Mexico surrealista: Llevese la torta

¡Acá las tortas!

Tengo un amigo de cierto país de África (no digo cuál) que cuando llegó a México se sorprendió de las tortas de milanesa. Dice que allá a nadie se le ha ocurrido empanizar un bistec y mucho menos meterlo entre dos panes; sobra decir que para él es una cosa exquisita y que ya está haciendo planes de abrir su negocio de tortas mexicanas.

Tal vez en otros países la palabra “torta” signifique algo diferente. En México “torta” se le llama a abrir un pan y meterle alguna cosa (como jamón, queso o cualquier otra comida seca). Es muy parecido a los internacionales “sandwiches”, pero la diferencia está en que el pan utilizado es doradito por fuera.

La gracia de la torta mexicana está en que para darle variedad se le puede poner casi cualquier cosa adentro. Hay tortas famosas, como la “hawaiana” que lleva jamón, queso derretido y piña, o la incomible “cubana” que tiene jamón, pierna de cerdo, quesos, y todo lo que el cocinero tenga a la mano (aguacates, jitomate, cebollas, mostaza, mayonesa, crema, frijoles, otra cosa que le llaman “pierna” pero que quién sabe de qué esté hecha, salchichas, etc etc).

Para acompañar la torta hay dos cosas tradicionales: unos chiles encurtidos en vinagre -o chiles chipotles- y un refresco frío, de preferencia de sabor “rojo” (si no sabes de qué es el sabor rojo, yo tampoco, pero así se pide).

Hay tortas con tantos ingredientes, que la boca no se puede abrir para darle la mordida y hay que ir comiéndosela por pisos. Cuenta la leyenda que un tipo quiso darle la mordida a una torta cubana y abrió tanto la mandíbula que tuvieron que operársela. En algunos lugares de México hicieron sus propias versiones de la torta -como en Guadalajara- ciudad famosa por sus tortas ahogadas y que están hechas de un pan más duro que una piedra (llamado virote) y atiborradas de carne de puerco. Como muchos dientes se quebraron tratándola de comer, los infames la remojaron en chile aguado y se te deshace en las manos. Comerla es un arte.

Aún con todo esto, los puestos de tortas callejeros han bautizado a su creaciones con nombres originales. La torta Lambada (llamada en honor del baile aquél de los ochentas) tiene pierna, huevo y chorizo. La torta Trevi (bautizada por la cantante Gloria Trevi) lleva más pierna que todas las demás. Y hay una torta llamada 5-0 (que nació el día que la selección alemana de fútbol le ganó con ese marcador a México) que lleva de todo menos huevos ¿Por qué será?

Mexico surrealista: Como mejorar un museo

Tortura museística

Uno de los peores museos a los que he ido está en Aguascalientes. Es tan aburrido que ni siquiera me acuerdo a qué estaba dedicado, sólo que eran habitaciones con algo adentro y que nos cobraron un dineral para entrar. Sin embargo, el mejor al que he ido está también en Aguascalientes y que presenta la obra del pintor Saturnino Herrán: el museo en sí es bonito y limpio, pero el que hacía las visitas nos contaba historias de amoríos del pintor y la pobreza que lo llevaba a dibujar por los dos lados de un mismo papel.

Esta diferencia en los museos es la que me ha llevado a pensar que la gente no va a los museos porque le parecen aburridos y poco novedosos. Así, es preferible ir al supermercado a ver anaqueles de cosas que no tienes en tu casa, que meterse a ver la escultura de la Xocoyotzin en un lugar en el que ni siquiera puedes hablar fuerte.

Así que he hecho anotaciones para que los museólogos hagan más entretenidas sus exposiciones:

En primer lugar, deben mostrar cosas que nadie se espere o que les haga trabajar la imaginación. Un día me metí a las bodegas del Museo de Antropología y había cosas interesantísimas, pero que nunca van a poner: estaba una canoa de los aztecas (semidestruida) y también una caja de cráneos con la bocota abierta, como si le fueran a dar una mordida a un taco. Ahí está nuestro objeto a exponer: en vez de un cuadro del Mercado de Tlatelolco yo pondría esa canoa con los cráneos adentro, y una cédula que dijera:

“Los aztecas iban de un lado para otro en éstos pedazos de troncos, donde cargaban barbacoa para ir comiendo. La barbacoa no la hacían de borrego –por que no había- así que seguro la hacían de perro o de otro animal conocido”

Esta solución tiene la ventaja de que los niños que la vean se van a imaginar a los cráneos comiendo un perro y nunca olvidarán que en Tenochtitlan había canoas.

