Las Leyes cuestionables

Por Alejandro Celis H., Psicólogo Transpersonal y director del Instituto de Expansión de la Conciencia Humana

(Publicado en Revista UnoMismo Nro. 230 – Febrero 2009)

Se dice que el gran Lao Tsé se estaba alejando de la civilización, “cansado de la necedad de los hombres”, cuando fue  detenido en la frontera por un discípulo, quien le puso como condición para dejarle ir, que dejara un legado escrito, lo que dio origen al invaluable Tao te Ching.

En Grecia, la sociedad contemporánea de Sócrates no pudo tolerar que hablara libremente su verdad, pues “corrompía a la juventud”, por lo cual terminó bebiendo la cicuta.

Salvo escasísimas excepciones, que por cierto no son visibles en el mundo actual, los individuos suelen ser más sabios que la sociedad que les rodea. EEUU e Inglaterra invadieron Irak impunemente, quebrantando decisiones de la ONU; muy pocos chistaron y todo siguió como si nada. Ministros y Presidentes de este país siguieron tomándose fotos sonrientes con Bush o Condoleeza, como si fuesen ciudadanos ejemplares y no criminales internacionales; Blair tiene ahora un importante puesto en la ONU y por sus conferencias cobra precios altísimos…

Durante la Dictadura, los opositores intentaron por todos los medios derrocar a un gobierno que institucionalizó el terror y la tortura en el país, pero en ese contexto los opositores fueron catalogados de “terroristas” y de “vulgares delincuentes”; y hasta nuestros días persiste la discusión respecto a la legalidad o ilegalidad de sus actos. En nuestros días, los iraquíes que se siguen oponiendo al invasor yanqui –porque eso es lo que es- aún son tratados como “insurgentes” y “terroristas” por prácticamente todos los medios. Lo mismo ocurre en nuestro país con los pueblos originarios que demandan sus tierras, robadas por los invasores blancos con violencia y subterfugios.

Situaciones anormales, gobiernos dictatoriales, legisladores ineptos, corruptos o simplemente estúpidos o ignorantes, siguen dando motivo de discusión respecto a la ley. Obviamente, la ley es la ley, y quien la viola se arriesga a las peores consecuencias. Pero, como hemos visto, a veces la ley es abusiva dependiendo de quien la aplique; y en otras, se aplica la ley al débil pero no al poderoso, quien parece tener libertad para hacer lo que le venga en gana.

Los pueblos originarios de este continente no iban a misa antes de la llegada de quienes los exterminaron, el “descubridor” español; su forma de conectarse con la espiritualidad fue utilizando, entre otras cosas, las plantas que crecían en su entorno. Sus chamanes descubrieron los poderes sanadores y transformadores de muchas de ellas, las que siguen siendo utilizadas hasta el día de hoy para una variedad de dolencias; y en países como Perú, incluso para sanar la adicción al alcoholismo o a la cocaína. El indígena altiplánico masca hojas de coca para acostumbrarse a la altura, tal como debe hacerlo el visitante occidental con el mismo fin; poca relación tienen estas hojas con el destructivo clorhidrato de cocaína, invento recreacional del Occidente y no de los indígenas.

Más allá de las plantas estrictamente medicinales –muy generosamente abundantes en Chile- existen en el continente americano plantas mediante las cuales los pueblos originarios se conectaban con su espiritualidad, y por tanto las han considerado sagradas por siglos: el peyote en México, diversos tipos de hongos distribuídos por toda América, la ayahuasca y una diversidad de otras en la selva del Amazonas, el San Pedro en el desierto atacameño, el chamico o datura en varios países, el canelo en Chile y muchas, muchas otras. La verdad es que lo que los occidentales llamamos, en nuestra ignorancia, “drogas alucinógenas” (sin distinguirlas en nada de los monstruos químicos que nuestra sociedad ha creado) son tan numerosas que prácticamente habría que cubrir de cemento la Madre Naturaleza para eliminarlas.

Diversos antropólogos y psicoterapeutas se interesaron muy tempranamente en estos ceremoniales indígenas, existiendo registros de este interés desde el siglo 19. En la primera mitad del siglo 20, literatos y psicoterapeutas ahora famosos –como Havelock Ellis, Aldous Huxley, Stanislav Grof y Claudio Naranjo- experimentaron y estudiaron en profundidad sus efectos. Todos valoraron entusiastamente su enorme potencial terapéutico y transformador, constituyendo una muestra más del creciente interés que los occidentales sensibles han tenido desde tiempo atrás por las culturas precolombinas.

En nuestro país, sin embargo, actualmente se encuentran penados el cultivo y “tráfico” (regalando o proporcionando a otros a cambio de algo) de la planta del cáñamo (cannabis), del San Pedro, del ácido lisérgico y del hongo que contiene psilocibina, todos con efectos relativamente similares. La ley prohibe estas sustancias, tratando a los infractores del mismo modo como trata a delincuentes comunes que matan, roban, violan, asesinan o trafican con sustancias –como la cocaína, heroína o pasta base- que destruyen el cerebro de niños y adolescentes. Es realmente vergonzoso que los legisladores que dictan leyes de este tipo tengan este nivel de ignorancia y prejuicio respecto a lo que deciden; a mí me producen desaliento y vergüenza ajena, la verdad, porque si bien considero que estas sustancias deben ser tratadas con respeto y sobre todo con un nivel adecuado de información respecto a sus efectos y a las precauciones que deben tenerse, no producen adicción ni perjuicio alguno si se cumplen esas condiciones.

A fines de Noviembre 2008 hubo arrestos, con gran publicidad y entusiasmo por parte de la prensa amarilla, de dos personas que dirigían rituales con el cacto San Pedro. Los medios hicieron su fiesta y supongo que los sectores más recalcitrantemente conservadores del país también, versión moderna del populacho que mandaba los cristianos a los leones. Se anunció triunfalmente que “se habían arrancado los cactos”… pobrecitos. ¿Pensarán arrancar también todos los del desierto de Atacama, así como los yanquis han deseado erradicar la planta de la coca? Repito: es una desgracia que todos nos hallemos sometidos a leyes y a legisladores tan ignorantes.

Se mencionó en la prensa que estas personas son terapeutas transpersonales. Es cierto que se adscriben a esta corriente, a la que yo también adhiero; mi posición al respecto es ambivalente, pues si bien la ley –por estúpida que sea- es la ley y lo razonable es respetarla, en los orígenes de esta corriente, en que estas sustancias eran enteramente legales, se verificó su enorme potencial terapéutico. Y es debido al Imperio, que propulsó su prohibición –tal como prohibió el alcohol en algun época y en general ha tenido un comportamiento tan caprichoso como el de un niño de cuatro años- que el resto del mundo (siguiendo el juego de “Simón dice…”) se encuentra en esta absurda situación. ¿Cuándo dejaremos de ser colonia gringa y pensaremos, estudiaremos y obtendremos nuestras propias conclusiones en forma independiente? ¿O el próximo paso es que nos pongan una base militar –como en tantos otros países- en un futuro próximo?

“La conciencia es el camino y también la meta”

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Ricardo Jiménez, detenido por usar San Pedro en sanaciones.

Por Tatiana Vega P. (Entrevista publicada en revista UnoMismo nro. 229 – Enero 2009)

Una situación judicial puntual nos conmina a una profunda reflexión sobre el derecho a elegir libre, consciente y responsablemente la forma en que queremos sanar y cultivar nuestro cuerpo, mente, alma y espíritu. Del miedo a la libertad y del arte de amar nos habla esta entrevista.

El sábado 29 de diciembre del año recién pasado no fue un día cualquiera en la vida de Ricardo Jiménez y su pareja, Loreto Frederick, en su bucólica parcela del Cajón de Maipo.

“Iniciábamos recién la caminata hacia la montaña un grupo de 7 personas, mi pareja y yo, para realizar un ritual de ingesta de San Pedro, cuando, en cuestión de segundos nos vimos rodeados de personal de la Policía de Investigaciones que aparecía por todos lados… Eran 10 ó 12 policías… A la distancia, un par de camarógrafos grababan el operativo…

“Uno de los policías me apartó del grupo y me informó que había una orden de detención en contra mía y de Loreto y de allanamiento de mi casa por micronarcotráfico de mescalina.

“Me devolví hacia el grupo y saqué de mi mochila las botellas que contenían la cocción de San Pedro, las levanté y se las mostré a los policías diciendo: ‘¡Aquí está lo que buscan, no tenemos nada que ocultar; por favor, tranquilícense’, lo que bajó enormemente el grado de tensión y nerviosismo de todos. Nos devolvimos caminando hacia mi casa.

“Cuando llegamos, se sumaron 2 ó 3 vehículos de Investigaciones que traían equipos, los que fueron siendo distribuidos en diferentes actividades. Unos sacaron sus computadores e impresoras y comenzaron a tomar declaraciones a los participantes. Otros vaciaban gotas del líquido de las botellas con San Pedro en un equipo para medir la presencia de mescalina. Otros fueron revisando minuciosamente todas las habitaciones de la casa mientras otro grupo lo hacía en la parte de afuera y los alrededores.

“Entre nosotros y los policías se fue desarrollando un contacto cada vez más humano y las preguntas que inicialmente emitían en tono acusatorio se fueron formulando en un tono más respetuoso…”

Ingeniero civil de la U. Católica de Chile, con postítulo de Facilitador de Desarrollo Personal e Interpersonal en la Universidad del Mar, Ricardo Jiménez fue socio fundador de la Sociedad Chilena de Desarrollo Personal y miembro del Equipo Técnico de la institución en los programas de Formación y Perfeccionamiento desde el año 1993; se especializó en Terapia Gestáltica y Grupos de Encuentro con Patricio Varas S., y tiene una larga trayectoria experiencial, investigativa y de formación en el campo de la psicología transpersonal, con participación en diversos talleres, cursos, seminarios y congresos tanto nacionales como extranjeros. En la actualidad, además de ejercer su profesión de ingeniero, se desempeña como terapeuta individual y grupal, bajo el enfoque de la psicología humanista-transpersonal.

Expansión de conciencia

Al cierre de esta edición, tuvimos la oportunidad de profundizar en el tema de su detención con el sanador Ricardo Jiménez, hoy en libertad condicional con arraigo nacional.

¿Crees que puede denominarse “droga” al cactus San Pedro? ¿Que puede caber en la misma clasificación que la pasta base, por ejemplo? ¿Por qué no? ¿Qué es para ti, el San Pedro (en cuanto a experiencia)?

La mescalina es, efectivamente, una droga que puede ser extraída del cactus San Pedro o de otra especie llamada Peyote. Por lo que entiendo, ello involucra un procedimiento de laboratorio, que altera la estructura molecular y donde intervienen otros agentes químicos… Creo que el proceso se llama sintetización. Jamás la he probado y desconozco sus efectos.

Otra cosa es una cocción natural y orgánica del cactus, donde las sustancias conservan su estado natural y la dilución del principio psicoactivo es muy alta. Todas las investigaciones indican que su consumo bajo esta modalidad no produce daño cerebral ni adicción; características asociadas a una droga dañina. Más aún, hay estudios y experiencias de aplicación de estas técnicas de sanación en rehabilitación de drogadictos y alcohólicos.

En lo fundamental, para mí, el San Pedro es uno de los tantos vehículos a través de los cuales es posible lograr estados expandidos de conciencia, es decir, estados en que las facultades perceptivas y cognitivas se potencian, sin perder las facultades habituales. Creo que no hay mayor diferencia entre el estado de conciencia que se logra a través del San Pedro y el que se obtiene mediante un trabajo de meditación profunda o técnicas de respiración. Son formas distintas, que requieren metodologías diferentes, pero que finalmente desembocan, en lo esencial, en un estado de conciencia superior al habitual.

