Chamanes> Un articulo
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Respaldo de varios foros MSN
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De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301 (Mensaje original) Enviado: 03/06/2005 0:05
¿Qué son las palabras?
Existe un lema bastante conocido…”el mapa no es el territorio”.
Bien sabemos que las palabras tan solo señalan (pues esa es su
función) a un objeto de experiencia.
Pero el hombre tiene palabra, y sigo impresionado por aquella
costumbre ancestral de los hombres reunidos en un círculo en que, al
compás, se dice: “Tiene la palabra…”.
Como si nuestras palabras finalmente fueran la fuerza del hombre,
su magia particular…Como si fuera un don que no sabemos utilizar,
pero que nos permite algo muy especial.
Palabras son las que aparecen en estas “cartas telematicas”, al
igual que hicieron los antiguos (cartas a espíritus afines). Palabras
que pueden iluminar o apagar, alentar o desanimar…Palabras.
El humano sensato afirma “yo guardo mis palabras, yo soy dueño de
ellas,no existe distinción entre mis palabras y mis actos”. Es la
honradez del alma…pues si mis palabras son el espejo de mi alma en
libertad, responsable soy de ellas.
Decía un gran jefe indio (Joseph): “mis palabras son como
estrellas”. Que así sea para todos nosotros.
Y cuando sintamos el desánimo, el sentimiento de la puerilidad del
lenguaje, de que las palabras del ser humano nada importan en un
mundo inamovible…recordemos que son nuestra libertad, ejercicio de
nuestra facultad, de la potencia natural de cuando eramos niños y
queriamos ser “magos”… “señores de la palabra”.
De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301 (Mensaje original) Enviado: 02/06/2005 23:59
Una entrevista interesante
Esta entrevista sale hoy en la prensa
(www.lavanguardia.es/lacontra/index.htm). Me ha parecido una visión
equilibrada de los contrastes entre la medicina tradicional africana
y la medicina occidental. Esta mujer no cae en fanatismo de ningún
tipo (ni occidentalistas ni indigenistas), dandose cuenta de que lo
más adecuado en muchos casos es un abrazo entre ambos mundos, y una
limpieza de los aspectos innecesarios.
Saludos
Marta
—————
TÒNIA CORTADELLAS, HA SIDO DOCTORA EN EL TERCER MUNDO 30 AÑOS
Presentación: Tengo 62 años: con cada cumpleaños me siento más rica
en vida. Nací en el Eixample barcelonés: éramos 12 hermanos y mi
padre era cirujano. Tengo dos hijos: una es ginecóloga y el otro
agrónomo. He aprendido mucho de mis pacientes, curanderos y colegas
del Tercer Mundo porque me han enseñado a vivir y a curar de otra
manera
Cuando acabé Medicina supe que no tendría bastante con ejercerla
aquí: sentía que tenía que dar y recibir más, que para mí no era
suficiente con dejar pasar los años en una consulta y me fui.
¿Adónde?
Al hospital de Ngovayang, en Camerún. Llegué dispuesta a comerme el
mundo y a revolucionar la vida de aquella gente, pero, poco a poco,
me di cuenta de que ellos tenían también mucho que darme…
¿Cómo?
Pedí consulta con un curandero local de gran prestigio, Papa
Étienne. Tuve que pagarle el equivalente a 1.000 pesetas y una
botella de vino tinto.
¿Tenía alguna idea de medicina?
Pasé tres días con él y descubrí que poseía profundos conocimientos
de anatomía… ¡Ay, si a mi me hubiesen explicado anatomía como la
explicaba él! Sabía fitoterapia y muchísima medicina tradicional.
Curioso.
Los buenos curanderos son muy buenos y yo aprendí con él cosas que
hoy pongo en práctica, pero tuve un disgusto muy grande.
¿Por qué?
Un día un empleado del hospital se emborrachó y empezó a chillar que
Papa Étienne me había regalado sus poderes y que ya no tenía el don
de curar. Indagué y era cierto. Ya no recibía pacientes. Yo me sentí
fatal.
Mujer, no era culpa suya.
Pero yo no quería interferir en su cultura. Así que fui a verle y le
pregunté cómo podíamos hacer que recuperara sus poderes.
¿Los recuperó?
Sí, él me devolvió el dinero que le había pagado y así recuperó su
capacidad curativa.
Buena lección.
Sí. También descubrí que era inútil curar caso a caso en el hospital
si no mejorábamos las condiciones de vida, del agua, de la
alimentación: allí la medicina tiene que empezar por ser social; si
no, te sientes inútil. Y la clave de toda mejora eran las mujeres.
Eso dicen los expertos.
Volví a París a estudiar a la Sorbona, viajé a China para estudiar
medicina tradicional y me casé y fuimos a Afganistán enviados por la
Unicef: vivimos en un pueblo del norte del país. Íbamos a
planificar, pero acabamos haciendo de médicos porque nos venían a
buscar desde cientos de kilómetros.
Supongo que se sentía muy útil.
Sí, el gran premio es sentirse útil. Tuvimos que salir de Afganistán
después del golpe prosoviético del 73: nos creían espías. Así que
volví a África, a Costa de Marfil.
¿Más curanderos?
No. Trabajé en cooperación con las comadronas tradicionales
intentando reducir el tétanos neonatal.
¿Cómo?
El parto era un momento mágico, secreto en el que yo no podía estar
presente porque protegían al niño de cualquier conjuro. Así que les
pedí que escenificaran con un mimo el momento del nacimiento. Lo
hicieron gesto por gesto… hasta que cortaban el cordón
umbilical… ¡y ahí estaba el problema!
¿Dónde?
El cuchillo con el que cortaban el cordón era el machete que el
padre utilizaba para cosechar. Era un modo de poner al niño en
contacto con la fertilidad de la madre Tierra.
Y de paso con sus virus.
Sí. Les intenté convencer de que cambiaran el machete por cuchillas.
No dio resultado. Así que les expliqué que la enfermedad se escondía
en el machete y que había que pillarla allí, quemarla. Convencí a
las comadronas tradicionales, y ellas a las mujeres, de que pusieran
el machete en el fuego al rojo vivo antes de cortar el cordón.
Bien.
Erradicamos el tétanos neonatal en tres años. Luego me concentré en
su alimentación. El beriberi hacía estragos porque su dieta
consistía en arroz blanco día tras día. Les pasaba películas
didácticas, pero ellos suplicaban: “Es que está tan bueno…”
¿Logró algo?
Poco a poco. También conseguimos evitar que el gobierno prohibiera
la actividad de las comadronas tradicionales en nombre de la salud
oficial “científica”. Y después volvimos a Francia a trabajar en un
proyecto pionero de salud en la Cévenne.
¿Tan mal están allí?
¡Ja, ja! No. Investigábamos los hábitos de salud de los campesinos
tradicionales, de sus hijos que volvían a industrializar el campo y
de los neorrurales profesionales urbanos universitarios que decidían
abandonar la ciudad e irse a vivir al campo.
¿Y…?
Curioso. Los campesinos tradicionales vivían justito con 50 ovejas,
las castañas y la miel. Sus hijos iban a estudiar Agronomía a la
ciudad y al volver montaban explotaciones semiindustriales de
cientos de ovejas…
Aquí lo hacen con los cerdos: seis millones de cerdos, nadamos en
purines.
Allí la masificación ganadera causaba problemas medioambientales y
les convertía en esclavos de los bancos y mendigos de la subvención.
En cambio, los neorrurales de formación universitaria optaban por el
rebañito de ovejas tradicional y la apicultura artesanal y lo
complementaban con teletrabajo informático. Y les iba mucho mejor a
ellos que a los industrializadores del campo.
Una historia que suena familiar.
Luego, Marruecos, Burkina, Guinea, Cabo Verde, Congo… Y por fin
decidimos regresar a Catalunya, compramos una casa en Matadepera y
estudié medicinas alternativas, que, con lo que he aprendido de Asia
y África, es la medicina que quiero ejercer ahora.
De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301 (Mensaje original) Enviado: 16/05/2005 21:58
Cementerio Nº 1 de Iquique
Por Bernardo Guerrero
Antonio Gala, dijo que la mejor forma de conocer a la gente, era visitando los mercados y los cementerios. En esas dos formas de vidas que los pueblos se dan para testimoniarse, podemos encontrar más información que en los libros.
La vida y la muerte, viviendo bajo la formas de las frutas y de los mármoles, de las verduras y de las cruces, del marisco y de las bóvedas. Tanto en el Cementerio como en el Mercado, a su modo, transcurre la vida, silenciosa y a gritos.
En el Cementerio, la vida se manifiesta con un silencio especial. Sus avenidas y pasajes, sus vericuetos como el que tiene el Cementerio Nº1, parecen trasladarnos a un tiempo en que Iquique era de otro modo.
