ILUSIÓN FRENTE A REALIDAD (Parte 2)

ILUSIÓN FRENTE A REALIDAD
(PARTE II)

DIÁLOGOS CON
SHRI RANJIT MAHARAJ
SOBRE EL «ESTADO SIN ESTADO»

Compilado por
Robert Wolff

PREFACIO

Mientras se acababa la última parte de este libro, Maharaj dejó su cuerpo. Ranjit Maharaj, un gran Maestro, entró en Maha Samadhi el 15 de noviembre del 2000. Cayó enfermo el 3 de octubre del 2000 a consecuencia de un ataque al corazón. Su último Satsang ocurrió el 2 de octubre del 2000. Su nacimiento fue el 4 de enero de 1913. Tenía 87 años.

Traté con él de este libro en septiembre, y estaba dichoso de que progresara. El libro es una continuación de la Parte I publicada en 1998, de manera que decidimos llamarle Parte II. El formato es el mismo. Se usaron grabaciones y se hizo una trans-cripción de cada cinta. No se hizo ningún esfuerzo para seleccionar algunas cintas y se usaron las cintas que estaban disponibles. Se hicieron esfuerzos para mantener el lenguaje original y para no corregir el inglés de Maharaj. Mantener «viva» la presen-cia de Maharaj en el libro era una parte importante del trabajo. En su mayor parte se mantuvo la repetición, pero se hizo alguna corrección, aunque se mantuvo en un mí-nimo. Para aquellos que quieren transcripciones literales, están disponibles, pues muchos discípulos han registrado sus charlas.

Actualmente, la habitación donde vivió durante 58 años, todavía se usa para los Bhajans. Hay occidentales que siguen viniendo a Bombay, de modo que se espera que la habitación permanezca abierta indefinidamente, pues los Bhajans son una par-te importante de la enseñanza. Igualmente, para aquellos que están interesados en los peregrinajes a Bagevadi y Pathri, éstos continuarán y se les da la bienvenida a ellos.

El primer volumen está en la segunda impresión y se espera que este segundo vo-lumen será igualmente bien recibido. El primer volumen ha sido traducido al marathi y al francés, y recientemente se me ha dicho que ahora se ha traducido al alemán, pero yo no lo he visto.

Robert Wolff
Mumbai, India
Diciembre del 2000

ÍNDICE

Prefacio 2
Índice 3
15 de febrero de 1999 4
6 de agosto de 1999 20
23 de noviembre de 1999 24
24 de noviembre de 1999 38
10 de diciembre de 1999 51
22 de diciembre de 1999 62
27 de diciembre de 1999 76
30 de diciembre de 1999 89
7 de enero de 2000 101
12 de enero de 2000 113
14 de enero de 2000 133
20 de enero de 2000 145
15 de febrero de 2000 159
4 de junio de 2000 169
26 de julio de 2000 181

15 de febrero de 1999

Pregunta: Tengo mucha energía dentro. No sé cómo usarla. Me pregunto cómo usarla. Siento que estoy muy impaciente dentro.

Maharaj: La energía es poder, crece y deviene mayor. Si usted comprende que la energía es usted mismo, entonces puede usarla. Usted tiene manos. Usted usa sus manos, ¿no es así? Para tomar algo, para dar algo, las usa de esa manera. Del mismo modo, cuando la energía deviene mayor dentro, úsela para las cosas verdaderas, no para las cosas mundanales, porque todas no son nada sino cero, o ilusión. Así pues, ¿por qué iba usted a usar su energía para esa nada? Comprenda esa energía, la ener-gía no es nada sino el poder. Cuando un niño es pequeño no tiene mucho poder de pensamiento, pero cuando crece tiene mucha energía en su mente. Pero piensa siem-pre cosas falsas. No piensa nunca cosas verdaderas. Anda siempre detrás de cosas mundanas o de asuntos mundanos.

Todas estas cosas traen cada vez más trastornos o problemas. Cuando usted duerme, la energía es libre, ¿o no? Así pues, esa energía debe ser usada. Trate de ir más allá de cero, pero ahí no hay ninguna energía. La energía es conocimiento y el conocimiento tiene el poder de conocer cada vez más. El mundo avanza y avanza, ¿no es así? Se ha descubierto el ordenador, el correo electrónico y el fax. Así pues, ahora no importa la distancia, usted puede tener la respuesta de alguien en un mo-mento. Y cuando ese poder se desconecta del cuerpo, ¿qué queda? Todo vuelve a cero. Mientras el cuerpo funciona todo está bien, pero es seguro que un día morirá. El que ha nacido debe morir algún día.

Uno debe comprender que el cuerpo no es mí mismo. Esa energía o poder que hay dentro debe usarse para el propósito verdadero. Entonces usted es feliz. Trate de comprender su energía. Al comienzo uno tiene que aumentar esa energía. Eso signi-fica conocimiento, la energía es conocimiento. ¿Para qué aumentar el conocimien-to?… para saber lo que es verdadero y lo que es falso: esto no es verdadero, esto es verdadero. Todas las gentes tratan de conocer por mecanismo físicos, pero sólo pue-den llegar hasta cero. No pueden encontrar nada más que eso. Los científicos han probado que el mundo es un «agujero negro». Así pues, sólo pueden llegar hasta ce-ro. No pueden ir más allá de cero.

En la mitología india han mostrado eso también. Dios ha creado el mundo en toda esa oscuridad o negrura. Dios hace todo en nada. Cuando duerme, vienen a usted muchos sueños. A uno que no duerme, no le vienen sueños. Si usted no duerme, no puede venir a usted ningún sueño. Pero cuando duerme, vienen a usted muchos sue-ños, deben venir. Usted quiere algo, ese conocimiento. La respiración es el conoci-miento, nada más. Eso prosigue incluso cuando usted está durmiendo. De otro modo, usted estaría muerto. Así pues, eso es la energía, nada más. La energía está dentro, para que usted pueda comprender. Llévela fuera, comprenda que está por todas par-tes. Use la energía de esa manera.

Todo el mundo es mí mismo, todo el mundo respira. Todos ustedes respiran y duermen, pero usted se toma por una entidad separada. Eso es ego. Y entonces vie-nen algunos problemas y usted piensa, «Oh, ¿qué ha acontecido, qué hacer?» Una persona realizada tiene muchos problemas, no piensa que no tenga problemas, pero arroja los problemas y no se inquieta por ellos. Finalmente todo es cero; así pues, ¿por qué inquietarse? Cuando la muerte viene al cuerpo, esté ya no se inquieta. Es cero, ha comenzado de cero.

Una gota del semen del padre ha comenzado esto. Salen muchas gotas, pero nadie se inquieta por eso. Pero cuando viene una forma, usted dice, «Oh, es mi hijo, mi hija; éstos son mi familia». Usted lo toma todo como mío, y por ignorancia hace el mundo muy pequeño, debido a que su comprensión está limitada por la identificación con su cuerpo. Si no hay cuerpo, ¿qué queda entonces? Todo es únicamente espacio. ¿De qué se inquieta el espacio? Muchas cosas vienen y se van en el espacio, el viento viene y se va. ¿Se inquieta el espacio? Usted es más sutil que el espacio. Usted puede sentir el viento, puede sentir el espacio debido al conocimiento, y sin embargo usted tiene el poder o la comprensión para decir que no es verdadero. Eso es la belleza de ello. Vea todo, pero diga que no es verdadero. ¿Quién puede decirlo? El que es un hombre valiente. Ve todo, acontecen muchas cosas, pero él dice, «Nada es verdade-ro».

Cuando usted duerme, ¿adónde va el mundo? No está aquí; usted olvida su nom-bre, su cuerpo y todo. La mente también duerme, ¿qué hacer entonces? Cuando una chinche le pica en el sueño, usted se arrasca, y si alguien le preguntara qué está ha-ciendo, usted diría, «no sé». El que duerme se arrasca, pero dice que no sabe. Mur-mura en su sueño, y si usted le pregunta que está diciendo, dirá, «yo nunca he dicho nada». Lo niego todo. ¿Por qué? Porque está en la negación.

Cuando la mente está en cero, usted puede ir más allá de cero si comprende que ella es cero. ¡Por qué no? El Maestro enseña cómo ir más allá de cero. No haga nada, sólo comprenda que ella es cero; entonces usted puede ir más allá de ella. No haga nada, no hay nada que hacer y la realidad está aquí. La realidad no tiene nada que hacer con todas estas cosas. Acontecen muchas cosas, las experiencias vienen y se van, ¿no es así? Sean como sean los pensamientos, buenos o malos, vienen y se van. Sin embargo, usted no debe inquietarse, porque usted no se pierde nunca. Así pues, yo digo siempre, «Esté usted en el cielo o en el infierno, diga siempre que yo soy Él».

¿Queda algo para el hombre que muere? ¿Dice alguna vez que yo soy un hombre muerto? Si siente que yo estoy muerto, entonces no está muerto. Un solo pensamien-to y usted no podrá dormir. Cuando usted duerme, todos los pensamientos desapare-cen. El conocimiento desaparece. En ese momento no hay ningún conocimiento de nada, sólo la respiración y eso es sólo conocimiento. En nuestra lengua se dice que exhala, que está fuera del soplo. Queda el soplo final y él lo exhala. En ese momento no tiene ningún sentido, ninguna comprensión. Si alguien viene y dice, «He venido, soy tu amigo», él cierra nuevamente los ojos. Está libre de toda inquietud. Si no hay conocimiento, no hay inquietud.

Suponga que usted quiere ir al aeropuerto y que viene algún amigo justamente cuando usted se va. Usted dirá, «Sí, sí, lo siento mucho, pero tengo que irme». Usted le olvida también. A quienquiera que venga, usted le dice, «Lo siento mucho». Eso es lo máximo que dice. «Lo siento mucho» es una palabra muy buena. Haga cual-quier cosa, golpee a alguien y diga, «Lo siento mucho». En ese momento, él no pue-de responder. Usted puede estar haciéndolo a propósito, pero si usted dice, «lo sien-to», ¿qué puede hacer la otra persona? «Lo siento» es una palabra muy buena, así se lo digo. Búrlese todo lo que quiera y diga «lo siento».

Así pues, cuando la energía crece, use esa energía de tal modo que todo devenga cero. Tenga ese poder para zanjar todo. Nada es verdadero. La muerte no es verdade-ra, el nacimiento no es verdadero. Yo jamás he tomado el nacimiento; no hay ningún pecado, ninguna virtud. Todo debe desaparecer. Todo esto es la obra de la mente, tanto el pecado como la virtud. Es el cuerpo el que recibe la muerte y el nacimiento. Eso es jiva, o la criatura más pequeña en nuestra lengua. Cuando usted se identifica con el cuerpo, deviene lo más pequeño; en caso contrario, usted es muy amplio. Cuando echa abajo el muro, usted deviene el espacio, usted es completamente abier-to, pero no quiere echar abajo el muro del cuerpo y eso es ego. Eche abajo el muro del ego, y entonces puede decir fácilmente, «¡Ah!, yo soy por todas partes».

¿Por qué inquietarse si se hacen cosas buenas o malas? Golpee a alguien, no im-porta, pero si le devuelven cuatro golpes, acéptelo. No diga que ha recibido los gol-pes. Las gentes no experimentan lo que digo. En lugar de ello viene la cólera, uno se encoleriza siempre. Tráguese también esa cólera. Dígase, yo no la quiero, y no se inquiete por nada ni por nadie. No la toque. Sin embargo, usted la toca. Usted da valor a su mente, a sus pensamientos. Dígale a su mente, yo no me inquieto por ti. Trate de comprender su mente. La mente es el hacedor más grande. La mente es sólo su pensamiento. Le lleva a usted al cielo y también le lleva al infierno. La mente es su mejor amigo y su peor enemigo. Todo lo que usted no quiere, ella lo hace. Usted usa su mente de la manera adecuada cuando dice, «No es verdadero».

¿Por qué se encolerizan las gentes? Usted pregunta al niño, «¿Qué estás hacien-do?» Pero usted hace lo mismo cuando dice, «Yo tengo razón, él está equivocado». La persona realizada dice, «Yo nunca tengo razón, yo siempre estoy equivocado». Usted conserva su «yo». Diga, «Yo no existo». Si lo experimenta de esta manera, ¿qué le queda entonces? Si alguien trae 10.000 rupias y se las ofrece a una persona realizada, la persona realizada no siente nada, no se inquieta por eso. No se inquiete por nada. En el juego del fútbol usted da un puntapié al balón y mete un gol. Si usted da un puntapié a la ilusión con la comprensión, ya no se requiere nada más, usted mete el gol y deviene Él. Usted es siempre Él, pero quiere las cosas falsas.

Rama y Sita estaban juntos y Sita vio un ciervo de oro; ella quiso su piel de oro. La quería para una blusa. Dígame, ¿cómo puede ser de oro la piel de un ciervo? Pero está escrito de esa manera y Rama fue inducido a cazarlo. Rama fue tras el ciervo y Sita, que se quedó sola, fue raptada entonces por el demonio Ravanna. ¿Qué hacer entonces? ¿Quién es Rama? Rama es el que opera en todos. Y cuando Rama entra en los diez sentidos, deviene Ravanna. Rama deviene Ravanna. Nadie dirá esto en pú-blico. Si usted dice esto, yo me atrevo a decir que le cortarán la lengua. Así pues, cuando usted entra en los diez sentidos, entonces su paz, Sita, se pierde. Sita significa paz.

Está escrito que Ravanna tiene diez cabezas. Así pues, actuaba de diez maneras. Usted también actúa de diez maneras. Si pierde un ojo, todavía puede ver con el otro. Si se vierte una gota de la sangre de Ravanna, entonces sale otro demonio. Si se pier-de un ojo, el otro sigue funcionando, ¿no es así? Funciona más poderosamente cuan-do un ojo se pierde.

¿Para qué propósito se escribió el Ramayana? Las gentes no conocen su signifi-cado interior. Pero hay que comprender el significado interior. El Señor Krishna era hijo de un rey. Arjuna era su discípulo, como lo eran los cinco Pandavas. Krishna entra en el campo de batalla y enseña a Arjuna el conocimiento. ¿No tenía Krishna ningún otro sitio para enseñar? Los dos eran reyes, pues Arjuna era también hijo de un rey. ¿No tenía ningún otro sitio adónde ir? Además, Krishna estaba conduciendo el carro de Arjuna. ¡Imposible! ¿Debo yo conducir el carro de mis discípulos mien-tras ellos disfrutan? Hay un significado dentro de todo esto. Todo el mundo ha reci-bido ese poder. Krishna dijo a Arjuna que todas estas gentes del campo de batalla no eran sus parientes como él pensaba, de modo que podía matarlos. Arjuna dijo, «¿Cómo puedo matarlos?» Matar no significa matar con un fusil, sino con la com-prensión. En aquella época también había leyes.

¡Debe venir la comprensión de que él no es mi padre y ella no es mi madre, debi-do a que yo no soy esto! Yo soy el poder que está en mí. Además, en la historia, Krishna deviene el conductor y Arjuna se sienta dentro. ¿Es eso posible? ¡Imposible! Él, ese poder, conduce el cuerpo de todo el mundo. Krishna dice que todos son mí mismo y que todos los pensamientos son mis pensamientos. Vengan los pensamien-tos que vengan, buenos o malos, déjelos en paz. Comprenda de dónde vienen los pensamientos, vienen del… conocimiento. El conocimiento también es falso cuando usted tiene una comprensión completa.

Después de esa comprensión, nada se cruza en su camino. Nada puede perturbar-le. Su energía es muy fuerte. Usted puede hacerse cargo de cualquiera, pero debe usar la energía de la manera correcta. Usted deviene muy poderoso con la compren-sión. Usted dice que el mundo es verdadero y que usted experimenta todo; pero cuando usa su poder de la manera correcta, puede decir que no es verdadero. Pásese al bando de la comprensión, al bando del Maestro; entonces puede golpear a cual-quiera. Diga que todo es cero, que aquí no hay nada. El mundo mismo es un campo de batalla, ¿no es así? Usted toma nacimiento y hace muchas cosas falsas. Usted pe-lea con su esposa, ¿qué hacer entonces? ¿Y qué hacen los occidentales? Se divorcian. En la India, no hay ningún divorcio.

Usted piensa siempre que alguna cosa o alguien es mejor. Si ustedes no se com-prenden, ¿cuál es la utilidad de vivir juntos? Todo es un sinsentido. Comprenda su mente y conózcase a usted mismo. Usted no es una mujer y él no es un hombre. Us-ted es Él. No hay ninguna mujer ni ningún hombre. El mismo poder opera en todos. Todos son sólo como bombillas con la electricidad dentro. ¿Qué es mujer y qué es hombre? El poder es uno. Hombre y mujer son sólo sus pensamientos. Cuando usted dice que es una mujer y él dice que es un hombre, el conflicto debe venir. Si usted comprende que el poder es el mismo, entonces, ¿qué conflicto puede venir? Haga según su deseo, yo no me meto. Alguien en América me preguntó que si alguien le quitaba la esposa, qué debía hacer uno. Tome la esposa de algún otro. Tanto monta, monta tanto.

El mundo es falso. Diga que es falso, que no es verdadero. Sea feliz en todo mo-mento, no se inquiete por nada. Si alguien toma su dinero, sea feliz entonces tam-bién. Yo tengo dos bolsillos. Si pongo el dinero en un bolsillo, es mío; y si lo pongo en el otro, también es mío. Compréndalo de esa manera. Diga que se ha ido a mi otro bolsillo; ¿por qué inquietarse? Las personas realizadas no se inquietan. Comprenden ese poder y lo usan de la manera correcta. Todo es mío y nada es mío. La compren-sión debe venir.

Si alguien deviene rico, el dinero no aumenta; sólo que otros tienen menos. Usted lo ha tomado de los bolsillos de otros, ¿qué hacer entonces? Si alguien lo toma del bolsillo de usted, sea feliz con eso también. No diga que lo mío es mío. Lo que usted ha recibido, tiene que compartirlo. Cuando llega la comprensión, el poder se usa de esta manera. Si usted lo usa de esta manera, será feliz siempre.

Alguien da diez millones a un Santo. El Santo dice, «Muy bien». Si alguien se lo lleva, ¿qué dice entonces? «No ha sido nunca mío, así es que ¿por qué debo inquie-tarme?» Si lo tengo por mío, entonces tendré que inquietarme. No diga mío, nada es suyo, debido a que usted no existe. No exista de esa manera. Yo no soy. Olvide el ego. Si olvida el ego, usted es siempre feliz.

Si usted va a pie y ve a alguien en un Rolls Royce, usted dice que es un hombre muy afortunado, ¿no es así? Cuando llega la comprensión, usted no siente nada. To-do está bien como es. Caminar es bueno, y es su deber caminar cuando el cuerpo está aquí. La mente debe ser tratada de esta manera. Usted puede decir fácilmente que no es verdadera. Cuando dice eso, ninguna inquietud viene a usted.

Las gentes se inquietan por lo que no es. Siempre por lo que no es. Usted está siempre aquí, de modo que ¿por qué inquietarse por usted mismo? Usted no se cono-ce. «Yo soy esto», dice. Mi nombre es éste, y si alguien le pregunta su nombre, usted lo dice con fuerza, «Yo soy el señor Fulano». Todo esto es nada. Es sólo como un viento que se acumula. El viento está seguro de pasar de usted, ¿no es así? ¿Cómo puede usted acumularlo? Nada es verdadero, así pues, no queda nada que acumular.

Si alguien le da comida, pida comer de todo. Sea feliz de esa manera. Yo estoy comiendo por todas partes. ¿Por qué debe inquietarse sólo por este cuerpo sangrien-to? Pero usted dice, «Yo quiero esto». Tome primero su parte y entonces dé a los demás. Dé a todos, y diga, «Yo como en todos». Si alguien hace algo malo diga, «Yo lo he hecho». Nadie puede pegarle.

De esta manera usted no puede ser un enemigo para nadie. Tukaram fue acusado de hacer una cosa mala que no había hecho. Cuando fue preguntado si la había he-cho, dijo, «Vittal» (Otro nombre de Krishna). Entonces le preguntaron si no la había hecho y nuevamente dijo, «Vittal». Si dice que usted no la ha hecho, eso es también el ego. Vittal es en todas partes, en las cosas buenas y también en las cosas malas. Así pues, Tukaram dijo, «Vittal». Piense de esta manera.

Nadie hace el mal y nadie hace el bien, pero usted dice, «Malo», ¿no es así? Todo el mundo es mí mismo. Cristo está por todas partes, ¿no es así? Así pues, ¿qué es malo y qué es bueno? Así es como debe operar la mente. (Señalando a su corazón) Usted dice siempre que Cristo está aquí. Él no es el cuerpo. Eso es imposible. Él es el poder que está en usted y que hace todo en todos. No eche la culpa a nadie. Si al-guien hace cosas malas o cosas buenas, diga que todo está bien. Diga siempre que nada es bueno y que nada es malo en el mundo. Si hace eso, puede lograr la realidad fácilmente. Cuando el mundo deviene cero para usted, puede cruzar cero e ir a la realidad sin ningún problema. La comprensión debe venir. Usted puede sentarse jus-tamente aquí y cruzar cero sin hacer nada. Con la comprensión falsa, usted deviene falso; con la comprensión verdadera, usted deviene verdadero. La mente es muy grande y puede llevarle al cielo o al infierno. Ambas vías están aquí.

Usted debe saber cómo manejar su mente. La mente es sólo su pensamiento, nada más. Si usted dice que ella es sólo su pensamiento, ¿qué le queda? Usted va más allá de cero automáticamente. No haga nada y usted está ahí. Nada es bueno, nada es malo, nada es pecaminoso y nada es virtuoso. La virtud también es ego.

Un gran industrial fue a un astrólogo y le preguntó por su próximo nacimiento. El astrólogo dijo al hombre que era mejor no saber. El hombre insistió mucho, de mane-ra que el astrólogo le dijo que sería un perro en su próximo nacimiento. El hombre se quejo de que no podía ser porque había hecho mucha caridad y muchas obras buenas. «¿Cómo puede ser esto?», dijo asombrado. «Muy bien, dijo el astrólogo, usted vivirá como un perro en una casa con aire acondicionado». ¿Por qué debe conocer el Santo el nacimiento de todos? ¿Qué tiene que decir o hacer el Santo? El hombre siempre quería más dinero; así pues, ¿qué decirle? ¿Qué hace el perro? ¡Mendiga! Y cuando ve a su dueño mueve su rabo. Y cuando usted recibe dinero, ¿es feliz o no? Su rabo se mueve, ¿no es así? ¿Cuál es la utilidad de saber el nacimiento anterior o posterior de alguien? Sólo su mente nace, nada más. Si quiere dinero, entonces usted deviene eso. Cuando quiere dinero, usted deviene eso.

La comprensión final es que usted no existe, y que Él es siempre. No hay nada por lo que inquietarse. ¡Está bien! Así pues, use su energía de esta manera y no para todas estas cosas que son cero. ¿Qué van a darle a usted las cosas que son cero? Ellas le harán llorar. Alguien le da a usted una cosa preciosa, y esa cosa se rompe, ¿qué hacer entonces? Sea fuera de todo este cero; sea fuera de la ignorancia y del conoci-miento, y usted irá a la realidad automáticamente.

ILUSIÓN FRENTE A REALIDAD

ILUSIÓN FRENTE A REALIDAD

DIÁLOGOS CON SHRI RANJIT MAHARAJ
SOBRE EL «ESTADO SIN ESTADO»

PREFACIO

Pandit, estás equivocado,
no hay ningún creador ni creación,
ni grosero ni fino, ni viento ni fuego,
no hay ningún sol, ni luna, ni tierra ni agua,
ninguna forma radiante, ningún tiempo,
ninguna palabra, ninguna carne, ninguna fe,
ninguna causa ni efecto, ni ningún pensamiento
del Veda. No hay ningún Hari ni Brahma,
ningún Siva ni Shakti, ningún peregrinaje
y ningún ritual. No hay ninguna madre, ni padre
ni gurú. ¿Es dos o uno?
Kabir dice, si comprendes ahora,
tú eres el gurú, yo soy el discípulo.

—Santo Kabir

¿Es usted algo excepto un rumor?
Todas las formas de práctica son aprender a matar el dragón.

—Wei Wu Wei

Sea sin experiencia. Eso es la experiencia.
¿Por qué preocuparse si todo es nada? ¿Cómo puede nada tocarle?
¡Olvide todo, y usted está ahí! ¿Cuánto tiempo lleva eso?

—Ranjit Maharaj

El conocimiento es la mayor ignorancia.

—Siddharameshwar Maharaj

ÍNDICE

Prefacio 2
Índice 3
Introducción 4
Junio 1996 6
Junio 1997 13
18 de diciembre de 1997 25
22 de diciembre de 1997 38
23 de diciembre de 1997 44
26 de diciembre de 1997 49
6 de enero de 1998 55
9 de enero de 1998 60
10 de enero de 1998 65
14 de enero de 1998 74
16 de enero de 1998 76
20 de enero de 1998 79
5 de marzo de 1998 87
16 de marzo de 1998 93
3 de mayo de 1998 101
5 de mayo de 1998 109
9 de mayo de 1998 115
14 de mayo de 1998 126
12 de junio de 1998 129
14 de diciembre de 1998 131
29 de diciembre de 1998 134
26 de enero de 1999 140
Apéndice 148

INTRODUCCIÓN

Ranjit Maharaj nació el 4 de enero de 1913. A la edad de 12 años encontró a su Maestro, Siddharameshwar Maharaj, un gran Maestro casi desconocido en su propia época. Siddharameshwar Maharaj murió a la edad de 48 años, en 1936. Ranjit Maharaj no comenzó a enseñar hasta 1983, a la edad de 70 años, cuando un número creciente de buscadores se presentaban a su puerta. Shri Ranjit Maharaj, que tiene ahora 86 años, dio estos diálogos entre el verano de 1996 y el invierno de 1999. El contenido de estas char-las representa la comprensión final enseñada por su Maestro, y expresada por Ranjit Maharaj en sus propias palabras. Lo que distingue sus enseñanzas es su simplicidad y su inmediatez. En esta tradición se sintió que la enseñanza debía estar disponible para to-dos, con ejemplos cotidianos, y sin conceptos complicados. Las vidas de estos dos maestros tienen características similares. Hay una abertura a todos y sus vidas persona-les son simples, sin consideración por el confort físico o la adulación.

Ranjit Maharaj ha vivido en el mismo apartamento de una sola habitación durante 55 años, y sólo ha dejado la India por primera vez hace tres años, cuando fue invitado a enseñar en occidente por sus estudiantes occidentales. Para los occidentales, una distin-ción importante de Ranjit Maharaj, es que puede dialogar en inglés. Ni su Maestro ni Sri Nisargadatta Maharaj, un maestro bien conocido en occidente con discípulos de Ranjit Maharaj, conocían el inglés.

Los tres aspectos principales de la enseñanza son: 1º la comprensión a través de los diálogos, 2º la meditación del mantra, y 3º el culto. Este libro es una presentación de sus diálogos con estudiantes. La meditación del mantra la da el Maestro sobre una base in-dividual. El culto del Maestro es la culminación de la enseñanza y se trata en estos diá-logos.

Nota del editor: Estuve presente en todas las charlas que se presentan en este libro (excepto una). Todos los diálogos de este libro provienen de las grabaciones de estas charlas. Poner las grabaciones en forma de libro requería algún trabajo, pero las pala-bras y las ideas son solo las del Maestro. Este libro no se publicaría a menos de que Shri Ranjit hubiera aprobado el texto entero. Las grabaciones fueron registradas en Bombay, París, Inglaterra, Alemania, Sedona (Arizona) y Berkeley (California). Las grabaciones fueron elegidas al azar y se han transcrito aquellas que tenían el mejor sonido. Se han editado algunas repeticiones, pero la mayoría de los estudiantes de Maharaj encuentran útil la repetición, y es por eso que no se han eliminado enteramente. No obstante, es difícil plasmar en el texto el humor espontáneo del Maestro y el ambiente que se esta-blecía en torno a las charlas. Creo que se acepta generalmente que una transmisión dire-cta en persona es la manera ideal de escuchar a un Maestro, y en el momento de la pu-blicación de este libro, Maharaj está enseñando todavía en Bombay, India, o Mumbai, como se llama ahora. Maharaj da la bienvenida a todos a la pequeña habitación donde tienen lugar las charlas, pero a veces, especialmente en los meses de invierno, se llena completamente. Habla en inglés una vez al día durante una hora más o menos, cinco días a la semana. Los fines de semana, va a los suburbios de Bombay y habla en marathi a sus discípulos indios. El samadhi (un templete del Maestro muerto) de su Maestro está en Bombay, Maharaj lo visita los domingos a primera hora de la tarde. También en su cuarto hay bhajans y arati todos los días por la mañana, a mediodía y por la tarde.
Finalmente, la concepción de este libro fue posible con la ayuda de muchas personas a quienes deseo agradecérselo. Escuchar sus palabras cada día fue para mí una práctica en sí misma, y estoy agradecido por la oportunidad que me dieron de trabajar con la enseñanza. Las palabras no pueden expresar nunca la gratitud que uno siente hacia el Maestro. El dijo muchas veces que Maestro y discípulo son uno, pero todavía…

—Robert Wolff

Junio de 1996

Pregunta: Cuando contemplo mi naturaleza real, el «yo soy», me embarga una sensación de amor sin causa. ¿Es correcta esta sensación o es también una ilusión?

Maharaj: Es la felicidad del Sí mismo. Usted siente la presencia de «yo soy». Olvida todo, los conceptos y la ilusión. Es un estado no-condicional. Esta felicidad aparece cuando usted olvida el objeto, pero en la felicidad hay todavía un pequeño toque del Sí mismo. Después de todo, es todavía un concepto. Cuando se cansa del mundo exterior, quiere estar solo, estar en usted mismo. Es la experiencia de un estado más alto, pero todavía de la mente. El Sí mismo no tiene ningún placer ni displacer. Es sin la sensación de «yo». El olvido completo de la ilusión quiere decir que nada es, que nada existe. Ella está todavía ahí, pero para usted no tiene ninguna realidad. Eso es lo que se llama reali-zación, o conocimiento de sí mismo. Es la comprehensión del Sí mismo sin el sí mismo.

Si alguien le llama, usted dice, «estoy aquí»; pero antes de decir, «estoy aquí», usted es. La ilusión no puede dar algo más a la realidad. No puede dar algo extraordinario a la realidad porque la realidad está en la base de todo lo que es. Todo lo que existe, todo lo que ve, los objetos de su percepción, todo eso se debe a la realidad. En la realidad, la ignorancia y el conocimiento no existen. No son. Así pues, ¿qué expresión puede darles usted?

