la vibora de cascabel

Cuentos
Víbora de cascabel

Llovía intensamente y la noche caía sobre el monte. Mamá tlacuacha se escondía, acurrucando a sus pequeños hijos. De pronto apareció una víbora grande, medía hasta quién sabe dónde. Mamá tlacuacha se espantó demasiado; de tanto miedo no pudo moverse más.
La víbora se arrastró hasta toparse con la tlacuacha y sus críos.
-¿Qué haces aquí? –preguntó la víbora
-Espero que termine de llover –contestó mamá tlacuacha.
-Tlacuacha tonta. ¿No sabes que invades mi casa?
-Desde que nací nunca he sabido que estas tierras tuvieran un dueño.
–Ya lo aprendiste. Ahora prepárate porque te voy a comer, para no verte jamás en mi camino.
-No víbora. ¿Por qué no come el pasto y bebes agua de esta lluvia que cae? Si me devoras, quién podrá cuidar y criar a mis hijos; míralos bien, todavía son pequeños e indefensos.
Esto decía mientras la víbora se le acercaba amenazantemente. Mamá tlacuacha emprendió la huida, dejando a sus hijos en aquel lugar. Se enroscó la víbora al árbol más próximo y tragó a los pequeños tlacuaches.
Al regresar la tlacuacha por sus críos, descubrió que la víbora se atragantaba con ellos.
¡Cuántas lagrimas derramó mamá tlacuacha!. Suplicaba a la víbora que no comiera a sus hijos.
-No tragues a mis hijos, son muy pequeños. ¡Nadie te hizo enojar –imploraba.
-Entiende tlacuacha, no me hagas enojar más porque también te comeré. ¡Lárgate de aquí! No quiero verte jamás.
Huyó mamá tlacuacha con lágrimas en los ojos y envuelta en suspiros.
La víbora quedó enroscada en el árbol, pensando que antes le llamaban víbora sorda (beenda’ gope’), pero que a partir de ahora la nombrarían víbora tragadora de tlacuaches, pues en su cuerpo quedaron llorando los tiernos tlacuaches.
Algunas veces se deja escuchar el llanto de los pequeños tlacuaches dentro de la víbora, por su vano intento de salir en busca de su mamá.
Desde entonces, a esta víbora la nombramos, en zapoteco, beenda’ gubi bici (víbora tragadora de tlacuaches); o beenda’ gubizi (víbora de cascabel).
Ahora la serpiente cambia de ropa todos los años, para no ser reconocida por mamá tlacuacha; mientras que ésta, para evitar otra desgracia, prefiere cargar en su lomo a sus hijos, para que cuando vuelva la víbora de cascabel, huya y no olvide llevar a sus críos.

Francisco de la Cruz Jiménez

rancisco de la Cruz Jiménez

Extraído de: Jñaa meuxubi ne xtiidxa’ mani’. La mamá de los alacranes y otras fábulas zapotecas / Francisco de la Cruz Jiménez
Oaxaca, México, Fondo Editorial, IEEPO, 2001.
XII, 28 p: Il; 30.5 cm. – (Colección Voces del Fondo: Serie “La luna en el pozo”).
ISBN: 970-18-7146-5
Literatura zapoteca

Cuentos
Beenda’ gubizi

Cayaba dxacha nisiaguie, ma caxhini lade gui’xhi’. Naga’chi’ nuu ti bizi. Nexhene ca xiiñi’ huiini’. Málasi gulee lú ti beenda’, naro’bape’, bia’ de rari’ de rarica’. Nabé bidxibi xhuncu bizi, nisi biaanadxisi ra bi’ya’ dxa beenda’ que. Ziree chuuchi’ beenda’ ze’ ra nuu bizi ne ca xiiñi’ huiini’ xti’.
-Xi cayunilu’ rari’
-guna ba’ diidxa’ beenda’.
-Cabeza’ tidi’ nisa guie di’ -bicabi bizi.
-Bizi guidxa, qui ganalu’ ra lidxe’ ndi’ nuulu’ la?
-De dxi gule’ guiruti’ huayabi naa tuunga xpixuaana’ guidxilayudi’.
-Ma biziidilu’ni yana.
Ne gupagasi lii, ti ma chi tahua’ lii nagasidu’ca’, ti qui chu’ru’ dxi guuya’ lii neza ra tide’.
-Co ‘ beenda’, cadi golo’ naa. Xiñee qui golo’ ca gui’xhi’ huiini’ ca ne guelu’ nisa guie cayabari’.
Pa gabilu’ naa la? Tuunga gapa chaahui’ ne gusiroo ca xiñe’ di’ ya’; biiya chaahui’ laacame gu’yu’, nahuiini’ dussturu’ ca xhucuca.
Ngue cani’ bizi, málasi biaaxha beenda’ que zi dxiña ra nuume. Bixhooñe’ bizi, bisianda’ ca xiiñi’, Birenda dxa beenda’ cue’ ti yaga nuu gaxha ra que ne bizulu cayabi ca bizi huiini’ que.
Ra yenduu lú jñaa ca bizi huiini’ que la?, biiyame dxa beenda’ que ra caya’ga’ yani, cayóme ca bizi huiini’ que. ¡Nab’e biina’ jñaa ca bizi huiini’ xa! Cayuuna’ bizi ro’ xa, canaba’me beenda’ qui gome ca xiiñime’.
-Cadi golo’ ca xiiñime’, nahuiini’ru’ came. Guiruti’ bichiichi lii -ruuna’ ne rini’ bizi.
-Biaa bizi, ma cadi gabidiou’ naa gasti na?, pa caa la? laaca zahua’ lii. Guye yebi’ xti neza, ra cadi guidxaaga’ lii.
Zi guxooñe’ dxa bizi, zi yuuna’ne zicala la’ dxi’.
Beenda’ que la’, biaana lu yaga que, cani’iqueme, dxi qué la? bieere la’ya’ beenda’ gope’, yanala? zabee lácabe naa beenda’ gubi bizi. Ndaani’ dxa beenda’ que biaana ca beenda’ que biaana ca xhuncu bizi huiini’, cayuunaca’.
Nuu dxi ruuna’ diaga tuuxa ra ma cayuuna’ ca bizi huiini’ que, ndaani’ beenda’ que, racala’dxica’ guiree guxooñeca’ ne chi guyubica’ bizi guxana laaca’, Dxi qué biree lá beenda’ que beenda’ gubi bizi o beenda’ gubizi.