Si usted recorre el camposanto más antiguo de Iquque, hallará, en sus tumbas, el carácter cosmopolita que alguna vez tuvo esta ciudad, y que hoy la vuelve a tener. Lápidas en inglés, alemán, chino o en francés, dan testimonio de una ciudad global, pero sin televisión, que logró convocar a decenas de nacionalidades en la aventura de fundar en el desierto, una cultura tan especial como atrayente.
Los migrantes, que al atravesar el océano, jamás imaginaron que sus huesos iban a reposar en una tierra que nunca soñaron, pero que los acogió tanto en la vida como en la muerte, seduciendolos con la promesa de una vida mejor, no sólo en la tierra, sino que también más allá de ésta.
Pero, son muertes que parecen vivir su propia muerte. Lápidas ajadas por el tiempo y por el olvido, expuesta al sol de cada día, que lentamente, va destiñendo las palabras que el deudo escribió con el dolor de la ausencia. Cuesta leer el dolor escrito en la lápida. Cuesta descifrar la fotografía del muerto, que seguramente ya no tiene nada que ver con quien yace en el cajón.
El Cementerio Nº 1, fue creado en el 1890, en el sector norte de la ciudad. En 21 de mayo entre San Martín y Bolívar se alza una inmensa arquitectura en la que cada domingo familiares acuden a visitar a sus deudos.
Este recinto, puede ser visto como uno de los barrios más antiguos de la ciudad. Sus nichos y bóvedas representan buena parte de la historia de la ciudad. En sus lápidas es posible hallar los hechos más significativos que ha vivido la ciudad.
De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301 (Mensaje original) Enviado: 16/05/2005 21:52
Septiembre 2002
Texto: Asociación de Profesores Mapuche
Eltun o Elugun
Para el Mapuche, la vida humana no sólo es un instante, un momento, sino un continuom entre el fenómeno de la existencia terrestre y la vida que continúa mas allá del tránsito de la muerte, el sitio que sirve de escenario cuando muere un mapuche se denomina en algunas zonas Eltun, Eltum y en otra Eluwün según diferencias dialectales, estos términos definen lo que en idioma winka significa cementerio.
Para esta última etapa de tránsito existencial en el lof- aillarehue se elegía un lugar en condiciones determinadas, apropiadas para el desarrollo del rito funerario, este cementerio es un puerto de paso a la otra etapa de la vida El pueblo Mapuche ancestral de tiempos inmemorables siente el más profundo respeto por la vida humana y todo lo que concierne a su entorno, la tierra y sus componentes, el espacio sideral y los astros son creaciones animadas de vida provenientes de una fuente común.
Esta estructura cognitiva concerniente a las etapas de vida en diferentes planos es un componente cultural vigente que hace del eltun (cementerio) un sitio de respeto, panteón en el cual cada mapuche independiente de su linaje o lugar social en el lof tiene un lugar digno desde el cual inicia la búsqueda del camino de viaje hacia el oriente o puel mapu.
El rito funerario según las circunstancias de tiempo de paz o de guerra eran diferentes, en tiempos de guerra un kona muerto se colocaba en una canoa representativa de la forma mas solemne de funeral, en el proceso de paso a la otra etapa de vida de un Lonko, Ülmen, Machi; eran enterrados con todas sus pertenencias es decir tantos como de sus prendas como de sus herramientas de trabajo, como es el “Tranan”(arado), el “Rali”(cultrun) el “toqui cura”(hacha de piedra), se enterraban a 4 metros de profundidad, las visitas del día siguiente también debían ser 4, las cuales debían realizarse antes de que apareciera el “Antü”(sol). El uso del Eltün en tiempos de paz, ancestralmente para el Lonko, Ülmen, Machi, Toqui, estaban reservados todos los homenajes que su rango le hacía merecer, se les acompañaba de diversos “purrun”(bailes), bebidas como el Mudai, Metahues con alimentos(cantaros), también se contaba con la presencia de la música y de diversos instrumentos, como la pifilka, trutruca y se comía en abundancia, El entierro de estas autoridades del pueblo Mapuche lo realizaban 4 ancianos, estos ingresaban al muerto en una canoa o cajón, luego de algunos días funerarios se le llevaba al “eltün”en “huando”(al hombro), subido por palos largos a esto se le precedía una serie de discursos haciendo referencia a la vida, a sus logros como también de sus fracasos previo a la solicitud de entrar al Eltün. Luego se realizaba el “Nguilalmahuen”, que es una oración al “Alhue-espíritu que se desprende del fallecidoa.
Estos procesos espirituales culturales del pueblo mapuche fueron demonizados y transformados por la política de evangelización aplicada por la Iglesia Católica, una característica de ello es la introducción de la cruz en los Eltün manifestada de diversas formas ya sea en los “che-mamul” o simplemente colocándola sobre el muerto costumbre que permanece en la actualidad.
El presente artículo es un extracto de la investigación realizada por el profesor Mapuche integrante de la Asociación de Profesores Mapuches Likan Mapu (RM) peñi Francisco Manquelipe R La fuente de datos corresponde a los Eltun de: Metrenco de Temuco, Roble Guacho, Cudihue de Carahue, Alpewe de Melipeuko, Milcahuin de Loncoche La Asociación de Profesores Mapuches Likan Mapu, agradece a los peñis informantes.
A la caza del peyote
Los huicholes identifican al peyote con el venado y emprenden una auténtica cacería anual para obtener hikuri. Estas peregrinaciones culminan en Wirikuta, una región cercana a Real de Catorce en San Luis Potosí. En la geografía huichola Wirikuta es el centro del mundo, el lugar de los dioses antepasados, el sitio donde se origina la vida sagrada de la tribu. Hasta no hace mucho sus antepasados caminaban unos 300 kilómetros para llegar allí. Aunque actualmente buena parte del trayecto la hacen en vehículos, el viaje sigue siendo largo y pesado. En 1960 un grupo de antropólogos recibió autorización de los huicholes para acompañarlos en algunos de sus viajes. Gracias a ello sabemos que un experimentado mara’akame o chamán, que está en contacto con Tatewari (Nuestro Abuelo Fuego) es quien guía el viaje. Tatewari, conocido también como Hikuri, el dios peyote, es la deidad huichola de mayor antigüedad. Tatewari condujo la primera peregrinación del peyote a Wirikuta y los participantes siguen sus pasos a fin de “encontrar su vida”.
La preparación para emprender la cacería incluye la confesión y la purificación rituales. Al llegar ante las sagradas montañas de Wirikuta, los peregrinos reciben un baño ritual y realizan plegarias en favor de la fertilidad y la lluvia; posteriormente el chamán inicia una serie de prácticas ceremoniales, relata historias sobre la antigua tradición del peyote, invoca protección para lo que ha de venir y conduce a los participantes hasta los “umbrales cósmicos” donde sólo él puede ver las huellas del venado. Cuando localiza el peyote, lanza una flecha que va a dar al cacto. Entonces se lleva a cabo una ofrenda y todos buscan más peyote y llenan varias canastas para compartirlo con los que se quedaron en casa y para vendérselo a coras y tarahumaras que, aunque usan el peyote, no suelen ir en su búsqueda. Por la noche tiene lugar el rito a través del cual los cazadores del peyote entran en contacto con las Primeras Gentes. Se colocan cuatro flechas apuntando hacia los cuatro puntos cardinales y justo a la media noche se enciende una fogata. El chamán bendice tabaco tocándolo con plumas antes de distribuirlo entre los participantes. Después de fumar tabaco, cada uno ingieren entre 8 y 13 gajos de hikuri. Todos encienden velas y murmuran plegarias mientras el chamán se comunica con los elementos y maneja kupuri (fuerza de energía vital). Se inicia entonces “el peligroso tránsito hacia el otro mundo”. Este paso consta de dos etapas: “la primera es el puente hacia las nubes estruendosas y la segunda, la separación de las nubes. Esto no representa un lugar en la Tierra sino que pertenece a la “geografía de la mente”; para los participantes, pasar de una etapa a otra es un evento lleno de emoción la cacería del peyote es un regreso a Wirikuta, al paraíso, al arquetípico principio y final de un pasado mitológico.” (2)
Un chamán huichol busca entrar en contacto con la divinidad a fin de obtener visiones del pasado que le permitan adquirir conocimiento para orientar su vida y ayudar a los demás. Su meta última es un clarísimo ejemplo de sabiduría: dejar de contactar a la divinidad a través del peyote, toda vez que aprenda a quedarse con él en su interior.
