un espíritu inmortal a la luz de la Astrología

CARL GUSTAV JUNG:

un espíritu inmortal a la luz de la Astrología

                                                                        escribe OTÁVIO AZEVEDO

    El 26 de julio de 1875 nace en Kesswill, en la Basilea suiza, aquél que sería más tarde uno de los mayores humanistas de nuestro tiempo: Carl Gustav Jung, hijo de Paul Jung, un pastor protestante y Emilia Preisswerk. Psiquiatra, psicólogo, sociólogo, antropólogo pero, principalmente, un estudioso del alma humana, a lo largo de su vida iremos encontrándolo dedicado a todas estas actividades.

    Desde pequeño siempre se sintió divido en dos personalidades. Una, un chico solitario, introvertido, que sentía una enorme ansiedad por no poder adaptarse al ambiente familiar y las ideas vigentes. La segunda, la de un ser bello y sabio, digno de todo respeto. Esta división perduró por muchos años.

    Aún siendo un infante, tiene algunos sueños que lo marcarán profundamente. El primero, a los cuatro años de edad, lo llevó a las profundidades del inconsciente, donde entró en contacto con una dinámica espiritual que lo marcaría para toda la vida. a los doce años tiene su segundo gran sueño: Dios se le aparece sentado en un trono de oro, por encima del mundo. Del fondo del trono caía una enorma cantidad de excrementos sobre el techo de una iglesia, destruyéndola. A partir de estos sueños comenzaron sus conflictos y sus dudas. Sólo mucho más tarde podrá interpretarlos. En aquél momento, sólo puede vivir la terrible angustia que le provocan.

    Cuando Jung habla de su madre, podemos percibir que fue la figura señera de su infancia. En cuanto a su padre, fue muy diferente; nunca consiguió realmente comunicarse con él. Al intentar aproximársele, le parecía que sus preguntas entristecían a su progenitor.

    En 1895, después de grandes debates internos, decide estudiar medicina en Basilea, donde obtiene el título de médico. Su carrera evoluciona rápidamente. En 1902, pasa a ser segundo médico asistente en Burgholzli, Manicomio Cantonal y Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Zürich. En 1903, ya era primer asistente. A esta época pertenecen sus primeros trabajos sobre psicología y patología de los fenómenos ocultos. Ese mismo año se casa con Emilia Rauschenbach, con la que tiene cinco hijos. Continúa trabajando como médico en la clínica de Zürich, donde es nombrado jefe de clínica. Realiza estudios sobre hipnosis, psicología de la demencia precoz, asociaciones verbales normales y patológicas; también establece la Teoría de los Complejos. En 1906 estudia las obras de Freud y al año siguiente se encuentra con él en Viena. En esta época don Sigmund era persona non grata en el mundo universitario y resultaba perjudicial para todo reputado científico tener relaciones con él. Sin embargo, luego de algunas luchas internas, Jung decide tomar abiertamente partido por Freud y luchar por ello.

    Comienza entonces un período de intensa colaboración entre los dos. Mientras estaba escribiendo “Metamorfosis y Símbolos de la Libido”, Jung advirtió de antemano que el capítulo titulado “El Sacrificio” le costaría la amistad de Freud, ya que en él expone su propia concepción del incesto, de la naturaleza de la libido y otras ideas. Después de meses de indecisión, optó por seguir adelante, con las consecuencias aceptadas.

    Después de la ruptura, comenzó un período de desorientación y más dudas, lo que se tradujo, paradójicamente, en una de las épocas más ricas pero a la vez difíciles de su vida. Sólo el fin de la Primera Guerra Mundial le trajo un poco de tranquilidad.

    “De 1918 a 1920 se tornó claro para mí que la meta del desarrollo psíquico es el “sí mismo”. Una aproximación en dirección a éste no es lineal, es circular… Comprender eso me dio firmeza y, progresivamente, se restableció mi paz interior. La paz interior que se manifiesta a través del “mandala”, el símbolo del “sí mismo”, es el último descubrimiento al que podía llegar. Alguien podrá ir más allá; yo, no”.

    A partir de este momento, toda su vida se resumió en elaborar todo lo que surgiera durante esos años de vivencias internas. Estudio, investigación, viajes, todo lo fue en función de elaborar y dar forma al contenido de sus sueños, fantasías y experiencias, y cumplir la misión para la que se sentía predestinado desde el principio.

    “Presentía desde el vamos la singularidad de mi destino, y el sentido de mi vida sería cumplirlo. Esto me daba una seguridad interior que nunca me pude probar a mí mismo, pero que era permanentemente probada. Nadie consiguió perturbar mi certeza de que estaba en el mundo para hacer lo que Dios quería y no lo que yo quería”.

