PROYECTO “CÓNDOR”

PROYECTO “CÓNDOR”

especial de CEUFO
escribe “Quique” MARIO
desde La Pampa-Argentina

    El Proyecto Cóndor surgió como conclusión del I Congreso de Investigadores de OVNI realizado en abril de 1999 en la ciudad de Santa Rosa, provincia de La Pampa, Argentina. Por aquel entonces uno de los más veteranos participantes aseveró sobre el evento “este congreso va a marcar historia de la investigación OVNI en el mundo”. De hecho surgieron dos grandes acuerdos entre investigadores de Argentina y Chile, en primer lugar el admitir pública y categóricamente que nos encontramos –sin lugar a dudas– frente a un fenómeno inteligente; y segundo, se aceptó el compromiso de trabajar en un proyecto común de relevamiento y estadística: el PROYECTO CÓNDOR. Con el tiempo, a los grupos iniciales se sumaron investigadores de otros puntos del planeta que hoy participan mes a mes activamente del emprendimiento, único en el mundo por sus sencillas características.

 

EL PROYECTO CÓNDOR

    Frente al bombardeo de información del que somos objeto todos los que nos adentramos en el estudio de este fenómeno, a través de fotografías y filmaciones trucadas y hasta personas que se atribuyen ser voceros de civilizaciones extraterrestres, pasando por recopilaciones metódicas de cientos de miles de casos, este proyecto parece ser insignificante en cuanto al nivel de sensacionalismo que podría producir.

    Sus participantes se ubican en alguna zona del planeta procurando la mejor visibilidad (en lo posible alejado de los centros urbanos para evitar el reflejo de la iluminación artificial). Observan el cielo, sacan fotografías con determinada frecuencia (cada una hora) y filman en forma reiterada el espacio, miden, marcan, anotan durante un período que en principio fue de seis horas, pero que en la actualidad se redujo a cuatro, durante un día prefijado de cada mes.

    Parece, a simple vista, un trabajo de escasa relevancia, sin embargo, de esta aplicación metódica es posible obtener algunas conclusiones que permitirán realizar afirmaciones con un grado de seguridad con el que antes no se trabajó.

    El manejo de información metódica permite realizar estadísticas creíbles y por tanto, resultados del mismo tenor. Las jornadas de observación se denominan ALERTA OVNI y en la primera de ellas, el CEUFO obtuvo una excelente fotografía de un objeto que ninguno de los observadores destacados vio a simple vista: sólo fue captado por película fotográfica de 400 ASA. En jornadas siguientes los resultados fueron irregulares, es decir que en algunas no se produjeron novedades, mientras que en otras se produjeron registros de fenómenos anómalos.

    Si bien el proyecto se inició con un puñado de entusiastas investigadores de campo de Argentina y Chile, con el paso del tiempo y merced a la comunicación fantástica que representa Internet, creció en forma espectacular en poco tiempo.

    En la actualidad, participan activamente del Proyecto Cóndor más de 60 grupos de diecisiete países del mundo que una vez al mes realizan la vigilia del calendario del PROYECTO CONDOR y así, sus integrantes cubren los cielos de Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Puerto Rico, Estados Unidos, España, Méjico, Portugal, Santo Domingo, Venezuela, Uruguay, Perú, Brasil, El Salvador, Nicaragua y Cuba, entre otros.

         

LA BÚSQUEDA CIENTÍFICA

    La investigación del fenómeno se puede realizar de dos maneras: una, sacando conclusiones de casos específicos y otra, analizando la generalidad de ellos. La primera tiene en su contra el hecho de que, en la mayoría de los casos, los testigos o protagonistas no están preparados para realizar una toma de muestras, datos y mediciones, por lo que, además de la anécdota, suele extraerse muy poca información contundente que, no obstante, no es desechable. Por otro lado, aun sacando conclusiones de ese caso específico, no es generalizable al fenómeno OVNI en toda su casuística.

    Surge entonces una segunda opción válida, pues del cotejo de todos los casos surgen conclusiones más rotundas. Para ello es fundamental que todos los interesados en el fenómeno trabajemos mancomunadamente. En definitiva, es a ello a lo que apunta el PROYECTO CÓNDOR.

    Desde un primer momento se realizaron las jornadas de ALERTA OVNI y de ellas surgieron conclusiones sobre la frecuencia normal de aparición de uno y otro tipo de casos y las circunstancias en que se produjeron. Pero ahora, a este trabajo se suma el de la casuística que aportan los investigadores, testigos y protagonistas de los sucesos que permitirán la creación de una base de datos que facilitará la ubicación y comparación de los hechos que se produzcan, almacenados en www.ovni.org.ar .

CALENDARIO

    El acuerdo de fechas para la realización de las vigilias denominadas ALERTA OVNI, que conforman el PROYECTO CÓNDOR, no fue elegido al azar ni mucho menos. Con la coordinación del Centro de Estudios UFO, se acordó realizarlo el primer sábado de cada mes.

    La elección del día sábado no es casual, sino más bien terrenal, ya que a todos los investigadores ese día les permite desplazarse a los lugares de óptima visión con mayor soltura, ya que normalmente se produce por la tarde el cese de las actividades laborales.

    Lejos entonces la determinación del calendario de una supuesta fecha que coincida con las mejores estadísticas. Aún no estamos en condiciones de predecir absolutamente nada en ese sentido y sólo se acuerda en base a la comodidad para los desplazamientos de los puestos de observación.

    Las jornadas de Alerta Ovni para lo que resta del año están fijadas entonces para los días 2 de septiembre, 7 de octubre, 4 de noviembre y 2 de diciembre del año 2000. Al promediar el mes de diciembre, se anuncian las fechas del PROYECTO CONDOR para el año 2001.

HORARIOS

    Si bien en principio se realizaban vigilias de 12 horas,  con el paso del tiempo se acordó reducir las jornadas y adaptarlas cada uno a sus posibilidades. Hoy en día, en cada país los grupos cubren un mínimo de cuatro horas (entre las 21 y la 1 de la madrugada del día siguiente).

    Durante ese tiempo, además de convivir e intercambiar relatos y experiencias, los grupos registran en planillas específicas datos fundamentales para la observación, en los que se detalla la fecha, las horas que comprende, el estado del tiempo, una breve descripción geográfica del lugar en que se instaló el puesto, temperatura, y otros detalles que los investigadores consideren de interés.

    Durante la jornada se anotan en la planilla todos los movimientos que ocurran, ya sea el paso de aviones, satélites, meteoritos y obviamente la observación de algún hecho anormal, que luego se remite al CEUFO a la dirección 2001@cpenet.com.ar donde se centraliza la estadística que luego puede ser consultada por todos los integrantes del proyecto a través de un informe final.

         

SUGERENCIAS DE CEUFO

    El Centro de Estudios UFO propone algunas pautas para poner en práctica durante las vigilias:

a) Cumplir las tomas fotográficas y filmaciones de acuerdo a un parámetro que dispongan los propios investigadores y que facilitarán su ubicación en el tiempo al momento de su revelado;

b) ubicación del punto cardinal Norte que facilitará la distinción de los movimientos que realice un objeto para cotejar con otras informaciones;

c) tener en cuenta las condiciones meteorológicas, datos que se pueden solicitar en las estaciones afines de cada región;

d) observar la nubosidad reinante, humedad y temperatura;

e) en lo posible, conocer de antemano ruta y horario de vuelo de aviones comerciales;

f) tomar referencias de cuerpos de diferentes tamaños a la distancia que nos permitan establecer comparaciones (ej. Si es la mitad de la Luna llena, es un dato muy importante a la hora de sistematizar la información);

g) posición en el espacio: ubicar el objeto con un sencillo procedimiento con nuestro brazo extendido hacia el horizonte y comenzando a elevarlo hasta dar con la posición del objeto lo que nos permitirá estimar el ángulo en el que fue observado (ej.: nuestro brazo extendido sobre la cabeza perpendicular al horizonte, indica un ángulo de 90º).

PROYECTO MONTAUK

PROYECTO MONTAUK:
¿UNA NUEVA MANIPULACION MENTAL COLECTIVA
U OTRA PIEDRA EN EL CAMINO DE LA DESINFORMACIÓN?

escribe Julio Anglada
janglada@openlink.com.br

    Esta es una entrevista a una persona de nombre  Andy Pero. El investigador Preston Nichols, autor de varios libros sobre “control mental”, lo entrevistó luego de un arduo rastreo, pues sabía, gracias a colegas, que este hombre había sido víctima y resultado, a la vez, de un bizarro proyecto donde se combina ciencia ficción y crudo realismo: el llamado “Proyecto Montauk”. Con el pseudónimo de “Mr. Café”, en su libro: “Proyecto Montauk, el fénix inmortal”, Nichols nos presenta una autobiografía  escrita por Pero, con la más reciente información de uno de los pocos sobrevivientes de un terrible programa de control mental ligado directamente a investigaciones que incluían algunos de los más adelantados experimentos en el campo de la relatividad y la física cuántica, viajes interdimensionales y en el tiempo.
    Particularmente, Pero hace comentarios y dilucida sombras sobre sus conexiones con Montauk, interesante relato que aumenta a nuestro parecer el increíble escenario pensado para entender, no sé si correctamente, la tecnología empleada en este proyecto.
    Intencionalmente creado como un super soldado con habilidades psiónicas, involuntario sujeto derivado de un programa de control de la mente subsidiario al ya conocido Proyecto Monarch (basado en un trauma similar al que Cathy O’Brien describe en su biografía de Mark Phillips, “Transformación de América”, una mefistofélica mezcla de manipulación genética, control Mental “silva” y otras técnicas no específicas redundaron en hechos y habilidades parapsicológicas sobrehumanas. Más allá de esto, el señor Pero alegó que fue usado en el asesinato secreto de un “candidato manchuriano” y también en misiones secretas ligadas al Proyecto Montauk, así como en viajes por el tiempo.

    En agosto de 1988, Andy aceptó contar en público sus experiencias, en una conferencia promovida por Preston Nichols y Bob Eure de Philadelphia, lo que dejó a la gente tan impresionada por la sinceridad de su relato que entonces comenzó un verdadero “movimiento” para difundir sus experiencias, hasta entonces sólo compartidas por lectores de revistas desconocidas. Para quienes no estén familiarizados con el trabajo de Nichols, hace más de veinte años que trabaja como consejero en casos de traumas asociados a experiencias de abducciones, apariciones de OVNIs y sobrevivientes de secretos experimentos militares, así como de rituales abusivos y controles de la mente. Es precisamente por la experiencia que le otorga ese currículum que Nichols reconoció en Andy un testigo excepcional de sobrevivencia a experimentos de control mental, y se dijo que su historia no debía quedar oculta.

    Andy nació en Fallon, Nevada, en noviembre de 1959. Su padre fue un teniente de la base aérea de Fallon, en aquella época. Su primera experiencia comenzó cuando apenas tenía dos años y medio de edad. A los cinco, su familia se trasladó a Munich, Alemania, y de allí sus recuerdos del paso por distintos jardines de infantes, cercanos a las bases militares donde su padre estaba surto. Fue en ese entonces cuando se revivieron los “recuerdos” de los dos años de edad, como sesiones tortuosas donde era sometido a sesiones de “shock” así como agujas introducidas en sus oídos y genitales. Lo que los controladores-manipuladores hacían era provocar un trauma extremo para “separar” la mente del cuerpo.

    Ellos hacían esto para desmembrar su mente en varias partes, para que en el futuro pudiese ser programada para hacer cosas tales como proezas superfísicas. Básicamente, ellos desconectaban todos los impulsos normales en un cerebro humano, como emociones y todas las respuestas básicas, y entonces reprogramaban una nueva “unidad”. Lo hacían para eliminar todo rastro de miedo, de manera tal que para cuando programasen nuevas habilidades, uno no tuviera más ese instinto, pese a lo cual, el mismo Andy se encarga de aclarar que “algo falló, porque yo vivo con miedo…”.

    La idea era programar a la gente para hacer, no para pensar. Esencialmente, manejaban y programaban la mente como si esta fuese un ordenador.

    Andy no duda en apuntar al gobierno de EUA como responsable directo de esos proyectos. Relata que uno de los manipuladores que debía efectuarle uno de tantos “lavados cerebrales”, en parte compadecido, señaló que su propio padre lo habría entregado. Lo definió como “un nazi”. Andy, por su parte, bautizó secretamente “Adolfo” a este manipulador, porque tenía marcados rasgos arios, pero no puede dejar de citar reiteradamente que después de la Segunda Guerra Mundial muchos científicos nazis fueron llevados a Estados Unidos a través de su propia agencia de inteligencia, que en tiempos pasados trabajaron en investigaciones de control de la mente en los campos de concentración. Asimismo, acusa que muchas de sus sesiones de “tortura” fueron hechas en la Universidad de Rochester, Nueva York. Ellos le llevaban siempre a un cuarto en particular, ora en el sótano, ora en la parte superior de una biblioteca. El laboratorio donde fueron realizadas la mayoría de las programaciones a las que fue sometido se encontraba en la base aérea de Roma, estado de Nueva York.

    Andy también fue usado en esa época en atentados en Atlanta y en Nueva York.

    La instalación de Montauk, localizada en Camp Hero, Long Island, fue reabierta por el Departamento de Marina y está actualmente activa. Básicamente, otras bases subterráneas están localizadas en el interior del
país. Cada una tiene una finalidad y una especialidad distinta. Existe una base en Rochester, N.Y., Paramus, N.J., en Atlanta, Ga, la base de la fuerza aérea en Dobbins, y muchas otras. La de Paramus, por ejemplo, está destinada a “programas sexuales”, con agentes femeninas. La mayoría de ellas, quizás un 99 %, son mujeres que fueron destacadas de manera involuntaria para programas de control mental.

    Andy asegura recordar que su propia madre lo matriculó en un curso de Control Mental Silva con apenas 10 años de edad, lo que fue en realidad una especie de autohipnosis para adquirir el control de distintos niveles mentales, y desde pequeño pudo hacer curaciones, relajación, visualizaciones, doblar cubiertos mentalmente, etc.. Fue en esa época también que lo visitaron dos extraños militares, apareciendo cuando Andy participaba de competencias deportivas en las que –al igual que en el curso de control mental– habría descollado de manera particular. Ambos solían repetirle que “sabían que él tenía unas habilidades muy especiales”, y que “un día trabajarás para nosotros”. Entonces no lo comprendió, pero tiempo después ambos fueron los responsables de diversos “tratamientos” que recibió, especialmente durante su paso por la universidad, lo que no comprendió hasta que recuperó la memoria de los “lapsos” perdidos.

    Él tenía un alto “cociente intelectual”, casi cercano a la genialidad y un excepcional rendimiento deportivo, pero su carácter hacía que muchos pensaran que era un poco retardado, acentuado por una tartamudez que le quedó resabio de los “shocks” eléctricos que recibía a menudo. Se sometía a prueba su autocontrol, obligándole a recuperarse por sí solo después de intensos choques eléctricos y situaciones de asfixia límite bajo el agua, así como otras experiencias de supervivencia extrema. Los “manipuladores”, por ejemplo, lo condicionaban a visualizar situaciones tales como verse saltando desde escaleras de poca altura cuando en realidad se le estaba empujando al vacío desde alturas cada vez mayores, aparentemente con el delitrante propósito de lograr hacerlo saltar desde el techo de edificios o desde helicópteros en vuelo rasante. Ciertamente, Andy es capaz de hacer doscientas o más flexiones de brazos, y de hecho puede seguir haciéndolo sin descanso hasta que se le indique. Se lo ha visto levantar fácilmente pesas de hasta 272 kg, y arrastrar pesos muertos de 750 kg.

    Andy sabe que existen miles de personas, inclusive niños, que fueron usados en experimentos de este tipo, muchas de las cuales han desaparecido. Otras, murieron durante el proceso, consideradas como “descartables”. Algunos de los que han sobrevivido son conocidos como “los niños de Montauk”. Duncan Cameron es una de esas personas. Generalmente los chicos y adolescentes son entrenados para ser “mensajeros asesinos” y “supersoldados” así como homicidas psiónicos. Las mujeres son usadas generalmente como agentes sexuales. La historia de Cathy O’Brien es un ejemplo de ello.

    Hubo tiempos que Andy recuerda con particular repugnancia. Estaba asignado a un pequeño aeropuerto de Rochester, y trasladado en un avión F-16 a un desierto en el área sudoeste para entrenamiento militar en misiones de asesinatos. Esos períodos eran alternados con cursos universitarios y grandes “lagunas” opacan muchos de sus recuerdos de ese entonces. Él lo atribuye a un intenso período de pruebas hipnóticas que ya le fuera realizado cuando contaba con 15 años de edad, con el objetivo de borrar “a futuro”, luego de permanecer en su consciencia un corto período de tiempo, ciertas informaciones y vivencias comprometedoras.

    Sólo recuerda claramente, de esa temprana edad, cada día de su entrenamiento en manejo de armas, cargando, practicando tiro, limpiando por sí mismo cada modelo que pasó por sus manos, hasta que el hecho de hacer blanco fuera apenas un automatismo.

    Gran parte de la trecnología aplicada en el proyecto Montauk era de origen extraterrestre. Andy cita a este efecto precisamente las técnicas –psíquicas– de viaje en el tiempo, si bien él aún duda hasta qué punto todos ellos fueron viajes exclusivamente mentales. Recuerda vagamente, por las explicaciones suscintas que le dio un técnico, que el método consistía en “desprender” la mente del cuerpo, aumentando los “niveles vibracionales” de la misma mediante un juego de cristales.en círculo. En la medida en que los pensamientos eran amplificados, una especie de “agujero” se abría en el laboratorio, y a través de él se tenían percepciones del pasado o del futuro. Con este mismo método se experimentaba también en la materialización del pensamiento, y es coincidente que el escritor Duncan Cameron –quien afirma haber vivido el mismo traumático proceso– sea citado por Preston Nichols como autor momentáneo de una especie de “monstruo” ideoplastizado en la época en que Andy entrenaba en el proyecto Montauk.

    Hay un aspecto difícilmente creíble pero aterrador –por las implicancias que le acompañarían si llegara a ser verdad– en el relato de Andy. Se refiere al hecho de que, según dice haber sabido en Rochester, uno de esos viajes en el tiempo tenía como objetivo… ayudar a los aliados a ganar la Segunda Guerra Mundial. Aparentemente, los aliados la habrían perdido a favor de los nazis, y el hecho que nadie recuerde eso es que, precisamente, la historia fue “cambiada” en un momento específico. Es como decir que, en otra “línea del tiempo”, paralela a la nuestra, aún hoy el Tercer y Cuarto Reich gobiernan Europa. Pero que “esa” no sea “nuestra” línea del tiempo, se habría debido a que miembros del proyecto Montauk, organizado en el “Proyecto Cruz del Sur” habría hecho llegar a militares de 1940 técnicas que no existían en ese entonces con todas las indicaciones para fabricarlas con elementos de esa época. Ese es el punto en que Andy cree que esos viajes en el tiempo fueron algo más que mentales.

    En este momento es que entronca su convicción del origen de tecnología extraterrestre detrás de estos fantásticos portentos. Dice constarle que el Departamento de Marina acordó con “grises” un intercambio de tecnología a cambio de permitirles obtener libremente mujeres y niños con fines de experimentación genética, lo que aún hoy estaría oscurriendo en una base subterránea en las cercanías de Miami (Florida).

    Entroncando sugestivamente con las hipótesis que hablan de una antigua “sociedad secreta” que maneja en verdad al mundo desde las sombras y con contactos –o por delegación de– con extraterrestres, Andy afirma que un grupo de unos cuarenta hombres, blancos, de unos 70 años de edad promedio, conocidos como “los Illuminati” (nombre de una conocida secta esotérico-política que se sospecha existe aún en la actualidad y con orígenes en el siglo XVII) visitaba periódicamente las bases para interiorizarse sobre los progresos. Esto formaría parte de una insólita estructura de control del mundo por parte de cuatro grupos que se distribuyen el Nuevo Orden Mundial.  El primer grupo engloba a  los Estados Unidos, Europa Occidental (Inglaterra, Alemania, Francia). El segundo grupo, Europa Oriental y Rusia. El tercero, los países orientales. el cuarto estaría centralizado en Arabia Saudita y manejaría exclusivamente el petróleo y el flujo del dinero en todo el mundo.

