LOS CUATRO MUNDOS DEL CHAMÁN

LOS CUATRO MUNDOS DEL CHAMÁN
VER ES CREER: LOS CUATRO MUNDOS DEL CHAMÁN (Serge Kahili King)

Una de las cosas más confusas que enfrentan los estudiantes del chamanismo es la forma en que los chamanes miran mundo. Confunde a mis alumnos en la actualidad y ciertamente me confundió a mí cuando me iniciaba en esta tradición. En mi época de adolescente, en el campo, a veces mi padre, al igual que los demás agricultores, hablaba de los cultivos y animales que había a nuestro alrededor, y en algunas ocasiones se dirigía a ellos como si los cultivos y los animal fueran seres inteligentes, capaces de comprenderle y responderle. A pesar de que yo también aprendí a hacerlo, tuvo que transcurrir bastante tiempo para llegar a comprender el proceso. En una época determinada, todas las conversaciones con los árboles, flores, insectos, rocas y edificios que tenía lugar a mi alrededor, me impedían concentrarme en mi trabajo. Entonces, de algún modo, aprendí a abrirme y cerrarme aquel tipo de concienciamiento, sin saber cómo lo hacía.
De M’Bala, mi maestro chamán en África, aprendí a fusionarme con los animales de la jungla, después de entrar en un trance profundo. Creía que el estado de trance era el me dio de conseguir el cambio, hasta que me di cuenta de que él lo lograba en un abrir y cerrar de ojos, sin entrar en trance. Evidentemente el trance no era más que un instrumento y no la causa del cambio experiencial.
Mi tío kahuana hawaiiano, Wana Kahili, me enseñó a emprender viajes interiores repletos de asombro y terror, y a discernir augurios en las nubes, hojas y muebles. Sin embargo, también me enseñó a ser muy consciente de mi estado al despertar y a cómo no ver augurios, ya que en ciertos momentos esto puede ser igualmente importante.
Mi padre, M’Bala y Wana Kahili dedicaron muy poco tiempo a explicarme los fenómenos que me enseñaban a experimentar. Eran todos del parecer de que la experiencia es el mejor modo de aprender y de que las explicaciones intelectuales supondrían una traba. Este fue un buen método para salir de mi obstinación mental e introducirme en mi cuerpo, pero el hecho de tener que afrontar las dudas y temores generados por la cultura no chamánica en la que también vivía demoró considerablemente mi aprendizaje. En mis propias vivencias como alumno y como maestro, he descubierto que satisfacer el intelecto suele reducir las barreras analíticas y emocionales que dificultan el aprendizaje, permitiendo una asimilación mucho más rápida de la experiencia. Por ello, he pasado muchos años analizando, sin juzgarlas, mis experiencias personales, así como las de otros chamanes, a fin de adquirir una mayor comprensión de lo que hacemos cuando lo hacemos, para poderlo compartir más fácilmente.
El auténtico punto de partida fueron las enseñanzas de Wana Kahili sobre los cuatro mundos (niveles o clases de experiencia) entre los que todo el mundo fluctúa espontánea y, por regla general, inconscientemente, pero que los chamanes cultivan a conciencia. Se trata del ike papakahi (literalmente: primer nivel de experiencia), el ike papalua (segundo nivel de experiencia), el ike papakolu (tercer nivel de experiencia) y el ike papaha (cuarto nivel de experiencia). En términos generales, me explicó que éstos representaban respectivamente el mundo ordinario, el mundo psíquico, el mundo de los sueños y el mundo existencial. Por razones didácticas he optado por definirlos como mundos objetivo, subjetivo, simbólico y holístico. También me dijo que dichos mundos eran comunes a todas las personas, no sólo a los chamanes, y que la única diferencia consistía en que los chamanes los utilizaban con conocimiento y propósito. También agregó que gran parte de la con fusión en la vida de la gente emana de una mezcla de dichos mundos en la mente y en el habla.
Mi objetivo era el de instruir a mucha gente en poco tiempo sobre la experiencia chamánica, por lo que a pesar de un punto de partida tan favorable, me quedaba mucho por aprender. Lo que figura a continuación es un breve resumen de dicha búsqueda e investigación.
¿Qué hacemos cuando realizamos un trabajo chamánico? Hablamos con la naturaleza y con los espíritus; cambiamos el tiempo y creamos acontecimientos; curamos mentes y cuerpos, y canalizamos extraños seres; volamos fuera del cuerpo, nos trasladamos a otras dimensiones y vemos lo que otros no pueden ver; además, pagamos nuestros impuestos, lavamos el coche y hacemos la compra. ¿Hay algo que sirva de conexión entre actividades tan diversas, o se trata simplemente de una serie de conocimientos independientes?
Existe una pista importantísima en el primero y fundamental principio de Huna, término genérico de la filosofía polinesia de la vida en la que yo me formé. Dicho principio afirma que «el mundo es lo que crees que es». Otra forma más popular de decir lo mismo es: «nosotros creamos nuestra propia realidad». Sin embargo, la mayoría de la gente que lo dice no lo acepta plenamente, porque creen que lo único que eso significa es que todo lo malo que les ocurre es culpa suya. Incluso los que lo aceptan con una comprensión más profunda siguen limitando su significado a la idea de que son responsables de sus sentimientos y de su experiencia, y de que si convierten sus pensamientos negativos en positivos, comenzarán a atraer una experiencia positiva, en lugar de negativa.
Los chamanes, sin embargo, van mucho más lejos. Para nosotros, no sólo significa atraer la experiencia con nuestro pensamiento, sino verdaderamente crear realidades. Con nuestros supuestos, actitudes y expectativas, hacemos que las cosas sean posibles o imposibles, reales o irreales. En otras palabras, cambiando el marco de la mente podemos hacer cosas ordinarias y no ordinarias en la misma dimensión física que compartimos con todos los demás. Repito que esto no es privativo de los chamanes. Lo único distinto es la forma en que aplicamos el principio.
La forma de cambiar la experiencia y poder usar facultades no normales en una realidad determinada consiste en cambiar un conjunto de creencias (o suposiciones, actitudes y expectativas) acerca de dicha realidad, por otro conjunto. Parece muy sencillo y lo es. Lo más difícil -y puede serlo en grado sumo para algunos- es aceptar su simplicidad, porque esto significa cambiar la idea que uno tiene de la realidad.
El modelo que presento a continuación ha sido específicamente diseñado para que los chamanes modernos puedan distinguir clara y conscientemente entre distintos niveles de realidad o conjuntos mentales. Esto no sería necesario en una sociedad más familiarizada con el chamanismo y con una mejor disposición hacia la aceptación del mismo. Se realizarían los mismos cambios, pero de un modo más intuitivo, porque habría menos conjuntos mentales contradictorios con otras filosofías, tanto religiosas como seglares. Imaginemos, por ejemplo, a un antropólogo moderno estudiando una cultura indígena en una isla del Pacífico meridional. Un buen día aparece el chamán del pueblo y les comunica a sus conciudadanos que, mientras estaba en el campo quitando las malas hierbas, la diosa Hina ha descendido por un arco iris y le ha advertido que se acercaba un huracán, antes de convertirse en pájaro y salir volando.
El chamán alterna fácilmente el trabajo del campo con el de hablar con la diosa y sus conciudadanos lo aceptan sin dificultad alguna, porque esperan que el chamán sea capaz de realizar ambas tareas. Sin embargo, es probable que la mente del antropólogo se rija por un conjunto de ideas en las que sólo haya cabida para la alucinación inducida por las drogas, la aberración mental, la farsa, o la dramatización de una percepción ordinaria. La posibilidad de que el chamán se comunique realmente con un espíritu la elude por completo, así como su propia capacidad para hacer otro tanto.
Al hablar a continuación de los distintos mundos, es conveniente tener en cuenta que se pueden penetrar someramente, como quien se moja los dedos de los pies en un estanque, o con la plenitud de quien se zambulle en las profundidades del océano.

Ike papakahi: el mundo objetivo
El mundo del primer nivel es lo que la mayoría de la gente en la sociedad moderna llamaría realidad ordinaria. Tomando como ejemplo un prado en pleno bosque, la mera experiencia sensorial del mismo (los colores de las plantas, la tierra y el firmamento, el olor de las flores, el canto de los pájaros, la sensación de la brisa en la piel, la percepción del movimiento de una gama con sus cervatillos) tendría lugar en un marco objetivo. Desde esta perspectiva también parecería evidente e incuestionable que el prado tiene unas dimensiones determinadas, un número concreto de árboles de ciertas especies, que unos son de madera dura y hoja caduca y otros coníferas, que una cantidad específica de animales de distintos géneros puebla la zona, que alguien es propietario de la misma, etc. Todo esto sería evidentemente cierto, pero sólo a dicho nivel de percepción. Este primer nivel, por evidente que parezca, sólo es perceptible de ese modo gracias a una creencia o supuesto fundamental que sirve de marco de referencia al mundo objetivo: el supuesto de que todo es independiente. Éste es el supuesto que da cabida a la experiencia sensorial directa, la física clásica y las diversas filosofías de causa y efecto.
Suele ser bastante difícil que la gente formada en dicha creencia sea capaz de verla como un simple supuesto. Es evidente que aparenta ser la única verdad posible. Pero ésta es la naturaleza de los supuestos fundamentales. Toda experiencia tiende a ser consecuente con los supuestos acerca de la experiencia. Es como ponerse unas gafas de color rosa y olvidar que se llevan puestas. Si uno jamás recuerda que se las puede quitar, siempre pensará que el color rosa es el único y natural del mundo. La falta de consonancia se manifiesta cuando uno descubre, consciente o inconscientemente, otros supuestos, como por ejemplo cuando se le caen las gafas, o cuando recuerda que algún día se las puso, o cuando sueña con un mundo verde. Entonces uno puede abrirse a la experiencia de otros niveles. El chamán aprende lo antes posible que el mundo objetivo no es más que una forma de ver.
La idea de que todo es independiente es muy útil y poderosa. Ha estimulado los viajes, la exploración, la ciencia, la industria y todos los milagros de la tecnología moderna, incluidos los que han permitido que esta obra se publique. Sin embargo, también ha servido para justificar la esclavitud, el racismo, las guerras, la vivisección, la contaminación y la explotación abusiva de los recursos del planeta. Debemos comprender que el supuesto en sí no es bueno ni malo. Los seres humanos debemos crear otros supuestos relacionados con los sistemas de valores antes de poder introducir el concepto: de bueno o malo, y éstos pueden operar en cualquier otra nivel de la realidad. Por ejemplo, observando objetivamente el mencionado prado, puede considerarse como bueno porque constituye una fuente de nutrición para diversos animales. O puede considerarse como malo porque ocupa un valioso espacio, que sería mejor utilizar para construir casas o alimentar seres humanos. El caso es que el uso o abuso del medio ambiente o de sus habitantes se basa en la idea de que las cosas son independientes, vistas desde un sistema de valores personal.
Dos supuestos secundarios del mundo objetivo son el de que todo tiene un principio y un fin, y el de que todo efecto es producto de una causa. Algún acto u otro constituye la causa del nacimiento o principio de la existencia de las cosas, que un día mueren o dejan de existir. Esto es de vital interés en el pensamiento objetivo y despierta grandes polémicas en cuanto a las causas físicas de las enfermedades y al momento exacto en que un grupo de células se convierte en un ser humano. Se gastan enormes sumas de dinero para determinar las causas sociales y ambientales de la delincuencia, y en la conservación de edificios históricos, porque su desaparición supondría una pérdida cultural. Y la gente sufraga toda clase de cargas emocionales y económicas, a fin de descubrir el trauma específico de su infancia responsable de su desdicha actual, y para prolongar la existencia del cuerpo físico. Todo ello tiene perfecto sentido visto desde el supuesto antes mencionado, pero desde otras perspectivas no tiene sentido alguno.
Algunas personas evalúan el mundo objetivo como nocivo y procuran huir del mismo, menospreciarlo o negarlo. Sin embargo, en el pensamiento chamánico, el mundo objetivo es simplemente otro lugar donde operar, y el proyecto chamánico es hacerlo con eficacia en cualquiera de los mundos. Por consiguiente, en su función esencialmente curativa, el chamán podrá utilizar supuestos del mundo objetivo, a fin de adquirir pericia en métodos de curación como el masaje, la quiropráctica, las hierbas y medicinas, la cirugía y el ejercicio, o la nutrición y la cromoterapia, sin limitarse a los supuestos de dichos métodos.

