Mexico surrealista: Ex votos

Ex-votos

El arte de los ex-votos se ha ido perdiendo de las iglesias católicas: los ex-votos, para el que no lo sepa, son pequeños cuadritos pintados por alguien que no tiene mucha práctica y que relata algún milagro ocurrido a alguna persona común y corriente.

Relataré como funciona: supongamos que un albañil estaba pegando ladrillos en el segundo piso de una casa cuando de repente se resbala y se cae. En el último segundo dice “¡Ay Virgencita chula!” y en vez de dar el costalazo en el piso, va a caer encima de la camioneta del dueño de la casa y de ahí a los tulipanes que con tanto trabajo cuidaba su esposa (del dueño de la casa, no del albañil) y se salva. Ya está: el albañil tendría que ir a dar gracias a la iglesia y llevar un ex-voto en el que se viera cómo caía, con la Virgencita chula empujándolo desde el cielo para que amortiguara su caída en la camioneta y no diera el azotón (en segundo plano se podría ver a los dueños de casa llevándose las manos a la cabeza con cara de espanto, viendo cómo el albañil arruinaba sus pertenencias).

Pero, como dije, eso es un arte perdido. En vez de eso la gente prefiere poner los favores recibidos desde el cielo en un papelito y colgarlo con un brochecito de oropel. En esos papelitos se pueden leer cosas como “Doy gracias al santo fulanito porque me regresó a mi esposo después de 3 días de no saber de él, con aliento alcohólico y sin la quincena, pero sano y completo” “Agradezco a santa menganita porque hizo que Pedro Pérez se fijara en mí, sin importarle mi cara llena de granos y erupciones” “Doy gracias al santo zutanito porque no permitió que mi marido viera al lechero que se escondía dentro del clóset. Prometo desde ahora portarme bien”.

Como no se requiere mucha calidad para hacer un ex-voto, algún día me gustaría pintar uno. Algo así como el de algún ratero que se haya metido de noche a una casa a robar y que de repente haya tirado los cubiertos de plata armando gran escándalo. En ese momento diría “angelito de mi guarda, no dejes que se despierten, tu sabes que es para sostener a mis dos esposas”. En el ex-voto podría pintar a un grupo de angelitos tapándole las orejotas a los habitantes de la casa robada, mientras el ratero sale por una escalera recargada en la ventana, no sin antes haber tirado también un florero de la sala. ¡Sería tan bonito y religioso!.

Mexico surrealista: El ruido de la ciudad

Ruido en la ciudad

“La Marquesa” es un lugar alejado de la ciudad donde vivo (como a una hora de camino), que no tiene nada de especial: pasto, algunas lagunas perdidas, mucha caca de caballo, y algunos locales donde venden comida, un poco desperdigados. Cuando era niño me parecía aburridísimo ir ahí, porque según me acordaba, no había nada que hacer (y en esa época, lo que yo quería era jugar a las naves espaciales en las maquinitas de la esquina).

Así que ahora que soy un adulto gruñón, quise alejarme del ruido de la ciudad y pensé en regresar a la Marquesa. Mala idea. Quien sabe a quien se le ocurrió que ahí donde había caca de caballo se podía construir una pista para que las motocicletas dieran de vueltas. Roarrr, roarrr. Los puestos desperdigados se convirtieron en locales establecidos donde puedes pescar truchas en un infame estanque de 2 por 2 metros (¿que chiste tiene eso?) y las familias se acomodan para pasar un día de “piquinic”, con todos los huerquillos corriendo y gritando como locos, mientras ponen su grabadora sonando “que la vida es un carnaval y es mas bello vivir cantando”.

¿Por qué somos tan aficionados al ruido? Sepa la bola, pero no hay lugar de la ciudad que no esté libre de música de cumbias, de sonido de motores, de niños llorando. Se sube uno al microbús o al camión, y el chofer pone la música que él quiere a todo volumen. No joda, le dije una vez, está bien que a usted le guste esa música pero a los demás no ¿que hizo el tipo? Le subió mas, y yo me bajé. Así de simple.

