LOS NOMBRES DE MARÍA
LOS NOMBRES DE MARÍA
François Chenique
ECCE MATER TUA
Estudiaremos ahora la maternidad de la Virgen y las consecuencias que se desprenden de ello: la Virgen es la madre de Cristo y el misterio de la Encarnación le vale el título de Madre de Dios; por vía de consecuencia, María es la madre de los hombres.
MADRE DE DIOS
La teología explica que la Virgen ha traído al mundo al Hijo de Dios encarnado proveyéndole de la naturaleza humana. Pero, a pesar de la dualidad de las naturalezas, la Persona de Jesucristo es única. Es por eso que María ha verdaderamente traído al mundo la Persona del Hijo de Dios o de Jesucristo y no solamente su naturaleza humana; puede ella entonces a justo título ser llamada Madre de Dios (1).
San Anselmo dice que «el Hijo del Padre y el Hijo de la Virgen son un solo y mismo Hijo». El título de Theotokos (Madre de Dios) ha sido vigorosamente defendido contra los heréticos y la Iglesia de Oriente lo inscribe en letras de oro en sus iconos. Santo Tomas dice que «la Virgen está situada en los confines de la divinidad»; es por eso que ella es honrada con un culto eminente o culto de hiperdulia.
Lo que hemos dicho en el capítulo III (2) permite captar mejor lo que significan las expresiones a veces antinómicas de la teología. Hemos explicado como la «Perfección pasiva» que es el aspecto femenino de la Esencia divina «anterior» (3) a la Personalidad divina, puede ser llamada «Madre de Dios». Este aspecto «maternal» de la Deidad se refleja en la Substancia universal, después en todo lo que manifiesta más especialmente cualidades femeninas tales como la bondad, la belleza, la pureza, la misericordia, y por lo tanto también en la Virgen María.
Una dificultad puede surgir: ¿cómo se pueden aplicar aquí cualidades al aspecto substancial mientras que solo la cantidad es el «signo» de la «materia»?. Hemos ya explicado que la cantidad pura no podría en realidad encontrarse en ninguna parte en el universo, y que todo ser manifestado participaría a la vez de la cualidad y de la cantidad, de la Esencia y de la Substancia. Sin embargo ciertas cualidades son más «pasivas», más propiamente «femeninas» y el ser que las soporta se puede decir que participa predominantemente mas del aspecto substancial que del aspecto esencial (4). Así, la mujer refleja predominantemente la substancia, y el hombre predominantemente la esencia, sin que por ello la «feminidad» sea solamente una «carencia» con relación a la «virilidad». Es en realidad un aspecto diferente, complementario de la virilidad, como la Substancia es el correlativo de la Esencia (5).
La Virgen que manifiesta aquí abajo la Sabiduría divina, como lo hemos explicado precedentemente, y que es por ello llamada «Sedes Sapientiae», manifiesta también el «aspecto femenino» de la Deidad. Y como la Deidad es «anterior» a la Divinidad personal o a Dios concebido en tanto que Ser, este aspecto femenino puede verdaderamente ser llamado «Madre de Dios», como la Virgen misma.
Se puede decir además que la maternidad de la Virgen, en tanto que ella engendra el Hijo de Dios encarnado, es el reflejo, y la manifestación aquí abajo, de lo que se puede llamar una «maternidad principial». En efecto, si la maternidad terrestre de la Virgen maternidad totalmente contingente no fuera el reflejo de algo que ocurre «in divinis» por toda la eternidad, esa maternidad no tendría ninguna realidad. Si María engendra a Jesucristo en la tierra, es que ella ha engendrado ya al Hijo de Dios «anteriormente» y en alguna «otra parte» (6).
Desde el punto de vista del Principio, se pueden invertir los términos de la enseñanza corriente: la Virgen es la madre de Cristo (Mater Christi) porque ella es la Madre de Dios (Mater Dei).