    A partir de sus experiencias internas, se presentó la necesidad de encontrar sus raíces en la historia. Sin ello no podría fortalecer la convicción en sus ideas. El encuentro con la alquimia fue decisivo, y de 1918 a 1926, se sumerge en estudios gnósticos. En 1922 compra un terreno en Bollingen, donde construye la famosa Torre: una casa de dos niveles que va siendo construída y reformada conforme a sus necesidades internas. Allí renuncia a la electricidad y al agua corriente, hacha, leña y cocina: “Esos trabajos simples hacen a los hombres simples; lo que no es simple”.

    A principios de 1944 se fractura un pie, y poco después sufre un infarto. Durante la dolencia pasó mucho tiempo en cama y tuvo varios sueños que contribuirían enormemente para una mayor transformación. Murió en su casa el 6 de junio de 1961. Diez días antes terminaba el ensayo “Exploración del Inconsciente” para “El Hombre y sus Símbolos”.

Mapa astrológico de Jung

    Ascendente Acuario, Sol en Leo y Luna en Tauro: en el mapa astrológico de Jung predominan los signos fijos en sus principales puntos, lo que debe haber colaborado para su actitud profunda, sus firmes convicciones y tremendas transformaciones interiores por las que atravesó. Una perfecta cuadratura Sol-Neptuno-Ascendente es el punto culminante de su carta natal, indicando espiritualidad y una misión en ese sentido; con esa aspectación Jung transitaba en el mundo de los sueños, los símbolos y el inconsciente con la misma naturalidad con que caminaba por las calles de Basilea. Este es un aspecto crucial. Las personas con Sol-Neptuno difícilmente se encuadrarán en aquello que de ellas se espera, especialmente sus padres, educadores o ambientes inmediatos. Este aspecto disuelve el ego, y en ciertos períodos de la vida arroja al individuo en la sensación de la más completa inutilidad, muchas veces teniendo que depender de otros, acarreando sentimientos de culpa y llevándole a sentirse completamente ausente del ambiente en que se encuentra. Por otro lado, este aspecto puede conducir a la persona a los reinos del espíritu, al contacto con el mundo de los símbolos, los arquetipos, el inconsciente.

    Vamos a encontrar este aspecto Sol-Neptuno actuando también en otros sectores de la vida de Jung. Su fuerte unión con Freud, indicada por el sol en Leo en la séptima casa, estaba también destinada al fracaso, puesto que con Sol-Neptuno Jung habría de contrariar algún día las expectativas de todos aquellos que confiaban en una supuesta lealtad. Así fue con su padre, así fue con Freud. Con este aspecto la “lealtad” jamás es destinada a una persona, a un ser humano de carne y hueso. Existe aquí una lealtad mayor, que se resume en el cosmos, en el Todo, en la vivencia de la totalidad, y cuando una visión espiritual infinita invade el alma, esa libertad de elección hace que la persona no tenga fuerzas para mantenerse atada a los tenues lazos materiales y humanos. Jung, en el fondo, necesitaba contrariar a su padre y a su maestro para encontrarse.

    Jung vive plenamente el mito que tanto exploró, la búsqueda de la “individuación”, el alcance de la totalidad, el mito de Sol-Leo. Vive el mito de su Sol pero también por la influencia de este aspecto con Neptuno, que refuerza esa necesidad de “vivir el mito”. Jung pregonaba la totalidad; para él era más importante alcanzar la totalidad que la “perfección”. La cuestión aquí es no rechazar los aspectos “feos” de la existencia humana, a los que da la denominación de “sombra”, sino incorporarlos a la consciencia.

    Con Plutón en la tercera casa en Tauro, cuadratura con Saturno en la primera casa, vamos a encontrar aquí una persona capaz de entender este costado “oscuro” de la naturaleza humana. Con Sol y Urano en Leo, vemos su lado infantil, y Saturno en Acuario en la Casa I muestra el lado del “viejo sabio”. Una personalidad dividida, confusa, aquí también por presentarse los aspectos de Neptuno al Ascendente y al Sol.

    Jung vive plenamente su Neptuno: un ser espiritualizado. Muy pocas personas son capaces de vivir conscientemente la vibración de este planeta, sin duda la última etapa en el camino de la evolución humana. Para vivirlo, es necesario entregarse a toda contradicción, paradojas, desvíos, inutilidad, locura, sueños, ilusión y, aun así, transitar este mundo e integrarse con él, porque en esta etapa final la gran tarea es unificar todas las paradojas y polaridades en un todo que, por estar compuesto de todas las incoherencias, es la coherencia final, la consciencia plena. Por estar influído por la fuerza predominante de Neptuno, Jung entró y salió de este mundo como una sombra, vivió e integró sus incoherencias, y descubrió que en la vida no existe nada que pueda ser separado, y que todo precisa ser incorporado. Por haber luchado con tantas complejidades y profundidades de la naturaleza humana, se convirtió, al fin, en un hombre simple.

