DON JUANISMO DE C.C. EN VIAJE A IXTLÁN.

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FRAGMENTOS
elegidos por Cenzontle.

INTRODUCCIÓN:

“La premisa básica de la brujería según don Juan me la presentó. Dijo que, para un brujo, el mundo de la vida cotidiana no es real ni está allí, como nosotros creemos. Para un brujo, la realidad, o el mundo que todos conocemos, es solamente una descripción.”

“Me señaló que todo el que entra en contacto con un niño es un maestro que le describe incesantemente el mundo, hasta el momento en que el niño es capaz de percibir el mundo según se lo describen. De acuerdo con don Juan, no guardamos recuerdo de aquel momento portentoso, simplemente porque ninguno de nosotros podía haber tenido ningún punto de referencia para compararlo con cualquier otra cosa. Sin embargo, desde ese momento el niño es un miembro. Conoce la descripción del mundo, y su membresía supongo, se hace definitiva cuando él mismo es capaz de llevar a cabo todas las interpretaciones perceptuales adecuadas, que validan dicha descripción ajustándose a ella.”

“Para don Juan, pues, la realidad de nuestra vida diaria consiste en un fluir interminable de interpretaciones perceptuales que nosotros, como individuos que comparten una membresía específica, hemos aprendido a realizar en común.”

“La idea de que las interpretaciones perceptuales que configuran el mundo tienen un fluir es congruente con el hecho de que corren sin interrupción y rara vez, o nunca, se ponen en tela de juicio.”

LAS REAFIRMACIONES DEL MUNDO QUE NOS RODEA.

“Contesté que tenía deseos muy serios de trabajar con él. Dije que necesitaba información, cualquier tipo de información, sobre los usos de las hierbas medicinales, y que estaba dispuesto a pagarle su tiempo y su esfuerzo.
-Estaría usted trabajando para mí -dije-. Y le pagaré un sueldo.
-¿Qué tanto me pagarías? -preguntó.
Detecté en su voz un matiz de codicia.
-Lo que a usted le parezca apropiado -dije.
-Págame mi tiempo… con tu tiempo -dijo él.”

“-Las plantas son cosas muy peculiares -dijo sin mirarme-. Están vivas y sienten.
En el momento mismo en que hizo tal afirmación, una fuerte racha de viento sacudió el chaparral desértico en nuestro derredor. Los arbustos produjeron un ruido crujiente.
-¿Oyes? -me preguntó, poniéndose la mano izquierda junto a la oreja como para escuchar mejor-. Las hojas y el viento están de acuerdo conmigo.”

“Una vez más le hice saber que tenía muchos deseos de aprender cosas de las plantas, especialmente del peyote. Le supliqué que se convirtiera en informante mío a cambio de alguna recompensa monetaria.
-No tienes que pagarme -dijo-. Puedes preguntarme lo que quieras. Te diré lo que sé y luego te diré qué se puede hacer con eso.
Me preguntó si estaba de acuerdo con el arreglo. Yo me hallaba deleitado. Luego añadió una frase críptica:
-A lo mejor no hay nada que aprender de las plantas, porque no hay nada que decir de ellas.”

“Repitió su afirmación tres veces, y luego toda la zona se estremeció con el rugido de un aeroplano de la Fuerza Aérea que pasó volando bajo.
-¡Ya ves! El mundo está de acuerdo conmigo -dijo, llevándose la mano izquierda al oído.
Me resultaba muy divertido. Su risa era contagiosa.”

“El cigarro y la bebida no son nada. Nada en absoluto si queremos dejarlos.
En ese mismo instante, el agua que hervía en la cafetera hizo un ruido fuerte y vivaz.
-¡Oye! -exclamó don Juan, con un brillo en los ojos-. El agua hirviendo está de acuerdo conmigo.”

“-Uno puede recibir acuerdos de todo lo que lo rodea.
En ese momento crucial, la cafetera produjo un gorgoteo verdaderamente obsceno.
Don Juan miró la cafetera y dijo suavemente: “Gracias”; asintió con la cabeza y luego estalló en carcajadas.”

“-¿Cuándo estará usted en su casa? -pregunté.
Me escudriñó.
-Cuando vengas -repuso.
-No sé exactamente cuándo pueda venir.
-Pues ven y no te preocupes.
-¿Y si usted no está?
-Allí estaré -dijo, sonriendo, y se alejó.”

Un comentario

  • Crow

    “Reunimos algunas varas y nos pusimos a construir las trampas. Yo tenía la mía casi terminada y me preguntaba con excitación si funcionaría o no, cuando de pronto don Juan se detuvo y miró su muñeca izquierda, como consultando un reloj qué nunca había tenido, y dijo que era la hora del almuerzo. Reí. Su sonido de sirena era perfecto. Caminé hacia él y noté que me miraba con fijeza. Meneó la cabeza de lado a lado.
    -Con una chingada -dijo.
    -¿Qué pasa? -pregunté.
    Volvió a hacer el ulular de un silbato de fábrica.
    -Se acabó el almuerzo -dijo-. Regresa a trabajar.
    Por un instante me sentí confundido, pero luego pensé que don Juan estaba bromeando, acaso porque en realidad no había nada con que preparar el almuerzo.”