La ventaja adicional que proveen las plantas de poder cuando se utilizan en un contexto de sanación es que permiten mantener dicho estado por un período bastante largo (en torno a las 5 hrs) y sin necesidad de estar realizando una práctica especial. En ese tiempo y en ese estado es posible una intervención terapéutica muy profunda y eficaz.

San Pedro es una planta sagrada que abre las puertas de la conciencia superior, lo que metafóricamente en otras tradiciones se simboliza como el portador de las llaves que permiten acceder al cielo.

¿Podrías explicar cómo usas la planta con tus pacientes? ¿Con qué fines?

En el contexto de un trabajo psicoespiritual, los propósitos o intenciones de cada participante son personales y muy variados… y van desde motivaciones psicológicas hasta espirituales, desde resolver un “rollo” hasta tener una vivencia mística.

Mi experiencia en psicoterapia transpersonal -y en eso incluyo cualquier metodología que promueva estados de conciencia expandida- es que la configuración del propósito tiene mucha relevancia, ya que finalmente determinará la dirección y el sentido de la experiencia interna/subjetiva de cada participante. Toda la primera parte de nuestro ritual antes de la ingesta (aproximadamente 2 hrs) está destinada a que cada persona profundice en sus motivaciones e intenciones.

Al momento de hacer la ingesta, cada persona vuelve a focalizar su propósito… Lo que viene después es una entrega para que la conciencia superior de cada participante conduzca el proceso. Durante la experiencia hay intervención terapéutica – individual y colectiva – en las etapas que hemos ido detectando claves, con el fin de supervisar, asistir, apoyar y acompañar a la persona cuando es necesario. Adicionalmente, hay intervenciones individuales ante solicitud del participante o por iniciativa de los terapeutas.

Una de las claves es que se produzca integración y equilibrio entre la percepción-cognición de las realidades externa/objetiva e interna/subjetiva. Este equilibrio garantiza que la totalidad de la experiencia sea bien asimilada por la persona y que, posteriormente, el aprendizaje sea aplicable en su vida cotidiana.

El verdadero poder

Cuando se habla de “plantas de poder”, ¿a qué poder se refiere el término?

Obviamente, al poder de la conciencia. La conciencia expandida abre facultades que no están siempre a nuestra disposición… Cuando esas facultades se orientan a la sanación, su efecto es poderoso.

Hay muchísimos experimentos y de muy diversa índole que pueden ejemplificar estas facultades potenciadas en conciencia expandida, que reitero, no están circunscritos a la ingesta de plantas. Por dar algunos:

– El ritual de la caminata sobre el fuego muestra de manera categórica que el efecto del calor sobre el cuerpo puede ser de índole muy distinta según el estado de conciencia en que estemos. Esto es muy significativo, porque estamos hablando de afectar leyes físicas.

– Las facultades intuitivas y de percepción del “mundo sutil” pueden adquirir una gran potencia y es muy habitual que alguien pueda “adivinar” lo que está pensando o sintiendo otra persona.

– La tolerancia al dolor puede llegar a grados muy altos cuando estamos en estos estados… Hay muchos rituales de raíces indígenas que utilizan este método como una forma de expandir la conciencia. El autoflagelo en la tradición católica y los fakires en la yóguica son manifestaciones de lo mismo.

Se podrían citar muchísimos otros ejemploes, pero para decirlo en una frase: la conciencia es el camino y también la meta.

¿Dirías que tu trabajo es de índole espiritual? ¿Por qué?
Para los que trabajamos en psicoterapia desde la perspectiva transpersonal no hay separación entre lo psicológico y lo espiritual… Los procesos de sanación se abordan desde una compresión unitiva del cuerpo, la mente y el alma.

Esto no tiene nada que ver con la promoción de determinas creencias o dogmas; esa es la parte exotérica de la espiritualidad, materia de las instituciones religiosas o iglesias.

En la perspectiva transpersonal, tomamos las herramientas y métodos que proveen las tradiciones espirituales en su aspecto esotérico, es decir, prácticas que facilitan que cada persona se encuentre con la verdad psicológica y espiritual que emana en forma libre y consciente de su propia interioridad, que por cierto es muy diversa y siempre respetable.

Cuando tomamos una herramienta de alguna tradición, por respeto y gratitud intentamos conservar el mensaje esencial que ha inspirado a dicha tradición. Cuando vamos a la fuente budista, el énfasis estará en desarrollar nuestra conciencia superior para ponerla al servicio de la compasión. En el caso de nuestros rituales, que se inspiran en las tradiciones indígenas, el foco es ‘honrar la sagrada naturaleza como fuente de sabiduría y sanación’… o sea, la naturaleza como manifestación y portal de acceso a la divinidad.

El derecho a elegir

¿Cómo interpretas el hecho de protagonizar este proceso en el contexto histórico chileno actual?

Por una parte, creemos que este juicio sentará jurisprudencia sobre 3 aspectos legales: El uso de las terapias alternativas y complementarias como parte de los tratamientos médicos reconocidos que aportan a la salud; la posibilidad de que profesionales que no tienen título universitario en alguna de las carreras de la salud puedan oficiar como terapeutas en determinadas técnicas, y, tercero, el uso de las plantas de poder con fines psicoespirituales como método terapéutico válido.

Los dos primeros puntos están prácticamente formalizados en nuestra sociedad, ya que hay diversas situaciones que los avalan, como el hecho que en hospitales públicos se esté realizando este tipo de terapias y existan carreras universitarias que imparten esos conocimientos.

¿Qué es lo que está en juego, en realidad, en el trasfondo de esta polémica?

Desde una perspectiva más amplia y profunda, me parece que a nivel cultural el debate versa sobre si nuestra sociedad tiene la madurez suficiente para elegir libre, consciente y responsablemente la forma en que queremos sanar y cultivar nuestro cuerpo, mente, alma y espíritu; en el entendido, claro está, que estas formas no afecten o restrinjan las libertades de otros.

Estimo en alrededor de un centenar las personas que durante estos poco más de dos años han participado de nuestros rituales. Nunca hemos tenido un accidente que sobrepase un porrazo durante la caminata por el cerro, y todos han testimoniado una experiencia positiva y benéfica para sus vidas. Jamás hemos tenido un reclamo y, hasta el momento, no tenemos conocimiento de denuncia alguna. Entonces: ¿qué origina este tremendo operativo policial y periodístico?, ¿Qué hace que una sociedad que institucionaliza la libertad como principio fundamental reaccione tan radicalmente ante un hecho de tan pequeña escala y con propósitos de sanación?

La respuesta última que llega a mi conciencia cuando me planteo esto coincide con el título del clásico de Erick Fromm: “El Miedo a la Libertad“. Para los que trabajamos en el campo del desarrollo de la conciencia, el miedo es tema frecuente y también raíz de la mayor parte de nuestras limitaciones psicológicas. No podía ser de otra manera, porque como decía el viejo Perls, es obvio que una sociedad neurótica promueve la presencia de la neurosis en los individuos y que individuos neuróticos tenderán a crear estructuras igualmente insanas.

Las raíces del miedo son siempre emocionales. Sabemos que se gesta en las etapas tempranas del desarrollo y que opera desde el inconsciente por el resto de la vida mientras no salga al descubierto. Es en el seno de la familia donde se aprende a temer… son las interacciones familiares insanas las que siembran esta pérdida de confianza en el otro y motivan las actitudes que coartan la libertad propia y ajena.

Si nuestra meta es la libertad, nuestro obstáculo es el miedo, tanto a nivel individual como social. Efectivamente, si reconocemos nuestros temores, lograremos ver que tras la violencia, ya provenga de personas o instituciones, hay niños heridos y asustados; y ello puede conducirnos hacia la verdadera puerta de salida a este círculo vicioso – de agresión y miedo – en que nos encontramos atrapados como humanidad. Curiosamente, esa puerta finalmente corresponde también al título del otro clásico de Fromm: “El Arte de Amar”.

Entonces, con una mirada aún más amplia y generosa, podremos simbolizar en este proceso la oportunidad de retribuir a la sociedad que nos ha cobijado, lo que por años hemos estado aprendiendo en las modernas catacumbas del mundo alternativo… nuestro pequeño y humilde aporte a esta transición desde una cultura del miedo hacia una cultura del amor. Donde los seres humanos podríamos relacionarnos entre nosotros con la misma naturalidad y confianza con que nos paseamos por un jardín – rico en variedad de especies, colores, aromas y formas-, para reconocer que en esa diversidad radica, precisamente, la riqueza y belleza de la humanidad.

Para ello solo debemos entregarnos a las transformaciones – internas y externas, individuales y colectivas – que la vida nos va indicando… entendiendo que ellas son sólo parte de un orden universal que nos trasciende.

Espiritualidad Indígena y Plantas Maestras

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Por Ricardo Jiménez O. (Publicado en Revista UnoMismo Nro.230 – Febrero 2009) 

Una aproximación a la espiritualidad indígena que establezca puentes hacia el positivismo puede ayudar a abrir caminos de entendimiento y promover un diálogo fecundo hacia el común horizonte de una comprensión más amplia de la realidad.

He estado buscando puentes de encuentro entre quienes valoramos el trabajo terapéutico con apoyo de las llamadas plantas de poder y quienes discrepan de esta alternativa por considerarla peligrosa o atentatoria contra la salud física o psíquica.

Un punto de partida fácilmente observable es que la línea divisoria entre ambos bandos se establece entre quienes hemos tenido la experiencia directa y quienes no. Entre estos últimos se incluyen algunos que se han aventurado a la exploración de forma inadecuada y han terminado en lo que vulgarmente se denomina “mal viaje”, atribuyendo el “fracaso” a la sustancia y no al contexto, la forma y el propósito con que se ingiere.

Siguiendo el pensamiento de Ken Wilber, esto tiene su origen en que el desarrollo de la psicología moderna –humanista y transpersonal– en Occidente ha utilizado en forma privilegiada la experimentación directa como vía de conocimiento, apoyándose para ello en la fenomenología. Su razón es muy clara y evidente: el foco de atención de la psicología es el mundo interno y subjetivo, al cual sólo podemos acceder sumergiéndonos en él y experimentándolo. Por este motivo, también, la alianza entre la psicología transpersonal y las tradiciones espirituales se produce a través de la veta esotérica de estas últimas, que provee los métodos y prácticas para experimentar las realidades espirituales.

En nuestra cultura occidental, el concepto de ciencia está fuertemente cargado hacia el positivismo, que busca su fundamentación en las realidades externas y objetivas. El diálogo entre ambas aproximaciones se hace insostenible, porque los métodos de validación de cada una de ellas son totalmente distintos: uno se sustenta en la vivencia subjetiva consensuada, y el otro, en mediciones empíricas y objetivas. Cada uno de los bandos descalifica al otro.

El camino del entendimiento requiere un acto de generosidad que trascienda la legítima defensa de las opciones personales y descubra la necesidad del “oponente” para invitarlo a participar de una nueva perspectiva más amplia que permita el encuentro. Un punto de partida es asumir que quienes estamos muy identificados con la exploración de la conciencia por la vía experiencial hemos descuidado el desarrollo de la ciencia psicológica y espiritual en sus aspectos objetivos y, con ello, contribuimos a ensanchar la grieta cultural que nos separa e impide un diálogo fecundo.

Quisiera, entonces, hacer una presentación al tema del desarrollo de la conciencia y la espiritualidad indígena, incorporando elementos objetivos simples, que pudieran contribuir a un debate constructivo.

¿Alucinaciones o realidades?

Un ejemplo muy simple, restringido a la facultad de percepción del mundo físico, pero muy ilustrativo: Supongamos que  estamos en una sala y los invito a mirar una pared de color azul que está al fondo. Si les pregunto qué color ven, la respuesta será unánime: azul.