Cuando usted da una expresión, significa que se ha experimentado algo. Tan pronto como siente la menor existencia, eso es todavía ignorancia, y usted está lejos de su Sí mismo. Usted puede sentir amor, y eso está bien, pero, después de todo, es todavía un estado, y un estado es siempre condicionado. Lo no-condicionado es sin estado. Es la experiencia de la no-existencia de la ilusión. Esto es muy sutil; la ignorancia y el cono-cimiento son los dos muy sutiles. Es difícil de comprender, pero si indaga realmente, obtendrá ese estado. Eso es, y ha sido siempre, pero usted no lo sabe, esa es la dificul-tad. No hay un solo punto donde la realidad no sea. Usted experimenta su existencia (de la realidad) a través de los objetos, pero todo esto es nada. La realidad es omnipresente, pero usted no puede verla. ¿Por qué? Porque usted es la realidad misma; así pues, ¿có-mo puede ver su Sí mismo? Para ver su cara, usted necesita un espejo.

La felicidad real está dentro de usted, no fuera. En el sueño profundo, usted es feliz, olvida el mundo. Por consiguiente, la felicidad está en el olvido del mundo. Deje el mundo como es, no lo destruya, pero sepa que el mundo no es. Haga todo lo que tenga que hacer, pero permanezca desapegado por la comprensión, porque todo lo que siente, percibe y obtiene es ilusión. No existe, y su mente debe aceptar eso.

Los santos dicen, «puesto que todo es nada, ¿cómo puede esta nada afectarle, tocar-le?» Pero lo que su mente dice, le afecta y le toca a usted. Así pues, ¿qué hacer? La mente no es nada más que conocimiento. Las gentes diferencian la mente del conoci-miento, pero esto no es correcto. No hay nada en el mundo. Sólo la realidad es, y cuan-do usted comprende que la ilusión es realmente ilusión, ¿cómo puede afectarle? ¿Cómo puede sentir incluso que le afecta? La hoja del loto vive en el agua, come agua, pero no entra en contacto con el agua. Si usted vierte agua sobre ella, el agua rueda, la hoja no es tocada por ella.

Cuando comprende eso, no queda nada, ya no se plantea más ninguna cuestión de amor. La felicidad del Sí mismo que usted siente, es todavía el placer del conocimiento. Primero debe ser presenciador, y entonces usted deviene la realidad misma porque usted es Él. Por consiguiente, no hay ningún mal en vivir en la ilusión, en el mundo, pero no existe, usted no es tocado. El loto está en el agua, pero no se preocupa por ello.

Usted debe experimentar su verdadera naturaleza de esta manera. Digo experimen-tar, pero ahí las palabras no existen, porque es más allá del espacio, más allá de cero. Y las palabras no pueden penetrar ahí, se detienen ahí. En la Bhagavad Gita, el Señor Krishna dijo, «adonde los mundos regresan, es mi estado». Sin embargo, era un rey y estaba gobernando, pero sabía que nada es. Usted no comprende que nada puede tocarle. Cuando siente que algo puede tocarle, está en la ilusión. Ese es el punto más elevado de la filosofía, y usted tiene que llegar ahí. Ahí, no hay Maestro ni discípulo, pues ambos son sólo uno. La dualidad no existe, sólo la unidad es, y nada es fuera de ella. Por con-siguiente, permanezca en la ilusión pero con comprensión.

Dos amigos querían bromear entre sí. Uno de ellos comenzó a insultar al otro, pero este se reía del insulto. Un tercero se sintió perturbado, y dijo, «¿Cómo puedes reír cuando te está insultando?» Él se estaba riendo porque tenía la clave del juego, pero el tercer muchacho no comprendía. De la misma manera, las personas realizadas, aunque están viviendo en el mundo, comprenden que todo esto es nada y que, acontezca lo que acontezca, no está aconteciendo nada. Por consiguiente, no son tocados. Las gentes siempre están presas del temor de lo que acontece, o de lo que acontecerá. Tienen miedo de lo que dirán las gentes. Piensan, «¿Qué voy a hacer? ¿qué me va a pasar?» Luchar o disfrutar. Todas estas esclavitudes se deben a la mente.

El que está fuera del círculo comprende que todo es nada. No existe, es sólo igno-rancia. Se dice que sólo el que bucea profundamente en el océano puede encontrar la perla. El que permanece en la superficie es arrastrado por la corriente del placer y el sufrimiento. Debe bucear en las profundidades de lo ilimitado porque es ahí donde usted es. No se detenga nunca en lo limitado. El oro no se preocupa por las figuras que toma en los ornamentos. Puede estar en la figura de un perro, o de un Dios, no se inquieta por la figura. De la misma manera, sea indiferente a las cosas, porque no existen.

Nada puede tocarle. Usted es inapegado. La mente debe llegar al punto de la com-pleta comprensión de la ilusión. Ahí está su estado. Nada permanece para el que ha comprendido. Ya no hay más ganancia ni pérdida. No pregunte si puede alcanzar la rea-lidad, porque usted es la realidad; así pues, ¿por qué decir «puedo»? Primero de todo, salga del círculo. Deje todas las cosas, una tras otra, y duérmase en su Sí mismo. Vuelva entonces, y sea en todo. Lo que usted ha descrito es un buen estado, no hay duda, pero vaya un poco más adelante. Cuando la mente acepta que todo es ilusión, sólo ilusión, entonces usted es en su Sí mismo. El cuerpo y la mente son ilusión. Debería alegrarse de saber eso. Deshágase de su identificación. La única cosa que hace el Maestro es dar su valor real al poder que hay en usted, poder al que no presta ninguna atención. No hace nada más. Era una piedra, y el Maestro le revela su verdadera naturaleza, que es un diamante. Hace de usted la piedra más preciosa.

Yo soy omnipresente, omnipotente, yo soy el Creador de todo lo que es. Cuando us-ted es en la base de todo, usted es en todo. Por consiguiente, ni siquiera un criminal puede ser considerado como malo. Todo lo que está aconteciendo, es «orden mía». ¡Sea el Señor, no el esclavo! Usted es el Señor.

Pregunta: Me gustaría saber por qué algunas personas realizadas se reencarnan para ayudar a otros a realizarse.

Maharaj: Nadie viene, nadie se va. ¿Quién le dijo eso? ¿Ha leído usted libros y lo es-tá repitiendo? Se dice que el hombre más grande es el que muere desconocido. Rama y Krishna fueron héroes secundarios. El hombre cumplido vive en silencio y muere en silencio. Después, su pensamiento trabaja en algún otro. Pero eso de que regresan, es una insensatez.

Nadie viene, nadie se va. Todo es un sueño. En un sueño usted puede devenir un gran Maestro, pero cuando se despierta, vuelve a su estado ordinario. ¿Quién se ha ido y quién tiene que regresar? Nada ha acontecido. El concepto de un gran Maestro ha apa-recido en usted, y ha devenido este «gran Maestro», pero cuando se despierta siente, «¡Ah, todo esto es una insensatez! ¿Cómo puedo ser un gran Maestro? ¡Yo no sé nada!» Sin embargo, en el sueño, usted estaba dando conferencias y hablando con soltura de estas cosas, pero cuando llega el despertar, todo este conocimiento se desvanece. Era un sueño.

¿De dónde ha venido, y dónde ha desaparecido? Cuando nada es, todo son sólo cre-encias y conceptos de la mente. El supuesto sabio que dice, «yo soy la reencarnación de Dios», no Le conoce, no conoce la realidad. Al contrario, es esclavo de su ego, de la ilusión. Cuando el conocimiento mismo no tiene ninguna entidad, no se plantea ninguna de estas cosas.

El que comprende, está libre de todo. Esta persona parece una persona ordinaria, pe-ro su corazón es completamente diferente. Si usted permanece fuera, ¿cómo puede comprender? Para devenir el propietario de la casa, debe entrar en ella. De la misma manera, debe penetrar su propio sí mismo para devenir el propietario. Pero ahí el «yo» no permanece como «yo». Ahí ya no se plantea más la cuestión de Maestro y discípulo. El pensamiento de un Maestro puede inspirar a quienquiera que tiene un cuerpo, porque el Maestro y el que está en silencio son uno. Penetre el corazón del realizado, y usted no permanece como «usted», porque sólo Él es. Así, se dice que aquellos que enseñan son encarnaciones de Dios. El Maestro da el conocimiento a todos, pero no lo valora, por-que Él sabe que el conocimiento es la mayor ignorancia. Por consiguiente, no sea tocado por nada.

Pregunta: Si todo es ilusión, ¿es usted mismo una ilusión?

Maharaj: ¡Oh, sí! ¡Yo soy la mayor ilusión! ¡Todo lo que digo de todo corazón y tan francamente, es todo falso! Pero lo falso que el Maestro le dice, puede hacer que usted alcance ese punto. La dirección de la persona no es real, sólo la persona es real. Cuando usted llega a la casa, agradece por la dirección que se le ha dado, la dirección es verda-dera sólo hasta el momento en que usted entra en la casa. Tan pronto como entra, la dirección se desvanece. Las palabras no son nada más que indicadores, no tienen ningu-na realidad en sí mismas. Si «yo» permanece, yo soy también ilusión. No permanezca como «yo». Esa es la comprensión más alta de la filosofía. El santo Tukaram dijo: «He visto mi propia muerte, y lo que he visto entonces, la felicidad que se ha revelado, eso conozco». Primero de todo, usted debe morir. Usted quiere decir ilusión.

Por consiguiente, lo que digo es falso, pero verdadero, porque hablo para Eso. La di-rección es falsa, pero cuando usted llega a la persona es realidad. De la misma manera, todas las escrituras y los libros mitológicos son sólo para indicar ese punto, y cuando usted lo alcanza, devienen no existentes, vacíos. Las palabras son falsas, sólo el signifi-cado que transmiten es verdadero. Son ilusión, pero dan un significado. Por consiguien-te, todo es ilusión, pero para comprender la ilusión, se necesita la ilusión. Por ejemplo, para quitar una espina de su dedo usted usa otra espina. Después, tira las dos. Pero si se queda con la segunda espina que se usó para sacar la primera, ciertamente le pinchará de nuevo. Para quitar la ignorancia, es necesario el conocimiento, pero, finalmente, los dos deben disolverse en la realidad. Su Sí mismo es sin ignorancia, sin conocimiento. Por consiguiente, el Maestro y el buscador son ilusión, porque son «Uno». Lo falso sólo puede ser eliminado por lo falso. Si se queda con la segunda espina, es decir, con el co-nocimiento, incluso si es una espina de oro, se pinchará. El ego es la única ilusión, y el ego es conocimiento. Se dice que para atrapar a un ladrón, usted debe devenir un ladrón. Entonces puede decirle: «Cuidado, estoy aquí y sé que eres un ladrón, de manera que no te atrevas a robarme». Pero usted no puede atrapar al ladrón, porque él tiene cuatro ojos y usted sólo tiene dos. Con una sola mirada, el ladrón repara en los valores y si usted no está alerta, le roba. La ilusión es como el ladrón, de manera que usted debe ser más fuer-te que el ladrón. Su mente debe aceptar que todo es ilusión, sólo ilusión. Entonces usted será el «más grande de los grandes».

El conocimiento es una gran cosa, pero debe ser sólo un remedio. Cuando la fiebre se va, agradézcaselo a la medicina que toma, pero deje de tomarla. No prolongue el tra-tamiento o creará más problemas. El conocimiento es necesario sólo para eliminar la enfermedad de la ignorancia. El médico siempre prescribirá una dosis limitada. Primero de todo, comprenda que el «yo» es una ilusión y que todo lo que el «yo» dice es tam-bién ilusión. El Maestro y lo que dice son también ilusión, porque en la Realidad hay sólo unidad y no dualidad. «Yo» y «él» ya no existen. Bucee dentro de usted mismo, tan profundamente que usted desaparezca. Si no lo hace, acontecerá esto. Una cabra entra en su casa y, para hacerla salir, usted abre la puerta. La cabra sale, pero entonces entra un camello. El camello es como el conocimiento. Así pues, para deshacerse del camello, debe echar abajo los muros de la casa. Entonces usted está fuera de la ilusión. Todo lo que acontece en la ilusión es sólo ilusión, y de hecho, nada acontece nunca. Así, en este mundo acontecen muchas cosas, el nacimiento y la muerte, pero es sólo un sueño. Debe aceptar eso. Su mente no debe ser tocada. Cuando alguien muere, las gentes lloran. El ser realizado no reirá, se mantendrá callado, tranquilo. Sabe que no ha ocurrido nada. Nada se ha perdido. La materia no se pierde nunca. Los cinco elementos que componen el cuerpo, retornan a los cinco elementos. Y el poder retorna al poder. Sólo el nombre y la forma, que son ilusión, desaparecen. Sea sin forma, sea sin nombre. Si alguien le pre-gunta su nombre, responda —no hay mal en ello— pero sea consciente de que usted no es eso. Debe ir más allá de la ilusión, porque ella no es, y no permanecerá. Comprenda que es fuego, pero no la toque. No intente tampoco extinguir el fuego, o se quemará. Sólo comprenda. Nada puede tocarme, nada puede limitarme, nada puede abarcarme, y nada puede evaluarme. Porque todo es ilusión. Debido al pensamiento «yo», usted sien-te una sensación de importancia. Usted dice, «ésta es mi casa, ésta mi carne, éstas son mis cosas», etc. Las cosas mismas no dicen nunca que le pertenecen. Son mudas e in-animadas. Sea mudo, permanezca en usted mismo, no hable. Yo enseño, pero no he tenido nunca la sensación de que este o aquel deben comprender, porque es sólo por suerte como el uno o el otro llegarán a este nivel. Encontrará la llave por su propia suer-te, y será el más feliz de todos los seres. Todo depende de su amplitud, o capacidad de aceptar. Debe ir siempre derecho a la esencia de las cosas. La esencia de lo que se dice, tiene verdadero significado. Tome la esencia de la flor y sea feliz, pero sepa que incluso la esencia no es verdadera.

Pregunta: Si un mendigo pide dinero a un ser realizado, ¿que hará?

Maharaj: Es su elección si da o no da. Porque, después de todo, todo es una ilusión. Puede parecer inmisericorde hasta el punto de no dar agua a un hombre moribundo. Si un hombre está gimiendo «¡agua, agua!», no se la dará, porque el hombre va a morir de todos modos, y darle agua sólo prolongará su sufrimiento. Usted piensa que es bueno si da el agua, pero sólo aumenta su sufrimiento. Debido a su ignorancia, el hombre mori-bundo quiere vivir más. Pero, ¿qué puede obtener usted respirando un poco más? Yo no le aconsejo que sea inmisericorde, sino que comprenda que accediendo a su deseo, le da más sufrimiento. El que piensa que ha hecho una buena obra está extraviado.

Si da un centenar de francos a un mendigo, no será un hombre rico al día siguiente. Continuará mendigando porque este habito de mendigar ha devenido tan profundamente arraigado en él que el hecho de mendigar ha devenido una segunda naturaleza. Todos los seres mendigan para obtener felicidad desde el nacimiento. Finalmente, mueren sin alcanzarla. Incluso cuando usted va a la iglesia o al templo a rezar, deviene un mendigo frente a Dios. Primero mendiga para usted mismo, después para su esposa, y después para sus hijos. Primero para usted y después para otros. Todo el mundo está interesado principalmente en su propia felicidad, pero usted no puede obtenerla porque sus méto-dos para obtenerla son erróneos. Permanezca siempre en la vía que su Maestro le mues-tra, y será uno con él. Estos hábitos no son nada sino los resultados de una mente estre-cha. La mente es conocimiento. Cuando este conocimiento entra en contacto con la ma-teria (el cuerpo físico) toma la forma de pasión y hábitos. Estos hábitos y esta pasión le hacen miserable. Así pues, obtenga la comprensión de que cuando entra en la prisión, usted no es el culpable. Permanezca en el mundo, pero diga, «nada es verdadero». No alimente sus pasiones. Comprenda lo que son, y será libre en vida mientras el cuerpo está aquí. Un día el cuerpo desaparecerá, pero en realidad nadie nace, y nadie muere. Bendito sea el que se realiza. La realización significa comprensión, y si comprende que todo es ilusión, siempre será feliz.

Junio de 1997

Pregunta: ¿Está una persona que se ha realizado en un estado de gran felicidad o gozo? ¿Se expresa la realidad a través de un gran gozo o amor, o esto es también una ilusión?

Maharaj: La realidad es siempre la realidad, es unidad; así pues, ¿por qué habla de su expresión a través de la felicidad? Por ejemplo, si ha perdido su cartera y alguien se la devuelve, usted es feliz. Pero, de hecho, sólo le ha devuelto lo que siempre le ha per-tenecido. Esta felicidad es un estado pasajero y si usted comprende correctamente, no tiene nada que ver con la realidad. Sólo usted imagina que la realidad se ha perdido, pero no se ha perdido nunca. Esta sensación se debe a la ignorancia. Cuando se conoce a usted mismo, el gozo no se plantea para nada. Por consiguiente, esta expresión de feli-cidad es también una ilusión. ¿Quién hay ahí para expresar este gozo, y a quién? La realidad es no-dualidad; unidad.

Usted se plantea esta cuestión de la felicidad sólo porque se ha olvidado de usted mismo. Pero incluso en la ignorancia usted es Él. Las nubes pueden estar ahí, de manera que usted no puede ver el sol. Después las nubes desaparecen. ¿Por qué sería feliz el sol? Al sol no le molesta nada. Cuando las nubes estaban ahí, nadie veía el sol, pero estaba ahí. Así, el gozo y la paz que usted siente cuando desaparecen las nubes son tam-bién una ilusión, porque el sol no ha sido nunca cubierto por nada. Era sólo que no po-día verle. ¿Por qué sentiría gozo? El gozo y la felicidad son todavía síntomas de la ilu-sión. Usted recupera su cartera, pero ya era suya. Es verdadero que por la gracia del Maestro usted se encuentra a usted mismo, pero el Maestro no siente que eso sea gracias a él. Le respeta por eso, debido a que le ha dado el conocimiento, y ese conocimiento, si lo acepta con plena convicción, le lleva a la realidad. Pero si se responsabiliza de él, si dice «yo lo hice», eso significa que no está realizado. Usted se ha olvidado de usted mismo, y el Maestro se lo dice. Pero la realidad no estuvo perdida nunca.

Usted siente que está limitado, cercado, pero eso es sólo un pensamiento. Debido a la ignorancia, se siente prisionero y sufre, pero los problemas son una ilusión, no exis-ten. Siempre que la infelicidad o los problemas vengan a usted en la ilusión, acepte lo que acontece, no luche contra lo que viene. De esta manera, el ego se disolverá. La per-sona ignorante no acepta nunca cuando acontece el infortunio. El que comprende dice, «que venga a mí todo el infortunio», porque sabe que, acontezca lo que acontezca, no es verdadero. El ego siempre está buscando algún beneficio para sí mismo —yo debo ser respetado, amado o reconocido. Siempre que su ego experimenta dolor, se debe a una falta de comprensión. Para usted, el ego es el problema; así pues, deje que muera. Si el ego muere, es para mejor. Es la ilusión la que muere. Si el ego muere, entonces sólo queda Él, la realidad.

Pregunta: He oído hablar de que la evolución de la humanidad debe cambiar del «yo» al «nosotros», que la consciencia individual debe devenir consciencia universal. ¿Es esto verdadero?

Maharaj: De hecho, es una falta de comprensión lo que le hace creer que usted es una entidad separada. Todo el mundo funciona en la consciencia (conocimiento). Usted también. Si comprende que usted no es el cuerpo, su consciencia deviene universal. To-da limitación desaparece. Si rompe el vaso, el espacio contenido en el vaso deviene tan grande como el espacio de la habitación. Y si usted echa abajo los muros de la casa, deviene el espacio cósmico entero, mahadakash. De la misma manera, si se rompe la consciencia del ego (yo soy esto o eso, etc.), usted deviene consciencia universal, el Todo. Pero aquí, debe comprender que esta consciencia es también una ilusión, igno-rancia. En efecto, la ignorancia es la fuente de la consciencia o el conocimiento. Así pues, la fuente de la consciencia misma, es el olvido o la ignorancia de la realidad final. Usted deviene la creación total, la consciencia (el conocimiento) del mundo, pero esto es todavía ilusión. Este ego que deviene consciencia universal es el peor de los egos. «Yo soy el creador del mundo, yo soy omnipotente, etc.» Pero este creador crea ilusión. Así pues, ¿cuál es su utilidad? El conocimiento crea más ilusión. Esta comprensión debe madurar con la ayuda del Maestro, y este conocimiento mismo será absorbido en la rea-lidad.

En la realidad final no hay ni consciencia (conocimiento) ni ignorancia, y eso es lo que usted es, su verdadera naturaleza. Es debido a la ignorancia por lo que usted dice, «yo soy esto o eso». Y es debido también a la ignorancia por lo que dice, «yo soy la consciencia». Éste es el obstáculo en la senda a la Realidad. Así pues, la afirmación «La consciencia individual debe devenir universal», es correcta. Pero debe comprenderla completamente. Si dice, «yo no soy esta pequeña criatura, yo soy omnipresente», piense sobre «¿Dónde no soy yo?» Usted está igualmente presente en la persona ignorante y en la persona que tiene conocimiento. Todas las criaturas del mundo tienen esta conscien-cia (conocimiento). Así pues, ¿por qué debo decir «yo conozco, yo he realizado, etc.»? Eso sólo alimenta la ilusión. Es correcto decir que la consciencia individual debe deve-nir consciencia universal. Pero la mente o el ego es un obstáculo para usted porque us-ted no quiere morir. Rompa los límites que usted mismo ha creado con su propio pen-samiento. Sienta que usted es el creador del mundo, y que puede destruirlo también. Rompa los límites impuestos por la ilusión y usted deviene la realidad. Es unidad, no-dualidad, no mente. ¿Por qué sería el océano perturbado por las burbujas que aparecen en su superficie? Él sabe que las burbujas no son nada más que océano, y no hay ningu-na ganancia ni pérdida para el océano si las burbujas están ahí o no. De la misma mane-ra, la realidad final no es aceptada por nada. No puede acontecerle nada. No puede ser más grande o más pequeña. Sólo la ilusión del ego se la oculta. El sol no necesita pre-ocuparse por las nubes, pues no pueden hacer que deje de brillar. De la misma manera, la realidad no tiene nada que ver con la ilusión del ego que le ha hecho a usted tan pe-queño. A la pantalla de cine no le inquieta si la película proyectada en ella es buena o mala. No hay bueno ni malo para la persona que está fuera del círculo de la ignorancia. El ser realizado vive en el mundo pero no es tocado nunca por él. ¿Por qué no es toca-do? Porque sabe que es una ilusión. ¿Cómo puede usted ser tocado por algo que no es real? Debido a la ignorancia, dice que es tocado por el mundo. Pero si usted despierta, nada le preocupará, o afectará. En un sueño, aparece un león y usted tiene miedo, pero entonces se despierta. ¿Adónde ha ido el miedo? De la misma manera, usted llora cuan-do su ego es herido. Pero cuando despierta, todo desaparece en un instante. De hecho, cuando su ego es herido, usted progresa en la senda a la realidad. La persona ignorante llora cuando su casa es destruida, pero la persona realizada dice, «Ahora todo el mundo es mío, puedo dormir en cualquier parte». Así pues, toda limitación y esclavitud desapa-recen de su mente.

Ser la consciencia universal (y por lo tanto la mente universal) es un buen signo. Pe-ro aquí, conocer significa que usted está en todos los seres y en todas las cosas. Si usted intenta usar este poder para leer las mentes de otros, por ejemplo, caerá de nuevo en la ilusión. Las gentes ignorantes estarán impresionadas por sus poderes de predicción o de lectura de la mente, y el ego deviene entonces más fuerte y dice «yo tengo conocimien-to, los demás son ignorantes». Así pues, comprenda que, en este caso, la consciencia universal le traerá más problemas, porque la naturaleza de la consciencia es la expan-sión; saber cada vez más. Comprenda que usted es la consciencia universal, pero no intente usar este poder o el ego volverá con mayor fuerza, y, aunque estuviera cerca de la realidad, estará mucho peor que si fuera sólo un ignorante.

Cuando el poder está a su disposición, la mente deviene más fuerte y está ansiosa de usarlo. «Yo puedo hacer esto, o eso. Yo puedo ver esto, o eso. Yo puedo hacer que llue-va, etc.» Cuando esta apertura acontece en usted, sabe que «yo soy el creador, es mi voluntad, etc.» Pero si esta comprensión se queda en el nivel del «yo», es ego. Así pues, le vengan los poderes que le vengan, no los use. El ser realizado dice, «yo sé que no sé». Si usted dice, «yo soy todo, yo conozco la mente de todo», eso es ego. Y cuando el poder está ahí, uno siempre tiene el deseo de usarlo. En este nivel, esté muy vigilante. No acepte el ego del poder. Tener consciencia universal es un buen signo, pero sepa que el ser universal es también ilusión. El peligro está en pensar que usted es omnipotente. Deje que todas estas cosas sean, y comprenda que nada es. Consciencia universal quiere decir «la gran ilusión». Aceptar la gran ilusión significa que usted se atraerá grandes problemas. El que se pone la corona lleva el peso de los problemas.

¿Por qué dominar la ilusión? La ilusión es nada, de manera que usted domina nada. Entonces, ¿dónde está el dominio? Así pues, ¿cuál es la utilidad de la consciencia uni-versal? Sepa que ella es nada. Todo es nada. La consciencia misma no es verdadera. Sumerja su ego, no tenga miedo de él. El que dice, «yo soy omnipotente» está haciendo sonar su trompeta en el desierto.

Salga de su ego. No sea demasiado grande, o como el balón que está sobreinflado, usted explotará. Siempre que la mente afirme, «eso es verdadero», vaya contra ella y diga, «no, es falso». No deje a su enemigo entrar en su casa. Cuando se abre al conoci-miento, tiene la impresión de que puede conocer todo. Pero preste atención. Primero comprenda su propia mente, o se olvidará de usted mismo. Estará como bajo la influen-cia de una fuerte emoción. Hará cosas peores de las que nunca hubiera pensado que se-ría capaz de hacer.

He oído hablar de un sabio de Bombay que estaba haciendo milagros. Podía caminar sobre el agua o a través del fuego sin quemarse, etc. Pero un día —y este día llega siem-pre— sus poderes dejaron de funcionar y las gentes se rieron tanto de él que se suicidó. Las gentes ignorantes pueden llevar a un sabio a la locura. Este devino su presa. Las gentes ignorantes difunden toda suerte de ideas falsas sobre los sabios. Por ejemplo, un sabio no debe sentir dolor. Pero el sabio está vivo. No es un cadáver. Por consiguiente, debe sentir la quemadura al contacto con el fuego. El sabio siente dolor, pero sabe que es su cuerpo el que lo siente y no él mismo, porque no está identificado con el cuerpo. Pero el supuesto sabio dice que no siente dolor, y es su ego el que está hablando. Este cuerpo no es un cadáver, está vivo, y por consiguiente el dolor debe ser sentido. Mien-tras la electricidad está conectada, la bombilla debe alumbrar. Lo mismo es verdadero para el cuerpo. Mientras el poder está conectado al cuerpo, el cuerpo debe sentir dolor o algo. Algunos sabios caen en esta trampa si piensan verdaderamente que no deben sentir nada.

Jani era una pobre sirvienta, pero era un ser despertado. Vivía en un poblado y, co-mo todos los demás, ponía los cagajones de vaca a secar sobre su pared al sol para usar-los después como combustible. Su vecino, que siempre estaba contra ella, se los robó un día. Jani se quejó al juez del pueblo, que le dijo: «¿Cómo puede usted reconocer los que le pertenecen?» Ella respondió: «Ponga su oreja cerca de ellos y si oye el nombre de Dios, Vithal, eso significa que son míos». De esta manera, atraparon al ladrón. Por su-puesto, las gentes preguntaban cómo podía hablar un cagajón de vaca. Pero, de hecho, era el propio poder de Jani el que hablaba, pues ella estaba en todas las cosas. Todo lo que dice «yo soy la realidad» es mío, y aquello que dice «yo soy el cuerpo», no lo es. Ella tenía fe total en Dios y su propio poder estaba en todo.

El que comprende dice, «yo no soy el cuerpo». El cuerpo no es nada más que un ca-gajón de vaca. Si el conocimiento «yo soy la realidad» le penetra, todo es suyo. No diga que sólo los seres realizados son grandes. Usted mismo es grande. Cristo dijo, «Yo soy Dios». Si comprende que usted no es el cuerpo, usted es tan grande como Él. Pero la persona ignorante siempre se siente desvalida. «¡Oh, él es tan grande y yo soy tan pe-queño!» Es el ego el que hace que crea que usted es una criatura minúscula. Arroje esta falsa idea de su mente. Usted es tan poderoso como Cristo, pero no comprende eso. «Yo soy la realidad». Ésta es la comprensión que debe tener. Eso es lo que el Maestro quiere hacerle comprender, y eso es lo que el Maestro enseña, nada más. Pero entonces, ¿cuál es el significado de esta comprensión? Comprenda y después olvídelo todo, y usted es Él.

Si el ego bloquea su vía, aplástelo. Deje que los demás hagan sus comentarios. Cuando comprende que usted no es un mendigo, instantáneamente deviene rico. Todos tienen el poder más alto en ustedes. Denle la bienvenida. La mente debe aceptar eso completamente. Y si lo acepta con toda su fuerza, ¿cómo puede persistir la ilusión? Eso que es nada, no puede persistir. El problema es que siempre tiene el hábito de quejarse, «¡Oh, yo no puedo hacer esto o aquello!», eso es el ego. Eso es maya, ilusión. Sea muy fuerte en usted mismo. Yo le digo que usted es la realidad y que puede experimentar esto. Intente aceptarlo hasta que ya no haya más límites para usted. Usted es ilimitado, nadie puede limitarle. Pero a pesar de todo ello, usted mismo se ha esclavizado. Olvide toda limitación y sea Él, la realidad. Intente comprender profundamente que su mente no puede combatir contra usted. Entonces será capaz de derrotar al ego. De otro modo, es imposible. Cuando le viene una duda («¿Cómo puedo yo ser eso?», por ejemplo), usted pierde su fuerza. Necesita fuerza y poder para vencerla o nunca desaparecerá. Só-lo el poder de la comprensión puede derrotarla. «¡Qué el mundo se vaya al cielo o al infierno, no me importa!». ¡Sea así de determinado! Pero tiene miedo de dejar la ilusión. ¿Qué hacer? ¿Por qué teme a eso que es nada? Todo el mundo que viene a mí dice lo mismo, «vivo en el temor, estoy inerme, no puedo hacer esto, no puedo hacer eso. ¿Qué puedo hacer?» Olvide todo eso.