Esto permite comprender la palabra de santo Tomas que hemos citado, y la razón del culto especial rendido a la Virgen. Sin embargo, esta enseñanza no está carente de peligros desde el punto de vista teológico; es esto lo que explica la prudencia de la Iglesia en sus definiciones, y también el rechazo de la Iglesia de Oriente de expresar en definiciones dogmáticas cosas tan complejas como la Inmaculada Concepción ya que, para ella, la noción de «creatura perfecta» es contradictoria. Además las herejías no han cesado de producirse, sobre todo en Oriente donde la mariolatría adoraba a la Virgen divinizada, cosa contraria a la Revelación cristiana con toda evidencia.
MADRE DE LOS HOMBRES
La Virgen no es solamente Mater Dei y Mater Christi: ella es también «Mater hominum». En la cruz, Jesucristo pronuncia las palabras: «Mujer, ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu madre». Por ello, la Virgen ha devenido la madre del género humano según el orden de la gracia.
Lo que hemos dicho del papel de la Substancia en la manifestación universal permite comprender que, ahí también, el orden principial es determinante, y que María ha devenido «Mater hominum» según la gracia porque ella lo es de alguna manera según la «naturaleza», es decir según el orden de la manifestación de los principios metafísicos. La maternidad espiritual de la Virgen tiene además consecuencias muy importantes que estudiaremos en la tercera parte.. si la Substancia «produce» la manifestación, ella debe también permitir a esta manifestación volver al Principio; es por lo tanto un principio de «vida espiritual» y un canal de la misericordia divina para la manifestación.
La parte tomada por la Virgen en el sacrificio de su Hijo le vale el título de «Corredentora». Por su actitud espiritual, ella participa de la redención y llega a ser «regina martyrum». Aquí también las relaciones de la Esencia y de la Substancia aclaran el asunto. Estas relaciones son en suma las mismas, tanto si se trata del «nacimiento» según el orden de la naturaleza, o si se trata del «nacimiento» espiritual operado por la redención según el orden de la gracia.
MARIA MEDIADORA
La Virgen es también «Mediadora de todas las gracias». La teología explica que la parte toma por María en la Encarnación y la Redención le vale este título. El Padre ha subordinado la venida de su Hijo al fiat de la Virgen; el Padre y el Hijo nos envían al Espíritu Santo (la gracia) pero por intermediación de María. «Todos los dones del Espíritu Santo son distribuidos por María a aquellos que ella quiere, cuando ella quiere, como ella quiere, y tanto como ella quiere», dice santa Bernadina de Siena. «Por la comunión de dolores y de voluntad entre Cristo y María, dice san Pío X, esta última a merecido llegar a ser la dispensadora de todas las bendiciones que Jesús nos ha adquirido por su sangre» (7). Esta intervención «actual» de María juega un papel preponderante en el mundo de la gracia.
A decir verdad, es Cristo «solo» el que nos salva (8), y la mediación de María, por necesaria que sea, no es por ello menos «subordinada» a la de su Hijo. La teología se esfuerza en distinguir y en precisar estas dos mediaciones. La dificultad se resuelve si recordamos que estas dos mediaciones son las de la Esencia y la Substancia con relación a la manifestación. Son por tanto las dos necesarias, pero no idénticas, y la una puede verdaderamente ser denominada como «causa» de la otra.
María es por lo tanto verdaderamente «Madre», a la vez de Dios, de Cristo y de los hombres. Pero ella permanece «siempre virgen», como lo hemos explicado. María es también «esposa», esposa de san José por su matrimonio con él, pero sobretodo esposa del Espíritu Santo de quien ella ha concebido (8). María es por lo tanto la única mujer que es a la vez y plenamente, Madre, Virgen y Esposa; las otras mujeres pueden permanecer «vírgenes» y ser relativamente «madres» por una «maternidad espiritual»; o bien, estando casadas, pueden permanecer relativamente vírgenes por la fidelidad a su esposo. María asocia plenamente estas tres cualidades, lo que prueba que en el orden de los principios, los contrarios subsisten, pero no se oponen, y cuando un principio se manifiesta en el seno de la propia manifestación, no está sometido a las leyes de ésta.