Ike papalua: el mundo subjetivo
Ahora supongámonos de nuevo en el prado. En esta ocasión somos conscientes de la interdependencia del mundo natural, de las funciones de apoyo mutuo desempeñadas por los elementos de luz y sombra, viento y agua, tierra y piedra, árboles, pájaros, flores e insectos. Más que meros observadores, nos sentimos parte de dicha interdependencia. Puede que sintamos la emoción de la paz, la felicidad, el amor, o el asombro. O puede que seamos conscientes de la estación y acudan a nuestro recuerdo las estaciones pasadas y venideras. Si uno es chamán, o psíquicamente sensible, es probable que pueda realizar un cambio interno más profundo y percibir las auras, o campos de energía, de todo lo presente, así como la interrelación de dichas fuerzas. Puede que logre conversar con las plantas, los animales y las piedras, o con el viento, el sol y el agua, compartiendo sus historias y sus secretos. Según la formación, experiencia y pericia de cada uno, podrá ser incluso consciente de los espíritus de la naturaleza y comunicarse con los mismos, o con la sobrealma o aumakua del propio prado. Sin moverse del lugar, puede que de pronto presencie una escena de hace cien años, de indios acampados después de una buena cacería, fumando sus pipas alrededor de la hoguera y dándole gracias al gran espíritu. Es incluso posible que se sienta como uno de ellos.
Los ejemplos precedentes de experiencias en el mundo subjetivo son posibles gracias al supuesto básico de dicho nivel, que sostiene que todo está interrelacionado, con el apoyo de los supuestos secundarios de que todo forma parte de un ciclo y de una transición, y de que todos los acontecimientos son sincrónicos. En el marco de referencias de este mundo, la telepatía y la clarividencia son hechos naturales, tan incuestionables como la acción de una palanca en el mundo objetivo. La comunicación mental, independientemente de la distancia y con todo cuanto existe, es posible gracias a que el mundo está interrelacionado. Se pueden experimentar emociones gracias a la conexión empática. Las auras son visibles y tangibles porque la energía es el vínculo que las enlaza. Se pueden conocer vidas pasadas y futuras porque la vida es cíclica y el tiempo sincrónico. La muerte, a este nivel, no es más que una transición, parte de un ciclo, mientras que en el mundo objetivo es un fin. Todo acerca de este nivel es cierto, pero, una vez más, sólo desde la perspectiva del mismo.
Ésta es la razón por la que a la gente orientada primordialmente hacia el mundo objetivo le resulta tan difícil aceptar la veracidad de los fenómenos psíquicos y las ciencias subjetivas como la astrología, y a aquéllos orientados primordialmente hacia el mundo subjetivo les es sumamente difícil explicar sus experiencias a sus amigos anclados en la objetividad.
Ninguno de dichos mundos tiene sentido visto desde la perspectiva del otro. Si uno se limita a nacer y a morir, las vidas anteriores son patrañas. Si las estrellas están a tantísimos millones de kilómetros de la tierra, cualquier influencia es absurda. Por otra parte, si todo está interdependientemente conectado, la tala indiscriminada de árboles para construir ciudades es un acto suicida, y si uno ha pertenecido a otra raza en una vida anterior, odiar dicha raza en la actualidad es pura hipocresía. La solución chamánica a dicho dilema se halla en el séptimo principio de Huna: «la eficacia es la medida de la verdad». En lugar de intentar decidir cuál de estos puntos de vista es el correcto, el chamán adopta indistintamente el más eficaz y apropiado a cada objetivo curativo.
Los métodos curativos chamánicos a este nivel utilizan la sugestión telepática y las formas mentales, la acupuntura o la acupresión, así como el equilibrio, transferencia y movimiento de energía, ya sea manual o con la ayuda de instrumentos tales como cristales, y formas y pautas especiales de energía.

Ike papakolu: el mundo simbólico
Nos encontramos una vez más en el prado, sólo que en esta ocasión dejamos volar la imaginación y en su claridad vemos nuestra propia loa al amor y a la vida, los árboles se convierten en representaciones de nuestra fuerza interna y máximas aspiraciones, los pájaros cantan promesas de alegría y los rayos del sol son la caricia de Dios en nuestro rostro. Uno se siente impregnado por la belleza del lugar y tan conmovido que, según la inclinación de cada uno, escribe inmediatamente un poema o pinta un cuadro para capturar aquella sensación. Ahora nos habremos trasladado a un conjunto mental dotado de su propio supuesto básico: todo es simbólico. Con una formación chamánica uno puede ir más allá y procurar discernir augurios orientadores en la formación de las nubes, de las hojas o de los pájaros en vuelo. O llevar a cabo un ritual que consagre el prado, convirtiéndolo en el mejor lugar de curación para futuros visitantes. Una progresión de ideas típicamente chamánica a este nivel es la de que, si todo es simbólico y los sueños son símbolos, esta realidad es también un sueño.
Así pues, un aspecto de la pericia chamánica consiste en saber penetrar en los sueños y transformarlos.
Puede que a estas alturas alguien se pregunte ¿de qué es todo simbólico? y ¿a quién pertenece el sueño? En este nivel sería correcto afirmar que todo es simbólico de todo lo demás, pero esencialmente de quien lo percibe, y que el sueño es el sueño de todo cuanto existe, pero especialmente del sujeto. O, alternativamente, podríamos afirmar que en el nivel simbólico la totalidad de la experiencia personal del sujeto es un reflejo de sí mismo, incluida toda la gente y objetos que le rodean. Cambiar la experiencia de este nivel, supone que uno puede cambiar los símbolos, la interpretación de los mismos o cambiarse a sí mismo, para que así cambie el reflejo.
Los supuestos secundarios son los de que todo forma parte de un orden y existe en relación a otra cosa, y que todo significa lo que uno decide que signifique. Muchos investigadores científicos y teóricos matemáticos se aferran a este nivel, intentando descubrir pautas y relaciones significativas en la estructura aparente del universo, e ignorando con frecuencia el efecto que sobre su investigación provocan sus propias decisiones en cuanto a lo que es significativo, así como ignorando toda aplicación objetiva de su investigación. Para los chamanes, u otras personas simbólicamente sensibles, es útil darse cuenta de que las creencias se reflejan en el cuerpo y en las experiencias de la vida, y percibir la facilidad con que cambian las condiciones y las relaciones, cuando también cambian los conjuntos de creencias.
Los métodos de curación chamánicos -en este nivel- incluyen todos aquellos principios basados en la fe, las terapias verbales y de visualización (incluido el hipnotismo), las afirmaciones de programación neurolingüística, la orientación de imágenes, los placebos, los sueños, y el uso de amuletos y talismanes.

Ike papaba: el mundo holístico
En esta ocasión uno no está en el prado, sino que es el prado. Siente como la clorofila de las hojas convierte la luz en energía utilizable, al tiempo que sus propias raíces absorben elementos nutritivos de la tierra y ofrece encantado su néctar a la abeja que recoge el polen para compartirlo con otras flores. Como la abeja, disfruta libando el néctar y, sin pensarlo, sabe que parte del polen será compartido con otras abejas y que una buena cantidad será transportado a las extensiones de sí mismo en la colmena. Siente un cosquilleo en la garganta al emitir su canto de apareamiento y mueve las plumas de la cola para conservar el equilibrio sobre la rama de un pino al borde del prado, y como pino sabe que está al margen del prado, pero forma parte de lo que hace que el lugar sea lo que es.
Esto no es más que una pequeñísima muestra de la experiencia a nivel holístico. En este caso el supuesto básico es que todo es uno. En términos prácticos, es el sentido de identidad de uno con uno mismo. La experiencia más profunda acostumbra a llamarlo «conciencia cósmica», lo que supone un intento sumamente lamentable de describir una sensación de unicidad con el universo, esencialmente indefinible porque las palabras y el lenguaje son simplemente incapaces de contener dicha experiencia. Su rasgo más común y superficial consiste en la sensación de saber que uno existe. Descartes utilizó un enfoque simbólico muy de tercer nivel, para justificar dicha sensación de ser, cuando dijo: «Pienso, luego existo». El enfoque objetivo podría ser «siento, luego existo». Sin embargo, en el cuarto nivel holístico es probable que no logremos mejorar la definición de Popeye, que dijo: «Soy lo que soy y eso es todo lo que soy».
En el mundo holístico no existe sensación alguna de distinción entre uno mismo y lo que sea con lo que uno se identifique como sí mismo. En la medida que uno es consciente de dicha identificación, uno opera en el reino holístico, y en la medida que uno sea consciente de «lo demás» estará operando en otros reinos. Habremos podido comprobar que, en nuestra progresión de un mundo a otro, la sensación de separación -atributo bastante primordial y característico del mundo objetivo- decrece en el mundo subjetivo (una mayor sensación de conexión indica menor separación) y es todavía menor en el mundo simbólico (a pesar de que el nivel del reflejo todavía denota que se refleja algo ajeno). Una persona también puede ser holísticamente consciente de lo que se considera como «sí mismo», al mismo tiempo que lo es no holísticamente de lo que aparece como «no sí mismo». Así pues, el miembro de una tribu en África occidental puede identificarse holísticamente con su propia tribu (es decir, puede no tener un sentido de identidad personal, aparte de como componente de su tribu) y una visión completamente objetiva, separatista y hostil de otra tribu.
A pesar de que la identificación holística es algo natural en la experiencia humana (mucha gente extiende normalmente su sentido de identidad a sus posesiones personales, a la familia, a la ciudad o a su país), se precisa una destreza considerable para poder penetrar y operar conscientemente en dicho mundo. Los actores y las actrices, cuya profesión emana de una antiquísima tradición chamánica, son los mejores practicantes conocidos de dicho arte en la actualidad. En la antigüedad, y hasta cierto punto hoy en día, los chamanes eran y son capaces de adoptar la identidad de animales, espíritus de la naturaleza y de ciertos arquetipos que aparecen bajo capa de dioses y diosas. En dicho estado de identificación, adquieren las cualidades y los poderes de los entes en cuestión. Al igual que un buen actor, normalmente tímido, puede interpretar convincentemente el papel de un héroe seguro de sí mismo con una mentalización adecuada, el chamán logra tener la fuerza de un oso o la sabiduría de un dios gracias a la contemplación y a una interpretación tan perfecta del papel, que el papel le interpreta a él. Esto se desprende del supuesto secundario de este nivel, que sostiene que el saber engendra el ser.
«Realiza la obra y gozarás del poder», ha dicho Emerson. A este nivel, existen esencialmente dos modos de curación chamánicos. En primer lugar, existe la «canalización», por medio de la cual se adopta, en mayor o menor grado, la identidad de alguien con mayores poderes de curación, o uno se identifica con un poder curativo superior, para actuar sobre alguien con fines curativos. En segundo lugar, existe un proceso que yo denomino «grokking and guiding», por el que uno se identifica con la persona que debe ser curada, o se convierte en la misma, y entonces se cura a sí mismo. Ni que decir tiene que, para practicar con éxito este segundo método, hay que estar muy seguro de sí mismo. De lo contrario, uno puede sentirse tan perturbado por el estado del otro que se vea obligado a abandonar el nivel holístico sin poder operar con eficacia en el mismo, o bien olvida su auténtica identidad, adquiriendo los síntomas del otro sin llegar a ser capaz de curarse. Puede que las personas que sean fuertemente empáticas experimenten esto con frecuencia. Muchos terapeutas, por ejemplo, se identifican hasta tal punto con los problemas de sus pacientes o clientes que pasan a padecer las dolencias que intentan ayudar a curar. Por consiguiente, cuando les enseño a mis alumnos a curar en el nivel holístico, les recomiendo que limiten todo proceso de identificación a un máximo de un noventa y nueve por ciento, de modo que el «uno por ciento de chamán» siempre pueda volver a la identidad de partida.

