REVELAN PRIMEROS RESULTADOS DE IMPLANTES

REVELAN PRIMEROS RESULTADOS DE IMPLANTES

escribe: DEBRA LINDEMANN

(Esta historia reúne información presentada por el hipnoterapista Derrel Sims y el físico Roger Leir en una junta pública en Thousand Oaks, California, en Febrero 23 de 1996 y realizada por la sede local de MUFON (red mutual de investigación de OVNI). Agradecemos a Debra Lindemann por escribir esta historia.)

    El Dr. Roger Leir es un cirujano de California quien ha extraído los que podrían ser verdaderos implantes extraterrestres de dos personas, quienes fueron enviadas a él por el hipnoterapeuta e investigador de abducciones Derrel Sims de Houston, Texas. Sims fue el principal orador en una conferencia pública de MUFON el 23 de Febrero de 1996, pero cedió el podio al Dr. Leir para dar la parte médica de la presentación.

    En Agosto 19 de 1995, varios supuestos “implantes” fueron quirúrgicamente extraídos de dos abducidos que habían estado trabajando con Sims. Si descubrimientos preliminares son confirmados por los próximos estudios de laboratorio, estos implantes podrían proveer serias evidencias de que el fenómeno de abducción es una realidad.

    El Dr. Leir extrajo un total de tres objetos, dos de un paciente y otro de un segundo paciente. Ambos objetos en el primer paciente, una mujer, fueron localizados en su dedo grande del pie uno sobre cada lado del dedo. El tercer objeto fue extraído del dorso de la mano izquierda del segundo paciente, un hombre, ligeramente sobre el área de la membrana entre el pulgar y el dedo índice.

    Según Sims, estas personas no tenían conocimiento alguno, originalmente, de que tenían estos implantes. Los objetos fueron descubiertos accidentalmente con rayos X tomados por razones no relatadas.

    Al mismo tiempo, estos individuos estaban viendo a Derrel, y había indicaciones de que ellos habían tenido una historia de abducción. Después de extensas entrevistas tomadas por Derrel, éste ordenó copias de sus registros médicos y estos ojetos aparecieron bajo escrutinio. No hubo dolor asociado con estos implantes, y ni siquiera el paciente tuvo alguna sensación previa de un objeto extraño dentro de su cuerpo. Otro hecho peculiar es que estos implantes no habían dejado marcas de su ingreso al cuerpo, y si fue mediante una incisión sanó tan perfectamente que no dejó ninguna cicatriz visible.

    Para ayudar a localizar específicamente los implantes antes de la cirugía, el Dr. Leir utilizó un stud finder y un gauss meter. Éste último mide los campos electromagnéticos. Cuando fue colocado cerca de la mano del hombre, el gauss meter “se volvió loco”. El Dr. Leir probó el aparato en el hombre en una habitación cerrada, luego lo llevó hacia otro sitio alejado fuera de toda posible influencia magnética. El resultado fue exactamente el mismo. Similarmente cuando utilizó el stud finder, éste se iluminó sobre la mano del hombre, así que sabía que algo allí había.

    Antes de la cirugía, ambos individuos recibieron un tipo de anestesia local la cual normalmente anestesia el área de cirugía por más de seis horas. Mientras el Dr. Leir buscaba dentro del dedo de la mujer el primer implante, tocó el objeto accidentalmente y el paciente “casi salta de la mesa de operaciones”. El Dr. Leir explicó que la única forma de que una cirugía tenga este tipo de reacción de pánico bajo anestesia es cuando algo, en este caso el objeto, está muy cercano a la fibra nerviosa que estimula directamente la sensación de dolor en el cerebro del paciente, fuera del alcance de la anestesia. Cuando los objetos fueron extraídos, ambos pacientes tuvieron la misma reacción de dolor. El Dr. Leir concluyó que estos objetos fueron de alguna manera injertados a los nervios.

 
 

    El primer objeto extraído era plano y de forma aproximadamente triangular, de cerca de medio centímetro de cada lado. Aunque metálico por dentro, estaba cubierto con una gruesa y densa membrana gris. El Dr. Leir trató de cortar en la membrana con un escalpelo pero no pudo.

    Cuando cuerpos extraños están por mucho tiempo dentro del cuerpo humano, quedan cubiertos con una densa y fibrosa envoltura, pero por lo general ese tipo de material puede ser removido con algo filoso. En este caso, la membrana fue casi imposible de remover. Una envoltura similar fue encontrada en los tres objetos.

    Derrel Sims llevó los implantes a Houton para posteriores análisis, mientras que el Dr. Leir envió las muestras de tejido a un patólogo local cuando fueron extraídas. Se le informó que el tejido fino alrededor de los objetos era de un color gris descolorido, no del color que normalmente se observa en tejido circundante a una inflamación por ingreso de un objeto extraño. También recibió tres reportes del patólogo, uno por cada muestra de tejido. El Dr. Leir se entusiasmó al ver que ninguna de estas muestras tenían signos de inflamación.

    Normalmente hay una respuesta inflamatoria hacia cualquier objeto extraño en el cuerpo. Esto ocurre debido a que las células blancas en la sangre tienen actividad en estas áreas, intentando librar al cuerpo de algo que consideran basura que no pertenece allí. Si el objeto es algo blando, como una hebra, el cuerpo es capaz de desintegrarlo y sacarlo hacia el exterior de a una pieza por vez. Si el cuerpo no puede remover el objeto extraño millones de células se juntan en un proceso llamado diferenciación, cambiando forma y acorralando al objeto para aislarlo y separarlo del resto del cuerpo. Cualquier tipo de cuerpo extraño introducido en el cuerpo, tanto por accidente, como una astilla, o algo introducido quirúrgicamente por un doctor, mostrará este tipo de inflamación. Así que fue extremadamente extraño que la patología reportase que ninguno presentaba este tipo de inflamación celular en lo más mínimo.

    Similarmente, extraño fue el descubrimiento de que en los tejidos alrededor de cada implante, hubiese numerosas terminaciones nerviosas que no pertenecían allí. Ninguno de los investigadores pudo explicar por qué estaban allí estas terminaciones nerviosas. Esto podría sugerir la posibilidad de que los implantes son algo así como un dispositivo de monitoreo agregado al sistema nervioso.

    Cuando Derrel Sims llevó los objetos a Houston, su primer test fue exponerlos a luz ultravioleta. Encontró que todos ellos resplandecían brillantemente en verde fluorescente.

    Derrel encontró en sus investigaciones con personas abducidas que estos presentaban una sustancia invisible al ojo humano que al ser expuesta bajo luz negra, aparecía algunas veces en los cuerpos de estas personas luego de la abducción; esto posiblemente resulte del contacto físico con el abductor. Con todo esto en mente, Derrel dice que no se sorprendió al ver que los tres objetos fueran fluorescentes.

    Más tarde, Derrel disecó los tres objetos y las membranas circundantes se volvieron quebradizas. Entonces fue capaz de quitar algo de material de la membrana y enviarlo al Dr. Leir para análisis. Luego de quitar toda la membrana quebradiza, encontró un material extremadamente magnético, metálico y negro brillante.

    Cuando el Dr. Leir recibió las tres diferentes muestras de membranas, las envió a tres diferentes patólogos. Cuando los reportes llegaron indicaban que el componente principal de estas membranas era algo simple producido por la sangre. En esta masa sangrienta había algunos gránulos marrones. Los patólogos realizaron un test con hierro y encontraron que estos gránulos marrones fueron hechos por el llevado de oxígeno con pigmentos desde los glóbulos rojos humanos. Además de esto, encontraron material llamado queratina, el cual compone las capas externas de la piel humana, uñas y pelos.

    El Dr. Leir señaló que si la ciencia médica pudiese duplicar esta membrana, podríamos resolver uno de los más grandes problemas de la medicina, como el rechazo en transplantes. La membrana alrededor de estos objetos estaba aparentementemente compuesta por material proveniente del mismo cuerpo de los pacientes ANTES de que los objetos fueran injertados. Si supiésemos cómo relizarlo podríamos poner casi cualquier cosa en el cuerpo humano y no sufrir rechazo alguno en lo absoluto.

GAZZANIGA PABLO pablo@cpenet.com.ar

C.E.U.F.O. – LA PAMPA, ARGENTINA

LA FARSA GUBERNAMENTAL

LA FARSA GUBERNAMENTAL

escribe: GUSTAVO FERNÁNDEZ
gustavofernandez@email.com

        “No se ha ocultado ningún informe de objetos voladores no identificados. Como director del NICAP, el mayor Donald Keyhoe ha recibido toda la información que está en manos de la Fuerza Aérea”.

Carta del brigadier general Joe Kelly, de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, al diputado Peter Freylinghuysen, 12 de setiembre de 1957.

        “Les aseguro que la Fuerza Aérea nunca intentó entregar a esa organización los archivos “únicamente para uso oficial.”

Carta del brigadier general Joe Kelly, al señor Richard May, ayudante del director del NICAP, 15 de noviembre de 1957.

    Vale comenzar con una advertencia al lector: si bien esta nota trata de investigaciones militares sobre OVNIs, no espere encontrar aquí sorprendentes e inéditas revelaciones, documentos expoliados de archivos oficiales apenas días atrás o alucinantes videos o fotografías de alienígenas sentados tête a tête con Reagan, Clinton, Yeltsin o Putin. Por el contrario, en ella vuelvo a hablar de encuestas oficiales archicomentadas en miles de artículos sobre el tema, todas de hace muchísimos años atrás. Pero con la novedad de obligarme a plantear reflexiones profundas y críticas que quizás (sólo quizás) a otros se les han pasado por alto. No otro es el mérito de este trabajo.

    En los últimos años, tanto a través de conferencias públicas, programas de radio y televisión, libros, revistas e información en Internet, venimos asistiendo a una proliferación de denuncias sobre extraños, ultrasecretísimos y a veces desconfiables “programas de investigación” que distintos gobiernos, pero especialmente el norteamericano, han venido desarrollando alrededor del tema de los OVNIs. “Majestic-12”, “Montauk”, “Cometa”, “Matrix” son sólo algunos de ellos, hasta puestos de moda en el argot popular a través de seriales televisivos y cómics.

    Ante semejante masa de información “liberada” o “filtrada”, y la pertinaz negativa que a su credibilidad oponen los estamentos oficiales consultados, uno, lícitamente, tiene derecho de hacerse algunos planteos: por ejemplo, suponer que nuestros gobiernos y fuerzas armadas “siempre” nos mienten, así que no es necesario reunir más pruebas de la existencia de esos proyectos porque seguramente tiene entidad precisamente por ser tan pertinazmente negados. Pero como posibilidad no es certeza, que “pudieran” haberlo hecho no significa lógicamente que así haya ocurrido, con lo cual todo queda en el discutible –y pantanoso– terreno de las creencias personales.

    Pero por otro lado, también podemos preguntarnos por qué necesariamente debemos creer estas historias a pie juntillas. Tal vez sus cultores sean un poco “conspiranoicos”, o crédulamente alimenten sólo el buen negocio de unos pocos que ganan sus dinerillos a costa de montar verdaderas superestructuras de la mentira. Porque aquí también, de los defensores de la existencia de estos “proyectos secretos” sólo podemos esperar argumentos y evidencias circunstanciales, no pruebas. Bob Lazar, Robert Dean, John Lear o Paul Bennewitz, para nombrar sólo unos pocos de los nombres en boga dentro de estas tesis de “ultrasecretos develados” son tan creíbles o poco creíbles en la justa proporción de nuestras expectativas previas sobre el tema.

    De ninguna manera estas reflexiones tratan de respaldar la tesis escéptica de que “aquí nada pasó”. Simplemente, enfocar el asunto desde otra perspectiva. Hace unos cuantos años, allá por 1975, cuando con mis incipientes diecisiete años de edad estaba escribiendo el que sería mi primer libro (publicado en el ’76 por la filial argentina de la editorial española “Dronte”, bajo el título de “Naves Extraterrestres Tripuladas”) me pregunté si no sería interesante, a la luz de las investigaciones militares de las que en aquél entonces se hablaba, analizar los resultados de las mismas para buscar sus puntos débiles. Hoy, veinticinco años después (nada menos) vuelvo a desempolvar ese trabajo, planteándome que si no podemos estar seguros de lo que ocurrió en el contexto de investigaciones ulteriores (reales o supuestas) que los mismos militares niegan haber realizado, por lo menos tenemos los resultados de aquellas que los mismos sí admiten públicamente haber encarado (como las que recibieron los nombres clave de “Sign”, “Grudge” y “BlueBook”). Y que si podemos demostrar en el análisis de las mismas que hubo manipulación de la información con fines aviesos, entonces, si bien ello no probaría específicamente las afirmaciones de “desinformación” de los hipotéticos proyectos subsiguientes, sí abonarían con firmeza la presunción de mala fe de los militares.

    Creo que es interesante comenzar por los Estados Unidos, más precisamente con la Fuerza Aérea de ese país. Por dos razones: (a) porque cronológicamente preceden cualquier otra investigación oficial realizada en el mundo, y (b) porque de las investigaciones encaradas, al menos en una de ellas dio a conocer periódicamente el resultado de sus investigaciones.

    Fue cuando en 1947, Kenneth Arnold avistó nueve platillos sobre el Monte Rainier (lo que dio comienzo a la “época contemporánea” de los OVNIs) el ATIC (Aerial Technical Intelligence Center, Servicio de Inteligencia Técnica Aérea) con asiento en la base aérea de Wrigth Patterson, Ohio, creó el Proyect Sign (“Proyecto Signo”) con el fin de estudiar las principales observaciones realizadas en el territorio de los EEUU. Esta comisión, integrada por militares y algunos científicos elevó, en 1948, un informe al Pentágono del que se sabe que en dicho informe se admitía la realidad física de los OVNIs y, más aún, se admitía como “muy probable” la posibilidad de que dichos objetos fuesen aparatos extraterrestres. Por lo visto, esto no le gustó al Pentágono, que cursó la orden al ATIC de disolver el Project Sign, y crear el Project Grudge (esto no puede ser casual: “grudge” significa “rencor” en inglés) cuya única misión (y esto surge invariablemente del análisis exhaustivo de sus comunicados e investigaciones supuestamente realizadas) era la de desvirtuar todo lo afirmado por el “Proyecto Signo”. La USAF (Fuerza Aérea de los Estados Unidos) era consciente de que a pesar de sus esfuerzos, parte de esa información había trascendido al público. Por lo tanto, el proyecto Rencor, encabezado por Donald H. Menzel, conocido astrofísico y desvirtuador del fenómeno OVNI se encargó de eliminar la información existente. En esta comisión intervenía, entre otros, el astrónomo Joseph Allen Hynek, quien (y es importante destacarlo) se retiró cuando advirtió el matiz negativo que tomaban las investigaciones. Posteriormente, Hynek fue uno de los principales investigadores de Estados Unidos. Fue entonces cuando al mayor de infantería (Re) Donald Keyhoe se le encargó una investigación para la revista “True”. En la misma, atacó públicamente a la USAF, de poseer información confidencial. Por ser Keyhoe una autoridad mundial en la materia, inmediatamente obtuvo el apoyo de cientos de investigadores y científicos del mundo entero, por lo que el Proyecto Rencor tuvo que emitir su primer informe. La orden del día, implícita pero implacable era… ¡No crean!. Lo único que importaba era recoger los informes y reducirlos a cualquier tipo de ilusión, callar los hechos que no podían explicarse y preparar una conferencia de prensa que convenciera a todo el mundo de la inexistencia de los platillos y lo absurdo de su idea. Sin embargo, y a pesar de todos los esfuerzos, los informes seguían afluyendo. Daba lo mismo; la Comisión no comprobaba nada, se limitaba a recoger los informes y los metía en cajones. El informe Grudge llegó con toda facilidad a las conclusiones que las altas esferas esperaban. Este informe admitía siempre un 23% de casos no identificados, pero la sección correspondiente a la parte psicológica se encargaba de eliminarlos.

    Los partidarios de la política del avestruz estaban tan convencidos de la eficacia de su sistema que pensaron enterrar los OVNIs enterrando los informes y publicando, el 27 de diciembre de 1951, un comunicado oficial que certificaba la inexistencia de los platillos volantes y anunciaba la disolución del Project Grudge, totalmente inútil ya.

    Tres días más tarde, y bajo el título de apéndice, aparecía un nuevo comunicado que desmentía totalmente al primero: “Será siempre imposible afirmar en forma absoluta que el objeto divisado no era un aparato interplanetario, un proyectil enemigo o cualquier otro objeto”.

    Evidentemente, los que escribían el artículo se inclinaban favorablemente hacia la hipótesis extraterrestre. Aunque se anunciara que la comisión estaba disuelta e inoperante, no por ello dejó de existir. Se limitaba a ordenar los archivos y a amontonar en cajones los informes que seguían llegando.

    Pero los hechos seguían presionando. Se podía decretar que era ridículo creer en los platillos, hacer desistir a los pilotos de entregar informes en ese sentido, pero no se les podía prohibir vigilar el cielo, ver aparatos desconocidos y rendir informes sobre ellos. En efecto, ese es el primer deber de la aviación.