    “-Ahora te dispones a convertir la caza en una rutina -prosiguió-. Ya has marcado tu paso en la cacería; hablas a cierta hora, comes a cierta hora, y te quedas dormido a cierta hora…
    -Ya conoces mucho de caza -continuó don Juan-. Te será fácil darte cuenta de que un buen cazador conoce sobretodo una cosa: conoce las rutinas de su presa. Eso es lo que lo hace buen cazador.”

    “Has progresado en la caza. Has aprendido rápido y ahora puedes ver que eres como tu presa, fácil de predecir.”

    “me interesan las cosas que los animales hacen; los sitios donde comen; el sitio, el modo, la hora en que duermen; dónde anidan; cómo andan. Éstas son las rutinas que te estoy señalando para que tú puedas darte cuenta de ellas en tu propio ser…
    tú en mi parecer te portas como tu presa. Una vez en mi vida alguien me señaló a mí lo mismo, de modo que no eres el único. Todos nosotros nos portamos como la presa que perseguimos. Eso, por supuesto, nos hace ser la presa de algún otro. Ahora bien, el propósito de un cazador, que conoce todo esto, es dejar de ser él mismo una presa.”

    “-Pero hay ciertos animales que son imposibles de rastrear -prosiguió-. Hay ciertas clases de venado, por ejemplo, que un cazador con mucha suerte puede encontrarse, a lo mejor, una vez en su vida…
    -¿Qué crees que los hace tan difíciles de hallar, y tan únicos? -preguntó.
    Alcé los hombros porque no sabía qué decir.
    -No tienen rutinas -dijo él en tono de revelación-. Eso es lo que los hace mágicos.”

    ” “Un ser mágico es cosa de verse. Yo tuve la fortuna de cruzarme con uno. Nuestro encuentro tuvo lugar cuando yo ya había aprendido y practicado mucha cacería. Una vez estaba en un bosque de árboles densos, en las montañas de Oaxaca, cuando de repente oí un silbido muy dulce. Era desconocido para mí; nunca, en todos mis años de andar por las soledades, había escuchado un sonido así. No podía situarlo en el terreno…
    “Volví a oír el encantador silbido; parecía venir de todas partes. Entonces me di cuenta de mi buena suerte. Supe que era un ser mágico, un venado. Sabía también que un venado mágico conoce las rutinas de los hombres comunes y las rutinas de los cazadores.
    “Es muy sencillo figurarse qué haría un hombre cualquiera en una situación así. Primero que nada, su miedo lo convertiría inmediatamente en una presa. Una vez que se convierte en presa, le quedan dos cursos de acción. O corre o se planta.
    “Un cazador, en cambio, cuando se adentra en el monte, nunca se mete a ninguna parte sin fijar sus puntos de protección; por tanto, se pone de inmediato a cubierto. Deja caer su poncho al suelo, o lo cuelga de una rama, como señuelo, y luego se esconde y espera a ver qué hace la pieza.
    “Así pues, en presencia del venado mágico no me porté como ninguno de los dos. Rápidamente me paré de cabeza y me puse a llorar bajito; derramé lágrimas de verdad, y sollocé tanto tiempo que estaba a punto de desmayarme. De pronto sentí un airecito suave; algo me estaba husmeando el cabello atrás de la oreja derecha. Traté de voltear la cabeza para ver qué era, y me caí al suelo y me senté a tiempo de ver una criatura radiante que me miraba. El venado me veía y yo le dije que no le haría daño. Y el venado me habló…
    -Me habló -dijo don Juan sonriendo.
    -¿El venado habló?
    -Eso mismo.”

    “-El venado mágico dijo: “¿Qué tal, amigo? -prosiguió don Juan-. Y yo respondí: “Qué tal”. Entonces me preguntó: “¿Por qué lloras?” y yo le dije: “Porque estoy triste”. Entonces, la criatura mágica se acercó a mi oído y dijo, tan clarito como estoy hablando ahora: “No estés triste”.
    Don Juan me miró a los ojos. Tenía un resplandor de malicia pura. Empezó a reír a carcajadas.
    Dije que su diálogo con el venado había sido algo tonto.
    ¿Qué esperabas? -preguntó, riendo aún-. Soy indio.”
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    LA ÚLTIMA BATALLA SOBRE LA TIERRA.