    Un concepto interesante que él propone es el hecho de que una de las formas de captación de miembros para este programa es a partir de agrupaciones satanistas y sus familias. De hecho, el crecimiento de las “sectas destructivas” sería también un tornillo más de la maquinaria de manipulación dictada por estos altísimos estamentos.

    Andy Pero teme por su vida. De hecho, se decidió a hablar como una forma de ponerse a resguardo, prefiriendo el ridículo del descrédito –oficial o privado– pero la quizás ilusoria tranquilidad que significa sentirse seguro expuesto a la luz, en el convencimiento (¿ingenuo?) de que tal vez, sólo tal vez, nadie lo tocaría pues ello sería una forma de dar credibilidad a su historia. Pero la gente suele sufrir “accidentes”…

LA RACIONALIDAD Y SUS LÍMITES

LA RACIONALIDAD Y SUS LÍMITES

Revista “OVNIs”
Año 1, Nº 1, Junio de 1974

Dr I. Grattan-Guinness

Catedrático de Matemáticas en Middlesex. Historiador de Matemáticas y Lógica Matemática. Autor de dos libros publicados por el Massachussets Institute Of Technology.

    La Librería Dillon de Londres tiene su stock de libros de OVNIs en la sección de Historia y Filosofía de las Ciencias. Me parece un admirable lugar para ellos, ya que el problema de los OVNIs parece ser no sólo una extensa historia, sino también un excepcional terreno de características filosóficas. Esta nota está interesada en este último aspecto.

1)    Es ampliamentre sabido entre los científicos e igualmente los no científicos, que el propósito de las teorías científicas es explicar lo desconocido en términos de lo conocido. Conocemos ciertas cosas; pero debemos valernos de nuestra razón y de nuestras observaciones para conocer cosas que actualmente ignoramos. Esto puede ser una ajustada descripción de la “cronología” de nuestros descubrimientos pero es un falso análisis del conocimiento que obtenemos. Porque las teorías científicas, como teorías, explican lo conocido en términos de lo desconocido. “Conocemos” nuestras observaciones; y las explicamos con teorías cuyos componentes básicos son “desconocidos”. Por ejemplo, la Ley de Gravitación de Newton explicó el movimiento de los cuerpos físicos en la Tierra –y el de los planetas del sistema solar– en términos de fuerzas que obedecen a determinadas leyes de atracción. Ahora bien, son precisamente estas fuerzas las que nos son desconocidas, y no los movimientos que ellas explican. Una de las máximas aspiraciones de los estudiosos de los OVNIs es obtener una explicación de los fenómenos en los cuales están interesados. Debe comprenderse que la explicación será en términos de “lo desconocido” en el sentido ya apuntado, y que por consiguiente será más extraña que las propias explicaciones que la inspiran, y no más familiar.

2)    La relación entre “lo conocido” y “lo desconocido” es un importante aspecto de la Lógica de la Explicación y su frecuente falsedad es una característica correspondientemente significativa de lo que la concepción popular tiene de la racionalidad. Porque cuando se busca una explicación “racional” del fenómeno OVNI, la racionalidad es concebida como el proceso de pasar de lo desconocido a lo conocido, de la ignorancia al conocimiento, del error a la certidumbre. Pero el argumento precedente expone un sentido en donde esta concepción de la racionalidad es errónea. Llamamos a esta perspectiva de la racionalidad, “dogmática”, significando no que ella afirme algún dogma particular, sino más bien que comparte con todos los dogmas una creencia en la infalibilidad de sus principios y en la certeza de sus deducciones. Por contraste, la visión de la racionalidad como un medio de descubrir nuevos desconocidos puede ser llamada “crítica”, acentuando su espíritu motivacional en la búsqueda de errores y efectos imprevistos. La racionalidad crítica mira a la racionalidad como una colección actual de expectativas habituales que pueden requerir una revisión inmediatamente después de su utilización. La racionalidad dogmática ve a la racionalidad como un sistema de criterios establecidos, desde cuyo standard deben abordarse todos los problemas.

3)    La racionalidad dogmática se perfila hacia el rechazo de las apariciones de OVNIs. Los presuntos fenómenos son “físicamente imposibles” (esto es, caen fuera del plano de nuestras experiencias probadas). Por tanto, los OVNIs no existen. Va de suyo que la conclusión puede ser verdadera; pero este tipo de argumento resulta insuficiente, porque confía en la correccción de la racionalidad dogmática, que en realidad ha sido algunas veces rebatidas por fenómenos físicos ordinarios. El carácter erróneo de la racionalidad no es ampliamente reconocido, al menos por la gente común cuya creencia en ella motiva su hostilidad hacia los informes de supuestos OVNIs.

4)    La racionalidad crítica puede proporcionarnos algunas ideas para entender nuestra relación con posibles especies superiores. En relación a nosotros, éstas deben parecer supra-racionales, con órdenes de conocimiento técnico más allá de nuestras capacidades corrientes. De allí que la aparente imposibilidad de sus acciones sea precisamente lo único que podamos esperar de las mismas. Además, si aquí se observaran varias especies diferentes, algunas tendrían que ser –con relación a otras– también de un nivel diferente de supra-racionalidad. Sería importante conocer casos donde fueran visualizadas simultáneamente especies aparentemente diferentes. La mención de la posibilidad de distintos niveles de supra-racionalidad acentúa el hecho de que la supra-racionalidad no es omnisciencia. Las especies superiores pueden aventajarnos; pueden aún haber sido nuestros dioses en el pasado, pero no son Dios. En verdad, su supra-racionalidad será crítica al igual que nuestra racionalidad, y sujeta igualmente a revisión y adaptación.

5)    Debemos admitir la superioridad de especies superiores sólo con respecto a su física y tecnología (y por implicación, quizás, a sus potencialidades matemáticas y lingüísticas). Pero es un error inferir que deban igualmente tener códigos éticos, morales y jurídicos mucho más elevados. No existe una necesaria correlación entre ciencia y ética; las manadas de lobos no tienen que tener audiencias Watergate. Este último punto es una de las varias razones por las que no gusto de las comparaciones entre humanos y animales para ser utilizadas en discusiones sobre especies superiores. Tales comparaciones están destinadas a ser endebles, porque tienen que hacerse extensivas –en orden a su aplicación– a comparaciones de nosotros mismos con especies superiores, y en el proceso bien pueden presentarse factores que previamente fueron irrelevantes. La racionalidad crítica es un importante ejemplo; debe desempeñar en la vida animal un rol más remoto y limitado que el que tiene en nosotros o en alguna cultura más avanzada, desde que requiere entre otras cosas considerable capacidad lingüística.
    Una de las más desafortunadas características de la ciencia del siglo XX han sido las pretensiones groseramente exageradas de las teorías psicológicas. La capacidad de explicación universal de éstas es proclamada como un triunfo; pero en verdad es un defecto, porque si cinco teorías diferentes explican el mismo fenómeno, entonces al menos cuatro son erróneas, y su irrefutabilidad nos impide descubrir lo que son. Además, la psicología se encuentra a veces involucrada en el problema OVNI debido a las razones erróneas ya anticipadas. Supongamos que alguien reporta una aparición que la racionalidad dogmática considera como imposible. Por consiguiente, algo no funciona correctamente en esa persona, y su trasfondo psicológico debe explorarse en orden a descubrir sus fallas (presunto “desconocido” en nuestro lenguaje). Ahora bien, aun en el supuesto de que tales fallas fueran convincentemente determinadas, me parece que a veces podrían interpretarse mejor en términos de toda una gama de capacidades humanas, y que en nuestra forma dogmática llamamos “lo paranormal”: telepatía, percepción extrasensorial, parapsicología y así sucesivamente. Parece no haber dudas de que algunas personas tienen dotes en estas direcciones, aunque actualmente nadie sabe cómo y por qué. Estas dotes conforman un conjunto de datos con los cuales el fenómeno OVNI a veces parece estar involucrado, y el descubrimiento de una nueva serie de “desconocidos” en cuyos términos pueden ser explicados, es un vital aunque desconcertante problema. Son quizás indicios de nuestras propias posibilidades supra-racionales, y en verdad constituyen un formidable desafío a las expectativas de la racionalidad crítica.

ESCALERAS A LOS DIOSES

ESCALERAS A LOS DIOSES

                                escribe GUSTAVO FERNÁNDEZ

El “rewe” y la “machi”

        Enclavados en las frías montañas del sur argentino, en las provincias de Neuquén y Río Negro, viven aún grupos de indígenas mapuches. Hace ya seis siglos que pisan esos suelos y han quedado lejos sus orígenes en las costas del Océano Pacífico. Pueblo endurecido en la lucha contra los elementos y asentado en inhóspitos sitios, representa el mejor ejemplo de las posibilidades de supervivencia del hombre sobre el medio.

        Vamos a revisar ciertos aspectos de la cultura de esas tierras, comenzando con un personaje imprescindible de sus rituales religiosos, la “machi” (utilizamos el artículo femenino a causa de que generalmente es una mujer quien desempeña este papel, o un hombre con tendencias homosexuales exacerbadas). Aunando conocimientos de la farmacopea indígena con poderes adivinatorios y facultades de hechicería, pero principalmente siendo la intermediaria con los dioses (recordemos que el budismo, refiriéndose  a los poderes  del yogui  –“siddhis”–  dice  que oyen  sonidos  humanos y celestes a  la vez –“dighannokaya”–). Esta definición cuadraría para la machi, con lo que puede ser entendida como una shamán (intermediario con los cielos en otras partes del mundo) principalmente en la región euroasiática vecina al Círculo Polar Ártico.

        Un elemento importante atañe al carácter homosexual del machi varón y posiblemente al lesbianismo de la machi femenina. Mircea Eliade habla de los “chukchis”, de chamanes “transformados en mujeres”, que cambian sus ropas y maneras masculinas por femeninas. Añade que hacen esto respondiendo a un orden anterior; tal hecho también se registra entre los “kachandales” (esquimales asiáticos) y “koryakos”. En América, además de entre los mapuches y araucanos, se los rastrea en la parte norte del continente, entre los arapahos, cheyennes y utes, entre otros. Un investigador que visita a los araucanos cincuenta años atrás, encuentra a un reconocido hermafrodita asumiendo el papel de machi. Por otra parte, en todo el mundo hay ejemplos de shamanes epilépticos, enfermos nerviosos y, en general, individuos con rasgos físicos diferenciales.

            A través de esta descripción de la machi y sus características, ingresamos en el ritual indígena. En una de sus principales ceremonias, la consagración de la machi, aparece un destacado elemento a ella asociado.

            Este es el “rewe” o escala sagrada; se trata de un tronco de unos tres metros de altura con una plataforma en su tope, a la que se accede por escalones tallados en el mismo. En la ceremonia, las iniciadas ascienden al rewe en un estado de éxtasis inducido, llegan a la plataforma, y allí entrarán en contacto con Ngüenechén (dios creador, el “dominador de los hombres”), luego caen desvanecidas. Más tarde contarán su visión del dios. Como final de la iniciación algunos observadores comentan que dos machis viejas hacen un tajo en la lengua de la iniciada y le introducen allí hojas de canela.

            ¿Por qué nos importa tanto el “rewe”?. Por su simbolismo. Recordemos que M. Eliade piensa que pueblos distribuidos en todo el orbe se rigen por la idea de que el Eje del Mundo pasa por el centro de su hábitat. Una de las representaciones de este eje sería el árbol. Tal cosa ocurre en México, Siberia y otros lugares. También entre los mapuches y araucanos, donde el Eje del Mundo se identifica con el rewe.

            ¿Cómo se difundió entre sitios tan lejanos entre sí esta curiosa leyenda?. Misterio. Y aún más, históricamente la encontramos hasta donde llegan las inferencias arqueológicas (por ejemplo, en el culto al pilar de la antigua Creta, o en la isla de Pascua, llamada “Rapa Nui” o “Te Pito Te Henua” –“el ombligo del mundo”– entre esos aborígenes). Aclaremos que el eje del Mundo sería el medio de comunicación entre la tierra y el cielo; y tal comunicación es la que establece la machi al subir al rewe, batiendo frenéticamente su tambor. Dentro del mismo, hay un puñado de piedras, entre las que se encuentran verdes, que ya veremos más adelante (los shamanes altaicos suben a un abedul, los sacerdotes mayas a un ceibo sagrado). Y aquí conviene recordar que René Guenon identifica la rama vertical de la Cruz cristiana con el Eje del Mundo.

            Uno de los más importantes accesorios de la machi son ciertas piedras de índole mágico. Las hay negras, de origen volcánico (“likan”) y también verdes (“llanka”) o “cháquiras” (cuentas de collar). La compleja simbología que acompaña a estas piedras está muy distante de ser aclarada. Pero resulta posible tender algunas líneas de investigación. Enumeraremos simplemente otros lugares del planeta en que se ha dado encontrar tales elementos en parecidas circunstancias. Entre grupos del Caribe, el shamán (o “chamán”) posee guijarros, cada uno de los cuales representa un espíritu. Igual cosa ocurre en grupos del Alto Amazonas que estudiara A. Métraux. Por otra parte, en un estudio de Eduardo Crivelli se comenta la forma en que un araucano llama al corazón: “llankapiuke” o “corazón de llanka”, habiéndose visto que llanka eran las piedras verdes.

            Crivelli llama la atención sobre el hecho de que en el lenguaje esotérico azteca el nombre para el corazón sacrifical era “chalchihuitl”, pasible de ser traducido como “esmeralda”, “jade”, “piedra preciosa”, o “piedra verde”. Recordemos que el dios principal zapoteca era Choschatepetl, y que su significado era “corazón del pueblo”. Agreguemos que se representaba con una esmeralda, y en esa esmeralda van grabadas un ave y una serpiente, símbolos éstos de la “serpiente emplumada”, por ende, voladora, y de aquí nos proyectamos al dragón.

            René Guenon, al comentar el origen del Santo Grial nos recuerda que, según una leyenda, esa copa habría sido tallada por los ángeles en una esmeralda desprendida de la frente de Lucifer. Inmediatamente la compara con el “tilka”, perla frontal que ocupa a veces el lugar del tercer ojo en Shiva, según la iconografía hindú. Más adelante identificará al símbolo de la copa (Grial) con el del corazón, y es aquí donde cobran importancia los hechos apuntados.

            Volviendo al rewe, observemos que es a su alrededor que se celebra todos los años el “Nguillatún”, rogativa en base a danzas pantomímicas para las que se emplea un tocado especial: plumas de avestruz, cascabeles y cola… para semejar una serpiente emplumada. Al margen del enigma que constituye de suyo la presencia de este símbolo “centroamericano” en tan australes tierras, no deja de ser sugestivo que el emblema maya y azteca que muchos investigadores vinculan con la presencia de seres extraterrestres en la antigüedad se halle presente en una festividad donde se suma al rewe, una verdadera entrada al cielo en busca de los dioses, y a la presencia de las piedras verdes, expresión de sabiduría y misterio, siempre presente en la frente de los dragones (que según la mitología china trajeron el conocimiento del cielo a los humanos) o en el extremo superior del rewe, sentando el precedente de que esos guijarros privinieron de “allí”.

            ¿Meteoritos?. Quizás, si no fuera porque los “meteoritos verdes” son asaz extraños y además, la piedra verde, de forma generalmente oval, está siempre asociada a manifestaciones de tipo divino o cósmico, acompañando algún otro enigma y no en forma independiente.

            Las observaciones de “grandes globos de fuego verde”, evolucionando bajo control inteligente sobre los desiertos norteaericanos en 1949, persiguiendo aviones e interfiriendo comunicaciones (al punto de motivar un estudio militar norteamericano sobre los mismos, el “Project Twinkle” o “Proyecto Centella”), quizás nos den la respuesta.

            La simbología, al margen de las hipótesis que a modo de respuestas aquí planteamos, dejan sentada una cosa: la entrada al “ngüechén” (cielo) sólo es posible desde un punto elevado (rewe) y por medio de una “llanka” (piedra verde). Más aún, sólo por seres (machis) de características físicas muy peculiares. Con esto no queremos decir que los cosmonautas extraterrestres conocidos en aquel remoto pasado en que surgió el mito fueran homosexuales, sino que esta peculiaridad psicofisiológica, indudablemente tan extraña para los aborígenes como esas manifestaciones del cielo, haya sido el medio por el cual se quisiera perpetuar esa constante antropológica.

        Y tampoco puedo evitar esta asociación (¿ilícita?) de ideas: si tomamos globalmente al fenómeno OVNI como un metamensaje a través de los tiempos, ¿será casualidad que uno de los “encuentros de tercer tipo” más sonados en Argentina, un ya lejano 16 de setiembre de 1973, le ocurriera a un camionero llamado, justamente, Dionisio Llanca?.

un espíritu inmortal a la luz de la Astrología

CARL GUSTAV JUNG:

un espíritu inmortal a la luz de la Astrología

                                                                        escribe OTÁVIO AZEVEDO

    El 26 de julio de 1875 nace en Kesswill, en la Basilea suiza, aquél que sería más tarde uno de los mayores humanistas de nuestro tiempo: Carl Gustav Jung, hijo de Paul Jung, un pastor protestante y Emilia Preisswerk. Psiquiatra, psicólogo, sociólogo, antropólogo pero, principalmente, un estudioso del alma humana, a lo largo de su vida iremos encontrándolo dedicado a todas estas actividades.

    Desde pequeño siempre se sintió divido en dos personalidades. Una, un chico solitario, introvertido, que sentía una enorme ansiedad por no poder adaptarse al ambiente familiar y las ideas vigentes. La segunda, la de un ser bello y sabio, digno de todo respeto. Esta división perduró por muchos años.

    Aún siendo un infante, tiene algunos sueños que lo marcarán profundamente. El primero, a los cuatro años de edad, lo llevó a las profundidades del inconsciente, donde entró en contacto con una dinámica espiritual que lo marcaría para toda la vida. a los doce años tiene su segundo gran sueño: Dios se le aparece sentado en un trono de oro, por encima del mundo. Del fondo del trono caía una enorma cantidad de excrementos sobre el techo de una iglesia, destruyéndola. A partir de estos sueños comenzaron sus conflictos y sus dudas. Sólo mucho más tarde podrá interpretarlos. En aquél momento, sólo puede vivir la terrible angustia que le provocan.

    Cuando Jung habla de su madre, podemos percibir que fue la figura señera de su infancia. En cuanto a su padre, fue muy diferente; nunca consiguió realmente comunicarse con él. Al intentar aproximársele, le parecía que sus preguntas entristecían a su progenitor.

    En 1895, después de grandes debates internos, decide estudiar medicina en Basilea, donde obtiene el título de médico. Su carrera evoluciona rápidamente. En 1902, pasa a ser segundo médico asistente en Burgholzli, Manicomio Cantonal y Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Zürich. En 1903, ya era primer asistente. A esta época pertenecen sus primeros trabajos sobre psicología y patología de los fenómenos ocultos. Ese mismo año se casa con Emilia Rauschenbach, con la que tiene cinco hijos. Continúa trabajando como médico en la clínica de Zürich, donde es nombrado jefe de clínica. Realiza estudios sobre hipnosis, psicología de la demencia precoz, asociaciones verbales normales y patológicas; también establece la Teoría de los Complejos. En 1906 estudia las obras de Freud y al año siguiente se encuentra con él en Viena. En esta época don Sigmund era persona non grata en el mundo universitario y resultaba perjudicial para todo reputado científico tener relaciones con él. Sin embargo, luego de algunas luchas internas, Jung decide tomar abiertamente partido por Freud y luchar por ello.

    Comienza entonces un período de intensa colaboración entre los dos. Mientras estaba escribiendo “Metamorfosis y Símbolos de la Libido”, Jung advirtió de antemano que el capítulo titulado “El Sacrificio” le costaría la amistad de Freud, ya que en él expone su propia concepción del incesto, de la naturaleza de la libido y otras ideas. Después de meses de indecisión, optó por seguir adelante, con las consecuencias aceptadas.

    Después de la ruptura, comenzó un período de desorientación y más dudas, lo que se tradujo, paradójicamente, en una de las épocas más ricas pero a la vez difíciles de su vida. Sólo el fin de la Primera Guerra Mundial le trajo un poco de tranquilidad.