A sus más de ochenta años un renombrado chamán huichol, Don José Matsúwa, le confió a su aprendiz Prem Das: “El camino del mara’akame [chamán] nunca termina. Yo soy un viejo y sin embargo sigo siendo un nunutsi [bebé] frente al misterio del mundo.” Ramón Medina Silva, otro chamán huichol entrevistado por la antropóloga Barbara Myerhoff, dice: “Todos nuestros símbolos, el venado, el peyote, el maíz de cinco colores, todos los que has visto ahí en Wirikuta, cuando vamos a cazar el peyote, son bellos. Y son bellos porque son verdaderos.” (2)
Viaje a la Sierra Tarahumara
Entre los tarahumaras, la danza del peyote puede realizarse en cualquier época del año, por motivos de salud o prosperidad de la tribu. En ocasiones se incorpora a otras fiestas ya establecidas. La parte principal de la ceremonia consiste en una serie de bailes y rezos precedidos y seguidos por un día de ayuno. Se realiza en un área despejada donde se colocan leños de roble y pino orientados en dirección este-oeste para posteriormente encender una fogata. El guía es secundado por varias mujeres encargadas de moler el cacto fresco en metates. El guía se ubica al oeste del fuego, frente a él hay un pequeño hoyo en el que se coloca el peyote cubierto con una jícara que sirve como caja de resonancia de un raspador. El peyote está bajo la caja de resonancia “porque le gusta el sonido”. Las canciones que se entonan durante la ingestión alaban al peyote por la protección que brinda a la tribu.
Los rituales curativos son bastante distintos. El chamán tarahumara cura al amanecer. Después de haber ingerido peyote y bailado buena parte de la noche, termina la danza con tres golpes seco. Todos los asistentes que han estado haciendo lo mismo, se detienen. El chamán se yergue acompañado por un joven asistente y camina en círculo bendiciendo con agua la frente de todos los participantes. Entonces toca tres veces al enfermo con su bastón mientras golpea el suelo también tres veces. El polvo que se levanta es considerado un poderoso dador de vida y se recupera para uso medicinal. El rito culmina cuando el chamán envía al espíritu del peyote de vuelta a su lugar, para ello abre sus brazos al incipiente sol y golpea tres veces el suelo con sus pies: “Una vez que el espíritu del peyote ha concedido sus bendiciones, se convierte en una bola y vuela de regreso a su refugio.” (1)
Tras algún tiempo en contacto con su cultura y sus tradiciones, el poeta francés Antonin Artaud consiguió ser invitado sus ceremonias. Tiempo después consignaría sus experiencias en Viaje al país de los tarahumaras. Allí relata que antes de probar el peyote en medio de un ritual de sanación bastante elaborado, escuchó en boca de uno de sus anfitriones esta sencilla y magnífica recomendación: “El que verdaderamente ha bebido ciguri, HOMBRE y no FANTASMA indeterminado, sabe cómo están hechas las cosas y no puede ya perder la razón porque es Dios el que está en sus nervios y desde allí lo conduce. Pero beber ciguri es justamente no exceder la dosis porque ciguri es lo infinito, y el misterio de la acción terapéutica de los remedios está ligado a la proporción que nuestro organismo absorbe.” (1)
Fuentes de consulta:
1. Artaud, Antonin: México y Viaje al país de los tarahumaras, FCE, México, 1995.
2. Schultes, Richard E. y Hofmann, Albert: Plantas de los dioses. Orígenes del uso de los alucinógenos, FCE, México, 1993.
Chamanes y su entrenamiento
07-10-2004, 6:25 pm
Como fue dicho por Igjugarjuk
(Caribou Eskimo)
Cuando me iba a hacer chamán, elegí pasar por dos cosas que son las más peligrosas para nosotros los humanos, pasar hambre y pasar frío… Mi instructor fue el padre de mi esposa, Perqanaq. Cuando iba a ser presentado a Pinga y Hila [deidades], él me llevó a una celda no muy grande, pues sólo podía permanecer sentado; él me llevó a lo lejos, más allá del otro lado del Hikoligjuaq… Esto tuvo lugar en una noche de luna nueva, era invierno; uno sólo podía ver los primeros destellos de la luna que acababa de aparecer en el cielo. Nadie vendría por mi hasta que la próxima luna alcanzara el mismo tamaño. Perqanaq construyó una pequeña choza de nieve, no muy grande, sólo para que pudiera permanecer sentado y protegido. No me fue dado un cobertor de piel para protegerme contra el frío, sólo una pequeña pieza de piel caribou para sentarme en ella. Ahí permanecí en silencio. La puerta fue cerrada con un bloque, y no arrojó nieve suave sobre la choza para hacerla cálida. Cuando estuve ahí cinco días, Perqanaq vino a mi con agua tibia, cubierta en piel caribou, una bolsa de piel caribou impermeable. Y no fue sino hasta quince días después que volvió y me ofreció lo mismo, tomándose sólo el tiempo para entregármela, y después se fue de nuevo, porque ni aun el viejo chamán debía interrumpir mi soledad… Tan pronto como me quede sólo, Perqanaq se me unió a pensar en lo único por lo que todo el tiempo estuve ahí, para desear una sola cosa, y eso era llamar la atención de Pinga al echo de que yo permanecía en el deseo ser un chamán. Entonces Pinga me poseyó. Mi noviciado tuvo lugar en el más frío invierno, y yo no tuve nada para calentarme, y sin poder moverme, estaba congelado. Era muy agotador estar ahí sentado sin el valor de dejarme caer, algunas veces era como si yo muriera un poco. Sólo al final de los treinta días tuve el auxilio de un hermoso y amoroso espíritu que vino a mi auxilio, jamás había pensado en él, era una mujer blanca, ella vino a mi cuando me encontraba colapsado, exhausto, y dormitaba. Aun así la vi como si estuviera viva, cubriéndome, y desde ese día no puedo cerrar mis ojos o soñar sin verla. Hay algo importante sobre el espíritu que me auxilia, nunca la he visto cuando estoy despierto, sólo en sueños. Ella vino a mi desde Pinga y fue una señal de que Pinga me anunciaba y me daba los poderes que me harían un chamán.
Cuando la luna nueva estaba iluminada, y tenía el mismo tamaño de aquella que brilló para nosotros cuando dejamos la Villa, Perqanaq vino de nuevo con su pequeño trineo y… me llevó de regreso de la misma manera en la que me había llevado a Kingarjuit.
Por todo un año no pude acostarme con mi esposa, que de cualquier manera, tuvo que hacerme de comer. Por todo un año tuve mi propia vasija para cocinar y mi propio plato de carne; a ningún otro le estaba permitido comer de lo que había sido cocinado para mi.
Después, cuando pude volver a ser un poco como antes, entendí que me había convertido en el chamán de mi Villa, y eso hizo que mis vecinos o personas de lugares muy lejanos me llamaran para curar a una persona enferma, o para inspeccionar el camino, si es que ellos iban a viajar. Cuando esto ocurrió la gente de mi Villa fue reunida y les fue dicho lo que yo debía hacer. Entonces dejé la tienda o la casa de nieve y salí a la soledad; lejos de las huellas del hombre, pero aquellos que fueron dejados atrás debían cantar continuamente, para mantenerse felices y vivaces. Si alguna dificultad era encontrada, mi soledad se extendería tres días y dos noches, o tres noches y dos días. En todo ese tiempo tuve que vagar sin descanso, y sólo sentarme cuando cayera una tormenta o una ventisca. Cuando había estado mucho tiempo fuera y estaba cansado, pude por fin dormitar y soñar, y encontrar por lo que había salido fuera, en lo que había pensado todo este tiempo. Cada mañana, de cualquier modo, pude volver a casa y reportar que tan lejos había podido llegar, pero tan pronto como lo hablaba debía regresar de nuevo, fuera, a lo abierto, fuera, en los lugares en que pudiera estar solo. Cuando uno está fuera, buscando, uno suele comer muy poco, no mucho. Si un chamán estando fuera, en los secretos de la soledad, encuentra que una persona enferma morirá, puede volver a casa y permanecer ahí sin antes haber pasado fuera el tiempo usual. Sólo en el caso de una posible cura se debe permanecer fuera todo el tiempo.
Nosotros los chamanes, en lo interior, no tenemos un lenguaje espiritual especial y creemos que los angatkut reales no lo necesitan. En mis viajes, algunas veces, he estado presente en los orígenes del mar, donde el agua salada habita. Los angatkut nunca parecen confiar en mi. Siempre se me figuran como agua salada, los angatukut juntos son muy pesados, con trucos para atontar a la audiencia, así cuando ellos saltan sobre el suelo escupen una especie de absurdo lenguaje espiritual; para mi todo esto parece sólo una distracción, algo que pudiera impresionar al ignorante. Un chamán real no salta sobre el suelo y hace trucos, no busca con la ayuda de la oscuridad, al sacar fuera las lámparas, intranquilizar las mentes de sus vecinos. Yo no creo que sepa mucho, pero no pienso que la sabiduría o el conocimiento sobre las cosas que están ocultas puedan ser buscados de esa manera. La verdadera sabiduría sólo puede ser encontrada fuera de la gente, fuera, en la gran soledad, y no es encontrada en la diversión sino solo en el sufrimiento. Soledad y sufrimiento abren la mente humana, y después un chamán debe encontrar su sabiduría ahí.
