Sobre la etnopoética (1)

Sobre la etnopoética (1)
Por: Jerome Rothenberg
Traducción de Heriberto Yépez

La poesía del performance

    Hay una canción de los indios séneca que traduje en otra parte de una manera más detallada de la que presento aquí. Esta canción pertenece a una sociedad medicinal y a una ceremonia que suele denominarse “agitando la calabaza”, “la sociedad de los animales místicos” o “la sociedad de los chamanes”. Debido a su contenido, la obra es una clave del azoramiento que siento acerca del lugar a donde mi poesía y la de mi generación nos ha llevado: a celebrar, por ejemplo, una poesía del performance (2) en nuestro tiempo, vinculada –a través de algunas maneras que todavía tenemos que precisar– con la poesía del performance en aquellas culturas que suelen considerarse como “primitivas”, “primarias” o “aborígenes”. Las palabras de la canción séneca, que traduje con el cantante séneca Richard Johnny, son éstas (el título es un agregado mío):
   

    Me sorprendió hallarme aquí fuera,
    portándome como un cuervo
    No pensé que fuera
    a agitar la calabaza
    no precisamente aquí y ahora
    no exactamente esta noche
    No pensé que fuera
    a arrancar un poco de carne
    no precisamente aquí y ahora
    no exactamente esta noche
   

    Nunca había agitado la calabaza antes, nunca había cantado (mucho menos acompañado de la sonaja). Nunca había hecho ninguna de estas cosas y antes me hubiera parecido tonto hacerlo. Me parecía tonto, pero en un momento me encontré haciéndolo y ya no me lo pareció, pues, por el contrario, me pareció imperativo hacerlo. Lo que antes opinaba ahora me parecía no tener ningún sentido. Mis propios orígenes –de los cuales había venido huyendo la mayor parte de mi vida adulta– me lo hubieran podido indicar si hubiese sido capaz de concederles cierta atención, ya que la tradición viva de los judíos también es “oral”, viene de la boca (3). Aun en la edad de la escritura, la palabra debe ser renovada mediante el proceso del “habla” y del “sonido”. Es por tal sonorización y por la voz (esta casi erupción del canto) que la atención es enfocada hacia la fuente del poema: la canción y el decir, en el acto previo de la composición (creando o recibiendo), que fue a su vez un acto de enfoque de la atención. Al crear tal atención y tal intensidad, los sénecas –quienes están, por cierto, tan apartados de la condición primitiva como nosotros mismos– comienzan la ceremonia invocando a esos “animales místicos” que fueron los primeros guardianes de la canción. Ellos fueron los que se dirigieron a un cazador herido y extraviado en el bosque, para curarlo y darle un juego de claves capaces de convocarlos nuevamente. La ceremonia inicia en la oscuridad, luego la sonaja suena, y crea una especie de luz, de calor, que se mueve alrededor del círculo de los que se han congregado en la acción. (4)

    Lo que pasa cuando esta ceremonia es realizada, por lo menos lo que me pasa a mí, no es una serie de eventos o acciones separadas, sino una totalidad que es indeseable dividir en sus componentes, aislando las palabras, como si éstas por sí solas fueran el poema. Pues mi experiencia es la experiencia de todo lo que me pasa en el acto: el movimiento de mi brazo, el sonido (que siento) de las guijas contra el cuerno, la forma en que eso rompe mi voz, la tensión de mi garganta, la exhalación, el vaciamiento que me deja débil y listo para recibir la siguiente canción, el surgimiento de la canción llegando desde la memoria, haciéndose voz, haciéndose sonido, haciéndose física otra vez, y luego retornando otra vez al silencio. Además la experiencia poética es también esta sala, este momento y este lugar, estos otros que están conmigo. El evento es diferente al evento de la composición (en este caso, para complicar todavía más el asunto, hay que tener en cuenta que ha habido una segunda composición: la de la traducción). El poema es todo-lo-que-ocurre: y siendo así, insistir en que el poema solamente está constituido por una de sus partes (las palabras), es malentender la experiencia, perderse la presencia total.

    Antes que cualquier otra cosa, soy un poeta y (por vivir en esta época) soy un intérprete público de mi propia poesía. Prefiero hacer poesía que hablar sobre ella. La hago primero y luego la hago sonido: lo que significa hacerla una segunda vez, una tercera, una cuarta y una quinta vez, pues la renuevo al sonorizarla. Mi performance es esta sonorización de un poema: es la renovación del poema, su vivificación. Sin su sonorización no habría poema tal y como yo lo hago (aunque, ya que trabajo por medio de la escritura, habría notas sobre el poema tal y como lo planeé). Esto implica el retorno a la voz, a la canción, como el poeta Gary Snyder (5) se refiere a ello; es una parte del impulso hacia lo oral, hacia una poesía del performance, de la misma manera que también lo es esa otra parte, el discurso, tal y como el poeta David Antin (6) habla de éste. La poesía se convierte en la sonorización –no en el guión, en las notas o en la preparación, sino en la sonorización. Ahí donde no hay escritura, la sonorización verdaderamente renueva al poema, lo crea en cada nueva oportunidad, pues no hay poema sin performance. La escritura, esa extraña ayudante de la memoria, eventualmente la substituye y termina relegando a la memoria misma (la primera gran Musa). Y posteriormente, la sonorización de la poesía degradó en forma de lectura del poema. Esta es la condición bajo la cual trabaja la mayoría de nosotros. Si otros penetraran más profundamente en la oralidad, entonces la composición y el performance estarían juntos como un solo evento improvisado, lo cual sería bienvenido. Pero me gustaría describirlo tal y como es ahora para mí, además de dar las razones de por qué he buscado mi modelo del poema-como-performance (el poema en acción) en el dominio de lo que he llamado la etnopoética.

    Debido a que el poeta es un intérprete público, mantiene su posición de solista. No es de ninguna manera el dramaturgo de los antiguos versos dramáticos, sino la figura central (normalmente la única) del performance en el cual debe desempeñar un papel. El papel que representa es el del poeta-como-él-mismo, actuando en un teatro aunque no haya un actor –y, en realidad, sin que haya nada más que lo que el poeta trae: las palabras y la voz. La diferencia entre el poeta y el actor es sin duda crucial: el fundamento de la interpretación pública de la poesía es, de hecho, hostil a la presencia y al tipo de conducta del actor profesional. El hecho de que el poeta como intérprete público tenga otras motivaciones y esté relacionado con el poema de manera diferente es un supuesto común, pues debe insistirse en la indivisibilidad entre el hacedor y su obra, y en la virtual inocencia de los medios que el performance posee fuera de los que tiene a la mano. La ejecución del poeta puede variar, puede leer ágilmente o puede trabarse, puede divagar, puede caer a veces en una incoherencia ebria, puede decepcionar o satisfacer nuestras expectativas acerca de cómo un poema debe ser dicho. De alguna manera es suficiente que se haya arriesgado a hacer todo lo que le era posible: pararse ahí como un testigo de sus palabras, como el único capaz de hacerlas sonido. Este atestiguamiento no carece de precursores como, por ejemplo, la vocalización del texto escrito de la Ley en el antiguo templo judío, donde el lector (el sonorizador) era el testigo de los sentidos de un texto privado de vocales.

    Una vez que hemos entrado en la edad de la escritura, lo que conserva al fundamento oral de la poesía es su apertura, la posibilidad de la disposición (una entre muchas). En la poesía de nuestro tiempo, debido al uso de una notación individualizada, la medida de un poema (y muchos de sus sentidos) solamente se aclara cuando es hecha sonido: en este caso hecha sonido por su hacedor. Cuando el poeta hace que su poema sea sonido es testigo del camino que toma, del camino que tomó por sí solo la primera vez. Él es, de hecho, el testigo de una (previa) visión, de una imagen-del-mundo expresada a través de la palabra y del sonido. El fracaso de comunicar es su fracaso de comunicar su credibilidad: su propia relación con esas palabras, con esa visión. El actor puede intentar tomar su lugar (y en ciertas vertientes del teatro actual los actores se han vuelto los autores y los sonorizadores de sus propias palabras), pero tal como testigo de las palabras del poeta, la credibilidad del actor todavía no ha sido establecida.

El chamán como modelo

    Existe una idea muy difundida que indica que los poetas de nuestro tiempo, y los artistas en general, han abandonado la posibilidad de relacionarse y tomar como modelo a los poetas de otros tiempos; pues –según este punto de vista– vivimos sin autoconcebirnos como seres históricos y estamos encerrados en un eterno presente, que no es una oportunidad sino una trampa. Nunca he considerado nuestra condición en esos términos –nos he visto, por el contrario, liberándonos nosotros mismos, debido a la condición misma del mundo, hacia una visión más amplia y más generosa del pasado, de la totalidad histórica de la experiencia humana, como nunca antes pudo haber sido posible. Este proceso ha venido ocurriendo por lo menos desde la época de los románticos, y ha producido un gran número de nuevas imágenes, nuevos modelos y visiones del pasado. De éstas podemos partir ahora. (Como toda búsqueda histórica, sirve para elevar nuestra conciencia del presente y del futuro).

    El chamán es, cada vez más, el modelo y el prototipo del poeta. (El chamán es el funcionario solitario, inspirado religiosamente, de la era paleolítica). Esto se debe parcialmente a nuestra propia integración con el tipo de performance que los poetas hacen de manera individual (y del que ya hemos hablado). Pero hay también una segunda faceta de este fenómeno: lo visionario y lo extático, y quizá una tercera: lo comunal. No me concentraré en las dos últimas (aunque en cierta manera son el verdadero centro del asunto), sino que me enfocaré hacia la forma de ser/hablar/cantar, es decir, el performance del chamán (un proto-poeta) (7). Lo que está involucrado aquí –en un sentido más profundo, pero también más confuso– es la búsqueda de un sustento primordial: el deseo de rebasar una civilización que se ha hecho problemática y retornar, brevemente (con frecuencia, por mandato), a los orígenes de la humanidad. Al regresar en el tiempo, seguimos encontrando diversidad y, sin embargo (quizá porque lo estamos viendo desde el extremo equivocado), obtenemos la imagen de una cultura intertribal, universal (y detrás de ella, su poética) que posee una serie de características discernibles y definibles. Los herederos más directos de esta cultura –incluso ahora cuando virtualmente han desaparecido– son esos grupos recolectores y cazadores, remanentes de lo que ahora es un “cuarto mundo” amenazado y seguramente condenado. Lejos de ser meros “hombres salvajes”, meros niños fantasiosos, estos grupos tenían una imagen del mundo marcada (como Paul Radin (8) nos indicó) por un intenso sentido del realismo; de acuerdo con Stanley Diamond, “poseían modos de pensar que eran sustancialmente concretos, existenciales y nominalísticos, dentro de un contexto personalista” y auténticamente capaz de “sostener contradicciones” (9).

    Aquí el funcionario religioso dominante es el chamán: él es quien ve, canta y cura. No es todavía el bardo, el historiador de la tribu. Ni es necesariamente su vocero. Típicamente está apartado: experimenta largos periodos de silencio y luego otros periodos de exaltación. Puede que haya recibido sus palabras y sus canciones por herencia, o puede que las haya conseguido directamente en una visión o en un trance. Puede que sea un compositor prolífico de canciones o puede que solamente se dedique a renovar una pequeña canción. Puede que tenga ayudantes, pero normalmente trabaja solo. Puede que improvise dentro del performance de sus ritos, pero más comúnmente él sonorizará y activará las palabras de una canción dada en otro tiempo y lugar.

    Entre nosotros el poeta representa un desenvolvimiento que asemeja al del chamán. (Esto es más que una coincidencia, pues existe una ideología subyacente de índole comunal, ecológica, incluso histórica: una identificación actual con la ideología y la organización social del paleolítico tardío, concebida como una supervivencia en las “grandes subculturas” dentro de las ciudades-estados posteriores, la civilización, etcétera). El poeta, como el chamán, se aparta a la soledad para encontrar su poema o su visión, y luego regresa para hacerlo sonido, darle vida. Lo interpreta solo (o muy ocasionalmente con asistentes como ocurre, por ejemplo, en la obra de Jackson Mac Low (10)), pues su presencia es considerada crucial y ningún otro especialista ha pasado a actuar en su lugar. También se parece al chamán en que es una persona apartada y, sin embargo, una persona necesaria para validar cierta clase de experiencias importantes para el grupo. Incluso en las sociedades que son hostiles o indiferentes a la poesía considerada como “literatura”, se le permite tener una gama de conductas heterodoxas, que pueden rayar en lo antisocial y que muchos de sus conciudadanos reprueban. Además, como al chamán, no sólo se le permite que actúe públicamente como loco, sino que frecuentemente se espera que lo haga. El acto del chamán –y su poesía– es como un acto público de locura. Es algo similar a lo que los sénecas, en su gran ceremonia ya obsoleta, llaman “la puesta de cabeza de la cabeza”. Algo que se muestra como una liberación de las posibilidades alternativas. “¿Qué quieren?” es lo que el poeta se pregunta acerca de aquellos que lo ven en su papel de inocente y algunas veces de renuente intérprete público. ¿Qué quieren?: saber que la locura es posible y que las contradicciones pueden ser sostenidas. Esta demostración fluye del primer chamán –ese solitario– hacia la entera compañía de los chamanes, y luego a la entera sociedad humana: cura la enfermedad del cuerpo y, sobre todo, la enfermedad del alma. Es un “modo de pensamiento” y una actuación que es “sustancialmente concreta, existencial y nominalística, dentro de un contexto personalista” y “auténticamente capaz de sostener contradicciones”. Es el ejercicio primordial de la libertad humana contra y para la tribu.

El quehacer poético en conflicto

    Quedan tantos interrogantes sin resolver como preguntas lanzadas. ¿Realmente cura el poema? ¿O qué clase de poema, canción o discurso cura –o sostiene contradicciones–, o pone de cabeza la cabeza? ¿Cuál es la razón de haber encontrado en culturas y poesías tan alejadas de nosotros, la clase de conjunciones que he asumido hasta aquí? Y si es que el movimiento de lo “oral” hacia lo “literal” estaba arreglado, como creo que lo estuvo (debido a la necesidad de una clase gobernante emergente para conseguir una conformación social más rígida (11)), ¿por qué tendríamos que esperar ahora un movimiento en la dirección opuesta? Es difícil decirlo, pues nuestra entera poética (no solamente la etnopoética) está, como nuestra vida en general, en el aire. ¿Qué podemos decir de la función de nuestra poesía, de lo que hacemos? Que explora. Que inicia el pensar y la acción. Que propone su propio desplazamiento. Que permite la vulnerabilidad y el conflicto. Que se mantiene, como la ciencia óptima, constantemente abierta al cambio: en un cambio continuo sobre nuestra idea de lo que un poema es o puede ser. Lo que el lenguaje es. Lo que la experiencia es. Lo que la realidad es. La poesía se ha convertido para muchos de nosotros en un proceso fundamental del juego y del intercambio de posibilidades.
    El quehacer poético ha llegado a un conflicto –diferentemente sentido– contra los moldes heredados de la poesía, la literatura, el lenguaje y el habla: no en todos los casos, sino en los que son reconocidos como estructuras represivas, formas de pensamiento categórico que actúan contra el libre juego de posibilidades (al que acabamos de aludir). Contra estas formas heredadas –la literatura convencional que ya no nos nutre– hemos buscado e inventado otras formas. Algunos de nosotros nos hemos empeñado a partir de ahí hacia una revisión de la totalidad del pasado poético (de cualquier poesía, para este caso, que esté fuera de la vecindad inmediata) desde el punto de vista del presente. Aquí hay dos procesos involucrados que no son mutuamente excluyentes. Por un lado, las formas contemporáneas (los nuevos medios que hemos inventado) hacen visibles a las formas antiguas y, por el otro, las formas que descubrimos en otra parte nos ayudan a reformar y perfeccionar nuestras herramientas actuales. El pasado, devuelto a la vida, se mueve con nosotros. Deja de estar en otra parte, pues está (como el futuro) aquí –el único lugar donde puede estar en la marcha hacia una poesía del cambio.

NOTAS
(1) El presente texto es una transcripción y reescritura de algunas notas y grabaciones que Rothenberg hizo de dos lecturas e interpretaciones públicas en dos distintos foros durante 1975. El primero fue el Primer Simposium Internacional de Etnopoética, que se celebró en abril y que él y Michael Benamou organizaron en Milwaukee. El segundo fue la Reunión Anual de la Asociación Americana de Teatro en Washington. El presente texto, titulado “Pre-face to a Symposium on Ethnopoetics” fue publicado en la revista Alcheringa, nueva serie, vol II, núm. 2, 1976. (Nota del Traductor).
(2) Se ha elegido dejar esta palabra en inglés, debido a que no tiene un equivalente justo en el español. Performance es la serie de actos y medios que el ejecutante (chamán, artista, etc.) despliega frente a un público frecuentemente involucrado en la acción. Cuando el contexto lo permite se ha traducido por “interpretación pública”. (Nota del Traductor).
(3) En una de las entradas de su antología A Big Jewish Book, Rothenberg cita algunas instrucciones (“Suena las palabras tan rápido como puedas”, “…tan alto como puedas”, “dilas mientras brincas”) que la tradición judía ha forjado para devolver la palabra al mundo del sonido y del gesto. Además registra algunos pasajes del Libro de Samuel y del Talmud, donde la entonación de la oración es ligada de raíz al uso de instrumentos musicales, a la bullanga y al canto. (Nota del Traductor).
(4)  En este punto de la lectura, Rothenberg participó en un performance con sonaja de las canciones que abren “agitando la calabaza”, traducidas por él y por Richard Johnny John. (Nota del Traductor).
(5) El escritor beat Gary Snyder es probablemente el poeta de esa generación más cercano a Rothenberg, pues comparte el énfasis en la oralidad y el mundo indígena norteamericano. Snyder es con Rothenberg el impulsor más importante de la etnopoética estadunidense. (Nota del Traductor).
(6)David Antin es otro poeta de ideas afines a Rothenberg, además de ser su amigo inseparable de la juventud dentro del grupo de Nueva York. Antin postula que el movimiento del habla común es esencialmente poético. (Nota del Traductor).
(7) La concepción que tiene Rothenberg sobre el chamanismo proviene esencialmente de Mircea Eliade. En un apartado titulado “The Poetics of Shamanism” incluido en Technicians of the Sacred, Rothenberg destaca que “el chamán puede ser considerado un proto-poeta, pues casi siempre sus técnicas están enlazadas con la creación de circunstancias lingüísticas especiales, i.e., canción e invocación”. (Nota del Traductor).
(8)  Paul Radin fue un antropólogo norteamericano que estudió el mundo primitivo. El libro del cual Rothenberg extrae estas ideas es su clásico Primitive Man as Philosopher. (Nota del Traductor).
(9)  Uno de los textos más célebres de Stanley Diamond es la introducción que escribió para una reedición de The Trickster de Paul Radin. Una versión de este ensayo apareció en el número 4 de Alcheringa, la revista de etnopoética editada por Rothenberg. También es muy importante en este clima de ideas su libro de 1974 In Search of the Primitive: A Critique of Civilization. Diamond fue el antropólogo que llamó la atención de Rothenberg sobre los indios sénecas. (Nota del Traductor).
(10)  Mac Low fue uno de los primeros artistas que organizaron happenings en Nueva York. Recibió enseñanza de John Cage y luego se le identificó con la corriente fluxus. Junto con La Monte Young publicó en 1963 An Anthology, el famoso catálogo de obras fluxus. Su trabajo no excluye la experimentación verbal. Rothenberg escribió un prólogo al volumen de Mac Low Representative Works, Santa Barbara, Ross-Erikson Publishers, 1981. (Nota del Traductor).
(11)  Esta idea parece estar vinculada con la que Lévi-Strauss desarrolló en un capítulo de Tristes Tropiques acerca del modo que los Nambikwara del Brasil usaban la escritura como medio de poder. La hipótesis de Lévi-Strauss es que la función básica de la escritura es facilitar la esclavitud de los seres humanos. (Nota del Traductor).

Arte rupestre y chamanismo (I)

Arte rupestre y chamanismo (I)
Por: Fernando Urbina Rangel
Universidad Nacional de Colombia

Generalidades

    Se entiende por arte rupestre un conjunto de obras intencionalmente elaboradas, por artífices prehistóricos o protohistóricos, sobre superficies de piedra (pictografías), o practicando surcos en ellas (grabados = petroglifos).

    El término “rupestre” deriva del latín rupestris, que contiene el factor rupes, que se hace equivaler, por lo general, a roca, pero que también significa antro o caverna. Esta última significación se ha tenido en cuenta al nominar como arte rupestre, las obras –pictografías y grabados– halladas en abrigos rocosos y cavernas pétreas (las hay, aunque pequeñas, de sólo tierra); es por eso que también se utiliza la expresión arte de las cavernas. Otra nominación es arte parietal, (literalmente, arte de las paredes) con la que se alude a ejecuciones hechas en muros de roca, o sea, en superficies verticales; dicha denotación se hace extensiva a los techos.

    La expresión más genérica parecería ser arte en las rocas, pues no excluye el de las cavernas y abrigos, y sí comprende el ejecutado al aire libre, ya no sólo sobre superficies verticales –paredes–, sino sobre pisos pétreos y bloques sueltos, incluso mobiliares. El hecho es que en castellano se impuso la forma arte rupestre, y no hay para qué cambiarla, pero sí continuarla haciendo suficientemente extensiva para que incluya todas las manifestaciones a las que he hecho alusión.

    He de puntualizar que con la palabra pictografía se alude a aquellas obras que resultan de aplicar por diferentes medios, intencionalmente, uno o varios pigmentos sobre superficies rocosas. En tanto que con esta técnica se agrega algo a la piedra base, con el grabado ocurre lo contrario, pues en éste, al rayar la superficie pétrea lo que se hace es eliminar una porción de la materia de la base utilizando, por lo general, un punzón o cincel para raspar o golpear, con el propósito de ahuecar –zanjar– la superficie en cuestión. Al grabado se le da también un nombre más técnico: petroglifo, de petro = piedra y glifein, término griego para referirse al hecho de ejecutar estrías, zanjas o surcos angostos sobre una superficie dura. También los artistas prehistóricos emplearon la técnica de preparar la superficie pétrea aplicando capas de arcilla, para luego modelar y/o pintar en ella diversas figuras. No olvidar, tampoco, la práctica bastante recurrente, de aprovechar los accidentes naturales en el soporte pétreo para complementar figuras (1), ahorrándose esfuerzo, especialmente cuando se trata de dar volumen a las representaciones; fue éste el camino para llegar a los relieves escultóricos, que pudieron haber sido, en algunos casos, el preámbulo de la escultura propiamente tal (2). Por último, se ha de tener en consideración los casos de coyunda de grabado y –posteriormente– pintura en una misma pieza.

    Al inicio, en la definición, he usado los términos prehistórico –muy frecuente– y protohistórico –poco socorrido. El primero alude a una época de la cual no se poseen testimonios escritos; allí cabe la casi totalidad de la historia humana, toda vez que la invención de la escritura –en su acepción común– es muy reciente: no parece exceder al 5500 antes del presente (a.p.), y bien sabemos que el acontecer del género homo ya desborda los tres millones de años. Pero la historia (pasado reconstruido, especialmente, con testimonios escritos) no ha comenzado para todos los pueblos desde hace cinco milenios y medio, por cuanto la gran mayoría de ellos sólo llega a poseer escritura muy recientemente, y de tenerla su uso fue, habitualmente, escaso.

    De resultas de estas consideraciones, se acuñó el término protohistoria para referirse a aquellos pueblos y/o períodos de los cuales se conservan testimonios orales, o sobre los que otras culturas contemporáneas sí elaboraron documentos escritos, en donde recogían las tradiciones orales, o bien reseñaban otros aspectos de esas culturas ágrafas. Así, por ejemplo, los antiguos germanos habrían salido de la prehistoria para entrar en la protohistoria, en el momento en que los romanos empezaron a glosar sobre ellos con ocasión, especialmente, de sus guerras con tan belicosos vecinos (3). Es el mismo caso de lo ocurrido con la mayoría (4) de los grupos indígenas abyayalenses (5), muchos de ellos aniquilados (6), pero de quienes nos llegaron referencias en los Cronistas de Indias y en los documentos oficiales.

    Debo, en aras de la claridad, referirme a eso de la intencionalidad, concepto que ya he utilizado en dos ocasiones (supra). El tópico es viejo ya en arqueología. Abundaría diciendo que la casi totalidad de las obras rupestres requirieron para su ejecución de una intencionalidad expresa. Esto traza una diferencia puntual entre un cierto tipo de evidencia arqueológica azarosa, netamente accidental (7), y aquella que proviene de un acto en que se tuvo la voluntad de hacerlo perdurable. Es el caso del arte rupestre, por lo cual resulta un testimonio privilegiado, sobre todo en lo que respecta a la dimensión espiritual de los hombres de la prehistoria y de la protohistoria. Más adelante volveremos a dar aclaraciones sobre esta idea.

    A escala mundial, actualmente, las obras mejor inventariadas y examinadas con mayor atención han sido las agrupadas en el llamado arte parietal europeo. Dichos estudios patronaron las estructuras y contenidos de esa nueva disciplina llamada arte rupestre, confiriéndole las ventajas derivadas del tesón con que un creciente grupo de intelectuales europeos se ha venido dedicando al asunto, pero también con las cortapisas propias del eurocentrismo básico.

    La polémica que se suscitó inicialmente sobre la autenticidad del arte rupestre obligó a hablar de las capacidades mentales (intelectuales, espirituales) de los hombres de la prehistoria. El asunto se formulaba así: “¿Cómo era posible que unos hombres en una etapa cultural tan primitiva (8), pudieran haber realizado obras de tan acabada perfección?” (9) Esta pregunta alojaba un prejuicio de cuño evolucionista que, aplicado al arte, da como resultado unas distorsiones abrumadoras. Por el ancho camino de los prejuicios –el más fácil de recorrer– todo confluye en considerar admirable y óptimo en los demás, aquello que quienes juzgan establecen como admirable y óptimo para ellos. Una vez demostrada la autenticidad de las obras rupestres paleolíticas, la extraordinaria calidad que se vio en esas ejecuciones en un pasado tan remoto, obligaba a hacer equiparables a sus ejecutores con los modernos.

    El asombro que continúan suscitando, tanto más cuanto el arte moderno demoró y aún demora en ser aceptado (10), motiva mayor admiración. El autocentrismo que de una manera o de otra elabora toda cultura, obliga a reconocer –al calificar como admirables dichas obras– que sus ejecutores fueron como los modernos, pues los modernos (incluso aquellos que se sienten postmodernos) se constituyen en el patrón de la admiración, la norma de lo que se admira (11). Por un momento aprovechémonos de estos prejuicios, para adelantar la presente reflexión.

    Indagar por estas arcaicas producciones del espíritu humano –el arte rupestre más antiguo–, resulta de una importancia capital a la hora de pretender asomarnos a las estructuras mentales de los hombres prehistóricos. Hablando muy en general, dichos personajes fueron quienes produjeron los fundamentos de lo que hoy en día somos, razón por la cual nos creemos capaces de percibir –no sin un delicado, arduo y continuado trabajo– las estructuras y contenidos de tales obras de arte.
    Hablamos de arte al referirnos a dichas obras rupestres. Ellas transparentan un quehacer lúdico que hemos dado en denominar arte, quizás porque no tenemos otra cosa más admirable a qué referirlas en nuestro mundo. Nominamos así a aquellas acciones que no buscan una utilidad inmediata, tales como el comer, escapar o guarecerse, sino que se complacen en el rodeo, rodeo sencillo o complejo en que se demora el creador, incluso cuando persigue una satisfacción inmediata. Goza en ese demorarse (12), absorto en el trazo de su mano, en el movimiento que se hace danza, o en el gesto mímico en que el cuerpo mismo se torna evocación, se transforma, o en la palabra que se forja en canto y poema.

    Detectar los orígenes del arte es tanto como determinar el origen del símbolo, del lenguaje, o, lo que es igual, el origen del hombre mismo. Por ahí, en las paredes rocosas de los abrigos que protegían de las inclemencias del tiempo, a uno que otro antepasado le dio por rasguñar las piedras, seguramente sin un propósito muy fijo… Se sintió pleno, pues liberaba una tensión. Ese acto fue el comienzo del arte.

Acotación

    Antes de tocar el tema del arte rupestre en Colombia, he de formular la siguiente advertencia: La copiosa producción bibliográfica (textos, láminas), televisiva, cinematográfica y gráfica en general (exposiciones, afiches, plegables y demás), como también unos muy bien montados circuitos turísticos, en función de las obras rupestres europeas (sobre todo de España y Francia), ha patronado en la gente, a escala mundial, una forma de entender, valorar y admirar lo que se tiene como arte rupestre en general, haciendo que –para bien o para mal– otras manifestaciones del arte rupestre, correspondientes a otros estilos, geografías y tiempos, sean vistas a través de esa obligada referencia. Y aquí continúan los prejuicios; no tanto en cabeza de los propios investigadores del arte paleolítico europeo sino, ante todo, entre las gentes de otras regiones que también cuentan con profusa presencia de este tipo de obras. Entre estos públicos es muy frecuente oír expresiones de la siguiente laya: “Sí, estas obras son testimonio de nuestro pasado aborigen, pero no se acercan ni remotamente a la calidad de las obras europeas”. Este criterio termina por generar un desprecio que se traduce en abandono y olvido… Pero hay algo más grave: por esta senda de valoraciones poco rigurosas se termina por pensar que los aborígenes europeos fueron superiores a los indígenas abyayalenses, australianos, africanos, etcétera. La culpa de estos prejuicios y sus consecuencias no está, desde luego, en la calidad de la producción europea sino en el complejo de inferioridad propio de las élites económicas, raciales, políticas e intelectuales de los países que los europeos colonizaron y que una vez producidas las emancipaciones formales, continúan sojuzgando económica y culturalmente.

