EL EVANGELIO DE TACIANO

EL EVANGELIO DE TACIANO
(Diatessaron)

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Habiendo muchos intentado poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido certísimas, como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron por sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber entendido todas las cosas desde el principio con diligencia, escribírtelas por orden, oh muy buen Teófilo, para que conozcas la verdad de las cosas en las cuales has sido enseñado.

El Verbo de Dios

I 1. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
2. Éste era en el principio con Dios.
3. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que es hecho fue hecho.
4. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
5. Y la luz en las tinieblas resplandece. Mas las tinieblas no la comprendieron.

El sacerdocio de Zacarías

II 1. Hubo, en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la suerte de Abdías, y su mujer, de las hijas de Aarón, llamada Isabel.
2. Y eran ambos justos delante de Dios, andando sin reprensión en todos los mandamientos y estatutos del Señor.
3. Y no tenían hijos, porque Isabel era estéril, y ambos eran avanzados en días.
4. Y aconteció que, ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios por el orden de su vez, conforme a la costumbre del sacerdocio, salió en suerte a poner el incienso, entrando en el templo del Señor.
5. Y toda la multitud del pueblo estaba fuera, orando, a la hora del incienso.
6. Y se le apareció el ángel del Señor, puesto en pie, a la derecha del altar del incienso.
7. Y se turbó Zacarías al verlo y cayó temor sobre él.
8. Mas el ángel le dijo: Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Isabel te parirá un hijo, y llamarás su nombre Juan.
9. Y tendrás suma alegría y muchos gozarán de su nacimiento.
10. Porque será grande delante de Dios, y no beberá vino ni sidra, y estará lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.
11. Y a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor Dios de ellos.
12. Porque él irá delante de Él con el espíritu y la virtud de Elías, para convertir los corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes a la prudencia de los justos, y para aparejar al Señor un pueblo apercibido.
13. Y dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer avanzada en días.
14. Y, respondiendo, el ángel le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios, y que he sido enviado a hablarte, y a darte esa buena nueva.
15. Y he aquí que estarás mudo, y que no podrás hablar, hasta el día que lo por mí dicho sea hecho, por cuanto no creíste a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo debido.
16. Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y todos se maravillaban de que se detuviese en el templo.
17. Y, saliendo, no les podía hablar. Y entendieron que había visto visión en el templo. Y él les hablaba por señas, y quedó mudo.
18. Y fue que, cumplidos los días de su oficio, se vino a su casa.
19. Y, después de aquellos días, concibió su mujer Isabel, y se encubrió por cinco meses, diciendo: Porque el Señor me ha hecho así en los días en que miró para quitar mi afrenta entre los hombres.

El ángel Gabriel habla a María

III 1. Y, al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazareth, para que visitase a una virgen, desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David. Y el nombre de la virgen era María.
2. Y, entrando el ángel adonde ella estaba, le dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo y bendita eres entre las mujeres.
3. Mas ella, cuando lo vio, se turbó de sus palabras, y pensaba qué salutación fuese aquélla.
4. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia cerca de Dios.
5. Y he aquí que concebirás en tu seno, y parirás un hijo, y llamarás su nombre Jesús. este será grande, y será llamado hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre. Y reinará, en la casa de Jacob por siempre, y de su reino no habrá fin.
6. Entonces María preguntó al ángel: ¿Cómo ocurrirá eso? Porque yo no conozco varón.
7. Y, respondiendo, el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra, por lo cual lo que de tu vientre nacerá será llamado Hijo de Dios. Y he aquí que Isabel, tu parienta, también ha concebido hijo en su vejez, y está en el sexto mes de su embarazo, ella, llamada la estéril, porque nada es imposible para Dios.
8. Entonces María dijo: He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra. Y el ángel partió de ella.
9. En aquellos días, levantándose María, fue a la montaña con prisa, a una ciudad de Judá, y entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel.
10. Y aconteció que, como oyó Isabel la salutación de María, la criatura saltó en su vientre, y ella fue llena del Espíritu Santo.
11. Y exclamó a gran voz: Bendita eres entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y de dónde que la madre de mi Señor venga a mí? Porque he aquí que apenas llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.
12. Entonces María dijo: Engrandezca mi alma el Señor, y mi espíritu se alegre en Dios, mi Salvador. Porque ha mirado a la bajeza de su sierva, y he aquí que, desde ahora, me llamarán bienaventurada todas las generaciones, por haberme hecho grandes cosas el Omnipotente. Y santo es su nombre, y su misericordia va de generación en generación a los que le temen. Él hizo valentía con su brazo, y esparció a los soberbios del pensamiento de su corazón, y quitó a los poderosos de los tronos, y levantó a los humildes, y a los ricos envió vacíos, y recibió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia, como habló a Abraham y a su simiente para siempre.
13. Y se quedó María con Isabel como tres meses, y después se volvió a su casa.

Nacimiento de Juan el Bautista

IV 1. Y a Isabel se le cumplió el tiempo del parto, y dio a luz un hijo.
2. Y oyeron los parientes y los vecinos que Dios había hecho con ella grande misericordia, y se alegraron en grado sumo.
3. Y aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño, y lo llamaban por el nombre de su padre, Zacarías.
4. Y, respondiendo, su madre dijo: No, sino Juan será llamado.
5. Y le advirtieron: ¿Por qué? Nadie hay en tu parentela que tenga ese nombre.
6. Y hablaron por señas a su padre, para que dijese cómo lo quería llamar.
7. Y, pidiendo la tablilla, escribió en ella: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
8. Y luego fue abierta su boca y su lengua, y habló, bendiciendo a Dios.
9. Y recayó gran temor sobre los parientes y los vecinos de ellos, y en todas las montañas de Judá fueron divulgadas aquellas cosas.
10. Y todos los que las oían las conservaban en su corazón, diciendo: ¿Quién será este niño? Y la mano de Dios estaba con él.
11. Y Zacarías, su padre, fue lleno de Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito sea el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y que alzó un cuerpo de salvación en la casa de su siervo David. Él habló por boca de sus santos profetas, que fueron desde el principio, y nos salvó de nuestros enemigos, y cargó su mano sobre todos los que nos aborrecieron. E hizo misericordia con nuestros padres, y se acordó de su santo pacto, del juramento que juró a Abraham, que nos había de dar, y que, sin temor y librados de nuestros enemigos, lo serviríamos en santidad y en justicia, delante de él, todos los días nuestros. Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado, porque irás ante la faz del Señor, para aparejar sus caminos, dando conocimiento de salud a su pueblo, para remisión de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó de lo alto el Oriente, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombras de muerte, y para encaminar nuestros pies por camino de paz.
12. Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu, y estuvo en los desiertos hasta el día que se mostró a Israel.

Genealogía y natividad de Jesús [No versículos 1 – 33]

V1. Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.
2. Abraham engendró a Isaac, e Isaac engendró a Jacob, y Jacob engendró a Judá y a sus hermanos.
3. Y Judá engendró de Thamar a Phares y a Zara, y Phares engendró a Esrom, y Esrom engendró a Aram.
4. Y Aram engendró a Aminadab, y Aminadab engendró a Naassón, y Naassón engendró a Salomón.
5. Y Salomón engendró de Rachâb a Booz, y Booz engendró de Ruth a Obed, y Obed engendró a Jessé.
6. Y Jessé engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías.
7. Y Salomón engendró a Roboam, y Roboam engendró a Abia, y Abia engendró a Asa.
8. Y Asa engendró a Josaphat, y Josaphat engendró a Joram, y Joram engendró a Osías.
9. Y Osías engendró a Jostam, y Jostam engendró a Achâz, y Achâz engendró a Ezequías.
10. Y Ezequías engendró a Manasés, y Manasés engendró a Amén, y Amén engendró a Josías.
11. Y Josías engendró a Jechônias y a sus hermanos, en la transmigración de Babilonia.
12. Y. después de la transmigración de Babilonia, Jechônias engendró a Salathiel, y Salathiel engendró a Zorobabel.
13. Y Zorobabel engendró a Abiud, y Abiud engendró a Eliachim, y Eliachim engendró a Azor.
14. Y Azor engendró a Sadoc, y Sadoc engendró a Achim, y Achim engendró a Eliud.
15. Y Eliud engendró a Eleazar, y Eleazar engendró a Mathán, y Mathán engendró a Jacob.
16. Y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, el cual es llamado el Cristo.
17. De manera que todas las generaciones, desde Abraham hasta David, son catorce generaciones y, desde David hasta la transmigración de Babilonia, catorce generaciones y, desde la transmigración de Babilonia hasta el Cristo, catorce generaciones.
18. Y al Cristo Jesús se le creía hijo de José, que fue hijo de Elí.
19. Que fue de Mathat, que fue de Leví, que fue de Melchí, que fue de Janna, que fue de José.
20. Que fue de Mattathias, que fue de Amós, que fue de Nahum, que fue de Esli.
21. Que fue de Naggai, que fue de Maat, que fue de Mattathias, que fue de Semel, que fue de José, que fue de Judá.
22. Que fue de Joaana, que fue de Rhesa, que fue de Zorobabel, que fue de Salathiel.
23. Que fue de Neri, que fue de Melchi, que fue de Abdi, que fue de Cosam, que fue de Elmodan, que fue de Er.
24. Que fue de Josué, que fue de Eliezer, que fue de Joreim, que fue de Mathat.
25. Que fue de Leví, que fue de Simeón, que fue de Judá, que fue de José, que fue de Jonán, que fue de Eliachim.
26. Que fue de Melea, que fue de Mainán, que fue de Mattatha, que fue de Nathán.
27. Que fue de David, que fue de Jessé, que fue de Obed, que fue de Booz, que fue de Salmón, que fue de Naasón.
28. Que fue de Aminadab, que fue de Arám, que fue de Esrom, que fue de Phares.
29. Que fue de Judá, que fue de Jacob, que fue de Isaac, que fue de Abraham, que fue de Thara, que fue de Nachor.
30. Que fue de Saruch, que fue de Ragau, que fue de Phalec, que fue de Heber.
31. Que fue de Sala, que fue de Cainán, que fue de Arphaxad, que fue de Noé, que fue de Lamech.
32. Que fue de Mathusala, que fue de Enoch, que fue de Jared, que fue de Maleleel.
33. Que fue de Cainán, que fue de Enós, que fue de Seth, que fue de Adán, que fue de Dios.
34. Y el nacimiento de Jesucristo ocurrió así: Que, estando María, su progenitora, desposada con José, antes que cohabitasen, se encontró haber concebido del Espíritu Santo.
35. Y José, su marido, que era justo, no quiso, infamarla, y se propuso abandonarla secretamente.
36. Y, cuando en ello pensaba, he aquí que el ángel del Señor le apareció en sueños, y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a tu esposa bajo tu protección, porque lo que en ella se ha engendrado del Espíritu Santo es.
37. Y parirá un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados.
38. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor al profeta, que vaticinó: He aquí que la virgen concebirá, y parirá un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que, declarado, es: Dios con nosotros.
39. Y, despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había ordenado, y recibió a su mujer.
40. Y no la conoció hasta que parió a su hijo primogénito, al cual, conforme al mandato del ángel, puso el nombre de Jesús.
41. Por aquellos días Augusto César promulgó un edicto para que toda la tierra fuese empadronada.
42. Este empadronamiento primero se llevó a cabo en la época en que Cirino era gobernador de la Siria.
43. E iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.
44. Y José, por cuanto era de la casa y familia de David, subió a la ciudad de éste, llamada Bethlehem, de Judea, desde la de Nazareth, de Galilea, llevando consigo, para ser empadronado, a María, su esposa, la cual se hallaba encinta.
45. Y, aconteció que, estando ellos allí, se cumplió el tiempo en que a María le tocaba dar a luz.
46. Y parió a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, por no haber encontrado lugar para ellos en el mesón.

Aparece el ángel a los pastores

VI 1. Y había, en aquella comarca, varios pastores, los cuales velaban y hacían centinela nocturna sobre su grey.
2. Y, de improviso, el ángel del Señor apareció ante ellos, y los cercó con un resplandor de luz divina, lo cual los llenó de sumo temor.
3. Entonces el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí que vengo a daros una nueva de grandísimo gozo para todo el pueblo, y es que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo o Mesías, Señor Nuestro.
4. Y sírvaos de señal que hallaréis al niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre.
5. Y, al punto mismo, se dejó ver con el ángel una multitud de los ejércitos celestes, que alababa a Dios, clamando:
6. Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
7. Y, luego que los ángeles se apartaron de allí, y volaron al cielo, los pastores se dijeron los unos a los otros: Vayamos a Bethlehem, y seamos testigos de este prodigio que acaba de suceder, y que el Señor nos ha manifestado.
8. Y caminaron a toda prisa, y hallaron a María, a José, y al niño reclinado en el pesebre.
9. Y, viéndolo, se certificaron de todo lo que se les había dicho de aquel niño.
10. Y todos los que conocían el suceso se maravillaron igualmente de lo que los pastores les contaban.
11. María, empero, guardaba todas estas cosas dentro de sí, confiriéndolas en su corazón.
12. Y los pastores se volvieron, sin cesar de alabar y de glorificar a Dios por todas las cosas que habían visto y oído, según se les había anunciado.

Jesús es llevado por sus padres a que lo circunciden

VII 1. Y, pasados los ocho días legales para circuncidar al niño, llamaron su nombre Jesús, nombre que el ángel le había puesto, antes que hubiese sido concebido en el vientre de su madre.
2. Y, cumplido asimismo el período de la purificación de María, conforme a la legislación mosaica, lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor. Porque escrito está en su santa ley: Todo varón que naciere el primero me será consagrado.
3. Y llevaron su ofrenda de un par de tórtolas o dos palominas, como ordena también la ley del Señor.
4. Y, en aquella sazón, había en Jerusalén un hombre justo y piadoso, llamado Simeón, el cual esperaba la consolación de Israel. Y en Simeón moraba el Espíritu Santo, y éste le había revelado que no moriría sin haber visto al Cristo.
5. Inspirado por él, fue al templo. Y al entrar el niño Jesús con sus padres, para practicar lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, saca en paz de este mundo a tu siervo, según tu promesa, porque mis ojos han visto tu salvación, que has aparejado, en presencia de todos los pueblos, como luz para ser revelada a los gentiles, y como gloria de tu pueblo de Israel.
6. Y su padre y su madre estaban maravillados de las cosas que de Jesús se decían.
7. Y Simeón bendijo a entrambos, y advirtió a María: Este niño que aquí ves está destinado para ruina y para resurrección de muchos en Israel y para ser digno de contradicción. Y una espada, de ti misma salida, atravesará tu alma, para que sean manifestados los pensamientos de muchos corazones.
8. Vivía también entonces la profetisa Ana, hija de Phanuel, de la tribu de Aser, ida allí en edad avanzada, y que había vivido siete años con su marido desde su virginidad.
9. Y era viuda de hasta ochenta y cuatro años, que no se apartaba del templo, sirviendo a Dios de noche y de día con ayunos y con oraciones.
10. Ésta, pues, sobreviniendo en la misma hora, alababa igualmente al Señor, y hablaba de él a todos los que, en Jerusalén, esperaban la redención de Israel.
11. Mas, cumplidas todas las cosas que la ley del Señor mandaba, María, José y Jesús regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazareth.