En seguida, toman una copita de San Pedro y, al cabo de una hora o más, les reitero la pregunta. Les aseguro que la respuesta ya no sería la misma: la mayoría seguiría viendo el azul como predominante, pero junto a él verían otros matices y brillos enriqueciendo la experiencia perceptiva.

¿Qué pasó…? El juicio que habitualmente surge es: ¡Están alucinando!, especialmente de alguien que no ha bebido la pócima y observa a este grupo de “locos” describir una simple pared azul como un cuadro rico en tonalidades y brillos.

Pero hay dos elementos objetivos que hacen dudar de esta calificación de la experiencia: primero, entre los locos habría una sorprendente coincidencia en la descripción de la pared y, segundo, si en ese momento entra a la sala Picasso, lo más probable es que esté completamente de acuerdo con la descripción que hacen los locos.

Entonces, ¿cómo nos explicamos que diferentes alucinadores puedan coincidir en sus supuestos delirios? Y más aún, ¿por qué alguien que no ha bebido la pócima alucinógena puede compartir esa misma realidad?

La respuesta que se ha ido tejiendo en Occidente, tras muchos años de investigación y experimentación, puede sintetizarse en dos puntos: Primero, la conciencia humana no es rígida ni predeterminada, sino que se puede desarrollar y expandir utilizando métodos diseñados para ello. El punto de encuentro de las tradiciones espirituales es justamente ése: todas proveen herramientas prácticas –ya sea meditación, oración, posturas corporales, pautas respiratorias, ingesta de plantas u otras – para acrecentar la conciencia. Hay mediciones que permiten correlacionar los estados de conciencia con modificaciones cerebrales, tales como la aparición de nuevas pautas de conexión neuronal a medida que se accede a niveles superiores de la conciencia.

Y segundo, el estado de conciencia influye en las facultades perceptivas y cognitivas del individuo en relación directa: a mayor nivel de conciencia, mayores capacidades. He aquí también una posible explicación a la conclusión a la que han llegado en forma unánime los investigadores en neurociencia: los seres humanos sólo utilizamos una parte ínfima del potencial cerebral… y, bajo esta mirada, agregaríamos: ya que el resto sólo se activa en estados de conciencia superior.

En base a estos dos elementos podemos entrar a responder las interrogantes que quedaron planteadas del ejemplo anterior: la ingesta de la planta indujo una expansión de conciencia en los participantes, lo que habilitó facultades que no están disponibles en estados de conciencia ordinarios. No se trata de alucinaciones, sino de percepciones completamente reales, pero que requieren de una agudeza visual muy fina, tanto como la que obtuvo Picasso tras muchos años de ejercer su oficio de pintor.

El poder de la conciencia

A diferencia de la veta exotérica, cuya atención se focaliza en aspectos doctrinales que son patrimonio institucional de las iglesias, el desarrollo de técnicas para acrecentar la conciencia ha sido, históricamente, dominio de las tradiciones espirituales en su vertiente esotérica o mística, las que por milenios han cultivado muy celosamente las artes esotéricas, orientadas y aplicadas fundamentalmente a la sanación y al crecimiento espiritual.

Sin embargo, las facultades que se abren en niveles superiores de conciencia no están restringidas al área psicológica y/o espiritual. No son pocos los científicos modernos que han encontrado inspiración para sus teorías en ceremoniales amazónicos, validándolas posteriormente en sus laboratorios.

Existe un ritual chamánico llamado “caminata sobre el fuego”, presente en diferentes tradiciones indígenas, que consiste en transitar a pies descalzos por una superficie de cinco o más metros de largo, cubierta por brasas ardientes. En el mundo y la historia, sumamos millares las personas que hemos experimentado la alteración de una ley física accediendo a un estado de conciencia superior. Este ritual demuestra en forma categórica que el efecto del calor sobre el cuerpo se torna inocuo cuando la conciencia así lo determina. 

¿No será ésta una buena pista para responder a las muchas interrogantes que aún permanecen  abiertas ante la  magnificencia de algunas obras realizadas por culturas antiguas? Porque aún no es posible explicar cómo las culturas  inca, maya y egipcia lograron construir sus grandiosos templos o sus monumentales pirámides, respectivamente. Lo que sí sabemos es que la fuente de energía requerida para modelar y movilizar esos enormes macizos rocosos es incomprensible e inaccesible para los actuales paradigmas tecnológicos. Esos pueblos tenían formas para expandir su conciencia y con ello, la posibilidad de trascender paradigmas y acceder a recursos que están más allá de la mente puramente racional que hoy gobierna nuestra ciencia.

En los ámbitos sutiles

Cuando nos adentramos en los mundos de la mente, el alma y el espíritu, la posibilidad de hacer traslaciones hacia lo objetivo se hace muchísimo más difícil y compleja, debido a que dichos ámbitos son realidades más sutiles, y las posibilidades de medición empírica se restringen considerablemente. Así, por ejemplo, nadie pondría en duda la relevancia del amor en la salud psicológica y la realización espiritual, pero al mismo tiempo, resulta ridícula la sola idea de medir el amor y mucho más el disponer de un instrumento para ello. Sin embargo, hay algunos indicadores que pudieran aproximarse, como serían las alteraciones bioquímicas benéficas que se producen en el organismo cuando experimentamos el amor (mayor cantidad de endorfinas, por ejemplo).

Para confrontar más radicalmente este punto, ayudaría cuestionarse sobre el testimonio dejado por seres cuya conciencia se ha elevado por niveles superiores al común de los mortales. Tomemos, por ejemplo, a San Francisco de Asís y su conocida capacidad de comunicación con animales, a quienes atribuía una relación de hermandad. Si calificamos su conducta desde el entendimiento que provee la psiquiatría clásica, tendríamos que diagnosticar una psicosis (estado de quiebre con la realidad). Pero, para cualquier persona que haya experimentado un estado de conciencia expandido, aún muy por debajo de las alturas del santo, es evidente que la realidad que él describe no constituye un delirio sino una hermosa facultad adquirida por un místico incuestionable.

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Entre los extremos

El hecho que el desarrollo de las técnicas para acrecentar la conciencia históricamente se haya producido bajo el amparo de las tradiciones espirituales obedece a un orden superior, ya que éstas proveen los marcos valóricos y éticos que dan mayor garantía para encauzar evolutivamente los enormes poderes que se habilitan en los estados de conciencia expandidos. Sólo seres humanos sanos –de cuerpo, mente, alma y espíritu –pueden usar y administrar poderes ilimitados con sabiduría y bondad.

Cuando estos poderes han sido utilizados motivados por ambiciones, se cae en la profanación de lo sagrado. Cuando se alteran los procedimientos y los propósitos con que se usan las artes esotéricas, los resultados son siempre involutivos. El poder al servicio de las pasiones es finalmente destructivo. La red del narcotráfico es el peor ejemplo de ello.

En el otro extremo y como reacción a lo anterior, surge la actitud sacrílega, que desconoce lo sacro de una práctica esotérica y la condena o prohíbe. ¿Como se sentiría un practicante católico si alguien censurara el ritual de la misa por promover el alcoholismo? Suena absurdo, pero es lo que sentimos quienes practicamos un ceremonial indígena con fines de sanación y las sustancias utilizadas son calificadas de droga que amenaza la salud.

Entre ambos extremos, debemos encontrar formas y actitudes que permitan encauzar evolutivamente las prácticas de desarrollo espiritual, que día a día se hacen accesibles a mayor cantidad de personas. A nadie se le ocurriría proscribir la teoría de la relatividad, aún cuando sus primeras aplicaciones dieron origen a las peores matanzas de la humanidad. El desafío es orientar el uso de la energía nuclear hacia fines constructivos.

La encrucijada

Todas las tradiciones espirituales indígenas o chamánicas han encontrado su fuente de inspiración honrando la naturaleza como manifestación de lo sagrado. A través de una relación íntima y muy profunda con lo natural se cultivan las dimensiones trascendentes. Es por ello que en dichas culturas encontramos manifestaciones sorprendentes y aún inexplicables de su arquitectura, agricultura y medicina. A través de sus prácticas espirituales, han develado muchos misterios del mundo físico y biológico que aún son inaccesibles para nuestra ciencia.

No quisiera caer en una idealización ingenua de las culturas más primitivas, ya que no desconozco que sus doctrinas estuvieron impregnadas del pensamiento mágico y mítico, lo que se plasmó en expresiones tan aberrantes como el sacrificio humano y finalmente hizo inviable su continuidad histórica. Lo que quiero rescatar es el valiosísimo legado de conocimiento de la biosfera que dichas culturas poseen y que alcanzaron mediante sus prácticas esotéricas, donde las plantas maestras juegan un rol fundamental. Esto equivale a valorar el importante aporte del misticismo cristiano, diferenciándolo de las atrocidades cometidas por la iglesia católica durante la Inquisición.

El punto se vuelve especialmente crucial si recordamos que la llamada “crisis global” en la que se encuentra la humanidad converge justamente en una amenaza para los ecosistemas y hace insostenible el desarrollo con las actuales tecnologías y métodos de producción. La supervivencia del planeta requiere de un salto sustantivo hacia tecnologías basadas en nuevos paradigmas, que muchas culturas indígenas conocieron y aplicaron.

Todo ese conocimiento será inaccesible mientras se mire con desprecio la espiritualidad indígena, porque la arrogancia y sensación de superioridad jamás nos permitirán llegar a aquellos hombres sabios, que normalmente moran en modestas construcciones rodeadas de un entorno virginal. La humildad es la puerta de acceso a los poderes de la conciencia…y ése ha sido un rasgo distintivo de todos los grandes maestros que han pisado la Tierra.

Comentario a propósito de la detención del sanador Ricardo Jiménez.

Ceremonial de Enteógenos
jueves 4 de diciembre de 2008

Ingesta Ceremonial de Enteógenos con Fines de Sanación…
¿Farsa o Realidad?
Comentario a propósito de la detención de Ricardo Jiménez

Por Matías Méndez López
Escuela de Psicología, Universidad Diego Portales
Santiago de Chile