Francisco de la Cruz Jiménez

Extraído de: Jñaa meuxubi ne xtiidxa’ mani’. La mamá de los alacranes y otras fábulas zapotecas / Francisco de la Cruz Jiménez
Oaxaca, México, Fondo Editorial, IEEPO, 2001.
XII, 28 p: Il; 30.5 cm. – (Colección Voces del Fondo: Serie “La luna en el pozo”).
ISBN: 970-18-7146-5
Literatura zapoteca

Poema suelto

No existe un día mas hermoso que el día de HOY.
La suma de muchísimos ayeres, forma mi pasado.
Mi pasado se compone de recuerdos alegres…tristes…

Algunos están fotografiados y ahora son cartulinas donde me veo pequeña,
donde mis padres siguen siendo recién casados, donde mi ciudad parece otra.

El día de ayer pudo haber sido un hermoso día… pero…. no puedo avanzar
mirando constantemente hacia atrás, corro el riesgo de no ver los rostros de los que marchan a mi lado.

Puede ser que el día de mañana amanezca aún más hermoso… pero no puedo
avanzar mirando solo el horizonte, corro el riesgo de no ver el paisaje que se abre a mi alrededor.

Por eso, yo prefiero el día de HOY.

Me gusta pisarlo con fuerza, gozar su sol o estremecerme con su frío,
sentir como cada instante dice: presente!!

Sé que es muy breve, que pronto pasará, que no voy a poder modificarlo
luego, ni pasarlo en limpio.
Como tampoco puedo planificar demasiado el día de mañana: es un lugar que
todavía no existe.

Ayer fui.
Mañana, seré.
Hoy, SOY.

Por eso:
HOY, te digo que te quiero, te quiero.
HOY, te escucho.
HOY, te pido disculpas por mis errores.
Hoy, te ayudo.
HOY, comparto lo que tengo contigo.
HOY, me separo de ti sin guardarme ninguna palabra para Mañana.
Porque HOY respiro, veo, pienso, oigo, sufro, huelo, lloro, trabajo,
toco,río, amo…
HOY.. HOY ESTOY VIVO. Como TÚ.

Hoy…puedo decir…que tengo más fuerzas para seguir.
(desconozco su autor)

canciones tristes

Dolores Batista

            Promotora social y poeta tarahumara, nació en la comunidad de Ojachíchi, en 1962. A consecuencia de un accidente doméstico debió pasar parte de su primera infancia en hospitales y clínicas serranas, en donde pronto aprendió como segunda lengua el castellano. Después de terminar sus estudios de secundaria y enfermería, regresó a su lugar de origen y fundó en su propia casa una escuela orfanatorio que ella misma atendía. Fue la informante principal de Pedro de Velasco para la elaboración de su tesis “Danzar o Morir”, ahora considerada un clásico sobre el tema de la etnia rarámuri, y colaboró en la elaboración del libro “Hablemos el tarahumar”, método para el aprendizaje de esta lengua mediante materiales en audio. A lo largo de su vida llevó a cabo numerosos proyectos de mejoramiento social en su comunidad, incluyendo la gestión de varios créditos e importantes proyectos productivos. Llegó a ser comisaria del Ejido de Panalachi –un puesto muy pocas veces ocupado por mujeres en la Sierra Tarahumara- y, poco antes de morir en agosto del 2004, fue nombrada miembro del Consejo Consultivo Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas  por la señora Xóchitl Gálvez titular de dicha institución.

            Desde 1991 Dolores Batista se había interesado por la documentación y difusión de la tradición oral tarahumara y por la producción de textos en tarahumar escrito. Pocos tiempo después publicó el cuaderno de narraciones tradicionales “Ra’ósari” como parte de la colección “Flor de Arena”, de la Universidad Autónoma de Chihuahua, y posteriormente grabó los audiolibros “Anayáwari Ra’icháara”, destinados a difundir la literatura tarahumara oral entre las personas que no dominan la lecto-escritura. Sus últimos años participó en el Taller de Producción de Textos en Tarahumar, ofrecido por el ICHICULT (Instituto Chihuahuense de la Cultura), en donde planeó la publicación de un libro de poesía propia, proyecto que, por desgracia para la cultura chihuahuense, no pudo ver realizado.

            A continuación se presentan algunos de los poemas que Dolores Batista dejó inéditos. Se trata de textos muy sencillos y profundamente honestos en cuanto a su contenido humano, surgidos de la experiencia cotidiana de la autora y escritos en un lenguaje directo y preciso. Los originales en tarahumar demuestran un claro sentido del amor que esta poeta sentía por su idioma materno, así como un evidente dominio de su ritmo y musicalidad. A pesar de haber dejado terminados apenas diecisiete poemas, Dolores Batista merece ser considerada –como seguramente lo demuestran los poemas aquí publicados– una de las más originales e importantes escritoras en el panorama de las literaturas indígenas de México, así como uno de los personajes indispensables de la cultura chihuahuense.

