El gobierno mexicano prohíbe el uso de 85 plantas medicinales

Carlos González García, María de Jesús Patricio

y Mario Flores Juárez

Por tiempos inmemoriales los pueblos indígenas de nuestro país han utilizado formas propias de curación. Apoyadas en un conocimiento profundo de la madre tierra y sus frutos, que nace del respeto y convivencia con la naturaleza a partir de una cosmovisión propia, las comunidades indígenas han construido saberes rigurosos que, combinando el uso de plantas, hongos, minerales y partes de animales, pueden curar las enfermedades del cuerpo y del espíritu.

El saber indígena tradicional en la materia también ha de nombrarse medicina, tan respetable como la occidental. Los médicos indígenas no son hechiceros, no son simples curanderos (en el uso peyorativo y restrictivo de la palabra), no son brujos. Los médicos indígenas resguardan el saber tradicional de cientos de generaciones, resguardan un conocimiento invaluable para la humanidad entera.

La medicina indígena tradicional que se practica en México ha logrado un enorme saber acumulado de las plantas y su poder curativo. A diferencia de la occidental, ha construido un concepto más profundo del enfermo y de la enfermedad, pues entiende al paciente de manera integral con la naturaleza y con su comunidad, como cuerpo y como espíritu. Reconoce que la enfermedad tiene un origen físico, pero también espiritual, que muchas veces tiene que ver con el rompimiento de la comunalidad y con la violación de los deberes que la persona tiene para con su familia y la comunidad.

El médico indígena tradicional vive una experiencia de trabajo y de vida distinta a la del médico occidental, pues es el encargado de resguardar los antiguos saberes de la comunidad: la medicina tradicional no es patrimonio de unos cuantos, sino de toda la comunidad y no ha de servir para el enriquecimiento y lucro personal de quienes la practican.

Debido al valor de la medicina practicada por nuestros pueblos y, sobre todo, al gran saber acumulado sobre las propiedades curativas de las plantas que la madre tierra nace, los grandes laboratorios internacionales y las universidades se han ocupado, desde hace años, en registrar y saquear los conocimientos de las comunidades indígenas como si fueran de ellos. Con la complicidad del gobierno han expropiado los saberes tradicionales y los utilizan para alcanzar prestigio y grandes ganancias, patentando incluso variedades biológicas y principios activos con potencial para la industria moderna. Los casos de bioprospección y biopiratería en nuestro país van mucho más allá de los ya documentados, pues prácticamente todas las comunidades indígenas de nuestro país son visitadas de un modo u otro por “interesados” en la plantas curativas. La creación, en los últimos años, de reservas ecológicas en tierras ejidales y comunales, las más de las veces han ido acompañadas de acciones sistemáticas de bioprospección tal y como ocurre en la Sierra de Manantlán, Jalisco, donde el despojo hacia las empobrecidas comunidades indígenas se arropa un disfraz ecológico y de supuesto desarrollo sustentable.

La lógica del neoliberalismo pretende que los conocimientos de las comunidades se conviertan en simples mercancías que proporcionan ganancias fabulosas a las grandes empresas trasnacionales a costa de la pobreza de nuestros pueblos originarios que se niegan a patentar o a presentarse como propietarios de conocimientos curativos que pertenecen a la comunidad. Como dice un viejo sabio wixárika: “las plantas no son de nosotros, las plantas son de la madre tierra”.

Por ello cuando diversas comunidades y organizaciones de médicos indígenas tradicionales hablan de biopiratería hablan en primer lugar de piratería intelectual, de robo de conocimientos que a lo largo de siglos han generado los pueblos más antiguos de este país. La expropiación de los saberes tradicionales, la biopiratería o la contaminación del maíz con transgénicos son asuntos de trascendencia estratégica dentro de la guerra de exterminio que el gran capital ha desatado contra los pueblos indígenas del mundo. Hoy nuestros pueblos están siendo destruidos en su raíz misma, por lo que la existencia de contaminación en nuestras variedades nativas de maíz o la apropiación de los saberes tradicionales resultan de toda gravedad. No hay duda que el movimiento indígena habrá de resistir.

Resulta pertinente denunciar la publicación, en el Diario Oficial de la Federación (15 de diciembre de 1999), de un acuerdo fechado el 7 de diciembre del mismo año, por el que el gobierno federal prohíbe o condiciona la utilización de 85 plantas medicinales en la elaboración de té, infusiones y suplementos alimenticios. Muchas de estas plantas se encuentran entre las más utilizadas por los pueblos indígenas de acuerdo a información proporcionada por el propio Instituto Nacional Indigenista, siendo algunas de ellas: el árnica, usada para la curación de inflamaciones internas y traumatismos externos; el alcanfor, utilizado para tratar enfermedades respiratorias; el epazote, que cura la parasitosis y se utiliza como suplemento alimenticio; el estramonio, indicado para calmar dolores agudos; el anís estrella, usado para complicaciones de los bronquios; la gobernadora, uno de los antibióticos más fuertes que existen en la naturaleza; el perejil, la ruda y la salvia, cuyas propiedades curativas son múltiples.

El gobierno federal señala, sin ningún fundamento, que dichas plantas pueden contener sustancias activas que dañan la salud. Con lo anterior se exhibe el desprecio que el poder siente por el saber tradicional, pues nuestros médicos conocen con precisión el uso y manejo adecuados de las plantas medicinales.

Lo anterior significa un golpe a la práctica de la medicina tradicional y detrás pudieran encontrarse los intereses de los grandes laboratorios trasnacionales, que, poco a poco, se han ido apropiando de nuestros saberes y de nuestros recursos naturales. Consideramos que dicho acuerdo tiene como fin proteger la biopiratería que realizan universidades y empresas trasnacionales en las comunidades indígenas y rurales de todo el país, favoreciendo el uso monopólico de las plantas medicinales por parte de las grandes empresas internacionales.

En consecuencia se vuelve indispensable que comunidades indígenas, campesinos y organizaciones sociales unamos esfuerzos para frenar la expropiación de los saberes tradicionales indígenas y la biopiratería, la contaminación de nuestro maíz, y la destrucción intencional de las comunidades indígenas de México.

Actualmente diversas comunidades y organizaciones de médicos tradicionales que luchan por la defensa de la medicina tradicional han propuesto la realización de la XXVIII Fiesta Nacional de la Planta Medicinal, para mediados de septiembre, en la comunidad indígena de San Pedro Atlapulco, donde gran número de médicos tradicionales indígenas y no indígenas esperan generar una posición de contundente rechazo a las políticas oficiales y de irrestricta defensa de los recursos naturales y saberes tradicionales de nuestras comunidades.

Antecediendo a dicho evento comunidades y organizaciones de médicos promoverán acciones de rechazo a las políticas de gobierno en materia de medicina tradicional y acciones de autonomía en defensa del territorio y de los recursos naturales que hoy les son arrebatados. Un paso importante es la realización del Encuentro de Médicos Tradicionales en el municipio de Cherán, Michoacán, los días 19, 20 y 21 de abril de este año.

Finalmente y pese a los peores augurios la lucha indígena sigue viva, exige el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés y construye condiciones para la larga resistencia que hoy como ayer nuestras comunidades han de continuar.
 

Los tres autores son integrantes del Congreso Nacional Indígena: Carlos González es asesor de la Alianza de Pueblos Indígenas, Ejidos y Comunidades del Anáhuac. María de Jesús Patricio es médica tradicional de la comunidad nahua de Tuxpan, promotora de la medicina tradicional en Jalisco. Mario Flores es presidente del Comisariado de Bienes Comunales del poblado ñahñu de San Pedro Atlapulco, Estado de México.

COSMOGONíA DEL PUEBLO INUIT

Cosmogonía del Pueblo Inuit

http://www.conciencia-animal.cl/paginas/temas/temas.php?d=944
Para la gente inuit, la cultura, la sabiduría y la vida están interrelacionadas, de modo que la espiritualidad impregna cualquier aspecto de sus vivencias. Para poder sobrevivir en este medio tan hostil, han tenido que desarrollar toda una serie de estrategias de supervivencia y normas de convivencia, entre ellas el mantenimiento del equilibrio y el respeto hacia el mundo natural y el mundo espiritual.

Si esto no fuera así, posiblemente no podrían sobrevivir. Para ayudarlos a alcanzar este equilibrio, estos pueblos han desarrollado una visión metafísica de la naturaleza, donde la armonía con el espacio es un elemento fundamental para sobrevivir.

El sistema aborigen espiritual es descrito como chamanístico debido al papel fundamental desempeñado por los chamanes, llamados «angakut», que consiguen mediar con fuerzas espirituales para que propicien el éxito en la caza o recuperen la armonía con el mundo natural y espiritual.

Los chamanes son especialistas en este tipo de religión considerada «animista», según la cual el mundo está habitado por muchos seres espirituales. Estos chamanes inuit son hombres que van más allá del conocimiento humano y, como tales, son capaces de comunicarse con la naturaleza y con el mundo sobrenatural, de forma que gracias a ellos se podría lograr un mayor equilibrio.

Los chamanes tenían el don de percibir las voces de la naturaleza y por intuición descifrar los mensajes que eran transmitidos a través de los mitos, los tabúes, los rituales y la ceremonias u otras formas de acontecimientos extraordinarios. Estos individuos sabios y especiales podían viajar libremente en el mundo «no visto» o sobrenatural, y, a menudo, regresaban con canciones nuevas, tabúes, rituales o ceremonias para mostraralas al resto.

Los amuletos también fueron elementos muy empleados por los chamanes; a menudo consistían en partes de animal o pedazos de creaciones terrenales. A menudo, los chamanes llevaban el amuleto o el bolso de medicina como un collar o bien cosido en algún sitio sobre la parka.

Estos sabios chamanes tenían experiencias con espíritus a los que sólo ellos podían ver y, a veces, estos espíritus bondadosos, que viven en otro mundo y que son llamados «mishtapeuat», ayudaban a los chamanes a comunicarse con el mundo sobrenatural. El chamán solía ser un curandero que trataba los síntomas físicos, psicológicos y espirituales de sus pacientes, ya que con sus cualidades especiales podía adivinar la causa de la falta de salud o la poca suerte en la caza.

Según el sistema de creencias inuit, cuando las ofensas de las personas desequilibraban el Universo, el chamán podía volar al mundo de los espíritus y servir de mediador con ellos, con el fin de restablecer la armonía. Los chamanes y los ancianos eran los encargados del ciclo ceremonial. Además, existían cuatro fiestas al año: la fiesta de las Preguntas ( Petugtaq), la de los Difuntos (MeFF’aq), la de la Vejiga (Nakaduq) y la de la Invitación (Kelek-lka’aF).

Respecto a la obtención de información sobre el mundo de los espíritus y de los animales, la adivinación es una de las vías utilizadas por los inuit para realizar sus averiguaciones. En cualquier caso, el ritual que se seguía tradicionalmente debía de desarrollarse en secreto, participando solamente los miembros de la comunidad aborigen. Otro método empleado, era la inducción de un estado de trance mediante el cual los cazadores podían conseguir alguna información.

Por otro lado, para los inuit, los sueños eran y son una fuente vital de información más o menos veraz sobre el futuro. Las comunicaciones del mundo espiritual también vienen, aunque de una forma algo embrollada, de una figura llamada «Matshishkapeu», que intenta comunicarse con los inuit, aunque no hable muy bien la lengua inuit. Sin embargo, no debemos olvidar que, si bien es cierto que todos los cazadores tienen algún poder espiritual, los chamanes tienen más poder porque ellos tienen el acceso directo al mundo sobrenatural.

Podemos concluir señalando que la importancia de la figura del chamán radica principalmente en su papel de intermediario entre mundo físico y ordinario y el mundo de los espíritus, ya que mediante sus ceremonias rituales y cantos son capaces de convocar a los espíritus y hablar su lengua especial.

El Mundo de Maestros Animales.

Para aquellos inuit que mantienen sus creencias tradicionales los animales son un elemento muy importante en el equilibrio con la naturaleza, ya que son fuente de alimento, materia prima para la elaboración de sus tiendas, de su ropa y otros utensilios, así como fuente de inspiración de creencias espirituales y valores sociales.

El mundo animal, según la tradición inuit, se divide en dos grupos: uno, el europeo, o, dicho de otro modo, el conjunto de animales domesticados, y, otro, el inuit, es decir, el grupo de animales salvajes. A su vez, los animales salvajes se agrupan en cinco categorías tradicionales, definidas como cinco reinos animales, llamados «tipentamun»; estos reinos son: animales cuadrúpedos, aves acuáticas, pájaros, peces e insectos.

En esta división en «tipentamun», cada reino animal es gobernado por un espíritu animal, conocido como «utshimau» que es el jefe, como «aueshish-utshimau» el maestro de los animales o como «katipenitak», que significaría el regulador. Por otro lado, se puede apreciar una jerarquía en las relaciones entre los distintos maestros. Así, por ejemplo, el caribú y las aves acuáticas suelen ser considerados como los más poderosos para muchos inuit de región de La Romaine.

Ciertos animales representan el poder, por ejemplo, el oso, el lobo, el cuervo, el águila y el castor y cada uno posee ciertas características que les hacen destacar por encima de los demás: el oso destaca por su fuerza, el lobo por su organización social y el águila por su agudeza visual. Los inuit creen que para estar especialmente fuerte contra espíritus malignos, es necesario guardar un equilibrio con la naturaleza y con el mundo espiritual, y por lo tanto con los animales y con sus maestros espirituales, que residen en el Mundo de los Espíritus en compañía de otros, que ya hemos mencionado anteriormente.

A medida que nos trasladamos de una comunidad inuit a otra encontramos pequeñas variaciones en la idea que tienen sobre estos maestros de los animales. También podemos encontrar variaciones entre los miembros de una misma comunidad. A modo de ejemplo, señalaremos el caso de la comunidad inuit de La Romaine, que considera que cada especie animal tiene a su propio maestro animal, entre ellos:

-Papakashtshihku, maestro del caribú
-Kakuapeu, maestro del puercoespín
-Nisk-napeu, maestro del gansos
-Atshikash-napeu, maestro del visón
-Uhuapeu, maestro de los búhos
-Uapineu-napeu, maestro de la perdiz
-Mashkuapeu, maestro de los osos
-Amishkuapeu, maestro de los castores
-Uapishtan-napeu, maestro del martín pescador

Al mismo tiempo, suele ocurrir que ciertas especies están representadas por un mismo maestro, atendiendo a semejanzas físicas o rasgos compartidos por ambas especies. Por ejemplo, Missinaku es el maestro de pescado y muchas criaturas acuáticas, mientras que Anikapeu es el maestro de ranas y sapos.

Algún inuit de Schefferville sostiene una teoría ligeramente divergente, ya que consideran que determinadas especies como los ratones y los pájaros cantarines no tienen ningún maestro. Por el contrario, agrupan a muchos animales en una de las cuatro clases animales, gobernadas cada cual por un maestro. Estos maestros animales son:

Missinaku: maestro de las especies acuáticas que incluye a los peces, castor, nutria, almizclera, sellos, sapos, ranas, y aves acuáticas migratorias, etc.

-Mashku: maestro de oso, marmota, mofeta, etc.

-Uhuapeu: maestro de puerco espín, liebre, urogallo, cuervo, etc.

-Memekueshishkueu: maestro de zorro, martín, el visón, lobos, caracayús, la ardilla, la comadreja, el lince, etc.

-Kanipinikassikueu: maestro del caribú, a pesar de ser considerado el más importante de todos los maestros, sólo controla al caribú.

Como conclusión final indicaremos que la riqueza y la diversidad de los mitos inuit hace prácticamente imposible recogerlos todos en este modesto trabajo. Por otro lado, no todos los grupos ni todos los miembros de una comunidad inuit conservan sus tradiciones con la misma intensidad, y, por lo tanto, no todos los relatos son bien conocidos. La visión práctica que los inuit tienden de la naturaleza, hace que, en cierto modo, su cosmogonía se centre en un sentido útil, que les permita comprender la realidad que viven.

Medicina Indígena Sikuani

Medicina Indígena Sikuani

Por: Lina María Gómez M. – Antropóloga

 
Indígena sikuani, tostando la yuca brava para la producción del mañoco, su alimento propio.

El pueblo Sikuani es una etnia binacional que habita en los llanos orientales de Colombia, y al occidente de Venezuela. Pertenecen a la familia lingüística Guahibo y son conocidos también por ese apelativo.