    “De 1918 a 1920 se tornó claro para mí que la meta del desarrollo psíquico es el “sí mismo”. Una aproximación en dirección a éste no es lineal, es circular… Comprender eso me dio firmeza y, progresivamente, se restableció mi paz interior. La paz interior que se manifiesta a través del “mandala”, el símbolo del “sí mismo”, es el último descubrimiento al que podía llegar. Alguien podrá ir más allá; yo, no”.

    A partir de este momento, toda su vida se resumió en elaborar todo lo que surgiera durante esos años de vivencias internas. Estudio, investigación, viajes, todo lo fue en función de elaborar y dar forma al contenido de sus sueños, fantasías y experiencias, y cumplir la misión para la que se sentía predestinado desde el principio.

    “Presentía desde el vamos la singularidad de mi destino, y el sentido de mi vida sería cumplirlo. Esto me daba una seguridad interior que nunca me pude probar a mí mismo, pero que era permanentemente probada. Nadie consiguió perturbar mi certeza de que estaba en el mundo para hacer lo que Dios quería y no lo que yo quería”.

    A partir de sus experiencias internas, se presentó la necesidad de encontrar sus raíces en la historia. Sin ello no podría fortalecer la convicción en sus ideas. El encuentro con la alquimia fue decisivo, y de 1918 a 1926, se sumerge en estudios gnósticos. En 1922 compra un terreno en Bollingen, donde construye la famosa Torre: una casa de dos niveles que va siendo construída y reformada conforme a sus necesidades internas. Allí renuncia a la electricidad y al agua corriente, hacha, leña y cocina: “Esos trabajos simples hacen a los hombres simples; lo que no es simple”.

    A principios de 1944 se fractura un pie, y poco después sufre un infarto. Durante la dolencia pasó mucho tiempo en cama y tuvo varios sueños que contribuirían enormemente para una mayor transformación. Murió en su casa el 6 de junio de 1961. Diez días antes terminaba el ensayo “Exploración del Inconsciente” para “El Hombre y sus Símbolos”.

Mapa astrológico de Jung

    Ascendente Acuario, Sol en Leo y Luna en Tauro: en el mapa astrológico de Jung predominan los signos fijos en sus principales puntos, lo que debe haber colaborado para su actitud profunda, sus firmes convicciones y tremendas transformaciones interiores por las que atravesó. Una perfecta cuadratura Sol-Neptuno-Ascendente es el punto culminante de su carta natal, indicando espiritualidad y una misión en ese sentido; con esa aspectación Jung transitaba en el mundo de los sueños, los símbolos y el inconsciente con la misma naturalidad con que caminaba por las calles de Basilea. Este es un aspecto crucial. Las personas con Sol-Neptuno difícilmente se encuadrarán en aquello que de ellas se espera, especialmente sus padres, educadores o ambientes inmediatos. Este aspecto disuelve el ego, y en ciertos períodos de la vida arroja al individuo en la sensación de la más completa inutilidad, muchas veces teniendo que depender de otros, acarreando sentimientos de culpa y llevándole a sentirse completamente ausente del ambiente en que se encuentra. Por otro lado, este aspecto puede conducir a la persona a los reinos del espíritu, al contacto con el mundo de los símbolos, los arquetipos, el inconsciente.

    Vamos a encontrar este aspecto Sol-Neptuno actuando también en otros sectores de la vida de Jung. Su fuerte unión con Freud, indicada por el sol en Leo en la séptima casa, estaba también destinada al fracaso, puesto que con Sol-Neptuno Jung habría de contrariar algún día las expectativas de todos aquellos que confiaban en una supuesta lealtad. Así fue con su padre, así fue con Freud. Con este aspecto la “lealtad” jamás es destinada a una persona, a un ser humano de carne y hueso. Existe aquí una lealtad mayor, que se resume en el cosmos, en el Todo, en la vivencia de la totalidad, y cuando una visión espiritual infinita invade el alma, esa libertad de elección hace que la persona no tenga fuerzas para mantenerse atada a los tenues lazos materiales y humanos. Jung, en el fondo, necesitaba contrariar a su padre y a su maestro para encontrarse.

    Jung vive plenamente el mito que tanto exploró, la búsqueda de la “individuación”, el alcance de la totalidad, el mito de Sol-Leo. Vive el mito de su Sol pero también por la influencia de este aspecto con Neptuno, que refuerza esa necesidad de “vivir el mito”. Jung pregonaba la totalidad; para él era más importante alcanzar la totalidad que la “perfección”. La cuestión aquí es no rechazar los aspectos “feos” de la existencia humana, a los que da la denominación de “sombra”, sino incorporarlos a la consciencia.

    Con Plutón en la tercera casa en Tauro, cuadratura con Saturno en la primera casa, vamos a encontrar aquí una persona capaz de entender este costado “oscuro” de la naturaleza humana. Con Sol y Urano en Leo, vemos su lado infantil, y Saturno en Acuario en la Casa I muestra el lado del “viejo sabio”. Una personalidad dividida, confusa, aquí también por presentarse los aspectos de Neptuno al Ascendente y al Sol.

    Jung vive plenamente su Neptuno: un ser espiritualizado. Muy pocas personas son capaces de vivir conscientemente la vibración de este planeta, sin duda la última etapa en el camino de la evolución humana. Para vivirlo, es necesario entregarse a toda contradicción, paradojas, desvíos, inutilidad, locura, sueños, ilusión y, aun así, transitar este mundo e integrarse con él, porque en esta etapa final la gran tarea es unificar todas las paradojas y polaridades en un todo que, por estar compuesto de todas las incoherencias, es la coherencia final, la consciencia plena. Por estar influído por la fuerza predominante de Neptuno, Jung entró y salió de este mundo como una sombra, vivió e integró sus incoherencias, y descubrió que en la vida no existe nada que pueda ser separado, y que todo precisa ser incorporado. Por haber luchado con tantas complejidades y profundidades de la naturaleza humana, se convirtió, al fin, en un hombre simple.

Mapa natal de Jung

EL REGRESO DE LA NAVE DE EZEQUIEL

                                                                            escribe GUSTAVO FERNÁNDEZ

            Este trabajo de mi autoría data originalmente del año 1978. Si lo resucito ahora aquí es porque además de creer que merece una atinada difusión, lo hago porque impone una mesurada reflexión sobre las consecuencias contemporáneas que puede tener la fenomenología OVNI emparentada con nuestro más remoto pasado.

            Reconozco que escribir esto puede parecer aventurar pseudo revelaciones de orden religioso. Imagino muchos fanáticos que de aquí en más podrían a partir de esto aventurar la “presencia del profeta” entre nosotros.

            Y es que estoy hablando del profeta Ezequiel. Uno de los hombres que en la antigüedad –así parecen demostrarlo las Escrituras– fue “arrebatado hacia el cielo” por “la gloria de Jehová”. Sin entrar en discusiones de orden teológico, lo que para mí fue indubitablemente el secuestro de un ser humano por los tripulantes de un vehículo extraterrestre dirigido.

            Años atrás, me encontraba repasando un dossier de material sobre el tema, en círculo de interesados, cuando nos detuvimos particularmente en el sonado “caso Cocoyoc”, la aparición de un OVNI sobre la localidad mexicana homónima y las fotografías –reales– que le fueron tomadas. Allí en realidad empezó esta nota.

            “Este OVNI –me dije, mientras los demás se empantanaban en discusiones técnicas– es idéntico a la “nave de Ezequiel”. Más aún, ¡diría que es el mismo!”.

            Confieso que me quedé de una pieza, observando estúpidamente las fotografías. Luego me golpeé la frente. El relacionar testimonio con testimonio, prueba con prueba, ha sido durante los últimos veinte años la llave que ha abierto algunas –no todas– las puertas de este misterio. Comparar caso con caso, pauta con pauta, no importando su localización geográfica ni su ubicación en el tiempo.

            Esa noche regresé a mi mesa de trabajo y permanecí largo tiempo meditando sobre las placas. Hablar de la “nave de Ezequiel”, a esta altura de las cosas, considero que es un tanto superfluo ya que los trabajos de Erich Vön Däniken y Josef Blumrich, en ese sentido, ya han recorrido el mundo. La historia es bien conocida: Josef Blumrich, científico de la NASA, condecorado seis veces con la “Medalla a los servicios Prestados” que otorga dicho organismo estatal,  leyó hace unos años el libro de Däniken “Recuerdos del Futuro”, con la serena –e imprudente– convicción cientificista de que todo cuanto iba allí a leer era una sarta de absurdos. Se detuvo especialmente en el capítulo donde el escritor suizo se refiere a las observaciones del profeta Ezequiel y su interpretación de que se trataba de una nave extraterrestre. Blumrich le prestó una especial atención, pues dada su formación profesional podía opinar ampliamente sobre el asunto. Entonces fue en busca de una Biblia, ya que se sentía seguro de poder refutar al autor en pocos minutos. ¿Y qué ocurrió?. Pues que fue por lana y volvió esquilado.

            Lo que de pronto sólo le iba a ocupar unos momentos, se transformó en largas noches de estudios, de pruebas, de análisis, buscando una explicación “coherente y terrestre” para algo que se le escapaba de las manos. Por fin tuvo que rendirse a la evidencia: en su descripción de la “gloria de Jehová”, Ezequiel relataba el avistaje de una nave voladora técnicamente posible. La figura de la izquierda del diagrama nos muestra la interpretación que Blumrich y su equipo de ingenieros hizo de las palabras del profeta. La de la derecha… el OVNI de Cocoyoc.

            Este OVNI fue observado la mañana del domingo 3 de noviembre de 1973 por un matrimonio que no ha suministrado sus nombres (lo que invalida todo intento de publicidad) al que llamaremos Jiménez, la mucama de los mismos y varios niños.

            Poco después de haber dejado la localidad nominada, mientras se dirigían hacia la ciudad de México, la señora Jiménez vio “algo” extraño en el cielo, haciendo que su esposo detuviera el coche y bajara a investigar. Vio entonces dos objetos que describe como peras, con una pequeña cúpula en su parte superior y varios tentáculos que se descolgaban. De su relato inferimos que dichos tentáculos eran rígidos.

            Poco después de obtenidas las fotografías, los OVNIs se alejaron rumbo al horizonte. He aquí una comparación entre las palabras del señor Jiménez y las de Ezequiel, según La biblia, antigua versión de Casidoro de la Reina, revisada por Cipriano de Varela y cotejada con diversas traducciones, editada por la Sociedad bíblica americana:

“Detuve el coche, me bajé y vi un objeto realmente extraño, en forma de pera pero con su vértice hacia abajo y alrededor le colgaban unos tentáculos”.

“Y miré, y he aquí que un viento tempestuoso venía del aquilón, una gran nube, con un fuego envolvente y en medio del fuego una cosa como ámbar.”

“Debo hacer notar que parecía que los tentáculos le servían como medio de locomoción en el aire ya que los proyectaba en sentido opuesto del lugar donde se dirigía (…) y observamos que iba a aterrizar, proyectando los tentáculos esta vez como patas de aterrizaje”.

“Y en medio de ella, figura de cuatro animales. Y este era su parecer: había en ellos semejanza de hombre. Y cada uno tenía cuatro rostros y cuatro alas. Y los pies de ellos eran derechos como la planta de pie de becerro y centelleaban a manera de bronce muy bruñido”.

            Además en las fotografías se observa una pequeña cúpula en la parte superior del OVNI (“y sobre las cabezas de cada animal aparecía una expansión a manera de cristal maravilloso, extendido encima de sus cabezas”).

            En el diagrama comparativo que acompaña esta investigación, se observa claramente la sorprendente semejanza de las naves. Vale aclarar que no hace a la extensión de este trabajo detallar el método con que Blumrich reconstruyó el OVNI que había visto Ezequiel. El interesado encontrará al respecto abundante bibliografía en cualquier librería.

Semejanza 1: ambos cuerpos poseen prolongaciones o tentáculos que utilizan a manera de tren de aterrizaje y todos ellos terminados en bases planas o “plantas de pie de becerro”.

Semejanza 2: los dos cuerpos muestran claramente una línea divisoria que marca el paso de una línea aerodinámica de sustentación (inferior) a una de escape (superior).

Semejanza 3: las partes inferiores son geométricamente llamadas “toro” y señalan a estos cuerpos como aeroformas perfectamente ideales para el ingreso a cualquier tipo de atmósfera (algo así como un módulo de aterrizaje que dependa de una astronave mayor), ya que el toro permite atenuar el efecto de “pérdida” de un cuerpo que caiga libremente.

Semejanza 4:  el extremo de la “pera invertida”, punto clave del sistema de propulsión (“… cuanto a la semejanza de los animales, su parecer era como de carbones encendidos, de fuego encendido, discurría entre los animales; y el fuego resplandecía entre ellos y del fuego salían relámpagos”).

Semejanza 5: las “expansiones de cristal” de Ezequiel, idénticas a las cúpulas que señalan las fotografías.

Semejanza 6: los “bordes de ataque” de estas aeroformas, que completan su imagen de “pera” o de trompo.

            Tiempo atrás, Däniken aventuró que la nave de Ezequiel (el cual, tiempo después, desaparecería hacia el cielo por “gracia de la gloria de Jehová”) pudo haber secuestrado al profeta y llevarlo hacia el planeta de origen de estos extraterrestres, a velocidades superiores a la de la luz. Así, lo que para los tripulantes habría sido un viaje de unos años cuanto mucho, para un observador terrestre habrían transcurrido cientos o miles de años.

            Quizás Ezequiel llegó a ese planeta, fue concienzudamente interrogado o tal vez preparado para alguna misión que desconocemos y así devuelto a la Tierra, tras otros años de viaje espacial… en la misma nave que se lo llevó, mientras que para nuestro observador (y suponemos inmortal) terrestre imaginario, habrían corrido casi tres mil años.

            Pasaron los profetas, pasaron los tiempos bíblicos. Pero Ezequiel sería ahora sólo unos años más viejo, por obra y gracia de aquella contracción del tiempo a mayor velocidad que la de la luz que un viejito judío alemán llamado Einstein una vez planteó.

            Por supuesto, esto no pasa de ser una mera disquisición. Pero la pregunta sigue en pie. ¿Ese plácido domingo mexicano, el matrimonio Jiménez observó el regreso de un hombre que había dejado la Tierra cuando Cristo aún no había nacido?.

Chi lo sá…

Arriba, el Ovni de Cocoyoc. Debajo, la comparación con el diseñado por J. Blumrich, en base a la descripción del profeta Ezequiel.

ATAJO A LAS ESTRELLAS. UN NUEVO EINSTEIN

ATAJO A LAS ESTRELLAS. UN NUEVO EINSTEIN
(o de cómo se oculta en las tinieblas lo que podría catapultarnos al cosmos)

Escribe Héctor Oesterheld

19 de mayo de 1944.

            La marea de la Segunda Gran Guerra ha cambiado ya, faltan pocos días para que se desate la gran invasión contra Normandía. Alemania, desangrada sin remedio en el frente ruso y luchando sin esperanzas en Italia, sabe que la agonía está cerca.

            Como todas las noches desde hace mucho, centenares de fortalezas volantes cruzan el Canal de la Mancha y  se esparcen por los cuatro rumbos de Europa, cada una con su carga de muerte y terror. La R 103, una de las tantas formaciones de más de treinta aparatos, tiene como objetivo a Berlín, la capital enemiga.

            A la misma hora, en la oficina química de Berlín, un muchacho de veinte años mezcla en un mortero los ingredientes de un explosivo de su invención. Se llama Burkhard Heim y ha sido una especie de niño prodigio de la ciencia: tenía apenas seis años cuando el maestro de dibujo le pone un cero porque en lugar de pintar las “manzanas con naranjas”, que eran el tema del día, “se pasa toda la hora dibujando una nave espacial”. A los ocho años proyecta con todo detalle un cohete propulsado por “una caja para la destrucción de átomos”; tiene quince años, todavía faltan cinco para el holocausto de Hiroshima y ya planea un cohete atómico perfectamente viable; más tarde, envía a los sabios de Peenemünde, los encargados de realizar la V-2, una memoria sobre “un motor de uranio”, que suscita enorme atención, pero el gran bombardeo aliado que poco después arrasa Peenemünde reduce los planos a cenizas.

            Con gran cuidado, el joven Burkhard mezcla en el mortero el nuevo explosivo; son apenas unos gramos, pero puede causar más daños que varios kilos de explosivos convencionales. El polvo gris que se forma en el mortero puede resultar un arma nueva para la patria agonizante y también el afianzamiento de Burkhard como científico; es tan joven que nadie cree en él, ¿no estuvo acaso a punto de no lograr jamás el simple título de bachiller?.

            Hace dos años, para eludir el liceo, envió al director del Centro de Investigaciones de Berlín un “memorándum sobre electrones”. Al director le costó trabajo creer que el autor de semejante compilación fuera un chico de diecisiete años, lo hizo ir a Berlín y lo sometió al más riguroso de los exámenes. Burkhard pasmó a todos con sus increíbles conocimientos, y quizás fue su ruina haberse mostrado tan sabio, pues el director del Centro terminó mandándolo de vuelta al liceo: “Un tipo como tú –le dijo– necesita pasar por el bachillerato para poder estudiar”. Pero Burkhard no vuelve al liceo, que se ha convertido ya en una academia militar, sigue cursos nocturnos y obtiene el certificado de bachiller en 1943, ingresa en seguida al servicio de trabajo obligatorio y al año es incorporado al ejército. Lo destinan a un servicio auxiliar; pero Burkhard no puede con el genio, envía un estudio sobre una línea completamente nueva de explosivos y consigue que lo trasladen a la Oficina de Investigaciones Químicas de Berlín.

            Ya el polvo gris dentro del mortero está debidamente homogenizado; cualquier otro se daría por satisfecho, pero Burkhard es un perfeccionista, tiene que trabajarlo un poco más.

            Esos minutos de más que seguirá con el mortero le resultarán fatales. La R 103, la gigantesca formación de fortalezas volantes, está a pocos kilómetros de Berlín.

            Burkhard Heim continúa mezclando el explosivo; está solo, es el único que se queda hasta tan tarde en el laboratorio.

            El súbito ulular de una sirena apuñala la noche; alarma antiaérea. Burkhard sabe lo que debe hacer: cortar la luz, correr escalera abajo. El refugio antiaéreo está a media cuadra.

            Ya se oye el tronar de los aviones. Un momento más y empezarán los estallidos de las bombas.

            A tiempo, Burkhard está ya en la entrada del refugio.

            Pero no entra.

            ¡El mortero, el explosivo nuevo!. Una sacudida violenta bastaría para hacerlo estallar. Quizás semanas de trabajo perdido.

            Burkhard regresa a la carrera, sube de tres en tres los escalones, tiene que salvar el explosivo.

            Violentas explosiones en la distancia, todo tiembla, las fortalezas están dejando caer su carga.

            El laboratorio; ya Burkhard se abraza al mortero, otra vez las escaleras.

            Dos explosiones muy cercanas, llueve revoque por todas partes, humo acre que ahoga.

            Ya está allí la entrada al refugio antiaéreo, la salvación.

Pero Burkhard Heim no llega nunca al refugio: un nuevo estallido lo derriba a tres metros de la entrada, la caída detona el explosivo dentro del mortero, un relámpago vivísimo y Burkhard es una masa informe, sanguinolenta, tendida sobre las baldosas.

            No muere, aunque está ciego y sordo y las manos le han desaparecido y tiene heridas por todas partes, en el pecho, en el vientre, en las piernas. Pierde la cuenta de las operaciones que le hacen; cuando sale del hospital, en lugar de manos tiene un par de monstruosos dedos que le han esculpido en lo que quedó de cada antebrazo. Pero no desmaya: lo recoge una tía que vive en Goettinga, donde está el célebre Instituto de Física de Max Planck, y él se empeña en seguir los cursos que allí se dictan.

            No puede leer, y está casi completamente sordo; estudia lo mismo, se hace colocar un aparato eléctrico en el oído y eso le basta, su memoria prodigiosa retiene palabra por palabra las conferencias magistrales. Le basta con que los compañeros le lean una sola vez los libros de texto para dar los más brillantes exámenes. Estudia ya junto a los grandes físicos Friedrich y Weizsaecker (premio Nobel) y el astrónomo Becker, cuando conoce a Gerda Straube, con la que pronto se casa: las manos y los ojos de Gerda serán desde ahora los suyos.