Peor aún, el vecino de al lado, tiene un perro que cada vez que se va a trabajar se pone a chillar hasta que regresa a casa 10 horas después. Ahí está el pobre perro ñii ñiii auuu auuuu sin que nadie lo consuele. Y cuando llega el troglodita del vecino le da de patadas. A patadas me los voy a poner a los dos: al vecino por ser tan desconsiderado con el perro y al perro por chillarle a un tipo que lo trata mal.

Y manejar en el tráfico es el infierno en la tierra. Motores que necesitan afinación desde antes de la era precámbrica, conductores que tocan la bocina a la menor provocación (si si, ajá, como si con eso desapareciera el tráfico), y policías pitándote desde atrás para que dejes pasar a los representantes de la ley (yo nunca he sabido si verdaderamente van a detener delincuentes con tanta prisa o si va a empezar su telenovela favorita).

Entonces irónicamente, descubrí que el mejor lugar para aislarse del ruido, es dentro de mi auto. Llego a mi casa, lo estaciono en la cochera, subo los vidrios, apago el motor –claro- y es mas silencioso que cualquier otro lugar. Para leer libros es excelente el asiento trasero, y adapté una charola para poder colocar ahí unas bebidas y no tener que pararme al refrigerador. Ni el perro del vecino se oye. El único problema es que no le entra aire fresco, cosa que si tiene la Marquesa. Ni modo, no todo se puede en la vida.

Mexico surrealista: El cerebro de un policia

Alfred Jarry, El Cerebro de un Agente de Policía

Versión: Juan Esteban Fassio

Sin duda se recordará este reciente y lamentable asunto: al ser practicada la autopsia, se halló la caja craneana de un agente de policía vacía de todo rastro de cerebro y rellena, en cambio, de diarios viejos. La opinión pública se conmovió y asombró por lo que fue calificado de macabra mistificación. Estamos también dolorosamente conmovidos, pero de ninguna manera asombrados.
No vemos por qué se esperaba descubrir otra cosa que la que se ha descubierto efectivamente en el cráneo del agente de policía. La difusión de las noticias impresas es una de las glorias de este siglo de progreso; en todo caso, no queda duda de que esta mercadería es menos rara que la sustancia cerebral. ¿A quién de nosotros no le ha ocurrido infinitamente más a menudo tener en las manos un diario, viejo o del día, antes que una parcela, aunque fuera pequeña, de cerebro de agente de policía? Con mayor razón, sería ocioso exigir de esas oscuras y mal remuneradas víctimas del deber que, ante el primer requerimiento, puedan presentar un cerebro entero. Y, por otra parte, el hecho está allí: eran diarios.
El resultado de esta autopsia no dejará de provocar un saludable terror en el ánimo de los malhechores. De aquí en más, ¿cuál será el atracador o el bandido que vaya a arriesgarse a hacerse saltar la tapa de su propio cerebro por un adversario que, por su parte, se expone a un daño tan anodino como el que puede producir una aguja de ropavejero en un tacho de basuras? Quizás, a algunos demasiado escrupulosos pueda parecerles en cierta manera desleal recurrir a semejantes subterfugios para defender a la sociedad. Pero deberán reflexionar que tan noble función no conoce subterfugios.
Sería un deplorable abuso acusar a la Prefectura de Policía. No negamos a esta administración el derecho de munir de papel a sus agentes. Sabemos que nuestros padres marcharon contra el enemigo calzados con borceguíes también de papel y no ha de ser eso lo que nos impida clamar indomable y eternamente, si es necesario, por la Revancha. Pretendemos solamente examinar cuáles eran los diarios de que estaba confeccionado el cerebro del agente de policía.
Aquí se entristecen el moralista y hombre culto. ¡Ah!, eran La Gaudriole, el último número de Fin de Siécle y una cantidad de publicaciones algo más que frívolas algunas de ellas traídas dé Bélgica de contrabando.
He ahí algo que aclara ciertos actos de la policía, hasta hoy inexplicables, especialmente los que causaron la muerte de héroe de este asunto. Nuestro hombre quiso, si recordamos bien, detener por exceso de velocidad al conductor de un coche que se hallaba estacionado, y el cochero, queriendo corregir su infracción, sólo atinó, lógicamente, a hacer retroceder su coche. De allí la peligrosa caída del agente, que se hallaba detrás. No obstante, recobró sus fuerzas, luego de unos días de reposo, pero, al ser intimado a recobrar al mismo tiempo su puesto de servicio, murió repentinamente.
La responsabilidad de tales hechos atañe indudablemente a la incuria de la administración policial, que en adelante controle mejor la composición de los lóbulos cerebrales de sus agentes, que la verifique, si es menester, por trepanación, previa a todo nombramiento definitivo; que la pericia médico-legal sólo encuentre en sus cráneos… No digamos una colección de La Revue Blanche y de Le Cri de Paris, lo cual sería prematuro en una primera reforma; tampoco nuestras obras completas: a ello se opone nuestra natural modestia, tanto más que esos agentes, encargados de velar por el reposo de los ciudadanos, constituirían más bien un peligro público con la cabeza así rellenada.

