Luna Roja

De: Alias de MSNThe_dark_crow_v301  (Mensaje original) Enviado: 21/02/2005 1:28

RUKSÁS MÁNNU
LA LUNA ROJA
Iria Ciekca Schmidt

LA MITOLOGÍA SAAME – LOS CUENTOS DE LA LUNA ROJA(RUKSÁS MÁNNU):
Rika-Maia (Rijkuo-Maja)
Las Hijas de Dios (Mátta ráhku nieiddat)

Los cuentos de la luna roja
Este proyecto comenzó hace aproximadamente diez años, durante un viaje a Holanda. Por primera vez en mi vida vi libros y estudios sobre los saame, el pueblo autóctono de Laponia; sobre la mitología, los símbolos de los tambores de los chamanes, el espíritu de los saame  y sus relaciones con los dioses y con el Universo. Este proyecto es un viaje que narra la pérdida y la búsqueda de identidad, la historia de mi propio pueblo y, a la vez, mi propia historia. En él he incluido dos cuentos: “Rika-Maia”; una bruja del siglo XVII del Norte de Suecia, y “Las Hijas de Dios”; un cuento sobre las diosas del pueblo saame

Historia
En el siglo XVII empezaron las cazas de brujas en Suecia-Finlandia y en Dinamarca-Noruega. Los saame fueron convertidos al cristianismo a la fuerza. Los chamanes fueron criminalizados. Se secuestraron sus tambores y se iniciaron actos jurídicos contra ellos. Invadidos por el miedo, los saame destruyeron sus tambores y los escondieron en los cimientos de sus viviendas o en las cuevas de los montes. Se han encontrado unos 70 tambores conservados, la mayoría de ellos en Suecia y 3 en Finlandia. Los tambores de los chamanes formaban parte de los ritos de los saame, en los cuales el chamán era el personaje principal. El tambor era una parte esencial de la mitología y de los rituales chamanísticos. Era un instrumento a través del cual se conversaba con los dioses. El tambor representaba el espíritu del chamán y sus símbolos eran muy personales – un secreto entre el ser humano y el dios. En la cosmovisión saame, el chamán tenía un papel importante como transmisor de la cultura y de la herencia espiritual de su pueblo. El chamán era el curandero y el intérprete de las señales de la naturaleza, el líder espiritual. Él no elegía su papel sino que aceptaba este regalo de los espíritus como una vocación y una carga pesada. El pueblo saame ha dibujado más símbolos en la superficie de los tambores que cualquier otro pueblo practicante del chamanismo. El lado de los símbolos del tambor estaba a la vista de todos. Sin embargo, su parte interior pertenecía exclusivamente a su dueño. Contenía el saber esotérico que el chamán transmitía a su sucesor. Las personas que utilizaban los tambores conocían, de manera empírica, la situación y los movimientos constantemente variables del sol, de la luna, de la Vía Láctea, y de las estrellas del macrocosmo.

Pensamientos
Soy consciente de que estoy pisando por un campo de minas. Este tema ha sido, y sigue siendo, un tabú por razones religiosas. Es un tabú entre los saame, puesto que no se ha logrado prohibir la religión natural. La Iglesia todavía lo considera como pecado. Hay que guardar silencio sobre lo que no se puede hablar. La fiebre por la tecnología amenaza con destruir la vida y la cultura de todos los pueblos indígenas – lo que prácticamente ya es un hecho.

Símbolos
He intentado encontrar un lenguaje metafórico que, de algún modo, exprese algo sobre el origen; algo que nos transmita la perspectiva del tiempo y el mensaje original desmañado y “primitivo”. El retumbar de los tambores. El lenguaje de los símbolos, que no siempre agrada al ser humano moderno.

Temas:
Báiki: Un lugar en el corazón, un lugar en el mundo.     
Sáiva: Las aguas bajo el control de los espíritus.
Ruksás Mánnu: La luna roja, los cuentos aún se cuentan.

LA  LUNA ROJA…

“De la misma manera que la luna refleja la luz que recibe del sol.