    “-Un cazador no sólo debe conocer los hábitos de su presa; también debe saber que en esta tierra hay poderes que guían a los hombres y los animales y todo lo que vive.
    Dejó de hablar. Esperé, pero parecía haber llegado al final de lo que quería decir.
    -¿De qué clase de poderes habla usted? -pregunté tras una larga pausa.
    -De poderes que guían nuestra vida y nuestra muerte.”

    “Para ti el mundo es extraño porque cuando no te aburre estás enemistado con él. Para mí el mundo es extraño porque es estupendo, pavoroso, misterioso, impenetrable; mi interés ha sido convencerte de que debes hacerte responsable por estar aquí, en este maravilloso mundo, en este maravilloso desierto, en este maravilloso tiempo.”

    “El cambio del que hablo nunca sucede por grados; ocurre de golpe…
    Le expliqué que, si me estaba preparando para el cambio, sin duda estaba cambiando en forma gradual.
    -No has cambiado en nada -repuso-. Por eso crees estar cambiando poco a poco. Pero a lo mejor un día de éstos te sorprendes cambiando de repente y sin una sola advertencia.”

    “el cambio llega de pronto, sin anunciar, y lo mismo la muerte.”

    “Los actos tienen poder -dijo-. Sobre todo cuando la persona que actúa sabe que esos actos son su última batalla. Hay una extraña felicidad ardiente en actuar con el pleno conocimiento de que lo que uno está haciendo puede muy bien ser su último acto sobre la tierra.”

    “Sólo un imbécil dejaría de notar la ventaja que un cazador tiene sobre sus semejantes. Un cazador da a su última batalla el respeto que merece. Es natural que su último acto sobre la tierra sea lo mejor de sí mismo. Así es placentero. Le quita el filo al temor.”

    “Me hallaba meditando todavía en la insólita pericia necesaria para moverse con tal rapidez, cuando él me dijo, en seca voz de mando, que rastreara un conejo, lo atrapara, lo matara, lo desollase, y asara la carne antes del crepúsculo.
    Miró el cielo y dijo que tal vez me alcanzara el tiempo.
    Puse automáticamente manos a la obra… no tuve ninguna dificultad en atrapar un conejo macho.
    -Ahora mátalo -dijo don Juan secamente.
    Metí la mano en la trampa para agarrar al conejo. Lo tenía asido de las orejas y lo estaba sacando cuando me invadió una súbita sensación de terror…
    Solté el conejo y miré a don Juan.
    -No puedo matarlo -dije.”

    “-Pero has matado cientos de aves y otros animales.
    -Con un rifle, no a mano limpia.
    -¿Qué importancia tiene? El tiempo de este conejo se acabó…
    Dijo que sus correrías por aquel hermoso desierto habían llegado a su fin. No tenía caso perder tiempo, porque el poder o espíritu que guía a los conejos había llevado a ése a mi trampa, justo al filo del crepúsculo.
    -Al carajo -dije en voz alta-. No voy a matar nada. Ese conejo queda libre.
    Una profunda emoción me estremecía. Mis brazos temblaban al tratar de asir al conejo por las orejas; se movió aprisa y fallé. Hice un nuevo intento y volví a errar. Me desesperé. Al borde de la náusea, patee rápidamente la trampa para romperla y liberar al conejo. La jaula resultó insospechadamente fuerte y no se quebró como yo esperaba. Mi desesperación creció convirtiéndose en una angustia insoportable. Usando toda mi fuerza, pisotee la esquina de la jaula con el pie derecho. Las varas crujieron con estruendo. Saqué el conejo. Tuve un alivio momentáneo, hecho trizas al instante siguiente. El conejo colgaba inerte de mi mano. Estaba muerto.”

    “Don Juan me puso la mano en la cabeza y me susurró al oído que debía desollar y asar al conejo antes de terminado el crepúsculo.
    Sentía náuseas. Él me habló con mucha paciencia, como dirigiéndose a un niño. Dijo que los poderes que guían a los hombres y a los animales habían llevado hacia mí ese conejo, en la misma forma, en que me llevarán a mi propia muerte. Dijo que la muerte del conejo era un regalo para mí, exactamente como mi propia muerte será un regalo para algo o alguien más…
    -Tu trampa fue su última batalla sobre la tierra. Te lo dije: ya no tenía más tiempo para corretear por este maravilloso desierto.”

    HACERSE ACCESIBLE AL PODER.

    “Dijo que Mescalito, al permitirme jugar con él, me había señalado como un “escogido” y que don Juan, aunque el oráculo lo desconcertaba porque yo no era indio, iba a pasarme ciertos conocimientos secretos. Dijo que él mismo había tenido un “benefactor” que le enseñó a convertirse en “hombre de conocimiento”…
    -Te voy a enseñar a hacerte guerrero del mismo modo que te he enseñado a cazar. Pero te hago la advertencia de que aprender a cazar no te ha hecho cazador, ni el aprender a ser guerrero te hará guerrero.”