Los magos que llegaron de Oriente

VIII 1. Y, como fue nacido Jesús en Bethlehem de Judea, en días del rey Herodes, he aquí que unos magos vinieron del Oriente a Jerusalén, y preguntaron: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el Oriente y venimos a adorarlo.
2. Y, oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.
3. Y, convocados todos los príncipes de los sacerdotes y los escribas del pueblo, inquirió de ellos dónde había de nacer el Cristo.
4. A lo que contestaron: En Bethlehem de Judea. Porque escrito está por el profeta. Y tú, Bethlehem, de tierra de Judá, no eres muy pequeña entre sus príncipes, porque de ti ha de salir un conductor, que guiará a Israel, mi pueblo.
5. Y entonces Herodes, llamando a los magos, averiguó de ellos el tiempo de la aparición de la estrella.
6. Y los envió a Bethlehem y les dijo: Id allá, y preguntad con diligencia por el niño.
7. Y, después que lo halléis, hacédmelo saber, para que yo también lo adore.
8. Y ellos, en oyendo al rey, se fueron, y la estrella que habían visto en Oriente iba ante ellos, hasta que, llegando, se situó sobre donde estaba el niño.
9. Y, viendo la estrella, se regocijaron grandemente.
10. Y, entrando en la casa, vieron al niño con su madre María.
11. Y, prosternándose, lo adoraron, y abrieron sus tesoros, y le ofrecieron oro, incienso y mirra.
12. Y, habiéndoles sido dicho en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su país por otro camino.

Huida a Egipto de Jesús con sus padres José y María

IX 1. Y he aquí que cuando hubieron partido, el ángel del Señor se apareció en sueños a José.
2. Y le dijo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto.
3. Y estáte allá mientras yo no te diga otra cosa, porque ha de suceder que Herodes buscará al niño para matarlo.
4. Y él despertó, y tomó al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
5. Y estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliese lo que fue dicho por el Señor, cuando el profeta dijo: De Egipto llamé a mi Hijo.

Herodes ordena matar a todos los niños pequeños

X 1. Y Herodes, como se vio burlado de los magos, se enojó mucho.
2. Y mandó matar a todos los niños que había en Bethlehem y en sus términos, de dos años para abajo, según había oído a los magos.
3. Y entonces se cumplió la profecía de Jeremías, que dijo:
4. Oyóse voz en Ramá, y lloros y gemidos y lamentos.
5. Y Raquel lloró a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque perecieron.

Jesús vuelve de Egipto

XI 1. Y he aquí que, muerto Herodes, el ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto.
2. Y le dijo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel.
3. Porque muertos son los que querían la muerte del niño.
4. Y él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y vino a tierra de Israel.
5. Y, oyendo que Arquelao había sucedido en Judea a Herodes, su padre, temió ir allá.
6. Mas fue amonestado en sueños, y se fue al país de Galilea.
7. Y vino, y habitó en la ciudad que llaman Nazareth.
8. Para que se cumpliese lo que habían dicho los profetas de que había de ser llamado Nazareno.

Jesús en el templo de Jerusalén

XII 1. Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sapiencia.
2. Y la gracia de Dios era sobre él.
3. Y sus padres iban todos los años a Jerusalén para las fiestas de Pascua.
4. Y, cuando él tenía doce años, subieron ellos a Jerusalén, según su costumbre en las fiestas.
5. Y, pasados los días, volvieron. Y el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres.
6. Y, creyendo que iba con todos, anduvieron un día, y lo buscaban entre sus parientes.
7. Mas no lo hallaron, y volvieron a Jerusalén a buscarlo.
8. Y sucedió que a los tres días lo hallaron en el templo, sentado entre los doctores, oyéndolos y preguntándoles.
9. Y todos los que lo oían se pasmaban de su inteligencia y de sus contestaciones.
10. Y ellos quedaron admirados, y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué has hecho esto?
11. He aquí que tu padre y yo te hemos buscado con tristeza.
12. Y él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabéis que en los asuntos de mi Padre me conviene estar?
13. Mas ellos no entendieron lo que les decía.
14. Y descendió con ellos, y vino a Nazareth, y les estaba sometido. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
15. Y Jesús crecía en sabiduría y en edad y en gracia para con Dios y para con los hombres.

Aparece Juan el Bautista en Israel

XIII 1. Y en el año quinto del imperio de Tiberio César, siendo Pilatos gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisania, tetrarca de Abilinia, y, siendo Anás y Caifás sumos sacerdotes, llegó palabra del Señor sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
2. Y anduvo por toda la tierra de los alrededores del Jordán, predicando el bautismo de la penitencia para la remisión de los pecados, y diciendo: Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado. Porque éste es aquel de que dijo el profeta Isaías: Aparejad el camino del Señor, y enderezad sus veredas. Todo valle se henchirá, se bajará todo monte y toda colina. Y los caminos torcidos se harán rectos, y los ásperos se verán allanados, y toda carne verá la salvación de Dios. Y el que habla vino por testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. Y el que lo envió era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba y el mundo fue hecho por él, y el mundo no lo conoció. A lo suyo vino, y los suyos no lo recibieron. Mas a todos los que lo recibieron, y creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de voluntad divina. Y aquel Verbo fue hecho carne, y vimos su gloria, que lo es del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
3. Y Juan dio testimonio de él, y clamó, diciendo: este es aquel del que yo aseguraba que, aunque venía tras de mí, existía antes que yo, y de cuya plenitud tomamos todos, y gracia por gracia. Porque la ley por Moisés fue dada, mas la gracia y la verdad por Jesucristo fue hecha. A Dios nadie lo vio jamás, y el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él lo declaró.
4. Y Juan andaba vestido de pelos de camello y con un cinto de cuero alrededor de sus lomos. Y comía langostas y miel silvestre. Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, en cuyo río eran bautizados todos los que confesaban sus pecados.
5. Mas, viendo él a muchos de los fariseos y de los saduceos, que venían a su bautismo, les decía: Generación de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que vendrá? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir en vosotros mismos que tenéis a Abraham por padre. Pues yo os digo que puede Dios despertar hijos a Abraham aun de estas piedras. Ahora, ya también la segur está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no hace buen fruto es cortado, y echado en el fuego.
6. Y las turbas lo interrogaban, diciendo: ¿Qué haremos, pues?
7. Y él les respondió: El que tenga dos túnicas dé una al que ninguna posee, y el que tenga qué comer haga lo mismo.
8. Y vinieron también los publicanos, y le preguntaron: ¿Qué haremos, maestro?
9. Y él les contestó: No exijáis más de lo que os está ordenado.
10. Y asimismo le preguntaron los soldados: Y nosotros ¿qué haremos?
11. Y él repuso: No causéis extorsión a nadie, ni calumniéis, y contentaos con vuestras pagas.
12. Y el pueblo estaba en expectación, y todos pensaban de Juan, en sus corazones, si sería el Cristo.
13. Mas los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas, que preguntaron a Juan: Tú, ¿quién eres?
14. Y confesó, y no negó, mas dijo: No soy el Cristo.
15. Y le preguntaron: ¿Quién eres entonces? ¿Eres Elías? Y dijo: No lo soy.
16. Y le dijeron: ¿Eres profeta? Y dijo: No.
17. Y le dijeron: ¿Quién eres entonces?
18. Porque hemos de decirlo a los que nos enviaron. ¿Qué dices tú de ti?
19. Y contestó: Yo soy la voz que dama en el desierto: Preparad el camino del Señor, según dijo Isaías profeta.
20. Y los enviados lo eran de los fariseos.
21. Y le preguntaron: ¿Por qué, pues, bautizas, si no eres el Cristo, ni Elías, ni profeta?
22. Y Juan contestó, y dijo: Yo os bautizo con agua, en penitencia.
23. Mas viene en pos de mí aquel de quien no somos dignos de desatarle el calzado.
24. Y él os bautizará con Espíritu Santo y con fuego.
25. Porque en su mano está su aventador, y aventará su era.
26. Y guardará la paja en su hórreo, y hará arder la paja en un fuego inextinguible.
27. Y decía otras muchas cosas, y evangelizaba al pueblo.
28. Y era en Bethania, tras el Jordán, donde Juan bautizaba.

Juan bautiza a Jesús

XIV 1. Entonces vino Jesús de Galilea al Jordán, para que Juan lo bautizase.
2. Mas Juan se resistía, diciendo: ¿Cómo he de bautizarte yo, que debo ser bautizado por ti?
3. Y Jesús le contestó, y le dijo: Sin embargo, nos conviene cumplir con toda justicia.
4. Y como todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado.
5. Y al salir del agua, oró, y vio abrirse los cielos, y el Espíritu Santo, en forma de paloma, descendió sobre él.
6. Y hubo una voz del cielo que decía: Tú eres mi hijo directo, en quien me complazco.
7. Y Juan lo atestiguó, diciendo: Vi al Espíritu Santo, que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
8. Y yo lo desconocía, mas el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien vieres descender y permanecer el Espíritu es quien bautiza con Espíritu Santo.
9. Y yo lo vi y atestiguo que es el Hijo de Dios.

DECRETO GELASIANO

DECRETO GELASIANO
sobre los libros recibidos y los no recibidos

(Decretum Gelasianum)

Relaciones en la Trinidad

Aquí comienza el Concilio de Roma, bajo el Papa Dámaso, sobre la explicación de la fe.

I. Fue dicho:

1. En primer lugar, debe tratarse acerca de las siete formas del Espíritu que permanecen en Cristo:

El espíritu de la sabiduría: Cristo, el poder y la sabiduría de Dios.
El espíritu del entendimiento: Te daré entendimiento y te instruiré en el camino que deberás seguir.
El espíritu del consejo: Y su nombre es llamado “mensajero de gran consejo”.
El espíritu de las virtudes: conforme a lo anterior, el poder de Dios y la sabiduría de Dios.
El espíritu del conocimiento: Por causa de la eminencia del conocimiento del apóstol de Cristo Jesús.
El espíritu de la verdad: Soy el camino, la vida y la verdad.
El espíritu del temor de Dios: El temor de Dios es el principio de la sabiduría.

2. Pero la dispensación de Cristo es denominada de formas diferentes:

Dios, que es espíritu;
el Verbo, que es Dios;
el Hijo, que es el unigénito del Padre;
el Hombre, que nació de la Virgen;
el Sacerdote, que se ofreció a sí mismo como sacrificio;
el Pastor, que es el protector;
[el alimento del] gusano, que resucitó de entre los muertos;
la montaña, que es fuerte;
el camino, que es recto;
el refugio, por el cual se ingresa en la vida;
el cordero, que fue inmolado;
la roca, que es angular;
el maestro, que trae la vida;
el sol, que es el iluminador;
la verdad, que proviene del Padre;
la vida, de la cual es el creador;
el pan, que es apreciado;
el Samaritano, que es protector y misericordioso;
el Cristo, que es el Ungido;
Jesús, que es el Salvador;
Dios, que proviene de Dios;
el mensajero, que fue enviado;
el novio, que es el mediador;
el vino, cuya propia sangre nos redimió;
el león, que es rey;
la piedra, que es el sostén;
la flor, que fue elegida;
el profeta, que reveló el futuro.

3. En cuanto al Espíritu Santo, no proviene sólo del Padre ni sólo del Hijo, sino del Padre y del Hijo; por eso está escrito: El que se deleita en el mundo, el Espíritu del Padre no está en él; y nuevamente: En cuanto a todo aquel que no tenga el Espíritu de Cristo, no le pertenece. De este modo se entiende que el Espíritu Santo sea nombrado como del Padre y del Hijo, siendo que el propio Hijo dijo en el Evangelio que el Espíritu Santo procede del padre y por mí Él es aceptado y anunciado a ustedes.

Canon de la Biblia

II. También fue dicho:

Ahora debe tratarse sobre las Divinas Escrituras, las que son aceptadas por la Iglesia Católica Universal, y las que deben rechazarse.

1. Comienza el orden del Antiguo Testamento:
  Génesis
Éxodo
Levítico
Números
Deuteronomio
Jesús Navé (Josué)
Jueces
Rut
Reyes
Paralipómenos (Crónicas)
150 Salmos
tres libros de Salomón:
  Proverbios
  Eclesiastés
  Cantar de los Cantares
igualmente, Sabiduría
Eclesiástico un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
cuatro libros
dos libros
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro

2. Sigue el orden de los Profetas:
  Isaías
Jeremías, considerado un libro con Cinoth, es decir, sus lamentaciones
Ezequiel
Daniel
Oseas
Amós
Miqueas
Joel
Abdías
Jonás
Nahúm
Habacuc
Sofonías
Hageo
Zacarías
Malaquías un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro

3. Sigue el orden de los (libros) históricos:
  Job
Tobías
Esdras
Ester
Judit
Macabeos un libro
un libro
dos libros
un libro
un libro
dos libros

4. Sigue el orden de las Escrituras del Nuevo Testamento, que la Santa Iglesia Católica Romana acepta y venera:
  cuatro libros de Evangelios:
  según Mateo
  según Marcos
  según Lucas
  según Juan
igualmente, los Hechos de los Apóstoles
las epístolas del Apóstol Pablo, en número de catorce:
  a los Romanos
  a los Corintios
  a los Efesios
  a los Tesalonicenses
  a los Gálatas
  a los Filipenses
  a los Colosenses
  a Timoteo
  a Tito
  a Filemón
  a los Hebreos
igualmente, el Apocalipsis de Juan
igualmente, las epístolas canónicas, en número de siete:
  del Apóstol Pedro
  del Apóstol Santiago
  del Apóstol Juan
  de otro Juan, presbítero
  del Apóstol Judas, el Zelote
un libro
un libro
un libro
un libro
un libro
una epístola
una epístola
una epístola
dos epístolas
una epístola
una epístola
una epístola
dos epístolas
una epístola
una epístola
una epístola
un libro

dos epístolas
una epístola
una epístola
dos epístolas
una epístola

Aquí termina el canon del Nuevo Testamento.