*.- “La poli” en lenguaje cotidiano.

Mexico surrealista: Peinados nacos

Peinados nacos

Hace poco estuve en la peluquería, después de dos meses de no pararme por ahí. Lo primero que noté fue que -desgraciadamente- los precios habían subido. Pero lo que más me llamó la atención fue que mi peluquero -un señor bastante alegre- puso un precio especial para los “peinados modernos”

– ¿Peinados modernos? -pregunté
– Si, son esos que traen los jóvenes de hoy

Como a mí siempre me cortan el pelo igual no capté lo que quería decir con eso de “los jóvenes de hoy”. Pero después, cuando pasó un tipo por la calle al que le había cortado el cabello lo comprendí todo: se refería a los peinados nacos.

Hay cortes de cabello que definitivamente caen en el reino de los nacos: peinados que nuestros abuelitos no soñaron jamás y que hoy son populares. Así que haciendo investigación de campo seleccioné algunos. Hay más, claro, pero esos los dejaré para una segunda parte.

Peinado “quiero ser roquero”
Sencillísimo: hay que dejarse corta la parte de arriba y dejarlo crecer de la nuca. La patilla puede ir larga haciendo un bucle. Ideal para los greñudos wannabe e inspirado por los Bukis
Peinado “no me digan pelón”
Este es rarísimo: el tipo luce su calva excepto el fleco y las patillas. Así, si se pone gorra todos piensan que trae el pelo largo pero nooo, todo es un engaño

Peinado “Jarecrisma”
Lo mismo: hay que raparse y dejarse sólo la parte de atrás larga. Entre más melena cuelgue de su trasero mejor. Ideal para hacerse una cola de caballo.

Peinado “saca las antenas”
Como variación de los dos anteriores se pueden dejar dos mechones largos en la frente y pasarlos por detrás de las orejas. Si se decoloran un poco queda más chido.

Peinado “Queso Oaxaca”
También los abuelitos son nacos. Como en la parte de arriba de la cabeza ya no les crece pelo, hay que dejárselo largo de un lado y peinarlo envolviendo su venerable mollera. Como turbante, pero natural.
Fleco “llama hombres”
Es la evolución de los peinados con crepé de los ochentas. El fleco se levanta desafiando la ley de la gravedad mientras el pelo -que muestra señales de la decoloración que se hizo hace un año- cae como cascada. Qué bonito.
Peinado “¿qué me cuelgo?”
Las niñas modernas se hacen mechones delgados y lo largo de ellos se cuelgan cuanto broche encuentren: moñitos y ositos son los preferidos. Además dos pinzas de ropa coronan su cabeza cual reina de la azotea

Mexico surrealista: Nacos con clase

Nacos con caché dedicado a Beto Macías
“Carneo”, el naco sin caché

Uno puede ser naco, pero fino. Porque hay de nacos a nacos, deben de saber: los nacos de bajo nivel que muchos llaman “macuarros”, los nacos medios (que son la mayoría) y los nacos de caché. Si ser naco es algo inevitable, algo que traes en las venas ¿porqué conformarte con ser del montón? ¡Hay que sobresalir!