    En esta época de semi-adormecimiento, el capitán Ruppelt fue nombrado Oficial de Informaciones en el ATIC. Comprueba que las altas esferas son muy hostiles a los platillos, pero en el ATIC las opiniones siguen divididas. Después de algunos incidentes, la Comisión despliega algo más de actividad y se nombra al teniente Cunnings encargado de ella.

    Debido a una importante observación ocurrida el 1 de diciembre de 1952, en una base aérea donde se encontraban importantes personalidades, el general Cabell, Director del Servicio de Informaciones, tuvo que convocar a una conferencia de prensa. Interrogado en el punto en que se encontraban las investigaciones de la comisión, Cunnings “quemó sus naves” y reveló la forma en que se enterraban los informes.

    Hubo diferentes reacciones.

    El General, inmediatamente, dio orden de reanudar el trabajo, y Ruppelt reemplazó a Cunnings. En realidad, los sentimientos de Ruppelt eran contradictorios. Sospechaba que querían utilizarlo para una nueva campaña de camuflaje, pero la voluntad de renovación parecía sincera. Con verdadera pasión por su trabajo, Ruppelt estudió los nuevos informes y revisó los antiguos. Así nació el Project Blue Book (Proyecto Libro Azul).

    Había conseguido la ayuda de sabios eminentes. Además, una (para entonces) avanzada computadora a tarjetas perforadas le permitió formar un fichero ideal de informes que podía consultarse con la velocidad del rayo.
    La labor del Proyecto Libro Azul consistió fundamentalmente en la compilación de testimonios escritos, fotográficos y cinematográficos referidos a objetos no identificados, y en su explicación subsiguiente. Este último proceso comprendía: análisis y apreciación de los informes e inclusión de los objetos que se describen en cada informe dentro de categorías de identificación bien definidas.

    La tarea de evaluación era realizada por un equipo privado de técnicos y científicos, encabezados por Edward Condon y Robert Low, supervisados por la Fuerza Aérea. En cuanto a las categorías de identificación, el Libro Azul reconocía las siguientes:  Balones – Fenómenos atmosféricos – Aviones – Mistificaciones – Alucinaciones – Otros (pájaros, papeles) – Bólidos – Aparatos experimentales – Datos Insuficientes – No identificados o desconocidos.

    Según dejáramos expresado, la USAF ha hecho conocer regularmente mediante sucesivos comunicados de prensa, el resultado de sus investigaciones. En 1966, la farsa alcanza su punto álgido con la evaluación emitida por Condon, hecha en base de un presupuesto del orden de los quinientos mil dólares. Este informe se refería a los 354 casos norteamericanos de ese año. Para regocijo de quienes admitían la realidad del fenómeno OVNI, así se presentaban los resultados: Balones: 35 – Datos insuficientes: 123 – Aviones: 22 – No identificados: 3 – Mistificaciones: 55 – Alucinaciones: 18 – Otros: 50 – Bólidos: 15 – Aparatos experimentales 33.

    De esta tabla increíble publicada a los pocos días de que el equipo de Condon dictaminara que los OVNIs no existen y que no vale la pena seguir su investigación, se desprende que de la humilde cifra de 354 casos (en la Argentina ese año hubo más de mil) los únicamente explicables fueron 228 casos contra 126 que por distintas causas no tuvieron una explicación coherente ni convincente. Después de todo, la categoría de “Otros” es más que discutible, porque si la identificación debe ser válida lo es en primer lugar por contar con una categoría con cualidades propias. Sin embargo, el comunicado se ufana luego de que el porcentaje de no identificados (se refiere lógicamente a tres) era el más bajo de los últimos veinte años, y agrega finalmente que hasta principios de 1966, en los Estados Unidos se habían registrado 12.097 casos de OVNIs, 697 de los cuales resistieron los distintos análisis y fueron catalogados como “desconocidos”. En cuanto a los tres de 1966, reproduciendo textualmente el comunicado: “… hay que explicarlos a toda costa, porque nosotros no creemos en platillos volantes…”. Los comentarios sobran.

    Las principales críticas que pueden hacerse al proyecto Libro Azul son:

    1 – Afirmaciones como las reiteradas por la USAF sólo son válidas y justificadas si todas las observaciones estudiadas han obtenido una satisfactoria explicación, o bien si la fracción no identificada subsistente ofrece rasgos tales que en ningún momento permitan suponer siquiera que se trata de artefactos inteligentemente guiados. Vale decir, que deben encarararse por igual aspectos cuantitativos y cualitativos. Veamos los primeros:

    *
      a. Entre junio de 1947 y diciembre de 1963, fueron evaluados 12.097 casos, de los cuales el 8,1 % se caracterizaron como inexplicados. Dado que el número de casos sometidos a estudio no significa la totalidad de los ocurridos, y que su porcentaje, según la estimación de Ruppelt es de sólo un 10 %, podemos inferir con fundamento que la cantidad de apariciones inexplicables en Estados Unidos alcanza a varios millares. ¿Cuál será el número de visiones no identificadas en todo el mundo?. Cabe pensar que muy elevado, sin duda.
    *
      b. Consideremos ahora el aspecto cualitativo del problema; como se sabe, un caso se tiene por inexplicado o no identificado, cuando a pesar de existir todas aquellas informaciones juzgadas esenciales para llegar a una conclusión válida, las características del objeto son tales que no permiten asimilarse a ningún objeto o fenómeno conocido. Vemos, pues, con claridad, que inexplicado no es aquí rótulo de nuestra deficiencia informativa, sino categoría no susceptible de reducción ulterior. Por consiguiente, la proclamada creencia de la USAF de que aun tales casos podrían recibir solución de poseer datos más inmediatos, no es sino mera expresión de deseos y resulta además flagrantemente contradictoria ya que si la aparición se la clasifica de desconocida es porque, en efecto, se tienen todos los datos necesarios para su esclarecimiento, de otro modo, si hubiera déficit para la información, se la habría incluido en la categoría de “datos insuficientes”.

    2 – El segundo reparo que podría formularse a las investigaciones del ATIC, no concierne ya a la interpretación de los resultados, sino a los procedimientos de evaluación de los mismos.

    En efecto, éstos acusan importantes limitaciones y fallas que, cuando enfocamos exclusivamente nuestro análisis crítico sobre las conclusiones estadísticas, corren riesgo de pasar inadvertidas.

    Para empezar, notemos que la mayoría de los casos que figuran resueltos por el ATIC no han logrado una identificación neta y concluyente, y sólo han conjeturado una probable explicación, suponiendo que ciertos fenómenos y objetos familiares podrían, en determinadas circunstancias, mostrar las características atribuídas por los ocasionales testigos de OVNIs. Pero no ha probado, más allá de toda duda, que efectivamente tal cosa haya sucedido.

    No existe aquí pues explicación cierta sino mera presunción. Vale decir que, aun para aquellas observaciones que se tienen por aclaradas, subsiste un amplio margen de incertidumbre. Ella se expresa en la adopción de tres grados de probabilidad para cada categoría general de identificación: posible, probable y reconocido. Así, por ejemplo, el capitán Ruppelt destaca en su libro que durante el período 1947-1952 se identificaron como globos sonda un 18,51 % de las observaciones, pero sólo el 1,57 % correspondió a globos sonda reconocidos, mientras que los probables y los posibles significaban el 4,99 % y el 11,95 %, respectivamente.

    Por otra parte, como la USAF no proporciona en detalle el análisis de casos particulares, es imposible juzgar en detalle si el análisis es correcto y, en consecuencia, si los datos estadísticos publicados resultan siempre dignos de crédito.

    No obstante, cuando los sucesos tuvieron extrema resonancia y llegaron a conmover a la opinión pública, el ATIC se vio forzado a hacer públicas sus declaraciones. Es lo que ocurrió en los casos del piloto Mantell o del aeropuerto nacional de Washington, entre varios otros.

    Ahora bien, estas explicaciones rara vez han sido convincentes como para eliminar, de modo definitivo, toda duda ajena. Por el contrario, algunas soluciones no parecen sólo rebuscadas sino también, en ocasiones, francamente inverosímiles. Un ejemplo de lo dicho puede observarse en este ejemplo que nos relata el mayor Keyhoe:

    Dos cuerpos de forma discoidal que evolucionaban con pronunciados giros sobre la base aérea de Muroc, California, fueron advertidos por un grupo de oficiales de la Fuerza Aérea. Se estimó su velocidad entre 480 y 640 km/h, y su altura de vuelo entre los 2.000 y los 2.400 metros.

    El subsiguiente análisis del ATIC identificó los objetos como balones de investigación metereológica. En este caso la explicación es notoriamente inconsistente porque los globos no se mueven en giros cerrados, y porque para la velocidad calculada se hubiera requerido un viento de 480 a 640 km/h, lo cual no sólo hubiera constado en el informe, sino que particularmente la base de Muroc y sus alrededores habrían desaparecido del mapa.
    3 – Finalmente, es manifiesto el empeño de la USAF por restar toda verosimilitud a la hipótesis que postula el origen espacial de los OVNIs. No otro propósito tenían sus enfáticas declaraciones, periódicamente ratificadas. Y a pesar de que públicamente la USAF declaró no proseguir las investigaciones, se sabe que por mediación de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, los trabajos continúan.

    Por esta causa parece más notoria la contradicción que significa mantener una investigación constante durante 21 años, con el consiguiente malgasto de tiempo, dinero (un presupuesto de doscientos millones de dólares por todo concepto en ese lapso) y personal militar, técnico y científico, cuando el problema, según propias palabras, no existe ni ha existido jamás.

    Aporta una reflexión interesante recordar lo ocurrido en enero de 1967, cuando una comisión de sabios se reunió durante dos días, presidida por H.P. Robertson, físico teórico del Instituto de Tecnología de Massachussets, para examinar una selección de informes facilitados por el Libro Azul. El número de estos informes fue reducidísimo (no pasó de una docena) pero sirvió para que los científicos dictaminaran:

    *
      a) que no había pruebas de ninguna acción hostil en el fenómeno OVNI.
    *
      b) que no existían pruebas de la presencia de aparatos de una potencia extranjera en ningfuno de los informes que les fueron sometidos.
    *
      c) recomendaban un programa educativo para informar al público de la naturaleza de los distintos fenómenos vistos en los cielos (meteoros, estelas de vapor, halos, globos, etc.) con el objetivo de eliminar el “aura de misterio” que “por desgracia” los OVNIs habían adquirido.

    Pero a estos tres puntos que no poseían (en orden al material en que se basó el estudio de la comisión) ni siquiera una pizca de lógica, se agregó un cuarto, hecho por recomendación de la CIA a través de sus representantes en las reuniones (¿qué diablos tenían que hacer tres hombres de la CIA en las mismas?). Estos caballeros propusieron que, como cuarto punto se iniciara un sistemático descrédito de los platillos volantes. Estos tres representantes eran el doctor H. Marshall Chadwell, Ralph L. Clark y Phillip G. Strong.

    El objetivo de este descrédito, según figura en el “Informe Robertson”, consultado y difundido por el desaparecido físico y ufólogo James Mc Donald, consistía en reducir el interés público por los platillos. ¿Por qué?

    Me he detenido en este episodio porque creo que el mismo invalida cierta corriente “racionalista” que en los últimos tiempos parece haber afectado a algunos colegas investigadores, en el sentido de suponer que el fenómeno OVNI (o buena parte del mismo) estuvo en realidad alentado y exagerado por los servicios de inteligencia norteamericanos o las fuerzas armadas de ese país, tanto con el propósito de crear una psicosis de temor cósmico en los contribuyentes que alentara mayores gastos presupuestarios en armamento, como una “tapadera” de experimentos de todo tipo, que permitiera derivar a supuestos alienígenas –y al descrédito que en la opinión pública de entonces eso conllevaba– toda indagación periodística que, caso contrario, pusiera a la luz tales investigaciones o desarrollos secretos. Porque si así hubiera sido, entonces a la CIA le hubiera convenido estimular el interés público por los OVNIs, no recomendar lo contrario.

    Es interesante destacar que en esta misma época, la USAF decreta la regla AR-200/2, que multaba por diez mil dólares y de tres a diez años de prisión a todo oficial de alta graduación que diera a conocer públicamente información sobre casos “no identificados” por la Air Force, a menos que se comunicaran casos satisfactoriamente explicados. La pena a imponer a quien violara esta norma no se conocía públicamente hasta que un piloto militar, de quien por razones obvias no se suministró el nombre, la dio a conocer a un periodista del Star Leiger, de Nueva York.

    La situación no se perfilaba mejor en la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En 1949, el diario Estrella Roja difundió un comunicado en el que se decía que los OVNIs eran alucinaciones derivadas de una psicosis de postguerra. En 1952, el astrónomo Zigel manifestó que los camaradas que decían haber visto OVNIs eran idiotas o unos mentirosos incorregibles.

    En 1957, el primero de mayo, las marchas conmemorativas del día de los trabajadores fueron interrumpidas para propalar un comunicado en el que se aseguraba que los OVNIs eran una propaganda capitalista con el fin de lograr que el pueblo pague cada vez más altos presupuestos militares. Sin embargo, luego del incidente del 21 de junio de 1961 sobre la base aérea de Ryllnek, la política rusa varió de tono.

    Se crea en Moscú el Instituto Nacional para el Estudio de los “Bludza” (expresión popular en ruso para OVNIs, mientras que “leutaýeski tárelki” equivale a nuestra “platillos volantes”) que contaba en su plana a conocidos científicos y muilitares, como los profesores Zigel, Kansantsev, etc. En el momento de mayor auge investigativo, el general Profiry Stolariov, Jefe del instituto, pronunció estas trascendentes palabras: “Podemos decir con seguridad que el “fenómeno OVNI” ha asumido un carácter global y, por lo tanto, requiere investigación global”.

    Sin embargo, a partir de 1969 y en extraña concomitancia con la política estadounidense, ambas superpotencias desestimaron al fenómeno. En Estados Unidos, el informe Condon intentó infructuosamente ponerle fin. En la URSS, un miembro de la Academia de Ciencias de Moscú, el físico Lev Artisimovich, al margen del Instituto de Stolariov, afirmó que los OVNIs no eran de ninguna manera elementos extraterrestres. Y como bien escribió un periodista por ese entonces: “…el fenómeno OVNI volvió a fojas cero. Hace 24 años, un alto jefe de la USAF afirmó que los OVNIs morirían de muerte natural. Como esto no ha ocurrido, los escépticos y los inquisidores de los gobiernos han tratado de asesinarlos. Pero el OVNI, al igual que el Ave Fénix, resurge siempre de sus cenizas…”.

    La política del avestruz no es la más conveniente. Si así fuera, seguiríamos condenados a ver y padecer la acción de objetos voladores no identificados controlados inteligentemente. El espacio aéreo será violado una y mil veces, los radares aéreos seguirán captando extraños blips y los automóviles se detendrán en los caminos por causas desconocidas. En los campos aparecerán nuevos anillos de pasto quemado, las torres de control de los aeropuertos tratarán de contactar con aviones misteriosos, los pilotos comerciales efectuarán insólitas maniobras para eludir la presunta imagen del planeta Venus, y algunos “científicos” intentarán demostrar desde el pizarrón o la charla televisiva que los OVNIs “no pueden existir”. Es posible, también, que a principios o mediados del año próximo nuevas oleadas de OVNIs nos sobrevuelen, y las evidencias aumenten siguiendo, tal vez, algún plan predeterminado para tornarse familiares con una frecuencia hábilmente dosificada. Entonces, como en 1962, ’65, ’68, ’73,  las fuerzas armadas no prestarán apoyo a los grupos privados y, ante el estupor general, algún radioastrónomo dirá que los OVNIs son psicosis colectiva, y algún periodista recalcitrante afirmará que los pastos quemados se deben a que a la gente le gusta entrentenerse en los picnics haciendo asados…

LA CRUZADA DE LOS MILITARES ESPIRITISTAS

Revista espiritista “La Conciencia”
Año X, número 160, marzo-abril de 1958

Nota de la dirección: Unas líneas para explicar el porqué de esta selección de hoy. No somos –cuanto menos hasta que se nos presente evidencia suficiente– espiritistas. Pero sabemos que bastantes lectores sí lo son, además del hecho de respetar todos los enfoques de estas temáticas. Así que hemos seleccionado este artículo por varias razones: (a) para satisfacer el interés de quienes se sientan atraídos por esa escuela de pensamiento; (b) porque la ya desaparecida revista “La Conciencia” constituyó uno de los más serios y profundos esfuerzos intelectuales argentinos para difundir, junto al espiritismo, una incipiente parapsicología, y muchos de sus trabajos encierran semillas de descubrimientos posteriores, y (c) porque una nota que vinculara tan taxativamente a ciertos militares con el espiritismo, además de curiosa, nos explica determinados hilos que en las sombras se movieron tras la geopolítica sudamericana de los últimos decenios…

LA CRUZADA DE LOS MILITARES ESPIRITISTAS

escribe: Gral. Levino Cornelio Wischral

    La Cruzada de los Militares Espiritistas nació de la voluntad de un grupo de militares espíritas, al afirmar públicamente su creencia en el Espiritismo; de vivir unidos y, por lo tanto, en comunión evangélica con las demás criaturas humanas, difundiendo entre las Fuerzas Armadas el amor crístico, mediante la difusión de los preceptos de la codificación de Allan Kardec. La Cruzada de los Militares Espiritistas, congrega elementos del Ejército, la Aeronáutica, la Marina, las fuerzas policiales, la guardia civil, cuerpos de bomberos, etc., del Brasil como, asimismo, señoras, civiles y reservistas de cualquier categoría.