El arte rupestre en Colombia

    A lo largo y a lo ancho del país, desde las alturas cordilleranas hasta los litorales, en cavernas, en abrigos rocosos, en las paredes de los cañones esculpidos por los ríos o en las losas de sus lechos, como también en infinidad de rocas desperdigadas por toda nuestra geografía, se han venido encontrando en asombrosa profusión grabados y pinturas, testimonios de esa aventura milenaria que iniciaron los paleoindios al descubrir, penetrar y signar sus nuevos territorios, tarea continuada por los innumerables pueblos en que se diversificaron los protoamerindios, y que mantuvieron sus técnicas rupestres hasta fechas incluso inmediatamente posteriores al cataclismo genocida y etnocida ocasionado por la conquista europea.

    El estudio del arte rupestre en Colombia se inicia desde épocas muy tempranas, cuando las oleadas sucesivas de pobladores enfrentaban las obras que sobre las rocas dejaban pueblos más antiguos, muchos de ellos ya diluidos en la neblina primordial. Los nuevos ocupantes de las regiones donde se fijaron las primeras obras rupestres hicieron aquello que siempre acostumbran los seres humanos: interpretar lo que de otros queda, asignándole un puesto dentro de sus sistemas de creencias y continuando en algunos casos la labor (13).

    Prueba de ello son las sobreposiciones de obras de diferentes estilos (palimpsestos), el hecho de completar algunas figuras, o de colocar otras al lado de las más antiguas, como también el evitar los lugares en que aparecen las obras, con el fin de no exponerse a los efectos negativos que pueden padecer quienes se acercan a aquellos receptáculos de fuerzas (lo numinoso) manejadas por otros hacedores (14). Por otra parte, algunos de los más antiguos intentos de explicación de estas obras rupestres figuran en los mitos que aún perduran, sobre todo en las regiones en que el fluir de la milenaria cultura indígena no quedó interrumpido.

    Con la llegada de los europeos los estudios sobre el arte rupestre abyayalense (amerindio) dan un paso más. En el caso colombiano los cronistas Simón y Piedrahita aluden al tema en sus escritos. Siglos después la Comisión Corográfica dedicará varias de sus láminas a recoger estas antigüedades de indios. Numerosos viajeros europeos de los siglos XVIII y XIX y comienzos del XX, reseñan algo de la extrema profusión de pictografías y petroglifos, y ya en los inicios del siglo que recién terminó, Triana hará uno de los primeros grandes aportes al asunto –al menos en lo que toca al interior andino–, trabajo que será continuado generación tras generación por unos pocos estudiosos hasta llegar al presente.

    Importa puntualizar al menos las apreciaciones de un cronista de Indias y de tres viajeros europeos que se ocuparon expresamente del arte rupestre, mucho antes del boom mundial desencadenado una vez reconocida la autenticidad de las obras de Altamira, asunto que sólo tiene lugar a partir del famoso mea culpa formulado por Cartailhac, quien había sido, hasta ese momento (1906)¸ uno de los principales impugnadores de tal autenticidad.

    En sus Noticias Historiales (1627) Fray Pedro Simón hace referencia a Nemquerequeteba (¿Bochica?) civilizador de los muiscas, cuya presencia explicaban los indígenas atribuyéndole una antigüedad de veinte edades, comprendiendo cada una setenta años, con lo cual se avecindaba un tanto a las primeras prédicas del evangelio cristiano. Para el cronista, los muiscas mostraban en su iconografía, tradiciones y creencias, una serie de rasgos que permitían vislumbrar una posible evangelización temprana en estas tierras, milenio y medio antes de la llegada de los españoles, habiendo sido dicho personaje –de luengas barbas blancas, y que traía un camello (15) (Simón no afirma que lo montara)– quien había impartido tales enseñanzas. Fray Pedro es explícito en afirmar que él no aprueba ni reprueba dichas tradiciones, limitándose simplemente a consignarlas habiéndolas tomado de “entre los hombres graves y doctos de este Reino” (16). El párrafo más pertinente (III, 4,3,3) dice:

    Otros le llamaban a este hombre Nemterequeteba, otros le decían Xué. Este les enseñó a hilar algodón y tejer mantas, porque antes de esto sólo se cubrían los indios con una planchas que hacían de algodón en rama, atadas con unas cordezuelas de fique unas con otras, todo mal aliñado y aún como gente ruda. Cuando salía de un pueblo les dejaba los telares pintados en alguna piedra lisa y bruñida, como hoy se ven en algunas partes, por si se les olvidara lo que les enseñaba (17); como se olvidaron de otras muchas cosas buenas que dicen les predicaba en su misma lengua a cada pueblo, con que quedaban admirados. Enseñóles a hacer cruces y usar de ellas en las pinturas de las mantas con que se cubrían y por ventura, declarándoles sus misterios y los de la encarnación y muerte de Cristo, les diría alguna vez las palabras que él mismo dijo a Nicodemus tratando de la correspondencia que tuvo la Cruz con la serpiente de metal que levantó Moisés en el desierto, con cuya vista sanaban los mordidos de las serpientes. De donde pudo ser la costumbre que hemos dicho tenían de poner las cruces de los que morían picados de serpientes. También les enseñó la resurrección de la carne, el dar limosna y otras muy buenas cosas, como lo era también su vida. Que si esto es así, no sólo estas de que ellos se acuerdan sino otros muchos misterios de nuestra fe les enseñaría.

    Las interpretaciones de algunas figuras rupestres (símbolos dejados por un héroe civilizador para recordar sus enseñanzas, referidas a la hechura y decoración de mantas (18), formuladas por los indígenas y llegadas hasta nosotros gracias al acucioso cronista, tienen un aire de juicioso realismo que contrasta con buena parte de las fantasiosas lucubraciones que han sido tan frecuentes en el estudio del arte rupestre a nivel mundial. Es de resaltar que la preocupación del benevolente fraile es mostrar que los “indígenas habían sido civilizados y poseían ya rasgos de alta moralidad”, si bien esto se debía a una posible influencia cristiana. Al menos les concedía la capacidad de haber asimilado dicha influencia, si bien luego la habían perdido un tanto, como glosa después en sus comentarios donde atribuye a una mítica figura femenina –perversa, por supuesto– el haber tergiversado las enseñanzas del gran macho civilizador.

    Un tono muy distinto se percibe en la pareja de investigadores compuesta por Spix y von Martius quienes reseñaron en su viaje de 1820 (1938: vol. II, 351) unos pocos de los miles de espléndidos grabados de Araracuara y La Pedrera, localidades del río Caquetá, en la Amazonia colombiana. Por cierto, la actitud plagada de prejuicios de estos dos investigadores compendia una posición muy frecuente entre muchos de los apresurados viajeros del siglo XIX, ansiosos por atiborrarse de datos y cosas de indios con destino a los museos europeos, pero muy poco interesados en profundizar en las culturas indígenas, a las que despreciaban. Refiriéndose a dichas inculturas no vacilaron en afirmar que “ellas constituyen, desde hace siglos, la tétrica demostración de la inferioridad de intuición de esa raza”… Y rematan diciendo que “… al primer golpe de vista se verifica en estas figuras grotescas la absoluta inexistencia de cualquier significado de un simbolismo superior” (op. cit.: 373-4). Era la tónica propia de la Ilustración europea frente a la supuesta barbarie de las colonias, y del llamado hombre primitivo, salvaje o natural, a quien representaban en las ilustraciones de los libros de viajes con rasgos un tanto simiescos, toscos.

    Un siglo más tarde, durante su viaje de 1903-5 entre los indios del noroeste de la Amazonia, Theodor Koch-Grünberg, hace observaciones puntuales sobre los grabados en piedra encontrados durante sus amplios recorridos y, echando mano de la etnografía, alude –al igual que lo hicieron los muiscas y su cronista–, a las evidentes similitudes entre algunas imágenes del arte rupestre y algunos elementos de la cultura material de pueblos indígenas que ocupaban en su momento –comienzos del siglo XX– los mismos enclaves donde se encuentran los petroglifos. Con el mismo cuidado, el estudioso austriaco reseña en sus cuadernos muchos dibujos hechos por los propios indígenas y hace enjundiosas observaciones sobre los decorados que ejecutan en sus propios cuerpos o utilizando diversas superficies. Con dichos apuntes elabora dos obras que ven la luz con anterioridad a su más conocido libro de divulgación Dos años entre los indios (1909); se trata de Los comienzos del arte en la selva (1906) y Petroglifos suramericanos (1907). Al respecto, Gerardo Reichel-Dolmatoff nos dice (19) (p.15) que Koch-Grünberg “se dio cuenta que los hombres primitivos de estas selvas tenían un potencial de expresión estética que Europa aún no había comprendido ni apreciado”. Líneas más adelante Reichel cita el siguiente fragmento tomado de la obra de 1906, en donde Koch-Grünberg alude a los dibujos que los tukanos estamparan en sus cuadernos de viaje:
    Estaré satisfecho si estas láminas por lo menos tengan éxito en introducir también otros círculos al mundo espiritual de estos “salvajes” tan mal conocidos y demostrar que aquellos así llamados “salvajes” no son semihumanos sino hombres pensantes, agudamente pensantes.

    Justas apreciaciones que bien pueden extenderse a los ejecutores del arte rupestre.
    En la segunda mitad del siglo pasado surgen personalidades tales como Silva Celis, Cabrera y los Rendón, quienes continúan los estudios en la disciplina, pero es Gerardo Reichel-Dolmatoff quien decididamente reorienta la disciplina de la mano de sus investigaciones etnográficas.
    Herederos de esos estudiosos, nuevos rupestrólogos continúan armando con sus descubrimientos y levantamientos el riquísimo mapa del arte rupestre en Colombia, de una manera ya continuada y un tanto sistemática. Así: Muñoz y Becerra en el altiplano cundiboyacense; E. Reichel, Urbina, Botiva, Van der Hammen, Castaño y Ardila en la Amazonia; Bautista en San Agustín; Granda en Nariño; Munar y Ortiz en la Orinoquia… y ya se preparan relevos generacionales especialmente alrededor de las cátedras sobre arte rupestre creadas en diversas universidades por miembros del grupo GIPRI y en torno a la revista Rupestre, órgano de difusión de dicho equipo, comandado por Muñoz.
    Otro de los factores de especial significación para los estudiosos del arte rupestre nacional lo constituye el arribo a la disciplina de investigadores procedentes de ciencias tales como la matemática, la lógica y la bioquímica… y de artistas de la plástica –como es el caso del Maestro Dioscórides–, quienes deciden retomar las sendas del arte rupestre con la sensibilidad y las técnicas propias del arte moderno. En otro campo, el de la restauración, se da una incipiente pero promisoria preocupación.

(En próxima entrega: El tema del chamán)

NOTAS
(1) En todo tiempo y lugar algunas formas naturales –especialmente las que muestran simetrías– son vistas como representaciones de seres naturales o culturales. Es muy frecuente que alguien decida agregar algunos trazos para hacer más evidente el parecido. Por este camino se llega a una bella idea formulada por infinidad de artistas de la plástica; ellos postulan que su acción poiética consiste tan sólo en colaborar sacando a la luz –explicitando– la figura que puja por salir de la entraña material informe. En parte se siguen estos lineamientos en infinidad de lugares donde avistan Vírgenes, manifestaciones consideradas milagrosas y fuente, por lo general, de pingües negocios.
(2) La escultura se dio en el arte prehistórico. Se han hallado figurinas –por lo común diminutas– en hueso y en piedra; también se dan figuras en tres dimensiones modeladas en arcilla, esas sí de mayor tamaño.
(3) Este tipo de testimonios suele estar en extremo sesgado. En el ejemplo –los pueblos germanos– las reseñas destacan sus aspectos agresivos –el tema lo impone–, con lo cual se genera una visión que califica de belicosas per se a dichas culturas, cuando la agresión ha sido precisamente la de aquellos que escribieron sobre ellos al combatirlos, con ánimo de sojuzgarlos.
(4)  Sistemas de escritura se dieron entre las culturas amerindias con precedencia a la llegada de los europeos. En alguna de ellas, dicha antecedencia se cuenta en milenios. Es el caso de la escritura maya (jeroglíficos con valores silábicos) y la de los kipus incas. Knorosov, en 1952, dio con la clave definitiva para traducir la primera. La visceral e irracional oposición de Eric Thompson (sólo porque Knorosov era ruso y, por lo tanto, presuntamente bolchevique) fue desbordada finalmente por la evidencia; pero su actitud entorpeció el proceso de investigación en no menos de media centuria. Las razones extracientíficas son tan frecuentes en los procesos de investigación, que la historia de la ciencia ha de dejar de ser la reseña de la sucesión de descubrimientos, para centrarse en la reconstrucción de los procesos teniendo en cuenta los aspectos biográficos integrales de los científicos que construyen teorías.
(5) De Abya-Yala: tierra en plena madurez; tal es su significación en el idioma de los kunas (tule). Equivale a América. Ver Visión Chamánica Nº 2, p. 47, nota Nº 7.
(6)Justificadamente aniquilados o esclavizados, por ser muy rebeldes, o mejor aún, por ser caníbales. Entre otras cosas, los conquistadores –cuando les conviene– suelen destacar el aspecto bélico de sus contrincantes para realzar su propia valentía.
(7) Una osamenta abandonada al azar, un fragmento de cerámica fuera de un basurero, incluso cuando la pieza es destruida intencionalmente, pues en tal caso el objetivo es que no perdure. Un aspecto asociado al arte rupestre y de suma importancia lo constituye el estudio de las huellas –no intencionales– dejadas por los hombres prehistóricos en los sitios donde se encuentran las obras, tales como improntas de los pies en la arena, barro, polvo, o ceniza; o de las manos sobre el barro o las improntas accidentales de éstas o de los dedos sobre las paredes, como también las de otros actores presentes en las cuevas, como es el caso de ciertos animales que las exploraban o pernoctaban en ellas; los osos, por ejemplo. En Francia uno de los mayores especialistas en este asunto es Michel García.
8  Propia de la más temprana Edad de Piedra, el Paleolítico.
9  La sola posibilidad causaba vértigo. De ahí que Don Marcelino, marqués de Sautuola, al denunciar en 1878 la existencia de pinturas prehistóricas en la cueva de Altamira –localizada en terrenos de su propiedad– es declarado un ingenuo que se dejó engañar o, peor aun, un falsario que expresamente encargó pintar a algún buen artista esos maravillosos murales.
10  Me refiero a su no uso a nivel masivo. El arte moderno continúa siendo un asunto de élites, como la mayoría de todo aquello que se califica de moderno, expresión que ha terminado sirviendo para contraponerse a lo popular, de sabor arcaizante. Con mucha frecuencia lo popular es asumido por la actitud modernizante, pero a la manera de moda, es decir, dentro de un manoseo superficial. Es el caso de las prácticas chamánicas, propias del neochamanismo. El asunto se extiende incluso hasta lo postmoderno, cuando se ve al llamado postmodernismo como una “vuelta a lo no racional”, entendiendo equivocadamente por tal un retorno al mito –considerado como algo propio de la pretendida mentalidad primitiva o popular– olvidando lo que éste tiene precisamente de profundamente racional, pero sin agotarse en ello. Sobre este tema se esperan renovaciones teóricas al hacerse cargo de las propuestas de Gardner sobre las “inteligencias múltiples” o, si se desconfía del término inteligencia como factor esencial de la mente humana, aquello de las potencialidades en plural, entre las cuales figuraría la propia inteligencia, sin que se le reste importancia a las otras.
11  Cuando la corriente intelectual predominante en el llamado mundo occidental se enrumba en una determinada dirección, inmediatamente empieza a juzgar, o, mejor aun, a construir el pasado desde los nuevos modos. A la larga no parece posible comportarse de otra manera. Este proceder epistemológico trae como consecuencia valorar en alto agrado todo aquello detectable en el pasado que se parezca a la nueva posición, y, por supuesto, el marginar o, incluso, vilipendiar lo que se le opone.
12  Morar en la ejecución, por el goce que ésta produce, dejando de lado –al menos momentáneamente– la precisión y urgencia de la meta.
13  Igual ocurre con nosotros, los seres humanos que inauguramos el tercer milenio después de Cristo: estudiamos estas obras desde nuestros sistemas de creencias (la ciencia es un muy sofisticado sistema de creencias que, desde luego, trata de justificarse a sí mismo) y, de una manera o de otra, las continuamos.
14  Siguiendo algunas de estas ideas, hasta tiempos muy recientes, muchos clérigos cristianos conjuraban y pretendían neutralizar las fuerzas satánicas propias de los cultos paganos (aún sobrevivientes hasta hoy día en zonas campesinas) mediante la pintura de cruces o de la imagen de algún santo o virgen en los sitios con presencia de arte rupestre.
15  Se piensa que pudiera haberse tratado de una llama.
16  No es claro a quiénes se refiere, si a los sabedores indígenas (informantes altamente calificados) o a los estudiosos españoles que ya habían reflexionado sobre el asunto introduciendo tales interpretaciones. Considero que es a los últimos.
17  Subrayado nuestro.
18  No está descaminada la fórmula de ver en algunas pictografías del altiplano cundiboyacense figuras que se pueden rastrear en las decoraciones de algunos fragmentos de telas procedentes de la cultura chibcha, e incluso en algunos trazos de las vestiduras rituales del llamado “cacique o cacica de Sutatausa”, descubierto en 1996 en el templo colonial (s. XVII) de esa localidad. Cf. Martínez.
19  Prólogo de la obra de Koch-Grünberg, Theodor, Dos años entre los indios. Viajes por el noroeste brasileño 1903-1905, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1995.

Entrevista con el mamo arhuaco Arwa Vikú

Entrevista con el mamo arhuaco Arwa Vikú
Trabajamos para mantener el equilibrio del planeta Tierra
Ricardo Díaz – Consuelo Pinzón – Iván Arana
Visión Chamánica

Entre nosotros, los viejos dicen: languschina, langus fortui china
(“la religión más práctica es el amor, la paz que podamos demostrarle
a nuestro planeta”). Esa sería nuestra verdadera religión.

    ¿Se pueden considerar las cuatro etnias de la sierra nevada de Santa Marta como integrantes de una misma tradición espiritual?
    Cuentan nuestros ancianos, nuestros guías espirituales, basados en el mapa sagrado de Serankwa, que allí están demarcadas las cuatro tribus que hemos tenido asiento en la sierra nevada de Santa Marta: los wiwas o arzarios, los kankwis o kankwamas, los kágabas o koguis, y nosotros los vintukwas o arhuacos. A las cuatro tribus nos distingue y nos identifica el conocimiento de la línea de origen, o la línea tradicional, para mantener el equilibrio del planeta Tierra.
    Además de mantener la unidad en torno a nuestra sabiduría milenaria, también nos une el marco geográfico de la sierra nevada de Santa Marta, ya que los picos nevados hacen parte de nuestra fuente de iluminación y sirven como una antena especial para mantener una guía, una visión, un espectro a nivel del planeta y eso nos sirve a nosotros para mantener el equilibrio. Por lo tanto, a los phundwas o picos nevados acudimos todos los mamos, sin distinción de grupo alguno, y allí hacemos las mismas ofrendas, hacemos los mismos rituales para mantener precisamente esa unidad de las cuatro tribus sagradas, esa identidad y ese equilibrio.

        ¿Cuáles son los elementos comunes en la tradición de las cuatro tribus sagradas de la sierra nevada de Santa Marta?
        En primer lugar nuestra enseñanza se inicia desde el vientre materno. Una vez que el niño sale, ya tiene una elección y ese viene a ser zeimake, tanto en el hombre como en la mujer, y a partir de esa predestinación que se le da al niño que está por nacer, él tiene los cuidados y preparativos a medida que va creciendo. Entonces ese zeimake se va a distinguir porque todo el tiempo va a estar al lado del anciano y eso va a dar lugar a que él, en estado de inocencia, aprenda de la inocencia del maestro y, como en un ritual de juegos, él vaya adquiriendo toda la destreza y la sabiduría de los mamos, cosa que cuando llegue a la edad de los siete años aproximadamente ya tiene casi todos los conocimientos del mamo mayor. Y posteriormente, cuando llega a la edad de la reproducción, ya él está en capacidad no solamente de dirigir al conjunto de la comunidad, sino que está revestido de una orden especial para mantener determinada disciplina en la Sierra, en el cuidado de los ríos, o de los animales, o de las semillas sagradas originarias de la Sierra.

        Otros se especializarán en el conocimiento de la medicina, como en el caso mío, que tengo ambas disciplinas: tengo la disciplina de velar por el conocimiento de los indígenas, internamente en la Sierra, si me lo exigen, y también tengo la disciplina de curar a las personas que están fuera de nuestro marco geográfico, o los hermanos menores como nosotros los diferenciamos, o los hermanos de la línea zuntaluyina o yugayina, que son la sociedad mayor, sin distingo de raza ni de credo religioso, político ni nada de eso. Esa disciplina a nosotros nos la enseñan los ancianos mamos especialistas en eso. Esa parte de esa disciplina se conoce entre nosotros como negrayina que es el bastón éste que estoy portando con diferentes colores, dando a entender así que son las diferentes razas del planeta para poderlas atender, para poder dialogar con ellos, tener la profundidad de mirar su conocimiento, tanto a nivel interno, como a nivel biológico. Entonces es una disciplina muy grande que a nosotros nos dan.

        Por otro lado, las mujeres también tienen una disciplina especial en nuestra enseñanza, porque ellas también son zeimake al igual que nosotros los hombres. Pueden llegar también al grado de mamas y ellas ocupan un papel muy importante porque son las que en silencio preservan todo el conocimiento de nosotros; además de que ellas son las que dan la medida o el equilibrio de cómo debe organizarse la familia, cómo debe organizarse la cosecha, la agricultura. Dan incluso los pronósticos de qué puede ocurrir en el futuro. Entre mamos y mujeres mantienen esa unidad para que se vaya recobrando todo el conocimiento milenario de la Sierra. Gracias a la mujer indígena, a la mujer zeimake, a la mujer mama, nosotros hemos logrado mantener todos los conocimientos milenarios.

        Otro aspecto que también nos identifica es que los marumsama, o los poderes que a nosotros nos dan como a ustedes los títulos profesionales, nos dan unas mochilitas así como ésta que pueden apreciar, este butaquito y bastón. Y estos son los marumsama, son como unas insignias o títulos de poderes para nosotros poderlos manejar a través de nuestro conocimiento. Y dicen nuestros viejos que nuestro conocimiento es de sencillez, es de voluntad, es de tener un contacto directo con la naturaleza; incluso de poder hablar con la naturaleza misma, hablar con los objetos. De pronto, las cosas sofisticadas, lo metálico, todo eso ya tiene una manipulación del hombre y nosotros debemos aprender a manipular un palo, una piedra, una hoja, para que a través del espíritu, de la esencia, a través de esa sabiduría milenaria que mantienen todos los objetos naturales nos podamos comunicar íntimamente y ese mensaje lo podamos transmitir a cualquier persona, a cualquier individuo, para su realización en el aspecto que nos los exijan.

        Así, por ejemplo, podemos observar el conocimiento de la hoja del ayu o la coca. El ayu es precisamente algo que a nosotros nos mueve a mantener ese conocimiento. El término solo ayu es como si fuera un diálogo interno que tenemos con nuestro espíritu para que a través del elemental de la hoja nos sirva como un medio de comunicación; además de considerarla nosotros una planta mágica ritual, nosotros podemos hablar de un conocimiento sobre la hoja del ayu, la cultura de la hoja del ayu, y es simplemente utilizarla pura, sin necesidad de ninguna mezcla y a partir de eso podemos tener nosotros unos conocimientos muy profundos en nuestra disciplina.
        Otro elemento que también nos distingue es el kankabu, ese objeto que ven aquí como un butaquito. Dicen que es el asiento común del hombre, por eso cuando nosotros ponemos este marumsama encima de eso, lo golpeamos cuatro veces, por cada uno de los cuatro puntos cardinales que para nosotros no son cardinales sino que son la manifestación del día, la oscuridad, el planeta Tierra y el cosmos en general; para conformarse el conjunto de las fuerzas del creador, por las cuales nosotros también mantenernos para dirigirnos a un paciente, a un enfermo y, a través de ello, manifestarle nuestra sabiduría de salud.

        Entonces, todas estas cosas que estoy comentando son algo que nos une a las cuatro tribus de la Sierra, y por eso subsistimos hasta el presente

¿Qué significa para los arhuacos la línea negra o la línea de origen?
La línea negra para nosotros es la línea sabia o la línea de origen. La llamamos así porque es la línea que nosotros tenemos por predestinación desde el momento mismo en que fue creado nuestro planeta. La creación para nosotros es el conjunto de la esencia de todo cuanto existe y nosotros tenemos de todo una porción mínima: tenemos de los árboles, de los animales, de las piedras, de los metales, tenemos del agua en su mayoría, tenemos de la energía cósmica, de la atómica, de las piedras, de todo… Por ese motivo, nosotros en vez de hablar de que hicimos invención de algo muy especial, hablamos de la línea de origen, de que el hombre debe recurrir a la línea de origen; nosotros la tenemos demarcada como algo especial, y no solamente la tenemos marcada sino que la percibimos a través de nuestro conocimiento. También para nosotros explicar algo del origen, tenemos como especie de unas evocaciones, unas palabras especiales, altamente sagradas.

Este palito que ustedes están viendo tiene el mismo mapa. Aquí no se alcanza a ver, pero se supone que ocultamente lleva las líneas. Aquí está la figura de Serankwa internamente y ésta es la mitad de la tierra. En sus extremos amarrado, usted coge este palito; no pesa un gramo, no pesa nada. Entonces si yo cojo ese palito como hombre común y corriente, sin ninguna evocación, yo no obtengo nada de eso. Pero si el mamo evoca la línea de origen y le pide que lo ayude, que le transmita esa fuente de energía de la cual nosotros somos modestos, humildes, de obedecerle a ella, a su conocimiento, a su energía, a toda su fuerza que está guardada en lo más profundo, inmediatamente siente esa evocación, la percibe. Entonces eso es quizá lo que a nosotros nos mantiene aferrados a la idea de que no podemos dejar de existir en este planeta y que cada día va a ser renovada la sociedad con base en los conocimientos de nosotros, de los mamos. Mamo es sabio, es guía; el mamo es el orientador, es el que mantiene la unidad de todo el planeta. Entonces, si yo cojo este butaquito y hago mi evocación, cojo mi coquita –mi ayu–, no como la gente tiene entendido que uno coge la hoja para drogarse, para uno no hay necesidad de eso.

(En este punto de la conversación, en nuestra presencia, el mamo hace su evocación en la lengua natal, toma el palito y sin tener ningún contacto ni enlace físico con el butaquito que se encuentra sobre la mesa, lo hace levitar).

… Es la diferencia, eso es lo que nosotros queremos explicarle a la gente. Si el hombre tiene su orgullo, su vanidad, solamente en el conocimiento de la información, no se aprende nada. Nuestro conocimiento es más práctico que estudiar. Y se estudia en la práctica y en la medida en que nosotros tenemos contacto directo con la naturaleza. Yo cuando pronunciaba el primer término –ñankwa– me dirigía al dueño del planeta: Serankwa. Y así como existe Serankwa, también existe otra fuerza: Kakarwa Viku, la fuerza de la luz. Y también existe Kaka Kariwkukuy, es el poder o la energía de la cosmogonía, del cosmos. Y finalmente me dirijo al padre de la oscuridad, que en nosotros sería la muerte viva –porque para nosotros no existe la muerte, la muerte es tan sagrada como vivir–. Entonces, me dirijo a la muerte y yo le doy un agradecimiento; inmediatamente me lleno de magnetismo y por eso es que este objetico, tan chiquitico que no pesa un gramo, me obedece, de otra manera no me haría caso.

Esa misma aplicación la damos también en la medicina. Por ejemplo, yo veo a alguien entrar aquí y con eso ya sé si se salva o se muere, así de sencillo. De pronto yo le pongo un aparato es como por llenar un requisito, pero no hay necesidad de eso, yo ya estoy viendo si el paciente se salva o no.
¿Cómo fue su proceso de formación para llegar a ser mamo?
Mi proceso inicia desde muy niño. Yo inicialmente nazco un día martes a las cuatro de la mañana, en el lugar de Bezameina – “licor sagrado”–. Cuenta mi madre que ese día había una reunión de mamas ancianos en un ritual especial sobre la producción y cuando ella regresó nuevamente a la choza donde estaban reunidos los mamas, se dirigió a ellos y les dijo que les tenía una sorpresa. La sorpresa era que yo había nacido. A partir de eso me señalan un anciano mama llamado Vikú. Entonces me mandaban con él a hacerle los mandados, acompañándolo a caminar con él; en sí es un ejercicio que parece como si fuera un juego interno entre el anciano y el niño: uno simplemente lo acompaña y está cerca de él y él está en sus ejercicios. Estoy hablando de 52 años atrás.

Ya después de que yo paso el proceso de zeimake con el mamo Vikú, empiezo mi escuela con mi padre Gunmaku-Maney Maku –Apolinar Izquierdo Suárez, en español–. El era un gran mama y al lado de él estaban los hermanos, o sea los tíos por parte de mi papá, también todos mamos –entre ellos estaban mamo Valerio, mamo Atanasio, mamo Mingo Niño, mamo Cornelio Torres y una serie de mamos que yo pude consultar ya mayor–. Y lo mismo, empiezo mi enseñanza práctica con mi padre, en los ejercicios, en las piedras, en los arroyos, en los árboles, las fuentes de agua, con los animales… y empieza uno a tener ese conocimiento. De manera que cuando yo llego a la edad de 12 años más o menos, que es cuando yo empiezo a aprender el español, voy al orfelinato.