En segundo lugar, hay que hacer más creíble nuestra historia. No sé porqué a los aztecas siempre los ponen con la ropa bien lisita, si en su época no había planchas. Si cuando quitas una playera del tendedero está toda hecha chicharrón, ya me imagino en esa época. Otro detalle: las mujeres siempre las pintan con el cabello lustroso y bien peinado. Mentiras: cada vez que se me acaba el shampoo y me baño con jabón de ropa, el cabello me queda pajoso así que no creo que en esa época fuera diferente. Un azteca “normalito” debería de ir como si se acabara de levantar o como cuando te paran los testigos de jehová los domingos: en bata y con chanclas.

Por último: los textos son aburridísimos. Cosas del estilo “en el año de 1910 los revolucionarios se levantaron en armas contra las huestes de Porfirio Díaz” duermen a cualquiera. Que diferencia que entraras a una sala de museo y te encontraras con un maniquí vestido de revolucionario que te apunte a la cara con un fusil, y cuyo texto se lea:

“¡MUERAN PERROS!…
gritaban los calzonudos y comenzaban a disparar contra los soldados de Díaz. Era una verdadera carnicería pero ni modo que los enfrentaran con resorteras”

Esto es mejor a que los niños se queden con la idea de que en la guerra se gritan cosas como “atrás, malandrines” o “no los quiero matar, pero si me obligan saco la pistola”. Preferible el toque dramático.

Mexico surrealista: DF vs Guadalajara un combate milenario

Guadalajara en un llano,
México en una laguna

Dicen los que saben, que la palabra Chilango es ofensiva para los que viven en el DF: según esto lo que significa es “hijo de cualquier chile”, en el sentido que le quieran ver. En cambio, para los que viven en Guadalajara y regiones circunvecinas lo ofensivo es que les digan “Jalisquillos”, que porque tienen el orgullo tan alto, que hacerlos menos es lo peor que puede uno hacer. Bueno, eso dicen los que saben ¿eh?

A mi la verdad no me ofende que me digan “chilango” y no conozco a nadie que se ofenda por eso. Es más, hasta es agradable en vez de usar el horroroso “defeño” tan de moda estos días. En cambio hace poco fui a Guadalajara y le dije “Jalisquillo” a un amigo. Se rió -seguramente por educación- pero no estoy seguro si en otras condiciones me hubiera partido la cara.

De cualquier manera, en un espíritu meramente antropológico y de investigación para ésta prestigiada revista electrónica, hice un análisis concienzudo de las diferencias entre los dos tipos de gente (los chilangos y los jalisquillos, sin ofender, claro):

Las mujeres de Guadalajara son guapísimas. En el DF hay guapísimas pero no son tantas. En Guadalajara para donde voltees hay una mujer guapa, pero desgraciadamente ellas lo saben, así que algunas son bastante pesadas. En el DF también son pesadas, y sin ser guapas, así que no sé que sea mejor.

En Guadalajara me ha tocado ver gente bien creída, manejando con el estéreo a todo volumen con un brazo afuera de la ventanilla (vi uno tomando su caguamota de cerveza enfrente de un poli, lo juro). En el DF no hacemos eso, porque si llevas el brazo afuera te roban el reloj. En Guadalajara hace un calor de los mil demonios, lo que obliga a las mujeres a llevar minifalda para regocijo de los caballeros. En el DF no hace tanto calor, pero como somos tan nacos llevamos bermudas en verano “nomás para que las piernas agarren color”.

Me dijo un taxista que es una vergüenza que en Guadalajara –que es tierra de machos bravíos- haya tantos homosexuales que se pasean por la calle sin ningún pudor. Yo lo que digo es que en el DF es una vergüenza que haya tantos diputados haciendo como que trabajan y que se pasean por las calles sin ningún pudor. Mejor gays que diputados, creo.