De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301 (Mensaje original) Enviado: 21/02/2005 1:28
RUKSÁS MÁNNU
LA LUNA ROJA
Iria Ciekca Schmidt
LA MITOLOGÍA SAAME LOS CUENTOS DE LA LUNA ROJA(RUKSÁS MÁNNU):
Rika-Maia (Rijkuo-Maja)
Las Hijas de Dios (Mátta ráhku nieiddat)
Los cuentos de la luna roja
Este proyecto comenzó hace aproximadamente diez años, durante un viaje a Holanda. Por primera vez en mi vida vi libros y estudios sobre los saame, el pueblo autóctono de Laponia; sobre la mitología, los símbolos de los tambores de los chamanes, el espíritu de los saame y sus relaciones con los dioses y con el Universo. Este proyecto es un viaje que narra la pérdida y la búsqueda de identidad, la historia de mi propio pueblo y, a la vez, mi propia historia. En él he incluido dos cuentos: “Rika-Maia”; una bruja del siglo XVII del Norte de Suecia, y “Las Hijas de Dios”; un cuento sobre las diosas del pueblo saame
Historia
En el siglo XVII empezaron las cazas de brujas en Suecia-Finlandia y en Dinamarca-Noruega. Los saame fueron convertidos al cristianismo a la fuerza. Los chamanes fueron criminalizados. Se secuestraron sus tambores y se iniciaron actos jurídicos contra ellos. Invadidos por el miedo, los saame destruyeron sus tambores y los escondieron en los cimientos de sus viviendas o en las cuevas de los montes. Se han encontrado unos 70 tambores conservados, la mayoría de ellos en Suecia y 3 en Finlandia. Los tambores de los chamanes formaban parte de los ritos de los saame, en los cuales el chamán era el personaje principal. El tambor era una parte esencial de la mitología y de los rituales chamanísticos. Era un instrumento a través del cual se conversaba con los dioses. El tambor representaba el espíritu del chamán y sus símbolos eran muy personales – un secreto entre el ser humano y el dios. En la cosmovisión saame, el chamán tenía un papel importante como transmisor de la cultura y de la herencia espiritual de su pueblo. El chamán era el curandero y el intérprete de las señales de la naturaleza, el líder espiritual. Él no elegía su papel sino que aceptaba este regalo de los espíritus como una vocación y una carga pesada. El pueblo saame ha dibujado más símbolos en la superficie de los tambores que cualquier otro pueblo practicante del chamanismo. El lado de los símbolos del tambor estaba a la vista de todos. Sin embargo, su parte interior pertenecía exclusivamente a su dueño. Contenía el saber esotérico que el chamán transmitía a su sucesor. Las personas que utilizaban los tambores conocían, de manera empírica, la situación y los movimientos constantemente variables del sol, de la luna, de la Vía Láctea, y de las estrellas del macrocosmo.
Pensamientos
Soy consciente de que estoy pisando por un campo de minas. Este tema ha sido, y sigue siendo, un tabú por razones religiosas. Es un tabú entre los saame, puesto que no se ha logrado prohibir la religión natural. La Iglesia todavía lo considera como pecado. Hay que guardar silencio sobre lo que no se puede hablar. La fiebre por la tecnología amenaza con destruir la vida y la cultura de todos los pueblos indígenas – lo que prácticamente ya es un hecho.
Símbolos
He intentado encontrar un lenguaje metafórico que, de algún modo, exprese algo sobre el origen; algo que nos transmita la perspectiva del tiempo y el mensaje original desmañado y “primitivo”. El retumbar de los tambores. El lenguaje de los símbolos, que no siempre agrada al ser humano moderno.
Temas:
Báiki: Un lugar en el corazón, un lugar en el mundo.
Sáiva: Las aguas bajo el control de los espíritus.
Ruksás Mánnu: La luna roja, los cuentos aún se cuentan.
LA LUNA ROJA…
“De la misma manera que la luna refleja la luz que recibe del sol.
En estas obras mías no intento contar nada, sino ir reflejando los confines de lo visible y lo invisible.
Me he apoyado en la mitología como un reflejo.
Como un espejo, las imágenes reflejan el presente pasado, y, tal vez, el futuro.
Ha de existir el mundo de los espíritus; visible, invisible, y reflejante. En el momento en que piensas que has visto algo, ya ha desaparecido, como si miraras la superficie del agua.
Alguien ha oído alguna vez los cuentos de la luna roja, alguien ha olvidado algunos.
Sin embargo, siguen viviendo en las mentes, como un reflejo.
Si oyes, desde lejos, el retumbar hueco de un tambor, me alegraré.”
Iria Ciekca Schmidt
La leyenda de Rika-Maia
La mayoría de los brujos eran hombres, pero también había mujeres que se hicieron brujas. Una de estas brujas poderosas era Rika-Maia, una lapona que vivió de 1660 a 1756 en Mausjaur, más allá de Arvidsjaur, en el Norte de Suecia.
Según las leyendas, esta bruja era extraordinariamente rica, y era proprietaria de una gran manada de renos. Era una bruja muy potente, que poseía grandes poderes mágicos. Dicen que Rika-Maia tenía buenas relaciones con Tiermes, el dios de la tormenta. El dios de la tormenta planeaba por los aires en ropa azul y hacía pedazos los montes de Laponia con su martillo. Era el dios del agua y del fuego.
Rika-Maia sacrificaba renos al dios de la tormenta. Durante el sacrificio enterraba los renos de manera que sólo se veían sus cuernos. Si luego se oía el trueno, significaba que se había recibido el sacrificio con satisfacción.
Se dice que, una vez, alguien intentó robar los cuernos de un reno sacrificado, pero entonces le mató la tormenta.
Los sacrificios se hacían en un lugar que se llamaba el Pantanal de la Tormenta, a las afueras de Arvidsjaur.
Una vez se encendió un violento incendio forestal que amenazaba los pastizales de los renos de Rika-Maia. Entonces, Rika-Maia, que se había quedado ciega al llegar a la vejez, pidió que su sirviente la llevara al río Mausjaur. Ahí vadeó un largo trayecto y echó un velo sobre su cabeza. Luego empezó a silbar y a lanzar agua mientras tocaba su tambor. Entonces surgió un nubarrón de la nada y empezó un aguacero que extinguió el incendio.
Antes de su muerte, Rika-Maia pidió que la enterraran en el Storberget (el gran monte) a fin de que pudiera oír el ruido de los cascos de sus renos cuando estuviera tendida en su tumba. Amenazó, si no se realizara su deseo, con destrozar toda su manada de renos.
Cuando se murió Rika-Maia, según su yerno, hubiera sido demasiado pagano enterrarla en el monte, y, por consiguiente, la enterraron en un cementerio.
El año siguiente fue un año difícil de cría de renos y las manadas de renos fueron yendo más y más lejos, y bajaron hasta el litoral del Océano Antártico. No se pudo hacer parar a los renos, que al final llegaron hasta el océano y se desaparecieron en el hielo, donde perdieron su vida.
De esa manera, se hizo realidad la amenaza de Rika-Maia. Hoy en día, el monte donde quería ser enterrada la bruja se llama Kärringberget (el monte de la mujeruca).
Las Hijas de Dios
Las diosas en la religión precristiana de los saame
Los saame han tenido muchos dioses. Cada dios tenía su propio papel importante. El dios del mundo, Mailmen Radien, era considerado como el dios principal.
Mailmen Radien era el dios de la fertilidad muy potente que mantenía el orden en el mundo. Él decidía la suerte de los renos, y también controlaba las acciones de ciertos dioses. Se le sacrificaban, en rituales sangrientos, por ejemplo, órganos genitales de los renos. Tanto las mujeres como los hombres podían rendir culto a Mailmen Radien.
Entre otros dioses se encontraban Tiermes (Horagállis), el dios de la tormenta, Bieggaolmmái, el dios del viento y del tiempo, y Beaivvi nieida, el dios del sol muy exigente, al que había que sacrificar renos blancos. El dios de la luna era Mánnu. La luna y el sol tenían significados muy importantes en la mitología saame. Eran antagónicos tanto en lo bueno como en lo malo. Mientras que la luz, el calor y la fertilidad eran símbolos del sol, la luna, a su vez, era la hora en que vagabundeaban los espíritus malos.
Las mujeres tenían sus propias diosas especiales. Se llamaban las diosas Áhkká. Había cuatro diosas Áhkká: Máttaráhkká, que era la madre de las madres. Ella tenía tres hijas; Sáráhkká, Juksáhkká y Uksáhkká. Se creía que las diosas Áhkká eran espíritus de los difuntos que tenían poder tanto en la vida como en la muerte. Incluso la gobernante del reino de los muertos, Jábmiidáhkká, era una diosa Áhkká.
Durante el nacimiento de un niño se necesitaban todas estas diosas. Máttaráhkká, Sáráhkká, Juksáhkká, y Uksáhkká eran las diosas más importantes en una tienda lapona. Cada diosa tenía su propio sitio en la tienda, debajo del suelo.
