Mexico surrealista: El ruido de la ciudad

Ruido en la ciudad

“La Marquesa” es un lugar alejado de la ciudad donde vivo (como a una hora de camino), que no tiene nada de especial: pasto, algunas lagunas perdidas, mucha caca de caballo, y algunos locales donde venden comida, un poco desperdigados. Cuando era niño me parecía aburridísimo ir ahí, porque según me acordaba, no había nada que hacer (y en esa época, lo que yo quería era jugar a las naves espaciales en las maquinitas de la esquina).

Así que ahora que soy un adulto gruñón, quise alejarme del ruido de la ciudad y pensé en regresar a la Marquesa. Mala idea. Quien sabe a quien se le ocurrió que ahí donde había caca de caballo se podía construir una pista para que las motocicletas dieran de vueltas. Roarrr, roarrr. Los puestos desperdigados se convirtieron en locales establecidos donde puedes pescar truchas en un infame estanque de 2 por 2 metros (¿que chiste tiene eso?) y las familias se acomodan para pasar un día de “piquinic”, con todos los huerquillos corriendo y gritando como locos, mientras ponen su grabadora sonando “que la vida es un carnaval y es mas bello vivir cantando”.

¿Por qué somos tan aficionados al ruido? Sepa la bola, pero no hay lugar de la ciudad que no esté libre de música de cumbias, de sonido de motores, de niños llorando. Se sube uno al microbús o al camión, y el chofer pone la música que él quiere a todo volumen. No joda, le dije una vez, está bien que a usted le guste esa música pero a los demás no ¿que hizo el tipo? Le subió mas, y yo me bajé. Así de simple.

Peor aún, el vecino de al lado, tiene un perro que cada vez que se va a trabajar se pone a chillar hasta que regresa a casa 10 horas después. Ahí está el pobre perro ñii ñiii auuu auuuu sin que nadie lo consuele. Y cuando llega el troglodita del vecino le da de patadas. A patadas me los voy a poner a los dos: al vecino por ser tan desconsiderado con el perro y al perro por chillarle a un tipo que lo trata mal.

Y manejar en el tráfico es el infierno en la tierra. Motores que necesitan afinación desde antes de la era precámbrica, conductores que tocan la bocina a la menor provocación (si si, ajá, como si con eso desapareciera el tráfico), y policías pitándote desde atrás para que dejes pasar a los representantes de la ley (yo nunca he sabido si verdaderamente van a detener delincuentes con tanta prisa o si va a empezar su telenovela favorita).

Entonces irónicamente, descubrí que el mejor lugar para aislarse del ruido, es dentro de mi auto. Llego a mi casa, lo estaciono en la cochera, subo los vidrios, apago el motor –claro- y es mas silencioso que cualquier otro lugar. Para leer libros es excelente el asiento trasero, y adapté una charola para poder colocar ahí unas bebidas y no tener que pararme al refrigerador. Ni el perro del vecino se oye. El único problema es que no le entra aire fresco, cosa que si tiene la Marquesa. Ni modo, no todo se puede en la vida.