            En 1952, en el Tercer Congreso Internacional de Astronáutica, Burkhard propone la utilización de la antigravedad en las exploraciones espaciales; habla también por primera vez del “contrabario dinámico” (el bario es la unidad que se emplea en Física para medir la presión, es una dina por centímetro cuadrado). Amplía sus conceptos en reuniones científicas celebradas en Munich y en Zurcí y ya su nombre se pronuncia con respeto entre los estudiosos. En 1957 propone un cohete espacial con forma de huevo, de 22,5 metros de altura rodeado de un sistema de anillos, en estos anillos irían los dispositivos para anular la fuerza de gravedad. Esta nave, tan parecida a un OVNI tiene una particularidad, al menos en el papel: los correctos cálculos de Burkhard demuestran que se podría llegar a la Luna… en tres horas.

            Para tratar de comprender las teorías de Burkhard Heim deben recordarse las fórmulas de Newton para la fuerza de gravedad y la de Coulomb para la masa eléctrica. Newton dijo que “la materia atrae a la materia en razón directa de las masas y en razón inversa al cuadrado de las distancias”. Coulomb estableció que “dos puntos electrizados de dimensión muy pequeña ejercen uno sobre otro una fuerza de atracción o de rechazo inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa”. La analogía entre estas leyes, rectoras de los campos de gravitación y electromagnetismo, sugirió a distintos sabios la existencia entre ambos campos de un tercer campo de transición llamado “campo medio”. Las teorías de Heim se basan en que para él todo ocurre como si ese “campo medio” existiera realmente.

            Pero, ya se sabe, una cosa es la teoría y otra la práctica. Desde hace más de diez años, Heim trabaja para dar cimientos prácticos a sus teorías, primero en un húmedo sótano de la Universidad, y –desde hace unos años– en el Instituto para el Estudio de los Campos de Fuerzas, en Northeim, cerca de Goettinga, creado gracias a donaciones privadas y a subvenciones públicas. Ayudado por su esposa y por el ingeniero Dietrich Goslich, tras años de infatigables experimentos, Burkhard Heim ha llegado por fin a los primeros resultados tangibles: dispone ahora de medios físicos para probar experimentalmente la existencia de los “contrabarios”, de la antigravitación; está ya en condiciones de medir cantidades infinitesimales de barios procedentes de la transformación de protones (quantos de luz) en gravitones (quantos de gravitación); según él, es también factible el proceso inverso, o sea la transformación de gravitones en fotones: la fuerza de la gravedad podría anularse por la transformación del peso en luz (acotación al margen: ¿será por eso que los OVNIs son generalmente tan luminosos?).

            “Dispongo ahora del instrumento”, ha declarado Burkhard Heim “para verificar y demostrar mi teoría. Esquematizando mucho, los fotones, que son partículas de luz, pierden su energía luminosa y se transforman en gravitones, es decir, energía mecánica. Por lo tanto, la posibilidad de crear o de anular a voluntad la fuerza de gravedad está confirmada, con lo que se abre al hombre la posibilidad de controlar la gravitación, ese cimiento del Universo cuya neutralización permitirá la realización de las empresas más audaces”.

            Y no sólo eso: al controlar las fuerzas de gravedad, el hombre se adueñará de una fuente incalculable de energía, mayor aun que la energía encerrada en el átomo; la bomba de hidrógeno será un mero fuego de artificio comparada con las bombas a escala cósmica, aún sin denominación, que se podrían llegar a construir.

            Pero Burkhard Heim, el gran mutilado de Goettinga, no piensa en superbombas ni en holocaustos siderales; él piensa en la inagotable energía que el Hombre tendrá a su disposición y en los infinitos mundos que se abrirán a la humanidad en un futuro ya no tan remoto como se creía hasta ahora.

            Burkhard Heim, sin manos, sordo y casi ciego, está dando los primeros pasos hacia las estrellas.

LA AUTOPSIA DE UN EXTRATERRESTRE:

LA AUTOPSIA DE UN EXTRATERRESTRE:

SU DEFENSA

                                                                      Escribe GUSTAVO FERNÁNDEZ

            Es prácticamente innecesario, a esta altura de las circunstancias, ocupar un espacio tal vez más digno de mejores conceptos esbozando una introducción al tema planteado en el título. A caballo de los massmedia, es difícil suponer que exista alguna región del planeta medianamente civilizada que no haya oído la historia de un OVNI estrellado en la localidad norteamericana de Roswell en 1947 y la también supuesta autopsia efectuada sobre el cadáver de uno de sus tripulantes y que, filmada, soportó una autocensura de su autor por casi cincuenta años antes de ganar los circuitos comerciales televisivos.

            Introducción poco más que inoportuna a los alcances de este artículo ya que presupone en el lector un conocimiento aunque más no fuere circunstancial de los hechos, una observación tan siquiera casual del film y, lo que más me importa, un conocimiento somero de las críticas con las que se ha tratado de “demostrar” la impostura, el fraude que sería el mismo.

            De forma tal que dando por conocida la anécdota y visto el film centraré mis reflexiones en el análisis de las críticas que se le han hecho (si no tanto al episodio Roswell en sí, cuanto menos a esa autopsia) para discernir hasta qué punto la presunción de fraude que parece haber imbuido a la opinión pública merece tal respeto.

            Obviamente, he de comenzar desde una óptica muy regionalista, si se quiere, ya que no obran en mi poder testimonios directos de las refutaciones que clamorosamente pueden haberse levantado en otras latitudes; empero, sé que es tal el celo de quienes a partir de ahora consideraré mis contendientes intelectuales, que no me queda duda alguna de que, de haberlas en grado distinto o superlativo a las que aquí reflejo y que fueron esgrimidas en su momento por los escépticos locales, habrían sido puntillosamente recogidas y ventiladas por los mismos.

            Así que para los memoriosos, dirigiré su atención a cuatro realizaciones televisivas argentinas durante setiembre y octubre de 1995, a saber: dos puestas en el aire por el canal abierto Telefé que bajo la conducción de Fernando Bravo emitiera en su unitario “Siglo XX Cambalache”; y otros dos, por Canal 9 (hoy Canal Azul), en el ciclo “Memoria” y con la moderación de Samuel “Chiche” Gelblung. En ambos participaron, además de especialistas en ovnilogía (de intervención más bien pobre, debo decir) integrantes de un tal Centro Argentino para la Investigación y Refutación de las Pseudociencias (del que he hablado en otro lugar) y especialistas en efectos especiales, magos e ilusionistas convocados como “especialistas” para emitir su dictamen.

            En consecuencia, y para hacer más sintético y transparente este abordaje, lo que presentaré a continuación es un listado de las refutaciones aducidas, acompañada cada una de mi –si se me permite el neologismo– “contrarrefutación”. Por supuesto, la simple negación de las críticas no valida necesariamente la credibilidad de la película, pero cuanto menos reduce el problema al margen de una duda generosa, demostrando por otra parte la validez del viejo axioma de que una “prueba” nunca tiene valor por sí misma sino sólo inserta dentro de una hipótesis en proceso de verificación. De hecho, lo que yo puedo presentar como prueba de mis creencias podría ser empleado por un eventual contrincante como prueba de lo exactamente opuesto.

            Y, desde el vamos, dejar sentada una observación: a la par de importante que analizar las críticas es evaluar la fuente de las mismas. Es decir, quién lo dice y, en casos como éste, a qué eventuales intereses puede responder o a qué beneficios acceder por la presentación de las mismas. Lo que no es tan maquiavélico como podría pensarse: en el caso concreto de este film uno de los puntos que los escépticos remarcan (que aunque no invalide por sí mismo el tema en discusión arroja un pretendido manto de sospecha sobre la honestidad de sus difusores, lo que crea en la opinión pública una susceptible reserva) es la naturaleza “comercial” del mismo: en efecto, su  factótum Ray Santilli ha comercializado algunas decenas de copias en un valor millonario en dólares. Ahora bien, ¿eso necesariamente tiñe de sospecha el film?. ¿Asumirse como comerciante es sinónimo de deshonestidad y fraude?.

            Quienes conocemos el ambiente periodístico sabemos con qué liviandad se le endilga el mote de “comerciante” a quien se desea defenestrar por un supuesto lucro ilícito, y yo, que provengo de una familia de honestos comerciantes, pienso hasta qué medida no sería una experiencia interesante el someter a estos periodistas a unos años de administración de un comercio, experimentando los mil y un sinsabores de vivir el resultado directo de su trabajo e inversión de riesgo, para ver después a qué nivel de adjetivación queda reducido el término. Porque Santilli ganó una verdadera fortuna, es cierto, ¿pero no es exactamente eso lo que haría cualquiera de nosotros en caso de tener un material tan candente entre manos?. ¿O seremos tan ingenuos de creer que esos escépticos refutadores, aggiornados fiscales por decisión propia de los méritos o defectos ajenos, cederían con total altruismo ese material a los cenáculos científicos sin exigir nada a cambio?. No nos engañemos: detrás de esa aparente ansia de refutación objetiva, pueden esconderse también otros intereses: afán de notoriedad, viáticos gratis y artículos gráficos pagos –porque la opinión de un opositor siempre genera polémicas y eso reditúa en público– son sólo algunos de los beneficios que se me ocurren.

            Así que veamos cuáles son las “refutaciones” que se le oponen al film y nuestra (creemos) oportuna objeción a las mismas:

–  “Si la historia fuera real y las autoridades norteamericanas hubieran querido detenerlo, ya lo habrían hecho, no llegando las cosas a este punto”.

¿Y quién dice que ya no lo han hecho?. ¿O acaso no puede considerarse propio de una campaña de “debunking” (quique ¡significado opuesto! DEBUNK=familiar, decir la verdad, desmitificar) la aparición de tantos grupos de “escépticos racionalistas” que cuentan con sugestivos fondos para viajar, recibir y distribuir información, editar publicaciones, etcétera?. Por otra parte, si el “detener” la historia hubiera consistido en acallar, pacífica o violentamente, a los testigos, la historia negra saldría a la luz tarde o temprano, ratificando así las sospechas iniciales de certeza. Hay algo mucho más efectivo de cara a la opinión pública que acallar: ridiculizar.

–  “Oportunamente tuvo difusión mundial un informe de investigadores norteamericanos refutando el film”.

        Sí, pero, ¿cuándo tuvo difusión?. El día siguiente a su televisación mundial. Y fuera del hecho sospechoso de que las agencias noticiosas propalaron el cable de un “informe descalificador” sin aclarar puntualmente en qué consistía esa descalificación, el hecho de que salga a la luz el día después es extraño. ¿Acaso terminaron los “especialistas” su informe contra reloj y no llegaron a tiempo para alertar a la opinión pública del fraude que se les iba a “vender”?. Si lo tuvieron unos días antes, entonces, ¿por qué no lo difundieron?.
        De existir ese informe, se me ocurre que no lo hicieron –otra vez– por intereses creados (algo así como no abortar con una mano el negocio que hace la otra) pero, realmente, de haber sucedido esto, ninguna seriedad puede inspirarnos un equipo de “investigadores científicos” que se prestan a un juego de negociaciones monetarias.

– “La autopsia es desprolija, no pudiéndose aceptar que forenses procedan de esta manera”.

        Yo tengo la convicción de que se trató en realidad de una autopsia clandestina, efectuada por algún “grupo de tareas” autónomo dentro de la estructura militar norteamericana, con “zona libre” para operar (recordar en este sentido las propias tristes experiencias en nuestro país durante la última dictadura militar) posiblemente en busca de información específica que no les obligara a guardar las formas protocolares; a fin de cuentas, tendrían otros tres cadáveres de reserva. Tal vez se trataba de médicos militares, con escasa experiencia patológica pero amplias atribuciones jerárquicas. Tengo la presunción de que la “sala” era en realidad el interior de un camión adaptado a tales efectos, y la ausencia de radiólogos, odontólogos y otros, apunta precisamente a reforzar la clandestinidad de la autopsia.

– La mediocre técnica empleada (camilla inadecuada, forma de emplear el instrumental inapropiada –como tomar las tijeras entre el dedo pulgar y el índice en vez de hacerlo entre el pulgar y el medio–) apunta a señalar el fraude.

        Es cierto que la tijera es tomada incorrectamente (eso lo advertí hasta yo mismo, que no soy médico) pero aquí opongo un razonamiento que creo que invalida toda refutación posterior: en un “negocio” de semejante magnitud, ¿no contemplaría Santilli, si de truco se tratara, deslizar algunos miles de dólares a algún cirujano o forense para que guardando el anonimato viera el film un par de veces y señalara los errores?. Si las películas de ficción cuidan hasta el hartazgo los detalles, ¿no lo iban a cuidar en un producto que va a tratar de hacerse pasar como real?. ¿Podría ser Santilli tan hábil para negociar, convencer a las grandes corporaciones televisivas y tan torpe a la hora de las facturas técnicas?.

–  “El corte inicial de la autopsia (en “Y” o “copa de champaña”) está totalmente en desuso”.

        Pues ése es el punto. Si la técnica fuera “reciente”, entonces desconfiaríamos. Pero como estamos hablando de una autopsia de más de cincuenta años, es lógico esperar algunas técnicas “hoy en desuso”.

– El famoso cordón del teléfono.

        La propia General Electric ya aclaró este punto: el cordón helicoidal –o “en resorte”– existía desde 1937. Bien es que aún era “poco usual”, pero convengamos en que el lugar de la autopsia es un lugar “poco usual”.

– Inseguridad en los operadores.

        Esta crítica fue formulada por un médico cirujano forense que, adujo, alguien convocado para este trabajo debería cuidar cuanto menos tener algunas miles de autopsias ya en su carrera. Al margen de las consideraciones hechas párrafos atrás: ¿cómo estaría ese mismo forense si, de buenas a primeras, le tocara hacer la autopsia de un extraterrestre?.

– Faltan tomas de muestras

    También faltan rollos de película.

– Fuera de foco en los primeros planos.

        Evidentemente, quien dijo esto no ha operado una cámara Bell & Howell embutido dentro de un traje contra radiaciones o agentes virósicos. Como cualquier operador de cámara sabe, no es tan fácil hacer foco sobre la marcha, en movimiento, con un cristal cubriendo el rostro y las manos incómodas con guantes, además del hecho de que  la Bell & Howell además de –obvio– no contar con “autofocus” también impide tomar primeros planos cercanos.

        A despecho de otras tonterías (como la afirmación de que se detectaron “ciento ochenta y siete errores”, pero siempre se habla de los mismos siete u ocho) y el hecho de que los refutadores parecen más empeñados en hacerse promoción que en analizar objetivamente el tema (un tal Ferdinando da Vinci sumó, a la pedantería de sus decires, el papelón de escenificar una “pseudo autopsia” donde el muñeco reafirmaba su condición de tal y acentuaba por simple comparación la presunción de realidad del otro), recordando esas emisiones televisivas surge una necesaria reflexión: habiendo sido Telefé quien tuvo la primicia para esta parte del Cono Sur, con los derechos de televisación y sabiendo que su competidor, Canal 9, no se destaca precisamente por la falta de sensacionalismo periodístico (aún recuerdo algunas cómicas y antológicas notas del desaparecido periodista José de Zer en ese canal, en busca de duendes y fantasmas), es evidente que la emisión de “Memoria”, más que un intento de clarificación fue la “vendetta” esperable de un imperio contra otro, de una corporación despechada por la pérdida de una primicia que necesariamente debía dar nota sobre la misma pero sin llevar más laureles a las arcas de la competencia. Qué mejor entonces que su destrucción sistemática. A partir de argumentos endebles.

        Porque la misma afirmación de los escépticos en el sentido de que “cualquiera de ellos, con medios y tiempo, podría hacer lo mismo” además de una exhibición de escasa modestia y poca verosimilitud (lo demostrarían luego en la mediocre y chapucera pseudo autopsia) no demuestra absolutamente nada: a fin de cuentas los expertos en trucos especiales pueden presentar en el cine accidentes de aviones monstruosamente convincentes lo que no es impedimento, por desgracia, para que los accidentes de aviones también ocurran en la vida real.

        Y dos pensamientos acuden ahora a mi mente: uno, preguntarme por qué tantos colegas ufólogos, a los que considero honestos, serios y reflexivos, se han sumado graciosamente a esta ola mundial de opinión despectiva respecto a esta autopsia. Es como que el slogan de moda es: “lo de Roswell ocurrió, sí, pero la autopsia es un fraude”. Ciertamente no creo que tengan otras objeciones que hacerle que las mismas que he señalado hasta aquí y en muchos casos –por lo menos con algunos que he conversado personalmente– ni siquiera eso. Y concluyo que se trata de una “inercia” intelectual, la necesidad de adoptar inconcientemente una tesitura que parece más seria y “científica” ante los ojos de los demás. Creo que no es más que una involuntaria y freudiana demanda de aceptación.

        En segundo lugar, pienso que si “ellos” –está bien, es sólo un juego de mi imaginación– desde algún lugar observan ese rechazo generalizado a la credibilidad de la autopsia (cuando parece que, al mismo tiempo pocos, muy pocos, hemos sentido pena sólo ante la posibilidad de que ese pobre ser sí haya venido a encontrar el final de sus días aquí), pienso, decía, que muy bien podrían tomarlo como otro indicio más de nuestra inmadurez. ¿Por qué acaso no cabe pensar que la masiva negación, incluso de muchos “fanáticos”, y en la mayoría de los casos sin una teoría coherente, no es más que una expresión intelectualizada del rechazo involuntario a la prueba más contundentre de que ellos ya están aquí?.  ¿Y si sólo se tratara de un colectivo mecanismo de negación?. Tengo la extraña sensación de que el grito silencioso de la gente en el sentido de “¡No!. ¡No puede ser!” (y-de-alguna-manera-tengo-que-justificarme) es una vez más el prehistórico y arquetípico horror a lo Desconocido.

        Lo único que surge cristalinamente de este fárrago, seguramente, es que algunos escépticos no aceptarían la presencia de un extraterrestre ni aunque éste descendiera de su nave frente a ellos, ya que siempre daría lugar, si no a la presunción de fraude, sí a la de conspiración paranoide…

DETECCIÓN DE LA PROPIA CAPACIDAD PARAPSICOLÓGICA

DETECCIÓN DE LA PROPIA CAPACIDAD PARAPSICOLÓGICA

escribe Gustavo Fernández

            Es indiscutible que una de las principales motivaciones que llevan al público aficionado a estas disciplinas a consumir masivamente cuanta conferencia, curso o congreso se realice, o a devorar, con idéntico entusiasmo, libros, revistas y filmografía que sobre Parapsicología se perpetra por allí, es el secreto deseo de descubrirse uno mismo como detentador de supuestos poderes paranormales, algo así como el “sueño del pibe” esotéricamente hablando. E igualmente cierto es que son numerosos los conferencistas –por poner sólo un ejemplo– que alientan estas expectativas proponiendo convocatorias del tipo “¡Asómbrese!. ¡Usted puede vencer mentalmente a sus enemigos!” o “¡Maraville a sus amigos con el poder de su mente!”. Por supuesto, hay algo patético en la conducta de quienes responden a esos llamados: creer que sólo las revelaciones de un “poder” desconocido en ellos –o la compra de ese poder– puede hacerles remontar la corriente inexorable de las posibilidades perdidas que, como puertos dejados atrás por el rápido boyar de una canoa, la vida fue escamoteándoles. Preocupa pensar en esa necesidad de poder que tiene la gente, un algo que les permita sobresalir, ser distintos a los demás, que es como decir, por una especie de toque mágico, ser distintos de lo que hemos sido hasta ahora.

            Consideraciones de este tenor quizás sean motivo de otras líneas. Pero valga la referencia como introducción a una reflexión que busca cumplir el rol de cubrir la higiene mental de la población: a nadie se le entrega un “poder mental” que no nazca del esfuerzo y el entrenamiento cotidianos, y lo que muchas veces se vende (esa es la palabra adecuada) como tal, es apenas el despertar, brusco y alterado, motivado por el mismo supuesto instructor, de un monstruo dormido que debería seguir así: nuestro Inconsciente. Buscar sacar a la luz las capacidades extrasensoriales significa correr el riesgo de que otros parásitos mentales también se atropellen buscando la salida, con el consabido peligro para la estabilidad de nuestra consciencia. Esto se hace más entendible si ilustramos cuáles son las sectorizaciones psicológicas, entendiéndose que hablar de una división en sectores o estratos del aparato psíquico sólo tiene valor a efectos ejemplificadores: en realidad, la mente no se divide en capas sino que es un todo interactuante, holístico y homogéneo.

