ¿quién sabe cómo la hubiera usado otra nación?

¿Es que se hubiera podido usar de un modo más atroz?

LOS OJOS HACEN ALGO MÁS QUE VER Isaac Asimov

LOS OJOS HACEN ALGO MÁS QUE VER

Después de cientos de miles de millones de años, pensó de súbito en sí mismo como Ames. No la combinación de longitudes de ondas que a través de todo el universo era ahora el equivalente de Ames, sino el sonido en sí. Una clara memoria trajo las ondas sonoras que él no escuchó ni podía escuchar.
Su nuevo proyecto le aguzaba sus recuerdos más allá de lo usualmente recordable. Registró el vórtice energético que constituía la suma de su individualidad y las líneas de fuerza se extendieron más allá de las estrellas.
La señal de respuesta de Brock llegó.
Con seguridad, pensó Ames, él podía decírselo a Brock. Sin duda, podría hablar con cualquiera.
Los modelos fluctuantes de energía enviados por Brock, comunicaron:
—¿Vienes, Ames?
—Naturalmente.
—¿Tomarás parte en el torneo?
—¡Sí! —Las líneas de fuerza de Ames fluctuaron irregularmente—. Pensé en una forma artística completamente nueva. Algo realmente insólito.
—¡Qué despilfarro de esfuerzo! ¿Cómo puedes creer que una nueva variante pueda ser concebida tras doscientos mil millones de años? Nada puede haber que sea nuevo.
Por un momento Brock quedó fuera de fase e interrumpió la comunicación, y Ames se apresuró en ajustar sus líneas de fuerza. Captó el flujo de los pensamientos de otros emanadores mientras lo hizo; captó la poderosa visión de la extensa galaxia contra el terciopelo de la nada, y las líneas de fuerza pulsada en forma incesante por una multitudinaria vida energética, discurriendo entre las galaxias.
—Por favor, Brock —suplicó Ames—, absorbe mis pensamientos. No los evites. Estuve pensando en manipular la Materia. ¡Imagínate! Una sinfonía de Materia. ¿Por qué molestarse con Energía? Es cierto que nada hay de nuevo en la Energía. ¿Cómo podría ser de otra forma? ¿No nos enseña esto que debemos experimentar con la Materia?
—¡Materia!
Ames interpretó las vibraciones energéticas de Brock como un claro gesto de disgusto.
—¿Por qué no? —dijo—. Nosotros mismos fuimos Materia en otros tiempos… ¡Oh, quizás un trillón de años atrás! ¿Por qué no construir objetos en un medio material? O con formas abstractas, o… escucha, Brock… ¿Por qué no construir una imitación nuestra con Materia, una Materia a nuestra imagen y semejanza, tal como fuimos alguna vez?
—No recuerdo cómo fuimos —dijo Brock—. Nadie lo recuerda.
—Yo lo recuerdo —dijo Ames con seguridad—. No he pensado sino en eso y estoy comenzando a recordar. Brock, déjame que te lo muestre. Dime si tengo razón. Dímelo.
—No. Es ridículo. Es… repugnante.
—Déjame intentarlo, Brock. Hemos sido amigos desde los inicios cuando irradiamos juntos nuestra energía vital, desde el momento en que nos convertimos en lo que ahora somos. ¡Por favor, Brock!
—De acuerdo, pero hazlo rápido.
Ames no sentía aquel temblor a lo largo de sus líneas de fuerza desde… ¿desde cuándo? Si lo intentaba ahora para Brock y funcionaba, se atrevería a manipular la Materia ante la Asamblea de Seres Energéticos que, durante tanto tiempo, esperaban algo novedoso.
La Materia era muy escasa entre las galaxias, pero Ames la reunió, la juntó en un radio de varios años-luz, escogiendo los átomos, dotándola de consistencia arcillosa y conformándola en sentido ovoide.
—¿No lo recuerdas, Brock? —preguntó suavemente—. ¿No era algo parecido?
El vórtice de Brock tembló al entrar en fase.
—No me obligues a recordar. No recuerdo nada.
—Existía una cúspide y ellos la llamaban cabeza. Lo recuerdo tan claramente como te lo digo ahora. —Efectuó una pausa y luego continuó—. Mira, ¿recuerdas algo así?
Sobre la parte superior del ovoide apareció la «cabeza».
—¿Qué es eso? —preguntó Brock.
—Es la palabra que designa la cabeza. Los símbolos que representan el sonido de la palabra. Dime que lo recuerdas, Brock.
—Había algo más —dijo Brock con dudas—. Había algo en medio.
Una forma abultada surgió.
—¡Sí! —exclamó Ames—. ¡Es la nariz! —Y la palabra «nariz» apareció en su lugar—. Y también había ojos a cada lado: «Ojo izquierdo…, Ojo derecho».
Ames contempló lo que había conformado, sus líneas de fuerza palpitaban lentamente. ¿Estaba seguro que era algo así?
—La boca y la barbilla —dijo luego— y la nuez de Adán y las clavículas. Recuerdo bien todas las palabras. —Y todas ellas aparecieron escritas junto a la figura ovoide.
—No pensaba en estas cosas desde hace cientos de millones de años —dijo Brock—. ¿Por qué me haces recordarlas? ¿Por qué?
Ames permaneció sumido en sus pensamientos.
—Algo más. Órganos para oír. Algo para escuchar las ondas acústicas. ¡Oídos! ¿Dónde estaban? ¡No puedo recordar dónde estaban!
—¡Olvídalo! —gritó Brock—. ¡Olvídate de los oídos y de todo lo demás! ¡No recuerdes!
—¿Qué hay de malo en recordar? —replicó Ames, desconcertado.
—Porque el exterior no era tan rugoso y frío como eso, sino cálido y suave. Los ojos miraban con ternura y estaban vivos y los labios de la boca temblaban y eran suaves sobre los míos.
Las líneas de fuerza de Brock palpitaban y se agitaban, palpitaban y se agitaban.
—¡Lo lamento! —dijo Ames—. ¡Lo lamento!
—Me has recordado que en otro tiempo fui mujer y supe amar, que esos ojos hacían algo más que ver y que no había nadie que lo hiciera por mí… y ahora no tengo ojos para hacerlo.
Con violencia, ella añadió una porción de materia a la rugosa y áspera cabeza y dijo:
—Ahora, deja que ellos lo hagan —y desapareció.
Y Ames vio y recordó que en otro tiempo él fue un hombre. La fuerza de su vórtice partió la cabeza en dos y partió a través de las galaxias siguiendo las huellas energéticas de Brock, de vuelta al infinito destino de la vida.