La detención del sanador Ricardo Jiménez y su socia es un hecho lamentable, pero existe un elemento que la convierte en una oportunidad sin precedentes: abre la posibilidad para plantear el debate acerca de la validez del uso terapéutico de las plantas de poder (más conocidas como “alucinógenas”) en nuestro país, una agenda que había permanecido restringida a un grupo extremadamente reducido de la población, y cuya lógica pivotea entre los polos del prejuicio y el fanatismo. Esta opción que se nos abre para dar cabida a una reflexión fundada en hechos y experiencias es una bendición que no podemos dejar pasar, pues aunque la resistencia de parte del sistema es potente, hay muchas personas cuyo espíritu no los abandona a la hora de defender la tradición y la sabiduría que sustenta el milenario arte de sanar por medio de las medicinas enteogénicas.
El término “enteógeno” es un concepto acuñado por el etnobotánico Carl Ruck para designar a aquellas especies vegetales que al ser consumidas en contextos ceremoniales permiten a los participantes acceder a estados no-ordinarios de conciencia. El historiador chileno Cristián Vergara Oliva (1996, pág. 39) comenta: “Antes que el especialista de Grecia, Carl A. P. Ruck, propusiera el término enteógenos para designar aquellas sustancias vegetales que, cuando se ingieren, provocan una experiencia divina, eran mal denominadas alucinógenas, psicodélicas, psicotomiméticas [que generan estados o experiencias similares a la psicosis], etcétera”.
Una “alucinación” es una experiencia sensorial que no encuentra asidero en la realidad. Es decir, consiste en ver, oír, sentir, oler o probar algo que no existe. Históricamente, desde la perspectiva psiquiátrica y psicológica tradicional de occidente, se ha considerado que los efectos que produce la ingesta de especies vegetales como el San Pedro (Trichocereus Pachanoii), los hongos mágicos o “niñitos de luz” (Psilocybe cubensis y otras variedades) o el Ayahuasca (Banisteriopsis caapi) sobre la experiencia sensorial de quien las consume son alucinógenos, y que las visiones que emergen en su campo perceptual no son más que fantasías creadas por las reacciones electroquímicas de un sistema nervioso alterado.
Actualmente existen numerosas investigaciones que, viniendo del campo de la psiquiatría y la psicología clínica, sostienen que dichos efectos “visionarios” tienen nada que ver con lo anterior. Reconocidos investigadores como Stanislav Grof, Roger Walsh y Richard Noll, entre otros, han dado cuenta en sus trabajos que las visiones producidas por la ingesta guiada de plantas de poder distan de ser meras alucinaciones, sugiriendo que su verdadera naturaleza y origen radica en elementos de la conciencia humana mucho más profundos y trascendentes que la “volada” que describen los miopes estudios del “main stream”. Son estos estudios los que avalan el uso del término “enteógeno” en remplazo de “alucinógeno”, y a continuación veremos el por qué de esta sugerencia.
Vergara (op. cit., pág 39) retoma la idea explicando que “en un sentido muy amplio de la palabra, cada una de estas sustancias es una droga, pero hay que evitar el error sistemático de confundirlas con aquellas drogas que inducen al deseo físico de su repetición o que embotan los sentidos como el alcohol o los sedantes. Oficialmente están clasificadas como alucinógenos, un término increíblemente inexacto, puesto que aquellas sustancias no producen sensaciones imaginarias”.
Volviendo atrás, veíamos que las sustancias enteógenas son aquellas que “provocan una experiencia divina” en quienes las ingieren ceremonialmente. Más o menos desde los años ’60 en adelante ha existido un amplio interés por el estudio riguroso de los fenómenos psicológicos asociados a las diversas prácticas espirituales que se desarrollan en todo el mundo a lo largo de la historia de la humanidad. Desde la psicología, el movimiento humanista-transpersonal ha sido el encargado de llevar la bandera de lucha de esta opción teórica, metodológica y epistemológica, impulsando interesantes estudios sobre el potencial curativo de las así llamadas “experencias cumbre” (siendo Abraham Maslow uno de los primeros investigadores en formular un marco teórico sobre el tema) o “experiencias místicas”. Dichos estudios han ido aumentando tanto en número como en calidad (tanto en términos de rigurosidad metodológica como de precisión teórica) durante las últimas décadas, decantando en un nutrido corpus de conocimiento científico que actualmente permite comprender, al menos en parte, aquél fenómeno que más arriba identificábamos como experiencias de encuentro con “lo divino”.
Stanislav Grof es quizás el investigador más reconocido y respetado en el ámbito del estudio científico de las experiencias transpersonales (más allá de la “persona”, más allá del ego) de conexión con las dimensiones trascendentes de la realidad. Médico psiquiatra, fue uno de los primeros profesionales en incursionar en el uso clínico del LSD, diferenciándose de otros médicos quienes, siendo contemporáneos a él, no supieron llevar adelante un programa serio y responsable del uso de dicha droga en contextos terapéuticos.
Grof ha desarrollado una larga trayectoria investigando los fenómenos de “expansión de la conciencia” que ocurren durante estados profundos de meditación, ejercicios de respiración (presentes en varios sistemas religiosos de oriente y occidente), técnicas corporales, entre otras “tecnologías de lo sagrado” (Grof, 2002). Por “tecnologías de lo sagrado” Grof se refiere a todas aquellas técnicas o prácticas que inducen estados mentales que van más allá del funcionamiento “normal” de nuestra conciencia vigil, y que han sido consideradas históricamente como elementos clave del desarrollo de prácticamente todas las grandes tradiciones espirituales de oriente y occidente. Son estos estados “transpersonales” los que son experimentados por quienes acceden a una “experiencia divina”.
La ingesta ceremonial de enteógenos es una “tecnología de lo sagrado” tan antigua como antigua es nuestra especie. En todo el mundo puede encontrarse evidencia del uso de plantas de poder como parte de rituales de sanación y sacramentales asociados a lo que comúnmente se conoce como “chamanismo”. América del Sur es una región particularmente dotada de poderosas plantas de poder, cuyo potencial curativo ha sido bien explotado por los pueblos originarios de la zona. Una increíble variedad de especies visionarias han sido empleadas como medicinas y oráculos por chamanes, curanderos y brujos, todos ellos instruidos en el delicado arte de sanar por medio de la modificación de la conciencia ordinaria.
El uso del San Pedro por parte de los pueblos andinos es un claro ejemplo de lo anterior. Los hombres de medicina o “taitas” que trabajan con este cactus visionario conocen muy de cerca sus efectos y los usos que se les pueden dar con fines de sanación y desarrollo personal; la inducción de un profundo estado de relajación cuasi-meditativo y la consiguiente agudización de los cinco sentidos que permite esta planta de poder es el trasfondo fenomenológico preciso para llevar adelante un proceso de autoexploración y sanación personal.
Recientemente llevé a cabo una investigación que intenta esclarecer de manera incipiente cómo es que opera la sanación enteogénica desde la óptica de la psicología y la psiquiatría de occidente (Méndez, 2008). Para dicha investigación recurrí a numerosos artículos y libros escritos por profesionales y reconocidos autores de las más diversas áreas del saber (psicología, psiquiatría, antropología, sociología, medicina, botánica, química, filosofía, teología, entre otras disciplinas) con el fin de alcanzar una mirada global (integral) sobre el tema, evitando caer en los reduccionismos que suelen ser la tónica de la mayoría de los estudios sobre el tema. A continuación deseo compartir algunas de las conclusiones a las que llegué tras concluir mi investigación, con el objetivo de animar el debate presentando como estímulo inicial una serie de planteamientos que vienen de una muy extensa reflexión e integración de conceptos y visiones de diversa procedencia, y de un acercamiento empírico al fenómeno de la sanación enteogénica.
En primer lugar, mi trabajo parte del supuesto de que las ceremonias de ingesta enteogénica cumplen una función específica dentro de las comunidades indígenas que tiene que ver con la sanación de los enfermos y el contacto con los espíritus o divinidades. Ambos componentes (medicina y sacramento) son inseparables por cuanto en dichas culturas el proceso salud/enfermedad no se encuentra separado del desarrollo espiritual de los individuos, así como tampoco lo está dimensión alguna de la existencia humana. El chamán o curandero es un personaje que condensa en su persona ambos roles (médico y sacerdote), pudiendo a través del contacto con lo trascendente transmutar la enfermedad en salud y bienestar.
Un segundo supuesto que se sigue del anterior es que dichas ceremonias cumplen efectivamente con su cometido, por cuanto la investigación etnográfica y etnopsiquiátrica devela que los enfermos son sanados tras participar en estos esotéricos rituales. Además, el hecho de que esta clase de práctica se sostenga en el tiempo y además sea transversal a cientos de grupos humanos en todo el mundo dice mucho de su efectividad, dado que una técnica que no funciona tiende a ser descartada o bien reemplazada por una práctica más eficiente.
En tercer lugar, es necesario diferenciar entre el consumo irresponsable e indiscriminado de plantas o sustancias alucinógenas y la ingesta ceremonial de plantas sagradas. La segunda práctica consiste en un consumo guiado por un experto (el chamán, curandero, hombre de medicina, etc.) que se realiza dentro de los límites de una experiencia de sanación, enmarcada a su vez en una cosmovisión particular que avala y justifica el uso visionario de los enteógenos; mientras que la primera consiste básicamente en un uso recreativo y sin un sentido más “elevado” de plantas y sustancias que en otros contextos son consideradas medicinas sagradas. Ahí es donde radica la diferencia entre “droga alucinógena” y “medicina enteogénica”… si bien estamos hablando de las mismas sustancias, el uso que se les da las transforma en los hechos en instrumentos culturales totalmente diferentes.
En relación a lo anterior, Roger Walsh y otros investigadores han descrito dos variables que determinan tanto el formato del consumo como la experiencia que se vive tras la ingesta de una sustancia enteogénica: “Set” y “Setting”. El “set” tiene que ver con la intención con que se lleva a cabo la ingesta, la cual puede versar sobre diversas temáticas: recreación, distracción, sanación, búsqueda de desarrollo espiritual, etc., mientras que el “setting” tiene que ver con el contexto en el cual se lleva a cabo el consumo. Este contexto puede ser una fiesta (donde las intenciones –set– normalmente tienen que ver con fines recreativos y de esparcimiento), una ceremonia de sanación (donde las intenciones apuntan en dirección a un trabajo consciente y profundo de introspección y sanación), etc. En una ceremonia de ingesta, la disposición contextual de los elementos ceremoniales (fuego, participantes, preparación de la medicina, etc.) condiciona una experiencia que, en términos tanto de la vivencia subjetiva del participante como de la vivencia colectiva del grupo que participa del ritual, resulta altamente significativa y sanadora, a diferencia de lo que ocurre en una fiesta, donde el set y el setting determinan que la experiencia no vaya más allá de una “volada” (que, en términos reales, puede llegar a ser extremadamente peligrosa).
Cuando la disposición de los elementos contextuales y la intención de los participantes se alinean en pos de un objetivo que tiene que ver con la sanación y el desarrollo personal, los procesos psicológicos que se ponen en marcha durante una ceremonia de ingesta son muy potentes. Los enteógenos son sustancias que amplifican todas las funciones psicológicas y organísmicas. Así pues, nuestros cinco sentidos se agudizan, así como también lo hace la función propioceptiva de nuestro sistema nervioso que tiene que ver con la percepción consciente de nuestros procesos internos. Nuestros sistemas perceptivos se ven sobrecargados de información real sobre nuestro estado en el mundo que emerge en forma de imágenes, sensaciones corporales y otras formas de sensorialidad. Y es en este gran torrente de información donde radica el potencial curativo de estos estados “expandidos” o “no-ordinarios” de conciencia.
De acuerdo a la psicología experiencial (con Carl Rogers y Eugene Gendlin a la cabeza), nuestro organismo reacciona constantemente a los estímulos del medio, de modo tal que dichas reacciones pueden ser percibidas por nuestra conciencia momento a momento. Cuando nosotros nos percatamos de estas reacciones, podemos acceder a una fuente valiosísima de información acerca de cómo debemos actuar frente a determinados eventos. Eso es lo que algunos llaman desde el sentido común la “intuición”. Desde la psicología humanista, esto se llama “valoración organísmica” (Rogers) o “experiencing” (Gendlin). Cuando atendemos a esta valoración que hace nuestro organismo momento a momento del entorno y sus condiciones, nos encontramos en un estado de conciencia que nos permite adaptarnos sabiamente a las cambiantes situaciones de nuestro medio, puesto que nuestro cuerpo posee de manera instintiva una suerte de “brújula” interna que nos permite orientarnos sin problemas en medio de las vicisitudes de la vida. El perro sabe instintivamente, organísmicamente (intuitivamente) qué alimento es nocivo y cuál nutritivo, aún antes de probarlo. Nosotros podemos acceder a ese entendimiento que es pre-conceptual y pre-racional.
Cuando no estamos en contacto con ese flujo de información organísmica emerge lo que se conoce como neurosis. La neurosis es el desajuste psicológico que nace de la pérdida de contacto con el referente sentido de nuestra experiencia de ser-en-el-mundo y comenzamos a vivir de acuerdo a pautas mentales aprendidas del tipo “los hombres no lloran”, “si lo dice la autoridad debe ser verdad”, “los adultos no se equivocan”, “debo ser perfecto, no puedo equivocarme”, “soy una mala persona”, etc. Perdemos la orientación que nos proveen las sensaciones organísmicas y extraviamos nuestra noción de ser individuos existentes más allá de la mente racional y las pautas que hemos introyectado por nuestro paso por la sociedad.
El fenómeno de amplificación de los enteógenos permite acceder con mayor facilidad a los mensajes que provienen de nuestro organismo, puesto que todas nuestras funciones psicológicas se encuentran en alerta y funcionando al doble de su capacidad “normal” en vigilia. Ocurre acá que gracias a la guía del chamán y la disposición con la que nos acercamos a la ingesta ceremonial de las plantas de poder, podemos acceder a un estado de conciencia donde somos capaces de “focalizar” nuestra atención sobre este contenido que yacía inconsciente en nuestra experiencia organísmica (en nuestra “sombra” diría Jung) para así develar sus significados e ir sanando poco a poco aquellos nudos neuróticos que nos causan dolor y sufrimiento.
De este modo, comprendemos que las plantas de poder pueden ser usadas como drogas, pero también pueden ser empleadas como un medio para obtener notables avances en el proceso de autoexploración que emprende quien se acerca a un psicólogo, un psiquiatra o un sanador “no-convencional”. Hoy son miles de personas las que se benefician de estas prácticas ceremoniales, pero siempre bajo un velo de clandestinidad en vista de que el uso de estas plantas de poder es ilegal en nuestro país y en muchos otros. “Neo-chamanes” como Ricardo Jiménez son perseguidos aquí y en muchas otras partes, producto de la ignorancia y la negativa de autoridades y altos mandos a abrirse a esta nueva información que proveen los estudios que actualmente están a la vanguardia de la investigación sobre la conciencia humana. Desde hace muchos años que existe información disponible en internet y en las universidades sobre la posibilidad de aprovechar los métodos ancestrales de sanación para el beneficio de nuestras comunidades occidentales urbanas. Son cientos de miles los sanadores que en todo el mundo sacan partido a la sabiduría que ha acumulado la humanidad durante siglos de historia ligada a la ingesta enteogénica, dando la posibilidad a tantos otros cientos de miles de sanarse y mejorar significativamente su calidad de vida.
Esto no tiene que ver con sectas, fanatismo, drogadicción ni mucho menos con microtráfico. No hay nada en este tipo de actividades que se asemeje a un engaño o una farsa. Es verdad que está lleno de farsantes y “chantas” que intentan vender experiencias a los crédulos, pero no por ello se catalogará a todos quienes trabajan con plantas de poder como delincuentes y estafadores. El verdadero peligro es la ignorancia de quienes no quieren ver. La verdadera amenaza radica en la resistencia que presenta el sistema ante estas otras formas de sanar, que se alejan de los grandes sistemas médicos oficiales de una sociedad demasiado ensimismada en sus propios procesos de alienación sistemática como para querer ver más allá.
No nos dejemos manipular por la información que presentan los medios de comunicación. Tampoco nos dejemos llevar por lo que nos cuentan los artífices del sistema. Y por favor tampoco se queden tranquilos con los que aquí he escrito. Es preciso informarse y desarrollar una mirada crítica para entender este tipo de cosas que escapan muchas veces a nuestro entendimiento. Nosotros somos los únicos que estamos capacitados para construir nuestras verdades, y no podemos permitir que nos digan qué pensar. Abramos el debate y seamos conscientes de que es posible ver este tipo de fenómenos desde varias perspectivas, y la que he presentado aquí es sólo una de ellas.
Lo importante es decir que esta visión cuenta con un respaldo serio y que no es una idea al aire o una arista de un irresponsable movimiento “hippie”. Estamos discutiendo al mismo nivel que quienes quieren echar abajo la medicina ancestral y no tememos enfrentarnos cara a cara con nuestros opositores, pues entendemos que su visión y la nuestra son sólo dos parcialidades de una realidad mucho mayor que no se agota en un paradigma limitado y miope. En lo personal, entiendo perfectamente la visión de quienes ven en estas prácticas un delito. Sólo pido que ellos también se abran a entender la nuestra.