Durante el nacimiento de un niño, el dios supremo, Mailmen Radien (Vearalden Olmmái), manda el espíritu a la diosa Máttaráhkká, que le da la vida. Es la protectora más alta de los vivientes. Máttaráhkká, por su parte, traspasa el espíritu a sus hijas, y así entra este espíritu vivo en el cuerpo de una mujer. Luego deciden Juksáhkká y Sáráhkká lo que va a ser de esta vida; si va a ser una niña o un niño.
Sáráhkká cría la carne alrededor del espíritu en la matriz y se ocupa de que vaya bien el parto. Si le sacrifican algo, ayuda también con los problemas de la menstruación. Sáráhkká vive en el centro de la tienda, debajo del fogón. Protege a la gente que vive en la tienda, también al padre. Sáráhkká se representa con una ramita bifurcada en la mano, que simboliza su capacidad de abrir y ayudar a las mujeres en el parto.
La diosa Juksáhkká protege a la madre y al niño. Una de sus responsabilidades es también definir el sexo del niño. Se representa con un arco en la mano, que es el símbolo del sexo masculino. Puede transformar a las niñas en niños. Y si acepta el sacrificio, manda al niño al dios Leaibolmmái, el dios de la caza.
Uksáhkká está de guardia en la puerta; es su sitio en la tienda. Se representa con un bastón en la mano. Cuida al niño después de su nacimiento. Uksáhkká es la cuidadora del niño, que le previene de caerse ni golpearse cuando está aprendiendo a andar.
Tal vez la más popular y la más querida de estas diosas Áhkká era la diosa Sáráhkká. Se le pedía ayuda y se le rezaba. No sólo las mujeres sino también los hombres la veneraban. Se le sacrificaba todo tipo de comida y bebida.
Durante la celebración de nacimiento de un niño, antes del parto, las mujeres bebían vino y comían papilla de Sáráhkká. A Sáhrákká se le sarificaban crías de reno, perros, pájaros, etc.
Cuando el niño era pequeño, sus dioses más cercanos eran Máttaráhkká y sus tres hijas. Las chicas y las mujeres las mantenían como sus diosas durante toda su vida.
Los chicos adaptaron otros dioses cuando empezaron a seguir a sus padres en los bosques para aprender a criar renos, pescar, y cazar.
¿Podría ser que los dioses masculinos estaban durmiendo mientras las diosas eran activas? Se ocupaban de que la vida continuara de generación en generación.
En el reino de los muertos Jábmiidáhkká mide la longitud de la vida. En la muerte el espíritu va al reino de los muertos -no se muere. Simplemente deja al cuerpo y pasa a otro estado, a otra existencia.
Estas diosas, Máttaráhkká y sus hijas, representaban poderes positivos y se especializaban en la ayuda de los seres humanos y, particularmente, en la ayuda de las mujeres.
De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301 (Mensaje original) Enviado: 21/02/2005 1:21
ENSAYO SOBRE ALGUNOS MITOS Y RITOS SELK’ NAMS
Por Anne M. Chapman
Anne Chapman es autora de célebres investigaciones sobre los selk’ nams u onas. En Los onas, editorial Emecé, ha estudiado profusamente el ritual ona del hain. Aquí, la antropóloga francesa bucea en diversos aspectos simbólicos de algunos mitos del desaparecido pueblo de la Isla Grande de Tierra del Fuego, pueblo creador de una de las más ricas mitologías de la historia.
“¿A dónde se fueron las mujeres que cantaban como los tamtam (canarios)? Había muchas mujeres. ¿A dónde se fueron?”, me preguntó un día Lola Kiepja, la última selk’nam de Tierra del Fuego que vivió como indígena. Eso fue en mayo de 1966 cuando estuve viviendo con ella cerca del Lago Fagnano en lo que era entonces la reserva indígena. Lola falleció pocos meses más tarde a la edad aproximada de 90 años. Desde su muerte el 9 de octubre de 1966 hasta la fecha, 15 de agosto de 1973 han muerto cuatro hombres de ascendencia selk’nam. En la Isla Grande, Tierra del Fuego, quedan en vida cinco personas de madre indígena y cuatro más que hablan aún el idioma de sus padres, o sea Angela Loij, una mujer dulce y sonriente; Luis Garibaldi Honte, el mayor de todos; Federico Echelaite, trabajador de estancia y Augustín Clemente, de madre selk’nam (1) y padre yámana (yahgan). Y aún vive Leticia Ferrando cuyo padre era selk’nam y la madre alakaluf. Hay varias personas en la Patagonia y aún en Buenos Aires de ascendencia selk’nam. Son los que quedan de un grupo que se estimó en 3.500 o 4.000 individuos antes de la llegada de los blancos a la Isla Grande por el año 1880 (2). Pese a los esfuerzos bien intencionados de los misioneros salesianos y otros blancos como los hijos del misionero T. Bridges, los selk’nam desaparecieron a raíz del encuentro con los blancos. Fueron asesinados, murieron de enfermedades aportadas por los blancos y fueron deportados fuera de la zona. Otros sucumbieron en luchas fraticidas de los últimos veinte años del siglo pasado y principio de éste.
Los selk’nam eran un pueblo de tipo paleolítico. Fabricaban herramientas de piedra, hueso y madera y vivían de la naturaleza, sin cultivar la tierra. Una actividad capital para ellos era la caza, pues comían sobretodo guanacos y varias especies de roedores, se vestían con pieles de estos dos animales, además de la del zorro. Hacían sus toldos de pieles de guanaco. Recogían moluscos, huevos, bayas, ciertas raíces, semillas y hongos. Cazaban pájaros y focas; pescaban en las lagunas y por las playas y aprovechaban ballenas encalladas. A menudo cambiaban de campamento: el hombre iba adelante, sosteniendo el arco con el brazo y el carcaj con las flechas sobre el hombro. Lo seguía su mujer cargada de todos los objetos domésticos y a menudo de un bebé atado a la espalda en una tabla-cuna. Detrás iban los niños y los viejos. Las marchas se hacían por terrenos conocidos. Las paradas estaban previstas según la caza o la pesca que se esperaba encontrar. Conocían a fondo su isla y dieron nombres a todos los relieves topográficos. Familias extendidas (de tres o cuatro generaciones) patrilincales y patrilocales, ocupaban un terreno específico llamado haruwenh, cuyos límites eran respetados (generalmente) por los vecinos (3).
Los que habitaban terrenos muy apartados unos de otros, se conocían por lo menos de vista o de oídas, Pues tenían muchas oportunidades de reunirse. Cuando encallaba una ballena los primeros en llegar encendían dos fuegos como señal para que todos los que alcanzaran a verlos acudiesen a participar del despedazamiento del animal. Se reunían para celebrar competencias: largas carreras a pie, luchas cuerpo a cuerpo o para probar su destreza contra un voluntario que saltaba sin cesar tratando de esquivar las flechas, despuntadas para esa ocasión. Cuando moría una persona renombrada, la gente se dirigía a su haruwenh al ver la tierra quemándose en señal de luto, para expresar su pesar por medio de cantos y otros ritos. El trueque atraía también a gentes que vivían a veces muy lejos unos de otros: se intercambiaban piedras para encender el fuego, para hacer herramientas, maderas para fabricar arcos, flechas, soportes de toldos, plumas decorativas para tocas, grandes caracoles para extraer agua, caracolitos que se arreglaban en forma de collares, etc.
Otro tipo de “encuentro” eran los combates que duraban uno o dos días o solamente algunas horas pero que, a pesar de su brevedad, eran a veces mortíferos para los hombres. Los vencedores solían llevar las mujeres de los vencidos para incorporarlas a su grupo aunque a menudo las mujeres así raptadas lograban escapar y volver con los suyos.
Los chamanes, llamados xo’on hacían reuniones públicas para discutir las tradiciones místicas y realizar competencias de poder espiritual y cantaban y recitaban las tradiciones místicas en estado de trance. Una de las pruebas culminantes y más promágico. Los xo’on más renombrados digiosas de los xo’on consistía en introducir una flecha con punta de madera bajo la piel, justo debajo de la clavícula y, arrastrándola paulatinamente a través del pecho, hacerla salir a la altura de la cintura, sin sangrar. Otra ocasión de reunión de aún mayor significación cultural era la ceremonia conocida como el hain. Muchas familias de distintos haruwenh se dirigían a un lugar predeterminado para iniciar a los varones púberes y hacerlos pasar a la categoría de adultos mediante la ceremonia del hain, que, normalmente, duraba de dos a tres meses. Y si el hain era una ceremonia de iniciación, era a la vez el eje cultural y psicológico de la sociedad: simbolizaba en una compleja síntesis, el razonamiento y la razón de ser de la existencia comunal e individual.