            Así, podemos distinguir un área Consciente, el aquí y ahora, el “yo soy” de la volición psíquica, la suma de instancias mentales bajo el control de nuestro ego voluntario. Por debajo (y este “debajo”, como dijera, sólo debe entenderse en sentido figurado) ya hallamos al Inconsciente, pero, entre ambos, podemos discernir un Preconsciente, una tenue zona fronteriza asiento de un sinnúmero de mecanismos subliminales; por el Preconsciente pasan las percepciones en esos momentos crepusculares entre el estado de vigilia y el sueño, al acostarnos o despertarnos, cuando aún no sabemos muy bien si estamos de “este” lado o de “aquel”, las alucinaciones hipnagógicas (al entrar en el sueño), y las alucinaciones hipnopómpicas (al salir de él). En el Preconsciente tiene asiento la percepción psicológica del “dejá vù”, que en francés significa “ya visto”, y hace referencia a esa sensación, relativamente común, que tenemos al ingresar a un lugar o vivir una determinada situación, de que ya hemos vivido eso antes; y se impone una pequeña digresión para aclarar este concepto, ya que algunos parapsicólogos hablan en estos casos de “premonición” (conocimiento clarividente de un futuro) o, insólitamente (para el caso de arribar por primera vez a un lugar que parece conocido) a “recuerdos de vidas pasadas”.

            En realidad el fenómeno de “dejá vù” es, estrictamente hablando, neurológico más que psicológico. Y recordemos que consiste, precisamente, en el repentino “darse cuenta” de que una determinada situación ya la habíamos atravesado: pero es el “darse cuenta ahora”, es decir, cuando la situación está siendo vivida. Para que podamos hablar de “premonición”, uno debería haber tenido la “visión” o sensación bastante antes de atravesarla en la realidad para que, al cotejarla, advirtiera su similitud.

            ¿Y qué es este “ya visto”, entonces?. Pues planteémoslo así.

            Cuando yo estoy, por ejemplo, observando una situación determinada, esa “información” (la percepción visual) ingresa por mis ojos y, a través de numerosas ramificaciones, los impulsos eléctricos resultantes llegan al córtex (la corteza cerebral) donde, activando determinadas áreas corticales, movilizan las funciones psíquicas asociadas que, de esta forma, estructuran la función mental de “toma de consciencia”: yo tomo consciencia de que estoy mirando una determinada situación. Esto es, lógicamente, en tiempo presente. ¿Pero qué ocurriría si, por una determinada disfunción neurológica –por ejemplo, deficiente conexión de los axones de un específico conjunto neuronal en un área localizada– esa “información”, al desplazarse por uno de los ramales, sufre un “retraso” en relación a la que corre por el otro?. Pues bien, cuando ese dato retrasado llega a la corteza cerebral, este órgano se dispone, en su conjunto, a efectuar la “toma de consciencia” de que habláramos. Pero al hacerlo, descubre que en otros sectores de sí mismo ya estaba el mismo dato (el que llegó, diríamos así, por el ramal “sano”), desde unos microsegundos antes (la diferencia de tiempo que puede insumir el “rodeo” efectuado por el dato que corría por el ramal “deficiente” en relación al “sano”). Entonces, al descubrir que en parte de sí mismo ya existía esa información con anterioridad, el cerebro no elabora una “toma de consciencia” en el tiempo presente, sino un recuerdo. Un recuerdo de apenas unas fracciones de segundo, pero recuerdo al fin.

            Por eso creemos darnos cuenta ahora de que parecíamos saberlo antes; a diferencia de la premonición, que desde antes venimos sabiendo con qué vamos a encontrarnos ahora.

            Además del “dejá vú”, en el Preconsciente se asientan los Mecanismos de Defensa del Yo; algo así como un filtro protector que impide que nuestra consciencia se vea invadida, saturada y dominada por aquello que anida en el inconsciente; la Racionalización, la Negación, la Introyección, la Sublimación, son algunos de esos mecanismos. Cuando éstos son excesivamente flexibles y tenues, es cuando el material inconsciente pugna por salir. Entre otras cosas, la Potencialidad Parapsicológica del individuo, que se manifiesta más plásticamente, verbigracia, en un campesino imbuido de mentalidad mágica que en un universitario cosmopolita, donde la racionalización (esas antiparras que la academización tiende a imponernos) rigidiza su Preconsciente impidiendo la fácil emanación de lo parapsicológico.

            Pero anteción, que esto no significa creer que es más conveniente carecer de esa formación intelectual: si los Mecanismos de Defensa del Yo son débiles, no sólo salen al exterior manifestaciones parapsicológicas; también lo harán traumas, complejos y todos los detritos mentales sabiamente dormidos en el Inconsciente, como una represa que al derrumbarse no sólo deja fluir el agua como una catarata sino también arrastra desechos, barro, cadáveres…

            Una excesiva fosilización de los Mecanismos de Defensa del Yo es inmovilizante, quietista, un corset puesto a nuestra evolución, es cierto. Pero igualmente es cierto que un inconsciente sin freno es un animal desbocado capaz de destruir todo a su paso. Como escribiera Confucio: “el estudiar sin pensar es vano, el pensar sin estudiar es peligroso”.

            Desde el punto de vista social, esto habla del creciente peligro que significa esa nueva conceptualización mágica que grupos crecientes de público comienzan a tener alrededor de disciplinas tales como la Parapsicología, el Ocultismo, etcétera, y que parecen despreciar la aproximación científica al tema, la crítica objetiva, la prolongada experimentación, sacrificando todo esto en aras de ciertos preconceptos (¿o deberíamos decir “prejuicios”?) que esa gente parece tener acerca de los mismos.

            Esto tiene que ver también con otro concepto fundamental; excepto en el caso donde el fenómeno extrasensorial es producto de un cuidadoso entrenamiento, el activar imprudentemente estos fenómenos, lejos de ser sinónimo de evolución espiritual, puede ser la antesala del caos psicológico. Al tirar del extremo de la madeja, todo el hilo se desenrolla: la represa se ha roto. Más aún, el propio desarrollo controlado de los fenómenos parapsicológicos puede ser inconveniente, ya que centra nuestra atención en el aspecto meramente circense de mover una caja de fósforos mentalmente o adivinar lo que le está pasando al vecino; puede distraer esa atención y nuestro tiempo del objetivo principal, trascendente: seguir adelante en el camino del Autoconocimiento y el crecimiento interior, valiéndonos de esos fenómenos, no como un fin en sí mismos, sino como herramientas en esa búsqueda permanente que es nuestra vida.

            Por eso los antiguos maestros orientales decían a sus discípulos: “Cuídense de los “siddhis (que es como ellos llaman a los fenómenos paranormales) pues “engancharnos” con ellos nos quita del objetivo de ser “yoguis” (es decir, “hombres justos”), conformándose con ser meros fakires. Y si bien las “hazañas” del fakir nos asombran (no cualquiera se pasa veinte años con los brazos en alto, o enterrado vivo una semana) hay en su exhibicionismo algo tristemente patético porque en definitiva, pregunto, ¿de qué sirve todo ello de cara al desarrollo espiritual?.

            Entonces concluímos que, pese a ser despreciado incluso didácticamente (¿cuántos de quiénes están leyendo esto recuerdan su aprendizaje del colegio sobre consciente e inconsciente pero recién ahora toman conocimiento de la existencia de un preconsciente?), la función profiláctica de ese estrato mental es altamente destacable.

            Y ahora debemos hablar del fenómeno Inconsciente haciendo dos salvedades previas: primero, que es incorrecto escribir (como hacen ciertos autores) “subconsciente” ya que, como dijéramos, en la mente todo es un todo interactuante; no hay nada dividido, estratificado, “arriba de” o “debajo de” (“sub”). Yo siempre digo que el empleo de ese término dice hasta dónde llegan realmente los conocimientos de Psicología de quien lo emplea.

            En segundo lugar, y siguiendo la escuela junguiana de pensamiento, debemos decir que, para complicar las cosas, no contamos con un solo Inconsciente, sino con dos:

a)    un Inconsciente Personal, que es la suma de vivencias, antecedentes culturales y emociones experimentadas desde el nacimiento, que modelan nuestra personalidad haciéndonos distintos unos de otros, precisamente porque todos provenimos de distintos entornos psicosociales y familiares, atravesando en nuestras vidas distintas experiencias. Pero así como todos tenemos elementos psicológicos que nos distinguen unos de otros, también todos compartimos un sinnúmero de elementos psicológicos comunes, los que integran un…

b)    Inconsciente Colectivo, formado por los elementos psicológicos comunes a todos los seres humanos en todas las épocas; algo así como una gigantesca memoria racial, una mente mundial repartida entre innúmeros cuerpos. Estos elementos psicológicos, que llamamos “arquetipos” son, a diferencia de los que integran el Inconsciente Personal, comunes a todos los seres humanos, y precisamente por ello integran el Inconsciente Colectivo.

      Ahora bien. Entre lo que llamamos el Inconsciente Personal y el Inconsciente Colectivo, hallamos la Potencialidad Parapsicológica del ser humano. Pertenece al Inconsciente Colectivo, ya que al ser innata en todos los seres humanos es, por ello, arquetípica. Pero también es función de las circunstancias vivenciales de cada sujeto siendo que sus problemáticas, sus angustias, sus deseos, la despiertan o la inhiben y es por ello parte también del Inconsciente Personal. Podríamos decir entonces que la Potencialidad Parapsicológica es al Inconsciente Colectivo respecto del Personal, como el Preconsciente es del Inconsciente Personal respecto del Consciente: un filtro que aísla nuestra actividad mental de la presión de tres millones de años de arrastre genético y que cuando detona es la exteriorización fenomenológica del pensamiento mágico que, como un monstruo aletargado, empuja desde las profundidades como el magma de un volcán que busca aliviar la presión.

      Esto significa que todos los llamados fenómenos parapsicológicos no son solamente aquellos que nos maravillan al expresarse en nuestra vida cotidiana sino que, emanando desde las fronteras del I.C., pueden materializarse en el I.P. aunque no tomemos consciencia de ello.

      Pongamos un ejemplo para que esto resulte comprensible. Tomemos el caso de los sueños parapsicológicos que no se limitan necesariamente a los “sueños premonitorios”, es decir, aquellos en los cuales soñamos eventos que después (horas, días, años) ocurren en la realidad. No. Llamamos también “sueños parapsicológicos” a ciertas ensoñaciones cuyo contenido emana del Inconsciente Colectivo (recordemos que las imágenes oníricas acontecen durante el dormir como función propia del Inconsciente Personal) y que si se plasman como tales es a expensas de la flexibilización de la Potencialidad Parapsicológica. Tal es el caso cuando un individuo sueña que se ve en una noche de luna llena bailando desnudo alrededor de un fuego, o devorando trozos de carne humana en el fondo de una caverna. Más allá de las forzadas interpretaciones freudianas de tales vivencias, podemos afirmar que es difícil que alguno de nuestros lectores haya presenciado una adoración pagana al fuego o participado de algún ritual antropofágico (o, al menos, eso esperamos). ¿Y de dónde proviene entonces tal información?. Pues de posibles recuerdos genéticos ancestrales, cuando remotísimos antepasados sí frecuentaban tales costumbres.

      Resumiendo, podríamos ilustrar las funciones psíquicas así (siempre recordando que tales divisiones son sólo a título ilustrativo):

                    Tres picos  Tres picos

      Cada pico es un ser humano distinto, cada uno, como un continente que pese al aparente aislamiento que el océano impone, descansan sobre un fundamento común.

      Todo este esquema se complementa e interactúa con otras tres instancias primarias: el Ello (la pulsión ancestral, los instintos e impulsos primitivos, animales, en el hombre); el Yo (el campo de la acción voluntaria) y el Superyo (las pautas referenciales morales, culturales, sociales y religiosas, que en situaciones extremas pueden actuar como mecanismos represores).

CLASIFICACIÓN DE LOS FENÓMENOS PARAPSICOLÓGICOS

Los fenómenos parapsicológicos pueden ser divididos en dos grandes grupos:

Subjetivos        y        Objetivos
          También llamados:

Psi Gamma          y        Psi Kappa
              Abreviados:

  PG              y        PK
            Que incluyen:

Clarividencia              Dermoóptica

Clariaudiencia              Telekinesis

Clariestesia                Psicokinesis

Postcognición              Hiloclastia

Precognición                Aporte

Telepatía                  Teleportación

Criptestesia                Levitación

Pantomnesia                Ectoplasmia

Psicometría                Termogénesis

Autognosis                  Ectocoloplasmía

Percep.Extrasens.Simple    Dermografía

Xenoglosia                  Raps

                            Poltergeist

                            Telergia

                            Psicofonías

                            Psicoimágenes

                            Escotofotografía

                            Psicografía

CLARIVIDENCIA. Conocimiento de hechos, circunstancias e informaciones en tiempo presente y sin que intervenga, directa o indirectamente, ninguna vía sensorial, con respuestas que se presentan como imágenes mentales.

CLARIAUDIENCIA. Percepción auditiva de sonidos o voces pronunciados con simultaneidad pero con la imposibilidad física de un conocimiento directo.

CLARIESTESIA. Sensaciones táctiles que se corresponden con contenidos de percepción extrasensorial (sensación de ser “tocado” por algo invisible).

POSTCOGNICIÓN (o Retrocognición): clarividencia efectuada sobre lo pasado.

PRECOGNICIÓN (o Premonición): clarividencia efectuada sobre lo futuro.

TELEPATÍA. Enlace psíquico con transferencia de información entre dos o más sujetos, recíproca.

CRIPTESTESIA. Percepción específica de elementos que se saben ocultos.

PANTOMNESIA. Recuerdo instantáneo y absoluto de todo lo aprehendido.

PSICOMETRÍA. Percepción de la información vinculada a un objeto, al contacto con éste (no confundir el mismo término empleado en Psicología, que define el uso de los “tests”).

PERCEPCIÓN EXTRASENSORIAL SIMPLE. Contacto psíquico de un individuo a otro, en un solo sentido. Suele ser confundido con la telepatía.

AUTOGNOSIS. Clarividencia interna. Autodiagnóstico.

PSICOFONÍA. Impresión telérgico-telepática sobre una cinta magnetofónica.

PSICOIMÁGENES. Idem, sobre video o película fotográfica.

DERMOÓPTICA. Lectura y visión con los dedos, los codos u otros puntos anatómicos.

TELEKINESIA. Movimiento de objetos inanimados con la mente.

PSICOKINESIS. Influjo de energía Psi sobre sistemas físicos en evolución (v.gr., gota de agua que cae, planta en crecimiento, arroje de dados, etc.)

RAPS. En Espiritismo, los “golpes” tras la aparición de un espíritu. En Parapsicología, se le denomina “torbismo” o “tiptología”.

TELERGIA. Acto de emisión de energía Psi.

ESCOTOFOTOGRAFÍA. Etimológicamente, “fotografía en la oscuridad”. Impresión telérgica en una película virgen, fotográfica o fílmica.

TELEPORTACIÓN. Traslado mediante energía psíquica de un cuerpo, de un punto a otro del espacio.

LEVITACIÓN. Autoelevación en el aire, en suspensión de la ley de gravedad.

DERMOGRAFÍA. Aparición sobre la piel de letras, figuras o signos. Fenómenos emparentados con la estimagtización.

PSICOGRAFÍA. Escritura “mediumnímica” inconsciente o semi-inconsciente. Fenómeno mecánico involuntario a través del cual el sujeto pone en evidencia manifestaciones telepáticas o clarividentes, postcognocitivas o precognocitivas.

TERMOGÉNESIS. Aumento de la temperatura, o descenso de la misma, en un sistema cerrado, por acción psíquica. Cuando se produce una combustión, se habla de “pirogénesis”.

XENOGLOSIA. También llamada “glosolalia”, es la capacidad inconsciente de hablar y entender idiomas que se desconocían.

ECTOPLASMIA. Sustancia exudada por algunos agentes a través de los orificios naturales del cuerpo, de una materia extremadamente sutil compuesta, hasta donde se sabe, de lípidos, tejido conectivo y células epiteliales.

ECTOCOLOPLASMIA. Cuando el ectoplasma adopta una forma definida y reconocible.

HILOCLASTIA. Rotura paranormal de objetos.

APORTE. Paso de un objeto sólido a través de otro por lo que suponemos es un fenómeno de “polarización molecular”. Describámoslo. Supongamos que tenemos dos mazos de cartas, con las mismas dispuestas en distintas direcciones. Tratemos de mezclar ambos mazos. Veremos que nos resulta imposible. Pero acomodemos las cartas, todos los bordes parejos entre sí y el trabajo resulta muy sencillo. Por analogía, diremos que la “polarización molecular” es cuando las moléculas de dos cuerpos se disponen en planos paralelos permitiendo la interpenetración de ambos.

            Para concretar la clasificación general de fenómenos observados, añadiremos que, sintetizando, Fenómenos Subjetivos son todos aquellos a los que no accedemos por comprobación directa sino únicamente circunstancial y estadísticamente, englobando los fenómenos de “mente-a-mente” y “mente-a-circunstancia”, en tanto Fenómenos Objetivos son todos aquellos en que la energía psíquica actúa sobre la materia y a los cuales sí accedemos por comprobación directa.

            Terminológicamente, reconocemos que todos los fenómenos se producen por intermedio de la ENPSI (acróstico de “energía psíquica”).

            Usamos el término “energía” por convencionalismo, ya que esta palabra debería aplicarse únicamente para energías físicas y la Enpsi no lo es. Veamos por qué.

            Una energía física, para ser tal, debe cumplir, entre otros requisitos, aquél que dice que su coeficiente debe ser inversamente proporcional al cuadrado de la distancia y el tiempo en que actúa.

            Tomemos un ejemplo: tengo un mechero encendido. Acerco mi mano al mismo. Siento un determinado calor. Ahora, voy alejando mi mano, y observo que cuanto más la alejo, menos calor siento. La energía (calórica, en este caso) es inversamente proporcional a la distancia.

            Supongamos ahora que caliento un cuchillo en el mechero. Apago éste, y observo que cuanto más tiempo pasa, menos calor irradia el cuchillo. La energía aquí es inversamente proporcional al tiempo.

            Con la Enpsi ello no ocurre; la telepatía nos demuestra que se manifiesta tanto a un metro como (tal el caso de la célebre experiencia de los astronautas del Apolo XIV) a cien mil kilómetros. Y la existencia de la postcognición y la premonición pone de manifiesto que el tiempo en nada influye..

INTRODUCCIÓN A LA INVESTIGACIÓN ESTADÍSTICA

            Como ya hemos visto, la investigación de los fenómenos paranormales ha reconocido dos categorías de identificación: los llamados fenómenos “subjetivos” y los “objetivos”.

            Estos últimos, que interactúan con la materia, son “mensurables”, es decir, estudiables en laboratorio. En cambio, a los primeros sólo podemos aproximarnos estadísticamente. En principio nos valemos para ello de las llamadas “cartas Zenner”, ideadas por el científico homónimo, colaborador de Joseph Rhine, padre de la parapsicología científica.

            Conforman un mazo de veinticinco cartas, repitiendo cinco símbolos (5 x 5 = 25): estrella, cuadrado, círculo, cruz y tres ondas. Se trata de “detectar” qué símbolo corresponde a cada carta sobre la que dirijimos nuestra atención para estudiar, a partir de allí, los fenómenos de clarividencia, telepatía, percepción extrasensorial simple, precognición y retrocognición.

            Dice el cálculo de probabilidades, que en veinticinco cartas sólo podríamos adivinar por azar cinco de ellas, esto es, el 20%. Más de esta cifra indica una tendencia a manifestar determinado fenómeno paranormal. Por debajo es simplemente azar o casualidad, a menos que el índice obtenido sea del 0%, vale decir, ningún acierto. En este caso, también existe un fenómeno paranormal de naturaleza inhibitoria, conocida como “Factor Psi Regresivo”.

            Las experiencias más comunes son:

DT o Down Through (“hacia abajo y a través”): Todo el mazo apilado, mencionando de corrido todas las cartas desde la superior hasta la última inferior, sin tocarlas.

BT o Broken Technique (“técnica quebrada”): A la inversa del DT, es decir, desde la de abajo hacia las de arriba.

Percepción simple: Las 25 cartas distribuídas boca abajo sobre la mesa y el sensitivo indicando una por una.