En un texto indio se dice que un hombre puede emborracharse por unas cuantas ru-pias con un vaso de alcohol. Este poder hace que baile y tenga alucinaciones, «yo soy un rey, yo soy todo». Está bajo la influencia de la ignorancia. Pero si bajo la influencia del poder del conocimiento dado por el maestro, el hombre dice lo mismo, ¿es posible controlarle? El poder que usted tiene es mucho más grande que el del alcohol. Este po-der, el efecto del conocimiento, puede penetrar la mente. «Yo soy la realidad». Si com-prende correctamente, nada ni nadie puede detenerle. Sea como la santa Jani que decla-ró llena de fuerza: «Donde escuche el nombre de Dios, eso me pertenece». Por consi-guiente, si le digo que usted es la realidad, debe aceptarlo. Tenga esa fuerza dentro de usted mismo. El problema es que sólo lo acepta a medias, debido a que su ego no quiere dejarle ir demasiado lejos. Eso significa que usted no bebe el vaso de vino hasta el fon-do. Un hombre ignorante no dirá nunca, «yo soy un rey», si no está borracho. El que bebe el vino del conocimiento dice, «yo soy la realidad». Nadie tiene poder sobre él. Sea fuerte y no tenga miedo de nada ni de nadie, pues todo es nada. ¿Cómo puede nada hacer que usted tenga miedo? Muchas gentes dicen que han tenido estas experiencias y que no obstante han devenido atrapadas de nuevo por el mundo. Pero, ¿qué es el mun-do? El Maestro le dice que el mundo es sólo ilusión. Así pues, ¿por qué inquietarse por él? Por lo demás, si recuerda el mundo como un sueño, no hay ningún mal. Si tiene una pesadilla, al despertar y recordar ese mal sueño, no siente nada porque sabe que no tiene ningún poder sobre usted. Si mata a alguien en un sueño, usted no se hace responsable al despertar. El mundo es ilusión, ¿por qué inquietarse por él? Si esta determinación penetra en usted, nadie puede detenerle. Si no penetra, eso significa que usted está dan-do la preferencia a nada, y eso le hace muy pequeño.

Debe tener el coraje y aceptar lo que dice el Maestro y de actuar en consecuencia. Cuando juega a las cartas, hay un rey y una reina, ¿pero son reales? Son sólo papel. Es su concepto el que los corona rey y reina, pero ellos no tienen ningún poder. De la mis-ma manera, este mundo no es real; así pues, ¿qué puede hacerle? Tenga esta convicción, esta determinación dentro de usted mismo.

Los supuestos sabios que le dan métodos para seguir, sólo refuerzan la ilusión en us-ted. Usted va a ver a un Maestro para deshacerse de la ilusión y él le hunde más profun-damente en ella. Éstos no son Maestros verdaderos, y, en este caso es mejor permanecer en la ignorancia que tener un conocimiento falso. Comprenda y sea eso.

La llave de la realización del ser

La llave de la realización del ser

LA VERDADERA FELICIDAD

    En este mundo, toda criatura viva, humana o animal, se esfuerza en encontrar la felicidad, pero esto no es más que un remedio a la miseria y al sufrimiento, y aunque el hombre sea la única criatura capaz de discriminar el bien del mal, ignora lo que es la verdadera felicidad.

            El ciervo que, víctima de un espejismo, ha corrido todo el día para encontrar agua, se siente infeliz cuando se pone el sol. De igual forma, el hombre lucha toda su vida por conseguir una felicidad ilusoria antes de morir con sufrimiento. Todos los seres humanos creen poder alcanzar la felicidad gracias a personas o a objetos exteriores, pero es en vano. Un perro, por ejemplo, puede obstinarse con un hueso, hasta el punto de hacerse sangre en las encías, pero, por lo menos, quedará satisfecho del gusto de su propia sangre. Es totalmente imposible alcanzar la felicidad por medio de personas o de objetos exteriores, y el mismo hecho de buscarla en el exterior, nos demuestra claramente que no es la verdadera felicidad.

            ¿ Por qué buscar en el exterior lo que está en nosotros? “La felicidad se encuentra en el interior de sí mismo”, yo lo he comprendido gracias a mi maestro Sri Siddharameshwar Maharaj, el más gran sabio, poco conocido, de nuestro tiempo. El siempre deseó que los hombres fueran felices, pero él no enseñó más que a los que se consagraban a él, pues nunca buscó la celebridad. La presencia del Ser es la única felicidad y alegría auténtica que brota del interior.

            Me inclinaré ante mi maestro mientras viva y por su gracia, me permito decir que mostraré el camino a todos los que deseen alcanzar este conocimiento.

Ranjit Maharaj

PREFACIO

SHri Samartha Siddharameshwar Maharaj nació en agosto del 1888 en Pathri, un pueblecito del distrito de Sholapur, en la India. Seis días antes de su nacimiento, el sabio Siddheshwar visitó en sueños a su abuela, a la que le anunció que el niño era su reencarnación. Le pidió que llamara al niño Siddheshwar y le declaró que un día este niño llegaría a ser un gran sabio. Así pues fue llamado “Sidharamappa”, conocido más tarde bajo el nombre de “Siddharameshwar Maharaj”.

Desde su infancia, fue un niño de espíritu muy vivo y dotado de una gran capacidad de comprensión. Abandona muy pronto los pupitres de la escuela para hacerse contable, a pesar de su juventud (16 años), de una empresa de Bijapur, que pertenecía a la comunidad de los Marwadi. Su trabajo honesto y su sentido de la responsabilidad le hicieron ganar una buena reputación. Se instaló en Bijapur donde encuentra a su maestro, Shrî Bhausaheb Maharaj, el cual había comenzado en 1885 la construcción de un monasterio en el pueblo de Inchgiri (estado de Karnataka).

De acuerdo con el estilo de vida y las capacidades de comprensión de sus contemporáneos, Shrî Bhausaheb Maharaj no enseñaba a sus discípulos más que un solo método para alcanzar la Realidad última: la meditación. En la filosofía hindú, la meditación se llama “pilipika marg” o “camino de la hormiga”, ya que es un largo camino que conduce a la Realidad suprema.

Después de la muerte de Shrî Bhausaheb Maharaj en 1914, Shrî Siddharameshwar Maharaj meditó sobre la enseñanza de su maestro. En 1918 renunció al mundo y se une a cuatro condiscípulos para transmitirlas enseñanzas de su maestro. En 1920 siente que se podía superar la fase de la meditación, ya que esta no era más que un primer paso en el camino de la Realidad. Sus condiscípulos le mostraron su desacuerdo, afirmando que Shrî Bhausaheb Maharaj no les había enseñado eso. “Es verdad”, les dijo “pero ¿no podemos ir nosotros más lejos?” Decidió, pues, emprender solo ese difícil camino y volvió a su casa de Bijapur. Se instaló en una terraza y, sentado en un viejo cañón, meditó sin interrupción durante nueve meses. No tenía otra alternativa para alcanzar su meta, su maestro no le había enseñado más que la meditación. Por la gracia de su maestro, sus esfuerzos no fueron en vano y enseguida comenzó a enseñar que se puede alcanzar la meta suprema por medio del “vihangam marg” o “camino del pájaro”, que quiere decir por medio de la reflexión mental. Es a través del mental que la ignorancia nos es transmitida de generación en generación, por tanto no es sino escuchando y practicando las enseñanzas del maestro y por medio de la reflexión profunda cómo se alcanza la Realidad suprema, y cómo un pájaro que vuela de árbol en árbol, el buscador alcanzará rápidamente su meta. Es el camino más corto hacia el despertar.

Sea cual sea el método (meditación o conocimiento), el grado a alcanzar es el de “laya”, es decir la disolución en el Ser. La ignorancia se produce por medio de los pensamientos, pero si los pensamientos se concentran en la Realidad, se puede alcanzar la Realidad última. Siddharameshwar Maharaj se esforzó sin tregua en alcanzar la Realidad. “Alcanzaré la meta incluso al precio de mi vida” decía, y por la gracia de su maestro, llegó a la realización del ser.

Luego enseñó “el camino del pájaro” a sus discípulos, es decir el camino del pensamiento. Este método consiste, en primer lugar, en exponer el conocimiento de la Realidad. Luego se pide al discípulo que renuncie al mundo, después que renuncie a la renunciación. A continuación, el conocimiento supremo (vignyana) le es desvelado.

Siddharameshwar Maharaj enseñaba con un lenguaje muy sencillo, sirviéndose de ejemplos de la vida cotidiana, pues para él, “parmatha” o la comprensión de la Realidad debía de ser explicada con sencillez, utilizando un vocabulario accesible a todos. Enseñó desde 1925 hasta 1936 y murió el 9 de noviembre del 1936 en Bombay después de haber dado la plena comprensión a sus discípulos.

Así pues, este libro es “La llave de la realización del ser”. El no explica más que uno de los caminos que conducen a la Realidad final que implica, en primer lugar, que comprendamos que somos los diferentes cuerpos o velos, y después que el orgullo engendrado por el conocimiento debe de ser disuelto en la Realidad (“laya” o absorción).

Shrî Dattatray Dharmayya Poredi ha desarrollado uno de los discursos de Shrî Siddharameshwar Maharaj, titulado “La llave de la realización del ser”. Discípulo de Siddharameshwar Maharaj, vivió en Sholapur (estado de Maharastra) y escribió numerosos poemas sobre el conocimiento enseñado por su maestro.

Escrito en Marathi, “La llave de la realización del ser” ha sido traducido al inglés por el doctor  Damayanti Dungaji, discípulo de Nisargadatta Maharaj, cuyo maestro era, igualmente, Siddharameshwar Maharaj.

Las enseñanza de Siddharameshwar Maharaj, expuestas de una manera sencilla y progresiva, han sido publicadas en marathi bajo el título de “Amrut Laya” (Absorción del néctar). La traducción inglesa de este libro está en camino y pronto será publicado.

Capítulo I

LA IMPORTANCIA DEL CONOCIMIENTO DEL SI[1]

Saludamos, primero, a Shrî Ganesh, luego a Shrî Sarasvati y por último al Maestro(Sadguru). ¿Por qué razón? ¿Acaso un cambio en el orden del saludo reverencial sería una fuente de confusión? Así es, esto produciría confusión, pues Shrî Ganesh es la divinidad de la meditación y de la contemplación, Shrî Sarasvati es la divinidad de la palabra. Con la ayuda de estas dos divinidades, la divinidad que crece en el corazón del discípulo no es otra que el Sadguru bajo la forma de la luz del Si. El estudio de los textos nos revela el sujeto y no es más que cuando él es bien comprendido que la gracia del Si nos es concedida. Sin embargo, el discípulo no puede alcanzar su meta solo estudiando los textos, también debe de venerar a la vez a Shrî Ganesh y a Shrî Sarasvati.

Habiendo realizado el secreto del principio enunciado por los sabios, que dice: “En primer lugar ver la manifestación, luego alabar el Vedanta, después la voz debe de cantar la mantra (el nombre sutil) para que su sentido se imprima en el interior”, el Maestro explica primero el sujeto, luego indica sus características que después son examinadas detalladamente.
En nuestros días, en la mayor parte de las escuelas, para enseñar algo a los niños, se les pone en las manos  el objeto y luego se les dice: “Este es el objeto”. Es lo que se llama el método kindergarten[2], es decir, el aprendizaje directo. De igual forma, el método del  Maestro consiste primero en dar al discípulo, de forma verbal la idea de la Realidad (mantra), antes de darle las enseñanzas necesarias para que su espíritu se impregne de su significación. El discípulo alcanzará resultados con este método de la tradición del Maestro.

Cuando el Maestro expone la verdad (el sujeto tratado), un discípulo de inteligencia ordinaria comprende la esencia de sus palabras y de su enseñanza. Pero la dificultad principal consiste en realizar lo que ha comprendido intelectualmente. El discípulo comprende lo que es el Atman, pero la duda puede persistir en su espíritu: “¿Cómo puedo ser yo el Alma o el Si?” Y mientras que el mental permanezca en la duda y el escepticismo, se puede decir que existe comprensión intelectual pero no realización. La solución está en la práctica y el estudio asiduo de la mantra, pues no puede haber impregnación más que si el estudio es constante.

Los cuadernos de caligrafía proponen unos modelos de letras muy bonitas, pero no podemos reproducirlas de la misma manera. No obstante, si nos ejercitamos con constancia, pronto podremos hacer letras muy bonitas sin esfuerzo. Se puede uno preguntar durante cuánto tiempo se debe practicar para que esto de fruto. El estudio y la práctica deben de perseguirse asiduamente, en función de la capacidad de cada uno, hasta la plena comprensión.

Se puede decir, que en general, un hombre de inteligencia ordinaria puede comprender una cosa después de dos o tres explicaciones. Si la repite diez o veinte veces se vuelve algo familiar, después de cien veces, es una costumbre y después de mil veces, esta se vuelve inherente a su naturaleza. Las fibras del yute, por ejemplo, son tan delicadas y tan finas que se dispersan en todos los sentidos al menor golpe de viento, pero si están trenzadas, forman una cuerda tan sólida que puede servir para atar un elefante a una piqueta. El estudio y la práctica juntos, son iguales de poderosos.

Es verdad, en efecto, que Parabrahman[3] es omnipresente y siempre libre, pero a causa de las prácticas y estudios erróneos en nuestras sucesivas vidas, el mental se ha hecho tan fuerte en nosotros, que ha hecho prisionero al eternamente libre Brahman dentro del pensamiento de identificación del cuerpo. Es el resultado sorprendente de una práctica sostenida. “Todo lo que no es realizable, se vuelve realizable por medio de la virtud del estudio, de la repetición, de la práctica”. Reconociendo esta importancia, el discípulo debe de venerar a Ganesh y a Sarasvati, esto quiere decir que él debe de realizarse a través de la meditación y el estudio profundo de la Verdad que se le ha enseñado.

Antes de iniciar este estudio, el discípulo tendrá interés en conocer varios puntos que tienen relación con este sujeto. ¿Por qué ha aparecido en el hombre la ilusión “yo soy el cuerpo”?   ¿Cuál es el estado del hombre al nacer? ¿Cómo ha desarrollado la idea de “yo y mío”?  ¿Ha nacido libre de cualquier miedo? ¿Si no, cómo y por quién puede liberarse de él? Es importante que el discípulo conozca las respuestas a todas estas cuestiones.

Antes de nacer, el ser humano estaba completamente acurrucado y aislado en el vientre de su madre, luego se encuentra proyectado en un mundo ilimitado. Abre los ojos y mira a su alrededor. A la vista de esta luz cegadora y de este espacio inmenso, parpadea aturdido. “¿Dónde he llegado yo solo? ¿Quién me protegerá? ¿Qué me va a pasar?” Estos son los temores que surgen en él y en cuanto nace, su primer golpe, él llora. Para reconfortarlo se le da un poco de miel o de leche, entonces piensa que todo va bien, ya que hay alguien que lo cuida. Pero este primer miedo queda tan aferrado en su siquismo, que se estremece al menor ruido, luego se calma de nuevo cuando mama del pecho de su madre. La vida de este ser humano depende enteramente del cuidado que recibe de sus padres.

Cuando crece, sus padres y profesores le enseñan las cosas del mundo. En la escuela aprende: la ciencia física, la geografía, la geometría y la geología, pero todos estos conocimientos no tienen un valor real. Después viene la fase de la juventud. Mira de nuevo a su alrededor buscando algo que lo reconforte y, tal y cómo está preestablecido en el mundo, lo busca en el matrimonio y el dinero. Está convencido que son las únicas cosas que sostienen su vida, pero pierde el tiempo, dejándose acaparar cada vez más por el deseo de renombre, de erudición, de poder y de autoridad.

Su mujer, sus riquezas, su estatuto social, la juventud y la belleza son sus principales posesiones y todo su soporte. Está tan orgulloso de sí mismo, que deja de lado el conocimiento de su naturaleza real. Cuando todas estas posesiones desaparecen una a una, según la ley de la naturaleza, el recuerdo del primer golpe surge a la superficie y totalmente quebrantado se siente frustrado. Entonces le invade la angustia: ¿Qué haré ahora? ¿He perdido todo lo que me sostenía, que me va a pasar?

Este ignorante no comprende que todas estas posesiones no tenían más que una base sólida, que es su Sí, su hecho de ser. No es más que a causa de eso, que el dinero tenía su valor, la mujer sus atractivos, el honor su mérito y la autoridad su poder. “¡Hombre, tú existes antes que todas estas riquezas de las que acabamos de hablar! ¿No es una paradoja el sentir que son ellas quienes te sostienen?” Si, además, la suerte le es desfavorable, ¿con qué riman los actos de este hombre? Un poeta, observando el comportamiento absurdo del ser humano, comparó las travesuras del mental a: “Un mono que se emborracha y termina dejándose picar por un escorpión”. Este poeta pudo estar tentado incluso a abandonar la escritura…

El acto de devoción del ateo consiste en alimentar su cuerpo y su única liberación es la muerte del cuerpo. Aquél cuya única meta, en esta vida, es la de alimentar su cuerpo, no podrá superar el cuerpo. ¡No hay nada extraño en eso! Si, por mala suerte, este hombre pierde toda su fortuna, pedirá dinero para continuar bebiendo y comiendo, y se declarará insolvente para alejar a sus acreedores. Al final, cuando la muerte le golpea, muere como ha venido. ¿Puede haber una tragedia peor? La mujer que complace a su marido porque quiere ponerse un pendiente de oro en la nariz, no piensa en el Señor que le ha dado una nariz para que ponga en ella un aro. De la misma manera, ¿cómo podrían los seres humanos, que únicamente viven en el plano animal y no ven más que el cuerpo como meta y fin, ver a Dios?

¡Aquél, cuyo poder ha dado vida al sol, a la luna y a los dioses, ese Todo Poderoso que es el soporte de todo, que está presente en el corazón de todos los seres, este se ha vuelto invisible para el hombre!

El hombre cuyos ojos son atraídos por el exterior, no ve más que el exterior. Existe un sinónimo para “ojo” en marathi: aksha. “A” es la primera letra del alfabeto, “ksha” es la antepenúltima. Eso quiere decir que, lo que el ojo ve es lo que hay en el espacio entre estas dos letras. No le informará más que de los objetos exteriores. Los objetos “groseros” serán visualizados por el ojo grosero y lo sutil será captado por los sentidos que, igualmente, son “groseros”. La letra que viene después de “ksha” es “gnya” que significa “conocimiento”  (gnyana). Este conocimiento no puede ser “visto” ni por el ojo grosero (exterior), ni por el ojo sutil del intelecto. Así pues se denomina al ojo por el sinónimo “aksha”.

Como el ojo, los otros órganos de los sentidos (oído, olfato, tacto étc) están dirigidos al exterior y existen debido a la fuerza de los objetos exteriores.  El rey del Conocimiento, “Yo soy”, impregna los sentidos y parece concederles un valor divino. Es a causa de esta exteriorización por lo que la evidencia de la anterioridad de “Yo soy” sobre los sentidos, no llama la atención de nadie. Durante numerosas vidas, el mental y el intelecto han adquirido la costumbre de no ver más que el exterior y así se ha hecho difícil el volverse hacia el interior. Este camino que se llama “el camino de vuelta”, o “dirección inversa”, es el camino que siguen los sabios. Ellos se vuelven en dirección opuesta y, observando el mental, abandonan todo apego a la visión exterior. Cuando el hombre ordinario duerme, los sabios están despiertos y cuando está despierto, los sabios se adormecen.

Todos los seres son extremadamente atentos a los objetos exteriores y se han vuelto muy hábiles en el campo de esta conciencia. Los sabios, al contrario, dan la espalda a las cosas exteriores y concentran toda su atención en el Si, al cual el hombre ordinario es indiferente.

El que gana un millón de rupias se pregunta cómo doblar la suma al día siguiente. Está obsesionado con la idea de adquirir cada vez más, mientras que los sabios le aconsejan: “¡No sigas, hombre, no sigas! Caerás dentro de un torbellino y esta ilusión (Maya) es un maremoto que se te llevará”. El modernismo, que arrastra a este mundo dentro de su cortejo de novedades incesante, forma el ciclón de la gran ilusión (maha Maya). Podéis estar seguros de que caeréis prisioneros de él y nadie sabe a dónde puede ir a parar el hombre atrapado por este ciclón. Cuando el sabio ve a este ser, cuya atención está cogida por el movimiento de la modernidad, corriendo de aquí para allá, luchando sin descanso, hace todo lo que puede por despertar el conocimiento del Si en él. ¡Bendito sea el día en que el mundo salga de su torpeza!

Un día, Ramdas y Toukaram se encontraron en riberas opuestas de un río. Ramdas hizo primero un gesto a Toukaram preguntándole cuantos seres había conducido al despertar en este mundo. Toukaran le respondió, igualmente, haciendo un gesto, con el puño cerrado se tocó los labios, indicaba así que no había encontrado a nadie interesado en el conocimiento del Si. Después él planteó la misma pregunta a Ramdas, que le respondió de la misma forma. Luego cada uno siguió su camino. A pesar de esto, los santos, por compasión, siempre han continuado su tarea. “¿Cómo puedo describir la dicha de los santos? Sin descansar, ellos me arrancan del sueño.” Dijo Toukaram.

Los dos han abandonado su cuerpo, pero nos han dejado su mensaje en los “ Abhangas” y el “Dasbodh”. Todas sus riquezas nos las han legado en estos libros, y si alguien se declara su heredero se le darán esas riquezas, pero antes deberá abandonar el nefasto deseo de riquezas mundanas. Para estar preparado para avanzar por el camino interior, deberá, igualmente, renunciar a todo lo que él cree que ha acabado o realizado, a todo lo que sea querido en su corazón. Es la condición sine qua non de esta empresa. El hombre está totalmente sumergido en el orgullo de cuerpo, de la posición social, de la familia, del pertenecer a una comunidad, un país y todo lo que constituye su naturaleza. Este orgullo mora en él, y hasta que no se libere de él, ¿cómo podrá considerarse un heredero de este tesoro que los santos han dejado? Este tesoro pertenece a aquél en cuyo corazón existe un arrepentimiento sincero. Aquél que se pregunta si podrá deshacerse de todo este orgullo acumulado nacimiento tras nacimiento y que así ha llegado a ser su segunda naturaleza, no debería inquietarse por si su arrepentimiento es sincero, pues el esclavo, que toma consciencia de su estado, busca instantáneamente la vía de la liberación. El esclavo satisfecho de su estado y que actúa para perpetuarlo, ni siquiera puede pensar que exista la vía de la liberación.

Un hombre puede tener la suerte de comprender que la ambición de superar al otro le hace retroceder. A partir de ese día entrevé el otro camino indicado por los sabios y, sea cual sea su ritmo, avanza por esta vía. Puede que el orgullo no lo deje de golpe, pero está determinado a liberarse de él, el Señor infinitamente bueno no dejará de tenderle una mano compasiva.

Aquél que se enorgullece de sus actos perversos puede poner fin a esta tendencia cultivando la altivez que dan los actos justos. Así, por medio de la práctica, pueden suprimirse todos los defectos. Se debe animar las cualidades, pero no se deben apegarse a ellas, pues el orgullo que suscitan es pernicioso y también debe de ser abandonado. Aquí puede surgir una duda: ¿cómo es que también debe uno desapegarse de las cualidades? ¿Después de todo, las cualidades no son siempre buenas? “Querido discípulo, aunque sea preferible tener cualidades antes que vicios o defectos, cuando se quiere alcanzar el conocimiento del Sí, el hecho de tener cualidades apreciadas por el hombre es cien veces peor.” Merecen ser rechazadas. “Mira como el hombre, aconsejado por los sabios, se esfuerza en suprimir sus defectos a causa del sentimiento de vergüenza que crean en la sociedad o en el espíritu de cada uno, pero aquél que posee cualidades siempre es alabado en este mundo, esto le produce tanto orgullo que le es muy difícil deshacerse de él.”

Mientras que es relativamente fácil abandonar toda arrogancia en lo que concierne a los defectos, es diferente cuando se trata de cualidades. A nadie le gusta admitir que ha cometido una falta, pero aquél que ha alimentado a miles de personas, que ha visitado los lugares santos, creado albergues para los peregrinos o rezado a Dios un millón de veces, está lleno de un orgullo tan profundo, que le es casi imposible renunciar a él. Por medio del arrepentimiento, el pecador pronto encuentra a su Maestro, mientras que aquél que ha realizado actos meritorios es cubierto de tantos elogios que, por ellos, pierde el camino hacia el Maestro.

Cuando se comprende esto, podemos sacar la conclusión de que el orgullo concerniente a los defectos es tolerable, mientras que el que es producido por las cualidades, se debe absolutamente evitar. Los dos son espinas en el camino del conocimiento del Sí, y si nos sacamos una espina con la ayuda de la otra que guardamos (el orgullo de las buenas acciones) en el bolsillo de nuestra camisa, ¿no terminaremos clavándonosla en el pecho? Un ladrón puede estar atado con cadenas de hierro y un rey con cadenas de oro, pero ¿significa eso que el rey no es un prisionero? El hombre que tiene cadenas de hierro estará    agradecido a quién le libere, mientras que el hombre que tiene cadenas de oro saltará a la garganta de aquél que intente desatarlo, hará todo lo posible por conservar sus cadenas de oro. ¿Por qué razón? ¿Cuál es este enemigo que vuelve al hombre feliz en su servidumbre? Es el orgullo del bien, de los actos meritorios, quien ahoga al hombre, es su enemigo por excelencia, es él quien pone los obstáculos en su camino espiritual. Es necesario renunciar a este orgullo, incluso si eso nos exige un considerable esfuerzo, pues sin esta renuncia no podemos pretender alcanzar el tesoro del conocimiento.

Es admitido que las riquezas de un hombre, descritas antes (dinero, bonita esposa, posición social étc), son el resultado de acciones meritorias efectuadas en vidas precedentes. Pero como son obstáculos en el camino del conocimiento último (Parmatha), podemos decir que son los resultados de malas acciones. Aquél que se glorifica de sus posesiones, también es él mismo poseído y entonces le es imposible alcanzar el camino del conocimiento.

Al contrario, tomemos un hombre que no tiene un duro en su bolsillo, ni mujer, ni posición social y es tan pobre que mendiga para alimentarse. No tiene ningún lazo con su comunidad, su familia, ni sus amigos. Desprovisto de todo y considerado por todos como un pecador, este hombre puede ser más digno de recibir el Conocimiento del Si, ya que ignora lo que es el orgullo. En efecto, está mucho más dispuesto a escuchar al Maestro que aquél que se preocupa mucho más de las adulaciones y no tiene tiempo de escuchar los consejos del Maestro.

Todos los seres humanos están encadenados desde su nacimiento, además se han creado cadenas artificiales bajo la forma del bienestar material debido al progreso. Para vivir en sociedad deben de doblegarse a las tradiciones, a las convecciones sociales y a las reglas del país. Numerosos son los que creen que cada vez tienen más libertad, mientras que no hacen más que seguir modas. Quien no bebe té o no se afeita todos los días es considerado como un palurdo. El hombre que se hunde en la servidumbre de la sociedad, aceptando ciegamente sus prejuicios, no hace sino alienarse más y acrecentar su orgullo por las cosas sin interés. Si quiere liberarse de las ataduras, deberá rechazar completamente este orgullo, a riesgo de ser tratado como un loco por los bien-pensantes.

La única meta del buscador es la de aniquilar su orgullo y su identificación con el cuerpo. Si esta tarea le parece demasiado ardua o si no está preparado a renunciar a su vida en el mundo, puede comenzar por la renuncia interior, lo que significa la renunciación gracias a la reflexión. Cuando esta se establece, la renunciación exterior se vuelve posible poco a poco. Por ejemplo, le cuesta poco a quién tiene la costumbre de herir a los demás con palabras, el no decir más que cosas amables y aquél que miente inútilmente, debería reservar sus mentiras únicamente para los casos en que estas permitieran evitar catástrofes. El hombre tampoco debería envidiar la prosperidad de su vecino. ¿Tan difícil es tomar esta decisión? Cuando se renuncia a las malas inclinaciones, se adquiere la fuerza de renunciar también a las cosas exteriores.

El mundo es como un sueño y en este mundo de sueños, el bien o el mal, la piedad (dharma)[4] o la impiedad (adharma), mérito o desmérito no tienen importancia para despertar al Si. Por tanto es necesario renunciar a lo que es bueno como a lo que es malo para alcanzar el conocimiento del Si. Sin embargo, aunque lo que acabamos de decir sea cierto, los hombres siempre tienen dificultades para deshacerse del dominio del orgullo. Poco importa cuantas veces se les repita el precepto “¡Renuncia, renuncia!”, el orgullo no disminuirá por ello, pero si se descubre la causa de este orgullo y si esta puede ser suprimida, la renuncia se conseguirá automáticamente.

La principal causa por la que se enorgullece de alguna cosa es porque considera esta cosa como que es verdad. Si se está convencido intelectualmente de la inutilidad de un objeto o si se comprende que es un señuelo, la realidad del objeto desaparece y entonces se vuelve posible desapegar su corazón de este objeto. Una imitación del tamarindo no da el verdadero fruto del tamarindo, no es más que un objeto del bosque, pero mientras que el hombre no ejercite su espíritu de discriminación, la vista del tamarindo silvestre le hará salivar pues está convencido que tiene el fruto verdadero. ¡Sin embargo, cuando sabe que es un tamarindo silvestre, aprecia el aspecto estético sin salivar! Esta actitud se llama desapego.

Todo esto, nos conduce a la conclusión de que la razón del desapego hacia una cosa es el resultado de la comprensión de la verdadera naturaleza de esa cosa. Hasta que la futilidad de este mundo no esté impresa en el mental del hombre de forma definitiva, es difícil alcanzar el Conocimiento del Si. Mientras no se dé cuenta de la falsa naturaleza de una cosa, no aspirará a algo verdadero. No se puede renunciar a lo que es falso, mientras el intelecto lo considere absolutamente verdadero.

El día en que el conocimiento deformado del mundo es aniquilado por la gracia del Maestro, el hombre comprende que todo no es más que apariencia. Después de esta transformación, podrá ver y apreciar el mundo como si fuera un film o una fuente de diversión, pero el desapego que ha alcanzado permanecerá. El desapego sin el conocimiento del Si es una experiencia estéril. Sin conocimiento del Si, no puede haber verdadera renuncia y sin renuncia, no puede haber conocimiento del Si, es una paradoja. Los Sabios nos han propuesto varios métodos para salir de esta espiral: el camino de la devoción al Maestro, a Dios, los salmos, los peregrinajes, la caridad. También han sugerido a la humanidad un gran número de obligaciones.