María ha provisto una naturaleza humana al Hijo de Dios. Esta naturaleza no tiene personalidad propia, sino que unida hipostáticamente al Verbo, ella es totalmente la humanidad asociada a la divinidad. María ha manifestado por lo tanto al Hombre universal, en el sentido definido más arriba; ella es por lo tanto verdaderamente la Madre universal, como hemos intentado mostrar en este capítulo.
MADRE DE LA IGLESIA
Al finalizar la tercera sesión del Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI ha saludado a María con este título. Subrayaremos solamente que en las letanías de la Virgen algunas invocaciones fueron los atributos de la Iglesia antes de ser los de María: «Arca de la Alianza», «Torre de David», «Puerta del Cielo», «Refugio de pecadores»; inversamente las imágenes de la «Esposa» y del «Tabernáculo de Dios» utilizadas en la liturgia de la Dedicacia, convienen tanto, si no mejor, a María como a la Iglesia (9).
Tras la «manifestación temporal» es necesario que examinemos ahora las consecuencia que se desprenden directamente para la vida espiritual. Como hemos dicho, la metafísica no debe limitarse a la teoría y los Principios no se manifiestan más que para hacer posible esta «realización» metafísica ya evocada.
Examinaremos en primer lugar y sin orden aparente, los principales nombres que la liturgia y la devoción privada dan a la Virgen. Sin embargo la unidad de la exposición será muy real puesto que se trata de aplicaciones directas de los principios expuestos en las dos primeras partes (del libro).
LAS LETANIAS
Las letanías de la Virgen son las más antiguas tras las de los santos. Entran dentro de lo que podríamos llamar la oración de invocación o «encantación». Enumeran en suma todas las cualidades de la Virgen y del nombre de María de la que constituyen una «invocación difusa».
Para las invocaciones «Dei genitrix», «Mater Christi», «Mater divinae gratiae», «Mater Creatoris», «Mater purissima», es suficiente con remitirse a las explicaciones ya dadas. Estas invocaciones son otra cosa que literatura piadosa o alabanzas hiperbólicas dirigidas a la Virgen ya que ellas traducen realidades metafísicas muy importantes para la vida espiritual.
Las palabras «Sedes» (Sedes sapientiae), o «Vas» (Vas spirituale) se explican muy claramente por la noción de Substancia que hemos desarrollado. La Virgen es llamada «Arca de la Alianza» (Foederis arca) ya que el Arca de la Alianza era para los Hebreos el «soporte» de la Presencia divina entre ellos, y como el «mediador» entre ellos y Dios (10).
En cuanto a la invocación «Rosa mystica», hay que acordarse antes que nada del papel importante que ha jugado la rosa durante toda la Edad Media: símbolo de amor y de conocimiento, a menudo asociado a la Cruz, es un emblema iniciático muy importante cuyo adjetivo «místico» precisa aquí el alto nivel espiritual (11). Es necesario traducir «místico» por «misterioso» o al menos precisar que no se debe entender la palabra «místico» con el matiz bastante especial que le da el Occidente cristiano. «Místico» proviene etimológicamente de «misterios», es decir de aquello que tiene relación con la misteriosa transformación del alma en Dios por su ascensión espiritual, transformación que es propiamente «inexpresable» porque sobrepasa el ámbito de la «forma». El misterio es por lo tanto lo inexpresable, y no lo incomprensible, y lo que hemos dicho del simbolismo deja entender que lo que puede ser dicho del «Misterio de la Virgen» no puede serlo más que de una manera simbólica (12).