En estas obras mías no intento contar nada, sino ir reflejando los confines de lo visible y lo invisible.
Me he apoyado en la mitología como un reflejo.

Como un espejo, las imágenes reflejan el presente pasado, y, tal vez, el futuro.
Ha de existir el mundo de los espíritus; visible, invisible, y reflejante. En el momento en que piensas que has visto algo, ya ha desaparecido, como si miraras la superficie del agua.
Alguien ha oído alguna vez los cuentos de la luna roja, alguien ha olvidado algunos.
Sin embargo, siguen viviendo en las mentes, como un reflejo.

Si oyes, desde lejos, el retumbar hueco de un tambor, me alegraré.”

Iria Ciekca Schmidt

La leyenda de Rika-Maia

La mayoría de los brujos eran hombres, pero también había mujeres que se hicieron brujas. Una de estas brujas poderosas era Rika-Maia, una lapona que vivió de 1660 a 1756 en Mausjaur, más allá de Arvidsjaur, en el Norte de Suecia.

Según las leyendas, esta bruja era extraordinariamente rica, y era proprietaria de una gran manada de renos. Era una bruja muy potente, que poseía grandes poderes mágicos. Dicen que Rika-Maia tenía buenas relaciones con Tiermes, el dios de la tormenta. El dios de la tormenta planeaba por los aires en ropa azul y hacía pedazos los montes de Laponia con su martillo. Era el dios del agua y del fuego.

Rika-Maia sacrificaba renos al dios de la tormenta. Durante el sacrificio enterraba los renos de manera que sólo se veían sus cuernos. Si luego se oía el trueno, significaba que se había recibido el sacrificio con satisfacción.

Se dice que, una vez, alguien intentó robar los cuernos de un reno sacrificado, pero entonces le mató la tormenta.

Los sacrificios se hacían en un lugar que se llamaba el Pantanal de la Tormenta, a las afueras de Arvidsjaur.

Una vez se encendió un violento incendio forestal que amenazaba los pastizales de los renos de Rika-Maia. Entonces, Rika-Maia, que se había quedado ciega al llegar a la vejez, pidió que su sirviente la llevara al río Mausjaur. Ahí vadeó un largo trayecto y echó un velo sobre su cabeza. Luego empezó a silbar y a lanzar agua mientras tocaba su tambor. Entonces surgió un nubarrón de la nada y empezó un aguacero que extinguió el incendio.

Antes de su muerte, Rika-Maia pidió que la enterraran en el Storberget (el gran monte) a fin de que pudiera oír el ruido de los cascos de sus renos cuando estuviera tendida en su tumba. Amenazó, si no se realizara su deseo, con destrozar toda su manada de renos.

Cuando se murió Rika-Maia, según su yerno, hubiera sido demasiado pagano enterrarla en el monte, y, por consiguiente, la enterraron en un cementerio.

El año siguiente fue un año difícil de cría de renos y las manadas de renos fueron yendo más y más lejos, y bajaron hasta el litoral del Océano Antártico. No se pudo hacer parar a los renos, que al final llegaron hasta el océano y se desaparecieron en el hielo, donde perdieron su vida.

De esa manera, se hizo realidad la amenaza de Rika-Maia. Hoy en día, el monte donde quería ser enterrada la bruja se llama Kärringberget (el monte de la mujeruca).

Las Hijas de Dios

Las diosas en la religión precristiana de los saame

Los saame han tenido muchos dioses. Cada dios tenía su propio papel importante. El dios del mundo, Mailmen Radien, era considerado como el dios principal.

Mailmen Radien era el dios de la fertilidad muy potente que mantenía el orden en el mundo. Él decidía la suerte de los renos, y también controlaba las acciones de ciertos dioses. Se le sacrificaban, en rituales sangrientos, por ejemplo, órganos genitales de los renos. Tanto las mujeres como los hombres podían rendir culto a Mailmen Radien.