La naturaleza humana es de tal manera que, si el hombre es desposeído de alguna cosa, sufre intensamente, y hará todo lo posible por recuperar lo que ha perdido, pero si escoge libremente separarse de esta cosa, su sacrificio le otorga un inmenso gozo. El hombre que bajo coacción rechaza gastarse un céntimo, se gastará miles para alimentar las multitudes en Pandharpur (lugar santo de Maharashtra), si así lo ha decidido. Aquél cuyo orgullo impide doblegarse ante la voluntad de los demás, puede someterse totalmente a un ser más humilde, después de haber estado en compañía de santos o de haber entonado cantos devocionales. Olvida el orgullo de su casta o de su posición social. Un Rao Saheb (grado honorífico del estado), que tenía vergüenza de ponerse pasta de sándalo en su frente (ritual religioso), ahora se deja embadurnar toda la cara de Buka (un polvo negro), que simboliza el abandono de su máscara, así ensombrece el rostro del orgullo. Este mismo, para quien cantar y bailar eran obscenos, se olvida totalmente y gira de gozo como un torbellino aclamando el nombre de Dios. Sabiendo que es así como el hombre sacrifica su orgullo, los santos han instaurado la práctica cotidiana de Bhajans (cantos de devoción) y de Pujas (rituales). Y de esta manera han indicado un camino progresivo hacia el Conocimiento del Sí, que muestra al hombre hasta que punto es fácil renunciar y cómo el mental puede ser purificado de todo orgullo.

El Conocimiento del Si significa el conocimiento de uno mismo, y cuando hemos comprendido quienes somos, la discriminación entre lo permanente y lo transitorio se hace automáticamente. La renuncia a lo transitorio y la aceptación de lo que es permanente resulta natural. El miedo a la decepción es inevitable debido a la naturaleza transitoria de las cosas. El hombre dominado por el miedo a la muerte se esfuerza continuamente en conservar lo que tiene, hace todo lo posible por guardar su dinero, por conservar la juventud y la belleza de su mujer y lucha por mantener su posición social, pero nada ocurre según sus deseos, pues todo muere. Nadie puede escapar a su destino y cada uno, un día u otro, será triturado por él, incluso los Dioses como Brahma[5] no están liberados del miedo a la muerte.

Si se le diera todo al hombre atormentado por la muerte, ¿suprimiría eso su miedo? Él debe de encontrar lo que le libere definitivamente del miedo, el tesoro del “no-temor”. Este mendigo ha perdido el tesoro de su Si y canta continuamente: “yo soy el cuerpo, yo soy el cuerpo”; nunca satisfecho repite: “yo quiero esto, yo quiero aquello”, anda errante de aquí para allá, siempre buscando alguna cosa. Dominado por el miedo, no piensa más que una sola cosa: “¿Qué me va a suceder? ¿Qué le ocurrirá a mi mujer, a mis hijos, a mi dinero y a todo lo que me pertenece?”. Nunca está en paz. Solo el Maestro podrá concederle el más noble de todo los dones, el “no-temor”, ni los reyes ni los Dioses pueden darle eso pues, aunque todas las riquezas del mundo estén a sus pies, el emperador vive con el temor al enemigo. El mismo Señor Indra está atormentado día y noche por la idea de que su posición podría ser trastornada por los Sabios que siguen la vía de la austeridad y de la penitencia.

Meditar esto profundamente: ¿Cómo podrían liberar a los demás aquellos que no están liberados del miedo? Solo los sabios que, centrados en el Si, han desarraigado el miedo de las profundidades de su ser, destruyendo así la identificación con el cuerpo, son capaces de transmitir esta cualidad de “no-temor”, de quietud. Todos los demás, ya sean dioses, demonios u hombres, no so más que pobres mendigos. Ellos nunca tendrán este don de la quietud hasta que no se refugien en el Maestro espiritual. Los Dioses mantienen el orgullo de su riqueza divina y los demonios el de su riqueza perversa, el ser humano es aplastado por su propio tormento. Los Dioses como los coolis (porteadores), llevan el fardo de los tormentos de los demás sobre sus cabezas. ¿Qué se puede decir del ser humano? Solo el Maestro tiende la mano para liberar al hombre de su fardo y concederle la joya de la quietud, el estado de no-temor.

De todos los conocimientos, el conocimiento del Sí es el más noble; de todos los dharmas[6], leyes del mundo, el swadharma (ley del Ser) es la más noble. Los Sabios difunden el conocimiento del Si entre los hombres y enseñan el sentido de swadharma.

En este mundo podemos estudiar toda clase de ciencias y de artes, pero estos conocimientos son vanos, los sabios rehusan conocerlos y  se consagran a enseñar el conocimiento del Si, que es el único verdadero conocimiento.

Muchos misioneros rivalizan unos con otros y declaran que su religión es la más noble y que las otras conducen al hombre a la perdición. No contentos con dar consejos, piensan cumplir con su deber sagrado de convertir a los hombres, utilizando, si es necesario, la corrupción o las amenazas de los peores males. Es lo que aún hoy se puede observar. Esta estafa religiosa, coactiva y tiránica, no tiene por meta el bienestar de los hombres.

El Santo Ramdas decía: “Si existe una religión en el mundo, que sea verdaderamente noble, es la del swadharma, es decir la ley de nuestra propia naturaleza”. Swadharma significa residir en su propia naturaleza sea cual sea la condición del hombre, su casta, su religión o su país. Para comprender el swadharma, es necesario darse cuenta de que esta naturaleza del Si es inherente a todas las formas de vida, ya se trate de una hormiga o de un hombre.

Solo esto es swadharma, y los otros cultos que se presentan como religiones son paradharma, es decir, religiones de lo que no es “el Si”. Estas religiones han establecido reglas y métodos que son extraños a nuestra naturaleza real. De esta forma es como definimos swadharma y paradharma. Pero si admitimos el sentido corriente de swadharma puede producir absurdos. Tomemos, por ejemplo, el caso de una prostituta que cree seguir su propia naturaleza ejerciendo su oficio. Ella enseñará la misma vía a su hija, que tendrá la misma convicción de seguir su propia naturaleza. ¿Quién sabe si, un día, alguien amante de las mujeres no incluirá la vida de esta mujer en un libro sobre la vida de los santos?

El Señor nos ha aconsejado en la Bhagavad Gita: “es preferible morir dentro de swadharma antes de seguir la vía extraña al Si, llena de peligros”. La erradicación de la identificación al cuerpo es el signo del conocimiento del Sí y los Sabios experimentan esta clase de muerte mientras que aún están en vida. Es esta muerte la que se debe de buscar. “He visto mi propia muerte, ¿cómo puedo describir este suceso que es único?” dice Toukaram. ¿Cómo podrá el tibio, que vive en paradharma y que para él todo acaba con la muerte del cuerpo, comprender este proceso de muerte, mientras que aun se está en vida? El desdichado piensa en la muerte solo en términos de pira, bambúes o sarcófagos, según los ritos que correspondan a su religión. Estos dharmas, sólidamente fundados en la identificación con el cuerpo, contienen el deseo de paraíso y el miedo al infierno, las nociones de mérito y de pecado, de esclavitud y de liberación.

Todo ser humano tiene derecho a seguir el swadharma, su propia naturaleza, donde no existe ni la atracción por los placeres divinos ni el miedo al dolor del purgatorio, y donde la alienación y la liberación no tiene ningún sentido. Estas pseudo religiones resplandecen y se extienden gracias a la novedad, pero la dolorosa máxima sigue estando ahí: “Todo lo que nace debe de morir”. ¡Estas pseudo religiones desaparecerán en su momento y solo la gloria y la victoria de swadharma brillarán!

El Señor Krishna dio este consejo a Arjuna: “Abandona toda religión y toma refugio en mí. Las religiones son un obstáculo en el camino que lleva a mí, toma refugio en Paramatma, la vía del Si, que es el verdadero Conocimiento. Tendrás plenitud cuando me hayas alcanzado, y ya nada quedará por hacer. Todo el karma[7], ¡oh hijo de Prutha! se disolverá en el conocimiento del Si”. Con el pretexto de guiar a Arjuna, el Señor Krishna ha enseñado esto a todos los hombres, y aceptando sus palabras, ellas se cumplirán.

Nada en el mundo es más importante que el conocimiento del Sí, ninguna otra actividad ni ninguna otra tarea tiene sentido. Eso no quiere decir que las otras clases de conocimientos o actividades, fuera del conocimiento del Sí, sean inútiles, ineficaces y sin valor, simplemente ellas no son ninguna ayuda para la realización del Si. Realizando sacrificios es posible obtener resultados, ganar el paraíso o tener un hijo, por ejemplo; igualmente se puede apaciguar a las divinidades venerándolas. El estudio de las Escrituras sagradas también permite adquirir competencias. Todas estas acciones son consideradas como meritorias en este mundo práctico, pero ellas no dejan de ser obstáculos por eso, hasta que el Si no se abra en el hombre y difunda Su Gracia. Las cualidades, consideradas como las mejores en este mundo, se muestran como impedimentos y los remedios como trabas. Los Sabios son muy conscientes de eso y no les conceden ninguna atención, aunque ellos puedan conquistar los tres mundos[8]. Para ellos, la posición del Señor Indra, dominado por la codicia, no vale mucho más, que el excremento de un cuervo.

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SINDARIN

HISTORIA INTERNA

El sindarin fue la lengua eldarin principal en la Tierra Media, la lengua vernácula utilizada por los Elfos Grises o Sindar. Fue la descendiente más destacada del telerin común, que era a su vez una rama más del eldarin común, el antecesor del quenya, telerin, sindarin y nandorin.”En su origen la lengua de los Elfos Grises estaba emparentada con el quenya,” explica Tolkien, “porque era la lengua de aquellos Eldar que habían llegado a las orillas de la Tierra Media y no habían atravesado el Mar, quedándose un tiempo en las costas del país de Beleriand. Allí Thingol Mantogrís de Doriath era el rey, y en el largo crepúsculo la lengua…se había apartado mucho de la lengua de los Eldar de más allá del Mar” (SdlA Apéndice F). Aunque se dice que el sindarin es la mejor conservada de las lenguas eldarin de la Tierra Media (*PM:305), es incluso así también la lengua élfica más radicalmente transformada de la que tenemos un conocimiento extenso: “el lenguaje de los Sindar ha cambiado mucho, incluso en un crecimiento tan sutil como el de un árbol puede modificarse imperceptiblemente su forma, tanto quizá como una lengua no-escrita mortal pueda cambiar en quinientos años o más. Ya antes del Amanecer del Sol era un habla enormemente diferenciada del quenya, y aunque después del Amanecer todo cambio fue rápido, durante un tiempo en la segunda Primavera de Arda estos cambios fueron, si cabe, aún más rápidos”. (*WJ:20). El desarrollo desde el eldarin común al sindarin implica cambios mucho más radicales que el desarrollo desde el EC al quenya, o al telerin de Aman. Tolkien sugirió que el sindarin “había cambiado con los cambios de las tierras mortales” (SdlA Apéndice F). Esto no quiere decir que los cambios fuesen incoherentes y poco sistemáticos; fueron definitivamente regulares – pero modificaron dramáticamente el sonido general y la musicalidad del lenguaje. Algunos de los cambios destacados incluyen la supresión de las vocales finales, la transformación de las oclusivas sordas p, t, k en las sonoras b, d, g cuando siguen a una vocal, la transformación de las oclusivas sonoras en fricativas en la misma posición (excepto g, que desaparece) y la alteración de muchas vocales, a menudo por asimilación con otras vocales. De acuerdo con *PM:401, “el desarrollo (¿natural?) del sindarin se había alterado, tiempo antes de la llegada de los Ñoldorin exiliados, principalmente por la inclusión de cambios sutiles similares a los de las lenguas de los Hombres”. En referencia a estos grandes cambios, *PM:78 señala que “era aún una lengua bella, muy adecuada para los bosques, las colinas y las costas en los que había tomado forma”.
          En la época en que los Noldor regresaron a la Tierra Media, casi tres milenios y medio después de su separación de los Sindar, el sindarin clásico estaba completamente desarrollado. (Incluso parecía haber entrado en una fase más estable, a pesar de la afirmación de Tolkien de que los cambios fueron rápidos después del Amanecer del Sol: los que acaecieron durante los siguientes siete mil años, hasta la época de Frodo, fueron casi imperceptibles comparados con el veloz desarrollo de los tres mil años precedentes.) En la Primera Edad, coexistían varios dialectos del sindarin – la antigua lengua de Doriath, el dialecto occidental de los Falathrim o “Pueblo de la Costa” y el dialecto septentrional de los Mithrim. No se sabe con certeza cuál de éstos fue la base del sindarin hablado en Épocas posteriores, aunque la lengua de los Falathrim parece ser la mejor candidata, ya que Doriath fue destruida, y lo poco que sabemos del sindarin septentrional sugiere que difería del sindarin de los días de Frodo. (El nombre Hithlum pertenece a este dialecto; véase *WJ: 400).
          En un primer momento, los Noldor y los Sindar fueron incapaces de entenderse mutuamente, ya que sus lenguas se habían distanciado demasiado durante su larga separación. Los Noldor aprendieron sindarin rápidamente e incluso empezaron a traducir sus nombres quenya al élfico gris, pues “encontraban absurdo y de mal gusto llamar a personas vivas que hablaban sindarin cotidianamente con nombres de un idioma tan distinto” (*PM:341). Algunas veces los nombres eran adaptados con sumo cuidado, tal como debió hacerse con Altariel, retrocediendo hasta su (hipotética) forma en eldarin común *Ñalatârigellê; partiendo de esta “reconstrucción” los Noldor derivaron la forma sindarin que habría aparecido en sindarin si realmente hubiera existido el nombre arcaico *Ñalatârigellê: Galadriel. Los nombres no siempre se tradujeron con tanto cuidado. El destacado nombre de Fëanor es, de hecho, un compromiso entre el quenya puro, Fëanáro, y la forma sindarin correcta, Faenor, (“correcta” en el sentido de que esta es a la que habría evolucionado dentro del sindarin, la forma primitiva *Phayanâro, si en verdad se hubiera dado este nombre en el eldarin común de la Antigüedad). Algunos nombres como Turukáno o Aikanáro, simplemente fueron sindarizados en el sonido, si bien las formas resultantes, Turgon y Aegnor resultaban poco significativas en élfico gris (*PM:345). Muchas de las traducciones tuvieron lugar muy temprano, antes de que los Noldor hubieran captado todas las sutilezas del sindarin – por lo que los nombres resultantes “eran, a menudo, incorrectos: es decir, no se correspondían exactamente en significado; ni las formas resultantes en sindarin eran siempre las más cercanas a las quenya” (*PM:342).
          Pero los Noldor, desde siempre expertos lingüistas, adquirieron un rápido dominio de la lengua sindarin y establecieron su relación precisa con el quenya. Veinte años después de la llegada de los Noldor a la Tierra Media, durante la Mereth Aderthad o Fiesta de la Reunión, “la gente habló sobre todo la lengua de los Elfos Grises, aun los mismos Noldor, pues aprendieron deprisa el idioma de Beleriand; en cambio los Sindar eran lentos en dominar la lengua de Valinor” (Silmarillion cap. 13). El quenya como lengua hablada fue finalmente abolido por Thingol cuando supo que los Noldor habían asesinado a muchos Teleri y robado sus barcos para regresar a la Tierra Media: “¡Nunca otra vez quiero oír la lengua de los que mataron a mi gente en Alqualondë! Ni nadie la hablará abiertamente en el reino, mientras dure mi Poder”. En consecuencia “los Exiliados adoptaron la lengua sindarin en la vida cotidiana”. (Silm. cap. 15). Parece que el edicto de Thingol únicamente aceleró el proceso, dado que, como ya se ha dicho, muchos de los Noldor ya hablaban sindarin.
          Más tarde, los Hombres Mortales aparecieron en Beleriand. El Apéndice F en SdlA (y CI:276) nos informa que “sólo los Dúnedain entre todas las razas de los hombres conocían y hablaban la lengua élfica; sus antepasados habían aprendido la lengua sindarin, y la transmitieron a sus hijos junto con todo lo que sabían, y cambió muy poco con el paso de los años”. Quizás fueron los Dúnedain quienes estabilizaron el sindarin, al menos tal como lo usaron entre ellos (CI:275 establece que el sindarin empleado por los Hombres Mortales, por lo demás “tendió a diferenciarse y volverse dialectal”). Cualquiera que haya sido el sindarin habitual entre los Hombres en Épocas posteriores, en la Primera Edad “la mayor parte [de los Edain] no tardó en aprender la lengua de los Elfos Grises, como habla común, y también porque había muchos que deseaban sobre todo aprender la ciencia de los Elfos” (Silmarillion cap. 17). Con el tiempo, algunos Hombres conocieron y hablaron sindarin tan fluidamente como los Elfos. La célebre balada Narn i Chîn Húrin (tal y como se escribe correctamente) fue obra de un poeta de los Hombres llamado Dírhavel, “pero los Eldar le concedieron gran valor, pues Dírhavel empleó en ella la lengua de los Elfos Grises con suma habilidad” (CI:190. Por otro lado el pueblo de Haleth nunca aprendió bien, ni con agrado, el sindarin; véase CI:471). Túrin aprendió sindarin en Doriath; una tal Nellas “le enseñó a hablar la lengua sindarin según la manera del viejo reino, más antigua, más cortés y más rica en hermosas palabras” (CI:103).
          Los mismos Elfos continuaron usando el sindarin a lo largo de toda la Primera Edad. Uno hubiera podido pensar que los Noldor de un asentamiento noldorin como Gondolin habrían revivido el quenya como lengua propia hablada, pero parece que no fue el caso, excepto en la Casa Real: “Para la mayor parte del pueblo de Gondolin [el quenya] se había convertido en una lengua libresca, y, como los otros Noldor, utilizaban el sindarin como lengua cotidiana” (CI:76). Tuor oyó a la Guardia de Gondolin hablar primero en quenya y luego “en la lengua de Beleriand [sindarin], aunque con inflexiones algo extrañas, como las de un pueblo que hace mucho tiempo se separó de sus hermanos” (CI:63). Incluso el nombre quenya de la ciudad, Ondolindë, aparece siempre en su forma sindarizada Gondolin (aunque esta es una mera adaptación y no “auténtico” sindarin; la foma primitiva *Gondolindê habría evolucionado a **Gonglin, si la palabra se hubiera heredado).
          Gran número de hablantes de sindarin perecieron en las guerras de Beleriand, pero gracias a la intervención de los Valar, Morgoth fue finalmente derrotado en la Guerra de la Cólera. Muchos Elfos marcharon a Eressëa cuando finalizó la Primera Edad, y de entonces en adelante el sindarin pasó evidentemente a ser una lengua hablada tanto en el Reino Bendecido como en la Tierra Media (un pasaje del Akallabêth, citado más abajo, indica que los Númenóreanos conversaban con los Eressëanos en sindarin). Los Valar querían recompensar a los Edain por sus sufrimientos en la guerra contra Morgoth y elevaron una isla en el mar, y los Hombres, siguiendo la Estrella de Eärendil hasta su nuevo hogar, fundaron el reino de Númenor.
          El sindarin fue ampliamente usado en Númenor: “Porque aunque este pueblo todavía hablaba su propio idioma, los reyes y señores conocían y hablaban también la lengua élfica, que habían aprendido en los días de la alianza, y por tanto aún conversaban con los Eldar, fuera con los de Eressëa o con los del oeste de la Tierra media” (Akallabêth). Los descendientes del pueblo de Bëor incluso usaban el sindarin en su vida cotidiana (CI:275). Aunque el adûnaico era la lengua vernácula para la mayoría del pueblo Númenóreano, “casi todos tenían un cierto conocimiento del sindarin” (CI:275). Pero las cosas cambiaron más tarde. Los Númenóreanos empezaron al envidiar la inmortalidad de los Elfos, y gradualmente abjuraron de su antigua amistad con Aman y los Valar. Cuando Ar-Gimilzôr “prohibió totalmente el uso de las lenguas eldarin” alrededor del 3100 de la Segunda Edad, debemos suponer que incluso los Bëoreanos abandonaron el sindarin y adoptaron en su lugar el adûnaico (CI:285). La historia de la locura de Ar-Pharazôn, la fingida “rendición” de Sauron, la total corrupción de los Númenóreanos y la Caída de Númenor son bien conocidas gracias a la Akallabêth. Tras la Caída, los Amigos de los Elfos supervivientes instauraron los Reinos en el Exilio, Arnor y Gondor, en la Tierra media. *PM:315 dice: “Los Fieles (tras la Caída)…hablaban sindarin, y en esa lengua bautizaron todos los lugares a los que dieron un nuevo nombre en la Tierra Media. El adûnaico fue restringido al uso diario y como tal fue abandonado al descuido y la corrupción, era, además, la única lengua de los analfabetos. Todos los hombres de alto linaje y todos a los que se enseñaba a leer y escribir usaban el sindarin, incluso como lengua cotidiana entre ellos. En algunas familias, se dice, el sindarin se convirtió en la lengua materna, y la lengua vulgar adûnaica se aprendió sólo raras veces, cuando era necesario. No obstante, no se enseñó sindarin a los extranjeros, tanto porque se mantuvo como señal distintiva de descendencia Númenóreana como por su probada dificultad de aprendizaje – mayor que la de la «lengua vulgar».” De acuerdo con esto, también se afirma que el sindarin había sido “la lengua normalmente hablada por el pueblo de Elendil” (CI:354).
          Entre los Elfos mismos, el sindarin se extendió hacia el este durante la Segunda y Tercera Edad y desplazó a la larga a algunas de las lenguas silvanas (nandorin, daniano).”A fines de la Tercera Edad las lenguas silvanas ya no se hablaban probablemente en las dos regiones que tuvieron más importancia en los tiempos de la Guerra del Anillo: Lórien y el reino de Thranduil, al norte del Bosque Negro” (CI:326). El silvano desaparecía, el sindarin se imponía. En realidad, SdlA1/II cap. 6 nos da la impresión de que el idioma usado en Lórien era alguna lengua extraña de los Elfos de los Bosques, pero Frodo, el autor del Libro Rojo, estaba errado. Una nota al pie en SdlA Apéndice F explica que en los días de Frodo, en Lórien también se hablaba sindarin “aunque con un acento peculiar, pues la mayor parte de la gente era de origen silvano. Este acento y su limitada familiaridad con el sindarin confundió a Frodo (como lo señala en El Libro del Thain un comentarista de Gondor)”. CI:325 profundiza en esto: “En Lórien, donde la mayor parte de la gente era de origen sindarin o noldorin, escapados de Eregion, el sindarin se había convertido en la lengua común. No se sabe, por supuesto, en qué se diferenciaba este sindarin hablado de las formas de Beleriand – véase [SdlA1] II 6, donde Frodo observa que el lenguaje del pueblo silvano que utilizaban entre ellos era distinto del que se usaba en el Oeste -. Es probable que las diferencias se refirieran sobre todo a lo que hoy llamaríamos «acento»: diferencias entre los sonidos vocálicos y las entonaciones, en cantidad suficiente como para confundir a Frodo, que no hablaba un sindarin realmente puro. También pueden haber habido, claro está, algunos localismos y ciertos elementos imputables en última instancia a la antigua lengua silvana. El sindarin estándar, sin “acento”, evidentemente era el hablado en Rivendel y entre el pueblo de Círdan en los Puertos”.
          Pero al final de la Tercera Edad, los Elfos fueron abandonando la Tierra Media sin importar qué lengua hablaran. El dominio de los Hombres Mortales, los Segundos Nacidos de Ilúvatar, estaba a punto de comenzar. Tolkien observa que a finales de la Tercera Edad había probablemente más Hombres que hablaban el sindarin o conocían el quenya que Elfos que hacían una cosa o la otra (Cartas:494). Cuando Frodo y Sam se encontraron con los hombres de Faramir en Ithilien, los escucharon hablar primero en la lengua común (oestron), para expresarse luego en “otro idioma que les era propio. Con profunda extrañeza Frodo advirtió, al escucharlos, que hablaban lengua élfica, o una muy similar; y los miró maravillado, pues entonces supo que eran sin duda Dúnedain del Sur, del linaje de los Señores de Oesternesse” (SdlA2/IV cap. 4). En Gondor, “el sindarin era una lengua culta adquirida y empleada por los de ascendencia más puramente N[úmenóreana]” (Cartas:494). El locuaz herborista de las Casas de Curación se refería al sindarin como “la lengua noble” (SdlA3/V cap. 8: “Vuestra señoría ha pedido hoja de reyes como la llaman los rústicos, o athelas, en la lengua noble, o para quienes conocen algo del valinoreano [= quenya]…”).
          Qué pasó con el sindarin en la Cuarta Edad es algo que no sabremos nunca. Como el quenya, debió haberse recordado tanto tiempo como perduró el reino de Gondor.

Denominaciones del lenguaje

“Sindarin” es el nombre quenya de esta lengua, palabra derivada de Sindar *”Los Grises” = Elfos Grises; que puede ser (y es) traducido como élfico gris. No se sabe con certeza cómo llamaban los Sindar a su propia lengua. Se dice de los Elfos de Beleriand que “su propia lengua era la única que habían oído siempre; y no necesitaban de ninguna palabra para definirla y diferenciarla” (*WJ:376). Los Sindar con probabilidad se referían a su propia lengua simplemente como edhellen “élfico”. Como se ha indicado más arriba, el herborista de las Casas de Curación se refería al sindarin como la “lengua noble” (mientras que “la más noble de las lenguas del mundo” sigue siendo el quenya, CI:279). A lo largo de SdlA, el término empleado habitualmente es “la lengua élfica”, ya que el sindarin era la lengua vernácula empleada por los Elfos.

HISTORIA EXTERNA

En 1954, en Cartas:208, Tolkien afirmó que la lengua viva de los Elfos del Oeste (sindarin o élfico gris) es la que habitualmente encontramos (en SdlA), especialmente en los nombres. Ésta deriva de un origen que les es común a ella y al quenya; pero las diferencias fueron deliberadamente ideadas para darle un carácter lingüístico semejante (que no idéntico) al galés: “porque encuentro ese carácter muy atractivo en algunos temples lingüísticos, y porque parece adecuarse al tipo de leyendas e historias más bien «célticas» que cuentan sus hablantes”. Más tarde, descubrió que “este elemento de la historia ha proporcionado quizá más placer a muchos lectores que cualquier otra cosa en ella” (MC:236).
          Una lengua de sonoridad galesa o céltica estuvo presente en los mitos de Tolkien desde el principio. Este lenguaje se llamó originalmente gnómico (Gnomish) o I·Lam na·Ngoldathon, “la lengua de los Gnomos (Noldor)”. El diccionario gnómico original de Tolkien, fechado alrededor de 1917, se publicó en Parma Eldalamberon #11, y resultó ser un documento muy inteligible, con miles de palabras. Muchas palabras gnómicas pueden encontrarse también en los apéndices de CP1 y CP2. Parma publicó además una gramática gnómica (nunca completada). Pero aunque Tolkien invirtió mucho tiempo y esfuerzo en este lenguaje, fue de hecho rechazado más tarde. En *PM:379, en un documento posterior, Tolkien se refiere al gnómico como “la lengua élfica que finalmente se convirtió en aquella que conocemos como sindarin” e indica que “era aún primitiva y desorganizada”. Algunos de los conceptos centrales de la gramática gnómica, en particular determinadas mutaciones consonancias, se reciclaron luego en el sindarin. Una cierta cantidad de vocablos gnómicos también sobrevivieron en sindarin, inalterados o en formas reconocibles. A pesar de esto, el gnómico era en realidad un lenguaje completamente diferente, si bien poseía un estilo fonético levemente parecido al del sindarin (¡montones de ch’s y th’s, y consonante final en la mayoría de las palabras!). Una importante particularidad del sindarin, la metafonía o afección de vocales, aparece reseñada por primera vez en las gramáticas escritas por Tolkien en los años 20. Pero no fue hasta los años 30, en las Etimologías, que surgió de los apuntes de Tolkien un lenguaje realmente parecido al sindarin de SdlA. Éste se llamaba, como se indicó más arriba, “noldorin”, ya que, como su predecesor gnómico, se concibió como el lenguaje, no de los Sindar, sino de los Noldor – desarrollado en Valinor. El quenya se pensó en esta etapa sólo como lengua de los Lindar (más tarde Vanyar). Sólo mucho más tarde, cuando se empezaban a escribir los Apéndices de SdlA, Tolkien abandonó esta idea y transformó el noldorin en sindarin. Hizo del quenya la lengua nativa tanto de los Vanyar como de los Noldor – que más tarde simplemente adoptaron el sindarin cuando llegaron a la Tierra Media. Se “rechazó” que el lenguaje de sonoridad céltica de los mitos de Tolkien fuese, después de todo, su propia lengua (aunque en los anales de la Tierra Media, llegaron a ser ciertamente sus usuarios más prominentes). No se originó en el Reino Bendecido de Valinor, sino que era una lengua indígena de la Tierra Media.
          En la concepción antigua, los Elfos nativos de Beleriand hablaban una lengua llamada ilkorin, que de hecho fue desplazada por el sindarin cuando Tolkien realizó su revisión (Edward Kloczko ha argumentado que el ilkorin fue transformado en el dialecto septentrional del sindarin; su artículo se adjunta en mi propio ensayo sobre el ilkorin.
          La decisión de Tolkien de revisar en esencia la historia del lenguaje de sonoridad céltica de sus mitos fue probablemente afortunada, haciendo el escenario lingüístico mucho más plausible: sin duda era difícil imaginar que los Vanyar y los Noldor pudiesen haber desarrollado dos lenguajes tan marcadamente distintos como el quenya y el “noldorin”, mientras convivían como vecinos en Valinor. Transformando el “noldorin” en sindarin se solucionó ese problema; ahora las dos ramas del élfico podrían desarrollarse de manera totalmente independiente durante las largas eras que sus hablantes vivieron en absoluta separación los unos de los otros.
          El “noldorin” de las Etimologías no es exactamente idéntico al sindarin tal y como éste aparece en SdlA, ya que Tolkien nunca dejó de refinar y alterar sus lenguajes inventados. Pero muchas de las diferencias que separan al “noldorin” del sindarin de SdlA son afortunadamente regulares, reajustando Tolkien algunos detalles de la evolución a partir del élfico primitivo. Por lo tanto, la mayor parte del material “noldorin” puede actualizarse con bastante facilidad para concordar con el escenario lingüístico de SdlA. Unas cuantas palabras deben ser alteradas sutilmente; por ejemplo, el diptongo “noldorin” oe debería ser más bien ae en sindarin. Un ejemplo involucra a Belegoer, como nombre del Gran Océano (CP:403, 407); Tolkien cambió más tarde esta forma a Belegaer – y así aparece en el mapa del Silmarillion publicado. Otro cambio tiene que ver con las consonantes lh- y rh-; allí donde se dan en “noldorin”, muchos ejemplos muestran que el sindarin debería tener en su lugar l- y r- simples. De este modo, podemos deducir que una palabra “noldorin” como rhoeg (“equivocado”, CP:442) debería ser más bien raeg en sindarin – aunque la última forma no está registrada en ningún sitio. Se ha sugerido que el “noldorin” de las Etimologías, con sus diferentes peculiaridades, puede identificarse con el dialecto “un tanto extraño” del sindarin que los Noldor hablaban en Gondolin (CI:63). De este modo, incluso podríamos justificar que se llamase “noldorin” en lugar de sindarin. Sin embargo, también es posible que Tolkien hubiera considerado el “noldorin” totalmente obsoleto en la medida que difería de su posterior visión del sindarin.