    El Guía Espiritual de la Cruzada de los Militares Espiritistas es el capitán Mauricio, ex Comandante de la histórica Legión Tebana, del siglo III. En el mundo católico es conocido como San Mauricio, cuya fiesta se celebra el 22 de setiembre. Fue mártir del cristianismo en el año 286, sucumbiendo horriblemente supliciado con toda su legión, integrada por 6.661 soldados. Todos han sido ultimados por haberse negado a homenajear y adorar las falsas divinidades esculpidas en barro, antes de entrar en combate, rehusándose de esta manera a cumplir con los usos y costumbres paganas de aquel siglo. Ellos tenían que cumplir con esos sacrificios inútiles, regados con sangre, a cambio de cierta victoria sobre el enemigo. Al negarse a esas bárbaras costumbres, toda la Legión Tebana ha sido exterminada por las fuerzas amigas de otras legiones. La tropa de Mauricio no podía proceder de forma diferente pues poco antes había aceptado a Jesús como excelso modelo de amor, paz y vida, y no de desamor, guerra y muerte.

    Bajo las luces del espíritu del capitán Mauricio fue, pues, fundada en Río de Janeiro, el 10 de diciembre de 1944, la Cruzada de los Militares Espiritistas, debidamente registrada en la Escribanía, siendo sus estatutos publicados en el “Diario Oficial” del 20 de marzo de 1952.

    Su actual presidente es el General Duque Estrada, ocupando la vicepresidencia el mariscal Mario Travasses, ambas figuras de relieve en el Ejército y también esforzados siervos de la siembra de Jesús. Núcleos de esa Cruzada funcionan en todos los sectores del Ejército, de la Aeronáutica y de la Marina, pues solamente en el Ejército funcionan 33 de esos núcleos. El entrelazamiento espiritual es cada vez más amplio, de cofrades civiles y militares, ya que éste es uno de los principales objetivos de sus dirigentes.

    Dentro de la Academia Militar de Agujas Negras, antigua Escuela Militar, y en el Colegio Militar de Río de Janeiro, existen esos núcleos, habiendo en el ámbito de la Academia Militar uno que se especializó en la realización de sesiones de materializaciones de espíritus, dirigido por oficiales y profesores de aquella Academia. Por eso mismo, hace unos años atrás, nuestros aspirantes a oficiales, se sentían orgullosos, al egresar de las escuelas, de ser materialistas, ateos y positivistas, hoy, gracias a Dios, observamos satisfechos que existe gran número de oficiales, de profesores, de sargentos, de alumnos y soldados estudiando con amor y sinceridad la Ley de la Reencarnación, la Ley de Causa y Efecto, y la continuación de la Vida. Nótase un extraordinario despertar espiritual, y todos se esfuerzan en ser también auténticos soldados de Cristo.

    Nos agradaría, pues, substituir en los diccionarios de los pueblos el vocablo “matar” por la palabra salvadora de Jesús que tanto exaltó: “amar”. Momentáneamente, eso podrá parecer torpe pretensión, una insensatez, pues sabemos que el espíritu del capitán Mauricio, nuestro mentor, viene influenciando desde hace siglos para que las guerras se tornen más humanas, hasta llegarse a la completa anulación de las desinteligencias existentes entre las naciones.

    De un mensaje de Mauricio, recientemente recibido a través de canales mediumnímicos, destacamos algunas consideraciones como éstas:

    “Nuestra Cruzada no derrama sangre, sino luz y amor para todos, sin distinción de la fe, cultura, posición social o económica, color o raza; en ella militan civiles y soldados hasta el grado de mariscal”.

    Refiriéndose a los militares en particular, aconseja y formula preguntas como éstas:

    “¿Cuántos tendrán el coraje de transformar vuestros símbolos de guerra en objetivos de paz?. ¿Cuántos podrán alcanzar el sentido íntimo de vuestra renuncia a los emblemas bélicos, convirtiéndolos en insignias de sumisión a Cristo?. ¿Cuántos comprenderán vuestras negativas al brillo efímero del mundo terreno, para confiaros a la gloria eterna de la paz espiritual, que es también la paz Universal?. Regimentad, pues, vuestras energías creadoras, como vanguardistas de la más conmovedora lucha que se ha de trabar, en breve, sobre el orbe terráqueo, cuando la luz de Cristo despejará las tinieblas del odio, de la crueldad y el egoísmo. Fustigad todo eso, sin hacer uso de las pasiones inferiores, librándoos de los grillos de la vanidad, del amor propio y del orgullo!. ¡Combatid en vosotros los impulsos primitivos del hombre-carne y sed los centinelas atentos y eternos del Hombre-Amor!. La Cruz Redentora que fulguró en los estandartes de Constantino, protector de la religión cristiana, imprimirá a vuestras almas el sello Sublime del Divino Pastor. ¡Lanzaos, decididos, a la conquista de los corazones adversarios, aliándoos a las huestes defensoras del Cristianismo!. El júbilo y la esperanza se hacen más vivos en el espacio cuando los soldados belicosos de la Tierra truecan los símbolos de guerra por la mansedumbre de Jesús!. Aceptad el distintivo de la fe, en el amor a Jesús y además de la eternidad, la lúcida espada sin filo”.

    Así terminó nuestro patrono su exhortación a los militares. ¡Seamos todos “cruzados” del ejército de Jesús!. Paz.

PERO, DESPUÉS DE TODO…¿SIRVE PARA ALGO EL TAROT?

PERO, DESPUÉS DE TODO…
¿SIRVE PARA ALGO EL TAROT?

escribe: GUSTAVO FERNÁNDEZ
gustavofernandez@email.com

    Alguna vez he escrito que tal vez hubiera sido cálidamente acogedor apoltronarme en el marco (ya que en algún momento de irresponsabilidad social decidí dedicar mi vida a la Parapsicología y disciplinas afines) de una “metapsíquica científica” o, también, en una “ovnilogía académica”, para nombrar sólo dos de mis pasiones. Mediáticamente, un parapsicólogo que discurra entre estadísticas y gráficos computadorizados es, cuanto menos, más digerible para la “opinión publicada” –como dice un viejo periodista argentino, que no la “pública”– que aquél que disfruta de sahumerios, velas y, cuándo no, las inefables cartas de Tarot.

    Y bueno, sí. Me divierte jugar con las matemáticas, amo mi computadora, pero experimento algo visceral cuando estoy rodeado de mis sahumerios, mis velas… y mis cartas de Tarot. Y si bien las sensaciones son importantes para mí, para no parecer un sibarita del intelecto simplemente, dedicado más a disfrutar los qué en lugar de preguntarme los porqué y los cómo, me decidí a escribir este artículo para explicar porqué el Tarot es, a mi modesto saber y entender, algo más que –como supone cierta “inteligentzia” periodística que confunde comentarios incisivos con sarcasmos pedantes– una credulidad ingenua sin fundamento racional. Pues sostengo que lo tiene, y mucho. Y ese es el espíritu de esta nota.

    No he de ser redundante con aquello de que un tema nunca es absurdo o serio por sí mismo, sino por el método –o la falta de él– con que es encarado su análisis. Y es un paradigma que, para la conciencia colectiva, ciertos temas son de suyo execrables del pensamiento científico más porque “aparentan” superstición o irracionalidad –o, a veces, por la que muestran sus afamados cultores– que porque necesariamente no la tengan. Incidentalmente, uno puede especular (aun corriendo el riesgo de transformar esto en un bizantino monólogo) que si de “pensamiento mágico” estamos hablando, aparece éste más en el estudiante universitario que aprende y repite como un sonsonete el axioma enseñado por su docto profesor (quizás sin pasar nunca por la verificabilidad del mismo) que el shamán que afanosamente recolecta ciertas hierbas con la luna propicia para probar la receta de aquel brebaje que en el último solsticio de invierno le enseñara su antecesor en la tribu. De forma que, a continuación, esbozaré mis especulaciones respecto a cuáles son los fundamentos operativos del Tarot.

    La “adivinación” a través de las cartas no es un proceso incognoscible. Las cartas por sí mismas nunca “dicen” nada, en el sentido de “dictarnos” algún conocimiento. Son, a los efectos prácticos, trozos de cartón pintado. Es el agrupamiento de símbolos que encierran lo que dispara algo en nosotros. Pues son cada uno de sus personajes, eventos y situaciones descriptos tanto en arcanos mayores como menores, los que nos remiten a sucesivos arquetipos del Inconsciente. Es decir, entelequias psicológicas, engramas genéticos que, en la memoria racial y colectiva, codifican determinadas respuestas asociables a determinados estímulos.

    En algún otro lugar me he referido extensamente a Arquetipos e Inconsciente Colectivo de la humanidad. Baste reseñar para el lego que un arquetipo es como el ladrillo psíquico de nuestra personalidad, pero un ladrillo que no pertenece a la superestructura levantada a lo largo de nuestra vida en función de las vivencias, sino que forma parte del fundamento basal del edificio de nuestra vida. A través de los siglos y los milenios, la repetición en el plano individual y colectivo de determinadas experiencias críticas ha marcado a fuego la genética de nuestra especie, y esos “recuerdos ancestrales”, transmitiéndose de generación en generación (especialmente cuando son olvidados o soterrados por la cultura imperante) aflorando como símbolos y signos que de lo colectivo, lo mitológico, se reflejan en el macrocosmos de nuestras experiencias cotidianas.

    El Arlequín, Bufón o Loco, aquel que transgrede el “establishment”, destructivo en su irresponsabilidad pero motivador en sus pasiones; el Sabio, que avanza lenta y serenamente detrás de objetivos claros, apoyándose en el cayado de las experiencias e iluminando su camino con la luz de la Razón; la Rueda de la Fortuna, repitiendo los ciclos del ser a través de los tiempos; el sufrimiento expiatorio del Ahorcado;  la Luna, expresando la consciencia sólo como un reflejo del inconsciente, todos símbolos emblemáticos, profundos en sabiduría, que encierran, en conjunto, las claves de nuestra naturaleza mortal. Personajes que representan el drama de la existencia humana, codificaciones fácilmente recordables de facetas de nuestro diamante interior, tallado a través de los evos por clivajes extraños en manos de un Ser superior.

    De forma tal que las figuras que nos muestran las cartas no son el aleatorio producto de una mente desequilibrada o el afán iluminista de algún mercachifle de la alta Edad Media. Sus figuras, sus colores, cada uno de sus, en ocasiones, insólitos elementos asociados (las letras en el Carro, el número preciso de “lágrimas” que derrama el Sol o el pequeño pájaro negro a un costado de la Estrella, así como el Diablo sacando la lengua o tomando una espada sin empuñadura) tienen una interpretación precisa. Y, evocativamente, su contemplación meditativa (¿qué otra cosa hacemos cuando, con un cierto vacío expectante en nuestro tórax, observamos en silencio las cartas tratando de encontrar una respuesta a nuestras preguntas?) actúa en nuestro inconsciente, porque, precisamente, en nuestro inconsciente encuentra un eco, que es como decir, el retorno a la fuente de sus orígenes: el arquetipo dibujado en la carta no es más que, después de todo, un reflejo degradado del Arquetipo que duerme en las sombras de los lejanos recovecos de nuestra psiquis más profunda.

    Y allí, en el Inconsciente, casi a caballito (es un decir meramente descriptivo, aclaro) entre el Inconsciente Personal y el Inconsciente Colectivo, se encuentra la Potencialidad Parapsicológica, es decir, la capacidad innata, latente en todos y cada uno de nosotros, de producir, voluntaria o involuntariamente, fenómenos parapsicológicos. Y esa asociación de ideas, de imágenes, esa correspondencia psicoide entre el dibujo en el mundo material y la pulsión despertada en lo mental detona esa Potencialidad.

    Y en esa circunstancia y ese contexto, afloran ciertos fenómenos parapsicológicos.

    Como el de la clarividencia, el conocimiento sin el uso de los sentidos físicos, de información en tiempo presente. Y le contamos al consultante “la otra historia” de su realidad, hoy.

    O cuando esa clarividencia se ambienta en tiempos pasados (retrocognición o postcognición) o futuros (premonición o precognición) y hablamos de lo que ha sucedido (y nadie ha venido a contárnoslo) o lo que podrá suceder –obsérvese, ya veremos porqué, que he escrito “podrá suceder” y no “sucederᔖ en el futuro.

    Pero también es posible que, en ese instante de recogimiento, una misma imagen mental esté presente en dos psiquis simultáneamente; la del consultante y la mía, y hablaré, entonces de telepatía.

    Para, finalmente, no olvidar que si en Parapsicología llamamos psicoquinesia a las “modificaciones que el psiquismo hace en un sistema físico en evolución”  todo el proceso de barajado de las cartas conforma un sistema cerrado en evolución, y nuestra acción, inconsciente, puede canalizar una psicoquinesia que haga que, después de todo, no sea tan “azarosa” la disposición final de esas cartas.

    Por supuesto, es posible que algún lector cuestione la validez de los fenómenos parapsicológicos aquí mencionados. Si es así, lo siento; tal ignorancia (no lo digo en un sentido ofensivo, sino en el estricto del diccionario) es problema suyo, no mío.

    El segundo aspecto digno de ser considerado tiene que ver con lo que podemos esperar del Tarot. Soy consciente de que pocas, muy pocas personas, acuden al mismo con la actitud espiritual e intelectual menester, esto es, haciendo de la entrevista una forma de adoptar, con tiempo, actitudes y caminos constructivos ante la vida, manteniendo en claro su discernimiento del absoluto libre albedrío que le compete con respecto a su futuro. Muchos son los que acuden al Tarot como último, desesperado intento de salvataje en la tormenta en que están naufragando sus vidas. Muchos, también, creen que las cartas reflejan un destino inexorable del que nadie, ni tirios ni troyanos, puede escapar. Y esbozar algunos razonamientos respecto a qué podemos esperar (y qué no) del Tarot es tan importante como aprender a echar correctamente las cartas.

    Es tan vieja como la humanidad misma la discusión respecto a si existe el libre albedrío, si cada ser humano se encuentra frente al futuro como ante una página en blanco, o si todo está inexorablemente escrito en ella: la voluntad de elegir frente al determinismo tiene tantos adeptos como detractores. Y un ejercicio del razonamiento nos enfrenta a algunas paradojas: mientras por un lado yo puedo elegir entre, por ejemplo, seguir tipeando estas líneas o detenerme e ir a prepararme un café (a propósito, es una buena idea; ya regreso)…

        … lo cual alentaría la ilusión de que soy dueño del destino, no he podido elegir en mi vida, por caso, cuándo nacer, dónde hacerlo, en el seno de qué familia. Esto es parte de mi historia, que no es más que destino corriendo en un sentido negativo. Podemos ir más allá y preguntarnos hasta qué punto lo que llamamos “libre elección” es tal, como en el caso de optar entre el bien y el mal en mi conducta. Si he crecido en un marco de buenos ejemplos familiares o sociales, donde frecuentemente he visto en mí o en otros las favorables consecuencias de la honestidad y el recto accionar, o por el contrario mi infancia y adolescencia han transcurrido en un lumpen donde los malos hábitos, la infidelidad, la mentira eran moneda corriente, con el concepto de obtener pequeñas y cotidianas ventajas de cada desliz hecho con astucia; ¿puede ser entonces realmente tan libre mi elección?. Con razón Smiles escribió: “mucha gente no delinque no por virtud, sino por el temor de ser descubierta”. Yo, mucho antes de saber siquiera que este caballero existía, escribí alguna vez: “mucha gente es buena porque no tiene el coraje de ser mala y arriesgarse a las consecuencias.”

    Creo, de todas formas, que el estudio del Esoterismo, como en tantos otros ámbitos, arroja un poco de luz sobre esta cuestión: existe tanto el determinismo como el libre albedrío. Hay cosas que podemos elegir, y otras en las cuales sólo matizar sus efectos. Para describirlo gráficamente, mi vida es como una barca navegando por el río. Puedo dejarme arrastrar por la corriente (quizás velozmente a destino, quizás contra unas rocas que asoman) o puedo, a fuerza de remo y transpiración, acercarme a una orilla, a otra, anclar en el medio o remar en contra de la corriente. Pero este es el río de mi vida, y dentro de él, y sólo de él, me desenvuelvo.