En Guadalajara tienen el equipo de fútbol con mayor tradición en México: las chivas. En el DF tenemos al América, que es el equipo con mayor tradición para atacar y ofender. En Guadalajara la gente se siente orgullosa de ser de allá. En el DF ya sólo buscamos cualquier puente vacacional para salirnos de ésta espantosa nata de smog.

Sin embargo, eso de ser chilango también tiene sus ventajas: puedes comer tacos en cada esquina sin temor a enfermarte. En Guadalajara tienen sus tortas ahogadas, pero créanme: nada te quita la emoción de pedir un taco al pastor y ver cómo vuela la piña en el aire para caer en tu plato, como lo hacen todos los taqueros defeños. Mejor tacos que tortas.

Así que en realidad si hay diferencias, pero esa es la diversión de éste país ¿no?

Mexico surrealista: Alimentos nacos

Alimentos nacos

Si eres persona fina, sabrás que las comidas de alta alcurnia tienen cierto orden: no se vale comerse el postre primero, usar la cuchara para partir las crepas o empujar los chícharos con el dedo para que se suban al tenedor. Tampoco se vale hacer un triangulito con la tortilla para sopear los frijoles o aventar pedazos de pan a la sopa de fideo para hacer “chopitas”. No no no no, la cosa es ser muy refinados y finos en la mesa, y hasta se han hecho manuales para eso.

Por el contrario, cuando se trata de comer en la calle hay algunas comidas naquísimas. No exagero, sólo si eres muy naco te atreverías a comer algo de lo siguiente en público:

Esquites con pata de pollo: los esquites son –para el que no lo sepa- granos de maíz cocidos con hierbas (muy ricos por cierto) pero no sé a quién se le ocurrió echar patas de pollo a la olla donde se cuece el maíz. Así, cuando pides un vaso te dan los granos en un vaso y una pata de pollo asomándose coquetamente por el borde. Si eres naco comerás primero todo el maíz y luego chuparás alegremente los dedos de la pata con un sonoro “¡sssrrlllp!”. Si no eres naco ni te acerques.

Patas de pollo y mollejas: Pues si la gente pedía las patas de pollo con los esquites ¿por qué no darles las puras patas? Así que la evolución del platillo anterior es una olla con patas y mollejas. Te las dan en un vaso rebozado de salsa Valentina (el condimento por excelencia de los nacos).

Mango: el mango –la fruta, pues- no es naco por sí mismo. El chiste está en la manera en que los nacos se lo comen: arriba del bote de la basura para no escurrir en el piso y con el jugo chorreando por los brazos hasta llegar a los codos. Otra manera de comerlo es quitándole la cáscara hasta la mitad y chuparlo hasta llegar al hueso, luego agarrarlo por el hueso pelón y quitar la cáscara de lo que falta para chupar el resto. Como siempre en el hueso le quedan pelitos, hay que peinarlos con los labios y sacarse de entre los dientes los que se queden atorados. No falla.

Pepitas: las pepitas de calabaza asadas con sal es la botana clásica junto con los garbanzos y las habas enchiladas. Las pepitas se comen abriéndolas con los dientes (cuenta la leyenda que un dentista tuvo que sacar una que se quedó incrustada en los dientes delanteros de su paciente y murió ¿?). Cada vez que quitas una cascarita la guardas en tu mano y -ya que no te quepan- las avientas por la ventana o dejas tu montoncito debajo del asiento para que la esposa se lo lleve.

Chicharrones de harina: Como no tengo una foto de éste, trataré de explicarlo bien: el chicharrón de harina es una especie de.. eh.. chicharrón pero de harina ¿si se entendió? Cuando yo era chico uno iba al carrito del chicharronero y se pedía con limón y chile. A algún ingenioso se le ocurrió ponerle encima nopales con cebollas y cilantro. A otro más se le ocurrió echarle ¡cueritos de cerdo!. Por allá los venden con col, zanahorias y mayonesa o hasta con frijoles. Creo que el siguiente paso será echarle un bistec encima.

