¿Qué es el Sufismo?

¿Qué es el Sufismo?
“Por mucho que intento hablar del amor, al llegar a él,
me avergüenzo de él.”
Rumi
Compendio de un discurso pronunciado por el Dr. Javad Nurbakhsh en la Universidad de la Sorbona en 1963:
Introducción
La esencia del sufismo es la Verdad. La definición del sufismo es el conocimiento certero y la realización de esa Verdad.
La práctica del sufismo es el propósito de caminar hacia la Verdad por medio del Amor divino y la devoción. Este es el Tariqat, o senda espiritual hacia Dios.
El Sufí es aquel que ama la Verdad, quien por medio del Amor y la devoción hace la peregrinación hacia esa Verdad o Perfección Absoluta, y por el Pudor que siente hacia ella se aleja de todo lo que no sea la Verdadera Realidad. Los sufíes dicen: “A quienes tienen apego a este mundo les está vedado el otro mundo; a los del otro mundo les está vedado este mundo. Ambos mundos le están vedados al sufí”.
Esta misma idea es expresada por Shebli cuando dice: “Quien muere con amor a este mundo, es un hipócrita; quien muere con el anhelo del Paraíso es un asceta; pero quien muere enamorado de la Verdad, es un sufí”.
• El Sufismo
• ¿Cómo se puede realizar la Perfección?
• Ascetismo y Abstinencia en El Sufismo
• La Senda Espiritual (Tariqat)
• La Manifestación de la Divinidad (Mazhariat)
• Sama
• Amistad divina (Welayat)
La Purificación y sus Etapas
El Sufismo
    El sufismo es la escuela para el desarrollo de un comportamiento ético, que incluye iluminación interior, y no razonamiento; intuición y testimonio directo, y no lógica. Cuando hablamos de ética, es preciso entender que no se trata de la ética convencional de la sociedad. El sufí observa la ética de los atributos Divinos, que no debe ser confundida con la moral y las reglas convencionales de la sociedad. Expresar verdades reales es cosa muy difícil; las palabras, aún las más precisas, en su limitación, no llegan jamás a captar la perfecta totalidad de lo que significan. Por tanto es posible que puedan ocasionar dudas y confusiones en aquellos que son imperfectos. No obstante:
Si uno no puede beber todo el agua del mar
debe beber de él hasta saciar su sed.
    Todo lo que los sabios han dicho con respecto a la Verdad es cierto, pero incompleto. El sufí afirma que el filósofo ve la totalidad absoluta a través de la ventana de su percepción limitada, con ojo sabio pero parcial, y que aquello que percibe no es más que una minúscula parte del Absoluto, y es por todos bien conocido que una parte no puede sustituir al todo.
    Moulana Rumi, en su famosa obra El Masnawi, cuenta la historia de un grupo de hombres en India que nunca habían visto un elefante. El elefante era exhibido en ciudades y pueblos, y un día quedó arrinconado en el establo de un lugar donde nadie había visto jamás un animal de su aspecto. Cuatro curiosos que se enteraron de la existencia de aquella maravilla decidieron verla antes que los demás. Era ya de noche y no había luz en el establo; en completa oscuridad se acercaron al animal y empezaron a palparlo. Uno, al tocarle la trompa, se imaginó al elefante como una manguera; el segundo le tocó la oreja y lo describió como un abanico; el tercero, tocándole una pata, creyó que era una columna; el cuarto le tocó el lomo y pensó que era una especie de trono. Ninguno tuvo una idea completa de lo que es un elefante. Todo lo que dijeron sobre el elefante era falso en cuanto a su definición, pero hay que admitir que quienes le tocaron efectivamente se encontraron con el animal mismo. Moulana añade: “Si hubieran tenido una vela en la mano, no habría habido tanta diferencia de opinión entre ellos”.
    Para nosotros esta vela no es otra que la senda mística para llegar al conocimiento de la Verdad. El sufí dice que, para que el hombre sea verdadero testigo de la perfección del Absoluto, tiene que verla con la visión interior globalizante. Si comparamos el océano con la totalidad y la gota con lo parcial, según el sufí es imposible ver el océano por el ojo de la gota. Es preciso que la gota se una al océano y se convierta en océano para así poder ver el océano por el ojo del mismo océano.
¿Cómo se puede realizar la perfección?
    El ser humano está dominado por apetitos y temores. Quienes estén encadenados a sus pasiones están psicológicamente desequilibrados y, como consecuencia, sus pensamientos y percepciones son imperfectos. Sus propias creencias, igual que su conocimiento de la Verdad, distan de ser reales. Primero es preciso corregir el pensamiento del enfermo y transformar sus pasiones en virtudes. Solo una mente sana puede percibir la Realidad de forma correcta.
Ascetismo y abstinencia en el Sufismo
    Para atravesar la senda espiritual, el sufí necesita fortaleza, tanto interior como exterior. Rumi escribió:
Este come y se queda más hambriento, más vicioso,
mientras que otro come y se convierte todo en luz divina.
Este come y se vuelve más impuro, mientras que
otro come y todo su ser será la luz de Dios.
    Mencionamos lo anterior para aclarar que nuestra escuela no se basa en prácticas ascéticas como abstenerse de comer. En nuestro camino, al discípulo se le instruye en refrenarse de comer cuando está enfermo o dominado por impulsos indeseables. En tal caso, el maestro le ordena abstenerse de comer ciertos alimentos por algún tiempo y le dirige a concentrarse en sus prácticas espirituales para tratar de apaciguar sus impulsos y recobrar el equilibrio interior. De este modo, el discípulo logra continuar la marcha en este camino ascendente lleno de peligros.
    Algunos han creído que la abstinencia y el ayuno contienen en sí la fuerza necesaria para purificar al individuo. En nuestra opinión, dichas prácticas no son suficientes para purificar las pasiones del “yo dominante”. Es cierto que el ayuno y abstinencia proporcionan un cierto estado espiritual, y que, en este estado, el individuo tiene una percepción más clara; pero si el ego se compara a un dragón, al cual ha debilitado la falta de alimento, seguramente cuando se abandone el ayuno y de nuevo se alimente el dragón abundantemente, éste se despertará y atacará con más ferocidad que antes.
    En el sufismo, el “yo dominante” es gradualmente purificado y transformado en atributos divinos, a través de la senda espiritual (tariqat), hasta que no queda nada de la ferocidad del alma. En este estado se convierte en un alma perfecta, adornada con los atributos divinos. De ahí que, en esta transformación, el ascetismo y la abstinencia carezcan de valor.
La Senda espiritual (Tariqat)
    La senda espiritual (tariqat) es la vía por la cual el sufí llega a la armonización con la naturaleza divina. Está formado por la pobreza espiritual (faqr), la vestidura espiritual (jerqeh) y el continuo recuerdo de Dios (Zekr).
 
1. Pobreza espiritual (Faqr)
    La pobreza espiritual es sentirse imperfecto y, al mismo tiempo, sentir la necesidad de la perfección. El Profeta, Mohammad, refiriéndose a la pobreza espiritual, dijo: “Al Faqr-Fajri”, “La pobreza es mi honor”, y añadió: “He sido honrado sobre los demás profetas con la Pobreza Espiritual”. Dios, dirigiéndose a Mohammad, le dijo: ” . . .Oh Profeta, di: Señor aumenta mi conocimiento de Ti”. (Qor’an, Sura 20, Aleya 114) Esta aleya indica que, incluso el Profeta Mohammad con su misión divina, sintió la necesidad de mayor cercanía a Dios.
 