El Lugar

El Vichada, en Colombia, ocupa el 23 % de la Orinoquía  y corresponde al 8% del país; [1] actualmente el departamento está conformado por 4 municipios, Puerto Carreño, La Primavera, Santa Rosalía y Cumaribo, conformados a su vez por veredas, corregimientos e inspecciones

Otros ríos importantes son el río Muco y el río Uva, y en esta zona habitan mayoritariamente comunidades indígenas en un 90% de la población del departamento. El aspecto geográfico es delimitado por sabanas y llanuras donde se ubican bosques de galería y se traza la frontera entre el oriente llanero y la selva en confluencia con el río Vichada y el Guaviare. El río Tomo es navegable desde Palmita hasta el caño Guarida y nace frente a la laguna de Carimagua lugar ancestral de los Sikuani y desembocando en el río Orinoco. 

La Gente

Guahíbo es la familia lingüística que contiene a los grupos Sikuani, Hitnu, Kuiba y Guayabero, ubicados en la parte oriental de Colombia,  abarcan el departamento de Vichada, Meta, Arauca y Casanare así como parte de los llanos Venezolanos que juntos tienen una extensión de 250.000 kilómetros cuadrados.

El nombre Sikuani significa “gente salvaje”; conocidos como expertos cazadores y pescadores, para ellos el pasado es presente al tener una dinámica continua. Sus acciones se expresan con relación a los puntos cardinales de forma también que existen algunas palabras sikuani que no tienen interpretación en otras lenguas. Se ubican en varias partes de los llanos; Río Meta (norte), Orinoco (este), Vichada y Guaviare (sur) y Manacacías (oeste), donde habitan en sabanas abiertas al lado de zonas selváticas siendo el Sikuani el grupo más numeroso de la Orinoquía.

En la región también se encuentra comunidades Piapoco y Curripaco de la familia lingüística Arawak así como también Salivas, Amortúa, Cubeos, y Puinaves de la familia lingüística Maku, que aunque similares presentan diferentes rasgos.

Su Medicina

Según la dirigente Sikuani Rosalba Jiménez “Las medicinas tienen unos principios rectores que son las leyes de origen, o sea, para el control y desarrollo biológico del hombre. La medicina también ha servido para la convivencia en armonía con los demás seres de la naturaleza y para el control y el equilibrio de los estados del hombre: el amor, el dolor la ira, el afecto, lo que uno siente como persona. El hombre está compuesto de todas esas manifestaciones y la medicina tiene la cura para estos males.[2]”

Los sikuani llaman al médico tradicional que controla la enfermedad penajorubinü –el del soplo, el que maneja el aliento–. Pero hay otro médico terapéutico, el wajipaevinü, el que canta waji. Está también la medicina más adivinatoria que es la del kuiwanismo. “Para el kuiwanismo no hay que estudiar sino que hay un proceso en la vida que es como una iluminación: tu llegas con un saber heredado, en relación con los dioses, con Kuwai y con Shamani.”

El Sikuani no ve al mundo de forma única y unidireccional, sino al contrario como un espacio donde conviven múltiples dimensiones y dejan su enseñanza a la comunidad. Así, el mundo de abajo donde ciertos seres viven, establece unas pautas de comportamiento y encuentro y donde el ritual establece y marca comunicación con esas otras dimensiones que conforman su realidad no visible.

Para las comunidades indígenas el mito es parte práctica de la vida y establece los principios que guían al grupo. Es en esta dimensión que se hace fundamental convivir y comprender el tejido del mito, su construcción y su historia, de dónde vino y quién lo enseñó, todo esto conforma parte del aprendizaje no solo de los Sikuani, sino de la mayoría de los pueblos indígenas.

La planta de poder de los Sikuani

El yopo o Anadenanthera peregrina es una leguminosa y otra de las plantas de poder que han sido usadas durante milenios por los indígenas de la Orinoquía, esta se encuentra en zonas de llanura o cercana a los bosques de galería, el Yopo, se clasifica en dos especies: anadenanthera y colubrina, que han sido usadas como inhalantes  e infusiones durante milenios. En tiempos prehispánicos era intercambiado por los indígenas de los llanos del Orinoco con los Chibchas de los Andes Colombianos.

En el yopo son usadas las semillas de la vaina de un árbol, que luego son tostadas y pulverizadas y de las que se sirven para inhalar a través de un tubo de hueso de garza o de tubos de madera y bambú. El uso de esta planta medicinal y de conocimiento ha servido  para adivinar, profetizar y para proteger a la comunidad contra desgracias, epidemias, y enfermedades,  al tiempo que en rituales de iniciación y de paso, y aún se conserva como medicina tradicional con la que mantienen contacto las comunidades Sikuani para su sanación.

“Los inhalantes preparados con semillas de Anadenanthera peregrina son rápidos y poderosos. No solo en el pasado pre-europeo sino incluso en la actualidad, la tecnología inhalante de los indios agrícolas es muy compleja, y todo tipo de pipas nasales decoradas y sin decorar, tubos para inhalar, morteros, recipientes y tablillas abundan en colecciones arqueológicas y etnográficas. La inhalación es muy sencilla, como lo es su material cultural en general. Algunos grupos como los waikas (yanomamos), toman el inhalante preparado a través de tubos muy largos de bambú, y un hombre sopla la carga a la nariz del otro. Casi en el acto las membranas mucosas se activan, la nariz se afloja y la saliva fluye copiosamente. También produce fuerte comezón u hormigueo en la parte superior del cráneo, ante la cual los indios reaccionan rascándose vigorosamente. El mismo Schultes (1972) no experimentó sensaciones visuales o auditivas extraordinarias, mas para los indios estas suceden a los pocos minutos de la carga de Ebene y se percibe como una comunicación directa con los espíritus de las plantas, animales, parientes fallecidos y otros seres sobrenaturales. Hay una variación considerable entre individuos en el grado de control motor, y existen chamanes experimentados que al parecer son capaces de ejercitar un control mucho mayor sobre sus movimientos que otros. La intensidad del trance extático también varía; la experiencia usualmente es de duración corta, sin embargo usualmente los participantes aspiran repetidas cargas del inhalante en el transcurso del viaje ritual (y, en la actualidad, también recreacional entre los Waikas mas  aculturizados)[3]”

La relación de una sociedad con su salud determina las prácticas y formas en que este derecho se ejerce, en la vida Sikuani el yopo tiene un papel preponderante en la vida, ya que  no solo permite a la comunidad mantenerse integra sino también conectada con su linaje y sus mitos, guardando y compartiendo así su lógica ancestral y haciendo evidente el manejo sagrado con el conocimiento milenario.

Eladio Estrada un Sikuani de la Medicina

Las formas ancestrales de conocimiento han permitido la sobrevivencia de este pueblo. El médico tradicional también conocido como payé, es además de sanador, bailador, curandero y rezandero, un sabedor, pero al igual que sucede con el médico occidental algunos están especializados en alguna forma de conocimiento. Eladio Estrada es un cantador y rezandero de la Loma, comunidad del resguardo San Luis del Tomo, aledaña al rio que pertenece al municipio de Cumaribo. Eladio por medio de los cantos examina y cura a sus pacientes, sopla con tabaco la enfermedad y la extrae; a través de la comunicación con los espíritus. Los Sikuani han hecho uso de la Anadenanthera peregrina por milenios. La preparación ritual del yopo y sus formas de  uso le permiten entrar en relación con otras dimensiones y contactar con los elementales de las plantas y animales de forma sanadora.

Eladio Estrada, rezandero y cantador sikuani, junto a dos de sus hijos.

Al igual que en el nororiente amazónico y en el resto de la Orinoquía, el dios supremo es Kuwait, quien se encuentra tallado y representado en la maraca del sabedor junto a otros elementos de la naturaleza tales como la nube, la lluvia, el sol, las viviendas y unos cuadros de doble marco que Eladio, el cantador, dice son espejos. A su lado, en la maraca se ve inscrito kuway Tsaju Jaynae . Este mundo mítico ritual solo se puede interpretar, su significado trasciende lo visible y limita la razón, para aproximarse siquiera a este conocimiento la búsqueda de una visión, caminar y una paciencia infinita son necesarios para contactarlo

Al detenerme en su vivienda encuentro un plato ritual que sirve de pilón, en forma de pez hecho en madera roja de similar apariencia al “palo de sangre”, hay también una escobilla hecha en fibra, delimitada y cortada para barrer el plato y un macerador de la misma madera tallada, es el “pate” con esto el cantador o el médico tradicional prepara el yopo y el caapi, son las herramientas sagradas con las cuales se prepara la medicina, necesarios para sus rezos y curaciones.

Según la mujer de Eladio Estrada, los miembros de la comunidad acuden a los médicos tradicionales para que hagan los rezos tradicionales del pescado durante el rito de pasaje, la fiesta de una reina. Cuando a una niña le llega su primera menstruación los Ainawi, o espíritus del pescado, la pueden llevar consigo al  otro mundo sino se llevan a cabo estos rezos; también deben hacer rezos cuando una mujer esta embarazada y al momento del nacimiento de un hijo a quienes se les debe rezar el pescado, los peces son los animales a los que más respeto le tienen estos indígenas. Luego está el rezo del agua, como también debe ser rezada el agua y los seres que en ella habitan; los Sikuani no entran al agua si  no tiene un rezo especial, las mujeres antes de dar a luz deben tener el rezo para poder tocar el agua sin que ningún espíritu las afecte, para lo cual la relación con el médico tradicional o rezandero es indispensable.

El médico es el mediador entre los espíritus de los animales, sus aliados, protectores y demás seres sobrenaturales que habitan junto a ellos, comunicándose en distintos planos que aun son imposibles de comprender para muchos. Existen también los rezos de amor, que en la región y en los llanos orientales colombianos se conocen como el bebedizo de pusana o chundu, es un canto de enganche, así como el pez se pega al anzuelo. También están los rezos de sanación para extraer enfermedades donde el médico tradicional diagnostica y examina para curar la perturbación física o espiritual que se encuentra en forma mineral en el cuerpo y la cual debe ser extraída.

El médico además debe prevenir y ver de dónde provienen las enfermedades, debe conocer los sueños y sus significados así como el uso de las plantas, los mayores deben orientar a los niños y deben aprender a reestructurar la medicina.

Participar en un ritual de curación, involucra sus cantos,  forma de alternar la conciencia con el poder de sus rezos que durante milenios han sido usados como medicina,  la mas antigua forma de curación que ha servido a los pueblos indígenas para mantenerse aun perdurando, también esta relacionada con dimensiones sagradas de respeto y apertura  que  vienen desde tiempos atrás.

Editado por visionchamanica.com a partir de:

Gómez Morales, Lina María. Diagnóstico sobre las Condiciones de Vida de las Comunidades Sikuani de las Riveras del Alto Río Tomo, Vichada, Universidad de los Andes.

Avelino Jiménez, psiquiatra: “No puede haber una sociedad sin drogas”

Avelino Jiménez, psiquiatra: “No puede haber una sociedad sin drogas”
Entrevista de Mauricio Becerra R., publicada en diario El Ciudadano, Diciembre 2008

Avelino Jiménez, psiquiatra que entre 1995 y 2003 fue coordinador del Subprograma de Adicciones en el Servicio de Salud Metropolitano Occidente, y autor del libro ‘Cómo consumir drogas sin ser adicto’, en conversación con El Ciudadano comparte otra mirada para entender el fenómeno de las drogas. No por nada un estudio del Conace hecho el 2003, señala que el 98,9% de la población declara no tener problemas con el consumo de drogas.

Para Jiménez la prohibición de las drogas es una actitud grosera con lo que la naturaleza nos entrega, la mayor parte de los usuarios e sustancias prohibidas no tienen problemas con su consumo y los medios de comunicación han distorsionado el tema.

¿Su experiencia personal y terapéutica qué dice de los motivos por los cuales las personas usan drogas?

– El mayor consumo de drogas es por diversión, por la embriaguez o relación que cada droga produce y que favorece acercamiento social, bienestar o evita algún tipo de sufrimiento. Otros motivos son la búsqueda existencial, religiosa, el camino espiritual, todas las religiones giran en torno a una droga, o muchas de ellas; por ejemplo Jesús en la última cena con sus amigos tomó vino y lo presenta como su sangre de ahí se repite el rito en cada ¿Qué significa? Vino es la sangre como dice la Biblia, compromiso, pasión, vida no por el color sino por el espíritu, y como en muchas religiones en la nuestra las drogas embriagantes son los canales de comunicación con la divinidad.

– Sin embargo desde hace unas décadas por razones de política se empezó a vulgarizar el término droga y a aplicarse a las sustancias  ilegales que son capaces de producir adicción. Esto lleva a que se crea que entonces los medicamentos y las drogas legales no son igualmente drogas, que no producen problemas. Es una especie de lavado de imagen, que tiene sentido pero desde el punto de vista de la relación que hay entre drogas y adicción es incorrecto, arbitrario y confuso.  Aquí ya tenemos la primera afección en el discurso de la salud pública desde agentes no sanitarios o desde nomenclaturas ajenas a la tradición sanitaria.

Además que dejan fuera el alcohol y el tabaco.

– Sí. El alcohol y el tabaco son los que producen mayor cantidad de muertes por año en Chile, cerca de 15000 cada uno, y en el mundo, pero se habla de ellos en un doble estándar que induce a creer que no son drogas. Y como la palabra droga se ha cargado con significados negativos, el decir “alcohol y drogas” o “tabaco y drogas” manipula la comprensión simple llana y útil de la realidad. Las personas cuando consultan dicen no he consumido nunca drogas, casi con orgullo, y luego resulta que tienen tabaquismo y alcoholismo. O en los consultorios algunas personas que llevan más de 20 años tomando benzodiazepinas, tranquilizantes como diazepam, clonazepam, alprazolam, hablan con desprecio de los “drogadictos”, o antes era mas frecuente que hablaran de los “marihuaneros”, especialmente mujeres que buscan más las drogas tranquilizadoras: Justamente ellas que llevan 20 años sin pasar un día lucidas. Pero como se las prescribe el médico y está avalada por el Estado, no ven cuanto se parecen ellas o ellos a quines están descalificando. Claro puede que necesiten esas drogas y los otros adictos también. Cada vez veo con cierta curiosidad que situaciones como estas de los pacientes que usan por años remedios potencialmente adictivos prescritos por los médicos, se parecen a los adictos a heroína que están en programas de metadona en Europa, el estado mantiene a algunos adictos a las benzodiazepinas en nuestro país y los salva del tráfico y su criminalización, cada droga con su diferencia en lo que corresponde por su puesto, pero si no se les prescribe he visto a quienes ponen el hospital patas para arriba y pueden agredir físicamente a los médicos incluso.

¿Entonces cuál sería un primer orden del asunto para iniciar una comprensión más sensata del fenómeno?

– Es mejor decir simplemente drogas y no alcohol y drogas y ahí están todas, y luego hacer el diagnóstico de consumo normal, perjudicial o patológico. Entonces va a ser fácil tener claro que desde la medicina la legalidad de la droga no determina si produce o no adicción y si un consumidor es adicto o no basándose en si la droga que se consume es legal.

En su libro ‘Como consumir drogas sin ser adicto’ menciona que la mayor parte de las personas han consumido drogas sin desarrollar algún grado de dependencia. Pero esto se omite en las políticas públicas sobre drogas. ¿Cuáles son las consecuencias en la salud pública que trae ignorar la diferencia entre consumidores sin problemas y patológicos?

– La mayoría de las personas las consume y sólo algunas son capaces de producir adicción, y quienes las consumen generalmente no son adictos. Con esta visión obviamente sobre el 90% de la gente consume alguna droga como medicina, diversión, espiritualidad,  religión o búsqueda existencial, como psiconautas (aventureros de la mente), pero un pequeño porcentaje, menor del 5 %, son adictos. Consumir drogas es lo normal; enfermarse por eso es lo anormal. No puede haber una sociedad sin drogas, las drogas y antes que ellas aparecieran  la medicina tradicional, nos han permitido el desarrollo como especie, la salud y la expectativa de vida humana que hemos alcanzado.

– Sin estas distinciones no podemos comprender al ser humano y la importancia que tienen las drogas en su vida. Las políticas de salud pública asociadas a esa confusión nos llevan con la vista vendada a buscar  la solución de uno de los problemas connaturales a  lo que somos: el consumo perjudicial y las adicciones. Quizás esa sea una de las causas de que las políticas basadas en la represión y el prohibicionismo, como se les ha llamado, no consiguen sus propósitos.

¿Cómo ve la actual disposición de los funcionarios públicos de salud respecto a enfoques no represivos o de reducción del daño en el tema de drogas?

