El Barco

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 20/04/2006 11:19
En un barco viajaban 10 personas que se llevaban muy mal, discutían y peleaban constantemente. Tanto se molestaban entre si que decidieron dividir el barco en 10 partes iguales, y de esta manera cada uno sería amo y dueño de su sector.

Estando separados no se pelearían – pensaban – . Y así navegaron, tranquilamente hasta que uno de los hombres empezó a agujerear el piso con un taladro. Los otros 9 hombres, al ver que el barco se estaba hundiendo, corrieron hacia el gritándole:

¿Qué haces?

¿Estás loco?

¿Nos quieres matar a todos?

A lo que él sólo respondió:

– Esta es mi parte del barco. Y en ella hago lo que yo quiero.

Pero la última palabra no se escuchó, porque ya todos estaban en el fondo del mar, junto con el barco.

Saber que todos estamos en el mismo barco es una de las premisas que más nos pueden ayudar para mejorar las condiciones del mundo en el que vivimos.

No podemos pensarnos solos, quienes nos rodean comparten parte de nuestro destino.

Tengamos la amplitud de criterio necesaria para ser conscientes de la importancia de respetar a quienes están con nosotros.

Lente de Contacto

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 19/04/2006 12:51
Lente de Contacto

Brenda era una joven mujer que fue invitada a escalar rocas. Aunque esto le causaba mucho miedo, fue con su grupo a un tremendo risco de granito. A pesar de su miedo, se colocó el equipo, tomó un extremo de la cuerda y comenzó a enfrentar la roca. En determinado momento, llegó a un borde, donde pudo tomar un respiro.

Mientras estaba ahí, la cuerda de seguridad golpeó contra un ojo de Brenda y le sacó su lente de contacto

Bueno, ahí estaba ella en el borde de la roca, con cientos de metros bajo ella y cientos de metros sobre ella. Por supuesto que buscó y buscó, esperando que hubiera caído en el borde, pero simplemente no estaba el lente.

Ahí estaba ella, lejos de casa, con su vista borrosa. Estaba desesperada y comenzó a enfadarse, por lo que oró al Señor para que la ayudase a encontrar su lente. Cuando llegó a la cima, un amigo examinó su ojo y su ropa buscando el lente, pero no la pudieron encontrar. Ella se sentó, desalentada, con el resto de la gente, esperando a que los demás llegaran a la cima.

Ella miró a través de las montañas, pensando en el verso de la Biblia acerca de que los ojos del Señor observan alrededor de toda la tierra y pensó:

“Señor, Tú puedes ver estas montañas. Tú conoces cada piedra y cada
hoja, y Tú sabes exactamente dónde está mi lente de contacto. Por favor ayúdame.”

Finalmente, bajaron. Al pie de la montaña había un nuevo grupo de alpinistas comenzando a enfrentar el risco. Uno de ellos gritó: “Oigan, jóvenes! ¿Alguien perdió una lente de contacto?”.

Bueno, esto hubiera sido suficientemente inquietante, pero… ¿Sabes cómo el alpinista vio el lente de contacto? Una hormiga se movía lentamente a través de la roca, cargando el lente.
Brenda me dijo que su padre era caricaturista. Cuando ella le platicó esta increíble historia de la hormiga, la oración y el lente de contacto, él dibujó una caricatura de una hormiga cargando un lente de contacto, diciendo:

-“Señor, no sé por qué Tu quieres que yo cargue esta cosa. No puedo
comérmela, y está extremadamente pesada. Pero si eso es lo que Tu quieres que yo haga, yo la cargaré para Ti.”

Hablamos de cargas pesadas en esta vida… Decimos a diario ¿por qué a mi? ¿por qué tanto? ¿ qué hice para merecer esto? … En esas cargas, en ese peso, en ese sentir que nos quebramos se esconden las grandes enseñanzas, las grandes pruebas, los desafíos…Podemos tratar de llevar esa carga y aún sintiendo que se nos doblan las piernas tratar de resistir, de seguir o podemos dejarnos vencer…