Y los ojos de la destrozada cabeza de Materia aún centelleaban con lo que Brock colocó allí en representación de las lágrimas. La cabeza de Materia hizo lo que los seres energéticos ya no podían hacer y lloró por toda la humanidad y por la frágil belleza de los cuerpos que abandonaron un billón de años atrás.

F I N

La Imagología.

La Imagología.

El político depende del periodista. ¿Pero de quién dependen los periodistas? De los que pagan. Y los que pagan son las agencias publicitarias, que compran de los periódicos el espacio y de la televisión el tiempo para sus anuncios. A primera vista se diría que se dirigirán sin vacilar a todos los periódicos que se venden bien y que pueden por lo tanto incrementar la venta del producto ofrecido. Pero ésa es una visión ingenua del asunto. Vender el producto no es tan importante como creemos. Basta con fijarse en los países comunistas: No es posible afirmar que los retratos de Lenin que colgaban por todas partes pudieran incrementar el amor por Lenin.

Las agencias de publicidad de los partidos comunistas (los llamados departamentos de agitación y propaganda) olvidaron hace ya mucho tiempo el objetivo práctico de su actividad (hacer que el sistema comunista sea amado) y se convirtieron en un fin en sí mismas: crearon su idioma, sus fórmulas, su estética (los directores de estas agencias tenían antes un poder absoluto sobre el arte en sus países)

¿Objetarán ustedes que la publicidad y la propaganda no pueden compararse, porque una está al servicio del comercio y la otra al de la ideología? No entienden ustedes nada. Hace unos cien años, en Rusia, los marxistas perseguidos comenzaron a reunirse en secreto en pequeños círculos para estudiar el Manifiesto de Marx; simplificaron el contenido de esta sencilla ideología para difundirla a nuevos círculos cuyos miembros, simplificando aún más esta simplificación de lo sencillo, la transmitieron a otros y éstos a otros, de modo que cuando el marxismo se hizo conocido y poderoso en todo el planeta no quedaba de él más que una colección de seis o siete consignas, tan deficientemente ligadas entre sí que es difícil llamarlas ideología. Y porque lo que quedó de Marx hace ya tiempo que no constituye un sistema lógico de ideas, sino apenas una serie de imágenes y consignas sugerentes (un obrero que sonríe con un martillo, un hombre negro, uno blanco y uno amarillo que se dan fraternalmente la mano, la paloma de la paz que echa a volar hacia el cielo, etcétera, etcétera),podemos hablar de la gradual, general y planetaria transformación de la ideología en imagología.

Imagología.¿Quién inventó primero este magnífico neologismo?¿Paul o yo? Al fin y al cabo eso no es lo que importa. Lo importante es que esta palabra nos permite unir bajo un mismo techo lo que tiene tantos nombres: las agencias publicitarias, los asesores de imagen de los hombres de Estado, los diseñadores que proyectan las formas de los coches y de los aparatos de gimnasia, los creadores de moda, los peluqueros y las estrellas del show bussines, que dictan la norma de belleza física a la que obedecen todas las ramas de la imagología.