En ese entonces se conocía como el orfanato de las Tres Avemarías. Como ustedes entienden el orfanato era de huérfanos. Pero ese huérfano es muy relativo. Yo me acuerdo que habíamos más o menos unos 450 niños, entre hombres y mujeres, y eso era como una guarnición cerrada, como una cárcel cerrada, grande, con una división por la mitad. Mirando hacia el norte del lado izquierdo, estaban las mujeres y hacia el lado derecho estaban los hombres; hacia el lado izquierdo, las monjas y hacia el lado derecho los curas.

Entonces, yo ya tenía mucho conocimiento sobre lo del mamo, y al mismo tiempo me existía una duda internamente, cada rato me martillaba, porque yo empiezo a mirar cómo los niños eran obligados a asistir a ese centro, y el que no iba allá era castigado. Había el corregidor, era un señor blanco, el secretario era blanco, los semaneros, como una especie de policías, eran blancos. Eran autoridades civiles. Y ellos tomaban como una desobediencia de la familia indígena no llevar los niños al orfanato. Entonces los castigaban: no recibían las dádivas que eran repartidas –un poco de harina de trigo que venía de Estados Unidos, con gorgojos y gusanos; que eso era lo que nos daban a nosotros–. Nos ponían a cultivar papa, a cultivar cebolla, zanahoria y todos los productos de tierra fría. Eran jornadas largas. Y toda la producción que salía nosotros no la consumíamos sino que la sacaban para Valledupar, para Barranquilla… Nosotros éramos los que menos veíamos de eso. Lo mismo ocurría con el ganado. Eso había mucho territorio hacia la parte baja de la Sierra en las riberas del río Nabusimaque; lo que es Santo Domingo, San Francisco, eso eran ganaderías de los curas. En ese tiempo decían que habían más de dos mil o tres mil reses de la misión de los capuchinos, allá en territorio nuestro. Y a nosotros solamente nos daban del ganado que se rodaba a los abismos; cuando ya estaba medio podrido, lo sacaban y lo echaban a secar y nos daban de ese ganado.
Una vez había un niño que por motivos de hambre a él le tocó subirse arriba a la terraza de la casa, que allá los padres guardaban las panelas. Entonces el niño se dejó agarrar en la terraza; lo bajaron, lo colgaron de los brazos y le dieron palo. Otro día, yo me salgo un poquito de la cárcel, de la Misión. Hacia la parte occidental habían unos árboles grandes y estaban llenos de granadilla, y me subí a arrancar mis granadillas. Cuando estaba bajando del árbol, yo escuché algún ruido extraño abajo y yo vi que había un niño, apoyado en un barranco, y el padre estaba abusando sexualmente del niño, y yo eso lo vi. Entonces, yo veía cómo los padres amenazaban a las niñas, a los niños; y cómo llevaban un capuchón aquí detrás y les pasaban por la mañana dádivas de pan; y ya uno sospechaba de que esos niños eran las víctimas sexuales de los curas.

Entonces yo me volví desde ese momento un rebelde de mi comunidad. Tanto, que organicé mi maleta y me fui para mi casa. Cuando llegué allá, mi padre me pregunta:
– ¿Usted por qué se vino?
– Yo me vine porque yo vi algo raro. –El me quiso desmentir. Le dije: –Papá, haga su ejercicio; como es mamo, adivine que yo estoy aquí es por esto, porque yo vi esto. –El me aceptó y me dijo:
– No, entonces usted no puede seguir estudiando allá. Usted se va a estudiar fuera de la comunidad.
Y sí, a los 16 años di el primer campanazo. Hice el primer documento –por ahí lo debo tener guardado–, denunciando todos los atropellos que estaba cometiendo la misión capuchina en contra de los indígenas. Al lado de eso, sumé unas historias de los mamas que habían visto cómo las monjitas que salían embarazadas botaban los fetos a los pozos sagrados (pozo del diablo). Nosotros a los pozos les llamamos yeikunuma (Poder del Agua). Yei es agua; numa es fuerza del agua, para nosotros hablar con el agua, y eso lo consideramos como un remanente supremamente sagrado. Los mamos eran buceadores. Se lanzaban allá a ver qué era lo que habían botado, perfecto sacaban el feto de las monjas.
Todo eso yo lo empecé a denunciar. Después, como quemaron las kankurwas del mamo Adolfo, que era un mamo rebelde también, él empezó a hacer las denuncias que estábamos viendo. Y vimos cómo los padres siempre estaban aliados con los colonos, imponiéndonos granjas, imponiéndonos cosas, pero era para saber cuáles eran los mamos que seguían la tradición, para sostener ellos que todo lo que hacíamos los mamos eran cosas de fetichismo, de brujería, de paganismo, eran cosas diabólicas. Entonces nos echaban fuego a nuestras kankurwas.

Todo eso lo denunciamos, hasta que al fin nace la idea de crear en la Sierra el primer Cabildo Gobernador. Lo hicimos con una segunda intención: necesitábamos un gobierno interno que sirviera de puente para mantener una relación directa con el Gobierno. Liberato Crespo, ya muerto, fue el primer gobernador de la Sierra y yo fui su primer secretario. Como tenía conocimiento de mamo y el cabildo gobernador era mamo, entonces nos entendíamos muy bien. Entonces empezamos a hacer los primeros documentos. Hicimos los primeros lineamientos a nivel territorial, a nivel educativo. Y a partir de esos primeros lineamientos, hicimos un documento fuerte donde pedíamos terminantemente que la misión capuchina tenía que ser expulsada algún día de los territorios sagrados.

Dio la gran coincidencia que en los últimos años de la estadía de los capuchinos en la Sierra le tocó dirigir a un padre colombiano, el padre Javier Rodríguez –yo aún le digo padre por cariño–. Al padre Javier yo lo llevé a muchos lugares sagrados y lo llevé a conocer muchos mamos, antiguos, sabios, casi la mayoría son ya finados, muertos, y el padre entendió el mensaje de nosotros. Tanto que un día me dijo: “No, si ustedes los mamos son más religiosos que nosotros. Yo esta sinvergüencería, este colonialismo, si no lo voy a aceptar. Yo les voy a devolver la tierra a ustedes”. Y él empezó a entregarnos las tierras, que eran de nosotros, pero que estaban en posesión de los capuchinos. Ahí empezó el desastre. El padre renuncia, el padre pidió la baja como padre y siguió estudiando con nosotros. Nosotros ahí sí fuimos tratados de comunistas, de falsos secretarios; bueno, de todo lo que ustedes se pueden imaginar. Sin embargo, yo seguí al lado de los mamos. Termina el gobierno de Liberato Crespo y se nombra a Luis Napoleón Torres.

Ya en el gobierno de Liberato Crespo, nosotros habíamos planteado la necesidad de hacer un gran congreso en la Sierra, invitando a todas las comunidades indígenas del país. Y ese congreso llevaba un objetivo: fortalecernos internamente y conocer las otras etnias que había en todo el país, invitando incluso algunas de otros países. Entonces, el mamo Marco, que fue un gran maestro mío, me asignó ir a visitar a los evangélicos, porque ellos estaban fortalecidos en la parte oriental.
Una vez que yo voy allá, me encuentro a un indígena que es pariente mío, a Ángel Torres –él era el pastor; un indígena pastor–. Espero que él termine su ceremonia y yo lo llamo, le digo: “Primo, yo necesito hablar con usted urgentemente. Quiero que me acompañe a ese árbol grande que hay allí”. Yo sabía que ese era un árbol sagrado. Al pie del árbol pasaba un río y ahí estaba al pie como un pozo grande. Yo me llevo a Ángel y le digo: “Ángel, en este árbol, aquí guardaban reliquias nuestros ancestros, nuestros viejos mamos, entonces usted tiene que aprender mucho de eso”. Y empecé a hacerle un diálogo sobre el conocimiento de los mamos. De tal manera que él regresó nuevamente al templo, a la iglesia evangélica y me dice: “No, si eso es así, yo lo voy a acompañar”. Yo ya le había dicho en qué fecha se hacía el congreso. Y de una vez en la noche, me acuerdo, como a las diez de la noche, él ensilló su mula y se despidió de la señora y se fue a donde había otro pastor indígena.
Él representaba algo, pero fuera de eso era pastor, llegamos a las cuatro de la mañana a la casa de Luis Napoleón y lo mismo. Yo voy preparado dentro de la orden que me dan los mamos al diálogo con él y llevo al otro pastor. Llegamos a un acuerdo, sacamos por conclusión que él era yerno de un gran mama llamado Julián. Yo le dije a él ya por la mañana, vamos a visitar a su suegro. Al mamo, un viejo anciano, se le hizo raro que llegaba el pastor evangélico a visitarlo. Entonces, él me abrazó a mi, el anciano, el mamo me dijo: bienvenido que haya traído estos personajes aquí. Ahí hacemos el primer trabajo. Por eso le digo que yo creo en mi tradición y estoy aferrado a mi tradición, sin ninguna pelea alcancé a dominar a esos dos señores. Tanto que cuando voy al congreso, ellos asisten al congreso: nadie esperaba eso. Y a partir de eso empezamos un trabajo intenso. Yo no los dejo, yo me traslado un tiempo hacia la parte oriental, en la zona evangélica. Yo tengo ya con Ángel varias experiencias. Ángel, que era pastor evangélico, se vuelve para el movimiento indígena. Él hace las primeras denuncias en contra de los evangélicos, después de que era su gran amigo. Él se apoyaba en que yo estaba con él.
Nosotros alcanzamos a coger cosas tan delicadas que eran anticonceptivos, eran esterilizantes, eran una cantidad de drogas, todas sofisticadas, gringas, y nosotros las trajimos al Ministerio de Gobierno en ese entonces para que las estudiaran. Después hicimos denuncias donde decían los mamas que los indígenas estaban quedando estériles. Esa era una política del Instituto Lingüístico de Verano: acabar con las comunidades indígenas. Todo eso lo denunciamos en ese entonces, y pedimos también el retiro. Ya en el segundo viaje nos tomamos el templo evangélico a la brava, y entonces tuvieron que salir los del Instituto Lingüístico de Verano de allá. Fue la primera sorpresa.

Después, cuando ya se hace el primer Congreso Arhuaco, de ahí se nombra a Luis Napoleón como Cabildo Gobernador de los Arhuacos –alrededor de los años 1976 a 1986–. Lo acompaño a él en los primeros cuatro años, y dejo de acompañarlo porque ya sucedieron cosas muy directas contra nosotros, contra el movimiento. A mí me empiezan a hacer la persecución. Pero yo sabía que eso era orden de los curas, de los padres; me hacen dos atentados, uno en Valledupar, uno en Pueblo Bello, y a partir de eso consulto a mi papá y él me dice: “No. Usted tiene que irse. Si no se va, está corriendo mucho riesgo”. Le hago caso a mi papá y me vengo para aquí, para Bogotá.

Aquí me dediqué a la parte médica que yo había aprendido. Estando aquí, me vuelven a llamar; Napoleón vuelve y me llama, me dice: “Lo necesitamos porque hay unos problemas muy agudos internamente”. Yo volví y estando allá ocurrieron cosas muy extrañas, ya cuando desaparecen algunos indígenas, ya cuando matan unos colonos. Entonces, el problema fue serio. Yo no sé cómo no caí, me salvé. Pero me tocó en ese entonces hasta de abogado de mis hermanos indígenas. Porque yo vi cosas muy terribles. Encontrar los cadáveres amarrados a orillas de los ríos; los indígenas amarrados, entre cuatro, cinco y seis, así… y todo eso se quedaba en silencio. Sin embargo, yo hice inteligencia muy internamente sobre quiénes eran los asesinos y los denuncié con nombre propio. Ellos fueron fulano y fulano. Y eso me acarreó problemas tremendos. Sin embargo, ya sabía que eso iba a venir. Hasta el último día, antes de renunciar, iban por la cabeza de Napoleón, lo iban a matar a él, y yo estaba por delante. Sin embargo alcancé a avisarle a Napoleón: escóndase; porque ya iban los sicarios a matarlo. Entonces, esa tarde llegan un hermano de Napoleón y otros líderes que estaban armando una tienda comunal arriba en la Sierra, y vi cuando pasaron –en ese tiempo, una ranger– hacia arriba, una vez que ellos habían salido. Y al otro día que averiguamos, que bajaban los indígenas, preguntamos si había llegado el hermano de Napoleón. No llegó.

Estaba mamo Zarai, anciano que yo lo había llamado porque él era rebelde, no le gustaba nada de gobierno, ni de política, él era alejado de eso, mamo consagrado solamente a su conocimiento; pero él me hizo caso, entonces me dijo “yo lo voy a acompañar unos días”. El me acompañó y fui y le consulté yo al mamo. “¿Por qué no me adivina qué pasó con esos señores?” “No, esos señores aparecen muertos”, de una vez me dijo. Sí, se nombró una comisión y se encontraron los cuatro cadáveres: otros cuatro cadáveres de indígenas. El hermano de Napoleón y otros. Como yo sabía quienes eran, entonces vine y los denuncié directamente a ellos. Entonces los otros pues en venganza, ya como a los tres meses asesinan otros familiares de ellos y se agudizó el problema. Traen los indígenas, los meten a la cárcel. Yo tenía bastante influencia en Valledupar con algunos jueces y con eso pude sacar los indígenas de noche de la cárcel donde estaban detenidos y los volví otra vez a la Sierra. Entonces eso me fue acarreando problemas y me tocó abandonar la sierra por algún tiempo, hasta que ya toda esa gente, que eran malos y todo eso, se fueron muriendo poco a poco y así ya pude regresar a retomar nuevamente la medicina.

Lo único que sí tengo es el agradecimiento de la Sierra, que no me han abandonado los mamos. Tanto, que estoy aquí casi cumpliendo una misión. De allá mandan las ofrendas para que visite muchos lugares que consideramos altamente sagrados, como santuarios –Monserrate, el Salto del Tequendama, las salinas de Zipaquirá, la laguna de Guatavita y otros sitios–. De tal manera que todos los objetos que ellos me mandan de allá, tengo que hacerlos llegar a esos lugares para mantener viva la esperanza de que mucha gente que está aquí se va a sensibilizar mucho con el problema indígena; no solamente de nosotros los arhuacos, sino también de las comunidades indígenas en general; porque pensamos de que las comunidades indígenas también hacen parte del conocimiento de la línea negra que nosotros hablamos y por eso hemos estado invitando en los últimos años, ya se han hecho dos congresos a nivel internacional en la Sierra y uno se hizo en el Amazonas y hemos estado promoviendo esa comunicación. Y aquí los estudiantes me tienen como parte de consulta cuando ellos tienen sus problemas a nivel interno. Entonces los estudiantes arhuacos, koguis, que están en las universidades vienen aquí; necesitan fortaleza espiritual, entonces les hago su ejercicio aquí y se van a estudiar tranquilos. No tienen problema. Entonces hemos cumplido ese papel.

Lo otro es que tenemos mucha gente indígena con problemas de salud, aquí ya han venido. Por ejemplo, un líder indígena de Tierradentro al que no lo había podido curar nadie. Muy grave me lo trajeron; en tres sesiones se curó. Entonces me invitaron a un encuentro del CRIC –Consejo Regional Indígena del Cauca–, no fui porque me mantengo aquí muy ocupado –les pedí excusas porque no podía ir–. De todas maneras ese es un servicio que tengo orden de prestar a los hermanos indígenas también. Lo hacemos porque pensamos que ellos también tienen que aprender de este conocimiento para que sientan confianza de que no es solamente la medicina científica, sino que hay una medicina sencilla que también se puede utilizar. A eso le estamos dando aplicabilidad en la Sierra Nevada a través de la ARS indígena que tenemos allá. Y, ¿qué ha ocurrido? Que nosotros tenemos superávit. Que los dineros que nos ha dado el gobierno solamente los estamos utilizando para los casos más delicados. Pero los niveles de medicina general los manejamos nosotros y no cobramos. Nos ha ido bien en ese sentido. Nosotros a nivel interno sabemos que el dinero hace mucho daño, entonces solamente lo manejamos a nivel externo para pagarle a los médicos generales, los cirujanos y las clínicas, nada más; a nivel interno estamos los médicos tradicionales, los mamos, con nuestra botánica.

Durante todo ese gobierno a partir de Napoleón, cuando lo nombran Cabildo Gobernador, se fortalece la comunidad. Hay un pequeño impasse ahí. Cuando se nombra el Cabildo Gobernador aparentemente se divide la comunidad: los de mentalidad mestiza y los de mentalidad tradicional. Yo estaba dentro del grupo de los de mentalidad tradicional. Como los de mentalidad mestiza en ese entonces eran casi mayoría familiares míos, en un tiempo yo me eché mi familia encima por ese problema. Sin embargo, yo seguí trabajando internamente. Fui preparando los líderes a nivel interno y en todas las conferencias les fui divulgando el conocimiento de los mamos. En ese momento lo tomaban algunos como burla, porque tenían todo el conocimiento de los curas, de los misioneros, y allá no había más religión sino la religión católica. Pero cuando ya a los padres les ponemos la cosa bien dura, tienen que abandonar el territorio de la Sierra, ellos quedan aparentemente desarmados. Entonces, como ellos estaban preparados para dirigir la parte administrativa, porque les habían enseñado, a ellos les dieron todos los cargos y nosotros los indígenas de mentalidad tradicional nos salimos de esos cargos; una táctica que utilizamos, y los empezamos a trabajar. Como esto es de los mamos, y el pensamiento es de mamos, ustedes tienen que obedecer a los mamos y no los vamos a obligar. Ahora vamos a hacer al revés de lo que harían los curas; los niños que quieran ir al mamo que vayan –como había un trabajo previo, pues la mayoría acudió a los mamos.

Entonces fue tomando fuerza el movimiento, hasta que nombran a Bienvenido Arroyo, que cumple un doble papel, porque tenía una relación muy fuerte con los colonos y una relación muy fuerte con los indígenas. En ese doble trabajo que se hace estuve colaborándole casi siempre, orientándolo, y empezamos a promover ya a la gente nuestra para que se preparara en la universidad, tuvieran un conocimiento. Casi todos eran hijos de mamos, de manera que no perdían el puente; estaban en la universidad, hacían el puente que yo les daba aquí, el conocimiento, y allá lo veían y lo reforzaban.

Cuando ellos salen profesionales van a ocupar los cargos y, lógico, esa gente está muy preparada y no se iba a dejar engañar muy fácil. Entonces, van ocupando todos los cargos. Es el caso de las escuelas indígenas que eran antes dirigidas por profesores extraños a la comunidad, ya son en este momento 100% indígenas.

En este momento estamos peleando ya los cargos a nivel gobierno. Hemos encontrado la traba porque son cargos políticos, de cuotas políticas. Ahí estamos agarrados. En este momento estamos solicitando que el jefe de la División de Asuntos Indígenas sea un indígena y ellos están aferrados que no, porque eso es una cuota política. Pero pensamos que lo vamos a ganar. Pensamos también que las alcaldías que están alrededor de la Sierra y donde tenemos más población indígena, esas alcaldías tienen que ser indígenas. Porque fueron alcaldías impuestas, a sabiendas que suplantaron el resguardo y lo hicieron sobre el resguardo, el caso de Don Diego, de Pueblo Bello y de Dibuya, todo eso afectó territorio kogui, territorio arhuaco, el resguardo arhuaco. Ese es otro trabajo que se está haciendo y tenemos gente allá.

Entonces, todo eso ha servido para mantener la línea de los mamos. Hay un lugar que nosotros vamos a revivir ya como una escuela de mamos en la Sierra, que es una escuela antigua y es la escuela que siguió Arumaku Flores. Él era hijo de un cura alemán con una indígena de la Sierra, de ahí se mestizó la comunidad, esa rama, y los que se quedaron solamente con su raíz tradicional se murieron. Entonces Arumaku Flores decía que nosotros no vamos a perder nuestra tradición a pesar de que habíamos recibido un mestizaje a través de ese cura. Él tuvo asentamiento en un lugar en la Sierra donde invitó a las cuatro tribus –los kogui, los arzarios, los kamkuamas y nosotros los arhuacos– y en ese lugar él hizo las insignias sagradas que su pueblo jamás debía destruir. Él era como un profeta. Fue el que recibió por primera vez la distribución de los elementos extraños a la comunidad –como era el machete, la pala, objetos de cocina, los animales domésticos: la vaca, el burro, el ganado–; pero bautizados, no metidos violentamente. Él los recibió con ceremonia y con todo, él asignó para eso un templo especial. Él se consideró en ese tiempo como un guía espiritual de una comunidad muy grande, pero eso está casi en su extinción. Por eso era lo que los curas estaban felices, porque ellos tenían mamos a favor de ellos también, haciéndole trabajo a ellos y nosotros los tradicionales por otro lado. Entonces había como un choque.

Hoy todavía quedan rezagos de eso por ahí, pero ya muy pocos. Porque la organización más grande la está dirigiendo el movimiento Guzintana, que es el movimiento de nosotros. Por decir algo, si en la comunidad mía hay 100 mamos, por ejemplo, nosotros tenemos más o menos 70 mamos a favor del movimiento de nosotros, y mamos muy serios, muy respetados, los que hemos trabajado por ejemplo la recuperación de los mapas sagrados, la fortaleza de la línea negra, los que estamos fortaleciendo las escuelas, los que hemos permitido que el hombre tiene que capacitarse en ambas culturas. Allá hay unos que están aferrados a que el hombre no debe recibir enseñanza de ninguna. Es un movimiento muy pequeño, pero lo hay; son muy fácil presa de manipularlos y todo eso. Pero pensamos que poco a poco vamos a lograr esa unidad. Entonces, antes nos decían que era porque los indígenas no se habían capacitado, pero hoy tenemos gente capacitada: en derecho, en medicina, en enfermería, en administración, en contaduría. Entonces, ya no nos pueden sacar excusas de que es que los indígenas no se han preparado. Estamos en esa pelea en este momento.

En ese tiempo, en esos cincuenta y pico de años que llevo, he hecho el curso general de mamo. Y el último esfuerzo que tengo pensado hacer, que ya lo estamos empezando, es volver a levantar la Kamsamaría.

Medicina Kallawaya

Medicina Kallawaya
Hay que darle de comer a la montaña
Por: Eric Latil / ECLat

Generalidades de la medicina kallawaya
Para los kallawayas, comunidad indígena conocida por sus curanderos que habitan las montañas andinas de Bolivia y Perú, la salud (buena o mala) es un estado global que comprende el físico y la psicología del individuo y su relación con el entorno social y natural. En su cosmovisión, la definición de salud proviene de una analogía entre el cuerpo humano y la tierra, los animales, las comunidades, la realización personal y el respeto de las costumbres. Una visión que toma auge en el mundo occidental.

Para los kallawayas, las montañas, los lagos, la lluvia, el sol, las plantas y los animales son seres vivos, con familia, con casa, con nombres. “Para tener buena salud hay que darle de comer a la montaña”, dice Hilarión, curandero kallawaya.

Los rituales son de gran importancia para las curaciones. Las ofrendas a Pachamama buscan restablecer el equilibrio vital del cual todos dependemos. En los rituales kallawayas están representados tres niveles ecológicos: fetos y grasa de lama para el altiplano, claveles para los valles altos, algodón y flores de coca para la región subtropical. Cada nivel ecológico debe estar representado por un grupo de alimentos para que la montaña sea satisfecha y proporcione salud al hombre. Esta relación simbólica entre los hombres y los niveles ecológicos ofrece una alimentación relativamente completa y variada, factor universalmente reconocido para prevenir enfermedades. Es en la prevención donde se sitúa toda la fuerza de la medicina kallawaya. El origen de la enfermedad no se busca únicamente en el organismo del paciente, sino también en el conjunto de sus relaciones con el trabajo, la familia y las actividades cotidianas.

Los kallawayas nos enseñan que la salud reside en el equilibrio entre el hombre y su entorno. Para los occidentales, este tema espinoso transgrede la lógica cultural, científica, política y económica. Sin embargo, cada día podemos constatar, con solo mirar a nuestro alrededor, que la promoción de productos biológicos, de medicinas suaves y de regímenes alimenticios sanos incentiva la apertura hacia la naturaleza en la vida diaria de los hombres del tercer milenio.

Algunos usos de plantas medicinales
La Coca (erythroxylon coca)
La coca crece principalmente en Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. En la cordillera de Los Andes es una planta sagrada desde tiempos remotos. Representa el primer nivel ecológico, el más bajo. La coca no es sinónimo de vicio para los aborígenes; al contrario, esta planta forma parte de su alimentación, de su medicina y de su religión, ocupando un lugar importante en los rituales. Sus propiedades son múltiples: masticar hojas de coca calma el dolor de estómago, ayuda a resistir el hambre, la sed y la somnolencia. Una infusión de cinco hojas de coca elimina el “soroche” -o mal de altitud- y el dolor de cabeza. En compresas, alivia el dolor de muelas. Desde siempre la coca es la compañera de campesinos y mineros en sus trabajos difíciles, los cuales realizan la mayoría de las veces sin agua, sin comida y a elevadas alturas.

El clavel (Diantus caryphyllus)
Planta muy apreciada en los andes. Flor sagrada, es utilizada muchas veces por los kallawayas en rituales y ceremonias religiosas. En infusión fría tonifica el sistema nervioso y sirve para lavar ojos irritados. Las hojas hervidas calman la tos, el enfriamiento y los cólicos.

Algodón salvaje (gossypium raimondi ulr.sp), Qhiya (en aymará)
La “lana” del algodón se utiliza en rituales y representa el primer nivel ecológico. Las semillas asadas y reducidas a polvo sirven para preparar una pomada contra los golpes y los moretones. Sus fibras secan, cicatrizan las heridas. Las hojas de la planta, asadas durante largo tiempo y luego preparadas en infusión, se aplican como cataplasmas para los dolores musculares. El humo de la planta quemada debe ser respirado por los enfermos a causa de la altura.

Los viajes del aprendizaje
Hilarión Suxo nació en 1937 en la comunidad de Pampa Blanca, provincia Bautista Saavedra, área cultural kallawaya, Bolivia. Comenzó el aprendizaje de las plantas medicinales cuando tenía 14 años, con su padre y tres curanderos establecidos en la comunidad. La transmisión de los conocimientos empíricos de los kallawayas se hace durante los tradicionales viajes al Perú, Chile, Argentina, Ecuador o Brasil. Es precisamente lo que hizo Hilarión de 1951 a 1961, viajando a pie y durante varios meses. En aquellos viajes, Hilarión aprendió a reconocer las plantas que encontraba, a utilizarlas y, sobre todo, a relacionarse con los pacientes según la experiencia de los ancianos.
Gracias a sus viajes, Hilarión Suxo cruzó los caminos de otros curanderos y médicos alópatas. En los años 80, Hilarión Suxo encontró a un médico famoso en La Paz con el que se capacitó durante dos años en una medicina que él llama “moderna”. En ese momento, abrió el campo de sus conocimientos y reflexionó sobre la introducción de la medicina kallawaya en la medicina alópata. En 1991, en el pueblo de Amarete, participa en la creación del primer hospital en el cual trabajó como profesor kallawaya con médicos alópatas.

Desde toda la vida, Hilarión Suxo se dedicó a las plantas medicinales y a transmitir sus conocimientos en las comunidades. Los modelos sociales de la comunidad kallawaya se transformaron, entre otras cosas, por el éxodo rural. En dos generaciones, el frágil vehículo de la transmisión oral se debilitó entre los “viejos que saben” y los jóvenes que viajan a La Paz para vender su fuerza de trabajo y soñar con la sociedad de consumo. Es precisamente lo que pasó con los dos hijos de Hilarión, aunque lograron seguir estudios y trabajar en oficios que les gustan. Uno es costurero y el otro estudia informática en La Paz.

Quedan pocos curanderos trabajando por la conservación de los conocimientos de la medicina kallawaya. Hilarión Suxo dicta talleres en las comunidades para grupos de mujeres o jóvenes que quieren capacitarse y procurar ganarse la vida fabricando pomadas, tinturas o parches. Pedro y Alejandro son aprendices de la curación con plantas. Pero como Hilarión dice, éste es solamente un aspecto de la medicina kallawaya. El curandero no utiliza sólo las plantas sino los rituales para la Pachamama –o Madre Tierra–, el equilibrio de la alimentación, la música, … Para Hilarión, la salud se encuentra en la totalidad del ser humano, en donde se mezcla lo que entendemos como la psicología, el estado físico del individuo y su relación con su entorno social y ambiental. La salud es un estado completo desde el cual la persona puede relacionarse en armonía con los demás.

Testimonios de curanderos kallawayas
La pérdida de la tradición oral lleva a la progresiva desaparición de un gran número de prácticas culturales en las comunidades indígenas latinoamericanas. Los siguientes son testimonios obtenidos por la organización ECLat que ilustran el caso de la medicina ancestral y del conocimiento de las plantas medicinales kallawaya.

Sobre los viajes tradicionales de los curanderos kallawayas
(Hilarión Suxo, septiembre de 1998)
Primero, íbamos al cerro para un ritual. Salíamos después no más. Los viajes de los kallawayas duran varios meses, tres o cuatro. Los que se iban para el canal de Panamá, en el año 1900, duraban cuatro meses, pero ya se murieron todos. Los kallawayas de hoy salen por poco tiempo. Hay quienes viven acá pero que no son nativos de la zona. Ellos llegaron hace poco, se casaron, aprendieron las plantas… pero no es igual.

Los kallawayas tienen otro idioma. No es el quechua o el aymará o el español… Nosotros lo sabíamos, pero lo estamos olvidando. Es un idioma para hablar entre nosotros los curanderos. Es una lengua secreta… especial.

Salí de viaje por primera vez cuando tenía 14 años, con otros kallawayas mayores. Así, aprendí a curar y vender mis jarabes, parches, pomadas… Viajábamos a pie. El primer viaje fue hasta el Perú. Íbamos de casa en casa. A veces, nos quedábamos dos o tres días en lugares donde no había ninguna casa. Dormíamos en grutas… ¡Eso es la vida del nómada! A veces sin comida.
Llevábamos pan, pita molida (cereal) y azúcar. Tomábamos eso con agua fría no más. Para llegar a Cuzco y regresar nos demorábamos 45 días.