FONOLOGÍA ELEMENTAL

La fonología sindarin es menos restrictiva que la quenya. Se permite una amplia gama de grupos consonánticos en cualquier posición, mientras que en quenya, en posición inicial y final de palabra, éstos son virtualmente inexistentes. Son frecuentes los sonidos ch (el ach-Laut alemán, NO como en español español chaval, sino más bien similar a nuestra j) y th, dh ( en fonética; o, de otro modo, th como en español el sonido de z; dh como una d más suave y fricativa que la del español espada, quizás similar a la d de advertir). Tolkien usó a veces el carácter especial eth (ð) para significar dh, y ocasionalmente también vemos el carácter thorn (þ) en lugar de th. Sin embargo, nosotros aquí usaremos los dígrafos, como en SdlA. Las oclusivas sordas p, t, c nunca se dan siguiendo a una vocal, sino que son suavizadas a b, d, g (véase más abajo). Obsérvese que, como en quenya, c siempre se pronuncia k (ejemplo clásico: Celeborn = “Keleborn”, no “Zeleborn”). A final de palabra, f se pronuncia como un sonido entre f y v, como en el nombre Olaf, o el inglés of. (Según la ortografía tengwar, una palabra como nef realmente se pronuncia nev.) R debería ser vibrante, con en español, ruso, etc. Los dígrafos rh y lh representan r y l sordas, respectivamente (pero a veces estas combinaciones pueden en realidad querer significar r + h o l + h, como en Edhelharn – lo que no es sorprendente, ya que nuestro alfabeto no puede representar el sindarin de una manera totalmente adecuada).

El sindarin tiene seis vocales, a, e, i, o, u e y, la última de las cuales se corresponde con el alemán ü o el francés u como en Lune; (pronúnciese en español como i, mientras los labios adoptan la posición que tomarían para pronunciar u). Las vocales largas se marcan con un acento (á, é, etc.), pero en el caso de monosílabos acentuados (tónicos) las vocales tienden a alargarse especialmente y se marcan con un acento circunflejo: â, ê, etc. Por desgracia, en HTML uno no puede poner un circunflejo sobre la vocal y. Con el fin de evitar grafías desagradables como my^l (“gaviotas”, *WJ:418), usamos en su lugar una tilde (las palabras pertinentes que se dan en este artículo son býr, thýn, fýr, rýn, mrýg, mýl, ‘lýg y hýn – que idealmente deberían llevar un circunflejo y no una tilde). Esto no es muy grave: en escritura tengwar no se hace distinción alguna entre las vocales largas y las extralargas; el empleo de circunflejos en lugar de tildes en los monosílabos es simplemente una complicación adicional que Tolkien introdujo en su ortografía románica para el sindarin (con la evidente intención de aclarar suficientemente como se tenían que pronunciar las palabras).
          Los diptongos sindarin incluyen ai, ei, ui y au (tal como los conocemos en español). A final de palabra, au se escribe aw. Además tenemos los diptongos ae y oe, que no tienen equivalente en español, en los que la e se puede casi pronunciar como i; realmente Tolkien sugirió su sustitución por ai y oi si no te importan tales detalles (incluso anglicanizó ocasionalmente Maedhros como “Maidros”, pero a cualquiera que lea este documento probablemente le importen estos detalles). Ae y oe son simplemente las vocales a, o pronunciadas en una sílaba conjuntamente con la vocal e, al igual que ai y oi son a y o pronunciadas junto a la i. De forma confusa, no obstante, en los escritos de Tolkien se usa también a veces el dígrafo oe para representar metafonía de o, al parecer el mismo sonido que representa ö en alemán (en realidad en este artículo normalmente hemos preferido la grafía ö, para evitar confusiones). A fines de la Tercera Edad, ö se había fundido con e (¡que es la razon por la cual las Montañas Grises aparecen como Ered Mithrin y no como Öröd Mithrin en el Mapa de SdlA!), pero aún necesitaremos referirnos a este sonido cuando analicemos el sindarin arcaico.

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revisione generale Ottobre 2003
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(al) Ghazali: Lettera al discepolo. Esperienze, Fossano s.d. Corrisponde all’opera O figlio degli Scritti scelti. Riedizione Sellerio, Palermo 1992.
(al) Ghazali: L’unicità divina e l’abbandono fiducioso. Il Cerchio, s.l. 1995. Corrisponde ad uno dei capitoli de Il ravvivamento delle scienze religiose degli Scritti scelti.
(al) Ghazali: Il concerto mistico e l’estasi. Il leone verde, Torino 1999.  Traduzione di poche decine di pagine de Il ravvivamento delle scienze religiose.
(al) Ghazali: L’inizio della retta guida. Società Italiana Testi Islamici, Trieste 1989.
(al) Ghazali: La perla preziosa. Mimesis, Milano 1992.
(al) Ghazali: Il libro della meditazione (Kitab al tafakkur). Società Italiana Testi Islamici, Trieste 1988. Riedizione Il Leone Verde, Torino 2002.
(al) Ghazali: Le perle del Corano. Rizzoli, Milano 2000.
Grassi, F.: Tariqua Buranijja Shadilijja. Ciclostilato in proprio, Roma 1994
Greppi, C.: Rabi’a. la mistica. Jaca Book, Milano 2003. 
Guardi, Jolanda: Il libro della medicina sufi. Xenia, Milano 1997.
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(al) Hallaj: I detti di alHallaj. Introduzione, traduzione e note di Gabriele Mandel khân. Alkaest, Genova 1980.
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Hampâté Bâ, Amadou: Gesù visto da un musulmano. Bollati Boringhieri, Torino 2000.
Hampâté Bâ, Amadou: Il saggio di Bandiagara. Neri Pozza, Milano 2001. Altra versione dell’opera precedente.
Ibn Abi’l-Khayr: Maqâmât-i arba’in (le quaranta stazioni). Traduzione contenuta in Nasr: Il sufismo (vd, sotto). Si tratta quindi di una traduzione dall’inglese.
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Ibn al Fârid: at-Tâ’iyyah al-kubrâ . Traduzione parziale contenuta in Nallino: Raccolta di scritti editi e inediti (vd, sotto).
Ibn al Fârid: at-Tâ’iyyah al-kubrâ . Traduzione contenuta in Di Matteo (vd. sotto).
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Ibn ‘Arabi Muhyi-d-Din: L’alchimia della felicità. RED, Como 1996. (Tradotto dal francese con terminologia inadeguata).
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Ibn ‘Arabi Muhyi-d-Din: L’epistola dei settanta veli. Voland, Roma 1997.
Ibn ‘Arabi Muhyi-d-Din: Il mistero dei custodi del mondo (Kitâb manzil al-qutb wa mâqamu-hu wa hâlu-hu. Il Leone Verde. Torino, 2001. Traduzione della versione francese parziale di T. Burckhardt del Fusus al Hikam.
Ibn ‘Arabi Muhyi-d-Din: Il nodo del sapiente (uqla al-mustawfiz). Mimesis, Milano 2000.
Ibn ‘Arabi Muhyi-d-Din: Gemme dello scrigno Akbariano. Hadra, Touzeur.
Ibn ‘Ata Allah: Sentenze e colloquio mistico. Adelphi, Milano 1981. (Tradotto dal francese con terminologia inadeguata).
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Nurbakhsh , Javad: Il cane visto dai sufi. Nur, Milano 1993. Riedizione MIR, Montespertoli 2001. 
Nurbakhsh , Javad: Nella taverna della rovina. Nur, Milano 1993.Riedizione MIR, Montespertoli 2001. 
Nurbakhsh , Javad: La povertà spirituale. Nur, Milano 1993. Riedizione  MIR, Montespertoli 2001. 
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Estratti del Divan-i Shams-i Tabrizi con testo a fronte.
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Rumi, Jalal ad-Din: Il tesoro nella cenere e altri racconti sufi. Boroli, Novara 2003 
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Scattolin, G. (a cura di): Esperienze mistiche nell’Islam. I primi tre secoli.  Editrice Missionaria Italiana, Bologna 1996.
Scattolin, G. (a cura di) Esperienze mistiche nell’Islam. Al-Niffarî e Al-Gazâlî.  Editrice Missionaria Italiana, Bologna 2000.
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Shah, Idries: La strada del sufi. Ubaldini, Roma 1971.
Shah, Idries: I sufi. Mediterranee, Roma 1990.
Shah, Idries: I pensatori dell’est. I maestri del sufismo. Mondadori, Milano 1991.
Shah, Idries (a cura di): Pensiero e azione sufi. Psiche, Torino 1992.
Shah, Idries: Imparare a imparare. Ubaldini, Roma 1993.
Shah, Idries: Cercatore di verità. Ubaldini, Roma 1995.
Shah, Idries: L’io che comanda. Ubaldini, Roma 1997.
Shah, Idries: I racconti dei dervisci. Ubaldini, Roma 1997.
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Shah Omar: Regole o Segreti dell’Ordine Naqshbandi. Libreria Editrice Psiche, Torino.
Shah Omar: La Via del Cercator. Libreria Editrice Psiche, Torino 2002 .
(al) Sha’rani, ‘Abd al Wahhab: Vite e detti di santi musulmani. Utet, Torino 1968. Si tratta della traduzione di un’ampia scelta della at-Tabaqat al-kubra di Ash-Shara’ni a cura di V. Vacca.
(al) Sha’rani, ‘Abd al Wahhab: Il libro dei doni. Istituto Orientale di Napoli, Napoli 1972.
L’autore non è indicato nella copertina del libro né nel frontespizio. Riedizione Tea, Milano 1988
(al) Sha’rani, ‘Abd al-Wahhab: Vite di sheykh musulmani. Paoline, Milano 1960.  Si tratta della traduzione di una piccola parte dell’opera precedente sempre a cura di V. Vacca. L’autore non è indicato nella copertina del libro né nel frontespizio. Psiche Torino 2001
(Shaykh) Nazim an-Naqshabadi: Oceani d’amore. Murid, s.l. 1996.
(Shaykh) Nazim an-Naqshabadi: Il giardino della conoscenza. Murid, s.l. 1996.
Schimmel, Annemarie: Sufismo. Introduzione alla mistica islamica. Morcelliana, Brescia 2000.
Schuon Fritz : L’Occhio del Cuore. Edizioni Mediterranee Roma 1974
Schuon, Fritz: Le stazioni della saggezza. Mediterranee, Roma 1981.
Schuon, Fritz: Il sufismo velo e quintessenza. Mediterranee, Roma 1982.
Schweizer, Gerhard: I dervisci. Sugarco, Milano 1980.
Stoddart, W.: Il sufismo. Brancato, Roma 1991. Riedizione Atanor, Roma 1985
Sohravardi: L’arcangelo purpureo. Coliseum, Milano 1990.
Suhravardi: L’angelo purpureo. Luni, Milano 2000. 
(al) Sulami ibn al-Husayn: Il libro della cavalleria: Kitab af-futuwwah. Luni Milano 1998. Altra versione:Atanor, Roma 1990.
(al) Sulami ibn al-Husayn: Le malattie dell’anima e i loro rimedi. Pizeta, Milano 1999.
(al) Sulami, Abu abd ar-Rahman: I custodi del segreto. Luni, Milano 1997.
(al) Sulami, Abu abd ar-Rahman: Introduzione al sufimo. Leone Verde,  Torino 2002. 
Sultan Walad: La parola segreta. Psiche, Torino 1993
(al) Tagiuri, ‘Abd as-salam al’Alim: (trad.Antonio Cesaro) Santuari islamici nel secolo XVII in tripolitania. Governo della Tripolitania Ufficio Studi, Tripoli 1933.
Twidie Irina: L’Abisso di fuoco. Punto di Incontro 1988
Tresso, Claudia: Il sufismo. Centro Peirone, Torino 1999. 
Urizzi, Paolo: Islamismo ottavo quaderno. Il Sufismo Via mistica dell’Islam. Edizioni Studio Domenicano,Bologna 2000. 
Vacca, Virginia (a cura di): Vite e detti di santi musulmani. Utet, Torino 1968. Riedizione Tea, Milano 1988
Valdrè, Caterina (a cura di): I detti di Rabi’a. Adelphi, Milano 1979. Versione dal francese con molte incongruenze nei termini.
Ventura, Alberto: L’esoterismo islamico. Atanor, Roma 1981.
Ventura, Alberto: Profezia e santità secondo lo Shaykh Ahmad Sirhindi. Università di Cagliari, Cagliati 1990. 
Ventura, Alberto: Il crocifisso dell’Islam. Al-Hallaj, storia di un martire del IX secolo. Morcelliana, Brescia 2000. 
(al) Yafi’i, ‘Abdallah: Il giardino dei fiori odorosi. Istituto per l’Oriente, Roma

Los cuentos en la tradicion Sufi

“Los cuentos se han utilizado desde la antigüedad inmemorial, como portadores de conocimiento e instrumentos de comprensión”.
Idries Shah
Actualmente se están utilizando los cuentos dentro de la psicoterapia como un apoyo amable y muy maleable para acercar información y contenidos psicológicos al paciente en forma de vivencias en las cuales puede verse reflejado sin sentirse intimidado y encontrar también salidas paralelas a momentos o situaciones actuales que experimenta. Son en ese sentido catalizadores o puntos focales que a manera de espejos pueden reflejarnos y devolvernos una imagen de nuestra psiquis o de procesos actuales que se viven otorgándonos distancia y una perspectiva nueva y fresca donde mirarnos.

Siendo tan plásticos, un mismo cuento puede aplicarse a distintas situaciones y momentos y al tener un marco o contenido humorístico se quedan grabados fácilmente en nuestra memoria.

Una de las grandes ventajas de los cuentos es que penetran dentro de uno sin ofrecer mucha resistencia, debido a que su contenido no es considerado agresivo y así no son filtrados o no mucho por nuestros sistemas de filtros psicológicos que nos impiden en gran medida asimilar o absorber cosas nuevas, en gran parte como un mecanismo de defensa y autoprotección.

El cuento hace funcionar los dos hemisferios cerebrales de forma conjunta.

El método de enseñanza por historias, por su efectividad, es muy difundido y muchas tradiciones espirituales los vienen utilizando desde hace muchos siglos o milenios como un medio muy eficaz para contener y transmitir conocimiento y verdades profundas. En el evangelio, las de Jesús se llaman parábolas. Tan inspiradora es la Biblia, como el Talmud, el Baghavad Gita, las gatas de Zoroastro o el Corán, pero también puede serlo un cuento infantil, sobre todo si en él se encuentran ocultas y veladas verdades universales.

La tradición sufi es especialmente rica en historias. Las historias sufis siempre tienen por lo menos tres interpretaciones o niveles de enseñanza posibles. Algunas hasta siete; la primera interpretación generalmente es chistosa, razón por la cual son muy populares. Cuando recordamos una historia sufi, después de un tiempo, porque se aplica exactamente a un evento del presente, nos damos cuenta de su verdad y la comprendemos de manera profunda.

“El sufismo ha perfeccionado, entre otras técnicas, un método de enseñanza característico que es casi desconocido fuera de los límites de los iniciados en la vía. Este método, llamado Impresión Esquemática de Cuentos, está contenido en el uso especial que los Sufis hacen de la literatura oral o de otro tipo.

Los relatos Sufis, a pesar de que superficialmente parecen suministrar una moral o querer entretener, no son formas literarias como éstas suelen ser entendidas. Son literatura de forma accidental, material de enseñanza de forma primaria. Muchos de los poetas y escritores de Persia son Sufis declarados; y sus obras contienen esas dimensiones internas a las que me estoy refiriendo.

El cuento Sufi, así como ciertas citas Sufis de otro tipo, está destinado tanto a ser apreciado por gente cultivada como a suministrar información, instruir y establecer lo que se llama ‘un marco para la recepción de la iluminación’ en la mente del estudiante.”

Este método, según la enseñanza Sufi, puede producir iluminación al individuo de acuerdo con su capacidad de comprensión.

Puede también formar parte esencial de los ejercicios de preparación de un estudiante.

El proceso exige ir más allá de la faz externa de un relato, sin inhibir la capacidad del estudiante para comprender y gozar de su humor u otras características exteriores.”

Idries Shah en “Aprender a Aprender” Ed.Paidós Orientalia

Función de la memoria en la Kabala y el sufismo

Función de la memoria en la Kabala y el sufismo
Por Mario Satz *

Dado que existe un famoso hadiz que atribuye a Muhámmad el dicho: «Busca la sabiduría hasta en la China», creo que es lícito comenzar esta meditación sobre la memoria en tanto código de resurrecciones con una fábula china extraída del Jardín de las Anécdotas (1). Dice así:

“Ya tengo setenta años —dijo el duque Ping de fin a su músico ciego, Shi Kuang—. Aunque quisiera estudiar y leer algunos libros, creo que ya es demasiado tarde, pues me falla la memoria”. “Por qué no enciende la vela?” —sugirió Shi Kuang—. “Cómo se atreve un súbdito a bromear con su señor?” —exclamó el duque, enojado—. “Yo, un músico ciego, no me atrevería —contestó ShiKuang—. Pero he oído decir que si un hombre es devoto al estudio en su Juventud, su futuro es brillante como el sol matinal; si se aficiona al estudio en su edad media, es como el sol del mediodía; mientras que si comienza a estudiar de viejo es como la llama de la vela. Aunque la vela no es muy brillante, al menos es mejor que andar a tientas, en la oscuridad…” Y el duque estuvo de acuerdo.

Las posiciones del sol resultan, en esa anécdota, significativas en relación al estudio y la memoria por diversas razones, todas ellas convergentes. La primera es de índole físico-química y establece que una pérdida real de memoria, causada por el stress o la edad, puede ser compensada por una ingesta de fósforo, es decir por una incorporación de luz al organismo. Como son las neuronas las responsables de alumbrar la memoria, es hacia allí que va el fósforo a ceder sus encantadas moléculas, dueño de esa extraña propiedad que le “hace brillar en medio de la oscuridad”. La segunda razón, paradójica, estriba en que se trata de un ciego y para más datos un músico quien sugiere al duque Ping encender una vela.

En Israel, como en el Islam, la figura del ciego es proverbial, arquetípica. Tanto el saber oral de los saguí nahor o “ciegos de demasiada luz” mencionados en el Talmud, como los relatos de los almuédanos invidentes son citados y admirados por su precisión, belleza y eufonía, pero sobre todo por el despliegue fabuloso de memoria que demuestran, como si el cerrar los ojos al mundo externo fuera, con todo, un gran privilegio, ya que así es más fácil auscultar lo interior, ver-lo-que no se ve. De Homero a Milton y de éste a Borges la cadena de los ciegos memoriosos es tan poética como inequívocamente divina. Se les concede el don de la palabra, que supone el de un buen oído y por consiguiente el de una impresionante retentiva, a quienes las imágenes no alejan demasiado del sitio de los reencuentros, a quienes, muy dentro de sí mismos, perciben lo que acontece fuera. Si el ojo es el vehículo de todas las fugas, el oído constituye, por el contrario, la concha de todas las repeticiones, de todas las vueltas del ser sobre sí mismo.

La tercera razón, y tal vez la más importante, según sugiere el ciego Shi Kuang, es el valor del estudio. En efecto, el interés por las cosas espirituales, ese incesante aprendizaje del alma que tanto veneraron los antiguos maestros del corazón como Ibn ‘Arabî o Bonastruc de Porta, Lullio o Maimónides, contemporáneos todos de un increíble siglo XIII español, es preferible al andar a tientas, a morar en las sombras de un desconsolado no saber. Obviamente, el estudio como hábito fortifica la memoria, pero en el contexto de la parábola china hace aún más: ilumina aquella época de nuestra vida —en la que comienzan a mermar nuestras fuerzas— con el sol del recuerdo, sostiene una luz neguentrópica contra el negro destino entrópico de todos los sistemas biológicos, manteniendo en vilo nuestra curiosidad y su abanico de sorpresas. Basta considerar que en la palabra Oriente está incluida la salida del sol para comprender de inmediato que estar desorientado es estar privado de luces y destellos guiadores.

Pero la memoria en sí no implica ningún valor. Antes bien, a veces, como en el caso del tibetano Milarepa, puede ser un impedimento para alcanzar la iluminación, el dharmakaya o luminoso cuerpo diamantino. Tal es, quizá, la razón por la que el santo y poeta discípulo de Marpa el Traductor dijo aquello de: “La memoria es la culpable en los infiernos”. Atada al pasado, ruina de algún remoto hecho viviente, huella mnésica, corteza seca, ceniza amarga, la memoria impide con frecuencia el goce y la percepción del aquí y ahora. Debemos aclarar que, en este caso, se trata de una memoria cronológica, de un pesado remanente biográfico que impediría a un individuo o a un pueblo dado enfrentarse desnudo, sin condicionamientos previos, al puro devenir sin nombre. Acceder de modo directo y sin filtros a la radiante luz del Ser.

Por el contrario, tanto la memoria a la que aspiran el cabalista como el sufí, enmarcada en la raíz verbal semítica zjr, que para los místicos musulmanes conduce al dzikr y para los estudiosos hebreos desemboca en zjor, supone una evocación de algo acontecido in illo tempore, el retorno a un estado sin fisuras ni dualidades, en el que el ser humano estaba recién salido del horno de Dios, y era un pan de semejanzas, una brillante espiga analógica. Zjor et ha lom ha shabat, “recuerda el día sábado”, reza el imperativo bíblico, pues en ese séptimo día —al que le corresponde, en la secuencia alfabética, la letra zain que alude a la semilla y al tiempo— el Creador contempla Su creación. En lo que respecta al sufí o místico musulmán, mediante la correcta recitación de las suras, éste se convierte en un dzâkir, en un rememorador letánico que regresa del sentido al puro sonido como un agua que refluyera hacia su fuente.

En esa primera aparición del Exodo 20:8 que ordena memorizar el sábado, los kabalistas perciben todo el misterio del septenario. En efecto, la cifra siete, sheva en hebreo, alude a las seis direcciones del espacio más el centro, y ocupa tanto el primero como el séptimo puesto en el orden de lo manifestado. Siete es también el número de las cuerdas de la lira de Orfeo, de ahí que los pitagóricos vieron en ese valor una ley armónica musical de revelación y ocultamiento simultáneos. Analizando cada una de las tres letras que incluye la palabra sheva, siete, podemos descubrir en ella dos subraíces: shab, que indica retorno, vuelta o regreso, y ab, nube, formación vaporosa. Siete sería, así, una vuelta a los orígenes. Simultáneamente, al estar en relación con el día de descanso, resulta más que curioso constatar que, leída con un cambio en la notación diacrítica, es decir como sabea, tal palabra supone satisfacción, plenitud física, de donde se sigue que la memoria que se pone en juego el sábado es la de una plenitud central y armónica, cíclica y axial.

De modo análogo, en el Tratado de/ Amor (2) de Ibn ‘Arabî de Murcia, que forma parte de su extensa obra Futûhât alMakkiyya o Conquistas espirituales de Meka, leemos: “Hubo entonces la Nube opaca que se llamó ‘El Ser verdadero por el cual existe el mundo creado’. Esta nube opaca, que es la substancia primordial del mundo, recibe eternamente todas sus formas así como los espíritus y las entidades sometidas a la Naturaleza universal sin excepción. Ese fue el origen de Su amor hacia nosotros”.

El peso y la medida del tiempo, la calcificación inevitable de lo cotidiano, la herrumbre del cuerpo en suma, sólo se mitigan con un retorno a lo nuboso Indeterminado, a lo suspenso en el espacio, a aquello que los budistas denominarían lo Increado. Por consiguiente, si la memoria sirve para eso, sus instrumentos meemónicos son una bendición para el buscador espiritual.

Por otra parte, este tipo de memoria positiva no es meramente genética o cosmológica —rasgos que entran dentro de lo comprensible por la vía del ADN o de las partículas subatómicas que aún laten su movimiento browniano en nuestras células—, sino que apunta más allá, hacia una zona mística en la cual el observador participante se convierte en creador de sí mismo. La imitatio es, allí, transmutatio, puesto que el yo humano, que recuerda quien es, deviene Tú, un Tú divino que —aunque envuelto en nube opaca, diría Ibn ‘Arabî — se percibe como la máxima y única certidumbre del “origen del Amor hacia nosotros”. En la Kábala, la letra zain, que ocupa, según dijimos, el séptimo sitio alfabético, inicia doblemente las palabras zera, «semilla», y zohar, «resplandor». lo que equivale a decir que la simiente es luz cristalizada y que en ella, al igual que en el grano de mostaza evangélico, está contenido El Reino de los Cielos.

Ahora bien, el camino que va de la semilla al árbol, de lo críptico a lo revelado, esa es la senda que debe recorrer la memoria sufí o kabalística, cuyo objetivo supremo, como el del perianto de las flores, es devolver luz a la luz, porque así como la mala memoria está a oscuras, la buena memoria, la memoria inmejorable, desanda el tortuoso camino del tiempo y actualiza, en este espacio que pisan nuestras plantas, la totalidad del mundo en un instante. Recordar es Iluminarse e iluminarse es recordar.

“El dzikr (zekr, en persa) —escribe Henry Corbin (3)— es el medio más apropiado para liberar la energía espiritual, es decir, para permitir que la partícula de luz divina que se encuentra en el místico se una a su semejante.” Se trata, en consecuencia, de ponerse en contacto —a través de la memoria— con la luz que nos engendró, la cual, para los cabalistas hebreos, está ligada, ritualmente, al día sábado, el de la contemplatio por antonomasia.

Entre los sufíes, en cambio, y según lo anota Corbin, el dzikr tiene el privilegio de no estar ligado a ningún horario en particular, pues no conoce otra limitación más que la capacidad personal del místico. Najm Kubrâ, un maestro persa (también del siglo XIII), estudiado por Corbin, sostenía que, cuando en la práctica del dzikr el místico se sumerge en su propio corazón, éste se introduce en una “especie de pozo al que el mismo dzikr desciende como un cazo para recoger de allí agua”. Se trata, por lo visto, no de un agua común, sino de acqua ardens o un acqua vitae que, a la manera de la evocada por los alquimistas, lava al sujeto de su escoria personal, es decir, biográfica, histórica, despojándolo de sus coordenadas de reconocimiento social para acabar arrojándolo a un océano de luz o de fuego. “En una última fase, el dzikr se entremezcla tan íntimamente con el ser profundo del místico que, aunque éste lo abandonara, el dzikr no le abandonaría a él. ‘Su fuego (es Kubrâ quien habla en el libro de Corbin) no cesa de arder, sus luces ya no se extinguen. Ves sin cesar luces que suben y bajan. El resplandor te rodea, con llamas muy puras, muy cálidas, muy ardientes’.”

El Zohar hebreo, texto capital del siglo XIII español, no se propone llevar al sujeto a ese extremo, pero, no obstante, llama a su maestro principal, Rabí Simeón Bar Yolial, la Lámpara Santa, describiendo su paso al otro mundo como un incendio o conflagración espiritual. También para la Kábala es el corazón el nido estelar de todos los posibles vuelos. Sus latidos constituyen los así llamados “misteriosos treinta y dos senderos de sabiduría” cuyo recorrido desemboca en la Luz Sin Fin, ubicada por encima de la coronilla. “Quien desea penetrar —dice la Lámpara Santa, Rabí Simeón en el Zohar (4)— en el misterio de la santa Unidad, debe contemplar la llama que sale de un carbón o de una vela encendidas. La llama sólo puede salir de un cuerpo concreto. Además, en la llama misma hay dos luces: una blanca y luminosa y otra negra o azul. La luz blanca es la más elevada y sale constantemente. La luz azul o negra está debajo de la otra que descansa sobre ella como sobre un pedestal. 1,as tíos están inseparablemente ligadas, hallándose la blanca entronizada sobre la negra. La base azul o negra está, a su vez, ligada a algo de abajo, que la mantiene encendida e impele a tener hacia la luz blanca de arriba. A veces, esa luz azul o negra se torna roja, pero la luz blanca de arriba nunca cambia de color.”

La mención del ‘azul o negro que a veces es rojo’ responde al cromatismo oscilante de lo vivo, sujeto a combustión aeróbica, pero la emanación de la luz blanca, de la que el maestro comenta que “sale constantemente”, o sea, que es homogénea, constituye la verdadera aspiración del místico. Moisés —dice el Zohar— y otros grandes maestros alcanzan ese nivel, un continuum sin altibajos humanos, tras un engarce en el cual este mundo adquiere su verdadera perspectiva de teatro de sombras. Homologado —por el esfuerzo del zjor kabalístico o el dzikr sufí— el cuerpo del estudiante a esa vela o carbón, su trabajo consistiría, memoria mediante, en arder hasta alcanzar un grado de luminiscencia tal que el sujeto se convierta en pura información, en “rayo que no cesa”, que dijera el poeta Miguel Hernández. Para ello es preciso pasar la famosa prueba del fuego paulino, a partir de la cual se comprende que: “Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloría de Dios en la faz de Jesucristo”, 2 Corintios, 4:6.

Puesto que recordar contiene la raíz latina cor, “corazón”, será sin duda ese el locus o atanor alquímico en el cual el artífice o místico enciende el fuego voluntario que le llevará eventualmente a percibir la “gloria de Dios”, como don o gracia. Los sufíes denominan al corazón qalb y los kabalistas leb, pero para ambos buscadores de la Verdad Ultima esa víscera es mucho más que un elemento del cuerpo: constituye el oscilante trampolín desde el que se ensayan los sucesivos saltos en el interior de la “nube opaca” de Ibn ‘Arabî.