Claro que los imagólogos existían antes de que hubieran creado sus poderosas instituciones, tal como las conocemos hoy. Hasta Hitler tenía su imagólogo personal, que se ponía ante él y le enseñaba pacientemente los gestos que debía hacer durante sus discursos para fascinar a las masas. Sólo que si entonces aquel imagólogo hubiera dado a los periodistas una entrevista en la que hubiese divertido a los alemanes contándoles que Hitler no sabía mover las manos, no habría sobrevivido más de medio día a su indiscreción. Hoy, en cambio, el imagólogo no sólo no oculta su actividad sino que con frecuencia habla en lugar de sus hombres de Estado, le explica al público lo que les ha enseñado y lo que ha logrado que olvidaran, cómo van a comportarse, de acuerdo con sus instrucciones, qué fórmulas utilizarán y que corbata llevarán puesta. Y no debe extrañarnos su autosuficiencia: la imagología ha conquistado en las últimas décadas una victoria histórica sobre la ideología.

Todas las ideologías fueron derrotadas: sus dogmas fueron finalmente desenmascarados como simples ilusiones y la gente dejó de tomarlos en serio. Los comunistas, por ejemplo,creían que durante el desarrollo del capitalismo el proletario iba a empobrecerse cada vez más, y cuando un buen día se demostró que en toda Europa los obreros iban a su trabajo en coche, tuvieron ganas de gritar que la realidad les estaba haciendo trampas. La realidad era más fuerte que la imagología. Y precisamente en este sentido la imagología la superó: la imagología es más fuerte que la realidad, que por lo demás hace ya mucho que no es lo que era para mi abuela,que vivía en un pueblo de Moravia y lo conocía aún todo por su propia experiencia: cómo se hornea un pan, cómo se construye una casa, cómo se mata a un cerdo y se hacen con él embutidos, qué se pone en los endredones, qué piensan del mundo el señor cura y el señor maestro; todos los días se encontraba con todo el pueblo y sabía cuantos asesinatos se habían cometido en los alrededores en los últimos diez años; tenía, por así decirlo, un control personal sobre la realidad, de modo que nadie podía contarle que el campo moravo prosperaba cuando en casa no había qué comer. Mi vecino de París pasa su tiempo en una oficina en la que está ocho horas sentado frente a otro empleado, después coge su coche, vuelve a casa, enciende el televisor, y cuando el locutor le informe del sondeo de opinión pública según el cual la mayoría de los franceses ha decidido que su país es el más seguro de Europa(no hace mucho leí semejante sondeo),abrirá de pura felicidad una botella de champagne y jamás sabrá que ese mismo día se cometieron en su calle tres robos y dos asesinatos.

Los sondeos de opinión pública son el instrumento decisivo del poder imagológico, que gracias a ellos vive en total armonía con el pueblo. El imagólogo bombardea a la gente con preguntas ¿cómo evoluciona la economía francesa? ¿habrá guerra? ¿existe en Francia el racismo? ¿es el racismo bueno o malo? ¿quién es el mejor escritor de todos los tiempos? ¿está Hungría en Europa o en Polinesia? ¿cuál de los hombres de Estado es más sexy? Y como la realidad es para el hombre de hoy un continente cada vez menos visitado y menos amado, para lo cual tiene motivos suficientes, los veredictos de los sondeos se han convertido en una especie de realidad superior o, por así decirlo, se han convertido en la verdad y, aunque sé que todo lo humano es perecedero, no soy capaz de imaginar qué es lo que podría acabar con este poder.

En cuanto a la comparación entre la ideología y la imagología, querría añadir lo siguiente: las ideologías eran como enormes ruedas tras el escenario que daban vueltas y ponían en movimiento las guerras, las revoluciones, las reformas. Las ruedas de la imagología dan vueltas, pero esto no incide sobre la historia. Las ideologías luchaban unas contra otras y cada tanto una de ellas era capaz de llenar con su pensamiento toda una época. La imagología organiza ella misma la alternancia pacífica de sus sistemas al ritmo veloz de las temporadas. Dicho con las palabras de Paul: las ideologías pertenecían a la historia, mientras que el gobierno de la imagología comienza allí donde termina la historia.

La palabra cambio, tan querida para nuestra Europa, ha adquirido un nuevo significado: no significa un nuevo estadio de una evolución contínua (como lo entendían Vico,Hegel o Marx) sino un desplazamiento de un sitio a otro, de un lado a otro, de aquí hacia atrás, de atrás hacia la izquierda, de la izquierda hacia adelante (tal como lo entienden los sastres que inventan un nuevo modelo para la nueva temporada). Si los imagólogos han decidido que en el club de gimnasia al que va Agnes todas las paredes estarán recubiertas de enormes espejos no es porque los que hacen gimnasia necesiten observarse durante sus ejercicios sino porque en la ruleta imagológica el espejo en este momento se ha convertido en un número afortunado. Si en el momento en que escribo estas páginas todos han decidido que Martin Heidegger debe ser considerado un delirante y un perro sarnoso no es porque su pensamiento haya sido superado por otros filósofos, sino porque en la ruleta imagológica se ha convertido en un número desafortunado, en un anti-ideal. Los imagólogos crean sistemas de ideales y anti-ideales, sistemas que tienen corta duración y cada uno de los cuales es rápidamente reemplazado por otro sistema, pero que influyen en nuestro comportamiento, nuestras opiniones políticas y preferencias estéticas, en el color de las alfombras y los libros que elegimos, tan poderosamente como en otros tiempos eran capaces de dominarnos los sistemas de los ideólogos.