    Así que, parafraseando a Schrödinger y su gato, sostengo que el Tarot no muestra el futuro, sino hacia dónde llevan al consultante las tendencias dominantes, que es lo mismo que decir qué ha de ocurrir (agradable o desagradable) si él no hace nada por evitarlo. El viejo ejemplo: un señor, la noche antes de volar de Washington a Londres, sueña que su avión cae a poco de despegar y él fallece. A la mañana, asustado, cancela su reserva. El avión despega y cae. Todos mueren, menos él, que se quedó en su hotel. ¿Hubo o no hubo determinismo?. Depende de la lectura. No lo hubo cuando atendemos al hecho de que el soñante no murió como su premonición parecía indicarle. Sí la hubo, para los demás.  Y esto transforma al Tarot en un arma formidable para construir nuestras vidas: no, como dicen sus detractores (ninguno de los cuales, creo, se dedicó algún tiempo a estudiarlo) un entretenimiento para espíritus débiles ansiosos de una guía paternalista que les ayude a superar su ansiedad frente a lo desconocido, no. Porque al Tarot, como filosofía esotérica que es, poco le interesa si su marido le mete los cuernos con la rubia platinada del edificio contiguo, o si su jefe le sonríe en estos días porque en secreto paladea el momento de anunciarle que por ahora (y unos cuantos años más) sus servicios son prescindibles; o si su suegra es la bruja maléfica que todos sabemos. Esas necesidades urgentes de todos los días le son indiferentes a una disciplina para la cual lo único significativo es su crecimiento espiritual. Pero así como usted no tendrá mucho ánimo de hablar de cosas espirituales si venció el alquiler y están por lanzarlo a la calle, o sus hijos andan con un calzado que ya no sabe cómo y con qué pegar para que las suelas permanezcan en su lugar, la filosofía subyacente al Tarot es pragmática: sólo a través de superar sus obstáculos cotidianos tendrá usted tiempo –y ganas– de preguntarse por las cosas del espíritu. Y si llegado el momento (y dadas las condiciones) no lo hace, problema suyo, amigo o amiga mía: su karma tomará debida nota de ello. Porque una persona que ignore los fundamentos espirituales de nuestra vida cotidiana, o que asfixiada por las angustias de todos los días no pueda reparar en esos mecanismos, es digna de consideración y de ayuda. Pero una persona que, habiendo tenido la oportunidad, desprecia (¿debería quizás haber escrito de-precia?) tales asuntos, es absolutamente responsable de las consecuencias, y a llorar a la iglesia más cercana.

    Por eso es necesario aclararle al consultante que, en el caso de aparecer una mala noticia, esto no es necesariamente lo que, sí o sí, ha de ocurrir, sino lo que ha de ocurrir si no se hace a tiempo lo necesario para evitarlo. Y por ello, también, toda entrevista de Tarot debe profundizar las “alternativas” o “situaciones bisagra” que pongan en manos del consultante la decisión de qué caminos tomar. Pues el Tarot es un semáforo que nos advierte que debemos frenar antes del próximo cruce, porque existe el riesgo de un accidente. Si hacemos caso omiso del semáforo y apretamos el acelerador a fondo justo cuando está llegando un camión al cruce por nuestra derecha y no lo vemos, la responsabilidad de las consecuencias (¿adivinen qué?) es nuestra.

    Por la misma razón, creo que toda mala noticia que aparezca expresada en los símbolos de las cartas debe ser dicha al consultante pues, si por prurito no lo hacemos, le quitamos de las manos la única posibilidad que tenía de hacer algo para evitarlo.

    Finalmente, no creo que la razón de ser de una entrevista de Tarot sea deslumbrar a nuestro consultante con nuestras capacidades, la exactitud de nuestros aciertos o cómo somos capaces de saber de él lo que él ya sabía (una verdadera pérdida de tiempo y dinero, debo decir). Mucho menos, valernos de ello para inspirar una actitud reverencial en el consultante hacia nosotros, aconsejándole qué debe hacer, cuándo y cómo. Que hayamos desarrollado nuestras percepciones para profundizar intuitivamente en una situación no es sinónimo de que hayamos ampliado nuestro sentido común para recomendar qué hacer, especialmente cuando uno descubre que un consejo es lo que uno haría de estar en esa circunstancia, pero ocurre que uno no es el consultante ni está en su circunstancia. Sí, en todo caso, ampliar su cosmovisión de la situación, enriquecer su evaluación con información accesoria, ayudarle a distinguir lo importante de lo urgente (ya que no son sinónimos) e, indirectamente, alimentar en él el sentimiento de que existen maneras correctas de ser y de hacer las cosas, aun cuando todo parece derrumbarse a nuestro alrededor. Si usted descubre cómo el Tarot le ayuda a lograr esto, ¿no cree que es quizás más de lo que pueden prometerle las pitonisas de avisos clasificados?.

    Un comentario final, que tiene que ver con el grado de aciertos esperable. El Tarot es un arte, no una ciencia, y menos exacta. Depende de muchos (e imponderables) factores: astrológicos, de salud física y mental, de “feeling” con quien viene a consulta, de lo que cenamos anoche… El porcentaje de aciertos ha de ser alto, pero nunca es total. Desconfíe, entonces, de quienes se autopromocionan como infalibles, y tampoco sea demasiado cruel con su buena tarotista que alguna vez erró un pronóstico, aunque ese yerro le haya costado a usted algunos pesos (o dólares, o lo que fuere) en la consulta: los metereólogos erran más, y los llaman científicos. Y, cada año, en cada país, con fondos privados o públicos, se invierten millones de dólares en “encuestas de opinión” o de “boca de urna”, que entre gráficos y estadísticas pronostican desde un resultado electoral hasta la evolución macroreconómica… con la misma habilidad con que después explican porqué sus resultados no se cumplieron. Y todos contentos.

Hipótesis del Trauma Natal:

Introducción necesaria: el siguiente artículo del reconocido investigador Willy Smith, radicado en EUA, es en realidad, como se observará a poco de leerlo, una réplica a otro trabajo inserto en un número anterior de esta desaparecida revista apoyando las teorías que tratan de explicar los casos de “abducciones” como recuerdos perinatales, una concepción que ha venido a instalarse de manera firme en la creencia de los escépticos. Creemos oportuno desempolvar este artículo, pues las reflexiones de Smith no han perdido vigencia y desmitifican seriamente una hipótesis que se quedó, precisamente, sólo en eso… en mera hipótesis.

Hipótesis del Trauma Natal:
ciencia o… cortina de humo

Escribe Dr. Willy Smith

    He leído con desconcierto el trabajo de Luis R. González (1) en respuesta a mis críticas sobre la llamada “hipótesis del trauma natal”, que el doctor Alvin H. Lawson, catedrático de inglés en la Universidad del Estado de California, en Long Beach, ha estado proclamando como la “solución final” del problema de los OVNI, desde hace ya varios años (2) y (3).

    La verdad es que no deseo polemizar sobre el tema, por dos razones: 1) porque la hipótesis carece de todo valor científico; y 2) porque una larga reflexión sobre el asunto me ha llevado al inquietante pensamiento de que el propósito de introducir tal hipótesis dentro de la comunidad ufológica pudiera ser nada más que una cortina de humo, para que los ufólogos del mundo, especialmente aquellos no muy versados en los cánones de la ciencia, pierdan el tiempo en inútil debate.

    Después de leer lo que Luis González ha escrito, he tenido curiosidad de ver si en realidad yo había dicho esas cosas, y he vuelto a releer mi propio trabajo. Yo creo que el Lic. González no me ha hecho justicia, y que su análisis de mis argumentos, más que destruírlos, los confirma. Por ejemplo, en el trillado tema de los diversos tipos de entidades (humanos, humanoides, animales, robots, exóticos y aparicionales) no se trata de si aparecen o no en los secuestros imaginarios, pero sí de la diferencia de sus incidencias, punto en el que el mismo González pone de manifiesto en su excelente artículo sobre “Los Casos Negativos de Humanoides Ibéricos” (4). Como se trata de fraudes, la comparación con los secuestros imaginarios (otro fraude) es totalmente permisible, y así vemos que en los pseudo-secuestros de la península ibérica, como pone de manifiesto González, el porcentaje de humanoides y formas humanas es 78 %. Muy por el contrario, en el estudio del amigo Lawson y sobre una base de 8 sujetos (¡qué magníficas estadísticas!) las seis categorías aparecen prácticamente con la misma frecuencia. Así, este punto y nada más es suficiente para rechazar la idea básica de Lawson, que era demostrar que la IDENTIDAD de resultados entre sus sujetos imaginando secuestros, y los obtenidos al hipnotizar los testigos de un caso real, demuestra la inutilidad de aplicar las técnicas de hipnosis a la investigación de los OVNI.

    Como ya he dicho, no quiero polemizar, ni es necesario hacerlo, pues la así llamada “hipótesis del trauma natal” (para abreviar: HTN) no satisface las condiciones básicas para ser aceptable. En este punto quizás deberíamos establecer claramente la diferencia entre una hipótesis y una teoría. La primera se refiere a situaciones en que la evidencia experimental es insuficiente, y en consecuencia tiene un carácter tentativo, mientras que una teoría implica un rango más amplio de evidencia y, por consiguiente, una probabilidad mayor de ser correcta. En el caso de las ciencias establecidas, la existencia de un paradigma (usando la palabra de acuerdo a Thomas Khun (5)) determina la dirección necesaria para el avance de la disciplina, pero en el caso de la Ufología, aún en pañales, un paradigma no existe y en este vacío sólo hipótesis, no teorías, pueden ser generadas. Para ser justo con Lawson, él ha calificado sus ideas como hipótesis, y me temo que el ascenso a la categoría de teoría se lo debemos, en el caso que nos ocupa, a Luis González.

    Considerando ahora el método científico, para que una hipótesis sea aceptable tiene que satisfacer varias condiciones, entre otras (6):

a) Explicar, si no toda, la mayoría de la evidencia acumulada experimentalmente.
b) Ser capaz de predecir lo que ha de suceder en ciertas circunstancias. Estas predicciones deberán ser lo suficientemente restringidas como para no incluir todos los casos posibles (v.gr.; en una hipótesis sobre terremotos, digamos, no es suficiente predecir que habrá un terremoto en el estado de California, es necesario además establecer cuándo y dónde).
c) De acuerdo con las ideas de Popper (7) debe ser refutable (“falsifiable”) es decir será posible planear un experimento que demuestre la falsedad de la hipótesis.

    Volviendo ahora a la HTN, es obvio que no satisface en absoluto la condición (a). El fenómeno OVNI es extremadamente complejo, e incluye aspectos físicos y psicológicos. Tiene sus leyes y características, establecidas a través de estudios estadísticos y, a pesar de su elusividad, en algunas oportunidades se ha dejado atrapar por la cámara y el radar. A veces, deja inconfundibles marcas a su paso, como por ejemplo los efectos electromagnéticos (EM) en automóviles, de los que no cabe la menor duda. Todo lo que antecede es ignorado por la HTN, que a lo sumo considera los CE III y CE IV (aclaración: CE es “close encounters” o “encuentros cercanos”).

    En cuanto a (b), por su propia naturaleza la HTN no puede predecir resultados: no nos dice cuándo y cómo un CE IV ha de tener lugar, ni quiénes han de ser sus víctimas.

    Finalmente, con respecto a (c), ni siquiera es necesario planear un experimento, pues tal experimento se ha realizado ya automáticamente. Está bien claro que todos hemos pasado por el trauma natal y, si tal fuera el estímulo inicial para una experiencia de abducción más tarde en la vida, una inmensa mayoría de la población la hubiera tenido. Claramente ese no es el caso, y no he sido capaz de calcular el porcentaje casi infinitesimal de casos de encuentros cercanos de cuarta clase en relación con la población mundial. Más aún, de ser la hipótesis correcta, los resultados serían independientes de la época histórica, y como bien sabemos, el fenómeno OVNI está predominantemente localizado en la segunda mitad del siglo XX. Por lo tanto, la HTN no es propiamente una hipótesis y no merece más atención.

Q.E.P.D.

    Como he dicho al principio, he reflexionado mucho sobre este asunto, principalmente considerando las reacciones producidas, que me sospecho han sido, en el caso de la comunidad ufológica, más emocionales que académicas. Dentro del ámbito de la ciencia establecida, que aún no está dispuesta a aceptar la Ufología como una disciplina respetable, desde luego las reacciones han sido mínimas, excepto, quizás, para puntualizar que el feto no es consciente de su ambiente, y no tiene un espejo para ver su imagen y recordarla en el futuro.

    Pero lo que me sorprende es la manera ciega y entusiasta con que algunos ufólogos se han lanzado a la defensa de algo que, intelectualmente, es indefendible. Quizás tenga algo que ver con ese furor el hecho de que muchos de esos investigadores pertenecen a las llamadas pseudo-ciencias (tales como psicología, sociología y muchas otras), que careciendo de un paradigma no tienen más remedio que adoptar el ropaje de la ciencia, usando estadísticas y matemáticas como herramientas para prestigiar los resultados obtenidos. Lo que no está claro, y que es en realidad lo que me perturba, es el motivo detrás de la introducción de tal hipótesis, los entretelones que no vemos, pero que podemos sospechar, y los resultados, que son evidentes: la pérdida del tiempo y esfuerzo intelectual de todos esos investigadores de buena fe que podría invertirse más eficazmente en procura de un objetivo común, es decir, la solución del problema planteado por el fenómeno de los OVNI. Entonces, la pregunta final es obvia: ¿quién, al amparo de esa cortina de humo, tiene interés en encaminar la investigación OVNI en direcciones estériles?.

Referencias:

1) González, Luis R.: SMITH Vs. LAWSON, en UFOPRESS, nro 19, enero-marzo de 1984
2) Lawson, Alvin H. HYPNOTIC REGRESSIONS OF ALLEGED CE III ENCOUNTERS. AMBIGUITIES ON THE ROAD TO UFO- Proceedings of the 1976 CUFOS conference.
3) Lawson, Alvin H. SECUESTRO UFOLOGICO Y TRAUMA NATAL, en UFOPRESS, nro 19, enero-marzo 1984
4) González, Luis R. LOS CASOS NEGATIVOS DE HUMANOIDES IBERICOS, comunicación privada, 1984
5) Kuhn, Thomas S. THE STRUCTURE OF THE SCIENTIFIC REVOLUTIONS, the University of Chicago Press, segunda edición, 1970.
6) Davies, J.T.: THE SCIENTIFIC APPROACH, Academic Press, 1965.
7) Popper, sir Karl R. THE LOGIC OF SCIENTIFIC DISCOVERY, hutchkinson, london, 1959 (publicado originariamente en viena en 1935).

¿FUE MOISÉS YERNO DE AKHENATÓN Y “ESPOSO”DE TUTANKHAMÓN?

¿FUE MOISÉS YERNO DE AKHENATÓN Y “ESPOSO”
DE TUTANKHAMÓN?

ESCRIBE GUSTAVO FERNÁNDEZ

            Sí, ya sé. Nuevamente a más de un lector estas especulaciones –no niego que lo son– les volverán a parecer gratuitas y advenedizas. Que no tengo credenciales universitarias en Historia o Arqueología y ni siquiera en Teología para semejante despropósito. Que cualquier doctorando podría refutar fácilmente mis divagaciones. Que aporto pocas y pobres evidencias. Que…

            Pero es también igualmente cierto, aunque peque de un inusual arrebato de soberbia, que ni Schliemann (el descubridor de Troya, ¿recuerdan?) era arqueólogo, ni los hermanos Wright (aquellos del primer avión) ingenieros. Y que a falta de herramientas intelectualmente disciplinadas como las que proveen esas específicas formaciones académicas, desde el solitario puesto de un francotirador de la cultura a uno le cabe la sensación –que sería poco honesto callar, sobre todo poco honesto para con uno mismo– que la Historia que nos contaron no es la verdadera Historia. Y cuando casi insidiosamente “otra” concepción de los hechos comienza a filtrarse en nuestra consciencia poco queda más que sentarse a teclear estas líneas, tratando, confiando, de transmitir la misma intuitiva certidumbre que a uno –un servidor– lo anima.

            La columna vertebral de mi hipótesis, creo, está plenamente expuesta en el título el cual, sin embargo, necesita una aclaración más sobre la que abundaré, de todas formas, a lo largo de este trabajo. Me refiero a eso del matrimonio entre Moisés y quien se supone el Faraón de deslucido paso por el puesto pero bien ganado prestigio por la magnificencia de su tumba –y la poca habilidad de los ladrones para encontrarla–. Así que, antes de que se vea esto como un libelo que remite a arcaicas concepciones de convivencia entre homosexuales, sólo apunta a un juego de palabras que mete una segunda espina en el costado de los enciclopedistas: la convicción de que Tut-Ankh-Amón… era mujer.

            Así que para que el benemérito lector no se pierda en un laberinto de cuestionamientos, expongamos brevemente el hilo conductor de nuestros razonamientos: Moisés no fue judío, sino egipcio. Quizás alto sacerdote hierofante del culto al Dios Uno de Akhenatón, debió huir cuando éste cayó. Posiblemente casado con una princesa a la que equivocadamente se ha llamado “Tutankhamón”, muerta a consecuencia de un parto de mellizos, Moisés se encontró en el éxodo con un pueblo –el hebreo– permeable a la concepción monoteísta, irascible, fanático y presto a rebelarse contra la opresión egipcia; y el espacio para continuar detentando un poder que había perdido cuando los sacerdotes “revivieron” el culto de Amón. Y ya en camino a la Tierra Prometida, se vale de la creencia en un dios local, menor, cnótico, sangriento, llamado Jehová, para “corporizar” su monoteísmo ya vislumbrado a través del culto a Atón. Años después, otro sacerdote afirma este culto, y su figura y persona se diluyen luego de los siglos –voluntaria o involuntariamente– con la del otro patriarca, de donde de “dos” Moisés las creencias “construyen” únicamente uno. Ahora, trataré de construir una teoría.

