CARLOS CASTANEDA Y ENRIQUE PICHON RIVIÈRE,
DOS INTENTOS AMERICANOS DE PERCIBIR EL MUNDO
Alejandro Simonetti
Alejandro Simonetti es docente de Psicología Social, capacitador en áreas del Estado y el trabajo, consultor de la Internacional de la Educación. E-mail: alepsiso@ssdnet.com.ar
1. ¿Porqué relaciono a Carlos Castaneda con la psicología social?
Mi intención es mostrar cómo la lectura de los libros de Carlos Castaneda, acerca de su aprendizaje de un conocimiento americano precolombino, incide en mi aprendizaje y docencia de la Psicología Social postulada por Enrique Pichon Rivière y desarrollada en las Escuelas de Psicología Social.
El esquema de conceptos al que nos referimos para operar los que continuamos construyendo la Psicología Social propuesta por Pichon es un esquema viviente; si sus definiciones de la realidad se desestructuran y reestructuran a medida que la realidad se desestructura y reestructura o van apareciendo ante nosotros sectores de la realidad que no tenían nombre y definición en nuestro esquema de representaciones.
Y es un esquema muerto, si pretende seguir nombrando y definiendo la realidad al margen de sus cambios en el tiempo y de las nuevas informaciones que nos van llegando de distintos lugares y tiempos históricos.
“No te preocupes, Clarisa -le dijo Pichon a Clarisa Voloschin, una socióloga discípula suya-, yo voy a estar vivo hasta que se muera la última persona que me amó”. De un modo similar, podríamos decir que el esquema de conceptos que Pichon empezó a construir con sus colaboradores en Buenos Aires, Rosario, Tucumán y otros lugares del país, estará vivo hasta que se muera la última persona que asuma la tarea de rectificar sus elementos desactualizados, ratificar los que aún mantienen su carácter explicativo de la realidad y añadir y articular los nuevos elementos que hagan falta para nombrar lo no nombrado.
2. Las ciencias occidentales y el “conocimiento silencioso”
Y aquí aparece la primera objección para esta aproximación de dos esquemas de conocimiento.
Los conceptos y desarrollos teóricos del ECRO (esquema conceptual al que nos referimos para operar, en el lenguaje de la Psicología Social de Pichon) son construcciones racionales realizadas a partir de datos tomados de la experiencia sensible, con la metodología de la llamada “ciencia occidental”.
Usamos el concepto de “grupo”, por ejemplo, y desarrollamos su definición a partir de innumerables grupos de distintas características, de los cuales dejamos de lado las peculiaridades propias de este grupo singular y de este tipo particular de grupo, para abstraer las características universales que no pueden faltar en un conjunto de personas para que podamos aplicarles la definición de grupo, según un convenio o pacto por el que acordamos utilizar este concepto, y la palabra que lo expresa, con este límite de extensión convenido.
“Las enseñanzas de Don Juan”, como las llama Carlos Castaneda en el título del primero de sus libros, parecen no responder a la metodología científica de inducción de conceptos a partir de experiencias sensibles y deducción de consecuencias desde esos núcleos básicos.
Al menos no utiliza, en su método de enseñanza, los pasos habituales de la búsqueda occidental del saber: transmisión de conceptos básicos y sus definiciones, articulación de los conceptos en desarrollos teóricos que los estructuran en esquema conceptual coherente, observación de la realidad utilizando esas herramientas interpretativas y ratificación o rectificación del esquema conceptual como resultado de su comparación con la realidad observada.
El camino de conocimiento que andan los “toltecas”, como a veces se llaman a sí mismos sus seguidores, es profundamente distinto.
3. La diferencia no está en el origen americano del conocimiento silencioso
Y no me parece que esta diferencia se deba solamente al “lugar en el mundo” o a la época en que se empieza a desarrollar el “conocimiento silencioso” de los toltecas.
Porque en la misma América y en esos mismos tiempos anteriores al “encuentro” (o “reencuentro”, como prefieren verlo los historiadores que presumen “descubrimientos” de América por el estrecho de Bering y por el Pacífico) de las culturas de “aquí” y de “allá”, investigadores americanos precolombinos desarrollaban investigaciones científicas, utilizando metodologías similares a las europeas, aventajándolas en muchos casos.