    “-Nunca te he dicho del soñar, porque hasta ahora sólo me proponía enseñarte a ser cazador -dijo-. Un cazador no se ocupa de manipular poder; por eso sus sueños son sólo sueños. Pueden calarle hondo, pero no son soñar.
    “Un guerrero, en cambio, busca poder, y una de las avenidas al poder es el soñar. Puedes decir que la diferencia entre un cazador y un guerrero es que el guerrero va camino al poder, mientras el cazador no sabe nada de él, o muy poco.”
    “La decisión de quién puede ser guerrero y quién puede ser sólo cazador, no depende de nosotros. Esa decisión está en el reino de los poderes que guían a los hombres. Por eso tu juego con Mescalito fue una señal tan importante.”

    “-¿Qué propone usted que haga? -pregunté.
    -Hacerte accesible al poder; abordar tus sueños -repuso-. Los llamas sueños porque no tienes poder…
    Lo que tú llamas sueños son realidades para un guerrero.”

    “-¿Quiere usted decir entonces, don Juan, que el soñar es real?
    -Claro que es real.
    -¿Tan real como lo que estamos haciendo ahora?
    -Si se trata de hacer comparaciones, yo diría que a lo mejor es más real. En el soñar tienes poder; puedes cambiar las cosas; puedes descubrir incontables hechos ocultos; puedes controlar lo que quieras.”

    “-Esta vez será distinto -dijo-. De ahora en adelante vamos a ir a sitios de poder; vas a aprender a ponerte al alcance del poder.”

    “Conversamos a gritos durante un rato, y luego me hizo seña de bajar. Cuando estuve a su lado, me susurró al oído que los gritos eran necesarios para dar a conocer nuestra presencia, pues yo tenía que hacerme accesible al poder de ese ojo de agua específico.
    Miré en torno, pero no vi el ojo de agua. Don Juan indicó que estábamos parados sobre él.
    -Aquí hay agua -dijo en un susurro- y también poder. Aquí hay un espíritu y tenemos que sonsacarlo; a lo mejor viene tras de ti.”

    “Me dijo que debíamos esperar hasta el crepúsculo y que me condujera en la forma más natural posible, lo cual incluía preguntar cuanto quisiera.
    -Sé que el espíritu anda por ahí, al acecho -dijo en voz muy baja.
    -¿Dónde?
    -Ahí, en los matorrales.
    “-Saldrá a la puesta del sol -dijo-. Nomás tenemos que esperar.
    Permanecí en silencio. Me había quedado sin preguntas.
    -Ahora es cuando hay que seguir hablando -dijo-. La voz humana atrae a los espíritus. Hay uno ahí acechando en estos momentos. Nos estamos poniendo a su alcance, así que sigue hablando.”

    “-Yo en realidad no sé lo que es el poder -dije.
    -El poder es algo con lo cual un guerrero se las ve -repuso-. Al principio es un asunto increíble, traído a la mala; hasta pensar en el poder es difícil. Eso es lo que te está pasando ahora. Luego, el poder se convierte en cosa seria; uno capaz ni lo tenga, o ni siquiera se dé cuenta cabal de que existe, pero uno sabe que hay algo allí, algo que no se notaba antes. Es en ese entonces que el poder se manifiesta como algo incontrolable que le viene a uno. No me es posible decir cómo viene ni qué es en realidad. No es nada, y sin embargo hace aparecer maravillas delante de tus propios ojos. Y finalmente, el poder es algo dentro de uno mismo, algo que controla nuestros actos y a la vez obedece nuestro mandato.”

    “-Voy a enseñarte aquí mismo el primer paso hacia el poder -dijo como si me estuviera dictando una carta-. Voy a enseñarte cómo arreglar los sueños…
    -Tienes que empezar haciendo algo muy sencillo -dijo-. Esta noche, en tus sueños, debes mirarte las manos.
    Solté la risa. Su tono era tan objetivo que parecía estarme indicando algo común y corriente.
    -¿De qué te ríes? -preguntó, sorprendido.
    -¿Cómo puedo mirarme las manos en sueños?
    -Muy sencillo, enfoca en ellas tus ojos, así.
    Inclinó la cabeza hacia adelante y se quedó viendo sus manos, con la boca abierta.”

    “-Cada vez que miras una cosa en tus sueños, esa cosa cambia de forma -dijo tras un largo silencio-. La movida de arreglar los sueños, está claro, no es sólo mirar las cosas, sino mantenerlas a la vista. El soñar es real cuando uno ha logrado poner todo en foco. Entonces no hay diferencia entre lo que haces cuando duermes y lo que haces cuando no estás dormido.”