http://psicologiaperenne.blogspot.com/

Salud y Conciencia: el uso adecuado de las Plantas de Poder.

http://www.ricardojimenezo.cl/blog/index.php/2009/01/05/salud-y-expansin-de-conciencia-el-uso-adecuado-de-las-plantas-de-poder/

Psicóloga Gabriela Torres P. – Enero 2009

Gran parte del sentido de pérdida del bienestar, de pérdida de la salud[1] brota a partir de la incapacidad del sujeto de hacerse cargo de su vida de una manera que le deje satisfecho.

La aparición de síntomas como angustia, desánimo, pánico, trastornos del sueño, entre tantos otros, son cada día más frecuentes, y la respuesta más habitual que brota desde la oferta de salud pública y privada consiste en disminuir el síntoma a través de bloquear o inhibir la capacidad del sujeto de sentir aquello que siente.

Esta aproximación si bien efectivamente, en la mayoría de los casos, logra disminuir la angustia experimentada por el sujeto, no lo capacita, no le entrega herramientas para poder permanecer, así, abierto, sintiendo su vida. Con incomodidad, claro está, pero también siendo llamado de este modo a crecer, a hacerse mejor cargo de su vida. No le conduce a aprovechar el síntoma como oportunidad de actualización de su potencial vital para acceder a estados de mayor satisfacción y totalidad.

Una respuesta útil en estos casos, consiste en ofrecer al sujeto experiencias que le permitan ampliar su conciencia, tomar la perspectiva suficiente como para poder integrar aquello que siente de un modo más operativo, con más esperanza.

Lograr la incorporación al plano conciente de aquello que desde el funcionamiento subjetivo neurótico no es capaz de darse cuenta. Ampliar la mirada, permearse de más de si mismo, de más del entorno, de más de aquello que pertenece al plano de lo trascendente. Esto ordena, alivia y ofrece una demanda también, es un camino de desarrollo humano.

La expansión de la conciencia de un sujeto le permite distinguir, por ejemplo, aquellos elementos que son de su propia competencia modificar de aquellos que no. Permite reconocer con mayor precisión las potencialidades y los defectos personales, permite reconocer con mejor precisión cuales son sus responsabilidades reales, el papel que le toca jugar.

En definitiva se desarrolla la capacidad de establecer un contacto más objetivo con la realidad.

La expansión de su estado de conciencia le ofrece la posibilidad de tener lecturas enriquecidas de su situación que le permitirán emitir respuestas que ordenen su vida de un modo tal que le deje más satisfecho, y así experimentar un aumento de su bienestar, una recuperación de su salud, incluso en presencia de enfermedad, alcanzar respuestas más maduras frente a una enfermedad, participando activamente en la búsqueda del equilibrio.

Existen diversos modos o estrategias de enriquecer y expandir la conciencia de un ser humano, prácticas como la meditación, por ejemplo, van dotando al sujeto de de la capacidad de trascender su natural tendencia a funcionar desde la lectura subjetiva del momento, hacia un estado donde aquella subjetividad es un elemento más a considerar al momento de emitir una respuesta. En este caso se trata de un entrenamiento, de un ejercicio práctico y disciplinado, que se va sumando, que habilita al sujeto poco a poco a sostener un funcionamiento de mayor conciencia.

Las Plantas de Poder

El uso de “platas de poder” o sustancias enteógenas[2], elementos que están presentes en nuestra cultura desde la antigüedad, desde la aproximación chamánica pre-colombina hacia la salud y que se mantienen vigentes hasta nuestros días, es otra vía, desde donde es posible alcanzar experiencias concretas de la expansión del estado de conciencia.

El uso de este tipo de sustancias, en el contexto adecuado y en personas que reúnen ciertos atributos de funcionamiento, (que ya han alcanzado una cierta madurez y que se encuentran experimentando alguna crisis vital, necesitando aumentar su panorámica, interesados en su desarrollo y crecimiento humano), resulta de gran utilidad, ofrece la posibilidad de ampliar su estado de conciencia de manera tal que resulta ser una experiencia trascendente en sus vidas, difícil de olvidar, y que entrega elementos suficientes para resolver, para reorientar, para realizar ajustes vitales y aumentar el propio sentido de bienestar.

Por ejemplo, una experiencia de este tipo puede permitir al sujeto salirse de las lecturas habituales de su situación; aquellas lecturas, que le hacen experimentar por ejemplo, que se encuentra en un callejón sin salida o, que al menos, las alternativas o caminos que alcanza a ver no le dejan satisfecho; le permite contemplar, acceder a otros elementos, de otra naturaleza, que también se encuentran presentes en su situación.

En muchos casos, se abre la posibilidad de incluirse a si mismo como parte de lo observado, vale decir, dejar de mirar que “es aquello que me rodea, las circunstancias o las demás personas, como eje de mis dificultades, y comenzar a reconocer aquello que yo mismo hago para mantener la situación de ese modo que me genera insatisfacción y sufrimiento”; y se abre, por tanto, la posibilidad de la transformación de la propia actitud, de la propia respuesta frente a la vida.

En otros casos u ocasiones, la apertura de conciencia permite colocar en su justo lugar, en un lugar más preciso, acotado, la dificultad que enfrento. Cuando, por ejemplo, la magnitud de la importancia otorgada frente a la dificultad está sobredimensionada, donde en realidad más bien la presencia de esa dificultad, vista de ese modo, se transforma en el distractor que me impide mirar aquellas otras situaciones donde mi presencia si se requiere. Sacar el velo y asumir y dar respuesta a eso que sí urge, ordena de mejor manera mi situación, me deja más satisfecha y me permite estar más y mejor disponible a atender aquello que me tenía entrampada.

Se produce también, en la mayoría de las veces, un grado de apertura y contacto con aquello más sutil de la naturaleza, de la vida; momentos de tranquilidad y plenitud ciertamente experimentados, que nutren la vida del sujeto, y le permiten re-encantarse, retomar fuerzas para seguir avanzando, con la certeza que existe un plano donde todo está bien, permitiendo asumir con más tranquilidad aquello que complica en este plano más terrenal y pasajero.

Resumiendo, finalizando

En definitiva, el uso terapéutico de estas herramientas tradicionales como son las plantas de poder o sustancias enteógenas, son una respuesta que permite al sujeto que se encuentra experimentando insatisfacción, o pérdida del sentido de bienestar vital, alcanzar un estado de conciencia ampliada, que ordena y enriquece la experiencia del sujeto, permitiéndole encontrar nuevas salidas o respuestas ante su particular situación, avanzando hacia estados de mayor satisfacción y experiencia de bienestar. Por tanto, es posible afirmar, que el uso adecuado de estas sustancias, son un aporte a la promoción de la salud humana.

Obviamente es un tema delicado, el uso indiscriminado y fuera de contexto de estas plantas puede causar daño o no ofrecer en ningún caso los beneficios antes descritos. Sin embargo, quienes hemos asumido el rol de servicio en salud humana, tenemos la obligación y el derecho de hacernos cargo de la búsqueda de respuestas que satisfagan esta demanda asumida.

El propio entrenamiento, la propia vida puesta al servicio del cultivo de un funcionamiento ampliado en conciencia, podrá dotarnos de las competencias necesarias para el empleo de herramientas de esta naturaleza de manera responsable.

En nuestra sociedad chilena falta mucho por regular, por reconocer en estas materias, existe en nuestros países vecinos un avance mayor. Sería un error no abrirse a otorgarle el lugar que le corresponde al uso terapéutico de las plantas de poder y simplemente restringir y negar su uso y utilidad práctica en salud humana.

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[1] Salud: experiencia de Bienestar Físico, mental y social de un sujeto, según definición de la OMS.

[2] Enteógeno: sustancia vegetal o preparado de sustancias vegetales, que, cuando se ingiere, provoca un estado no ordinario de conciencia, una apertura hacia la experiencia de lo divino. Muchas veces asociada a la presencia de visiones o experiencias de apertura a dimensiones de totalidad superior a las habituales, que desde otras perspectivas menos integradas pueden ser leídas como alucinaciones, pero que sin embargo no lo son, en tanto se trataría de una experiencia de apertura, y no de una visión que no cuenta con asidero real.