El cineasta antropológico Pedro Parodi nos contó una tarde, a los espectadores de su película sobre el Kalasasalla, templo-observatorio astronómico precolombino, la sorpresa y la incredulidad de los astrónomos reunidos en un congreso internacional de Astronomía, al escuchar el relato sobre la increíble precisión con que los 365 pilares del recinto miden el tiempo, acompañando, pilar a pilar, día a día, los distintos ángulos de entrada de los rayos solares. Hubo, en el posterior verano del hemisferio norte, un éxodo de astrónomos europeos a Bolivia, los cuales verificaron, con escándalo, la mayor precisión de las investigaciones astronómicas americanas sobre las europeas de la misma época.
En el libro “A los quinientos años del choque de dos mundos”, Ediciones del Sol, CEHASS, 1989, el antropólogo Adolfo Colombres enumera, en el prólogo, una interesante serie de datos comparativos sobre el desarrollo de algunas civilizaciones americanas precolombinas y el de las civilizaciones europeas de la misma época, que dan cuenta de un desarrollo americano de las distintas ciencias, necesarias para esas realizaciones, similar o superior al europeo.
“El Mundo Nuevo fue edificado sobre las ruinas de Tenochtitlán, Cuzco y otros grandes centros urbanos, junto con su arte y su ciencia. Pero en el siglo XVI no había en Europa ciudad más poblada (casi 300 mil habitantes, contra 120 mil de Sevilla, 100 mil de Lisboa y 60 mil de Madrid) y hermosa que Tenochtitlán ni templo más monumental que la Pirámide del Sol de Teotihuacan, levantada unos mil 300 años atrás, cuyos 900 metros de perímetro en la base representan una superficie cubierta algo mayor que la de la Pirámide de Keops, por más que no la supere en altura. Según un cálculo, su casi un millón de metros cúbicos de tierra y materiales calcáreos debieron exigir la movilización de más de 10 mil personas durante más de 20 años. Se ha estimado también, en base a datos fehacientes, que Teotihuacan tenía en el siglo VI una población de 200 mil habitantes, o sea, un nivel de urbanismo 10 veces mayor a la Europa de entonces, donde no había ciudad de más de 20 mil habitantes. Londres y París rondaban esa cifra. Teotihuacan se disputaba en ese tiempo el primer puesto mundial con Changán, la orgullosa capital del reino de Tang, en China.
También Tikal, en el siglo IV, con sus 6 grandes templos pirámides (uno de ellos alcanzaba 69 metros de altura), podía eclipsar a cualquier ciudad de Europa, pero más asombraban los conocimientos matemáticos y astronómicos que adquirieron los mayas en el Clásico Temprano (del 300 al 600 de nuestra era), en base a una pura observación, pues sus instrumentos eran rudimentarios.
El calendario maya habría sido concebido en el año 353 antes de Cristo y llevado a su máxima expresión por los astrónomos de Copán. En el siglo VI, y aún antes, había alcanzado un grado de exactitud que ni siquiera logró conseguir Occidente con el calendario gregoriano de 1582 y que guardaba sólo un error de 1/10,000 (un día cada diez mil) con relación al actual año gregoriano. Asombra pensar que tal calendario era capaz de proyectarse unos 63 millones de años hacia adelante.
También que calcularan tan tempranamente la revolución de la Luna, la Tierra y Venus. En el códice de Dresde hay una tabla de predicción de los eclipses solares que cubre 33 años y comprende 69 fechas. Los códices (que también, aunque en una época posterior, tuvieron los mixtecos y los aztecas) pueden ser vistos como libros muy rudimentarios, pero hay que recordar que el papel recién empezó a fabricarse en Samarcanda en el año 751 de nuestra era y que llegó a España en el 950 y que la primera biblioteca monástica de libros escritos en pergamino se funda en Europa en el año 590.
La llegada de Colón inauguró el proceso de cubrimiento al que nos referimos. Obras de arte, quipus, códices, estelas, tabletas y otros registros históricos fueron quemados, enterrados, destrozados, convertidos en lingotes, so pretexto de erradicar “idolatrías”, nombre que pasó a designar toda religión, incluso monoteísta, que no fuera la cristiana. Se demolieron muchas grandes obras de arquitectura, para borrar esos escandalosos baluartes de identidad y aprovechar los materiales para la construcción de la nueva ciudad, como en el caso paradigmático del Cuzco.