Tras estos comentarios puedo volver al comienzo de la reflexión. El político depende del periodista.¿De quién dependen los periodistas? De los imagólogos. El imagólogo es un hombre de convicciones y de principios: exige del periodista que su periódico (canal de televisión, emisora de radio) responda al sistema imagológico de un momento dado. Y eso es lo que los imagólogos controlan de tanto en tanto, cuando deciden si van a apoyar a éste o a aquél periódico…

[Milan Kundera, La Inmortalidad,1989]

la inundacion

Marzo 30, 2007
Fragmentos

Hacía una semana que estaban allí, refugiados de la inundación, que había cubierto casi completamente el pueblo. El agua formaba una inmensa laguna y no se veían pájaros, ni siquiera cerca de la iglesia. Tras una sequía de tres meses, que obligó a llevar los ganados muy lejos, desbordó el río Largo como desde cincuenta años no se tenía noticia. A los tres días de lluvia diluviana salió del cauce y se volcó en la hondonada, donde alzábase la población. A la distancia se veían los techos y los molinos, las copas de los árboles y maderas y enseres boyantes.

Los vecinos huyeron despavoridos, a pie, transportando en carros y jardineras lo que pudieron cargar en el apuro. No menos de sesenta vehículos cargados de víveres, ropas y vituallas de toda clase. De muchos sólo quedaban las ruedas y los herrajes, porque les arrancaron la madera para hacer fuego. Los caballos pastaban sueltos, sin que se apartaran mucho de los carros, debajo de los cuales los perros se guarecían en lo más recio de los chaparrones.

Al ir llegando a la iglesia la caravana, el padre Demetrio quedó aturdido. En vano intentó oponerse a que tuvieran asilo en ella los fugitivos. Al principio rogaron con humildad, y al fin exigieron. Bajo la llovizna que caía lenta, insistentemente, hombres y mujeres comenzaron a rugir con igual fiereza. El padre Demetrio, anciano de setenta años, y el sacristán, don Pedro, más viejo todavía decidieron abrir de par en par las puertas. Tuvo la impresión el anciano sacerdote de una profanación en masa y como si la turba pasara con los botines cubiertos de barro sobre su cuerpo y sobre los santos objetos del culto. El alud penetró y fue ocupando los espacios libres, según la importancia que cada cual se atribuía. Las familias principales se instalaron en la sacristía, junto al altar mayor o en el coro; las más humildes en las naves laterales.

Separados o contiguos, los vecinos de General Estévez conservaban incólumes sus viejos enconos, rivalidades y desprecios. Por lo cual encontrábanse en situaciones muy embarazosas cuando, por motivos apremiantes, habían de dirigirse la palabra aquéllos que durante años se negaron el saludo. El agua invadió las casas por igual, y el mismo instinto de conservación los reunió sin reconciliarlos. Otros, en cambio, reanudaron el trato, especialmente las mujeres. Y como los días y las noches eran interminables, hasta trabaron una segunda amistad.

La iglesia había sido construida sobre una colina, a tres kilómetros de General Estévez, yendo hacia Felipe Arana, que distaba cinco leguas, más o menos. Don Julián Fernández dejó un legado de toda su fortuna, al morir octogenario, para que se elevara allí mismo ese templo, que costaba dos millones de pesos, y para cuyo sostenimiento destinó los réditos de un millón, depositados en títulos. Allí, allí mismo, recibió él, volviendo de un viaje, una prueba inequívoca de la protección de su santo patrono. Al desbocarse los caballos de la volanta y destrozarla y matarse ellos, quedó ileso. Nadie se explicaba el hecho sino como un milagro, y él, poco a poco, fue aderezándolo, sin proponérselo, con presagios y ulteriores sueños que le confirmaron que era así.

Para edificar la iglesia, empezada cinco años antes, hubo de llevarse todo desde Buenos Aires: materiales y operarios. El envío de gente y de cosas ocupó casi totalmente las líneas férreas en todo ese lapso, y aún seguían llegando vagones y vagones con materiales. Ingenieros, arquitectos, artistas y artesanos vivían consagrados a la obra con una especie de obcecada devoción. Había albañiles de toda especialidad, carpinteros, cerrajeros, pintores, mosaiquistas, un mundo de personas constantemente en movimiento, como hormigas. Al comienzo se pensó que jamás se acabaría todo lo que se proyectaba hacer; ahora estaba hecho y en tres años más esplendería como una joya en la soledad del campo.