Desplazándose entre mundos
Cambiar de conjunto mental o desplazarse entre los diversos mundos plenamente consciente es un proceso sutil y delicado. Una aproximación a lo que entonces ocurre lo constituye la experiencia de observar esta página escrita. Uno puede leer las palabras y absorber la información, a continuación verificar los posibles errores tipográficos y ortográficos, luego fijarse en el cuerpo y estilo de impresión y en la calidad del papel, y por fin ser consciente de que esta página forma parte de un libro, en un lugar y un momento determinados. Lo único que habrá cambiado habrá sido la percepción, modificada a voluntad para variar la experiencia. En el desplazamiento entre los distintos mundos chamánicos el proceso es muy parecido. Lo único necesario para cambiar lo que uno se propone consiste en modificar los supuestos relacionados con dicho objetivo.
El mayor obstáculo, tanto para esto como para otras prácticas chamánicas, es la intromisión de análisis críticos procedentes de otros niveles. Es muy difícil practicar la telepatía, por ejemplo, si uno no deja de decirse a sí mismo que el tema psíquico es una tontería. Asimismo, la visualización no servirá de gran cosa si uno persiste en preguntarse: «¿me lo estoy inventando?». De igual modo, es muy difícil ganarse honradamente la vida si uno se identifica a sí mismo como ser espiritual, e identifica el dinero como algo no espiritual. Para lograr desplazarse con facilidad y eficacia entre estos mundos es necesario poder practicar el abandono de los supuestos de cada mundo en particular, así como el análisis crítico que se desprende de los mismos, antes de entrar en el próximo. Con (muchísima) práctica, esto llega a convertirse en algo automático. Lo que sí ayuda enormemente es quererse a sí mismo sin reservas y confiar en el Dios que nos habita. Claro que esto sólo son buenos consejos, tanto para un chamán como para quien no lo es.

Lo Sagrado y lo Profano (texto incompleto)

Lo Sagrado y lo Profano

Libro: Lo Sagrado y lo Profano
Autor: Mircea Eliade

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El hombre entra en conocimiento de lo sagrado porque se manifiesta,
porque se muestra como algo diferente por completo de lo profano.
Para denominar el acto de esa manifestación de lo sagrado hemos
propuesto el término hierofanía (del griego hieros = sagrado y
phainomai = manifestarse), que es cómodo, puesto que no implica
ninguna precisión suplementaria: no expresa más que lo que está
implícito en su contenido etimológico, es decir, que algo sagrado se
nos muestra. Podría decirse que la historia de las religiones, de las
más primitivas a las más elaboradas, está constituida por una
acumulación de hierofanías, por las manifestaciones de las realidades
sacras. De la hierofanía más elemental (por ejemplo, la manifestación
de lo sagrado en un objeto cualquiera, una piedra o un árbol) hasta
la hierofanía suprema, que es, para un cristiano, la encarnación de
Dios en Jesucristo, no existe solución de continuidad. Se trata
siempre del mismo acto misterioso: la manifestación de
algo “completamente diferente”, de una realidad que no pertenece a
nuestro mundo, en objetos que forman parte integrante de nuestro
mundo “natural”, “profano”.

El occidental moderno experimenta cierto malestar ante ciertas formas
de manifestación de lo sagrado: le cuesta trabajo aceptar que, para
determinados seres humanos, lo sagrado puede manifestarse en las
piedras o en los árboles. Pues, como se verá enseguida, no se trata
de la veneración de una piedra o de un árbol por sí mismos. La piedra
sagrada, el árbol sagrado no son adorados en cuanto tales: lo son
precisamente por el hecho de ser hierofanías, por el hecho
de “mostrar” algo que ya no es ni piedra ni árbol, sino lo sagrado,
lo ganz andere (“lo absolutamente diferente a lo profano, lo
cotidiano, lo conocido”).

Nunca se insistirá lo bastante sobre la paradoja que constituye toda
hierofanía, incluso la más elemental. Al manifestar lo sagrado, un
objeto cualquiera se convierte en otra cosa sin dejar de ser él
mismo, pues continúa participando del medio cósmico circundante. Una
piedra sagrada sigue siendo una piedra; aparentemente (con más
exactitud: desde un punto de vista profano) nada la distingue de las
demás piedras. Para quienes aquella piedra se revela como sagrada, su
realidad inmediata se transmuta, por el contrario, en realidad
sobrenatural. En otros términos: para aquellos que tienen una
experiencia religiosa, la naturaleza en su totalidad se puede revelar
como sacralidad cósmica. El cosmos en su totalidad puede convertirse
en una hierofanía.

El hombre de las sociedades arcaicas tiene tendencia a vivir lo más
posible en lo sagrado o en la intimidad de los objetos consagrados.
Esta tendencia es comprensible: para los “primitivos”, como para el
hombre de todas las sociedades premodernas, lo sagrado equivale en
potencia y, en definitiva, a la realidad por excelencia. Lo sagrado
está saturado de ser. Potencia sagrada quiere decir a la vez
realidad, perennidad y eficacia. La oposición sacro-profano se
traduce a menudo como una oposición entre real e irreal o
pseudorreal. Entendámonos: no hay que esperar reencontrar en las
lenguas arcaicas esta terminologia filosófica: real, irreal, etc.;
pero la cosa esta ahi. Es, pues, natural que EL HOMBRE RELIGIOSO
DESEE PROFUNDAMENTE SER, PARTICIPAR EN LA REALIDAD, SATURARSE DE
PODER.

Digamos de antemano que el mundo profano en su totalidad, el cosmos
completamente desacralizado, es un descubrimiento reciente del
espíritu humano.

Baste únicamente con dejar constancia aquí del hecho de que la
desacralización caracteriza la experiencia total del hombre no
religioso de las sociedades modernas: del hecho de que, por
consiguiente, este último se resiente de su dificultad cada vez mayor
para reencontrar las dimensiones existenciales del hombre religioso
de las sociedades arcaicas.

Para el hombre religioso, el espacio no es homogéneo, presenta
roturas, escisiones: HAY PORCIONES DE ESPACIO CUALITATIVAMENTE
DIFERENTES DE LAS OTRAS… nada puede comenzar, hacerse, sin una
orientación previa, y toda orientación implica la adquisición de un
punto fijo. … Todo espacio sagrado implica una hierofanía, una
irrupción de lo sagrado que tiene por efecto destacar un territorio
del medio cósmico circundante y el de hacerlo cualitativamente
diferente…

Para el hombre religioso la duración temporal profana puede
ser “detenida” periódicamente por la inserción, mediante ritos, de un
tiempo sagrado, no histórico. … Reintegrar el tiempo sagrado del
origen significa hacerse “CONTEMPORÁNEO DE LOS DIOSES”, es decir,
vivir en su presencia, aun cuando esta presencia sea misteriosa, en
el sentido de que no siempre es visible.

LOS VIEJOS DE CORPUS, XITAS

LOS VIEJOS DE CORPUS, XITAS

Autor: Julio Garduño Cervantes

El valle de Temascalcingo-Solís, flanquea-do por milenarias montañas, conforma el espacio geológico más sorprendente de la tierra mazahua, en él corre el no

Ndareje, (Lerma) entre acantilados de extrañas formas. Tierra fértil donde se ha desarrollado la vida de animales y plantas que hoy reclaman su existencia.

Los tambores de la historia aquí anunciaron la presencia del hombre-montaña; del hombre-río, del hombre-venado y del hombre-maíz, sus huellas son muy remotas; crearon símbolos e instrumentos que responden a sus sentimientos y a sus necesidades materiales y espirituales.

Dentro de las ceremonias más antiguas está la de la fertilidad, ceremonia de la invocación a la lluvia; ahora es tiempo de llamar a las nubes, de encender el fuego, de mover las manos y los pies en mágicos movimientos, de mirar con los ojos del alma, de comunicamos desde este rincón del universo con las fuerzas del más allá. Lo seguimos haciendo como lo hicieron nuestros antepasados, los que ya se fueron pero que ahora están aquí.

Se reúne el grupo de cargueros, Becte, para tomar acuerdos y decidir qué van a hacer el Jueves de Corpus; entre los acuerdos está la compra de cohetes, la recolección de flores, la invitación a los hombres del pueblo para que participen en la cuadrilla de los xitas o “Viejos de Corpus”. La invitación se hace en forma muy especial a los que representarán al más viejo y a la vieja, se les lleva obsequios, pan, pulque, frutas, para ganar su voluntad de participación; a los demás se les invita en forma sencilla, así también al que portará el “torito” hecho de madera y forrado de piel.

Días antes de celebrarse las ceremonias del Jueves de Corpus, sale un grupo de viejitos, recorren el poblado y van de casa en casa, donde danzan por un momento; anuncian la fiesta, recolectan limosnas para sufragar algunos gastos.