– En la clínica, cuando se trata a pacientes adictos a drogas legales como el alcohol, tabaco o medicamentos, siempre ha habido algo de reducción del daño, aunque encuentro mas completo decir Prevención de Riegos y Reducción de Daños. Sé que muchos funcionarios públicos de salud se alinean con las políticas dominantes sin que sientan que armonice con sus experiencias ni con sus propias historias de vida. Se ven atrapados en un doble estándar que en cada caso tiene su grado de disociación. Claro que ahora, con la revista Cáñamo, algunos libros publicados, declaraciones de la  Fundación Paréntesis, el senador Avila y muchos otros, entra en la conversación nacional una página de la vida cotidiana, con la opinión que estuvo negada de tanta gente, que habla sobre consumo y enseña sobre drogas legales e ilegales culta y atractivamente, y si alguien no participa de ese marco más amplio de puntos de vista tampoco puede esperar que su opinión sea escuchada. Incluso, el propio Conace tiene contenidos nuevos que derivan de la estrategia de reducción del daño, aunque no lo reconocen abiertamente. El problema mayor es que Chile se haya jugado por una política dura, porque ahora le es más difícil reconocer cosas que en cierto modo dramatizó como inaceptables.

¿Es posible hacer prevención y educación de consumo de drogas más allá de la abstinencia?

– Creo que es posible. Hay varios aspectos interesantes que serían trascendentes en la formación de la gente y que les sería útil para relacionarse con las drogas, y prevenir el consumo patológico de aquellas potencialmente adictivas, y otros problemas del uso de drogas que no son adictivas, incluyendo a los productos naturales. Lo que se debería pretender es un conocimiento real de la tradición humana y animal en el uso de sustancias que  producen beneficios y que por tanto se acompañan  o tienen como consecuencia alguna emoción agradable, que es lo que la vida biológica identifica con lo bueno, y por lo tanto tiende a repetirla, para así conservar y mejorar el estado vivo.

– La prevención no se puede basar en la abstinencia del consumo y en el uso exclusivo de las drogas legales, por  mucho que la mejor manera de evitar el consumo perjudicial  o patológico sea la abstinencia. La comunidad no quiere ni puede tener un comportamiento de esa índole. Por lo tanto es más adecuado el consumo de cualquier drogas con el debido cuidado personalizado de sus riesgos, el consumo de drogas legales únicamente y la abstinencia del consumo de drogas, en ese orden de prioridad. Cada uno verá  un principio preventivo de acuerdo a su conveniencia.

– Por otro lado, si el dialogo social sobre los temas importantes de la convivencia no es amplio y enriquecedor perdemos todos una oportunidad de desarrollo y de educación, de estilo de vida más ambicioso. Si la vida real enseña más que las aulas, por último si se enseña en las aulas es para la vida real, de manera que en muchos sentidos decir cualquier cosa por arrear a la gente con buena o mala intención no puede ser inocuo para la salud pública.

¿Qué nos podría decir sobre el desarrollo de adicciones?

– Somos seres preadictivos o proadictivos, pienso. Creo que por el modelo instintivo, que funcionamos por el principio del placer y esto lleva al hábito. Sea que nos demos cuenta o no lo principal de la vida  no está entregado a la volunta  personal, demos como ejemplo: comer, reproducirse, luchar, arrancar y quizás cuantos impulsos heredados mas que podríamos distinguir. Todas estas tendencias que se nos imponen si o sí desde lo biológico, la naturaleza, del cosmos mismo al fin y al cabo porque nuestra naturaleza en la Tierra es una manifestación del universo. Así nos mantenemos en la condición de ser vivo, fuera de ello o enfermamos o morimos. En el fondo estas tendencias o instintos que nos envuelven completamente nos relacionan con el mundo de acuerdo a lo que necesitamos, y el organismo, nosotros mismos por tanto lo reconocemos como sentimientos agradables, y eso es el principio del placer. Es obvio para cualquiera, en lo que le pasa a la gente en la vida real de todos lo días y por siempre: el placer de comer, de enamorarse, de dormir, de ir al baño, de suprimir el sufrimiento del frío, del hambre, de una enfermedad, del dolor. Entonces para la persona, o para el sujeto biológico, es inteligente repetir lo que siente que le hace bien, acostumbrarse a eso que ya demostró ser bueno para su vida, lo absurdo, trágico, y suicida sería alejarse de lo que  ha sido “reconocido” por el organismo como beneficioso.

– Es por esto que el hábito es tan importante, pero hay una pana, casi una pana lógica y natural en este mecanismo del hábito y es la dependencia, de cualquier tipo, y cuando se trata de dependencias a sustancias se les llama adicción a drogas. ¿Acaso alguien podría negar que este hábito patológico está presente en los millonarios, y en todos aquellos que son presos de una pasión dominante de ganar o poseer dinero, o poder, o personas en las dependencias amorosas?

– Mientras mejor salud mental y estabilidad mental menos riesgo de consumo perjudicial o patológico. Por ello es que a mayor nivel socio económico o de oportunidades en el orden social, hay menor posibilidades de consumo perjudicial o patológico (los niveles socio económicos altos consumen probablemente en mayor cantidad pero mejores drogas y de un modo adecuado evitando las complicaciones) y, un orden social con oportunidades para la satisfacción de las necesidades de la existencia disminuye el riego de adquirir una adicción. Y en cuanto a la droga mientras mas dura o adictiva sea y mayor oferta mayor probabilidad de complicaciones en el consumo.

¿Cuáles son las drogas más adictivas usadas en Chile?

– La Pasta base y el tabaco, después vendrían el alcohol y las benzodiazepinas o los tranquilizantes.

¿Qué rol juegan los medios de comunicación?

– Es determinante su influencia. Juegan un papel aspectos como la inducción publicitaria y los perfiles de las drogas; por ejemplo el wisky es elegante, el ron es alegre y la pasta base es delictual, para dar un ejemplo simplificado, y los medios están todo el día perfeccionando esos modelos. Cuando se habla de las drogas como siempre se asocia con tráfico, truculencia, balaceras o detenciones. Pacientes adictos me han contado que esos programas donde muestra y hablan de las drogas como reality, les despiertan fuerte ansiedad de consumo y perjudica su tratamiento ¿Qué les parece? Creo que las autoridades ni los canales saben que hay muchos televidentes en esa lucha por el raiting que están siendo perjudicados en su consumo anormal de drogas, quizás las autoridades y los canales  están buscando el efecto contrario, espero que tomen nota.

¿Ve alguna contradicción en estos regímenes de representación?

– En Chile hay una política de control de estupefacientes y psicotrópicos dura y somos productores de buenos vinos y piscos, y durante las décadas pasadas hemos fortalecido la exportación, llevando la droga que más morbilidad y mortalidad produce a otros pueblos del mundo y principalmente a los jóvenes; y todavía no ponemos en las botellas una advertencia algo así como: el alcohol puede provocar graves daños para la salud y eventualmente llevar a la muerte. Uno de nuestros ídolos futbolísticos fue figura para la venta de drogas en un spot  de vino con el slogan “la calidad va por dentro”, y después usando la misma ascendencia sobre la población, especialmente sobre los jóvenes, fue figura de la campaña antidrogas del Conace, exactamente al otro lado. Esa son contradicciones que se tienen en la visión de las drogas y en la transparencia de las acciones

Además que los mismos medios nos invitan a la utopía de una sociedad libre de drogas.

– Sí, podría haber la posibilidad de una vida sin drogas en una sociedad perfecta, entonces la oferta de placer, satisfacción o bienestar que ellas ofrecen estaría cubierta auténticamente por otras posibilidades, pero en ese camino de perfección nos hubiéramos desecho de tanto lastre y sufrimiento que también sería innecesarias las religiones, las ideologías, quizás los ritos. Por eso que es utópico.

– La gente necesita desarrollo, pero no para que deje de consumir drogas. A una población se le debe proveer de las condiciones para su educación, esparcimiento, trabajo, pero no como parte de un programa para alejarlos de la drogas, si no como parte de las necesidades naturales de sus miembros. ¿Recién van a pensar en la canchita de baby cuando enfrentan el consumo patológico de drogas. Esa población no se beneficia del deporte por sí mismo?

¿Qué problema de salud pública ves tu en el hecho de que para las autoridades todo consumo de drogas sea visto como adicción, o su posibilidad, olvidando que la mayor parte de los usuarios de sustancias prohibidas no tienen gran problema con su consumo?

– Es un acto automutilativo en lo psicológico, corporal y social porque desconoce y ataca  aspecto de lo humano al calificar de patológico o criminalizando una dimensión normal.  Ese tipo de contenidos preventivos son vistos con suspicacia porque se parte con una afirmación que no coincide con lo que la mayoría observa por si mismo. Pueden ser creídos por quienes no tienen ningún conocimiento sobre drogas ni van a estar probablemente en mayor riesgo, pero van a provocar resistencia y rechazo en quienes tienen experiencia y sobre todo en los usuarios con consumo perjudicial y en adictos que saben sobre la droga de la que están enamorados, puede que no sepan sobre la adicción, pero sobre la droga saben  más que el profesional a veces, o que los políticos que determinan las leyes que las rigen, y son esos consumidores con problemas quienes más que nadie deben ser los destinatarios de esas políticas. Creo que las afirmaciones preventivas que igualan el consumir drogas a ser adicto, son efectivas en una franja de la población, y seguramente a consecuencia de ello hay muchas personas con la que se cumple el objetivo de salud. Incluso el condicionamiento con contenidos antidrogas  de los niños a temprana edad, ya que no es educación propiamente tal, tiene efecto preventivo por que hay quienes nunca se van a exponer a sus efectos positivos o negativos.

– Es perjudicial para el uso del presupuesto en salud, seguridad, justicia, para las atenciones en cada uno de estos ámbitos que son recargados con demandas producidas por los programas que no van a ninguna parte porque muchas son personas sanas. Es el caso de los peritajes a usuarios de drogas enviados por los juzgados por que los encontraron con drogas ilícitas y debía diagnosticarse si tenía o no un consumo anormal, la mayoría de ellos  por marihuana y por tanto con bajo porcentaje de problemas en el consumo. Si las autoridades dicen que el consumo es igual que la adicción, o no hacen la diferencia a veces o muchas veces, es porque algunos puede que lo ignoren lo que es lamentable, si no vergonzoso, pero creo que lo hacen cuando están tratando de ejercer una forma de control social. Quieren sacar a la gente a pasear pero con el collar puesto.

¿Cómo evaluarías los resultados hasta ahora obtenidos por el enfoque centrado en lo represivo que ha dirigido las políticas de drogas en Chile?

– Como aceptable pero insatisfactorio. No es una política chilena, es un alineamiento mundial. En las estimaciones de las políticas de drogas no me acuerdo de algún trabajo o estudio que elogie los resultados, todas las variables que pretendían reducir están en permanente crecimiento u oscilación, me refiero como siempre a lo que pasa en general internacionalmente.

– Países como Holanda que tienen políticas diferentes les ha ido bien en varias cosas en los más de treinta años que la tienen, pero no es una política abierta de verdad tampoco, solo tiene el camino medio abierto a la cannabis y sus derivados.

– En el caso particular de Chile con el Conace a la cabeza, han  crecido y se han desarrollado, tanto en inversión como en rehabilitación, en diversificación de programas para distintos grupos con problemas, lo que es un gran mérito y un enorme trabajo sostenido en el tiempo. En la atención de los afectados no hay tanta diferencia en la intervención. Pero en la comprensión de las dinámicas sociales que relacionan a las personas con las drogas, creo que no han evolucionado y son como un espejo en el que por más que el país se mire no logra reconocerse.

¿Qué elementos señalarías como capitales a la hora de plantear otra política de drogas en el país?

– La persona tiene derecho sobre su cuerpo y no se le puede entregar al estado supremacía sobre la vida privada. Por lo tanto no debe penalizarse el consumo de ninguna droga. La ley de drogas produce violencia social, un factor que de alguna manera enardece la salud mental poblacional. Por su puesto para equilibrar tiene que legislarse firmemente para enfrentar la molestia derivada de los malos consumidores; el derecho a consumir drogas no autoriza en nada a perturbar a terceros no interesados, ni atenuar delitos o eximir de sanciones generales que se le aplica a todos.

¿Y respecto a la información de los organismos públicos sobre drogas?

– Esta debe ser sin censura ni distorsiones ideológicas. Cuando se leen los informes del boletín de narcóticos, o del centro de monitoreo europeo para la droga y la drogadicción, o la oficina de las naciones unidas contra las drogas y la criminalidad, se observa que los organismo de alto nivel tienen una actitud abierta en comparación al oscurantismo y  la censura en el medio nacional, estamos siendo en los hechos mas papistas que el papa. Lo último atenta evidentemente contra la madurez del país y por ende la acertividad con que puede enfrentar situaciones. Por otro lado me preocupa y siento pena en cierta medida cuando se pretenden implementar programas contra las drogas en niños, me parece en cierta medida un abuso que implanten un chip en la mente limpia y en crecimiento de quienes no están en condiciones de oponerse, provocando en ellos un adiestramiento social con contenidos que pertenecen a un sector de la sociedad y con un tema de adultos. Respetémoslos, no  convirtamos a los niños comparsas de las controversias existenciales que les tocara enfrentar a su momento; cuidemos de ir corriendo a ver quien se gana las mentes infantiles a su favor frente a cada controversia existencial que enfrentamos.

¿Qué le parece la distinción entre drogas duras y blandas?

– Tiene que haber una distinción. No es de sentido común que la marihuana sea prohibida porque tiene poco riego social y sanitario. Holanda el único país en donde durante décadas han practicado el consumo de marihuana en su política de drogas, seriamente monitoreado lo avala, ¿que otro país puede tener un respaldo similar? Lo que no significa que se pueda traficar libremente. Porque los comerciantes que tienen la motivación de la ganancia son un peligro para la relación equilibrada de las personas con las drogas, y son un estímulo a la criminalización de las actividades, las dinámicas y los productos comprometidos, y de eso no se salva quines giran alrededor de la marihuana, porque es un principio que tiende a cumplirse en todos los casos.

– También sería interesante considerar el funcionamiento de laboratorios que analicen las muestras de las drogas ilegales  como un servicio quien quiera saber que va a consumir cuando las compra. Esta sería una típica intervención de prevención del riesgo y reducción de daño. No necesariamente tienen que ser gastos del estado, pueden ser laboratorios particulares, o de ambos, y con un sistema de monitoreo centralizado de los resultados que mida y siga la calidad  de las drogas que están ofreciéndose en el mercado de drogas ilícitas. Un usuario con el informe de lo que ha comprado podría abandonar a los traficantes que ofrecen drogas malas, lo que en los hechos traería un impacto económico y sanitario en el mercado negro de las drogas insospechado. Además sería una excelente guía para ir previniendo a la población de acuerdo a los cambios de calidad y a las mezclas que vayan surgiendo.

¿No sería mejor empezar por cambiar los conceptos y llamar a algunas sustancias enteógenos, por ejemplo, noción que conlleva otra dimensión mucho más rica?

– Sí, me gustaría que en un política más sofisticada, pudiera accederse a drogas como LSD, éxtasis, hongos mágicos, mezcalina y todo ese grupo de drogas enteógenas, que tienen poco efecto adictivo. Lo principal del término enteógeno es que llevan a experiencias de revelación del mundo (hacen visible o generan a Dios), lo que corresponde a los éxtasis religiosos de los místicos; experiencias de integración profunda con el mundo y de conciliación personal. No todos se interesan en ellas, pero hay una necesidad en el ser humano de la aventura de la mente y del espíritu de gran belleza y moralidad que no puede si no enriquecerlo, y el que se sienta llamado a ello, es un derecho muy delicado procurárselo; del mismo modo que debe haber acceso expedito a las drogas para investigaciones sobre la mente y el comportamiento.

– Estas mismas drogas podría usarse para el bien morir. La humanidad, todas las personas tienen la sombra de la muerte rondando, es una realidad, el temor a como le va a tocar morir a cada uno, con cuanto dolor, cuanto tiempo de agonía, en que condiciones. La vida podría ser inmensamente más tranquila y hermosa si no tuviera esa incertidumbre terrible al final. La mayoría desea ingenuamente tener una muerte rápida y sin sufrimiento, sin ser carga para nadie. Cuanto cambiaría nuestra alma, la salud mental de la gente, si fuera diferente, y puede ser ya ahora mismo diferente. De manera que el poder químico actual nos aportara drogas con las que nos despidiéramos sin dolor y con un sentimiento profundo de seguridad y amor lo que sería la justa dignidad para el que muere y de gran nobleza para los que se quedan ¿si repreguntas que haría con la persona a quién más quiero en el mundo en esa encrucijada de la muerte? Evitaría que caiga en el precipicio del dolor, la desintegración física, el terror y el sufrimiento extremo, no podemos impedir la muerte pero si enfrentarla juntos con el o ella para que se valla volando gloriosamente, es como acompañarla hasta la puerta, un abrazo y nos despedimos con agradecimiento; ¡eso es escala humana! Si fuéramos capaces de tomar decisiones como estas probablemente seríamos capaces de vivir también mucho mejor y las drogas serían menos recurridas como medios de bienestar y habrían menos adicciones. Y sabes que en alguna importante medida las drogas nos hacen ese impagable favor de alivianarnos el sufrimiento y dolor en la muerte ya desde hace mucho, y son las mismas que denigramos banal y estúpidamente, por ejemplo los derivados del opio como la morfina, de donde mismo  se origina la heroína. Debemos una disculpa por esta actitud grosera con lo que la naturaleza nos entrega.

