Una cultura desconocida

El descubrimiento de América aún no concluye. Tal es la idea básica de Carlos Montemayor en Los pueblos indios de México hoy, editado por Planeta este año.

Aunque el encuentro geográfico se realizó; aunque se descubrió una nueva hidrografía, flora y fauna, “La cultura de la población original de estas tierras sigue siendo desconocida, sigue aún sin ser descubierta. Incluso se le sigue llamando a esta población con un nombre equivocado: los indios”, llamados así por una falsa creencia europea del siglo XV, que sólo reconoció la existencia de Europa, Asia y el Norte de África.

“Los mayas establecieron un calendario más exacto que el usado por la población mundial en el siglo XXI”, a pesar de las condiciones de neblina en que lo realizaron, lo que supone una técnica avanzada, además de muchas generaciones de científicos para lograr esa exactitud en los cálculos.

Otro rasgo notable es la evolución y cultivo de la escritura, además de la abundancia de lenguas “más de doscientas al arribo de los españoles; apenas sesenta, al iniciarse el siglo XXI”, refiere el también autor de Arte y plegaria en las lenguas indígenas de México. La conquista se ensañó especialmente con ellas, a través de la destrucción material de libros, la imposición del alfabeto latino para escribir en sus lenguas, incluso con la eliminación física y cultural de los intelectuales.

Fray Diego de Landa fue un verdadero inquisidor que organizó la mayor quema de libros indígenas, junto a los mismos cadáveres de intelectuales mayas, no sin antes mencionar que “Escribían sus libros en una hoja larga doblada con pliegues que se venían a cerrar todos entre dos tablas que se hacían muy galanas, y que escribían de una parte y de otra a columnas, según los pliegues; y que este papel lo hacían de las raíces de un árbol y que les daban un lustre blanco en que se podía escribir bien”…

Los nahuas, los mixtecos y los zapotecos contaban también con libros en piel de venado con distintos formatos.

Pero no solo los conquistadores españoles atentaron en contra de la cultura indígena; en el siglo XX el gobierno mexicano aplicó programas de alfabetización que con “la castellanización se propuso desaparecer las lenguas indígenas por considerarlas una barrera para la unificación nacional.”

También se prohibió a los pueblos indios cultivar su propia música, su danza y su teatro.

Montemayor, quien ha traducido al español a clásicos griegos, cuestiona: “¿Por qué los fenicios, cartegineses y romanos fueron más objetivos al enfrentarse con los pueblos bárbaros ibéricos, galos y sajones que los europeos de los siglos XV y XVI que se enfrentaron con los grandes y civilizados pueblos del continente americano? Quizás los fenicios y los romanos se hallaron más libres de fanatismo religioso. Acaso lo fenicios y los romanos actuaron con menos codicia que los europeos del siglo XVI.”

Como aquellos, hace notar el autor de Chiapas, la rebelión indígena de México, “Algunos mexicanos del siglo XXI aún no están seguros de si estos pueblos son libres y si deben tener dominio sobre sus bienes. Tampoco están muy seguros de la racionalidad de los indios ni de su capacidad de desarrollo.”

Los intelectuales de la independencia y, por lo mismo, de la nacionalidad mexicana, reivindicaron al pasado prehispánico, al indio puro, pero continuaron discriminando a los “indios de carne y sangre.”

Guillermo Bonfil Batalla en su clásico México profundo. Una civilización negada (CNCA–Grijalbo, 1990), es una referencia obligada aquí: “Los grandes monumentos arqueológicos sirven como símbolo nacional. Hay un orgullo circunstancial por un pasado que de alguna manera se asume glorioso, pero se vive como cosa muerta, asunto de especialistas o imán irresistible para atraer turismo. Y, sobre todo, se presume como algo ajeno, que ocurrió antes aquí, en el mismo sitio donde hoy estamos nosotros, los mexicanos. El único nexo se finca en el hecho de ocupar el mismo territorio en distintas épocas, ellos y nosotros. No se reconoce una vinculación histórica, una continuidad. Se piensa que aquello murió asesinado o redimido en el momento de la invasión europea. Sólo quedarían ruinas, una en piedra y otra vivientes. Ese pasado lo aceptamos y lo utilizamos como pasado del territorio, pero nunca a fondo como nuestro pasado: son los indios, lo indio.”