El Mexico surrealista: El pais de las colas

El país de las colas

Si hay algo que caracteriza a nuestro país es la manía de hacer cola en todos lados. La “cola” para el que no lo sepa y viva en otro país, es hacer fila, hacer línea o formarse una persona atrás de otra (como le quieran decir). La “cola” se forma en cualquier lugar y con cualquier motivo: hay colas memorables, como la cola para comprar tortillas o la cola para pagar el teléfono.

Estamos tan acostumbrados a las colas que las incorporamos a la vida mundana sin mayor problema. Si estás formado en el banco y necesitas llenar un papelito le puedes encargar tu lugar en la cola a la persona de adelante (“¿me guarda mi cola?”). Sin embargo la cola es algo de respeto: sabemos que para inscribirte en la escuela hay que llegar temprano a hacer la cola, o que una película en el cine es muy buena cuando hay cola.

Si de repente ves mucha gente amontonada en un puesto de tacos, puedes preguntar al de hasta atrás que dónde va la cola para formarte. O el taquero puede decir “hagan cola” para poner orden (y no, como seguro muchos pensarán, que le dijeron a Jennifer López de niña “haz cola, mi’ hijita”).

El lugar en la cola es algo sagrado. No te puedes mover ni un centímetro a un lado porque el de atrás ya te ganó el lugar. Además tienes que estar atento a avanzar en cuanto lo haga el de adelante, porque te pueden saltar o gritar. Lo imperdonable en México es tratar de meterte en la cola: si llegaste tarde o tienes un amigo hasta adelante de la cola tienes que ser muy discreto para poder meterte porque o si no todos los de atrás comenzarán con la rebatinga de “¡vete a la cola!” “¡a la cola, a la cola!”.

Hay veces en que la cola es enormeee, como cuando hay que pagar la luz o te quieres inscribir en un concurso de belleza. Muchas veces la cola sigue por calles y calles y ahí no tienes más remedio que aguantarte a que llegue tu turno. Sin embargo lo peor que te puede pasar en una cola es que:

1) te toque un mal vecino de cola: gruñon, que huela mal, que haga payasadas, que se enoje de todo o que esté renegando que está formado
ó
2) que hayas estado formado muchísimo tiempo en la cola para que al final te des cuenta que debiste formarte en otra cola o que cerraron justo cuando ibas a llegar. De muerte.

Sin embargo la característica más admirable de la cola es que tienen vida propia. Yo lo he comprobado en numerosos experimentos científicos controlados (casi): si estás en un lugar cualquiera y te paras como haciendo una cola, siempre habrá gente que se forme atrás de tí aunque no sepa para qué se está formando. Comprobadísimo, lo juro. Y lo mejor: si tienes un montón de personas atrás y te mueves de un lado a otro sin avanzar (sólo hacer como que estás avanzando) la cola empezará a moverse como por arte de magia. Chécalo la siguiente vez que hagas cola.

mexico surrealista: Lo que no sale de Coyoacan en los mapas turisticos

Coyoacán

Me compré una guía de México hecha en España (no, no viajé a España, pero el libro viene de allá). Busqué lo que decía acerca de Coyoacán, que es el lugar donde voy regularmente a tomar café y uno de los de más tradición en la Ciudad de México. Dice:

“Coyoacán es un barrio auténticamente antiguo, plácido, de calles empedradas y lleno de historia. Coyoacán quiere decir lugar de los coyotes, fue fundada por los toltecas (¿?) y posteriormente Hernán Cortés estableció aquí la sede de su gobierno colonial bla bla bla”

Si yo fuera español y leyera ésto, me daría flojera venir a Coyoacán.

No sé porqué en las guías de turismo siempre tratan de hablar del lado histórico de las cosas: está bien que Hernán Cortés haya hecho y deshecho aquí, pero eso fue hace más de 300 años. En cambio podrían hablar de lo bien que se la pasa la gente en ese lugar: exactamente lo que busca un turista en una guía.