 

* Esta entrevista forma parte del reportaje sobre como consumir drogas sin ser adicto, publicado en la edición de diciembre de 2008 de El Ciudadano (www.elciudadano.cl) .

Las Leyes cuestionables

Por Alejandro Celis H., Psicólogo Transpersonal y director del Instituto de Expansión de la Conciencia Humana

(Publicado en Revista UnoMismo Nro. 230 – Febrero 2009)

Se dice que el gran Lao Tsé se estaba alejando de la civilización, “cansado de la necedad de los hombres”, cuando fue  detenido en la frontera por un discípulo, quien le puso como condición para dejarle ir, que dejara un legado escrito, lo que dio origen al invaluable Tao te Ching.

En Grecia, la sociedad contemporánea de Sócrates no pudo tolerar que hablara libremente su verdad, pues “corrompía a la juventud”, por lo cual terminó bebiendo la cicuta.

Salvo escasísimas excepciones, que por cierto no son visibles en el mundo actual, los individuos suelen ser más sabios que la sociedad que les rodea. EEUU e Inglaterra invadieron Irak impunemente, quebrantando decisiones de la ONU; muy pocos chistaron y todo siguió como si nada. Ministros y Presidentes de este país siguieron tomándose fotos sonrientes con Bush o Condoleeza, como si fuesen ciudadanos ejemplares y no criminales internacionales; Blair tiene ahora un importante puesto en la ONU y por sus conferencias cobra precios altísimos…

Durante la Dictadura, los opositores intentaron por todos los medios derrocar a un gobierno que institucionalizó el terror y la tortura en el país, pero en ese contexto los opositores fueron catalogados de “terroristas” y de “vulgares delincuentes”; y hasta nuestros días persiste la discusión respecto a la legalidad o ilegalidad de sus actos. En nuestros días, los iraquíes que se siguen oponiendo al invasor yanqui –porque eso es lo que es- aún son tratados como “insurgentes” y “terroristas” por prácticamente todos los medios. Lo mismo ocurre en nuestro país con los pueblos originarios que demandan sus tierras, robadas por los invasores blancos con violencia y subterfugios.

Situaciones anormales, gobiernos dictatoriales, legisladores ineptos, corruptos o simplemente estúpidos o ignorantes, siguen dando motivo de discusión respecto a la ley. Obviamente, la ley es la ley, y quien la viola se arriesga a las peores consecuencias. Pero, como hemos visto, a veces la ley es abusiva dependiendo de quien la aplique; y en otras, se aplica la ley al débil pero no al poderoso, quien parece tener libertad para hacer lo que le venga en gana.

Los pueblos originarios de este continente no iban a misa antes de la llegada de quienes los exterminaron, el “descubridor” español; su forma de conectarse con la espiritualidad fue utilizando, entre otras cosas, las plantas que crecían en su entorno. Sus chamanes descubrieron los poderes sanadores y transformadores de muchas de ellas, las que siguen siendo utilizadas hasta el día de hoy para una variedad de dolencias; y en países como Perú, incluso para sanar la adicción al alcoholismo o a la cocaína. El indígena altiplánico masca hojas de coca para acostumbrarse a la altura, tal como debe hacerlo el visitante occidental con el mismo fin; poca relación tienen estas hojas con el destructivo clorhidrato de cocaína, invento recreacional del Occidente y no de los indígenas.

Más allá de las plantas estrictamente medicinales –muy generosamente abundantes en Chile- existen en el continente americano plantas mediante las cuales los pueblos originarios se conectaban con su espiritualidad, y por tanto las han considerado sagradas por siglos: el peyote en México, diversos tipos de hongos distribuídos por toda América, la ayahuasca y una diversidad de otras en la selva del Amazonas, el San Pedro en el desierto atacameño, el chamico o datura en varios países, el canelo en Chile y muchas, muchas otras. La verdad es que lo que los occidentales llamamos, en nuestra ignorancia, “drogas alucinógenas” (sin distinguirlas en nada de los monstruos químicos que nuestra sociedad ha creado) son tan numerosas que prácticamente habría que cubrir de cemento la Madre Naturaleza para eliminarlas.

Diversos antropólogos y psicoterapeutas se interesaron muy tempranamente en estos ceremoniales indígenas, existiendo registros de este interés desde el siglo 19. En la primera mitad del siglo 20, literatos y psicoterapeutas ahora famosos –como Havelock Ellis, Aldous Huxley, Stanislav Grof y Claudio Naranjo- experimentaron y estudiaron en profundidad sus efectos. Todos valoraron entusiastamente su enorme potencial terapéutico y transformador, constituyendo una muestra más del creciente interés que los occidentales sensibles han tenido desde tiempo atrás por las culturas precolombinas.

En nuestro país, sin embargo, actualmente se encuentran penados el cultivo y “tráfico” (regalando o proporcionando a otros a cambio de algo) de la planta del cáñamo (cannabis), del San Pedro, del ácido lisérgico y del hongo que contiene psilocibina, todos con efectos relativamente similares. La ley prohibe estas sustancias, tratando a los infractores del mismo modo como trata a delincuentes comunes que matan, roban, violan, asesinan o trafican con sustancias –como la cocaína, heroína o pasta base- que destruyen el cerebro de niños y adolescentes. Es realmente vergonzoso que los legisladores que dictan leyes de este tipo tengan este nivel de ignorancia y prejuicio respecto a lo que deciden; a mí me producen desaliento y vergüenza ajena, la verdad, porque si bien considero que estas sustancias deben ser tratadas con respeto y sobre todo con un nivel adecuado de información respecto a sus efectos y a las precauciones que deben tenerse, no producen adicción ni perjuicio alguno si se cumplen esas condiciones.

A fines de Noviembre 2008 hubo arrestos, con gran publicidad y entusiasmo por parte de la prensa amarilla, de dos personas que dirigían rituales con el cacto San Pedro. Los medios hicieron su fiesta y supongo que los sectores más recalcitrantemente conservadores del país también, versión moderna del populacho que mandaba los cristianos a los leones. Se anunció triunfalmente que “se habían arrancado los cactos”… pobrecitos. ¿Pensarán arrancar también todos los del desierto de Atacama, así como los yanquis han deseado erradicar la planta de la coca? Repito: es una desgracia que todos nos hallemos sometidos a leyes y a legisladores tan ignorantes.

Se mencionó en la prensa que estas personas son terapeutas transpersonales. Es cierto que se adscriben a esta corriente, a la que yo también adhiero; mi posición al respecto es ambivalente, pues si bien la ley –por estúpida que sea- es la ley y lo razonable es respetarla, en los orígenes de esta corriente, en que estas sustancias eran enteramente legales, se verificó su enorme potencial terapéutico. Y es debido al Imperio, que propulsó su prohibición –tal como prohibió el alcohol en algun época y en general ha tenido un comportamiento tan caprichoso como el de un niño de cuatro años- que el resto del mundo (siguiendo el juego de “Simón dice…”) se encuentra en esta absurda situación. ¿Cuándo dejaremos de ser colonia gringa y pensaremos, estudiaremos y obtendremos nuestras propias conclusiones en forma independiente? ¿O el próximo paso es que nos pongan una base militar –como en tantos otros países- en un futuro próximo?

“La conciencia es el camino y también la meta”

http://www.ricardojimenezo.cl/blog/index.php/category/plantas/la_conciencia/
Ricardo Jiménez, detenido por usar San Pedro en sanaciones.

Por Tatiana Vega P. (Entrevista publicada en revista UnoMismo nro. 229 – Enero 2009)

Una situación judicial puntual nos conmina a una profunda reflexión sobre el derecho a elegir libre, consciente y responsablemente la forma en que queremos sanar y cultivar nuestro cuerpo, mente, alma y espíritu. Del miedo a la libertad y del arte de amar nos habla esta entrevista.

El sábado 29 de diciembre del año recién pasado no fue un día cualquiera en la vida de Ricardo Jiménez y su pareja, Loreto Frederick, en su bucólica parcela del Cajón de Maipo.

“Iniciábamos recién la caminata hacia la montaña un grupo de 7 personas, mi pareja y yo, para realizar un ritual de ingesta de San Pedro, cuando, en cuestión de segundos nos vimos rodeados de personal de la Policía de Investigaciones que aparecía por todos lados… Eran 10 ó 12 policías… A la distancia, un par de camarógrafos grababan el operativo…

“Uno de los policías me apartó del grupo y me informó que había una orden de detención en contra mía y de Loreto y de allanamiento de mi casa por micronarcotráfico de mescalina.

“Me devolví hacia el grupo y saqué de mi mochila las botellas que contenían la cocción de San Pedro, las levanté y se las mostré a los policías diciendo: ‘¡Aquí está lo que buscan, no tenemos nada que ocultar; por favor, tranquilícense’, lo que bajó enormemente el grado de tensión y nerviosismo de todos. Nos devolvimos caminando hacia mi casa.

“Cuando llegamos, se sumaron 2 ó 3 vehículos de Investigaciones que traían equipos, los que fueron siendo distribuidos en diferentes actividades. Unos sacaron sus computadores e impresoras y comenzaron a tomar declaraciones a los participantes. Otros vaciaban gotas del líquido de las botellas con San Pedro en un equipo para medir la presencia de mescalina. Otros fueron revisando minuciosamente todas las habitaciones de la casa mientras otro grupo lo hacía en la parte de afuera y los alrededores.

“Entre nosotros y los policías se fue desarrollando un contacto cada vez más humano y las preguntas que inicialmente emitían en tono acusatorio se fueron formulando en un tono más respetuoso…”

Ingeniero civil de la U. Católica de Chile, con postítulo de Facilitador de Desarrollo Personal e Interpersonal en la Universidad del Mar, Ricardo Jiménez fue socio fundador de la Sociedad Chilena de Desarrollo Personal y miembro del Equipo Técnico de la institución en los programas de Formación y Perfeccionamiento desde el año 1993; se especializó en Terapia Gestáltica y Grupos de Encuentro con Patricio Varas S., y tiene una larga trayectoria experiencial, investigativa y de formación en el campo de la psicología transpersonal, con participación en diversos talleres, cursos, seminarios y congresos tanto nacionales como extranjeros. En la actualidad, además de ejercer su profesión de ingeniero, se desempeña como terapeuta individual y grupal, bajo el enfoque de la psicología humanista-transpersonal.

Expansión de conciencia

Al cierre de esta edición, tuvimos la oportunidad de profundizar en el tema de su detención con el sanador Ricardo Jiménez, hoy en libertad condicional con arraigo nacional.

¿Crees que puede denominarse “droga” al cactus San Pedro? ¿Que puede caber en la misma clasificación que la pasta base, por ejemplo? ¿Por qué no? ¿Qué es para ti, el San Pedro (en cuanto a experiencia)?

La mescalina es, efectivamente, una droga que puede ser extraída del cactus San Pedro o de otra especie llamada Peyote. Por lo que entiendo, ello involucra un procedimiento de laboratorio, que altera la estructura molecular y donde intervienen otros agentes químicos… Creo que el proceso se llama sintetización. Jamás la he probado y desconozco sus efectos.

Otra cosa es una cocción natural y orgánica del cactus, donde las sustancias conservan su estado natural y la dilución del principio psicoactivo es muy alta. Todas las investigaciones indican que su consumo bajo esta modalidad no produce daño cerebral ni adicción; características asociadas a una droga dañina. Más aún, hay estudios y experiencias de aplicación de estas técnicas de sanación en rehabilitación de drogadictos y alcohólicos.

En lo fundamental, para mí, el San Pedro es uno de los tantos vehículos a través de los cuales es posible lograr estados expandidos de conciencia, es decir, estados en que las facultades perceptivas y cognitivas se potencian, sin perder las facultades habituales. Creo que no hay mayor diferencia entre el estado de conciencia que se logra a través del San Pedro y el que se obtiene mediante un trabajo de meditación profunda o técnicas de respiración. Son formas distintas, que requieren metodologías diferentes, pero que finalmente desembocan, en lo esencial, en un estado de conciencia superior al habitual.

La ventaja adicional que proveen las plantas de poder cuando se utilizan en un contexto de sanación es que permiten mantener dicho estado por un período bastante largo (en torno a las 5 hrs) y sin necesidad de estar realizando una práctica especial. En ese tiempo y en ese estado es posible una intervención terapéutica muy profunda y eficaz.

San Pedro es una planta sagrada que abre las puertas de la conciencia superior, lo que metafóricamente en otras tradiciones se simboliza como el portador de las llaves que permiten acceder al cielo.

¿Podrías explicar cómo usas la planta con tus pacientes? ¿Con qué fines?

En el contexto de un trabajo psicoespiritual, los propósitos o intenciones de cada participante son personales y muy variados… y van desde motivaciones psicológicas hasta espirituales, desde resolver un “rollo” hasta tener una vivencia mística.

Mi experiencia en psicoterapia transpersonal -y en eso incluyo cualquier metodología que promueva estados de conciencia expandida- es que la configuración del propósito tiene mucha relevancia, ya que finalmente determinará la dirección y el sentido de la experiencia interna/subjetiva de cada participante. Toda la primera parte de nuestro ritual antes de la ingesta (aproximadamente 2 hrs) está destinada a que cada persona profundice en sus motivaciones e intenciones.

Al momento de hacer la ingesta, cada persona vuelve a focalizar su propósito… Lo que viene después es una entrega para que la conciencia superior de cada participante conduzca el proceso. Durante la experiencia hay intervención terapéutica – individual y colectiva – en las etapas que hemos ido detectando claves, con el fin de supervisar, asistir, apoyar y acompañar a la persona cuando es necesario. Adicionalmente, hay intervenciones individuales ante solicitud del participante o por iniciativa de los terapeutas.

Una de las claves es que se produzca integración y equilibrio entre la percepción-cognición de las realidades externa/objetiva e interna/subjetiva. Este equilibrio garantiza que la totalidad de la experiencia sea bien asimilada por la persona y que, posteriormente, el aprendizaje sea aplicable en su vida cotidiana.

El verdadero poder

Cuando se habla de “plantas de poder”, ¿a qué poder se refiere el término?

Obviamente, al poder de la conciencia. La conciencia expandida abre facultades que no están siempre a nuestra disposición… Cuando esas facultades se orientan a la sanación, su efecto es poderoso.

Hay muchísimos experimentos y de muy diversa índole que pueden ejemplificar estas facultades potenciadas en conciencia expandida, que reitero, no están circunscritos a la ingesta de plantas. Por dar algunos:

– El ritual de la caminata sobre el fuego muestra de manera categórica que el efecto del calor sobre el cuerpo puede ser de índole muy distinta según el estado de conciencia en que estemos. Esto es muy significativo, porque estamos hablando de afectar leyes físicas.

– Las facultades intuitivas y de percepción del “mundo sutil” pueden adquirir una gran potencia y es muy habitual que alguien pueda “adivinar” lo que está pensando o sintiendo otra persona.

– La tolerancia al dolor puede llegar a grados muy altos cuando estamos en estos estados… Hay muchos rituales de raíces indígenas que utilizan este método como una forma de expandir la conciencia. El autoflagelo en la tradición católica y los fakires en la yóguica son manifestaciones de lo mismo.

Se podrían citar muchísimos otros ejemploes, pero para decirlo en una frase: la conciencia es el camino y también la meta.

¿Dirías que tu trabajo es de índole espiritual? ¿Por qué?
Para los que trabajamos en psicoterapia desde la perspectiva transpersonal no hay separación entre lo psicológico y lo espiritual… Los procesos de sanación se abordan desde una compresión unitiva del cuerpo, la mente y el alma.

Esto no tiene nada que ver con la promoción de determinas creencias o dogmas; esa es la parte exotérica de la espiritualidad, materia de las instituciones religiosas o iglesias.

En la perspectiva transpersonal, tomamos las herramientas y métodos que proveen las tradiciones espirituales en su aspecto esotérico, es decir, prácticas que facilitan que cada persona se encuentre con la verdad psicológica y espiritual que emana en forma libre y consciente de su propia interioridad, que por cierto es muy diversa y siempre respetable.

Cuando tomamos una herramienta de alguna tradición, por respeto y gratitud intentamos conservar el mensaje esencial que ha inspirado a dicha tradición. Cuando vamos a la fuente budista, el énfasis estará en desarrollar nuestra conciencia superior para ponerla al servicio de la compasión. En el caso de nuestros rituales, que se inspiran en las tradiciones indígenas, el foco es ‘honrar la sagrada naturaleza como fuente de sabiduría y sanación’… o sea, la naturaleza como manifestación y portal de acceso a la divinidad.