Primado de la Iglesia de Roma

III. También fue dicho:

Aquí comienza el Decreto sobre los libros que deben ser recibidos y los que no deben ser recibidos, que fue escrito por el Papa Gelasio y setenta obispos sumamente eruditos en la sede apostólica de la ciudad de Roma.

1. Después de todas estas escrituras proféticas, evangélicas y apostólicas tratadas anteriormente, sobre las que está fundada la Iglesia Católica por la gracia de Dios, también consideramos necesario decir que, aunque la Iglesia Católica Universal difundida por todo el mundo es la única novia de Cristo, a la Santa Iglesia Romana le fue dado el primer lugar entre las demás Iglesias, no por decisión de ningún concilio, sino que por la voz de nuestro Señor y Salvador obtuvo la primacía en el Evangelio: Tú eres Pedro, dijo, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella, y a ti te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares sobre la tierra, será atado también en el cielo, y cuanto desatares sobre la tierra, será desatado también en el cielo.

2. Se sumó también la presencia del bienaventurado Apóstol Pablo, el vaso escogido, que no en oposición como dicen los herejes chismosos, sino al mismo tiempo y en el mismo día, fue coronado con una muerte gloriosa junto con Pedro en la ciudad de Roma, padeciendo bajo el César Nerón; y juntos consagraron para Cristo el Señor a la mencionada Santa Iglesia de Roma y le dieron preferencia con su presencia y triunfos dignos de veneración ante todas las otras ciudades en el mundo entero.

3. Por lo tanto, la primera es la sede del Apóstol Pedro, la Iglesia de Roma, que no tiene mancha, ni arruga, no otros defectos.

Por otra parte, la segunda sede fue concedida para Alejandría, en el nombre del bienaventurado Pedro, por Marcos, su discípulo y consagrado evangelista. Él mismo escribió la Palabra de la Verdad estando en Egipto, [escuchándola] directamente del Apóstol Pedro, y su vida fue consumada gloriosamente en martirio.

La tercera sede fue dada a Antioquía por el bienaventurado y honorable Apóstol Pedro, quien vivió allí antes de venir a Roma, y donde se oyó por primera vez el nombre de una nueva raza: Cristianos.

Escritos que pueden recibirse

IV. Y aunque ningún otro fundamenteo puede establecerse, sino aquel que fue establecido, Cristo Jesús, sin embargo, para edificación, después de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento enumerados anteriormente de acuerdo al canon, la Santa Iglesia Romana no prohibe recibir los siguientes escritos:

1. El Santo Concilio de Nicea, conformado por 318 obispos y presidido por el emperador Constantino el Grande, en el que fue condenado el hereje Arrio;

el Santo Concilio de Constantinopla, presidido por el emperador Teodosio el Viejo, en el que el hereje Macedonio se libró de su merecida condenación;

el Santo Concilio de Éfeso, en el que Nestorio fue condenado con el consentimiento del bienaventurado Papa Celestino, presidido por Cirilo de Alejandría en el asiento del magistrado, y por Arcadio, el obispo enviado desde Italia.

el Santo Concilio de Calcedonia, presidido por el emperador Marciano, y por Anatolio, obispo de Constantinopla, en el que las herejías Nestoriana y Eutiquiana, juntamente con Dióscoro y sus simpatizantes, fueron condenados.

2. Pero si también hay concilios apoyados hasta ahora por los Santos Padres, de menor autoridad que estos cuatro, decretamos que éstos deben ser matenidos y recibidos. A continuación añadimos las obras de los Santos Padres que son recibidos en la Iglesia Católica:

igualmente, las obras del bienaventurado Cecilio Cipriano, mártir y obispo de Cartago;
igualmente, las obras del bienaventurado obispo Gregorio Nazianceno;
igualmente, las obras del bienaventurado Basilio, obispo de Capadocia;
igualmente, las obras del bienaventurado Juan, obispo de Constantinopla;
igualmente, las obras del bienaventurado Teófilo, obispo de Alejandría;
igualmente, las obras del bienaventurado Cirilo, obispo de Alejandría;
igualmente, las obras del bienaventurado obispo Hilario Pictaviense;
igualmente, las obras del bienaventurado Ambrosio, obispo de Milán;
igualmente, las obras del bienaventurado Agustín, obispo de Hipona;
igualmente, las obras del bienaventurado sacerdote Jerónimo;
igualmente, las obras del bienaventurado Próspero, un hombre sumamente religioso;

3. igualmente, la epístola del bienaventurado Papa León destinada a Flaviano, obispo de Constantinopla; pero si alguna parte de su texto fuera disputada, no siendo aquella que fue recibida por todos desde la antigüedad, sea anatema;

igualmente, las obras y todos los tratados de los padres ortodoxos, que no se desviaron en nada de la [enseñanza] común de la Santa Iglesia Romana, y que nunca se separaron de la fe y adoración, manteniéndose en comunión por la gracia de Dios hasta el último día de sus vidas, decretamos que sean leídos;

igualmente, los decretos y epístolas oficiales que los bienaventudados papas enviaron desde Roma, por consideración a varios padres y en diversas épocas, deben ser mantenidas con reverencia;

4. igualmente, las actas de los Santos Mártires, que recibieron la gloria por sus múltiples torturas y sus maravillos triunfos de persistencia. ¿Qué católico duda que la mayoría de ellos debieron soportar en agonías con todas sus fuerzas, y resistieron por la gracia de Dios y la ayuda de los demás? Pero, de acuerdo a una costumbre antigua, por precaución no se leen en la Santa Iglesia Romana, porque los nombres de quienes las escribieron no son conocidos con propiedad y no es posible separarlos de los no creyentes e idiotas; o porque lo que declaran es de orden inferior a los eventos ocurridos; por ejemplo, las actas de Quiricio y Julita, así como las de Jorge, y los sufrimientos de otros como éstos, que parecen haber sido compuestas por herejes. Por esta razón, tal como se dijo, para no dar pretexto a la burla casual, no son leídas en la Santa Iglesia Romana. Sin embargo, veneramos junto con la mencionada Iglesia a todos los mártires y sus gloriosos sufrimientos, que son más conocidos por Dios que por los hombres, con toda devoción;

igualmente, las vidas de los padres Pablo, Antonio e Hilarión, así como todos los eremitas, que son descritas por el bienaventurado hombre Jerónimo, las recibimos con honor;

igualmente, las actas del bienaventurado Silvestre, obispo del sillón apostólico, que son permitidas aunque se desconozca su autor, ya que sabemos que son leídas por muchos católicos incluso de la ciudad de Roma, y también por el uso antiguo de las generaciones, que es imitado por la iglesia;

igualmente, los escritos sobre el hallazgo de la cruz, y otras novelas sobre el hallazgo de la cabeza de Juan el Bautista, que son romances y algunos de ellos son leídos por católicos; pero cuando éstos llegen a las manos de católicos, debe considerarse primero lo que dijo el Apóstol Pablo: Examinad todas las cosas, reteniendo lo que sea bueno;

igualmente, Rufino, un hombre sumamente religioso, que escribió varios libros sobre las obras eclesiásticas y algunas interpretaciones de las escrituras; con todo, desde que el venerable Jerónimo demostró que hizo uso de ciertas libertades arbitrarias en algunos de esos libros, consideramos como aceptables a aquellos que el bienaventurado Jerónimo, anteriormente citado, consideraba como aceptables; y no sólo los de Rufino, sino también aquellos de cualquiera que sea recordado por su celo por Dios y criticado por la fe en la religión;

igualmente, algunas obras de Orígenes, que el bienaventurado hombre Jerónimo no rechazó, las recibimos para ser leídas, pero decimos que lo restante de su autoría debe rechazarse;

igualmente, la Crónica de Eusebio de Cesarea y los libros de su Historia Eclesiástica, que aunque haya muchas cosas dudosas en el primer libro de su narración y luego haya escrito un libro alabando y disculpando al cismático Orígenes, sin embargo, considerando que en su narración hay cosas destacables y útiles para la instrucción, no diremos a nadie que deban rechazarse;

igualmente, alabamos a Osorio, un hombre sumamente erudito, que nos escribió una historia muy necesaria contra las calumnias de los paganos y de una brevedad maravillosa;

igualmente, la obra pascual del venerable hombre Sedulio, que fue escrita con versos heroicos y merece una alabanza significativa;

igualmente, la increíble y laboriosa obra de Juvencio, que no desdeñamos, sino que nos asombramos por ella.

Lista de apócrifos

V. Los demás escritos que fueron compilados o reconocidos por los herejes o cismáticos, la Iglesia Católica Apostólica Romana no recibe de ninguna manera; de éstos consideramos correcto citar a continuación algunos que han pasado de generación en generación y que son rechazados por los católicos:

Igualmente, lista de libros apócrifos:

en primer lugar, el Concilio de Sirmio, convocado por el César Constancio, hijo de Constantino, y presidido por el Prefecto Tauro, que fue y será  siempre condenado;
  el Itinerario en el nombre del Apóstol Pedro, que es llamado libro nueve de San Clemente apócrifo
los Hechos en el nombre del Apóstol Andrés
los Hechos en el nombre del Apóstol Tomás
los Hechos en el nombre del Apóstol Pedro
los Hechos en el nombre del Apóstol Felipe
el Evangelio en el nombre de Matías
el Evangelio en el nombre de Bernabé
el Evangelio en el nombre de Santiago el menor
el Evangelio en el nombre del Apóstol Pedro
el Evangelio en el nombre de Tomás, usado por los maniqueos
los Evangelios en el nombre de Bartolomé
los Evangelios en el nombre de Andrés
los Evangelios falsificados por Luciano
los Evangelios falsificados por Hesiquio
el libro sobre la infancia del Salvador
el libro sobre la natividad del Salvador y María, o La Partera
el libro que es llamado El Pastor
todos los libros que hizo Leucio, discípulo del diablo
el libro que es llamado La Fundación
el libro que es llamado El Tesoro
el libro de las hijas de Adán Leptogeneseos (Libro de los Jubileos)
el Centón sobre Cristo, puesto en versos de Virgilio
el libro que es llamado Hechos de Tecla y Pablo
el libro que es llamado de Nepote
el libro de Proverbios, escrito por herejes y pre-asignado con el nombre de San Sixto
las Revelaciones que son llamadas de Pablo
las Revelaciones que son llamadas de Tomás
las Revelaciones que son llamada de Esteban
el libro que es llamado Asunción de Santa María
el libro que es llamado Penitencia de Adán apócrifos
apócrifos
apócrifos
apócrifos
apócrifo
apócrifo
apócrifo
apócrifo
apócrifo
apócrifos
apócrifos
apócrifos
apócrifos
apócrifo
apócrifo
apócrifo
apócrifos
apócrifo
apócrifo
apócrifo
apócrifo
apócrifo
apócrifo
apócrifo
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifo
apócrifo
el libro sobre Gog, el gigante que luchó contra el dragón después del diluvio, según afirman los herejes apócrifo
el libro que es llamado Testamento de Job
el libro que es llamado Penitencia de Orígenes
el libro que es llamado Penitencia de San Cipriano
el libro que es llamado Penitencia de Jamne y Mambre
el libro que es llamado Suerte de los Apóstoles
el libro que es llamado Alabanza de los Apóstoles
el libro que es llamado Cánones de los Apóstoles apócrifo
apócrifo
apócrifo
apócrifo
apócrifo
apócrifo
apócrifo
el libro El Fisiólogo, escrito por herejes y pre-asignado con el nombre del bienaventurado Ambrosio apócrifo
las Historias de Eusebio Pánfilo
las obras de Tertuliano
las obras de Lactancio, también conocido como Firmiano
las obras de Africano
las obras de Postumiano y Gallo
las obras de Montano, Priscila y Maximila
las obras de Fausto, el maniqueo
las obras de Comodiano
las obras del otro Clemente, de Alejandría
las obras de Tascio Cipriano
las obras de Arnobio
las obras de Ticonio
las obras de Casiano, sacerdote de Galia
las obras de Victorino de Petabio
las obras de Fausto, regente de Galia
las obras de Frumencio el ciego
la Epístola de Jesús a Abgaro
la Epístola de Abgaro a Jesús
la Pasión de Quiricio y Julita
la Pasión de Jorge
los escritos que son llamados Interdicto de Salomón apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifas
apócrifa
apócrifas
apócrifa
apócrifa
apócrifos
todas las Filacterías que fueron compuestas, no en el nombre de los ángeles como pretenden algunos, sino en el nombre de los mayores demonios apócrifas

Éstos y otros escritos similares, como los de Simón el Mago, Nicolás, Cerinto, Marción, Basílides, Ebion, Pablo de Samosata, Fotino y Bonoso que adolecieron de errores similares, también Montano con sus seguidores obscenos, Apolinaro, Valentino el maniqueo, Fausto Africano, Sabelio, Arrio, Macedonio, Eunomio, Novato, Sabacio, Calisto, Donato, Eustacio, Joviano, Pelagio, Juliano de Eclana, Celestio, Maximiano, Prisciliano de España, Nestorio de Constantinopla, Máximo Cínico, Lampecio, Dióscoro, Eutiques, Pedro y el otro Pedro, uno que desgració a Alejandría y el otro a Antioquía, Acacio de Constantinopla y sus partidarios, y todos los discípulos de la herejía y de los herejes y los cismáticos, cuyos nombres apenas fueron preservados, que enseñaron o escribieron, y no sólo son repudiados por toda la Iglesia Católica Apostólica Romana, sino que deben ser eliminados los autores y sus seguidores, y condenados con con el indisoluble vínculo del anatema eterno.
 

Traducido del latín, inglés y portugés, a partir de las siguientes versiones:
http://www.thelatinlibrary.com/decretum.html (latín)
http://www.tertullian.org/decretum_eng.htm (inglés)
http://www.geocities.com/Athens/Aegean/8990/decrgel0.htm (portugués)

CANON DE MURATORI

CANON DE MURATORI

(Fragmento)

… en éstos, sin embargo, él estaba presente, y así los anotó.

El tercer libro del evangelio: según Lucas.