    “-No tienes que mirarte las manos -dijo-. Como ya te dije, escoge cualquier cosa. Pero escógela por anticipado y encuéntrala en tus sueños. Te dije que tus manos porque tus manos siempre estarán allí.”

    “-Vámonos -dijo-. Tenemos que caminar al sur hasta que el espíritu del ojo de agua se manifieste.”

    “En ese momento, una racha muy fuerte de viento me sacudió. El cuerpo de don Juan giró en la dirección del viento, hacia el oeste…
    Lo seguí. Flanqueamos el cerro pelado, por el costado oriental, hasta hallarnos en su parte media; allí se detuvo, volviéndose a encarar el oeste.”
    -¡Allí! -dijo en un susurro y señaló un objeto en el suelo.
    Esforcé los ojos por ver. Había algo en el suelo, a unos seis metros de distancia. Era café claro y se estremeció mientras lo miraba. Enfoqué allí toda mi atención. El objeto era casi redondo y parecía acurrucado; de hecho, se veía como un perro hecho bola.
    -¿Qué es? susurré a don Juan.
    -No sé -respondió, también susurrando, mientras observaba el objeto-. ¿Qué te parece a ti?
    Le dije que parecía ser un perro.
    -Demasiado grande para perro -aseveró él.
    Di unos pasos hacia el objeto, pero don Juan me detuvo con gentileza. Lo examiné de nuevo. Era definitivamente algún animal dormido o muerto. Casi podía verle la cabeza; sus orejas sobresalían como las de un lobo. Para entonces, me hallaba seguro de que era un animal acurrucado. Pensé que podía ser un ternero café. Se lo dije a don Juan, en susurro. Él respondió que era demasiado compacto para ternero, y además tenía las orejas picudas.
    El animal volvió a estremecerse y entonces noté que estaba vivo. Pude ver que respiraba; sin embargo, no parecía respirar rítmicamente. Los alientos que tornaba eran más bien como temblores irregulares. En ese momento me di cuenta de algo.
    -Es un animal que se está muriendo -susurré a don Juan.
    -Tienes razón -respondió susurrando-. ¿Pero qué clase de animal?…
    -Cuidado -me susurró don Juan al oído-. Si es un animal moribundo, puede saltarnos encima con sus últimas fuerzas.
    El animal, fuera lo que fuese, parecía estar al borde de la muerte; su respiración era irregular, su cuerpo se estremecía espasmódicamente, pero no cambiaba de postura. En determinado momento, sin embargo, un espasmo tremendo lo elevó por encima del suelo. Oí un chillido inhumano y el animal estiró las patas: sus garras eran más que aterradoras, eran repugnantes. El animal cayó de lado después de estirar las patas y luego rodó sobre el lomo.
    Oí un gruñido formidable y la voz de don Juan que gritaba:
    -¡Corre! ¡Corre!
    Y eso fue exactamente lo que hice. Corrí hacia la cúspide del cerro con increíble rapidez y agilidad. A medio camino me volví y vi a don Juan parado en el mismo sitio. Me hizo seña de bajar. Descendí corriendo la ladera.
    -¿Qué pasó? -pregunté, sin aliento.
    -Creo que el animal está muerto -dijo.
    Avanzamos cautelosamente hacia el animal. Estaba tendido de espaldas. Al acercarme, casi grité de susto. Me di cuenta de que todavía no se hallaba muerto por completo. Su cuerpo temblaba aún. Las patas, estiradas hacia arriba, se sacudían frenéticamente. El animal estaba sin duda en sus últimas boqueadas.
    Caminé delante de don Juan. Una nueva sacudida movió el cuerpo del animal y pude ver su cabeza. Me volví hacia don Juan, horrorizado. A juzgar por su cuerpo, el animal era a las claras un mamífero; sin embargo, tenía pico de ave.”

    “Reí de mi estupidez y, excitado, expliqué a don Juan que el viento, al soplar a través de la rama, la había hecho parecer un animal vivo. Pensé que le complacería la forma en que resolví el misterio, pero él dio la media vuelta y empezó a subir al cerró.”

    “-Lo que has hecho no es ningún triunfo -dijo-. Desperdiciaste un poder hermoso, un poder que infundió vida en aquella rama seca.
    Dijo que el triunfo verdadero habría sido dejarme ir en pos del poder hasta que el mundo hubiera cesado de existir. No parecía disgustado conmigo ni desilusionado con mi desempeño. Declaró repetidas veces que éste era sólo el principio, que manejar poder llevaba tiempo. Palmeándome el hombro, dijo en son de broma que ese mismo día, unas horas antes, yo era la persona que conocía qué era real y qué no.”