Neochamanismo y movimiento mistico moderno

TEXTO DE JOAN B. TOWNSEND

“NEOCHAMANISMO Y EL MOVIMIENTO MÍSTICO MODERNO”

Las formas de ponerse personalmente en contacto con una realidad alternativa o mundo “sobrenatural” han constituido una parte importante de la cultura humana a lo largo de la historia. El chamán, individuo que goza de una relación especial con un grupo de ayudantes espirituales, ha jugado un papel significativo en este contacto personal, a pesar de que el chamanismo ha existido paralelamente a las creencias sobre e otro mundo. Sobreviviendo en pequeñas sociedades dispersas por el mundo, pero en áreas donde se han desarrollado civilizaciones, los chamanes han sido substituidos por sacerdotes que representan prácticas religiosas más organizadas, encaminadas a resolver problemas de la sociedad. No obstante, el chamanismo y otras creencias semejantes han sobrevivido tras distintos semblantes en las civilizaciones antiguas e incluso en el seno de la civilización occidental.

A lo largo de los siglos que van del trece al dieciocho, se practicaba en Occidente una “brujería” positiva, que incluía actividades de estilo chamánico para el bien de la comunidad, como la curación física, psicológica y la adivinación. Más recientemente, espiritistas y videntes han perpetuado parte de dicho sistema. Actualmente hay un resurgimiento importante, en la sociedad occidental de las formas más tradicionales del chamanismo.

Este resurgimiento tiene lugar primordialmente en un pequeño pero importante segmento de la población que experimenta una nueva espiritualidad caracterizada por su interés en sistemas religiosos no occidentales. Y resulta especialmente significativo este interés por cuanto incluye gente educada, de clase media alta, personas que ocupan posiciones desde las que pueden influir, a su vez, sobre las ideas y tendencias de su sociedad. En dicho grupo se están redefiniendo y modelando distintos sistemas de creencias que cobran apariencia de un nuevo movimiento místico.

El neochamanismo ejerce una gran influencia en este movimiento en cuestión. Combina aspectos específicos del chamanismo tradicional, procedente de diversas sociedades alrededor del mundo, con un nuevo complejo de prácticas y creencias. Desde 1983 he estado trabajando con neochamanes, psíquicos, espiritistas, curanderos y otras personas que aspiran a la trascendencia. También he asistido a diversos grupos en los cuales se imparten enseñanzas y se perpetúan dichos sistemas. En este capítulo me ocuparé primordialmente de los que están vinculados de un modo directo con el neochamanismo. En algunos casos incluiré también a videntes y espiritistas. Quiero subrayar que los parámetros del nuevo movimiento místico emergente son más amplios de lo que el sólo uso del término neochamanismo indica.

Orígenes del neochamanismo

Los períodos de euforia religiosa no son desconocidos en la historia del mundo occidental. Sin embargo, este último movimiento parece insólito y distinto de otros anteriores, como el primer gran despertar que se produjo a partir de 1740, y el segundo gran despertar acaecido en 1790 y en los Estados Unidos, puesto que combina sistemas de creencias distintas y está siendo impulsado por un conjunto de individuos que comparten un sistema de comunicación sin precedentes. A pesar de que este nuevo movimiento místico ha germinado a partir de las semillas del siglo diecinueve y de anteriores resurgimientos espirituales, debe su definición inicial al movimiento hippie y a otros de semejante índole, que comenzaron en la década de los sesenta y se desarrollaron siguiendo vías paralelas durante los años setenta.

Estas tendencias se caracterizaron por la búsqueda de un nuevo significado en la vida, que comenzó a expresarse mediante un sentimiento de hermandad entre la gente, un movimiento de “retorno a la tierra”, la valoración de estilos d vida simples y “naturales”, y ciertas preocupaciones conservacionistas. Significativamente, se ha despertado un gran interés en las teologías no ortodoxas, especialmente filosofías espiritualistas, místicas y orientales, así como en la cultura indígena americana, incluido el chamanismo.

Se hizo hincapié en la participación personal e individual en el misticismo religioso y en el contacto directo con lo trascendente, en lugar de limitarse al papel de mero observador, en ritos oficiados por funcionarios eclesiásticos. En la década de los setenta surgió el movimiento de potencial humano de orientación psicológica, que hacía hincapié en el poder de cada individuo para sacarle más provecho a la vida. Proliferaron los talleres donde se enseñaban dichas técnicas y su filosofía de autodesarrollo. El mayor interés se despertó entre gentes de formación avanzada.

Los antropólogos que han recogido información de muchos pueblos indígenas de todo el mundo, incluidos los indios y los esquimales (llamados inuit en Canadá), cuando les ha sido posible han descrito el chamanismo y otros rituales; no obstante, la investigación sobre el chamanismo y la religión ha perdido popularidad con el transcurso del tiempo, en favor de estudios sobre otros aspectos culturales. Los estudios chamánicos, en general, han quedado relegados a publicaciones relativamente desconocidas, y la mayor parte del público tiene escasa idea del enorme contenido de dicho material. Algunos de estos estudios han sido “descubiertos” durante el crecimiento del neochamanismo en los años setenta.

En la década de los sesenta, algunos antropólogos iniciaron un nuevo trabajo con chamanes indígenas que habían conservado sus sistemas tradicionales. Su forma de investigar difería de la de sus predecesores, en cuanto a que estaban dispuestos a convertirse en aprendices y asimilar de primera mano los sistemas chamánicos. Los trabajos de Michael Harner con los chamanes sudamericanos y los de Peter Furst y Barbara Myerhoff sobre el chamanismo huichol en el norte de México han jugado un papel particularmente importante en el desarrollo del neochamanismo en Occidente.

Uno de los acontecimientos más significativos, en el veloz crecimiento de interés por el chamanismo, fue la publicación en 1969 de la tesis doctoral sobre antropología de Carlos Castaneda, seguida de varios libros del mismo autor, en los que describe su aprendizaje junto al chamán-hechicero yaqui llamado don Juan, en el norte de México. Así pues, a principios de la década de los setenta, la escena estaba lista para el crecimiento del neochamanismo.

Chamanes, psíquicos y espiritistas

Un chamán es un individuo muy especial, con extraordinarias habilidades específicas. Pueden ser hombres o mujeres, y algunos de los más poderosos son mujeres, en especial después de la menopausia. En mis descripciones utilizo el pronombre masculino por pura comodidad. Existen ciertas características específicas que separan al chamanismo de otras actividades religiosas, características que se desenvuelven alrededor de la persona del chamán, individuo inspirado que mantiene un contacto íntimo con el mundo espiritual. No todos los oficiantes de ceremonias que practican ritos religiosos en las sociedades indígenas son chamanes, e incluso cabe la posibilidad de que en una determinada sociedad no exista chamán alguno. Hasta en las sociedades que disponen de un chamán, puede que éste no participe en las ceremonias religiosas, o que no sea el dirigente principal de las mismas.

Evidentemente, lo fundamental del chamanismo es el acceso a una realidad alternativa, distinta a la realidad cotidiana en la que todos funcionamos. El chamán es capaz de penetrar en dicha realidad a voluntad, y lo que ocurra en la misma como consecuencia de su intercesión puede afectar, a posteriori, directamente la realidad ordinaria.

En su contacto con la realidad alternativa, el chamán dispone de cierto número de ayudantes espirituales, humanos, animales y otras “entidades”, que le prestan directamente ayuda en las curaciones, adivinaciones, en el hallazgo de al. mas perdidas, en la asistencia a los difuntos para facilitarles el camino al reino de los muertos, en la protección de sus con ciudadanos y otras actividades diversas. El chamán es capaz de viajar a la realidad alternativa y establecer allí contacto con otros entes para provecho de su sociedad y para el suyo propio, teniendo en cuenta que es de especial importancia el que después recuerde dichas experiencias. Por tanto, es evidente que forma parte integral de su comunidad. (1)

Un aspecto importante del chamanismo -que lo diferencia de algunos tipos de “trance profundo” de los médiums y de los estados de posesión del “vudú”- es el hecho de que el chamán, salvo muy raras excepciones, controla siempre la situación. Determina si debe trasladarse a la realidad alternativa, cuándo hacerlo y cuándo regresar. Generalmente los espíritus no “se apoderan de él” por completo, a pesar de que durante el trance chamánico puede que algún espíritu hable ocasionalmente a través de él. Además, cuando actúa como curandero, puede que funcione simultáneamente en ambas realidades, eliminando el objeto responsable de la enfermedad en la realidad alternativa y cuidando del paciente en la realidad cotidiana.

En gran parte, los neochamanes, los videntes, los espiritistas y los curanderos (tanto hombres como mujeres), practican las mismas actividades y comparten las mismas creencias. Los videntes son personas que utilizan habilidades distintas a las de los cinco sentidos, como por ejemplo la telepatía y la clarividencia, sin creer necesariamente en nada en particular como fuente de sus habilidades. Los espiritistas suelen ser médiums, pero también creen en su capacidad para comunicarse con los muertos y otros espíritus, y para que éstos les presten ayuda. La curación de problemas físicos o psicológicos puede ser llevada a cabo tanto por videntes como por espiritistas.

Al igual que los chamanes, los psíquicos y los espiritistas también hacen hincapié en la existencia de una realidad alternativa. El individuo puede trasladarse a dicha realidad para ponerse en contacto con maestros y guías, que pueden o no haber vivido en esta realidad. Los “guías” y “ayudantes espirituales” acompañan a la persona para ayudarla y protegerla, tanto en la realidad ordinaria como en la alternativa. También se recurre a la realidad alternativa para efectuar una curación. El curandero puede funcionar simultáneamente en ambas realidades, recibiendo orientación de sus espíritus ayudantes, al tiempo que cuida del enfermo en esta realidad.

El control de la entrada y salida de la realidad alternativa, así como el recuerdo de lo ocurrido en la misma, es algo que comparten los chamanes, los videntes y los espiritistas. Por lo general, la persona conserva el control de la situación. Decide si entrar o no en la realidad alternativa, y cuándo entrar y salir de la misma. No existe consenso en cuanto a equiparar los médiums con los chamanes o neochamanes, porque los primeros no siempre recuerdan lo ocurrido durante su trance profundo. No obstante, por lo menos algunos médiums, durante un trance profundo, son capaces de emprender viajes de estilo chamánico a la realidad alternativa, con la ayuda de sus guías, y recordar lo que haya podido tener lugar en la misma.

Los chamanes, los psíquicos y los espiritistas tienen a sus ayudantes espirituales a su alrededor prácticamente en todo momento y pueden acudir a ellos a voluntad, incluso en la realidad ordinaria. Si deseamos hacer distinciones entre estos especialistas místicos, podemos decir que en la realidad alternativa, el chamán tiende a acudir a los espíritus, mientras que en el caso de los psíquicos y los espiritistas, los espíritus suelen acudir a ellos. Claramente, la línea que separa a los chamanes tradicionales y neochamanes contemporáneos por una parte, de los videntes y espiritistas por otra, es sumamente sutil, por lo que resulta peligroso establecer una distinción rigurosa entre “chamán” y “no chamán”.

El neochamanismo y el movimiento místico

El chamán forma parte integral de su sociedad, pero Achterberg, entre otros, sugiere que el vidente, el espiritista y, por extensión, el neochamán, son individuos marginales. (2) Es cierto que ninguno de estos especialistas místicos se ajusta a la ideología “científica y materialista” supuestamente dominante en la sociedad norteamericana contemporánea. La sociedad del chamán tradicional es pequeña y homogénea, mientras que la norteamericana contemporánea es grande y heterogénea, con numerosos subgrupos. En dicho contexto, los componentes del movimiento místico representan un grupo aparte de suma importancia. Mantienen y refuerzan sus creencias a través de una red de contactos. En el contexto del movimiento en su conjunto, los neochamanes, los videntes y los espiritistas están definitivamente integrados, son reconocibles y juegan un papel fundamental en el mantenimiento y continuación del mismo.