Llegado el día, todos los pueblos y barrios que participan celebran las vísperas; se reúnen en el templo los cargueros, cada uno con su comisión. Las campanas llaman a todo el pueblo y así van llegando las mujeres con ramos de flores, los músicos con sus tamboras y violines; en el interior del templo se esparce copal a cada una de las imágenes. Las mujeres se sientan en tomo a los nichos que portarán a los santos y les van colocando ofrendas de gran belleza, de unas cazuelas de barro van tomando flores de di-versos colores y especies: borene, retama, orquídeas, ramos de mastranto, azucenas, entre otras; también se les coloca rosarios o guirnaldas de palomitas de maíz, se cuelgan racimos de capulines, guayabas, plátanos de Jungapeo, y manzanas.

Conforme se van poniendo las ofrendas se esparce copal, que junto con música de tambora y violín envuelven el ambiente en una atmósfera de profunda espiritualidad.

Con gran respeto se ofrendan matas de maíz, que se colocan en los nichos. Entre las flores y las frutas se mueven panes de caprichosas formas, de mujer, animales, como ardillas, patos, palomas, pajaritos, y coronas.

Entre los nopales y magueyeras, la noche avanza por esos caminos, van gritando los xitas y se dirigen a la iglesia.

Su llegada se anuncia con toques de campana; se les recibe con música. Se inicia una procesión en el atrio alrededor del templo.

Aquí están los xitas representando a los antepasados, a los viejos con renovada energía, llenos de fuerza para invocar la lluvia y la fertilidad.

Hay flores y frutos para la ofrenda y copal para que arome el tiempo divino.

Se echan cohetes, repican las campanas.

[corpus01]

Los xitas mazahuas con su nuevo rostro, en milenarios movimientos que transforman el tiempo y el espacio, hacen su entrada al templo con el mayor de la danza. Con gran reverencia caminan dentro del templo al ritmo de una tambora y un violín; los reciben los mayordomos y fiscales, quienes se encuentran en el altar. El xita más viejo, a quien también le llaman “tápale” o “mero xita”, se acerca a uno de los fiscales para pedir permiso y ponerse de acuerdo con la participación de la fiesta y le dice:

—Tata fiscal, venimos aquí de ante-mano a pedirle permiso para que descansemos un poco, ya que venimos de muy lejos, más allá de Tarandacoao, Maravatío; sólo hemos comido biznagas, garambullos y algunos animales, y mis hijos no han comido más que puros animales: lagartijas, conejos, tlacuaches, tejón, zorrillo, armadillo. Ya mañana continuará el camino.

El fiscal que se encuentra sentado a un costado del altar y contesta.

—Si ustedes desean descansar un poco, yo aquí les doy permiso, pero de comer es poco lo que tenemos, porque no ha llovido.

El mero xita conversa lo mismo con los demás fiscales, esto también lo hace la Vieja con voz tipluda y lloriqueos. Ella representa la tierra, la fertilidad.

El fiscal, con mucha seriedad, se dirige a todos los xitas y les dice:

—Nosotros queremos que los viejitos nieguen mucho a Dios que nos socorra la lluvia para dar vida a nuestra siembra, ya que aquí carecemos mucho de agua, pero con ayuda de los viejitos, y con el permiso de Dios que nos venga la lluvia… y le den vida a nuestros campos y montañas.

Responde el tata xita:

—Nosotros rogaremos a Dios para que estas tierras se den abundantes. Y no se preocupe por nosotros, por donde vamos caminando le rogaremos a Dios.

Los rostros del pueblo, con mirada profunda y emocionada, les dicen en forma repetida: rueguen por la lluvia, rueguen por la lluvia…

Una vez que el fiscal concede el permiso, los viejos, formados en columna, bailan jarabes dentro de la iglesia y salen al atrio, ahí ya se encuentran muchos vecinos del pueblo. Siguen danzando y lanzan extraños gritos; se torea el “torito”, que es cargado por un hombre en sus hombros, así lo va haciendo cada uno de los xitas, traen en sus manos una reata de lazar. Así transcurre buena par-te de la noche, con asombro de los asistentes. Nuevamente pasan al interior del templo y continúan danzando. En medio de exclamaciones se despiden de las imágenes y fiscales; todo está preparado para el día siguiente y participan en la na mbxcua ra xita carpo. ” ¡Axcale, a, a, a, a; m,m,m,m…!”

[corpus04]

Con su máscara de noche nos mira la Luna, que se esconde entre los magueyes bebiendo aguamiel y se pone alegre a danzar con los luceros en el manantial de agua serenada.

El alba empieza a despuntar el nuevo día, el semanero en el templo toca las campanas de las cinco de la mañana, anunciando la fiesta de los xitas. Despertamos con nuestro nuevo y verdadero rostro, nos dirigimos al manantial donde brota cristalina el agua; ahí lavo mi antiguo rostro, el día baña mi cuerpo con su luz temprana, para lucir mi nueva cara.

Ahí está Menyeje trazando signos sobre el agua, escribiendo los testimonios de nuestro origen. Sus pequeños ojos me miran, mis hijos lo miran, es la culebra sagrada que vive en el manantial y que representa al Señor del Agua. Así me enseñaron mis mayores, así se lo enseñaré a mis hijos, hay que respetarla y respetamos, nunca enojamos, ni dañar el manantial, porque si no el agua lo sien-te y se va. Nuestra vida es agua, el agua le da vida a lo que existe sobre la tierra y todo esto dice que no debemos olvidar lo que somos.

Hoy es el día señalado, las campanas siguen sin descanso llamando para asistir a la fiesta de los xitas, a la fiesta de la lluvia. Ya están en el templo los cargueros, cada uno cumpliendo su misión, los músicos tocan tambores y violines. En el recinto sagrado del fuego está Gosivi, “fogón” donde se guardan las brazas que luego son sacadas con el guaní para ser colocadas en el tontze y quemar el copal que arome la fiesta. Van saliendo las imágenes que son llevadas en nichos sobre los hombros de mazahuas, se echan cohetes que también anuncian la salida, repique de campanas, los cargueros van al frente, también las mujeres de more-nos rostros con sus niños en sus espaldas, llevan el Boximo, otras pequeña campanita que suenan sin cesar, estandartes, pequeñas cruces, adornan también con flores, panes y frutas. Los xori, cantores y resanderos, entonan viejos cantos y oraciones de profundos mensajes que salen de gargantas llenas de fe.

En la parte de atrás de la peregrinación van los xitas, en el espacio espiritual y terrenal, haciendo invocaciones. Con sus danzas, con sus gritos conforman una simbología de naturaleza ritual y sagrada. Trazan con sus danzas el sentido cósmico del ritmo del tiempo pasado-futuro, año-día. En todo este presente la naturaleza agrícola de la vida comunitaria influye poderosamente en esta festividad.

[corpus03]

Por los caminos de las montañas ya descienden las deidades y los hombres de diversos pueblos, para unir sus fuerzas terrenales e invocar a la lluvia y a la fertilidad.

En el cráter del tiempo nació la historia de su pueblo, Niñi Ájanse, San Pedro el Alto, con sus pasos volcánicos renuevan su tradición y salen los xitas en medio de la neblina de su lago, entre los encinos, madroños, ocote, matorrales de pingüicas y zarzales, a lo lejos los mira el cerro de Vero. Inician el descenso en su recorrido; al llegar a los peñascos del Campanario le piden permiso a la montaña para que descanse la peregrinación; ahí renuevan fuerzas y avanzan por las cañadas, con dirección a la cabecera municipal. Por estos caminos de Xeile, los que viven en el cerro del Águila o La Santa Cruz son pocos, pero es muy grande su emoción.

Por los caminos de las montañas don-de sale el Sol, donde están los montes de La Joya y de Bajomuí, vienen los xitas del barrio de Puruahua. Al salir los despiden los ángeles de piedra, que vuelan dentro del templo; los acompaña ahora la Virgen del Perpetuo Socorro. Su nicho lleva azucenas blancas, panes, frutas; hay cantos y copal; la peregrinación avanza por esos caminos que atraviesan profundos barrancos, entre las milpas verdes, rodeadas de cercas de piedra, donde crece el maguey verde, nopales y mueven sus ramas los capulines con sus negros racimos. Por este rumbo está la capilla de las Ánimas, de donde sale otro grupo de xitas o Viejos de Corpus.

Del barrio de Bonshó viene San Miguel Arcángel, guiando entre las nopaleras de tuna bonda a los xitas que saltan y gritan emocionados, e invocan la lluvia; ahí van en medio de tamboras y copal.

Por los gigantes, por esos enormes árboles, mueven sus viejas ramas, vienen corriendo y saltando los Viejos de Corpus de Maro, y ahí viene a todo galope el señor Santiago con sus ofrendas de maíz, y su pueblo, el viejo y la vieja con sus hijos, con sus máscaras temibles, con grandes sombreros de vara de sauce, barbas de ixtle. Entre ellos hay una máscara enigmática de tronco de maguey, con su mirada muy antigua que irradia emoción.

El pueblo otomí de La Magdalena también participa, ahí está la colonia, el centro y la cruz blanca; son bastantes viejos, ahora son más que el año pasado, su alegría y la tambora se oye hasta el paraje La Palma de Nejapa. Ya se dirigen a la iglesia del Señor San Miguel Arcángel con sus cantos “Mi Padre Jesús”. Vienen echando cohetes, se santiguan en la cruz blanca frente a las pinturas de Tzindo y ahí vienen.

[corpus05]

Se oye la tambora, los gritos y la emoción de los Viejos de Ahuacatitlán, guardianes del valle de Temascalcingo-Solís.

Allá asoman los habitantes de la tierra del relámpago y el trueno, los Viejos de Calderas; los acompañan de la montaña ardillas, tlacuaches y tejones que participan en las ceremonias para después ser liberados.

De la rinconada del cerro de La Santa Cruz, vienen bajando los xitas de La Corona por las calles de los fresnos y de los álamos.

Allá entre los árboles de zapote blanco salen los Viejos del cerro de El Calvario, y sus campanas suenan y suenan. Pasan por el árbol del Gigante, mueven sus asustados brazos y se van corriendo por la calle de la capilla de las Ánimas. Sus imágenes lucen collares de maíz reventado; flores y frutas, frescas y olorosas.

Van llegando más grupos, ahí están también los de San Francisco Solís, con sus máscaras que reflejan el secreto del sabino y el talismán de la alcantarilla. Bailan, brincan, se abrazan de la montaña y dirigen su mirada al infinito.

En el cerro Chato y El Chisque bailan y repiten en eco la emoción de los Viejos de El Puente, los Viejos de Yadi; en la ermita arde el copal de la montaña, los ailes, sauces, tepozanes ven correr al río Ndareje que lleva el mensaje de los xitas. Este canto y rezos sagrados van con la imagen de la Virgen de Guadalupe, que han envuelto en un manto blanco bellamente adornado y ceñido con una faja mazahua de figuras de pájaros y corazones.