El derecho a elegir

¿Cómo interpretas el hecho de protagonizar este proceso en el contexto histórico chileno actual?

Por una parte, creemos que este juicio sentará jurisprudencia sobre 3 aspectos legales: El uso de las terapias alternativas y complementarias como parte de los tratamientos médicos reconocidos que aportan a la salud; la posibilidad de que profesionales que no tienen título universitario en alguna de las carreras de la salud puedan oficiar como terapeutas en determinadas técnicas, y, tercero, el uso de las plantas de poder con fines psicoespirituales como método terapéutico válido.

Los dos primeros puntos están prácticamente formalizados en nuestra sociedad, ya que hay diversas situaciones que los avalan, como el hecho que en hospitales públicos se esté realizando este tipo de terapias y existan carreras universitarias que imparten esos conocimientos.

¿Qué es lo que está en juego, en realidad, en el trasfondo de esta polémica?

Desde una perspectiva más amplia y profunda, me parece que a nivel cultural el debate versa sobre si nuestra sociedad tiene la madurez suficiente para elegir libre, consciente y responsablemente la forma en que queremos sanar y cultivar nuestro cuerpo, mente, alma y espíritu; en el entendido, claro está, que estas formas no afecten o restrinjan las libertades de otros.

Estimo en alrededor de un centenar las personas que durante estos poco más de dos años han participado de nuestros rituales. Nunca hemos tenido un accidente que sobrepase un porrazo durante la caminata por el cerro, y todos han testimoniado una experiencia positiva y benéfica para sus vidas. Jamás hemos tenido un reclamo y, hasta el momento, no tenemos conocimiento de denuncia alguna. Entonces: ¿qué origina este tremendo operativo policial y periodístico?, ¿Qué hace que una sociedad que institucionaliza la libertad como principio fundamental reaccione tan radicalmente ante un hecho de tan pequeña escala y con propósitos de sanación?

La respuesta última que llega a mi conciencia cuando me planteo esto coincide con el título del clásico de Erick Fromm: “El Miedo a la Libertad“. Para los que trabajamos en el campo del desarrollo de la conciencia, el miedo es tema frecuente y también raíz de la mayor parte de nuestras limitaciones psicológicas. No podía ser de otra manera, porque como decía el viejo Perls, es obvio que una sociedad neurótica promueve la presencia de la neurosis en los individuos y que individuos neuróticos tenderán a crear estructuras igualmente insanas.

Las raíces del miedo son siempre emocionales. Sabemos que se gesta en las etapas tempranas del desarrollo y que opera desde el inconsciente por el resto de la vida mientras no salga al descubierto. Es en el seno de la familia donde se aprende a temer… son las interacciones familiares insanas las que siembran esta pérdida de confianza en el otro y motivan las actitudes que coartan la libertad propia y ajena.

Si nuestra meta es la libertad, nuestro obstáculo es el miedo, tanto a nivel individual como social. Efectivamente, si reconocemos nuestros temores, lograremos ver que tras la violencia, ya provenga de personas o instituciones, hay niños heridos y asustados; y ello puede conducirnos hacia la verdadera puerta de salida a este círculo vicioso – de agresión y miedo – en que nos encontramos atrapados como humanidad. Curiosamente, esa puerta finalmente corresponde también al título del otro clásico de Fromm: “El Arte de Amar”.

Entonces, con una mirada aún más amplia y generosa, podremos simbolizar en este proceso la oportunidad de retribuir a la sociedad que nos ha cobijado, lo que por años hemos estado aprendiendo en las modernas catacumbas del mundo alternativo… nuestro pequeño y humilde aporte a esta transición desde una cultura del miedo hacia una cultura del amor. Donde los seres humanos podríamos relacionarnos entre nosotros con la misma naturalidad y confianza con que nos paseamos por un jardín – rico en variedad de especies, colores, aromas y formas-, para reconocer que en esa diversidad radica, precisamente, la riqueza y belleza de la humanidad.

Para ello solo debemos entregarnos a las transformaciones – internas y externas, individuales y colectivas – que la vida nos va indicando… entendiendo que ellas son sólo parte de un orden universal que nos trasciende.

La experiencia del Dr. Claudio Naranjo

La experiencia del Dr. Claudio Naranjo
En Junio de1994 y en el contexto del Congreso de Psicología Clínica, el psiquiatra chileno Dr. Claudio Naranjo C. dictó  una conferencia titulada “Acerca de las fuentes de mis aportes a la psicología”, donde relata además de otras vivencias, sus experiencias personales explorando con sustancias psicotrópicas. A continuación un extracto de su charla, en los párrafos y preguntas relacionados con “alucinógenos”.

Charla

Y la segunda influencia fue mi primera experiencia psicodélica importante -lo digo así porque yo había sido conejillo de Indias aquí en la Clínica Psiquiátrica: en una ocasión fui inyectado con ácido lisérgico (LSD) -una dosis no demasiado grande, 75 microgramos-, y puesto en una cámara oscura que se había construído para experimentos en deprivación sensorial con perros (risas). Pero en fin, era una aproximación a una situación de mínimos estímulos y había tenido una experiencia de interés filosófico. Por ejemplo, había muchas espirales, todo era espiral, y estas espirales me parecían fascinantes, y tuve muchos pensamientos sobre las espirales. O, si estaba alerta, si estaba mirando mi pensamiento, no ocurría nada, no había nada de que pudiera hablar. Pero si no me ponía a mirar, pasaban muchas cosas, pero después no recordaba nada. Eso me dio mucho que pensar… cosas un poco intrascendentes, desde el punto de vista de lo que puede ser la experiencia con uno de estos alucinógenos fuertes.

Entonces, eso me había motivado: era algo interesante, pero no había sido una experiencia transformadora. Y aquí me encuentro con un gran terapeuta, especialista en el manejo del ácido lisérgico: Leo Zeff, que se había venido de la clínica de Menninger. Un Junguiano de la clínica de Menninger -claro que ése es esencialmente un lugar de Freudianos- y un hombre que no publicaba ni le interesaba publicar, un hombre de gran corazón, y era un verdadero maestro en el manejo de este recurso terapéutico. Eran las postrimerías de mi tiempo allá en la Universidad de California: estaba allá, como digo, en un estudio sobre valores, haciendo análisis factorial de los valores y de las preferencias estéticas -cosas muy de la psicología clásica-. Me encuentro con este hombre -me impresiona-, un hombre que tenía además la formación de rabino, un hombre muy religioso; y era una coyuntura de mi vida en que tenía que tomar una decisión en relación con mi vida amorosa. Pienso, “Esto va a ser muy importante”, le pido una sesión, y esa sesión fue una experiencia muy profunda que me dejó conectado con otro nivel de mí mismo: fue un efecto sanador muy extraordinario.

Esa única inmersión en mí mismo tuvo su paraíso y su infierno. Es algo que a la salida me dejó con una nueva confianza en mí mismo, con una sensación que yo expresaba diciendo que “había puesto el pie en el camino”: y es que no sabía más, pero sabía que a cada paso sabría lo suficiente para poner el pie en el siguiente paso. Es como una confianza de caminar un paso a la vez, confianza en mis propios recursos; y desde ese momento, desde la salida, desde el día siguiente de esa única experiencia, supe que yo podía servir para la psicoterapia “y antes sabía y había probado que no servía: es decir, de vez en cuando me salía por casualidad”, como he explicado. Entonces, supe intuitivamente que ahora, este estado interior de más contacto conmigo mismo y con mi intuición, era algo que me permitía dar algo.

Y eso se combinó con la aventura siguiente en mi vida: ya había organizado una expedición al Putumayo -un río que es un afluente del Amazonas, que corre entre Colombia y Ecuador-, porque me había interesado en el yagé, que es una planta alucinógena de los indios. Este es un interés que ya venía siguiendo a través del libro de un explorador, Cunningham, que había escrito un libro que se llamaba Yo también fui cazador de cabezas. Fue alguien que fue adoptado por una tribu de cazadores de cabezas, se casó con varias de las mujeres de la tribu -porque son polígamos- y atravesó la iniciación de los guerreros: y allí le dieron este brebaje extraño y tuvo una experiencia…esencialmente, de heroísmo. En la ceremonia de iniciación de los guerreros se usan los azotes; y, al ser azotado, él desplegó una actitud de desafío ante el dolor, que a mí me llamó la atención -porque yo he sido muy sensible al dolor físico y psíquico-. Era un sentimiento de invulnerabilidad en que le decía al personaje disfrazado, alado, al demonio -pero claro, encarnado por un iniciador- que lo azotaba, “¡ Dame más !¡ Dame más !”, como queriendo probar su ir más allá del cuerpo.

Y yo, como cobarde constitucional, porque fui siempre un conejo de nacimiento -es una cosa biológica eso de ser conejo- (risas) ¡ Probado! Más adrenalina, más reacción de huída-. Pensé, “Qué buena sería una droga que a uno lo haga más heroico”, aunque fuera como para aprender qué es eso. Y me propuse llegar hasta a arriesgarme entre los cazadores de cabezas para conseguir ese remedio contra la cobardía (risas). Y con Humberto Maturana tuvimos un proyecto de ir a cazar un insectívoro raro por ahí en la selva, como pretexto para conseguir una beca que nos permitiera llegar donde estos cazadores de cabezas (risas). Total, no resultó eso, pero muchos años después, cuando estaba en el Museo Botánico de Harvard, veo un rótulo que dice, Exposición especial: Botánica Económica -no sabía que existiese ese ramo- pero veo distintas plantas con sus productos. Allí está el opio con sus cuarenta alcaloides en distintos frasquitos, está la planta de la coca con su alcaloide, muchas de las plantas medicinales -el curare, la digitalis-.

Y entre tantas plantas, veo una liana retorcida y un pequeño apartado que dice “La naturaleza botánica de los narcóticos malpigiáceos de Sudamérica” y en él, una fotografía de indios azotándose, con lo cual supe que la planta que yo buscaba ya estaba identificada botánicamente. Me propuse hablar con el curador del Museo Botánico, y resultó que él mismo era el autor de ese apartado: había estado doce años haciendo trabajos de campo en Colombia y otros países Sudamericanos. Ya tenía aclarado mucho: me puso en contacto con los indios que le ayudaban a recolectar plantas…así que a la vuelta de mi beca a Estados Unidos, me fui a conocer a estos indios y conseguir algo de yagé. El yagé es algo que se usaba en la formación de chamanes. Cuando yo hablaba con los chamanes en castellano -porque algunos de los indios ya estaban bastante españolizados, no se necesitaba siquiera intérprete- hablaban de estudiar medicina: “Se usa el yagé para estudiar medicina”. “¿ Y cómo se estudia medicina ?”. “Bueno: hay que aprender a entender los propios sueños”.

El yagé tiene mucho que ver con el desarrollo de la intuición: se puede decir que es un alucinógeno, en un sentido muy amplio de la palabra, pero no produce alucinaciones. Lo que pasa es que, a ojos cerrados, se facilita mucho ese tipo de fantasía que se maneja, justamente, en la fantasía dirigida: una fantasía en que uno está plenamente consciente, sin trastornos de la identidad ni diferencia en la actitud emocional ni cambio de juicio: es un mundo simbólico muy exaltado, pero muy espontáneo. Y a través de ese mundo simbólico se pueden aprender cosas: se puede contemplar este mundo e incluso entender cosas de uno mismo y de la realidad. Los indios dicen que ésa es su manera de aprender sobre las plantas, sobre la naturaleza, sobre los animales. Lo usan en la cacería, para desarrollar capacidades parapsicológicas. Así que me entusiasmó bastante el mundo del yagé, y cuando regresé a Chile planteé una investigación que usaba, en forma comparada, el yagé y la mezcalina, que era otro alucinógeno conocido. Venía, sin embargo, de mi apertura interior a una capacidad terapéutica, y me había encontrado con personas en estados de consciencia más libres, más fluidos, de una gran potencialidad terapéutica: estados en que es como si se disolviera el ego transitoriamente, y se pudiera recomponer un poquito diferente. Empecé entonces a hacerme psicoterapeuta, por primera vez de veras. Empecé a nadar en este territorio nuevo.

En el curso de los años, esta investigación sobre el yagé me llevó a la psicofarmacología durante un tiempo, cuando publiqué un libro llamado The Healing Journey (El Viaje Sanador). Allí hablo como lo solía hacer hasta hace poco: para hacer más aceptables mis ideas: “Ya todos sabemos tal cosa”. Así que presenté una serie de fármacos como si ya estuvieran en circulación; pero en realidad, me tocó descubrir muchas cosas nuevas. En esa época sólo habían tomado yagé los indios: era cuestión de curanderos que recién estaba entrando en contacto con las poblaciones blancas. Ocasionalmente, los blancos venían a curarse con ellos; pero esto no había sido traído al mundo clínico. Aquí, en Santiago, en casa de una amiga chilena, Nieves Yankovic, estaba hablando de mi hallazgo de las posibilidades terapéuticas del yagé y contando cómo produce imágenes arquetípicas características de tigres y de serpientes. Estaba presente en esa ocasión el ex cónsul británico en el Congo. Me dijo, “Ah, lo que usted cuenta es muy parecido a lo que en el Congo se conoce mucho: que los hechiceros se transforman en leones. Incluso he escuchado la historia de alguien que le disparó a un león, pero después se encontró con que el hechicero había sido muerto de un balazo. La gente piensa, en el Africa, que los hechiceros verdaderamente se transforman en leones”.

Entonces pensé, “¿ No será que ésta es una historia que parte de la vivencia subjetiva de la transformación del chamán en animal ? Porque así me parece que fuera el caso en Colombia, en Venezuela, en Brasil, en lugares donde se consume el yagé: las personas dicen transformarse en jaguares. Ahora, cuando yo tomé, no me transformé en jaguar: vi un tigre dibujado por Draco Maturana, un amigo con un gran talento para dibujar. Hacía unos dibujos muy simpáticos, un poco a la Rousseau -pero un poco más sofisticados, en realidad-. Me había regalado un tigre de mucho colorido: cuando fui mi propio conejillo de Indias para probar el extracto de la planta, lo que vi era un tigre de caricatura. Estaba muy lejos mi instintividad de ser tan sana como para poder sentirme tigre: veía al tigre de lejos. Los indios recorren todo un proceso; y también, cuando iban blancos a curarse de cosas tan diversas como el asma o la estitiquez -porque vienen por enfermedades psicosomáticas, sobre todo- muchas veces, los indios -que conocen a los blancos y cuán lejos están de su mundo instintivo- los amarran a un árbol, porque si no salen corriendo cuando se encuentran con los tigres y las serpientes.

En todo caso, cuando yo le cuento esto a este Cónsul, él me cuenta la historia de los africanos y, naturalmente, me interesé por ver qué sustancia pudiera ser; y después de poco leer, me doy cuenta de que hay un producto en la planta que se llama iboga que se supone que produce un estimulante similar al café y que los indios usan para sus bailes. Yo pensé, “Creo que ese estimulante es un poquito más que el café: tal vez los blancos piensan eso, pero lo que ellos están sintiendo con eso debe ser un poco más”. Así que me informé en la literatura y vi que había estudios sobre la ibogaína -este alcaloide- solamente en la vagina de la rata y en el intestino del conejo. Así que fui mi conejillo de Indias una vez más para ver si en la corteza cerebral del hombre intacto producía la ibogaína algún efecto subjetivo, además de los efectos que se sabía que tenía en el músculo liso. Entonces, tomé ibogaína y ahí fue mi acto creativo de tirarme al abismo, creyendo en mi intuición que estaba frente a algo ya conocido por los indios por centenares de años.

Tuve una experiencia en que todo el mundo giraba en órbitas perfectas: la armonía de las esferas, todo era una gran danza, todo era un Gran Homenaje a lo Divino; y en esta danza, en esta Gran Celebración que era el Universo, había un punto negro al centro -que era yo- que no se movía (risas); y yo estaba allí como queriendo saber algo, pero sin meterme. Y es como si se me hubiera dado la libertad de tocar el interruptor e incorporarme a esa danza. Tenía las palabras mágicas en la boca -”Hágase tu voluntad”-, y con esa entrega a la voluntad cósmica yo lo estaría pasando mejor, pero había la posibilidad de que la voluntad divina fuera que yo no fuera nada, que fuera polvo: y no me atreví (risas). Y tuve como tres minutos de libertad para tener la mano en este interruptor, y después fue un bad trip (mal viaje): fue una película tipo Walt Disney, con conejitos, con cosas intrascendentes. Pero le tomé mucho respeto a la ibogaína, y cuando se me invitó a la Primera Conferencia Mundial sobre Alucinógenos, organizada por la Universidad de California, -una gran conferencia interdisciplinaria, en que había una antropóloga, un profesor de religión comparada -Houston Smith-, el poeta Allen Ginsberg, Tim Leary -que después produjo tanto escándalo- y Alpert y otros; en fin, los pioneros del ácido lisérgico en ese momento. Se me invitó a eso y yo no presenté nada sobre el ácido lisérgico, sino que mi descubrimiento en ese momento fue la ibogaína, planteando que era -así como del ácido lisérgico se decía que era un facilitador del aquí y ahora-, yo dije que la ibogaína era un facilitador del allí y entonces: una gran posibilidad de redigerir escenas de la infancia.