En las pequeñas sociedades “chamánicas” tradicionales suelen ser pocos los que aspiran a convertirse en chamán, y todavía menos los que lo consiguen. Los chamanes reciben una formación rigurosa y prolongada. En el conjunto de la sociedad occidental, los neochamanes y demás místicos suponen también un número relativamente reducido. No obstante, prácticamente todos los componentes del movimiento neochamánico intentan alcanzar un estado de trascendencia, buscan tratar directamente con maestros espirituales y con animales de poder, y prestar ayuda e impartir curaciones a los miembros del movimiento, a la sociedad y al mundo en general. En este sentido, el neochamanismo moderno difiere considerablemente del chamanismo tradicional.

Muchos neochamanes son individuos en busca de trascendencia, que no suelen afiliarse a organizaciones duraderas o claramente definidas, como las iglesias o los grupos de “culto”. En realidad, sus “grupos” no son más que pequeñas aglomeraciones de gente que se reúne en talleres y asambleas locales. Estos grupos, raramente dotados de una estructura social, son amorfos y relativamente de poca duración. La gente participa con frecuencia en varios grupos de este género simultáneamente, en uno de los cuales puede que se haga hincapié en el neochamanismo, en otro en la curación, en otro en el desarrollo psíquico y en otro en sesiones espiritistas.

Puede que sea más comprensible pensar en dichas asociaciones como redes vinculadoras superpuestas, que se extienden por Norteamérica y Europa. Estos “buscadores” desarrollan sus sistemas de creencias muy individualizados, basándose en sus eclécticas experiencias, y acostumbran a conservarlos durante mucho tiempo, probablemente la vida entera.

Al igual que los hippies y otros precursores del neochamanismo, la gente que se siente atraída hacia las asociaciones neochamánicas suele estar decepcionada con las religiones tradicionales, y a menudo con buena parte de la sociedad occidental. A pesar de que no acostumbran a afiliarse a ninguna religión organizada, a nivel personal cultivan una búsqueda intensa de espiritualidad, significado y trascendencia. Intentan hallar nuevos métodos de organizar sus vidas de un modo más satisfactorio, y esperan encontrar un mayor significado en el sentido religioso y filosófico. Siguen siendo “religiosos” en el sentido amplio de la palabra sin dejar de creer en una especie de ser sobrenatural tipo Dios o Conciencia.

Cuando asistí a unos talleres neochamánicos, les pedí a los participantes que rellenaran unos cuestionarios relacionados con sus creencias y su relación con el neochamanismo y con el movimiento místico. Las respuestas revelaron lo importante que es la búsqueda para los participantes. (3) No se trata de un simple pasatiempo ni de una mera diversión para ricos aburridos. En el neochamanismo sienten que han hallado orientación.

Por ejemplo, un psicoanalista varón de sesenta y ocho años lo resumió diciendo: “He emprendido un viaje espiritual, que proseguiré el resto de mi vida”. Otros, como una profesora de ciencias de enseñanza media de cincuenta y dos años, fueron más explícitos:

Parece que la pérdida de su fértil tradición por parte de las religiones organizadas, así como su incapacidad para tratar los problemas de una compleja sociedad moderna, ha impulsado a mucha gente a buscar otras “verdades”. El movimiento femenino ha aumentado el concienciamiento tanto entre los hombres como entre las mujeres, convirtiendo las doctrinas “en conserva” en inaceptables en á – mejor de los casos, y dotando a la gente de la necesaria seguridad en sí misma para buscar su propio camino.

Algunos expresaron su creencia en “una conciencia colectiva y la fraternidad de los seres humanos”. Por ejemplo, una quiropráctica de treinta y dos años que asistía a una reunión neochamánica, observó:

No tengo creencias religiosas, a excepción de que cualquier camino que conduzca a la iluminación me parece válido. Lo que cuenta es la espiritualidad, no la religión. Además, creo que si una persona tiene conocimientos y poder, debe utilizarlos para ayudar, enseñar, orientar y proporcionar placer a los demás… El chamanismo facilita una orientación práctica para el uso del poder espiritual.

El neochamanismo y otros sistemas espirituales encaminados a la trascendencia y la curación, como los de los videntes y los espiritistas, parecen satisfacer las necesidades de quienes buscan un sistema que tenga significado, que sea consecuente con los nuevos valores que desarrollan y que permita un contacto directo con lo sobrenatural.

Creencias neochamánicas

Existen varias premisas básicas en el neochamanismo, también válidas en el movimiento místico en su conjunto. Lo más fundamental, como ya he dicho anteriormente, es la creencia en la existencia de más de una realidad: existe la realidad “ordinaria” de la vida consciente, despierta, de todos los días, y existe también la realidad “alternativa”, donde las leyes de la “naturaleza” tal como las conocemos en esta realidad no son necesariamente aplicables. La realidad alternativa es la morada de los espíritus de los muertos, espíritus que jamás han vivido, multitud de otras entidades y, a menudo, un ser supremo. Al igual que sus predecesores chamánicos tradicionales, los neochamanes creen que una persona puede viajar por la realidad alternativa, para obtener ayuda y orientación de los espíritus y otras entidades que moran en la misma, y además que los actos llevados a cabo en la realidad alternativa pueden afectar la realidad ordinaria. Estos supuestos difieren notablemente de los de la mayoría de la sociedad occidental y como tales constituyen una nueva visión del mundo, una nueva comprensión o un nuevo paradigma de la realidad.

Las ideas de un neochamán son mucho más eclécticas que las de un chamán clásico. Además de las fundamentales, existen muchas otras no necesariamente compartidas por todos los neochamanes, tales como la creencia en la existencia e importancia de las auras y los chakras (centros de energía o de poder en el cuerpo) en la curación y en las actividades de poder. A los cristales y otros objetos de este mundo se les atribuye una esencia espiritual y un poder que puede ser utilizado en la adivinación y la curación. Los guías y los maestros espirituales, así como los animales de poder, son esenciales para tratar con la realidad alternativa. A Jesucristo se le considera un maestro importante, una ayuda espiritual y un curador, independientemente de que se acepte su divinidad como hijo de Dios.

La interconexión de todo cuando existe es fundamental en el chamanismo tradicional y constituye la base de las creencias de muchos investigadores espirituales contemporáneos, tanto si son primordialmente neochamanes como si son videntes o espiritistas. También se comparte dicho supuesto en gran parte de la nueva física, con la que muchos de los investigadores espirituales están familiarizados. El equilibrio espiritual y la necesidad de mantener una relación armónica con la naturaleza en general, es fundamental para el bienestar espiritual y físico del individuo y del mundo.

Este supuesto esencial de que todo está interrelacionado conduce a un enfoque profundamente ecológico en el neochamanismo, reminiscente de las primeras creencias hippies, y a una gran preocupación por la supervivencia de la tierra y del medio ambiente. Esta preocupación no sólo está relacionada con el temor de una guerra nuclear, sino con el deterioro más inmediato del medio ambiente, los residuos nucleares, la contaminación de la tierra, el agua y la atmósfera, y la destrucción de los bosques, los animales y la capa de ozono. Esta preocupación tiene un carácter urgente; en palabras de un participante: “a la tierra no le queda mucho tiempo de vida”. Se considera que el trabajo neochamánico constituye un instrumento para poner fin a dichas pautas y dirigir el rumbo del desarrollo humano hacia la supervivencia, en lugar de la destrucción.

En el neochamanismo se considera que las relaciones humanas son más importantes que los beneficios materiales y existe una sensación de fraternidad entre los seres humanos. Se perpetúan los valores hippies de antaño, de valorar la vida simple y natural. La libertad de pensamiento y los derecho de cada individuo a explorar su propia espiritualidad son de gran importancia para todos. Existe también una esperanza y una fe compartidas en que cuanta más gente ingrese en dicha espiritualidad, mayor será la probabilidad de efectuar un cambio en el mundo, que lo convierta en un lugar mejor y más seguro donde vivir. La unión de todos los pueblos puede convertirse en realidad y la paz en un hecho consumado. Es preciso que tenga lugar un despertar espiritual y éste es el fin al que se encamina la totalidad del movimiento místico.

En el chamanismo clásico, en un sentido amplio, la enfermedad se debe a la intrusión de un objeto ajeno en el cuerpo, la pérdida del alma, o la pérdida de “fuerza” a causa -por ejemplo- del abandono de sus ayudantes espirituales de poder. A veces los neochamanes utilizan técnicas del chamanismo clásico para curar, tales como la de succionar para eliminar el objeto intruso en esta realidad y en la realidad alternativa, o la de viajar a la realidad alternativa para rescatar un alma perdida o un espíritu de poder. Sin embargo, su interpretación de la enfermedad es más amplia. La mayoría acepta la teoría de los gérmenes, así como otros modelos occidentales contemporáneos sobre las causas de las enfermedades, y reconoce el valor de las técnicas de la medicina moderna. En la mayoría de los casos, la curación chamánica (psíquica o espiritual) se considera adjunta a la medicina occidental, más que una opción alternativa.

No obstante, existe un sentimiento, compartido por los miembros del sistema de creencias neochamánico y los del movimiento místico en general, de decepción con respecto a la medicina convencional. Se respetan los éxitos alcanzados por la medicina occidental, pero son muchos los que opinan que ha ido demasiado lejos. Con frecuencia se perjudica a los pacientes, en lugar de ayudarles. Ciertas enfermedades severas y catastróficas como el SIDA, el cáncer y los problemas cardiovasculares parecen ir en aumento. La información que sobre dichas dolencias facilita constantemente la prensa induce al público a creer en la existencia de una auténtica epidemia, para la que hay muy poca ayuda. El coste creciente del tratamiento médico, que puede destruir los recursos de una familia, contribuye al desamparo. El movimiento de salud holística, que hace hincapié en la medicina preventiva, ofrece una respuesta. Cuando la prevención fracasa, se utiliza el neochamanismo y otras técnicas trascendentes de curación chamánica/psíquica/espiritual para aumentar y mejorar las terapias médicas convencionales. (Véanselos capítulos de Achterberg y Dossey en la segunda parte.)

Técnicas tales como la imposición de manos, la curación del aura, la curación por meditación a distancia y con la asistencia de ayudantes espirituales, o los viajes chamánicos y la extracción de la enfermedad, se consideran como suplementos útiles a las terapias ortodoxas. A veces éstas pueden triunfar donde ha fracasado la medicina convencional y curar a paciente desahuciado. La curación no es sólo física. Incluso cuando no se cura la enfermedad física, la curación del espíritu y la armonía del paciente consigo mismo y con “el universo” se consideran de una importancia igual o mayor.

El futuro del neochamanismo

La divulgación de sistemas de creencias místicos no occidentales, como el chamanismo, a guisa de moda “instantánea” de consumo en Occidente, ha sido objeto de crítica.’ Cabe argüir que dicha búsqueda de trascendencia encarna el vacío y la superficialidad de gran parte de la sociedad actual de supermercado. Al igual que existe una demanda de versiones compendiadas de novelas clásicas como Moby Dick, por parte de quienes no están dispuestos a realizar el esfuerzo necesario para leer el original, existe también una demanda de cursos intensivos y versiones abreviadas de trascendencia espiritual. La sociedad occidental está obsesionada con la percepción instantánea y el deseo de saborear multitud de experiencias sin invertir mucho tiempo o energía, ni adquirir grandes conocimientos sobre ningún tema.