En un famoso libro llamado Materia y memoria, Henry Bergson expuso, a la manera de Einstein, el modo en que la información cristaliza o se fija momentáneamente en redes de átomos, para ser desactivada en un instante oportuno. Si acaso la materia, la materia viva, se acuerda de lo que dice o transmite, en ese mismo momento lo cristalizado se torna fluido. De tal forma que si la información es conciencia, cada modificación o acrecentamiento de conciencia cambia la información precedente y por ende su vehículo. Bergson llamó a cada proceso “evolución creadora” mucho antes que se descubriera el código genético, con su doble hélice y, en ella, la función fosforilizadora del fosfato del ATP. La fotofosforilación cíclica, es decir, la síntesis del ATP a partir del ADP y del fosfato mineral, se mueve entre las cifras dos y tres, dualidad y trinidad, gracias a un péndulo de luz, de fósforo, que ilumina, a través de los plastos, el verde de las hojas, primeras conversoras de energía fotovoltaica en energía viva. Su color, familiar a los místicos del Islam, es el del Jadir, el Inmortal de cuyas repetidas apariciones gozó Ibn ‘Arabî a lo largo de su vida errante. Por su parte, kabalistas hebreos ven en el color verde, que llaman iarok, algo muy valioso, iakar. Tanto que sus mismas tres letras —reish, iod y kuf— forman la palabra reik, vacío.

Pero ¿qué es aquello que, siendo verde y valioso, está vacío? Mejor dicho, ¿por qué es ese tono el que tiene tanta preeminencia en los místicos? Sencillamente porque es el color osiríaco de la resurrección y, en la gama natural, ocupa el lugar central. Así, todo iniciado capaz de hallar en su camino a Jadir supera su condición humana y reverdece emergiendo a otro plano: de la dualidad, tras el toque fosfórico de la iluminación y el hierro fijador de su sangre, tendrá, tarde o temprano, acceso a ese misterio trino y uno de lo vivo, momento en que él illismo devendrá una hoja del árbol cósmico y sentirá la savia de los soles fluyendo por sus arterias. Entonces recordará quién es. Uno en muchos, muchos en uno.

Corbin denomina a esta visión, de larga data entre los sufíes, visio smaragdina. A su vez, sus imágenes proceden del Apocalipsis 43: “Y al instante yo estaba en el Espíritu, y he aquí un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado, y el aspecto del que estaba sentado era semejante a la piedra de jaspe, y de cornalina; y había, alrededor del trono, un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda”. Cuando tal visión se experimenta, escribió Kubrâ: “Todos los ma‘ânî (los contenidos ocultos, las chispas latentes) vuelven a su fuente que es el corazón; y entonces todo adquiere un color único, el color verde, el cual es el color de la vitalidad del corazón”.

En la Kábala se habla del camino que va del Árbol del Bien y del Mal al Árbol de la Vida como de una ruta abismal. Puesto que ambos árboles difieren simplemente por el tono gnóstico de sus hojas, será el segundo de ellos el que “siempre esté verde” y dé fruto todo el año. Un árbol del cual —como reza el Salmo 1:3: “su hoja no cae”, alehu lo ibol. Empero, toda vez que la dialéctica del bien y del mal, de lo alto y lo bajo, del yo y los otros, haga presa del corazón natural del hombre, nada sobrenatural le será dado conocer. SI, en cambio, como una bella hoja, él mismo es capaz de fotosintetizar la luz, de fijarla, de revelarla a otros, entonces su mente se transformará en el imán de los cielos.

Para volver a la función de la memoria en el Sufismo y en la Kábala, comparemos ahora las palabras zjor y dzikr relacionadas ambas con la evocación, con el recuerdo. Tributarias de la misma raíz, conservan en ella lo que la Kábala llama raz, secreto, y el Sufismo sirr, el centro más íntimo del alma, allí donde se opera la unión mística. Desde el punto de vista guemátrico, es decir, numérico, el vocablo raz da la cifra 207, que es idéntica a la de or, luz. De donde, para la Kábala, el secreto de la memoria es la luz, Simultáneamente, según la terminología de Kubrâ, recordar, ejercer el dzikr, tiene por finalidad hacer que el Sujeto emerja de un pozo para después de atravesar toda clase de fotismos coloreados alcanzar la altura del Insân Kabîr, el Homo Maximus llamado por los kabalistas Adám Kadmón. Allí, tras el ejercicio correcto de la memoria, sirr se abre como una flor, proyectando su luz auroral en torno a la cabeza del iniciado, exactamente como dicen los budistas tántricos que ocurre cuando el loto de los mil pétalos o sahasrara, que lleva inscrito los cincuenta caracteres del alfabeto sánscrito, muestra toda su blancura una vez lograda la realización, una vez puestos en contacto al fin humano con el origen divino. Pero silencio, blanco, altura, cielo, sólo son sinónimos superficiales para nombrar una experiencia profunda.

Contrariamente a la tradición clásica grecolatina, que veía en la memoria un auxilio para la oratoria, tal y como lo narra Cicerón, sufíes y kabalistas la consideran una vía interior, jamás un lujo social ni un instrumento de brillo público. Si, como bien recuerda Francis Yates (5), la memoria clásica, renacentista y en definitiva europea busca en arquitecturas y decorados loci determinados para sus puntos de apoyo, y aprecia, en la capacidad de recordar, la facultad evocadora del pasado, kabalistas y sufíes se empeñan por su parte en trascender las formas, que consideran velos o cortinas a descorrer con tal de tener acceso a una unidad indiferenciada, metahumana, así pues, las relaciones de contiguidad objetal, aquello que en inglés llamaríamos background, y que caracterizan todo el arte de la memoria occidental, tienen para el místico judío o islámico, como (dicho sea de paso) para el castellano del Siglo de Oro, relativa importancia. El está interesado, sobre todo, en las relaciones de homología, en los lazos invisibles y, por lo tanto, difíciles de percibir por la memoria común. Si acaso se aplica al estudio y logra desarrollar ciertos poderes lo hará para que el sol de la mañana, como narra la parábola china ya citada, le brille en la noche de su vida; para que la ausencia se le convierta en presencia y la ceguera en música.

En tanto baterías de células solares en organismos vivos, nuestro destino se encamina del brillo a la opacidad, de la tersura a las arrugas, de la plenitud al vacío. Cuanto más decae el cuerpo, más gana la sombra, hasta que la muerte física, Sombra de sombras, sólo deja nuestros restos. Por ello es meritoria y justificable la tarea espiritual del místico, luchador helíaco, lámpara de sus gentes, aventurero de su geografía simbólica. En las heridas y en las cicatrices de sus combates, así como en sus versos y poemas, huellas mnésicas, vemos los fulgores de nuestro propio camino. Una defensa de luz por la luz.

“El Hombre Perfecto —escribió Ibn ‘Arabî en el Fusûs al Hikam (6)— no siente su peso”. De igual modo, podríamos decir que la memoria que se acuerda vuelve al sitio del cual nunca ha salido.

Notas

(1) Fábulas Antiguas de China, Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1984.
(2) Ibn ‘Arabî, Tratado del Amor, Edicomunicación, Barcelona, 1988.
(3) Henry Corbin, El hombre de luz en el sufismo iranio, editorial Siruela.
(4) El Zohar, lecturas básicas de la Kábala, Biblioteca del Dragón, Madrid, 1986.
(5) Francis Yates, El arte de la Memoria, Taurus, Madrid, 1974.
(6) Ibn ‘Arabî, El Núcleo del Núcleo, Sirio, Málaga, 1986.

* Los dos horizontes, textos sobre Ibn ‘Arabî, editora Regional de Murcia, pp. 375-383

¿Qué es el Sufismo?

¿Qué es el Sufismo?
“Por mucho que intento hablar del amor, al llegar a él,
me avergüenzo de él.”
Rumi
Compendio de un discurso pronunciado por el Dr. Javad Nurbakhsh en la Universidad de la Sorbona en 1963:
Introducción
La esencia del sufismo es la Verdad. La definición del sufismo es el conocimiento certero y la realización de esa Verdad.
La práctica del sufismo es el propósito de caminar hacia la Verdad por medio del Amor divino y la devoción. Este es el Tariqat, o senda espiritual hacia Dios.
El Sufí es aquel que ama la Verdad, quien por medio del Amor y la devoción hace la peregrinación hacia esa Verdad o Perfección Absoluta, y por el Pudor que siente hacia ella se aleja de todo lo que no sea la Verdadera Realidad. Los sufíes dicen: “A quienes tienen apego a este mundo les está vedado el otro mundo; a los del otro mundo les está vedado este mundo. Ambos mundos le están vedados al sufí”.
Esta misma idea es expresada por Shebli cuando dice: “Quien muere con amor a este mundo, es un hipócrita; quien muere con el anhelo del Paraíso es un asceta; pero quien muere enamorado de la Verdad, es un sufí”.
• El Sufismo
• ¿Cómo se puede realizar la Perfección?
• Ascetismo y Abstinencia en El Sufismo
• La Senda Espiritual (Tariqat)
• La Manifestación de la Divinidad (Mazhariat)
• Sama
• Amistad divina (Welayat)
La Purificación y sus Etapas
El Sufismo
    El sufismo es la escuela para el desarrollo de un comportamiento ético, que incluye iluminación interior, y no razonamiento; intuición y testimonio directo, y no lógica. Cuando hablamos de ética, es preciso entender que no se trata de la ética convencional de la sociedad. El sufí observa la ética de los atributos Divinos, que no debe ser confundida con la moral y las reglas convencionales de la sociedad. Expresar verdades reales es cosa muy difícil; las palabras, aún las más precisas, en su limitación, no llegan jamás a captar la perfecta totalidad de lo que significan. Por tanto es posible que puedan ocasionar dudas y confusiones en aquellos que son imperfectos. No obstante:
Si uno no puede beber todo el agua del mar
debe beber de él hasta saciar su sed.
    Todo lo que los sabios han dicho con respecto a la Verdad es cierto, pero incompleto. El sufí afirma que el filósofo ve la totalidad absoluta a través de la ventana de su percepción limitada, con ojo sabio pero parcial, y que aquello que percibe no es más que una minúscula parte del Absoluto, y es por todos bien conocido que una parte no puede sustituir al todo.
    Moulana Rumi, en su famosa obra El Masnawi, cuenta la historia de un grupo de hombres en India que nunca habían visto un elefante. El elefante era exhibido en ciudades y pueblos, y un día quedó arrinconado en el establo de un lugar donde nadie había visto jamás un animal de su aspecto. Cuatro curiosos que se enteraron de la existencia de aquella maravilla decidieron verla antes que los demás. Era ya de noche y no había luz en el establo; en completa oscuridad se acercaron al animal y empezaron a palparlo. Uno, al tocarle la trompa, se imaginó al elefante como una manguera; el segundo le tocó la oreja y lo describió como un abanico; el tercero, tocándole una pata, creyó que era una columna; el cuarto le tocó el lomo y pensó que era una especie de trono. Ninguno tuvo una idea completa de lo que es un elefante. Todo lo que dijeron sobre el elefante era falso en cuanto a su definición, pero hay que admitir que quienes le tocaron efectivamente se encontraron con el animal mismo. Moulana añade: “Si hubieran tenido una vela en la mano, no habría habido tanta diferencia de opinión entre ellos”.
    Para nosotros esta vela no es otra que la senda mística para llegar al conocimiento de la Verdad. El sufí dice que, para que el hombre sea verdadero testigo de la perfección del Absoluto, tiene que verla con la visión interior globalizante. Si comparamos el océano con la totalidad y la gota con lo parcial, según el sufí es imposible ver el océano por el ojo de la gota. Es preciso que la gota se una al océano y se convierta en océano para así poder ver el océano por el ojo del mismo océano.
¿Cómo se puede realizar la perfección?
    El ser humano está dominado por apetitos y temores. Quienes estén encadenados a sus pasiones están psicológicamente desequilibrados y, como consecuencia, sus pensamientos y percepciones son imperfectos. Sus propias creencias, igual que su conocimiento de la Verdad, distan de ser reales. Primero es preciso corregir el pensamiento del enfermo y transformar sus pasiones en virtudes. Solo una mente sana puede percibir la Realidad de forma correcta.
Ascetismo y abstinencia en el Sufismo
    Para atravesar la senda espiritual, el sufí necesita fortaleza, tanto interior como exterior. Rumi escribió:
Este come y se queda más hambriento, más vicioso,
mientras que otro come y se convierte todo en luz divina.
Este come y se vuelve más impuro, mientras que
otro come y todo su ser será la luz de Dios.
    Mencionamos lo anterior para aclarar que nuestra escuela no se basa en prácticas ascéticas como abstenerse de comer. En nuestro camino, al discípulo se le instruye en refrenarse de comer cuando está enfermo o dominado por impulsos indeseables. En tal caso, el maestro le ordena abstenerse de comer ciertos alimentos por algún tiempo y le dirige a concentrarse en sus prácticas espirituales para tratar de apaciguar sus impulsos y recobrar el equilibrio interior. De este modo, el discípulo logra continuar la marcha en este camino ascendente lleno de peligros.
    Algunos han creído que la abstinencia y el ayuno contienen en sí la fuerza necesaria para purificar al individuo. En nuestra opinión, dichas prácticas no son suficientes para purificar las pasiones del “yo dominante”. Es cierto que el ayuno y abstinencia proporcionan un cierto estado espiritual, y que, en este estado, el individuo tiene una percepción más clara; pero si el ego se compara a un dragón, al cual ha debilitado la falta de alimento, seguramente cuando se abandone el ayuno y de nuevo se alimente el dragón abundantemente, éste se despertará y atacará con más ferocidad que antes.
    En el sufismo, el “yo dominante” es gradualmente purificado y transformado en atributos divinos, a través de la senda espiritual (tariqat), hasta que no queda nada de la ferocidad del alma. En este estado se convierte en un alma perfecta, adornada con los atributos divinos. De ahí que, en esta transformación, el ascetismo y la abstinencia carezcan de valor.
La Senda espiritual (Tariqat)
    La senda espiritual (tariqat) es la vía por la cual el sufí llega a la armonización con la naturaleza divina. Está formado por la pobreza espiritual (faqr), la vestidura espiritual (jerqeh) y el continuo recuerdo de Dios (Zekr).
 
1. Pobreza espiritual (Faqr)
    La pobreza espiritual es sentirse imperfecto y, al mismo tiempo, sentir la necesidad de la perfección. El Profeta, Mohammad, refiriéndose a la pobreza espiritual, dijo: “Al Faqr-Fajri”, “La pobreza es mi honor”, y añadió: “He sido honrado sobre los demás profetas con la Pobreza Espiritual”. Dios, dirigiéndose a Mohammad, le dijo: ” . . .Oh Profeta, di: Señor aumenta mi conocimiento de Ti”. (Qor’an, Sura 20, Aleya 114) Esta aleya indica que, incluso el Profeta Mohammad con su misión divina, sintió la necesidad de mayor cercanía a Dios.
 
2. La vestidura espiritual (Jerqeh)
    Jerqeh es la vestimenta de honor de los darwishes (sufíes); es el símbolo de las cualidades y atributos divinos que el salek (discípulo) alcanza. No debemos caer en el error de quienes creen en la existencia de una especie de vestido (tal como se entiende del significado literal de la jerqeh) u objetos (como el anillo de Salomón) que transforman a quien los encuentra en un hombre perfecto. Claro es que la perfección nada tiene que ver con el atuendo que se use. El sufí puede ponerse lo que quiera, siempre que esté en armonía con las costumbres y las reglas de la sociedad. A este respecto ‘Ali dice: “Vístete de manera que ni seas señalado, ni humillado por la gente”.
    No es la ropa lo que hace de uno un sufí, sino sus actos y su estado interior. El poeta sufí Sa’di dice:
Reposa sobre tu propio trono,
siendo puro en tus actos, como un darwish.
    Dos cosas esenciales se necesitan para coser esta túnica: la aguja de la devoción y el hilo de la invocación o recuerdo continuo de Dios (Zekr). Quien aspire a ser honrado con la túnica de pobreza, debe entregarse devotamente a un guía espiritual. La devoción atrae el corazón hacia el Bienamado. Verdadera devoción es constancia en mantener la atención fija en Dios y la renuncia a la comodidad. El aspirante debe obedecer a su guía espiritual sin preguntar el por qué y cómo de nada. El Guía, con su atención interior (Nazar), penetra en la profundidad del alma del discípulo, lo despoja de sus cualidades negativas y elimina las impurezas adquiridas en el mundo de la multiplicidad. En otras palabras, el maestro coge la aguja de la devoción de la mano del discípulo y, con la ayuda del hilo del recuerdo, cose, a la medida del discípulo, la túnica sufí, que no es otra cosa que atributos y nombres Divinos. De esta manera, por la gracia de los nombres y atributos Divinos de la túnica, el discípulo se transforma en un ser humano perfecto.
 
3. El continuo recuerdo de Dios (Zekr)
    La Unicidad Absoluta posee energías que, por medio del acto de la creación, son transmitidas a todo lo creado, y todas las criaturas, de acuerdo con su capacidad, se benefician de estas energías espirituales. La existencia de estas energías, o verdades, se manifiesta a través de nombres Divinos tales como: El Viviente (al-Hayy), lo cual significa que la energía vital de toda la creación depende de Él; el Trascendente, (al-‘Ali), lo cual significa que la energía del universo le pertenece a Él. Es preciso aclarar que la mera repetición de los nombres Divinos, sin la debida atención, no da resultados eficaces. Durante la invocación de los nombres Divinos, es preciso concentrar todas las facultades en el significado y verdadero entendimiento de estos Nombres.
    El Guía de la senda espiritual, para curar a su discípulo de los apetitos sensuales, le recomienda la medicina contenida en el recuerdo de los nombres Divinos. La repetición de estos nombres Divinos sin la atención fija en su significado completo, es idolatría. El discípulo, por medio de la atención constante hacia las verdades contenidas en estos Nombres, se purifica y es adornado por los atributos Divinos.
    El poeta Magrebí dijo:
Tanto he pensado en Ti
que mi ser cambió por Tu ser,
paso a paso te acercaste a mí,
poco a poco, me alejé de mí.
    Sólo así, con todas sus características,  esta atención al nombre Divino puede ser llamada continuo recuerdo de Dios (Zekr).
    El discípulo se asemeja a una máquina cuya energía viene de la devoción. Esta máquina, mediante la ayuda preciosa del Zekr, transforma los apetitos sensuales en atributos Divinos. Gradualmente el “yo” del discípulo desaparece y la naturaleza Divina se manifiesta. Es entonces cuando el discípulo es digno de recibir la túnica del sufí; su corazón y su alma se iluminan por la gracia de los atributos Divinos. Es en ese momento cuando se hace merecedor de entrar en el círculo sagrado de los sufíes, La Taberna, (Jarabat). Este es el estado de quienes han alcanzado el anonadamiento del alma en Dios (Fana). En esta morada espiritual el sufí percibe directamente los secretos de la Verdad Absoluta. Como dice el Qor’an: “Solo los puros pueden aprehender la Verdad” (Sura 56, Los Acontecimientos, aleya 79). En el sufismo, los puros son llamados, los seres perfectos.
    Para mostrar cómo se lleva a cabo la práctica de la invocación tomemos por ejemplo “LA ILLAHA ILL ALLAH”. (“No hay otra divinidad sino Dios”).
    El sufí, para comenzar la invocación, se sienta con las piernas cruzadas, flexionadas horizontalmente, o sobre sus talones. La mano derecha descansando sobre el muslo izquierdo y la izquierda sobre la muñeca derecha. En esta posición, las manos y piernas de la persona forman la figura LA (adverbio de negación en árabe), simbolizando la no-existencia del sufí frente al Bien-Amado. En este estado el discípulo debe olvidarse de este mundo, del otro y de sí mismo. La figura LA empieza en el ombligo y termina alrededor del cuello, simbolizando así unas tijeras que cortan la cabeza de los apetitos y las pasiones. Luego, pronunciando ILLAHA (otra divinidad), mueve la cabeza y el torso hacia la derecha, formando un semi-arco, que es llamado “el arco de la contingencia” (Qose Emkan); con este movimiento el discípulo niega todo lo que no sea la Realidad Absoluta. Es decir, al mundo de lo contingente (Alam-e Emkan). En el sufismo, “otro-que-Dios” representa toda la existencia efímera, limitada y contingente; mientras que el ser humano tiende a preocuparse de la existencia accidental, en lugar de la existencia eterna.
    Luego, pronunciando ILL ALLAH (sino Dios), mueve la cabeza y el torso hacia la izquierda en un semicírculo trazando otro arco que se llama, “el arco de lo necesario” (Qose Wojub). Con este movimiento, el discípulo manifiesta la existencia de la Realidad Absoluta. Con esta invocación se aclara que todo lo creado será aniquilado y lo único permanente es el Ser Absoluto.

La Manifestación de la Divinidad (Mazhariat)
    Como se sabe, las palabras son símbolo de los objetos, conceptos y realidades. El sufí afirma que, por medio de la atención total y permanente al significado y realidad de su Zekr, el recuerdo continuo de Dios, puede llegar a convertirse en lugar de manifestación aquel recuerdo Divino. Es decir, la permanencia del Zekr en el sufí lo adorna con un atributo que refleja aquel Atributo Divino.
    Por ello, los sufíes consideran que en cada Profeta o Amigo de Dios predomina un Atributo Divino, y que cada uno de ellos es manifestación y representación de un Atributo Divino en particular.
    Por ejemplo, los sufíes ven en Moisés el símbolo del aspecto trascendental de la Realidad (Alwiyat), porque pudo hablar con Dios directamente sin intermediarios. En el Qor’an, Dios dice a Moisés: “No temas porque Tú eres Trascendente”. (Sura 20, Ta Ha, aleya 68)
    Jesucristo es la manifestación de la Profecía de Dios, porque cuando estaba en la cuna dijo: “Dios me ha dado la Escritura y la investidura de Profeta”. (Sura 19, Maryam, aleya 30).
    Todos los Profetas encarnan la unidad Divina y la perfección; pero el Profeta Mohammad, para los sufíes, es la manifestación Suprema. Él es símbolo del nombre Supremo, A’zam. Se debe aclarar que el Nombre Supremo abarca todos los Nombres Divinos y, por eso, el profeta Mohammad es el símbolo y la manifestación de todos los atributos Divinos. Refiriéndose a ello, Mohammad dijo: “La primera creación, era mi luz”.
    De otra parte, cada profeta es la manifestación de uno de los atributos Divinos y todos los atributos Divinos están contenidos en el Nombre más glorificado. El profeta Mohammad es la manifestación del nombre Supremo. El nombre Supremo tiene prioridad sobre todos los otros Nombres Divinos. De manera que la manifestación del profeta Mohammad incluye todos los Nombres y, jerárquicamente, viene antes de todas las otras cosas creadas. Por eso el profeta ha dicho: “Yo era profeta cuando Adán estaba todavía entre agua y arcilla”.
Sama
Si no tienes al Amado,
¿por qué no buscarlo?
Si te has unido a Él
¿por qué no celebrarlo?
    Las audiciones musicales y el rapto espiritual de los sufíes se llaman Sama. El sufí, en el estado de rapto espiritual, dirige toda su atención hacia el Bienamado y, al ritmo de movimientos apropiados acompañados de música armoniosa, se sumerge en la invocación de los Nombres Divinos. El sufí en este estado de embriaguez es como un amante que, olvidándose de todo, incluso de su propia existencia, se sumerge totalmente en el recuerdo del Amado.
    Según los sufíes, esta práctica no es recomendable para todos los discípulos. Los sufíes comparan al Sama con una medicina cuya prescripción depende del maestro y que sólo bajo su dirección unas veces está permitida, y otras prohibida.
La Amistad Divina (Welayat)
    Hemos dicho antes que la meta del sufismo es conducir al individuo a su transformación en un ser perfecto, un espejo en el cual se reflejan los Nombres y Atributos Divinos. A este ser perfecto se le llama Walí (amigo), y su estado interior es Welayat. Todos los profetas, además de su misión profética, poseen la morada mística del Welayat. Esta morada es el grado que indica su estado esotérico, mientras que la misión como Mensajeros de Dios es el estado exotérico. Por ejemplo, el profeta Mohammad poseía ambos estados y ‘Ali sólo poseía el estado de la morada interior.
    ‘Ali dijo: “Esotéricamente, yo he estado con todos los profetas”.
    Mohammad, confirmando a éste, dijo: “‘Ali y yo somos de la misma luz”.
    Los walis, de acuerdo con sus propias capacidades, han bebido de la fuente de la Verdad. El conocimiento y la distinción del estado interior de un amigo de Dios, sólo a Dios le es posible.
    En una Tradición sagrada, Dios ha dicho: “Sólo Yo conozco y protejo a los que me aman”. El reconocimiento de los walis está fuera del alcance de la gente común. El que se encuentra limitado no puede reconocer al que ha traspasado los límites. Para reconocer al wali es necesario poseer una verdadera visión interna.
    Desafortunadamente, hay personas que creen que apartándose de la sociedad pueden alcanzar un estado místico. Dichas personas están equivocadas. Los amigos de Dios y los profetas forman parte de la sociedad. En nuestro camino, el retiro no posee valor espiritual alguno. Refiriéndose a esto, el profeta Mohammad dice: “La fe del creyente no es completa, a menos que mil creyentes sinceros atestigüen su herejía”. Esto significa que el conocimiento del creyente perfecto va más allá del entendimiento común de la gente, y quienes le rodean, al no entender sus palabras, le tachan de hereje.
    Sin embargo, el verdadero creyente, un sufí, debe vivir en sociedad, servirla, guiarla y ser el vehículo por el cual la sociedad reciba la Gracia Divina. De ahí que los sufíes digan: una de las primeras cualidades del hombre perfecto debe ser la armonía y la paz con todo lo que le rodea.

La sabiduria de los idiotas

LA SABIDURÍA DE LOS IDIOTAS

Cuentos de la tradición sufí

IDRIES SHAH

Como lo que los pensadores de corto alcance imaginan que es sabiduría suele ser considerado locura por los sufíes, éstos, por contraste, se llaman a sí mismos “Los Idiotas”.
Por una feliz coincidencia, también la palabra árabe para designar al “Santo” (wali) tiene el mismo equivalente numérico que la palabra “Idiota” (balid).
Así pues, tenemos un doble motivo para considerar a los sufíes como a grandes personas o como a nuestros propios Idiotas.
Este libro contiene algo de su conocimiento.
                                                              I. S.

ÍNDICE

Introducción
La fruta del cielo
Arrogantes y generosos
El joyero
Ahrar y la pareja de ricos
Bahaudin y el caminante
La comida y las plumas
El brillo del poder
A cada hombre según su merecimiento
La leche y el suero
El talismán
La discusión con los académicos
La historia de Hiravi
Algo que aprender de Miri
El ídolo del rey loco
Los dos lados
Las bienvenidas
Ajmal Hussein y los eruditos
Timur y Hafiz
Completamente lleno
Charkhi y su tío
El prisionero de Samarcanda
El libro en turco
Los mendigos y los trabajadores
Los inalterables
El diagnóstico
El kashkul
La vaca
Individualidad y cualidades
El paraíso de la canción
El tesoro de los guardianes
El apego llamado gracia
Corrección
El santo y el pecador
Los sheikhs de los solideos
El secreto de la habitación cerrada
El milagro del derviche real
La prueba de Ishan Wali
Milagros ocultos
La entrada en un círculo sufí
Una historia de Ibn Halim
La mujer sufí y la reina
El ayudante del cocinero
¿Por qué está mojado y no seco?
Libros
Cuando un ser humano se encuentra a sí mismo
El sufí y el relato de Halaku
Peces en la luna
Kilidi y las monedas de oro
Trigo y cebada
La botella de vino
Said Bahaudin Naqshband
La esponja de problemas
El pez de cristal
El portador del sello
Lleno
Voz en la noche
Percepción
Sobras
La mosca dorada
La promesa de la taberna
El cuchillo
El asentamiento de caravanas
Fantasías
Irrelevancia
Fidelidad
El santuario de Juan el Bautista
El significado
El método
Abu Tahir
Contención
Cribar
El maestro perfecto
Dar y tomar
La prueba del zorro
Oportunidad
El préstamo
Tejer la luz
Explicación
Día y noche
La fuente del ser
Manchada
Wahab Imri
El pícaro y el derviche
Esperanza
Querer
El arquero
Mahmud y el derviche
Fases
Lo que hay en él
Sanos y enfermos
Estofado de cordero
Encontrar los defectos
Oír
La cría de elefante

INTRODUCCIÓN

Tratar de rastrear los orígenes del sufismo significa buscar la fuente de una tradición que se pierde en un tiempo indefinido. No obstante, el sufismo, expresado tal y como hoy nos ha llegado, se desarrolla durante los dos o tres siglos posteriores al nacimiento del islam, manifestándose al amparo de esta religión y adaptándose a su localización geográfica. Por este motivo, suele vinculársele con una forma de mística musulmana que, para muchos autores, nace como respuesta a un debilitamiento de la fe islámica que comienza en la época de los Omeya.
Un acercamiento a la enseñanza sufí muestra, sin embargo, que el hecho de adaptarse a una religión concreta no es más que un modo de acceder a la religiosidad profunda del ser humano que, naturalmente, trasciende el marco más estrecho del rito o del dogma. Este concepto quedó magistralmente por Ibn el Arabi –probablemente el más grande entre los sufíes- cuando, en el poema Mi corazón puede adoptar todas las formas, afirma: “Yo sigo la religión del Amor.” En efecto, el sufismo debe considerarse como una vía de conocimiento interior donde el amor forma su eje sustancia. Místicos como el propio Ibn el Arabi, Al Gazzali o Rumi nos han dejado en sus obras suficientes y hermosos argumentos como para consolidar esta afirmación. El sufí busca a Dios a través del camino que pasa por su propio corazón, en el tránsito, el encuentro con la realidad profunda de sí mismo le lleva a la percepción verdadera que conduce al conocimiento. Pero no debemos formarnos una opinión errónea, para el sufí, los aspectos devocionales son una desviación tan innecesaria e inútil como puede serlo la adhesión a la erudición vacía. Del mismo modo, el sufí sabe que la experiencia de la enseñanza sólo se adquiere en contacto con la vida diaria y bajo el aprendizaje de un maestro.
En estos relatos, la figura del maestro tiene un protagonismo de primer orden, siendo abundantes los episodios referidos al mítico Bahaudin Naqsband, fundador de la orden Naqshbandi.
Con respecto a los cuentos, éstos han sido en todas la grandes tradiciones de conocimiento una de las fuertes de transmisión de enseñanza más habituales y efectivas. Naturalmente, esta enseñanza nunca ha sido ni es concebida como un factor de incremento de la información mental, por lo que los cuentos cumplen de un modo excelente la función de permitir la disposición del oyente –en este caso del lector- a experimentar la existencia de otro nivel de comprensión. De todas las tradiciones, el sufismo ha sido el que ha utilizado los cuentos de un modo más exquisito y magistral. Idries Shah, considerado el máximo exponente del sufismo contemporáneo, ha recogido una selección de cuentos y anécdotas de grandes maestros sufíes, que ponen de manifiesto un modo particular de acceso a la realidad interior. El sufí es capaz de percibirse y percibir el mundo de un modo real y, por tanto, aplica este conocimiento a sus actos. Por este motivo, su conducta confunde a todos los que se acercan a él con la carga habitual de las opiniones preconcebidas o provistos de una erudición convencional. Ésta es la razón por la que, a veces, la lectura de estos sencillos cuentos y enseñanzas de maestros sufíes se torna paradójicamente compleja, aunque, más allá de las apariencias, estos relatos desbordan una sabiduría profunda y auténtica que, sin duda, el lector avisado no dejará de percibir y disfrutar.
SEBASTIÁN  VÁZQUEZ

Mi corazón puede adoptar todas las formas.
Es pasto para las gacelas.
Y monasterio para monjes cristianos
y templo para ídolos,
y la Kaaba del peregrino,
y las tablas de la Torá, y el libro del Corán.
Yo sigo la religión del Amor.
Cualquiera que sea el camino que recorran
los camellos, ésa es mi religión y mi fe.
IBN EL ARABI

LA FRUTA DEL CIELO
Había una vez una mujer que había oído hablar de la Fruta del Cielo y la codiciaba. Entonces le preguntó a cierto derviche, a quien llamaremos Sabar:
“¿Cómo puedo encontrar esta fruta, para conseguir el conocimiento de forma inmediata?”
“Harías mejor en estudiar conmigo”, dijo el derviche. “Si no lo haces, tendrás que viajar con determinación y sin descanso por todo el mundo.”
La mujer lo abandonó y buscó a otro derviche, Arif el Sabio; y después encontró a Hakim, el Docto; luego a Majzub, el Loco; más tarde, a Alim, el Científico, y muchos más…
Pasó treinta años buscando, al cabo de los cuales llegó a un jardín. Allí se encontraba el Árbol del Cielo, de cuyas ramas pendía la resplandeciente Fruta del Cielo.
De pie junto al Árbol estaba Sabar, el primer derviche.
“¿Por qué cuando nos encontramos por primera vez no me dijiste que tú eras el Guardián de la Fruta del Cielo?”, le preguntó.
“Porque en aquel momento no me habrías creído. Además, el Árbol sólo produce fruta una vez cada treinta años y treinta días.”