Digamos que una descripción más actual de Coyoacán sería la siguiente:

<>

Ya con esto le paro, porque no me alcanzaría el espacio para hablar del señor que te lee la mano y que te grita “no le saque, no le saque” o a la señora que se te acerca a pedir dinero y que le regales una firma (¿para qué?). O al famoso Changoleón que se duerme afuera del acuario o al mimo que junta más gente que un mitin político. Tampoco mencioné a los que cantan música Brasileña o a los de Jazz. Eso lo dejo para otro día…

Mexico surrealista: Nacaciones

¡Nacaciones!*

Ya se acerca la Semana Santa, época de reflexión, ayuno y la celebración más fervorosa -religiosamente hablando- de nuestro país. Bueno, eso sería idealmente, pero para casi todos significa una semanita en la que no hay que ir a trabajar y que podemos aprovechar para salir de vacaciones. Es decir: avienta todo y vámonos a la playa.

Los nacos también vacacionan y para que no digan que sólo hablo de los del DF me sé dos historias buenísimas que sucedieron el año pasado. Una la leí en el periódico y la otra salió en la televisión, así que son del dominio público -y dudo que alguien se acuerde de ellas aunque a mí me marcaron- es como sigue:

Historia 1
Nacos aferrados

Una familia de León -lo recuerdo bien- decidió ir a la playa. Pudiendo escoger Veracruz, Vallarta o cualquier otra decidieron que Acapulco era la mejor opción (¡Nacapulco!) Así que todos se treparon a un camión de esos como para transportar verduras, le echaron algunas maletas y ¡a viajar! El caso es que no eran ni dos o tres ¡eran como 15 personas en la parte de atrás! Característica No. 1: Salir en bola. Todo iba bien hasta que se les ocurrió meterse a la Ciudad de México y se perdieron buscando la carretera libre a Acapulco: perdieron HORAS buscándola. El viaje duró como 16 horas aproximadamente ¿? pero ellos no flaquearon ni un momento hasta que llegaron a la arena.

Por supuesto que no llevaban mucho dinero así que sacaron las cazuelas de arroz, los huevos cocidos y a comer Característica No. 2: Comer lo que se pueda. No hubo dinero para hotel, así que durmieron en la playa y adentro del camión. Muchos no sabían nadar ni llevaban trajes de baño, pero aún así los niños se divirtieron, las mamás se asolearon y todos regresaron contentísimos después de 3 días. Eso se llama perseverancia.

Historia 2
Nacos Mcgiver

Tres amigos decidieron irse a Acapulco (de nuevo) como fuera. Juntaron algo de dinero que apenas si les alcanzó para tomar un camión de segunda categoría a Iguala. Característica 3: valemadrismo Ahí se bajaron y pidieron aventón en la carretera. Un señor se compadeció de ellos y los trepó para llevarlos a la playa: lo malo es que el tipo llevaba a su hija y los tres gandules trataron de ligársela ¿?. El señor los bajó a patadas y tuvieron que irse caminando durante horas.

Ya que llegaron a la playa se dieron cuenta que no tenían ropa adecuada, por lo que rompieron sus pantalones para convertirlos en bermudas y se quitaron las playeras. Como el hambre ya hacía estragos decidieron invertir sus últimos pesos en ¡una bolsita de jabón!. Buscaron unas botellas vacías, consiguieron agua y prepararon una solución jabonosa para ¡limpiar parabrisas! Característica 4: ingenio Así, juntaron suficiente dinero para comprar una bolsa de chicharrones de harina y cervezas. Se quedaron unos días en la playa, durmiendo en la calle y regresaron felices a su ciudad. Eso se llama espíritu de aventura.

Mexico surrealista: Los mexicanos no leen, pero si leen

Los mexicanos no leen

Una de las costumbres más aberrantes que conozco es la de leer sobre el hombro del vecino cuando vamos viajando en el transporte público. Eso de que dos o tres personas estén leyendo del mismo periódico podría parecer chistoso, pero a mí me parece detestable. Bueno, eso porque yo soy bastante sangrón con la lectura.

Sin embargo, mi racionamiento siguiente fue el de pensar que todos necesitamos ir leyendo algo para no aburrirnos. Así que derivado de eso, podríamos pensar que la gente QUIERE leer, que no hay más que ponerle un libro enfrente antes de subirse al transporte para que se llene de lectura ¿no es eso maravilloso?

Pues no. Eso es un error.