La Virgen es también «Puerta del Cielo» (Janua Coeli). Mediadora de todas las gracias, ella nos facilita el acceso a su Hijo, y es gracias a su «fiat» que el Cielo ha podido sernos abierto. Para los Antiguos, la Puerta del Cielo era al mismo tiempo la Puerta del infierno (Janua Inferni) y esta puerta estaba situada en la esfera de la Luna. Hemos ya señalado la relación de la Virgen con la Luna. Es en la esfera de la Luna donde se elaboran las «formas» y es ahí donde se opera la «selección» póstuma para saber si las almas serán arrojadas a los «estados periféricos» (lo que equivale a la condenación), quedarán un tiempo en las regiones intermedias, o podrán continuar su ascensión hacia la esfera del Sol. La Virgen está pues destinada a cuidar de esta expulsión a las «tinieblas exteriores» o a esa transformación (pasaje más allá de la forma) al menos virtual del ser humano tras la muerte. Bien entendido que todo esto es simbólico puesto que tras la muerte nosotros estamos en un estado que no es ya condicionado por el espacio (13).
La Iglesia canta en una Antífona a la Virgen: «Salve Raíz, Salve Puerta de donde la luz ha venido al mundo» (Salve radix, salve porta, ex qua mundo lux est orta) (14) y en otra: «Madre que mantienes la puerta abierta en el cielo» (Mater quae pervia coeli porta manes) (15). La Virgen es la «Puerta del Cielo» como acabamos de explicar; una puerta que se abre o se cierra según el estado de aquellos que allí se presentan. En cuanto a la palabra «radix» (16), hemos señalado que la «Materia Prima» o «Substancia Universal» es la «raíz tenebrosa» de la manifestación.
La Virgen es llamada «Reina de los Cielos» y «Reina de los Angeles». En efecto, ella ha sido llevada al más alto lugar de los Cielos por los Angeles, hasta los «confines» de la divinidad (santo Tomas). Los Cielos pueden ser concebidos como los «Estados del Ser» que hay que recorrer, y cada «Paraíso» es una identificación a un «Nombre» o «Aspecto» divino. El Paraíso más alto es el de la Esencia; es la fuente insondable de la Deidad de la que habla el Maestro Eckhart.
La Virgen es «Reina de la Paz». La Paz es el estado de reposo que proviene del equilibrio de las tendencias opuestas (17).
La Paz es la consecuencia de la presencia divina, la «Shekhinah» que en los Hebreos habitaba el Sancta Sanctorum. La adquisición de la «pax profunda» equivale a la entrada del alma en Dios donde ella «pierde» su «yo» en el océano insondable para «reencontrar» lo que ella era desde toda la eternidad.
Citemos finalmente el pasaje de san Juan (Ap. 12,1). «Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza». La Virgen es así «envuelta» por la gracia divina; ella está más allá incluso de la Substancia vista al nivel de la manifestación formal, ya que la Luna está bajo sus pies; las doce estrellas son los «Nombres divinos» o «cualidades» de los que ella es más especialmente la manifestación.
Los exégetas discuten sobre el significado del Nombre de María. Pero el título más frecuentemente dado a la Virgen en Occidente es el de «Señora» (Dama), o «Nuestra Señora». La Virgen es la Señora (la Dama) o la Mujer por excelencia. Se podría decir que ella es el «Eterno femenino» si esta expresión no hubiera sido utilizada injustamente por la literatura teosófica y de tendencia ocultista.
Los Nombres y los Símbolos de la Virgen son auxiliares poderosos de la vida espiritual; tanto por su contenido como por su eficacia. Todo Nombre de la Virgen puede así ser invocado ya que cada uno de esos Nombres corresponde a una «cualidad» que uno desea realizar o de la que uno desea beneficiarse: Vultum tuum deprecabuntur omnes divites plebis. Memores erunt nominis tui in omni generatione et generationem. Propterea populi confitebuntur tibi in aeternum et in saeculum saeculi» (Sal. 44)(18).