Tal vez los enemigos más radicales de los indígenas mexicanos han sido los liberales del siglo XIX (con Juárez, Lerdo y Díaz a la cabeza). “El liberalismo mexicano destruyó más comunidades en un siglo de las que la colonia destruyó a lo largo de trescientos años.”

Pero eso no significa que en el siglo XX no se haya despreciado y reprimido a los indígenas. Cómo olvidar que el gobierno de Salinas llamó “monolingües” a los integrantes del EZLN. “Como si la condición de indígena «monolingüe» fuera sinónimo de primitivismo y violencia —afirma el autor de Arte y plegaria del cuento indígena—, como si se olvidara que la mayor parte de lo mexicanos son monolingües que sólo hablan español, no el tzeltal, el tzolzil o el mixteco, que además de su lengua materna hablan el castellano y a menudo otras lenguas de la región.”

Durante el siglo XX se pretendió una vez más desaparecer a los indígenas mexicanos, sobre todo con la castellanización. “En 1947 supusimos que la lengua española desempañaba una función de unificación o de cohesión. No fue así. La lengua española había jugado entre las lenguas vernáculas un papel de imposición; después de lengua de trabajo y aún el de instrumento de autodefensa. Las castellanización había sido una forma de destrucción cultural. Había provocado procesos de sometimiento social o de discriminación no muy diferentes de lo que en Estados Unidos ocurren con la lengua inglesa y la española.”

En algunas zonas del país, por ejemplo, a principios del siglo XXI, las familias no quieren que los hijos sigan hablando la lengua indígena; quieren que aprendan español por que sienten que así estarán mejor preparados para sobrevivir. En Estados Unidos, también a principios del siglo XXI, por la misma razón, las familias no quieren que sus hijos hablen español. En México algunos se avergüenzan de hablar lengua indígena. Muchas familias se avergüenzan de hablar español en Estados Unidos. Hay comunidades zapotecas en la ciudad de Los Ángeles que solamente hablan zapoteco e inglés, no zapoteco, español e inglés. Su lengua materna es el zapoteco y se ha desplazado su lengua de trabajo del español al inglés.”

Liberales del siglo XIX como José María Luis Mora y Emilio Rabasa (padre del último negociador zedillista con el EZLN) proclamaron la igualdad como un principio inamovible para la nación. Esta “igualdad” sólo sirvió para negar la existencia de los pueblos indígenas y desconocerlos como sujetos de derecho.”

Neoliberales del siglo XX como Ernesto Zedillo negaron una vez más la autonomía de los pueblos indios de México con el argumento de la “balcanización”, la desaparición misma de la nación. El mismo gobierno colonial estableció una “audiencia” y medidas protectoras para estos pueblos. Durante el siglo XIX el gobierno de Jalisco, por ejemplo, dio un reconocimiento jurídico a los indios. El mismo gobierno neoliberal de Salinas suscribió en 1990 un convenio internacional (el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo) que reconoció la personalidad jurídica de los pueblos indígenas y que lo obligaba a reformar la Constitución de acuerdo con estas disposiciones. El mismo gobierno de Zedillo firmó en 1996 los Acuerdos de San Andrés, donde reconoció el derecho a la autonomía de los pueblos indígenas; solo que nunca los cumplió, deshonrando su propia firma.

“Durante quinientos años no los hemos dejado ser como son. Tampoco hemos aceptado que nosotros somos los que debemos cambiar”, concluye Carlos Montemayor.

21 de marzo de 2001