Lic. Enrique Servín

* “Canciones Tristes”

Poemas de Dolores Batista

So’é Nawajíala

Chí mu legá machí, so’é

napusí ra’soláluwa?

Éluká nimí ruyé

má sébo guwé?

Kámi yéna mu nawá

napusí mu kú simí?

Chí mu legá machí, so’é

kú nawá ralámuli pelélachi?

Eeká Nawajíala

Napusí nejé enálo

eeká simílosa

ohkó guwála

‘wé ra’pá lé chi’loa

nejé kilí re’pá e’ná:

‘wé ne wa’lú alewéa wilí

pé táa ne ké pá!

Ohkó ra’íchame nisa

Jípe kó má suwibásimi ohkó

gawichí nilúame

‘wé chá noká na’míchame

napu wenomí koolúkiame.

Yé gawí ra’íchame níisaa

jé ko animée pa:

Ké tási alewá tamí ’é

ké chí ‘é ro’nóola, sekáala má.

Mujé chó napu ‘échi mu i’simí

ayéna chó mu meláma alewá.

Napusí ne mukú

Napusí ne mukú

tási tamí galíliga rekási

nibilé chó tamí naláchisi.

Pe jóchi bí tamí pási

a’lí pe pólisi.

Má ta suwisáa ká

pé ta ripúga jú.

Jípe ne akáme eyénachi

tamí galési kíli!

Náta bí

Sinibí rawé náta bí

chí ne legá oláma

kípu ne wiká alé

chí legá ne nahtétima

kámi ne siméa alé.

Sinibí náta bí…

Áhi! Pé basachí nísa ruwée lé

chipawí má, chulugí ké lé!

Mukí Nawajíala

Mukí kó napulegá jú okó rakéame

wé a’sáname.

Né semáti sewáame jú,

né gá jú kábuka asiwáa

wé gohchilú.

Wé gá níliga busulélu…

Yé Balá

Yé balá kó ‘wé ta wiká ichále ohkó

napulegá ké o’móna ruwélema gawí

napu ikí peré má ké sewéka ‘éenama.

Wehká ta suwábali ohkó na’mícha

Jípe kó epé chó pé okwáa ichibóo lé.

Gamée né ga’lá súsa!

Gamée né ga’lá romólisa!

Gamée né ga’lá e’wéli ochélusa!

Gamée wiká sisáa chulugí, cho’malí má!

Chogéwali

Mujé chulugí Chogéwali

ké tási mu majaléame jú

mujé chulugí Chogéwali

‘wé mu ga’lá nimíame jú:

si’né walínega e’níame ké

‘álegá goláchi mu melásile.

‘Wé semálegá gusú be’á!

‘wé mu tamí busulébali:

né semáti ta rimúachi

ké ta o’móna mochísimi.

O’koná Tosákame

Bo’wasíka ‘á nilú ena’í gawichí:

‘á ichiwá wekaná wasachí

semá lé napu nilú ‘wé gepá lé.

Ayéna nilú chó bo’wasíka ké ichilúame

‘échi kó re’pá rewegáchi chukú.

Napu ké ichilúame bo’wasíka

‘wé samécha wasachí jáwame

‘échi legá ba’óliame gawí.

Chí anigá ga’lá nakúlo abónipachi

pé nolí ké pá chí yéna re’pá chukúame

‘wé gu’ílo bo’wasíka pagóa

napulegá semáti níima

semá legá rosánama.

Napu Ohké

Balá kó aminá napu ohké:

rukuchúli, chipawí, chulugí má

né gá nílega guusú!

Besá galí móba

Iséligame kó jé aní:

“Napusí ta suwí

besá galí móba simálua lá:

‘Échi gawichí jóonsa

amí kéti Eyé Mechálale;

aminá chó kéti Onó Rayénalichi.

Aminábi ta mehkabé simí bá”

Ácha bichíwali jú alé?

Kámi yéna ta sí suwisáa?

Tási machilú…

‘Í ‘á we’élale rihpíe lé

pé chópi nahpisó neláa

eeká neláa ké lé chó.

Mésiko nilúame Sewá

‘Wé ne  ‘inóma sewá

aminá wasachí jáwame.

We’kanátame sewá  ne tibúma

napu ikí nilú ne neséroma

napulegá semá rewélema

kéne gawíwalachi.

Usánisa makói okwá níima alé sewá

jalé e’wéli, jalé kúuchi

chí lé ‘á nasítaga leké

‘Échi sewá kó ra’íchali jú,

napu o´mána Mésiko ra’icháluwa

ra’íchali si’néame ralámuli

napu ikiná Mésiko rejówe,

nawajíga napuikiná epó

ayéna chó napuikiná ohké

napuikiná rihchítu, napuikiná gomítu

o’mána Mésiko nawajía lú.

Poema de la Golondrina

[¿Cómo sabes, golondrina

cuándo hay que hacer el nido?

¿Quién es el que te dice

que ya llegó el verano?

¿A donde alcanzas a ir

Cuando, de nuevo, te alejas?

¿Cómo vuelves, golondrina

hasta el país tarahumara?]

Poema del viento

[Cuando camino

y pasa el viento

las frondas de los pinos

brillan mucho al moverse.

Yo me detengo a ver:

¡me crece tanto el alma

siendo yo tan pequeña!]

Si hablaran los pinos

[Ya se están acabando

los pinos que hay en el bosque

están talando mucho

los que quieren dinero.

Si pudiera hablar el monte

esto es lo que nos diría:

No me quites el respiro

no me quites las piernas ni los brazos.

Tú, el que esto haces

tu propia vida estás acabando.]

Cuando me muera

[Cuando me muera

no me hagan un ataúd

ni se pongan a llorarme.

Tírenme en un agujero

y tápenlo después.