Había descubierto dos alucinógenos -también la armalina, pues aunque los indios conocieran el yagé, me tocó descubrir que este alcaloide en particular funcionaba en distintas combinaciones-. Se me ocurría que el sistema nervioso estaba lleno de caminos distintos; y que este estado interno de flexibilidad, de posibilidad, de mayor maleabilidad, podía ser facilitado en distintas direcciones. En Estados Unidos se había hecho tabú el asunto de los alucinógenos, porque hubo todo un fenómeno social de abuso que fue el resultado de la reacción a este clima prohibicionista que ha habido allí ya desde el intento de prohibir el alcohol. Se produjo una criminalización creciente de todo este ámbito, así que yo me encontré con una posibilidad muy especial aquí en Chile, con las manos libres, auspiciado por la Universidad de Chile para trabajar en una serie de productos que Schulgein -un químico de gran talento para la síntesis con quien me topé en Estados Unidos, y que ahora se está haciendo muy famoso- estaba sintetizando en el laboratorio.

Así que hubo un período en que me dediqué a esto, que fue otro estímulo para mi exploración de formas de psicoterapia e integración de las cosas que iba recibiendo en California. Así que fue, por una parte, investigación psicofarmacológica: ver qué fármaco produce tal cosa en los seres humanos en una situación experimental; pero, por otra parte, era investigación terapéutica -cómo puede manejarse el estado mental que produce esto, que produce aquello-. El más importante de los fármacos que encontré en esa época fue el MDA, que fue el precursor de uno que ahora circula con el nombre de éxtasis, que es la misma cosa pero con una pequeña modificación química que lo hace menos tóxico. Creo que tiene un gran, gran potencial terapéutico; y en Suiza y en otras partes se está investigando, se está reabriendo la investigación en Estados Unidos después de una época en que el establishment norteamericano se cerró rotundamente, confundiendo una cosa con otra, confundiendo los alucinógenos mayores con estos fármacos derivados de la anfetamina, que son en realidad muy inofensivos y de un potencial terapéutico que es una vergüenza menospreciar.

Preguntas

Ps. Alejandro Celis: Tú decías algo respecto a que las distintas sustancias psicodélicas habían sido metidas en el mismo saco con otras cosas -como las drogas “pesadas”, obviamente más peligrosas-. (Sí.) Y que eso se está revirtiendo…

Dr. Claudio Naranjo: En Estados Unidos, en este momento, el Servicio de Salud afortunadamente está cambiando de política: digo “política” subrayando la palabra, porque Bush y Reagan verdaderamente hicieron suya una posición que recordaba un poco la del antisemitismo alemán. Es una posición de decir “los jóvenes tienen la culpa de todos los males, y la contracultura y las drogas hacen que la gente deje de adherir a la Vieja Buena Moral”. Es como ese rearme moral norteamericano, el Moral Majority, que es una minoría -por suerte-; ese movimiento tan conservador anti-droga parece haber sido una manipulación política, de distraer, así como las grandes tiranías distraen con el fútbol para que la gente no piense demasiado en lo que está pasando, también se distrae con “el gran problema de las drogas”. Y se muestran helicópteros llenando de gases los campos de cocaína en Bolivia: a cada rato, los programas de TV americanos muestran que el verdadero enemigo está allá.

Y ahora se está dando vuelta eso, gracias sobre todo a que el jubilado Albert Hoffman -descubridor accidental del ácido lisérgico- desde su jubilación está tomando una posición más activa con los terapeutas de Suiza. Suiza hizo excepción a esa recomendación de la OMS de drogas prohibidas; dijeron, “No, nosotros queremos investigar un poco más. Aquí hay metilendioxianfetamina que parece que hace bien a la psicoterapia, está aquí la ibogaína, que hay que conocerla más, y hay esto y lo otro”. Y entonces hay una serie de drogas en estudio; y Estados Unidos está empezando, también; sólo que la burocracia que hay que atravesar para llegar a poder tener un estudio aprobado es tan desagradable que yo, personalmente, no lo haría.

Ps. Luz María Alliende: ¿ Estás optimista con esta Humanidad ? ¿ Hacia dónde crees que va?

Dr. Claudio Naranjo: Siento que, así como citaba que en matemáticas un criterio de buena demostración es la elegancia -aunque no podemos saber el futuro-, sería elegante pensar que esta gran construcción que es la evolución de la Vida no va a terminar en nada. Toda esta evolución de la Humanidad es una evolución, por una parte, y una regresión por otra. Es una evolución acoplada a la evolución de un parásito, que es la neurosis colectiva. Paralelamente ha habido una evolución de la cultura y de la enfermedad. Entonces, yo diría que el árbol de la Vida es, socialmente, un árbol que no ha llegado a dar fruto, a florecer como Humanidad. Somos un árbol retorcido que ha podido sobrevivir su propia miseria: ese clima permanente de injusticia, de empobrecimiento del terreno, de esto y lo otro. No suena como un bonito plan del Arquitecto Divino que esto termine en una explosión, así que tiendo a pensar, mesiánicamente, que a medida que va muriendo la cultura milenaria patriarcal -el espíritu de la civilización, tal como la hemos conocido- está naciendo otra cosa que no va a ser un aborto.

No podemos saberlo, pero hay que actuar como mejor se puede. Y actuar como mejor se puede es una cosa compleja: sería tema para toda una conferencia. No es actuar como si supiéramos lo que tenemos que hacer, tampoco. Hay una muy buena frase de Max Neef: él decía, “Derivar en estado de alerta; unir con lo que está pasando creativamente, sin que nuestros planes y nuestros conocimientos supuestamente interfieran en forma excesiva con lo que nos va presentando el momento -con creatividad y con benevolencia-”. Lo que más falta, yo diría, es la transformación individual, porque ya se sabe que lo político no basta; las transformaciones sociales han sido, hasta ahora, todos abortos. Los políticos nunca han podido dar lo que han prometido: el sistema no permite que se pueda hacer un cambio desde fuera. Aunque los marxistas decían, “Necesitamos a un Hombre Nuevo para un Mundo Nuevo”, se descuidó eso en la práctica. El espíritu militante activista es un espíritu muy poco psicológico.

Así que yo creo que una sociedad sana sólo puede ser constituída de individuos sanos, y que el mayor acto político del momento es el acto de auspiciar, de fomentar el cambio individual. Una especie de alfabetización en el sentido de saber qué hay que hacer, para entender lo que pasa y para entenderse a sí mismos, como punto de partida.

Ps. Ana María Puga: Escuchándote en relación al uso y a la prohibición del uso de los alucinógenos, quiero preguntar tu opinión en torno al legítimo y legal uso de otros fármacos que se usan de una manera extendida para producir experiencias tranquilizadoras, que de alguna forma están, sí, legitimadas…

Dr. Claudio Naranjo: ¡ Claro ! Todo lo que disminuya la consciencia es permitido, todo lo que aumente la atención es prohibido, eso es claro. El alcohol está permitido; todos los fármacos que producen una lobotomía funcional que disminuya los problemas disminuyendo el campo de consciencia están permitidos. Ha habido movimientos de querer contrarrestar eso: toda la Antipsiquiatría fue un movimiento en ese sentido. Para poder no acudir a los fármacos depresores o los antipsicóticos, hay que dar mucho más cuidado, mucha más consciencia, mucha más atención. Toma mucho más trabajo, así que hay un problema económico involucrado, muy delicado: no querría meterme en eso. Pero ciertamente que la legislación está muy inclinada a un lado de la balanza, y yo creo que con consecuencias graves.

Se piensa que la prohibición de los alucinógenos se transforme simplemente en un asunto de Salud Pública, para impedir que haya complicaciones, para neutralizar, en cierto modo, los riesgos de la adicción. Y claro que hay riesgos de adicción: hay abuso, personalidades adictivas, hay el uso de las drogas como escape, hay todo eso; pero también creo que puede ser que el Cielo nos manda ciertos fármacos como se los ha dado a los chamanes, a las culturas primitivas; nos los da para que hagamos algo con ellos. Y tal vez el valor que tienen en catalizar, en permitir el desarrollo humano, el desarrollo de lo terapéutico, de lo espiritual, como un factor iniciatorio impersonal, sea justamente lo que necesitamos para poder reemplazar los otros fármacos. Esa atención que no sabemos darle a los psicóticos, tal vez sabríamos dársela si hubiéramos tenido más acceso a estos otros recursos prohibidos.

En general, la actitud que tienen las culturas primitivas frente a la psicosis es un poco como en la Edad Media: el loco es santo, es alguien que tiene contacto con algo muy respetable. Se lo manda a la selva: que se retire, que viva su locura hasta que salga de ella, porque se piensa que la psicosis es una cosa que tiene su recorrido y que se sale de ella -si no se la interfiere como nosotros, que le tenemos tanto miedo-. Gran parte del fenómeno psicótico está hecho del miedo a la psicosis: es un estar atragantado entre dos mundos, no ser capaz de afrontar el abismo o las verdades últimas de la existencia, estar allí cogido en un mundo que no es nada, en un limbo entre vivencias profundas y la insuficiencia de lo cotidiano.

Así que hay una promesa en que la legislación vaya cambiando; y yo aprovecharía este momento para decir que, si las autoridades chilenas toman la iniciativa de plantearle a la Organización Mundial de la Salud una iniciativa semejante a la de Suiza, harían un gran favor a este país. Esta es una cosa absolutamente de circunstancia política de presión del Gobierno americano -con su actitud “liga Antialcohólica”, actitud prohibicionista, sobreprotectora, controladora: toda la medicina americana es excesivamente sobreprotectora, por motivaciones económicas secundarias, no por verdadero cuidado-. Eso está en el espíritu con el cual eso pasó a la ONU y luego al mundo: algo completamente arbitrario. Así que se beneficiaría enormemente Chile si se tomara la autonomía a nivel de Gobierno para usar estos recursos e investigarlos y explorarlos más. Además, fueron lanzados al mundo por un chileno: me tocó descubrir como veinticinco psicodélicos. Están publicados en Nature, en Science, en revistas famosas; pero están en un lenguaje tan químico y tan poco cotidiano que nadie se ha fijado todavía; pero están allí los experimentos animales, los estudios de toxicología, así que se puede dar el paso siguiente.

Una participante: Yo quería preguntarle si el trabajo de meditación, el trabajo con hipnosis, no podría reemplazar el trabajo con este tipo de alucinógenos.

Dr. Claudio Naranjo: A veces sí…a veces, un poco de dinamita hace lo que no puede hacer la pala. Depende de la persona. Conozco a Hanscarl Leuner, psiquiatra de una Universidad europea que se ha dedicado a trabajar en las neurosis de guerra, neurosis post-traumáticas, gente que ha estado en campos de concentración, gente que ha estado en las trincheras, y quedado muy dañada. Hay gente que no ha logrado salir con nada…y salen con ácido lisérgico, porque se derrumban las estructuras, ¡ incluso la neurosis ! Eso se quiere hacer con electroshock, con shock insulínico; pero se lo hace tanto mejor y con tanto menos daño con esta experiencia, que dura unas pocas horas y que tiene tanto beneficio: la persona contacta su espontaneidad profunda y sale con una nueva inspiración.

Espiritualidad Indígena y Plantas Maestras

http://www.ricardojimenezo.cl/blog/index.php/category/plantas/espiritualidad-indigena/
Por Ricardo Jiménez O. (Publicado en Revista UnoMismo Nro.230 – Febrero 2009) 

Una aproximación a la espiritualidad indígena que establezca puentes hacia el positivismo puede ayudar a abrir caminos de entendimiento y promover un diálogo fecundo hacia el común horizonte de una comprensión más amplia de la realidad.

He estado buscando puentes de encuentro entre quienes valoramos el trabajo terapéutico con apoyo de las llamadas plantas de poder y quienes discrepan de esta alternativa por considerarla peligrosa o atentatoria contra la salud física o psíquica.

Un punto de partida fácilmente observable es que la línea divisoria entre ambos bandos se establece entre quienes hemos tenido la experiencia directa y quienes no. Entre estos últimos se incluyen algunos que se han aventurado a la exploración de forma inadecuada y han terminado en lo que vulgarmente se denomina “mal viaje”, atribuyendo el “fracaso” a la sustancia y no al contexto, la forma y el propósito con que se ingiere.

Siguiendo el pensamiento de Ken Wilber, esto tiene su origen en que el desarrollo de la psicología moderna –humanista y transpersonal– en Occidente ha utilizado en forma privilegiada la experimentación directa como vía de conocimiento, apoyándose para ello en la fenomenología. Su razón es muy clara y evidente: el foco de atención de la psicología es el mundo interno y subjetivo, al cual sólo podemos acceder sumergiéndonos en él y experimentándolo. Por este motivo, también, la alianza entre la psicología transpersonal y las tradiciones espirituales se produce a través de la veta esotérica de estas últimas, que provee los métodos y prácticas para experimentar las realidades espirituales.

En nuestra cultura occidental, el concepto de ciencia está fuertemente cargado hacia el positivismo, que busca su fundamentación en las realidades externas y objetivas. El diálogo entre ambas aproximaciones se hace insostenible, porque los métodos de validación de cada una de ellas son totalmente distintos: uno se sustenta en la vivencia subjetiva consensuada, y el otro, en mediciones empíricas y objetivas. Cada uno de los bandos descalifica al otro.

El camino del entendimiento requiere un acto de generosidad que trascienda la legítima defensa de las opciones personales y descubra la necesidad del “oponente” para invitarlo a participar de una nueva perspectiva más amplia que permita el encuentro. Un punto de partida es asumir que quienes estamos muy identificados con la exploración de la conciencia por la vía experiencial hemos descuidado el desarrollo de la ciencia psicológica y espiritual en sus aspectos objetivos y, con ello, contribuimos a ensanchar la grieta cultural que nos separa e impide un diálogo fecundo.

Quisiera, entonces, hacer una presentación al tema del desarrollo de la conciencia y la espiritualidad indígena, incorporando elementos objetivos simples, que pudieran contribuir a un debate constructivo.

¿Alucinaciones o realidades?

Un ejemplo muy simple, restringido a la facultad de percepción del mundo físico, pero muy ilustrativo: Supongamos que  estamos en una sala y los invito a mirar una pared de color azul que está al fondo. Si les pregunto qué color ven, la respuesta será unánime: azul.

En seguida, toman una copita de San Pedro y, al cabo de una hora o más, les reitero la pregunta. Les aseguro que la respuesta ya no sería la misma: la mayoría seguiría viendo el azul como predominante, pero junto a él verían otros matices y brillos enriqueciendo la experiencia perceptiva.

¿Qué pasó…? El juicio que habitualmente surge es: ¡Están alucinando!, especialmente de alguien que no ha bebido la pócima y observa a este grupo de “locos” describir una simple pared azul como un cuadro rico en tonalidades y brillos.

Pero hay dos elementos objetivos que hacen dudar de esta calificación de la experiencia: primero, entre los locos habría una sorprendente coincidencia en la descripción de la pared y, segundo, si en ese momento entra a la sala Picasso, lo más probable es que esté completamente de acuerdo con la descripción que hacen los locos.

Entonces, ¿cómo nos explicamos que diferentes alucinadores puedan coincidir en sus supuestos delirios? Y más aún, ¿por qué alguien que no ha bebido la pócima alucinógena puede compartir esa misma realidad?

La respuesta que se ha ido tejiendo en Occidente, tras muchos años de investigación y experimentación, puede sintetizarse en dos puntos: Primero, la conciencia humana no es rígida ni predeterminada, sino que se puede desarrollar y expandir utilizando métodos diseñados para ello. El punto de encuentro de las tradiciones espirituales es justamente ése: todas proveen herramientas prácticas –ya sea meditación, oración, posturas corporales, pautas respiratorias, ingesta de plantas u otras – para acrecentar la conciencia. Hay mediciones que permiten correlacionar los estados de conciencia con modificaciones cerebrales, tales como la aparición de nuevas pautas de conexión neuronal a medida que se accede a niveles superiores de la conciencia.