Es por eso que debes de cultivar las actitudes de caché, esas que te hacen sobresalir como una persona excelente. No hay reglas escritas, es cosa de sentido común: cuando tengas duda sólo piensa ¿qué haría Carlos Slim en este caso? ¿Qué haría alguien fino como el príncipe Felipe ante una situación como ésta? Veamos algunos ejemplos:

– Si vas a comer en la calle y pides un refresco, no vayas a pedir Jarrito o Barrilito por favor. Mejor pide una Pepsi o una Coca, pero light, para que los demás vean que cuidas tu figura. Eso es de gente fina. No importa que te andes metiendo tres órdenes de tacos de suadero, lo importante es la imagen de lo que tomas. Tomar “Lulú” es retro y está bien visto ¡Abusado!

– En la mesa hay que cuidar los modales: levanta el meñique cada vez que tomes tu café, té, tepache, pulque o atole de champurrado. Eso se ve fino. Para limpiarte la boca empieza por las comisuras. No se te olvide limpiarte los cachetes, porque luego te embarras bien feo de salsa cuando comes spaguetti (¡y la parte de abajo de la barba!).

– No te suenes la nariz con la misma servilleta con la que te limpias la boca, mejor usa otra y déjala en la bolsa de la camisa, un poco salidita. Así estará disponible cuando la necesites.

– Usa palabras de caché: En vez de decir “vamos a pistear”, dí “vamos a tomar la copa”. Que diferencia. En vez de “fiesta” usa “convivio”. No digas “se me olvidaron los calzones”, mejor dí “no traigo mi trusa”. Nunca digas a alguien que engordó, mejor dile “estás repuestito” o “estás embarneciendo”. Eso es menos ofensivo.

– Es mejor ser tierno que políticamente correcto. No digas “cegatón”, se oye mejor “cieguito”. Pasa igual con los “negritos” o con los “niñitos de la calle”. Usa el diminutivo cuantas veces puedas para que las personitas sepan que tienes tu corazoncito. Eso es mas bonito.

– Nunca uses calcetas blancas con zapato mocasín o calcetín con tenis. Otras combinaciones prohibidas: calcetín con huarache, bota sin nada abajo, saco con pants. Mujeres: medias blancas con zapato negro, uñas de diferentes colores, lentes de colores en la noche. Recuerden el viejo dicho “de noche y lente oscuro, naco seguro”

– Si tienes duda de qué película entrar a ver, recuerda que hay una regla clarísima: entre más raro sea el apellido del director, es mejor la cinta. Si hay una de Pedro Almodóvar y una de John Woo, prefiere la de Woo. Entre Quentin Tarantino y Steven Spielberg, prefiere a Spielberg (¿qué clase de apellido es Tarantino?)

– Cómete las letras cuando hables, para que parezca que tienes ascendencia extranjera. Dí “Auja” (por aguja), “Apeido” (en vez de apellido), “Costipado” (por constipado”) y “Aujetas” en vez de agujetas. ¡Busca tus propias combinaciones!

Mexico surrealista: Bebidas mexicanas

¡Que se traigan las bebidas!

Cuando tenía como 9 años hubo una fiesta en mi casa: tacos, pastel, gelatinas y todas las frituras y botanas que uno pueda imaginar. Pero a cierta hora de la tarde alguien dijo “se acabaron los refrescos”. Horror de horrores: de nada valió que mi mamá se hubiera esforzado por presentar los mejores manjares o que se haya quemado los dedos desplumando pollos para servirlos con mole. No: el drama comenzó cuando se acabaron los refrescos.

Y es que la comida mexicana necesita estar acompañada por la bebida reglamentaria, si no… pues no sabe. Por algo somos el país que más Coca Cola consume después de Estados Unidos y hasta se han inventado consejos como “no comas agua y pan porque te salen lombrices, mejor un refresco” (¿generación espontánea quizá?) “Si comes mole no puedes tomar agua simple” (según se “sube la grasa”). Por Dios ¿entonces cómo vivían en el siglo pasado? ¡Que alguien me explique!.