Todos pasamos alguna vez por una situación en la que no sabemos cómo seguir, en que las fuerzas se nos debilitan, en que queremos abandonar la lucha, dejarnos vencer. Pero no podemos hacerlo… Todo sucede por una razón talvez incomprensible en un primer momento pero pasado el tiempo cuando la carga desaparece o su peso es menor y tomamos distancia nos damos cuenta de cuanto crecimos, y de la enseñanza que encerraba ese pedacito de nuestra historia y así tenemos que entender que todo lo que vivimos bueno o malo nos prepara para ser mejores personas…

Nómadas del viento

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 17/04/2006 14:43
Nómadas del viento

Duna
© Mark Karstad

Érase una vez un desierto. Un desierto de arenas cambiantes. Dunas rojas por el sol y el calor asfixiante. Un océano de arena que a primera vista parecería muerto, pero que ante unos ojos expertos rebosaba vida.

Esta es la historia de una caravana que nunca llegó a su destino.

Todo empezó un día…

Los camellos se asustaron. Abrieron las aletas de sus narices, nerviosos y atentos. El hombre cubierto por completo, solo dejaba vislumbrar una pequeña rendija para poder observar a su alrededor.

El jinete y su montura llegaron al límite de la duna y en el fondo de la siguiente se hallaba la causa de su nerviosismo. Un grupo de gente caminaba acompañada de sus camellos y enseres.

Dictan las normas de cortesía que al encontrarse en el desierto el saludo debe de ir acompañado de hospitalidad. Allí mismo plantaron las tiendas ya que la noche se le echaba encima. Era raro no encontrarse con alguien, ya que los caminos, aunque no marcados por nada ni por nadie, existían. Como sí una memoria ancestral guiara a las caravanas hacia su destino.

Así fue ocurriendo durante varios días y se iban acercando hacia el oasis, punto final de su recorrido.

A través de muchos años, se habían establecido alianzas y compromisos en el uso del agua y del fruto de las palmeras del oasis. Pero aún así existía en ese lugar un venerable anciano al que todos recurrían cuando surgía algún problema. O para oír de su experiencia en algo que se desconocía.

Llegó un día en el cual el anciano reunió a todos los viajeros de las arenas. Era de noche y sólo el techo lleno de estrellas les cobijaba.

Les convocó para contarles un secreto, solo por él conocido. Todos respetaban al anciano pues les había dado muchas muestras de sus acertados consejos a lo largo de los muchos años que le conocían.

Les habló así:

– Queridos hijos, hermanos. Os he visto crecer y os he seguido aún en los sitios en los que creíais que ya no me alcanzaba la vista. Así que creo saber como sois realmente. Estáis viniendo a este lugar para dar de beber a vuestros animales y habéis tomado este oasis como punto final de vuestro viaje. Pero no es así.

Un murmullo de sorpresa se extendió entre los presentes. Alguno pensaron que el viejo desvariaba.

– Os digo que más allá de estas dunas que nos protegen. Más allá del Desierto Negro, existe un oasis donde el agua fluye desde el cielo…

– ¿Cómo sabes eso, anciano?

– Lo sé porque yo nací allí. No debéis conformaros con este agua, porque aunque vosotros la veáis limpia y pura, y os quite la sed, os aseguro que la del Nacimiento es incomparable.

La mayoría de los que estaban oyéndole empezaron a retirarse pensando que era tarde, que para qué ir tan lejos si ya estaba allí el agua, para que arriesgarse… Encontraron mil excusas.

Quedaron solo unos pocos asombrados por lo que oían.

El anciano les miró y dijo:

– Entre vosotros algunos han reconocido el lugar del que hablo, otros os quedáis por curiosidad y otros porque se quedan los demás. Sed honestos con vosotros mismos y quedaos sólo si sentís la llamada. El viaje será peligroso y a la vez fascinante. Aprenderéis muchas cosas y tendréis que renunciar a muchas más. Pero la recompensa que obtendréis superara todas vuestras expectativas. Mañana por la mañana iniciaremos el viaje.

– ¿Cómo, tú también vienes?

– Naturalmente, ¿es qué acaso alguno de vosotros sabe llegar al lugar del cuál os hablo?.

Al día siguiente, cuando el sol despuntaba sobre las dunas, los que iban a iniciar el viaje, recogieron todas sus pertenencias dispuestos a continuar por el Desierto Negro, así llamado porque el sol había requemado el suelo de tal manera que parecía carbón.