Ya muertos no somos

más que basura.

Ahora que estoy viva

¡quiéranme bien!]

Pensando

[Todo el día pienso

qué voy a hacer

cuánto debo

cómo voy a pagarlo

a dónde iré a dar.

Todo el día pienso…

¡Ay! ¡Mejor ser un coyote

una ardilla, un pájaro!]

Poema de la Mujer

[Una mujer es como un árbol frutal

de ancha sombra.

qué hermosas flores tiene

qué bueno es estar a su lado

qué bien se duerme.

El despertar, qué feliz…]

Este temporal

[Este año sembramos muchos pinos

para que no se mire triste el monte

para que no se aflijan los que viven aquí.

Hemos acabado, cortándolos, ya tantos

que ahora nos toca sembrar algunos pocos.

¡Ojalá que se logren!

¡Ojalá que les llueva!

¡Ojalá que crezcan muy altos!

¡Ojalá que se llenen de pájaros y venados!]

Gorrión

[Pajarito gorrión

tú no tienes miedo

pajarito gorrión

qué bien sabes defenderte:

volaste muy veloz

y ahuyentaste al cuervo.

¡Qué hermoso cantas en la mañana!

tú nos haces levantarnos:

y aún si estamos teniendo un bello sueño

no nos entristece el despertar.]

Dos Blancos

[En el mundo hay algodón

lo siembran en muchas tierras

y se ve hermoso como si estuviera nevado.

También hay un algodón que no ha sido sembrado

ese está extendido en el cielo.

El algodón que no ha sido sembrado

moja al que crece en las tierras

y así embellece los montes.

Cómo se ayudan entre ellos

siendo tan sólo nubes y estando tan alto

ayudan a lavar el algodón

para que quede bonito

blanqueando hermosamente.]

En los Pinares

[Llovió en los pinares:

los grillos, las ardillas y los pájaros         

¡qué alegres cantan!]

Tres Veces más Alto que las Casas

[Esto dicen los gobernadores:

“Cuando morimos

subimos tres veces más alto que las casas:

desde esta tierra

hasta nuestra Madre la Luna;

y hasta nuestro Padre el Sol.

Así de lejos nos vamos”.

¿Será verdad?

¿A dónde iremos al morir?

No se sabe…

Tal vez  permanezcamos en la tierra

tan sólo en forma de polvo

o quizás en forma de aire.]

Canción de las flores de México

[Voy a mirar las flores

que se levantan en el campo.

Cuidaré diferentes flores

protegeré todas las que haya

para que vuelvan hermosos

nuestros montes.

Serán sesenta y dos flores

unas grandes, otras pequeñas

no importa que sean de varias formas.

Esas flores son los idiomas

que se hablan en todo México

los idiomas de todos los indígenas

que habitan en todo México;

cantando en todas las llanuras

y por los bosques también

en las cañadas y en las riberas

cantando por todo México.]

Dolores Batista

(1962-2004)

·      Dolores Batista González (Ro’lólisi Batista, en el idioma tarahumar) nació en 1962 en la comunidad de Ojachichi, Ejido de Panalachi, Municipio de Bocoyna.

·        Inició sus estudios de primaria en Sisogichi y posteriormente terminó la escuela  secundaria, regresando a vivir a su comunidad indígena.

·        Estudió enfermería en 1982 y gestionó la creación del primer dispensario médico de Ojachichi.

·        Fundó en su comunidad un orfanatorio escuela que ella misma atendía en su propia casa.

·        Gestionó, frente a los gobiernos municipal y estatal, la construcción del camino a Ojachichi.

·        Gestionó numerosas ayudas, públicas y privadas, para el mejoramiento de la vivienda varios pueblos y comunidades serranas.

·        Fue recopiladora de tradición oral tarahumara y es autora de la plaquette “Ra’ósari”, (editada por la Universidad Autónoma de Chihuahua, 1995) en la que publicó una selección de mitos y leyendas tradicionales.

·        En 1998 obtuvo la beca para escritores indígenas que ofrece CONACULTA.

·        Participó en tres encuentros nacionales de escritores en idiomas indígenas y en el III Encuentro de Mujeres Indígenas Creadoras de Sueños y Realidades.

·        En 1999 grabó dos audiolibros (audiocasetes) con leyendas tarahumaras en el idioma original: “Anayáwari ra’icháala”, “La Palabra de los Antepasados”, ambos producidos por el Instituto Chihuahuense de la Cultura (ICHICULT) y CONACULTA.

·        Fue integrante del Taller de Producción de Textos en Tarahumar Escrito, ofrecido por el ICHICULT. Algunos poemas suyos han sido divulgados por el mismo instituto a través de murales en la Sierra Tarahumara y en el periódico en tarahumar “Ukí”, del cual fue corredactora.

·        Colaboró en la elaboración de “Ralámuli Ra’ichábo”, Método audiovisual para el aprendizaje del idioma tarahumar (ICHICULT-CONACULTA, 2002).

·        Durante más de una década fue gestora de apoyos económicos para proyectos productivos en la comunidad de Ojachichi.

·        En el 2000 fue elegida como Comisaria Ejidal en el Ejido de Panalachi, cargo que desempeñó hasta el 2003 y que ninguna otra mujer tarahumara había ejercido hasta entonces.

·        El 2002 obtuvo un apoyo PACMYC en el área de recopilación de narrativa tradicional.

·        A principios del 2004 fue invitada al programa televisivo, de transmisión nacional, conducido por la escritora Cristina Pacheco, en el cual leyó poesía propia y fue entrevistada.

·        El 2004 fue nombrada miembro del Consejo Consultivo de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.