Después de la ascensión de Cristo, Lucas el médico, el cual Pablo había llevado consigo como experto jurídico, escribió en su propio nombre concordando con la opinión de [Pablo]. Sin embargo, él mismo nunca vio al Señor en la carne y, por lo tanto, según pudo seguir…, empezó a contarlo desde el nacimiento de Juan.

El cuarto evangelio es de Juan, uno de los discípulos.

Cuando sus co-discípulos y obispos le animaron, dijo Juan, “Ayunad junto conmigo durante tres días a partir de hoy, y, lo que nos fuera revelado, contémoslo el uno al otro”. Esta misma noche le fue revelado a Andrés, uno de los apóstoles, que Juan debería escribir todo en nombre propio, y que ellos deberían revisárselo. Por lo tanto, aunque se enseñan comienzos distintos para los varios libros del evangelio, no hace diferencia para la fe de los creyentes, ya que en cada uno de ellos todo ha sido declarado por un solo Espíritu, referente a su natividad, pasión, y resurrección, su asociación con sus discípulos, su doble advenimiento – su primero en humildad, cuando fue despreciado, el cual ya pasó; su segundo en poder real, su vuelta. No es de extrañar, por lo tanto, que Juan presentara de forma tan constante los detalles por separado en sus cartas también, diciendo de sí mismo: “Lo que hemos visto con nuestros ojos y oído con nuestros oídos y hemos tocado con nuestras manos, éstas cosas hemos escrito”. Porque de esta manera pretende ser no sólo un espectador sino uno que escuchó, y también uno que escribía de forma ordenada los hechos maravillosos acerca de nuestro Señor.

Los Hechos de todos los apóstoles han sido escritos en un libro. Dirigiéndose al excelentísimo Teófilo, Lucas incluye una por una las cosas que fueron hechas delante de su propios ojos, lo que él muestra claramente al omitir la pasión de Pedro, y también la salida de Pablo al partir de la Ciudad para España.

En cuanto a las cartas de Pablo, ellas mismas muestran a los que deseen entender desde qué lugar y con cuál fin fueron escritas. En primer lugar [escribió] a los Corintios prohibiendo divisiones y herejías; luego a los Gálatas [prohibiendo] la circuncisión; a los Romanos escribió extensamente acerca del orden de las escrituras y también insistiendo que Cristo fuese el tema central de éstas. Nos es necesario dar un informe bien argumentado de todos éstos ya que el bendito apóstol Pablo mismo, siguiendo el orden de su predecesor Juan, pero sin nombrarle, escribe a siete iglesias en el siguiente orden: primero a los Corintios, segundo a los Efesios, en tercer lugar a los Filipenses, en cuarto lugar a los Colosenses, en quinto lugar a los Gálatas, en sexto lugar a los Tesalonicenses, y en séptimo lugar a los Romanos. Sin embargo, aunque [el mensaje] se repita a los Corinitios y los Tesalonicenses para su reprobación, se reconoce a una iglesia como difundida a través del mundo entero. Porque también Juan, aunque escribe a siete iglesias en el Apocalipsis, sin embargo escribe a todas. Además, [Pablo escribe] una [carta] a Filemón, una a Tito, dos a Timoteo, en amor y afecto; pero han sido santificadas para el honor de la iglesia católica en la regulación de la disciplina eclesiástica.

Se dice que existe otra carta en nombre de Pablo a los Laodicenses, y otra a los Alejandrinos, [ambos] falsificadas según la herejía de Marción, y muchas otras cosas que no pueden ser recibidas en la iglesia católica, ya que no es apropiado que el veneno se mezcle con la miel.

Pero la carta de Judas y las dos superscritas con el nombre de Juan han sido aceptadas en la [iglesia] católica; la Sabiduría también, escrita por los amigos de Salomón en su honor. El Apocalipsis de Juan también recibimos, y el de Pedro, el cual algunos de los nuestros no permiten ser leído en la iglesia. Pero el Pastor fue escrito por Hermas en la ciudad de Roma bastante recientemente, en nuestros propios días, cuando su hermano Pío ocupaba la silla del obispo en la iglesia de la ciudad de Roma; por lo tanto sí puede ser leído, pero no puede ser dado a la gente en la iglesia, ni entre los profetas, ya que su número es completo, ni entre los apóstoles al final de los tiempos.

Pero no recibimos ninguno de los escritos de Arsino o Valentino o Miltiado en absoluto. También han compuesto un libro de salmos para Marción [éstos rechazamos] junto con Basildo [y] el fundador asiático de los Catafrigios.

Traducido del inglés de http://members.aol.com/Judiciary/Muratori.html

EL EVANGELIO DE AMMONIO

EL EVANGELIO DE AMMONIO
(Armonía de los evangelios cnónicos)

Acontecimientos que precedieron y que siguieron al nacimiento de Jesús

I 1. En el principio era el Verbo, por el que fue hecho todo.
2. José desposó a la virgen María, y el arcángel Gabriel se le apareció, y le anunció su próxima preñez, que se produciría por modo sobrenatural.
3. Y José no la conoció, mientras no dio a luz.
4. Y Octavio Augusto mandó hacer un censo de todo el Imperio Romano.
5. Y José era de Bethlehem, la ciudad de David, y fue allí a empadronarse, porque era de la casa de aquel rey.
6. Y, estando allí, la virgen parió al Cristo.
7. Y los ángeles del cielo lo anunciaron por la noche a los pastores que cuidaban de los ganados.
8. Y unos magos de lejanas tierras vinieron a asistir a su nacimiento.
9. Y, pasados los ocho días, el niño fue circuncidado y lo llamaron Jesús.
10. Y una estrella condujo a los magos a Jerusalén.
11. Y comunicaron a Herodes que había nacido el rey de los judíos.
12. Y Herodes juntó consejo de príncipes y escribas para saber dónde nacería y le dijeron que en Bethlehem.
13. Y los magos adoraron a Jesús en aquella villa.
14. Y un justo llamado Simeón y Ana, profetisa, hija de Phanuel, vinieron al templo y predicaban de Jesús.
15. Y Herodes pensó en su ánima matar a todos los niños de la edad de Jesús en Nazareth.
16. Mas un oráculo advirtió a José que huyese a Egipto.
17. Y todos los niños pequeños fueron degollados.
18. Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu.
19. Y estuvieron siete años en Egipto, hasta que Herodes murió.
20. Y, cuando José lo supo por aviso del cielo, volvió a Nazareth, su patria.

Infancia de Jesús. Aparición de Juan el Bautista

II 1. Y, cuando Jesús tenía doce años, subieron sus padres a Jerusalén.
2. Y he aquí que lo encontraron en el templo, hablando con los doctores de la Ley de los asuntos de su Padre.
3. Y, habiendo vuelto a su casa, estaba sometido a sus padres.
4. Y he aquí que vino palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, precursor de Cristo, el cual predicaba.
5. Y predicaba el arrepentimiento y la vida austera, y bautizaba.
6. Y los judíos, viéndolo en la verdad, pensaban primero si sería el Cristo.
7. Mas Juan vaticinó del Cristo, porque venía como su mensajero.

Bautismo de Jesús. Muerte de Juan

III 1. Y Jesús llegó de Galilea para ser bautizado en el Jordán.
2. Y, al salir del agua, se oyó una voz del Padre celestial, diciendo: Este es mi Hijo dilecto, en quien me complazco.
3. Y, después de esto, fue llevado al desierto cuarenta días, para ser tentado del diablo.
4. Y Juan dijo de Jesús: Es el cordero de Dios, que quita los delitos del mundo.
5. Y los primeros que siguieron a Jesús fueron Simón Barjona y su hermano Andrés.
6. Mas luego Jesús llamó también a Felipe.
7. Y, estando en unas bodas, trocó el agua en vino.
8. Y, bajando a Jerusalén, arrojó del templo a los mercaderes.
9. Y, habiendo pasado una noche entera Simón Pedro sin pescar nada, por la palabra de Jesús tuvo una pesca copiosa y se llenó de asombro.
10. Y le dijo: Apártate de mí, Señor, que soy pecador.
11. Y los discípulos de Juan fueron a decirle que los de Jesús bautizaban.
12. Y les contestó: A él conviene crecer y a mí menguar.
13. Porque quien del cielo viene es sobre todos.
14. Y Herodes, por cuanto Juan le reprendía un vínculo ilícito, le hizo cortar la cabeza.
15. Y, oyéndolo Jesús, que estaba en Galilea, se fue a los confines de Zabulón y de Nephtalim.
16. Y predicaba la penitencia y el reino de los cielos.

Jesús elige doce discípulos y empieza a hacer milagros

IV 1. Y Jesús hacía milagros y evangelizaba.
2. Según dijo Isaías: El Espíritu Santo es sobre mí, para predicar a los pobres.
3. Y muchos se congregaban y lo seguían.
4. Y entonces eligió doce discípulos.
5. Y, subiendo a un monte, les propuso las diversas fórmulas de las bienaventuranzas.
6. Y dio a los que predicasen su doctrina facultad de curar enfermos y de arrojar demonios.
7. Y solícitamente instruía a la muchedumbre, cuando descendió al campo desde el monte.
8. Y su doctrina era milagrosa e iba en bien de los míseros. Y curaba a los leprosos.
9. Y curó la parálisis del fámulo de un centurión.
10. Y, llegando a las puertas de la ciudad de Nain, resucitó a uno que llevaban a enterrar.
11. Y su fama se extendió por toda la Siria.
12. Y no sólo hacía estos beneficios, sino que también libró a una pecadora de los fariseos, y la absolvió.
13. Y, siguiéndole muchos, les dijo que para seguirlo era preciso renunciar a todos los afectos terrenos.
14. Y que no esperasen fortuna, porque el Hijo del hombre no tenía ni almohada en que reposar su cabeza.
15. Y, pidiéndole uno licencia para, antes de seguirlo, ir a enterrar a su padre, le dijo: Deja que entierren los muertos a sus muertos.
16. Y a otro, que antes de seguirlo quería ir a despedirse de su casa, le dijo que no era buen sembrador quien, puesta ya la mano en el arado, volvía la vista atrás.
17. Y, viniendo al país de los gergesenos, en una barca, hubo gran temporal, mientras él dormía.
18. Y él hizo cesar la tempestad.
19. Y, llegado a puerto, libró a un endemoniado de un tropel de espíritus inmundos, y les permitió alojarse en una manada de puercos.
20. Y, llegando a Cafarnaum, curó a un paralítico, por su mucha fe.
21. Y, viendo al publicano Mateo, lo llamó a las funciones apostólicas.
22. Al pasar para Galilea por Samaria, entabló coloquio con una mujerzuela, que era pecadora.
23. Y ella sabía que vendría el Mesías, que llamaban el Cristo.
24. Y, llegando a Caná de Galilea, vino a él un notable de la ciudad que tenía un hijo moribundo, y fue sano.
25. Y, entrando en la casa de Leví, le reprendieron los fariseos, porque andaba con publicanos.
26. Y dijo Jesús: No necesitan médico los sanos, sino los enfermos.
27. Y le dijeron los fariseos que por qué sus discípulos no ayunaban, y no hacían sacrificios, como los de Juan.
28. Contestó él: ¿Pueden los que están de bodas no comer y beber, mientras esté presente el esposo?
29. No se ha de poner remiendo de paño nuevo en vestido viejo.
30. Ni echar vino nuevo en viejos odres.
31. Mas los fariseos calumniaban al Cristo.
32. Y decían que debía hacer signos. Y él, conociendo su maldad, díjoles:
33. Generación insensata, yo no necesito más signo que el de Jonás.
34. Que tres días estuvo en el vientre de la ballena.
35. Nínive acusará a esta generación, porque ellos se arrepintieron por la predicación de Jonás.
36. Y la reina del Austro os dio ejemplo, cuando vino desde lejos a escuchar la sabiduría de Salomón.
37. Porque, cuantas veces el espíritu inmundo sale del hombre y vuelve, trae otros espíritus y sus últimas cosas son las peores.
38. Y, oyéndolo, una mujer dijo: Bendito el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron.
39. Mas él dijo: Bienaventurados los que sigan la palabra de Dios y la guarden.
40. Y, predicando un día, le dijeron que su madre y hermanos estaban fuera, y que querían verlo.
41. Mas él los reprendió, diciendo que su madre y hermanos eran quienes hicieren la voluntad divina.

Resurrección de la hija de Jairo y expulsión de demonios

V 1. Y, confirmando el Señor sus milagros, resucitó a la hija de Jairo, príncipe de la Sinagoga.
2. Y expulsó muchos demonios y la gente estaba llena de admiración.
3. Y entonces dijeron los fariseos que echaba los demonios en nombre de Beelzebuh.
4. Y él les contestó que quien da buenas cosas tiene buen tesoro, y que quien las da malas mal tesoro tiene.
5. Porque decía: El buen árbol da buenos frutos.
6. Y de toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta a Dios en el día del juicio.

Maquinaciones de los enemigos de Jesús

VI 1. Y, entrando Jesús en casa de Marta, andaba ésta ocupada.
2. Mas su hermana María, sentada a los pies de Jesús, oía su palabra.
3. Y, como Marta se quejase de esto, dijo Jesús: Déjala. Ella eligió la parte mejor.
4. Y designó Jesús otros setenta y dos discípulos para que predicasen el Evangelio.
5. Y para que lo precediesen e hiciesen beneficios de salud.
6. Porque los potestó para sanar enfermos y para echar fuera demonios.
7. Y vinieron gozosos los discípulos, diciendo que los demonios les obedecían, en su nombre.
8. Y él contestó: Vi a Satanás como un rayo que caía del cielo.
9. Gracias, Padre benigno, porque has dado a estos emisarios los conocimientos celestes que niegas a los grandes.
10. Mas los fariseos procuraban ver de sorprender al Cristo en alguna cosa.
11. Y un sábado iban por los sembrados, y recogían espigas, y las comían.
12. Y, diciéndole los fariseos que era impío, les puso Jesús el ejemplo de David, que comió los panes de la proposición, porque tenía hambre.
13. Había, pues, un sábado en la sinagoga un hombre que tenía seca la mano derecha.
14. Y él preguntó: ¿Es lícito hacer beneficio en sábado?
15. Y, como lo sanó, dijo: Porque ninguno de vosotros, si una res, en sábado, se le cae al pozo, dejará de sacarla.
16. Y entonces buscaban ocasión de perder a Jesús.
17. Y él fue a un monte a orar, y se pasó la noche en oración.
18. Y después de esto les propuso la parábola del sembrador, que, sembrando, arrojó simiente en tierra, y en piedra y en espinas.
19. Y lo que cayó en buena tierra, fructificó; mas lo que cayó fuera, pereció.
20. Y les dijo del grano de mostaza, que es la simiente más pequeña y el árbol mayor.
21. Y les habló del fermento que la mujer mezcló con harina.
22. Y, diciendo esto a la gente, explicaba a los discípulos las parábolas de los misterios superiores.
23. Les habló, pues, del tesoro escondido en el campo, y del mercader que vendió todas sus perlas para comprar una sola de gran valor.
24. Y en sus palabras les ponderaba la sublimidad del reino de los cielos.
25. Y les enseñó claramente la parábola de la cizaña.