NOTAS
1.- «Para volver a la Santísima Virgen, podemos decir esto: ella está “coeternamente” en Dios, sin lo cual no habría en el mundo perfecciones que faltan al Creador: ella está aquí de dos maneras: primeramente en tanto que “Substancia existencial” o Materia Prima (la divina Prakriti de la doctrina hindú), y en segundo lugar en tanto que “Cualidad divina” (y por tanto Aspecto de Purusha, Principio masculino del Acto creador) o de “Nombre divino”; de esta manera ella es la Belleza, la Pureza, la Misericordia de Dios; pero está también, por lo mismo y a fortiori, presente en el Espíritu divino manifestado o creado, del cual es la Belleza misericordiosa y también la Pureza severa; finalmente, ella está encarnada en María y en otras formas humanas, deviniendo lo Único forzosamente múltiple desde el momento que se manifiesta en el plano formal, sin lo cual él aniquilaría esté plano y ella puede aparecer gracias a su forma individual y síquica, incluso en el plano corporal» (F. SCHUON, El Ojo del corazón)
2.- Se refiere al capítulo III del libro del que está extraído este fragmento: «Le Culte de la Vierge, ou la Metaphysique au Feminin», Editions Dervy 2000, ISBN 2-84454-054-6.
3.- Se trata, desde luego, de una anterioridad lógica y no cronológica.
4.- Se puede decir, de una manera más simple, que la Substancia no reviste el aspecto de «cantidad» más que con relación a nuestro mundo (es decir en tanto que Materia secunda) que está sometida a esta condición especial de manifestación que es la cantidad. Se puede decir que la Substancia universal o la Existencia universal, contiene en ella todas las cualidades en estado indiferenciado y que ella disuelve en esta indiferenciación todos los desequilibrios y las vicisitudes cósmicas, de ahí su aspecto «misericordioso», «maternal» y «femenino». Cf. R. GUENON, El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. I y II.
5.- «En otras partes de la humanidad terrestre, el mismo Prototipo divino y angélico a la vez tomará las formas apropiadas al ambiente respectivo; aparecerá lo más a menudo con los rasgos de una bella mujer, como es el caso de las apariciones de la Shekhînah en el Judaismo, de Durgâ, “la Madre”, en el Hinduismo, o de Kwan-Yin en Extremo Oriente; por lo mismo también, en la tradición de los Indios Siux, el Calumet la “Pipa de la paz”, instrumento sagrado por excelencia fue traído del Cielo por una joven maravillosamente bella, y vestida de blanco. Pero el Principio misericordioso puede tomar también cuando hay analogía inversa, no paralela una forma masculina, por ejemplo la de Krishna o la del Bodhisattwa Avalokitéshwara, asimilado además a Kwan Yin, «Diosa de la Gracia», en el Budismo chino y japonés o también, en el Islam, la forma del Profeta del que uno de sus Nombres es precisamente “Misericordia” (Rahmah)». F. SCHUON, El Ojo del Corazón.
6.- El lenguaje humano del tiempo y del espacio es muy precario para expresar tales misterios, pero el simbolismo enseña que incluso las imágenes espaciales y temporales tienen una significación metafísica.
A propósito de las apariciones de la Virgen en Occidente, Frithjof Schuon escribe: «Esta «huella» divina en la manifestación supra-formal o “luminosa” comporta además, por “repercusión cósmica” una huella síquica, o más bien sico-física, puesto que lo corporal puede siempre surgir y reabsorberse en lo síquico del que no es en último análisis más que un modo, y es esta “huella” síquica lo que es “María” en su forma humana; es por esto que los Prototipos universales, cuando se manifiestan en la parte de la humanidad para la cual María a vivido en la tierra, lo harán a través de la forma síquica, y por tanto individual y humana, de la Virgen; esta forma puede siempre reabsorberse en sus Prototipos, como el cuerpo puede reabsorberse en el alma, y como el Prototipo creado el “Espíritu” en su Función de Misericordia puede reabsorberse en el Prototipo increado, que es la infinita Belleza, Beatitud y Misericordia de Dios. (F. Schuon, El Ojo del Corazón)
Ver también del mismo autor: La Virgen Negra de Czenstochowa en Estudios Tradicionales, número de mayo de 1940.