Una bicicleta azul con alas

UNA BICICLETA AZUL CON ALAS

    A Kevin Locke, narrador lakota contemporáneo que narra la historia de La Séptima Dirección.
    Niña Soliluna – que aún no tenía ese nombre, porque todavía no había nacido – apenas si podía dormir.

    Se sentía sola y triste porque en el vientre de su madre no encontraba una bicicleta azul con alas.

    Desde que la había visto en sueños, no pensaba en otra cosa.

    Para colmo, se había montado en ella y había dado unas vueltecitas por la Plaza Principal del pueblo en el que iba a nacer, bordeando sus aceras.

    Y aromando a todos con las flores de su alegría.

    Usando el cordón umbilical como un periscopio – al igual que otras veces – miraba hacia ese mundo de afuera ansiando encontrarla.

    – ¡Ah, si la encontrase, aunque sólo fuera en sueños! – se dijo para sí, mientras le daba unas cuantas pataditas al vientre materno.

    También deseaba que un rayo de sol, o un simple cambio de luna, cumpliera sus ruegos.

    Niña Soliluna se durmió.

    En su sueño – ¡oh, maravilla! – volaba hacia el este contemplando un cielo que se abría como recién nacido. Con su sol hacia un nuevo amanecer en un mundo grande, con un bosque lleno de árboles y animales.

    El Pájaro de Siete Colores, pasó a su lado y le cantó:

    – Si saludas a la vida, puedes encontrarla. Sonríele.

    – ¿A quién?

    – A la bicicleta azul con la cual sueñas. Y salúdala de mi parte.

    – ¿Dónde se encuentra? – preguntó Niña Soliluna.

    Pero El Pájaro de Siete Colores se desapareció del sueño, antes de lograr que ella oyera lo que pareció contestarle.

    Volvió a dormirse y a envolverse en sueños y – en el nuevo sueño de su sueño – a soñar.

    Sintió todo el ardor del verano y se vio sumergida en el sur, en un tiempo de inocencia, de aprendizaje y crecimiento.

    – Quizás, al dejarte envolver por el calor y el aroma de los frutos que nacen y por los temblores de los primeros pasos, tal vez la halles – le comentaron, a un mismo balido, La Oveja Verde y su hermanita negra.

    Y la ayudaban a buscarla entre la dorada maleza crecida y los frutos madurándose. Pero ambas se fueron del sueño, aún antes de encontrarla.

    – ¿Has buscado en ese lugar que se halla antes de la caída del sol? – Oyó cómo le preguntaba, con una voz tierna y ronca, El Amadillo de los Suspiros que, sin dejarse ver, por lo tímido que era, desapareció del sueño.

    Niña Solliluna se dirigió al oeste – a la madura llegada del crepúsculo – y lo recorrió totalmente. Pero, de la bicicleta azul con alas, nadie supo darle ni la más pequeña señal.

    Tampoco de su pasada.

    Sintió el tierno roce de un hocico, en una de sus piernas: era El Puercoespín de las Caricias que le preguntó:

    – ¿Ya lo averiguaste con El Invierno? Será frío, pero es muy sabio – y le agregó de inmediato

    – Como su larga y vieja cabellera blanca lo demuestra, conoce muchas cosas.

    Niña Soliluna volvió a volar – en su sueño – hacia el norte, sin tener la suerte de encontrar a su deseada bicicleta azul con alas.

    – No te desanimes – escuchó como le decía El Invierno, con una sonrisa blanca – Sigue buscado. Aún te faltan algunas direcciones. No desesperes: algo o alguien te indicará el lugar en donde hallarla.

    Empeñosa, buscó cielo arriba. Se encontró nubes con formas y colores diversos, estrellas, asteroides, planetas y satélites. Trepó todos los delicados escalones de La Escala de la Armonía y exploró en las distantes constelaciones del universo de sus sueños.

    Pero, no. No estaba.

    Buscó tierra abajo, cavando y socavando los más profundos espacios de las cavernas de su sueño y sumergiéndose en las más profundas aguas de sus mares. Se encontró culebras flautas, gusanos de siete luces, lombrices arpas y lagartijas arco iris. Halló peces trompeteros, hipocampos trovadores y medusas de la alegría.

    Pero, ¡ninguna bicicleta azul con alas!

    Más triste y sola que al inicio de sus sueños, ya estaba a punto de despertarse cuando oyó una voz que, con honda y profunda ternura, le mugió:

    – ¿Has buscado hacia adentro? – era La Vaca Azul de los Cuentos – Es el último lugar donde se nos ocurre buscar: en el corazón. A cada ser se le olvida aquello que Los Abuelos de las Palabras que se Dicen nos enseñaron: ahí, en el corazón, habitan todas esas cosas que más deseamos. Hasta que las hacemos realidad. Mientras no existen – si miramos, olfateamos o escuchamos con mucha atención – veremos sus formas y colores, sentiremos sus aromas y, también, oiremos las notas de sus cantos.

    En efecto, allí encontró a su ansiada bicicleta azul con alas.

    De tanta alegría, Niña Soliluna no sólo despertó de sus sueños sino que, nació.

    Apenas asomó su cabeza al mundo, su madre le comentó a su padre:

    – Mira, nuestra primera hija. Es notorio que ella ha nacido con tantas ganas de hacerlo que,
estoy segura, vino a la vida montada en una bicicleta azul con alas.

    Armando Quintero
Caracas, Venezuela.Septiembre del 2002
(Publicado en el Boletín de Cuenta Cuentos de Buenos Aires)

Enseñame

Enséñame

* a no querer más de lo que puedes dar…

* a separar lo real de la fantasía…

* a no mirar las cosas superficialmente…

* a no ser tan transparente…

* a ser fuerte para que nada me afecte…

* a ser más sensible para no hacerte daño…

* a mirar a través de tus ojos…

* a sentir y darte aliento en las penas…

* a estar en tus brazos y dejarme sentir…

* a controlar mi ego…

* a no sufrir cuando te siento alejarte…

* a quererte cada día más…

* a ser mejor de lo que he sido…

* a no ser débil frente a ti…

* a quererte y hacerte feliz..