Aunque no sólo de Pepsi y Yoli de limón vive el hombre: también hay bebidas naturales típicamente mexicanas, como el tepache (para quitar el calor), las aguas de fruta (la de limón con chía es un mito urbano), los pulques, los curados, los atoles (de cajeta, de pistache, de vainilla, de arroz), el champurrado (que es una bebida hecha con masa de maíz y chocolate) y hasta una cosa rarísima que se llama pozol, hecha de maíz, y que según algunos científicos alimenta más que un bistec.

Pero ¿por qué en la fiesta de mi infancia hubo tal consternación? ¡Ah! pues porque los invitados nacos querían seguir echándose sus “cubitas” (que es refresco de cola con ron) y su “tequila con escuer’” que es la peor blasfemia: un tequila de 400 pesos combinado con un refresco de 12 pesos el litro. Válgame Dios.

Y para los que dudan que México es una tierra de contrastes: las bebidas dulcísimas siempre acompañan a los platillos más picosos. La comida que se sirve caliente debe ir acompañada de un refresco frío, con hielos. El helado de vainilla se sirve con café americano casi hirviendo. Supongo que es para matar el nervio de los dientes o para que los dentistas tengan más trabajo arreglando las muelas caídas. Yo que sé.

Mexico surrealista: Hay de sectas a sectas

Hay de sectas a sectas

Hace como 4 años escribí un artículo de sectas para una revista de por acá. Mencioné (sólo de pasadita) a una de Guadalajara, lo cual causó que a mi buzón de correo llegaran cartas y cartas de injurias y malas palabras. Qué fanáticos.

Hay varias cosas que me molestan de las sectas. Estoy hablando de esas donde una sola persona se autoproclama como el enviado divino para salvar a todos los ignorantes (como yo) y que hace su propia versión de algún libro sagrado (llámese Biblia, Corán o lo que sea) enriqueciéndose con base en las aportaciones de sus afiliados. Hay miles y miles en todo el mundo, con los nombres más cursis y rimbombantes, y algunas además mezclan términos hindús para darle más caché (Iglesia Kundalini Yoga de los adventistas del no se qué, por decir).

Que cada quien crea lo que se le dé la gana, al fin y al cabo la ignorancia de cada quien es respetable. Lo que me molesta de sobremanera es que vengan a tocar a mi puerta ofreciendo cambiarme de religión ¿? Es decir: si yo me sintiera defraudado con mis convicciones iría a buscarlos yo solito ¿no? Pero ¡¡noooo!! cada domingo los tengo en la puerta ofreciéndome la salvación eterna. Les he dado los pretextos más tontos para ver si dejan de molestar, como éstos:

– Soy budista ortodoxo, gracias
– No gracias, yo creo en la evolución de los monos
– Para mí el infierno son ustedes, les agradezco que me lo recuerden
– La siñora no está los domingos, güelvan otro día

Además es terrible la manera en que hacen adeptos: primero se van metiendo con ellos, luego los convencen de que allá van a estar mejor y luego les dan ayuda $$ así, de la nada. Claro que eso es para que después ellos ayuden a los demás y ya no se puedan salir. Clásico.

Ahora bien: como vivimos en una sociedad democrática se supone que debemos ser tolerantes con los demás ¿no? No se les puede decir nada porque hay libertad de culto. Pues me declaro intolerante, porque ellos también lo son conmigo. ¿Qué mas les da que yo no crea que los extraterrestres van a venir a salvarme? ¿En qué les afecta que no crea en su líder? Pero no, me tachan de ignorante, hereje, condenado al fuego eterno. ¿Saben qué? Estoy cansado de eso, y es por eso que he decidido fundar mi propia secta llamada

La Iglesia Ubicua del Conocimiento Interior (derechos reservados)

¿De qué se trata? Pues es especialmente para las personas que tenemos internet. Es Ubicua porque está en todos lados, y créeme, vas a crecer como ser humano (aunque sea en gordura). Además no choca con tu religión actual, más bien es como un “plug-in”. Hay varias cosas que debes cumplir pero están basadas en el conocimiento interno, así que no tienes que viajar a ningún lado. Para más informes escríbeme un mail para decirte donde me mandes un cheque y yo te mande los preceptos divinos a vuelta de correo.