Entre los símbolos la Luna se sitúa en el centro del eje lógico de ese pensamiento. No es simplemente el símbolo de la mujer como tampoco el Sol lo es el del hombre. Su “función” en el esquema conceptual es compleja. Es “ella” que crea el drama de los orígenes, del pasado mitológico, y es a través de su transfiguración de mujer terrestre en mujer celeste que los selk’nam se explican el porqué de su existencia presente y aprehenden la amenaza del futuro: amenaza de muerte por el individuo, amenaza de desequilibrio por la sociedad. Más adelante volveremos sobre este aspecto de nuestro análisis.
Luna es la esposa cuyo marido (Sol) no logra alcanzar. El símbolo de la sociedad es Sol, así el día es luminoso. Aunque Luna aclara parcialmente la noche, de ella emana un peligro intangible. Ella se pone en eclipse para mostrarse amenazante. Y durante estos momentos los chamanes (xo’on), los demás hombres y las mujeres se reúnen para rendirle homenaje, para apaciguar su rencor y asegurarse que mañana será igual que hoy, que Sol reinará en todo su esplendor y que la Luna cambiante e iracunda, se conformará con huir en la noche.
Mitos: Cuando los dioses habitaban la tierra
Luna es Sho’,On Tam, la hija del Cielo, su hermana es Nieve. Su esposo, Sol, es hermano de Viento. Nieve, el hermano de la Luna, se casó con la hermana de Lluvia.
Luna (Kre) y Nieve (Xoshé) pertenecen al Sud. Sol (Kren) y Viento (Shenu) son del Oeste. Lluvia (Chalu), Mar (Ko’oh) y su hermana Tempestad (O’oké) son del Norte. Este, lugar de la cordillera resbaladiza era el “centro” del universo y la sede del poder chamánico. Allí está Temukel, Palabra, el más poderoso de todos.
En la era mítica que se llama hówenli, todas estas fuerzas, lo mismo que algunas estrellas, habitaron la tierra y fueron poderosos chamanes. Y esa “gente” de la era de hówenh se llaman los hówenh. Cuando se originó el mundo actual y la sociedad humana, la mayor parte de los hombres y de las mujeres howenh fueron transformados en los animales, cordilleras, corros y acantilados, pampas y valles, lagos y lagunas de la tierra, o sea en lo que se conoce hoy en día como la Isla Grande, Tierra del Fuego. Uno de los hówenh se convirtió en arco iris. Tanto antes como después de la metamorfosis, todos pertenecían a uno de los cuatro cielos (sho’on), como pertenecían también todos los humanos, los selk’nam, por transmisión patrilineal.
Al igual que los selk’nam después, los hówenh tuvieron sus territorios bien delimitados, sus har wenh. Toda la isla estaba dividida entre ellos. El har wenh de Luna, por ejemplo, se llama Apen y se encuentra al sud de la isla, a los pies de una cordillera de nieves eternas donde, desde luego, habitaba también su hermano Nieve.
En la era de hówenh Luna era el chamán más poderoso, con excepción de Palabra. Ella y las demás mujeres dominaron a los hombres. La sociedad hówenh era pues un Matriarcado. Los grandes chamanes hombres: Sol, Viento, Lluvia y Nieve, así como todos los hombres, se ocuparon de las tareas humildes: de llevar las cargas cuando las familias se desplazaban, de cocinar, de vigilar a los bebés y a los hijos pequeños, de traer el agua para el uso doméstico, etc.
Las jóvenes hówenh accedían a la posición social de mujer adulta por medio del rito a lo cual aludimos, llamado ha¡ . A la choza ceremonial, una gran construcción cónica hecha de troncos, también se le decía hain. En preparación a la ceremonia ciertas mujeres hówenh, ya iniciadas, se disfrazaban de espíritus, usando altas máscaras hechas de corteza de árbol o cuero de guanaco que les llegaban hasta los hombros o hasta las rodillas. Otros espíritus eran representados por mujeres cuyos cuerpos se pintaban con arcilla roja y blanca y cenizas sobre lo cual se trazaba dibujos geométricos, símbolos de su identidad. Un espíritu se cubría de plumones blancos pegados al cuerpo desnudo y su máscara. Los maquillajes, las máscaras y los movimientos del cuerpo traducían con tal exactitud la imagen de los espíritus que los hombres, hówenh, espectadores pasivos, confundían a los actores con los personajes representados. Los hombres creían que los espíritus surgían de las entrañas de la tierra y descendían de los cielos para participar de la iniciación de las mujeres jóvenes en el recinto del hain donde ningún hombre podía penetrar y ni siquiera aproximarse. Así cada vez que se celebraba el rito los hombres vieron a los espíritus manifestar su solidaridad con las mujeres y su aprobación por el dominio que ellas ejercían sobre la sociedad hówenh. Así era el orden inquebrantable del universo.
Por lo menos así parecía desde “siempre”, hasta que un día unos hombres hówenh, los que después fueron transformados en Sít, (un ostrero), en Kehke (borotero) y en Chechu (chingolo), todos asociados al cielo del Oeste (el de Sol), se acercaron al hain para espiar (4). Y lograron sorprenderlo a uno de los ,,espíritus” en el acto de disfrazarse. Era uno llamado Mata. Se dieron cuenta enseguida que todos los “espíritus” no eran sino mujeres disfrazadas. Descubierta la verdad, Sit silbó para alertar a los demás hombres. La mujer que iba a representar Mata fue aniquilada allí mismo transformándose en cisne de cuello negro y rostro mitad negro y mitad blanco como ella se estaba pintando para hacer el papel de Matan. Del interior del hain, las demás mujeres oyeron el silbido y enseguida apagaron el fuego sagrado (5). Los tres compañeros se transformaron luego en los pájaros mencionados arriba. Como espías que eran, ahora caminan sin hacer ruido, mirando hacia todos lados y confundiéndose con su medio ambiente. Sit conserva siempre el mismo canto, un silbido de alerta.
El marido de Luna, exasperado por esta revelación, empujó a su mujer al fuego del hogar. Ella logró escaparse al cielo pero no sin que antes su cuñado, Viento, también la arrojara al fuego. Con el rostro seriamente quemado y sintiendo una cólera sin límites, jamás ha dejado de odiar a los hombres. Cuando abandonó la tierra para siempre, convertiéndose en la Luna, su marido se transformó en el Sol y desde entonces la persigue por el cielo intentando atraparla, sin que hasta ahora lo consiga.
Todos los meses la Luna revive este suceso. Aparece llena como en la época de su antiguo poderío aunque desfigurada por las cicatrices (“manchas” lunares) que recuerdan la ofensa irreparable. Entonces disminuye hasta desaparecer para iniciar su nuevo ciclo.
Entonces fue Sol el que enseñó a los hombres a castigar a sus mujeres. Aunque no pudo o no quiso matar a la suya. Luna fue la única mujer hówenh del hain femenino que logró salvarse, Sol hizo matar a su hija Tamtam la hermosa, transformada después en Canario. Y en la sociedad humana las mujeres selk’nam ocuparon el lugar de los hombres hówenh como espectadoras pasivas del hain masculino, ellas entonaban el canto de Tamtam todas las auroras mientras duraba la ceremonia.
Hubo hombres hówenh que trataron de salvar a sus hijas. Cuando Sit alertó a los demás hombres hówenh y reveló que el hain no era sino una farsa de mujeres, los hombres se encolerizaron y tomaron el hain por asalto y masacraron a todas las mujeres. Pero un hombre hówenh Tari (Pato Vapor) quiso defender a su hija que en el momento del asalto se acurrucó entre las piernas de su padre, pero su padre no pudo contra los demás y ella también cayó flechada. Keysaishk (Comorán) luchó contra Karkai (Carancho) para salvar su hija, pero fue en vano.
Los hombres hówenh mataron a todas las mujeres y también a las jóvenes iniciadas pues éstas conocían ya el secreto del hain. El secreto que había sido tan celosamente guardado de los hombres era que los espíritus no eran divinidades sino simples mujeres disfrazadas. Del sexo femenino sólo quedaron las niñas pequeñas, que eran inocentes de la “perfidia” de sus madres y hermanas mayores.
Después de la matanza de las mujeres hówenh, los hombres, niños y niñas partieron -a los confines del mundo, al Este más allá de los mares. Allí permanecieron mucho tiempo llorando a sus mujeres y madres. Cuando las niñas a su vez se convirtieron en mujeres, los hówenh retornaron haciendo un larguísimo viaje. Caminaron durante “siglos”. Pasaron por las cordilleras más allá de los mares, por las del Norte, luego las del Oeste y finalmente volvieron a la tierra por las del Sud.
Los hówenh fundaron entonces el hain masculino. Y en este mismo tiempo vino un hówenh del cielo del Norte trayendo consigo la Muerte. Los hówenh no podían “convivir” con la Muerte puesto que eran ellos los inmortales. Así fue que los más poderosos abandonaron la tierra y se transformaron en astros: las Pléyades, Orión, Venus, etc. Otros de los más poderosos se convirtieron en el Viento, la Lluvia, la Nieve, el Mar, etc. Y el mayor de todos hizo o se hizo la Palabra. Otros los más humildes, se hicieron pájaros, animales, peces, cerros y lagunas, etc. Fue por aquel “entonces” que el primer ser humano, el primer selk’nam, fue creado de un terrón de tierra. Y a partir de entonces los hombres selk’nam guardaban el secreto del hain para dominar a las mujeres. Así que se originó la sociedad humana, la sociedad selk’nam, el Patriarcado.
