Mexico surrealista: Los mexicanos no leen, pero si leen

Los mexicanos no leen

Una de las costumbres más aberrantes que conozco es la de leer sobre el hombro del vecino cuando vamos viajando en el transporte público. Eso de que dos o tres personas estén leyendo del mismo periódico podría parecer chistoso, pero a mí me parece detestable. Bueno, eso porque yo soy bastante sangrón con la lectura.

Sin embargo, mi racionamiento siguiente fue el de pensar que todos necesitamos ir leyendo algo para no aburrirnos. Así que derivado de eso, podríamos pensar que la gente QUIERE leer, que no hay más que ponerle un libro enfrente antes de subirse al transporte para que se llene de lectura ¿no es eso maravilloso?

Pues no. Eso es un error.

Hace poco en la ciudad de México hubo un proyecto así: la gente podía tomar libros a la entrada del Metro y dejarlos a la salida. Fracaso absoluto. A la gente no le gusta leer libros, y si lee periódicos es porque van viendo fotos. De hecho los periódicos más exitosos son lo que tienen poca información y muchas imágenes. ¿Qué es lo que pasa?

Yo digo que la mayoría de la gente no sabe leer. Es decir: saben hilar una palabra con otra, pero el seguir una historia larga requiere un esfuerzo mental mayor que no están dispuestos a hacer. Es fácil percatarse de eso: muchas personas van moviendo los labios cuando leen, como si necesitaran oír para entenderlo y es que nadie les explicó que leer (es decir, entender lo que se lee) es mucho más que ir describiendo una palabra tras otra.

La cosa es tristísima: en México 3 mil copias vendidas ya clasifican como Best-seller, hay una librería por cada 200 mil habitantes (¡una!) y en diez años cuatro de cada diez librerías han cerrado. Publicamos muchos menos títulos que Argentina y tenemos el triple de población. ¿Qué podemos hacer?

Por el momento nada: no se le puede obligar a un adulto (que nunca ha agarrado un libro) que se ponga a leer a Saramago. Es un caso perdido. Pero hay una solución a futuro: hay que leer mucho más, sobre todo en casa, para enseñar a los niños que hay muchas gratificaciones al leer. Y es que si los niños ven los libros guardados en el librero, y que nadie los saca, pensarán que son inamovibles.

Pero si un niño ve que tomamos un libro y que no lo soltamos en un buen rato, pensará que algo adentro debe ser muy bueno y por curiosidad (o imitando), lo hará también. El punto es la motivación, escoger una buena lectura que no lo aleje (no es lo mismo ponerlo a leer a Máximo Gorky que a José Agustín) y dejar los libros al alcance de su mano. Los autores del futuro lo agradecerán.