    “-No importa -dijo él-. Esa rama era un animal verdadero y estaba viva en el momento en que el poder la tocó. Siendo el poder lo que le daba vida, la movida era, como en el soñar, prolongar su visión. ¿Ves a qué me refiero?
    Quise preguntar otra cosa, pero me calló y dijo que yo debía permanecer en completo silencio, pero despierto, toda la noche, y que él iba a hablar un rato.
    Dijo que, como el espíritu conocía su voz, podía aplacarse al oírla y dejarnos en paz. Explicó que la idea de hacerse accesible al poder tenía graves implicaciones. El poder era una fuerza devastadora que fácilmente podía conducir a la muerte, y había que tratarlo con enorme cuidado. Había que ponerse sistemáticamente al alcance del poder, pero siempre con gran cautela.”

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    EL ÁNIMO DE UN GUERRERO.

    “-Éste es un sitio de poder -dijo tras una pausa momentánea-. Éste es el sitio donde los guerreros se enterraban hace mucho tiempo.
    En aquel instante un cuervo voló sobre nuestras cabezas, graznando. Don Juan siguió su vuelo con una mirada fija…
    -¿Vamos a pasar la noche aquí? -Eso pensaba yo, pero un cuervito acaba de decirme que no lo hagamos.”

    “-¿Todavía están sepultados aquí los huesos de los guerreros?
    Don Juan hizo un cómico gesto de desconcierto y luego sonrió ampliamente.
    -Éste no es un cementerio -dijo-. Nadie está sepultado aquí. Dije que en otro tiempo los guerreros se enterraban aquí. Quise decir que venían a enterrarse una noche, o dos días, o el tiempo que necesitaran. No decía que aquí estuvieran enterrados huesos de muertos. No me interesan los cementerios. No hay poder en ellos.”

    “-Cualquier guerrero podría llegar a ser hombre de conocimiento. Como ya te dije, un guerrero es un cazador impecable que caza poder. Si logra cazar, puede ser un hombre de conocimiento.”

    “me guió por el denso chaparral hasta el centro del círculo. Allí utilizó unas gruesas ramas secas para barrer un sitio donde sentarnos. El sitio era también perfectamente redondo.
    -Tenía la intención de enterrarte aquí toda la noche -dijo-. Pero ahora sé que todavía no te da. No tienes poder. Nada más voy a enterrarte un ratito.
    Me puse muy nervioso con la idea de verme sepultado y le pregunté cómo planeaba enterrarme. Rió como un niño travieso y empezó a juntar ramas secas. No me dejó ayudarlo; dijo que me sentara y aguardase.
    Echó las ramas que juntaba dentro del círculo despejado. Luego me hizo acostarme con la cabeza hacia el este, puso mi saco bajo mi cabeza e hizo una jaula en torno a mi cuerpo. La construyó clavando en la tierra suave trozos de ramas, de unos 75 centímetros de largo; las ramas, terminadas en horquetas, sirvieron de soportes para unos palos largos que dieron a la jaula un marco y la apariencia de un ataúd abierto. Cerró esa especie de caja colocando ramas pequeñas y hojas sobre las varas largas, encajonándome de los hombros para abajo. Dejó mi cabeza fuera, con el saco como almohada.
    Luego tomó un trozo grueso de madera seca y, usándolo como coa, aflojó la tierra en torno de mí y cubrió con ella la jaula.
    El marco era tan sólido y las hojas estaban tan bien puestas que no entró tierra. Yo podía mover libremente las piernas y, de hecho, entrar y salir, deslizándome.
    Don Juan dijo que por lo común el guerrero construía la jaula y luego se metía en ella y la sellaba desde adentro.
    -¿Y los animales? -pregunté-. ¿Pueden rascar la tierra de encima y colarse en la jaula y hacer daño al hombre?
    -No, ésa no es preocupación para un guerrero. Es preocupación para ti porque tú no tienes poder. Un guerrero, en cambio, está guiado por su empeño inflexible y puede alejar cualquier cosa. Ninguna rata, ni serpiente, ni puma podría molestarlo.
    -¿Para qué se entierran, don Juan?
    -Para recibir instrucción y para ganar poder.”

    “Bajando la voz casi hasta un susurro, dijo que, si en verdad sentía yo que mi espíritu estaba deformado, simplemente debía componerlo -purificarlo, hacerlo perfecto- porque en toda nuestra vida no había otra tarea más digna de emprenderse. No arreglar el espíritu era buscar la muerte, y eso era igual que no buscar nada, pues la muerte nos iba a alcanzar de cualquier manera.”