2. La vestidura espiritual (Jerqeh)
    Jerqeh es la vestimenta de honor de los darwishes (sufíes); es el símbolo de las cualidades y atributos divinos que el salek (discípulo) alcanza. No debemos caer en el error de quienes creen en la existencia de una especie de vestido (tal como se entiende del significado literal de la jerqeh) u objetos (como el anillo de Salomón) que transforman a quien los encuentra en un hombre perfecto. Claro es que la perfección nada tiene que ver con el atuendo que se use. El sufí puede ponerse lo que quiera, siempre que esté en armonía con las costumbres y las reglas de la sociedad. A este respecto ‘Ali dice: “Vístete de manera que ni seas señalado, ni humillado por la gente”.
    No es la ropa lo que hace de uno un sufí, sino sus actos y su estado interior. El poeta sufí Sa’di dice:
Reposa sobre tu propio trono,
siendo puro en tus actos, como un darwish.
    Dos cosas esenciales se necesitan para coser esta túnica: la aguja de la devoción y el hilo de la invocación o recuerdo continuo de Dios (Zekr). Quien aspire a ser honrado con la túnica de pobreza, debe entregarse devotamente a un guía espiritual. La devoción atrae el corazón hacia el Bienamado. Verdadera devoción es constancia en mantener la atención fija en Dios y la renuncia a la comodidad. El aspirante debe obedecer a su guía espiritual sin preguntar el por qué y cómo de nada. El Guía, con su atención interior (Nazar), penetra en la profundidad del alma del discípulo, lo despoja de sus cualidades negativas y elimina las impurezas adquiridas en el mundo de la multiplicidad. En otras palabras, el maestro coge la aguja de la devoción de la mano del discípulo y, con la ayuda del hilo del recuerdo, cose, a la medida del discípulo, la túnica sufí, que no es otra cosa que atributos y nombres Divinos. De esta manera, por la gracia de los nombres y atributos Divinos de la túnica, el discípulo se transforma en un ser humano perfecto.
 
3. El continuo recuerdo de Dios (Zekr)
    La Unicidad Absoluta posee energías que, por medio del acto de la creación, son transmitidas a todo lo creado, y todas las criaturas, de acuerdo con su capacidad, se benefician de estas energías espirituales. La existencia de estas energías, o verdades, se manifiesta a través de nombres Divinos tales como: El Viviente (al-Hayy), lo cual significa que la energía vital de toda la creación depende de Él; el Trascendente, (al-‘Ali), lo cual significa que la energía del universo le pertenece a Él. Es preciso aclarar que la mera repetición de los nombres Divinos, sin la debida atención, no da resultados eficaces. Durante la invocación de los nombres Divinos, es preciso concentrar todas las facultades en el significado y verdadero entendimiento de estos Nombres.
    El Guía de la senda espiritual, para curar a su discípulo de los apetitos sensuales, le recomienda la medicina contenida en el recuerdo de los nombres Divinos. La repetición de estos nombres Divinos sin la atención fija en su significado completo, es idolatría. El discípulo, por medio de la atención constante hacia las verdades contenidas en estos Nombres, se purifica y es adornado por los atributos Divinos.
    El poeta Magrebí dijo:
Tanto he pensado en Ti
que mi ser cambió por Tu ser,
paso a paso te acercaste a mí,
poco a poco, me alejé de mí.
    Sólo así, con todas sus características,  esta atención al nombre Divino puede ser llamada continuo recuerdo de Dios (Zekr).
    El discípulo se asemeja a una máquina cuya energía viene de la devoción. Esta máquina, mediante la ayuda preciosa del Zekr, transforma los apetitos sensuales en atributos Divinos. Gradualmente el “yo” del discípulo desaparece y la naturaleza Divina se manifiesta. Es entonces cuando el discípulo es digno de recibir la túnica del sufí; su corazón y su alma se iluminan por la gracia de los atributos Divinos. Es en ese momento cuando se hace merecedor de entrar en el círculo sagrado de los sufíes, La Taberna, (Jarabat). Este es el estado de quienes han alcanzado el anonadamiento del alma en Dios (Fana). En esta morada espiritual el sufí percibe directamente los secretos de la Verdad Absoluta. Como dice el Qor’an: “Solo los puros pueden aprehender la Verdad” (Sura 56, Los Acontecimientos, aleya 79). En el sufismo, los puros son llamados, los seres perfectos.
    Para mostrar cómo se lleva a cabo la práctica de la invocación tomemos por ejemplo “LA ILLAHA ILL ALLAH”. (“No hay otra divinidad sino Dios”).
    El sufí, para comenzar la invocación, se sienta con las piernas cruzadas, flexionadas horizontalmente, o sobre sus talones. La mano derecha descansando sobre el muslo izquierdo y la izquierda sobre la muñeca derecha. En esta posición, las manos y piernas de la persona forman la figura LA (adverbio de negación en árabe), simbolizando la no-existencia del sufí frente al Bien-Amado. En este estado el discípulo debe olvidarse de este mundo, del otro y de sí mismo. La figura LA empieza en el ombligo y termina alrededor del cuello, simbolizando así unas tijeras que cortan la cabeza de los apetitos y las pasiones. Luego, pronunciando ILLAHA (otra divinidad), mueve la cabeza y el torso hacia la derecha, formando un semi-arco, que es llamado “el arco de la contingencia” (Qose Emkan); con este movimiento el discípulo niega todo lo que no sea la Realidad Absoluta. Es decir, al mundo de lo contingente (Alam-e Emkan). En el sufismo, “otro-que-Dios” representa toda la existencia efímera, limitada y contingente; mientras que el ser humano tiende a preocuparse de la existencia accidental, en lugar de la existencia eterna.
    Luego, pronunciando ILL ALLAH (sino Dios), mueve la cabeza y el torso hacia la izquierda en un semicírculo trazando otro arco que se llama, “el arco de lo necesario” (Qose Wojub). Con este movimiento, el discípulo manifiesta la existencia de la Realidad Absoluta. Con esta invocación se aclara que todo lo creado será aniquilado y lo único permanente es el Ser Absoluto.