Mapa natal de Jung

EL REGRESO DE LA NAVE DE EZEQUIEL

                                                                            escribe GUSTAVO FERNÁNDEZ

            Este trabajo de mi autoría data originalmente del año 1978. Si lo resucito ahora aquí es porque además de creer que merece una atinada difusión, lo hago porque impone una mesurada reflexión sobre las consecuencias contemporáneas que puede tener la fenomenología OVNI emparentada con nuestro más remoto pasado.

            Reconozco que escribir esto puede parecer aventurar pseudo revelaciones de orden religioso. Imagino muchos fanáticos que de aquí en más podrían a partir de esto aventurar la “presencia del profeta” entre nosotros.

            Y es que estoy hablando del profeta Ezequiel. Uno de los hombres que en la antigüedad –así parecen demostrarlo las Escrituras– fue “arrebatado hacia el cielo” por “la gloria de Jehová”. Sin entrar en discusiones de orden teológico, lo que para mí fue indubitablemente el secuestro de un ser humano por los tripulantes de un vehículo extraterrestre dirigido.

            Años atrás, me encontraba repasando un dossier de material sobre el tema, en círculo de interesados, cuando nos detuvimos particularmente en el sonado “caso Cocoyoc”, la aparición de un OVNI sobre la localidad mexicana homónima y las fotografías –reales– que le fueron tomadas. Allí en realidad empezó esta nota.

            “Este OVNI –me dije, mientras los demás se empantanaban en discusiones técnicas– es idéntico a la “nave de Ezequiel”. Más aún, ¡diría que es el mismo!”.

            Confieso que me quedé de una pieza, observando estúpidamente las fotografías. Luego me golpeé la frente. El relacionar testimonio con testimonio, prueba con prueba, ha sido durante los últimos veinte años la llave que ha abierto algunas –no todas– las puertas de este misterio. Comparar caso con caso, pauta con pauta, no importando su localización geográfica ni su ubicación en el tiempo.

            Esa noche regresé a mi mesa de trabajo y permanecí largo tiempo meditando sobre las placas. Hablar de la “nave de Ezequiel”, a esta altura de las cosas, considero que es un tanto superfluo ya que los trabajos de Erich Vön Däniken y Josef Blumrich, en ese sentido, ya han recorrido el mundo. La historia es bien conocida: Josef Blumrich, científico de la NASA, condecorado seis veces con la “Medalla a los servicios Prestados” que otorga dicho organismo estatal,  leyó hace unos años el libro de Däniken “Recuerdos del Futuro”, con la serena –e imprudente– convicción cientificista de que todo cuanto iba allí a leer era una sarta de absurdos. Se detuvo especialmente en el capítulo donde el escritor suizo se refiere a las observaciones del profeta Ezequiel y su interpretación de que se trataba de una nave extraterrestre. Blumrich le prestó una especial atención, pues dada su formación profesional podía opinar ampliamente sobre el asunto. Entonces fue en busca de una Biblia, ya que se sentía seguro de poder refutar al autor en pocos minutos. ¿Y qué ocurrió?. Pues que fue por lana y volvió esquilado.

            Lo que de pronto sólo le iba a ocupar unos momentos, se transformó en largas noches de estudios, de pruebas, de análisis, buscando una explicación “coherente y terrestre” para algo que se le escapaba de las manos. Por fin tuvo que rendirse a la evidencia: en su descripción de la “gloria de Jehová”, Ezequiel relataba el avistaje de una nave voladora técnicamente posible. La figura de la izquierda del diagrama nos muestra la interpretación que Blumrich y su equipo de ingenieros hizo de las palabras del profeta. La de la derecha… el OVNI de Cocoyoc.

            Este OVNI fue observado la mañana del domingo 3 de noviembre de 1973 por un matrimonio que no ha suministrado sus nombres (lo que invalida todo intento de publicidad) al que llamaremos Jiménez, la mucama de los mismos y varios niños.

            Poco después de haber dejado la localidad nominada, mientras se dirigían hacia la ciudad de México, la señora Jiménez vio “algo” extraño en el cielo, haciendo que su esposo detuviera el coche y bajara a investigar. Vio entonces dos objetos que describe como peras, con una pequeña cúpula en su parte superior y varios tentáculos que se descolgaban. De su relato inferimos que dichos tentáculos eran rígidos.