Se ignoraron los descubrimientos astronómicos y matemáticos, las redes camineras, los sofisticados sistemas de regadío y andenería, así como muchas valiosas técnicas agrícolas. De acuerdo a estos datos, no podemos decir que es su origen americano y precolombino lo que parece hacer incompatible el conocimiento tolteca del hombre, la sociedad y el mundo, con un conocimiento
construido a partir de líneas de pensamiento europeo como el psicoanálisis y el materialismo dialéctico, ya que las ciencias de la América precolombina estaban en condiciones de entrar en diálogo de igual a igual con las de la Europa de entonces y aún actualmente existen desarrollos precolombinos, por ejemplo en el terreno de la agricultura biológica, que pueden entrar en convergencia epistemológica con sus disciplinas pares de occidente.
4. El objeto del conocimiento
Se trata del objeto mismo del conocimiento que propone el saber tolteca lo que parece ser irreductible a su convergencia con una metodología científica moderna. Don Juan, en nombre de su grupo y su corriente de pensamiento, le propone a Carlos Castaneda intentar un proceso de aprendizaje destinado a disponer al aprendiz a la percepción directa de la energía. No le propone observar los objetos de la naturaleza y la cultura o las conductas de las personas, grupos, organizaciones o comunidades humanas, para deducir de lo observado las leyes que los regulan e insertarse de alguna manera en la modificación de la naturaleza y la cultura en función de la satisfacción de las necesidades humanas.
Nos hubiéramos encontrado, en ese caso, con una elaboración científica americana capaz de entrar en síntesis con otras similares de origen europeo, dentro de la propuesta pichoniana de superación de la fragmentación de las ciencias del hombre. Pero en la propuesta de Don Juan Matus se produce un corte con el “mundo de los objetos” que estudian nuestras ciencias. Nuestro límite perceptivo, en las ciencias occidentales, es la experiencia sensible de los objetos materiales a los que acceden nuestros sentidos en sus condiciones naturales o amplificados por la tecnología.
Los modelos conceptuales que dan cuenta, desde las diversas ciencias, del comportamiento de los objetos materiales, inertes o vivientes, psíquicos o sociales, no agregan nuevos datos a los que nos proporcionan los sentidos: sólo organizan y explican coherentemente los datos sensoriales e incrementan el conocimiento solamente a través de las inferencias que deducen de éstos.
Don Juan propone a sus aprendices una tarea que desborda el materialismo metodológico de nuestras ciencias: se trata de aprender a percibir energía directamente, no de postular la energía como una realidad que se infiere a partir de sus efectos en los objetos materiales.
Las teorías científicas utilizan el concepto “energía” como categoría interpretativa del comportamiento de la materia. Todo el saber tolteca es un intento de disponer el aparato perceptivo para el experimento de “ver” energía directamente.
5. El aprendizaje tolteca como experimento
Podríamos comparar la propuesta de aprendizaje que hace Don Juan, en nombre del pensamiento tolteca, a la de las ciencias modernas. Estas nos dicen: “si se ponen tales y cuales elementos en tales y cuales condiciones, se producirá tal resultado, dentro de tal gama de probabilidades, y esto se producirá necesariamente, cualquiera sea el experimentador, la época y el lugar en que se haga el experimento”.
Don Juan no pide que el aprendiz crea lo que él afirma: sólo exige que cumpla estrictamente los procedimientos para producir las condiciones requeridas y observe atentamente el resultado. La “hipótesis” es que, si cumple correctamente los pasos del proceso, en determinado momento, el aprendiz, sin perder su capacidad de “mirar”, por la que percibe el mundo de los objetos, accederá al “ver”. El “ver” sería una capacidad perceptiva por la que el mundo aparecería como una red de hilos luminosos de energía, las líneas del mundo”, que cruzarían los “capullos luminosos” de los seres vivientes.