De todos los caminos, de todos los barrios y pueblos, ya están presentes los xitas en la plaza principal de Temascalcingo, las imágenes y símbolos sagrados se han colocado con gran respeto en la parroquia de San Miguel.

El centro de Temascalcingo se transforma en el centro cósmico de la invocación, sus pasos con la planta de los pies, los repetidos golpes sobre el suelo parecen sacar y reproducir los ruidos interiores de la tierra.

Los mundos mazahua y otomí se encuentra en el espacio sagrado de los xitas con las danzas y música de profundas raíces que entrelazan el tiempo y la historia.

Los invocadores de la lluvia lanzan sus voces de ruego y todo llenan de energía; suenan las sonajas, cascabeles y me-tales de diversos sonidos. En medio de danzas, los brazos y el cuerpo de los Viejos se mueven en de diversas direcciones, van ataviados con extraños trajes de ropa vieja o nueva, representando seres reales o míticos; vestidos de caporales o charros con grandes sombreros de vara de sauce, disfraces de animales y plan-tas, demonios con cuernos de becerro o de cabras, y pintados de rojo; esqueletos que representan la muerte, llenos de vida y bailan; llevan animales vivos o disecados; sacuden ramas de pirú con sus manos. Uno carga una cruz en la que está una lechuza crucificada, con mensajes ocultos y desconocidos, portan diversos objetos que cumplen otro sentido.

[corpus02]

Los ojos de Jmicha (la máscara) permiten mirar nuestro interior y muestra la verdad oculta. La máscara le permite al hombre identificarse con la naturaleza y tratar de dominarla en forma mágica. Todos los xitas traen unas máscaras, las de Xixguaru, de tronco de maguey traídas de lejanos tiempos; otra de madera de colorín o tronco de palma; de ellas cuelgan barbas de ixtle, algunas van pinta-das; las hay de piel, cartón, metal y de otros materiales, que se identifican con el yo interno, diseñadas con gran imaginación.

Continúan las danzas y los recorridos por el centro del poblado; van los Viejos de puesto en puesto bailando y les obsequian frutas y dulces que reúnen en una canasta. Sus movimientos asombran, asustan o hacen reír, y al son de la música siguen los jarabes de Neme yo xita, la gente les dice: pidan la lluvia, pidan la lluvia…

Los xitas, en esta ceremonia, reviven épocas históricas donde se fusionaron dos culturas diametralmente opuestas; la tradición europea caracterizada por su apego al cristianismo, y la nativa, fundamentada en símbolos mágicos. Así, a través de las danzas de los xitas, con sus ritos e invocaciones se logra la cohesión del grupo; danzantes y espectadores se integran a una actividad comunitaria donde se mezcla lo religioso con lo profano, lo real con lo fantástico y simbólico; todo lo cual permite liberar impulsos reprimidos o latentes. Es una catarsis de las tensiones que afligen o angustian a los participantes.

La cabecera municipal de Temascalcingo se transforma en un universo pletórico de misterio, de máscaras que irradian la supervivencia de mitos milenarios de antiguas tradiciones.

Dentro de los ritos que se celebran este día, está la celebración de una misa, la procesión con las imágenes; las autoridades religiosas de los diversos pueblos y barrios se reúnen en el atrio, se va integrando la procesión, cada pueblo lleva su imagen al frente bellamente adornada con verdes matas de maíz, flores, frutas y panes; mayordomos y fiscales, todos los cargueros entonan cantos y alabanzas: con la dirección de los Xorí; se esparce copal, suenan pequeñas campañas, los mayordomos portan el Boximo, palanganas con flores y ceras y un bastón, símbolo de mando; los acompaña la música, mujeres que entonan cantos y amamantan a sus hijos, hay ceras encendidas, estandartes y ancianos que llevan sus sombreros en la mano; el párroco lleva una custodia que va colocando en los altares que se han puesto en trayecto del recorrido y realiza ritos cristianos propios de la fiesta. En la procesión los acompañan niños y niñas vestidos con la indumentaria tradicional, les llaman “los inditos”, cargan huacales, portan palanganas que contienen pétalos de flores que esparcen en el trayecto de la procesión, para hacer el recorrido por las calles aledañas a la parroquia.

[corpus06]

Todos los santos tienen una relación con los elementos de la naturaleza (agua, fuego, viento, tierra. Sol, Luna) que intervienen para la fertilidad de la tierra. Las comunidades sienten la obligación de cumplir con las ceremonias religiosas, como la del Jueves de Corpus.

Una vez concluido el recorrido, se hace la entrada en el templo y vuelven a colocar las imágenes cerca del altar, con todo respeto se les santigua con humo de oloroso copal.

En el atrio de la iglesia, bajo antiguos y legendarios fresnos, eucaliptos y olivos, se reúnen los cargueros para dar de comer a los xitas, se sientan en los prados y antes de tomar la comida, uno de los cargueros ofrece comida al Mejomui, Señor de la Tierra: una porción de tortilla de maíz se coloca sobre la tierra con respeto y reverencia; se les invita a los xitas tomen sus sagrados alimentos, se les sirve en un plato de barro arroz, mole con carne de guajolote o pollo, frijoles, salsa verde, chiles y van sacando tortillas de una servilleta que se encuentra dentro de un chiquihuite; se acompaña la comida con agua natural, refresco o pulque. Una vez que han terminado de comer, agradecen y vuelven a colocarse sus máscaras, los grupos de xitas continúan danzando por diversas calles de la población.

Ya entrada la tarde, todos los cargueros se organizan y se despiden del Señor de la Coronación, esparcen copal, todas las imágenes presentes empiezan a regresar a sus comunidades por los diversos caminos, que como venas los llevan al corazón de la montaña. Los caminos se reconstruyen con su fe remota y renovada, con la fuerza y energía de su invocación. Y van ascendiendo por la montaña entre la luz y la sombra de los árboles donde cantan libres las aves que anuncian su retorno.

Han llegado a su pueblo, los reciben con respeto y alegría, los ojos de los ancianos se llenan de emoción y lágrimas, ellos saben que la invocación de los xitas ahuyentará el hambre y habrá maíz para comer; que caerán los lluvias, para que de la tierra siga brotando la vida, el alimento y el amor. Repican las campanas, las mujeres atizan apresuradas para pre-parar alimentos, los perros corren azorados, ladran y emocionan; siguen tocando las campanas, se lanzan cohetes; han llegado los Viejos de Corpus danzando y gritando siguen invocando. Las imágenes hacen su entrada en el templo y ocupan su sitio, reciben el respeto de los fiscales y mayordomos quienes esparcen copal a los cuatro vientos, la música envuelve con nostalgia las plegarias de la tarde.

Los xitas con sus máscaras eternas petrifican el instante humano, con su fe y energía en silencio transmiten sus mensajes en un lenguaje sin tiempo y en un espacio que libera.

Los Viejos siguen danzando dentro del templo y después salen al atrio donde continúan con sus invocaciones, gritos y torean el pequeño toro de madera forrado de cuero que carga un hombre, quien con gran habilidad lo mueve para embestir, y todos los Viejos pasan a torearlo queriéndolo lazar; lo mismo hace el más pequeño de los xitas y sigue la Vieja. El más viejo es embestido por los cuernos del toro y muere, esto conmueve a todos y en medio de lloriqueos lo llevan a sepultar; doblan campanas y en el momento de darle sepultura, el viejo recobra la vida y continúan los jarabes, la música, hay alegría en todos.

Los xitas siguen danzando, las sombras de las montañas anuncian la llegada de la noche; las campanas tocan la despedida de los xitas, realizan una ceremonia en el atrio o dentro de la iglesia, o como la del puente en la ermita ubicada en las márgenes del río Ndareje.

Los xitas en medio de lamentaciones forman dos filas y se abrazan inclinando la cabeza en dos movimientos, en dirección del hombro izquierdo y del derecho. Se piden disculpas, se reafirma el compromiso de no dejar la tradición y cumplirla, de seguir con la costumbre que dejaron los abuelos. Se despiden de los mayordomos, fiscales, cargueros y santos. Las brasas del copal siguen ardiendo, siguen vivas.

Los xitas, con su energía, se han librado de la tristeza y el dolor, han dado sus mensajes a la naturaleza a las fuerzas divinas, han cumplido con su manda. Las montañas los cubren con la cobija de la noche.

Ya en lo alto del cielo en silencio se reúnen las nubes para danzar fértiles movimientos de lluvia.

Indigenas y demás “primitivos”

Indigenas y demás “primitivos”

Relacionado con lo que se ha dicho, aquí pongo un extracto de un
artículo aparecido en la revista “The Ecologist”.
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Fecha de publicación: 1-1-2003
Revista: The Ecologist para España y Latinoamérica
Autor: Pedro Burruezo

” Cada vez que me invitan a dar una charla en algún centro rural,
universitario o vecinal, se repiten los mismos esquemas. Hablo sobre
los paradigmas de la sociedad excedentaria, sus desastres, y abogo
por la austeridad eco-nómica, la Tradición, lo vernáculo, la escala
humana, el pasado… Y algunos me tildan de idealista.
Desgraciadamente, el Sistema se ha encargado muy bien de que muchas
de las personas que así me tildan tengan pocos o nulos conocimientos
sobre Historia, antropología, etología, etnología… La visión que
ellos tienen del mundo natural, de nuestros ancestros y de culturas
no tecnocientíficas, lastimosamente, muy poco tiene que ver con un
estudio profundo y vivencial.
Ellos no tienen la culpa, no obstante, de que sus opiniones sean
producto inequívoco de siglos y siglos de estado de sitio mental
ordenado por una sociedad, la tecnocapitalista, que, partiendo del
antropocentrismo, del darwinismo, del mecanicismo y del
cartesianismo, ha esgrimido absurdos y reduccionistas embustes sobre
todos aquellos modos de vida que no son el postindustrial. De esta
forma, y con la utilización de las armas, el “homo tecnologicus” ha
conseguido perpetuarse en el poder y zafarse de los sectores
críticos (…)

¿VIVIMOS MEJOR?
Una de las grandes mentiras de nuestra era es la interesada
confusión que se da entre esperanza de vida y salud.

La industria nos dice de forma machacona a través de los mass media
que hoy se vive más años que en la Antigüedad. Pero es falso. Y, lo
que es más grave, los años que se viven hoy se viven peor. La
tecnoindustria, cuando habla del pasado, se refiere a la Edad Media
en Occidente, un agujero negro en la historia de la Humanidad. El
pésimo reparto de la riqueza (y, por consiguiente, una ciudadanía
desnutrida), la construcción de protociudades sin alcantarillados y
la ignorancia generalizada eran pasto de epidemias de todo tipo y de
un alto grado de mortalidad entre todos los sectores de la
población.
En la actualidad, las mejores condiciones higiénicas han conllevado
algunos éxitos contra algunas enfermedades infecciosas, pero la
decadencia social, el estrés continuado, la vida sedentaria, el
tabaco y el alcohol, la vida erigida sólo a partir de lo material,
la mala alimentación, (…), el uso y abuso de antibióticos (…),
la polución medioambiental, (…)las pandemias como el sida o el
cáncer, la ingente cantidad de enfermedades mentales, el desorden
espiritual de nuestra época, las disparadas tasas de enfermedades
degenerativas, … están conduciendo a una situación insostenible.