Aquella invasión de seres que parecían haber perdido el pudor y la razón, fue contemplada por el sacerdote como castigo del cielo y resultado natural de los pecados de incontinencia que todo el mundo sabía muy bien que cometió el testador. El primer día el padre Demetrio cayó en un estado de agobio y permaneció en su habitación, rezando de rodillas. Cuando don Pedro le ofreció el almuerzo, no contestó. Prorrumpió en insultos y en mutiladas frases en latín, que tanto podían ser fragmentos de oraciones como de invectivas dignas de los profetas. Don Pedro no atinaba a explicarse ese estado de abatimiento, acostumbrado a verlo más bien jovial y agradecido del Señor hasta por los sucesos más insignificantes. Le conocía desde muchísimos años, veinte al menos; desde cuando peregrinaba de un pueblo a otro con su bolsa de linyera. Un buen día se avino a la paz y al sosiego eclesiásticos, sin soñar que de la humilde capilla irían a residir en una iglesia que todos admiraban con estupor. El padre Demetrio lo acogió de buen grado, aunque con los años comenzó a tomarle aprensión por considerar excesivo su fervor en algunos días y venírsele a la memoria aquella antigua vida de andariego solitario, nunca explicada.

Pero apóstoles y santos hubo que hicieron lo mismo, y de ahí que el padre Demetrio nunca se decidiese a despedirlo, ni siquiera en aquellos otros días en que era indudable que los diablos les desbarataban el humor. Se toleraban con indulgencia, convencidos de que se podía convivir sin afectos de ninguna especie. Nadie simpatizaba con ellos, y menos con el padre Demetrio, por su carácter irritable y huraño. La consecuencia era que muy pocos hombres concurrían a la iglesia, excepto en los funerales y ceremonias de pompa, y que las mujeres consideraban el deber de oír misa el domingo como uno de los ineludibles menesteres domésticos.

Ahora la desgracia los había obligado a pedir que se los albergara allí, quién sabe por cuánto tiempo, y a permanecer reunidos, como en una casa común, amigos o enemigos.

… Los húngaros, María y Bronislao, estaban despiertos, con la nena entre ellos. Se les había muerto mientras alborotaban el cura, el idiota y todos los demás. Todavía la madre, de vez en cuando, vertía en la boca de la criatura una cucharadita de té muy dulce. Los padres no hablaban y se habían unido, con la hija en medio, ocultándola. La madre la envolvió en una frazada, y así estuvieron toda la noche sin decirse una palabra. Había una agitación muy grande, aunque silenciosa. Mujeres y hombres iban de un lugar a otro con inquietud.

A la mañana siguiente dos criaturas habían fallecido. También ese día tuvieron que sepultar, algo más lejos de los niños, al médico. Lo encontraron detrás del altar mayor tendido y con el bisturí entre los dedos, como si sostuviera un cigarrillo ensangrentado. A todos se los sepultó cerca de la iglesia, donde los perros habían escarbado y enterrado comidas. A un metro de profundidad, la tierra estaba casi seca. Los sepultaron sin ataúd; a los niños amortajados con sus ropitas, las mismas que usaron.

El padre Demetrio subió al púlpito. Todos esperaban mortificados un largo sermón de reproche o de consuelo.

-Hijos míos: Dios nos prueba hasta el fin.

Fue lo único que dijo, y se tapó la cara con las manos. Sollozaba. Ángel lo miró desde el rincón de los andamios, con su mirada fija y blanda. Quiso hablar, pero sólo pudo balbucir palabras incoherentes, acaso injuriosas. La anciana repetía mecánicamente: Si tiene que hablar, hablará.

Mas el idiota sólo atinaba a mover la mandíbula inferior, como si estuviera bajo el influjo hipnótico de la figura del padre Demetrio, que permanecía aún en el púlpito cubriéndose el rostro. Después, el sacerdote se dispuso a descender, indeciso. La gente hablaba en voz baja; palabras y sollozos se ahogaban con pañuelos y manos. Los perros husmeaban constantemente, yendo y viniendo veloces. El padre Demetrio rogó con voz débil, mientras bajaba por la escalera del púlpito.

-Hijos míos: es preciso sacar del templo a los perros. Esto es un castigo de Dios por la nueva profanación de su casa.

Todos se miraron con estupor. Afuera estaban recién cubiertas, las tumbas de los niños sepultados horas antes. Un escalofrío recorrió el cuerpo de las mujeres. Los muchachos en particular trataron de asir sus perros, o los que tenían más cerca, para que no los sacaran. En el mismo sitio, los húngaros continuaban en igual actitud, sentados y sin hablarse. Contestaban lacónicamente a quienes se les acercaban, y nadie advirtió que la madre no tenía en sus brazos a la hijita.