7.- El corazón traspasado por la flecha de los dolores es análogo al corazón atravesado bajo la lanza en la cruz (cf. Luc 2,35 y Jn 19,34). La cita es de la Encíclica Ad diem illum del 2 de febrero de 1904.
8.- El Padre R. Laurentin estima por su parte que es teológicamente criticable decir que María es la esposa del Espíritu Santo. Muestra por el contrario que María es la esposa del Verbo, de la misma manera que de la Iglesia de la cual ella es la figura y el «tipo». Cf. Initiation théologique, tomo IV, p. 305.
9.- Debemos esta consideración al estudio del Padre R. Laurentin (Ibid. P. 307). Las dificultades que han surgido a propósito de la iniciativa del Papa Pablo VI (para unos era demasiado y para otros demasiado poco) muestran, a nuestro entender, que la ciencia marial no dispone de una metafísica adecuada. se encontrarán buenos desarrollos en René Laurentin; Structure et théologie de Luc I-II, particularmente en el capítulo VI: Marie fille de Sion et tabernacle eschatologique. Por el contrario nosotros no podemos por menos que expresar nuestro total desacuerdo con la concepción «midrashica» que desarrolla el autor a propósito de los dos primeros capítulos del Evangelio de San Lucas.
10.- Ver J. M. BEAURIN, L´Arche e notre alliance par un moine bénédictin.
11.- Ver E. BERTAUD, Etudes de symbolisme dans le culte de la Vierge, pag. 21 a 31.
12.- Vladimir Lossky recuerda que la tradición oriental no ha hecho nunca una distinción tajante entre la teología y la mística, entre el dogma y la experiencia espiritual. Según el metropolita filareto de Moscú:
«Ninguno de los Misterios de la Sabiduría mas secreta de Dios no debe parecernos extraña o totalmente transcendente, pero con toda humildad debemos adaptar nuestro espíritu a la contemplación de las cosas divinas.» V. Lossky comenta así este párrafo: «Dicho de otra manera, el dogma expresando una verdad revelada, que nos aparece como un misterio insondable, debe ser vivido por nosotros en un proceso en el curso del cual, en lugar de asimilar el misterio a nuestro modo de entendimiento, será necesario, por el contrario, que nosotros procuremos hacer un cambio profundo, una transformación interior de nuestra alma, para hacernos aptos a la experiencia mística. Lejos de oponerse, la teología y la mística se sostienen y se completan mutuamente. La una es imposible sin la otra: si la experiencia mística es una puesta en valor personal del contenido de la fe común, la teología es una expresión, para la utilidad de todos, de aquello que puede ser experimentado por cada uno. Fuera de la verdad guardada por el conjunto de la Iglesia, la experiencia personal estaría privada de toda certeza, de toda objetividad; sería una mezcla de lo verdadero y de lo falso, de la realidad y de la ilusión, el “misticismo” en el sentido peyorativo de esta palabra. Por otra parte, la enseñanza de la Iglesia no tendría ninguna influencia sobre las almas, si no expresase de alguna manera, una experiencia íntima de la verdad dada, en una medida diferente, a cada uno de los fieles. No hay por lo tanto mística cristiana sin teología, pero sobre todo, no hay teología sin mística» (Essai sur la théologie mystique de l´Eglise d´Orient, pp. 6-7).
13.- R. GUENON, El Hombre y su devenir según el Vedanta, cap XXI: “El «viaje divino» del ser en vías de liberación”.
14.- Antífona Ave Regina Caelorum.