Imprecaciones de Jesús contra los fariseos

VII 1. Y, yendo Jesús a su patria, no pudo enseñar con gusto, por ser esto común a los profetas, que no suelen en su patria ser glorificados.
2.Y por la incredulidad de ellos hizo pocos milagros.
3. Mas el tetrarca Herodes, oyendo la fama de Jesús, creyó que era Juan que había resucitado y deseó verlo.
4. Jesús, por entonces, estando en un sitio desierto con una gran multitud, le dio de comer con sólo cinco panes y dos peces.
5. Y, viéndolo, muchos lo juzgaron digno de ser hecho príncipe.
6. Mas no tenía ambición, y por ello huyó a un monte, y oró toda la noche.
7. Y sus discípulos estaban en el mar, y una tempestad los agitaba.
8. Y en medio de ella, Jesús fue a sus discípulos andando sobre las olas.
9. Mas ellos disputábanle por espectro.
10. Y hablándoles Jesús, Pedro tuvo fe en él, y anduvo sobre el agua, mas, cuando sintió incredulidad, se sumergía.
11. Y el Señor mandó al viento y entró en la nave.
12. Y vinieron a tierra de Genezareth.
13. Y allí acudían los enfermos, y, tocando la orla de su vestidura, quedaban sanos.
14. Empero cuando oyeron que Jesús hablaba de darles su carne y su sangre a modo de pan celestial, muchos huyeron de él.
15. Mas Pedro dijo que lo seguiría, porque sus palabras eran de vida eterna.
16. Y, habiendo llamado un fariseo a comer a Jesús, se escandalizó de verlo comer sin lavarse antes.
17. Mas dijo él: Necios, ¿observáis las tradiciones y la caridad de Dios no observáis?
18. Vosotros diezmáis la menta y los demás productos, mas no sois justos.
19. Hipócritas, que amáis los primeros sitios en las sinagogas y que hacéis culto de las fórmulas externas.
20. Sois como sepulcros blanqueados.
21. Y sustraéis, so pretexto de oblación, los socorros a los valetudinarios, con falsa doctrina.
22. Mas toda planta que mi Padre no plantó será desarraigada.
23. Ya lo profetizó Isaías: Este pueblo me honra con sus labios, mas su corazón está alejado de mí.
24. Nada exterior al hombre lo puede contaminar, mas sí lo interior.
25. Porque el corazón es la oficina de que salen el adulterio, y la fornicación, y el homicidio, y el hurto.
26. Y el dolo, y la impostura, y la impudicia, y la necedad, y la soberbia.
27. Mas todo os será quitado si a vuestros hermanos hacéis limosnas.

El milagro de los panes y los peces. La transliguración

VIII 1. Y Jesús, desde Judea, fue a Tiro y Sidón.
2. Y a una mujer cananea, que llegó con su hija, la cual estaba endemoniada, la atendió por su mucha fe.
3. Y curó ciegos, y cojos, e imbéciles, y valetudinarios.
4. Y el pueblo, con gran admiración, venía a sus pies.
5. Y curó también a un sordomudo.
6. Y viniendo a Decápolis, hizo hablar a los mudos y oír a los sordos.
7. Y, yendo a las Pascuas de Pentecostés, en Jerusalén, había junto a la piscina un hombre que llevaba enfermo cuarenta años.
8. Y, como lo hubiera sanado, dijeron los fariseos: Es sábado
9. Mas dijo Jesús: Yo obro, porque en mí obra mi Padre.
10. Escudriñad las Escrituras en que esperáis vida eterna.
11. Y veréis que atestiguan de mí.
12. Y enviasteis a Juan y dio testimonio de mí.
13. Mas no quiero glorificación, porque sólo a Dios gloria procede.
14. Y, pasando la mar de Galilea, en un lugar solitario dio de comer a cuatro mil hombres con siete panes y unos pocos pescados.
15. Y vino a Dalmanutha.
16. Y aconsejaba huir de la levadura de hipocresía de los fariseos.
17. Fue después a las partes de Cesárea de Filipo.
18. Y dio a Pedro las llaves del reino de los cielos, prometiéndole sobre él fundar su iglesia.
19. Y que las puertas del infierno no prevalecerán contra él.
20. Entonces comenzó a decir que sufriría grandes fatigas, y que sería muerto por resolución de los escribas y de los príncipes de Judea.
21. Y Pedro, oyéndolo hablar de muerte, lo increpó.
22. Mas dijo Jesús: Apártate de mí, Satanás.
23. Porque no sabes lo que es de Dios, sino lo que es de los hombres.
24. Y quien quiera complacerme deje todo humano afecto, y cargue con su cruz, y sígame.
25. ¿De qué valdrá al hombre granjearse el mundo, cuando el Hijo venga con los ángeles en la gloria de su Padre y a cada uno pague según sus obras?
26. Porque en verdad os digo que algunos de los que hay aquí no morirán sin ver al Hijo del hombre venir en toda su gloria.
27. Y, habiendo subido a un monte alto, iban con él Pedro, y Juan, y Jacobo.
28. Y vieron venir una luz deslumbrante, y a Elías y Moisés hablar con Jesús.
29. Y la voz del Padre celeste dijo: He aquí mi Hijo amado, en el que me complazco.
30. Y con esta visión fueron en gran gozo los apóstoles.
31. Y, habiendo presentado un lunático a ellos, no lo pudieron sanar.
32. Mas Jesús vino y lo curé. Y les dijo: No lo curasteis por vuestra incredulidad.
33. Y viniendo a Cafarnaum, les exigieron el tributo.
34. Y Pedro pescó un pez, que tenía dentro un estateco, que son cuatro dracmas. Y fue el primer pez que pescó aquel día.
35. Y por entonces le preguntaron los discípulos quién tendría más honra y más gloria en el reino de los cielos.
36. Y, tomando Jesús a un niño, le puso en medio, y dijo que era preciso, para que fuesen perdonados los pecados, hacerse como niños.
37. Y les contó la parábola de las cien ovejas y de la oveja perdida.
38. Y la de la dracma que se perdió y que se encontró con gran gozo.
39. Y expresó la máxima indulgencia de nuestro Padre con la parábola del hijo pródigo, el cual fue recibido con gozo, y al que le puso su padre un anillo, e hizo en su honor gran festín.
40. Y les dijo que, cuando recibiesen ofensa de su hermano, procurasen benignamente arreglarlo a solas.
41. Y que llevasen, si no conseguían nada, dos árbitros, y si tampoco, que lo llevasen a la asamblea.
42. Y, habiéndole preguntado Pedro si había de perdonar hasta siete veces a su hermano, contestó que no siete, sino setenta veces siete.
43. Porque, si no somos clementes, no lo será con nosotros Dios.
44. Y explicó la parábola del rey que condonóuna deuda a su siervo.
45. Y viendo que el siervo no fue con su consiervo igualmente clemente, le condenó.

Enseñanzas y parábolas de Jesús

IX 1. Terminados estos sermones, pasó Jesús al otro lado del Jordán y enseñaba y curaba a los enfermos.
2. Y queriendo perderlo, preguntaron capciosamente los fariseos qué había de hacerse para repudiar a la mujer.
3. Mas dijo Jesús: Moisés, por la dureza de vuestro corazón, os mandó, para divorciaros, dar carta de repudio.
4. Mas nunca, sino por fornicación, es el repudio lícito.
5. Y, diciéndole algunos que era entonces preferible el celibato, dijo Jesús: Los que puedan castrarse por el reino de los cielos tendrán gracia.
6. Y unas madres le trajeron unos niños para que les impusiese la mano.
7. Y como los apóstoles lo prohibiesen, los reprendió Jesús. Y les dijo que de tales como aquéllos era el reino de los cielos.
8. Entonces le contaron cómo Pilatos había mezclado con sus sacrificios la sangre de unos galileos.
9. Y dijo Jesús: ¿Creéis por ello que son más pecadores que los demás?
l0. ¿Ni que eran más pecadores que los otros los doce que aplastóla torre de Siloé?
11. Y les contó la parábola del padre de familia que quiso cortar la higuera que no daba fruto, a pesar de pedirle el vendimiador que aún no la cortase.
12. Y, enseñando un sábado en la Sinagoga, vino una mujer que hacía dieciocho años tenía demonio y la sanó.
13. Y enojóse el príncipe de la Sinagoga, y le dijo que no hiciese aquello en sábado.
14. Respondió Cristo: Cada uno desata su buey en sábado y lo lleva a beber.
15. Y a esta hija de Abraham, que hacía dieciocho años estaba ligada al demonio, convino librarla hoy de sus ligaduras.
16. Y así avergonzaba a los fariseos.
17. Y le dijeron: Vete, porque Herodes te quiere matar.
18. Mas contestó Jesús, que conoció su perfidia: Id y decid a ese zorro: Hoy y mañana expulso demonios, y hago salud, y al tercer día consumado soy.

HISTORIA ECLESIÁSTICA Eusebio de Cesarea Libro 3

HISTORIA ECLESIÁSTICA
Eusebio de Cesarea

Libro 3

Lugares en los que los apóstoles predicaron a Cristo

I 1. Así, pues, se hallaban los judíos cuando los santos apóstoles de nuestro Salvador y los discípulos fueron esparcidos por toda la tierra. Tomás, según sostiene la tradición, recibió Partia; Andrés, Escitia, y Juan, Asia, y allí vivió hasta morir en Éfeso.

2. Pedro parece que predicó en el Ponto, en Galacia, en Bitinia, en Capadocia y en Asia a los judíos en la dispersión y, finalmente, cuando llegó a Roma, fue crucificado invertido, como él mismo había creído conveniente padecer.

3. ¿Qué diremos de Pablo, el cual, partiendo de Jerusalén y hasta el Ilírico, llevó a término el evangelio de Cristo y al final fue martirizado en Roma durante el reinado de Nerón? Estos detalles los cuenta Orígenes literalmente en el tomo III de sus Comentarios al Génesis.

Quién fue el primero en dirigir la iglesia de Roma

II 1.Lino fue el primero en ser elegido para el episcopado de la iglesia de Roma después del martirio de Pablo y de Pedro. Esto lo recuerda Pablo al escribir a Timoteo desde Roma, en la salutación al final de la espístola.

Acerca de las epístolas de los apóstoles

III 1. Sólo se reconoce una Epístola de Pedro. Ésta la usaban los antiguos ancianos como irrefutable en sus propias obras, pero la que llaman Segunda Epístola no ha sido aceptada como testamentaria. No obstante, ya que muchos la han considerado útil, ha sido respetada junto con las otras Escrituras.

2. Referente a los Hechos que llevan su nombre, al Evangelio llamado con su nombre, a la predicación que dice ser suya y al escrito que llaman Apocalipsis, nos consta que no aparece en absoluto en los escritos apostólicos, porque ningún escritor eclesiástico, antiguo o contemporáneo, se ha servido jamás de testimonios procedentes de ellos.

3. Más adelante en esta historia haré a propósito que, con las sucesiones, se muestren también los escritos eclesiásticos que en cada época utilizaron los libros que se han discutido, cuáles usaron y qué dicen con relación a los libros testamentarios admitidos y acerca de los que no lo son.

4. No obstante, las obras que se llaman de Pedro, de las que sólo una epístola se conoce como auténtica y admitida entre los antiguos ancianos, son las ya mencionadas.

5. Pero las catorce Epístolas son claras y evidentemente de Pablo, aunque no sería justo olvidar que algunos no han aceptado la Epístola a los Hebreos arguyendo que la iglesia de Roma niega que sea de Pablo. En el momento conveniente explicaré lo que comentaron acerca de esta epístola los autores anteriores a nosotros. De ningún modo he recibido entre los discutidos a los Hechos que dicen ser de él.

6. Ya que el mismo apóstol, en su salutación final de la Epístola a los Romanos, hace mención, junto con otros, de Hermas (de quien, según dicen, es el libro del Pastor),es preciso ser consciente de que mientras unos lo rechazan y por su causa no lo incluye entre los aceptados, otros lo han considerado en extremo necesario, muy especialmente para aquellos que necesitan una introducción inicial. Por ello, nos consta que se ha utilizado públicamente en las iglesias y entendemos que ya lo usaron los más antiguos escritores.

7. Todo esto sea suficiente a modo de exposición de las Escrituras de Dios indiscutidas de las que no todos aceptan.

Acerca de la primera sucesión apostólica

IV 1. Ciertamente, que Pablo predicó a los gentiles y estableció los fundamentos de las iglesias, desde Jerusalén avanzando hasta el Ilírico, es evidente por sus propias palabras y por lo que relata Lucas en los Hechos.

2. De lo que dice Pedro en su Epístola (la que ya mencionamos y que es aceptada) que escribe a los hebreos de la dispersión en el Ponto, en Galacia, en Capadocia, en Asia y en Bitinia, se aprecia con plena certidumbre en qué regiones predicó él mismo a Cristo y dio a conocer la Palabra del Nuevo Testamento a los de la circuncisión.

3. Pero no es fácil dar el número y el nombre de los convertidos en hombres esforzados y sinceros que fueron estimados como capacitados para apacentar las iglesias que fundaron los apóstoles, si no es por lo que se recoge de las palabras de Pablo.

4. De hecho hubo muchísimos colaboradores suyos y, como él mismo los llama, compañeros de milicia. A los más de ellos los tiene por dignos de recuerdos indestructibles, incluyendo extensamente su testimonio en su propia Epístola; y, además, también Lucas en los Hechos enumera los discípulos de Pablo, indicando su nombre.

5. Así pues, explica que Timoteo fue el primer escogido para el episcopado de la religión en Éfeso, y que Tito lo fue en las iglesias de Creta.