Al cabo de poco tiempo comenzaron a formarse grupos de personas que hablaban entre ellas. El anciano les observaba y comprendía. Entre ellos hablaban de si era correcto dejar el mando de la caravana a alguien tan anciano, e incluso alguien empezó a comentar en voz alta su inseguridad ante el viaje iniciado.

Todo ese día siguió igual y al llegar la noche el anciano les hizo parar y convocó una reunión.

– Escuchad. Aquellos de vosotros que estáis aquí por curiosidad, aún estáis a tiempo de volveros atrás, conocéis el camino de vuelta. Los que os quedáis porque siempre habéis estado siguiendo a otro, os digo lo mismo, ya que a partir de mañana aunque vayamos juntos cada uno debe de velar por sí mismo. Debe de confiar en la huella del camello que lleva delante. Procurad no dormiros, ya sabéis que la muerte aguarda en el sueño.

Y vosotros, aquellos que tenéis constancia de la verdad. Continuad en vuestra creencia. Yo os conduciré al final. Mi compromiso con vosotros es tanto o más que el vuestro conmigo.

Acto seguido, algunos de entre todos ellos dijeron que se marchaban. Preferían seguir como antes, que no veían seguro el resultado del viaje…

Pasaron varios días, y en su recorrido del desierto sucedió que se encontraron viajeros que se unieron a su caravana y algunos de la caravana que la dejaban por diversas razones.

Pero el tiempo pasaba, y ni todos los curiosos, ni todos los acompañantes se habían marchado. Resultaba que en sus corazones no anidaba el anhelo de la verdad, sólo el ver que era aquello de lo que se hablaba y los otros, en su cobardía, no querían aceptar que estaban allí sin desear estar.

De nuevo, por la noche, el anciano los reunió:

– Sé que entre vosotros anida la duda del viajero. Empezáis a pensar en lo que habéis dejado atrás. Tenéis miedo a lo desconocido que hay más adelante. Solo os pido que confiéis en mí. Estáis aquí por libre voluntad, y si conseguimos estar más juntos, lo que empezó como una reunión de gentes dispersas conseguiremos transformarlo en un autentico pueblo. No desesperéis. No queráis ver ya el oasis de la Fuente, aún queda mucho camino. No prestéis vuestros oídos a todos aquellos que llamándose vuestros amigos quieren apartaros del camino que lleváis en el corazón.

Siguieron pasando los días. Los puntos de desunión y unión se iban cada ensanchando vez más. Se llegó a plantear en una reunión, en la que no estaba presente el anciano, el continuar el camino por otro lugar menos agreste y que fuera más gratificante. Alguno entre ellos les dijo que él había oído hablar que parecía ser había otras caravanas surcando el mismo desierto, que si se unían a ellas todo iría mejor, y más cosas…

El anciano conocía todas estas cosas y su corazón se entristecía. Él les había abierto las puertas del conocimiento, del conocerse a sí mismo, y ellos mismo le planteaban que estaba equivocado. ¿Cómo podía estarlo si él era quien había hecho la ruta que ahora ellos pretendían conocer mejor que él?

El clima de los viajeros llegó a tal extremo que uno de los que no eran corrió el rumor de que el anciano estaba perdiendo el juicio, que ya no podía seguir guiándolos porque lo que hacía no estaba bien, que él sabía que las cosas no eran de la manera tal como el anciano lo contaba. De nuevo la duda anidó en los corazones de los viajeros. Pero lo que más le dolía al anciano era que nadie de entre todos ellos se dirigiera a él para preguntarle nada, sino que daban crédito a alguien que ni siquiera había hecho esa ruta con anterioridad. Pero el anciano les dejó hacer. Si estaban con él voluntariamente él no era nadie para obligarles a hacer algo que no querían.

Aún así los convocó a una última reunión: Y dijo:

– Cuando iniciamos este viaje, todos vosotros vinisteis voluntariamente. A nadie obligué. Os conté el lugar de la Fuente, el lugar donde yo nací. Y vosotros aceptasteis venir. Os avisé que era un viaje largo y duro. Y sin embargo, ahora, habláis de otros lugares, de otras rutas. No os puedo detener. Os dije que había tres grupos entre vosotros. Vosotros habéis elegido a que grupo queréis pertenecer. Sólo una cosa más. Yo he de continuar mi viaje, y lo haré aunque continúe en solitario. El desierto es ancho y lo recorren innumerables sendas. Esta es la mía y el que quiera caminar por ella debe hacerlo de acuerdo a las reglas establecidas para este camino.