Los especialistas ven, no obstante, cada vez más claro. Para el
doctor Pedro Ródenas, “las nuevas generaciones están falleciendo a
edades más tempranas (infartos, tumores malignos) y se están
multiplicando y adelantando en el tiempo las patologías
degenerativas y crónicas que comportan un importante deterioro de la
calidad de vida (diabetes, asma, cáncer, Alzheimer) (1). (…)
Aunque el individuo no llegue a ser del todo consciente de este
aumento, pues suele aceptar el hecho de estar enfermo como algo
inevitable aunque desagradable, los expertos sí ven con preocupación
cada vez mayor que esta situación está dando lugar a una serie de
problemas importantes. Algunos hablan ya de un deterioro
catastrófico de la salud de los pueblos civilizados” (2).

SALUD EN LA EDAD DE PIEDRA
Si echamos un vistazo a la antropología más comprometida,
descubriremos una parte del pastel que, muy interesadamente, ha sido
velada hasta ahora a la opinión pública.
La realidad de las eras primitivas, de toda la franja paleolítica,
la realidad de nuestros antepasados recolectores-cazadores es que,
como dice John Zerzan (que también cita a otros autores), “el fin de
la vida de recolección y caza trajo una merma de la talla, la
estatura y la robustez del esqueleto (Cohen y Armalagos, 1981;
Harris y Ross, 1981), la caída de los dientes, deficiencias
nutritivas y la mayoría de las enfermedades infecciosas (Larsen
1982, Buikstra 1976 a, Cohen 1981)” (3).
Para los citados Cohen y Armalagos, y también, por supuesto, para
Zerzan y para otros muchos antropólogos y estudiosos, “considerada
en conjunto, la llegada de la agricultura supuso un declive general
de la calidad y probablemente de la duración de la vida humana”. Lo
mismo ocurre con la sociedad tecnoindustrial, que ha significado un
paso más hacia la decadencia física y moral de nuestra especie. El
doctor Liverlees ha escrito: “Estamos siendo testigos de la
decadencia del ser humano, la decadencia de su dentadura, sus
arterias, sus entrañas y sus articulaciones, en una escala colosal y
sin precedentes”.

¿O LA CIENCIA O EL DESASTRE?
En las charlas citadas, suelo exponer los once paradigmas que
asentaron la economía excedentaria y que la perpetúan. Uno de ellos,
precisamente, hace referencia a la economía neoliberal.

El axioma podría resumirse así: “No hay elección: o la economía
neoliberal o el mundo salvaje, la miseria, la enfermedad, la
desnutrición y la muerte”.
Todo esto es una de las calumnias y de las falacias más
inverosímiles con que Occidente se ha estado autoengañando desde que
Colón dio el pistoletazo de salida de un proceso devastador de
destrucción y de clonación cultural a escala planetaria.

Para ver la soberana cara de la verdad, vuelvo a citar a Zerzan
porque sus escritos son, en este sentido, emblemáticos: “Los isleños
andaman, al este de Tailandia, no tienen líderes, ni
representaciones simbólicas, ni animales domesticados. También
desconocen la agresión, la violencia y la enfermedad; sus heridas
curan sorprendentemente rápido y su vista y su oído son
especialmente agudos. Se dice que han decaído desde la intrusión
europea a mediados del siglo xix, pero muestran otras
características físicas notables como su inmunidad natural a la
malaria; además, su piel es lo suficientemente elástica como para
que desaparezcan las marcas que deja el parto y las arrugas que
nosotros asociamos a la edad”.

Diversos antropólogos, con De Vries (4) a la cabeza, han sentenciado
que la ausencia de enfermedades degenerativas, la carencia de
patologías mentales, el parto sin dolor… eran la realidad
cotidiana de nuestros antepasados, el australopitecus, el Homo
habilis, el Homo ergaster, el Homo erectus, el Homo antecessor y el
Homo neanderthalensis.
El nunca lo suficientemente bien ponderado Jerry Mander (5) cita a
Sahlins: “Casi universalmente partidarios de la tesis de que en el
Paleolítico la existencia era dura, nuestros libros de texto se
esfuerzan en transmitir una idea de fatalidad inminente, que nos
hace preguntarnos no sólo cómo podían vivir los cazadores, sino, en
realidad, si aquello era vida”. Para Sahlins, nuestro léxico está
cargado de maquiavélicas expresiones que señalan al Paleolítico como
un mundo que, por natural, resultaba depravado: “mera economía de
subsistencia”, “ocio limitado”…
Manuel Seara dice: “Los neandertales fueron cazadores y
recolectores, nómadas que llevaron una vida muy dura y arriesgada”
(6). ¿No es una visión parcial la de Seara? Mander señala
que “Sahlins considera estas actitudes `el primer prejuicio
claramente neolítico’ creado deliberadamente para definir la
relación del cazador con la tierra y los recursos de la forma `más
compatible con la misión histórica de arrebatárselos'”.

Efectivamente, la sociedad excedentaria es la economía de los
recursos y del mercado. Para robarlos, necesita desarraigar a las
poblaciones vernáculas de sus tierras y crear un caldo de cultivo
favorable entre la ciudadanía democrática que legitime esa
expoliación: creando prejuicios, desprestigiando al “otro”,
reinterpretando la Historia (¿quién la escribe, sino los
vencedores?)…
Pero la verdad sobre el tipo de vida Paleolítico, representado en
tiempos recientes, por ejemplo, por los cazadores de Tierra de
Arnhem Occidental (Australia), lo expresa muy bien el citado Jerry
Mander: “No les gusta la dieta monótona. Trabajan para conseguir una
amplia variedad de alimentos muy por encima de la cantidad
suficiente. Según los investigadores McCarthy y McArthur, el consumo
dietético de los cazadores era (años sesenta, fecha de los estudios
citados) adecuado según los criterios actuales del Consejo Nacional
de Investigación de América. En varias comunidades aborígenes el
consumo superaba las 2.130 calorías, lo que supone un nivel de
nutrición mejor del que disfruta el 15% de la población
estadounidense”.
Pero la contaminación “acultural” occidental conlleva pérdidas (…)
y la salud de sus integrantes se deteriora en la medida en que
adoptan fórmulas existenciales civilizatorias y, en especial, la
típica dieta occidental (7).

MEDIO AMBIENTE
Es absolutamente aberrante comprobar de qué forma, en contra de
todas las evidencias, la tecnoindustria médica sigue hablando de
factores genéticos de riesgo, cuando, hablando de enfermedades, mira
hacia otro lado ante la infinidad de datos que muestran una relación
clarísima entre la degradación medioambiental y social y las
enfermedades de la civilización. (…)

La salud y el tipo de vida de nuestros antepasados, los recolectores-
cazadores, no tenían nada que ver con la sinrazón occidental. Sirvan
como ejemplos los relatos de aquellos exploradores de los siglos
xviii, xix y principios del xx que, en sus viajes a zonas
inexploradas, encontraban poblaciones que vivían en zonas
tropicales.
Miquel Izar, en su libro El rechazo de la civilización, nos habla,
en sus razonamientos contra la conquista de América, de las formas
de vida de los nativos y de lo que descubrieron los conquistadores,
que poco tiene que ver con el adoctrinamiento oficial. Pierre Loti
conoció la vida paradisiaca en Polinesia. Bruce Chatwin está bien
documentado sobre aborígenes australianos.

Siempre se repiten los mismos esquemas: ausencia de líderes, equidad
hombre-mujer, propiedad consuetudinaria, economía recolectora,
control poblacional, conservación de los recursos, espiritualidad
cósmica, animismo-hilozoismo, vida familiar (una familia que
transgrede el grupo mononuclear contemporáneo), alimentación
orgánica y local (silvestre en su mayoría, la mejor, la más vital),
salud natural, mucho tiempo para el ocio, una vida entregada a los
placeres ajenos al encorsetamiento judeocatólico, una agua nítida,
un aire limpio. Estas son las verdaderas razones de la
inquebrantable salud de aquellos grupos. Y una más. La vida en
armonía con la Naturaleza procuraba a nuestros antepasados un
conocimiento perfecto de su propio cuerpo. El “homo tecnologicus”
vive completamente alejado de su organismo.

CONTRACEPCIÓN NATURAL
(…)
Para Zerzan, “un fenómeno intrigante de los recolectores-cazadores
es su capacidad para prevenir el embarazo sin utilizar métodos
anticonceptivos (Silberbauer, 1981). Se han barajado y descartado
diversas hipótesis; por ejemplo, la relación entre la concepción y
los niveles de grasa corporal (Frisch, 1974; Leibowitz, 1986).

Una explicación plausible sería que los pueblos no domesticados se
encuentran más íntimamente conectados con su físico. Las mujeres
forrajeras no tienen los sentidos aletargados y sus procesos no son
algo ajeno a ellas; probablemente, no resulte ningún misterio el
control sobre la natalidad para aquéllas cuyos cuerpos no son unos
objetos extraños sobre los que actuar”.
En el extremo opuesto, uno de cada cuatro niños que esta temporada
ha empezado la educación primaria en Dinamarca procede de la
fecundación artificial, un porcentaje muy alto, debido, sobre todo,
a los disruptores hormonales químicos y otras formas de
contaminación con disfunciones endocrinas (10). Con su divorcio del
mundo natural, el hombre contemporáneo “ha ido bloqueando sus
instintos y, con ello, el valioso canal de información que
constituía la estrecha interrelación que en otro tiempo existía
entre su consciente y su inconsciente” (11).

¿DE QUÉ SOLUCIONES HABLAN?
Inder Verma, profesor investigador del Laboratorio de Genética del
Instituto Salk, ha dicho: “El mejor legado del Proyecto Genoma
Humano es que ha estimulado la imaginación acerca de la biología. En
los próximos 30 o 40 años nos habremos librado de la mayoría de las
enfermedades y podremos preguntarnos las grandes cuestiones acerca
de la naturaleza humana” (12).

Estas declaraciones forman parte de una cuidada estrategia global de
la economía excedentaria para sustituir a los antiguos brujos de las
tribus neolíticas (…), para crear una nueva santurronería: la
tecnológica. El Sistema nos dice: “No os preocupéis. Tenemos
soluciones técnicas para todos los problemas. En el futuro, las
enfermedades desaparecerán y la vida artificial romperá los límites
de la dictadura de las leyes naturales”.

También todo esto es mentira. Como hemos visto, las nuevas
enfermedades no dejan de aparecer, las tasas de cáncer se disparan
y, como muy bien ha dicho Goldsmith, “no existen soluciones
tecnológicas para los grandes problemas que hoy asuelan a la
Humanidad” (13).