    “Sentí el peso de mis acciones pasadas como una carga insoportable y estorbosa. Admití que no había esperanza para mí. Empecé a llorar, hablando de mi vida. Dije que llevaba tanto tiempo de andar errante que me había encallecido al dolor y a la tristeza, excepto en ciertas ocasiones en las que me daba cuenta de mi soledad y de mi impotencia.
    Don Juan no dijo nada. Me tomó por los sobacos y me sacó a rastras de la jaula. Me senté al verme libre. Él también tomó asiento. Un silencio incómodo se ahondó entre nosotros. Pensé que me estaba dando tiempo de recobrar la compostura. Tomé mi cuaderno y, por nerviosismo, me puse a garabatear.
    -Te sientes como una hoja a merced del viento, ¿no? -dijo al fin, mirándome…
    Dijo que mi estado de ánimo le recordaba una canción…
    “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido. Inmensa nostalgia invade mi pensamiento. Al verme tan solo y triste cual hoja al viento, quisiera llorar, quisiera morir de sentimiento.” ”

    “-Por mucho que te guste compadecerte a ti mismo, tienes que cambiar eso -dijo con voz suave-. No encaja con la vida de un guerrero…
    -Lo más difícil en este mundo es adoptar el ánimo de un guerrero -dijo él-. De nada sirve estar triste y quejarse y sentirse justificado de hacerlo, creyendo que alguien nos está siempre haciendo algo. Nadie le está haciendo nada a nadie, mucho menos a un guerrero…
    Dijo que había tenido que sacarme aprisa de la jaula porque mi ánimo era intolerable y él temió que el sitio resintiese mi debilidad y me hiciera daño.
    La pena no encaja con el poder -dijo-. El ánimo de un guerrero implica que el guerrero se controla y al mismo tiempo se abandona.”

    “-Los sueños comunes se vuelven muy vívidos apenas empiezas a arreglar los sueños -dijo-. Esa vividez y claridad es una barrera formidable…
    -¡Déjalo! -dijo él, imperioso-. No sirve de nada. Lo único que estás haciendo es distraerte del propósito del soñar, que es el control y el poder.”

    “-Voy a recordarte todas las técnicas que debes practicar -dijo-. Primero enfocas la mirada en tus manos, como punto de partida. Luego pasas la mirada a otras cosas y les echas vistazos cortos. Enfoca la mirada en tantas cosas como puedas. Recuerda que si sólo miras un momento las imágenes no cambian. Luego regresa a tus manos.
    “Cada vez que te miras las manos renuevas el poder necesario para soñar, conque al principio no mires demasiadas cosas. Cuatro cada vez serán suficientes. Más adelante, podrás irlas aumentando hasta que cubras todas las que quieras, pero apenas las imágenes empiecen a cambiar y sientas que estás perdiendo el dominio, regresa a tus manos.
    “Cuando te sientas capaz de mirar las cosas indefinidamente, estarás listo para una nueva técnica. Te la voy a enseñar ahora, pero no espero que la utilices sino hasta que estés listo.”
    -El siguiente paso para arreglar los sueños es aprender a viajar -dijo-. De la misma forma en que has aprendido a mirarte las manos, puedes moverte con la voluntad, ir a cualquier sitio. Primero tienes que determinar a dónde quieres ir. Escoge un lugar bien conocido -puede ser tu escuela, o un parque, o la casa de un amigo- y luego pon tu voluntad en ir allí.
    “Esta técnica es muy difícil. Debes realizar dos tareas: debes trasladarte con la voluntad al sitio específico, y luego, cuando hayas dominado esa técnica, tienes que aprender a controlar el tiempo exacto de tu viaje.”…
    -¿Qué me está usted haciendo, don Juan? -pregunté, sin querer decirlo realmente.
    Pareció sorprendido. Me miró un instante y luego sonrió.
    -Ya me has preguntado mil veces lo mismo. Yo no te estoy haciendo nada. Tú te estás poniendo al alcance del poder; lo estás cazando y yo nada más te guío.”

    “-Este lugar está lleno de pumas y otros gatos de monte más chicos -dijo don Juan como si tal cosa.
    Corrí a su lado y él soltó la risa.
    -De plano, yo no vendría por aquí para nada. -dijo-. Pero el cuervo señaló en esta dirección. Debe haber algo especial en este sitio.
    -¿Tenemos realmente que estar aquí, don Juan?
    -Sí. De lo contrario, evitaría yo este sitio.”