Los miró uno a uno, con gravedad y una extraña sensación se apoderó de los corazones de los viajeros. Se miraron entre ellos y cuando volvieron su vista hacia donde había estado el anciano, no había nadie.

Un revuelo recorrió a todos. ¿Qué hacían? ¿Hacia dónde dirigirse? Ahora, incluso aquellos que hablaban, que decían saber otros caminos, callaban. Solo unos pocos se levantaron de la arena y mirando a las estrellas continuaron caminando.

Dicen los narradores de historias que esta es una historia inacabada. Que la tribu de los que se levantaron aún sigue caminando aunque sin saber hacia donde dirigirse, sólo recuerdan que un día el anciano mencionó La Estrella y ellos ya no buscan la Fuente, si no ese punto de luz que los alumbre en su caminar a ningún lugar.

¡Ah! Se me olvidaba. ¿Sabéis el nombre por el que eran conocidos?

Las tres cuerdas

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 16/04/2006 12:45

En Noviembre 18 de 1995, el violinista Itzhak Perlman, …subió al escenario para dar un concierto en el salón Avery Fisher del “Lincoln Center” en la ciudad de Nueva York.

…Si usted alguna vez ha estado en un concierto de Perlman, sabe que subir al escenario no es un logro pequeño para él.

Él fue afligido de polio cuando era niño; tiene abrazaderas en ambas piernas y camina con la ayuda de muletas…

…Verlo caminar sobre el escenario de un lado al otro, paso a paso, lenta y penosamente, es una escena impresionante.  El camina penosamente pero majestuosamente, hasta que alcanza su silla.

Después se sienta y lentamente pone las muletas sobre el piso, abre los broches de las abrazaderas en sus piernas, recoge un pie y extiende el otro hacia adelante.

Después se inclina y recoge el violín, lo pone bajo su barbilla, hace una seña al Director y procede a tocar.

Hasta ahora, la audiencia ya estaba acostumbrada a este ritual. Permanecían silenciosamente sentados mientras el caminaba por el escenario hasta su silla.

Permanecían respetuosamente en silencio hasta que él estuviera listo para tocar; pero esta vez, algo ocurrió…

Justo cuando el terminaba de tocar sus primeras barras, una cuerda de su violín se rompió…  Uno podía oír el estallido.  Salió disparada como bala por el salón.

No había duda de lo que ese sonido significaba.  No había duda de lo que el tendría que hacer.

Los que estaban ahí esa noche tal vez pensaron:

“Para esta, él va a tener que ponerse de pie, abrocharse las abrazaderas, recoger las muletas, y cojear hasta afuera del escenario para encontrar otro violín u otra cuerda.”

Pero no fue así.  En su lugar, él espero un momento, cerró sus ojos y después hizo seña al Director para empezar a tocar… …

La orquesta empezó y él tocó desde donde había parado.  Él tocó con tanta pasión, con tanto poder y con una claridad que nunca antes nadie había escuchado.

Claro, cualquiera sabe que es imposible tocar una obra sinfónica con sólo tres cuerdas.  Lo sé yo y lo sabe usted. Pero esa noche Itzhak Perlman se rehusó a saberlo.

Uno podía observar cómo modulaba, cambiaba y recomponía esa pieza en su cabeza.  Tenía que encontrar en las tres cuerdas restantes los sonidos que tenía que darle la cuerda faltante.

Y esto, a velocidad de concierto. Y esto, en medio de la ejecución de una pieza ya de por sí complicada para cuatro cuerdas…

Cuando él terminó, había un silencio impresionante en el salón.  Después la gente se levantó y lo aclamó.  Había una explosión de aplausos desde cada rincón del auditorio.

Todos estábamos de pie, gritando y aclamando, haciendo todo lo posible para mostrar cuánto apreciábamos lo que él había hecho.