Sobre los rituales y lugares sagrados kallawayas
(Hilarión Suxo y Pedro Huaqui, octubre de 1998)
Hilarión: Como decía mi abuelo: cada uno de nosotros nace con sus achachillas (cerro sagrado). Este achachilla (cerro Larwachijuani, comunidad de Pampa Blanca) hace parte de mis achachillas. Mucha gente ya no hace rituales en los cerros, para los achachillas, porque muchos de ellos no saben que son lugares sagrados.

Pedro: Sí. Es un poco triste porque la gente casi no sale a los cerros. Este achachilla está abandonado. Podríamos pasar un ritual aquí para nuestros viajes y la salud… Podríamos hacerlo. La gente ya no sube porque es un poco de sacrificio, un poco pesado subir… pero siempre es mejor hacerlo. Yo siempre paso rituales para mi salud y la cosecha.

Hilarión: Antes, había una casita donde se guardaba todo el material para los rituales… platos, velas, conchas… Ya no queda nada, todo se cayó. El día que hagamos rituales otra vez… podríamos arreglarlo todo ¡Pero no así no más! Hay que pedirle permiso al espíritu de la montaña. Si no, él nos podría castigar o hacernos enfermar… Es que tiene su poder. Tendríamos que darle una comida o prepararle un ritual para pedirle el permiso para reconstruir la casa… Es igual que nosotros: no te puedo quitar los zapatos sin preguntarte antes, o el gorro… Si te lo quito así no más, te puedes enfadar. Pues, es igual para el achachilla… Es como un hombre, una persona… tiene un nombre, una casa, su fuerza. Con un ritual, es como si le damos de comer. Si le preparamos una buena comida, se quedará tranquilo y podremos arreglar el lugar.

Sobre el origen de la coca
(Hilarión Suxo, noviembre de 1998)
Vivía una mujer extraordinaria en una región de los Andes. Su belleza era magnífica. Tenía mucho encanto y era muy presumida. Era una diosa. Cuando tomaba un aspecto humano… compartía con los hombres su encanto con caricias hechizantes. Pero la conducta de esta mujer despertó los celos de las esposas y las protestas morales de los ancianos que la persiguieron… Y la mataron.
La enterraron en una tierra fecunda, en un lugar donde llovía mucho. Del polvo de su cuerpo nació un arbusto chiquitito, cuyas hojas tenían propiedades maravillosas. Esas hojas tenían la fuerza de aliviar los dolores y el optimismo de la vida. La diosa se vengó de las esposas haciendo que sus maridos sufran de la permanente tentación de masticar aquellas hojas maravillosas.

Pampa Blanca: un asentamiento kallawaya
Pampa Blanca es uno de los principales asentamientos de indígenas kallawayas. Se ubica en la sección municipal de Charazani, provincia Bautista Saavedra, departamento de La Paz, Bolivia, Suramérica.
La región es famosa por los curanderos kallawayas, médicos del cuerpo y del alma, conocidos desde el tiempo incaico. El área cultural kallawaya comprende tres ecosistemas claramente definidos: Altiplano Opuna a partir de 4.000 m de altura, caracterizado por la existencia de pastos y arbustos adaptados al clima. Más abajo están los Valles Altos, con una altura de 2.800 a 3.800 m donde crece una variedad importante de gramíneas, arbustos y plantas. Por último, se distingue la zona de Pre-yunga, de 1.200 a 2.800 m de altura, con vegetación abundante de plantas, arbustos frutales y cultivos de importancia económica. La temperatura anual promedio alcanza lo 12°C y la precipitación anual promedio es de 559 mm.
La región Bautista Saavedra cuenta con una población total de 8.406 habitantes. Su población económicamente activa alcanza los 4.531 habitantes, de los cuales 2.074 son mujeres y 2.457 son hombres. El índice de pobreza alcanza el 96,28% y la comunidad kallawaya representa unos 2.000 habitantes, o sea, un cuarto de la población global.

Apoyo a la comunidad kallawaya
Una iniciativa de ECLat
La asociación ECLat -por su sigla en francés: Intercambios Culturales Latinoamericanos- trabaja desde hace más de cuatro años en estrecha colaboración con siete médicos, curanderos y yerbateros representantes del comité Salud Natural con Kallawayas -SNK-.

Este comité independiente es un actor de la vida social y cultural de la zona de los indígenas kallawayas en Bolivia.

ECLat ha contado con el apoyo de científicos bolivianos de La Universidad de La Paz (botánicos, sociólogos y antropólogos), para la realización de una colección de 24 tableros que explican la práctica de la medicina kallawaya.

Este material es un soporte pedagógico que permite al comité SNK realizar talleres y conferencias sobre sus actividades médicas. Esta colaboración impulsada por uno de los miembros de ECLat y un maestro curandero kallawaya responde a la necesidad urgente de dar la palabra a los pueblos indígenas y de contribuir al mantenimiento y a la difusión de su sabiduría y de las prácticas tradicionales propias de su cultura.

Con ocasión del encuentro cultural kallawaya a realizarse en La Paz, Bolivia, a partir del 10 de julio de 2002, ECLat se ha propuesto poner en marcha un proyecto de apoyo a la comunidad kallawaya de Pampa Blanca, consistente en la construcción de una cooperativa indígena kallawaya y el acompañamiento de su funcionamiento durante un año. La cooperativa se proyecta como una casa de 70 m2 construida según las costumbres kallawayas.

Será centro de capacitación sobre el manejo y conocimientos tradicionales de la medicina ancestral kallawaya, la producción y la venta de productos hechos a base de plantas (jarabes, pomadas, parches, infusiones…) y el cultivo de plantas medicinales (huerta). También será un centro de atención para enfermos. La cooperativa kallawaya será manejada por tres kallawayas capacitados para autoadministrar el proyecto de manera autónoma en un plazo de un año.

El proyecto de cooperativa kallawaya es un medio para ayudar a rescatar los conocimientos ancestrales de la medicina tradicional y sus prácticas culturales. También se trata de ayudar a la comunidad, mediante tres curanderos kallawayas implicados en el proyecto, a su desarrollo económico gracias a las producciones y a las actividades generadas por la cooperativa, y el desarrollo de los tratamientos y prevención de la salud de los habitantes más pobres.

La cooperativa kallawaya tendrá como actividades principales la capacitacion de jóvenes y adultos en la medicina tradicional kallawaya. Esta actividad se puede hacer en las escuelas mismas con material pedagógico existente o en la sala de capacitación de la cooperativa. Los principales promotores de aquellas actividades son Hilarión Suxo –64 años, curandero kallawaya–, Walter Alvarez Quispe –58 años, curandero kallawaya–, Alejandro Suxo Pati –34 años, aprendiz curandero– y Pedro Huaqui, 40 años, ritualista kallawaya.

Acerca del autor
ECLat
Echanges Cultures Latinoamericains
C/O Centre Social Baussenque
34, rue Baussenque
130002 Marseille
eclat@worldonline.fr
http://perso.worldonline.fr/eclat

Código de Ética Médica Unión de Médicos Indígenas Yageceros de la Amazonía

Código de Ética Médica
Unión de Médicos Indígenas Yageceros de la Amazonía Colombiana
UMIYAC

        Dirigentes de UMIYAC en el acto de lanzamiento del Código de Ética Médica. Adelante, los miembros del Consejo Mayor –Fernando Mendúa, Francisco Piaguaje y Laureano Becerra (izq. a der.)–; atrás, los cinco miembros del Consejo Operativo. (Foto: Rubén Darío Rivera)

1

Creemos que la creación entera es una obra de Dios y que fue Él quien nos regaló el camino de yagé, las plantas medicinales y nuestra cultura.
Ser médico tradicional indígena es un don que Dios nos concede. Pero también significa un enorme compromiso y una gran responsabilidad frente a nosotros mismos, a nuestras comunidades y al mundo entero.
Siguiendo las enseñanzas de nuestros taitas, nos comprometemos a trabajar como médicos tradicionales indígenas, con la ayuda de Dios, para el servicio de los demás.
Siempre nos debe animar un profundo amor por el prójimo, un deseo de servicio al enfermo y al que sufre y estamos convencidos de que la salud proviene en todos los casos del amor de Dios.

2

Así como los médicos occidentales hacen el juramento “de Hipócratres”, nosotros también hacemos nuestro propio juramento en el que prometemos respetar y defender la vida. Nunca debemos usar nuestra sabiduría para atentar contra la vida o la salud de un ser viviente en la tierra.
De igual manera, estamos prohibidos de hacer o sugerir abortos, de ayudar a matar al enfermo o al que sufre, o de buscar de un ser humano a costa de la de otros.
Por lo tanto, reafirmamos nuestro compromiso de trabajar siempre por el bien y para el bien. Nuestra medicina debe estar al servicio de los demás y nunca nuestra sabiduría puede ser utilizada para hacer el mal a nadie.

3

Para ser reconocidos como médicos indígenas debemos formar parte de nuestras comunidades y organizaciones y debemos tener una convivencia permanente con nuestros hermanos indígenas.
Aceptamos que son los taitas, las autoridades tradicionales y nuestros hermanos los que nos dan el reconocimiento como médicos indígenas.
Bajo estas condiciones, los taitas de la Unión de Médicos Indígenas orientarán a las comunidades y a la gente no indígena para saber quiénes de nosotros son reconocidos como verdaderos médicos, quiénes como aprendices y quiénes no cumplen los requisitos para tales reconocimientos.

4

El aprendizaje de nuestra medicina lo hacemos a partir del yagé y otras plantas de conocimiento, siempre orientados por los taitas. El yagé y la naturaleza son nuestro libro más importante para aprender la medicina.
Nos comprometemos a seguir el aprendizaje de nuestra sabiduría y del yagé, respetando la planta sagrada y no permitiendo que se haga un uso distinto del que tiene como regalo de Dios. Como médicos indígenas prometemos hacer un uso sagrado y sabio de nuestra planta y nos prohibimos su uso para venderla o hacer negocio con investigadores, médicos, antropólogos, botánicos y comerciantes.
No conviene que un aprendiz quiera estar bajo la orden de distintos taitas, así sean familiares o amigos entre sí. Siempre debemos tener un taita mayor que nos ordena y aconseja. Debemos tratar de estar a lado de él y solo podemos aprender con otros, cuando el taita nos autorice y en las condiciones que nos exija.
También enseñan los mayores que mientras ellos vivan nosotros seguiremos siendo aprendices. No podemos considerarnos médicos indígenas hasta que el taita mismo lo permita y la comunidad empiece a reconocernos por los resultados de nuestro trabajo.
Es obligación nuestra guardar respeto y obediencia a nuestros taitas maestros mientras vivan y prometer que siempre estaremos en disposición de ayudarlos y cuidarlos.

5

La investidura de médico tradicional indígena nos exige unas reglas de conducta muy estrictas, conforme a las enseñanzas de nuestros mayores debemos dar testimonio de una vida correcta, encaminada en el bien, y servir de ejemplo ante los demás.
Los taitas y aprendices debemos ser siempre respetuosos de las personas, usar un lenguaje amable y correcto en todo tiempo y lugar. No podemos dar escándalo con nuestra conducta, por ejemplo, en borracheras, peleas, juegos de azar y apuestas, maltrato a nuestra pareja o a nuestros hijos, etc.
Así mismo, nuestra presencia debe siempre estar acompañada de una adecuada presentación personal, aunque respetamos la libertad de vestir como cada uno prefiera, sí hacemos el propósito para que los taitas y aprendices seamos los primeros en tratar de recuperar nuestra forma tradicional de vestir, sobre todo en las ceremonias curativas.

6

A partir de ahora, los taitas nos comprometemos a fortalecer la unión entre nosotros y a trabajar en forma mancomunada para el beneficio nuestro, de nuestras comunidades y de nuestra tradición médica.
Renunciamos a cualquier pensamiento o acción encaminada a dividirnos, a ofendernos, a criticarnos o a desprestigiarnos unos a otros.

7

Nos comprometemos a establecer un Tribunal de Ética, conformado por los taitas del Consejo Mayor, del Comité de Apoyo, un taita representante de cada grupo indígena y una representante de cada organización indígena local o regional que nos representa para el control y evaluación de nuestras actividades como médicos tradicionales.
Para aquellas acciones cometidas por un taita, un aprendiz, un hermano indígena, o personas no indígenas en relación con nuestra medicina y el uso de nuestras plantas, y que puedan ser consideradas como faltas a nuestro Código de Ética Médica, buscaremos el acercamiento para establecer nuestro reclamo, procurando aconsejar y corregir, en caso de no ser atendidos, pasará a manos del Tribunal de Ética.

8

Los médicos indígenas nos comprometemos a trabajar en nuestras comunidades, con nuestro saber y nuestras prácticas, para erradicar el vicio del alcohol y desde la Unión de Médicos Indígenas que hemos conformado empezaremos una campaña de salud tradicional para conseguir este propósito.
Los taitas y médicos yageceros nos comprometemos a erradicar el consumo de licor durante nuestra práctica médica. Hacemos el firme compromiso de no emplearlo y de volver a consumir las plantas y bebidas que usaban nuestros antepasados, como acompañantes del yagé.

9

Prometemos ofrecer nuestros servicios como médicos tradicionales indígenas, primero que todo a los miembros de nuestra comunidad y a nuestros hermanos indígenas, y también a la gente no indígena, cuando lo necesiten y soliciten.
Nos comprometemos a no hacer publicidad ni propaganda de los servicios como médicos indígenas. Nos sometemos a que sean las mismas personas que obtienen beneficio de nuestros servicios las que se encarguen de recomendarnos a otros.
Para la atención a la gente no indígena en las ciudades, nos hemos comprometido a buscar la construcción de hospitales indígenas. De esta manera podremos realizar nuestras ceremonias en condiciones de respeto y comodidad adecuadas a nuestra forma original de trabajar.
Una vez construidos estos hospitales, ofrecemos salir a las ciudades, si la gente no indígena lo solicita, pero siempre para trabajar de acuerdo con nuestras tradiciones y con el debido respeto a nuestra planta sagrada.
Nos vemos en la necesidad de cobrar por nuestros servicios de manera que se justifiquen los gastos de adquisición y preparación de remedios, el desplazamiento, así como el justo pago por nuestro trabajo, considerando los beneficios que obtienen aquellos que acuden en busca de nosotros.
Para la atención a nuestras propias comunidades y a nuestros hermanos indígenas que forman parte de sus cabildos, continuaremos prestando nuestros servicios, con la disposición de recibir a cambio lo que quieran darnos en forma voluntaria.
Para la atención a la gente no indígena, procuraremos establecer unas tarifas adecuadas, sobre un costo básico de atención y un costo a concertar de acuerdo con el problema a solucionar.

10

En la medida en que podamos recuperar nuestros territorios y formas de vida, nos comprometemos a cuidar, conservar y reforestar nuestras selvas con yagé y otras plantas medicinales. Es obligación de todo médico y aprendiz cultivar y conservar el yagé y las plantas medicinales.
Reafirmamos nuestros derechos de propiedad intelectual colectiva sobre los conocimientos médicos ancestrales y nuestros derechos como pueblos indígenas sobre los recursos que hemos empleado durante muchos siglos.
Para las posibles negociaciones con fines de investigación y comercialización, estamos en condiciones de discutirlo, siempre y cuando se respeten nuestros derechos y que dichas negociaciones se hagan en común acuerdo con los taitas y la Unión que hemos conformado, así como con las organizaciones locales, regionales y nacionales que nos representan, buscando en todos los casos una repartición justa de los beneficios económicos que de esto resulten.
Tal y como nos hemos comprometido desde el Encuentro de Taitas, una vez terminemos nuestro Código de Ética Médica, los taitas de UMIYAC, en coordinación con nuestras organizaciones buscaremos el establecimiento de una Legislación sobre Comercio y Tráfico de Plantas y Recursos Medicinales del Piedemonte Amazónico colombiano.
Prometemos solemnemente, como taitas y aprendices, no participar en el comercio y el tráfico de yagé y plantas medicinales, ni vender yagé crudo o preparado para que sea distribuido entre la gente no indígena. Solo podemos hacer uso del yagé a través de las ceremonias rituales, con fines de diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, conforme a nuestra tradición.

11

Aceptamos y confiamos en la medicina moderna. Necesitamos y solicitamos sus servicios para nuestras comunidades. Pero pedimos que estos servicios se presten respetando nuestros usos y costumbres. Así mismo, pedimos a los responsables del Gobierno que nos ayuden para que podamos fortalecer y defender nuestra medicina tradicional, sin conflicto ni competencia con la medicina moderna.
Los taitas y aprendices de la medicina indígena queremos tener conocimientos de la medicina moderna. No pretendemos dejar de lado nuestras prácticas, ni tampoco entrar a competir con los médicos occidentales. Queremos recibir capacitaciones básicas de la medicina moderna para complementar nuestro saber y prestar un mejor servicio a nuestras comunidades.
Exigimos que ninguna forma de medicina se atribuya el nombre nuestro, de nuestras prácticas o emplee nuestros símbolos y vestidos para dar publicidad a su trabajo. Así mismo, nos comprometemos a no tomar el nombre o las prácticas de esas medicinas, para las cuales no hemos recibido ningún tipo de aprendizaje.
Creemos que antes de empezar a intercambiar conocimientos y prácticas, debemos primero fortalecer nuestra propia medicina, poner en orden nuestra comunidad, recuperar nuestros territorios, construir nuestra casa de yagé y volver a cultivar las plantas medicinales, así como tener la posibilidad de una vida más digna como seres humanos y como médicos indígenas.

Firmamos y aceptamos bajo juramento lo aquí escrito, en el nombre del Dios de los indios y el Dios de todos:

Médicos indígenas yageceros, seguidores y aprendices del Piedemonte Amazónico colombiano:

Francisco Piaguaje • Fernando Mendúa • Laureano Becerra • Juan Yaiguaje
Pablo Maniguaje • Humberto Piguaje • Edgar Vigay • Hermógenes Piaguaje
Franco Emilio Yaiguaje • Julio César Piaguaje • Luis Felinto Piaguaje
Sofonía Maniguaje • Tiberio Lucitante • Cirilo Mendúa • Rafael Lucitante
Jorge Enrique Lucitante • Jesús Rodrigo Lucitante • Patricio Jojoa • Nairo Jojoa
Tarcisio Yoduro • Universario Queta • Edilberto Criollo • José Bernardino Queta
Abraham Queta • Luis Antonio Criollo • Luis Octavio Criollo • Drigelio Criollo
Plácido Lucitante • Dionisio Lucitante • Edgardo Gentil Criollo
Ruber Olmedo Criollo • Hernando Criollo • Ángel Criollo • Luciano Mutumbajoy
Santiago Mutumbajoy • Isaías Mavisoy • Juan Jansasoy • Carlos Quinchoa
Domingo Tisoy • Paulino Mojomboy • José Alfredo Mojomboy • Santiago Chicunque
Ma. Concepción Chicunque • José Becerra • Peregrino Jacanamijoy
Narciso Muchavisoy • Ignacio Jacanamijoy • Pablo Buesaquillo
Agustín Mutumbajoy • Pedro Juajibioy • Arturo Delgado • Querubín Becerra
Mario Jacanamijoy • Natividad Mutumbajoy

(También le pueden ser de interés):

Conceptos claves de la medicina indiolatinoamericana, por Franz X. Faust
Contenido: Tul: la imagen de la integridad – Los vértices del tul – El síndrome de susto – Tratamientos del síndrome de susto – Efectividad y vigencia del curanderismo.

Conceptos claves de la medicina indio-latinoamericana

Cultura médica de America India
Conceptos claves de la medicina indio-latinoamericana
por Franz Faust

Parece muy atrevido hablar de una medicina indio-latinoamericana, sobre todo, abarcando un espacio tan amplio que se extiende desde la frontera entre Estados Unidos y México hasta los fiordos en el sur de Chile y desde las islas en la desembocadura del Amazonas hasta las costas latinoamericanas sobre el Pacífico.

Lo que se presenta en el siguiente texto forma parte esencial de la cultura médica de un gran porcentaje de la población de 19 países. Incluye grupos indígenas relativamente aislados de su correspondiente vida nacional; campesinos involucrados en economías nacionales e internacionales; y también ciertos estratos de la gente urbana. Físicamente los portadores de esta cultura presentan tipos amerindios, europeos, africanos y de todas las mezclas posibles entre los tres.

Para los conceptos claves de esta cultura médica existen en todos los idiomas indígenas términos autóctonos, mientras los hablantes de lenguas europeas o los tienen que tomar prestados de los indígenas o creárselos, adaptando el sentido de unas palabras de su lenguaje a las exigencias de los conceptos médicos indígenas.

El arraigo de tales conceptos en los diferentes idiomas indígenas atestigua el origen amerindio de una gran parte de la medicina popular latinoamericana. Es tal vez la mayor herencia de la madre india al continente. Es un conjunto muy vital de ideas y prácticas, capaz de incorporar elementos ajenos sin perder sus esencias. Las posibles innovaciones no cambian la forma como en esta cultura se clasifican y relacionan las cosas y eventos, así como ninguna lengua cambia su gramática por el préstamo de términos de idiomas extranjeros.

La cultura médica indio-latinoamericana tiene tantas versiones como regiones tiene el continente y como personas practican esta medicina, pero en lo esencial siempre se parecen los conceptos y prácticas.
Así como Mandelbrot describe con su geometría el carácter fractal de la naturaleza, la cultura médica pan-indio-latinoamericana se presta para describir el carácter fractal de un elemento cultural. Como en la geometría fractal el total no consiste en la suma de los detalles, sino que en todo detalle está el total y viceversa, nos atrevemos aquí a descubrir el total de la cultura médica indio-latinoamericana con base en el detalle regional de Colombia suroccidental.

En esta región viven, entre otros, indígenas paeces, coconucos, guambianos, yanaconas, ingas, camas, cumbales, emberas y guaiquieres, en interrelación con campesinos, mestizos y comunidades negras, todos unidos por su cultura médica.

Tul: la imagen de la integridad
Según la base conceptual de la cultura médica descrita por los indígenas paeces, la vida individual y lo que la mantiene viva es una culebra enroscada que se llama Tul.

En uno de sus aspectos, Tul es la cultura, porque incluye la vestimenta, la casa, la huerta, los cultivos y la comunidad de los paeces. Pero la culebra Tul también representa lo anticultural, siempre incontrolable e irrepetible –como en todas las lenguas indígenas, los paeces tienen para ello un término específico, pero se me prohibió pronunciarlo o escribirlo; por eso lo llamamos aquí “lo incontrolable”.

La culebra Tul se extiende entre lo incontrolable femenino en su centro, donde se encuentra la sexualidad y fertilidad de las mujeres, y lo incontrolable masculino, que consiste en lo alejado a lo propio, lo ajeno a los paeces, lo silvestre, lo incultivado e incultivable.

El cuerpo de Tul es lo cultural de ropa, casa, cultivos y comunidad. El cambio entre lo cultural y lo incontrolable se describe como refrescamiento, sin lo cual amenaza enfermedad por el calor de lo cultural. Pero también el exceso de frío de lo anticultural y bravo puede causar enfermedad. El acto de amansar implica bravura, sin embargo, todo sobreamansado se vuelve incontrolable. Así, bravo y manso, frío y calor, están en una relación dialéctica.

Los vértices del tul
El tul, tanto individual como comunitario, está enmarcado entre tres vértices: el icuesh, el kiwe y el sgau.
El concepto más claro de explicar es icuesh. Es la existencia material corporal. Es la persona de carne y hueso, llamémoslo aquí “lo material”.

Más complejo es el significado de kiwe. Es un concepto histórico y geográfico a la vez. Son las condiciones de vida en tiempo y espacio, llamémoslo “las condiciones”.

Sgau tiene el significado más amplio. Es el otro yo en lo incontrolable, reside de día en el inframundo y asciende de noche como astro al firmamento, es la realidad de los sueños, es la individualidad innata y la vocación personal, llamémoslo “el yo innato”.

Si entre los tres vértices reina la relación adecuada, está presente finising, que los paeces traducen como “acuerdo”. Finising causa milagros y cura cualquier enfermedad. La enfermedad consiste siempre en un alejamiento del finising.

La alta medicina indígena siempre consiste en reencontrar el finising personal. La causa de la separación puede ser que el tul se hinchó en un recalentamiento o se marchitó en un enfriamiento. Ambas condiciones tensionan el triángulo entre “lo material”, “las condiciones” y “el yo innato”.

El síndrome del susto
Desde la publicación del artículo de Arthur Rubel The epidemiology of folk illness: susto in Hispanic America Ethnology (1964), al efecto de estas tensiones se le ha dado el nombre de síndrome de susto. Rubel lo describe como una enfermedad popular en Latinoamérica, con etiología y tratamientos coincidentes a nivel continental. La descripción de Rubel en gran parte es aplicable a los paeces.

Tanto en el ambiente social como en el natural existen condiciones clasificadas como de “lo incontrolable”, las cuales conllevan el síndrome de susto. En la vida social se reflejan en todo lo que incluye y conlleva emociones fuertes –temor, envidia, celos, amor, luto, furia, etc.; peleas, violencia, menstruación, sexo, embarazo, parto, enfermedad, muerte y todo lo incontrolable en general.
En lo natural, son lugares o eventos de aspecto impactante, de difícil acceso e incontrolables –ríos, cascadas, lagunas, volcanes, nevados, cerros, vegetación silvestre, árboles grandes; igualmente, tormentas, vendavales, arco iris y todo lo excepcional–, donde moran los espíritus vigilantes de la naturaleza. Todo esto, a nivel continental, es percibido como posible causa de susto.

Susto, miedo y tensión separan el espíritu del cuerpo o, como dicen los paeces, alejan el sgau del icuesh. Las personas más expuestas a este mal son las en sí ya débiles: niños, ancianos, enfermos, mujeres menstruantes, embarazadas y en postparto, y todos los que tienen problemas.

El susto agrava cualquier enfermedad y por sí mismo genera un cuadro sintomático específico. Rubel lo describe en la siguiente forma: falta de apetito, problemas de digestión, debilidad, desinterés en la higiene personal, depresión, introversión, dolores en el abdomen y la espalda, parálisis parcial, pérdida de la capacidad de hablar, fiebre, etc.

Tratamientos del síndrome de susto
En todo el continente, la curación mediante tratamientos autóctonos incluye los siguientes elementos: se llama al espíritu de la persona para que vuelva al cuerpo; si se ven en él susto espíritus involucrados, se les pide que suelten el espíritu de la persona, se le hacen al paciente masajes y se le asusta de nuevo en alguna forma; muchas veces se le hace sudar.

Además de estos procedimientos básicos se desarrollan innumerables variaciones. Hay que distinguir entre el tratamiento de niños y adultos. Los niños asustados son llorones, necios o apáticos, no tienen apetito y, a la vez, presentan diarrea y muchas veces manifiestan un retroceso en su desarrollo. Con frecuencia se explica que una experiencia o sueño traumático causa el desplazamiento de los órganos abdominales, que con masajes específicos con tabaco masticado el curandero vuelve a su lugar. El elemento asustante consiste en un movimiento brusco repentino en los masajes. Durante los masajes el curandero sopla al niño humo de tabaco y llama su nombre. Una copa de un remedio herbático puede ayudar al tratamiento.

Yo mismo pude observar en varios casos la mejoría inmediata durante el tratamiento. En la experiencia de los portadores de la cultura indio-latinoamericana la medicina moderna es inefectiva para los casos de niños asustados.

El tratamiento de susto entre los adultos es mucho más complejo y, por ende, también más diversificado. El primer paso consiste en corregir el tamaño de la culebra Tul. Hay plantas que la refrescan, otras la calientan. Este es un proceso dialéctico: plantas consideradas como calientes enfrían y las frías calientan, lo cual depende también de la forma de aplicación, sea interna o externa. Ver y sentir el estado del tul del paciente ya pertenece al arte diagnóstico del curandero.

Un tul desequilibrado afecta el triángulo entre “el yo innato”, “lo material” y “las condiciones”. El sgau, la personalidad innata más profunda, no se puede ni quiere cambiar. El kiwe, el conjunto de tiempo y espacio que forma las condiciones de la vida, puede asustar; por eso, puede contribuir a la curación un cambio del lugar donde se desarrolla la vida del paciente o efectuar el ritual curativo en el lugar donde se rompió la unión entre el yo innato y la existencia material. El icuesh, la realidad física, lo material, es lo que se intenta curar; existe un gran abanico de métodos para acercar el icuesh al sgau: los masajes son importantes, pero también la aplicación de gran número de plantas psicoactivas y alucinógenas. En otros tratamientos, se da únicamente agua conjurada, porque se dice que el yo innato perdido se devuelve al agua de donde proviene.

Generalmente asusta el curandero al paciente a través del, así llamado, soplo. El curandero sopla sobre el cuerpo semidesnudo del paciente una mezcla de aguardiente con plantas. Eso tiene el efecto de un choque de frío, como un balde de agua fría.

El llamar al espíritu de la persona muchas veces está acompañado de cantos chamánicos. Los que han vivido la reunión del espíritu personal con su cuerpo, del sgau con el icuesh en el “acuerdo”, el finising, cuentan haber sentido una ola de calor que los atravesó, y muchos vieron un momento de mucha luz.

En todo pueblo o vereda hay varios niños –y por lo menos un adulto– curados del susto con procedimientos similares a los mencionados. Lo importante es saber que las formas de tratamiento no se definen en ningún caso por los síntomas del paciente. Estas difieren por la causa del susto, la persona asustada y el curandero. No existe ninguna regla fija. Libremente arma el curandero un tratamiento individual según su sentimiento, percepción e intuición, combinando los diferentes elementos característicos de su escuela de curanderismo.

En el tratamiento del susto, la cultura indio-latinoamericana tiene terapias efectivas contra un mal típico de ella. Es probable que éste sea a su vez un producto cultural, tanto que la misma cultura puede necesitar el tratamiento del síndrome de susto.