Pienso que la actitud científica implica una disposición de apertura a todo experimento que pueda acrecentar el conocimiento. Cuando el antropólogo Castaneda se acerca por primera vez al indio yaqui que le recomendaron como experto en “plantas de poder”, lo hace con una actitud de receptividad a cualquier dato nuevo que pudiera acrecentar su saber. El indio le propone un experimento, el antropólogo acepta someterse a sus condiciones y, a través de estas, accede a un conocimiento que no tenía. Hasta aquí habría cierta coincidencia con la propuesta de la investigación científica.
6. Carácter iniciático del “conocimiento silencioso”
Pero la similitud con las ciencias se debilita si se tiene en cuenta que no cualquiera puede acceder a los experimentos del saber tolteca. En los libros de Castaneda se explica detalladamente el proceso por el cual un maestro selecciona a sus aprendices. De acuerdo a la “Regla del Nagual”, el Nagual, conductor y maestro del grupo de aprendizaje al que llaman “la Partida”, no puede aceptar como integrante del grupo a cualquiera que se ofrezca, ni puede guiarse por sus preferencias personales. Cuenta Don Juan que los “brujos” de la antigüedad elegían como aprendices a sus hijos o allegados, convirtiéndose la búsqueda de conocimiento en un feudo familiar, en que el saber era buscado en función del poder, el status social y las ventajas económicas que daba.
Para corregir esos abusos, los “brujos modernos”, como se autodenominan en esta etapa histórica, que abarca un período que comienza antes de la conquista española, han renunciado a la libre elección de sus aprendices. La “Regla” determina el modo en que se ha de ir formando la Partida del Nagual, el grupo de aprendizaje. Cada incorporación ha de ser precedida por una secuencia clara de “signos”, anomalías de la naturaleza u ocurrencia de eventos improbables que señalen inequívocamente en dirección a la persona que ha de ser elegida.
Con su capacidad de ver directamente la energía, el Nagual examinará el cuerpo energético del candidato, para determinar si es compatible con las características energéticas de los anteriores integrantes de la Partida. Las mujeres deben ser elegidas, en múltiplos de cuatro, de acuerdo a los puntos cardinales, una “mujer del sur”, una “mujer del norte”, etcétera, de acuerdo a los “cuatro vientos”, que implican complementariedades energéticas y de temperamento. Del mismo modo, los varones serán elegidos si reúnen las características energéticas correspondientes al “hombre de acción”, al “erudito”, al “hombre de la oscuridad” y al “propio” o asistente.
Los aprendices serán elegidos en partes iguales entre personas con características de “ensoñadoras”, con una disposición especial para cierto tipo de percepción ultrasensorial que se da en un estado similar al sueño y “acechadoras”, con cierta base temperamental para obtener resultados positivos en el trato con las personas.
En base a estos criterios de heterogeneidad y complementariedad en función de una tarea compartida, el Nagual o maestro va haciendo su propuesta a determinadas personas. La búsqueda es lenta porque, dado el grado de compromiso vivencial que implica la opción por este aprendizaje, es difícil encontrar a alguien que, al mismo tiempo, reúna las características requeridas y esté dispuesto a introducir en su vida los cambios profundos que exige este camino. Don Juan cuenta que hubo veces en que se encontró con personas que “daban el perfil” para formar parte de su grupo de aprendizaje pero que, “lamentablemente” eran gerentes de Banco u ocupaban otros puestos que los hacían sentir satisfechos y no tenían ningún interés en cambiar su régimen de vida.
En base a estos criterios, cuando cuenta con signos suficientes, el Nagual hace su propuesta de enseñanza a determinadas personas. Para entrar a formar parte de la Partida, la propuesta debe ser explícitamente aceptada por el candidato, quien debe dirigirse libremente al encuentro de su maestro. Este carácter iniciático del aprendizaje tolteca lo diferenciaría cualitativamente del camino de la formación en las ciencias occidentales, abierto, de derecho, a todos.
7. Tendencia iniciática de las ciencias occidentales
La distancia se acorta si pensamos que dedicarse a las ciencias implica disponer de un excedente de tiempo, disposición anímica, posibilidades económicas y, habitualmente, condiciones educativas favorables para hacer esa elección y mantenerla en la práctica. Con lo que, de hecho, se aminora el número de los que están en condiciones de ser aceptados como aprendices de las ciencias occidentales.