ARROGANTES Y GENEROSOS
Los sufíes, al contrario que otros místicos o supuestos posesores de un conocimiento especial, tienen fama de ser arrogantes. Esta arrogancia, según ellos mismos, se debe sólo a una incorrecta percepción de su comportamiento por parte de la gente. “Una persona”, dicen, “fuera capaz de encender un fuego sin frotar palos y que lo dijera, aparecería como arrogante a los ojos de alguien que no pudiera hacerlo”.
También tiene fama de ser extremadamente generosos. Su generosidad, dicen, se refiere a las cosas verdaderamente importantes. Su prodigalidad con los bienes materiales sólo es un reflejo de su generosidad con la sabiduría.
La gente que desea estudiar el camino sufí, a menudo practica la generosidad con objetos, a la espera de alcanzar una forma superior de generosidad.
Sea como sea, se cuenta una historia muy curiosa sobre tres hombres generosos de Arabia.
Un día discutían unos árabes sobre cuál era el hombre más generoso. Los debates se prolongaron varios días, y al final, por común acuerdo, el número de candidatos ser redujo a tres.
Como los partidarios de los tres candidatos estaban a punto de llegar a las manos, se constituyó un comité para que tomara la decisión definitiva. Decidieron que, como en una prueba eliminatoria, se enviaría el siguiente mensaje a cada uno de los tres hombres:
“Tu amigo Wais se encuentra en un gran apuro. Te ruega que le ayudes con bienes materiales.”
Se despachó a tres representantes del comité para localizar a los tres hombres y entregarles el mensaje, después de lo cual debían volver para informar de lo sucedido.
El primer mensajero llegó a la casa del Primer Hombre Generoso, y le dijo que el comité le había encargado.
El Primer Hombre Generosos dijo:
“No me molestes con esa pequeñez. Coge todo lo que quieras de lo mío y dáselo a mi amigo Wais.”
Cuando este emisario volvió, la gente reunida pensó que no podía existir una generosidad mayor que ésta, junto con una tal altivez.
Pero el segundo mensajero, tras comunicar su mensaje, recibió como respuesta del criado del Segundo Hombre Generoso:
“Como mi amo es muy arrogante, no puedo molestarle con ningún tipo de mensaje. Pero te daré todo lo que tiene, y también una hipoteca sobre sus bienes inmuebles.”
El comité, al conocer esta respuesta, supuso que con toda seguridad éste sería el hombre más generoso de Arabia. Pero todavía no habían examinado el resultado de la misión del tercer mensajero.
Éste llegó a la casa del Tercer Hombre Generoso, quien le dijo:
“Empaqueta todas mis pertenencias y lleva esta nota al prestamista para liquidar todos mis bienes, y vuelve aquí para esperar a una persona que llegará de mi parte.” Dicho esto, el Tercer Hombre Generoso se marchó.
Cuando el mensajero hubo terminado esa tarea, se encontró en la puerta de la casa con un agente del mercado que le dijo:
“Si tú eres el mensajero de Wais, tengo que entregarte el importe de un esclavo que se acaba de vender en el mercado de esclavos.”
El esclavo era el Tercer Hombre Generosos.
Además, se cuenta que, unos meses más tarde, el propio Wais, que había formado parte del comité de jueces, visitó una casa en la que el esclavo que le servía resultó ser su amigo, el Tercer Hombre Generoso.
Wais dijo: “¡La broma ya ha ido demasiado lejos! ¿No es hora de que seas liberado?” El Tercer Hombre Generoso, que era un sufí, dijo:
“Lo que para unos es una broma puede no serlo para otros. Además, estoy arreglando lo de mi liberación mediante un acuerdo con mi amo y de conformidad con la ley. Conseguir la libertad me llevará sólo dos o tres años más.”

EL JOYERO
Este cuento habla de una mujer que llevaba un cofre con joyas de diversos tamaños a una joyería. Justo ante la tienda tropezó, y el joyero cayó al suelo: la tapa saltó, y las joyas se desparramaron por todas partes.
Los empleados dela joyería salieron corriendo de la tienda para impedir que los transeúntes cogieran alguna de las alhajas, y ayudaron a recogerlas.
Un avestruz que andaba por allí, pasó corriendo y, desapercibido en medio de aquel alboroto, se tragó la piedra más grande y valiosa.
Cuando la mujer echó en falta esa joya, empezó a lamentarse, y a pesar de buscar por todas partes, no pudo encontrarla.
Alguien dijo: “La única persona que ha podido coger esa joya es aquel derviche que está tranquilamente sentado junto a la tienda.”
El derviche había visto al  avestruz tragarse la piedra, pero no quería que hubiera derramamiento de sangre. Por eso, cuando llegaron a él, le agarraron e incluso le golpearon, se limitó a decir:
“Yo no he cogido nada.”
Mientras le golpeaban, llegó uno de sus compañeros y advirtió a la multitud que tuviera cuidado con lo que estaba haciendo. También le prendieron a él, y le acusaron de haber recibido la piedra del primer derviche, a pesar de que él lo negaba.
Esto es lo que estaba sucediendo cuando apareció un hombre dotado de conocimiento. Reparando en la avestruz, preguntó:
“¿Esa ave estaba aquí en el momento en que cayó el joyero?”
“Sí”, respondió la gente.
“En ese caso”, dijo él, “dirigid vuestra atención al avestruz”.
Tras pagarle a su dueño el precio del avestruz, lo mataron. En su estómago se encontró la joya perdida.

AHRAR Y LA PAREJA DE RICOS
Emirudin Arosi, procedente de una familia conocida por su apega a las creencias de una secta de entusiastas, encontró a un sabio y le dijo:
“Durante muchos años, mi mujer y yo hemos intentado con determinación seguir la vía derviche. Conscientes de que sabíamos menos que muchos otros, nos hemos contentado durante largo tiempo con gastar nuestra riqueza en la causa de la verdad. Hemos seguido a personas que han asumido la responsabilidad de la enseñanza, y de los que ahora dudamos. Sentimos pena, no por lo que hemos perdido en donaciones para empresas comerciales, derrochadas a manos de nuestros últimos mentores en nombre de la Tarea, sino más bien por el desperdicio de tiempo y esfuerzo, así como por las personas que todavía se encuentran sometidas a quienes de forma engañosa se autodenominan maestros, personas que viven con total despreocupación en una casa que llevan dos falsos sufíes, en un ambiente de anormalidad.”
El sabio, al que la tradición llama Khwaja Ahrar, el Señor de lo Libre, respondió:
“Os habéis arrepentido de vuestra adhesión a esos “maestros” de imitación, pero todavía no os habéis arrepentido de vuestro amor propio, que os hace experimentar una responsabilidad hacia los prisioneros de lo falso. Muchos de los prisioneros también están atrapados en la telaraña del engaño, porque desean un conocimiento fácil.”
“¿Qué tenemos que hacer?”
“Venid a mí con un corazón abierto y sin condiciones, aunque esas condiciones sean el servicio a la humanidad o que yo me muestre a vosotros como un ser razonable”, dijo el Maestro, “porque la liberación de vuestros compañeros es asunto de especialistas, no de vosotros. Incluso vuestra capacidad para formaros una opinión sobre mí está deteriorada, y yo por lo menos me niego a depender de ella”.
Pero, sin prestar mucha atención, Arosi y su mujer, temerosos de estar equivocándose de nuevo, siguieron adelante, buscando a otra persona; alguien que pudiera consolarles. Y lo consiguieron. Se trataba de otro fraude.
Volvieron a pasar los años, y la pareja volvió a casa de Khwaja Ahrar.
“Hemos venido, en total sumisión”, dijeron al guardián de la puerta, “a ponernos en manos del Señor de lo Libre, como si fuéramos cadáveres en las manos del que lava a los muertos”.
“Buena gente”, respondió el portero, “vuestra decisión es magnífica, propia de personas que el Señor de lo Libre no dudaría en aceptar como discípulos. Pero no tendréis en esta vida una segunda oportunidad, porque Khwaja Ahrar está muerto”.

BAHAUDIN Y EL CAMINANTE
Bahaudin el-Shah, gran maestro de los derviches Naqshbandi, encontró un día a un compañero en la gran plaza de Bujara.
El recién llegado era un kalendar* errante de los Malamati, los “Censurables”, Bahaudin estaba rodeado por sus discípulos.
“¿De dónde vienes?”, le preguntó el viajero, con la expresión sufí habitual.
“No tengo ni idea”, dijo el otro, riendo estúpidamente.
Algunos de los discípulos de Bahaudin murmuraron su desaprobación por esta falta de respeto.
“¿Adónde vas?”, prosiguió Bahaudin.
“No sé”, gritó el derviche.
“¿Qué es el Bien?”
Para entonces ya se había reunido una gran multitud.
“No lo sé.”
“¿Qué es el mal?”
“No tengo ni idea.”
“¿Qué es lo Correcto?”
“Todo lo que es bueno para mí.”
“¿Qué es lo Equivocado?”
“Todo lo que es malo para mí.”
Las gentes, agotada su paciencia e irritada por este derviche, lo apartaron. Éste se fue caminando decididamente a grandes pasos en una dirección que no llevaba a ninguna parte, muy lejos.
“¡Idiotas!”, dijo Bahaudin Naqshband, “este hombre estaba representando el papel dela humanidad. Mientras vosotros le despreciabais, él estaba mostrando deliberadamente la falta de atención que todos vosotros mostráis, de forma inconsciente, todos los días de vuestras vidas”.

* Derviche errante. En otros textos sufíes aparece con distinta grafía, como “kalandar”. (N. del T.)

LA COMIDA Y LAS PLUMAS
Había una vez (y ésta es una historia verdadera) un estudiante que solía ir todos los días a sentarse a los pies de un maestro sufí, para anotar en un papel todo lo que ésta decía.
Estaba tan inmerso en sus estudios, que era incapaz de realizar ninguna actividad de provecho. Una noche, cuando llegó a casa, su mujer le puso por delante un cuenco tapado con una servilleta. El la cogió y se la puso en el cuello, y entonces vio que el cuenco estaba lleno de… papel y plumas.
“Como esto es lo que haces todo el día”, le dijo su mujer, “intenta comértelo”.
A la mañana siguiente, como de costumbre, el estudiante fue a aprender de su maestro. Aunque las palabras de su mujer le habían afligido, no se puso a buscar un empleo, sino que se dispuso a continuar con sus estudios.
Después de unos minutos de estar escribiendo, se dio cuenta de que su pluma no funcionaba bien. “No importa”, dijo el maestro, “ve a ese rincón. Coge la caja que hay ahí y ponla delante de ti”.
Cuando se sentó con la caja y abrió la tapa, descubrió que estaba llena de… comida.

EL BRILLO DEL PODER
Un derviche que había estudiado con un gran maestro sufí recibió la instrucción de perfeccionar su conocimiento sobre el ejercicio de la percepción, y después volver con él para continuar con el aprendizaje. Entonces se retiró a un bosque y se concentró en la meditación interior con una gran fuerza y aplicación, hasta conseguir que casi nada le molestara.
Sin embargo, no se concentró lo suficiente en la necesidad de guardar en el corazón todos sus objetivos dela misma forma, y su empeño en tener éxito es ese ejercicio resultó más fuerte que su resolución de volver a la escuela desde la que se le había enviado a meditar.
Un día, cuando estaba concentrándose en su yo interior, un ligero sonido penetró en sus oídos. Molesto por esto, el derviche dirigió la mirada hacia las ramas del árbol del que parecía provenir el sonido y vio un pájaro. Por su mente cruzó el pensamiento de que este pájaro no tenía derecho a interrumpir los ejercicios de una persona tan consagrada a su tarea. Tan pronto como concibió esta idea, el pájaro cayó muerto a sus pies.
Ahora bien, el derviche no había avanzado lo suficiente en la senda del sufismo para darse cuenta de que existen pruebas a lo largo de todo el camino. Todo lo que pudo ver en aquel momento fue que había alcanzado un poder como nunca antes había tenido. Él podía matar a un ser vivo; o tal vez el pájaro hubiera resultado muerto por una fuerza distinta a la de su interior, ¡y todo porque él había interrumpido sus oraciones!
“Realmente debo de ser un gran sufí”, pensó el derviche.
Se levantó y se puso a caminar hacia la ciudad más cercana. Cuando llegó, vio una casa elegante y decidió pedir allí algo de comer. Llamó a la puerta y le abrió una mujer; entonces el derviche dijo:
“Mujer, tráeme comida, porque soy un derviche superior, y es bueno dar de comer a los que están en el Camino.”
“Ahora mismo, venerable sabio”, respondió la mujer, y desapareció dentro de la casa.
Pero pasó mucho tiempo, y la mujer no regresaba. A cada momento que pasaba, el derviche se impacientaba más. Cuando la mujer volvió, el derviche le dijo:
“Considérate afortunada porque no descargo sobre ti la ira de los derviches, ¿o no sabe todo el mundo que la desgracia puede abatirse sobre quienes desobedecen a los Elegidos?”
“Es cierto que la desgracia puede llegar, a no ser que uno sea incapaz de resistirla gracias a ciertas personales”, dijo la mujer.
“¡Cómo te atreves a contestarme de esa manera!”, gritó el derviche, “y, en todo caso, ¿qué quieres decir?”.
“Sólo quiero decir”, respondió la mujer, “que no soy pájaro en un claro del bosque”.
Al oír estas palabras, el derviche se quedó estupefacto. “Mi ira no te está haciendo daño, y además puedes leer mis pensamientos”, farfulló.
Y le rogó a la mujer que fuera su maestra.
“Si has desobedecido a tu propio maestro, también me dejarás a mí”, respondió la mujer.
“Bueno, por lo menos dime cómo has alcanzado un estadio del. conocimiento mucho más elevado que el mío”, pidió el derviche.
“Obedeciendo a mi maestro. Cuando me llamó, me dijo que escuchara sus charlas y practicara sus ejercicios; por otra parte, tenía que atender tanto a los ejercicios como a mis tareas mundanas. De esta forma, aunque hace años que no sé nada de él, mi vida interior se ha expandido constantemente, dándome poderes tales como el que tú has visto, además de muchos otros.”
El derviche regresó a la tekkia de su maestro para seguir aprendiendo. El maestro no le permitió hablar sobre nada de lo sucedido, y se limitó a decirle cuando apareció:
“Ve a servir al barrendero que limpia las calles de tal ciudad.”
Como el derviche tenía a su maestro en muy alta consideración, fue a aquella ciudad. Pero cuando llegó al lugar en que trabajaba el barrendero y le vio allí cubierto de basura, le dio asco acercarse a él y no era capaz de imaginarse a sí mismo como su criado.
Estaba allí de pie sin reaccionar, cuando el barrendero dijo, llamándolo por su nombre:
“Lajaward, ¿qué pájaro has matado hoy? Lajaward, ¿qué mujer ha leído tus pensamientos hoy? Lajaward, ¿qué asqueroso deber te impondrá tu maestro mañana?”
Lajaward le respondió:
“¿Cómo puedes ver dentro de mi mente? ¿Cómo puede un basurero hacer cosas que no puede hacer un piadoso ermitaño? ¿Quién eres tú?”
El barrendero dijo:
“Algunos ermitaños piadosos pueden hacer estas cosas, pero no las hacen para ti, porque tienen otras cosas que hacer. A ti te parezco un barrendero porque ésa es mi ocupación. Como no te gusta la profesión, no te gusta la persona. Como te crees que la santidad consiste en lavarse, sentarse y ponerse a meditar, nunca la alcanzarás. Yo he conseguido las facultades que ahora tengo porque nunca he pensado en la santidad: he pensado siempre en el deber. Cuando te enseñan a cumplir los deberes para con tu maestro, o lo deberes hacia lo sagrado, lo que te están enseñando es el deber en sí, estúpido. Lo único que ves son los deberes “para con alguien” o los deberes “con el templo”. Como eres incapaz de concentrarte en la idea del deber en sí, estás perdido.”
Y Lajaward, cuando fue capaz de olvidar que era el criado de un barrendero, y se dio cuenta de que ser un criado era un deber, se convirtió en el hombre que conocemos como el Iluminado, el Hacedor de Milagros, el Maravillosamente Perfumado Sheik Abdurrazaq Lajawardi de Badakhshan.

A CADA HOMBRE SEGÚN SU MERECIMIENTO
Una persona tendrá acceso a la experiencia y al conocimiento superiores en estrecha correspondencia con su valía, su capacidad y sus merecimientos. De ahí que si un asno ve un melón, se come la cáscara; las hormigas se comen todo lo que pueden; el ser humano consume sin saber qué ha consumido.
Nuestro objetivo es adquirir, mediante la comprensión del Origen, el Conocimiento que procede de la experiencia.
Esto lo consiguen, como en un viaje, sólo quienes ya conocen el Camino.
La justicia de esta situación es la mayor que existe: porque este conocimiento no puede negarse a quien lo merece, pero no puede concederse a quien no es digno de él.
Este Conocimiento es el único bien con capacidad discriminatoria, que aplica su propia justicia inherente.
Yusuf Hamadani

LA LECHE Y EL SUERO
Murid Laki Humayun le planteó esta cuestión al maulana* Bahaudin:
“En la ciudad de Gulafshan hay un círculo de seguidores. Algunos de ellos están en la etapa de los ejercicios, pero la mayoría son los que se reúnen todas las semanas para aprender de las acciones y enseñanzas del murshid (el guía).
Muchos de los murids (discípulos) entienden el significado de los cuentos y los hechos, y los utilizan para corregir su comportamiento externo e interno.
Sin embargo, muchos de los simples seguidores no parecen beneficiarse de los hechos y de las acciones, buscando en su lugar libros y enseñanzas que les den promesas concretas de progreso.
¿Por qué los discípulos sienten dolor cuando los seguidores normales no consiguen entender el significado de las historias y los sucesos? ¿Por qué, como muchos son amigos íntimos entre sí, querrían que no hubiera diferencias entres los discípulos y los simples seguidores?”
Bahaudin replicó:
“La condición de discípulo se instituyó para quienes pueden aprender sin perseguir burdos objetivos. Los discípulos que se afligen porque sus compañeros no aprenden de la misma manera, se afligen porque creen que el afecto debe producir capacidad. Sin embargo, la capacidad se merece o no se merece; el afecto se da y se toma.
“En los grupos accidentales de personas que se reúnen para recibir una misma enseñanza, siempre se produce un corte cuando empieza a operarse una ampliación de la misma, al igual que el suero se separa de la leche en presencia  del agente de agitación, que puede estar manifiesto u oculto, pero no ello menos presente. Es como la sacudida del cuenco de la leche. La gente se cree que cuando se produce un movimiento brusco (jumbish), le va a afectar de la misma forma que al suero de la leche. Pero tanto la mantequilla como la leche desnatada tienen sus funciones, aunque es posible que en terrenos diferentes.”

* “Maulana”, literalmente significa “nuestro maestro” (N. del T.)

EL TALISMÁN
Se cuenta que un faquir que quería aprender sin esfuerzo, abandonó después de un tiempo el círculo del sheikh* Shah Gwath Shattar. Cuando Shattar se estaba despidiendo de él, el faquir dijo:
“¡Tienes fama de poder enseñar toda la sabiduría en un abrir y cerrar de ojos y, sin embargo, pretendes que yo pase mucho tiempo contigo!”
“Todavía no has aprendido a aprender cómo aprender; pero descubrirás lo que quiero decir”, dijo el sufí.
Aunque el faquir había anunciado su marcha, se deslizaba a hurtadillas en la tekkia todas las noches para escuchar lo que decía el sheik. No mucho tiempo después, una noche, vio cómo Shah Gwath sacaba una joya de un cofre de metal tallado. Sostuvo la joya sobre las cabezas de sus discípulos diciendo: “Éste es el receptáculo de mi conocimiento, y no es otro que el Talismán de la Iluminación.”
“Así que éste es el secreto del poder del sheikh”, pensó el faquir.
Avanzada la noche, entró en la sala de meditación y robó el talismán. Pero en sus manos la joya, por mucho que lo intentó, no producía ni poder ni secretos. Se llevó una amarga decepción.
Se estableció como maestro y consiguió discípulos. Con la ayuda del talismán, intentó una y otra vez iluminarse a sí mismo y a sus discípulos, pero sin resultado alguno.
Un día estaba sentado en su santuario, después de que sus discípulos se hubieran acostado, concentrado en sus problemas, cuando Shattar apareació ante él.
“¡Oh, faquir!”, dijo Shah Gwath, “siempre puedes robar algo, pero no siempre puedes conseguir que funcione. Podrás robar incluso el conocimiento, pero tal vez te resulte inútil, como le pasó al ladrón que robó la cuchilla del barbero, que estaba fabricada con el conocimiento del forjador, pero que carecía del conocimiento del barbero. El ladrón se estableció como barbero y murió en la miseria porque no fue capaz de afeitar ni una barba, pero, sin embargo, sí cortó varias gargantas.”
“Pero yo tengo el talismán, y tú no”, dio el faquir.
“Sí, tú tienes el talilsmán, pero yo soy Shattar”, dijo el sufí. “Yo, con mis facultades, puedo hacer otro talismán. Tú, con el talismán, no puedes convertirte en Shattar.”
“¿Entonces, por qué has venido?, ¿sólo para torturarme?”, gritó el faquir.
“Vengo para decirte que si no hubieras sido tan ingenuo como para pensar que tener una cosa es lo mismo que poder ser transformado por ella, habrías estado preparado para aprender cómo aprender.”
Pero el faquir pensó que el sufí sólo estaba tratando de recuperar su talismán, y como no estaba preparado para aprender cómo aprender, decidió continuar con sus experimentos.
Sus discípulos continuaron haciéndolo: y sus seguidores, y los seguidores de sus seguidores. De hecho, los rituales que se originaron en sus incansables experimentaciones, constituyen hoy en día la esencia de su religión. Nadie podría imaginar, tan santificadas están por el tiempo estas prácticas, que su origen se encuentra en los hechos que acabamos de relatar.
A los ancianos practicantes de esta fe, además se les tiene por tan venerables e infalibles, que estas creencias nunca morirán.

* Aunque este término puede traducirse literalmente como jeque, por tener dicha palabra una connotación de jefe de tribu o clan, como a lo largo del libro “sheik” se refiere a “guía espiritual”, hemos preferido dejar el término original.  (N. del T.)

LA DISCUSIÓN CON LOS ACADÉMICOS
Se cuenta que una vez le preguntaron a Bahaudin Naqshband:
“¿Por qué no discutes con los eruditos? Tal y tal sabio lo hacen con frecuencia. Ello causa la total confusión de los eruditos y la invariable admiración de sus propios discípulos.”
Él respondió: “Ve a preguntarles a quienes se acuerden de la época en que yo también discutía con los académicos. Solía refutar sus conjeturas y sus pruebas imaginarias con relativa facilidad. Te lo pueden decir los que presenciaron aquellas discusiones. Pero, un día, un hombre más sabio que yo me dijo:
“Avergüenzas tan a menudo y de forma tan previsible a los hombres estudiosos, que acabas cayendo en la monotonía. Y eso sucede porque lo haces sin objetivo alguno, ya que los académicos no tienen capacidad de comprensión y siguen disputando mucho tiempo después de que sus opiniones han sido echadas por tierra.” Y añadió: “Tus alumnos están en continuo estado de admiración por tus victorias. Han aprendido a admirarte, y en vez de eso, deberían haber percibido la inutilidad y falta de consistencia de tus adversarios. Por tanto, esa victoria tuya no es completa; así que has fallado, pongamos, en una cuarta parte.
“Además, tus discípulos gastan mucho tiempo en esa admiración, en vez de fijarse en algo más  provechoso. Por lo que has fracasado quizá en otra cuarta parte. Dos cuartos son igual a una mitad. Te queda media oportunidad.”
“Eso ocurrió hace veinte años. He ahí la razón por la que ni me preocupo de los eruditos, ni molesto a los demás a cuenta de éstos, sea para alcanzar la victoria o para ser derrotado.
“De vez en cuando, uno puede asestar un golpe a los que se autodenominan eruditos, para demostrar su vaciedad a los estudiantes: es como si se golpeara una olla vacía. Hacer algo más es una pérdida de tiempo, y sería equivalente a darles a los intelectuales, prestándoles una atención gratuita, una importancia que sin duda no podrían alcanzar por su cuenta.”

LA HISTORIA DE HIRAVI
En tiempos del rey Mahmud el Conquistador de Ghazna, vivía un joven llamado Haidar Ali Jan. Su padre, Iskandar Khan, decidió obtener para él el mecenazgo del emperador, y lo envió a estudiar cuestiones espirituales con uno de los más grandes sabios de la época.
Cuando dominó las recitaciones y los ejercicios, cuando aprendió los relatos y las posturas corporales de las escuelas sufíes, Haidar Ali fue conducido por su padre a presencia del emperador.
“Poderoso Emperador”, dijo Iskandar, “he traído conmigo a este joven, mi hijo mayor y más inteligente, que ha recibido una formación especial en las diferentes vías sufíes, para que pueda obtener una posición digna en la corte de Vuestra Majestad, que sois el modelo de enseñanza de nuestra época.”
Mahmud no levantó la mirada y se limitó a decir: “Tráelo dentro de un año.”
Ligeramente decepcionado, pero abrigando firmes esperanzas, Iskandar envió a Ali a estudiar las obras de los grandes sufíes del pasado, y a que visitara los santuarios de los ancianos maestros de Bagdad, para que no desaprovechara el año de espera.
Cuando volvió a llevar al joven a la corte, dijo:
“¡Pavo Real de nuestra Época! Mi hijo ha realizado largos y difíciles viajes y, al mismo tiempo, ha añadido a su conocimiento de los ejercicios una completa familiaridad con los clásicos de la Gente del Sendero. Os ruego que lo tengáis a prueba para comprobar que puede ser un adorno de la corte de Vuestra Majestad.”
“Que vuelva”, dijo Mahmud inmediatamente, “dentro de otro año”.
Durante los siguientes doce meses, Haidar Ali cruzó el Oxus* y visitó Bujara y Samarcanda, Qasr-i-Arifin y Tashqband, Dushanbe y los turbats de los santos sufíes del Turquestán.
Cuando volvió a la corte, Mahmud de Ghazna le echó un vistazo y le dijo:
“Que pruebe a volver el año que viene.”
Haidar Ali hizo la peregrinación a La Meca. Viajó a la India; y en Persia consultó valiosos libros de gran rareza, y nunca desperdició una oportunidad de buscar y presentar sus respetos a los grandes derviches de aquel tiempo.
Cuando volvió a Ghazna, Mahmud le dijo:
“Ahora escoge un maestro, si te acepta, y vuelve dentro de un año.”
Cuando ese año hubo pasado e Iskandar Khan se disponía a llevar a su hijo a la corte, Haidar Ali no mostró ningún interés en ir. Se sentó a los pies de su maestro en Herat, y nada de lo que dijo su padre fue capaz de moverlo de allí.
“He malgastado mi tiempo y mi dinero, y este joven no ha superado las pruebas de Mahmud el Rey”, se lamentaba Iskandar, que acabó abandonando su empeño.
Llego el día en que el joven tenía que presentarse, y Mahmud dijo a sus cortesanos:
“Preparaos para una visita a Herat, hay una persona allí que quiero ver.”
Mientras la comitiva del emperador entraba en Herat al toque de trompetas, el maestro de Haidar Ali lo cogió por la mano y lo condujo a la puerta de la tekkia, y allí se pusieron a esperar.
Poco después, Mahmud y su cortesano Ayaz, descalzos, se presentaron en el santuario.
“Aquí, Mahmud”, dijo el sheik sufí, “está el hombre que no era nada cuando era un visitante de reyes, pero que ahora es alguien a quien visitan los reyes. Llévatelo como consejero sufí, porque ya está preparado”.
Ésta es la historia de los estudios de Hiravi, Haidar Ali Jan, el Sabio de Herat.

* Antiguo nombre del río Amu-Daria en la frontera de Afganistán. (N. del T.)