Efectividad y vigencia del curanderismo
Junto al curanderismo, coexisten en Latinoamérica otros especialistas de la medicina autóctona, como las parteras, los sobanderos y los yerbateros. Estos últimos constituyen una escuela aparte, poseen verdaderas fórmulas de remedios. Mientras las plantas de los curanderos que tratan el susto en su mayoría llevan nombres indígenas y son de la flora neotrópica, la mayoría de las plantas usadas por los yerbateros tienen nombres europeos y en buena parte fueron importadas del Viejo Mundo.

La gran vitalidad del curanderismo que trata el susto no es el resultado de la supuesta pobreza de los pacientes, sino la existencia de una cultura viva y vital. Si bien el parterismo y el sobanderismo pueden llegar a ser reemplazados por un buen servicio de salud de tipo occidental, el curanderismo es irremplazable. Su efectividad lo mantiene vivo desde tiempos precolombinos. Es usado también por personas con prosperidad económica -capaces incluso de acceder a la ayuda médica occidental más exigente-, dado que la pertenencia a la cultura indio-latinoamericana no depende de los ingresos económicos.

El curanderismo presta a la población indio-latinoamericana un servicio apropiado contra males psicosomáticos, como nunca lo puede hacer una institución ajena a su cultura. Respetarlo es la única forma de apoyar el curanderismo por parte del Estado o de ONGs. Respetar los conceptos médicos autóctonos ayudaría mucho en la atención de la población por parte de la medicina moderna.
Un ejemplo: En el concepto médico indio-latinoamericano, incontrolable + incontrolable = susto. El agua es la sustancia de lo incontrolable, esfera a la que pertenece el parto. Entonces, lavar con agua a una mujer indioamericana después del parto, para ella, es un atentado contra su salud. Se sabe que eso se acostumbra en los hospitales, pero nunca lo hace una partera. Eso implica que mucha mujer no busque la ayuda del médico occidental, incluso en casos complicados.

La ignorancia de los conceptos médicos de los pacientes impide que el equipo médico de la medicina facultativa pueda prestar un servicio adecuado. Algo que ocurre en muchos casos concretos. Eso se puede evitar únicamente con una formación del personal médico que incluya el conocimiento del pensamiento médico de la población indio-latinoamericana, la cual es bastante significativa en todos los países del Continente.

Al respecto, propongo elaborar un manual para médicos sobre este tema. Lo ideal sería hacer un manual general para todo el Continente y otros, como anexos, para las diferentes regiones. Proyectos como éste pueden contribuir esencialmente al mejoramiento del nivel de salud en Latinoamérica.

NTRODUCCION al chamanismo

NTRODUCCION

El Chamanismo es la tradición espiritual más antigua de la Humanidad. No es, en sí, una cultura específica, sino un cúmulo de principios, técnicas, y actitudes que conforman una filosofía universal, profundamente arraigada en todas las culturas tradicionales del planeta.

Los elementos que integran el chamanismo, su forma de entender el mundo y la conciencia, han permitido a muchas culturas nativas o tradicionales llenar las vidas de sus integrantes de profundo significado, otorgándoles estabilidad psíquica y emocional para dirigir sus actos y alcanzar la plenitud personal.

Un aspecto que comparten todas las comunidades o sociedades chamánicas es que el hombre o la mujer chaman trabaja mediante el uso de “Estados Alterados de Consciencia”, que provoca o induce en si mism@ y/o en sus pacientes. Dichos estados son asimilados a “viajes interiores” que son aprovechados para a adquirir conocimiento y poder o para sanar y ayudar a la gente de su comunidad.

A diferencia de las sociedades industrializadas, las sociedades chamánicas, siempre han dado una gran importancia al aspecto más sutil de nuestra consciencia, y han expresado su amor al misterio a través de la magia, del sentimiento de lo místico mediante la aceptación y el uso de “Estados Alterados de Consciencia”.

Chaman siberiano

ORIGENES

La palabra Chaman deriva del vocablo “shaman”de la lengua tungús en Siberia. En toda esa área inmensa que comprende el centro y el norte de Asía, la vida mágico-religiosa de sus sociedades giraba alrededor de la figura del chaman.

El uso del término se generalizó por los Etnólogos, haciendo referencia a toda persona que desempeña funciones similares en cualquier etnia, comunidad o tribu del mundo.

Se podría decir que el estudio sistemático y profundo del chamanismo y de sus procedimientos, comenzó en los años cincuenta con la obra de Mircea Eliade

Mujer Chaman

FUNCIONES

Las personas reconocidas como chamanes en las sociedades tradicionales, ejercen sus funciones en tres campos fundamentales de actuación:

    Campo de la Sanación: Dedicándose a la sanación de los integrantes de su comunidad mediante el uso de hierbas y técnicas específicas de su tradición.

    Campo Espiritual: Sirviendo de intermediarias entre lo espiritual y lo terrenal; poseedoras de un amplio bagaje ritualístico y encargadas de realizar todos los ritos y procesos iniciáticos.

    Campo de la Sabiduría: Ejerciendo labores de consejera, siendo las directoras espirituales de su pueblo.

INTEGRACION

CHAMANISMO TRADICIONAL Y ACTUAL.

El chamanismo tradicional ha sido la respuesta básica a la existencia de lo mitológico en la consciencia del ser humano. Desde los albores de la humanidad, permitió a nuestros antepasados, la integración del “misterio” en sus vidas, creando una sensación de armonía con la raíz de toda existencia.

El moderno camino chamánico consiste en una relación creativa y afirmativa con la vida. Es un reconocer nuestros propios impulsos originados en el lado profundo de nuestra psiquis e integrarlos para provocar transformaciones creativas de nuestra personalidad. Es el artista creativo, el buscador del héroe mitológico.

Pintura Nana
Pintura: Nana Nauwald

Entramos por tanto en una nueva fase de nuestra conciencia mítica, dirigida por la idea de autoaceptación y transformación de uno mismo. Fase basada en principios ancestrales del chamanismo tradicional, pero con un nuevo enfoque dirigido a la renovación interior y a la expansión de nuestra consciencia.

EL CHAMANISMO COMO SISTEMA ADAPTANTE

EL CHAMANISMO COMO SISTEMA ADAPTANTE

Josep Mª Fericgla
Dr. en Antropología Social y Cultural
Institut de Prospectiva Antropològica
Fundació Bosch i Gimpera/Universitat de Barcelona

“Actúa siempre de forma que se creen nuevas posibilidades”
Heinz von Foerster

-I-
Punto de partida.

Voy a comenzar con una definición clara y simple de lo que se entiende por chamán o por chamanismo, para luego entrar en los escurridizos problemas que genera tal intento de conceptualización. Podríamos acordar con el investigador contemporáneo Ake Hultkrantz(1), que el chamán es un individuo visionario inspirado y entrenado en decodificar su imaginería mental, que en nombre de la colectividad a la que sirve y con la ayuda de sus espíritus aliados o guardianes, entra en un trance profundo o estado modificado de la mente sin perder la consciencia despierta de lo que está viviendo; durante la disociación mental(2), su ego soñador establece relaciones con entidades que el chamán vivencia como de carácter inmaterial y puede, hasta cierto punto que depende de su propio poder personal, modificar el orden del cosmos invisible de acuerdo a su interés o al de su colectividad. Habitualmente el chamán consume substancias enteógenas(3) o mantiene ritmos percusivos -principalmente ternarios- para inducirse la disociación mental que lo caracteriza.

En las últimas décadas, el chamanismo se ha convertido en uno de los temas de estudio más importantes para la antropología. Y no solo para los antropólogos, sino que en Occidente ha saltado las barreras del marco puramente científico para convertirse en tema de grandes éxitos literarios de ficción (como la novela famosa Chamán, de Noah Gordon), en moda cotidiana dentro de grupos más o menos minoritarios, en objetivo del “turismo chamánico”, en fuente de inspiración terapéutica, en forma de fabulosos ingresos económicos conseguidos por la tristemente creciente industria del pseudoconocimiento científico y demás mercadotecnia y comercialización. Por otro lado, estas modas no tienen una relación directa con el resurgimiento del chamanismo tradicional bajo nuevas formas aculturadas como, por ejemplo, la sociedad de chamanes Dingur que nació en el año 1993 en Tuvá (pequeña república atravesada por el río Yeniséi y encajonada entre las montañas de Sayán y Mongolia, considerada el centro geográfico del continente asiático); en este apartado rincón siberiano se ha mantenido vivo el chamanismo tradicional hasta la actualidad y ante la crisis de valores sociales y políticos de la desmembrada Unión Soviética están renaciendo antiguas formas culturales, entre las que cabe contar el chamanismo.

Los intelectuales rusos contemporáneos no suelen entrar en debates acerca de la cualidad del mundo cognitivo del chamán, y se ocupan con prioriodad de las bases económicas y sociales del chamanismo autóctono, y del estudio de la etnogénesis (orígenes de las tribus y grupos nacionales donde se da el chamanismo; HULTKRANTZ, 1988). Por su parte, los intelectuales occidentales están prioritariamente interesados en el papel del chamán dentro de su comunidad y en las estructuras de personalidad del propio brujo. Ambas tendencias, sin embargo, coinciden en observar que el chamanismo utiliza métodos a través de los cuales parecen alcanzarse ciertos objetivos por vías no lógico-racionales, sin servirse de los instrumentos provistos por nuestra metodología científica. Con todo, el problema subsiste: ¿qué es el chamanismo? ¿es un fenómeno religioso? ¿es una forma de terapia primitiva? A la larga, estas cuestiones devienen universales porque se refieren a la constante búsqueda humana en pos de una realidad con mayor sentido y trascendencia.

La causa de tal amplitud de marcos de interés radica principalmente en la gran dificultad de acceder a la forma de actuación del chamán que, como indica Mª Jesús Buxó, exige al antropólogo usar todos sus recursos de campo y más, ya que en este objeto de estudio se evoca una dimensión integradora del fenómeno humano, una dimensión práctica y simbólica, una dimensión psicológica y otra fisiológica, y a la vez el investigador se encuentra con que el chamanismo desafía todos los sistemas explicativos e interpretativos clásicos, y se abre a una transdisciplinariedad y a un dialogismo difíciles de clasificar.

En este sentido, cabe también destacar otros elementos constitutivos de la propia praxis chamánica que por su complejidad escapan incluso a un texto antropológico, tales como el carácter prelógico del entorno cognitivo chamánico, un cierto entrenamiento en la dirección de lo que nosotros llamaríamos la omnipotencia del pensamiento infantil aplicado a la resolución de problemas cotidianos, incluso el límite hermenéutico de si la teoría es capaz de darnos un modelo válido y comprensible de esta realidad humana.

También cabe añadir que si tanto interés despierta actualmente toda investigación sobre el chamanismo clásico se debe a que, en términos generales, se situa en un ámbito de vivencias probablemente común a toda la humanidad. Se trata de técnicas que, según muchos investigadores entre los que me cuento, favorecen el contacto directo con lo que llamamos sobrenatural, lo númico, con el oscuro misterio que en último término arrastra consigo el ser humano y de donde puede sacar alguna idea sobre su propio lugar en el mundo, a nivel individual y social, y al mismo tiempo el chamanismo se proyecta en estrategias concretas que facilitan la adaptación activa del ser humano a los cambios que se producen en su entorno o que él mismo genera. En este sentido, las prácticas chamánicas se resuelven habitualmente como fuente de revelación interior en respuesta a los grandes interrogantes pragmáticos (el origen de la enfermedad y el dolor, cuál será el porvenir) a través de los estados disociados de la mente inducidos por el consumo de drogas enteógenas, por trances rítmicos o de otro origen, y con ello se convierte historicamente en el primer sistema humano organizado para buscar el equilibrio psíquico y físico: de nuevo estamos tratando con categorías de validez universal.

Se ha dicho que el chamanismo es una capacidad humana y una praxis social que no desaparecerán nunca. No obstante, no se puede olvidar que la práctica chamánica, la revelación interior y el contacto con lo sobrenatural (en términos religiosos) o con el inconsciente colectivo (en términos de psicología analítica) devienen el origen de las religiones institucionalizadas y de ciertos órdenes sociales y culturales concretos (las culturas chamánicas de que hablo más adelante), por lo que, a pesar de la existencia de un potencial universal y cuasi se podría decir que esencial (si fuera posible –que no lo es– usar conceptos esencialistas para referirse al ser humano) el fenómeno chamánico no es fácilmente traspasable de un marco cultural a otro sin grandes precauciones metodológicas y conceptuales.

La forma de actuar del chamán, simultáneamente en el ámbito psicológico-individual y en el de cierto control de la sociedad primitiva(4), nos permite adivinar una dimensión cognitiva muy interesante relativa a que no se trata simplemente de una modificación de la consciencia por medio de plantas enteógenas o por otros medios, sino que parece haber una capacidad fáctica de generar consciencias alternativas o disociadas con una aplicación real en la dimensión física y concreta de la realidad humana. Pero ello solo se puede ser estudiado como fenómeno inmerso en un marco cultural concreto, en un momento específico de la historia, en un entorno ecológico determiando. No existe el ser humano “natural”, ni ninguno de sus atributos libre de toda influencia cultural: esta idea ilustrada por el personaje creado por famoso humanista suizo J.J. Rousseau es sólo un producto ficticio de nuestra desarrollada capacidad de abstracción(5).

Por todo ello, pues, y una vez definido, quiero realizar una serie de puntualizaciones básicas que nos ayudarán a centrar el fenómeno chamánico en su justo lugar, tratando de evitar que, como suele suceder, al lado de lo claramente misterioso o todavía informulable de la naturaleza humana se cuelen anhelos, inexactitudes y deseos sin relación alguna con el resultado de los datos y reflexiones suscitadas.

-II-
Dificultades de concepción

Bertrand Russell apuntaba a menudo que un error frecuente en la práctica científica consiste en mezclar dos lenguajes que, para bien de todos, deberían estar estrictamente separados; más tarde Paul Watzlawick ha insistido en lo mismo desde otro punto de vista, pero parece que la lección no está todavía bien aprendida. En concreto hay que diferenciar entre: a) al lenguaje que hace referencia a los objetos; y cool.gif el que hace referencia a las relaciones (WATZLAWICK, 1995:32). Un ejemplo extraido del tema que nos ocupa aquí: si digo “este chamán es astuto” he designado una cualidad del chamán en el lenguaje de los objetos. Pero si, por el contrario, digo “aquel chamán es mejor que éste” entonces estoy haciendo una declaración sobre relaciones que deja de ser reducible a un u otro chamán. A pesar de nuestra incipiente comprensión –especialmente en las ciencias humanísticas– de la naturaleza de las propiedades de las relaciones, podemos darnos cuenta de lo rudimentario de nuestros conocimientos en este sentido y de que a menudo ello nos crea más enigmas que aclaraciones, pero también del gran campo de comprensión que se abre aquí.

Así, para aprehender el chamanismo primitivo debo empezar por aclarar que en todo ello tiene más peso la dimensión relaciones que la dimensión objetos, ya que lo básico no es que exista un chamán alto, poderoso o feo, blanco, cobrizo o de piel negra, sinó que existen sistemas culturales chamánicos: sistemas de interacción humana centrados en un tipo de relaciones que tienen su epicentro en el papel y la función que desarrolla el chamán. En este sentido, puede existir una comunidad chamánica sin chamán –por migración o muerte, por ejemplo– y la propia vida colectiva ya generará otro, pero no puede existir un chamán fuera de su contexto cultural: es posible un embalse de agua sin algas, ya aparecerán en algún momento, pero no pueden existir algas vivas fuera del agua. A pesar de ello, hablar de un sistema cultural chamánico no implica hablar de un sistema social específico, de una escala de preferencias estéticas o de una estructura parental, sinó que el chamanismo se halla totalmente relacionado con el estilo cognitivo colectivo; fué por esto que el marxismo antropológico nunca pudo entender este sistema de valores y solo se atrevió a acusar al chamán de embaucador, o poco más.

Él o ella –el chamán– es quien, dentro de este orden sistémico de relaciones socioculturales, da sentido, contenido y eficacia a los valores que ordenan la realidad sobrenatural y natural, y actua intentando crear nuevas posibilidades de vida y líneas de adaptación por medio de la comprensión y/o manipulación de la imaginería mental (auditiva, visual, táctil o afectiva) generada a partir de los estados de disociación mental que él busca y domina. El chamán es quien cumple ejemplarmente con la función que he llamado adaptógena (FERICGLA, 1993:167-183) gracias a la capacidad que tiene para decodificar “aquello” que le induce el consumo de substancias enteógenas, cuya función es también adaptante: permitir ser consciente de nuevas posibilidades con potencial de realidad a través de estados y procesos cognitivos dialógicos(6), que en ciertos ámbitos occidentales llamamos hoy de “imaginación dirigida” –aunque el chamanismo es mucho más que una mera técnica para orientar la imaginación o de psicoterapia.

Si nos centramos, como suele hacerse, en el chamán entendiéndolo desde la concepción-objeto podemos designar y enumerar sus cualidades, pero ello nos conduce a definiciones tan pintorescas como alejadas de nuestro objeto de estudio. Por ejemplo, la que hace uno de las más prestigiosas enciclopedias de habla hispana: “Chamanes: especie de sacerdotes, mezcla de adivinos, hechiceros y juglares que en algunos paises de Asia explotan la credulidad del vulgo ignorante, haciendo creer que están en comunicación con los espíritus. Son extravagantes en su modo de vestir, llevando ordináriamente un tambor y un cinto del que cuelgan cascabeles; ejecutan danzas acompañadas de ridículas contorsiones y de palabras ininteligibles” (Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americanista ESPASA CALPE, vol. XVI, págs. 1426-1427). E incluso la definición de un reconocido especialista en chamanismo amazónico como es Carlos Junquera en parte adolece del mismo defecto aunque se acerca muho más al fenómeno que nos ocupa: “se puede sugerir que el chamanismo es, entre otras cosas, una filosofía con dimensiones mágico-religiosas” (JUNQUERA, 1989:8). Ambas definiciones, que he escogido precisamente por la enorme distancia que las separa, tienen el mismo problema antedicho: el chamanismo no se trata de “una cosa” sino de un sistema de relaciones que organiza la realidad y tiene, al mismo tiempo, un cierto efecto sobre ella. Por ello, no es correcto llamarlo “filosofía” en cuanto que esta forma de organizar el pensamiento es estrictamente occidental de los últimos dos mil años, y la filosofía es la ciencia que busca dar una explicación radical y última de la naturaleza, del ser humano y de todo tipo de conocimiento posible, pero siempre dentro del reino de la abstracción intelectual distanciada de la realidad empírica, en tanto que la cosmovisión y estilo cognitivo de los pueblos primitivos chamánicos está lejos del interés de nuestra filosofía: aquellos buscan la eficacia en la vida por encima del conocimiento –o, en todo caso, el conocimiento en función de la eficacia– en tanto que nuestros filósofos en cierto modo actuan en sentido contrario.

A lo largo del siglo XX se han realizado diversos trabajos de investigación sobre el tema que nos ocupa y han ido tildando sucesivamente a los chamanes de histéricos, psicóticos esquizofrénicos, embaucadores, seres excepcionales o esperanza de la humanidad: obviamente el epíteto ha dependido de la época y persona que adjetivaba la figura del chamán.

Uno de los errores habituales que percibo es que en el ambíguo saltar de una categoría lingüística a otra (hablar de objetos o de relaciones) llega un punto en que por falta de capacidad para atribuir más elementos definitorios al objeto chamán, se acaba hablando de sus formas de acción, de sus efectos (los chamanes curan, dan orden a su colectivo, tratan con lo sobrenatural) y ahí se cae en otro error ya que no todos los chamanes curan, ni aportan orden social, ni… Entre los shuar amazónicos(7), por ejemplo, existe el término genérico uwishín para referirse al chamán, pero luego inmediatamente hay que especificar si se trata de un tswákratin (el que cumple la función curativa, equilibradora) o de un wawékratin (el que cumple con la función punitiva, de castigo): ambas categorías de chamán usan exactamente las mismas técnicas extáticas, sólo varía la orientación de la acción chamánica, y aun ello podría decirse, aunque muy extrañamente, de un mismo individuo en distintas etapas de su vida.

Plantear el problema de la comprensión de la acción chamánica hoy día es plantear de forma concreta la gran cuestión con que se enfrenta la ciencia actual: la unidad del “dentro” y “fuera” de cada individuo. ¿Podría así decirse que el chamanismo es un tipo específico de constructivismo?

No he acabado todavía. Para tratar de dejar bien sentadas unas bases que me permitan referirme a la acción del chamán con cierta sobriedad y exactitud, debo hacer un par de puntualizaciones más. Los estudios recientes sobre chamanismo realizados desde diversas ópticas, han iniciado nuevas vías de comprensión del fenómeno en tanto que parte de un sistema social y en tanto que proceso cognitivo específico.

Por todo ello, obviamente, estoy utilizando el término chamán por ser el más conocido y aceptado pero en realidad hay que aclarar que con este sustantivo me refiero a un determinado contenido cultural, propio de los pueblos primitivos, que suele encarnarse en algun individuo que actua el papel de chamán, sea hombre o mujer. No obstante, si bien el chamanismo tiene algunos elementos (bastantes) comunes en las diversas culturas que contemplan esta función, no se trata de un calco. Es un error (imperdonable en especialistas) comparar elementos culturales provinentes de diversos pueblos, aunque parezcan similares, sin hacerlo provistos de un microscopio conceptual. En este sentido, es demasiado frecuente hablar de chamanes y de chamanismo sin realizar la más pequeña especificación. Y no es lo mismo el chamanismo amazónico de los shuar, que el chamanismo andino de los quechuas, el mesoamericano de los mazatecas o el africano de los yoruba, simplemente por que se trata de culturas distintas. Obviamente, aun se situaría más lejos –a muchísima distancia, hasta lo irreconocible– el neochamanismo occidental relacionado con ámbitos terapéuticos de carácter “trans-“, las “iluminaciones” de la llamanda Nueva Era, el gran mercado actual de creencias exóticas y la creciente industria del pseudoconocimiento científico. Incluso diré más, el proceso de aculturación (económica, simbólica, religiosa, de estructura social, etc.) que, por ejemplo, está viviendo la etnia amazónica de los shuar desde inicios de la década de 1960, acarrea una transformación de la figura y función del chamán (en shuar uwishín) que hace difícil hablar de ello sin especificar si se trata del chamanismo shuar tradicional o de las prácticas de magia negra y de curanderismo a base de plantas medicinales que bastantes jóvenes shuar han aprendido de los colonos mestizos de cultura occidentaloide o quechua: ya no se trata del uwishín que tenía gran influencia social (ANTUN’,1991:24) en el mundo tradicional shuar.

Estrictamente hablando, pues, un chamán sólo tiene función y sentido dentro de un marco cultural chamánico (y las sociedades occidentales no lo somos) donde ciertas percepciones básicas de la realidad se construyen en base a estados modificados de consciencia con o sin ayuda de drogas enteógenas; donde dominan los sistemas dialógicos por encima de los lógico-analíticos; donde los procesos cognitivos con predominio del material psicológico primario o inconsciente tienen un importante consenso cultural; donde, en definitiva, se posee una cosmovisión según la cual el concepto de realidad básica no acaba en los objetos físicamente perceptibles, sinó que se prolonga más allá, en esas dimensiones de la realidad donde habitan seres invisibles, poderes, espíritus o ánimas que actuarían con el mundo humano y que con su acción configuran una u otra realidad empírica. Donde haya esta concepción social de la realidad, profundamente enraizada en la cultura, con una cierta profundidad histórica, con la taxonomía necesaria y aceptada para referirse a ello, y con unas funciones y eficacias atribuidas a la acción del chamán, solo entonces podemos hablar de algun tipo de chamanismo, en caso contrario no (¡lo que no implica que los estados modificados de consciencia o las consciencias dialógicas alternativas no puedan darse fuera de sistemas culturales chamánicos!).

En nuestra parte del mundo hubo brujas hasta que la Inquisición primero y el proceso de industrialización después consiguieron acabar con aquel cosmos cultural. Es decir, tal vez no han dejado de existir las brujas (y actualmente hay más literatura sobre ello que en ningún otro momento de la historia) pero grosso modo sí ha desaparecido la cosmovisión y el orden sistémico que daba sentido y función a la acción brujeril.

Si nos ceñimos al término “bruja” cabría recordar que es palabra común en las tres lenguas romances hispánicas y en los dialectos gascones y lenguedocianos, que probablemente se trata de un término cuyos orígenes etimológicos desconocidos se hallan en el mundo prerromano ubicado en los Pirineos y cuyo significado final sería el de “alta” por el hecho de que, según las tradiciones, las brujas volaban alto(8). No obstante, esta forma lingüística es engañosa ya que por “brujas”, en su origen, probablemente solo se entendía aquellas mujeres que tenían poderes para volar, en forma simbólica o psíquica, y visitar otras realidades. Con el tiempo la Inquisición fue demonizando este término y acabo etiquetando con él cualquier otra práctica que se desviara de la cosmovisión cristiana en lo que a relaciones con el mundo de los espíritus y de los poderes invisibles tocaba (adivinas, voladoras, curanderas por medios esotéricos o por medio de plantas, pitonisas, místicas no cristianas, etc.). Con la concepción occidental del chamanismo sucede algo similar, es muy probable que existieran prácticas paralelas al chamanismo primitivo conocido, pero que fueran etiquetadas de brujería por la religión institucional con el fin de eliminar competencias; incluso, según Michael Harner, hay indicios de que el chamanismo sobrevivió en el norte de Europa hasta los años 1930-40 entre los saami (lapones).

-III-
Un poco de historia

Después de esta larga espiral en la que he expuesto los más habituales errores referidos a la concepción occidental del chamanismo en sentido estricto, paso a hablar de ello con la esperanza de evitar ambigüedades.

El origen del uso del término “chamán” se situa en el siglo XVI, gracias a las narraciones de algunos viajeros rusos que lo adquirieron de la lengua de los tunguses. Esta etnia habita Siberia septentrional y fue en ella donde tales viajeros observaron y describieron las prácticas de sus brujos o hechiceros, los cuales se sumergían en extraños estados mentales (lo mismo que hacían sus vecinos chukchis y koriaks depués de consumir el hongo embriagante Amanita muscaria), brujos a los que los viajeros rusos siguieron denominando con la propia categoría lingüística aborigen: chamán. A partir del siglo XIX, el término adquirió más importancia al ser considerado por el pensamiento evolucionista como uno de los pasos del progreso religioso desde las formas más simples hasta las grandes instituciones actuales.

Propiamente hablando, empero, el chamanismo no es una religión sino un conjunto de métodos extáticos ordenados a obtener el contacto con el universo paralelo, aunque invisible, de los espíritus y el apoyo de éstos en la gestión de los asuntos humanos, muy a menudo en un sentido lato de lo que hoy llamaríamos terapéutico (ELIADE y COULIANO, 1992:127). Es decir, como máximo el chamanismo se puede calificar de complejo de nociones y prácticas que pueden ubicarse dentro de un marco religioso, pero no como religión propiamente dicha. La nomenclatura revela que el chamanismo también es algo más que simple magia, en la forma que, por ejemplo, aparecen los actos mágicos a lo largo de Antiguo Testamento.

La percepción de dos realidades (en nuestra cosmovisión dialéctica), o de dos dimensiones de la misma y única realidad (en la cosmovisión animista) y la posibilidad de traspasar a voluntad la frontera invisible entre ambos por medio del axis mundi es algo típico del chamanismo, y es lo que ha conducido a que durante décadas se haya acusado a los chamanes de embaucadores, esquizofrénicos o mentirosos.

Historicamente la cuna del chamanismo se situa en Siberia, desde donde pasaría al Nuevo Mundo durante las migraciones que poblaron el continente americano. Numerosos representantes de la etnosemiótica tienden también a atribuir orígenes chamánicos a las pinturas rupestres de Siberia (de hacia el 1000 a.C.) en base a los rasgos distintivos que las figuras tienen en común con los vestidos y rituales chamánicos recogidos y descritos por los etnógrafos. Después de constatar que el chamanismo originario floreció en Asia central y septentrional (pueblos turco-mongoles, himalayos, ugrofineses y árticos) la mayor parte de especialistas están de acuerdo en extender el área del chamanismo hasta Corea y Japón pasando por los pueblos fronterizos de Tíbet, China e India, hasta Indochina y América (ELIADE y COULIANO, ibid:128). Sin embargo, en un sentido más amplio de la actuación chamánica, también hay datos de fuentes griegas del siglo IV a.C. que indican que todavía en el siglo V a.C. existía un tipo de chamán autóctono en Grecia, y es muy probable que los cultos a Dionisos sean la evolución ya institucionalizada de tales prácticas chamánicas.

En cierta forma la acción del chamán consiste en buscar formas de adaptación a la realidad que pasan por el uso de recursos no físicos, en un sentido restringido del término. Por ello, en la mayor parte de culturas chamánicas, el brujo o bruja suele ser alguien que ha tenido alguna enfermedad o minusvalía física grave y ha sanado gracias a sus poderes psíquicos o espirituales (en Corea y Japón ser ciego es signo de elección de los espíritus para devenir futuro chamán; entre los shuar amazónicos se tiene más confianza en los uwishín que han pasado por alguna enfermedad mortal y han sobrevivido, etc.). Esto lleva a recordar algo que se olvida a menudo: los pueblos chamánicos tienen esta figura que cumple con algunas funciones sociales de carácter esotérico, pero también tienen el líder exotérico que es el responsable de la defensa guerrera de la colectividad, de la distribución de tierras y demás factores que tienen relación con la vida material, el jefe o cabeza tribal.