            Ya Sigmund Freud, en su ensayo “Moisés y la religión monoteísta” (Alianza Editorial, Madrid, 1970) señalaba lo discutible de la versión popular que hace de su nombre la traducción de “el sacado de las aguas”, en obvia referencia a la historia que cuenta cómo había sido dejado flotar dentro de un canasto por el Nilo hasta ser rescatado por una princesa egipcia para ser criado en palacio. La forma hebrea activa, Mosche podría significar, a lo sumo, “el que saca de las aguas”. Pero Freud señala astutamente otra cosa: sería absurdo atribuir a una princesa egipcia haberle dado un nombre derivado de la etimología hebrea.

            Un autor inglés, J.H. Breasted, en “El albor de la consciencia” (Londres, 1934) escribe al respecto: “Es notable que su nombre, Moisés, sea egipcio. No es sino el término egipcio “mose” (que significa “niño”) y representa una abreviación de nombres más complejos, como, por ejemplo, “Amen-mose”, es decir, “niño de Amón”, o “Ptah-mose”, “niño de Ptah”, nombres que a su vez son abreviaciones de apelativos más largos: “Amón (ha dado un) niño” o “Ptah (ha dado un) niño”. El nombre abreviado “Niño” se convirtió pronto en un sustituto cómodo para el complicado nombre completo, de modo que la forma nominal “Mose” se encuentra con cierta frecuencia en los monumentos egipcios. El padre de Moisés seguramente había dado a su hijo un nombre compuesto con Ptah o Amón y en el curso de la vida diaria el patronímico divino cayó gradualmente en el olvido, hasta que el niño fue llamado simplemente “Mose”. La “s” final de Moisés procede de la traducción griega del antiguo Testamento. Tampoco ella pertenece a la lengua hebrea, donde el nombre se escribe Mosheh”.

            Desde aquí hay sólo un paso para advertir que algunos de los nombres más popularizados por la divulgación arqueológica comparten esta particularidad: por ejemplo, Ah-mose, Thut-mose (Tutmosis) y Ra-mose (Ramsés).

            Aquí nos encontramos con un problema ideológico. Siendo el nombre egipcio, es casi natural deducir que podría serlo también su sangre. Sin embargo, el pueblo judío debe el inicio de sus tiempos contabilizados al Éxodo, al patriarca le debe la Ley, y a su sagrado compromiso con la Tradición su monolítica cohesión histórica. Tal vez nada podría resultar más subversivo a los oídos de un hebreo que la posibilidad de que tanto se le debiera, no a un judío, sino a un egipcio, y que quizás y después de todo, su propia religión no fuera más que una adaptación tardía de cierta religión egipcia. Y si así hubiera sido, por motivos nacionalistas hubiese sido imperativo camuflar las apariencias para transformar a este egipcio en un judío.

            En el año 1909, Otto Rank, a la sazón discípulo de Freud, publicó por primera vez sus trabajos bajo el título de “El mito del nacimiento del héroe”. Señalaba este experto que casi todos los pueblos civilizados importantes ensalzaron precozmente –en creaciones poéticas y leyendas– a sus héroes, reyes y príncipes legendarios, a los fundadores de sus religiones, de sus dinastías, imperios y ciudades; en suma, a sus héroes nacionales. Especialmente las historias de nacimiento y juventud de estos personajes fueron adornadas con rasgos fantásticos, cuya similitud, y aun a veces su concordancia textual, en pueblos distintos, algunos distanciados y completamente independientes entre sí, se conoce desde hace tiempo y ha llamado la atención de los investigadores.

            Si de acuerdo a las teorías de Rank se reconstruyese una “leyenda-tipo” que destaque los rasgos esenciales de todas estas versiones, se obtendría el siguiente esquema:

El héroe es hijo de ilustrísimos padres, casi siempre hijo de reyes.

Su concepción es precedida por dificultades, como la abstinencia, la esterilidad prolongada o las relaciones secretas de los padres, debidas a prohibiciones u otros obstáculos exteriores. Durante el embarazo, o aun antes, ocurre un anuncio (sueño, oráculo) que advierte contra su nacimiento, amenazando por lo general la seguridad del padre.

En consecuencia, el niño recién nacido es condenado, casi siempre por el padre o por el personaje que lo representa, a ser muerto o abandonado; de ordinario se le abandona a las aguas en una caja.

Luego es salvado por animales o por gente humilde y amamantado por un animal hembra o por una mujer de baja alcurnia.

Ya hombre, vuelve a encontrar a sus nobles padres por caminos muy azarosos; se venga de su padre y, además, es reconocido, alcanzando grandeza y gloria.

            Entre los más conocidos por la historia o la leyenda, Edipo, Sargón, Ciro, Rómulo y Remo, Gilgamesh, Perseo y Heracles son quizás algunos de los exponentes más evidentes.

            Moisés, en cambio, representa un caso muy distinto. La primera familia, generalmente noble, es aquí bastante modesta: se nos dice que es hijo de judíos levitas. La segunda, en cambio, la familia humilde en la cual suele criarse el héroe, está sustituída aquí por la casa real de Egipto; la princesa lo cría como hijo propio. Muchos estudiosos se extrañaron ante esta discrepancia de la leyenda típica. Eduard Meyer y otros después de él aceptaron que la leyenda tuvo originalmente otra versión: el faraón habría sido advertido por un sueño profético (esto es mencionado también en las crónicas de Flavio Josefo) de que un hijo de su hija le depararía peligros, a él y a su reino. Por eso hace abandonar en el Nilo al niño que acaba de nacer, pero éste es salvado por judíos, que lo crían como hijo propio. A causa de “motivos nacionales”, como dice Rank, la leyenda habría sido elaborada hasta adoptar la forma que conocemos. Pero la menor reflexión demuestra que jamás pudo existir semejante leyenda mosaica original, concordante con las demás de su especie. En efecto, la leyenda sólo pudo haber sido de origen, o bien egipcio, o bien judío. El primer caso queda excluido pues los egipcios no tenían motivo alguno para ensalzar a Moisés, que no era un héroe para ellos. Por consiguiente, la leyenda debe haber surgido en el pueblo judío, es decir, se la habría vinculado en su versión conocida a la persona del caudillo. Mas para tal fin era completamente inapropiada, pues ¿de qué podía servirle a un pueblo una leyenda que convirtiera a su gran hombre en un extranjero?.

La discrepancia de la leyenda mosaica frente a todas las demás de su especie puede ser reducida a una particularidad que presenta la historia de Moisés. Mientras en general el héroe se eleva en el curso de su vida por sobre sus orígenes modestos, la vida heroica del hombre Moisés comienza con su descenso de las alturas, con su condescendencia hacia los hijos de Israel. Esta “contramarcha” de la tendencia del inconsciente colectivo ratifica la presunción de que la génesis del mito no nace de una sucesión de necesidades espirituales e históricas sino de una muy particular circunstancia: la interpretación del mito del huérfano que se vincula a Moisés obliga a la conclusión de que éste habría sido un egipcio a quien un pueblo entero necesitaba transformar en judío. Y es entonces cuando podemos comenzar a hacernos profundas preguntas respecto a lo que, en nuestras primera lecturas del Antiguo Testamento, quizás hemos pasado por alto.

            Por ejemplo, Moisés no sólo fue el conductor político de los judíos radicados en Egipto, sino también su legislador y educador, imponiéndoles el culto de una nueva religión, llamada aún hoy mosaica en honor a su creador. Pero, ¿acaso un sólo hombre puede llegar tan fácilmente a crear una nueva religión?. Además, si alguien pretende influir sobre la religión de otro, ¿acaso no es lo más natural que comience por convertirlo a su propia religión?. El pueblo judío de Egipto seguramente poseía alguna forma de religión, y si Moisés, que le dio una nueva, era egipcio, no podemos dejar de suponer que esa otra nueva religión debía ser también egipcia.

            Pero aquí puede proponerse sin duda una crítica: el evidente antagonismo entre la religión judía que se supone instauró Moisés, y la egipcia, tal cual la conocemos. En la primera, la idea monolítica de un Dios único que nadie osa ni soporta contemplar. Esta última, un enjambre de divinidades antropomorfas y vulnerables a la impetración humana. Una, un monoteísmo abstracto; la otra, un politeísmo de mercado. Una, increíblemente abstracta. Otra, pragmáticamente materialista. Da la sensación de que la antítesis entre la religión mosaica y la egipcia ha sido voluntaria y deliberadamente agudizada; mientras una de ellas condena con la mayor severidad toda forma de magia y hechicería, en la otra florecen exuberantemente. Por un lado, los egipcios hacen del culto a la vida después de la muerte el leit motiv de sus creencias religiosas, al punto de que alrededor de ello se construye toda una cosmovisión. Por el otro, entre los judíos no se menciona ni siquiera una vez la existencia de una vida después del óbito, ausencia aún más extraña en tanto y en cuanto no sólo se trataba de un momento en la historia de la Humanidad para el cual esa inquietud era no sólo asaz común sino también un componente cultural ineludible, sino también porque nada hay en una religión monoteísta que entre en conflicto con el concepto de la sobrevivencia a la muerte, como lo demostraría milenios después el cristianismo. Mientras los egipcios se afanaban y competían entre sí para representar en arcilla, piedra, madera y cuanto material se cruzara en su camino el aspecto más fidedigno de sus dioses, los judíos enfrentaban la más rigurosa prohibición de representar plásticamente a cualquier ente vivo o imaginado.

            Pero a mi criterio hay una oposición más, quizás la más importante, que es crucial en nuestra interpretación: mientras la religión egipcia, en una práctica común a la época, se mostraba relativamente tolerante con otras creencias y otros dioses, incorporándolos llegado el caso a su propio horizonte espiritual o cuanto menos mostrándose poco severo con la continuidad de tales prácticas aun en países sojuzgados militarmente, la religión mosaica es el primer caso de intolerancia religiosa. Mientras los babilonios permitieron a los judíos continuar sus prácticas aun en tiempo de cautiverio, los judíos, ya en Canaán, pasaron a cuchillo a todo pueblo que no se arrodillaba ante Jehová. Resumiendo, tenemos entonces a un egipcio que elige exiliarse entre los judíos, dándoles su propia religión (o creencias religiosas) e imponiéndolas con una severidad rayana en el fanatismo, dando la impresión de no tolerar el menor atisbo de opinión disidente –como si eso resucitara algún fantasma de su pasado– mientras decide imperiosa, casi precipitadamente, abandonar su patria. Un egipcio que trasmite una enseñanza religiosa egipcia, sí, pero no “la” religión egipcia. Cuanto menos, no la comúnmente aceptada como tal.

            Pero sigamos a Freud: “…Durante la gloriosa dinastía XVIII, bajo cuya égida Egipto llegó a ser por primera vez una potencia mundial, ascendió al trono, por el año 1.375 a.J.C. un joven faraón que primero se llamó Amenhotep IV, como su padre fue el III, pero que más tarde cambió de nombre, y por cierto algo más que su nombre. Este rey se propuso imponer a sus egipcios una nueva religión, una religión contraria a sus tradiciones milenarias y a todas sus maneras familiares de vivir. Tratábase de un rígido monoteísmo, la primera tentativa de esta clase emprendida en la historia de la humanidad (nota del autor: yo no estoy de acuerdo con esta última afirmación, pero mejor dejémoslo para otra ocasión) en cuanto alcanzan nuestros conocimientos. Con la creencia de un dios único nació casi inevitablemente la intolerancia religiosa, extraña a los tiempos anteriores y también a largas épocas ulteriores (el resaltado es mío). Pero el reinado de Amenhotep sólo duró diecisiete años, y muy poco después de su muerte, ocurrida en 1358 a.C., la nueva religión ya había sido eliminada y proscripta la memoria del rey hereje.”

            Pero la cosa no puede resultar tan sencilla como la locura mesiánica o el delirio místico o idealista de un solitario. Nada nuevo hay bajo el Sol, y  todo lo nuevo es reminiscencia de condiciones o circunstancias que siempre encontraremos husmeando en el pasado. Y también los orígenes de este monoteísmo egipcio puede ser rastreado con anterioridad a Amenhotep IV. En la escuela sacerdotal del templo solar de On (Heliópolis, que es, por cierto, una toponimia griega posterior) se discutía desde tiempo atrás la representación de un dios universal destacándose más que lo ritual o escatológico, la faz ética de su esencia. Maat, la diosa de la Verdad y la Justicia, era hija del dios solar Ra, y ya durante el reinado de Amenhotep III, padre y antecesor del reformador, la adoración al dios solar alcanzó un apogeo que hace suponer el intento de cierta élite de hierofantes en eclipsar a Amon, el dios de Tebas, que se había tornado excesivamente poderoso. Se remozó entonces un antiquísimo nombre del dios solar, Aton o Atum, y el joven rey halló en esta concepción la posibilidad de gestar una nueva religión sin necesidad de partir de la nada, sólo plegándose a una facción ya existente. Y el gran salto hacia delante: abandonó su “nombre sagrado” anterior, para adoptar aquél tan odiado a su muerte que fue tratado de borrar de la historia pero, como el Ave Fénix, resurgiría para perpetuarlo en la inmortalidad: Akhenatón.

            Sin embargo, no perdamos de vista también que el mismo no fue sólo un “resucitador” de un culto decadente; en efecto, su acción fue mucho más profunda: cuando Akhenatón canta: “¡Oh, Tú, Dios único!. ¡No hay otro dios sino Tú!”, uno recueda al salmista y al profeta y su letanía de “Dios es Uno y es el dios de Israel”. En suma, su carácter de exclusividad.

            Pero todo tiene su tiempo y, en un momento aún discutido, Akhenatón murió y es reemplazado, esto nos dice la arqueología por su “yerno” Tutankhatón quien, ante la presión del clero rebelado, debió abandonar la ciudad que su suegro y predecesor había construido para desafiar a Tebas, Akhetatón (“el horizonte de Atón”, rápidamente sepultada bajo el olvido de las arenas de lo que se conoce como Tell-el-amarna) y regresar a Tebas, donde cambió su nombre por Tutankhamón. Pero muere a los dieciocho años, algunos suponen a consecuencia de las lesiones provocadas por una caída de caballo, y después de un tiempo oscuro de anarquía el caudillo militar Horemheb se hace con el poder.

            Tras este rápido racconto histórico, es interesante rescatar algunas características salientes de la religión de Atón:

Su carácter sobrio y racional. En flagrante contradicción con la ornamentada y sofisticada religión de Amón, la de Atón no sólo tenía un único dios, sino que su representación no podía ser más conceptual: un disco brillante (sólo asimilable al sol como símbolo, no como entidad en sí) cuyos rayos se estiran hasta transformarse en manos que acarician a los hombres.

Ninguna referencia tanatológica. Ni Osiris, ni el culto a los muertos, ni la vida en el más allá es comentada por sus exegetas, de una forma que resultaría harto violenta, como antítesis, a los numerosos cultores de la religión popular. Más chocante resulta analizar el hecho de que una religión monoteísta en nada se contrapone (y es perfectamente compatible) con una creencia en el reino de los muertos. Pero si la religión mosaica deviene de la de Akhenatón esto adquiere otra dimensión, porque es evidente que el faraón hereje necesitaba borrar toda referencia al culto de los muertos ya que su dios, Osiris, era tremendamente idolatrado por todos los niveles sociales al punto de que a sus enseñanzas se supeditaban todas las actividades humanas, constituyéndose de esta manera en el principal opositor de las reformas que Akhenatón quería inculcar.

Parentescos lingüísticos. Aunque los fonemas egipcios y hebreos no suenan ni siquiera similares, uno no puede menos que pensar en la profesión de fe judía: “Shema Jisroel Adonai Elohenu Adonai Ejod”. El parentesco entre Aton y Adonai (¿y por qué no con el dios sirio –luego griego– Adonis?) es demasiado evidente como para no suponer que puede traducirse aquélla así: “Oye, Israel, nuestro dios Aton (Adonai) es un dios único”.

La circuncisión. El “padre de la historia”, Herodoto, nos cuenta que esta práctica existía en Egipto desde mucho tiempo atrás, y esto ha sido confirmado por los exámenes de momias y aun por las figuras murales de ciertas sepulturas. Pero ningún otro pueblo próximo al Mediterráneo, ni babilonios, ni sumerios, ni semitas eran circuncisos. Ahora bien, si los egipcios practicaban asiduamente la circuncisión y Moisés no fuera egipcio: ¿qué sentido tendría darle a su pueblo una práctica vergonzante que recordaría sus tiempos de esclavitud?. Pero si Moisés (y sus inmediatos seguidores) sí fuera egipcio, sería algo absolutamente natural y cotidiano en sus vidas, sin trascendencia ni implicancias represivas.

Las actitudes de Moisés. Muchas de sus acciones según se describen en las Escrituras, comprensibles para un judío, suenan inconcebibles para un egipcio. Pero si a este egipcio lo ubicamos en el marco psicohistórico de Akhenatón y su religión, se transforma en algo inevitable. Partamos de la premisa, entonces, de que Akhenatón tenía entre sus íntimos a un hombre con dotes de líder, llamado, quizás Thoth-mose. En realidad su verdadero nombre no importa, sí que en el mismo figuraba la expresión “mose” que finalmente le queda como apodo. Un hombre encumbrado y de alcurnia, seguramente familiar en algún grado del faraón (ya que el mito afirma que era “de la casa real”). Consciente de sus grandes dotes, ambicioso y emprendedor, quizás soñaba con dirigir algún día al reino. Pero no era de sangre real, sólo un afortunado matrimonio podría llevarlo a esa posición. Mientras tanto, muy estrechamente vinculado al faraón y decidido prosélito del nuevo culto, posiblemente gobernador de aquella provincia limítrofe, Gosen, en la que desde hacía mucho tiempo ha se habían radicado tribus semitas.