El día fue deslizándose lento, como luz que se extinguiera con infinita languidez. A la entrada de la noche, se oyó a la abuela del idiota:

-Quiere profetizar, quiere profetizar!

Ángel echó a andar decidido, atrayendo por la mano a la abuela. No quería dejarlos avanzar hasta la escalera del púlpito.

-La maldición de Jehová sobre los pecadores -decía el muchacho y su labio imberbe dejaba caer esas palabras como una baba amarga. Pero al llegar ante el altar mayor, vio al sacerdote que se levantaba de orar y quedó como petrificado.

-Hablará, hablará! -exclamaba la anciana, que ahora tiraba de la mano del nieto, rígido y atónito.

Los perros continuaban su incesante búsqueda, familiarizados ya con el templo, las escaleras, la sacristía y las habitaciones interiores.

Esa noche también pasó.

A la mañana siguiente, antes de amanecer, estaban fuera del templo muchos hombres, mirando en dirección a Felipe Arana y a Jagüel Viejo, por si veían llegar algún socorro. Sabían perfectamente bien que no era posible hacer ese camino sino a caballo. Pero don Aniceto podría traer ya las inyecciones y los medicamentos, siempre que los hubiera allá. No se percibía en el cielo sobre las lagunas, cada vez mayores, sino algunas gaviotas y pájaros aislados, a lo lejos, cerca de los árboles cubiertos por el agua. Las gaviotas volaban alto sobre la iglesia, de horizonte a horizonte.

Los húngaros, sentados todavía, tenían a su alrededor no menos de cincuenta perros. Sin moverse ni hablar, con los pies desnudos trataban de ahuyentarlos. Apenas se movían, los perros se retiraban para aproximárseles de nuevo, callados, estirando la cabeza hacia ellos. Entre marido y mujer estaba el envoltorio, enorme ahora, formado con todas las cobijas que tenían. Las usaron para cubrir el cuerpecito de la hija, porque no querían dejarla sepultar como a las otras criaturas.

Ezequiel Martínez Estrada

En el pais de los ciegos

H. G. Wells
Abril 24, 2007

Fragmento

-Llevémoslo a que lo escuchen los ancianos. Y súbitamente lo empujaron hacia una puerta que daba entrada a una estancia totalmente oscura, en cuyo fondo brillaba débilmente un hornillo. La multitud se agolpó detrás de él, obstruyendo por completo la puerta; y antes que pudiera detenerse, Núñez tropezó con las piernas de un hombre que debía estar sentado, y sus brazos, al adelantarse en el movimiento instintivo de proteger el cuerpo en la caída, fueron a golpear un rostro en la sombra. Una interjección de cólera siguió al choque, y durante un momento trató de desasirse de las numerosas manos que lo aprisionaban. El combate era desigual y, comprendiéndolo, el viajero permaneció quieto y explicó: -Es que me he caído; como no se ve nada.

Sus palabras se desvanecieron en el silencio como si todos los seres invisibles en torno suyo se esforzaran en comprenderlo. La voz de su conocido Pedro fue la primera en elevarse.

-Está aún tan tierno que tropieza al andar y mezcla a cuanto dice sílabas sin sentido. Y otras voces dijeron también cosas que no entendió completamente. Al fin, en un intervalo del diálogo, preguntó:

-¿Puedo levantarme? prometo no hacerles mal. Después de una corta deliberación le consintieron levantarse. La voz de uno de los viejos inició un interrogatorio, y en poco tiempo Núñez expuso a los ancianos del país de los ciegos, sentados en la sombra, las maravillas del inmenso mundo: el cielo, las montañas, las flores… Mas ellos no quisieron aceptar ninguna de sus verdades, rechazándolas con obstinada incredulidad, que empezó a exasperar al guía. Ni siquiera comprendieron el sentido de gran número de sus palabras: separados por catorce generaciones del universo visible, cuantos vocablos tenían relación con el sentido abolido en ellos, habían desaparecido de su léxico; y los recuerdos de la vida externa se habían atenuado hasta convertirse primero en consejos infantiles y desaparecer al fin. El interés de aquellas gentes concluía en el cinturón de montañas que aprisionaba el valle; y los dos ciegos geniales nacidos en los primeros siglos de su aislamiento, comprendiendo que los vestigios de creencias y tradiciones heredadas de los primitivos colonos sembraban la duda y la incertidumbre en los espíritus, las reemplazaron con explicaciones que aunque ilusorias eran, sin embargo, más exactas para sus posibilidades de relacionarse con el mundo. Toda la parte de su poder imaginativo se había atrofiado con la pérdida de los ojos y, en cambio, nuevos dones adaptados a su oído y a su tacto habían surgido en ellos.

Lentamente, comprendió Núñez que era necio esperar que su origen y la superioridad indudable de ver, le granjearan respeto y estimación. Al ver rechazar sus tentativas de demostrar que veía, como si fueran balbuceos torpes de un ser recién nacido, se resignó; y mitad triste, mitad irónico, se dispuso a escuchar la lección de los ciegos sin rebatirla.