Él sonrió, se secó el sudor de sus cejas, alzó su arco para callarnos, y después dijo, no presumidamente, sino en un tono tranquilo, pensativo, y reverente:

“Ustedes saben, algunas veces la tarea del artista es la de averiguar cuánta música podemos producir con lo que nos queda”

¡Qué frase tan poderosa!  Se ha quedado en mi mente desde que la oí. ¿Y quien sabe?  Tal vez esa sea la definición de la vida, no sólo para los artistas sino para todos nosotros.

He aquí un hombre que se ha preparado por toda su vida para producir música con un violín de cuatro cuerdas, quien, se encuentra de repente en medio de un  concierto con sólo tres cuerdas; y entonces produce música con tres cuerdas, y la música que él produjo esa noche con solo tres cuerdas era más bonita y más memorable, que cualquier otra que él haya producido con cuatro cuerdas.

Entonces, tal vez nuestra tarea en este mundo inestable, cambiante, y perplejo en el que vivimos es la de producir música, primero con lo que tenemos, y después, cuando esto ya no sea posible, producir música con lo que nos queda.

Loreley y el Angel del piano

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 15/04/2006 16:09
Loreley y el Angel del piano

http://www.usuarios.interar.com.ar/josnell/loreleyelangelyelpiano.htm

Angel del piano ( composicion de imagen: Viviana de Camino

Había una vez, un niñita que vivía con sus padres, en una casita de un pueblo pequeño, rodeado de bosques.

Su papá era un violinista que aunque era muy talentoso, eligió estar cerca de su familia, y entonces daba clases gratis para los niños del pueblo, actuando en todas las fiestas del mismo.

Su mamá hacía las tareas de casa, y  era una gran pintora que cumplía su vocación en los ratos libres.

Ella pintaba angeles.

Angel del lago ( composicion de imagen: Viviana de Camino

La niñita, llamada Loreley, estudiaba piano, ya que su padre había visto en ella, grandes  dotes para ser una excelente ejecutante.

Todas las mañanas, estudiaba, luego de cumplir sus otras tareas, ayudando a su madre en los quehaceres domésticos.

Mientras estaba encerrada en el estudio, escuchaba las risas y juegos de sus amiguitos.

Amaba la música, amaba el piano, la música que estudiaba, pero soñaba con ser una más entre los niños que reían alegres, corriendo por las pequeñas calles del poblado.

Un día, todos los niños, planeaban  una excursión a la montaña, y estaban pletóricos de alegría. Proyectaban lo que harían, preparaban sus viandas, su juguetes.

Loreley pidió a su padre que la eximiera del estudio ese día. Pero él, un buen hombre, muy conciente de las obligaciones, le dijo que no. Ella se debía a su estudio.

El día de la excursión, vio pasar por la ventana, todo el grupo de niños, en gran jolgorio.

Se sintió mucho más sola. Pero de pronto, se pudo a tocar un Nocturno de Chopin, que sabía de memoria, porque sus ojitos estaban nublados por las lágrimas y no podía ver la partitura.

En un momento, desvió la vista del teclado, y vio la imagen de uno de los cuadros de su madre.

Era un angelito de  largos cabellos, vestido celeste casi blanco, una capa azul y alas maravillosas de color blanco.

De pronto, vio que una fuerte luz, blanca, resplandeciente, salía desde esa imagen.

Ella siguió tocando, convencida que era una ilusión óptica.

Pero la imagen fue tomando una dimensión más grande, hasta que de a poco, salio del cuadro, y se posó al lado de Loreley.

Ella iba a interrumpir su interpretación, un poco asombrada, otro poco confusa, ya que creía estar teniendo una visión.

Cuando de pronto, el ángel le comenzó a hablar sin palabras. Ella sabía lo que el ángel le decía, pero no escuchaba sonido alguno de su boca.

Se dio cuenta que la voz salía desde las notas del piano, y ella entendía perfectamente lo que le estaba diciendo.

¿Qué le decía el ángel?

“Loreley: tú tienes un Don divino, que Dios te concedió. estás haciendo algo mucho más importante, que jugar como todos los niños.

Pero se que a tí te gustaría estar con ellos. Ser como ellos.