            Pero muere Akhenatón. Cae Tell-el-Amarna. Y moisés decide huir (seguramente su vida estaba en peligro, tal vez ya había perdido a sus seres más queridos) y, antes de hacerlo, forjó el plan de fundar un nuevo imperio, con un pueblo al que pudiera darle la religión ahora desdeñada en Egipto. Y eligió para ellos a las tribus que él ya había gobernado y con las cuales mantenía una excelente relación, que fácil y tácitamente le aceptarían como líder: los “habbiru” –de donde derivó la expresión “hebreos”– Y en algún momento entre 1358 y 1350 A.C. (cuando Horemheb se encumbra) comienza el Éxodo. Frente a un faraón que no era ni Akhenatón ni Tutankhamón, quizás algún capitanejo tergiversado por la fuertemente emocional pero poco rigurosa historicidad de las Escrituras. O dos “capitanejos-pseudofaraones” distintos, con nombres perdidos en estos años de confusión y barbarie: así se explica claramente que “el” faraón primero le permita salir de Egipto (en verdad, casi se lo ruega) y poco tiempo después se lance al frente de sus ejércitos para atraparle y castigarle como si las siete plagas, especialmente la muerte de los primogénitos (como el del propio faraón) ya no pesara en su conciencia… porque en realidad era el primogénito de otro.

            Un hombre que ha caído de su pedestal pero no ha claudicado sus ambiciones e ideales. Un hombre que transita un exilio interior antes de emprender un Éxodo exterior. No únicamente la pérdida de poder y dinero, sino algo más profundo y doloroso es lo que empuja a un hombre a “quemar sus naves” en semejante odisea. Y aquí es donde toma relevancia un personaje hasta ahora tangencial en esta historia: Tut-Ankh-Atón (“el que abre las puertas a Atón”) luego devenido Tut-Ankh-Amón.

La princesa Tutankhamón

            Según relata el egiptólogo Luis García Gallo (apoyado por el especialista Thomas Howing, ex director del Museo Metropolitano de Arte de  Nueva York, Lord Carnavon y Howard Carter, respectivamente mecenas y explorador que develaron en 1922 los secretos de la hasta hoy tumba mejor preservada, no fueron en realidad dos científicos aplicados a la investigación sino dos soberbios imperialistas desdeñosamente dedicados al pillaje. Cuando el 4 de noviembre fue hallada la tumba, los primeros en introducirse fueron el conde, su hija Ewelyn, Carter y el arqueólogo Gallender, cometiendo un primer acto ilegal, pues estaba claramente acordado que esto debía estar supervisado por un inspector del Servicio de Antigüedades egipcio. Esto tuvo una larga y lamentable seguidilla de “irregularidades” (para decirlo de una manera suave) donde Carnavon y Carter, con la soberbia de sentirse bajo el paraguas protector del imperialismo británico dominante en Oriente en ese entonces, discriminaron a los nativos, ninguno de los cuales pudo ni siquiera asomarse al lugar mientras que todo invitado extranjero sí lo hacía. A esto hay que sumarle los, lisa y llanamente, robos cometidos por Carnavon (en 1979 se encontraron, en cuartos hasta entonces secretos de su castillo inglés, importantísimas piezas de la tumba sacadas subrepticiamente de las tierras del Nilo) y verdaderas estafas, como sobrevaluaciones hechas por peritos egipcios –corrompidos por el dinero de Carnavon– de los tesoros que el Museo de el Cairo optaba por comprar a los descubridores, en una operación que le insumió a los egipcios 256.305 dólares de 1922, aproximadamente cuatro millones de dólares de hoy. En esas fechas, Carter, por su intervención en el negocio, cobró cuarenta mil dólares de entonces (algo así como seiscientos cincuenta mil dólares actuales). Buen negocio esta arqueología.

            Damos estos datos no porque nos interese el cotillón académico, sino para refrendar nuestro convencimiento de lo poco metodológico de la investigación y la poca fiabilidad de los registros allí obtenidos, amén de que –de acuerdo a la cultura machista post-victoriana– si se difundía que la momia correspondía a una mujer, la mentalidad de la época le restaría valor. Además, entre tanta rapiña e idas y venidas, buena parte de las evidencias determinantes pudieron haberse esfumado. ¿Pero en qué se basa la convicción de muchos científicos de que Touth-Ankh-Amen (su verdadero, deliberadamente ambiguo nombre, porque la fonética “tutankamón” tan masculina ella, es completamente aleatoria) era mujer?.

En las siguientes pruebas:

En la famosa máscara funeraria, corona su frente la efigie de un buitre, símbolo de la diosa Isis. No existe ninguna imagen masculina con este tocado en toda la iconografía egipcia.

La observación objetiva de los rasgos de la sin duda muy fiel mascarilla funeraria corresponden mas bien a una mujer de ciertas características etíopes.

El propio Howard Carter, en la página 156 del segundo volumen del libro que escribió con A. C. Mace, dice: “No era visible el pelo del pubis, ni tampoco podía decirse si se le había hecho la circuncisión, pero el falo lo tenía suelto, fajado independientemente y retenido en itifálica posición a través del perineo por medio de vendajes”. Y escribe García Gallo: “Si esto fuera cierto, se deduce que cuando fue embalsamado el cadáver, el miembro viril no estaba incorporado al cuerpo y que, de haberlo estado, sería una hipótesis absurda suponer que al cadáver se le hizo la ablación del pene y después de fajarlo itifálicamente (erecto) se lo trasladó a la zona perineal. Era evidente que tal manipulación obedecía a una ceremonia practicada en las exequias de los cadáveres femeninos, ya que es difícil admitir el supuesto de que un varón difunto sea presentado en el más allá con su sexo en posición generadora. Sin duda alguna, se trata de un simulacro del órgano viril añadido al cadáver en cumplimiento de un rito funerario consistente en incluir dentro de los cuerpos de las mujeres fallecidas simulacros simbólicos del falo osiríaco –símbolo de la simiente humana– al contrario de los cadáveres masculinos a los que se les hacía acompañar por placentas, símbolos éstos de la maternidad de la diosa Isis”.

Dos cadáveres momificados de niños en sendos sarcófagos fueron hallados en el pequeño almacén anexo a la cámara mortuoria, sarcófagos de idéntica factura regia a la que contenía la princesa. Según el examen anatómico-forense, se trataba de dos niños muertos a los seis o siete meses del parto. Mientras que uno de ellos mostraba el cuerpo completo, al otro le faltaba la parte inferior, como si se hubiera destrozado al ser extraído del seno materno. El hecho de que estos pequeños compartan el mismo ámbito mortuorio, demuestra la intimidad que les unía a la princesa.

La cabeza de la momia se encontraba rapada al ras, situación muy peculiar y nada parecido a ninguna otra momia real. Pero adquiere sentido cuando al leer a Herodoto (otra vez) encontramos este párrafo: “Cuando en una casa muere el gato, los dueños, en señal de duelo, se rasuran las cejas, pero cuando muere el perro, entonces tienen que rasurarse todo el cuerpo y la cabeza”. Si por la muerte de una mascota se imponía semejante señal de duelo, cuánto más no sería así a la muerte de dos niños nonatos. De lo que se desprende que la persona hallada en esta tumba fue madre y sobrevivió algún tiempo a sus dos hijos muertos después de un difícil parto, mostrando su propio desconsuelo con la mortificación de hacerse rasurar la cabeza y el pubis antes de reunirse con ellos en el más allá.

Dos extraños cuchillos fueron encontrados entre los vendajes que fajaban a la momia: uno de ellos, con el mango de oro y la hoja de fino hierro, estaba colocado a lo largo de su muslo derecho, y el otro, de mango y hoja de oro, cruzando el bajo vientre. La posición tan insólita de este segundo cuchillo sugiere que bien pudo haber servido de bisturí en una operación cesárea de fatal resultado, de la que los niños nacieron muertos.

Finalmente, los sarcófagos, antes de apoyarse sobre el piso de granito, reposan sobre una cama de madera decorada con dos cabezas de leonas, lo que recuerda un relieve existente en el templo de Luxor en el que está representado el nacimiento de un niño de la casa real sobre una cama de parecido decorado. En esos tiempos existía la creencia –sin aval científico– de que la hembra del león da a luz una sola vez, de allí que este animal se asociara a la mujer que da a luz una sola vez en su vida.

            Esta mujer, entonces, muere en dramáticas circunstancias. No quedan, sin embargo, ni los más leves registros de su consorte. Y no los hay porque este debe haber sido desclasado –aprovechando sus enemigos la confusión que siguió al dolor por la pérdida de sus seres queridos– empujándolo al exilio en esos años turbulentos. Y sería demasiada casualidad que un personaje “X”, tan importante en las sombras, desaparezca en el mismo período en que, un poco compulsivamente, se introduce otro de dudosos orígenes en el mismo marco político. Un funcionario allegado a Akhenatón y marido de la princesa Touth-Ankh-Amen sale de escena. Moisés, transmisor –no legislador– de una religión claramente “akhenatonista”, simultáneamente, ingresa a ella. Insisto. Demasiada casualidad.

            Entre las numerosas críticas que pueden ocurrírsele al lector, seguramente estará aquella, ateniéndose a los relatos bíblicos, que nos habla de la huída de Moisés de Egipto después de matar a un cuidador, sus años de pastor en las montañas como yerno de Yethro, su regreso a Egipto para predicar. Personalmente creo que hubo dos Moisés. Y que la historiografía judía, posteriormente, voluntaria o involuntariamente, los fusionó en uno solo. Pero de eso hablaremos en otro artículo.

Lluvias extrañas

LLUVIAS EXTRAÑAS

escribe SEBASTIÁN JARRÉ
XRN@Hotmail.com

    Charles Fort, durante años se dedicó obstinadamente a reunir miles de datos que tratan de extrañas lluvias caídas en distintos sitios del planeta. Consiguió reunir más de 60 mil notas –todas extraídas de revistas y diarios muy renombrados– que daban cuenta de esas raras lluvias.

    En el archivo de Fort hay comprobadas lluvias de peces sobre Londres  y otras ciudades , lluvias rojas, negras y amarillas, lluvias de ranas, caída de enormes bloques de hielo (¡algunos del tamaño de un elefante!), lluvias de carne, de trozos de algodón, de lodo, de arena, y tambien de… sangre.

    – En el año 1800, en Seringapatam, en la India, se registraron (según la revista Nature del 1° de noviembre, anota Fort) una sucesión  de lluvias de granizo. Durante una de ellas se encontraron dos piezas de hielo que tenían el tamaño de un elefante pequeño.

    Ese mismo año, informes del instituto Smithsoniano revelan que en los EE.UU cayeron piedras de hielo de 2 y 3 Kgs de peso.

    – EL 27 de febrero de 1877 en Penchloch, Alemania, cayó una espesa lluvia amarilla color oro, cuya materia tenía 3 formas distintas: semejaban una flecha, un grano de café y un disco. No se encontraron trazas de polen y la sustancia despedía un fuerte olor animal. El análisis químico reveló la presencia de nitrógeno y amoníaco.

    Charles Fort, en su obra “El libro de los condenados” al hablar de esta lluvia, dice: “Tal vez fueran símbolos jeroglíficos de alguien que intentaba decirnos algo”.

    – El 14 de febrero de 1870, cayó en Génova (Italia) según el profesor Beccardo, director del instituto Genovés  de Física, citado por Fort, una sustancia amarilla que cubrió las calles, al punto de que era difícil caminar. Según se estimó, la cantidad de esta materia amarilla que cubrió Génova era de aproximadamente 100 mil toneladas.

    – El 30 de abril de 1887 se produjo una lluvia densa ardiente, negra y pestilente. El mismo fenómeno se repitió el 9 de octubre de 1907 y el 2 de marzo de 1908. La “explicación” fue que se trataba de polvo de carbón que habría flotado en el aire desde las minas de Gales. Pero una lluvia similar se registró el 20 de enero de 1911 en Suiza y otra en el cabo de Buena Esperanza, el 5 de febrero de 1912.

    Según el reverendo James Rust una lluvia negra cayó en Slains, Escocia, el 14 de enero. Otra en Carluke, a 250 km de Slains, el 1 de mayo. Y otras dos en este sitio el 20 de mayo de 1862 y el 21 de octubre de 1863. El informe químico identificó esta sustancia no como un producto volcánico o ceniza, sino como escoria de fundición.  “Resulta imposible” –dice Fort– “imaginar que un producto artificial como es la escoria de hierro haya podido caer en tan grandes cantidades y en sitios tan distintos”. Y agrega un dato sorprendente: el 9 de noviembre de 1819 cayó una lluvia negra de escoria de metal sobre una vasta zona de Canadá.

    Esta lluvia fue acompañada de una sacudida sísmica y de una intensa oscuridad aunque era pleno día.

    No sólo caen –según Fort– diversos colores desde el cielo. En ciertos momentos de la Historia, y en los más variados lugares, se produjo la precipitación de sustancias realmente increíbles. El 13 de agosto de 1819 en la ciudad de Amherst, en Massachusetts (EEUU), un objeto misterioso, recubierto de una pelusilla como la que se encuentra en la fábrica de paños, se abatió contra el suelo. Separada la pelusa apareció una sustancia pulposa de color amarillento que despidiendo un olor muy nauseabundo, se volvió de color rojo vivo por el simple contacto con el aire.

    – En Londres, la tarde del 5 de mayo de 1848, cayó una lluvia extrañisima. Traducida textualmente la nota de Charles Fort dice lo siguiente: “A las 5 de la tarde el cielo estaba apacible sobre la ciudad de Londres. De pronto sin previo aviso, comenzó a soplar un fuerte vendaval que hizo volar a toldos y sombreros. El sol se apagó y una oscuridad densa se desplomó sobre la ciudad. Apenas se podía ver a dos pasos.

    A partir de ese momento comenzó a caer desde lo alto un copioso chubasco de agua y peces. Durante casi 1 hora cayeron miles y miles de pequeños peces de unos 15 cm de largo, de color plateado y grandes aletas. Examinados por los expertos no pudieron ser reconocidos. Se enviaron muestras a todas las Universidades de Inglaterra y ninguna pudo decir de qué especie eran esos peces. Finalmente, una comunicación llegada desde El Cairo y firmada por el Decano de la Facultad de Ciencias Naturales de esa ciudad informó que esos peces correspondían a una especie de agua dulce que prolifera en el mar de Galilea. No se pudo explicar cómo habían caído sobre Londres esos peces que los palestinos llaman Pez de San Pedro”.

    – En agosto de 1894, miles de medusas grandes como un chelín fueron señaladas sobre la ciudad de Bath, en Inglaterra. En el mismo momento no lejos de ahí, en Wigan, cayó una lluvia de pequeñas ranitas.

    – En una nota tomada de Comptes Rendus, Fort anota que la “sustancia negra caída en Entre Ríos, Argentina, el 30 de junio de 1880, recuerda a ciertas formas de lignito”. Es de color negro verdusco, similar a otras que se precipitaron en Francia (1868), Australia (1861), India (1867) y Portugal (1902). Fort, que murió en 1932 dejando muchos seguidores, no conoció la proliferación de los Ovnis. Como dijo Louis Pauwels –uno de sus discípulos más brillantes– “tal vez hubiese anotado en su archivo que cuando cesaron las lluvias extrañas, apareció en el tranquilo horizonte del planeta, una rara constelación de objetos voladores no identificados…”.

    Tras la muerte de Charles Fort las lluvias acontecidas fueron más insólitas que las que describió: Chaparrones de tela de araña mojando pueblos y ciudades están desconcertando a meteorólogos del mundo entero, que no obtienen explicación a tan inusual y original fenómeno.

    La caída más frecuente es la de trozos de hielo, que en algunas ocasiones pesan 45 kg. A éstas le siguen las de ranas, peces y cangrejos, que parecen preferir ambientes fríos como los del norte de Gran Bretaña para caer.

    Cabe señalar un suceso muy raro ocurrido un atardecer de verano de 1969: los ventanales de una hostería de los Alpes alemanes próxima a Oberstdorf fueron literalmente destrozados por una lluvia de monedas antiguas, en especial rupias maravedíes y piastras. El violento chaparrón paleomonetario se repitió a la mañana siguiente, y atrajo a numerosos curiosos a la zona. La policía destacó en el lugar a 4 patrulleros y una unidad de perros especializados, que rastrearon la zona sin encontrar pista alguna sobre el extraño ataque. Los dueños del establecimiento declararon que durante las 2 precipitaciones de monedas se oyeron voces en lenguas extrañas, que algunos huéspedes interpretaron como griego antiguo y otros como sánscrito.

    Quiero hacer mención de un caso ocurrido en Argentina (Bs. As.) hace más de 45 años (con exactitud no poseo la fecha) según testimonios de personas que presenciaron el fenómeno: “Una lluvia de ranas en estado de congelación –como dentro de cubitos de hielo– cayó sobre la Capital Federal. No sólo cayeron ranas sino también rosas y flores en el mismo estado de congelación que las ranas…”.