La Manifestación de la Divinidad (Mazhariat)
    Como se sabe, las palabras son símbolo de los objetos, conceptos y realidades. El sufí afirma que, por medio de la atención total y permanente al significado y realidad de su Zekr, el recuerdo continuo de Dios, puede llegar a convertirse en lugar de manifestación aquel recuerdo Divino. Es decir, la permanencia del Zekr en el sufí lo adorna con un atributo que refleja aquel Atributo Divino.
    Por ello, los sufíes consideran que en cada Profeta o Amigo de Dios predomina un Atributo Divino, y que cada uno de ellos es manifestación y representación de un Atributo Divino en particular.
    Por ejemplo, los sufíes ven en Moisés el símbolo del aspecto trascendental de la Realidad (Alwiyat), porque pudo hablar con Dios directamente sin intermediarios. En el Qor’an, Dios dice a Moisés: “No temas porque Tú eres Trascendente”. (Sura 20, Ta Ha, aleya 68)
    Jesucristo es la manifestación de la Profecía de Dios, porque cuando estaba en la cuna dijo: “Dios me ha dado la Escritura y la investidura de Profeta”. (Sura 19, Maryam, aleya 30).
    Todos los Profetas encarnan la unidad Divina y la perfección; pero el Profeta Mohammad, para los sufíes, es la manifestación Suprema. Él es símbolo del nombre Supremo, A’zam. Se debe aclarar que el Nombre Supremo abarca todos los Nombres Divinos y, por eso, el profeta Mohammad es el símbolo y la manifestación de todos los atributos Divinos. Refiriéndose a ello, Mohammad dijo: “La primera creación, era mi luz”.
    De otra parte, cada profeta es la manifestación de uno de los atributos Divinos y todos los atributos Divinos están contenidos en el Nombre más glorificado. El profeta Mohammad es la manifestación del nombre Supremo. El nombre Supremo tiene prioridad sobre todos los otros Nombres Divinos. De manera que la manifestación del profeta Mohammad incluye todos los Nombres y, jerárquicamente, viene antes de todas las otras cosas creadas. Por eso el profeta ha dicho: “Yo era profeta cuando Adán estaba todavía entre agua y arcilla”.
Sama
Si no tienes al Amado,
¿por qué no buscarlo?
Si te has unido a Él
¿por qué no celebrarlo?
    Las audiciones musicales y el rapto espiritual de los sufíes se llaman Sama. El sufí, en el estado de rapto espiritual, dirige toda su atención hacia el Bienamado y, al ritmo de movimientos apropiados acompañados de música armoniosa, se sumerge en la invocación de los Nombres Divinos. El sufí en este estado de embriaguez es como un amante que, olvidándose de todo, incluso de su propia existencia, se sumerge totalmente en el recuerdo del Amado.
    Según los sufíes, esta práctica no es recomendable para todos los discípulos. Los sufíes comparan al Sama con una medicina cuya prescripción depende del maestro y que sólo bajo su dirección unas veces está permitida, y otras prohibida.
La Amistad Divina (Welayat)
    Hemos dicho antes que la meta del sufismo es conducir al individuo a su transformación en un ser perfecto, un espejo en el cual se reflejan los Nombres y Atributos Divinos. A este ser perfecto se le llama Walí (amigo), y su estado interior es Welayat. Todos los profetas, además de su misión profética, poseen la morada mística del Welayat. Esta morada es el grado que indica su estado esotérico, mientras que la misión como Mensajeros de Dios es el estado exotérico. Por ejemplo, el profeta Mohammad poseía ambos estados y ‘Ali sólo poseía el estado de la morada interior.
    ‘Ali dijo: “Esotéricamente, yo he estado con todos los profetas”.
    Mohammad, confirmando a éste, dijo: “‘Ali y yo somos de la misma luz”.
    Los walis, de acuerdo con sus propias capacidades, han bebido de la fuente de la Verdad. El conocimiento y la distinción del estado interior de un amigo de Dios, sólo a Dios le es posible.
    En una Tradición sagrada, Dios ha dicho: “Sólo Yo conozco y protejo a los que me aman”. El reconocimiento de los walis está fuera del alcance de la gente común. El que se encuentra limitado no puede reconocer al que ha traspasado los límites. Para reconocer al wali es necesario poseer una verdadera visión interna.
    Desafortunadamente, hay personas que creen que apartándose de la sociedad pueden alcanzar un estado místico. Dichas personas están equivocadas. Los amigos de Dios y los profetas forman parte de la sociedad. En nuestro camino, el retiro no posee valor espiritual alguno. Refiriéndose a esto, el profeta Mohammad dice: “La fe del creyente no es completa, a menos que mil creyentes sinceros atestigüen su herejía”. Esto significa que el conocimiento del creyente perfecto va más allá del entendimiento común de la gente, y quienes le rodean, al no entender sus palabras, le tachan de hereje.
    Sin embargo, el verdadero creyente, un sufí, debe vivir en sociedad, servirla, guiarla y ser el vehículo por el cual la sociedad reciba la Gracia Divina. De ahí que los sufíes digan: una de las primeras cualidades del hombre perfecto debe ser la armonía y la paz con todo lo que le rodea.

Un comentario

  • Crow

    La Purificación y sus etapas
        Existen cuatro etapas de purificacíon:
     
    Tajlieh – La liberación del ego.
    Taylieh – El pulimento.
    Tahlieh – La ornamentación.
    Faná – La aniquilación del ego.
          En la primera etapa de la senda, Tajlieh, el discípulo, se desnuda de todas las malas cualidades y apetitos provenientes de su egoísmo. En la segunda, Taylieh, con la ayuda del recuerdo constante del nombre de Dios, el discípulo pule el espejo de su corazón y alma. En la tercera etapa, Tahlieh, el ser interior del discípulo es adornado de atributos divinos. En la cuarta, todo su ser rebosa con los atributos de la Verdad, hasta el punto de que no queda ninguna señal de su existencia relativa. Esta última etapa se llama anonadamiento del alma en Dios, Faná.
    Tanto he pensado en Ti,
    que mi ser cambió a Tu Ser,
    paso a paso Te acercaste a mí,
    poco a poco me alejé de mí.
    (poema sufí)
        De esa manera, el caminante culmina la etapa intermedia de la senda espiritual (Tariqat), mientras que la primera etapa ha consistido en el cumplimiento de las obligaciones religiosas (Shariat).
        Al alcanzar este estado, el discípulo se transforma en un Hombre Perfecto, Wali, y llega al umbral de la última etapa, la Verdad Absoluta, Haqiqat. El Profeta dijo: “La Shariat, son mis palabras; Tariqat, mis actos; Haqiqat, mi estado interior”.
        Esta última etapa se puede comparar a un aprendizaje en la Universidad Divina, la Taberna (Jararbat). En este centro de estudios superiores no existen profesores. El guía del discípulo es el Amor Absoluto. De ahí en adelante, su maestro es el Amor Divino (Eshq); su libro es el Amor Divino, y todo su ser es el Amor Divino.
        Hasta el umbral de esta escuela se podía definir al hombre perfecto, pero a partir de allí ya no se puede definir.
    Hasta la orilla del océano existen huellas,
    más allá no queda rastro alguno.
    Rumi
        Si se le pregunta su nombre, como Bayazid, responderá:
        “Años ha que lo he perdido, cuanto más lo busco menos lo encuentro”.
        Si se le pregunta su religión, como Rumi, dirá:
        “La religión de los enamorados es distinta a todas las religiones; para los enamorados, Dios es la religión y el pueblo”.
          Si le preguntan “¿Quién eres?” contestará como Bayazid:
        “Bajo mi manto no hay nadie más que Dios”.
        Y cuando hable, dirá (como dijo Hallaj):
        “Yo soy la Verdad”.
        Tales palabras sólo puede ser pronunciadas por el Wali, quien ha perdido su “yo”, su dualidad, y se ha convertido en manifestación de los atributos y secretos divinos.
    Lo que ve, lo ve con los ojos de Dios;
    Lo que oye lo oye con el oído de Dios
    y las palabras que pronuncie
    serán las palabras de Dios.