Y segundo, el estado de conciencia influye en las facultades perceptivas y cognitivas del individuo en relación directa: a mayor nivel de conciencia, mayores capacidades. He aquí también una posible explicación a la conclusión a la que han llegado en forma unánime los investigadores en neurociencia: los seres humanos sólo utilizamos una parte ínfima del potencial cerebral… y, bajo esta mirada, agregaríamos: ya que el resto sólo se activa en estados de conciencia superior.

En base a estos dos elementos podemos entrar a responder las interrogantes que quedaron planteadas del ejemplo anterior: la ingesta de la planta indujo una expansión de conciencia en los participantes, lo que habilitó facultades que no están disponibles en estados de conciencia ordinarios. No se trata de alucinaciones, sino de percepciones completamente reales, pero que requieren de una agudeza visual muy fina, tanto como la que obtuvo Picasso tras muchos años de ejercer su oficio de pintor.

El poder de la conciencia

A diferencia de la veta exotérica, cuya atención se focaliza en aspectos doctrinales que son patrimonio institucional de las iglesias, el desarrollo de técnicas para acrecentar la conciencia ha sido, históricamente, dominio de las tradiciones espirituales en su vertiente esotérica o mística, las que por milenios han cultivado muy celosamente las artes esotéricas, orientadas y aplicadas fundamentalmente a la sanación y al crecimiento espiritual.

Sin embargo, las facultades que se abren en niveles superiores de conciencia no están restringidas al área psicológica y/o espiritual. No son pocos los científicos modernos que han encontrado inspiración para sus teorías en ceremoniales amazónicos, validándolas posteriormente en sus laboratorios.

Existe un ritual chamánico llamado “caminata sobre el fuego”, presente en diferentes tradiciones indígenas, que consiste en transitar a pies descalzos por una superficie de cinco o más metros de largo, cubierta por brasas ardientes. En el mundo y la historia, sumamos millares las personas que hemos experimentado la alteración de una ley física accediendo a un estado de conciencia superior. Este ritual demuestra en forma categórica que el efecto del calor sobre el cuerpo se torna inocuo cuando la conciencia así lo determina. 

¿No será ésta una buena pista para responder a las muchas interrogantes que aún permanecen  abiertas ante la  magnificencia de algunas obras realizadas por culturas antiguas? Porque aún no es posible explicar cómo las culturas  inca, maya y egipcia lograron construir sus grandiosos templos o sus monumentales pirámides, respectivamente. Lo que sí sabemos es que la fuente de energía requerida para modelar y movilizar esos enormes macizos rocosos es incomprensible e inaccesible para los actuales paradigmas tecnológicos. Esos pueblos tenían formas para expandir su conciencia y con ello, la posibilidad de trascender paradigmas y acceder a recursos que están más allá de la mente puramente racional que hoy gobierna nuestra ciencia.

En los ámbitos sutiles

Cuando nos adentramos en los mundos de la mente, el alma y el espíritu, la posibilidad de hacer traslaciones hacia lo objetivo se hace muchísimo más difícil y compleja, debido a que dichos ámbitos son realidades más sutiles, y las posibilidades de medición empírica se restringen considerablemente. Así, por ejemplo, nadie pondría en duda la relevancia del amor en la salud psicológica y la realización espiritual, pero al mismo tiempo, resulta ridícula la sola idea de medir el amor y mucho más el disponer de un instrumento para ello. Sin embargo, hay algunos indicadores que pudieran aproximarse, como serían las alteraciones bioquímicas benéficas que se producen en el organismo cuando experimentamos el amor (mayor cantidad de endorfinas, por ejemplo).

Para confrontar más radicalmente este punto, ayudaría cuestionarse sobre el testimonio dejado por seres cuya conciencia se ha elevado por niveles superiores al común de los mortales. Tomemos, por ejemplo, a San Francisco de Asís y su conocida capacidad de comunicación con animales, a quienes atribuía una relación de hermandad. Si calificamos su conducta desde el entendimiento que provee la psiquiatría clásica, tendríamos que diagnosticar una psicosis (estado de quiebre con la realidad). Pero, para cualquier persona que haya experimentado un estado de conciencia expandido, aún muy por debajo de las alturas del santo, es evidente que la realidad que él describe no constituye un delirio sino una hermosa facultad adquirida por un místico incuestionable.

(subtítulo:)

Entre los extremos

El hecho que el desarrollo de las técnicas para acrecentar la conciencia históricamente se haya producido bajo el amparo de las tradiciones espirituales obedece a un orden superior, ya que éstas proveen los marcos valóricos y éticos que dan mayor garantía para encauzar evolutivamente los enormes poderes que se habilitan en los estados de conciencia expandidos. Sólo seres humanos sanos –de cuerpo, mente, alma y espíritu –pueden usar y administrar poderes ilimitados con sabiduría y bondad.

Cuando estos poderes han sido utilizados motivados por ambiciones, se cae en la profanación de lo sagrado. Cuando se alteran los procedimientos y los propósitos con que se usan las artes esotéricas, los resultados son siempre involutivos. El poder al servicio de las pasiones es finalmente destructivo. La red del narcotráfico es el peor ejemplo de ello.

En el otro extremo y como reacción a lo anterior, surge la actitud sacrílega, que desconoce lo sacro de una práctica esotérica y la condena o prohíbe. ¿Como se sentiría un practicante católico si alguien censurara el ritual de la misa por promover el alcoholismo? Suena absurdo, pero es lo que sentimos quienes practicamos un ceremonial indígena con fines de sanación y las sustancias utilizadas son calificadas de droga que amenaza la salud.

Entre ambos extremos, debemos encontrar formas y actitudes que permitan encauzar evolutivamente las prácticas de desarrollo espiritual, que día a día se hacen accesibles a mayor cantidad de personas. A nadie se le ocurriría proscribir la teoría de la relatividad, aún cuando sus primeras aplicaciones dieron origen a las peores matanzas de la humanidad. El desafío es orientar el uso de la energía nuclear hacia fines constructivos.

La encrucijada

Todas las tradiciones espirituales indígenas o chamánicas han encontrado su fuente de inspiración honrando la naturaleza como manifestación de lo sagrado. A través de una relación íntima y muy profunda con lo natural se cultivan las dimensiones trascendentes. Es por ello que en dichas culturas encontramos manifestaciones sorprendentes y aún inexplicables de su arquitectura, agricultura y medicina. A través de sus prácticas espirituales, han develado muchos misterios del mundo físico y biológico que aún son inaccesibles para nuestra ciencia.

No quisiera caer en una idealización ingenua de las culturas más primitivas, ya que no desconozco que sus doctrinas estuvieron impregnadas del pensamiento mágico y mítico, lo que se plasmó en expresiones tan aberrantes como el sacrificio humano y finalmente hizo inviable su continuidad histórica. Lo que quiero rescatar es el valiosísimo legado de conocimiento de la biosfera que dichas culturas poseen y que alcanzaron mediante sus prácticas esotéricas, donde las plantas maestras juegan un rol fundamental. Esto equivale a valorar el importante aporte del misticismo cristiano, diferenciándolo de las atrocidades cometidas por la iglesia católica durante la Inquisición.

El punto se vuelve especialmente crucial si recordamos que la llamada “crisis global” en la que se encuentra la humanidad converge justamente en una amenaza para los ecosistemas y hace insostenible el desarrollo con las actuales tecnologías y métodos de producción. La supervivencia del planeta requiere de un salto sustantivo hacia tecnologías basadas en nuevos paradigmas, que muchas culturas indígenas conocieron y aplicaron.

Todo ese conocimiento será inaccesible mientras se mire con desprecio la espiritualidad indígena, porque la arrogancia y sensación de superioridad jamás nos permitirán llegar a aquellos hombres sabios, que normalmente moran en modestas construcciones rodeadas de un entorno virginal. La humildad es la puerta de acceso a los poderes de la conciencia…y ése ha sido un rasgo distintivo de todos los grandes maestros que han pisado la Tierra.

Comentario a propósito de la detención del sanador Ricardo Jiménez.

Ceremonial de Enteógenos
jueves 4 de diciembre de 2008

Ingesta Ceremonial de Enteógenos con Fines de Sanación…
¿Farsa o Realidad?
Comentario a propósito de la detención de Ricardo Jiménez

Por Matías Méndez López
Escuela de Psicología, Universidad Diego Portales
Santiago de Chile