Y hay otro factor que podría acercar aún más el modo de selección de aprendices de las ciencias al modelo iniciático. Según el futurólogo Alvin Toffler, se incrementa cada vez más la incidencia del conocimiento en la fórmula de los elementos del poder.
De acuerdo a su prospectiva , de los tres elementos que, tradicionalmente fundamentaron el poder social: la violencia, el dinero y el conocimiento, este último tiende a ocupar un porcentaje cada vez mayor de la fórmula. Empresas que, en otro tiempo, hubieran sido arrebatadas a sus dueños por procedimientos gangsteriles (violencia) o vaciadas y adquiridas por maniobras económicas (dinero), hoy son penetradas informáticamente y dominadas “sin sangre ni gastos” (conocimiento).
Esto lleva a los poseedores de saberes nuevos, que dan poderes distintos, a ocultarlos celosamente a las mayorías, limitándoles el acceso, en favor de los sectores con los que están dispuestos a compartir el poder.
8. El “saber feudal”
Se trataría, de hecho, de un retorno al “saber feudal”, al saber en función del provecho personal que, según Don Juan, habrían ejercido los brujos de la antigüedad. Este saber ambicioso los habría llevado a su ruina, ya que el poder que da el saber dominador es ambicionado por otros sectores, desatando la guerra del conocimiento.
De este modo, el saber feudal de los brujos antiguos habría sido derrotado, como parte de un sistema de poder, por los saberes modernos que integran, junto con los poderes militar y económico, los nuevos sistemas de poder que hoy dominan al mundo.
El aprendizaje tolteca traza una línea divisoria tajante entre el objetivo de los brujos antiguos que, según él, buscaban el saber para obtener poder y el poder para su provecho económico y social y el objetivo de los brujos modernos, los actuales “hombres de conocimiento”, que afirman que aprenden para “acceder a la libertad”.
9. El tipo de poder que busca el conocimiento silencioso
El hombre de conocimiento también buscaría el poder que se obtiene a través del saber. Pero el poder específico que intentaría hallar en su aprendizaje, no sería la “capacidad de hacer” que da ventajas en el reparto de los bienes del mundo, para obtener una tajada mayor de la torta de lo producido por el trabajo de todos.
El poder específico que busca el hombre de conocimiento es el poder atravesar crecientemente sus condicionamientos y alcanzar un grado mayor de libertad, como objetivo en sí mismo, independientemente de cualquier otro provecho personal.
10. Conocimiento silencioso y dualismo
A primera vista, esta rotunda separación entre libertad y provecho parecería coincidir con una visión platónica de la realidad: un “cuerpo” que busca su provecho y un “alma” que busca su libertad.
Los grupos de hombres (varones y mujeres) de conocimiento, que describen Carlos Castaneda y sus dos compañeras de Partida, Florinda Donner y Taisha Abelar, proveen a su mantenimiento con gran solvencia, a través de distintas maneras de obtener ingresos y administrar su utilización en forma cooperativa.
Inclusive explican que, formarse para ocupar lugares productivos, de acuerdo a las pautas de la sociedad en que se vive y maniobrar para mantenerse económicamente, son tareas que forman parte de su adiestramiento en el “acecho”, el arte de obtener respuestas positivas del medio en que se vive.
Las increíbles hazañas perceptivas que obtendrían por la vía del “ensueño”, no podrían alcanzarse si sus “acechos”, sus maniobras prácticas para ganarse la vida, no les dieran la infraestructura material que les asegurara los lugares y los tiempos libres necesarios para la aventura de aprender.
El “cuidador”, uno de los integrantes de la Partida de Don Juan Matus, le enseña a Florinda Donner a preparar una monografía para una cátedra de la carrera de Antropología, como un campo concreto donde poner en práctica su aprendizaje.
Don Juan, viejo indio yaqui, aparentemente pobre y solitario, se presenta un día a Carlos vestido con un elegante terno hecho a medida y afirma que se dedica a negociar con acciones. La casa donde se desarrolla el comienzo del aprendizaje de Taisha Abelar es descrita por ella como cuidadosamente mantenida.
Una de sus instructoras le habla a Taischa sobre lo caro que les ha resultado el viaje de todo el grupo a la India. El grupo parece combinar una extrema frugalidad, en su intento de administrar estrictamente la energía y la valoración de la habilidad para conducirse en el mundo de la economía.