(ahora sí, sólo debo esperar a que lleguen el dinero. Soy un genio :-P)

Mexico surrealista: Radiografia de un microbusero

Radiografía de un chofer

Nacos, nacos, lo que se dice nacos, son los choferes de microbuses en la Ciudad de México. No es que sean nacos por naturaleza, pero como el 90% de ellos lo son, podemos generalizar sin ningún problema (sólo espero que ninguno esté leyendo esto, y si lo hace, espero que sea del 10% restante).

Según estudios antropológicos realizados por la Universidad de .. eh.. bueno, no me acuerdo, revelan que el chofer y su vehículo son uno mismo, y conviven en una perfecta simbiosis en la que es difícil saber si el microbús es el naco o la persona que lo maneja. Desmenucemos éste misterio:

Para empezar, el chofer no se llama a sí mismo “chofer” sino “operador” y a su vehículo le dice “unidad”. Como éstos dos entes conviven la mayor parte del día, el operador acondiciona su vehículo para sentirse como en casa, como si se tratara de una extensión de sí mismo. Es típico ver el primer zapatito de su hijo colgando de uno de los tubos donde se agarra la gente, como para demostrar una actitud paternal ¡que tierno! ¡que buen gusto!

Después viene el asiento, donde las pompas del operador descansan. Una recubierta de bolitas de madera ofrecen masaje al cuerpo cansado de nuestro sujeto. Estas bolitas van recubiertas a su vez de la playera de futbol de su equipo favorito. Frente a él, una calcomanía de una mujer voluptuosa le recuerda que también es hombre, y que tiene amor que dar (esta calcomanía puede ser humana o no, en nuestras fotos aparece Lola Bunny) . No pueden faltar las estampitas con oraciones a su lado: San Cristóbal, la Santa Muerte (que ni es santa oficial) y San Miguel demuestran que éste operador es católico y por lo tanto, buena persona, cortés y educado.

Hay accesorios que nos hablan más del operador: una minicanasta de basquetbol encima de él anuncia que también le gusta el deporte (que su panza no los engañe), un CD colgando nos habla de un sujeto melómano, amante de la buena música (cumbias, salsa o norteña). En la palanca de velocidad podemos encontrar un encapsulado de cristal con conchitas de mar, que trajo de su último viaje a Acapulco (porque también merece divertirse).

En fin, hay tanto por hablar y es tan poco el espacio, que los invito a que viajen en uno de éstos vehículos, o en su defecto, en cualquier camión o transporte local. Estoy seguro que todos comparten las mismas características ¡Buen viaje!

(Invariablemente todos se sacan los mocos)

Mexico surrealista: Turismo de ocasion

Turismo de Ocasión

Hay varias formas de saber que alguien es turista aún cuando trate de disimularlo. La primera es -claro- su aspecto. Nadie anda de bermudas en plena ciudad cuando el cielo amenaza con llover más que los turistas. No sé de donde viene esa idea de que cualquier otro lugar es más caluroso que donde viene uno, así que esa es una pista.
La segunda es observando lo que carga: una cámara indica un turista prevenido, ávido de llevar fotos a su lugar de origen, tan solo para decir “miren a donde fui”. También puede cargar un repelente de moscos, unos lentes oscuros o mejor aún: su dinero en un recipiente que ni de loco usaría en su lugar de origen (como una botellita colgada del cuello o envuelto en servilletas).

Pero la manera más fácil de saber que la persona que está uno viendo es turista es observándolo a la hora de comer. Aquí hay dos opciones: que lo que escoja sea un platillo típico del lugar bajo el pretexto de que “debe de comer lo típico del lugar” o que pida algo que come rutinariamente en su casa porque “extraña el sabor de su casa”.

Déjenme ejemplificar esto: un día estaba yo (de turista) en una ciudad de provincia acompañado de una amiga lugareña. Yo -como buen turista- pedí unos “uchepos” que en mi vida había visto y que resultaron unos sabrosos panecillos de maíz (los cuales me comí con singular alegría). En cambio, en la mesa de junto, estaba una señora -turista también y sospecho que pertenecía a la misma ciudad que yo- que pedía un platillo que estoy seguro debió de haber comido unas 3 mil veces en su vida: unas enchiladas suizas.