    El rey, el sufí y el cirujano
    En la antiguedad, un rey de Tartaria estaba paseando con algunos de sus nobles. Al lado del camino se encontraba un Abdal (un sufí errante), quien exclamó:
    -Le daré un buen consejo aquienquiera que me pague cien dinares.
    El rey se detuvo y dijo:
    -Abdal, ¿cuál es ese buen consejo que me darás a cambio de cien dinares?
    -Señor -respondió el Abdal-, ordenad que se me entregue dicha suma y os daré el consejo inmediatamente.
    El rey así lo hizo, esperando escuchar algo extraordinario.
    El sufí le dijo:
    -Este es mi consejo: nunca comiences nada sin que antes hayas reflexionado cuál será el final de ello.
    Ante estas palabras, los nobles y todos los presentes estallaron en carcajadas, diciendo que el Abdal había sido listo al pedir el dinero por adelantado. Pero el Rey dijo:
    -No tenéis motivo para reíros del buen consejo que este Abdal me ha dado. Nadie ignora que deberíamos reflexionar antes de hacer cualquier cosa. Sin embargo, diariamente somos culpables de no recordarlo y las consecuencias son nefastas. Aprecio mucho este consejo del derviche Así, el rey decidió recordar siempre el consejo y ordenó que fuese escrito en las paredes con letras de oro, e incluso grabadas en su vajilla de plata.
    Poco después, un intrigante concibió la idea de matar al rey. Sobornó al cirujano real con la promesa de nombrarle primer ministro si clavaba una lanceta envenenada en el brazo del rey. Cuando llegó el momento de extraer sangre al rey, se colocó una jofaina para recoger la sangre. De repente, el cirujano vió las palabras grabadas allí: Nunca comiences nada sin que antes hayas reflexionado cuál será el final de ello. Fue entonces cuando el cirujano se dio cuenta de que, si el intrigante se convertía en rey, lo primero que haría sería ejecutarlo, y así no necesitaría cumplir su compromiso. El rey, viendo que el cirujano estaba temblando, le preguntó que le ocurría, y éste le confesó la verdad inmediatamente.
    El autor de la intriga fue capturado; el rey reunió a todas las personas que habían estado presentes cuando el abdal le dió el consejo, y les dijo: -¿Todavía os reís del derviche?”
    El cuento del perro y el asno
    “Se cuenta que existió un hombre que había descubierto el modo de entender el lenguaje de los animales. Tal maestro caminaba un día por las calles de una aldea y vio a un asno, que acababa de rebuznar, junto a un perro que ladrada con todas sus fuerzas. A medida que se acercaba a dichos animales, el sabio fue interpretando el significado de tales sonidos. Así descubrió que el perro le decía al asno: Toda esa charla sobre hierbas y pastos, cuando estoy esperando que digas algo sobre conejos y huesos, me aburre.
    El hombre no pudo contenerse y quiso intervenir en la conversación, pues creyó que podía aportarles un punto de vista apaciguador, y les objetó: Existe, sin embargo, un hecho central: el uso del heno, que cumple la misma función que la carne.
    Inmediatamente los dos animales se volvieron furiosos contra él. El perro ladró fieramente para ahogar las palabras del maestro, y el burro le obsequió con un bien asestado golpe de sus patas traseras. El sabio quedó incosciente, y los animales volvieron a su discusión.”

    Lo único que hago es barrer
    Un campesino muy inculto, de edad avanzada, llegó a las puertas de un monasterio. Cuando le abren, se explica así:
    Ámigos monjes, soy un hombre con mucha fe. Quiero recibir enseñanzas. Los monjes hablan entre sí, al margen del recién llegado. Al comprobar su incultura, piensan que no está capacitado para recibir enseñanzas y mucho menos métodos de autodesarrollo, pero como parece un hombre de fe, le dicen:
    -Mira, buen hombre, te vas a hacer cargo de barrer todos los días el monasterio. Puedes quedarte aquí y tendrás sustentos y alojamiento.
    Meses después, los monjes comienzan a ver que cada día el campesino se encuentra más tranquilo, con una semisonrisa siempre dibujada en sus labios y un brillo especial en los ojos. Exhala verdadero sosiego y se le ve muy contento y equilibrado. Tanto es así que los monjes, extrañados, le preguntan:
    -Buen hombre, parece que en estos meses has sufrido una gran evolución espiritual. ¿Estás practicando algún método especial?
    Y el hombre contesta:
    -Hermanos, lo único que hago, con mucha atención, lucidez y amor, es barrer el monasterio. Pongo toda mi vigilancia y precisión en ello. También, al barrer la basura, pienso que estoy barriendo de mí los rencores, los engaños, la codicia y el odio. Y cada día soy más feliz.”

    Útiles y herramientas
    “Cuentan que existió una vez una carpinteria en la que las herramientas celebraron una reunión para arreglar sus diferencias. Al principio de tan extraña asamblea el martillo ejerció la presidencia, pero pronto, los restantes miembros, le notificaron que tenía que renunciar porque hacía demasiado ruido con sus golpes. El martillo admitió la acusación pero no aceptó que tomara la presidencia el tornillo porque les haría dar demasiadas vueltas y la reunión resultaría muy aburrida.
    El tornillo y todo tipo de tuercas se dieron por aludidas pero objetaron que tampoco permitirían que la lija capitanease la reunión porque crearía excesivas fricciones con su usuales asperezas en el trato.
    Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su patrón, como si fuera el único perfecto.
    En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un mueble tan bello como útil.
    Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: “Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos más en los aspectos negativos que observamos unos de otros y aportemos cada uno nuestras habilidades según vemos que las aprecia el carpintero”.
    La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos. Y a partir de entonces se preocuparon de ser cada cuál lo mejor que pudieron, en su especialidad”

    Me he tragado una serpiente
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    Un magistrado invitó a cenar a su oficial. Después de la cena le invitó a una copa de licor. En la pared, detrás del invitado, había un arco colgado que se reflejaba en la copa de éste que y parecía una serpiente dentro del licor. El oficial se aterró pensando que había una serpiente dentro de la copa, pero como no quería desairar al magistrado, bebió el líquido de un trago, con una gran sensación de asco.
    Días después el magistrado comprobó que el oficial no acudía a trabajar. Se enteró de que estaba enfermo. Fue a visitarle y le encontró postrado en el lecho, muy pálido y vomitando a menudo. Cuando le preguntó qué le sucedía, el enfermo se sinceró y dijo:
    -Señoría, me muero de asco por haberme tragado una serpiente en la copa de licor.
    -Venga a mi casa -dijo el magistrado, deduciendo correctamente lo que había sucedido.
    Una vez en su casa, el magistrado sentó al oficial de espaldas al arco y le ofreció una copa. Cuando éste vio la copa en la que se reflejaba la “serpiente”, gritó despavorido:
    -¿Otra serpiente?
    -Vuélvase -le ordenó el magistrado-. Vea que pende de la pared.
    El oficial se volvió y se percató de que el arco se reflejaba en la copa. El magistrado le dijo:
    -Su imaginación es la causa de su enfermedad, su palidez y sus vómitos. No hay peor enfermedad, amigo mío, que la que produce una imaginación descontrolada. Ya ve lo que ha hecho con usted su serpiente imaginaria.”