El angel que yo quiero

Robbie Williams ,El Angel Que Quiero Yo
(Angels Spanish Version)

Asi es la ley
Hay un angel hecho para mi…

Te conoci…el tiempo se me fue
Tal como llego…
Y te falle, te hice daño…
Tantos años yo.

Pase por todo sin pensar
Te ame si casi amar
Y al final, quien me salvo
El angel que quiero yo…

De nuevo tuuuuu
Te cuelas en mis huesos
Dejandome tu beso
Junto al corazon

Y otra vez tuuuu
Abriendome tus alas
Me sacas de las malas..rachas del dolor
Por que tu eres…
El angel que quiero yo

Cuando estoy fatal
No se que hacer ni a donde ir
Me fijo en ti …
Y te siento cerca…pensando en mi!

El cuerpo se me va…
Hacia donde tu estas
Mi vida cambio
El angel que quiero yo…

De nuevo tuuuu
Te cuelas en mis huesos
Dejandome tu beso…
Junto al corazon…

Y otra vez tuuuu
Abriendome tus alas
Me sacas de las malas…rachas del dolor
Por que tu eres…
El angel que quiero yo

De nuevo tuuuu
Te cuelas en mis huesos
Dejandome tu beso…
Junto al corazon…

Y otra vez tuuuu
Abriendome tus alas
Me sacas de las malas…rachas del dolor
Por que tu eres…
El angel que quiero yo…

Eclesiastes (fragmento)

Todo tiene su momento, y cada cosa
su tiempo bajo el cielo:
Su tiempo el nacer,
y su tiempo el morir;
su tiempo el plantar,
y su tiempo el arrancar lo plantado.
Su tiempo el matar,
y su tiempo el sanar;
su tiempo el destruir,
y su tiempo el edificar.
Su tiempo el llorar,
y su tiempo el reír;
su tiempo el lamentarse,
y su tiempo el danzar.
Su tiempo el lanzar piedras,
y su tiempo el recogerlas;
su tiempo el abrazarse,
y su tiempo el separarse.
Su tiempo el buscar,
y su tiempo el perder;
su tiempo el guardar,
y su tiempo el tirar.
Su tiempo el rasgar,
y su tiempo el coser;
su tiempo el callar,
y su tiempo el hablar.
Su tiempo el amar,
y su tiempo el odiar;
su tiempo la guerra,
y su tiempo la paz.
¿Qué gana el que trabaja con fatiga? He considerado la tarea que Dios ha puesto a los humanos para que en ella se ocupen. Él ha hecho todas las cosas apropiadas a su tiempo: también ha puesto el mundo en sus corazones, sin que el hombre llegue a descubrir la obra que Dios ha hecho de principio a fin.
Comprendo que no hay para el hombre más felicidad que alegrarse y buscar el bienestar en su vida. Y que todo hombre coma y beba y disfrute bien en medio de sus fatigas, eso es don de Dios.
Comprendo que cuanto Dios hace es duradero.
Nada hay que añadir ni nada que quitar.
Y si hace Dios que se le tema.
Lo que es, ya antes fue:
lo que será, ya es.
Y Dios restaura lo pasado.
Todavía más he visto bajo el sol: en la sede del derecho, allí está la iniquidad;
y en el sitial del justo, allí el impío.
Dije en mi corazón: Dios juzgará al justo y al impío, pues allí hay un tiempo para cada cosa y para toda obra.
Dije también en mi corazón acerca de la conducta de los humanos: sucede así para que Dios los pruebe y les demuestre que son como bestias. Porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida. En nada aventaja el hombre a la bestia, pues todo es vanidad.
Todos caminan hacia una misma meta;
todos han salido del polvo
y todos vuelven al polvo.
¿Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de vida de la bestia desciende hacia abajo, a la tierra?
Veo que no hay para el hombre nada mejor que gozarse en sus obras, pues esa es su paga. Pero ¿quién le guiará a contemplar lo que ha de suceder después de él?
Acuérdate de tu Creador en tus días mozos, mientras no vengan los días malos, y se echen encima años en que dirás:
“No me agradan”:
mientras no se nublen el sol y la luz, la luna y las estrellas, y retornen las nubes tras la lluvia;
cuando tiemblen los guardas de palacio y se doblen los guerreros, se paren las moledoras, por quedar pocas, se quedan a oscuras las que miran por las ventanas, y se cierran las puertas de la calle, ahogándose el son del molino; cuando uno se levante al canto del pájaro, y se enmudezcan todas las canciones.
También la altura da recelo, y hay sustos en el camino, florece el almendro, está grávida la langosta, y pierde su sabor la alcaparra; y es que el hombre se va a su eterna morada, y circulan por la calle los del duelo; mientras no se quiebre la hebra de plata, se rompa la bolita de oro, se haga añicos el cántaro contra la fuente, se caiga la polea dentro del pozo, vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio.
¡Vanidad de vanidades! –dice Cohélet-: ¡todo vanidad!

Epílogo
Cohélet, a más de ser un sabio, enseñó doctrina al pueblo. Ponderó e investigó, compuso muchos proverbios. Cohélet trabajó mucho en inventar frases felices, y escribir bien sentencias verídicas.
Las palabras de los sabios son como aguijadas, o como estacas hincadas, puestas por un pastor para controlar el rebaño.
Lo que de ellas se saca, hijo mío, es ilustrarse. Componer muchos libros es nunca acabar, y estudiar demasiado daña la salud.
Basta de palabras. Todo está dicho: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal. Porque toda obra la emplazará Dios a juicio, también todo lo oculto, a ver si es bueno o malo.