Ritos: Cuando los selk’nam habitaban la tierra
Desde, probablemente, millares de años atrás y hasta fines del siglo pasado, los jóvenes selk’nam eran iniciados en le hain donde les revelaban que los espíritus del hain eran sólo hombres disfrazados para engañar a las mujeres. A lo largo de los meses que duraba la ceremonia, los klc,keten, o sea los jóvenes iniciantes, debían dejar de ser niños para convertirse en hombres. Esto es el sentido que daban a las duras pruebas físicas y morales que los jóvenes tenían que soportar, como también a la educación que allí les impartían los viejos. Les instruían en las tradiciones de hówenh, a propósito de los orígenes y las transformaciones de todas las cosas del universo. Les enseñaban el comportamiento que debían seguir y las obligaciones familiares y sociales que debían cumplir. Y tenían que confesarse si habían cometido falta contra ese código, durante su niñez.
Para el “espectáculo” que se presentaba a las mujeres durante el transcurso de toda la ceremonia, hombres escogidos especialmente por sus diferentes dones interpretaron los espíritus del hain, unos quince, veinte o más según el número de participantes en el evento. Sin embargo dos espíritus del hain no eran representados por “actores”. Aquí nos ocuparemos solamente de uno, ,cuyo nombre era Xalpen, un espíritu subterráneo que la tradición describía como hembra caníbal, voraz y colérica. Esta no era representada por nadie debido a razones que se verán a continuación.
En la era hówenh, y del hain femenino, fue sobretodo Xalpen quien estremecía de terror a los hombres. Era mitad roca y mitad carne. Cuando emergía de su recinto subterráneo al interior de la choza ceremonial y durante todos los meses que duraba el rito, no cesaba de reclamar carne de guanaco y toda clase de alimentos. Los hombres hówenh fueron obligados a buscarlos y ofrecérselos, tratando así de calmar su apetito insaciable esperando que así ella no exigiría carne “humana”. Ella metía todo lo que los hombres le traían, en un gran bolso que, según se decía, estaba hecho de piel de guanaco y adornado con rayas rojas. En los momentos culminantes de la ceremonia, se desesperaba por comer carne “humana”. En otro artículo esperamos tratar más a fondo este y otros aspectos del rito, pues su descripción merece una atención detenida.
Cuando los hombres hówenh hubieron arrancado el secreto del poder a las mujeres, los recuerdos de éstas se volvieron incomunicables pues ellas fueron transformadas en elementos del cosmos y de la naturaleza o en animales y por lo tanto privadas de la palabra. Y lógicamente Xalpen fue obligada a servir a sus antiguas víctimas, es decir a los hombres, en perjuicio de sus anteriores amas, las mujeres.
En el tiempo “humano”, (pasado el mitológico) al preparar la ceremonia, ciertas veces los hombres fabricaron un Xalpen con una armazón hecha de arcos que rellenaban con hierbas para darle volumen y solidez. Forraban el armazón con cueros de guanaco cosidos y pintados con rayas de arcilla roja. En ciertos momentos del rito, lo asomaban un poco a la entrada del hain para mostrarla a las mujeres esperando así atemorizarlas. Las mujeres la percibían pero de lejos, pues les estaba prohibido acercarse al hain.
En el interior del hain los hombres golpeaban el suelo con pieles de guanaco enroscadas para fingir la cólera de Xalpen y recordar a las mujeres su hambre implacable. Los kloketen entonces salieron a cazar para aportarle comida, mientras las madres de los kloketen, a unos cientos de metros del hain, entonaban súplicas a Xalpen:
“Ahora (los kloketen) están lejos, Las tobillos cansados.
Corazón bueno. Los hombres se empeñan (porque Ud. es) buena.”
La caza duraba días y días. Los kloketen salían y desplomándose bajo el peso de los guanacos, volvían al hain. Pero aún la avidez de Xalpen no disminuía; por el contrario, se excitaba con cada llegada de los kloketen. Hasta que su furia por la carne humana se desencadenaba Y arrojándose sobre ellos los despedazaba uno por uno, desde el cuello hasta el vientre, usando la larguísima uña de su índice. Cuando acababa con uno, sacudía el suelo con un gran golpe. Los hombres aullaban en el interior del hain procurando dominarla a la vez que atontados por la terrible muerte de sus hijos.
Esta escena de horrores era pues la farsa más completa imaginable En realidad los hombres en el interior del hain no se ocupaban sino en hacer los efectos de sonido. Gritaban y golpeaban el suelo representando así el drama para el público (las mujeres). Durante la bulla los kloketen estaban sentados tranquilos unos y quizás preocupados otros, pensando en la angustia de sus madres que les creían devorados por el monstruo femenino.
Las mujeres, afuera, oyendo los gritos de sus maridos, los gemidos de sus hijos y los golpazos de Xalpen se desesperaban y sollozando, cantaban para implorar a Xalpen que tuviera piedad de sus hijos. Y a veces agobiadas por su impotencia, las madres cantaban blasfemias a Xalpen:
“Cabeza de piedra.
Cara enfurecida.”
Y la tierra también temblaba con el furor de Xalpen.
Hasta la aniquilación de esta cultura, hacia fines del siglo pasado, el secreto del hain fue rigurosamente ocultado a las mujeres de todas las edades y a los varones aun no iniciados. Si, por casualidad, una mujer, descubría el secreto, encontraba pronto la muerte, supuestamente embrujada por un chamán, a menos que, sabiendo la verdad, no la dejara entrever.
Si el “personaje” de Xalpen es el símbolo de la mujer que traicione su propio sexo al destrozar y comer los hijos de las mujeres, Luna permanece siempre fiel al suyo, pero tan excesiva es su fidelidad que las mismas mujeres la repudian porque, aunque movida por pasiones diametralmente opuestas a las de Xalpen, comete la misma atrocidad, esto es, ella también “come” a los varones. Así, nos parece, que entre la mística del hain y la de Luna, la sociedad selk’nam resolvía el conflicto que simbólicamente amenazaba su equilibrio: conflicto entre los sexos por el dominio traducido como la derrota del matriarcado mitológico frente al patriarcado real.
Pasemos rápidamente por algunos aspectos del rito lunar.
Desde que el mundo es lo que es, la Luna se pone en eclipse para mostrar que mantiene su cólera en contra de los hombres, como en el primer instante de su humillación. Su rostro entonces se enrojece de la sangre de los hombres muertos sangrándose y de los que morirán así y la tierra aparece como si estuviera empapada en sangre: la Luna está comiendo a los hombres.
Por sus sueños los xo’on (chamanos) sabían cuando la Luna entraría en este estado. Se reunían entonces de dos, tres o más xo’on con gentes de sus haruwenh respectivos. Las mujeres aparecían pintadas con arcilla roja, sus rostros rayados de arcilla blanca, de la nariz a las orejas. Golpeando el suelo con pieles de guanaco enrolladas, cantaban en coro para apaciguar el furor de la Luna:
“Corazón bueno… Mujer de Apen. Luna a cara ancha.”
Los xo’on pintados de una marca redonda y roja en cada mejilla, lucían un tocado, un po’or, de plumas muy finas además de su larga capa de piel de guanaco y miraban la Luna mientras la cantaban:
“Vámonos a la Hija del Cielo.”
Durante el eclipse el xo’on debía visitar a Luna, en espíritu desde luego. Para eso tenía que estar en estado de trance pues solamente así podría liberar su espíritu (waiyuwen) de su cuerpo. Concentrándose en ella, saltaba y cantaba hasta que sentía que su waiyuwen partía al cielo como un Kehe (un halcón). En ese momento entonaba el grito del halcón que es el pájaro que penetra más profundamente en el cielo.
Luna se sentaba en el ángulo Sud (su sho’on, “cielo”) de un espacio delimitado por cuatro troncos de árboles en representación del espacio del universo, los cuatro cuartos del cielo. Cuando el waiyuwen de un xo’on llegaba junto a Luna, ella le hacía saber si tenía o no, derecho a sentarse. Los que tenían permiso de hacerlo debían colocarse en el lugar que les correspondían por su afiliación a uno de los cuatro cielos, exactamente como en la tierra, en el interior de la choza ceremonial, el hain.
Los favorecidos por Luna, los que tenían permiso para sentarse, no morirían en un futuro próximo Pero el xo’on a quien le era negado permiso para sentarse se encontraba colocado en la sombra de Luna, bajo sus rodillas o detrás de ella. Comprendía entonces que estaba condenado. Luna no lo miraba.