15.- Antífona Alma Redemptoris Mater.
16.- Es propiamente Mûla-Prakriti, ya que «mûla» significa «raíz».
17.- El Bhagavad Gitâ explica que el alma individual debe elevarse por encima de las tres «gunas» o «cualidades manifestadas» para que cese la actividad de Prakriti y que ella recobre el equilibrio indiferenciado de su naturaleza primordial. Las tres «gunas» son «sattva», la tendencia ascendente y luminosa de la sabiduría; «rajas» la tendencia expansiva y operativa de la pasión; «tamas» la tendencia descendente y oscura de el sopor espiritual. Estas tres gunas son como las tres actitudes espirituales fundamentales del hombre; el progreso espiritual, es antes que nada el triunfo de la luz sobre las tinieblas y sobre el desequilibrio relativo que son la acción y la pasión.
La teoría de las tres gunas es susceptible de numerosas aplicaciones tanto sobre el plano del universo (macrocosmos) como en el ámbito individual (microcosmos). La enseñanza del Gitâ sobre estos puntos es de una importancia capital.
A propósito de la analogía entre la Virgen y el Profeta, Frithjof Schuon escribe:
«Bajo un cierto punto de vista, la Virgen y el Profeta “encarnan” el aspecto o el “polo” pasivo o “femenino” de la Existencia universal (Prakriti); ellos “encarnan”, por este hecho mismo, a fortiori, el aspecto benéfico y misericordioso de Prakriti, a saber Lakshmî (la Kwan-Yin de la tradición extremo-oriental), lo cual explica su función esencial de “intercesión”, y los nombres tales como “Madre de Misericordia” (Mater misericordiae) o “Nuestra Señora del perpetuo socorro” (Nostra Domina a perpetuo succursu) o, en lo que concierne al Profeta; “Llave de la Misericordia de Dios” (Miftâh Rahmat Allâh), “Misericordioso” (Rahîm), “Aquel que cura” (Shafi), “Aquel que quita las penas” (Kâshif el-kurab), “El que borra los pecados” (Afuww) o la “Mas bella creación de Dios” (Ajmalu khalq Allah). Ahora, ¿qué relación hay entre esta “misericordia”, este “perdón” o esta “beneficencia” y la Existencia universal? A eso respondemos que, la Existencia siendo “indiferenciada”, “virgen” o “pura” por relación a sus producciones, ella puede reabsorber en su indiferenciación las cualidades diferenciadas de las cosas; en otros términos, los desequilibrios de la manifestación pueden siempre ser integrados en el equilibrio principial; así pues todo “mal” viene de una cualidad cósmica (guna), y por lo tanto de una ruptura de equilibrio, y como la Existencia lleva en si todas las cualidades en equilibrio indiferenciado, puede ella disolver en su “infinitud” todas las vicisitudes del mundo. La existencia es realmente “Virgen” y “Madre”, en el sentido de que, por una parte, no está determinada por nada, fuera de Dios, y que, por otra, ella da a luz al Universo manifestado: María es “Virgen-Madre” en razón del misterio de la Encarnación; en cuanto a Mahoma, él es “virgen” o “iletrado”, nosotros lo hemos dicho, en tanto que él no recibe la Inspiración más que solo de Dios, y no recibe nada de los hombres, y “Madre” en razón de su poder de intercesión cerca de Dios». (De la Unidad Transcendente de las Religiones).
18.- «Todos los ricos del pueblo implorarán tu rostro… Ellos recordarán tu nombre de generación en generación; es por eso que los pueblos te alabarán eternamente, y por los siglos de los siglos» Salmo 44 según la traducción latina en uso en la liturgia romana.
( Fragmentos extraídos del libro de FRANÇOIS CHENIQUE : «Le Culte de la Vierge, ou la Metaphysique au Feminin», Editions Dervy 2000, ISBN 2-84454-054-6 )
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