Fragmento de Gilgamesh

COLUMNA III

Gilgamesh contestó:
“He venido a causa de Ut-Napishtim, mi antepasado, que supo llegar hasta el consejo de los dioses y obtener la Vida.
Sobre la muerte y sobre la vida quiero interrogarlo.”
El hombre-escorpión tomó la palabra y dijo a Gilgamesh:
“Jamás ningún mortal, oh Gilgamesh, lo ha logrado.
Nadie ha viajado nunca por el sendero
que se adentra doce leguas en la montaña.
La oscuridad reina allí, no brilla ninguna luz, ni al salir el sol ni al ocultarse.”

(Texto mutilado)

COLUMNA VI

“¿Acaso construimos casas para siempre
y para siempre sellamos lo que nos pertenece?
¿Acaso los hermanos comparten para siempre?
¿Acaso para siempre divide el odio?
¿Acaso la crecida del río es para siempre?
¿Acaso el pájaro kulilu y el pájaro kirippu
suben para siempre mirando al sol?
Los que duermen y los que están muertos se asemejan.
El noble y el vasallo no son diferentes
cuando han cumplido su destino.
Desde siempre los anunnaki, los grandes dioses, se han reunido,
y la diosa Mammitu, creadora del destino, con ellos fija los destinos.
Los dioses deciden sobre nuestra muerte y nuestra vida,
Pero no revelan el día de nuestra muerte.”

COLUMNA IV

– Dime, amigo mío, dime, amigo mío, dime la ley del mundo subterráneo que conoces.
– No, no te la diré, amigo mío, no te la diré; si te dijera la ley del mundo subterráneo que conozco, te vería sentarte para llorar.
– Está bien. Quiero sentarme para llorar.
– Lo que has amado, lo que has acariciado y que placía a tu corazón, como un viejo vestido, está ahora roído por los gusanos. Lo que has amado, lo que has acariado y que placía a tu corazón, está hoy cubierto de polvo.

(Falta el final de la columna IV y la columna V.)

– Aquel a quien la muerte de… ¿Lo has visto?
– Lo he visto; su padre y su madre le sostienen levantada la cabeza y su mujer lo estrecha entre sus brazos.
– Aquel cuyo cadáver está abandonado en la llanura, ¿lo has visto?
– Lo he visto; su espíritu no halla reposo en el mundo de las sombras.
– Aquel ante cuyo espíritu nadie rinde culto, ¿lo has visto?
– Lo he visto; como los restos de las ollas y las sobras de los platos que se echan a la calle…

El cuerpo en arcoiris

Por medio de esas prácticas avanzadas de Dzogchen, los practicantes consumados pueden llevar su vida a un final extraordinario y triunfante. Cuando mueren, permiten que su cuerpo quede en condiciones de ser reabsorbido en la esencia luminosa de los elementos que lo crearon, y en consecuencia su cuerpo material se disuelve en luz y desaparece por completo. Este proceso se conoce con el nombre de “cuerpo de arco iris” o “cuerpo de luz”, porque la disolución suele ir acompañada por manifestación es espontáneas de luz y arco iris. Los antiguos Tantras de Dzogchen y las escrituras de los grandes maestros distinguen diversas categorías en este fenómeno asombroso y ultraterreno, pues en otro tiempo, si no normal, era al menos relativamente frecuente.
Por lo general, una persona que sabe que está a punto de lograr el cuerpo de arco iris suele pedir que la dejen sola en un cuarto o en una tienda durante siete días. Al octavo día tan sólo se encuentran el pelo y las uñas, las impurezas del cuerpo.
Hoy en día esto puede resultarnos muy difícil de creer, pero en la historia documentada del linaje. Dzogchen abundan los ejemplos de personas que lograron el cuerpo de arco iris y, como Dudjom Rimpoché solía señalar a menudo, no es sólo historia antigua. De los muchos ejemplos que podría elegir, me gustaría citar uno de los más recientes y con el que, además, tengo una relación personal. En 1952 se dio un célebre caso de cuerpo de arco iris en el Este de Tíbet, presenciado por numerosos testigos. El hombre que lo logró, Sônam Namgyal, era el padre de mi tutor y hermano de Lama Tseten, cuya muerte he descrito al principio de este libro.
Sônam Namgyal era un hombre muy sencillo y humilde que se ganaba la vida como cincelador ambulante, escribiendo mantras y textos sagrados en las piedras. Algunos decían que en su juventud había sido cazador y que había recibido enseñanzas de un gran maestro. En realidad, nadie se figuraba que fuese un practicante; era realmente lo que se denomina un “yogui oculto”. Poco tiempo antes de morir, se lo veía subir a las montañas y quedarse allí sentado, recortado contra el firmamento, contemplando el espacio. Componía sus propias canciones y las cantaba en lugar de las tradicionales. Nadie sabía que estaba haciendo. Luego cayó enfermo, o así lo pareció, pero, curiosamente, se mostraba cada vez más alegre. Cuando se agravó la enfermedad, su familia llamó a maestros y médicos. Su hijo le aconsejó que intentara recordar todas las enseñanzas que hubiera oído, pero él sonrío y respondió: “las he olvidado todas, y a fin de cuentas no hay nada que recordar. Todo es ilusorio, pero tengo la confianza en que todo esta bien”.
Justo antes de morir, a la edad de setenta y nueve años, dijo: “Sólo pido que, cuando muera, no mováis mi cuerpo durante una semana”. A su muerte, la familia amortajó al cadáver e invitó a lamas y monjes para que vinieran a practicar con él. Colocaron el cuerpo en un cuartito de la casa y todos se dieron cuenta de que, aunque había sido un hombre de buena estatura, no les costó nada meterlo en el cuarto, como si se hubiera vuelto más pequeño. Al mismo tiempo se vio una extraordinaria manifestación de luz irisada que envolvía toda la casa. Al sexto día fueron a mirar y observaron que el cuerpo se hacía cada vez más pequeño. Al octavo día de la muerte, la mañana en que estaba previsto el funeral, vinieron a llevarse el cadáver. Al retirar la tela que lo envolvía, sólo encontraron las uñas y el cabello.
Mi maestro Jamyang Khyentse pidió que le llevaran esos residuos y dictaminó que había sido un caso de cuerpo de arco iris.