6. Lucas, procedente de una familia de Antioquía, y siendo médico, acompañó a Pablo la mayor parte del tiempo. No obstante, su contacto con los restantes apóstoles no fue accidental; de ellos asimiló la terapéutica de las almas, de la que nos ha transmitido algunas muestras en los libros divinamente inspirados: en el Evangelio, del cual da testimonio que lo compuso de acuerdo con lo que le entregaron los que desde el principio presenciaron los hechos y se convirtieron en servidores de la Palabra, y a todos ellos dice que siguió atentamente desde el primer momento; y en los Hechos de los Apóstoles, que redactó, ya no siguiendo de oídas, sino con los detalles que recogió con sus propios ojos.

7. Además, se dice que habitualmente Pablo mencionaba este Evangelio como si fuera suyo propio cada vez que escribía: «conforme a mi Evangelio».

8. De los demás seguidores de Pablo, hay testimonios de que Crescente fue enviado por él a las Galias, y Lino, el que menciona que está con él en Roma en la Segunda Epístola a Timoteo, vimos claramente que fue el primero en recibir el episcopado de la iglesia en Roma después de Pedro.

9. Pero Pablo también da testimonio de que Clemente (el cual, a su vez, fue establecido tercer obispo de la iglesia de Roma) fue su colaborador y compañero de combate.

10. A todo esto cabe añadir aquel areopagita llamado Dionisio, del cual Lucas escribió en los Hechos, que fue el primer creyente después del discurso de Pablo a los atenienses en el Areópago. Además, otro antiguo Dionisio, pastor de la región de Corinto, dice que este areopagita fue el primer obispo de Atenas.

11. Ahora bien, ya iremos mencionando a su tiempo todo lo concerniente a la sucesión de los apóstoles según avancemos en el camino. Ahora sigamos el curso de la narración.

Acerca de los últimos tormentos de los judíos después de Cristo

V 1. Tras ostentar Nerón el poder durante trece años, y habiendo tenido lugar los reinados de Galba y de Otón en el espacio de un año y seis meses, Vespasiano, que había sido notable en los ataques a los judíos, fue designado emperador en Judea una vez que se le nombró públicamente como jefe supremo del ejército que le había acompañado a aquel lugar. Inmediatamente salió para Roma y confió la guerra contra los judíos en manos de su hijo Tito.

2. Ahora bien, los judíos, después de la ascensión de nuestro Salvador, culminaron su crimen contra él con la concepción de innumerables maquinaciones contra sus apóstoles. El primero fue Esteban, al cual aniquilaron con piedras; luego Jacobo, hijo de Zebedeo y hermano de Juan, que fue decapitado; y finalmente Jacobo, el que fue escogido en primer lugar para el trono episcopal de Jerusalén, después de la Ascensión de nuestro Salvador, y que murió del modo mencionado. Todos los demás apóstoles fueron amenazados de muerte con innumerables maquinaciones, y fueron expulsados de Judea y se dirigieron a todas las naciones para la enseñanza del mensaje con el poder de Cristo, que les había dicho: «Id, y haced discípulos a todas las naciones».

3. Además de éstos, también el pueblo de la iglesia de Jerusalén recibió el mandato de cambiar de ciudad antes de la guerra y de vivir en otra ciudad de Perea (la que llaman Pella), por un cráculo transmitido por revelación a los notables de aquel lugar. Así pues, habiendo emigrado a ella desde Jerusalén los que creían en Cristo, como si los hombres santos hubiesen dejado enteramente la metrópoli real de los judíos y toda Judea, la justicia de Dios vino sobre los judíos por el ultraje al que sometieron a Cristo y a sus apóstoles, e hizo desaparecer totalmente de entre los hombres aquella generación impía.

4. En los relatos que escribió Josefo se describen con toda exactitud los males que en ese momento sobrevinieron a todo el pueblo judío en todo lugar; cómo principalmente los habitantes de Judea fueron agobiados hasta el extremo de las desgracias; cuántos miles de jóvenes y de mujeres, juntamente con sus niños, cayeron a espada, por hambre y por muchos otros tipos de muerte; cuántos y cuáles ciudades de Judea fueron sitiadas; cuán grandes desgracias, y más que desgracias, presenciaron los que fueron en su huida a Jerusalén, ya que era la metrópoli más fuerte; el desarrolllo de la guerra y lo que tuvo lugar en ella en cada momento; y, finalmente, cómo la abominación desoladora que proclamaron los profetas se asentó en el mismo templo de Dios, en gran manera notable antiguamente; y entonces sufrió todo tipo de destrucción hasta su desaparición final por el fuego.

5. Merece la pena señalar que el mismo autor afinuia que los que, procedentes de toda Judea, se apiñaron en los días de la fiesta de la Pascua, en Jerusalén, como en una prisión, usando sus propias palabras, fueron alrededor de tres millones.

6. Era preciso, pues, en los mismos días en los que habían llevados cabo la Pasión del Cristo de Dios, bienhechor y Salvador de todos, que, como encerrados en una prisión, recibieran el azote que les daba alcance viniendo de la justicia Divina.

7. Así pues, dejando aparte los acontecimientos que les sobrevinieron y cuántas veces fueron entregados a espada o de diversos modos, sólo me ha parecido oportuno mostrar las desgracias originadas por el hombre, a fin de que los que obtengan este escrito vean, parcialmente, cómo les daba alcance al poco tiempo el castigo procedente de Dios por causa de su crimen cometido en contra del Cristo de Dios.

Acerca del hambre que angustió a los judíos

VI 1. Toma, pues, entre tus manos el libro V de de las Guerras de los judíos de Josefo y lee la tragedia que sucedió entonces: «Para los ricos, quedarse significaba la perdición, pues con la excusa de deserción mataban a cualquiera por causa de sus bienes. Con el hambre crecía también la demencia de los rebeldes y cada día ambas se enardecían terriblemente.

2. »El trigo no era visible en lugar alguno, pero ellos se lanzaban dentro de las casas y las registraban. Cuando lo encontraban los maltrataban por haber negado, pero si no lo hallaban, los atormentaban por haberlo escondido con tanta precaución. La evidencia de tener o no tener eran los cuerpos de los desafortunados: los que todavía se mantenían en pie daban la impresión de poseer gran cantidad de alimentos; sin embargo, los que ya estaban consumidos, los dejaban, pues creían que no era lógico matar a los que estaban a punto de morirse de necesidad.

3. »Muchos cambiaban furtivamente sus posesiones por una medida de trigo, los más ricos; o de cebada, los más pobres. Luego, encerrándose en lo más recondito de sus casas, y debido al escozor de la necesidad, algunos comían el grano crudo y otros lo cocían a medida que lo requería la necesidad y el temor. Tampoco se ponía la mesa.

4. »Pues sacando del fuego los alimentos aún crudos, se los tragaban. La comida era miserable ala visión conmovedora; los más fuertes abusando, los más débiles quejándose.

5. »El hambre supera todo sufrimiento, pero nada destruye tanto como el honor, pues aquello que de otro modo se aceptaría como digno de consideración, en esta situación se menosprecia. Las mujeres por ejemplo, quitaban la comida de la boca de sus maridos, los hijos de la de los pobres, y lo más deplorable, las madres de Las de sus niñitos, y a pesar de que los seres más queridos se iban acabando entre sus manos, ningún tropiezo existía para llevar las últimas gotas de vida.

6. »Y aunque comían de este modo, no pasaban desapercibidos y los rebeldes en todo lugar se cansaban sobre estas presas. En el momento que observaban una casa cerrada, era indicio de que los que se hallaban en el interior estaban provistos de alimentos, y en seguida, cargándose las puertas, arremetían hacia dentro, y únicamente les quedaba aferrarse a las gargantas para sacarles el bocado.

7. »Azotaban a los ancianos que retenían los alimentos, y a las mujeres que ocultaban entre sus manos lo que les quedaba, les arrancaban la cabellera. No existía la compasión ni para los ancianos ni para los niños, sino que, alzando a los niños que no soltaban su bocado, los lanzaban contra el suelo. Pero aun eran mas inhumanos con aquellos que anticipaban su llegada y se habían tragado lo que ellos les iban a arrebatar, pues se consideraban agraviados.

8. »Ideaban terribles métodos de tortura para encontrar los alimentos. Cerraban la uretra de los desafortunados con granos de legumbres y les atravesaban el recto con palos afilados. Se sufrían tormentos aterradores para el oído simplemente hasta conseguir la confesión de un solo pan o para revelar un solo puñado de harina.

9. »Pero los torturadores no sufrían el hambre (pues su crueldad sería menor si se encontraban en necesidad), porque practicando su demencia iban procurándose de antemano provisiones para los días que tenían que llegar.

10. »Iban al encuentro de los que durante la noche salían arrastrándose hasta la avanzada romana para reunir legumbres silvestres y hierbas. Y cuando ya creían que habían burlado a los enemigos, entonces les arrebataban lo que llevaban, y por mucho que suplicaran invocando por el sagrado nombre de Dios para que les dieran alguna porción de lo que habían traído, estando en tan grande peligro, ni así se lo daban, y podían contentarse si no parecían además de ser despojados».

11. Además de otros detalles, añade lo siguiente: «A los judíos les truncaron, junto con las salidas, toda esperanza de salvación, y el hambre, descendiendo por cada casa y en cada familia, consumía al pueblo. Las estancias se llenaban de mujeres y de niños de pecho que habían perecido, y los callejones de ancianos muertos.

12. »Los niños y los jóvenes, hinchados como sombras, pasaban por las plazas y caían donde les sobrevenía el dolor. Los enfermos eran incapaces de sepultar a sus familiares, y los que podían se negaban por la gran cantidad de cadáveres y su propio destino dudoso. Muchos, pues, caían sin vida al lado de los que acababan de enterrar, mientras que otros muchos se dirigían a sus sepulcros antes que la necesidad lo prescribiera.

13. »En todas estas desgracias no había canto fúnebre ni lamento. En su lugar, el hambre censuraba al sufrimiento, y los que morían observaban con ojos secos a los que les habían precedido en la muerte. Un profundo silencio y una noche colmada de muerte encerraba la ciudad.

14. »Pero lo más terrible eran los ladrones. Pues, entrando en las casas, a modo de saqueadores de tumbas, despojaban a los cadáveres y, tras retirar las cubiertas de los cuerpos, salían riéndose. También probaban el filo de sus espadas con los cadáveres y, con su prueba del hierro, atravesaron a algunos que, aunque habían caído, estaban vivos.

»No obstante, si alguien les suplicaba que hicieran uso de sus espadas y de su fuerza en él, lo abandonaban al hambre, ignorándole. Y todos los que expiraban fijaban su mirada en el templo dejando vivos a los rebeldes.

15. »Los propios rebeldes primero ordenaban sepultar a los muertos, a cargo del tesoro público, porque no aguantaban el hedor. Pero, posteriormente, cuando ya no se daba abasto, los lanzaban por encima de las murallas a los precipicios. Tito, cuando los vio llenos de cadáveres y el espeso líquido que fluía de los cuerpos en putrefacción, se lamentó, y alzadas sus manos tomó a Dios por testigo de que no era obra suya.»

16. Al cabo de otras cosas acaba diciendo: «No podría retenerme de mencionar lo que me indican mis sentimientos. Es mi opinión que si los romanos se hubieran retardado en su ataque contra los ofensores, una sima hubiera abatido la ciudad, o hubiera sido inundada, o los rayos de Sodoma le hubieran dado alcance, porque esa generación era mucho más impía de lo que fueron los que llevaron estos castigos. De este modo, por causa de la demencia de ellos, todo el pueblo pereció con ellos.»

17. En el libro VI también escribe como sigue: «De los que murieron por el hambre en la ciudad el número era ilimitado, y los sufrimientos que tuvieron lugar, indescriptibles. En toda casa, si en algún lugar se vislumbraba una mera sombra de comida, se entablaba una guerra y llegaban a las manos los que más se querían, con el fin de arrancarse el misersable recurso de vida. La necesidad no tenía confianza ni siquiera en los moribundos.

18. »Los ladrones inspeccionaban también a los que estaban por morirse, por si se diera el caso de que mantenían algún alimento escondido entre los pliegues de su vestido pretendiendo estar muertos. Algunos, boquiabiertos por la falta de alimento, semejantes a perros rabiosos, iban tropezando y, desencajados, arremetían contra las puertas a modo de borrachos y, en su debilidad, penetraban en las mismas casas dos y hasta tres veces en una hora.

19. »Por la indigencia se ponían cualquier cosa en la boca, y si lograban reunir algo indigno, incluso para los animales irracionales más inmundos, se lo llevaban para comérselo. De este modo, al final ya no se retenían ante sus cinturones ni zapatos, y sacando las pieles de sus escudos, las devoraban. Algunos se alimentaban también con pedazos de hierba vieja, mientras que otros, recogiendo fibras de plantas, vendían una ínfima parte por cuatro dracmas áticos.

20. » ¿Y qué diremos de la desvergüenza de la gente desalentada por el hambre? Porque estoy a punto de poner de manifiesto unos actos que no se hallan registrados ni entre los griegos ni entre los bárbaros, escalofriantes para contarlos e increíbles para escucharlos. Por mi parte, para que no considerasen que estoy inventando para el futuro, con mucho gusto ignoraría tal desgracia si no se diera el caso de que dispongo de innumerables testigos contemporáneos. Y, por otro lado, concedería a mi patria un favor estéril si dejara en silencio sus sufrimientos reales.

21. »Así pues, una mujer residente en el otro lado del Jordán, de nombre María, hija de Eleazar, de la aldea de Batezor (que quiere decir «casa de Hisopo»), distinguida por su familia y su riqueza, se refugió en Jerusalén con la restante multitud y con ellos sufría el asedio.

22. »Los tiranos le robaron todas las otras posesiones que ella había aprovisionado y transportado desde Perea hasta la ciudad. El resto de sus bienes y algo de comida que vieron los hombres armados que entraba cada día, se lo fueron quitando. La indignación de aquella mujer era terrible, y a menudo vituperaba y maldecía a los bandidos con el único resultado de excitarlos contra su persona.

23. »Y como fuere que nadie la mataba (exasperados o compadecidos), y fatigada de buscar alimentos para otros, pues de todos modos ya era imposible buscar, oprimiéndole el hambre las entrañas y la médula y más enfurecida que hambrienta, se hizo de la ira y de la necesidad como consejeros, apresuró contra la naturaleza y, agarrando a su hijo de pecho, dijo:

24. »”¡Desventurada criatura! En la guerra, en el hambre y en la revuelta, ¿para quién te cuidaré? Si llegamos a parar vivos en las manos de los romanos, la esclavitud. Pero el hambre llega antes que la esclavitud y los rebeldes son más terribles que ambas opciones. ¡Venga, pues! Sé mi alimento, la maldición de los rebeldes y un mito para el mundo; ¡lo único que faltaba a la desgracia de los judíos!”