    Siguiendo un poco con más sucesos en el mundo:

    Durante 4 años, en la década de 1980 la población de Evans, Colorado (EE.UU) vio caer del cielo millones de granos de maíz, semilla que nadie cultivaba en 10 km a la redonda. El fenómeno, aunque suene increíble, tuvo antecedentes documentados en Winchester (Inglaterra) y en otras partes del mundo.

    Pero si consideramos a esta lluvia insólita… ¿qué podemos decir cuando son sapos, ranas y peces los involucrados?. Como el caso ocurrido el 31 de marzo de 1977: se desató una fuerte tormenta en Ohio, en los  EEUU. Luego de la misma, todos los jardines y espacios abiertos de la ciudad aparecieron cubiertos por sapos pequeños del tamaño de una uña.

    – En los primeros días de Julio de 1979, la agencia soviética de noticias Tass –poco amiga de dar informes sensacionalistas– comunicó que una tormenta dejó caer millones de ranas sobre un poblado llamado Dargan-ata cerca del mar Aral. En este caso, la ciencia soviética intentó explicar el fenómeno argumentando que un remolino había succionado toda clase de objetos y animales de pequeño tamaño llevándolos hasta las nubes. Una explicación a todas luces poco convincente.

    Este tipo de relatos no es nuevo. Si nos remitimos a la Biblia, la descripción del Gran Éxodo explica que el río “crió ranas”, que entraron a todas las casas y subieron a las camas y a las mesas, cubrieron toda la tierra de Egipto, hasta el palacio del Faraón”.

    Tampoco hubo explicación para la lluvia conjunta de sapos y ranas el 30 de junio de 1892. La explicación de trombas que succionan los animales y los depositan a la distancia deja sin responder cientos de preguntas, siendo la más evidente la relativa a la “selectividad” de los tornados, que parecen elegir sapos y no ranas o al revés y –casi nunca– ningún otro tipo de animal. Además ¿de qué manera los anfibios transportados por el viento son depositados en las nubes, y desde allí, redistribuidos por la lluvia?

    Hoy en día este increible fenómeno no ha sido explicado. Si Fort viviera en esta época, gracias a los avances de la tecnologia, lo que siempre muchos –no todos– tomaron como una leyenda o producto de la imaginación colectiva, ahora empezaría a ofrecer testimonios concretos, como fotografias y mayormente filmaciones. Ésta prueba, ante fenómenos de insólita naturaleza, es por lo general más que contundente.

    Tal vez, luego de leer esto, amigo lector, cuando en una tormentosa lluvia observe el cielo, el recuerdo de lo que el cielo nos puede ofrecer y mostrar llenará cada rincón de su curiosa mente. Y como la frase bien dice: “Hay más cosas en el cielo y en la Tierra de lo que podemos imaginar y comprender”.

UNA REALIDAD INCONTESTABLE:naturaleza y misión de los extraterrestres

UNA REALIDAD INCONTESTABLE:
naturaleza y misión de los extraterrestres

escribe JOSÉ GARCÍA ÁLVAREZ

Nota de la Dirección:

    Tal vez el espíritu del artículo que ustedes se aprestan a leer sorprenderá a algunos de nuestros más antiguos amigos, conocedores de nuestra filosofía respecto al espinoso tema de los “contactados” y los “hermanos superiores del cosmos”. Sin embargo –y asumiendo plenamente la responsabilidad que pueda cabernos frente a las críticas que se nos harán– creemos oportuno incluir este artículo por dos razones a nuestro modesto saber y entender importantes: por un lado, el extenso artículo de nuestro # 18 sobre los ataques del “chupacabras” en Chile, ha mostrado –si es que el fenómeno tiene connotación con los OVNIs y no responde a otros orígenes, quizás aún más oscuros– una vertiente, digamos, agresiva y terrorífica del mismo. Esto, seguramente, no habrá sido del agrado de aquellos suscriptos que, con todo el derecho, tienen una concepción más espiritual de la fenomenología. Así que, aunque no se trata de una réplica al artículo citado, este –que hemos solicitado a su autor– muestra la otra vertiente del interés ovnilógico: cada uno sacará sus propias conclusiones.

    La segunda  razón por la cual lo hemos incluído es que, habiendo seguido el asunto del “contacto”  y el –perdón– “mesianismo extraterrestre”, realmente poco nos había alentado a aceptarlo, entre otras cosas, la intolerancia y la pobreza intelectual de muchos de sus seguidores. Y este es, precisamente, el caso contrario. Porque aunque no compartamos muchos de los conceptos y la filosofía de nuestro amigo Álvarez, creemos que, si somos coherentes con nuestro deseo de ser objetivos y honestos, tenemos aquí una exposición clara, con sus fundamentos y bien estructurada. En síntesis, un digno y reflexivo contendiente.

    Dejamos entonces a nuestros lectores su opinión y la invitación a seguir alimentando la reflexión constructiva y, para aquellos que pueden sentir alguna inquina por ceder espacios a quienes no necesariamente ven las cosas como nosotros (el mismo espacio que nos obligaríamos a cederle aun a un escéptico recalcitrante que lo reclamara) les recordamos aquella frase de Voltaire con que iniciamos cada número de esta revista: “Disiento con…”.

escribe JOSÉ GARCÍA ÁLVAREZ

    El planeta Tierra se encuentra bajo el control asiduo de Criaturas Superiores procedentes de mundos evolucionados, del espacio sideral, y a pesar de que los responsables del gobierno de la Humanidad de este planeta quieran ignorarlo y ocultarlo, a cualquier precio, un Plan metódico hace tiempo entró en acción por parte de los Extraterrestres para la solución global a todos los aspectos negativos que afligen, desde hace mucho tiempo, el equilibrio evolutivo de la especie humana.

    A pesar del escepticismo de la Ciencia terrestre, de la incapacidad de ciertos investigadores, de la falsedad de algunos pseudo-contactados y de la vesanía de ciertas organizaciones con mentes diabólicas encargadas de disuadir y confundir, estas Inteligencias Cósmicas están procediendo al redimensionamiento de un determinado número de Almas, con el fin de provocar una estabilidad relativa de los valores universales. Ahora, el momento de caminar hacia la quiebra total de la obra humana ha llegado. El proceso ya ha comenzado y su desarrollo es el preludio de un Juicio severo que no debería ser ignorado por nadie. Los acontecimientos que se suceden con una gravedad siempre creciente demuestran con evidencia que el género humano es culpable de no haber sabido realizar, en la luz de la Justicia y del Amor, los planes de la Inteligencia Creadora, tendientes a la evolución progresiva, libre y pacífica de todas las Almas vivientes.

    El debate, entre el Bien que acusa y el Mal que reacciona, llega a su fin. El tiempo de las LLamadas y de las Advertencias ya se ha terminado desde hace algún tiempo. Ahora, llega el momento de rendir cuentas y de la condenación definitiva del mal. Los justos, los buenos, los puros de corazón y los pacíficos no tienen que preocuparse, porque se salvarán y serán libres. Los que tienen que temer la Justicia Celeste son los que han preferido no arrepentirse, sino ignorar completamente los valores reales del bien Universal.

    Relacionado con esto, las actividades manifestativas de los Extraterrestres encaminadas a sensibilizar a la masa humana, no tienen el fin de volver a muchos cerebralmente emotivos de entusiasmo, ni convencerles racionalmente de su presencia real en nuestra dimensión, sino principalmente son para desarrollar y ampliar los conceptos que alimentan los valores eternos de la Hermandad Universal. Su Misión en nuestro planeta trata de predisponer a todos aquellos que demuestran buena voluntad para asimilar y practicar algunas coordinaciones válidas para desarrollar una sintonía con las dimensiones y Leyes Superiores.

    Los Extraterrestres no están, pues, sobre la Tierra para realizar espectáculos teatrales o para hacer números circenses, ni para exhibir las capacidades de su alta Ciencia, ni para ser identificados con engendros sanguinarios producto maquiavélico y retorcido de cerebros desquiciados. Se crea o no, todo eso no les impedirá realizar su Misión, ni provocar el cambio de los actuales valores cósmicos que trabajan negativamente en nuestro planeta y, en consecuencia, en nuestro Sistema Solar.

    También es cierto que tienen el preciso deber de preservar, tutelar y rescatar a todos los que, despiertos y conscientes de los valores superiores y de las Leyes que los gobiernan, no desean ser contagiados por el peligroso morbo de la involución. En un futuro ya cercano, trasladarán a esos designados a lugar seguro, mientras el resto de la masa impía tendrá que enfrentarse a su destino. Esa también será una realidad incontestable.

    Paz a todos.

CARL GUSTAV JUNG Y LA ASTROLOGÍA

CARL GUSTAV JUNG Y LA ASTROLOGÍA

escribe Néstor Echarte

    Los astrólogos muchas veces nos proponemos explicar la relación que existe entre la Psicología y la Astrología, como una manera de revalorizar la disciplina que practicamos. Muchas veces nos convertimos en fanáticos de la “Astrología Psicológica” o de la “Psicoastrología”, tal como a algunos les gusta denominar esta relación, y tratamos de encontrar mil y una explicaciones para demostrar que no estamos equivocados en nuestras aseveraciones. Pero muy pocas veces hemos recurrido a la verdadera fuente de inspiración de esta relación interdisciplinaria. Dos astrólogos famosos, Jean Carteret (ya fallecido) y Andre Barbault (eximio astrólogo francés especializado en astrología y psicología), realizaron en el año 1954 una entrevista al padre de una de las corrientes psicológicas mas arraigadas en la actualidad. Esta entrevista realizada a Carl Gustav Jung fue publicada en la revista española Kepler, especializada en astrología, y sus conceptos más importantes siguen tan vigentes como en el año en que fue publicada.

Sus párrafos más sobresalientes son los que siguen:

– Maestro, ¿que relación encuentra entre la Astrología y la Psicología?

    Han habido muchos casos de analogías chocantes entre la constelación astrológica y el suceso psicológico, o entre el horóscopo y la disposición caracterológica. Incluso existe la posibilidad de una cierta predicción en cuanto al efecto psíquico de un tránsito, por ejemplo. Se puede esperar, con un grado de probabilidad bastante alto, que cierta situación psicológica bien definida venga acompañada por una configuración astrológica análoga. La astrología consiste en configuraciones simbólicas, como el inconsciente colectivo del que se ocupa la psicología: los “planetas” son los dioses, símbolos de las potencias del inconsciente (en primera línea y más allá).

– ¿De qué modo: físico, causal, sincrónico… piensa usted que pueden establecerse estas relaciones?

    Me parece que en este caso se trata sobre todo de ese paralelismo o simpatía que llamo sincronicidad (*): relación acausal que expresa aquellos nexos que no se dejan formular por la casualidad, como por ejemplo la precognición, la premonición, la psicokinesia (PK), y también lo que se llama telepatía. Dado que la causalidad es una verdad estadística hay excepciones de naturaleza acausal que pertenecen a la categoría de los acontecimientos sincronísticos (y no sincrónicos). Guardan relación con el “tiempo cualificado”.
(*) Nota: Para ampliar el concepto de “Sincronicidad”, ver el artículo de Gustavo Fernández “Fundamentos Científicos del Ocultismo (4ª parte)” en “Al Filo de la Realidad – # 7”.

– ¿Qué actitud mantiene usted ante posiciones de los astrólogos que admiten la existencia de un terreno psicológico desde el nacimiento, y de los psicoanalistas que explican la etiología de las neurosis a partir de las primeras experiencias de la vida?

    Las primeras experiencias de la vida deben su efecto específico (patógeno) a la influencia del medio por un lado y por otro a la predisposición psíquica, es decir, a la herencia, que parece expresarse de manera reconocible en el horóscopo. Este último parece corresponder a un cierto momento del diálogo mutuo de los dioses (lo que significa: de los arquetipos psíquicos).

– La Astrología reconoce en sus principios la noción de un tiempo cualificado en el Universo. ¿Reconoce usted su papel en la psiquis individual (problema de los ciclos y de los tránsitos)?

    Esta es una noción de la que yo también me he servido antes, pero la he reemplazado por la idea de sincronicidad, que es análoga a la de simpatía o de correspondencia (**), o a la de armonía preestablecida de Leibnitz. El tiempo no es nada. Sólo es un modus cogitandi del que nos servimos para expresar y formular el flujo de las cosas y de los acontecimientos, lo mismo que el espacio no es más que un modo de caracterizar la existencia de un cuerpo. Cuando no sucede nada en el tiempo y no existe ningún cuerpo en el espacio, entonces no hay ni tiempo ni espacio. El tiempo es siempre (y exclusivamente) “cualificado” por los acontecimientos, como lo es el espacio por la extensión de los cuerpos. Pero es una tautología y no quiere decir nada, mientras que la sincronicidad (no el sincronismo) expresa el paralelismo y la analogía entre los sucesos, en tanto que no causales. Por otra parte, el “tiempo cualificativo” es una hipótesis que se esfuerza en explicar el paralelismo de ciertos acontecimientos en términos de causa y efecto. Y dado que el tiempo cualificativo no es más que el flujo de las cosas, y aparte de eso tan “nada” como el espacio mismo, esta hipótesis no establece más que la mera tautología.

(**) Nota: Para ampliar el concepto de “Correspondecia”, ver el artículo de Gustavo Fernández “Fundamentos Científicos del Ocultismo (2ª parte)” en “Al Filo de la Realidad – # 5”.

    La sincronicidad niega la causalidad como explicación de la analogía entre los acontecimientos terrestres y las constelaciones (salvo en lo que se refiere a la desviación de los protones solares y su posible efecto en los acontecimientos terrestres), y particularmente la niega en todos los casos de percepciones extrasensoriales (ESP), sobre todo la precognición, ya que no resulta imaginable que se pueda observar el efecto de una causa inexistente o que todavía no existe.

    Lo que se puede establecer en Astrología es la analogía de los sucesos, pero en modo alguno que una serie sea el efecto o la causa de otra. (Por ejemplo, la misma constelación significa una vez una catástrofe y, en el mismo caso, otra vez reuma…). De todos modos el caso de la Astrología no es nada sencillo: existe esa desviación de los protones solares, a causa de las conjunciones, oposiciones y aspectos de cuadratura por una parte, y los trígonos y sextiles por otra, con sus influencias sobre la radio y sobre otras muchas cosas. No soy competente para juzgar qué importancia debe serle atribuída a esta posibilidad causal. En todo caso, la posición de la Astrología entre los métodos intuitivos es única y particular, y si existen razones para dudar de una teoría puramente causalista por una parte, también de la validez exclusiva de la hipótesis sincronística, por otra.

– ¿Ha constatado usted, en el transcurso de tratamientos analíticos, fases de resistencia y otras de fácil resolución, en relación con tránsitos planetarios en el tema del paciente?

    He observado muchos casos en los que una fase psicológica bien definida, o un hecho análogo, ha estado acompañado por un tránsito (sobre todo aflicciones de Saturno y de Urano).

– ¿Qué críticas mayores hace usted a los astrólogos?

    Si es que me atrevo a pronunciarme sobre un terreno que sólo conozco muy superficialmente, diré todo lo más que el astrólogo no siempre considera sus indicaciones como puras posibilidades. La interpretación es a veces demasiado literaria y poco simbólica, y también demasiado personal. El RADIX y los planetas no son rasgos personales, sino mas bien datos impersonales y objetivos. También pienso que la interpretación de las casas debería considerar varios “niveles de significación”.

– ¿En qué vía estima que sería deseable se orientase el pensamiento astrológico?

    Es evidente que la Astrología puede ofrecer mucho a la Psicología, pero en qué puede ésta contribuir al avance de su hermana mayor es menos evidente. Por lo que yo puedo juzgar me parece que sería conveniente para la Astrología que se diese cuenta de la existencia de la Psicología, sobre todo de la que estudia la personalidad y el inconsciente; estoy casi seguro de que se podría aprender algo de su método de interpretación simbólica. Se trata de la interpretación de los arquetipos (los dioses) y de sus relaciones mutuas, lo que es común a las dos partes. Es la psicología del inconsciente la que se ocupa particularmente del simbolismo arquetípico. (26/5/1954).
    Hasta aquí el aporte que Carl G. Jung realizaba a la Astrología, sin descuidar tampoco sus consideraciones a temas que hoy estudia la moderna Parapsicología. Es importante, entonces, que tanto astrólogos como psicólogos lleguen en algún momento a fijarse un mismo objetivo para aportar una disciplina común a las necesidades del ser humano.

LOS EXTRATERRESTRES EN LA HISTORIA

LOS EXTRATERRESTRES EN LA HISTORIA

escribe Enzo Daedro
daedro@yahoo.com

    La historia de la humanidad se puede dividir en dos partes. Por una lado están los hechos verídicos, lo que sucedió fehacientemente. En el otro extremo se encuentran los mitos, la cultura encubierta. Típico del ser humano es confundir las dos líneas y como resultado generar la verdad.

    A pesar de todo hoy llegamos a dilucidar, entre alguna que otra neblina, lo cierto de lo incierto. La pérdida de valores y creencias ha generado un vacío en el hombre moderno. Allí están los extraterrestres, esperando ser tomados en cuenta. Con una esperanza REAL. Pero son los falsos profetas –como se escribió en la Biblia hace 2000 años– los que entorpecen el camino de la humanidad, derivándola hacia cualquier lado. Creo, humildemente, que en el futuro el papel de la investigación extraterrestre cobrará una importancia fundamental para la comprensión de la historia por venir.