Cuentos derviches

El hombre que era consciente de la muerte

Había una vez un derviche que se embarcó para efectuar una travesía marítima. Al subir, uno por uno, los otros pasajeros al barco, lo vieron y –como era la costumbre- le pidieron un consejo. Todo cuanto el derviche hizo fue decir a cada uno de ellos lo mismo; sólo parecía estar repitiendo una de sus fórmulas que los derviches hacen el objeto de su atención, de tiempo en tiempo.
La fórmula era: “Trata de estar atento a la muerte hasta que sepas lo que la muerte es.” Pocos viajeros se sintieron particularmente atraídos por esta amonestación.
Pronto se levantó una terrible tormenta. Tanto la tripulación como los pasajeros cayeron de rodillas, implorando a Dios que salvara el barco. Alternativamente, gritaron aterrorizados, se dieron por perdidos, esperaron frenéticamente algún socorro. Durante todo este tiempo, el derviche permaneció tranquilamente sentado, reflexivo, sin reaccionar ante el movimiento y las escenas que se desarrollaban a su alrededor.
Finalmente, el embate cesó, mar y cielo se calmaron; y los pasajeros tomaron conciencia de cuán sereno había permanecido el derviche durante todo el episodio.
Uno de ellos le preguntó: “¿No te diste cuenta que durante esta terrible tormenta no hubo entre nosotros y la muerte nada más sólido que una tabla de madera?”
“Oh, sí, en efecto”, respondió el derviche, “yo sabía que en el mar siempre es así. Sin embargo, también me di cuenta de que, como a menudo había reflexionado estando en tierra, en el curso normal de los sucesos, hay un aun menos entre nosotros y la muerte.”

Esta historia es de Bayazid, de Bistam, un lugar al sur del Mar Caspio. Fue uno de los más grandes Sufis de la antigüedad y murió a fines del siglo IX.
Su abuelo era un seguidor de Zoroastro y recibió su iniciación esotérica en la India. En razón de que su maestro Abu-Ali, de Sind, no conocía perfectamente los rituales externos del Islam, algunos escolásticos han sostenido que Abu-Ali era hindú, y que Bayazid en realidad estaba estudiando métodos místicos de la India. Sin embargo, entre los Sufis ninguna autoridad responsable está de acuerdo con este punto de vista. La Orden Bistamia forma parte de los seguidores de Bayazid.

Cuando la muerte llegó a Bagdad

El discípulo de un Sufi de Bagdad estaba un día sentado en un rincón de una posada, cuando oyó hablar a dos personajes. Por lo que decían, se dio cuenta de que uno de ellos era el Ángel de la Muerte.
“Tengo varias visitas que hacer en esta ciudad durante las próximas tres semanas”, le decía el Ángel a su compañero.
Aterrorizado, el discípulo se escondió hasta que ambos hubieron partido. Entonces usando su inteligencia para resolver el problema de cómo frustrar una posible visita de la muerte, decidió que si se mantenía alejado de Bagdad, no sería alcanzado. Sólo hubo un corto paso entre este razonamiento y alquilar el caballo más veloz disponible y espolearlo día y noche en dirección a la lejana ciudad de Samarcanda.
Mientras tanto La Muerte se encontró con el maestro Sufi y hablaron sobre diversas personas. “¿Y dónde está tu discípulo tal y tal?” preguntó La Muerte.
“Debe de estar en algún lugar de esta ciudad, empleando su tiempo en contemplación, quizá en una posada”, dijo el maestro.
“Qué extraño”, dijo el Ángel, “pues se halla en mi lista. Sí, aquí está: Tengo que recogerlo dentro de cuatro semanas, nada menos que en Samarcanda.”

Esta manera de presentar la Historia de la Muerte ha sido tomada del Hiyakat-Naqshia (“Cuentos a los que se les da forma siguiendo un plan o diseño”).

El derviche y la princesa

La hija de un rey era bella como la luna y admirada por todos.
Un día, un derviche a punto de comer un trozo de pan la vio.
El bocado se le cayó: al quedar tan profundamente conmovido no pudo sostenerlo.
Ella le sonrió al pasar a su lado. Esta acción lo llevó a un estado de convulsión; su pan en el polvo, casi privado de sus sentidos. Permaneció así, en un estado de éxtasis, durante siete años. El derviche pasó todo este tiempo en las calles, donde dormían los perros.
Era una molestia para la princesa y sus servidores decidieron matarlo.
Pero ella lo mandó llamar y le dijo: “No puede haber unión entre tú y yo, y mis esclavos han decidido matarte; por lo tanto abandona estas tierras.”
El desdichado contestó: “Desde la primera vez que te vi, la vida nada significa para mí. Ellos me mataran sin motivo. Pero por favor, contéstame una pregunta, ya que has de ser la causa de mi muerte. “¿Por qué sonreíste?”
“¡Necio!”, dijo la princesa. “Cuando cuán tontamente te estabas comportando, fue sólo por piedad que sonreí.”
Y desapareció de su vista.

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