Por eso, cada vez que interpretes, yo volveré, y te llevaré en un rayo de luz, hasta donde quieres estar.

El piano seguirá sonando, a tí se te verá aquí, pero estarás con los niños, y podrás jugar con ellos. Pero también te llevaré por paisajes, lugares que tú no conoces, y verás todo lo que hasta ahora no has podido.

Cada vez que interpretes esta música, aquí me encontrarás.

Ahora, vamos a partir”

Loreley, sintió una gran felicidad, y se vio de pronto elevada en los dulces brazos, que suave y prontamente, la llevaron hasta el lugar donde todos los niños del pueblo estaban .

Jugó con ellos, hizo rondas, cantó, bailó, nadaron en un lago, escalaron un cerro y muchas cosas más.

Llegó la hora de volver, y el ángel, la tomó en su brazos, dejándola en su estudio, otra vez.

Así, cada vez que se ponía a estudiar e interpretar el piano venía su ángel, que la llevaba a los lugares más hermosos.

Un día, siendo la niña ya más grande, el ángel le dijo:

“Desde hoy, ya no volveré a buscarte. Pero tú sabes el camino, cuando estés interpretando obras maravillosas en tu piano, seguirás visitando los lugares más hermosos, y tu alma entrará en un regocijo muy grande. Nunca más te sentirás sola. Todos se preguntarán cómo haces para transformarte en alguien especial cuando estás en el teclado. Tú verás mi  luz desde el cuadro, y, sabrás el porqué”

Así, cuando la gente se maravillaba diciendo_”Cuando  interpretas el piano, te transformas, pareces un ángel con un tesoro en tus manos”

Loreley, sonreía mientras seguía tocando el piano…. sabiendo su secreto.

Las Muletas-1950

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 14/04/2006 13:30
Las Muletas

Una vez un hombre se lastimó una pierna. Tuvo que caminar con una muleta. Esta muleta le resultaba muy útil, tanto para caminar como para muchas otras cosas.

Enseñó a toda su familia a usar muletas, transformándose pronto en un objeto utilizado en la vida diaria. Era parte de la ambición de todos el llegar a poseer una muleta. Algunas estaban hechas de marfil, otras adornadas con oro.

Se abrieron escuelas para enseñar su uso; fueron creadas cátedras para ocuparse de los aspectos superiores de esta ciencia.

Unas pocas, muy pocas, personas empezaron a caminar sin muletas, Esto era considerado escandaloso, absurdo. Además existían tantos usos para las muletas. Algunos protestaron y fueron castigados.

Trataron de demostrar que una muleta podía ser usada a veces, cuando fuese necesario, o que muchos de los usos que se le daban a las muletas podrían ser suministrados de otras formas. Pocos escucharon.

Para vencer los prejuicios, algunas personas que podían caminar sin ellas comenzaron a actuar de una manera totalmente diferente a la establecida por la sociedad. No obstante, seguían siendo pocos.

Cuando se descubrió que, habiendo usado muletas durante tantas generaciones, pocas personas podían, de hecho, caminar sin ellas, la mayoría «demostró» que eran necesarias.

«Aquí – dijeron – tenemos un hombre. Traten de hacerlo caminar sin muletas. ¿Ven? No puede.»

«Pero nosotros estamos caminando sin muletas», les recordaron los que caminaban normalmente.

«Eso no es cierto, es una mera fantasía de ustedes», dijeron los tullidos, que para entonces también estaban volviéndose ciegos; ciegos porque se rehusaban a ver.

Historia Sufí

Angeles en el callejón

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 04/04/2006 13:15

ANGELES EN EL CALLEJON

Diana, una joven estudiante cristiana de la universidad, estaba en casa por el verano. Fue a visitar algunos amigos en la noche y por quedarse platicando se le hizo muy tarde, mas de lo que habia planeado y tuvo que caminar sola a su casa.

No tenia miedo porque vivia en una ciudad pequeña y vivia solo unas cuantas cuadras del lugar. Mientras caminaba a su casa, oró a Dios que la mantuviera a salvo de cualquier mal o peligro. Cuando llego al callejón que le servia como atajo para llegar mas pronto a su casa decidio tomarlo, sin embargo cuando iba a la mitad, noto a un hombre parado al final del callejón y se veia como que estaba esperando por ella.