HERBERT GEORGE WELLS

Crónicas Marcianas. Ray Bradbury, Los Colonos

BradburyJunio 22, 2007AGOSTO DE 2001

Los hombres de la Tierra llegaron a Marte.

Llegaron porque tenían miedo o porque no lo tenían, porque eran felices o desdichados, porque se sentían como los Peregrinos, o porque no se sentían como los Peregrinos. Cada uno de ellos tenía una razón diferente. Abandonaban mujeres odiosas, trabajos odiosos o ciudades odiosas; venían para encontrar algo, dejar algo o conseguir algo; para desenterrar algo, enterrar algo o alejarse de algo. Venían con sueños ridículos, con sueños nobles o sin sueños. El dedo del gobierno señalaba desde letreros a cuatro colores, en innumerables ciudades: HAY TRABAJO PARA USTED EN EL CIELO. VISITE MARTE! Y los hombres se lanzaban al espacio. Al principio sólo unos pocos, unas docenas, porque casi todos se sentían enfermos aún antes que el cohete dejara la Tierra. Y a esta enfermedad la llamaban la soledad, porque cuando uno ve que su casa se reduce hasta tener el tamaño de un puño, de una nuez, de una cabeza de alfiler, y luego desaparece detrás de una estela de fuego, uno siente que nunca ha nacido, que no hay ciudades, que uno no está en ninguna parte, y sólo hay espacio alrededor, sin nada familiar, sólo otros hombres extraños. Y cuando los estados de Illinois, lowa, Missouri o Montana desaparecen en un mar de nubes, y más aún, cuando los Estados Unidos son sólo una isla envuelta en nieblas y todo el planeta parece una pelota embarrada lanzada a lo lejos, entonces uno se siente verdaderamente solo, errando por las llanuras del espacio, en busca de un mundo que es imposible imaginar.

No era raro, por lo tanto, que los primeros hombres fueran pocos. Crecieron y crecieron en número hasta superar a los hombres que ya se encontraban en Marte. Los números eran alentadores.

Pero los primeros solitarios no tuvieron ese consuelo.

La contracultura en sacras oraciones

KULT: Ez Kool Tour A contra Cultura
La contracultura EN SACRAS ORACIONES

Se aclara al atento lector, que las siguientes frases podrían ser tomadas como un vivo reflejo del legado contracultural, resultando de ésta, una fiel interpretación de los hechos históricos, que en su momento, solo eran críticamente coyunturales. Ninguna, obviamente pretende ni siquiera ser una aproximación de carácter definitorio.

Lo que queremos, es evitar un derramamiento de sangre in-jus-ti-fi-ca-do y menos, prolongado.

Gral. Victoriano Huerta.
Conocido visionario de la revolución mexicana. Nov-20 de 1910.
PD. Esta frase sigue y seguirá vigente, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Ojo por ojo, y todos quedaremos ciegos.

Mohandas K. Gandhi
Un tipo tranquilo, Bangalore, Enero 6 de 1947

Liberté, Égalité et Fraternité.

Principios elementales de la revolución francesa.
A partir de Jean Jacques Rousseau, en “El contrato social” y mas tarde enunciada en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
14 de Julio de 1789

El único capaz de salvar al planeta de una invasión extraterrestre, es Bruce Willis.

Will Smith
durante el “Release” de su pelicula El día de la independencia, entrevistado por los hombres de negro
Julio 4 de 1996

La religión no será el opio del pueblo mientras exista el Islam, una alternativa del “Neoliberalismo” en expansión.

Abu Beeker, Omar, Otman y Alí; unos abasidas y Abderraman, “El Omeya”. Octubre 12 del año 756 D.C.
Kalifas sucesores de Alá por orden del profeta Mahoma, unos tipos fundamentales en la historia del actual dominio musulmán.
Entre La Kaaba y el califato de Córdoba.

Me gustaría ser el brazo armado de la literatura universal.

Miguel De Cervantes Saavedra,
El manco de lepanto
En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…
Campo Criptana, Abril 23 de 1616

Vísteme despacio que tengo prisa!

Napoleón Bonaparte, ordenándole a su hermana, la Reina Carolina de Nápoles al ser ungido emperador.
Aldea Gala, Enero 22 de 1804

La alfabetización en cualquier campo, es el principio de todo proceso de contracultura

Paulo Freire, llamado pedagogo del oprimido,
por su carácter facultativo
Sao paulo, agosto 10 de 1982

En 25 siglos, la cicuta será vendida como refresco de cola.

Sócrates
Un amigo que le gustaba sacarle la sopa a todos a punta de preguntas keske filosóficas.
Primavera del 400 a.c

En Jazz, aporrear un piano no es lo mismo que pegarle a un par de negros

Thelonious Monk,
En día de ensayo con John Coltrane, preparando su presentación “At The Town Hall”.
Weehawken, New Jersey, Feb 17 de 1957

Te besaría con mi último aliento.