La detención del sanador Ricardo Jiménez y su socia es un hecho lamentable, pero existe un elemento que la convierte en una oportunidad sin precedentes: abre la posibilidad para plantear el debate acerca de la validez del uso terapéutico de las plantas de poder (más conocidas como “alucinógenas”) en nuestro país, una agenda que había permanecido restringida a un grupo extremadamente reducido de la población, y cuya lógica pivotea entre los polos del prejuicio y el fanatismo. Esta opción que se nos abre para dar cabida a una reflexión fundada en hechos y experiencias es una bendición que no podemos dejar pasar, pues aunque la resistencia de parte del sistema es potente, hay muchas personas cuyo espíritu no los abandona a la hora de defender la tradición y la sabiduría que sustenta el milenario arte de sanar por medio de las medicinas enteogénicas.
El término “enteógeno” es un concepto acuñado por el etnobotánico Carl Ruck para designar a aquellas especies vegetales que al ser consumidas en contextos ceremoniales permiten a los participantes acceder a estados no-ordinarios de conciencia. El historiador chileno Cristián Vergara Oliva (1996, pág. 39) comenta: “Antes que el especialista de Grecia, Carl A. P. Ruck, propusiera el término enteógenos para designar aquellas sustancias vegetales que, cuando se ingieren, provocan una experiencia divina, eran mal denominadas alucinógenas, psicodélicas, psicotomiméticas [que generan estados o experiencias similares a la psicosis], etcétera”.
Una “alucinación” es una experiencia sensorial que no encuentra asidero en la realidad. Es decir, consiste en ver, oír, sentir, oler o probar algo que no existe. Históricamente, desde la perspectiva psiquiátrica y psicológica tradicional de occidente, se ha considerado que los efectos que produce la ingesta de especies vegetales como el San Pedro (Trichocereus Pachanoii), los hongos mágicos o “niñitos de luz” (Psilocybe cubensis y otras variedades) o el Ayahuasca (Banisteriopsis caapi) sobre la experiencia sensorial de quien las consume son alucinógenos, y que las visiones que emergen en su campo perceptual no son más que fantasías creadas por las reacciones electroquímicas de un sistema nervioso alterado.
Actualmente existen numerosas investigaciones que, viniendo del campo de la psiquiatría y la psicología clínica, sostienen que dichos efectos “visionarios” tienen nada que ver con lo anterior. Reconocidos investigadores como Stanislav Grof, Roger Walsh y Richard Noll, entre otros, han dado cuenta en sus trabajos que las visiones producidas por la ingesta guiada de plantas de poder distan de ser meras alucinaciones, sugiriendo que su verdadera naturaleza y origen radica en elementos de la conciencia humana mucho más profundos y trascendentes que la “volada” que describen los miopes estudios del “main stream”. Son estos estudios los que avalan el uso del término “enteógeno” en remplazo de “alucinógeno”, y a continuación veremos el por qué de esta sugerencia.
Vergara (op. cit., pág 39) retoma la idea explicando que “en un sentido muy amplio de la palabra, cada una de estas sustancias es una droga, pero hay que evitar el error sistemático de confundirlas con aquellas drogas que inducen al deseo físico de su repetición o que embotan los sentidos como el alcohol o los sedantes. Oficialmente están clasificadas como alucinógenos, un término increíblemente inexacto, puesto que aquellas sustancias no producen sensaciones imaginarias”.
Volviendo atrás, veíamos que las sustancias enteógenas son aquellas que “provocan una experiencia divina” en quienes las ingieren ceremonialmente. Más o menos desde los años ’60 en adelante ha existido un amplio interés por el estudio riguroso de los fenómenos psicológicos asociados a las diversas prácticas espirituales que se desarrollan en todo el mundo a lo largo de la historia de la humanidad. Desde la psicología, el movimiento humanista-transpersonal ha sido el encargado de llevar la bandera de lucha de esta opción teórica, metodológica y epistemológica, impulsando interesantes estudios sobre el potencial curativo de las así llamadas “experencias cumbre” (siendo Abraham Maslow uno de los primeros investigadores en formular un marco teórico sobre el tema) o “experiencias místicas”. Dichos estudios han ido aumentando tanto en número como en calidad (tanto en términos de rigurosidad metodológica como de precisión teórica) durante las últimas décadas, decantando en un nutrido corpus de conocimiento científico que actualmente permite comprender, al menos en parte, aquél fenómeno que más arriba identificábamos como experiencias de encuentro con “lo divino”.
Stanislav Grof es quizás el investigador más reconocido y respetado en el ámbito del estudio científico de las experiencias transpersonales (más allá de la “persona”, más allá del ego) de conexión con las dimensiones trascendentes de la realidad. Médico psiquiatra, fue uno de los primeros profesionales en incursionar en el uso clínico del LSD, diferenciándose de otros médicos quienes, siendo contemporáneos a él, no supieron llevar adelante un programa serio y responsable del uso de dicha droga en contextos terapéuticos.
Grof ha desarrollado una larga trayectoria investigando los fenómenos de “expansión de la conciencia” que ocurren durante estados profundos de meditación, ejercicios de respiración (presentes en varios sistemas religiosos de oriente y occidente), técnicas corporales, entre otras “tecnologías de lo sagrado” (Grof, 2002). Por “tecnologías de lo sagrado” Grof se refiere a todas aquellas técnicas o prácticas que inducen estados mentales que van más allá del funcionamiento “normal” de nuestra conciencia vigil, y que han sido consideradas históricamente como elementos clave del desarrollo de prácticamente todas las grandes tradiciones espirituales de oriente y occidente. Son estos estados “transpersonales” los que son experimentados por quienes acceden a una “experiencia divina”.
La ingesta ceremonial de enteógenos es una “tecnología de lo sagrado” tan antigua como antigua es nuestra especie. En todo el mundo puede encontrarse evidencia del uso de plantas de poder como parte de rituales de sanación y sacramentales asociados a lo que comúnmente se conoce como “chamanismo”. América del Sur es una región particularmente dotada de poderosas plantas de poder, cuyo potencial curativo ha sido bien explotado por los pueblos originarios de la zona. Una increíble variedad de especies visionarias han sido empleadas como medicinas y oráculos por chamanes, curanderos y brujos, todos ellos instruidos en el delicado arte de sanar por medio de la modificación de la conciencia ordinaria.
El uso del San Pedro por parte de los pueblos andinos es un claro ejemplo de lo anterior. Los hombres de medicina o “taitas” que trabajan con este cactus visionario conocen muy de cerca sus efectos y los usos que se les pueden dar con fines de sanación y desarrollo personal; la inducción de un profundo estado de relajación cuasi-meditativo y la consiguiente agudización de los cinco sentidos que permite esta planta de poder es el trasfondo fenomenológico preciso para llevar adelante un proceso de autoexploración y sanación personal.
Recientemente llevé a cabo una investigación que intenta esclarecer de manera incipiente cómo es que opera la sanación enteogénica desde la óptica de la psicología y la psiquiatría de occidente (Méndez, 2008). Para dicha investigación recurrí a numerosos artículos y libros escritos por profesionales y reconocidos autores de las más diversas áreas del saber (psicología, psiquiatría, antropología, sociología, medicina, botánica, química, filosofía, teología, entre otras disciplinas) con el fin de alcanzar una mirada global (integral) sobre el tema, evitando caer en los reduccionismos que suelen ser la tónica de la mayoría de los estudios sobre el tema. A continuación deseo compartir algunas de las conclusiones a las que llegué tras concluir mi investigación, con el objetivo de animar el debate presentando como estímulo inicial una serie de planteamientos que vienen de una muy extensa reflexión e integración de conceptos y visiones de diversa procedencia, y de un acercamiento empírico al fenómeno de la sanación enteogénica.
En primer lugar, mi trabajo parte del supuesto de que las ceremonias de ingesta enteogénica cumplen una función específica dentro de las comunidades indígenas que tiene que ver con la sanación de los enfermos y el contacto con los espíritus o divinidades. Ambos componentes (medicina y sacramento) son inseparables por cuanto en dichas culturas el proceso salud/enfermedad no se encuentra separado del desarrollo espiritual de los individuos, así como tampoco lo está dimensión alguna de la existencia humana. El chamán o curandero es un personaje que condensa en su persona ambos roles (médico y sacerdote), pudiendo a través del contacto con lo trascendente transmutar la enfermedad en salud y bienestar.
Un segundo supuesto que se sigue del anterior es que dichas ceremonias cumplen efectivamente con su cometido, por cuanto la investigación etnográfica y etnopsiquiátrica devela que los enfermos son sanados tras participar en estos esotéricos rituales. Además, el hecho de que esta clase de práctica se sostenga en el tiempo y además sea transversal a cientos de grupos humanos en todo el mundo dice mucho de su efectividad, dado que una técnica que no funciona tiende a ser descartada o bien reemplazada por una práctica más eficiente.
En tercer lugar, es necesario diferenciar entre el consumo irresponsable e indiscriminado de plantas o sustancias alucinógenas y la ingesta ceremonial de plantas sagradas. La segunda práctica consiste en un consumo guiado por un experto (el chamán, curandero, hombre de medicina, etc.) que se realiza dentro de los límites de una experiencia de sanación, enmarcada a su vez en una cosmovisión particular que avala y justifica el uso visionario de los enteógenos; mientras que la primera consiste básicamente en un uso recreativo y sin un sentido más “elevado” de plantas y sustancias que en otros contextos son consideradas medicinas sagradas. Ahí es donde radica la diferencia entre “droga alucinógena” y “medicina enteogénica”… si bien estamos hablando de las mismas sustancias, el uso que se les da las transforma en los hechos en instrumentos culturales totalmente diferentes.
En relación a lo anterior, Roger Walsh y otros investigadores han descrito dos variables que determinan tanto el formato del consumo como la experiencia que se vive tras la ingesta de una sustancia enteogénica: “Set” y “Setting”. El “set” tiene que ver con la intención con que se lleva a cabo la ingesta, la cual puede versar sobre diversas temáticas: recreación, distracción, sanación, búsqueda de desarrollo espiritual, etc., mientras que el “setting” tiene que ver con el contexto en el cual se lleva a cabo el consumo. Este contexto puede ser una fiesta (donde las intenciones –set– normalmente tienen que ver con fines recreativos y de esparcimiento), una ceremonia de sanación (donde las intenciones apuntan en dirección a un trabajo consciente y profundo de introspección y sanación), etc. En una ceremonia de ingesta, la disposición contextual de los elementos ceremoniales (fuego, participantes, preparación de la medicina, etc.) condiciona una experiencia que, en términos tanto de la vivencia subjetiva del participante como de la vivencia colectiva del grupo que participa del ritual, resulta altamente significativa y sanadora, a diferencia de lo que ocurre en una fiesta, donde el set y el setting determinan que la experiencia no vaya más allá de una “volada” (que, en términos reales, puede llegar a ser extremadamente peligrosa).
Cuando la disposición de los elementos contextuales y la intención de los participantes se alinean en pos de un objetivo que tiene que ver con la sanación y el desarrollo personal, los procesos psicológicos que se ponen en marcha durante una ceremonia de ingesta son muy potentes. Los enteógenos son sustancias que amplifican todas las funciones psicológicas y organísmicas. Así pues, nuestros cinco sentidos se agudizan, así como también lo hace la función propioceptiva de nuestro sistema nervioso que tiene que ver con la percepción consciente de nuestros procesos internos. Nuestros sistemas perceptivos se ven sobrecargados de información real sobre nuestro estado en el mundo que emerge en forma de imágenes, sensaciones corporales y otras formas de sensorialidad. Y es en este gran torrente de información donde radica el potencial curativo de estos estados “expandidos” o “no-ordinarios” de conciencia.
De acuerdo a la psicología experiencial (con Carl Rogers y Eugene Gendlin a la cabeza), nuestro organismo reacciona constantemente a los estímulos del medio, de modo tal que dichas reacciones pueden ser percibidas por nuestra conciencia momento a momento. Cuando nosotros nos percatamos de estas reacciones, podemos acceder a una fuente valiosísima de información acerca de cómo debemos actuar frente a determinados eventos. Eso es lo que algunos llaman desde el sentido común la “intuición”. Desde la psicología humanista, esto se llama “valoración organísmica” (Rogers) o “experiencing” (Gendlin). Cuando atendemos a esta valoración que hace nuestro organismo momento a momento del entorno y sus condiciones, nos encontramos en un estado de conciencia que nos permite adaptarnos sabiamente a las cambiantes situaciones de nuestro medio, puesto que nuestro cuerpo posee de manera instintiva una suerte de “brújula” interna que nos permite orientarnos sin problemas en medio de las vicisitudes de la vida. El perro sabe instintivamente, organísmicamente (intuitivamente) qué alimento es nocivo y cuál nutritivo, aún antes de probarlo. Nosotros podemos acceder a ese entendimiento que es pre-conceptual y pre-racional.
Cuando no estamos en contacto con ese flujo de información organísmica emerge lo que se conoce como neurosis. La neurosis es el desajuste psicológico que nace de la pérdida de contacto con el referente sentido de nuestra experiencia de ser-en-el-mundo y comenzamos a vivir de acuerdo a pautas mentales aprendidas del tipo “los hombres no lloran”, “si lo dice la autoridad debe ser verdad”, “los adultos no se equivocan”, “debo ser perfecto, no puedo equivocarme”, “soy una mala persona”, etc. Perdemos la orientación que nos proveen las sensaciones organísmicas y extraviamos nuestra noción de ser individuos existentes más allá de la mente racional y las pautas que hemos introyectado por nuestro paso por la sociedad.
El fenómeno de amplificación de los enteógenos permite acceder con mayor facilidad a los mensajes que provienen de nuestro organismo, puesto que todas nuestras funciones psicológicas se encuentran en alerta y funcionando al doble de su capacidad “normal” en vigilia. Ocurre acá que gracias a la guía del chamán y la disposición con la que nos acercamos a la ingesta ceremonial de las plantas de poder, podemos acceder a un estado de conciencia donde somos capaces de “focalizar” nuestra atención sobre este contenido que yacía inconsciente en nuestra experiencia organísmica (en nuestra “sombra” diría Jung) para así develar sus significados e ir sanando poco a poco aquellos nudos neuróticos que nos causan dolor y sufrimiento.
De este modo, comprendemos que las plantas de poder pueden ser usadas como drogas, pero también pueden ser empleadas como un medio para obtener notables avances en el proceso de autoexploración que emprende quien se acerca a un psicólogo, un psiquiatra o un sanador “no-convencional”. Hoy son miles de personas las que se benefician de estas prácticas ceremoniales, pero siempre bajo un velo de clandestinidad en vista de que el uso de estas plantas de poder es ilegal en nuestro país y en muchos otros. “Neo-chamanes” como Ricardo Jiménez son perseguidos aquí y en muchas otras partes, producto de la ignorancia y la negativa de autoridades y altos mandos a abrirse a esta nueva información que proveen los estudios que actualmente están a la vanguardia de la investigación sobre la conciencia humana. Desde hace muchos años que existe información disponible en internet y en las universidades sobre la posibilidad de aprovechar los métodos ancestrales de sanación para el beneficio de nuestras comunidades occidentales urbanas. Son cientos de miles los sanadores que en todo el mundo sacan partido a la sabiduría que ha acumulado la humanidad durante siglos de historia ligada a la ingesta enteogénica, dando la posibilidad a tantos otros cientos de miles de sanarse y mejorar significativamente su calidad de vida.
Esto no tiene que ver con sectas, fanatismo, drogadicción ni mucho menos con microtráfico. No hay nada en este tipo de actividades que se asemeje a un engaño o una farsa. Es verdad que está lleno de farsantes y “chantas” que intentan vender experiencias a los crédulos, pero no por ello se catalogará a todos quienes trabajan con plantas de poder como delincuentes y estafadores. El verdadero peligro es la ignorancia de quienes no quieren ver. La verdadera amenaza radica en la resistencia que presenta el sistema ante estas otras formas de sanar, que se alejan de los grandes sistemas médicos oficiales de una sociedad demasiado ensimismada en sus propios procesos de alienación sistemática como para querer ver más allá.
No nos dejemos manipular por la información que presentan los medios de comunicación. Tampoco nos dejemos llevar por lo que nos cuentan los artífices del sistema. Y por favor tampoco se queden tranquilos con los que aquí he escrito. Es preciso informarse y desarrollar una mirada crítica para entender este tipo de cosas que escapan muchas veces a nuestro entendimiento. Nosotros somos los únicos que estamos capacitados para construir nuestras verdades, y no podemos permitir que nos digan qué pensar. Abramos el debate y seamos conscientes de que es posible ver este tipo de fenómenos desde varias perspectivas, y la que he presentado aquí es sólo una de ellas.
Lo importante es decir que esta visión cuenta con un respaldo serio y que no es una idea al aire o una arista de un irresponsable movimiento “hippie”. Estamos discutiendo al mismo nivel que quienes quieren echar abajo la medicina ancestral y no tememos enfrentarnos cara a cara con nuestros opositores, pues entendemos que su visión y la nuestra son sólo dos parcialidades de una realidad mucho mayor que no se agota en un paradigma limitado y miope. En lo personal, entiendo perfectamente la visión de quienes ven en estas prácticas un delito. Sólo pido que ellos también se abran a entender la nuestra.

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Salud y Conciencia: el uso adecuado de las Plantas de Poder.

http://www.ricardojimenezo.cl/blog/index.php/2009/01/05/salud-y-expansin-de-conciencia-el-uso-adecuado-de-las-plantas-de-poder/

Psicóloga Gabriela Torres P. – Enero 2009

Gran parte del sentido de pérdida del bienestar, de pérdida de la salud[1] brota a partir de la incapacidad del sujeto de hacerse cargo de su vida de una manera que le deje satisfecho.

La aparición de síntomas como angustia, desánimo, pánico, trastornos del sueño, entre tantos otros, son cada día más frecuentes, y la respuesta más habitual que brota desde la oferta de salud pública y privada consiste en disminuir el síntoma a través de bloquear o inhibir la capacidad del sujeto de sentir aquello que siente.

Esta aproximación si bien efectivamente, en la mayoría de los casos, logra disminuir la angustia experimentada por el sujeto, no lo capacita, no le entrega herramientas para poder permanecer, así, abierto, sintiendo su vida. Con incomodidad, claro está, pero también siendo llamado de este modo a crecer, a hacerse mejor cargo de su vida. No le conduce a aprovechar el síntoma como oportunidad de actualización de su potencial vital para acceder a estados de mayor satisfacción y totalidad.

Una respuesta útil en estos casos, consiste en ofrecer al sujeto experiencias que le permitan ampliar su conciencia, tomar la perspectiva suficiente como para poder integrar aquello que siente de un modo más operativo, con más esperanza.

Lograr la incorporación al plano conciente de aquello que desde el funcionamiento subjetivo neurótico no es capaz de darse cuenta. Ampliar la mirada, permearse de más de si mismo, de más del entorno, de más de aquello que pertenece al plano de lo trascendente. Esto ordena, alivia y ofrece una demanda también, es un camino de desarrollo humano.

La expansión de la conciencia de un sujeto le permite distinguir, por ejemplo, aquellos elementos que son de su propia competencia modificar de aquellos que no. Permite reconocer con mayor precisión las potencialidades y los defectos personales, permite reconocer con mejor precisión cuales son sus responsabilidades reales, el papel que le toca jugar.

En definitiva se desarrolla la capacidad de establecer un contacto más objetivo con la realidad.

La expansión de su estado de conciencia le ofrece la posibilidad de tener lecturas enriquecidas de su situación que le permitirán emitir respuestas que ordenen su vida de un modo tal que le deje más satisfecho, y así experimentar un aumento de su bienestar, una recuperación de su salud, incluso en presencia de enfermedad, alcanzar respuestas más maduras frente a una enfermedad, participando activamente en la búsqueda del equilibrio.

Existen diversos modos o estrategias de enriquecer y expandir la conciencia de un ser humano, prácticas como la meditación, por ejemplo, van dotando al sujeto de de la capacidad de trascender su natural tendencia a funcionar desde la lectura subjetiva del momento, hacia un estado donde aquella subjetividad es un elemento más a considerar al momento de emitir una respuesta. En este caso se trata de un entrenamiento, de un ejercicio práctico y disciplinado, que se va sumando, que habilita al sujeto poco a poco a sostener un funcionamiento de mayor conciencia.

Las Plantas de Poder

El uso de “platas de poder” o sustancias enteógenas[2], elementos que están presentes en nuestra cultura desde la antigüedad, desde la aproximación chamánica pre-colombina hacia la salud y que se mantienen vigentes hasta nuestros días, es otra vía, desde donde es posible alcanzar experiencias concretas de la expansión del estado de conciencia.

El uso de este tipo de sustancias, en el contexto adecuado y en personas que reúnen ciertos atributos de funcionamiento, (que ya han alcanzado una cierta madurez y que se encuentran experimentando alguna crisis vital, necesitando aumentar su panorámica, interesados en su desarrollo y crecimiento humano), resulta de gran utilidad, ofrece la posibilidad de ampliar su estado de conciencia de manera tal que resulta ser una experiencia trascendente en sus vidas, difícil de olvidar, y que entrega elementos suficientes para resolver, para reorientar, para realizar ajustes vitales y aumentar el propio sentido de bienestar.

Por ejemplo, una experiencia de este tipo puede permitir al sujeto salirse de las lecturas habituales de su situación; aquellas lecturas, que le hacen experimentar por ejemplo, que se encuentra en un callejón sin salida o, que al menos, las alternativas o caminos que alcanza a ver no le dejan satisfecho; le permite contemplar, acceder a otros elementos, de otra naturaleza, que también se encuentran presentes en su situación.

En muchos casos, se abre la posibilidad de incluirse a si mismo como parte de lo observado, vale decir, dejar de mirar que “es aquello que me rodea, las circunstancias o las demás personas, como eje de mis dificultades, y comenzar a reconocer aquello que yo mismo hago para mantener la situación de ese modo que me genera insatisfacción y sufrimiento”; y se abre, por tanto, la posibilidad de la transformación de la propia actitud, de la propia respuesta frente a la vida.

En otros casos u ocasiones, la apertura de conciencia permite colocar en su justo lugar, en un lugar más preciso, acotado, la dificultad que enfrento. Cuando, por ejemplo, la magnitud de la importancia otorgada frente a la dificultad está sobredimensionada, donde en realidad más bien la presencia de esa dificultad, vista de ese modo, se transforma en el distractor que me impide mirar aquellas otras situaciones donde mi presencia si se requiere. Sacar el velo y asumir y dar respuesta a eso que sí urge, ordena de mejor manera mi situación, me deja más satisfecha y me permite estar más y mejor disponible a atender aquello que me tenía entrampada.

Se produce también, en la mayoría de las veces, un grado de apertura y contacto con aquello más sutil de la naturaleza, de la vida; momentos de tranquilidad y plenitud ciertamente experimentados, que nutren la vida del sujeto, y le permiten re-encantarse, retomar fuerzas para seguir avanzando, con la certeza que existe un plano donde todo está bien, permitiendo asumir con más tranquilidad aquello que complica en este plano más terrenal y pasajero.

Resumiendo, finalizando

En definitiva, el uso terapéutico de estas herramientas tradicionales como son las plantas de poder o sustancias enteógenas, son una respuesta que permite al sujeto que se encuentra experimentando insatisfacción, o pérdida del sentido de bienestar vital, alcanzar un estado de conciencia ampliada, que ordena y enriquece la experiencia del sujeto, permitiéndole encontrar nuevas salidas o respuestas ante su particular situación, avanzando hacia estados de mayor satisfacción y experiencia de bienestar. Por tanto, es posible afirmar, que el uso adecuado de estas sustancias, son un aporte a la promoción de la salud humana.

Obviamente es un tema delicado, el uso indiscriminado y fuera de contexto de estas plantas puede causar daño o no ofrecer en ningún caso los beneficios antes descritos. Sin embargo, quienes hemos asumido el rol de servicio en salud humana, tenemos la obligación y el derecho de hacernos cargo de la búsqueda de respuestas que satisfagan esta demanda asumida.

El propio entrenamiento, la propia vida puesta al servicio del cultivo de un funcionamiento ampliado en conciencia, podrá dotarnos de las competencias necesarias para el empleo de herramientas de esta naturaleza de manera responsable.

En nuestra sociedad chilena falta mucho por regular, por reconocer en estas materias, existe en nuestros países vecinos un avance mayor. Sería un error no abrirse a otorgarle el lugar que le corresponde al uso terapéutico de las plantas de poder y simplemente restringir y negar su uso y utilidad práctica en salud humana.

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[1] Salud: experiencia de Bienestar Físico, mental y social de un sujeto, según definición de la OMS.

[2] Enteógeno: sustancia vegetal o preparado de sustancias vegetales, que, cuando se ingiere, provoca un estado no ordinario de conciencia, una apertura hacia la experiencia de lo divino. Muchas veces asociada a la presencia de visiones o experiencias de apertura a dimensiones de totalidad superior a las habituales, que desde otras perspectivas menos integradas pueden ser leídas como alucinaciones, pero que sin embargo no lo son, en tanto se trataría de una experiencia de apertura, y no de una visión que no cuenta con asidero real.

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