            Estas tres metodologías se emplean en trabajos investigativos sobre clarividencia, precognición y postcognición. Para telepatía, prescindimos de las cartas, visualizando mentalmente la simbología, indicando el momento de “emisión” y una vez que el “receptor” nos da el conforme, asentamos en planillas –ambos– los signos correspondientes elaborados o supuestos, a fin de mantener registro de los mismos a efectos del posterior análisis.

            También suele emplearse la técnica GESP (“General Extra Sensory Perception”, o Percepción Extrasensorial General”) que consiste en, tabique de por medio, que el agente-emisor vaya tomando una por una las cartas, observando y tratando de “transmitir” al percipiente-receptor quien las asienta en planilla. En este caso se habla de percepción extrasensorial “general”, porque no podemos saber si el conocimiento es por vía clarividente –directamente sobre la carta– o telepática –actuando en la esfera psíquica de quien las observa–.

            Una sola experiencia de 25 cartas se llama experiencia piloto. De ella no podemos concluir nada, sino simplemente inferir que el sujeto manifiesta tendencias hacia determinado fenómeno paranormal.

            De ello concluímos que debemos recurrir a otro sistema si buscamos expedirnos con seguridad respecto de la potencialidad parapsicológica de un individuo. Para ello, efectuamos un “testeo general” consistente en efectuar 25 veces seguidas la experiencia piloto de 25 cartas ( 25 x 25 = 625 pasos). El análisis de la información así obtenida de la misma nos da los porcentajes reales totales de la fenomenología. Sin embargo, debemos cumplir otro requisito si buscamos una conclusión ciento por ciento exacta. Debemos efectuar la gráfica de esta experiencia sobre un eje de ordenadas y uno de abcisas, indicando sobre el eje horizontal los 25 ensayos, y sobre la recta vertical los porcentuales de aciertos (de a 4) trabajando, obviamente, con distintas escalas de valores en numeración a adjudicar. Luego, señalamos con un punto la intersección del ensayo 1 con su correspondiente porcentaje de aciertos, luego la intersección del ensayo 2 con su porcentual, y así sucesivamente.

            Una vez concluido este paso, unimos todos los puntos con una curva; si existió fenómeno paranormal, debe aparecer una curva con altos valores al comienzo de la misma, descendiendo hasta casi desaparecer al promediar y tendiendo a elevar sus índices al final, sin alcanzar los valores iniciales. Esta es la llamada “curva U”. Y es lógico que este efecto se produzca, ya que la frescura y atención del sujeto son mayores al comienzo, alentado por la curiosidad, llegando al hastío si el experimento se prolonga demasiado y revitalizando en las postrimerías su interés, ante la pronta finalización de la rutina de trabajo.

            Una interesante variante que podemos agregar a la experimentación es la llamada “retroalimentación” del sujeto. Ello consiste en que luego de cada ciclo de 25 cartas (o luego de cada paso individual), le revelemos el resultado obtenido. De esta forma se observará una tendencia a incrementar los porcentajes, por lo que en ese caso resultará inútil buscar una “curva U” inexistente ya que la gráfica representará reiterados “picos” y “valles”, consecuencia del ascenso o descenso porcentual inmediato a la retroalimentación.

            Para la investigación de tres fenómenos específicos, a saber, clarividencia, premonición y retrocognición, el procedimiento es muy sencillo.

            Emplearemos a tal efecto, una sola planilla elaborada con información Zenner. Los aciertos adjudicables a fenómenos clarividentes (siempre y cuando, como se recordará, superen el 20%) serán aquellos en que paralelamente a la “señal” se encuentra el acierto o adivinación (líneas horizontales) ya que clarividencia es la percepción “en presente” de información oculta. En consecuencia, para detectar pre y postcogniciones deberemos controlar las correlaciones anteriores y posteriores (líneas inclinadas). Si el intento número 4 (por ejemplo) se corresponde con el número 3 y así sucesivamente, estaremos ante fenómenos de postcognición, pues el agente acertó la carta inmediatamente anterior (en pasado) al momento de concentrarse. Si al pensar, por ejemplo, en la carta 5 acertó la 6 (en futuro) estaremos ante una premonición.

Tabla

Tabla

Curva “U”

REENCARNACIÓN Y CLONACIÓN:UN TÚNEL DEL TIEMPO EGIPCIO

REENCARNACIÓN Y CLONACIÓN:
UN TÚNEL DEL TIEMPO EGIPCIO

                                                Escribe Gustavo Fernández

Más allá de lo que los papás de uno pensaban cuando por sobre la cuna miraban a ese rozagante bebé que años después se transformaría en quien esto escribe, todo se complota en convencerme de que nacemos con ciertos destinos prefijados. Que aunque, por ejemplo, uno sueñe con ser un intelectual más del montón, razonablemente tolerado por sus congéneres, las cosas ocurren para demostrarnos que ni siquiera somos dueños de nuestras ideas. Es el tipo de cosas que suelen pasarme: no puedo evitar la compulsión, a lo largo de los años, de volcarme a actividades o proponer cuestiones que despierten el sarcasmo, la burla escéptica o el escándalo. Me pasó cuando decidí ser parapsicólogo, me volvió a ocurrir cuando, en vez de apoltronarme en la comodidad conceptual de una parapsicología científica, opté por volcarme al Ocultismo, o cuando viajé en busca de extraterrestres en el pasado argentino por toda nuestra dilatada geografía, o cuando no tuve mejor idea que irme de paseo a hacer experiencias parapsicológicas a la cumbre del Aconcagua, o cuando fui en busca de extraños seres en la Caverna de las Brujas, o cuando tras una improbable serpiente marina hice decenas de kilómetros en una temblorosa piragua por el río Pilcomayo, o las noches cuya cuenta he perdido en cementerios a la caza de fantasmas, o…

O cuando, como ahora, mientras leía atrasados artículos sobre los últimos experimentos sobre clonación, una idea se filtró en mi mente y, aún en contra de mi voluntad, creció hasta convertirse en una teoría. Una teoría que, debo reconocerlo, empieza a gustarme. Y que me parece absolutamente dictada “desde afuera”. Es feo eso de sentirse un instrumento pero, en fin, si el destino es ser canal de algún metafísico registro akhásico, no será un servidor quien se resista. Así que con la tranquilidad que da creerse entonces poco responsable de lo que uno dice, aquí va esta propuesta.

Que consiste básicamente en repasar –y concatenar– tres instancias: una biológica y genética –la clonación– otra esotérica –la reencarnación– y una parapsicológica –el así llamado “punto de anclaje”–. Y, si me apuran, una cuarta: lo extraterrestre –a través del conocimiento legado por visitantes en la antigüedad–. Repasemos algunos conceptos y aclaremos posturas frente a los mismos.

De la clonación no hay mucho interesantemente nuevo que pueda decir –perdón, escribir–. En mayor o menor grado, todos han escuchado de ese sistema novedoso –o no tanto, ya que sus fundamentos figuran en manuales de divulgación científica de cuarenta años atrás– que consiste en copiar seres vivos –incluso humanos– reproduciendo el patrón genético de un sujeto en células soporte de otro individuo. Sobre este apasionante campo se ha generado una discusión más filosófica que técnica y de una dudosa moralina. En efecto, las Iglesias han cuestionado la ética de clonar seres humanos, por aquello de la biodiversidad y que cada fulano que camina sobre el planeta es único e irrepetible; considero, sin embargo, que no sólo se ha enfocado erróneamente la cuestión, sino que incluso se ha informado malamente a la población, acudiendo a cuestionables golpes bajos emocionales (¿”qué pasaría si se clonaran muchos Hitler”?, es la tontera más habitual) para responder a oscuros intereses. Y nunca mejor empleado lo de “oscuros”. Lamentablemente, por estrechez mental o por maquiavélicas razones, muchas de las religiones dominantes hoy en día se han opuesto durante siglos al avance del conocimiento en todas sus formas. Antes, se quemaba a sus responsables. Hoy, se les cubre de ridículo, lo que es todavía peor, ya que el ridículo jamás ha creado mártires. Aún más, se les sindica de amorales, y la razón es sencilla: sólo se domina a la gente a través del miedo, y el miedo es hijo dilecto de la ignorancia. Para controlar a las masas, no hay que dejarles pensar ni informarse sanamente. De donde podríamos inferir lo que vamos a llamar (si les parece bien) la Primera Ley de Fernández: “Toda estructura religiosa o pseudorreligiosa necesitada de bienes y recursos materiales y apoyo político crece numéricamente de manera inversamente proporcional a la masa de información y del buen uso que del raciocinio hagan sus feligreses”.

Porque si se hace un clon de Hitler tendremos un tipo bajito, de cabello chuzo y bigote cortito, gesticulante y pocaspulgas, pero lo realmente importante, es decir, todo lo demás, lo que es mentalmente, espiritualmente, emocionalmente, moralmente, no es producto de la clonación: no existe –eso los científicos lo saben muy bien– un gen del crimen. El ser humano es más que la suma de sus partes biológicas. Los factores ambientales, familiares, culturales, modelan la personalidad, sus virtudes y defectos. No cometamos el error de hablar de una moral de la clonación que necesariamente, para contradicción de las iglesias, sólo es defendible si se niega el espíritu; que no está en el ADN. Mil fulanos fotocopiados físicamente van a ser muy distintos psicológicamente, y esa es la única biodiversidad que cuenta.

¿Hablamos de reencarnación?. No es necesario: si usted está leyendo estas líneas es porque, crea o no en ella, la conoce. Si no, ¿no se habrá equivocado de publicación?.

Pero sí dediquemos algunas líneas a un concepto parapsicológico ni siquiera muy difundido entre los especialistas: el “punto de anclaje”. Llámase “punto de anclaje” a un lugar, objeto o persona que, por la intensidad emocional que conlleva, resulta la única referencia cognoscible para un “paquete de memoria”. Este término (“paquete de memoria”) fue propuesto por el biólogo francés Jean Jacques Delpasse para definir a lo que vulgarmente se denomina “fantasma”, es decir, el residuo psíquico superviviente de una persona fallecida.

El “paquete de memoria”, luego de la destrucción biológica del cuerpo que le contuvo, tiende a “adherirse” a aquello que más significado emocional tuvo durante su vida física. En el estado pseudosonambúlico y desconcertante que atraviesa post mortem, el “paquete de memoria”, quizás no comprendiendo su nueva situación y condición, busca desesperadamente –si en vida ha carecido de la evolución espiritual necesaria para comprender lo que le ocurre y evolucionar a planos superiores de manifestación, “despegándose” así de esta realidad– aquella referencia que le es conocida.

Como está privado de medios sensoriales, su forma de orientarse es el sentir, ya que sólo puede valerse de lo único que tiene porque es lo único que es: psiquismo residual y emocionalidad. Y así como cuando nos perdemos en una ciudad desconocida buscamos puntos de referencia conocidos –una iglesia, el hotel donde nos alojamos, una plaza central o la terminal de ómnibus– el “paquete de memoria” se “fija” –se “ancla”– a lo más importante que jalonó su vida: sus seres queridos, su casa, un objeto muy apreciado o ambicionado, sus propios restos mortales. Ello se transforma, entonces, en el “punto de anclaje”. Los puntos de anclaje explican las viviendas con “presencias”, por ejemplo. Los objetos “malditos”, o las entidades detectadas en cementerios, también.

Bien. Supongamos por un momento que los antiguos egipcios conocieran el efecto “punto de anclaje”, lo que no es extraño, por otra parte, a su religión. Desde que se inició en las tinieblas de la prehistoria, sus prácticas rituales obligan a conservar no sólo el cuerpo, momificado, de sus difuntos, sino sus vísceras en vasijas ad hoc, además de sus tesoros (un buen motivo para “aferrarse” en esta vida), efectos personales de todo tipo y, en ciertas épocas, seres queridos que eran sepultados junto a ellos en sucesivas generaciones. Ellos mismos, en textos de todo tipo, papiros y petroglifos especialmente, señalan la importancia de estas prácticas para que, mientras el espíritu del difunto pueda ascender a los cielos, el “ka”, o doble astral, diríamos ahora, permanezca “vigilante” junto a los restos. De hecho, ellos entendían que la naturaleza humana se dividía en tres planos: “ka”, o cuerpo astral, “ba” o psiquismo, y “sit” o espíritu, como una versión microcósmica y adelantada en siglos al judeocristianismo de una Trinidad a escala humana.

Siempre me he preguntado el porqué de esa obsesión en querer conservar la materia carnal en las mejores condiciones el mayor tiempo posible. La suposición de la ortodoxia arqueológica en el sentido de que lo hacían porque, en su ingenuidad supersticiosa, creían que en el futuro “resucitarían” carnalmente, me parece cuanto menos una ofensa a la inteligencia que a los propios egipcios le atribuímos, considerando sin ir más lejos su arquitectura, su astronomía o su arte plástico. Por otro lado, me parece mucho menos supersticioso que las creencias cristianas contemporáneas que esperan esa misma resurrección “en cuerpo y alma” aun cuando el paso de los siglos, qué digo, de los milenios, reduce a inveterado polvo hasta el más resistente de los huesos. Pero a esto hoy le llamamos, displicentemente, “devoción” y “fe”, y convivimos culturalmente con esa creencia que tantos –universitarios, políticos, intelectuales– consideran lógica. En cambio, cuando suponemos que los egipcios conservaban la materia para que los “dioses” en el futuro le devolvieran la vida al ser, sonreímos sardónicamente y nos reímos de su “ignorancia”. En fin, si eso no es soberbia vana, no sé qué lo es.

Así que mi teoría es simple. Aceptemos una presencia extraterrestre en el antiguo Egipto. Aceptemos que esa presencia fue intelectualizada como “dioses” por el primitivo pueblo violentamente arrancado de su oscurantismo y proyectado como la nación más poderosa de la Tierra en pocos años. Aceptemos que algunos egipcios, particularmente inteligentes, fueron iniciados en los “misterios” de la ciencia extraterrestre. Aceptemos que esos extraterrestres conocían y manejaban la clonación. Y así aceptaremos, entonces, la transmisión, generación tras generación, del dato fundamental que cuanto más del cuerpo –especialmente de alguien dominante– se conservara en las mejores condiciones, podría ser clonado –reproducido, revivido– en algún momento futuro.

¿Y qué tiene que ver el “ka”, el “paquete de memoria”, el “punto de anclaje” y toda esa parrafada con esto, dirán ustedes?. Simplemente, que se me ocurre que, aunando ambas posibilidades, los antiguos faraones, los antiguos sacerdotes, nobles y jerarcas militares, conocedores, directa o indirectamente de los grandes secretos científicos traídos por los extraterrestres, sabían cómo resucitar no sólo en cuerpo, sino también en alma: si el “paquete de memoria” era obligado a permanecer junto a los restos mortales, y si de esos restos podía, en algún momento del futuro, obtenerse un “duplicado”, sólo bastara que el “paquete de memoria”, “anclado” en la tumba, ingresara en el nuevo individuo (el clonado, digo) mediante posesión para que, tres, cuatro o cinco mil años después, Ramsés II, Tuth-Ankh-Amón, Nefertari, Menes o el que fuera regresara a la vida (¿necesito repetirlo?) completamente en cuerpo y alma.

Se me ocurre una –una de tantas, quizás– objeciones que harán ustedes. Pero si el paquete de memoria está “anclado” en la tumba, ¿cómo hará para encontrar e incorporarse (poseer) su nuevo cuerpo?. Podría decir que, simplemente, a un paquete de memoria la ubicuidad en el tiempo y el espacio no le afecta como a nosotros, prisioneros de la carne, con lo cual tal vez le sería fácil encontrar, deambulando sobre la faz de la Tierra, su nuevo receptáculo. Pero se me ocurre algo más simple y, si se quiere, obvio. Supongamos que algún día los científicos perfeccionan in extremis el arte de la clonación. Supongamos que ceden a la tentación –y la curiosidad– de clonar seres humanos completando las cadenas genéticas, necesariamente deterioradas, de hombres muertos milenios atrás. Supongamos que uno de esos experimentos se hace con tejido de la momia de un faraón, admirablemente conservado. ¿Hace falta mucha imaginación para suponer que el individuo, así clonado y quizás en algún momento consciente de su origen, no podría evitar la tentación de visitar la tumba y los restos de quien, en definitiva, sería su “padre”?. Si cualquiera de ustedes descubrieran que son clones del Tuth-Ankh-Amón, ¿resistirían la tentación suprema de viajar a Egipto para visitar su tumba?. Y allí, esperando, estaría el paquete de memoria…

Es muy personal este comentario, pero debe ser sincero: entre considerarse que los egipcios eran históricamente una masa de cretinos hábiles para obras de ingeniería que nosotros no podríamos reproducir pero imbéciles que creían en una mágica resurrección de tejidos deteriorados a los cuales, por otra parte, deben haber rastreado durante sus milenios de historia ajenos a cualquier resucitación vaticinada, y aceptar una teoría que nos muestre maestros extraterrestres preparando a los habitantes del Nilo en un plan cósmico cuyas consecuencias últimas hoy también nos siguen evadiendo, me quedo con esto último.

Oh, pero no nos preocupemos. Todo esto –seguramente alguien dirᖠes sólo el delirio de una mente febril. Quizás.

“El Cuarto Estado: metodología bioelectrónica de comunicación extraterrestre”

“El Cuarto Estado: metodología bioelectrónica de comunicación extraterrestre”

¿SEGUIREMOS ESPERANDO QUE ESA INTELIGENCIA VENGA A NOSOTROS… O POR FIN NOS DECIDIREMOS A IR HACIA ELLA?

por Gustavo Fernández

A la memoria del doctor Enrique Briggiler

    No voy a perder demasiado tiempo en preámbulos para lanzarme de lleno al sentido de este artículo, por otra parte, absolutamente explícito en el título. Si bien sé que una cierta arrogancia de mi parte –en el sentido de intuir como probable tener algún tipo de decisión propia en esto del “contacto”– va a granjearme por igual la antipatía de ovnílatras y ovnífobos,  los primeros por descreer en un determinismo absoluto en manos de esa Inteligencia alienígena, y los segundos por sentirme sospechosamente cerca de Roy Neary (¿recuerdan?, era el electricista infantiloide de “Encuentros Cercanos del Tercer Tipo”), pienso que la investigación del fenómeno OVNI está descuidando dos instancias fundamentales: una, que aceptada una Inteligencia rectora detrás del fenómeno, es obvio que toda inteligencia que se expresa a través de una conducta, debe necesariamente tener una motivación y un propósito.

 
Basándonos entonces en los hechos expuestos en este libro, reflejos objetivos de aquella conducta, trataré de delinear hipótesis que expliquen sus propósitos e intereses.  En segundo lugar, desconfío de los métodos tradicionalmente postulados para establecer contacto con extraterrestres: emisiones de radio, rastreo de la banda radiotelescópica del hidrógeno interestelar, y un largo etcétera, y ello a su vez por otras dos razones, a saber:

                        (a) suponer la lógica de adoptar por razones racionales un determinado sistema (toda civilización emite ondas de radio, si tratan de comunicarse lo harán empleando frecuencias electromagnéticas) supone necesariamente admitir que esa civilización opera con patrones lógicos análogos a los nuestros, y en otras páginas ya hemos analizado que no necesariamente esto ha de ser así (y si aún no le quedó claro es que se ha salteado algún capítulo) de manera tal que quizás no se trate tanto de que su evolución es millonaria en años adelantada a la nuestra, sino que procedió por caminos psíquicos distintos.

    Ya me imagino la sonrisa sardónica de mis detractores y su respuesta: “¿pero, a ver, cómo es eso de una “lógica distinta”?. Afirmar eso es ilógico”. Debo admitir que tal argumento no me mueve un pelo: una estructura cerebral diseñada para procesar la información de una manera lineal y sólo una –como la nuestra– no puede “comprender” otra lógica, de la misma manera que el raciocinio elemental de un primate no le permitiría, en su pragmaticidad, aceptar como lógicas nuestras propias ecuaciones matemáticas.

                        O, (b), quizás sí, después de todo, nuestras formas de comunicación –radial, televisiva, fonética– les resultan absolutamente perdidas en la noche de un tiempo evolutivo inmensamente más antiguo que el nuestro. A fin de cuentas –y sin tanta diferencia evolutiva de por medio– si un habitante cualquiera de nuestras ciudades paseara en su automóvil por la carretera de algún inhóspito desierto y en la lejanía observara algunas columnas de humo elevándose intermitentemente, ¿podría suponer –y no digamos ya distinguir– que se trata de algo más que un remoto incendio de matorrales o los restos de algún asado campestre, en lo que en realidad serían indígenas transmitiendo dificultosamente mensajes a parientes lejanos?.