En la tierra, el chamán que veía su toca de plumas en la sombra de Luna y las plumas mojadas de sangre, sentía que moriría pronto, que Luna lo había “agarrado”, que lo había embrujado. Su cuerpo temblando, él cantaba:
“Estoy Allá. Mi cabeza está en la sombra.
Estoy agarrado por la Hija del Cielo. Estoy debajo de sus rodillas.
Alguien me matará. Estoy agarrado por la Luna.”
Entonces las mujeres elevaban sus voces en coro, insultándola:
“Luna – cara quemada.
Cara enfurecida.”
Aquel que Luna “comerá”, ella le mostraba una cosa ensangrentada, sea un puñado de hierbas, una punta de flecha, un desgarrón de su capa (6). Ese sería matado en un combate o aniquilado solo. Los que van a sucumbir por una enfermedad, se ven en la sombra de Luna como un halcón sin plumas.
A sus favorecidos Luna les daba una cosa redonda, de piedra, madera o cuero de guanaco. Y cuando su espíritu descendía a la tierra, otro xo’on se acercaba a él y tomaba con la boca, la cosa redonda que la Luna le había dado. Pero el sentenciado por Luna, descendía sin nada.
Creencias
En el tiempo de hówenh, Lechuza era una mujer. Su nombre era K’uumits en tanto que la palabra que significa al ave lechuza es sank’on. Estaba asociada al Sud, como Luna y era originaria de Apen, el territorio de Luna. Su marido Cheip, Gorrión, pertenecía al Oeste, como Sol. El cazaba guanacos pero a ella no le agradaba esa carne. Un día K’uumits mató a su cuñado armada de un arpón (o una lanza), cortó el cuerpo en pedazos y lo asó; pero cuando empezaba a comerlo oyó llegar a su marido.
-¿”Dónde está mi hermano?” Le preguntó a su mujer. -“No lo sé.”
Fue la respuesta.
Buscando a su hermano, el hombre levantó unas mantas (de piel de guanaco) y allí vio una cadera de su hermano. En este instante K’uumits se transformó en Lechuza y voló hacia la noche riendo. Y se ríe siempre por haber podido comer a su cuñado.
Los selk’nam del territorio de Apen (ubicado al sur de río Grande, en la zona de Lago Blanco) fueron llamados kre-unka, “originarios de Luna”. En el siglo pasado antes de la llegada de los blancos a la Isla Grande, allí vivía una mujer llamada Waa-an. Ella no fue xo’on pero en cada eclipse cantaba sola a la Luna. Adoraba a Luna.
El marido de Waa-an la golpeaba mucho. Abrumada por estos abusos, se armó de un arpón. En ese momento llegó su cuñado que le arrancó el arpón y luego de golpearla le dijo:
“¡Ibas a atacar a mi hermano! Eras como tu hówenh, K’uumits. Quieres comer carne humana. Tú desciendes de Luna y por eso eres tan colérica.”
Y la mató. Luego cuando llegó su hermano le dijo:
“Tu mujer iba a matarte para comerte. Era del hówenh peligroso de comedores de gente.”
No obstante su mitología y creencias, los selk’nam no eran antropófagos como tampoco lo eran los demás grupos indígenas de Tierra del Fuego (7).
Como símbolo de un poder nefasto femenino Luna a veces “comía” a sus eternos enemigos, los hombres. Uno de sus últimos “víctimas” fue un xo’on llamado Kau-opr del haruwenh llamado Kamshkin (por un cerro así nombrado que se sitúa cerca de río Moneta en la región fronteriza, Argentina-Chile). Allí en la década del noventa del siglo pasado todavía vivían unos ocho o diez familias. Kau-opr, sea Kamshkinuxo’on había heredado su poder chamánico de su padre quien había sido muerto por los blancos unos años atrás. El vivía con su mujer y seis hijos varones además de sus seis hermanos, dos de los cuales también tenían hijos, con sus tíos, y demás familia. Un día unos blancos llegaron a caballo al campamento, armados y de improvisto, con la intención de llevar las familias a la misión salesiana establecida entonces en la Isla Dawson. No se sabe como ocurrió el primer encuentro pero mataron a varios hombres, Kamshkinu – xo’on entre ellos. Algunos adultos y niños fueron llevados a la misión en tanto que los demás se escaparon. Kamshkinuxo’on se había convencido que iba a ser matado, fuera por un blanco, fuera por otro indio. Durante un eclipse de Luna que ocurrió algún tiempo atrás su espíritu había hecho el “viaje” a Luna. Ella le habría mostrado un puñado de pasto ensangrentado: estaba kre chinen, agarrado de Luna. Comprendió entonces que ella lo iba a “comer” (8). (*)
(*) Fuente: Este artículo fue publicado originalmente en francés en la revista Objects et Mondes, bajo el título Lune en Terre de Feu. Mythes et rites des Selk’nam, Tomo XII, 1972, pp. 145-158. El texto aquí presentado aquí difiere en algo del original. (A su vez, este texto ha sido previamente editado, en edición digital en Biblioteca virtual de página web de Museo del Fin del Mundo en Ushuaia, Tierra del Fuego, República Argentina.
NOTAS
(1) Aquí no hacemos la distinción entre los selk’nam y los haush. Aunque sus idiomas diferían sus modos de vida eran muy parecidos. (cf. Karukinká, N° 3, 1973, pp. 5-7).
(2) Esta estimación es del Padre Martín Gusinde el etnólogo que más ha estudiado los pueblos indígenas de Tierra del Fuego y quien visitó la zona cuatro veces entre 1918 y 1922. Es el autor de una obra de 1176 páginas, dedicada a una descripción de la cultura selk’nam publicado en Modling bei Wien en 1931, de otra obra de la misma magnitud tratando la cultura vámana (de los Yahganes), de un libro de divulgación “Hombres Primitivos de Tierra del Fuego”, Sevilla, 1951 v de numerosos artículos sobre estos grupos, publicados en revistas científicas alemanes. (3) El idioma selk’nam tiene una serie de fonemas que no existen en los idiomas indo-europeos. En este artículo transcribimos las palabras en selk’nam sin emplear signos especiales y por ende su ortografía es solo una aproximación al verdadero sonido de las palabras.
(4) Todos los hówenh tenían nombres propio diferentes de las palabras comunes con que se designan las cosas en las cuales fueron trans formados. Sin embargo aquí se nombra a lo hówen por las palabras comunes v no por su nombres, porque no me ha sido posible, hasta ahora, conocer todos los que son mencionado en este texto.
(5) Otra versión de este mito dice que fue So quien se dio cuenta. Al comienzo de la ceremonia encontró a una mujer que se estaba pegando plumones para representar al espíritu Ketérnen. Al darse cuenta que Sol le había visto ella se arrojó a una cascada para ocultarse. Se convirtió entonces en el pájaro Ko’oklol (pinzón que vive aún cerca de las cascadas.
(6) Después de la llegada de los blancos a la isla, Luna a veces mostraba un pedazo de uniforme de policía ensangrentado o de cuero de botas para significar que el hombre sería matado por un blanco.
(7) Cf. por ejemplo pp. 25-28 de El Ultimo Confín de la Tierra, E. Lucas Bridges, Buenos Aires, 1952.
(8) Los datos presentados en este artículo fueron recogidos directamente de “informantes” indios. Representan parte del estudio etnológico que la autora lleva a cabo desde 1965 en Tierra del Fuego, Argentina. El trabajo se inició con Lola Kiepja (fallecida en 1966) y se prosigue principalmente con Angela Loij. Federico Echelaite y Luis Garibaldi Honte también han aportado datos importantes. Este estudio se realiza sobretodo gracias al concurso del Centre National de la Recherche Sientifique (París) y en el último aiío también del Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (Buénos Aires).
De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301 (Mensaje original) Enviado: 21/02/2005 1:06
PUERTA AL INFRAMUNDO.
¿ Donde es corazón mio, el sitio de mi vida?
¿ Donde mi verdadera casa?
¿ Donde mi mansión precisa está ?
¡ Yo sufro aqui en la tierra !
¿ Sufres corazón mio ?
¡ No te atormentes mas en esta tierra !
Y ese es mi destino; lo saben todos.
Logré el don de nacer así en la tierra:
En un lugar de purificación.
Con esto ya puedo ir a la hermosura,
a donde está la vida.
¿ Como lo dice el mismo corazón?
¿ Como lo dice?
-no es verdad que vivimos.
no es verdad que venimos a durar sobre la tierra.
¡He de dejar las bellas flores!
He de bajar al reino de las sombras;
luego por breve tiempo se nos prestan
los cantos de hermosura.
NETZAHUALCOYOTL.
PUERTA MAYA
Cuando no se había alumbrado la tierra, no había cielo, no había tierra, entonces en el primer cielo, Dios, El Verbo
tenía sujeta su piedra, tenía sujeta su serpiente, tenía sujeta su substancia.
Allí tambien estaban suspendidos sus angeles.
EL UNIVERSO SAGRADO DE LA SERPIENTE
ENTRE LOS MAYAS