Resumiendo lo expuesto, diría que el elemento definitorio del chamán es el hecho de contactar a voluntad con la dimensión oculta de la realidad por medio de técnicas de modificación del estado de la consciencia: principalmente consumiendo enteógenos, pero también por medio del ritmos de percusión, ayunos y técnicas de deprivación sensorial. El chamán mantiene así su consciencia despierta sincrónicamente en ambas dimensiones de la realidad: la mágica y la ordinaria, por lo que se diferencia de médiums, videntes y posesos. El chamán viaja activamente hacia los espíritus para tratar de coordinarlos en su propio interés, en lugar de dejarse vehiculizar por ellos. Por otro lado, una diferencia definitoria entre el chamán y el resto de su comunidad –donde a menudo, como es el caso de los shuar, todos los miembros del grupo tribal consumen enteógenos en ciertas ocasiones de vital necesidad– es que durante estos estados modificados de consciencia, el chamán controla las entidades invisibles causantes de enfermedades o de desarreglos, o bien las lanza contra el enemigo para provocarle daño, tiene algunas de tales entidades o poderes como aliados suyos y los hace actuar según su propia voluntad, en tanto que los demás miembros de la colectividad carecen de este dominio.

En la cosmovisión de las culturas chamánicas todo elemento de la realidad material e inmaterial se considera interrelacionado e interdependiente (personas, animales, vegetales, piedras y montañas, elementos metereológicos, espíritus), y complementando los aspectos fenomenológicos, cada elemento está dotado de algun poder o espíritu que lo hace ser eficaz en un sentido u otro. La especificidad del chamán consiste en contactar a voluntad con esta dimensión oculta (diríamos que a nuestros ojos civilizados) de la realidad para modificarla segun los intereses humanos. En este sentido, pues, si se quiere considerar el chamanismo como una forma religiosa, debe hacerse desde la propia etimología original de la categoría “religión” (no desde el término latín religio o relligio -onis, que significa “conciencia escrupulosa”, sino del verbo religare, que significa “atar o unir la dimensión externa e interna de la realidad”); tampoco desde la idea de religión como institución social, ya que el chamán se caracteriza justamente por actuar en solitario.

-IV-
Iniciación chamánica

Podríamos escribir un volumen de considerable grosor sólo en referencia al proceso inciático del chamán, de tan complejo que resulta desde el punto de vista de los procesos internos y formales que atraviesa el neófito. No obstante, en forma de breve resumen se podría decir que el proceso de aprendizaje para llegar a ser chamán siempre implica una iniciación vivencial, no una acumulación de conocimientos intelectuales. Esta capacidad humana, la intelectiva, suele tener poca importancia en el proceso iniciático.

Si se pregunta a diversos uwishín o brujos shuar el motivo que los impulsó a hacerse chamán, las respuestas obtenidas son de muy diversa tesitura: “para curar a mi familia”, dirá alguno; “para vengarme de mis enemigos” responderá otro; “para curar a los hermanos enfermados por el wawékratin” o “para curarme la enfermedad que me costaba la vida”, puede decir un cuarto interrogado. Esta última motivación suele ser la más frecuente, no solo entre los shuar sinó en todo el chamanismo amerindio. La enfermedad grave es un factor que, por sí misma, ya constituye un paso importante en la iniciación.

En cierta forma se puede afirmar que cuando no existe la enfermedad acompañada de sueños o delirios, el novicio debe pasar por un periodo en que el cual se reproducen las condiciones para simular la enfermedad esperando que le lleguen aquellas visiones que le indicarán su capacidad para entrar en el mundo de los espíritus, quién será su aliado y cuáles los seres animistas protectores. Cuando un individuo está grave se siente aislado de los demás y necesita compañía de alguien, pero si el enfermo está solo durante su postración y no tiene a nadie que le acompañe será más fácil que aumente su sufrimiento psicológico pero también aumentan sus propios recursos endógenos para buscar salida a la situación. Frecuentemente, en la inciación chamánica, se busca este estado de sufrimiento y aislamiento, de forma que el novicio se vea en la necesidad de generar sus propios esquemas y procesos mentales alternativos o dialógicos –los estados disociados de la consciencia– cuya imaginería mental es vivida como auténtica experiencia de revelación interna que indica el camino de resolución del sufrimiento. Este hallazgo del camino iniciático, entre los chamanes shuar y también en otros muchos pueblos americanos y asiáticos, viene acompañado por una canción revelada, cuyo texto y melodía recordará el iniciado para el resto de su vida; la canción o salmo revelado será la clave que le permitirá repetir a voluntad la experiencia de pasar de una dimensión de la realidad –la concreta o física– a otra –la animista o invisible. Normalmente, entre los shuar sólo se considera que un individuo es auténtico uwishín cuando tiene su propia canción, aunque hubiera recibido los poderes de su maestro tiempo atrás (el traspaso de poderes de maestro a neófito es otra parte de la iniciación que merecería un capítulo completo). El texto de estas canciones suele constituir un cántico de autoafirmación en el poder que el propio brujo detenta. Una ilustración:

wi, wi, wi, wi, wi, wi, wi… yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo…
wi, wi, wi, wi, wa. wau, wau… yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo…
wi, wi, wi, wi, wa. wau, wau… yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo…

Timia nuna, timia nun Con el poder de eso, con el poder de eso
tséntsak chiri awamprurna montándolo en sus saetitas
jikiaj kiamtá amájkinkiu haciéndolo pasar mucha pena
ímianainki anámprurnaa… embriagándolas hasta allí
náwam, náwam, amajsan(aaa…) las voy amansando, las amanso

Winia tséntsak chirnakat A mis saetitas ásperas
arárpatniun atákrankut las voy amansando facilmente
nawámprancha, nawámprakut. las hago ser mansas (siempre).
Natémchirna nampéarkun Embriagándome con mi ayahuasca
kúri, rirí anámpraja… con titiriteos embriágole
púyar, púyar nampéarkun al embriagarme con el mismo poder.

wi, wi, wi, wi, wi… yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo…

Winia amíkchirun(aa…) Cuando me embriago mi ayahuasca
mayáichiri untsúrkinkiut hago aparecer de mi amigo la
natémchirna nampéarkun respiración(cita), la hago aparecer
Tímianuma awájtunnat de mi amigo, con mucho poder.
tujíntrachu, tujíntrachu. Yo nunca fallo.
Wenuchiri arárpatniun A su boquita
atákramun, atákramun áspera le hago tener mi saetitas,
tsétsakchincha wámprajshaaa… también de este poder las hice

Mayai tukúchminium Haciéndolas de brilloso color
winchárpatniun umátran que ni el viento la puede tocar,
kantámtik kiun kantámtik kiun las hago cantar siempre
Timia nuna, timia nuuu… siempre con ese poder.

(En el salmo original siguen siete estrofas más en las que el chamán E. Tankámashi, uno de mis mejores informantes shuar, enumera poéticamente los distintos poderes invisibles con que cuenta para actuar: el poder del viento, de la piedra, del puma, etc. La columna de la derecha es una traducción libre realizada con la ayuda del shuar bilingüe Pichama Atzuchi Galo).

-V-
Principales aspectos cognitivos del chamanismo

La dimensión cognitiva del fenómeno chamánico es, sin duda, la más importante y probablemente la única que permite ensayar una comprensión densa y global del tema.

Para acercarnos al estilo cognitivo que caracteriza el chamanismo hay que recordar que, siguiendo a Franz Boas (BOAS, 1992:65) un cambio importante de los procesos mentales primitivos a los que caracterizan la civilización parece consistir en la eliminación gradual de las asociaciones emocionales, socialmente determinadas, con impresiones sensoriales y con actividades; asociaciones emocionales que paulatinamente son substituidas por asociaciones intelectivas y racionales. No es que, intrínsecamente, el ser humano ordinario haya cambiado su psique desde el paleolítico hasta la actualidad, sino que la tradición cultural en que se mueve cada individuo determina el tipo particular de idea explicativa con que justifica el estado emocional que le domina en cada momento, pero ello no implica que la inmensa mayoría de individuos occidentales de hoy se esfuerce más que el cazador paleolítico para ser consciente de las explicaciones secundarias (más profundas y amplias) que motivan sus acciones. Es una observación corriente la de que deseamos y actuamos primero, y luego tratamos de justificar nuestros deseos y acciones. Así por ejemplo, el ser humano tiene una gran resistencia al cambio que se debe, en gran parte, a la fijación emocional con sus rutinas (incluso aunque le resulten insatisfactorias). Cuando se fuerza al individuo a asumir un cambio, por el motivo que sea, habitualmente prevalece la resistencia a lo nuevo; entonces, la diferencia estriba en que, entre los pueblos primitivos esta resistencia se argumenta en base a elementos afectivos y emocionales, en tanto que en nuestras sociedades la tradición nos facilita argumentos de carácter racionalista (pero ello no implica, repito, que la mayoría de sujetos occidentales ordinarios hayan evaluado la veracidad de tales argumentos racionales, simplemente los usan porque forman parte de nuestro repertorio cultural). La diferencia en el modo de pensar del ser humano primitivo con respecto al del individuo civilizado corriente, pues, parece consistir en la simple diferencia de carácter del material tradicional con que se asocia la nueva percepción: hay que reconocer que ni unos ni otros llevan nunca hasta el fin el intento de explicación causal de los fenómenos, sólo lo hacen hasta que consiguen amalgamar la nueva información que implica la existencia de un cambio con los conocimientos previos adquiridos durante la infancia. Ello en referencia al individuo medio.

No obstante, hay que tener en cuenta que si en los quince mil últimos años ha cambiado el repertorio cultural que unos y otros usan para justificar sus reacciones –aunque sin ir más allá–, se debe a la acción de algunos pocos individuos que con su esfuerzo cognitivo sí han generado formas distintas de entender el mundo. Así, conceptos de un elevado nivel de abstracción, hoy tan habituales en el discurso explicativo de cualquier occidental como “ideal”, “armonía”, “ética”, “objetividad”, “substancial”, etc. son producto de un simple puñado de filósofos que hace aproximadamente dos mil cuatrocientos años se esforzaron por ir más allá en la tremenda tarea de explicarse la causalidad y finalidad de los fenómenos que envuelven la vida humana. Así pues, de la misma forma que los filósofos griegos pusieron las bases para una explicación intelectiva del mundo, los chamanes pusieron las bases, y las han mantenido, para una explicación de los fenómenos a partir de lo que he llamado asociaciones emocionales con el imaginario humano.

Este estilo cognitivo de los chamanes suele ser interpretado como equivalente al que observamos en nuestros niños y adolescentes, estilo cognitivo donde impera lo que en psicología se denomina, repito, la omnipotencia del pensamiento fantasioso infantil (“eso deseo…” o “eso he visto en sueños, por tanto es parte de la realidad y como me gusta yo lo quiero tener ahora y… ¡Lo tengo!”). Las asociaciones emocionales son el tipo primario de engrudo que permite organizar argumentos con valor de realidad socialmente consensuada entre los pueblos primitivos, aunque no es el único.

En segundo lugar, otro elemento determinante en el estilo cognitivo chamánico consiste en su búsqueda voluntaria de la disociación mental, recurso psíquico alternativo que originalmente fue el campo principal de su iniciación. Durante el proceso iniciático constituyó el primer entrenamiento que recibió el futuro chamán: aprender a observar su propia mente bajo el efecto de substancias enteógenas, estados de práctica agonía o por medio de la producción onírica. A veces esta consciencia disociada es el producto de una inducción voluntaria por parte del neófito, y otras veces es el resultado de una grave enfermedad espontánea que el futuro brujo se autocuró y ello le otorgó los poderes para chamanizar, a través de la revelación recibida como resolución a su estado. Como he indicado antes, es norma cuasi universal entre los pueblos primitivos que los jóvenes enfermizos, ciegos, epilépticos, etc. suelan ser considerados como escogidos por la divinidad para ejercer el chamanismo. “Entre los araucanos de Chile, los que se dedican al chamanismo son siempre individuos enfermizos o sensitivos de corazón débil, estómago delicadísimo y propensos a padecer desvanecimientos”, decía Mircea Eliade (ELIADE, 1976:38). El caso del chamán shuar P. Juank (de Mussap) es modélico: Juank estuvo aquejado de tuberculosis desde su infancia hasta bien entrada la juventud. Al no conseguir sanar y cansado de la vida inútil y doliente que llevaba dentro de la selva decidió dejarse morir; un día que se sentía especialmente enfermo y débil fue a tumbarse junto al río Upano decidido a esperar la muerte. Quedó dormido y durante el sueño, él cuenta, tuvo episodios oníricos terribles de su propia muerte y después visiones de otros uwishín shuar que le decían que ya estaba curado, que cuando despertara se dedicaría a actuar de chamán. Al cabo de dos días de estar esperando la muerte tumbado al lado de río, se sintió mejor, se levantó y durante un tiempo recorrió diversas comunidades tribales aprendiendo de los chamanes que iba encontrando hasta que fue reconocido a sí mismo como uwishín.

El primer paso que debe hacer el chamán es observar su propia imaginería mental (se trate de sueños, visiones producidas por enteógenos, visiones agónicas) y aprender a moverse dentro de esta realidad subjetiva. Ello lo lleva a menudo a romper con los patrones de comportamiento y de pensamiento ordinarios en su sociedad generados por el proceso de enculturación (el chamán suele vivir alejado del pueblo, recluido) y, en sentido contrario, debe alimentar su propia imaginería mental como fuente de conocimiento subjetivo y al mismo tiempo, paradojalmente para nosotros, sobre el entorno(9). El autoabandono del sujeto a sus profundas pulsiones psíquicas es lo que a menudo se describe como la muerte iniciática respecto del mundo físico: el chamán deja de percibir la realidad de acuerdo a los parámetros externos definidos por su cultura, para reconstruirla –toda o en parte– partiendo de sus propias asociaciones emocionales internas, que a su vez reforzarán la cosmovisión colectiva al añadirse a ella.

El pánico intenso suele acompañar esta experiencia de profunda disociación que marca el rompimiento con los parámetros cognitivos ordinarios, y durante la cual una parte de la mente es capaz de observar atentamente como las funciones formales del pensamiento referidas al mundo externo son desintegradas y vueltas a recomponer de acuerdo a nuevas asociaciones emocionales personales. Si nos acogiéramos a las propuestas teóricas de C.G. Jung, probablemente sería correcto denominar a esta experiencia el contacto personal del chamán con el inconsciente colectivo y sus contenidos formales arquetípicos.

Este despertar de las capacidades visionarias del chamán, seguido de un aprendizaje dirijido a decodificar la imaginería generada y posteriormente a tener una cierta capacidad de determinio sobre todo ello, lo conduce a obtener el control de la realidad mágica en que se mueven los pueblos primitivos. No solo se trata de controlar el sistema de valores y de símbolos en un sentido sociológico, sinó que el chamán asume la responsabilidad de ordenar este mundo pero desde el dialogismo alternativo, animista, mágico o del contacto descarnado con el propio inconsciente. En términos psicoanalíticos podríamos decir, forzando la expresión, que se trata de la aplicación empírica y dirigida de la omnipotencia del pensamiento infantil.

Dicho desde otra ubicación conceptual, el chamán desorganiza su realidad cognitiva ordinaria entrenada desde la infancia (proceso que es más fácil en un individuo que ya la tenga mal integrada por enfermedad o malformación) para reorganizarla desde su propio interior. Es el individuo socialmente desadaptado, por el motivo que sea, que elabora estrategias personales de adaptación usando sus propios recursos individuales-mentales hasta conseguir convertirse en un modelo para su colectividad, poniendo al servicio de la sociedad su capacidad de reordenamiento y actuando entonces de terapeuta o de verdugo (papeles ambos que están fuera del límite de la rutina social ordinaria).

Como se puede inferir de todo lo anterior, un elemento clave dentro de este sistema es la propia personalidad del chamán: de aquí que entre los shuar, al igual que entre otros muchos pueblos primitivos, exista el chamán maléfico o wawékratin (suele tratarse de individuos envidiosos, agresivos o cuya personalidad está dominada por algun carácter socialmente negativo y cuya misión es de tipo policial: la gente le paga para que cause males a pretendidos enemigos que supuestamente han origindo alguna enfermedad en los propios congéneres); y existe también el brujo benéfico o tswákratin (cuya misión es curar enfermedades y resolver problemas: readaptar la pérdida de armonía social, individual e incluso de la naturaleza). En este sentido, el poder e influencia social de cada uwishín o chamán depende estrictamente de la entereza de su carácter, de su solidez para enfrentarse a las dimensiones pavorosas que a menudo adquiere el mundo subjetivo (antropomorfizado en espíritus y diablos) de las personas y del carisma que ofrezca, entendido como capacidad para conectar con las necesidades colectivas y catalizarlas en sí mismo. En definitiva, el peso social de cada chamán depende de su potencial para proyectar seguridad en los demás y ser eficaz en su cometido de reordenar la realidad colectiva desde su imaginería mental(10). Ello se pone de relieve en el texto de los salmos con que los chamanes llaman a los espíritus que conciben como sus poderes aliados: el texto no suele ser suplicatorio, como en la mayoría de religiones deísticas, sinó ordenante, exponiendo la lista sus propios poderes y llamando a sus espíritus ayudantes (ver el texto del salmo chamánico transcrito anteriormente).

Por tanto, puede afirmarse que la principal función del brujo y del uso que hace de substancias enteógenas es de carácter adaptógeno: el chamanismo es un mecanismo adaptante. Ello encaja perfectamente con los hechos subjetivos y objetivos: en la realidad cotidiana de los pueblos primitivos los recursos físicos son básicos para llevar una vida más o menos satisfactoria (cazar, acarrear leña y agua, cultivar los huertos, soportar las enfermedades, huir o atacar a los enemigos y demás) y las personas que por debilidad o larga enfermedad no pueden mantener esos mínimos de rudeza física deben buscar otros mecanismos de adaptación o morir. El chamanismo como forma de entrenamiento y explotación de recursos cognitivos alternativos ofrece esta posibilidad.

No es de extrañar que si bien la enfermedad crónica en un individuo es interpretada como indicación divina para que tome el camino iniciático, y en realidad es preciso que todo neófito pase por este proceso de muerte y renacimiento simbólico para entrar en la dimensión mágica dominada por nuestras propias pulsiones psíquicas, también es cierto que para individuos débiles esta es una buena estrategia de adaptación, probablemente la única en los pueblos primitivos (y entre nosotros: la imagen tópica del chico que destaca intelectualmente es la de un muchacho desgarbado, enfermizo, a veces con gafas de miope, macilento y físicamente poco atractivo).

Para actuar desde este estilo cognitivo propio de los chamanes, la realidad toma (como mínimo) dos dimensiones: la física u ordinaria, y la dimensión mágica, onírica o alternativa que da sentido a la primera. Es en este sentido que el estilo cognitivo chamánico toma formas dialógicas: de conversación consigo mismo y para ello se debe recurrir al uso de metáforas que permitan la integración del segundo elemento del diálogo interno(11) . Por este proceso, la realidad mental chamánica se convierte en teatro de acción de las grandes metáforas que configuran el sistema de valores de su sociedad. Las metáforas, en lugar de surgir en base a elementos abstractos (como haríamos nosotros y entonces dejarían de ser metáforas para convertirse en teoremas), se basan en elementos concretos e identificables del mundo físico (un árbol específico, una piedra concreta, una fuente determinada) y de su percepción y asociaciones emocionales nace la dimensión mágica o invisible de cada uno de los elementos: su sentido simbólico dentro de la metáfora.

Para ilustrarlo me serviré, en primer lugar, de una comparación provinente de nuestro cosmos cultural y después expondré un ejemplo shuar. Una de las grandes metáforas que usamos de forma automática en nuestras sociedades es la de la “suerte”(12) (para mayor detalle sobre ello ver: FERICGLA, 1994, a). Hablamos de ella como si existiera físicamente y además hacemos algunas cosas para atraerla, acciones que entran de lleno en el campo de las supervivencias chamánicas, aunque hoy hayan perdido su sentido profundo y sean tratadas como supersticiones (vestir una prenda de ropa al revés, colgarse la imagen fetichista de un santo para atraer la “buena suerte”).

Esto nos ha de permitir reflexionar sobre el estilo cognitivo del mundo chamánico todavía desde una nueva posición. Diríamos que el proceso chamánico para generar conocimiento sobre la realidad actua a partir de la identificación doble de los elementos concretos del entorno contextual: como tales objetos físicos y como metáforas referidas a la dimensión mágica de la realidad(13) . Así, el segundo ejemplo provinente de los shuar se refiere al poder de los chamanes manifestado por medio de formas metafóricas: su dominio de los tséntsak. Como indica Carlos Junquera (ibid: 28), el chamanismo no puede desligarse de las prácticas médicas, ya que en estos pueblos las dolencias somáticas y psíquicas o del alma constituyen una realidad inseparable. Pero la función chamánica no es reducible al hecho de actuar para recomponer este complejo equilibrio que denominamos salud, sinó que esta sería sólo una de las aplicaciones.

En lengua shuar tséntsak significa literalmente “saeta”. Los uwishín shuar conciben sus poderes actuando como saetas invisibles a los ojos de la gente no chamán; las pueden mandar lejos para que se claven en el cuerpo del enemigo, en un árbol o en otro elemento de la naturaleza, según sea su intención. Al mismo tiempo, cuando alguien les solicita su praxis curativa la acción consiste en consumir la dosis adecuada de ayahuasca, la famosa pócima enteógena amazónica, y bajo los efectos del embriagante “ver” los tséntsak que el paciente tiene clavados en el cuerpo, causa de la dolencia. Una vez identificadas la saetas maléficas, el chamán las chupa con su boca y las escupe lejos para que se claven en algun árbol, o las manda de regreso contra el propio hechicero que había causado el mal, disimuladas bajo un nuevo aspecto mágico, esperando que el atacante no las identifique hasta que las saetas no se hayan clavado en su propio cuerpo.

No obstante, el hecho de llamarlas “saetas” no es más que una forma metafórica de expresión. El sustantivo completo –aunque los shuar nunca lo pronuncian todo– es aenstri tséntsak que se podría traducir como “el espíritu saeta de…”. Y ni así se completa la metáfora ya que cada chamán sabe a qué espíritu se refiere: puede ser el espíritu de una serpiente, de un pájaro, de un color, de un elemento metereológico u otros. Así, por ejemplo, un espíritu muy usado por diversos chamanes shuar sería la ámbukja aenstri tséntsak (“el espíritu saeta de la ámbukja”), que tendría la forma de una serpiente corta y ciega, con manchas negras y amarillas que existe en la Alta Amazonia ecuatoriana, donde habitan los shuar. Otro ejemplo ilustrativo lo ofrece la takíruma aenstri tséntsak, saeta que tiene el nombre y la función de un sonido y no de un animal o cosa; takíruma se refiere al sonido que hace una semilla de grandes dimensiones qu crece dentro de una vaina selvática y que en verano explota expulsando las semillas disparadas hacia todas partes; el chamán usa esta metáfora si identifica uno de los poderes de que dispone (elemento de su imaginería mental) con esta forma externa porque produce un sonido similar al de la explosión de la vaina. Para él la forma de actuar es a través de estos elementos concretos (que todo el mundo puede observar en el ámbito de lo físico), a los que considera dotados de vida propia (como en realidad es), y de los que se sirve para actuar en el ámbito mágico. Podría seguir enumerando ejemplos, pero es suficiente. Cada chamán dispone de un número limitado de saetas (entre cinco y cien) sobre las que ejerce poder y hace actuar según su voluntad; y de este número de saetas depende el poder del propio brujo.

Así queda ejemplificado el uso de metáforas como estrategia de expresión de la consciencia dialógica, base estructural del mecanismo cognitivo chamánico. Para acabar, podría afirmarse que el chamanismo ofrece una especie de teoría unificada de un sistema complejo como son los necesarios procesos de adaptación que en cada momento exige la vida en un medio natural poco tecnificado, y por tanto poco previsible.

Dado el enorme significado del chamanismo durante un período larguísimo de la historia de la humanidad no es sorprendente que reaparezca de nuevo baja formas terapéuticas o neorreligiosas, de hecho se trata de las dimensiones humanas donde siempre apareció. En algunos ámbitos de las sociedades occidentales, donde el chamanismo se abandonó hace ya algun siglo, se está dando un resurgir de tales entrenamientos cognitivos, queda por ver si este renacimiento guarda, a la fin, paralelismo o no con las antiguas manifestaciones chamánicas. Resulta interesante para el investigador verificar que las nuevas manifestaciones más elaboradas siguen manteniendo que el trance permite al individuo penetrar en un mundo poblado de espíritus o de poderes mentales, tal como defendían los antiguos chamanes, pero también se puede afirmar que nuestras sociedades occidentales, una vez situado en su lugar el positivismo simple, han generado sistemas propios para acceder a estos estados de disociación mental cuyo etiqueta se situa más en el campo de las terapias que en el de las religiones.

Friedrich W. Nietzsche afirmó que el siglo XIX (el suyo, ya que murió justo en el 1900), fue un siglo de salvación, en tanto que el siglo XX (el nuestro) sería un siglo de curación. El repetido reduccionismo de concebir al chamán como simple sanador esotérico, en lugar de situarlo en el centro de un determinado tipo de cosmovisión de los diversos que ha producido la humanidad, parece dar la razón al filósofo alemán.

ESQUEMA DE LAS CULTURAS CHAMÁNICAS PARTIENDO DEL CONTROL DE LOS ESTADOS DIALÓGICOS DE CONSCIENCIA
Consumo de substancias enteógenas u otros métodos para modificar el estado de la consciencia
Estado de disociación mental o de consciencia dialógica
Durante la consciencia dialógica se generan sistemas simbólicos e imaginería mental. A partir de sistemas simbólicos complejos se producen los:

Mitos Explicativos de cada sociedad (informan sobre el origen de la cultura y de la ética predominante)

Mitos Descriptivos de cada sociedad (informan sobre cómo hay que actuar y la causa de ello)
Cada sociedad concentra sus aspectos enculturadores más importantes en los ritos inciáticos: inducen a revivir el contenido de los mitos y a integrar profundamente a los individuos en el sistema de valores de la colectividad
A partir de los ritos inciáticos se ordenan las cosmologías de cada sociedad (función social de cada individuo, sistema social, derechos y deberes, expectativas vitales, etc.)
El individuo que asume el papel y la función de ordenador de los ritos de paso en los pueblos primitivos es el chamán
El chamán tiene como elemento diferencial y sacro el dominio de su mente incluso bajo el efecto de enteógenos, y el contacto que ello le permite con la dimensión animista del mundo
Es el chamán quien prepara y distribuye las substancias enteógenas cerrando así el círculo sistémico que permite entender a los pueblos primitivos desde el chamanismo