En lo que nos traían nuestros “uchepos” pude ver cómo esa señora tenía dudas sobre lo que iba a pedir, preguntaba a su amiga que cómo las servían en ese lugar, preguntaba al mesero que si estaban picosas, preguntó a su amiga que si las había probado y -después de bastante tiempo- se decidió a pedirlas. En cuanto llegó su plato las vio con mal semblante y comenzó un discurso que se oía en cuatro mesas a las redonda en el que explicaba con lujo de detalles cómo es que se debían preparar las enchiladas y como aquello que tenía en el plato no eran enchiladas sino otra cosa totalmente diferente.

Después repitió al mesero el mismo discurso y éste -bastante paciente por cierto- le explicó que así era la manera en la que las servían en aquél lugar. Empezaba a recitar su discurso por tercera vez cuando mi amiga y yo nos fuimos del restaurante. ¿Qué caso tiene -pensé después- pedir un platillo conocido? Ninguna ventaja y en cambio bastantes desventajas, pues uno siempre va a comparar lo que le sirven con lo que conoce -y eso- no servirá de nada pues dudo que el chef del lugar cambie su manera de cocinar.

Yo por eso prefiero ser como la primera clase de turistas: pido algo nuevo para que por lo menos haya la sorpresa de descubrir una cosa rara en el plato. Aunque después haya que correr al baño, claro.

Mexico surrealista: Tomando fotos

¡Extraaa, el extraaa!

Con los mexicanos pasa una cosa muy curiosa a la hora de tomar fotografías: todos se quieren hacer los chistositos. Desde poner los clásicos “cuernos” con la mano, empujar al de adelante, adoptar posición de luchador, abrir la boca como si nos hubieran robado un jugoso jitomate o hacer los ojos en blanco. Es más: hasta sacar una fotografía de boda o de XV años es una graciosada inconsciente, porque nadie en su sano juicio se iría a un estudio fotográfico a tomarse una foto simulando estar en las selvas de Costa Rica (aunque el propio estudio esté en medio de la Ciudad de México).

Bueno, pero todo lo contrario pasa al tomar un video casero: en vez de hacer graciosadas, la gente se pone muy quieta, viéndose unos a otros y apenas saludando a la cámara ¿cuántas veces no ha pasado el camarógrafo a nuestra mesa en una boda, y nosotros no atinamos más que alzar la copa (o el vaso con refresco)? Es más: ni siquiera hablamos y todos se quedan como tiesos -como si con eso el video ya no nos tomara-.

Es por eso que he pensado que el mayor producto que podría exportar México son los extras para películas o programas de televisión: ustedes saben, esas personas que aparecen en escena, pero en último plano, nada más para rellenar. Y es que si al ver una cámara nos quedamos quietos ¿qué mejor trabajo que el de pasar desapercibido?

Ser Extra (así, con mayúsculas) debe ser un arte: debes de ser lo más insignificante posible para no robar cámara al personaje principal, pero debes de ser lo suficiente notable para que el director de escena no te sustituya por un mueble. Hay programas con extras notables: ahí está el Chavo del ocho, en las escenas de la escuelita en donde además del Ñoño, la Chilindrina o la Popis, siempre había algunos alumnos en las sillas de atrás… ¿Cómo era posible que esos alumnos se rotaran y los principales se quedaran eternamente en el salón de clases? Perdónenme, pero qué burro era Quico entonces.

Otro programa con extras memorables era el de “La secretaria” con Pompín Iglesias. Acá era lo mismo: aparte de las secretarias principales había tres mujeres atrás que nunca levantaban la vista y cuya única chamba era la de darle a la máquina olivetti sin preguntar. ¿O qué me dicen de los programas que filman en la calle y que tienen a la bola de babosos atrás viendo cómo se hacen las escenas? Es el efecto estatua, ya lo dije.

Así que ¿por qué no hacer una escuela de extras? Podrían dar clases de cómo sostener una conversación interesantísima pero que a final de cuentas nadie va a pelar, o cómo caminar por la calle para que parezca natural, o resistir la tentación de voltear a donde se ve una cámara de televisión ¡Sería un éxito!

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