Hace poco en la ciudad de México hubo un proyecto así: la gente podía tomar libros a la entrada del Metro y dejarlos a la salida. Fracaso absoluto. A la gente no le gusta leer libros, y si lee periódicos es porque van viendo fotos. De hecho los periódicos más exitosos son lo que tienen poca información y muchas imágenes. ¿Qué es lo que pasa?

Yo digo que la mayoría de la gente no sabe leer. Es decir: saben hilar una palabra con otra, pero el seguir una historia larga requiere un esfuerzo mental mayor que no están dispuestos a hacer. Es fácil percatarse de eso: muchas personas van moviendo los labios cuando leen, como si necesitaran oír para entenderlo y es que nadie les explicó que leer (es decir, entender lo que se lee) es mucho más que ir describiendo una palabra tras otra.

La cosa es tristísima: en México 3 mil copias vendidas ya clasifican como Best-seller, hay una librería por cada 200 mil habitantes (¡una!) y en diez años cuatro de cada diez librerías han cerrado. Publicamos muchos menos títulos que Argentina y tenemos el triple de población. ¿Qué podemos hacer?

Por el momento nada: no se le puede obligar a un adulto (que nunca ha agarrado un libro) que se ponga a leer a Saramago. Es un caso perdido. Pero hay una solución a futuro: hay que leer mucho más, sobre todo en casa, para enseñar a los niños que hay muchas gratificaciones al leer. Y es que si los niños ven los libros guardados en el librero, y que nadie los saca, pensarán que son inamovibles.

Pero si un niño ve que tomamos un libro y que no lo soltamos en un buen rato, pensará que algo adentro debe ser muy bueno y por curiosidad (o imitando), lo hará también. El punto es la motivación, escoger una buena lectura que no lo aleje (no es lo mismo ponerlo a leer a Máximo Gorky que a José Agustín) y dejar los libros al alcance de su mano. Los autores del futuro lo agradecerán.

Mexico surrealista: El fenomeno jarrito

El fenómeno Jarrito

A la gente le gusta inventar dichos que no tienen sentido y que sin embargo, todos toman como ciertos. Ahí está el popular “Al que madruga, Dios lo ayuda” que discrimina a las personas que nos levantamos tarde, o el famoso “Perro que ladra no muerde”: créanme que por experiencia propia sé que eso no es cierto. Sin embargo el que odio con todas mis fuerzas es aquél que reza “Todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar”.

El resultado de éste último dicho es que una señora quiera meter una cacerola en su refrigerador que evidentemente -a menos que tuerza las leyes de la física- no va a caber. Entonces recurre al “todo cabe en un jarrito” y pone el jamón encima de los jitomates para que entre. Como de todas maneras no cabe se pone a escombrar, tira los envases de leche vacíos, se come las sobras que guardaba de guisado, prepara unos huevos fritos y -entonces sí- su cacerola entra medio apretada. Luego se levanta con aire triunfal y dice “¿ya ven? sabiéndolo acomodar”. Nadie le advierte que perdió el juicio.

Otro efecto del “fenómeno Jarrito” es tratar de meter 5 kilos de ropa y 2 pares de zapatos en una maleta pequeña. La gente sufre, saca la ropa, la vuelve a meter, se sienta encima de la maleta, saca los zapatos, los vuelve a meter y después de mucho jadeo decide dejar un par de zapatos en casa hasta que cierra su maleta, aunque al final dice “¡Todo cabe en un jarrito!”. Yo mismo he sufrido el fenómeno Jarrito, cuando en mis años de adolescente puberto y baboso nos metíamos al coche de algún amigo: como sólo había un vehículo para llevarnos a todos (por lo regular 9 tipos con granos) acabábamos uno encima de otro y dos más en la cajuela cual carro de los payasos de circo. Horrible.

Esto lo digo porque hace unos días modificaron los vagones del Metro de la Ciudad de México para que cupiera más gente. Así, donde antes cabían 7 personas, ahora caben 20 tipos aplastados unos contra otros, fomentando las relaciones entre pasajeros desconocidos. Yo me acuerdo haber visto fotografías del metro de Japón donde los policías desde afuera los meten a presión como si los cuerpos se encogieran al entrar al metro. Ya me los imagino pujando y pensando “¡Tolo cabe en un jalito sabiéndolo acomodal!”.