    ¿De qué voy a hablaros?
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    Había en una localidad un hombre santo que a los aldeanos les parecía por un lado una persona interesante y, por otro lado, un extravagante. El caso es que le solicitaron que les predicase. El hombre aceptó, pero el día en que los pueblerinos se reunieron para escucharle, intuyó que los asistentes no eran sinceros en su actitud y, con talante equilibrado, les preguntó:
    -Amigos, ¿sabéis de qué voy a hablaros?
    -No -respondieron los aldeanos.
    -En ese caso no voy a deciros nada. Sois tan ignorantes que de nada podría hablaros que mereciera la pena. En tanto no sepáis de qué voy a hablaros, no os hablaré.
    Los presentes avergonzados y desconcertados, se marcharon a sus respectivas casas. Al siguiente día se reunieron y decidieron reclamar otra vez las palabras del santo, quien les volvió a preguntar:
    -¿Sabéis de qué voy a hablaros?
    Los aldeanos que estaban preparados, respondieron:
    -Sí, lo sabemos.
    -Siendo así, no tengo nada que deciros, puesto que ya lo sabéis. Que tengáis una plácida noche.
    Irritados, no se dieron por vencidos, y una vez más reclamaron la prédica del hombre que consideraban bien extraño:
    -¿Sabéis, amigos, de qué voy a hablaros?
    Los aldeanos ya habían estudiado muy bien la respuesta que iban a dar para obligarle al santo a disertar. Y contestaron:
    -Unos lo sabemos, y otros no.
    -Muy bien. En tal caso, los que saben que transmitan su conocimiento a los que no saben.”

    El acróbata y su aprendiz
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    Un acróbata nómada y su aprendiz, un muchachito, viajaban de pueblo en pueblo exhibiendo un número circense que consistía en que el hombre colocaba una larga pértiga sobre sus hombros y el niño trepaba al extremo opuesto de la misma. Un día el hombre le dijo al muchachito:
    -Para que no tengamos ningún accidente, cuando hagamos la demostración, tú debes de estar muy atento a mí y yo muy atento a ti.
    Pero el muchacho protestó porque no le parecía una medida adecuada de protección mútua, la que le estaba sugiriendo el maestro acróbata:
    -No, maestro, eso no funcionaría. Cuando hagamos el número, yo debo estar muy atento a mí y tú muy atento a ti. Así, te lo aseguro, nunca tendremos un accidente.
    El acróbata, sorprendido por la lucidez del aprendíz le respondió:
    -Tienes razón, si uno logra hacer correctamente lo que le corresponde, de esa acción impecable siempre se beneficiarán los demás y también él mismo.
    La piedra de toque
    Se cuenta de un hombre al que un anciano sabio reveló un secreto fabuloso llamado “la piedra de toque”. Se trataba de hallar dicho talismán tras lo cual estaría a su alcance todo aquello que deseara. La Piedra de Toque podría encontrarse, según le informó el sabio, entre los guijarros de una playa. Todo cuanto debía hacer era pasear por la orilla e ir recogiendo guijarros. Si una de esas piedras la sentía tibia al tacto, cosa contraria a lo que suele suceder con los guijarros, habría encontrado la Piedra de Toque.
    El hombre se marchó inmediatamente a su casa y decidió dedicar una hora cada día a la búsqueda de tal tesoro. Y cada mañana al amanecer recogía piedras en la playa. Cuando agarraba un guijarro que sentía frío, lo tiraba al mar. Esta práctica continuó hora tras hora, día tas día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año. Cada guijarro se sentía frío. Cada guijarro era inmediatamente lanzado al mar. Sin embargo, se consolaba pensando que aquella práctica resultaba sana y agradable. De hecho, pasados los años, casi había olvidado la razón de sus paseos matinales por la playa, disfrutaba mirando el mar, observando el oleaje, escuchando a las gaviotas y recoger y tirar los guijarros pasó a ser casi un juego divertido, un hábito.
    Pero entonces, tarde en una mañana, sucedió que tomó un guijarro que sintió tibio, a diferencia de los demás. El hombre, cuya conciencia apenas percibió la diferencia, lo lanzó al mar. Ni siquiera se dio cuenta que había tirado La Piedra de Toque. El tesoro cuya búsqueda había comenzado hace tantos años.”

    Lo esencial y lo trivial
    “Un hombre se perdió en el desierto. Estaba a punto de perecer de sed cuando aparecieron algunas mujeres que venían en una caravana. El hombre, al borde de la muerte, gritó pidiendo auxilio. Cuando las mujeres se aproximaron a él y lo rodearon, pidió urgentemente agua. Las mujeres empezaron a mirarlo con detenimiento y comenzaron a preguntarse cómo querría el hombre que le sirvieran el agua. ¿Preferiría en copa de cristal o en una taza? ¿en un recipiente de oro o de plata?, ¿tal vez en una jarra? Ellas hablaban y hablaban, interesándose por el objeto, pero, entretanto, el hombre iba agonizando por la ausencia de agua.”

    Cuento de las dos vasijas
    “Un aguador de la India tenía sólo dos grandes vasijas que colgaba en los extremos de un palo y que llevaba sobre los hombros. Una tenía varias grietas por las que se escapaba el agua, de modo que al final de camino sólo conservaba la mitad, mientras que la otra era perfecta y mantenía intacto su contenido. Esto sucedía diariamente. La vasija sin grietas estaba muy orgullosa de sus logros pues se sabía idónea para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba avergonzada de su propia imperfección y de no poder cumplir correctamente su cometido. Así que al cabo de dos años le dijo al aguador:
    “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir por tu trabajo”.
    El aguador le contestó: “Cuando regresemos a casa quiero que notes las bellísimos flores que crecen a lo largo del camino”. Así lo hizo la tinaja y, en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo de la vereda; pero siguió sintiéndose apenada porque al final sólo guardaba dentro de sí la mitad del agua del principio.
    El aguador le dijo entonces: “¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Quise sacar el lado positivo de tus grietas y sembré semillas de flores. Todos los días las has regado y durante dos años yo he podido recogerlas. Si no fueras exactamente como eres, con tu capacidad y tus limitaciones, no hubiera sido posible crear esa belleza. Todos somos vasijas agrietadas por alguna parte, pero siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.” ”
    Cumpliendo con su deber
    “Preguntaron a cierto Sufí: La gente acude a ti en busca de compañía, discursos y enseñanza. Pero tú los sumerges en actividades. ¿A qué se debe?
    Respondió: Aunque ellos y tú puedan creer que vienen buscando ilustración, lo que desean, principalmente, es dedicarse a algo. Yo les doy ocupaciones para que puedan darse cuenta de las limitaciones de la ocupación como medio de aprendizaje. Los que se entregan a la ocupación de lleno son los que no buscaban más que eso y ocupados de un modo tan vano no podían beneficiarse con observación de sí mismos. Por lo tanto, no son los devotos de la actividad quienes se iluminan.
    El que formulaba las preguntas dijo: ¿Quién entonces, es el que termina por iluminarse?
    El Sufí contestó: Iluminados son los que cumplen sus deberes adecuadamente, comprendiendo que hay algo más allá.
    Pero, ¿cómo se alcanza ese “algo más allá”?
    Lo alcanzan siempre quienes se desempeñan adecuadamente. Éstos no necesitan más instrucción. Si estuvieses cumpliendo tu deber adecuadamente, sin negligencia ni adhesión fanática a ese deber, no me habrías tenido que hacer esa pregunta.”