    Por eso soy un convencido de que debemos explorar formas alternativas de hacer contacto. A otros, más capaces que yo, dejaré los vericuetos del contacto telepático, la tabla ouija, las psicografías y otros métodos que, a no dudarlo, nos darán en el futuro interesantes revelaciones, si no de extraterrestres, cuanto menos de entidades de otro orden de realidades o de nuestro propio inconciente. Aquí, mientras tanto, me decido a explorar opciones que, entiendo, no han sido expuestas antes, y cuya factibilidad dejo librada a la imaginación del lector.

    Llovía la mañana de agosto de 1980 en que llegué por primera vez a la ciudad de Santa Fe. En ese entonces me encontraba organizando un congreso de parapsicología por cuenta y orden de una academia de Buenos Aires la cual, como parte del ajetreado trajín que significaba montar tal evento, me había enviado a esta ciudad con la misión de contactar a un científico del cual, en ese entonces, oía yo hablar por primera vez: el psiquiatra Enrique Briggiler.

    En su casona-consultorio de calle Javier de la Rosa, departimos una mañana sobre los temas de nuestro común interés, y me llevé la imagen de un hombre de ideales firmes, serio y metódico en su proceder profesional pero poco preocupado por las convenciones sociales: no de otra manera puede explicarse su entusiasmo cuando me describía sus “experimentos para contactar extraterrestres”. Volví a verlo en varias oportunidades –coincidíamos en algún otro congreso, generalmente– y cuando me radiqué en la ciudad de Paraná (que podríamos decir que queda a “tiro de piedra” de la ciudad de Santa Fe), siempre tuve en mente hacerme una “escapadita” para conversar largamente con él y, por qué no, participar en sus experimentos y aunar esfuerzos. Pero durante un par de años mi ajetreada vida profesional fue dilatando ese deseo y un día de 1991 la noticia, en boca de un colega investigador, me golpeó como un puñetazo: el doctor Briggiler, tan cercano, había fallecido. Y nunca pude saber hasta dónde había llegado.

    Experimento sin embargo la contundente sensación –y soy una persona que aprendió a confiar de sus intuiciones– de que Briggiler estuvo cerca, muy cerca, de “algo”. Alguna vez.

    Una década atrás, me había facilitado un material resumiendo sus trabajos, que a continuación reproduzco. E insto a quienes quieran reiniciar, de alguna manera, sus propios pasos, a hacerlo, individual o colectivamente, de manera solitaria o tomando contacto conmigo, porque la metodología del “cuarto estado” (¿quizás otro de los conocimientos que alguna fuerza oscura quiere privar a la humanidad?) puede reservarnos muchas sorpresas.

El Cuarto Estado:

Metodología bioelectrónica

de comunicación extraterrestre

Consideraciones generales.

    Como médico dedicado a psiquiatría, hace 40 años Briggiler inició trabajos de investigación en el área de la psicología normal y de la psicopatología por medio de técnicas inductivas que desde Braid han sido designadas erróneamente con el término de “hipnosis”. Comenzando a investigar las posibilidades de la mente humana, sus limitaciones y posibles fronteras, más allá del concepto condicionante de tiempo y espacio, pronto surgieron fenómenos especiales, no habituales en estado de vigilia (despierto), que aparentemente pertenecían al terreno de la Parapsicología, tales como regresión en el tiempo, bilocación, etc. Después comprobó que este procedimiento era un recurso limitado para sus objetivos de investigación, y que el problema de fondo en la metodología no era cuantitativo, o sea, profundización de un estado mental determinado o expansión de la conciencia, sino cualitativo: debía lograr un “cambio de estado”, y no seguir arando en el mismo surco o cavando en el mismo pozo. Había que llegar a provocar un estado alterado de conciencia, con técnicas de laboratorio y en experiencias que pudieran ser controlables y controladas.

    Esta situación alterada de conciencia a la que denominó Cuarto Estado, por ser diferente a los habituales de vigilia, sueño e hipnosis, la logró mediante una metodología que combina técnicas multidisciplinarias muy elaboradas, que describiré, así como los resultados obtenidos.

    Llegó Briggiler al campo de la Ovnilogía de forma tangencial, casi por accidente, a causa de un fenómeno surgido en una de las sesiones, pues no formaba parte de su plan de trabajo. Más adelante consideró que el problema actual de la ovnilogía radica en la metodología de investigación debido a la ausencia, por agotamiento, de una técnica de estudio de los fenómenos a investigar. Hasta entonces el procedimiento utilizado había sido solamente la observación, cuando aún no se habían popularizado otros métodos alternativos de análisis.  Y estableciendo comparaciones con la evolución de otras ramas de la Ciencia, como la física, química, biología, etc., concluyó que en este campo estamos en la edad de piedra en lo que a metodología científica se refiere.

    Sostuvo que no se podía seguir mirando el cielo, cámara en mano, para intentar registrar un fenómeno OVNI, dependiendo del azar. Y, como sabemos, es excepcional que esa circunstancia se de al investigador. Habitualmente es un observador accidental, automovilista u hombre de campo, y el investigador debe limitarse a escuchar su relato, o tomar fotografías del terreno donde el OVNI dejó sus huellas. Así, las comprobaciones son las más de las veces indirectas y accidentales, y en condiciones no reproducibles en laboratorio. Condición ésta imprescindible para el estudio científico de un fenómeno. Y además, dos elementos importantes que le restan seriedad a este tipo de fenómenos (o al estudio del mismo): la gran cantidad de diletantes e improvisados, sin formación científica, dispuestos a aceptar sin ningún rigor todo lo que se les ofrece, y también la enorme cantidad de delirantes a los que atrae el tema, y que contribuyen en su delirio a desvirtuarlo, incluso dándole connotaciones metafísicas o religiosas.

    De allí nuestra inquietud en presentar este trabajo, que consideramos puede ser un aporte de interés como una nueva metodología de estudio en la investigación OVNI.

 
Considerando la posibilidad de existencia de civilizaciones extraterrestres, supuso Briggiler que solamente habría dos formas de comunicación (excepto la directa, persona a persona): una, por medios electrónicos de avanzada tecnología, de los cuales aparentemente no disponemos fácilmente, o al menos no han dado resultados concretos, y otra posibilidad podría ser por medios biológicos, haciendo el sujeto en el 4ºE las veces de centro emisor-receptor.

    ¿Cómo podemos lograr que un ser humano se convierta en un perfecto emisor-receptor biológico, incluso con la posibilidad de modularlo a voluntad, para que nos permita este tipo de comunicación?. Dos premisas básicas:

– Sintonizar los ritmos cerebrales del sujeto en determinadas frecuencias.

– Sintonizar los ritmos corporales también en determinadas frecuencias.

(Nota:  estos ritmos no están relacionados con los en este momento tan difundidos biorritmos de Krumm-Heller y las tablas de Vélez Rojas. Pertenecen a un campo diferente: el de la inducción biorritmológica).

    De esta manera, con técnicas que denominó de inmersión, logró que el sujeto entre en resonancia con determinados tipos de frecuencia vibratoria que con técnicas electrónicas convencionales aún no se ha podido lograr.

    Haremos una síntesis de la técnica, a fin de no abrumar con su complejidad, recordando que en todos los casos es conveniente la participación de un ingeniero electrónico y un médico especializado en neuropsiquiatría con conocimientos de electroencefalografía.

    El primer concepto básico es el de ritmo, ya mencionado. Todos los procesos vitales están sometidos a un ritmo determinado en su funcionalidad.

    El segundo es que todo tejido u órgano viviente genera electricidad. La originada en el corazón la registramos con el electrocardiógrafo (electrocardiograma), la muscular con el electromiógrafo (electromiograma), y, lo que nos interesa fundamentalmente, la actividad eléctrica cerebral con el electroencefalógrafo (electroencefalograma). El cerebro genera potenciales eléctricos a un ritmo determinado correspondientes a diferentes estados. Resumiendo, son cuatro ritmos básicos: las ondas beta, rápidas, de gran frecuencia y poca amplitud, que corresponden al estado de vigilia y atención conciente intelectual. En el otro extremo de la banda aparece el ritmo delta, con ondas muy lentas y de gran amplitud. Se registra en estados patológicos (tumores, artereoesclerosis, etc.) y, en condiciones normales, en diferentes fases del sueño natural. Pero los ritmos que nos interesan son las otras dos bandas básicas de electrogénesis cerebral: el ritmo alfa, de 8 a 12 ciclos por segundo, originado en las partes posteriores del encéfalo (región occipital) y que solamente aparece en estado de relajación y vigilia alerta. Es tan sensible, que basta abrir los ojos para que desaparezca o se bloquee.

    Alrededor de este ritmo se ha creado toda una mitología de estados alterados de conciencia y se fabula que utilizando aparatos de “biofeedback” (bioinformación) se logra colocar al cerebro en alfa, llegándose a un éxtasis comparable al nirvana oriental. Esto no es verdad.

    El estado alfa es importante como paso preliminar, y desde comienzos de siglo se puede lograr con el “entrenamiento autógeno de Schültz”, sin sofisticaciones electrónicas. Lo primero es mantener y difundir a través del cerebro dicho estado, especialmente a las regiones frontales y prefrontales. Es el paso previo para llegar al estado o banda theta, caracterizado por su frecuencia de 4 a 8 ciclos por segundo, cuya forma sinusoidal y su amplitud de 50 microvoltios lo hacen semejar un ritmo alfa lentificado. Y este es el ritmo fundamental que debemos inducir en el cerebro para lograr el objetivo buscado. Lo lograremos por los siguientes medios:

A)  Estimulación electrónica trasnscerebral

Nos permite provocar en forma rápida una situación rítmica cerebral determinada. Para ello utilizamos corrientes pulsatorias de baja frecuencia y poca intensidad, con las que estimulamos el cerebro, ejerciendo una influencia compleja sobre el sistema nervioso central, más una importante acción sobre el sistema neurovegetativo que rige las funciones supuestamente autónomas de la voluntad (ritmo cardíaco, aparato digestivo, etc.). El control electroencefalográfico acusa las modificaciones bioeléctricas. Con la Estimulación Electrónica Transcerebral sincronizamos la actividad bioeléctrica cerebral. Posteriormente controlaremos al sujeto mediante hipnosis.

B)  Modulación foto-sónica

Las principales puertas de ingreso del conocimiento al organismo, por las cuales tenemos acceso a la realidad, son la vista y el oído, y ambos responden a estímulos diferentes. A través de ellos logramos sintonizar el cerebro con el resto del cuerpo, actuando sobre el sistema neurovegetativo, o de las funciones involuntarias. Conocemos el control que sobre estas funciones se logra por técnicas de meditación orientales. Y estos estados van acompañados de modificaciones bien determinadas en la actividad eléctrica cerebral. Estudios realizados en la Universidad de Tokio por A. Kasamatsu y T. Hirai han establecido los cambios que se producen en el electroencefalograma en las diferentes etapas de meditación en el Budismo Zen: primero aparece alfa con los ojos abiertos, luego alfa aumenta de amplitud, posteriormente va disminuyendo, se produce una aminoración y enlentecimiento, hasta que aparece el tren rítmico theta. La misma sucesión la enseñó a provocar Briggiler.

C)  Estimulación luminosa intermitente (ELI)

Se utiliza en los estudios electroencefalográficos de rutina a los fines de poner en evidencia posibles epilepsias encubiertas. Utilizamos destellos luminosos intermitentes de frecuencia variable producidos por un estroboscopio de tipo industrial modificado (“fotoestimulador”). Con esto provocamos los llamados potenciales evocados: los ritmos cerebrales son “arrastrados” por la frecuencia impuesta a los destellos luminosos. De esta manera, si actuamos con una frecuencia de destellos de 10 ciclos por segundo, que es el promedio de alfa, el cerebro se coloca en alfa. Y así, a través de esta inducción, establecemos el control de la actividad cerebral eléctrica en un sujeto dado con posibilidad de modularla. Y algo que no termina de sorprendernos: el cerebro también responde a los armónicos. Si colocamos la frecuencia luminosa en los armónicos de alfa, o sea, la mitad (5) o el doble (20), el cerebro también produce alfa (¡!). Y aquí surgen serios interrogantes: ¿es que tenía razón Pitágoras?. ¿Es que la totalidad del Universo está en armonía y existe un ritmo cósmico?.

La activación cerebral con fotoestimulación para su posterior modulación tiene por objeto colocar el cerebro en alfa para luego llegar a theta. De allí la importancia del límite inferior de la banda alfa (8 c/seg.), pues las frecuencias inmediatamente por debajo pertenecen a la banda theta. Es un ritmo de transición que nos abre las puertas a theta. Adoptando el lenguaje de los especialistas en cibernética, el ritmo alfa sería explicado como un “barrido” (scanning) análogo al radar. Cuando un sistema de este tipo no tiene nada para señalar, tiende a oscilar. Pero se bloquea, por el contrario, si algo entra en su zona de barrido, para oscilar después buscando otras informaciones.

D)  Ritmos sónicos

De la misma manera que los ritmos luminosos afectan la mente y el cuerpo, haciéndolos oscilar a determinadas frecuencias, también lo hace el sonido. Sabemos la influencia de los ritmos sonoros y su participación fundamental en ceremonias tribales primitivas africanas, el voodoo haitiano, la macumba brasilera, etc. Esta influencia abarca un amplio espectro según su frecuencia. Los sonidos audibles están comprendidos entre los 16 y 20.000 ciclos por segundo. Pero también afectan al ser humano los infrasonidos (por debajo de 16) con cambios en los ritmos cerebrales, alteraciones circulatorias, incluso parálisis, y los ultrasonidos (superiores a 20.000), con acciones físicas (actúan sobre los movimientos vibratorios de las partículas, generan campos eléctricos de gran intensidad que provocan ionización), químicas (desintegración de grandes moléculas), biológicas (los infusorios son pulverizados en fracciones de segundo, se exalta la virulencia de algunas bacterias y los virus se debilitan. Las lombrices, batracios, renacuajos, ranas y ciertos peces experimentan tenia seguida de parálisis, luego destrucción celular y hasta la muerte). Así que debemos cuidarnos de los sonidos, aunque no los escuchemos.

Con respecto a los ritmos sónicos audibles, el científico búlgaro Georgi Lozanov descubrió la influencia sobre el organismo de ciertos ciclos sónicos que utilizó en psicopedagogía para acelerar el aprendizaje (un idioma en un mes). El propósito es crear un estado orgánico “ralentizado”, moderando el funcionamiento y sincronizándolo con ritmos de base, referidos a la totalidad corporal. El ritmo actúa como resincronizador de ritmos internos desincronizados.  Con el “clip” rítmico de un metrónomo, a 50 ciclos por minuto, nosotros logramos, en el cuarto estado, que el sujeto sincronice su corazón al mismo ritmo, 50 pulsaciones por minuto. Pero habitualmente Briggiler prefería trabajar con un tipo de música especial, de ritmo muy lento y sostenido. Con la colaboración de Radio Nacional (Santa Fe) grabó una selección muy laboriosa de música barroca, tomando exclusivamente los movimientos largos, de un ritmo de 40 a 60 ciclos por minuto, con clave de tiempo de 4/4, donde alternan diferentes instrumentos (violín, clavicordio, mandolina, guitarra, flauta) y diferentes claves (mayores y menores) de Bach, Corelli, Häendel, Telemann y Vivaldi.

Este conjunto de técnicas muy elaboradas constituyen la metodología para llegar al Cuarto Estado, en el que el organismo sincroniza holísticamente sus ritmos biológicos, colocándolo en forma controlada en una situación rítmica especial que permite que actúe integrado, sin que uno de los sistemas bloquee al otro. La base consiste en hacer desaparecer compartimentos obstaculizadores y abrir circuitos habitualmente cerrados. Con estas técnicas de inmersión se coloca al individuo en estado de resonancia, donde la totalidad del organismo funciona en armonía consigo mismo, y, tal vez, con el Universo. Se ha transformado en el mejor equipo biológico emisor-receptor para cualquier tipo de comunicaciones. Y, lo que es muy importante, controlable, siendo posible determinar la dirección de búsqueda.

Contactos

    Haremos una breve reseña de tipo general de los resultados obtenidos y reportados por Briggiler mediante el Cuarto Estado, metodología electrónica de comunicación extraterrestre.

    Y comenzaremos por el primer contacto, por las características particulares que revistió, y que volcó en una obra de ficción (“YADOS, contactos extraterrestres del cuarto tipo”, Enrique Briggiler, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 1979). El sujeto en el Cuarto Estado establece un contacto, comenzando a recepcionar emisiones en un lenguaje desconocido, de tipo binario, que no existe como lengua viva ni muerta. Después de varias comunicaciones sin comprender nada, le llamó la atención el hecho de que ellos sí podían comprender al equipo de psiquiatras trabajando sobre el sujeto sometido al experimento. Como si utilizasen información del caudal de datos contenidos en el cerebro del sujeto receptor.

    Así, si podían utilizar dicho material para recepcionar, a la manera de un analizador automático, se supuso que de igual forma sería posible revertir el proceso y utilizar el mismo sistema para sus emisiones. Progresivamente lo lograron. Al comienzo hubo dificultades, pues al intentar emitir en lengua española equivocaba la terminología, trastocaba la ubicación de las sílabas, desconocía la significación exacta de los vocablos, incluso de términos comunes como “agua”, etc., en fin, les recordaba un niño en el período de aprendizaje con desconocimiento de la pronunciación y el significado de términos habituales de la vida cotidiana (después, como comprobaron, su realidad era otra, muy distinta a la nuestra). Al interrogarle acerca de cómo se alimentaba, contestaba: “¡Jakiaratinque!. Jari ya serive”, y se señalaba el costado derecho, a la altura en que nosotros tenemos la cintura. Al fin llegaron a comprenderse mutuamente, para sorpresa del equipo santafecino: estaban en contacto con un “robot”, o algo semejante, aparentemente perdido en el espacio, y en una situación de urgencia, pues lo que repetidas veces les había indicado como fuente de alimentación en su costado era una batería (¿?) (así las designaron, sólo por analogía) descargada, y requería urgentemente de materiales para recargarla. Tenía unos 50 centímetros de estatura y Briggiler supo mostrarme el boceto del mismo. No vamos a detallar su mundo, pues cada uno de los contactos establecidos con diferentes civilizaciones demandaría un libro. Estos seres dependían de una estación central que dirigía sus actividades, pero estaban programados con cierto margen de independencia que les permitía hacer elecciones o tomar resoluciones como si fuesen propias, o al menos, así lo suponían ellos. El contacto con Yados fue una historia larga, y por momentos emotiva (¿Es difícil –o no– encariñarse con un robot?).