Pero el caso extremo son los microbuses que circulan por las calles de ésta Ciudad. Quien no se haya subido a uno de ellos en hora pico, no tiene ni idea de lo que hablo. En primer lugar los asientos van tan pegados que la barbilla de uno choca contra la nuca del de enfrente. En segundo lugar obligan a los pasajeros hacer dos y ¡hasta tres! filas en el pasillo central que mide 60 centímetros de ancho, y si no te acomodas el chofer te grita y no avanza. Cuando ya está todo lleno retacan de gente las escaleras donde bajas. El otro día yo llevaba tanta prisa que me tuve que ir con medio cuerpo de fuera y agarrándome del espejo lateral: de hecho lo único que había de mí dentro del microbús era mi pie izquierdo porque el otro iba volando (y todavía el chofer me gritaba que le pasara mi pasaje). Qué infamia.

Mexico surrealista: Quinceañera

Quinceañera

La fiesta de quince años es una de las tradiciones más arraigadas en México ¿Qué es lo que lleva a una adolescente a celebrar su cumpleaños número 15? Es decir: no es una fecha en la que se cambie de la niñez a la adolescencia ni de la adolescencia a la adultez. Más bien está como intermedia sin razón de ser, pero aún encierra todo un significado social (mi hija ya es una mujercita, dicen los papás en su discurso).

Los “XV años” (como se conoce generalmente) se preparan desde muchos meses atrás, pues es una fiesta a todo lo grande. Nunca son menos de 100 invitados, pues es la primera vez en la que la ahora mujercita (¿?) se presentará a la sociedad en todo su esplendor. Además es la fiesta cursi por excelencia pues todo debe de salir “bonito” (cosa que nunca ocurre, pues siempre pasan accidentes que echan a perder todo).

Podemos dividir la fiesta en tres partes:

Los invitados

Para ir a una fiesta de XV años hay que ponerse las mejores joyas y vestidos de gala. No importa que sea en un salón horrible y rascuache, hay que lucir como si fuéramos a la entrega de los Óscares o a recibir a la Reina de Inglaterra. Las mujeres lucen abrigos de imitación mink y los hombres van a rentar un frac o se ponen el mejor traje que tienen en su ropero. ¿Para qué tanto alarde de lujo y fastuosidad? Para criticarse unos a otros: ahí se verá qué familia es la más próspera (o por lo menos la que aparenta mejor).

Tanta elegancia se acabará después de tres horas -o para ser más exactos, en cuanto empiece el baile- pues todos sudarán como pollos bailando cumbias.

El vals

La quinceañera tiene que dar espectáculo y demostrar sus dotes dancísticas bailándole un bonito vals a los invitados. El Congreso del país debería de hacer una ley para que sólo baile una pieza ya que los invitados nos aburrimos rápidamente, pero hay chicas que bailan ¡hasta tres valses distintos! cada uno acompañado por su séquito de chambelanes. Uno de los valses se baila con todos sus familiares al ritmo de “ahora que pase el papá de la quinceañera” (y ahí va el papá) “ahora que pase el tío Chucho” (y ahí va el tío Chucho) “ahora que pase quien falte” (y todos se quedan sentados para no alargar el martirio).

Aparte del vals, la quinceañera tiene que bailar por lo menos dos piezas “movidas” que generalmente es un merengue y un rock o un salsa y quebradita. Esas piezas deben de tener un mayor grado de dificultad con piruetas en el aire o saltos acrobáticos que siempre acaban en un accidente: si la festejada no se rompe la cabeza, el escote la traiciona. Nunca falla.

La quinceañera.

La cumpleañera debería de disfrutar su fiesta, pero nunca lo hace: lleva un vestido incomodísimo y un peinado como de tres pisos de altura. Además del show que debe dar, se debe cambiar de ropa unas 4 veces en la noche, visitar cada mesa para ver que sus invitados se la estén pasando bien, repartir “recuerditos” de la fiesta, usar tacones (siendo que siempre usa tenis) y poner buena cara. Es su obligación lucir bien en las fotos y no mostrar signos de cansancio. Analizando todo ésto me sorprendo de que todavía muchas niñas tengan la ilusión de su fiesta. No saben lo que les espera.

1 4 5 6 7 8 33