REINCORPORACIÓN AL MUNDO NATURAL
Quiero incluir las palabras del Llamamiento fundamental a la
conciencia. Los Haudenosaunee (nativos iroqueses) se dirigen al
mundo occidental (14): “El aire es tóxico. Las aguas están
envenenadas. Los árboles agonizan. Los animales desaparecen. Creemos
que hasta los sistemas climáticos están cambiando. Nuestras antiguas
enseñanzas nos advirtieron de que estas cosas ocurrirían si el
hombre alteraba las leyes naturales. Cuando desaparezca la última
forma natural de vida, desaparecerá con ella toda esperanza de
supervivencia humana. Y nuestra forma de vida está desapareciendo
rápidamente, víctima de los procesos destructores”.

Durante el Paleolítico y, actualmente, en las religiones
tradicionales y en la cosmovisión indígena, el ser humano jamás
ocupó el lugar que el hombre tecnológico hoy se ha arogado para sí.
Nuestros antepasados vivieron durante, como mínimo, dos millones y
medio de años en una armonía absoluta con el medio. No existe
ninguna solución a medias para la salud de nuestra especie, ni
mental ni fisiológica. Si queremos conocer la salud de hierro de la
que disfrutaron nuestros ancestros deberemos, para nuestro bien y
para el de toda la ecosfera, reincoporarnos al mundo natural sin
límites y sin condiciones.

No podemos esperar que las ideas de sostenibilidad surgidas de las
democracias occidentales puedan solucionar los problemas. (…)¿Cómo
podemos concebir una sociedad que goce de salud mental y fisiológica
si nuestro aire es pútrido; si nuestras aguas tienen cientos de
restos químicos; si no hemos sido diseñados por cientos de miles de
años de evolución para vivir en megalópolis-cárceles?

Llegados a este punto de la conferencia, siempre surge una voz
extasiada: “¿Debemos volver a las cavernas?”.
No parece conveniente, al menos de golpe. Como hemos visto, parece
innegable que los grandes problemas que hoy nos asuelan empezaron
con la agricultura y con el divorcio del hombre de su medio. Los
primeros pasos hacia atrás tienen que ser, pues, a través de la
agricultura y de la sociedad relocalizada y de escala humana.. Hay
que volver a la primera agricultura (la orgánica) y la sociedad
rural para luego dar otro paso y retomar la senda cósmica de la
libertad sin condiciones.

AL MARGEN DEL SISTEMA
En cuanto a las soluciones particulares, vivir lo más al margen del
Sistema, lo más lejos que nos permitan nuestras posibilidades,
parece una opción adecuada.
Ello significa, también, una dieta ética y sana(…). Además, una
conducta ética para con los demás y con el medio y, por supuesto,
una espiritualidad en paz.

Entre mis compadres gitanos del barrio de Hostafranchs, en
Barcelona, se ha llevado a cabo recientemente un estudio de salud.
David Laguna Arias ha escrito: “Existe una reticencia para acudir al
médico, pues se cree que, necesariamente, éste va a diagnosticar una
enfermedad durante la visita. Por eso, los kalós atribuyen a los
payos mayor riesgo de enfermedad”.
Parece una superstición, pero es cierto. Una enorme cantidad de
problemas que tienen que ver con la salud están directamente
relacionados con errores yatrogénicos (efectos secundarios de la
medicación).
De hecho, una gran parte de la nómina de ecologistas actuales se ha
adentrado en el mundo activista por padecer patologías causadas
directamente por la yatrogénesis o la contaminación y para los que
el sistema sanitario convencional no tenía solución. Por ello, y en
lo referente a la salud y las soluciones personales, como asegura
el “primo” Nicolás, Nicolás Jiménez, gitano y ensayista, acerca de
la cosmovisión kaló (que coincide, en este caso, con la cosmovisión
de nuestros antepasados recolectores), hay que recuperar el amor por
lo esencial: “La biofilia o el amor a la vida es uno de los ejes
estructuradores de la cultura romaní” (15).

AMOR A LA VIDA
Nuestra sociedad necesita (…) recuperar el amor a la vida. La
salud de las mujeres gitanas no se mide por su buen aspecto físico,
algo que es posible enmascarar, sino por su fertilidad. ¿Qué se
puede esperar de una sociedad que desprecia a los niños?

¿Qué se puede esperar de una sociedad en la que los doctores
reciben “un promedio de tres kilogramos semanales de publicidad de
la industria farmacéutica”? (16). Esta aseveración data de 1976,
cuando Dupuy y Karsenty publicaron La invasión farmacéutica.(…)
¿Qué decir cuando muchos fármacos son ineficaces, y aun así se
venden, se anuncian, se consumen, se recetan?”. Es más rentable un
mundo enfermo.(…).
Nuestra sociedad necesita, si quiere estar sana, apostar por una
vida libre, en armonía con el medio, con un medio limpio y puro,
aunque ello conlleve cambios drásticos en los procesos de producción
y de economía. (…) Richard Smith, director del British Medical
Journal, ha reconocido: “Los laboratorios, por imposiciones del
mercado, gastan mucho dinero en productos que aportan muy poco a los
ricos, pero no logran producir ningún nuevo fármaco para las
enfermedades de los pobres” (17).

CON-CIENCIA ALTERADA
Para Thomas Berry, “la era industrial es un periodo de arrobamiento
tecnológico, un estado de conciencia alterada, una fijación mental
que puede explicar que hayamos llegado a destrozar nuestro aire,
nuestra agua y nuestro suelo y a dañar gravemente todo nuestro
sistema vital básico” (18).

Eso sin contar las agresiones a lo sagrado: para la sociedad
tecnológica, los seres vivos (incluyendo el ser humano) son sólo un
conjunto de relaciones químicas y hormonales. Estas agresiones a la
espiritualidad tienen, también, innegables consecuencias en nuestra
salud. Leyendo el Tao de Lao Tsu, uno comprende cuán pequeño es el
conocimiento humano al lado de esa sabiduría infinita de que hablan
los pueblos tradicionales al referirse a los poderes cósmicos.
Cuando Lao Tsu rememora la sapiencia de los antiguos seguidores del
Tao, nos está hablando de las poblaciones primitivas que habitaban
el mundo mucho antes de la aparición de la agricultura.

Los datos sobre las formas de vida, inteligencia, ética y estética
sobre aquellos pueblos han sido claramente manipulados por la
economía excedentaria. Ustedes dirán: “Si aquellos humanos eran tan
inteligentes y tan sanos, ¿por qué la agricultura, la tecnología y
la sociedad de masas tardó tantos cientos de miles de años en
aparecer?”.
Pero, ¿no creen que sería preciso formular la pregunta al revés? Si
aquellos hombres y mujeres vivieron conforme a las leyes naturales
durante varios cientos de miles de años, unos dos millones y medio
de primaveras, ¿qué error, hace sólo unos quince mil años, les
condujo hasta aquí?.
Reintegrarnos al mundo natural tiene que ser una prioridad absoluta
para nuestra especie. Y, ¿de quién debemos aprender, en quién
podemos inspirarnos? En los sanos hombres del Paleolítico y en los
actuales pueblos no domesticados, así como en aquellos colectivos
vernáculos que siguen viviendo en pos de la Tradición.

Los indios guaraníes, cumpliendo con los sueños de sus lejanos
ancestros, han dejado sus lugares de origen, ya que la sociedad
tecnológica lo estaba invadiendo todo. Ellos dicen que “su cultura
continuará y que van a enseñar al hombre blanco los valores
esenciales que ha perdido y cómo curarse física y espiritualmente”
(19).
Reincorporarnos al mundo natural no puede ser algo racional, mental,
frío. Tiene que ser una conmoción, una entrega absoluta. Como señala
Goldsmith, “la ecología que necesitamos no es la ecología que supone
ver la ecosfera de la que dependemos para nuestra supervivencia con
distancia y desapego científico. No salvaremos nuestro planeta (ni,
por supuesto `nuestra salud’) con una decisión consciente, racional
y carente de emociones ni con la firma de un contrato ecológico con
él en base a un análisis de costos y beneficios. Se necesita un
compromiso moral y emocional”.

(…)Recuperar la salud significa, inexorablemente, escuchar el
latido de la Ley Natural que está atronando en nuestros oídos, a
pesar de nuestra demencial sordera.

Pedro Burruezo es redactor jefe de The Ecologist

Notas
1. Ródenas, Pedro. El médico naturista opina. Océano Ámbar. 2000.
2. Bruker, M. O. La salud por la alimentación. Integral. 1992.
3. Zerzam, John. Futuro primitivo. Numa. 2001.
4. De Vries. Primitive Man and his food. Chicago. 1952.
5. Mander, Jerry. En ausencia de lo sagrado. José J. de Olañeta.
1996.
6. Seara, Manuel. El origen del hombre. Anaya. 1999.
7. Goldsmith, Edward. El Tao de la ecología. Icaria Editorial. 1999.
8. VV.AA. Perspectivas del medio ambiente mundial, GE0. Ediciones
Mundi-Prensa. 2002.
9. Dröscher, Vitus B. ¡Aprendamos de los animales! Flor del Viento
Ediciones. 1996.
10. Olea, N. Conferencia sobre disruptores endocrinos en Amayuelas
de Abajo. Otro mundo es posible. 2002.
11. De la Rosa, Raúl. Medicina del hábitat. Terapión. 1994.
12. Declaraciónes a El País, 15-IX-2002.
13. Goldsmith, Edward. Encuentro interreligioso por una visión
ecológica del mundo. BioCultura BCN. Mayo 2002.
14. Reunión en Naciones Unidas sobre Pueblos Indígenas. 1977.
15. Jiménez, Nicolás. Retrato socio-antropológico del pueblo rom. I
Tchatchipen. Nº 38.
16. Dupuy, J.P.; Karsenty, S. La invasión farmacéutica. Editorial
Euros. 1976.
17. Declaraciones a El País. 1-X-2002.
18. Berry, Thomas. The Dream of the Earth. Sierra Club Books. San
Francisco. 1990.
19. Miowa, Yara. Declaraciones a La Vanguardia. 11-X-2002. Miowa es
licenciada en Antropología Religiosa por la Sorbona y autora de
Kurahycorá (Urano. 2002).
20. Maier, Richard. Comportamiento animal. McGraw Hill. 2001.

Notas sueltas sobre la espiritualidad indigena

La gente olvida con facilidad que el  chamanismo  viene de un  pueblo,  tiene una sangre que late, tiene una carne que se mueve y huesos que a veces se rompen.
El chamanismo  sobrevivira mientras sobrevivan  los pueblos indigenas, pero  no gracias a los que dan  cursos ni  a los que se presentan como grandes lideres, sacerdotes o  guias pero  que nunca han levantado  su mano  para ayudar  o vivir junto  con el indigena.
Nunca falta quien diga y llegue con alguien que es curandero  o medico  tradicional  y le diga: Quiero  ser chaman….
Cuanto  es?.