    Con posterioridad a esta primera experiencia continuaron perfeccionando la técnica, entrando en comunicación con diferentes civilizaciones. Parece que los vecinos que nos frecuentan son mucho más numerosos de lo imaginado. Describiremos (siempre según los escritos de Briggiler) algunas características generales de nuestros visitantes:

a)    Provienen de distintas civilizaciones, independientes entre sí. Muchas veces se niegan a indicar su procedencia. Algunas han establecido asentamientos artificiales (bases) temporarios en nuestro sistema. Otras veces proceden de sitios desconocidos por nosotros y designados con diferente terminología en el mapa celeste.

b)    Sobre la causa de su presencia aquí han encontrado dos constantes: por una parte, al detectar la existencia de vida en nuestro sistema, vienen con objeto de investigación. Somos motivo de estudio por parte de ellos. Y otra razón que se repite con bastante frecuencia: su concentración en zonas de conflicto armado, con vigilancia permanente de sitios donde existe movilización de tropas. La posibilidad de una conflagración de grandes proporciones es motivo de constante preocupación por parte de ellos. Esto se debería a que una guerra nuclear podría afectar determinados equilibrios en el espacio provocando reacciones en cadena y perjudicando otros sistemas y otras civilizaciones. Y aquí, algo muy importante: todos sin excepción, pregonan la paz. Parece que somos el último reducto de la galaxia donde en un planeta sus habitantes hacen la guerra entre ellos mismos. Son seres con una moral supuestamente más elevada que la nuestra, o al menos con un instinto de conservación más desarrollado. Y esto trae aparejado una actitud general hacia nosotros casi de rechazo, a veces colindante con el desprecio, originada en nuestra agresividad y violencia. Esto suele crear dificultades en el contacto por su falta de interés, y a veces, hasta se niegan a hacerlo. Somos considerados bárbaros, y algunas de estas civilizaciones muestran una soberbia molesta. Briggiler siempre insistió en esto: procuran pasar inadvertidos, no les interesa el contacto y tratan de evadirnos.

c)    En cuanto a las características objetivas, señalaremos: con respecto a las naves, tienen diferentes tamaños, que oscilan de 6 a 40 metros, con una media de 15 a 20 metros. En lo que hace a color, brillo y luminosidad, no difieren de las observaciones directas descriptas hasta el momento. Lo mismo la forma, que en general es una estructura circular u ovoide, más bien aplanada, a veces alargada. Su superficie exterior es descripta como metalizada sin que a simple vista se detecten alteraciones de continuidad que indiquen aberturas. Lo que habitualmente se describe como ventanillas con luces, no son tales. Existen dos tipos de estructuras con apariencia de ventanillas luminosas: unas pertenecen al sistema de propulsión, y de acuerdo a su funcionamiento, es la coloración o destellos con que se perciben. Otras pertenecen al sistema de observación, pero no directa. Son pantallas que a la manera de lentes de cámaras de televisión transmiten la información visual a pantallas receptoras de imágenes en el interior de la nave y pueden regular la distancia del objetivo a la manera de nuestros microscopios o telescopios. Podemos ser estudiados como una bacteria en el microscopio electrónico. Cuando el “sondeo psíquico” encontró naves posadas sobre la superficie, su base de sustentación no difiere de las observaciones clásicas (patas en trípode, etc.). Habitualmente se desplazan en conjunto. Rara vez encontraron naves aisladas, y en estos casos integraban un grupo del que momentáneamente se habían desprendido para cumplir una misión.

d)    En cuanto al interior, de acuerdo al tamaño está dividido en compartimientos, y se destacan dos características frecuentes. El interior está siempre iluminado totalmente, y es imposible identificar la fuente de iluminación, que, según los sujetos, es como si “saliera” o lo produjese la misma pared. Y en estas, son muy pocos los espacios libres. Están prácticamente cubiertos de pantallas, paneles con botoneras y luces funcionales.

e)    Habitualmente las naves están ocupadas por “seres”. En una sola oportunidad se localizó una nave solitaria sin ocupantes, que se desplazaba a gran velocidad sobre el Atlántico con rumbo aparente hacia Canadá. Todo su instrumental funcionaba automáticamente. El número de ocupantes difiere, en los que se han contactado, desde dos hasta un máximo de nueve. Esto, directamente vinculado al tamaño de la nave, y a su vez, relacionado con el tamaño de sus ocupantes.

Si intentáramos hacer una sistematización o clasificación del tipo de seres contactados, los dividiríamos de la siguiente manera:

1)    Seres totalmente vivos (en el sentido de lo que nosotros designamos “vida”, con determinadas características biológicas en común), y dentro de éstos, dos clases: seres antropomórficos, con forma semejante a la humana, pero variantes diferenciables en lo anatómico y funcional. Por ejemplo, algunos tienen seis dedos en las manos y en los pies. Otros son lo que consideraríamos enanos (60 cm) o gigantes (¡2,50 m o más!). Suelen ser lampiños totales y carecen de faneras, restos inútiles de la evolución biológica: no tienen pelos, vello ni uñas. Carecen de párpados y sus ojos tienen una inmovilidad que hace “difícil mantener la mirada”. El color de la piel es diferente, lo mismo que su rugosidad. En algunos también la boca es un resabio sin ninguna utilidad alocutiva, pues se comunican entre sí de otras maneras, por lo que aparece en estado de atrofia: labios finos, sin movilidad, etc. Lo mismo que nariz y orejas. Algunos son desproporcionados, en los que suele destacarse el tamaño de las cabezas.

2)    Además de estos seres antropomórficos, existen otros seres vivos que se apartan completamente de las formas convencionales, semejantes a batracios de gran tamaño (40 cm). Lograron un solo contacto que no prosperó por imposibilidad de comunicación. Detectaron la presencia de los experimentadores del psiquiatra y comenzaron a comunicarse entre ellos con sonidos ininteligibles y guturales, tipo “chillidos”, que les hizo suponer que estaban alarmados. Fue imposible entenderse.

3)    En el otro extremo de este bosquejo de clasificación, estarían los denominados “robots”, o algo semejante. Seres completamente artificiales, programados pero con cierta autonomía, de tal manera que les permite elecciones, con cierto margen de capacidad resolutiva independiente. Están permanentemente contactados con una central o base, desde la que reciben y a la que emiten información en forma continua. Tienen capacidad de desplazamiento y se comunican entre sí.

4)    Y por último, un tipo de seres de constitución mixta, con un organismo funcional en el que poseen implantados distintos tipos de dispositivos de naturaleza biónica; así, unos disponen de una especie de lente en la frente a través del cual emiten proyecciones de imágenes o ideas por medio de ondas o radiaciones con las que se comunican. Otros poseen un aparatito muy interesante, implantado en el pecho, al igual que uno de nuestros marcapasos, pero sin conductores, y que desempeña las funciones de sensor biológico: cuando alguna de las funciones orgánicas se altera o desequilibra lo indica de inmediato. Otros tienen en el rostro una especie de pequeña pantalla tipo televisor. De hecho, en una sesión se filmó y grabó las instancias de un contacto con esta clase de extraterrestres. A los pocos días de esta experiencia salió publicado en todos los medios de difusión un encuentro de dos niños en Mendoza con un humanoide o robot que respondía con notable coincidencia en su descripción al contacto establecido por los investigadores. En lo que hace a la forma de comunicación entre ellos, varía: se han encontrado lenguas diferentes con respecto a las conocidas en nuestro planeta, especialmente en los antropomorfos. Otra forma de transmisión es la que nosotros designamos como “telepatía”, pues al menos no necesita de sonidos para comunicarse ni utilizan medios físicos detectables por nosotros: simplemente, se comprenden. Y una tercera forma es a través de técnicas y códigos electrónicos (señales) utilizados por los seres de constitución mixta (¿biónicos?) y robots.

    El concepto de tiempo y espacio por parte de ellos difiere completamente del nuestro, así como el manejo que hacen de determinado tipo de materia y energía desconocido por nosotros. Los parámetros que ellos utilizan para medir el tiempo son diferentes (por ejemplo, un “nove”, que es el “día” de una de estas civilizaciones, equivale a 45 días de los nuestros), y con respecto al promedio de vida, se han encontrado algunos que viven… hasta 800 años de los nuestros, lo que nos trae reminiscencias de los patriarcas bíblicos que vivían, según la tradición, ese tiempo y aún más. No tienen problemas de salud ni conocen lo que es la enfermedad, ni la función del médico en nuestra sociedad. Su existencia se interrumpe al terminar su ciclo, en forma natural, o por accidente, o por voluntad propia, esto último frecuente cuando se encuentran agotados de vivir.

    Por otra parte, ellos sólo pueden ingresar a nuestro planeta en determinados períodos y por ciertas zonas, que varían según las épocas. Desconocemos qué tipo de condiciones son las que facilitan o no esa penetración. Y una vez bajo la esfera de influencia de nuestro planeta, pueden desplazarse siguiendo determinadas líneas de fuerza lo que les impone trayectorias preestablecidas y planificadas, con escaso margen de maniobra para alterarlas.

    Y algo importante: sabemos que para que la luz impresione nuestra retina y provoque la percepción de una imagen, las radiaciones luminosas deben tener una frecuencia y amplitud determinadas (espectro luminoso o luz visible) de 4000 a 8000 Aº (Armstrongs = diez millonésima parte de milímetro). Las radiaciones por encima y por debajo de estas magnitudes constituyen la “luz invisible”, que no impresiona nuestra retina. Es muy frecuente en las descripciones de avistamientos de OVNIs escuchar decir que “desapareció de golpe”, atribuyéndolo a variaciones de velocidad o aceleración. Y no es así. Durante uno de los contactos se ha explicado el fenómeno. Para hacerse visibles a nuestra retina, dependen del nivel de condiciones vibratorias en que se encuentren o coloquen, y lo mismo sucede a la inversa. O sea que cuando desaparecen abruptamente no se debe a fenómenos de aceleración, sino simplemente que dejan de impresionar nuestra retina, por ingresar en longitudes de onda diferentes. Sencillamente, dejamos de verlos. De la misma manera que no oímos un tipo especial de silbato para perros, porque producen frecuencias vibratorias no audibles para nosotros.

    Somos objeto de estudio por parte de ellos: estudian las condiciones de vida de nuestro planeta y recogen muestras. Algunos desconocen lo que es el agua. En una zona deshabitada de la costa atlántica una nave descendió y sus ocupantes, desconociendo este elemento, pretendían infructuosamente recoger muestras de agua con la mano. Pero otras civilizaciones necesitan de ella: en un paraje del río Bermejo encontraron dos naves gemelas suspendidas sobre la superficie del agua abasteciéndose de la misma. Todo aquí les interesa, desde los peces (“¿qué son esas cosas que se mueven debajo del agua?”), los perros (“¿cómo se llaman esos seres que conviven con ustedes?. ¿por qué conviven con ellos?”), los pájaros, los libros. Ellos no utilizan la comunicación escrita. La conversación y acopio de conocimientos e información, así como su transmisión generacional, la realizan por medio de computadoras.

    Pero lo que más les llama la atención, a todas las civilizaciones sin excepción, es la mente. Nuestra mente (lo cual es un índice de sus limitaciones). Y eso se debe a esta técnica de comunicación. En forma reiterada preguntan: “¿qué es lo que ustedes llaman mente?. ¿Qué es eso que les permite llegar tan lejos?”. Les resulta inexplicable y sorprendente que los hallamos descubierto y localizado, pretendiendo como pretenden pasar inadvertidos, y aún más, que se haya hecho contacto con ellos. Sus mecanismos psíquicos son diferentes, y se les han notado carencias emocionales y afectivas. A veces ellos detectaban la presencia de los “exploradores” antes de que éstos se hicieran notar. El sujeto-sonda ingresa y comienza la descripción de lo que ve, interrumpiéndose en un momento determinado: “Ya se dieron cuenta que estoy –dice–. “Se están comunicando entre ellos sobre esto. Están sorprendidos”. Luego se establece o no la comunicación.

    Cuando la rechazan disponen de medios técnicos para neutralizarnos. “Es como si me hubieran bloqueado”, dice el sujeto. O “Estoy fuera de la nave; me echaron”. Lo vuelven a introducir, y a poco: “Estoy de nuevo afuera. Me volvieron a echar. No quieren saber nada”. En escasas oportunidades han utilizado métodos violentos, pero persiste el convencimiento de que no ha sido por agresividad o con el objeto de hacer daño, sino como mecanismo de defensa. En estas circunstancias, la experiencia fue dolorosa para el sujeto. Para ello han utilizado radiaciones que a través de la vista, el oído o directamente, afectan el cerebro del sujeto. Éste se contrae violentamente lanzando gritos de dolor y tapándose con las manos desesperadamente los ojos u oídos, según el caso: “…¡Fue un sonido como si me destrozara la cabeza!, o, “Esa luz… esa luz… ¡me taladraba el cerebro!… ¡enceguecedora!”. Por supuesto, inmediatamente se lo trae de vuelta sin consecuencias.

    En otros casos se establece una relación fluida y dinámica, no amistosa ni cordial, pero al menos interesante en el intercambio. Pero siempre con limitaciones, siendo ellos los que imponen las condiciones, y con reticencias en cuanto a la información que suministran. En más de una oportunidad se concertaron nuevos encuentros, siempre supeditados a la planificación de sus tareas, su trayectoria y su permanencia en el planeta.

    En una oportunidad, contactaron con una civilización en extinción. Habían padecido una conflagración con una civilización de otro sistema que los destruyó, y los pocos sobrevivientes quedaron con secuelas irreversibles. Este grupo huyó al espacio (no más de cien seres) y deambulaban penosa, pero serenamente, esperando su fin. No pudieron colonizar otro planeta por las condiciones especiales de vida que requerían, y además, habían perdido la capacidad reproductora, o fuente de reproducción, a causa de las radiaciones recibidas. No se pudo determinar la naturaleza exacta de estos seres, pues si bien estaban separados en individualidades físicas, todos se encontraban interconectados entre sí, y a la vez, a una central reguladora. Lo que pensaba uno simultáneamente lo percibía la totalidad del grupo, a través de esa central, y la respuesta era elaborada, percibida y emitida por todos, a través de uno de ellos. Lograban sobrevivir porque habían encontrado una fuente de energía en el espacio de la cual debían abastecerse periódicamente. La extinción de uno de sus miembros significaba un “rebote” doloroso para todos, a través de uno de ellos. Esta interconexión de partes individuales para constituir una superestructura diferente nos trae a la mente el concepto de “Guestalt”.

    Las incursiones de algunos de ellos a nuestro planeta la realizaban a título de observación, por curiosidad, sin otro objetivo que el solaz o el esparcimiento. Una vez en la esfera de influencia de nuestro planeta debían tener sumo cuidado con la proximidad de nuestros satélites artificiales, que representaban un peligro para ellos, pues les interrumpía o bloqueaba la conexión con la central reguladora y eso podía significar su fin. Se concertó un nuevo contacto con ellos, y establecieron una fecha alejada (un mes de los nuestros), porque en ese intervalo debían salir de nuestro planeta para “recargarse” y además, debían esperar determinadas condiciones para su reingreso. En la fecha preestablecida se logró el contacto, pero llegaron ya sobre el final de Ellos. Estaban terminando. Para Ellos fue un divertimento final. Para los humanos testigos, a los que aún les quedan resabios ancestrales de nuestra evolución biológica, como los pelos, las uñas, el coxis, el apéndice y las emociones, fue una experiencia angustiante.

    Una última experiencia: con fecha 6 de marzo de 1982 llegó al Colegio de Médicos de Santa Fe una nota firmada por un supuesto comandante Benni Kuharén, autoidentificándose como extraterrestre y estacionado con sus naves en nuestro sistema. La nota llegó a manos de Briggiler y su gente,  y por sus características, se supuso en un primer momento que sería obra de un delirante. Después de algunas vacilaciones, resolvieron investigar. Se estableció un contacto con el supuesto comandante Kuharén, el que fijó sus normas, pretendiendo imponer su autoridad. Se solicitaron pruebas de su existencia real, y se sugirió un encuentro en zonas rurales poco habitadas de los alrededores de la ciudad de Santa Fe. Él  manifestó que esto no era necesario, ya que podía acercarse a los humanos sin causar trastornos. Así se convino la fecha del sábado 13 para su presentación en el barrio Guadalupe (donde se encontraba el Instituto de Investigaciones Biológicas, sitio de trabajo). Contrariamente a ciertas versiones periodísticas, la nave espacial enviada comenzó sus evoluciones en el sector mencionado en los primeros minutos de dicho día, en dirección noroeste de la ciudad. Con posterioridad reapareció en las primeras horas del día domingo, en el mismo sector, evolucionando en dirección noreste hasta ubicarse en las inmediaciones de la laguna Setúbal, oportunidad en que fue percibida por algunos vecinos y filmada por un periodista.

    Este incidente lo dejaremos en el depositario de las anécdotas. Pero algo para meditar, suponiendo que todo se haya debido a coincidencias:

1)    En los contactos OVNI establecidos por el equipo de Briggiler, todos convergen sobre posibles zonas de guerra.

2)    En la carta del comandante Kuharén al Colegio de Médicos, aquél designa su representante personal con sede en Port Stanley (para nosotros, por siempre Puerto Argentino) en las islas Malvinas (o Falklands, para los angloparlantes).

3)    En pocos días más, se desencadena la tragedia de la guerra de las Malvinas.

Consideraciones finales

    Briggiler supo escribir en un opúsculo estas reflexiones, fruto de lo que aprendió de estos contactos:

a)    “El ser humano, desde su nacimiento, está condicionado. En primer lugar, por la piel, que lo limita, lo separa de “lo otro”, le condiciona su individualidad, transformándolo en “isla” (conciencia del yo). Tiene masa y ocupa un lugar en el espacio. Por otro lado, los aconteceres cíclicos naturales fueron incorporando a nuestro ser el concepto de tiempo: las cosas suceden, se suceden, su-ce-si-va-men-te, en forma lineal, de acuerdo a nuestros mecanismos mentales, con la lógica del pensamiento cartesiano: antes-durante-después. No concebimos el simultáneo. No podemos aprehender otro tiempo y espacio que no sea el nuestro. El tiempo nos “pasa”, sin imaginar que tal vez seamos nosotros los que “pasamos” a través del tiempo.”

b)    “Con estas limitaciones conceptuales, vamos asumiendo en nuestro yo esa parcela de entorno en que nos desenvolvemos. Y a esta porción de realidad incorporada a través de los órganos de los sentidos le damos categoría de realidad total. De tal a cual longitud de onda o en tal frecuencia vibratoria, existe. Lo demás, no. Pero resulta que esa realidad es cambiante a través del tiempo, lo cual la invalida como tal. Antes del microscopio “no existían” los microbios. Ahora resulta que, a cierta velocidad, el tiempo se acorta. Y también parece que la Tierra se mueve, gracias a Galileo y a pesar del Santo Oficio. Vamos re-creando la realidad. Esta es en tanto y en cuanto yo soy. Y como yo soy como soy, voy creando una realidad totalmente falseada. Pero la academia ortodoxa la acepta como tal, y además nos aconseja que el único alimento útil es la alfalfa. Y si así lo dice, debemos comer alfalfa.”

c)    “Con esta realidad condicionada pasamos de lo que en una época fue antropocentrismo a lo que hoy podríamos denominar antroporrealidad. El ser humano no acepta otra realidad más que la que puede captar con sus limitados medios (sus sentidos), con los que se conforma, y luego internaliza (sus mecanismos psíquicos), al igual que la cucaracha: tiene sus necesidades de cucaracha, su lenguaje de cucaracha, sus amores, sus problemas, sus angustias, sus dioses, en fin… su realidad de cucaracha. Y esa cucaracha no puede imaginar ni concebir lo que estamos debatiendo aquí, porque sus estructuras biológicas no se lo permiten.”

d)    “De esta manera, las dificultades que se nos plantean para aceptar otro tipo de realidad que no sea la nuestra, son innumerables. Estamos condicionados, al igual que ese individuo que visitó el zoológico y llegó al corral de la jirafa. Sorprendido, la examinó detenidamente: el cuerpo tan chico respecto al cuello, éste, enorme de largo, con una cabeza desproporcionadamente pequeña. Patas delanteras altas y traseras cortitas. Después de estudiarla un buen rato, se encogió de hombros y siguió su camino, diciendo: “este animal no existe”. No podía incorporarlo a sus estructuras mentales.”

e)    “Charles Lindbergh, pionero de la aviación norteamericana, que fue el primero en efectuar el vuelo directo New York-París en un monoplano y solo (1927), con posterioridad ayudó a iniciar y apoyó el programa espacial norteamericano. Con motivo de la preparación de hombres para viajar a la Luna, Lindbergh declaró: “… debido a la duración de los viajes, parece evidente que nuestras exploraciones espaciales no pasarán de los planetas más próximos, y además, quizás debamos atravesar fronteras ajenas al tiempo y el espacio, por lo que debemos aplicar nuestra ciencia, no a la construcción de vehículos, sino a la vida, a las cualidades infinitas y en infinita evolución de los seres humanos, a su capacidad y posibilidades ilimitadas. Cuando nuestra conciencia crezca –continúa– la experiencia (mente) podrá viajar sin necesidad de acompañar a la vida (organismo). Descubriremos que sólo sin naves podremos llegar a las galaxias, que solamente sin ciclotrones podemos llegar al interior de los átomos”. De esta manera, Lindbergh planteaba las ventajas que sobre el envío de sondas físicas (satélites, naves) tiene el enviar sondas psíquicas.”

    “En ingeniería aeronáutica, una de sus ramas, la aerodinámica, puede ser utilizada científicamente para demostrar que el abejorro no puede volar. Y muy que les pese a los ingenieros, el abejorro vuela.”

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