    “-A lo mejor algún día necesitas atrapar un gato montés -dijo don Juan-. Tienen poderes especiales. Son tremendos y muy listos, y la única manera de atraparlos es engañándolos con el dolor y con el aroma de los sauces de río.
    Con rapidez asombrosa armó una trampa, y tras larga espera capturó tres roedores rechonchos, con aspecto de ardillas…
    Me indicó cortar un puñado de mimbres de la orilla del pantano y frotar con ellos mi ropa. Él hizo lo mismo. Luego, con rapidez y habilidad, tejió con juncos dos sencillas redes portadoras, recogió del pantano un gran montón de lodo y plantas verdes, y lo llevó a la meseta, donde se ocultó.
    Mientras tanto, los roedores habían empezado a chillar a todo volumen.
    Don Juan habló desde su escondite para indicarme que usara la otra red, juntara una buena cantidad de plantas y lodo, y trepase a las ramas bajas de un árbol cercano a la jaula donde estaban los roedores.
    Don Juan dijo que no quería hacer ningún daño al puma ni a las ratas de agua, de modo que iba a arrojarle lodo al león si éste se acercaba a la trampa.
    Me dijo que estuviese alerta y golpeara al puma con mi bulto de lodo después de que él lo hubiera hecho, para asustarlo. Me recomendó mucho cuidado para no caer del árbol. Sus instrucciones finales fueron permanecer tan quieto que me confundiera con las ramas…
    Percibí el súbito sonido cercano de pasos suaves y una exhalación felina amortiguada, luego un gruñido muy suave y las ratas de agua cesaron de chillar. En ese mismo instante vi la masa oscura de un animal justamente debajo del árbol donde me encontraba. Incluso antes de que yo pudiera estar seguro de que era un puma, se lanzó contra la trampa, pero no llegó a alcanzarla porque algo lo golpeó y lo hizo recular. Arrojé mi bulto, como don Juan me había dicho. No dio en el blanco, pero hizo mucho ruido. En ese instante don Juan soltó una serie de gritos penetrantes que me produjeron escalofríos, y el puma, con extraordinaria agilidad, saltó a la meseta y desapareció.
    Don Juan siguió haciendo un rato los ruidos penetrantes y luego me dijo que bajara del árbol, recogiera la jaula con las ratas de agua, corriera a la meseta y llegara lo más rápido posible a donde él se hallaba.
    En un tiempo increíblemente corto me encontré parado junto a don Juan. Me dijo que imitara sus gritos lo mejor posible para tener al gato a distancia mientras él desarmaba la jaula y liberaba a los roedores.
    Empecé a gritar, pero no podía producir el mismo efecto. Mi voz estaba ronca a causa de la excitación.
    Él dijo que me dejara ir y gritara con verdadero sentimiento, porque el león todavía andaba por ahí. De pronto cobré plena conciencia de la situación. El león era real. Prorrumpí en una magnifica serie de gritos penetrantes.
    Me dejó gritar un momento y luego dijo que debíamos dejar ese sitio lo antes posible, pues, el puma no era ningún tonto y probablemente estaba en ese momento desandando sus pasos dirigiéndose a donde nos hallábamos.
    -De seguro nos va a seguir -dijo-. Por mucho cuidado que tengamos, dejaremos un rastro del ancho de la carretera panamericana.”

    “-De cualquier modo, la lección no tenía nada que ver con cazar leones.
    -¿Y con qué tenía que ver?
    -El cuervito me señaló ese sitio específico, y en ese sitio vi la oportunidad de hacerte entender cómo actúa uno cuando tiene ánimo de guerrero.
    “Todo lo que hiciste anoche lo hiciste con un ánimo correcto. Tenías control y a la vez estabas abandonado cuando saltaste del árbol para recoger la jaula y llevármela corriendo. No te paralizó el miedo. Y luego, casi en lo alto del risco, cuando el león soltó un grito, te moviste muy bien. Estoy seguro de que no creerías lo que hiciste si vieras el risco de día. Tenías cierto grado de abandono, y al mismo tiempo cierto grado de control sobre ti mismo. No te soltaste al grado de orinarte en los calzones, pero te soltaste y trepaste ese muro en completa oscuridad. Podrías haber dado un paso en falso y matarte. Trepar ese muro en la oscuridad requería que te contuvieras y te soltaras al mismo tiempo. Eso es lo que yo llamo el ánimo de un guerrero.” ”

    “-Uno necesita el ánimo de un guerrero para cada uno de sus actos -dijo-. De otro modo uno se enchueca y se afea. No hay poder en una vida que carece de este ánimo.”

    “-Un guerrero podría sufrir daño, pero no ofensa -dijo-. Para un guerrero no hay nada ofensivo en los actos de sus semejantes mientras él mismo esté actuando dentro del ánimo correcto.
    “La otra noche, no te ofendiste con el gato. El hecho de que nos persiguió no te hizo enojar. No te oí maldecirlo, ni te oí decir que no tuviera derecho a seguirnos. Fácilmente podría haber sido un gato cruel y malicioso. Pero eso no te preocupaba mientras tratabas de huirle. Lo único que venía al caso era sobrevivir. Y eso lo hiciste muy bien.
    “Si hubieras estado solo y el puma te hubiera alcanzado y hecho garras, jamás habrías pensado siquiera en quejarte o en sentirte ofendido por sus actos.” ”

    “-Lograr el ánimo de un guerrero no es cosa sencilla. Es una revolución. Considerar iguales al puma y a las ratas de agua y a nuestros semejantes es un acto magnífico del espíritu del guerrero. Se necesita poder para llevarlo a cabo.”