Charlas de un maestro Sufi en America

El Amor es el Vino

CHARLAS
DE UN MAESTRO S U F I
EN AMERICA

SHEIKH MUZAFFER
OZAK
al-Yerrahi  al-Halveti
Derga Halveti al Yerrahi
Buenos Aires-Argentina
baraka@ciudad.com.ar

Prologo

El advenimiento del tercer milenio trae consigo la pregunta sin respuesta:

Que será del ser humano en los próximos mil años?

Que inconcebibles maravillas nos traerán el constante desarrollo de la ciencia?
Cómo evolucionara nuestra vida en el planeta?

Nuestras mentes se pierden en la dimensión etérea de la imaginación,
Deleitándose con el desarrollo de hipótesis fantásticas.
Después de todo, al comienzo del segundo milenio, los mapas existentes eran muy imprecisos; hoy, cámaras montadas en satélites circundando el globo terráqueo, pueden
leer los números de la patente de un automóvil.

La noción de progreso, la invención del futuro y, en grado superlativo,
la creencia del hombre moderno en su poder de transformar y controlar el
mundo material eran inimaginables hacen mil años.

Hoy día, es el moto en la bandera de la supremacía de la sociedad tecno-industrial.
En las amarillentas paginas del olvido quedaron para la mayoría de
los seres humanos el concepto de un mundo solidario, armonioso y espiritual,
en el cual el hombre pueda experimentar la contemplación de un universo
mas allá del que nos rodea.

El maestro sufi Muzzafer Ozak (ra) nos ofrece una visión de ese universo
Espiritual, reflejado en sus historias y enseñanzas.

Las décadas de los años sesenta y setenta presenciaron una resurgencia
en Occidente de varias esferas de misticismo,  espiritualidad,;
incluyendo la manifestación y rápido crecimiento de los adeptos del Islam
Ortodoxo, especialmente en el hemisferio Norte.

Las reacciones del publico en general fueron positivas y también negativas,
pero en ambos casos comenzó un proceso de mejor entendimiento de esta fe
vibrante, pujante, la ultima develada entre las grandes religiones del
mundo.

Estas charlas intentan demostrar el origen gnóstico y místico de todas
las religiones y, por ende, del hombre en si.

No hay duda que un solo mensaje con varios aspectos reside en el corazón
del ser humano: su realización del mensaje divino, su comprensión del
motivo de su existencia y la vivencia de una jornada terrena honorable,
sin miedos, donde no hay espacio para la ignorancia, la oscuridad o el
Abuso.
Vemos sin embargo, que la historia del hombre a través de las épocas,
ha sido tumultuosa y que las civilizaciones, “buenas” y “malas” sin excepción,
han sido cíclicas.
Este fenómeno es parte de la naturaleza de la Realidad Divina.
Simplemente significa que la existencia en este plano de la Creación, esta en estado
de cambio continuo y movimiento dinámico.
El cambio en si implica la existencia de un cierto parámetro fijo que permite medir el proceso evolutivo del cambio.
Este parámetro fijo reside en la parte mas intima
del ser humano, al cual los sufies llaman “El Secreto de los Secretos”,
“el Corazón Divino” que es el objeto de la búsqueda interior del místico
y, su mera existencia en el hombre y no en otros seres, demuestra a su
vez, que el ser humano es la mas alta manifestación de la Creación de Dios.

El descubrimiento del Secreto lleva a una vida noble, de total consagración
a la devoción y a la búsqueda de la sumisión absoluta a la Voluntad Divina.
La vida del místico, del amante de Dios, es una continua purificación
de intención, de una lucha incesante por el conocimiento de si mismo. Y,
a través de esa conquista espiritual, llega la máxima recompensa: el Conocimiento
de Dios y la realización de la no-existencia.

El Sheikh Muzaffer Ozak (ra), con sus comentarios e historias nos lleva
por ese camino.

Se que ese fue su deseo y es la meta del Sheikh Ragip Frager, quien
colecto y publico, por primera vez, los discursos del gran maestro
en su versión inglesa titulada:” Love is the wine”.

Le ruego a Dios que cuando sus nombres sean mencionados entre sus lectores,
digan de ellos:

“Ellos son aquellos
con las marcas en las frentes,
las huellas de la postración.”

Al Hayy Orhan al Yerrahi
Buenos Aires
Argentina

Introducción

Conocí a Sheikh Muzaffer (que Allah tenga misericordia de él) en Abril de 1980. El Instituto de Psicología que yo había fundado años atrás le había invitado a él y a sus derviches a ser huéspedes de la Escuela durante su estancia en California. Como dos de los profesores se habían hecho cargo de la organización, yo no tuve contacto con los derviches hasta que éstos llegaron.
Estaba sentado en mi oficina hablando por teléfono, cuando pasó un hombre imponente y fornido. Me echó una mirada y siguió adelante sin ni siquiera interrumpir su paso. En el momento en que me miró, el tiempo pareció detenerse. Sentí como si, al instante, él ya supiera todo sobre mí, como si todos los datos de mi vida fuesen leídos y procesados en una computadora de alta velocidad en una fracción de segundo.
Tuve la sensación de que él conocía todo lo que me había llevado a sentarme en aquel despacho e incluso a hacer aquella llamada telefónica, y que sabía todo lo que iba a salir de allí.
Una voz dentro de mí dijo: “Realmente espero que este sea el sheikh. Porque si es sólo uno de sus derviches, no creo que pueda asimilar el encuentro con su sheikh””
Al rato, salí a saludar al sheikh y a sus derviches y para darles la bienvenida en nombre de la escuela. Como esperaba, el hombre que había visto al principio era Sheikh Muzaffer Efendi. En su presencia sentí una mezcla de gran poder y sabiduría por un lado y un hondo honor y compasión por otro. El poder que emanaba de él hubiera resultado casi insoportable si no hubiera sido por el amor –igualmente fuerte- que irradiaba.
Tenía la poderosa complexión de un luchador turco. Sus manos eran enormes, las más grandes que he visto jamás. Su voz era un bajo profundo y sonoro, la voz más rica y honda que he escuchado nunca fuera de una ópera. Su cara era extremadamente móvil. Si en un momento dado parecía severo y serio, al momento siguiente se transformaba en la quintaesencia del narrador de historias cómicas. Sus ojos eran claros y penetrantes –a veces fieros como los de un halcón, a veces amorosos y chispeantes, llenos de humor.
Aquella tarde, a la hora de cenar, Efendi me invitó a sentarme con él. Después de la cena, contó dos historias de instrucción Sufí.
Al oírle hablar, comprendí que todos los libros que había leído sobre Sufismo no habían ni siquiera empezado a transmitir el poder de esa técnica de enseñanza. Leer colecciones de historias inconexas, sacadas de su contexto, no era nada en comparación con escuchar a un maestro sufí en persona. Si la primera historia pareció abrir mi interior, la segunda me hizo comprender.
Cuando Efendi hubo terminado, noté de pronto que la habitación estaba llena de gente, de derviches y de mis propios estudiantes. Mientras había estado contando las historias, me había parecido que se había estado dirigiendo sólo a mí, así que no tenía conciencia de que hubiera alguien más en la habitación.
La primera historia es la siguiente:
Un día un hombre le prestó dinero a un viejo amigo. Unos meses más tarde, sintió que necesitaba su dinero, así que fue a casa de su amigo, que vivía en una ciudad próxima, para pedirle que le devolviese el préstamo. La esposa de su amigo le dijo que su marido había ido a visitar a alguien al otro lado de la ciudad. Le dio al visitante unas direcciones y éste se fue a buscar al deudor.
De camino, pasó al lado de una procesión fúnebre. Como no tenía prisa alguna, decidió unirse a la procesión y ofrecer una oración por el alma del muerto.
El cementerio de la ciudad era muy viejo. Al tiempo que se excavaba una tumba nueva, se exhumaban algunas de las antiguas.
Al lado de la tumba nueva, el hombre vió a su lado una calavera recién desenterrada. Entre los dos dientes delanteros de dicha calavera había una lenteja. Sin pensar en lo que hacía, el hombre tomó la lenteja y se la metió en la boca.
Justo entonces, un hombre sin edad definida y con barba blanca se le acercó y le preguntó: “¿Sabes porque estás aquí hoy?”
“Pues claro, estoy en esta ciudad para ver a un amigo mío”.
“No. Estabas aquí para comerte esa lenteja. Ves, esa lenteja estaba destinada para ti, no para el hombre que murió hace algún tiempo y que no pudo tragársela. Estaba destinada para ti y ha ti ha llegado”.
Efendi comentó: “Esto ocurre así con todas las cosas. Dios provee tu sustento. Sea lo que sea que esté destinado para ti, no dudes que te llegará”.
Entonces contó la segunda historia.
Había una vez en Estambul un hombre muy rico que un año decidió monopolizar todo el arroz del mercado. Una vez que los granjeros hubieron terminado la cosecha, envió a sus sirvientes a las puertas de la ciudad. Allí compraron el arroz de los campesinos y lo transportaron a los almacenes que había alquilado su señor.
Ni un grano de la cosecha de arroz de aquél año consiguió llegar al mercado. El hombre rico se imaginaba que podría ganar una fortuna con su monopolio.
Una vez guardado todo el arroz, nuestro hombre decidió visitar los almacenes. El grano era almacenado de acuerdo con su tipo y calidad. El más refinado se guardaba en una esquina de la última nave. Esta era la mejor variedad: había sido plantada en el mejor suelo y había recibido la cantidad óptima de sol y agua. Cuando el hombre vió este arroz, cuyos granos eran dos veces más grandes que los normales, decidió llevarse algunos a casa para la cena.
Aquella noche, su cocinero le agasajó con un plato de aquel arroz maravilloso, excelentemente cocinado con mantequilla y especias. Pero nada más tomar la primera cucharada, el arroz se le atascó en la garganta. No podía ni tragarlo ni escupirlo.
Probaron extraérselo de mil formas, pero todo fue en vano.
Finalmente, llamaron al médico de la familia. El doctor hurgó y empujó todo lo que pudo, pero no consiguió desatascar el arroz. Al fin, dijo: “Me temo que hará falta realizar una traqueotomía. Es una operación simple. Le abriremos la garganta y sacaremos el arroz directamente”.
Al hombre le espantaba la sola idea de que le cortaran la garganta, así que decidió consultar a un otorrinolaringólogo. Desgraciadamente, el especialista le recomendó la misma operación.
Entonces el hombre se acordó del sheikh sufí que había sido el consejero espiritual de la familia durante años y que tenía fama de tener poderes curativos. El sheikh le dijo: “Sí, sé como puedes curar tu mal, pero tienes que hacer exactamente lo que te diga. Mañana toma un avión y vete a San Francisco. Toma un taxi y ve al Hotel St.Francis, sube a la habitación 301, gira a tu izquierda y las cosas se resolverán”. Por la reputación del sheikh y también porque hubiera hecho cualquier cosa con tal de que ni le cortasen la garganta, nuestro hombre se embarcó con destino a San Francisco.
Se sentía terriblemente incómodo con el arroz atascado en la garganta. Le resultaba difícil respirar y apenas podía tragar un poco de agua de vez en cuando.
Una vez en san Francisco, el hombre se fue de inmediato al Hotel St.Francis y subió a la habitación 301. Hasta aquí todo iba bien. Por lo menos el hotel y la habitación que el sheikh había especificado estaban allí.
Llamó a la puerta, que estaba entornada, y esta se abrió un poco. Al asomarse, vió a un hombre dormido en la cama, roncando suavemente. De pronto, el hombre rico estornudó. Con aquel estornudo, el arroz fue expulsado de su boca y fue a parar a la boca del hombre que dormía, quien lo tragó automáticamente, mientras se despertaba.
Al abrir los ojos, el huésped del hotel reclamó en turco: “¿Qué sucede? ¿Quién es usted?”. Maravillado al encontrarse un compatriota en San Francisco, el hombre rico le contó toda la historia. Ambos estaban maravillados por lo que había ocurrido. Al fin, resultó que el hombre no sólo era de Estambul, sino que también vivía en el mismo barrio que el hombre rico.
Cuando volvió a casa, el hombre rico fue inmediatamente a visitar al sheikh. Este le explicó que el arroz que había tratado de comer no estaba destinado para él, sino para la persona que finalmente lo había tragado. Por eso se había atascado en su garganta: porque aquel arroz no formaba parte de su destino.
La única solución era hacerlo llegar a la persona para la que realmente estaba destinado.
Al fin, el sheikh recalcó con énfasis: “Recuerda, cualquier cosa que este destinada para ti te llegará. Y cualquier cosa que esté destinada para otros forzosamente les llegará también”.
El hombre rico regresó a su casa, pensó largamente sobre su experiencia y sobre lo que el sheikh había dicho. A la mañana siguiente, ordenó que abrieran sus almacenes y que distribuyeran todo el arroz entre los pobres de Estambul.
Efendi añadió: “Esto es cierto. Lo que está destinado para ti,y esto incluye tanto beneficios materiales como espirituales, tiene necesariamente que llegarte. Puede que tenga que recorrer todo el camino desde Estambul a San Francisco, e incluso dar un rodeo más amplio, pero al fin te llegará”.
Aquella noche, ya en mi casa, pensé mucho en las historias y en lo que Sheikh Muzaffer había dicho. Reflexioné acerca de cuán duramente me empujaba a mi mismo y cuántas veces me preocupaba por el fracaso. Me di cuenta de que, muy probablemente, trabajaría igualmente duro y de forma mucho más feliz y eficaz, si confiara en que todo lo que está destinado para mí terminará sin duda por llegarme.
Al otro día, al ver a Efendi, le conté lo poderosamente que me habían afectado las historias de la noche anterior. Le dije que si tan sólo pudiera recordar las historias de la noche anterior, mi vida sería muy distinta.
Me miró profunda y fijamente y dijo. “Nunca las olvidarás”.
Lo que dijo era cierto. Aunque recuerdo muchas de las historias que le oí contar, aquellas dos permanecen especialmente nítidas en mi memoria. Es como si cada detalle estuviese grabado en mi mente.
Lo que yo dije también era verdad. Desde entonces, he experimentado un sentido de confianza y seguridad que nunca había tenido antes. Al menos he saboreado la verdad de que Allah nos provee a todos mucho mejor y con mucha mayor generosidad de lo que normalmente imaginamos.
Casi la mitad de esta colección de charlas e historias están tomadas de las dos visitas de Efendi a California. En estas visitas, la mayor parte de la audiencia consistía en estudiantes de psicología interesados en temas espirituales. En algunas materias, como el capítulo de los sueños, Efendi entra en más detalles de lo que nunca haya escuchado o leído en otra parte.
La otra mitad de esta colección procede de charlas que otros y yo grabamos durante las frecuentes visitas de Efendi a Nueva York. Tuve la fortuna de escuchar a Efendi dos veces al año, en primavera y otoño, desde 1981 hasta su muerte en 1985. Su audiencia en aquellas charlas estaba formada por derviches americanos que estaban aprendiendo las dos cosas: Sufismo e Islam.
Las enseñanzas e historias contenidas en este libro son únicas.
Se trata del pensamiento Sufí presentado a una audiencia americana por un maestro sufí en toda regla. No se trata ni de un tratado erudito sobre sufismo ni de una colección de historias y escritos encerrada dentro de una antigua tradición religiosa y cultural de Oriente Medio que pocos lectores occidentales ni siquiera pueden empezar a comprender. Estas enseñanzas proceden de la tradición viva del Sufismo que han sido adaptadas y orientadas a los modernos occidentales.
Sheikh Muzaffer Ozak era la cabeza de la Orden Halveti-Jerrahi, una rama de trescientos años de edad, de una de las más grandes órdenes sufíes. En Turquía estaba considerado como uno de los pocos grandes sheikhs, o maestros sufíes, vivos. Efendi se hallaba extraordinariamente capacitado para transmitir la riqueza de la tradición sufi íntegra al Occidente. Comprendía a los occidentales como casi ningún maestro sufí anterior. Su librería religiosa es Estambul atraía a cientos de buscadores occidentales que visitaban Turquía. Efendi realizó más de veinte viajes a Europa y a los Estados Unidos, quedándose a menudo uno o dos meses seguidos. En sus viajes, inició a cientos de americanos y europeos en la Orden Halveti. Interpretaba sus sueños y respondía a sus preguntas sobre cualquier tema, desde teología y misticismo al matrimonio y cómo ganarse la vida.
Estas enseñanzas han afectado mi vida profundamente, desde el mismo momento en que conocí a Efendi. He editado y compilado sus charlas porque su deseo era que sus enseñanzas se divulgasen a una audiencia lo más amplia posible. Espero que te conmuevan y afecten tu vida tanto como lo hicieron con la mía.
Estoy profundamente agradecido al Sheikh Tosun Bayrak, que fue designado por Efendi como mi guía en este camino de la Verdad. El me ha inspirado y animado a editar este libro. En realidad, éste no hubiera sido posible sin sus sensibles y sofisticadas traducciones de las charlas de Efendi.
Sheihk Tosun Bayrak y yo fuimos bendecidos con la buena fortuna de editar el borrador final del manuscrito en la Ciudad Santa de Medina, hogar y el lugar del último descanso del Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Allah sean con él).
La vida del Profeta, con sus incontables e inestimables ejemplos de guía y enseñanza, ha siempre constituido, para todos los derviches desde el comienzo del Sufismo hasta nuestros días, un modelo de la cumbre de la realización humana.
La Ciudad de Medina está impregnada de la presencia del Profeta. Rezo para que su luz brille a través de estos escritos y mueva los corazones de todos los que lean este libro.
En las tradiciones lingüísticas turca y árabe, los nombres de los profetas y santos siempre se hallan seguidos de una frase honorífica. Se considera descortés e irrespetuoso decir “Jesús” o “Moisés” como si estuvieras hablando de tu vecino de enfrente. Sin embargo, viendo que estas frases formales pueden parecer extrañas e incómodas a los lectores occidentales,  he incluido la frase honorífica tan sólo después de la primera mención de cada nombre en un capítulo o historias dados. Así, en el texto encontrarás “Muhammad (Que la paz y las bendiciones de Allah sean con él).
Otros grandes mensajeros de Dios son Abraham, Moisés y Jesús, cuyos nombres son seguidos de “Que la paz de Allah sea con él”.
Los nombres de los compañeros y la familia del Profeta se hallan seguidos de “Que Allah esté complacido con él o ella”.
Los nombres de grandes santos sufíes van seguidos de “Que su alma sea santificada”.
Los nombres de los maestros sufis fallecidos están seguidos de “Que Allah tenga misericordia de él o ella”.
El editor desea expresar su profunda gratitud a Nuriya Jans, cuyas transcripciones de las charlas de Efendi y su labor de transformar notas dispersas en un manuscrito único han hecho posible este libro. También estoy muy agradecido a Nuran Reis, cuya ayuda fue inestimable a la hora de preparar el manuscrito, así como a Moussa Keller y a otros muchos derviches y estudiantes que leyeron e hicieron comentarios sobre el manuscrito.
Finalmente, me gustaría dar las gracias a mi editor, Kabir Helminski, cuyo apoyo ha sido inestimable desde el principio.
Cualquier error o inexactitud en este libro se deben a la ignorancia y descuido del editor.

Sheikh Ragip Frager Medina
de la Orden Halveti-Jerrahi                        Rajab 18, 1407 A.H. (18 de Marzo de 1987)

El Sufismo

El Sufismo no es diferente del misticismo de todas las religiones. El misticismo viene de Adán (que la paz se Allah sea con él) y ha adoptado diferentes formas a lo largo de los siglos: por ejemplo, el misticismo de Jesús (que la paz se Allah sea con él), de los monjes ermitaños, y de Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él). Un río pasa por muchos países y cada uno lo reivindica para sí. Pero sólo hay un río .
La Verdad no cambia: la gente cambia. La gente pretende poseer la Verdad y guardársela para sí, manteniéndola fuera del alcance de los otros. Pero no se puede poseer la Verdad.
El camino del Sufismo es la eliminación de cualquier intermediario entre el individuo y Dios. La meta es actuar como una extensión de Dios, no como una barrera.
Ser un derviche es servir y ayudar a otros, no solamente sentarse y rezar. Ser un verdadero derviche es levantar a aquellos que han caído, enjuagar las lágrimas de los que sufren y confortar a los huérfanos y a los que están solos.
Gente diferente tiene capacidades diferentes. Unos pueden ayudar con sus manos, otros con su lengua, otros con sus oraciones y otros con sus riquezas.
Puedes llegar allí por ti mismo, pero éste es el camino más difícil.
Nuestras metas personales conducen todas al mismo fin: sólo hay una Verdad. Pero, ¿por qué negar los miles de años de experiencia atesorados por la religión? Estos ofrecen un caudal de verdadera sabiduría destilada por tantos años de búsqueda, prueba y error.
Tener sólo media religión es una gravísima equivocación que te mantendrá alejado de la verdadera fe. Visitar a alguien que es solamente medio médico es terriblemente peligroso. Un medio gobernante es un tirano.
Muchos se debaten en el laberinto de la religión y las diferencias religiosas. Son como perros peleándose por un hueso, buscando sus propios intereses egoístas. La solución es recordar que hay sólo un Creador, que nos sostiene a todos. Cuanto más recordemos al Uno, menos lucharemos.
Un sheikh sufí es como un médico, y un estudiante cuyo corazón está enfermo. El estudiante acude al sheikh para curarse.
Un verdadero sheikh prescribirá una dieta y una medicación determinadas para curar las enfermedades de cada persona. Si los estudiantes siguen las prescripciones de su sheikh se curarán. Si no, pueden destruirse a sí mismos. Los pacientes que emplean de forma errónea las recetas de su médico están llamando a su propia ruina.
En un nivel más elevado, la relación entre un sheikh y sus estudiantes es como la de un racimo de uvas y la rama de la que ésta pende. El sheikh conecta las uvas al árbol, a la savia y a la fuente de la savia.
Es extremadamente importante entender bien esta conexión. Es como la que hay entre una bombilla y la corriente eléctrica. La energía es la misma. Algunos sheikh tienen 20 voltios y otros 100, pero todos transmiten la misma electricidad.
Los ojos son las ventanas del alma. Mirando a los estudiantes el maestro los conecta. Puede haber una gran fuerza en la mirada de un sheikh.
La primera etapa es tener fe. El primer paso en esta etapa es tener fe en el propio sheikh, la cual se expresa en el sometimiento a su persona. A través de esa sumisión, tu arrogancia se transformará en humildad; tu ira y tu agresividad se transmutarán en buen carácter y suavidad. El primer paso es muy grande.
No todo el que lleva un turbante y viste túnicas llamativas es un sheikh. Pero una vez que, por voluntad de Allah, has encontrado a uno verdadero, el primer paso es la sumisión.
El cuestionar y dudar, como tanto se insiste en Occidente hoy en día, también puede llevar a la Verdad. De hecho hay algo ciego en someterse sin pensar. Puede que seas mejor buscar, meditarlo primero y decidir seguir a un sheikh sólo cuando hayas resuelto todas tus dudas y preguntas.
En nuestra tradición, generalmente es considerado una gran falta de cortesía cuestionar o dudar de tu sheikh. Sin embargo, puede ser bueno preguntar si a través de las respuestas tu fe se vuelve más clara y firme.
Incluso el profeta Abraham preguntó a Dios: “¿Cómo puedes devolver la vida a los muertos?”. Dios respondió: “Abraham, ¿no tienes fe en Mí? ¿Dudas de Mí?”. Abraham respondió: “Sí, tengo fe y Tú sabes lo que hay en mi corazón. Pero sólo quería ver con mis propios ojos”.
Hay cuatro caminos hacia la fe. El primero es el camino del conocimiento. Alguien viene a ti y te habla de algo que nunca has visto. Por ejemplo, mucha gente me había hablado de este país, pero yo nunca lo había contemplado. Finalmente, tomé un avión y pude verlo con mis propios ojos desde el aire. Entonces mi fe se hizo más fuerte. Ahora que estoy aquí mi fe es aún más fuerte. El último nivel sería llegar a ser parte de este país.
Los cuatro caminos hacia la fe son:
Conocimiento de algo.
Visión de algo.
Estar en algo.
Volverte algo.

Es bueno tener dudas, pero uno no debería permanecer en la duda. La duda debería llevarte a la Verdad. No te quedes en las preguntas. La mente también te puede engañar. El conocimiento y la ciencia pueden engañarte. Existe un estado, que es parte del destino de algunas personas, en el que los ojos que ven dejan de ver, los oídos que oyen dejan de oír, y la mente que imagina y considera deja de imaginar y considerar.
El pueblo del profeta Abraham estaba formado por adoradores de ídolos. Pero él buscaba a Dios. Un día, contemplando la estrella más brillante del firmamento, dijo: “Tú eres mi Señor”. Entonces salió la luna y volvió a decir: “Tú eres mi Señor”. Entonces salió el sol, y la luna y las estrellas desaparecieron. Abraham dijo: “Tú eres más grande; Tú eres mi Señor”. Pero con la llegada de la noche el sol también desapareció y Abraham dijo:
“Mi Señor es Aquel que hace aparecer y desaparecer las cosas generando todas las transformaciones. Mi Señor es Aquel que está detrás de todo cambio”.
Por medio de este proceso, paso a paso, se ve cómo el profeta Abraham pasó de la adoración de los ídolos a la verdadera adoración de Dios, salvando así a su gente de la falsedad. Ciertamente se puede llegar a la Unidad a través de la multiplicidad.
Los nafs –el yo inferior- se hallan siempre en batalla con el alma. Esta batalla continuará durante toda la vida. La cuestión es ¿quién educará a quien? ¿Quién dominará a quién? Si el alma llega a ser el amo, te volverás un creyente, alguien que abraza la Verdad. Mas si es el “yo inferior” el que domina al alma serás uno de los que niega la Verdad.

Se dice que un sheikh nunca debería ser el huésped de un sultán, y que incluso cuando el sheikh visita al sultán, éste es su huésped. Es decir, el sheikh va a enseñar y a beneficiar al sultán, no ha recibir nada de él. Incluso un sheikh tiene que guardarse de las tentaciones del dinero, la fama y el poder.
Hace años, el sultán del Imperio Otomano empezó a venir a las reuniones de nuestra Orden. El sultán estaba asombrado con la sabiduría del Sheikh Jerrahi, así como enamorado de la ceremonia de los derviches.
Después de algunos meses, el sultán le dijo al sheikh: “En mis visitas aquí, usted y sus derviches me han impresionado e inspirado de forma extraordinaria. Quisiera apoyarles en lo que pueda. Por favor, pídame lo que sea”.
Se trataba de una oferta más que apetecible: carta blanca del gobernador de uno de los mayores imperios de la tierra.
El sheikh dijo: “Sí, mi sultán, puede hacer una cosa por mí. Por favor, no vuelva más con nosotros”.
El sultán, extrañado, preguntó: “¿He hecho algo mal? No conozco todas las reglas de la cortesía sufi, y de veras lo siento si lo he ofendido”.
“No, No!” El problema no es usted, sino con mis derviches. Antes de que usted viniera, ellos rezaban y cantaban los Nombres Divinos sólo por el amor de Allah. Ahora, cuando hacen sus oraciones y cantos piensan en usted. Piensan en ganar su aprobación, en su riqueza y en el poder que podrían obtener con ello. No, mi sultán, no es usted sino nosotros. Me temo que no tenemos la suficiente madurez espiritual para soportar su presencia aquí. Por eso es por lo que me veo obligado a pedirle que no vuelva”.

Una vez el sultán iba cabalgando por las calles de Estambul, rodeado de cortesanos y soldados. Todos los habitantes de la ciudad habían salido de sus casas para verle. Al pasar, todo el mundo le hacía una reverencia. Todos menos un derviche arapiento.
El sultán detuvo la procesión e hizo que trajeran al derviche ante él. Exigió saber por qué no se había inclinado como los demás.
El derviche contestó: “Que toda esa gente se incline ante ti significa que todos ellos anhelan lo que tú tienes – dinero, poder, posición social -. Gracias a Dios esas cosas ya no significan nada para mí. Así pues, ¿por qué habría de inclinarme ante ti, si tengo dos esclavos que son tus señores?.
La muchedumbre contuvo la respiración y el sultán se puso blanco de cólera. “¿Qué quieres decir?”, gritó.
“Mis dos esclavos que son tus maestros son la ira y la codicia”, dijo el derviche tranquilamente, mirando al sultán fijamente a los ojos. Dándose cuenta de que lo que había escuchado era cierto, el sultán se inclinó ante el derviche.

Dios ha dicho: “Yo, al que todos los mundos son incapaces de abarcar, puedo caber en el corazón de un creyente”. Realmente Dios no cabe en el corazón humano. Dios no puede ser limitado a ningún lugar. Pero las expresiones de Dios quepan en los corazones de todos los hombres. No “somos” parte de Dios porque Dios es indivisible. La humanidad es Su creación. Dios se expresa en nuestros corazones haciéndonos sus regentes, sus representantes, su ejemplo visible.
Y así, la Misericordia de Allah es expresada a través de los pensamientos y acciones de una persona, la Compasión de Dios a través de otra, la Generosidad de Allah a través de otra.
Está la esencia de Dios y están sus atributos. La esencia es incomprensible para nosotros. Podemos empezar por entender los atributos. De hecho, parte de la educación sufí es comprender esos atributos dentro de uno mismo.
Allah ha dicho: “Mis siervos me encontrarán en la forma en que me vean”. Esto no quiere decir que cuando piensas en Dios como un árbol o una montaña Dios será ese árbol o esa montaña. Pero si piensas en Dios como misericordioso o lleno de amor, o como colérico y vengativo, así es como Le encontrarás.
En el Sufismo es lícito hablar de todos los atributos de Dios.
Finalmente, el sufí llega a al estado de sumisión y entonces deja de hacer preguntas.
Hay electricidad en todas las partes, pero si solamente tienes tres bombillas, todo lo que verás son esas tres bombillas. Tienes que ser consciente de ti mismo. Este es el principio y la vía. Solamente a través del conocimiento de ti mismo, entenderás ciertos atributos.
La conexión con los atributos se logra a través del conocimiento de uno mismo. Exteriormente no encontrarás nada.
Toda la creación es la manifestación de Dios. Pero, al igual que ciertas partes de la tierra reciben más luz que otras, a algunas personas les es dada más luz. Los profetas han recibido el máximo de luz Divina. Además de la cantidad, está la calidad. Está la cuestión de qué atributos se manifiestan. Ciertas personas son manifestaciones de diferentes atributos Divinos. Los profetas manifiestan todos los atributos Divinos. La luna refleja la luz del sol. El sol es la verdad. La luna es cada uno de todos los profetas.

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