    El cuento del perro y el asno
    “Se cuenta que existió un hombre que había descubierto el modo de entender el lenguaje de los animales. Tal maestro caminaba un día por las calles de una aldea y vio a un asno, que acababa de rebuznar, junto a un perro que ladrada con todas sus fuerzas. A medida que se acercaba a dichos animales, el sabio fue interpretando el significado de tales sonidos. Así descubrió que el perro le decía al asno: Toda esa charla sobre hierbas y pastos, cuando estoy esperando que digas algo sobre conejos y huesos, me aburre.
    El hombre no pudo contenerse y quiso intervenir en la conversación, pues creyó que podía aportarles un punto de vista apaciguador, y les objetó: Existe, sin embargo, un hecho central: el uso del heno, que cumple la misma función que la carne.
    Inmediatamente los dos animales se volvieron furiosos contra él. El perro ladró fieramente para ahogar las palabras del maestro, y el burro le obsequió con un bien asestado golpe de sus patas traseras. El sabio quedó incosciente, y los animales volvieron a su discusión.”

    El cuento del oro y el dedo
    “En la China antigua, un ermitaño un poco mago vivía en una montaña profunda. Un día, un viejo amigo le hizo una visita. Senrín, que así se llamaba el ermitaño, completamente feliz de acogerle, le ofreció una cena y un abrigo para pasar la noche; a la mañana siguiente, antes de la partida de su amigo, quiso ofrecerle un regalo. Cogió una piedra y con su dedo la convirtió en un bloque de oro puro.
    Su amigo no quedó satisfecho. Senrín apuntó entonces su dedo sobre una enorme roca que también se convirtió en oro. Su amigo no sonrió.
    -¿Qué quieres pués? -preguntó Senrin.
    El amigo resondió: Quiero ese dedo, ¡córtatelo!
    Este hombre pensaba que el dedo era el origen del oro. Y gran parte de la humanidad rige su comportamiento en base a similares confusiones.”

    La historia del cerrajero
    “Había una vez un cerrajero al que acusaron injustamente de unos delitos y lo condenaron a vivir en una prisión oscura y profunda. Cuando llevaba allí algún tiempo, su mujer, que lo quería muchísimo se presentó al rey y le suplicó que le permitiera por lo menos llevarle una alfombraa su marido para que pudiera cumplir con sus postraciones cada día. El rey consideró justa esa petición y dio permiso a la mujer para llevarle una alfombra para la oración. El prisionero agradeció la alfombra a su mujer y cada día hacía fielmente sus postraciones sobre ella.
    Pasado un tiempo el hombre escapó de la prisión y cuando le preguntaban cómo lo había conseguido, él explicaba que después de años de hacer sus postraciones y de orar para salir de la prisión, comenzó a ver lo que tenía justo bajo las narices. Un buen día vio que su mujer había tejido en la alfombra el dibujo de la cerradura que lo mantenía prisionero. Cuando se dio cuenta de esto y comprendió que ya tenía en su poder toda la información que necesitaba para escapar, comenzó a hacerse amigo de sus guardias. Y los convenció de que todos vivrían mucho mejor si lo ayudaban y escapaban juntos de la prisión. Ellos estuvieron de acuerdo, puesto que aunque eran guardias comprendían que también estaban prisioneros. También deseaban escapar pero no tenían los medios para hacerlo.
    Así pues, el cerrajero y sus guardias decidieron el siguiente plan: ellos le llevarían piezas de metal y él haría cosas útiles con ellas para venderlas en el mercado. Juntos amasarían recursos para la huída y del trozo de metal más fuerte que pudieran adquirir el cerrajero haría una llave.
    Una noche, cuando ya estaba todo preparado, el cerrajero y sus guardias abrieron la cerradura de la puerta de la prisión y salieron al frescor de la noche, donde estaba su amada esposa esperándolo. Dejó en la prisión la alfombra para orar, para que cualquier otro prisionero que fuera lo suficientemente listo para interpretar el dibujo de la alfombra también pudiera escapar. Así se reunió con su mujer, sus ex-guardias se hicieron sus amigos y todos vivieron en armonía. El amor y la pericia prevalecieron.”

    Viendo su rostro
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    Lieh Tzu llevó a un chamán de visita al maestro taoísta Hu Tzu; pero el chamán tenía serios problemas para distinguir su rostro. -Tu maestro Hu Tzu nunca es el mismo -se quejó el chamán-. ¡Me es imposible saber cuál es su fisonomía! Si se pudiera estar quiero, iría y lo examinaría de nuevo.
    Lieh Tzu entró y se lo contó todo a Hu Tzu.
    Hu Tzu dijo:
    -Me acabo de presentar ante él como la Gran Vastedad Donde Nada Vence. Él probablemente haya visto en mi los Trabajos de las Respiraciones Equilibradas. Donde se juntan las olas en remolino hay un abismo; donde se juntan las aguas quietas hay un abismo; donde se juntan las aguas que fluyen hay un abismo. El abismo tiene nueve nombres y yo le he mostrado tres de ellos. Hazle entrar de nuevo.
    Al día siguiente los dos fueron de nuevo a ver a Hu Tzu, pero antes de que el chamán se hubiera detenido ante Hu Tzu, le abandonó el juicio y salio huyendo.
    -¡Corre tras él! -dijo Hu Tzu; pero aunque Lieh Tzu salió en busca de él rápidamente, no pudo alcanzarle. Al volver, le dijo a Hu Tzu: -¡Se ha desvanecido! ¡Ha desaparecido: no he podido alcanzarle!
    Hu Tzu dijo:
    -Ahora me acabo de presentar ante él como Todavía No Surgido de Mi Fuente. Me presenté ante él vacío, removiéndome y girando, sin saber nada en absoluto acerca de “quién” o de “qué”, ya sumergido e inclinado, ya fluyendo en el oleaje: por eso se marchó corriendo.”
    Afila tu discernimiento
    “El guru y el discípulo estaban departiendo sobre cuestiones místicas. El maestro concluyó con la entrevista didiéndole:
    -Todo lo que existe es Dios.
    El discípulo no entendió la verdadera naturaleza de las palabras de su mentor. Salió de la casa y comenzó a caminar por una callejuela. De súbito, vio frente a él un elfante que venía en dirección contraria, ocupando toda la calle. El jovencito que conducía al animal, gritó avisando:
    -¡Eh, oiga, apártese, déjenos pasar!
    Pero el discípulo, inmutable, se dijo: “Yo soy Dios y el elefante es Dios, así que ¿cómo puede tener miedo Dios de sí mismo? Razonando de este modo evitó apartarse. El elefante llegó hasta él, lo agarró con la trompa y lo lanzó al tejado de una casa, rompiéndole varios huesos. Semanas después, repuesto de sus heridas, el discípulo acudió al mentor y se lamentó de lo sucedido. El guru replicó:
    -De acuerdo, tú eres Dios y el elefante es Dios. Pero Dios, en la forma del muchacho que conducía el elefante, te avisó para que dejaras el paso libre. ¿Por qué no hiciste caso de la advertencia de Dios?”