La actriz Hedy Lamar, en el rol de Dalila seduciendo a Sansón (Victor Mature)
Samson and Delilah (1949) Screenplay: Frederic M. Frank and Jesse Lasky Jr. Dir. Cecil de Mille.
Campos filisteos de California. (1000 A.C)

La regulación genética es un paso para comprender el futuro de la sociedad alostéricamente.

Jacques Monod, premio nóbel de medicina
Stockholm, Diciembre 5 de 1963

Por cualquier lado que se le vea, el pentágono siempre seguirá siendo el mismo.

Colin Powell, otrora secretario del estado mayor conjunto
y ministro de defensa gringo
Washington, 14 de septiembre del 2001

Nunca debemos temblar, ni ante el ejército y menos en el momento del Knock-out

Mohammed Alí, el boxeador mas grande del mundo
antes de noquear a Ringo Bonavena y después de no querer ir a Vietnam.
Las Vegas, Agosto 24 de 1970.

En el proximo siglo, nadie va a querer ser libre aprendiendo

María Montessori, psiquiatra que nunca pudo educar sanamente, ni a sus hijos,
Parma, diciembre 31 de 1899

Yo lo único que quería era su autógrafo…

Mark David Chapman.
Homicida de John Lennon
Diciembre 8 de 1981

El secreto para escapar de la llave de candado es aplicar el martinete invertido al adversario.

Santo, el enmascarado de plata
De Tulancingo-Hidalgo a Tulyehualco
Febrero 16 de 1982, Arena México

Todas mis misas deben interpretarse y escucharse al unísono.

Heinrich Schütz, compositor alemán
de polifonías clásicas y revolucionador
de coros madrigales y cantos gregorianos.
Noviembre 19 de 1669

Si es una buena idea, mejor olvidémosla

Groucho Marx.
en el papel del capitán Jeffrey T. Spaulding.
Animal crackers (1930)

El problema del Napalm es que una queda caliente para toda la vida.

Phan Thi Kim Puc, la niña que corre quemada de la célebre foto en un bombardeo en Vietnam.
Junio 8 de 1972

Ustedes, vayan a trabajar a la mina. Mientras, yo cuido la casa.

Tontín, el séptimo enanito de Blanca Nieves.
Hollywood, junio 21 de 1937

El tono de mi voz no me dá ni para gritarle a un hombre y menos a un millonario

María (Kalogeropolus) Callas, la soprano inmortal
La Stratta, octubre 2 de 1955

Su alteza serenísima, haré lo que vuesa majestad quiera, pero démelas. (las na… las na… las naves)

Almirante de la mar océano, Cristopher Columbus
Palos de Moguer, Agosto 2 de 1492

Las voces del silencio, una esperanza de vía real a la contracultura como condición humana.

André Malraux, Piloto aviador de fuerzas republicanas
durante la guerra civil española.
Ministro de cultura francés 1959-69.
Discurso en París, frente a De Gaulle, post-mayo de 1968.

En mi país la única guerra existente, es la del juego limpio en el fútbol.

Davor Suker, Selección Croata
Bordeaux, Julio 25 de 1998

El conflicto judío-palestino, no se arreglará jamás con una visión parcial.

El tuerto, Moshe Dayan. Militar israelí que ganó la batalla del YOM KIPUR, famoso por posar en fotos con un parche en el ojo izquierdo.
Noviembre 6 de 1967

Lo mas inteligente que hizo Simón el bobito, fue jugar al gato bandido y recitar mirringa-mirronga pescando a Rin-Rin Renacuajo en el balde de mamá Leonor y no en el de la pobre viejecita, antes de descargarle el trabuco al caballo rucio del viejo taita Lucio

Rafael Pombo, Cali es Cali, octubre 17 de 1854

Si una vez dije que te amaaba,
y que por ti yo la vida daaba
Hoy me arre pieeeeennn tooooooo

Selina y los Dinos
Ultimo concierto Tex-Mex, en Houston Tx.
Mayo 5 de 1995

Basta de erudiciones…

Donatien Alphonse Francois, MARQUES DE SADE
acordándose de Julieta, la hermana mayorcita de Justine.
Febrero 5 de 1799

Lo único que puede colapsar un reino, sin duda es la falta de sabiduría.

Nicolas Maquiavelo
“El Príncipe”
Mientras en Florencia, los ducados no eran importantes, porque Lucrecia y los Borgia “mecenaban” las ediciones.
Septiembre 30 de 1513

Huyaaámos hacia la derecha…

Una mezcla de Mahoma con “Leoncio y Tristón”, Famosa caricatura de Hannah-Barbera
(Lippy the lion and Hardy Har-Har) en…
Hoy presentamos:
El día de la Hégira (fuga de La meca a Medina)
Junio 25 del año 622 d.c