            Poco después de obtenidas las fotografías, los OVNIs se alejaron rumbo al horizonte. He aquí una comparación entre las palabras del señor Jiménez y las de Ezequiel, según La biblia, antigua versión de Casidoro de la Reina, revisada por Cipriano de Varela y cotejada con diversas traducciones, editada por la Sociedad bíblica americana:

“Detuve el coche, me bajé y vi un objeto realmente extraño, en forma de pera pero con su vértice hacia abajo y alrededor le colgaban unos tentáculos”.

“Y miré, y he aquí que un viento tempestuoso venía del aquilón, una gran nube, con un fuego envolvente y en medio del fuego una cosa como ámbar.”

“Debo hacer notar que parecía que los tentáculos le servían como medio de locomoción en el aire ya que los proyectaba en sentido opuesto del lugar donde se dirigía (…) y observamos que iba a aterrizar, proyectando los tentáculos esta vez como patas de aterrizaje”.

“Y en medio de ella, figura de cuatro animales. Y este era su parecer: había en ellos semejanza de hombre. Y cada uno tenía cuatro rostros y cuatro alas. Y los pies de ellos eran derechos como la planta de pie de becerro y centelleaban a manera de bronce muy bruñido”.

            Además en las fotografías se observa una pequeña cúpula en la parte superior del OVNI (“y sobre las cabezas de cada animal aparecía una expansión a manera de cristal maravilloso, extendido encima de sus cabezas”).

            En el diagrama comparativo que acompaña esta investigación, se observa claramente la sorprendente semejanza de las naves. Vale aclarar que no hace a la extensión de este trabajo detallar el método con que Blumrich reconstruyó el OVNI que había visto Ezequiel. El interesado encontrará al respecto abundante bibliografía en cualquier librería.

Semejanza 1: ambos cuerpos poseen prolongaciones o tentáculos que utilizan a manera de tren de aterrizaje y todos ellos terminados en bases planas o “plantas de pie de becerro”.

Semejanza 2: los dos cuerpos muestran claramente una línea divisoria que marca el paso de una línea aerodinámica de sustentación (inferior) a una de escape (superior).

Semejanza 3: las partes inferiores son geométricamente llamadas “toro” y señalan a estos cuerpos como aeroformas perfectamente ideales para el ingreso a cualquier tipo de atmósfera (algo así como un módulo de aterrizaje que dependa de una astronave mayor), ya que el toro permite atenuar el efecto de “pérdida” de un cuerpo que caiga libremente.

Semejanza 4:  el extremo de la “pera invertida”, punto clave del sistema de propulsión (“… cuanto a la semejanza de los animales, su parecer era como de carbones encendidos, de fuego encendido, discurría entre los animales; y el fuego resplandecía entre ellos y del fuego salían relámpagos”).

Semejanza 5: las “expansiones de cristal” de Ezequiel, idénticas a las cúpulas que señalan las fotografías.

Semejanza 6: los “bordes de ataque” de estas aeroformas, que completan su imagen de “pera” o de trompo.

            Tiempo atrás, Däniken aventuró que la nave de Ezequiel (el cual, tiempo después, desaparecería hacia el cielo por “gracia de la gloria de Jehová”) pudo haber secuestrado al profeta y llevarlo hacia el planeta de origen de estos extraterrestres, a velocidades superiores a la de la luz. Así, lo que para los tripulantes habría sido un viaje de unos años cuanto mucho, para un observador terrestre habrían transcurrido cientos o miles de años.

            Quizás Ezequiel llegó a ese planeta, fue concienzudamente interrogado o tal vez preparado para alguna misión que desconocemos y así devuelto a la Tierra, tras otros años de viaje espacial… en la misma nave que se lo llevó, mientras que para nuestro observador (y suponemos inmortal) terrestre imaginario, habrían corrido casi tres mil años.

            Pasaron los profetas, pasaron los tiempos bíblicos. Pero Ezequiel sería ahora sólo unos años más viejo, por obra y gracia de aquella contracción del tiempo a mayor velocidad que la de la luz que un viejito judío alemán llamado Einstein una vez planteó.

            Por supuesto, esto no pasa de ser una mera disquisición. Pero la pregunta sigue en pie. ¿Ese plácido domingo mexicano, el matrimonio Jiménez observó el regreso de un hombre que había dejado la Tierra cuando Cristo aún no había nacido?.

Chi lo sá…

Arriba, el Ovni de Cocoyoc. Debajo, la comparación con el diseñado por J. Blumrich, en base a la descripción del profeta Ezequiel.