NOTAS DE PIE DE PÁGINA

1. Puede compararse la definición que propongo con: Ake Hultkrantz, “A Definition of Shamanism”, Temenos 9, 1973, 25-27. (^)
2. Por “disociación” aquí no voy a entender “psicopatología”, sentido deformado que suele darse a este término en la mayor parte de escuelas psiquiátricas actuales. Por “disociación” voy a entender lo que literalmente significa: la mente dividida en dos mitades funcionales una de las cuales es capaz de observar, decodificar y recordar lo que está sucediendo en la otra, sin que esta disociación implique ningún tipo de patología. (^)
3. Enteógeno: neologismo acuñado en el año 1979 por parte de un equipo de investigadores (R. Gordon Wasson, J. Ott, A. Hofmann y C. Ruck) para referirse a aquellas substancias, prácticamente siempre de origen vegetal o fúngico, de consumo habitual entre los pueblos primitivos antiguos y contemporáneos, y que son utilizadas para ponerse en contacto experiencial con sus divinidades, sea cual fuere la ideación cultural de este término. Llamar “alucinógenos”, como suele hacerse, a estas substancias elimina todo el sentido sacro que tiene tal uso. Durante toda la historia de la humanidad se ha consumido enteógenos con una actitud de profundo respeto y con la finalidad de autoinducirse estados de éxtasis que permitieran al ser humano el contacto con aquello que de profundo, númico y misterioso tenemos, es decir lo que se condensa en la categoría arquetípica de “divinidad”. Enteógeno es un término que proviene de la raíz griega theos con un prefijo que viene a significar “dios dentro de mí” y es, desde todos los puntos de vista, un concepto más adecuado para referirse a estas substancias que cualquier otro de los términos propuestos hasta ahora (psicodélicos, psicotomiméticos, psiquedélicos, psicodislépticos o alucinógenos). En medios científicos especializados de todo el mundo es una palabra cada día más aceptada y usada. (^)
4. A pesar de una cierta corriente contraria a denominar “pueblos primitivos” a las socie-dades simples con un sistema de subsistencia principalmente basado en la caza, la pesca, la reco-lección de nutrientes silvestres y el trabajo de pequeños huertos de rozza –y dentro de las cuales se da el sistema chamánico–, considero que llamarlos “primitivos” es más ecuánime que otras denominaciones propuestas (pueblos ágrafos, pre-industrializados, en vías de desarrollo o, mucho peor aun, tercer mundo). “Primitivo” tiene su raíz etimológica en primus, y de aquí surgió también “primero”. Las sociedades simples estaban ocupando la faz de la Tierra antes que nuestras sociedades complejas y la industrialización ha sido una de las vías evolutivas que ha surgido de alguno de aquellos pueblos primitivos, no de todos. Desde el punto de vista cognitivo también puede afirmarse que se trata de estilos de pensamiento primarios los que allí imperan, en con-traste con la elevada abstracción propia del formalismo de nuestro estilo cognitivo. En sentido contrario, denominarlos “ágrafos”, “preindustrializados”, “en vías de desarrollo” o similares indica un claro etnocentrismo occidental, autosituándonos en un nivel óptimo de evolución para llegar al cual a las demás sociedades les falta la tradición escrita o la industrialización, y ello es falso. No hay una sola vía evolutiva correcta y unívoca. Por todo ello, pues, el conte-nido que doy al concepto “primitivo” no es el mismo que da Franz Boas en su conocido librito La mentalidad del hombre primitivo (BOAS, 1992), pero no se opone a aquella definición sinó que la complementa. (^)
5. Por esta misma ilusión intelectual fracasó la llamada Psicología Experimental de la década de los años 1960: trataba de estudiar la inteligencia, los afectos, las capacidades cognitivas, etc. del ser humano en abstracto, fuera de toda persona, como entidades con existencia propia y formulable. (^)
6. Todavía no está totalmente establecida la diferencia entre un “estado mental” y lo que es un “proceso mental”, no obstante la hay, y hay investigadores puestos en ello, por ejemplo: ANDLER, 1992:9-46. (^)
7. Los shuar son más conocidos en Occidente como “jíbaros” (término que para ellos resulta insultante). Forman una etnia que habita el Alto Amazonas ecuatoriano. Actualmente están consti-tuidos por una población de entre 40.000 y 45.000 individuos. Son la etnia más importante del gran grupo cultural y lingüístico jibaroano (formado por shuars, achuaras y otras tres etnias muy minoritarias). Mis diversos trabajos de campo entre los shuar, especialmente en el ámbito del chamanismo, se situan entre los años 1991 y 1993. De ello sacaré las ilustraciones etnográficas que figuran a lo largo del presente texto. Para disponer de más información se puede consultar la publicación de mi diario de campo: FERICGLA 1994, b. (^)
8. La existencia de tres variantes etimológicas: brûxa, brôxa y bröxa lleva a suponer un origen común en el diptongo brouxa, lo que indica así mismo con bastante seguridad una etimología probablemente celta o, por lo menos, indoeuropea en general (por el diptongo ou) que, según J. Corominas y J. Pascual, debe su origen al término *VER-OUXA (“la muy alta”) que proviene del celta OUKS-ELO- (“alto”), emparentado con el griego ùpsi-eló-s, el irlandés VASAL, el galés UCHEL y el celtíbero ÜX-ÂMA -osma-. (Para más información sobre los orígenes etimológicos del término “bruja” consultar la excelente obra: COROMINAS, J., PASCUAL, J.A., 1980, Diccionario crítico etimológico castellano e hispano, vol. 1, págs. 679-681, Gredos, Madrid). (^)
9. Hay un esclarecedor artículo de Jorge Wagensberg sobre lo que nuestra pedagogía occiden-tal está empezando a denominar “conocimiento revelado” (ver en WAGENSBERG, 1993). También es preciso mencionar un interesantísimo trabajo de Richard Noll sobre la estructura que sigue el proceso de aprendizaje para aumentar la imaginería mental de los chamanes (ver en NOLL, 1985). (^)
10. Por ello, entre los shuar, como en muchas sociedades chamánicas, ser brujo es ciertamente peligroso porque cuando sucede algun evento perjudicial a la comunidad o a un individuo, de forma anormalmente repetida, de inmediato se acusa al wawékratin de ser el causante, y si no hay una hechicero reconocido, se acusa al primer uwishín que se halla, llegando a veces hasta el homicidio. Por ello, muchos hombres shuar han adquirido los poderes para chamanizar pero lo nie-gan públicamente, y solo actuan como tales dentro del más restringido círculo familiar. (^)
11. Esta consciencia dialógica es la que, en forma incontrolada y patológica, está en la base de los estados esquizoides. Por ello se puede afirmar que el chamán juega literalmente con la locura y que una persona realmente entrenada a moverse en estos procesos y estados mentales dialógicos no devenir esquizofrénica ya que, por así decir, conoce la teoría y la práctica de dicho estado mental. (^)
12. Hablamos de “buena suerte”, “mala suerte”, “hoy es un día de suerte” o al contrario, pero, en realidad ¿qué es la suerte? ¿a qué se refiere la gente cuando dice que tiene o no tiene suerte?. De forma muy resumida diría que se trata de una metáfora de nuestra cultura para referirse a que el propio sujeto está actuando de forma eficaz o al contrario. (^)
13. Creo que lo más difícil de asimilar por parte de la mente occidental no entrenada ello –y es donde reside la clave de bastante de lo que estoy exponiendo–, es la idea de que el estilo cognitivo folclórico o primario está constituido en base a identificaciones concretas de elementos de la realidad física, sin el dominio de la idea abstracta que predomina en Occidente. En lengua shuar, por ejemplo, no existen expresiones abstractas, tan habituales en castellano, como el verbo “castigar”. En la vida concreta no se castiga a nadie, tal abstracción no existe fuera de nuestra mente, es sólo un verbo: lo que empíricamente sucede es que alguien pega a un niño con la correa de papá, o se le impide que vaya a jugar con sus amiguitos cuando él más lo desea, y estas acciones reciben un sentido de punición que abstraemos en el verbo “castigar”. También por ello, por ejemplo, se tardó tanto en incorporar la cifra cero entre los números natu-rales, porque representar “nada” es una abstracción de gran sofisticación cognitiva. En idioma shuar para decir “nadie” se indica con un “no todos”: “todos” en cualquier momento es algo con-creto (los que estamos ahora aquí: contabilizables, nombrables, señalables), pero “nadie” no existe en la realidad vivencial de una persona; como máximo, por aproximación emocional, cita-ríamos el sentimiento de soledad (que, por otro lado, se puede sufrir en medio de una multitud) (^)

BIBLIOGRAFIA CITADA

* ANDLER, Daniel (editor), 1992, “Introduction”, en Introduction aux sciences cognitives, págs. 9-46, Gallimard, París.
* ANTUN’, Raquel y CHIRIAP, V. H., 1991, Tsentsak. La experiencia chamánica en el pueblo shuar, ed. Abya-Yala, Quito, Ecuador.
* BOAS, Franz, 1992, La mentalidad del hombre primitivo, Ed. Alma gesto, Bs. As., Argentina.
* ELIADE, Mircea, 1976, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, Fondo de Cultura Económica, México.
* ELIADE, Mircea, y COULIANO, Ioan P., 1992, Diccionario de las religiones, Paidós, Madrid.
* FERICGLA, Josep Mª 1993, “¿Alucinógenos o adaptógenos inespecífi cos? Propuesta teórica para una innovación del estudio de los mecanismos cognitivos de adaptación cultural”, en Revista de Antropología Social, nº 2, ed. Universidad Complutense, Dep. de Antroplogía Social, Madrid, págs. 167-183 (versión inglesa en Integration, 1995, Alemania).
* FERICGLA, Josep Mª, 1994, a,”Delirios, cultura y pruebas de reali dad”, e

“MEDITACIÓN CHAMÁNICA”

Capítulo XXII del libro La Meditación, de Jacobo Grinberg-Zylberbaum,
UNAM e INPEC, México, 1991.

TEXTO DE JACOBO GRINBERG-ZYLBERBAUM

“MEDITACIÓN CHAMÁNICA”

Existe una gran cantidad de técnicas de meditación utilizadas por los chamanes mexicanos. Cada linaje de chamanes practica técnicas específicas que tienen su origen en periodos remotos.

Los chamanes mexicanos utilizan estas técnicas para purificarse y prepararse en sus labores de curación o en sus trabajos como psicólogos autóctonos. A continuación se explican algunas de esas técnicas de meditación tal y como las usan los chamanes referidos en el texto.

Meditación Olmeca

Los Olmecas fueron un pueblo altamente desarrollado que opinaba que el verdadero significado de la existencia consiste en participar, propiciando el mantenimiento y desarrollo del orden Cósmico.

Existen evidencias que indican que los Olmecas desarrollaron sistemas meditativos cuyas instrucciones se encuentran grabadas en las grandes estatuas de piedra que esculpieron. Posiblemente, ellos fueron los originadores del chamanismo en México cuyos representantes todavía existen.

La meditación Olmeca implica un manejo corporal muy interesante el cual tiene un efecto vitalizador, de rejuvenecimiento y de mantenimiento de un estado de salud óptimo. De hecho, se dice que si la meditación Olmeca se practica en forma constante durante cinco años, su efecto es el de mantener, en forma permanente, la juventud.

Para practicar la meditación Olmeca se utiliza la postura de sentado, con la espalda recta. El meditador comienza fijando la atención en su cuerpo, concentrándose primero en su columna vertebral. Visualiza ésta última y se imagina una luz o energía que gira alrededor de la columna en dirección contraria a las manecillas del reloj; es decir, hacia la izquierda. Este giro se realiza a lo largo de la columna desde su base hasta su inserción en el cráneo. El giro se hace alrededor de la columna de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, hasta lograr extenderlo a toda la longitud de la misma. A medida que el giro exterior se continúa, se intenta penetrar en la columna vertebral haciéndola girar hacia la izquierda –pero en su interior-

Si el meditador tiene éxito pronto notará que toda su columna vertebral manifiesta un giro sostenido hacia la izquierda en toda su extensión y longitud. Cuando lo anterior es logrado, entonces la atención se fija en el cerebro también haciéndolo girar hacia la izquierda. El giro cerebral se inicia con una estrategia similar a la usada con la columna vertebral; es decir, primero el meditador visualiza una luz o una energía que rodea el cerebro girando a la izquierda y poco a poco hace penetrar el giro hacia el interior de la masa cerebral hasta que logra que toda ella, en cada una de sus partes, gire a la izquierda.

Más adelante y utilizando un procedimiento similar, se atiende a cada órgano del cuerpo: corazón, pulmones, estómago, intestinos, órganos genitales, etcétera, y se les hace girar a la izquierda.

Por último, el giro se extiende a las piernas, los brazos, el tórax y en general, a todo el cuerpo.

No existe límite de tiempo para mantener el giro a la izquierda, aunque se recomiendan dos periodos de giro de veinte minutos cada uno, como mínimo suficiente para empezar a sentir los beneficios derivados de esta práctica.

Meditación Yaqui

Uno de los legados chamánicos más interesantes es la técnica de equilibrio entre el lado izquierdo y derecho utilizada en la tradición de los indios Yaquis. Para realizar este ejercicio el practicante se pone de pie y visualiza dos columnas verticales de energía situadas a ambos lados de su cuerpo. El primer paso de esta técnica consiste en “abrazar” la columna izquierda colocando el brazo izquierdo arriba y el derecho debajo de la columna. En seguida, trasladar la columna al lado derecho depositándola allí. Ahora la columna derecha es abrazada colocando el brazo derecho arriba y el izquierdo abajo y trasladada al izquierdo colocándola allí.

La secuencia anterior se repite tantas veces como sea necesario hasta sentir un incremento de energía y un equilibrio interno.

Una vez concluido el ejercicio anterior, el practicante visualiza una columna horizontal de energía que lo rodea a la altura del ombligo. Girando su espalda hacia la izquierda “corta” la columna con su mano izquierda como si esta fuera un cuchillo, coloca la palma de la mano perpendicularmente al corte y empuja la columna sosteniéndola, al mismo tiempo, con su brazo derecho.

Sigue empujando y sosteniendo la columna hasta situarla en su espalda, con un tirón final. Ahora, gira su espalda hacia la derecha, “corta” la columna con su mano derecha colocando la palma perpendicular al corte y empuja la columna sosteniéndola con su brazo izquierdo y colocándola en su espalda con un tirón final. La secuencia se repite hasta equilibrar la parte anterior con la posterior.

Otra de las técnicas chamánicas de los yaquies consiste en tocar un tambor siguiendo un ritmo constante por periodos prolongados. Si el ritmo se acompaña con las dos manos, incrementa el equilibrio entre los lados derecho e izquierdo y ayuda a liberar tensiones y purificar el cuerpo.

Técnicas de meditación de Don Lucio de Morelos

Don Lucio considera que su poder como chamán proviene de lo que él llama “el mundo invisible” habitado por los “Trabajadores del Tiempo”, por los “rebaños” y por los “pastores”.

Las técnicas de meditación de Don Lucio están ideadas precisamente para establecer contacto con este mundo invisible y con sus habitantes.

Una de las técnicas, es el establecimiento de contacto con la naturaleza y la relajación en este contacto. Don Lucio escoge algún paraje del campo, preferiblemente libre de interferencias sonoras y alejado de interacciones humanas, y en este lugar, por ejemplo debajo de un árbol, se acuesta y se relaja dejando libre su mente sin obstruir sus procesos, sin reprimirlos ni guiarlos. En sus palabras, dejando libre a su espíritu para que haga y realice sus “negociaciones espirituales”.

Otra de las técnicas de meditación de este chamán, consiste en prestar atención a los sonidos internos y escuchar los mensajes de los “Trabajadores del Tiempo” que, según Don Lucio, se comunican con él en forma directa.

Técnicas de meditación de Doña Pachita

Doña Pachita, una de las más extraordinarias chamanas del México contemporáneo, realizaba verdaderas hazañas de curación, de manejo del espacio-tiempo, de la energía y de la materia, y decía utilizar una serie de procedimientos que le permitían realizar su trabajo.

El procedimiento principal de meditación de Doña pachita consistía en sentarse en una silla frente a su altar en el cuarto donde realizaba sus operaciones y curaciones, y una vez ahí, cerrar los ojos y respirar suavemente hasta lograr escuchar un zumbido característico en uno de sus oídos. Una vez captado este zumbido, el cual, según Doña Pachita, era la manifestación de un cambio de estado en ella misma, atendía a ese sonido interno hasta que sentía que caía en una especie de gran orificio, tras lo cual cambiaba de estado.

Doña Pachita meditaba sobre sensaciones sonoras características y después se dejaba ir en un acto que ella describía como de un salto al vacío o de una súbita bajada en una rueda de la fortuna, después de lo cual empezaba sus operaciones quirúrgicas.

La técnica me hace recordar un procedimiento hindú de meditación llamado “shabd”, en el cual, el meditador debe poner atención en un zumbido característico y seguir este zumbido por un lapso de tiempo relativamente largo.

Técnicas de meditación de Don Panchito

Don Panchito, uno de los más veteranos chamanes de la República Mexicana, era de origen maya y vivía en un pueblo pequeño del centro de la península yucateca.

Don Panchito utilizaba por lo menos tres técnicas de meditación.

La primera de ellas era la observación atenta de los fenómenos naturales cotidianos. Me refiero a la observación del amanecer, del anochecer, de los movimientos de los animales, de sus propios procesos internos, de los cambios de luz, de los movimientos de su hamaca al mecerse en ella, etc. Don Panchito era capaz de mantener su observación durante horas, atendiendo a los mínimos detalles de la misma.

La segunda técnica de meditación que utilizaba Don Panchito, era la observación atenta de las estrellas en las noches. Durante aproximadamente quince minutos él escogía alguna zona del firmamento estrellado y fijaba su atención en esa zona en una postura de relajación, dejando que penetrara la información estelar en su interior. Acto seguido, Don Panchito se dormía y en la mañana recolectaba sus sueños y, a través del contenido de los mismos, podía observar sus propios procesos y era capaz de utilizar esta información para ofrecerla a algún paciente. De hecho la técnica de observación estelar con el subsecuente análisis de los contenidos oníricos, los utilizaba Don Panchito cuando algún paciente venía a consultarlo y le pedía específicamente en acto de adivinación de su futuro.

La tercera técnica de meditación de Don Panchito, consistía en lo que él denomina “hablar directamente con Dios”. De esta técnica lo único que puedo mencionar es que Don Panchito ponía énfasis en que el sujeto del desarrollo debía aprender a establecer un diálogo directo con Dios y mantener este diálogo sin intermediarios.

Técnicas de Meditación de Don Gaudencio

Don Gaudencio es un descendiente de los indios Tepanecas. Él utiliza dos técnicas de meditación que, a diferencia de los chamanes anteriores, son técnicas activas.

La primera de estas técnicas es lo que podríamos denominar la “técnica del paso de poder”. Ésta la utilizan los indios Tecpanecas para adquirir mayor energía y poder, y con ella interactuar en forma más adecuada durante sus procesos curativos. Ello consiste en caminar con las piernas ligeramente flexionadas, el pecho abierto y en una posición adelantada en una especie de mimetismo de lo que podría ser la caminata de un gorila. Este paso de poder se mantiene durante un tiempo considerable sin interrupción y, según Don Gaudencio, provoca un incremento energético.

La segunda técnica, también de origen Tecpaneca, consiste en girar lentamente la cabeza en una dirección horizontal de izquierda a derecha y luego de derecha a izquierda. Los giros se hacen apretando la barbilla contra el pecho durante el giro lento. Según Don Gaudencio, los indios tecpanecas llegaban a mantener esta técnica de meditación activa durante ocho horas ininterrumpidas, concentrándose totalmente en el giro lento, produciendo, de esta manera, un incremento en la capacidad de atención y la focalización de la misma.

Técnicas de meditación de Carlos Castaneda

Este chamán contemporáneo, discípulo de Don Juan Matus de Sonora, utiliza una cantidad indeterminada de técnicas de meditación de las que sólo me es posible hablar de dos de ellas.

Una técnica muy parecida a la descrita anteriormente de los indios Tecpanecas, consiste en girar lentamente la cabeza, también de derecha a izquierda y de izquierda a derecha con una añadidura: durante el movimiento se imaginan escenas que involucran a otras personas con las que han interactuado y, durante el giro y al inhalar recogen los elementos de la propia presencia que sienten han dejado esparcidos en las personas con las que interactuaron, y durante la exhalación devuelven a éstas mismas personas los elementos energéticos que han tomado de ellos.

La técnica permite recuperar la energía personal sin interferencias ni cruces con la energía de otras personas. Desde un punto de vista psicoanalítico se podría explicar esta técnica como la de una recuperación de los procesos transferibles y contratransferibles del chamán. En otras palabras, es una técnica que permite elaborar las interacciones del pasado y limpiarlas de cargas energéticas y emocionales.

En este sentido, otra de las técnicas de meditación que utiliza Carlos Castaneda consiste en recorrer la memoria en forma secuenciada del momento presente hacia atrás, elaborando los procesos de la interacción a través de esta inhalación y exhalación y giro de cabeza con el objeto de restablecer el presente y borrar la historia personal y la serie de condicionamientos y asociaciones que se han internalizado.

Una de las ideas y objetivos principales de estas técnicas es el logro de un silencio interno. En otras palabras, un espacio en el cual no exista diálogo interno, con el objeto de poder interactuar con la Realidad en el presente y con total fluidez.

Técnicas de meditación de Juan Diego

Juan Diego utiliza una técnica de meditación muy interesante, que consiste en sentarse inmóvil como primer acto de la mañana después de despertar y permanecer así durante dos horas, permitiendo que su ego se desvanezca poco a poco y, en lugar suyo, su cuerpo se impregne de la energía del medio ambiente. En propias palabras de Juan Diego, su técnica consiste en permitir que la energía del “Ser” sustituya la suya propia bañándole en ella totalmente.

Según Juan Diego, de esa forma se adquiere la suficiente fuerza para poder aliviar los males de los pacientes que vienen a pedirle auxilio.

Técnicas de meditación de Doña Josefina

Doña Josefina podría considerarse como una chamana veterana que se dedica a curar en la ciudad de Oaxaca, y que utiliza una técnica de meditación extraordinariamente sofisticada que voy a intentar describir a continuación.

Doña Josefina afirma que puede permanecer consciente durante toda la noche observando sus propios procesos y estimulando lo que ella denomina “viajes fuera del cuerpo”. Doña Josefina utiliza estos viajes para establecer contacto con sus pacientes, independientemente de la distancia a la que se encuentren y sobre todo para viajar a un paraje que dice está localizado en Japón y, ente paraje, establecer una interacción con los habitantes que, según ella, viven allí.

Doña Josefina afirma que le basta visitar este lugar para readquirir fuerza y poder trabajar durante todo el día en sus procesos terapéuticos, sin necesidad de dormir durante muchas noches.

Conclusiones

Es necesario aclarar que esta revisión de las técnicas de meditación de los chamanes mexicanos no es de ninguna manera exhaustiva ni tampoco podría considerarse que constituye un énfasis final o total acerca de las técnicas que usan. Más bien ha sido una revisión parcial que, a medida que se obtiene mayor información, podrá ser enriquecida en futuros trabajos.

Por ahora es posible afirmar que, en general, los chamanes mexicanos utilizan dos grandes familias de técnicas de meditación: por un lado, lo que podría denominarse técnicas activas como el paso del poder, los movimientos giratorios de cabeza, y por otro lado, técnicas que no implican movimientos y, por ello, podrían denominarse pasivas, como las que utiliza Son Panchito en sus observaciones de la naturaleza y en su fijación de la atención en las estrellas.

Los niveles de complejidad de las técnicas de meditación de chamán en chamán, desde muy concretas hasta muy abstractas, desde las que implican movimientos específicos como en el caso de Don Gaudencio, hasta las que implican el establecimiento de un diálogo directo con Dios como el caso de Don Panchito.

Capítulo XXII del libro La Meditación, de Jacobo Grinberg-Zylberbaum,
UNAM e INPEC, México, 1991.

………………………………..

Los textos sobre chamanismo de Jacobo Grinberg-Zylberbaum:

Los chamanes de México I Psicología Autóctona Mexicana, Alpa Corral, México, 1987.

Los chamanes de México II Misticismo indígena, Alpa Corral, México, 1987.

Los chamanes de México III Pachita, IMPAC, México, 1988.

Los chamanes de México IV, La Cosmovisión de los Chamanes, INPEC, México, 1988.

Los chamanes de México V, El Cerebro y los Chamanes, INPEC, México, 1989.

Los chamanes de México VI, La Voz del ver, INPEC, México, 1989.

Otros textos teóricos del mismo autor:

El Cerebro conciente, Trillas, México, 1979.

El espacio y la conciencia, Trillas, México, 1981.

La Meditción, INPEC, México, 1989.

En internet::

Implicaciones epistemológicas de la teoría sintérgica: http://homepage.mac.com/penagoscorzo/ensayos5.html

“LOS CHAMANES: PRIMEROS CURADORES”

TEXTO DE STANLEY KRIPPNER

“LOS CHAMANES: PRIMEROS CURADORES”

Los chamanes no han sido tomados en serio por la mayo­ría de los médicos alópatas, a pesar de que muchas tradiciones chamánicas han desarrollado sofisticados modelos de cura­ción a lo largo de los siglos. Además, dichos modelos han sido lo suficientemente flexibles como para sobrevivir en contacto con la medicina alopática, e incluso para incorporar la práctica de la misma. Pocos son, en cambio, los facultativos alopáticos que hayan incorporado la sabiduría chamánica en la práctica de su medicina, lo que pone en cuestión no sólo sus prejuicios sino su flexibilidad.

A excepción de sus conocimientos de herboristería, en ge­neral el chamanismo ha sido ignorado o ridiculizado por el mundo médico y académico. No obstante, los chamanes han sido los primeros curadores del mundo, los primeros diagnos­ticadores, los primeros psicoterapeutas, los primeros funcio­narios religiosos. Los chamanes pueden ser definidos como curanderos indígenas que alteran deliberadamente su con­ ciencia a fin de obtener conocimiento y poder proveniente del «mundo de los espíritus», para ayudar y curar a los miembros de su tribu.

Hay métodos chamánicos de curación que guardan un es­ trecho paralelismo con la terapia conductista contemporánea, la quimioterapia, la interpretación de los sueños, la terapia fa­miliar, la hipnoterapia, la terapia ambiental y el psicodrama. Es evidente que los chamanes, los psicoterapeutas y los médi cos tienen más en común de lo que generalmente se supone. Sin embargo, para el chamán, la dimensión espiritual de la cu­ración es de extrema importancia, mientras que los médicos y los psicoterapeutas suelen ignorarla por completo. A menudo los chamanes rescatan almas perdidas, se comunican con losespíritus, hacen hincapié en la interconexión de sus pacientes con la comunidad y con la tierra, facilitan la purificación espi­ritual a quienes hayan violado tabúes sociales, interpretan sueños y visiones, y subrayan la importancia del crecimiento espiritual como objetivo personal en la vida, y la de ser útil a la humanidad y a la naturaleza. Estas funciones raramente ad­quieren importancia, ni tan sólo respetabilidad, en el mundo ideológico de los médicos alopáticos occidentales y otros es­pecialistas de la salud.

María Sabina

En 1980 visité Oaxaca, México, y tuve la gran suerte de poderme entrevistar con María Sabina, legendaria practicante del chamanismo que en 1955 había compartido con el mundo exterior sus conocimientos de las ceremonias curativas maza­tecas con hongos sagrados.’ Nacida en 1894, María Sabina ha­bía llevado una vida muy dura y dolorosa. De niña perdió a su padre, y al principio comenzó a comer hongos psicotrópicos para combatir el hambre. En una ocasión, cuando su hermana estaba enferma y María Sabina había consumido hongos alu­cinógenos, se le apareció la figura de la muerte. Tras esa vi­sión, aseguró haber recibido orientación de «seres espirituales superiores» en cuanto a cómo curar a su hermana, y ésta se re­cuperó de su dolencia. A partir de aquel momento, María Sa­bina se convirtió en una conocida curandera, o herbolaria, y la gente comenzó a acudir a ella desde muchos kilómetros a la redonda.

Doña María, como se la conocía respetuosamente, estaba convencida de que los hongos aportaban sabiduría, curaban las enfermedades, y representaban la carne y la sangre de Je­sucristo. Después de la defunción de su segundo esposo, cuando doña María tenía poco más de cuarenta años, comen­zó a trabajar exclusivamente con los hongos sagrados y pasó a ser conocida como sabia. Me contó que los hongos aparecían por voluntad de Dios. En el modelo de curación de doña Ma­ría se realizan varias operaciones, tales como el diagnóstico, la identificación de la causa de la enfermedad y el tratamiento de la misma, después de que la sabia y sus clientes hayan con­sumido hongos sagrados. Doña María afirmó que Jesucristo o algún otro «ser espiritual superior» operaba a través de los hongos, para revelar el origen de la dolencia y el remedio co­rrespondiente.

Doña María había observado que su bisabuelo, su abuelo, su tía abuela y su tío abuelo eran sabios que consumían hon­gos sagrados durante las veladas nocturnas. Para evitar pro­blemas con la Iglesia, asistía a misa y contribuyó a la funda­ción de una asociación femenina llamada Hermandad del Sa­grado Corazón de Jesús. En realidad, el párroco del pueblo salió en su defensa cuando las autoridades federales intenta­ron prohibir sus veladas con hongos.

La imaginería de la liturgia ceremonial de doña María era claramente católica, pero con un fondo de odas y salmos pro­venientes de los sumos sacerdotes de Motezuma, soberano azteca derrocado por los invasores españoles en 1521. Aun­que la Inquisición española había declarado las veladas ilega­les, éstas se habían seguido practicando en secreto durante más de cuatro siglos. Cuando se descubrió que todavía se ce­lebraban, multitud de jóvenes de Norteamérica y de Europa occidental acudieron a Oaxaca para probar personalmente los hongos psicotrópicos. Doña María simpatizaba con su deseo de ilustración espiritual, pero criticaba el hecho de que aque­llos jóvenes no respetaran las tradiciones mazatecas y consu­mieran los hongos sin una preparación adecuada ni la orienta­ción de un «sabio».2

Cuando le pedí permiso para tomar fotografías, doña Ma­ría se disculpó y regresó al cabo de unos minutos con su túnica ritual bordada a mano, llamada huipil. Una de mis amigas, claramente conmovida por el impacto del gran carisma de doña María, comenzó a llorar desconsoladamente. Inmedia­tamente, doña María se separó con ella del grupo, rezó por ella, y le frotó el cuerpo con flores frescas. A los pocos minu­tos cesaron las lágrimas, y la mujer en cuestión dijo que sentía una paz y una felicidad que perduraron varios días.’

María Sabina dejó de practicar poco antes de cumplir los noventa años. Volvió a casarse y vivió apaciblemente en su pequeño pueblo hasta su muerte en 1985. Entretanto, permi­tió que se grabaran y transcribieran las canciones y cánticos con los que acompañaba sus veladas. En uno de ellos, se des­cribía a sí misma y su función:

Soy mujer de esfuerzos,
soy mujer de llanto,
soy mujer de palabras,
soy mujer creadora,
soy mujer curadora,
soy poseedora de la sabiduría de las plantas.

En otro, relataba la experiencia de una visión:

Así es como se ve cuando voy al cielo.
Dicen que allí es como la suavidad.
Dicen que es como la tierra.
Dicen que es como el día.
Dicen que es como el rocío.4

Fernando Fernández

En las islas de San Blas, en la costa atlántica de Panamá, los indios cunas han conservado muchas de sus formas tradi­cionales de curación. R. L. Van de Castle, psicólogo, realizó investigaciones de campo entre los cunas y descubrió que creían en poder anticipar las enfermedades o desastres inmi­nentes a través de los sueños.’ Los chamanes cunas utilizan di­versos procedimientos para garantizar un sueño tranquilo, in­cluido el de tallar madera aromática para colocarla en las cuerdas de la hamaca.

En 1985 di un ciclo de conferencias sobre la psicología de los sueños en la ciudad de Panamá. Entre los participantes se encontraba Fernando Fernández, chamán cuna de poco más de treinta años. Don Fernando explicó el modelo de curación de los cunas, aclarando que él era un abisua o «cantante». Entre otros tipos de chamanes cunas se encuentran los inaduledi, es­pecializados en curas herbolarias, y los nele, especializados en diagnósticos, que según se dice viajan por dentro de la tierra hasta el mundo inferior. Todos ellos trabajan en íntima cola­boración con los espíritus de curación y con los animales de poder, venerados por los cunas a lo largo de los siglos. Tam­bién disponen de curanderos no chamánicos, tales como las «abuelas» que ayudan en los partos.

Don Fernando afirmó que había varios tipos de abisuas. El kantule, por ejemplo, es un cantante ceremonial que oficia – en los acontecimientos especiales, tales como los ritos de pu­bertad y las ceremonias celebradas cuando se corta el cabello por primera vez. A don Fernando, por otra parte, se le pide que cante cuando alguien está física o mentalmente enfermo, cuando una mujer tiene dificultad con el parto, o cuando al­gún animal está excesivamente excitado y es preciso tranquili­zarlo. Los abisuas también pueden cantar por otras diversas razones, como por ejemplo para ayudar a un obrero a soste­ner metal caliente en la construcción, o a una persona que de­sea atraer a alguien con fines amorosos. A todos los abisuas les está permitido cantar para divertirse, cuando no están ocu­pados curando a alguien.