Diana se puso nerviosa y empezo a pedir a Dios por protección. Al instante un sentimiento de tranquilidad y seguridad la envolvio, sintio como si alguien estuviera caminando con ella; llego al final del callejón y pasó justo enfrente del hombre y llego bien a su casa.

Al siguiente día, leyó en el periódico que una joven habia sido violada en áquel mismo callejón unos 20 minutos después de que ella pasara por alli. Sintiendose muy mal por esa tragedia y pensando que pudo haberle pasado a ella, comenzo a llorar dando Gracias a Dios por haberla cuidado y le rogo que ayudara a la otra joven.

Decidio ir a la estación de policia, penso que podria reconocer al hombre y les dijo su historia. El policia le pregunto si estaria dispuesta a identificar al hombre que vio la noche anterior en el callejón, ella accedio y sin dudar reconocio al hombre en cuestion. Cuando el hombre supo que habia sido identificado, se rindio y confeso.

El policia agradecio a Diana por su valentía y le pregunto si habia algo que pudieran hacer por ella, y ella le pidio que le preguntaran al hombre porque no la ataco a ella cuando paso por el mismo callejón; cuando el policia le pregunto al hombre el contesto: “Porque ella no estaba sola, habian dos hombres altos caminando uno a cada lado de ella”.

NO SUBESTIMES EL PODER DE LA ORACION.

Que Dios te siga bendiciendo.

El árbol de manzanas

De: Alias de MSNLUNA200620  (Mensaje original) Enviado: 01/04/2006 11:29

El árbol de manzanas

Este era un enorme árbol de manzanas al cual un niño amaba mucho. Todos los días jugaba a su alrededor, trepaba hasta el tope, comía sus frutos y tomaba la siesta bajo su sombra. El árbol también lo quería mucho.

Pasó el tiempo, el niño creció y no volvió a jugar alrededor del árbol. Un día regresó y escuchó que este le decía con cierta tristeza: ¿vienes conmigo? Pero el muchacho contestó: ya no soy el niño de antes que juega alrededor de los árboles. Ahora quiero tener juguetes, y necesito dinero para cómpralos. Lo siento dijo el árbol. No tengo dinero, pero te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas; así podrás comprar tus juguetes.

El muchacho tomó las manzanas, obtuvo el dinero y se sintió feliz. También el árbol fue feliz, pero el muchacho no volvió. Tiempo después, cuando regresó, el árbol le preguntó: ¿vienes a jugar conmigo? No tengo tiempo para jugar; debo trabajar para mi familia y necesito una casa para mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme?  Lo siento repuso el árbol. No tengo una casa, pero puedes cortar mis ramas y construir tu casa.

El hombre cortó todas las ramas del árbol, que se sintió feliz, y no volvió. Cierto día de un cálido verano, regresó. El árbol estaba encantado. ¿Vienes a jugar conmigo? Le pregunto me siento triste, estoy volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar,  ¿puedes dármelo? El árbol le contestó: usa mi tronco para construir uno; así podrás navegar y serás feliz.

El hombre cortó el tronco, construyó su bote y se fue a navegar por el largo tiempo. Regresó después de muchos años y el árbol le digo: lo siento, pero ya no tengo nada que darte, ni siquiera manzanas. El hombre replicó: no tengo dientes para morder ni fuerzas para escalar, ya estoy viejo.

Entones el árbol, llorando, le dijo: realmente no puedo darte nada. Lo único que me queda son mis raíces muertas.

Y el hombre contestó: No necesito mucho ahora, sólo un lugar para reposar. Estoy cansado después de tantos años…

Bueno dijo el árbol, las viejas raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse y  este, alegre y risueño, dejo caer algunas lágrimas.

****Esta es la historia de cada uno de nosotros: el árbol son nuestros padres. De niños, los amamos y jugamos con ellos. Cuando crecemos los dejamos solos; regresamos a ellos cuando los necesitamos, o cuando estamos en un problema. No importa lo que sea, siempre están allí para darnos todo lo que puedan y hacernos felices. Usted puede pensar que el muchacho es cruel con el árbol, pero ¿no es así como tratamos a veces a nuestros padres? 

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