    Aserrando una rama
    “Nasrudín subió a un árbol para aserrar una rama. Alguien que pasaba al ver cómo lo estaba haciendo le avisó: ¡Cuidado! Está mal sentado, en la punta de la rama… Se irá abajo con ella cuando la corte.
    ¿Piensa que soy un necio que deba creerlo? ¿O es usted un vidente que pueda predecir futururo?, preguntó Nasrudín.
    Sin embargo, poco después como siguiera aserrando, la rama cedió y Nasrudín terminó en el suelo. Entonces corrió tras el otro hombre hasta alcanzarlo: ¡Su predicción se ha cumplido! Ahora dígame: ¿Cómo moriré?
    Por más que el hombre insistió, no pudo disuadir a Nasrudín de que no era un vidente. Por fin, ya exaxperado le gritó: ¡Por mí podrías morirte ahora mismo!
    Apenas oyó estas palabras, Nasrudín cayó al suelo y se quedó inmovil. Cuando lo encontraron sus vecinos lo depositaron en un féretro. Mientras marchaban hacia el cementerio, empezaron a discutir acerca de cuál era el camino más corto. Nasrudín perdió la paciencia y, asomando su cabeza fuera del ataúd, dijo: Cuando estaba vivo solía tomar por la izquierda; es el camino más rápido.”

    El país de la risa
    “El maestro estaba de un talante comunicativo, y por eso sus discípulos trataron de que les hiciera saber las fases por las que había pasado en su búsqueda de la divinidad.
    Primero, les dijo, Dios me condujo de la mano al País de la Acción, donde permanecí una serie de años. Luego volvió y me condujo al País de la Aflicción, y allí viví hasta que mi corazón quedó purificado de toda afección desordenada.
    Entonces fue cuando me vi en el País del Amor, cuyas ardientes llamas consumieron cuanto quedaba en mi de egoismo.
    Tras de lo cual, accedí al País del Silencio, donde se desvelaron ante mis asombrados ojos los misterios de la vida y de la muerte.
    ¿Y fue ésta la fase final de tu busqueda? le preguntaron.
    No respondio, el Maestro,… Un día dijo Dios: Hoy voy a llevarte al santuario más escondido del Templo, al corazón del propio Dios…
    Y fui conducido al País de la Risa.”

    El valor de la estatua
    “En cierta ocasión, entre las colinas vivía cierto hombre que poseía una estatua tallada por un anciano maestro. Estaba apoyada al lado de la puerta, con la cara contra el suelo. Y él nunca se fijaba en ella.
    Cierto día pasó junto a su casa un hombre de la ciudad, un sabio. Y viendo la estatua, preguntó al dueño si la vendía. El dueño respondió riéndose: Quién va a querer comprar esa estatua horrible y sucia. Y el hombre de la ciudad contestó: Te doy por ella esta moneda de plata. El otro quedó estupefacto, pero contento.
    A lomos de un elefante trasladaron la estatua a la ciudad. Y al cabo de varias lunas el hombre de las colinas visitó la ciudad; caminando por las calles vio una gran multitud ante una tienda y a un hombre que a voz en grito chillaba: ¡Venid, acercaos y contemplad la estatua más hermosa, más maravillosa del mundo. Sólo cuesta dos monedas de plata contemplar la más maravillosa de las obras maestras.
    El hombre de las colinas dio al punto las dos monedas de plata y entró en la tienda para contemplar la estatua que había vendido por una sola moneda.”
    Encuentro con el diablo
    “Cierto hombre devoto, convencido de que era un sincero Buscador de la Verdad, emprendió un largo curso de disciplina y estudió.
    Tuvo numerosas experiencias, bajo diversos maestros, tanto en su vida interna como en su vida externa, durante un considerable período.
    Un día estaba meditando cuando, de repente, vio al Diablo sentado a su lado: -¡Lárgate, demonio! -exclamó-, no tienes poder para dañarme, ya que sigo el sendero de los elegidos.
    La aparición se desvaneció, pero un hombre realmente sabio que pasaba a su lado le dijo tristemente: -Ay, amigo mío, has injertado el esfuerzo sobre bases tan inseguras, como son tu temor, tu codicia y tu autoestima, que has llegado a la última experiencia posible.
    -¿Y cómo es eso? -preguntó el buscador.
    -Ese diablo es, en realidad, un ángel. Diablo es únicamente como tu le viste. En adelant4 será mejor que recuerdes a menudo este proverbio: “Valiente es el ladrón que lleva una lámpara en su mano”.

    La rueda del tiempo
    “En la India dos hombres caminaban por el campo. El más anciano dijo: Estoy cansado. Por favor, ve a buscar un poco de agua en los pozos que se ven al otro lado del arrozal. Te espero a la sombra de estos árboles.
    El joven cruzó el campo y en el pozo se encontró con una muchacha que estaba sacando agua. Se sintió atraido por ella y suavemente le preguntó su nombre. Ella le contestó con una sonrisa. Algo más tarde él le propuso llevarle la varija hasta el pueblo. Ella aceptó. Ya en la aldea fue invitado a comer en casa de la joven. Conoció a otda la familia y acabó pidiendo la mano de la chica. Se la concedieron.
    Tras la boda trabajó como campesino, tuvo hijos y los educó. Uno murió de enfermedad. Sus suegros también fallecieron y se convirtió en el cabeza de familia. Su hijo mayor se casó y partió. Su mujer, con el pelo ya cano, murió algo después. El la lloró, porque la había amado mucho. Días más tarde una inundación devastó el valle. Fue arrastrado como sus vecinos por un torbellino de agua fangosa. Luchó para sujetar a su hijo menor, que se ahogaba ante sus ojos.
    De repente, sin saber por qué, se acordó de su amigo, el anciano que le había pedido agua. Al instante se encontró en tierra seca, cruzando un campo, con una jarra en la mano. Regresó junto al anciano, que estaba adormecido bajo un árbol. Algo en el aire, que se había vuelto puro y ligero, parecía indicarle al joven que se hallaba en el mismísimo umbral del gran misterio de Vishnú, el dios que mantiene los mundos en su sitio.
    El anciano se despertó y le dijo: -El sol ya está bajo. Tardaste mucho. Estaba a punto de ir a buscarte.”