25. »Mientras decía esto mató a su hijo. Luego lo asó y se comió una mitad, pero el resto lo ocultó. Al punto acudieron los rebeldes y notaron el hedor del malvado sacrificio, la amenazaron con degollarla inmediatamente sino les indicaba lo que había preparado. Ella, respondiéndoles que para ellos guardaba una bella porción, les descubrió lo que había quedado de su hijo.

26. »Un escalofrío y un gran estupor se apoderó de ellos en aquel mismo momento y se quedaron clavados ante aquella visión. Pero ella les dijo: “Es mi hijo, mi obra. Comed, pues yo también me he alimentado. No seáis más débiles que una mujer ni más compasivos que una madre. Pero si vosotros sois piadosos y no aceptáis mi sacrificio, yo ya comí en vuestro lugar, el resto quede también para mí.”

27. »Después de estos acontecimientos, ellos salieron temblando; fue la única vez que tuvieron miedo y que, de mala gana, dejaron para la madre semejante alimento. Inmediatamente, la ciudad fue llena de repugnancia y cada cual se estremecía cuando se imaginaban como suyo aquel crimen.

28. »Los hambrientos tenían deseo de morirse y celebraban a los que se habían anticipado en la muerte, antes de oír y presenciar tan grandes males.»

HISTORIA ECLESIÁSTICA Libro 2

HISTORIA ECLESIÁSTICA
Eusebio de Cesarea

Libro 2

Hemos compuesto nuestro libro a partir de los de Clemente, Tertuliano, Josefo y Filón.

Prefacio

1. En el primer libro hemos expuesto con breves pruebas todos los detalles necesarios para el prefacio de la Historia Eclesiástica: la divinidad del Verbo Salvador, la antigüedad de las afirmaciones de nuestra enseñanza y cómo la conducta evangélica de los cristianos es la más antigua; y, además, todo cuanto se refiere a la reciente aparición de Cristo, a su ministerio antes de la Pasión y a la elección de los apóstoles.

2. En el presente centraremos nuestra atención en los hechos posteriores a su Ascensión. Algunos los citamos de las divinas Escrituras, pero otros de fuentes exteriores, de documentos que mencionaremos a su debido tiempo.

Sobre la vida de los apóstolesdespués de la ascensión de Cristo

I 1. Así pues, el primero que fue elegido, por suerte para el apostolado, en lugar del traidor Judas, fue Matías, el cual, como ya demostramos, había sido discípulo del Señor. También los apóstoles por la oración y la imposición de manos instituyeron a siete varones acreditados para el ministerio debido al servicio común; se trataba de Esteban y sus compañeros.

Éste fue el primero, después del Señor y casi simultáneamente con la imposición de manos (como si fuera elevado para este mismo servicio), en ser llevado a muerte apedreado por los que mataron al Señor, y de este modo también fue el primero en llevar la corona (a la que se refiere su nombre) de los mártires de Cristo, dignos de la victoria.

2. Luego, estaba también Santiago, al que llamaban hermano del Señor,porque fue llamado hijo de José. Sin embargo, el padre de Cristo era José y con él estaba desposada la Virgen; pero «antes que se juntasen se halló que había concebido del Espíritu Santo», como enseña la Santa Escritura de los Evangelios. Así pues, este Santiago, al que los antiguos pusieron el sobrenombre de Justo por la excelencia de su virtud, se da cuenta que fue el primero en recibir el trono episcopal de la iglesia de Jerusalén.

3. Clemente, en el libro VI de las Hypotyposeis, sostiene lo siguiente: «Dicen que Pedro, Jacobo y Juan, después de la ascensión del Salvador, no consideraron para ellos mismos este honor, aunque eran los más estimados por el Salvador, sino que ordenaron obispo de Jerusalén a Santiago el Justo».

4. En el libro VII de la misma obra, el autor añade lo siguiente acerca de Santiago: «El Señor, después de su ascensión, entregó el conocimiento a Santiago el Justo, a Juan y a Pedro; éstos a su vez lo entregaron a los otros apóstoles y a los setenta; entre ellos se hallaba Bernabé.»

5. En efecto, había dos Santiagos: uno, el Justo, que fue lanzado desde el pináculo del templo y azotado hasta morir con un garrote batanero, y el otro, que fue decapitado. Igualmente Pablo menciona a Santiago el Justo cuando dice por escrito: «Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor».

6. Entonces también fue llevada a cabo la promesa de nuestro Salvador, hecha al rey Osroene. Según esto, Tomás, impulsado por Dios, envió a Tadeo a Edesa como predicador y evangelista de la enseñanza de Cristo al mundo que hemos demostrado hace poco en documentos escritos encontrados allí.

7. Tadeo, tras detenerse en aquel lugar, sana a Abgaro por la palabra de Cristo y deja maravillados a todos los presentes por sus asombrosos milagros. Y cuando los hubo dispuesto convenientemente con sus obras, guardándolos luego hacia la veneración del poder de Cristo, los hizo discípulos de la enseñanza del Salvador. Desde aquel momento hasta nuestros días toda la ciudad de Edesa está consagrada al nombre de Cristo; de este modo dan un singular ejemplo de nuestro Salvador y de sus buenas obras para con ellos.

8. No obstante, sea suficiente lo dicho citando antiguas versiones y vengamos de nuevo a la Divina Escritura. Así pues, con el martirio de Esteban comenzó la primera y gran persecución de la iglesia de Jerusalén por medio de los propios judíos. Entonces todos los discípulos, con la sola excepción de los doce, se esparcieron por Judea y Samaria. Algunos, de acuerdo con la Divina Escritura, cuando llegaron a Fenicia, Chipre y Antioquía, faltándoles todavía coraje para compartir la palabra de la fe con los gentiles, sólo la anunciaban a los judíos.

9. Entonces Pablo todavía «asolaba la iglesia, y entrando casa por casa arrastraba a hombres y mujeres, y los entregaba en la cárcel».

10. No obstante, Felipe, que se hallaba entre los escogidos juntamente con Esteban para el diaconado, siendo también uno de los esparcidos, descendió a Samaria, y, lleno del poder de Dios, fue el primero en anunciar la palabra a los habitantes de aquel lugar, y era tal la divina gracia que actuaba en él, que con sus palabras persuadió a Simón el mago y a una gran multitud.

11. En aquel momento Simón era escuchado por los ilusos de su tiempo debido al poder de su magia, hasta el punto de creerse él mismo que era el gran poder de Dios. Pero entonces también él, maravillándose ante las sorprendentes proezas que Felipe realizaba por el poder de Dios, se introdujo sigilosamente y simuló su fe en Cristo hasta el bautismo.

12. También cabe admirar lo que todavía hoy sobreviene a los que participan en su herejía extremadamente infame. Ellos, de acuerdo con el método de su precursor, se introducen sigilosamente en la Iglesia, a modo de enfermedad pestilencial y sarnosa, y corrompen en sumo grado a los que logran inocular el virus terrible y sin remedio que llevan escondido. Pero la mayoría ya fueron rechazados cuando se les sorprendió en semejante maldad, del mismo modo que lo fue Simón cuando le descubrió Pedro y le hizo pagar el justo castigo.

13. Sin embargo, la predicación de la salvación iba avanzando satisfactoriamente y a diario. Entonces una orden llevó fuera de Etiopía a un funcionario de la reina. (Este país todavía hoy, siguiendo una costumbre ancestral, es gobernado por una mujer.) Éste fue el primer gentil que participó en los misterios de la Palabra de Dios (habiéndosele aparecido Felipe) y las primicias de los creyentes en toda la tierra; además, según sostiene un documento, una vez vuelto a la tierra patria, también fue el primero en anunciar el conocimiento del Dios del Universo y la presencia vivificadora entre los hombres de nuestro Salvador. De este modo se cumplía, gracias a él, la profecía que dice: «Etiopía se apresurará a extender sus manos hacia Dios.»

14. A éstos hay que añadir a Pablo, el instrumento escogido no de hombres ni por hombres. Este fue designado apóstol por la revelación del propio Jesucristo y de Dios el Padre que lo resucitó de los muertos; fue considerado digno de la llamada por una visión y por una voz del cielo durante la revelación.

Cómo se turbó Tiberio cuando Pilato le refirió acerca de Cristo

II 1. La noticia de la maravillosa resurrección de nuestro Salvador y de su ascensión a los cielos era conocida ya por la mayoría. Ahora bien, antiguamente los gobernadores de las naciones tenían la obligación de comunicar al rey todo cuanto ocurría fuera de lo común, a fin de que nada escapara a su conocimiento. Por esta razón Pilato notificó a Tiberio los rumores que corrían por toda Palestina acerca de la resurrección de entre los muertos de nuestro Salvador Jesús.

2. Señaló también otros prodigios suyos y que ya muchos creían: que el era Dios porque, una vez muerto, resucitó de los muertos. Se cuenta que Tiberio lo expuso al Senado, pero éste lo denegó, según parece, porque no había sido sometido a prueba primero (una ley antigua ordenaba que nadie fuese divinizado en Roma sin voto y decreto del Senado). Pero la verdad es que la enseñanza salvadora de la predicación de Dios no precisa confirmación ni aprobación humanas.

3. De este modo, el Senado romano rehusó la notificación presentada acerca de nuestro Salvador. Pero Tiberio mantuvo firmemente su primera intención y nada extraño ideó en contra de las enseñanzas de Cristo.

4. En su Apología por los cristianos, Tertuliano, que conocía con exactitud las leyes romanas, famoso por diversos hechos y muy notable en Roma, redacta estas cosas escribiendo en el idioma de Roma, pero traducido al griego. A continuación cito textualmente sus palabras:

5. «Pero a fin de poder discutir tomando como nuestra base el origen de estas leyes, había una antigua orden según la cual nadie debía ser consagrado como Dios por el rey antes de ser examinado por el Senado. De este modo procedió Marco Emilio con cierto ídolo llamado Alburno. Este hecho también corrobora nuestro mensaje: que entre vosotros se otorga la divinidad por decisión humana. Cuando un Dios es desagradable a los hombres, no llega a ser Dios. Según esto es preciso que el hombre sea fávorable a Dios.

6. Así pues, Tiberio, en tiempos del cual entró en el mundo el nombre de cristianos, en el momento en que le fue anunciada esta doctrina que venía de Palestina —pues allí empezó—, se la comunicó al Senado, mostrándoles que a él le agradaba esta doctrina. No obstante, el Senado la rehusó por no haberla aprobado antes. Pero Tiberio persistió en su decisión anterior y amenazó con la muerte a los acusadores de los cristianos».

La providencia celestial, según su propio plan, puso esto en el pensamiento de Tiberio, para que la palabra del Evangelio, sin obstáculos, recorriera todos los rincones de la tierra.

Cómo la palabra de Cristo recorrió todos los rincones del mundo en breve tiempo

III 1. De este modo la palabra salvadora iluminó de una vez toda la tierra, a manera de un rayo de sol, por un poder y un socorro del cielo. En ese mismo instante, de acuerdo con las Divinas Escrituras: «Por toda la tierra ha salido la voz» de sus evangelistas inspirados y apóstoles, «y hasta los fines de la tierra sus palabras».

2. Así pues, en toda ciudad y aldea, como en una era repleta, se formaban, simultáneamente, iglesias con muchísimos asistentes, aquellos que por sucesión hereditaria y por el extravío original tenían sus almas encadenadas a la antigua epidemia de la superstición idolátrica, y gracias al poder de Cristo, y por medio de la enseñanza y los milagros de sus discípulos, abandonaron los ídolos como si se tratara de amos terribles, habiéndose ya liberado de sus amargas prisiones; además desecharon definitivamente todo politeísmo demoníaco y confesaron la existencia de un solo Dios, el Creador de todas las cosas. A este Dios veneraban con los ritos de la piedad verdadera, siguiendo un culto divino e inteligente: el que nuestro Salvador había engendrado en la vida de los hombres.

3. Así pues, la gracia divina ya se esparcía por todos los pueblos y especialmente en Cesarea de Palestina, donde primero Cornelio con toda su casa recibió la fe en Cristo gracias a una aparición divina y al servicio de Pedro. En Antioquía también recibieron la palabra gran número de griegos, a los cuales habían predicado los que fueron esparcidos en el tiempo de la persecución contra Esteban. Por aquel entonces, cuando la iglesia de Antioquía florecía y aumentaba, hallándose allí muchos profetas de Jerusalén, y juntamente con ellos Bernabé, Pablo y otros muchos hermanos, surgió por primera vez el nombre de «cristiano», brotando de esa iglesia como si se tratara de un manantial vivo y fecundo.

4. También Ágabo se encontraba entre estos profetas y profetizaba de un hambre que había de tener lugar en poco tiempo, y por esto Pablo y Bernabé fueron envialos para cuidarse del servicio de los hermanos.

Cómo, después de Tiberio, Cayo nombró rey de los judíos a Agripa y castigó a Herodes con el destierro perpetuo

IV 1. Tiberio, después de haber reinado unos veintidós años, murió. Cayo le sucedió en el mando e inmediatamente impuso a Agripa la diadema del gobierno de los judíos y le hizo rey sobre las tetrarquías de Felipe y Lisanias, añadiendo poco después la de Herodes (éste era el Herodes del tiempo de la Pasión del Salvador), el cual, juntamente con su mujer, Herodías, fue castigado al destierro perpetuo por la gran cantidad de sus delitos. Josefo también da testimonio de estos detalles.

2. Por entonces Filón cobraba gran fama entre muchos, y era sobresaliente, no sólo entre los nuestros, sino también entre los que disponían de una instrucción pagana.

Y, a pesar de su origen hebreo, en nada fue inferior a los que en Antioquía eran ilustres por su madurez.

3. En su obra se aprecia claramente la extensión y la calidad del trabajo que dedicó a sus estudios divinos patrios; tampoco se puede decir nada acerca de su instrucción filosófica y liberal de los paganos, puesto que, según se cuenta, superaba a todos sus contemporáneos, principalmente en su gran celo por el estudio de Platón y de Pitágoras.