Entre otros dioses se encontraban Tiermes (Horagállis), el dios de la tormenta, Bieggaolmmái, el dios del viento y del tiempo, y Beaivvi nieida, el dios del sol muy exigente, al que había que sacrificar renos blancos. El dios de la luna era Mánnu. La luna y el sol tenían significados muy importantes en la mitología saame. Eran antagónicos tanto en lo bueno como en lo malo. Mientras que la luz, el calor y la fertilidad eran símbolos del sol, la luna, a su vez, era la hora en que vagabundeaban los espíritus malos.

Las mujeres tenían sus propias diosas especiales. Se llamaban las diosas Áhkká. Había cuatro diosas Áhkká: Máttaráhkká, que era la madre de las madres. Ella tenía tres hijas; Sáráhkká, Juksáhkká y Uksáhkká. Se creía que las diosas Áhkká eran espíritus de los difuntos que tenían poder tanto en la vida como en la muerte. Incluso la gobernante del reino de los muertos, Jábmiidáhkká, era una diosa Áhkká.

Durante el nacimiento de un niño se necesitaban todas estas diosas. Máttaráhkká, Sáráhkká, Juksáhkká, y Uksáhkká eran las diosas más importantes en una tienda lapona. Cada diosa tenía su propio sitio en la tienda, debajo del suelo.

Durante el nacimiento de un niño, el dios supremo, Mailmen Radien (Vearalden Olmmái), manda el espíritu a la diosa Máttaráhkká, que le da la vida. Es la protectora más alta de los vivientes. Máttaráhkká, por su parte, traspasa el espíritu a sus hijas, y así entra este espíritu vivo en el cuerpo de una mujer. Luego deciden Juksáhkká y Sáráhkká lo que va a ser de esta vida; si va a ser una niña o un niño.

Sáráhkká cría la carne alrededor del espíritu en la matriz y se ocupa de que vaya bien el parto. Si le sacrifican algo, ayuda también con los problemas de la menstruación. Sáráhkká vive en el centro de la tienda, debajo del fogón. Protege a la gente que vive en la tienda, también al padre. Sáráhkká se representa con una ramita bifurcada en la mano, que simboliza su capacidad de abrir y ayudar a las mujeres en el parto.

La diosa Juksáhkká protege a la madre y al niño. Una de sus responsabilidades es también definir el sexo del niño. Se representa con un arco en la mano, que es el símbolo del sexo masculino. Puede transformar a las niñas en niños. Y si acepta el sacrificio, manda al niño al dios Leaibolmmái, el dios de la caza.

Uksáhkká está de guardia en la puerta; es su sitio en la tienda. Se representa con un bastón en la mano. Cuida al niño después de su nacimiento. Uksáhkká es la cuidadora del niño, que le previene de caerse ni golpearse cuando está aprendiendo a andar.

Tal vez la más popular y la más querida de estas diosas Áhkká era la diosa Sáráhkká. Se le pedía ayuda y se le rezaba. No sólo las mujeres sino también los hombres la veneraban. Se le sacrificaba todo tipo de comida y bebida.

Durante la celebración de nacimiento de un niño, antes del parto, las mujeres bebían vino y comían papilla de Sáráhkká. A Sáhrákká se le sarificaban crías de reno, perros, pájaros, etc.

Cuando el niño era pequeño, sus dioses más cercanos eran Máttaráhkká y sus tres hijas. Las chicas y las mujeres las mantenían como sus diosas durante toda su vida.

Los chicos adaptaron otros dioses cuando empezaron a seguir a sus padres en los bosques para aprender a criar renos, pescar, y cazar.

¿Podría ser que los dioses masculinos estaban durmiendo mientras las diosas eran activas? Se ocupaban de que la vida continuara de generación en generación.

En el reino de los muertos Jábmiidáhkká mide la longitud de la vida. En la muerte el espíritu va al reino de los muertos -no se muere. Simplemente deja al cuerpo y pasa a otro estado, a otra existencia.

Estas diosas, Máttaráhkká y sus hijas, representaban poderes positivos y se especializaban en la ayuda de los seres humanos y, particularmente, en la ayuda de las mujeres.