Lo que no  entienden es que no  es algo  que se compra porque no  se compra la sangre derramada. No se compra la fuerza de aquellos que han sostenido una tradicion en medio  de vejaciones y el  estar  siempre en  constante via de extincion.
Los indigenas llevan  500  años viviendo  asi  y sin necesidad de aprendices “urbanos” “de pago  y me voy”. Si se quiere conocer el  chamanismo es necesario  no  solo  conocerlo.
Se necesita conocer a los  pueblos donde existe. Y de un modo  u otro  ser parte de ellos.
No hay mucho  de donde escoger.
Compartir las heridas de donde se derrama la sangre o poner las manos para cerrar las heridas.
Llevan  500 años sobreviviendo  sin los “aprendices” que se interesan solo por los ritos y no por ellos. Viviran  otros 500 años sin necesidad de tenerlos a ellos.

Una cultura desconocida

El descubrimiento de América aún no concluye. Tal es la idea básica de Carlos Montemayor en Los pueblos indios de México hoy, editado por Planeta este año.

Aunque el encuentro geográfico se realizó; aunque se descubrió una nueva hidrografía, flora y fauna, “La cultura de la población original de estas tierras sigue siendo desconocida, sigue aún sin ser descubierta. Incluso se le sigue llamando a esta población con un nombre equivocado: los indios”, llamados así por una falsa creencia europea del siglo XV, que sólo reconoció la existencia de Europa, Asia y el Norte de África.

“Los mayas establecieron un calendario más exacto que el usado por la población mundial en el siglo XXI”, a pesar de las condiciones de neblina en que lo realizaron, lo que supone una técnica avanzada, además de muchas generaciones de científicos para lograr esa exactitud en los cálculos.

Otro rasgo notable es la evolución y cultivo de la escritura, además de la abundancia de lenguas “más de doscientas al arribo de los españoles; apenas sesenta, al iniciarse el siglo XXI”, refiere el también autor de Arte y plegaria en las lenguas indígenas de México. La conquista se ensañó especialmente con ellas, a través de la destrucción material de libros, la imposición del alfabeto latino para escribir en sus lenguas, incluso con la eliminación física y cultural de los intelectuales.

Fray Diego de Landa fue un verdadero inquisidor que organizó la mayor quema de libros indígenas, junto a los mismos cadáveres de intelectuales mayas, no sin antes mencionar que “Escribían sus libros en una hoja larga doblada con pliegues que se venían a cerrar todos entre dos tablas que se hacían muy galanas, y que escribían de una parte y de otra a columnas, según los pliegues; y que este papel lo hacían de las raíces de un árbol y que les daban un lustre blanco en que se podía escribir bien”…

Los nahuas, los mixtecos y los zapotecos contaban también con libros en piel de venado con distintos formatos.

Pero no solo los conquistadores españoles atentaron en contra de la cultura indígena; en el siglo XX el gobierno mexicano aplicó programas de alfabetización que con “la castellanización se propuso desaparecer las lenguas indígenas por considerarlas una barrera para la unificación nacional.”

También se prohibió a los pueblos indios cultivar su propia música, su danza y su teatro.

Montemayor, quien ha traducido al español a clásicos griegos, cuestiona: “¿Por qué los fenicios, cartegineses y romanos fueron más objetivos al enfrentarse con los pueblos bárbaros ibéricos, galos y sajones que los europeos de los siglos XV y XVI que se enfrentaron con los grandes y civilizados pueblos del continente americano? Quizás los fenicios y los romanos se hallaron más libres de fanatismo religioso. Acaso lo fenicios y los romanos actuaron con menos codicia que los europeos del siglo XVI.”

Como aquellos, hace notar el autor de Chiapas, la rebelión indígena de México, “Algunos mexicanos del siglo XXI aún no están seguros de si estos pueblos son libres y si deben tener dominio sobre sus bienes. Tampoco están muy seguros de la racionalidad de los indios ni de su capacidad de desarrollo.”

Los intelectuales de la independencia y, por lo mismo, de la nacionalidad mexicana, reivindicaron al pasado prehispánico, al indio puro, pero continuaron discriminando a los “indios de carne y sangre.”

Guillermo Bonfil Batalla en su clásico México profundo. Una civilización negada (CNCA–Grijalbo, 1990), es una referencia obligada aquí: “Los grandes monumentos arqueológicos sirven como símbolo nacional. Hay un orgullo circunstancial por un pasado que de alguna manera se asume glorioso, pero se vive como cosa muerta, asunto de especialistas o imán irresistible para atraer turismo. Y, sobre todo, se presume como algo ajeno, que ocurrió antes aquí, en el mismo sitio donde hoy estamos nosotros, los mexicanos. El único nexo se finca en el hecho de ocupar el mismo territorio en distintas épocas, ellos y nosotros. No se reconoce una vinculación histórica, una continuidad. Se piensa que aquello murió asesinado o redimido en el momento de la invasión europea. Sólo quedarían ruinas, una en piedra y otra vivientes. Ese pasado lo aceptamos y lo utilizamos como pasado del territorio, pero nunca a fondo como nuestro pasado: son los indios, lo indio.”

Tal vez los enemigos más radicales de los indígenas mexicanos han sido los liberales del siglo XIX (con Juárez, Lerdo y Díaz a la cabeza). “El liberalismo mexicano destruyó más comunidades en un siglo de las que la colonia destruyó a lo largo de trescientos años.”

Pero eso no significa que en el siglo XX no se haya despreciado y reprimido a los indígenas. Cómo olvidar que el gobierno de Salinas llamó “monolingües” a los integrantes del EZLN. “Como si la condición de indígena «monolingüe» fuera sinónimo de primitivismo y violencia —afirma el autor de Arte y plegaria del cuento indígena—, como si se olvidara que la mayor parte de lo mexicanos son monolingües que sólo hablan español, no el tzeltal, el tzolzil o el mixteco, que además de su lengua materna hablan el castellano y a menudo otras lenguas de la región.”

Durante el siglo XX se pretendió una vez más desaparecer a los indígenas mexicanos, sobre todo con la castellanización. “En 1947 supusimos que la lengua española desempañaba una función de unificación o de cohesión. No fue así. La lengua española había jugado entre las lenguas vernáculas un papel de imposición; después de lengua de trabajo y aún el de instrumento de autodefensa. Las castellanización había sido una forma de destrucción cultural. Había provocado procesos de sometimiento social o de discriminación no muy diferentes de lo que en Estados Unidos ocurren con la lengua inglesa y la española.”

En algunas zonas del país, por ejemplo, a principios del siglo XXI, las familias no quieren que los hijos sigan hablando la lengua indígena; quieren que aprendan español por que sienten que así estarán mejor preparados para sobrevivir. En Estados Unidos, también a principios del siglo XXI, por la misma razón, las familias no quieren que sus hijos hablen español. En México algunos se avergüenzan de hablar lengua indígena. Muchas familias se avergüenzan de hablar español en Estados Unidos. Hay comunidades zapotecas en la ciudad de Los Ángeles que solamente hablan zapoteco e inglés, no zapoteco, español e inglés. Su lengua materna es el zapoteco y se ha desplazado su lengua de trabajo del español al inglés.”

Liberales del siglo XIX como José María Luis Mora y Emilio Rabasa (padre del último negociador zedillista con el EZLN) proclamaron la igualdad como un principio inamovible para la nación. Esta “igualdad” sólo sirvió para negar la existencia de los pueblos indígenas y desconocerlos como sujetos de derecho.”

Neoliberales del siglo XX como Ernesto Zedillo negaron una vez más la autonomía de los pueblos indios de México con el argumento de la “balcanización”, la desaparición misma de la nación. El mismo gobierno colonial estableció una “audiencia” y medidas protectoras para estos pueblos. Durante el siglo XIX el gobierno de Jalisco, por ejemplo, dio un reconocimiento jurídico a los indios. El mismo gobierno neoliberal de Salinas suscribió en 1990 un convenio internacional (el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo) que reconoció la personalidad jurídica de los pueblos indígenas y que lo obligaba a reformar la Constitución de acuerdo con estas disposiciones. El mismo gobierno de Zedillo firmó en 1996 los Acuerdos de San Andrés, donde reconoció el derecho a la autonomía de los pueblos indígenas; solo que nunca los cumplió, deshonrando su propia firma.

“Durante quinientos años no los hemos dejado ser como son. Tampoco hemos aceptado que nosotros somos los que debemos cambiar”, concluye Carlos Montemayor.

21 de marzo de 2001

Tradiciones mazahuas

La cultura mazahua representa, en la actualidad, uno de los grupos indígenas más arraigados en el Estado de México. Sus comunidades se localizan en el noroeste y comprenden municipios como Atlacomulco, Jocotitlán, El Oro, San Felipe del Progreso, Ixtlahuaca, Villa Victoria, Villa de Allende, Donato Guerra y Temascalcingo.

Los mazahuas han conservado la tradición de no sepultar a sus muertos al azar; por el contrario, cada familia tiene su propio espacio. Los esposos son enterrados lo más cerca posible uno del otro; los hijos, alrededor de sus padres, y los nietos, en torno de aquellos, en sucesiones generacionales.

Al llegar el Día de Muertos, consideran indispensable visitar a sus familiares que están en el panteón para evitar la cólera de éstos y ser perjudicados. También representa un acto comunitario, pues se sienten comprometidos con los vivos, ya que de no visitar a sus difuntos, sufrirán el descontento y discriminación de los otros mazahuas por haberse olvidado de sus muertos.

Por otra parte, tienen la creencia de que tanto el bien (Dios) como el mal (el demonio y la llorona) viven en el panteón y que, en las fechas de muertos, el mal sale de él para ocasionar desgracias. Por tal motivo, sobre las tumbas colocan losas o monumentos con una imagen en relieve para que el mal no se acerque a hacerles daño.

Por sus costumbres ancestrales, continúan respetando sobre todo a los abuelos. Fueron ellos, en vida, los que detentaron la mayor autoridad y aconsejaron en su actuar a la familia. El abuelo y la abuela son adornados con la misma categoría y en similitud de cruces y flores; en caso de que la esposa haya sido madre política, su tumba presentará menos arreglos. Las flores y veladoras significan que los familiares difuntos son bienvenidos. Además, se adornan con rosarios confeccionados con flores de muy diversos colores; el número de rosarios también es un indicador del lugar que el difunto ocupó en la familia. Asimismo, la repartición del tipo de flor depende de la jerarquía del difunto; por ejemplo, las gladiolas moradas son colocadas en las tumbas de los abuelos, ya que éstas son las más caras.


Posteriormente, beben y comen con ellos, y platican entre sí con la finalidad de que el difunto se entere de los últimos acontecimientos del poblado. Cuando los parientes se encuentran sepultados en distintos puntos del panteón, van recorriendo tumba por tumba a fin de que todos los difuntos sean visitados por igual. Después de visitar a sus muertos, los mazahuas conviven en las afueras del panteón con familiares y amigos. Comen principalmente barbacoa y frutas, mientras que niños y jóvenes se divierten en los juegos mecánicos y en la lotería.

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