LOS ADAMITAS

    Marcos P. Salso, escritor colombiano, relató en su libro LA FILOSOFIA ADAMITA (Ed. Alaucar, 1982) un encuentro nocturno entre hermanos con un OVNI. Los adamitas fueron un grupo sectario surgido a principios del 1600 en la Europa meridional. Uno de los miembros más reconocidos fue el célebre pintor Jeroen Van Aken, alias El Bosco. Este personaje fue acusado en reiteradas ocasiones por la antigua Iglesia Católica de realizar extrañas y pecaminosas prácticas sexuales, donde todo movimiento es generado por la mismísima boca del demonio. Lo que Salso remarca es que el único texto que se posee sobre las actividades, ritos y celebraciones de los Adamitas (ADAMOS MURIS, Biblioteca Municipal de Munich) miente en muchos aspectos. Según él, las crónicas del alquimista Francis Earing durante su prolongada estadía en Munich no concuerdan con el ADAMOS. Earing fue miembro de la secta y practicó todos los ritos desde Julio de 1612 hasta Enero de 1614. Luego regresó a la prédica de la alquimia por los caminos europeos hasta llegar a Praga donde colaboró con Emailon Preta, astrónomo de renombre. Salso afirma que los adamitas alemanes no celebraban el Sabbath Negro durante el solsticio de Verano. Sin embargo, en el ADAMOS MURIS se explica que sí.

    Salso interpretó, en la crónica 91 del ADAMOS, que la noche del Sabbath Negro de 1611 los hermanos adamitas Fraund Tolomie y Eck Anon, avistaron un objeto luminoso que irradiaba una clase de fuego azul a los costados que aterrizó por el lapso de una hora en tierra firme. El contacto fue de tercer tipo. Diez extraterrestres obligaron a los adamitas a subir a la luz móvil donde se les obligó a unirse en sexo y mente, también extrajeron muestras de sangre y vello. La descripción del interior del objeto volante es un tanto ambigua. Los hermanos detallan tres mesas brillantes, unidas por lo que parecería ser una cruz de piedra con insólitos signos giratorios en su epicentro. Eck detalló que se les pidió vestirse con unas togas blancas que pendían del cielo raso. Ellos se negaron, primeramente. Luego sintieron un espinoso ardor en sus cabezas. Dos extraterrestres los empujaron hasta dejarlos recostados en los lechos. Se les ató de manos a piernas con una soga elástica que se contraía y expandía. Fraund contempló a su compañero mientras le cercenaban ciertos fragmentos de la rodilla izquierda. La carne era depositada con gran cuidado en una marmita férrea. Los movimientos del alienígeno eran similares a los de un sacerdote católico en el momento de la consagración de la oblea. Elevaba su instrumento, decía  algunas palabras y hundía el filo en la carne. Los adamitas creían que serían sacrificados a nombre de algún Dios de un culto rival. Comprendamos que aquella era un época de discordia religiosa.

    A posteriori fueron abandonados y encontrados desnudos a orillas de un río. Salso teme que la Iglesia de aquel entonces corrompiera la historia y transfigurase lo que realmente sucedió. Dice que el manuscrito original del ADAMOS MURIS fue quemado y reemplazado por el que hoy se puede leer en la Biblioteca Municipal de Munich.

IL DOTTORI DELLA PIENA LUNA

    Oneva, Italia. Febrero de 1894. El Dr. Milano Tormanetti y su esposa Sofía encuentran un bebé abandonado en unos arbustos a pocos metros de su casa. El niño presentaba una cantidad de golpes en la espalda, rodillas y cabeza. Una marca en diagonal le atravesaba una de las plantas del pie. El Dr. Tormanetti le efectuó los debidos tratamientos y sanaciones. Al día siguiente comenzaron la búsqueda de la madre y padre de la criatura. Tuvo que pasar un mes para que descubrieran que ninguna criatura había nacido en el pueblo desde abril del pasado año. Tormanetti viajó hasta los pueblos aledaños a Oneva. Nada. Ningún bebé se había extraviado. Decidieron, entonces, adoptarlo.

      A la edad de 7 años el niño Fabrizio Tormanetti presentó una alta fiebre de origen inexplicable. Milano y Sofía temieron por su vida. Por las noches emitía largos gemidos que despertaban a más de un pueblerino. Milano llevó a su hijo hasta el Hospital zonal donde permaneció hasta el verano. Fue atendido por Laurencio Di Pace quien pronosticó unas pocas horas de vida. La fiebre aumentaba su intensidad. Fabrizio lloraba desmesuradamente. Tormanetti permaneció inmóvil al lecho de su hijo. Se le aplicó gran cantidad de medicamentos pero ninguno dio suficiente resultado. El niño perecería con el transcurrir de las horas…

    Repentinamente, Sofía recibió la visita en el Hospital de tres extraños sujetos. Todos llevaban largos mantos negros –como si se tratase de clérigos– con un pequeño tatuaje de luna llena en el mentón, una cadenilla en la muñeca izquierda y una calvicie en general. Se presentaron como Dottori della Piena Luna, una organización médica italiana que estudiaba las enfermedades más perjudiciales para los italianos campestres. Uno de ellos pidió a los Tormanetti que abandonaran la habitación. Iban a tomar muestras de sangre, orina y piel. La pareja accedió.

    Una hora después, la puerta de la habitación se abrió. El pequeño Fabrizio salió caminando. Sofía, al contemplar a su hijo, se desmayó. Milano, temeroso, levantó a su hijo y lo abrazó apasionadamente. Los tres doctores dejaron el lugar con sabio silencio. Un tanto más tarde llegó el Dr. Di Pace quien, al examinar a la criatura, determinó que la fiebre… ¡Había desaparecido!. ¿De dónde habían salidos aquellos Dottori?. Nadie pudo responder esta pregunta.

    Se supo que Milano Tormanetti siguió la pista de los Dottori hasta Roma. La comunidad médica allí presente negó rotundamente la existencia de una organización paramédica móvil. Milano continuó hasta su muerte persiguiendo una causa oscura, sin desenlace. Su hijo Fabrizio, ya adulto, se convirtió en médico rural. No quiso volver a tocar el tema de los Dottori. Su nieto, Tomás Tormanetti, es hoy en día director de un prestigioso hospital en Sicilia.

LOS VAMPIROS  DE NOSEVILLE

    Noseville es un pequeño pueblo rural a unos 230 kilómetros de Londres. La mayoría de sus habitantes descienden de irlandeses (debido a la inmigración de 1890) mientras que el resto son plenos nativos ingleses. Se los conoce, en la lengua de la calle, como personas calladas  de  gestos ariscos  y  modales extraños. Pero lo que la gente común ignora es un acontecimiento sucedido hace ya más de 50 años que cambió la historia de Noseville para siempre.

    Diciembre de 1949. Fiestas de la natividad. John Wall, un reconocido empresario industrial, y su novia Margarite Damon terminan de comprar los obsequios para sus familias en una prestigiosa tienda del centro de la ciudad. Debido al horario pierden el tren que los llevaría de vuelta a su hogar en las afueras de Noseville. Wall invita a Margarite a pasar la noche en un hotel. Ella acepta. Se acuestan a las 12:20 de la madrugada.

    A las 2:35 se escucha un fuerte golpe en la puerta del cuarto. Wall despierta, un tanto asustado, a su novia. Otro golpe lo obliga a incorporarse. Wall camina hasta la puerta y pregunta quién es. Ninguna respuesta. Silencio. Luego de unos siete u ocho minutos decide abrir la puerta. Lentamente descubre que el pasillo del hotel está impregnado por una pequeña y densa niebla. Cierra la puerta y vuelve al lecho. Su novia le pregunta qué pasó. No responde.

    3:32. Margarite comienza a sentir en la base de su cuello una pequeña picazón. Intenta rascarse. Sin querer abre los ojos y descubre a un hombre delgado, de ojos penetrantes, que lame con lentitud su cuello. Ella intenta gritar. El individuo la obliga a salir de la habitación. A partir de aquí lo acontecido con Margarite es desconocido. Durante la matina se la buscó por toda Noseville. Ningún rastro. Wall pagó a cuatro detectives durante un año entero para que investigaran. Finalmente decidió darla por muerta luego de recibir el informe de los investigadores privados.

    Este no fue el único acontecimiento extraño en esta localidad. Al mes siguiente (Enero) se extraviaron doce niños comprendidos entre las familias Faraday, Emelsen, Welles, Hann, Wanen, Damilson, Picktop, Andersen, Johnson, Lemarc, Ower y Smith. Esta vez fue exigida la presencia del cuerpo policial de Scotland Yard. El detective Kenneth Link se hizo cargo de la investigación a partir del 20 de ese mes.

    Cuatro días después se descubre, en un edificio abandonado, el cuerpo del niño Francis Picktop. Los padres, traumatizados, exigen a Link una rápida captura del asesino. Se lleva el cadáver a Londres donde los forenses determinan que la causa de la muerte es un desangramiento agudo con punciones en cuello y extremidades. Entre tanto Link y los oficiales a su cargo interrogan a Madame Innen, tarotista barata a la cual se la acusa de rendir culto al Diablo. Noseville despliega su odio hacia esta mujer.

    La noche del 26 de Enero ocurre algo sinceramente increíble. Link y dos oficiales (Marcus O´Brien y Ernest Sayde) llevaban en automóvil a Madame Innen hacia la comisaría donde se la encarcelaría en forma preventiva. De repente el coche se detuvo. Link intimidó a O´Brien para que solucione el problema. Poco antes de abrir la puerta una fuerte luz ilumina el vehículo. Los presentes quedaron inmovilizados. La luz cambiaba constantemente de color, como si tuviera un ritmo. Durante tres minutos Link observó cómo “cinco extrañas figuras nos rodearon, parecían bailar al son del cambio lumínico”. A posteriori el coche recuperó potencia. La luz y sus rastros desaparecieron. Link descubrió que Madame Innen había desaparecido. El pueblo atribuyó la luz y la habilidad de desaparecer como afirmación del tributo diabólico al cual estaba sometida Innen.

    Marzo de 1950. Luego de visitar a un amigo enfermo el Dr. Sean Reagen descubre a una mujer desnuda en medio de la carretera Nº 23. Al intentar ayudarla se percata de que ha sido golpeada en varias zonas del cuerpo y herida  en uno de los brazos. La lleva inmediatamente al hospital más cercano. Allí se le practican las primeras curas. Una de las enfermeras que la atiende descubre que se trata de Madame Innen. Secretamente comunica el dato a la familia Picktop que toma inmediatamente cartas en el asunto. Link regresa a Noseville, esta vez con la intención de encontrar los cuerpos de los demás niños.

    Abril de 1950. Se somete a juicio a Innen. Ella niega todos los cargos. Un testigo, el cartero Frank Olsen, afirma haber  visto a esta extraña mujer comprar una gran cantidad de carnes y velas en las tiendas del pueblo. Así mismo explica que  ella gustaba que la carne esté cruda, para ofrecerla como muestra de su devoción al demonio. Se sabe que la mayoría del jurado fue sobornado por las familias de los niños desaparecidos. Ellos querían la muerte de Innen, a quien identificaron como la asesina de sus hijos. El Juicio terminó a principios de Julio con la condena perpetua de Innen. Link siguió con la investigación pero nunca fueron encontrados los otros niños. Poco a poco Noseville se fue oscureciendo. Algunos emigraron mientras que otros permanecieron allí en forma de tributo. Este es un claro ejemplo de la ignorancia de la gente. Lo que se trató de un simple caso de abducción, devino en conspiración infernal.

EL DIA ETERNO

    Tunguska, Rusia. Mira Topanik, una anciana de 79 años, regresa a su casa luego de visitar a una amiga en un pueblo aledaño. Atraviesa poco a poco el oscuro y frío bosque. Repentinamente siente un malestar en una de sus piernas. Detiene el paso, se sienta en una piedra. Busca en una de sus bolsas un poco de vino. Bebe unas gotas mientras observa, con curiosidad, una serie de pequeños destellos azulados a lo lejos. No le da importancia. Se incorpora y vuelve a caminar. Quince minutos después siente que alguien la sigue. Se vuelve. Un hombre la saluda. Ella, un tanto asustada, devuelve el saludo. El hombre le pide que se vaya lo más rápido posible. Por favor, señora. Tome aquel atajo. Salga del bosque. Mira acepta el consejo sin preguntas, ha quedado convencida. El hombre da unos pasos y desaparece.

    Mira llega a su casa. Ha pasado media hora desde el encuentro con el extraño en el bosque de Tunguska. Poco antes de acostarse oye un estruendo aterrador. Abre una de las ventanas. Una fuerte luminancia atraviesa la oscuridad de la habitación. Mira deduce que es imposible que sea de día. Se viste y sale de su casa. Una imagen digna de la cinematografía hollywoodense: gran parte de los árboles del bosque han quedado completamente destruidos. En el centro de este caos una gran bola de luz blanquiazul ilumina todo a su alrededor. Mira intenta acercarse. Ver aquella cosa era imposible… sentí que perdía la consciencia como relata Wassily Brukanov en el libro “TUNGUSKA A TRAVÉS DEL TIEMPO”. Mira regresa a su hogar lo más rápido posible. Cierra ventanas y puertas. Se recuesta temiendo de lo que vendrá.

    ¿Quién era el hombre que la previno sobre el impacto por venir? ¿Acaso un extraterrestre? ¿Algún vidente zarista?. El relato de Mira Topanik es uno de los más concretos a la hora de examinar los sucesos concernientes a Tunguska. Brukanov afirma en uno de los capítulos de su libro que  la mayoría de los testigos fueron silenciados por el gobierno de turno; algo se intentaba cubrir. También deduce que el misterioso hombre no es más ni menos que el mismísimo Rasputín, el monje negro. La historia de Rusia está escrita completamente al revés. A modo de opinión personal creo que afirmar esto último sería un tanto arriesgado, para no decir estúpido. Deduzco que la Sra. Topanik descubrió una minúscula parte de un gran plan extraterrestre para el control natal mundial. Lástima que no se pudieran realizar exámenes genéticos de su cuerpo en la actualidad, tal vez se encontrarían rastros de abducción. En todo caso… ¿Porqué habrían de salvar la vida de una anciana?

HIJO DE LA OSCURIDAD

    En ciertas provincias del este checoslovaco se celebra, en el final del solsticio de invierno, el carnaval diabólico. Inspirados en una leyenda tan arcaica como los cimientos de sus casas, los checos construyen diversos carros de coloridas láminas que son cremados en el clímax del festejo. Las calles se llenan de una inusitada alegría. Los rencores se olvidan, se transmiten al símbolo diablo. Resulta curioso que este encuentro no sea exclusivo de las culturas septentrionales. En Colombia y Bolivia existen agasajos similares. El rey de las tinieblas tiene fanáticos alrededor del mundo.

    Bastian Powell era un estudiante universitario, sencillo y de carácter poético. Su principal pasión era el estudio de las culturas primitivas. Por tanto se dedicó a cursar la carrera de arqueología en la emblemática New York University. Allí conoció a Humberto Trona Dávile, estudiante de intercambio colombiano. Descubrieron intereses en común en varias pláticas de café. La amistad creció en tal medida que el latinoamericano le invitó a pasar las vacaciones en su país de origen. Bastian aceptó la oferta. Partieron luego de concretar varios exámenes pendientes, vitales para el acopio de la cursada.

    Sorprendido por las costumbres locales, el americano se interesó fundamentalmente por la reacción que tenían los colombianos con las cuestiones paranormales. Humberto le llevó a conocer a varios chamanes que practicaban ceremonias rituales en las planicies sureñas. Entre estos conoció a Dino Fuentes, astrólogo de prestigio. Con él partieron una noche hacia una despoblada región bautizada por los aldeanos como tierra seca. Los mitos creados alrededor de esta zona eran tan atractivos como turbulentos. Acamparon a la espera de lo sobrenatural.

    Cerca de la medianoche se oyó el primer ruido. Los tres visitantes dormían en una pequeña carpa, amparados por una delgada malla. Bastian se incorporó y despertó a sus compañeros. Buscó su cámara fotográfica y un cuaderno. Un ruido punzante lo interrumpió. De pronto, se vieron iluminados por una cautelosa y rígida luz amarillenta. Una sombra multiforme apareció. Rasgó varias veces la carpa. Los gritos no se hicieron faltar. Humberto describió, en la siguiente jornada, que la entidad tenía dos largos cuernos emergentes de lo que parecía ser el cráneo. La aparición persistió algunos minutos más hasta que desapareció por completo. Nadie se atrevió a salir hasta entrada la madrugada.

    Una marca –de cinco metros cuadrados– alrededor de la carpa fue la resultante del encuentro. La policía negó una intervención divina aludiendo que bien podría haber sido creada por el americano y los colombianos. Un poco de alcohol y una cerilla. La visión no podía escapárseles del subconsciente. Se acercaron hasta un diario local. La noticia fue publicada en un pequeño apartado en la sección policial. Bastian, desilusionado por el artículo “EL DIABLO ATACA”, retornó a los Estados Unidos para concluir sus estudios. Humberto se quedó a investigar junto con Dino. Publicaron al año un libro en donde relataban otros dos encuentros con la entidad demoníaca.

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