Al igual que la mayoría de los chamanes cunas, don Fer­nando no practica permanentemente el chamanismo. Vive en Ustopo, la más poblada y más tradicional de las islas de San Blas. Mientras cursaba sus estudios en la Universidad de Pa­namá, uno de los profesores le formuló a don Fernando algu­nas preguntas sobre la cultura de los cunas. Se avergonzó al no poder responderle y darse cuenta de que su profesor esta ba mejor informado que él sobre las tradiciones de su pueblo. Esta experiencia le motivó para convertirse en abisua y, con algunos de sus amigos, fundó la Sociedad para la Conserva­ción de la Cultura Cuna. Uno de sus intereses consiste en gra­bar y conservar los centenares de canciones curativas utiliza­das por los abisuas.

Las canciones cunas de curación son complejas y difíciles de aprender. Don Fernando confesó que sólo había aprendi­do quince de ellas. La más corta dura aproximadamente una hora y la más larga, que es la canción de los muertos, dura unas catorce horas y tardó un año en aprenderla. Don Fer­nando me permitió que grabara la akuanusa, canción utiliza­da para combatir la fiebre. También conoce canciones para tratar jaquecas, superar el miedo, facilitar el parto, curar el al­coholismo y desalojar los fantasmas de una casa. Las cancio­nes varían en estilo y contenido, pero todas piden ayuda al mundo de los espíritus.

Según el modelo de curación cuna, la mayoría de las en­fermedades las causan los gérmenes y otros microorganis­mos. Sin embargo, incluso los gérmenes tienen espíritu y consideran que las epidemias son un castigo de la naturaleza, cuando los seres humanos han ofendido el mundo espiritual. Las medicinas, tanto las plantas como las mismas piedras, tienen también su propio espíritu. Nushu, importante espíri­tu curativo, puede ser contactado por los chamanes en sus sueños y pedirle consejo.

Según el modelo de los cunas, la sociedad está obligada a facilitar servicios curativos a la comunidad, así como lugares tranquilos donde recuperarse. Las familias deben apoyar el consejo de los chamanes a los pacientes. El pronóstico es fa­vorable siempre y cuando la comunidad y la familia brinden su apoyo, y el paciente siga los consejos del chamán. Creen que las personas están compuestas de ocho espíritus, que resi­den en distintas partes del cuerpo, como por ejemplo las ma­nos, el corazón y la cabeza. El curandero espiritual debe tra­tar a los distintos espíritus de un modo diferente, ya que cada uno tiene su propio temperamento. Si el paciente fallece, por lo menos uno de sus espíritus va al cielo, a no ser que en vida haya cometido actos malvados.

Se presta mucha atención a la prevención de la enferme­dad y la desgracia. Si un nele cree que cierto sueño representa la premonición de una enfermedad, puede aconsejarle a su cliente que tome baños médicos a diario. Para este ritual se colocan cincuenta lanzas talladas en madera de palmera negra en una canoa llena de agua. Además, se espolvorea el agua con serrín para limpiar los ojos del soñador. Si a lo largo del mes durante el que se realiza esta operación no ocurre ningún percance, se concluye que se ha eludido la desgracia.

José Ríos

Los indios huicholes viven en las sierras mexicanas, princi­palmente en el estado de Nayarit. Allí se encuentra un peque­ño pueblo llamado Colorín, donde vive José Ríos, también conocido como Matsuwa, palabra huichole que significa «pul­so de energía». Nacido poco antes de 1880, don José trabaja­ba con éxito la tierra hasta que tuvo un accidente en el que perdió la mano derecha. Interpretó aquel suceso como una llamada del mundo espiritual y empezó un aprendizaje que duró sesenta y cuatro años.

Conocí a don José en 1977, cuando vino a California a pe­tición de cierta gente que, según él, deseaba «hallar su propia vida» por medio de la sabiduría huichole. Don José me dijo que había aprendido muchas lecciones de Tatewari, el «abue­lo fuego» y de Tayaupa, el «padre sol». También me contó que con frecuencia había ido al bosque, solo, para consumir peyote, fruto de un cacto con propiedades psicotrópicas. A través del peyote había tenido acceso a Kauyumari, animal de poder identificado como el espíritu del pequeño ciervo. Este aliado le había ayudado a viajar por un largo túnel oscuro, a fin de obtener nierika o visiones de lo que don José tenía que aprender para proseguir con su prolongada formación.

«Cuando oigáis las canciones sagradas de mis labios, no soy yo quien las canta sino Kauyumari quien me las susurra al oído. Y yo os las transmito a vosotros. El es quien nos enseña y nos muestra el camino. Así es como es» ,6 declaró don José. También afirmó que había sido Kauyumari quien le había en­señado a curar a los enfermos, principalmente ofreciendo ora­ciones a los espíritus, succionando las impurezas del cuerpo del paciente y con el uso de sus flechas sagradas para equili­brar los «campos de energía» del paciente, radiaciones invisi­bles que, según se dice, rodean las partes vitales del cuerpo ta­les como el corazón, los órganos sexuales, el estómago y el ce­rebro.

Mis amigos y yo, sabiendo que a don José le encantaba la música y la diversión, en una ocasión le organizamos una fies­ta. En plena celebración, don José frunció el entrecejo y se puso muy serio.

-Una de mis huicholes está enferma -dijo-. Debo re­gresar inmediatamente para ayudarla.

-Pero, don José -exclamé-, a estas horas no hay nin­gún vuelo a México y, además, mañana por la mañana debe dar una conferencia.

-Usted no lo comprende -suspiró don José-. Déjeme solo -agregó retirándose a un rincón, donde permaneció sentado media hora, mirando a la pared.

-He logrado ayudar a la mujer que estaba enferma -ex­clamó entonces-. Ahora volvamos ala fiesta.

Comprendí que había presenciado el «vuelo mágico» o ex­periencia extracorporal de un chamán.

Don José también ha conducido ceremonias para poner fin a la sequía. Durante una de sus visitas a California, la cere­monia huichole concluyó con una lluvia torrencial que puso fin a un período de sequía.

-Podían haberme avisado -comentó don José-. Habría venido antes.7

Afirma que las ceremonias sagradas son necesarias para dar gracias al mundo de los espíritus por su bendición. Sin di­chas celebraciones, los dioses podrían disgustarse y despreo­cuparse de los seres terrestres.

Don José y otros practicantes espirituales huicholes reali­zaban frecuentes peregrinaciones al desierto de Wirikuta, en la altiplanicie central de México, donde crece el peyote. A ve­ces, durante las ceremonias en las que ingiere peyote, don José pasa varios días y noches cantando, sentado en su uweni, o silla de chamán, a fin de que no se disperse el poder que se manifiesta.

Para don José, las visiones que le proporciona el peyote sirven para diagnosticar la enfermedad de paciente y prescri­bir el tratamiento, que podrá consistir en hierbas, oraciones, ayuno, o mandar el paciente al médico. Los huicholes tienen derecho a los cuidados que pueda ofrecerles la tribu y la obli­gación de cooperar con el chamán. Los pacientes de don José no sólo deben recuperarse de sus enfermedades, sino que ne­cesitan «hallar su propia vida», descubriendo significado y ale­gría en sus actividades cotidianas, a fin de evitar una recaída.

Rolling Thunder

En 1982 participé en una conferencia internacional sobre chamanismo y curación que tuvo lugar en los Alpes austría­cos. Los chamanes y curanderos invitados se reunieron el día antes de la inauguración de la conferencia para hablar del contenido de sus ponencias. Dado que Rolling Thunder era sumamente conocido en Europa, los organizadores de la con­ferencia sugirieron que pronunciara el discurso de apertura. Sin embargo, Rolling Thunder, chamán y curandero intertri­bal, objetó:

-Don José Ríos es mayor que yo, no sería apropiado que hablara antes que él.

Puesto que don José era el único asistente que había cum­plido los cien años, y era el mayor de los presentes, Rolling Thunder insistió en que fuera él quien inaugurara la confe­rencia.

Había conocido a Rolling Thunder en 1970. Me lo presen­tó un músico llamado Mickey Hart, batería del grupo de rock Grateful Dead. Al cabo de un año, por mi parte, presenté a Rolling Thunder a Irving Oyle, médico osteópata. Después de pasar varias horas a solas en el estudio de grabación de Hart, emergieron ambos cogidos del brazo.

-Hemos comparado nuestras formas respectivas de prac­ticar la medicina -comentó Oyle-. Rolling Thunder me ha contado que cuando acude a él un enfermo, hace un diagnós­tico, celebra un rito y le da al paciente alguna medicina para que recupere la salud. Yo le he respondido que cuando recibo á un paciente hago un diagnóstico y practico un ritual consis­tente en escribir una receta, con la que el enfermo obtendrá una medicina para recuperar la salud. En ambos casos inter­viene gran parte de la magia llamada «fe en su médico».

En 1971 presidí una conferencia sobre regulación interior, patrocinada por la Menninger Foundation. Durante el trans­curso de la misma, Rolling Thunder habló por primera vez ante un grupo de médicos y científicos.

-Muchas veces no sé qué medicina utilizaré hasta que la «medicación» comienza -comentó, hablando del «otro mun­do», del que obtiene gran parte de su conocimiento y poder curativo-, y a veces no recuerdo lo que he utilizado. Esto se debe a que no soy yo el autor de la «medicación», sino el gran espíritu que actúa a través de mí.

Rolling Thunder tuvo oportunidad de demostrar su habili­dad curativa cuando un estudiante se lastimó un tobillo jugan­do al fútbol. Me pidió que le trajera un cubo de agua y un poco de carne cruda. Entonces, rezó a las seis direcciones sa­gradas: «Al este por donde sale el sol, al norte de donde pro­cede el frío, al sur de donde procede la luz, y al oeste donde se pone el sol. Hacia arriba al padre sol. Hacia abajo a la madre luna». Rolling Thunder sacó su pipa, dio cuatro caladas y se la entregó al paciente. Después de intercambiar unas pocas pa­labras, Rolling Thunder comenzó a cantar.

Encendió el fuego en la chimenea del comedor, sacrificó la carne cruda de una hamburguesa e hizo unos pases sobre el es­tudiante con el ala de un águila. Presionó con la boca el tobillo hinchado del joven estudiante y se mantuvo en dicha posición durante varios minutos. Después de una serie de bufidos, au­llidos y gemidos, Rolling Thunder vomitó violentamente, es­cupiendo un líquido bilioso en el cubo. Repitió varias veces la operación, abanicó el tobillo con el ala de águila y me pidió que enterrara el contenido del cubo.

¿Cuál fue el resultado de dicha sesión curativa? Doug Boyd, después de observar todo lo ocurrido, afirmó que «el color se había normalizado, la hinchazón había decrecido y el tejido alrededor de la herida no era duro sino flexible. El pa­ciente dijo que el dolor había desaparecido» .s Andrew Wiel, médico, examinó la herida al día siguiente y afirmó que «no había habido mejora objetiva en su apariencia, blandura o movilidad». Sin embargo, el estudiante le dijo a Weil que el ritual le había afectado profundamente, porque nadie le había prestado jamás tanta atención.9

Rolling Thunder utilizaba ritos, imaginería mental y trata­mientos herbolarios para «medicar» a sus pacientes. Al igual que la mayoría de los chamanes, no se dedicaba exclusiva­mente a practicar curaciones espirituales. Durante muchos años había trabajado como empleado en los ferrocarriles del estado de Nevada. Al jubilarse, había organizado una peque­ña comunidad espiritual llamada Meta Tantey, o «Que la paz os acompañe». Visitantes procedentes principalmente de Eu­ropa occidental y de Norteamérica pasaban algún tiempo en Meta Tantey, estudiando la medicina y los estilos de vida indí­genas de Norteamérica. En 1984, después de la muerte de su esposa, Spotted Fawn, Rolling Thunder cerró su consultorio, pero siguió dando conferencias y asesoramiento.

En el modelo de Rolling Thunder, la curación espiritual hace hincapié en el amor y el respeto más que en la compren­sión intelectual.

-Todo empieza por el respeto hacia el Gran Espíritu -dijo en una ocasión- y el Gran Espíritu es la vida que está en to­das las cosas, en todos los seres y las plantas, e incluso en las rocas y los minerales. Todas las cosas tienen su propia volun­tad, su propia senda y su propio propósito. Esto es lo que se debe respetar)°

Para Rolling Thunder, tanto los médicos alopáticos como los curanderos indígenas están incluidos en la categoría de «personal sanitario», y en diversas ocasiones se le ha pedido que visite hospitales para enseñarles a los pacientes a «hablar con su cuerpo» a fin de acelerar su recuperación. Rolling Thunder observa muy cuidadosamente a los enfermos, llegan­ do a pasar hasta tres días antes de decidir el tratamiento que debe dispensarles, o incluso si es conveniente que les «medi­que». Por ejemplo, a un paciente con un hueso fracturado o con el apéndice perforado lo manda al médico. Su pronóstico no sólo depende de la condición del paciente y del tratamien­to, sino de que su «curador interior» esté o no activado.

Algunos autores antropológicos han criticado duramente a Rolling Thunder, alegando que su nombre no aparece en los registros gubernamentales de los Estados Unidos y sugiriendo que no es realmente indio. También afirman que se ha enri­quecido explotando a la gente que ha tratado y que su modelo de curación no es auténtico. Rolling Thunder responde que no ha querido que su nombre figurara en los archivos guber­namentales porque le desagrada la Oficina Estadounidense de Asuntos Indios. Admite haber adoptado creencias y prácti­cas de distintas tradiciones tribales, incluida la cherokee (tribu de su nacimiento) y la shoshone (tribu por la que fue adopta­do). Esto ha permitido que se le reconociera como curandero intertribal. Además, tampoco ha ocultado el hecho de tener sangre blanca. De haber explotado a la gente que ha tratado, Rolling Thunder probablemente habría sido objeto de accio­nes judiciales, ya que vive en una parte del país muy propensa a dicha práctica. Por otra parte, su humilde estilo de vida no sería consecuente con dichas acusaciones. Las ideas políticas de Rolling Thunder le han convertido en un personaje polé­mico y a lo largo de los años se han difundido muchos rumores para desacreditarle.

Wallace Black Elk

Conocí al chamán sioux Wallace Black Elk en 1984. Wa­llace es sobrino-nieto de Nicholas Black Elk, cuyas experien­cias visionarias infantiles han sido recogidas en Black Elk Speaks. En dicha visión, a Black Elk se le otorga el conoci­miento del árbol del mundo, imagen chamánica que conecta el mundo medio (realidad ordinaria) con el mundo superior (realidad extraordinaria o «mundo espiritual»). Un abuelo sioux que apareció en su visión le dijo a Black Elk que salvaría su nación, logrando que el árbol del mundo floreciera en el centro de la misma.” Durante varios años el joven tuvo miedo de hablar de su experiencia, pero por fin la reveló cuando in­tuyó que los rituales tradicionales caían en el olvido.

Nicholas Black Elk comprendió que todo había sido crea­do por el gran espíritu para el bien de la tierra. El mensaje de Wallace Black Elk es el mismo: «aprendamos a confiar en la voz de los espíritus».12 Nacido en 1921, Wallace recibió su pri­mera visión a los nueve años y ahora describe su misión como la de un «explorador». La mayoría de sus colegas se mantie­nen, apegados a su gente, fieles al juramento chamánico tradi­cional de aliviar por todos los medios el sufrimiento. Pero Wallace se aventura en nuevos campos, para determinar si la idea sioux de curación espiritual será bien recibida. Está dis­puesto a compartir su modelo curativo con cualquier grupo de «habitantes de la tierra» que se interesen por su mensaje. Se­gún Wallace, la responsabilidad actual de los seres humanos es la de encaminar todos sus actos a la conservación de la ma­dre tierra, que está en peligro. Su tribu le ha nombrado porta­dor de la pipa sagrada y la utiliza para celebrar ritos cuando se encuentra con una audiencia interesada.

Wallace insiste en que la comunicación espiritual es lo que más necesitan hoy en día los habitantes de la tierra. Esto pue­de conseguirse cantando y rezando con sinceridad, a través de lo cual Wallace se mantiene en contacto con el mundo espiri­tual. Hablando de una de sus poderosas experiencias, ha co­mentado que «el poder del Gran Espíritu es como la descarga de un rayo sobre los sentidos; mi mente parece un receptor de televisión, con el que veo todos los colores sagrados: azul, rojo, amarillo y blanco». Ha calificado su pipa sagrada de «te­léfono», porque le permite ponerse directamente en contacto con los poderes espirituales.

Wallace cree que una de sus visiones puede ser profética. Hace referencia a las leyes y reglas del mundo occidental, que cree basadas en la envidia y en la avaricia, en lugar de la co­munión espiritual por la que él aboga.

Hay un enorme monstruo con un estómago sin fondo que todo lo consume. Cuando la boca del monstruo esté a punto de morder esta roca, saldrá un fuego del centro de la misma y le volará la cabeza.

Esta profecía parece referirse a los hábitos de explotación de las sociedades industrializadas. En su afán de consumo, el mundo occidental ingiere la roca -es decir, la tierra- pero al hacerlo desequilibra la naturaleza y los volcanes entran en erupción. Este poder acaba por destruir al monstruo.

Wallace ha conducido ceremonias inipis, o de baños de va­por, para grupos tan diversos como estudiantes universitarios, sociedades profesionales e indios encarcelados. En 1985 orga­nizó una de las primeras danzas al sol para participantes no in­dios. William Lyon, un antropólogo que ha trabajado con Wallace, ha observado que se prepara constantemente para su próxima búsqueda visionaria. A fin de obtener una nueva visión, Wallace modifica frecuentemente sus rituales. Por ejemplo, Lyon observó que la ceremonia inipi de un año de­terminado incluía varias nuevas canciones, así como una nue­va serie de atavíos rituales en el altar.

Las inipis forman también parte del repertorio de Rolling Thunder, que en una ocasión me invitó a participar en una de ellas. El ritual fue organizado para facilitar la limpieza perso­nal, de modo que mis amigos y yo pudiéramos ayudarle a lle­var a cabo una sesión curativa. La estructura estaba construida con renuevos doblados y atados, cubiertos por pieles de ani­males. Había un grupo de nueve hombres sentados en círculo, mientras se vertían cazos de agua sobre unas rocas sacadas de una hoguera. Cuando el agua entraba en contacto con las ro­cas, se oía un siseo explosivo, seguido de un intenso calor que envolvía nuestros cuerpos desnudos. Nos turnamos para ver­ter el agua y el calor llegó a ser tan intenso que creí que me ar­día la piel. Comprendí que no podía luchar contra el calor. Era preciso recibirlo y dejarse transportar. Me sentí al uníso­no con el calor, con el aire cálido y dejé que cada bocanada ensalzara mi sensación. Conforme el sudor brotaba de mi cuerpo, me sentí purgado de ansiedad, de depresión y de toda preocupación insignificante que pudiera impedirme participar plenamente en la ceremonia curativa que tendría lugar a con­tinuación.

La invitación de Rolling Thunder fue típica de muchos chamanes, que ofrecen a los observadores sinceros la oportu­nidad de aprender sus tradiciones. María Sabina pensaba que el mundo entero, no sólo la comunidad de curanderos indíge­na, necesitaba la «antigua sabiduría» para facilitar la cura­ción, el amor y la paz sobre el planeta. Esta actitud abierta contrasta radicalmente con el sigilo y dogmatismo caracterís­ticos de los médicos alopáticos, que se despreocupan casi por completo de los aspectos espirituales o comunitarios de la sa­lud y la curación.

Un modelo de curación chamánico

Desde hace varias décadas, los científicos sociales y con­ductistas se han dedicado a recoger datos que reflejan la am­plia variedad de sistemas de curación humanos. Las enferme­dades y las heridas son experiencias universales, pero cada grupo social las clasifica implícita o explícitamente en cuanto a su causa y tratamiento. Además, cada individuo tiene un sis­tema de creencias que le facilita una explicación sobre cómo mantenerse sano y superar las enfermedades.

En cuanto al sistema de creencias chamánico, Claude Lévi Strauss ha propuesto que el sistema lógico desarrollado por los pueblos tribales es tan riguroso y completo como el de la ciencia moderna.Otros científicos han realizado evaluacio­nes similares. Por ejemplo, en su evaluación del chamanismo indio pima, el etnólogo B. L. Fontana ha afirmado que se trata de una «teoría no occidental de la enfermedad, tan sutil y sofisticada como cualquier otra».14 Los principios del cha­manismo pima han sido minuciosamente detallados, como consecuencia de un estudio en el que el antropólogo Donald Bahr colaboró con un chamán, un traductor pima y un filólo­go pima. En 1986 tuve la oportunidad de conocer a los indios pima, que viven en el estado de Arizona, aunque su cultura se extiende por el norte de México.`

Entre los pimas, el diagnóstico es tan importante como el tratamiento y es el chamán quien lo lleva a cabo. Según el mo­delo de curación pima, el cuerpo es un depósito estratificado de fortalezas y debilidades adquiridas a lo largo de la vida. La función del chamán consiste en realizar un diagnóstico preciso y dejar entonces el tratamiento del paciente en manos de otros curanderos. Para ello, se cree que los chamanes cuentan con la ayuda de espíritus benévolos. En realidad, se supone que son dichos espíritus quienes reclutan, forman y ordenan a los chamanes que actúen.

La etiología, o causa de la enfermedad, determina el trata­miento de la dolencia. Hay un tipo de dolencias que se conside­ra intratable, ya sea porque el cuerpo cuenta con la capacidad necesaria para combatirlas (como por ejemplo el estreñimien­to, la indigestión o las mordeduras venenosas), o porque no existe posibilidad de cambio (como en el caso de retraso men­tal, defectos de nacimiento y maleficios). Hay otra categoría que se cataloga como «enfermedades pasajeras», causadas su­puestamente por impurezas tales como un calor excesivo o lí­quidos nocivos que «pasan» por el cuerpo. Cuando se les ha­bla a los chamanes pima de la teoría de los gérmenes, no la rechazan ni dudan de la autenticidad de su propio sistema. Se limitan a incorporar los gérmenes en su lista de impurezas que pueden causar enfermedades pasajeras.

La tercera categoría es la de las «enfermedades residen­tes», así denominadas porque «residen» en el cuerpo durante un periodo considerable. Se supone que la causa de las enfer­medades residentes obedece a una conducta indebida, con relación a ciertos objetos peligrosos como las plumas de bu­sardo, las nubes, los coyotes, los ciervos, el estramonio y los correcaminos. Estos objetos fueron dotados de propiedades espirituales en el momento de la creación y transgredir su in­tegridad es un acto inmoral que se paga Cuando observaron que los europeos no contraían enferme­dades residentes al violar dichos objetos de poder, los cha­manes no perdieron la fe en su teoría. Llegaron a la ingeniosa conclusión de que sólo los pirras eran susceptibles a dichas en­fermedades.

La conducta del paciente facilita pistas importantes para e diagnóstico y el tratamiento de la dolencia. Son propios de las enfermedades pasajeras síntomas tales como la fiebre, la urti­caria, las hemorroides y las úlceras. Las enfermedades residen­tes pueden identificarse por una conducta errática o compulsi­va, así como por actividades letárgicas o autodestructivas. Las enfermedades del primer grupo pueden ser comunicables, pero no las del segundo.

El tratamiento de las enfermedades pasajeras suele incluir hierbas. Al descubrir las medicinas alopáticas, éstas han sido incluidas en la lista de agentes curativos para dolencias pasaje­ras. El tratamiento de enfermedades residentes se realiza a base de cánticos, canciones, oraciones, soplando para alejar del paciente los agentes nocivos, succionando los elementos dañinos de su cuerpo, comiéndose la carne del objeto peligro­so cuya violación ha causado la enfermedad, o colocando al paciente en un cuadro de arena. Los cuadros de arena están especialmente recomendados para la «enfermedad del vien­to», mientras que se considera que un manjar puede ser útil para la «enfermedad del ciervo» o la «enfermedad del conejo».

En los casos de enfermedades residentes, se usan ciertos instrumentos curativos (tales como cristales, el humo del tabaco y las plumas de águila) para conectar el poder (o corazón») del chamán con la capacidad autocurativa del paciente, y otros (como sonajeros y la voz del chamán) para dirigirse a los espíritus. Los herbolarios también pueden apelar a los es­píritus mientras aplican su tratamiento. Las enfermedades residentes son tratadas primordialmente por los chamanes, mientras que de las pasajeras se ocupan los alópatas o los her­bolarios. En el sistema pima, los pacientes tienen el derecho a ser tratados y la obligación de cooperar con el curandero. También están obligados a no repetir la violación de los obje­tos peligrosos que haya causado la enfermedad residente. Toda persona está dotada de capacidades o «fuerzas» internas, situadas en lugares específicos del cuerpo. En las enfermeda­des residentes, la fuerza de cada objeto peligroso establece un vínculo con la fuerza correspondiente de la víctima. Así pues, la fuerza de la víctima puede convertirse en depósito de la en­fermedad. Cuando el chamán la ha localizado, pueden iniciar­se tratamientos tales como el masaje de los músculos o la suc­ción de las impurezas.

En cuanto a la cuestión de responsabilidad ética sanitaria, de derechos y obligaciones, los pimas creen que la familia del paciente tiene derecho a recibir tratamiento para el miembro indispuesto de la familia. Los padres tienen la obligación de evi­tar la violación de la dignidad de objetos peligrosos, ya que esto puede provocar no sólo su enfermedad sino la de sus hijos. (Las infracciones de los padres se consideran causa frecuente de los defectos de nacimiento de los hijos.) El conjunto de la sociedad tiene el derecho y la obligación de disponer de especialistas sa­nitarios al servicio de sus miembros, y la sociedad está también obligada a obedecer las leyes espirituales tradicionales, para que sus miembros estén protegidos de plagas y epidemias.

El objetivo de este modelo de curación es el de conservar la «senda» o tradición de los pimas, otorgado a la tribu en el momento de la creación. La tradición pima intenta ser una ayuda en la vida de los individuos y mantener la sociedad «de­corosa». El resultado de dicho decoro es la salud y la alegría; el quebrantamiento de los mandamientos tradicionales con­duce a la enfermedad.

Sean o no conscientes de ello, todos los especialistas sani­tarios actúan según un modelo determinado. El modelo pima y los modelos chamánicos en general, se diferencian caracte­rísticamente del modelo alopático occidental en cuanto a que contribuyen a facilitar un acercamiento a la naturaleza, al pro­pio cuerpo y al crecimiento espiritual del individuo. Además, estimulan a la gente a tomar decisiones vitales de un modo que refleja los ideales de armonía y conocimiento. Estos mo­delos representan un enfoque sanitario estructurado y medi­tado, que intenta reparar el tejido rasgado del vínculo del in­dividuo con la tierra, así como las frecuentes fracturas entre el cuerpo y la mente.

La medicina alopática, operando desde su muy distinto modelo, ha realizado grandes progresos desde su aparición. Sin embargo, existen todavía ciertas lecciones que podría aprender de los chamanes del mundo y que le serían de gran ayuda en su esfuerzo por tratar los problemas humanos, algu­nos de los cuales puede que sean más graves en la actualidad que cuando los antiguos chamanes recibieron sus primeras vi­siones.

1. R. G. Wasson, The Wondrous Mushroom: Mycolatry in Mesoa­merica (Nueva York, McGraw-Hill, 1980).

2. A. Estrada, María Sabina: Her Life and Chants (Santa Barbara, California, Ross-Erickson,1981).

3. S. Krippner y M. Winkelman, «Mana Sabina: Wise Lady of the Mushrooms», Journal of Psychoactive Drugs 15 (1983), pp. 225-228.

4. Estrada, María Sabina.

5. R. L. Van de Castle, The Psychology of Dreaming (Morristown, N. J., General Learning Press, 1971).

6. J. Halifax, Shamanic Voices: A Survey of Visionary Narratives (Nueva York, E. P. Dutton, 1979), p. 251.

7. Ibid.

8. D. Boyd, Rolling Thunder (Nueva York, Random House, 1974), p.21.

9. A. Weil, Health and Healing (Nueva York, E. P. Dutton, 1983), p.163.

10. S. Krippner y A. Villoldo, The Realms of Healing (Millbrae, Cali­fornia, Celestial Arts, 1976), p. 58.

11. J. G. Neihardt, Black Elk Speaks: Being the Life Story of a HolyMan of the Oglala Sioux (Nueva York, Washington Square Press, 1972), p. 182. (Original publicado en 1932.)

12. W. S. Lyon, «The Dynamics of Change in Contemporary Sioux Shamanism», en R. Heinze (ed.), Proceedings of the Second International Conference on the Study of Shamanism (Berkeley, California, Indepen­dent Scholars of Asia, 1985), pp. 94-103.

13. C. Lévi Strauss, «The Structural Study of Myht», Journal of American Folklore 78 (1955), pp. 429-444.

14. B:L: Fontana, «Prólogo» en D:M: Bahr, J. Gregorio, Piman Shamanism and Staying Sickness (Tucson, University of Arisona Press, 1974), pp. IX-XI.

15. Bahr y otros, Piman Shamanism and Staying Sickness.

——
* Stanley Krippner es profesor de psicología y director del Center for Counsciousness Studies en el Saybrook Institute de San Francisco, donde entre otros cursos dirige el de “psicología del chamanismo”. Precursos de la parapsicología y de la investigación sobre la conciencia desde los años sesenta, ha investigado los estados de conciencia chamánicos y su pertinencia actual como instrumento terapéutico. Entre sus obras más recientes figuran The Realms of Healing, Healing States y Human Possibilities.

1 306 307 308 309 310 421