HISTORIA ECLESIÁSTICA Eusebio de Cesarea Libro 1

HISTORIA ECLESIÁSTICA

HISTORIA ECLESIÁSTICA
Eusebio de Cesarea

Libro 1

Fundamento de la promesa

I 1. Me he propuesto redactar las sucesiones de los santos apóstoles desde nuestro Salvador hasta nuestros días; cuántos y cuán grandes fueron los acontecimientos que tuvieron lugar según la historia de la Iglesia y quiénes fueron distinguidos en su gobierno y dirección en las comunidades más notables, incluyendo también aquellos que, en cada generación, fueron embajadores de la Palabra de Dios, ya sea por medio de la escritura o sin ella, y los que, impulsados por el deseo de innovación hasta el error, se han anunciado promotores del falsamente llamado conocimiento, devorando así el rebaño de Cristo como lobos rapaces.

2. Añadiré a todo esto los incidentes que sobrevinieron a todo el pueblo judío desde el momento de su complot contra nuestro Salvador, y también el número; el modo y el tiempo de los paganos que lucharon contra la palabra divina y la grandeza de los que en su tiempo atravesaron, por ella, la prueba de sangre y tortura; señalando además los martirios de nuestro tiempo y el auxilio benigno y favorable para con todos de nuestro Salvador. Daré comienzo a esta obra partiendo de la dispensación de nuestro Salvador y Señor Jesús, el Cristo de Dios.

3. Por lo cual la obra requiere la indulgencia de lectores benévolos para conmigo, pues confieso que presentar la obra perfecta y completa se halla más allá de nuestras fuerzas, ya que hasta el momento presente somos los primeros en entrar en esta labor como intentando seguir un sendero desierto y sin hollar. Así pues, pedimos a Dios su dirección y la ayuda del poder del Señor, pues no hemos logrado encontrar ninguna huella de hombres que nos hayan precedido en este sendero, a no ser por las pequeñas indicaciones que de modos diversos nos han dejado algunos relatos parciales de los tiempos pasados alzando sus voces desde lejos a modo de una antorcha desde lo alto de un punto lejano clamando y exhortándonos, desde una torre, cómo nos es necesario caminar y dirigir la senda de la palabra sin error ni peligro.

4. Nosotros, habiendo recogido de estos testimonios todo lo que consideramos útil para la presente obra, y como si lamiéramos de prados espirituales los dichos apropiados de los antiguos escritores, intentaremos conferirle forma histórica, contentándonos al recobrar, si no todas, por lo menos las más notables de las sucesiones de los apóstoles de nuestro Salvador, las que todavía se recuerdan en la iglesias más insignes.

5. Considero que es absolutamente necesario que trabaje en esta obra, pues no conozco ningún escritor eclesiástico que se haya preocupado en escribir acerca de este tema. Así pues, confío en que se mostrará sumamente beneficiosa para aquellos que tienen empeño en adquirir conocimientos históricos.

6. Ya narré brevemente todas estas cosas en los Cánones Cronológicos que redacté, pero sin embargo he resuelto componer esta obra, mucho más completa.

7. Tal como ya mencioné, empezaré con la dispensación y la divinidad de Cristo, que superan la capacidad humana.

8. Pues quien pretenda redactar los orígenes de la historia eclesiástica será necesario que empiece rigurosamente con la primera dispensación de Cristo mismo (ya que de Él tenemos el honor de recibir el nombre), que es más divino de lo que a muchos parece.

Resumen de los aspectos principales de la preexistencia y de la divinidad de nuestro Salvador y Señor, el Cristo de Dios

II 1.La naturaleza de Cristo es doble: una es como la Cabeza del Cuerpo (por la que le reconocemos Dios); la otra es comparable a los pies (la que tomó forma de hombre con las mismas pasiones que nosotros para nuestra salvación). Por ello nuestra declaración de lo siguiente será completa si tomamos como punto de partida lo principal y lo más prominente de toda su historia. Así también quedará demostrada la antigüedad, juntamente con el carácter divino de los cristianos, ante los que suponen que son recientes y extraños, que no salieron a luz antes de ayer.

2. Ningún tratado sería suficiente para exponer el linaje, la dignidad, la esencia y la naturaleza de Cristo; por esto el Espíritu divino dice en su profecía: «Su generación, ¿quién la contará?» Porque nadie conoció al Padre, sino el Hijo, ni nunca nadie conoció al Hijo debidamente, sino solamente el Padre que lo engendró.

3. ¿Quién, excepto el Padre, hubiera sido capaz de considerar con pureza la luz previa al mundo, la sabiduría inteligente y real antes de los siglos, el Verbo vivo que es Dios y se encuentra desde el principio con el Padre, el primero y único Hijo de Dios, anterior a toda creación y producción de todas las cosas tanto visibles como invisibles, el capitán del ejército espiritual e inmortal del cielo, el ángel consejero, el servidor del Padre en su plan inefable, el hacedor de todas las cosas con el Padre, la causa segunda del universo después del Padre, el verdadero y unigénito hijo de Dios, el Señor, el Dios y el Rey de toda criatura, que ha recibido del Padre la soberanía, la supremacía, la propia divinidad, el poder y el honor? Porque acerca de su divinidad en las Escrituras leemos: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.»

4. También dice esto el gran Moisés, siendo el profeta más antiguo, cuando esboza, por el Espíritu divino, la formación y la ordenación del universo: El creador y hacedor de todas las cosas permitió únicamente al Verbo, divino y primogénito, formar las criaturas inferiores. Y comenta con Él acerca de la creación del hombre: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza».

5. Otro profeta refuerza esta afirmación hablando de Dios en sus himnos del modo siguiente: «Porque Él dijo, y fue hecho; Él mandó, y fue creado.»Por un lado presenta al Padre y creador como soberano universal, actuando como espíritu real, y por otro lado, al Verbo divino (el mismo que nos ha sido anunciado) como segundo después de Él, realizando las órdenes del Padre.

6. Y ya desde el principio de la creación del hombre lo reconocieron, al verlo con los ojos puros de su mente, todos los que se dice que destacaron en la justicia y la excelencia de la piedad: los seguidores del gran siervo Moisés. Abraham, el primero antes de él, sus hijos y todos aquellos que posteriormente demostraron ser justos y profetas. Los cuales le rindieron la veneración debida al Hijo de Dios.

7. Asimismo Él, no olvidando en modo alguno la piedad al Padre, vino a ser, para todos los hombres, maestro del conocimiento del Padre. Así pues, se menciona que el Señor Dios fue visto semejante a un hombre común por Abraham, que estaba sentado junto a la encina de Mambre. Pero Abraham, a pesar de verlo con sus ojos como un hombre, echándose inmediatamente a sus pies le adora como a Dios, le suplica como al Señor, y manifiesta que no desconoce su personalidad, ya que menciona sus propias palabras: «El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?»

8. Por lo tanto, si es contra toda razón que el Ser no engendrado e inmutable de Dios omnipotente se transforme en apariencia de hombre o que burle los ojos de los que le contemplan con una visión semejante a la de un ser engendrado, e incluso que la Escritura presente tales relatos (aparentemente mitológicos), ¿a qué otra persona puede anunciar como Dios y Señor que juzga toda la tierra y lleva a cabo la justicia y además es visto en forma de hombre, si no es voluntad divina que sea llamado la causa primera del universo, sino sólo a su Verbo preexistente? También se habla acerca de Él en los Salmos: «Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina.»

9. Moisés con suma claridad lo anuncia Señor, segundo después del Padre, al decir: «Entonces el Señor hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte del Señor».De nuevo, cuando aparece en forma humana a Jacob, la Escritura divina lo proclama Dios, diciéndole: «No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios…»; y entonces «llamó Jacob el nombre de aquel lugar “Visión de Dios ; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma».

10. Y ciertamente tampoco es correcto conjeturar acerca de las apariciones divinas mencionadas, pensando que son ángeles inferiores y servidores de Dios, porque siempre que uno de ellos se aparece a los hombres, la Escritura no lo oculta, sino que los llama ángeles (no Dios ni Señor) como es fácil demostrar con millares de testimonios.

11. También Josué, el sucesor de Moisés, lo llama príncipe de las fuerzas del Señor, habiéndolo visto únicamente en forma y apariencia de hombre; y así lo considera jefe de los ángeles y arcángeles de los cielos y de las potestades superiores, la fuerza y la sabiduría del Padre y quien ha recibido la segunda soberanía y autoridad sobre todas las cosas.

12. Acerca de esto está escrito: «Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? El respondió: No; mas como Príncipe del ejército del Señor he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? Y el Príncipe del ejército del Señor respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo».

13. Por estas mismas palabras entenderás que no se trata de otro, sino del mismo que también se dirigió a Moisés, porque la Escritura usa los mismos vocablos: «Viendo el Señor que él iba a ver, lo llamó el Señor de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.»

14. Además de las pruebas aportadas, que demuestran que en verdad hay un ser vivo y que existe antes del mundo, el cual sirvió al Padre y Dios de todo el universo en la creación de toda criatura, y es llamado Verbo y Sabiduría de Dios, también encontramos a nuestra disposición el ofrlo de la misma Sabiduría, la cual, por medio de Salomón, nos acerca a su misterio: «Yo, la sabiduría, habito en la cordura, y hallo la ciencia de los consejos. Por mf reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia. Por mí dominan los príncipes, y todos los gobernadores juzgan la tierra».

15. Y a estas palabras añade: «El Señor me creó como principio de sus caminos para sus obras, me estableció antes de los siglos. En el principio, antes que hiciera la tierra, antes que brotasen las fuentes de las aguas, antes que los montes fuesen formados, antes de los collados, ya había sido yo engendrada. Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; cuando afirmaba las fuentes bajo el cielo, con Él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de El en todo tiempo, cuando se regocijaba por su universo terminado».

16. Con estas pocas palabras hemos demostrado que el verbo divino era preexistente y hemos mencionado a quienes se apareció (ya que no se apareció a todos).

17. Pero la razón por la cual no fue anunciado anteriormente a todo hombre del mismo modo que lo es ahora, tal vez quede demostrada con la siguiente explicación: la vida de los hombres en la antigüedad no era capaz de retener la enseñanza de Cristo, lleno de sabiduría y virtud.

18. Pues, efectivamente, el primer hombre, después de su tiempo inicial de vida colmada de bendiciones, se precipitó en este modo de vivir mortal y perecedero, despreocupándose de la instrucción divina, y tomó esta tierra maldita a cambio de la vida regalada con Dios. Y los que vinieron después de él poblaron toda nuestra tierra y demostraron ser en gran manera peores asumiendo una forma de vivir animal e insoportable (exceptuando uno o dos casos excepcionales).

19. Y pasaban la vida como nómadas duros e incultos en un desierto, sin concebir siquiera la idea de ciudades, o constituciones u oficios, ni preocupándose del saber, de las leyes o juicios ni del honor. e incluso desconociendo el mismo nombre de la filosofía. Pervirtieron los razonamientos naturales y toda semilla intelectual y civilizada, propios del alma del hombre, por su exceso de maldad tomada deliberadamente. Además se dieron completamente a todo tipo de impiedad, de manera que tan pronto se pervertían unos a otros, como se mataban practicando incluso el canibalismo. Finalmente alcanzaron el colmo de su desfachatez al pretender luchar contra Dios y contra los gigantes conocidos por todos, y proyectaron, en el extravío de su mente, fortificar la tierra contra el cielo disponiéndose para combatir contra el que está por encima de todas las cosas.

20. Mas Dios, que cuida de todas las cosas, persigue a los que obran de este modo con inundaciones y con fuego consumidor como a un bosque salvaje dispersado por toda la tierra. Por esto también a ellos les oprimió con hambres, pestes y guerras, e incluso fulminándolos desde lo alto, como si tratara una horrible y muy dura enfermedad del alma con los medios de corrección más amargos.

21. Cuando la cumbre de la maldad estaba ya por lanzarse sobre todos, sofocando y oscureciendo el alma de casi todos los hombres a modo de una horrible embriaguez, la Sabiduría de Dios, su primogénito, el Verbo preexistente (movido por su supremo amor para con los hombres), se apareció a los seres inferiores como poder de Dios para su salvación —a uno o dos de los antiguos hombres que amaban a Dios—, ya sea por visiones de ángeles o a través de sí mismo; y lo hizo en forma de hombre, porque sólo de ese modo podía revelarse a ellos.

22. Cuando la semilla de la piedad fue infundida por ellos a muchos hombres y un pueblo entero, de los primeros hebreos, se acercó sobre la tierra a la piedad, Dios, a través del profeta Moisés, les dio unas imágenes y símbolos de un sábado misterioso, y les concedió el poder ver otras visiones espirituales, pero no todo el misterio claramente, ya que muchos seguían en sus antiguas costumbres.

23. Entonces su legislación fue conocida y se extendió como viento fragante divulgándose entre todos los hombres, de manera que los espíritus de ellos y los de la mayoría de los paganos fueron refrenados por legisladores y filósofos de todas partes, hasta el punto en que la crueldad salvaje y animal se convirtió en mansedumbre, y de este modo incluso tenían, entre ellos, paz profunda, amistad y tratos. Fue en esta situación cuando, finalmente, en el principio del Imperio Romano, el mismo maestro de virtudes, el servidor del Padre en todo el bien, el divino y celestial Verbo de Dios se reveló a todos los otros hombres, a todos los pueblos de la tierra, estimándolos listos y aptos para recibir el conocimiento del Padre, y esta revelación la llevó a cabo un hombre en absoluto diferente a nosotros en lo que se refiere a sustancia corporal, que cumplió y sufrió todas las cosas conforme a las profecías, las cuales anunciaban con anterioridad que un hombre y Dios a la vez se hallaría en esta vida, sería autor de obras maravillosas, y sería dado a conocer como maestro de la piedad del Padre para todos los pueblos; además, también proclamaban la maravilla de su nacimiento, su nueva enseñanza, sus admirables obras, la manera en que murió, la resurrección de entre los muertos y, sobre todas estas cosas, su restablecimiento divino en el cielo.

24. El profeta Daniel, comprendiendo por el Espíritu divino el reinado fmal del Verbo, inspirado, describe la visión divina con términos humanos, diciendo: «Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.»

25. Y sigue: «Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran: su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.»

26. Todas estas cosas se refieren claramente a nuestro Salvador, el Verbo divino que desde el principio estaba con Dios, al cual llama Hijo del Hombre por su encarnación.

27. Puesto que ya reuní todas las profecías concernientes a nuestro Salvador Jesucristo en otros comentarios, y habiendo demostrado con mayor exactitud lo que hemos mencionado acerca de Él, nos contentaremos con lo dicho en la presente obra.