    Perfume de alcantarilla
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    “Tajar era alcantarillero y dada su profesión, pasaba gran parte de su tiempo en medio de olores de excrementos y putrefacción. Sin embargo, se había acostumbrado y tales hedores le resultaban familiares y en absoluto desagradables. Formaban parte de su trabajo diario.
    Sin embargo, un buen día, abrieron una nueva perfumería en su barrio, y al pasar por delante del establecimiento, Tajar sintió curiosidad al oler unos aromas tan distintos a los que habitualmente percibía. Una vez dentro, asombrado ante todas las desconocidas fragancias, aspiró profundamente para captarlas mejor, pero en ese momento su cuerpo se puso rígido y Tajar perdió el conocimiento por completo, cayendo al suelo desmayado.
    Los comerciantes de la perfumería avisaron a los vecinos y muy pronto se presentó en la tienda el hermano de Tajar, provisto para la sorpresa de todos, de una cajita con excrementos. Una vez ante Tajar abrió la caja y se la acercó a la nariz. Unos segundos después, Tajar se despertó admirado de encontrarse en el suelo y rodeado de sus compungidos vecinos y familiares.”
    ¿Por qué los camellos no tienen alas?
    “Realmente, dijo Nasrudín a su esposa, cada día que pasa quedo más convencido de la sabiduría de la naturaleza. Me maravilla su organización y la forma en que planea los acontecimientos y la evolución, para que sean de ayuda a la humanidad.
    Su esposa no entendío y le pidió explicaciones más concretas:
    Es muy facil de ver, mujer,… ¿acaso no has observado, por ejemplo, que la naturaleza ha hecho que los camellos no tengas alas?
    Pero no entiendo de qué forma ayuda ese detalle a los seres humanos, respondió la esposa.
    ¿No te das cuenta? Si los camellos tuvieran alas podrían subirse a las torres y anidar en los techos. Eso destruiría nuestras edificaciones, sin mencionar el ruido y las molestias que nos causaría su rumia continuada.
    Y la esposa no encontró palabras, ni ganas de rebatir tal razonamiento.

    Las buenas ideas
    “Erase una vez, en los tiempos en los que las hadas convivían con los humanos, en que una muchacha caminaba preocupada por un sendero. Su abatimiento se debia a su pobreza. Llevaba algún tiempo sin encontrar una forma de ganarse la vida, y sus ahorros empezaban a escasear. Así que la tristeza de la mano del desánimo, iban andando a su lado.
    Entonces, un hada se hizo presente y le dijo así: “Si logras tener una buena idea, tus bolsillos se llenarán de monedas de oro.” La muchacha sonrió pues nada perdía con intentarlo mientras alcanzaba el próximo pueblo. Así que se puso a pensar con todas sus fuerzas en proyectos y acontecimientos que pudieran parecer buenas ideas a un hada de los senderos.
    Pero cuando caía la noche y estaba llegando a la aldea, aún seguía con los bolsillos vacios. Y no podía imaginarse por qué, pues creía haber repasado todas las costumbres que se les suponían a las hadas, y los deseos que se contaba llenaban sus fantasías. Así que se paró a la entrada del pueblo a descansar, y entonces vino a su mente un pensamiento: Obsesionada por acertar con una buena idea en el mundo de las hadas que le permitiese ganar muchas monedas, no había dado rienda suelta a su creatividad, a su intuición, y a su inteligencia.
    Y seguro que si habéis llegado hasta aquí en vuestra lectura ya sabréis lo que ocurrió en este instante: sus bolsillos rebosaban monedas de oro.

    El trabajo sobre uno mismo
    “Evasión:
    Un visitante refería la historia de un santo que quería ir a visitar a un amigo suyo que estaba agonizando; pero, como le daba miedo viajar de noche, le dijo al sol: En nombre de Dios te ordeno que permanezcas en el cielo hasta que llegue yo a la aldea donde mi amigo agoniza. Y el sol se detuvo en el cielo hasta que el santo llegó a la aldea. El maestro sonrió y dijo: ¿No habría sido mejor que el santo hubiera vencido su miedo a viajar de noche?.
    Transformación:
    A un discípulo que siempre estaba quejándose de los demás le dijo el Maestro: Si es paz lo que buscas, trata de cambiarte a ti mismo, no a los demás. Es más fácil calzarse unas zapatillas que alfombrar toda la tierra.
    Desarrollo:
    A un discípulo que se lamentaba de sus limitaciones le dijo el maestro: Naturalmente que eres limitado. Pero ¿no has caído en la cuenta de que hoy puedes hacer cosas que hace quince años te habrían sido imposibles? ¿Qué es lo que ha cambiado?. Han cambiado mis talentos. No. Has cambiado tú. ¿Y no es lo mismo? No. Tú eres lo que tú piensas que eres. Cuando cambia tu forma de pensar, cambias tú.

    La prisión
    “Imagínate a un hombre que tiene que rescatar a gente de cierta prisión. Se ha decidido que sólo hay un modo plausible de llevar esto a cabo.
    El libertador tiene que entrar en la prisión sin atraer la atención. Debe permanecer allí relativamente libre para actuar durante cierto período. La solución escogida es que entrará como convicto.
    Por consiguiente, hace los preparativos, oportunos para que le capturen y le sentencien. Como otros que han caído víctimas de este sistema, se le envía a la prisión que es su meta.
    Cuando llega, sabe que se le ha despojado de cualquier posible dispositivo que le pudiese haber ayudado en una escapada. Todo lo que posee es su plan, su ingenio, su habilidad y su conocimiento. Por lo demás, tiene que arreglárselas con equipo improvisado, adquirido en la propia prisión.
    El mayor problema es que los prisioneros sufren de psicosis carcelaria. Esto les hace pensar que su prisión es el mundo entero. Otra característica es el olvido de partes esenciales de su pasado. Por consiguiente, casi no poseen memoria alguna de la existencia, perfil y detalle del mundo exterior.
    La historia de los compañeros de prisión de este hombre es una historia carcelaria. Sus vidas son vidas carcelarias. Piensan y actúan en base a ello.
    Por ejemplo, en vez de acumular pan como provisión para la huida, lo moldean y hacen dominós con los cuales juegan. Saben que alguno de estos juegos son diversiones, pero otros los consideran reales. A las ratas, que podían entrenar como medio de comunicación con el exterior, las tratan como animales domésticos. Beben el líquido de limpieza que contiene alcohol, el cual les produce alucinaciones placenteras. Considerarían una triste pérdida, incluso un crimen, si alguien lo usase para drogar y dejar inconscientes a los guardianes, haciendo posible la huida.
    El problema se agrava, ya que los desdichados han olvidado el significado de algunas de las palabras normales que hemos estado usando. Si les pides una definición para palabras tales como “provisiones”, “viaje”, “huida”, obtendrías una lista de significaciones como “rancho carcelario”, “caminar de un bloque de celdas a otro”, y “evitar el castigo por parte de los guardianes”.
    “El mundo exterior” sonaría a sus oídos como una extraña contradicción: “Ya que éste es el mundo, este lugar donde vivimos -dirían-, ¿cómo puede haber otro fuera?”.
    El hombre que está trabajando en el plan de rescate, al principio, sólo puede actuar mediante analogía.
    Hay pocos prisioneros que acepten sus analogías, ya que a ellos les parecen locos balbuceos. Cuando dice “necesitamos provisiones para nuestro viaje de huida al mundo exterior”, por supuesto, a ellos les suena como el absurdo siguiente: “Necesitamos provisiones -alimentos para usar en la prisión- para nuestro viaje -trasladarnos de un bloque de celdas a otro- de huida -evitar el castigo de los guardianes- al mundo exterior -a la prisión exterior…”
    Algunos de los prisioneros de mente más seria puede que digan que quieren entender el significado de sus palabras, pero ya han olvidado el lenguaje del mundo exterior.
    Cuando este hombre muere, algunos de los prisioneros hacen de sus palabras y actos un culto carcelario. Lo utilizan para consolarse a sí mismos y para encontrar argumentos contra el siguiente libertador que se las ingenie para llegar hasta ellos.
    Sin embargo, una minoría, de vez en cuando, escapa.