Michael Harner respondió a las críticas dirigidas contra sus “cursos intensivos” sobre chamanismo, poco después del accidente de 1986 en la central nuclear de Chernobyl, en la Unión Soviética:

…si las grandes naciones del mundo trabajan día y noche en sus propios cursos intensivos para nuestra aniquilación mutua, no podemos permitirnos ir más despacio en nuestro trabajo en dirección opuesta. La pausada enseñanza que fue posible en las antiguas culturas tribales ha dejado de ser apropiada. Las fuerzas de destrucción nuclear y ecológica avanzan apresuradamente, y también debemos hacerlo nosotros. Es preciso despertar a la gente, o puede que duerma eternamente. Y no sólo es preciso que despierte al conocimiento de la realidad ordinaria, por importante que ésta sea, sino a una comprensión personal, profundamente espiritual, de la interconexión de todo lo existente. Trabajemos unidos y tan rápido como podamos. (5)

La respuesta de Harner es típica de los sentimientos de muchos miembros del neochamanismo y del movimiento místico en general. Es posible cambiar radicalmente la actitud y por consiguiente el rumbo de la historia mundial por medio del trabajo místico, conforme prolifere entre la población del planeta. Sin un cambio de rumbo importante, el mundo se encamina a la destrucción. Por el camino de la mística y conscientes de la unión de todo cuanto existe, se conseguiría un mundo nuevo y mejor en esta realidad, además de la paz que aporta la trascendencia.

El chamanismo posee importantes verdades místicas y el potencial de experiencias trascendentes que mucha gente en la sociedad occidental anhela con ahínco. Si bien uno puede “aprender” chamanismo por cuenta propia, investigando y experimentando ampliamente, no es una forma práctica de hacerlo. La experiencia de participar en un grupo chamánico, aunque sólo sea por unos días, facilita orientación y vivencia cualitativas, sumamente importantes para un auténtico conocimiento, comparadas con una mera intelectualización en solitario.

El nuevo paradigma de la realidad, aunque fundamentalmente individual, es compartido por una cantidad creciente de la población. La aceptación por parte del conjunto de la sociedad de esta visión distinta del mundo, consciente de realidades alternativas, espíritus, viajes místicos y de la unidad de todas las cosas, dependerá de muchos factores. Uno de ellos puede ser la posición que ocupen en la sociedad los que profesen dicho punto de vista. Por consiguiente, es significativo que el nivel de educación entre los mismos sea generalmente alto, y que con frecuencia practiquen profesiones y ocupen cargos desde los que puedan afectar extraordinariamente las actitudes sociales y políticas. Además, la mitad de los asistentes a los grupos tienen hijos. Una gran cantidad de los videntes y espiritistas locales son también padres. Esto les convierte en una especie de trampolines, ya que les pueden transferir sus creencias a sus hijos, con sus correspondientes actitudes y conductas. Las creencias místicas chamánicas representan una actitud completamente diferente frente a la vida. Si quienes comparten dichas creencias ocupan cargos importantes y son padres -lo que en mi opinión es probable en la mayoría de los casos-, esta nueva visión del mundo, con su comprensión de la realidad, tendrá más posibilidades de desarrollarse y difundirse en el conjunto de la sociedad.

He hablado de una nueva visión del mundo, fundamental para el neochamanismo y para el movimiento místico en general. En 1931, Ernst Troeltsch vislumbró la evolución de una “religión espiritual y mística” que denominó la “religión secreta de las clases educadas”. (6) Se trata de una religión no dualista que es tolerante, ve verdades en todas las religiones y se nutre de muchas fuentes. Es improbable que esta religión espiritual y mística dé lugar a ninguna iglesia formal organizada. El individualismo religioso es esencial; cada individuo es su propio sacerdote.

A mi parecer, el movimiento místico, constituido por el neochamanismo, la curación psíquica, el espiritismo y otras búsquedas de trascendencia y curación en Occidente, están contribuyendo a que se materialice dicha “religión secreta” con su nueva forma de comprender el mundo, la realidad y nuestra relación con todo cuanto existe. Así pues, creo que el neochamanismo y el resto del movimiento místico no constituyen una moda pasajera de una sociedad seglar y consumista, sino que suponen una tendencia importante, en potencia capaz de cambiar radicalmente las creencias de la sociedad occidental.

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1. Compárese Mircea Eleade, Shamanism: Arcahaic Techniques of Ecstasy (Princeton, N. J., Bollingen Series 76, Princeton University Press, 1964/1972); Michael Harner, The way of the shaman: a guide to power and healing (Nueva York, Bantam New Age, 1980).
2. Jeanne Achtenberg, “The shaman: Master Healear in the Imaginery Realm”, American Theosophist 73, Número especial: “The Ancient Wisdom in Shamanic Cultures”.
3. Deseo darles las gracias a todos los que me han ayudado: Trabajar con ellos ha sido y sigue siendo un placer: Los asistentes a los talleres se han tomado muchas molestias para facilitarme información detallada. Han soportado un cuestionario de ocho páginas y han ampliado algunas respuestas para facilitarme una mayor comprensión de sus creencias y de su movimiento. Los que no rellenaron el cuestionario durante su estancia en el taller, me lo mandaron por correspondencia. Les doy sinceramente las gracias a todos ellos. Videntes y espiritistas locales, entre otros, se han tomado muchas molestias para enseñarme, ofrecerme información y ayudarme a comprender. A un nivel más práctico, esta investigación ha contado con el apoyo económico del SSHRC de Canadá y con fondos de la Junta de la Universidad de Manitoba. Edwin Anderson, Beberly Suderman y Gary Doore han prestado una gran ayuda editorial. Les estoy a todos profundamente agradecida.
4. Véase Brian Wilson, Religión in a Secular Sociatey (Baltimore, Penguin, 1969); Contemporary Transformations in Religion (Londres, Oxford, 1976)
5. Michael Harner, carta en Center for Shamanic Studies Newsletter, Norwalk, Conn, verano 1086, p. 1
6. Ernst Troeltsch, The Social Teaching of he Chrisitian Churches (Nueva York, McMillan, 1931). Véase también Colin Campbell, “The Secret Religion of the Educated Classes”, Socialogical Analysis 39, 146-156.

¿Qué es el Sufismo?

¿Qué es el Sufismo?
“Por mucho que intento hablar del amor, al llegar a él,
me avergüenzo de él.”
Rumi
Compendio de un discurso pronunciado por el Dr. Javad Nurbakhsh en la Universidad de la Sorbona en 1963:
Introducción
La esencia del sufismo es la Verdad. La definición del sufismo es el conocimiento certero y la realización de esa Verdad.
La práctica del sufismo es el propósito de caminar hacia la Verdad por medio del Amor divino y la devoción. Este es el Tariqat, o senda espiritual hacia Dios.
El Sufí es aquel que ama la Verdad, quien por medio del Amor y la devoción hace la peregrinación hacia esa Verdad o Perfección Absoluta, y por el Pudor que siente hacia ella se aleja de todo lo que no sea la Verdadera Realidad. Los sufíes dicen: “A quienes tienen apego a este mundo les está vedado el otro mundo; a los del otro mundo les está vedado este mundo. Ambos mundos le están vedados al sufí”.
Esta misma idea es expresada por Shebli cuando dice: “Quien muere con amor a este mundo, es un hipócrita; quien muere con el anhelo del Paraíso es un asceta; pero quien muere enamorado de la Verdad, es un sufí”.
• El Sufismo
• ¿Cómo se puede realizar la Perfección?
• Ascetismo y Abstinencia en El Sufismo
• La Senda Espiritual (Tariqat)
• La Manifestación de la Divinidad (Mazhariat)
• Sama
• Amistad divina (Welayat)
La Purificación y sus Etapas
El Sufismo
    El sufismo es la escuela para el desarrollo de un comportamiento ético, que incluye iluminación interior, y no razonamiento; intuición y testimonio directo, y no lógica. Cuando hablamos de ética, es preciso entender que no se trata de la ética convencional de la sociedad. El sufí observa la ética de los atributos Divinos, que no debe ser confundida con la moral y las reglas convencionales de la sociedad. Expresar verdades reales es cosa muy difícil; las palabras, aún las más precisas, en su limitación, no llegan jamás a captar la perfecta totalidad de lo que significan. Por tanto es posible que puedan ocasionar dudas y confusiones en aquellos que son imperfectos. No obstante:
Si uno no puede beber todo el agua del mar
debe beber de él hasta saciar su sed.
    Todo lo que los sabios han dicho con respecto a la Verdad es cierto, pero incompleto. El sufí afirma que el filósofo ve la totalidad absoluta a través de la ventana de su percepción limitada, con ojo sabio pero parcial, y que aquello que percibe no es más que una minúscula parte del Absoluto, y es por todos bien conocido que una parte no puede sustituir al todo.
    Moulana Rumi, en su famosa obra El Masnawi, cuenta la historia de un grupo de hombres en India que nunca habían visto un elefante. El elefante era exhibido en ciudades y pueblos, y un día quedó arrinconado en el establo de un lugar donde nadie había visto jamás un animal de su aspecto. Cuatro curiosos que se enteraron de la existencia de aquella maravilla decidieron verla antes que los demás. Era ya de noche y no había luz en el establo; en completa oscuridad se acercaron al animal y empezaron a palparlo. Uno, al tocarle la trompa, se imaginó al elefante como una manguera; el segundo le tocó la oreja y lo describió como un abanico; el tercero, tocándole una pata, creyó que era una columna; el cuarto le tocó el lomo y pensó que era una especie de trono. Ninguno tuvo una idea completa de lo que es un elefante. Todo lo que dijeron sobre el elefante era falso en cuanto a su definición, pero hay que admitir que quienes le tocaron efectivamente se encontraron con el animal mismo. Moulana añade: “Si hubieran tenido una vela en la mano, no habría habido tanta diferencia de opinión entre ellos”.
    Para nosotros esta vela no es otra que la senda mística para llegar al conocimiento de la Verdad. El sufí dice que, para que el hombre sea verdadero testigo de la perfección del Absoluto, tiene que verla con la visión interior globalizante. Si comparamos el océano con la totalidad y la gota con lo parcial, según el sufí es imposible ver el océano por el ojo de la gota. Es preciso que la gota se una al océano y se convierta en océano para así poder ver el océano por el ojo del mismo océano.
¿Cómo se puede realizar la perfección?
    El ser humano está dominado por apetitos y temores. Quienes estén encadenados a sus pasiones están psicológicamente desequilibrados y, como consecuencia, sus pensamientos y percepciones son imperfectos. Sus propias creencias, igual que su conocimiento de la Verdad, distan de ser reales. Primero es preciso corregir el pensamiento del enfermo y transformar sus pasiones en virtudes. Solo una mente sana puede percibir la Realidad de forma correcta.
Ascetismo y abstinencia en el Sufismo
    Para atravesar la senda espiritual, el sufí necesita fortaleza, tanto interior como exterior. Rumi escribió:
Este come y se queda más hambriento, más vicioso,
mientras que otro come y se convierte todo en luz divina.
Este come y se vuelve más impuro, mientras que
otro come y todo su ser será la luz de Dios.
    Mencionamos lo anterior para aclarar que nuestra escuela no se basa en prácticas ascéticas como abstenerse de comer. En nuestro camino, al discípulo se le instruye en refrenarse de comer cuando está enfermo o dominado por impulsos indeseables. En tal caso, el maestro le ordena abstenerse de comer ciertos alimentos por algún tiempo y le dirige a concentrarse en sus prácticas espirituales para tratar de apaciguar sus impulsos y recobrar el equilibrio interior. De este modo, el discípulo logra continuar la marcha en este camino ascendente lleno de peligros.
    Algunos han creído que la abstinencia y el ayuno contienen en sí la fuerza necesaria para purificar al individuo. En nuestra opinión, dichas prácticas no son suficientes para purificar las pasiones del “yo dominante”. Es cierto que el ayuno y abstinencia proporcionan un cierto estado espiritual, y que, en este estado, el individuo tiene una percepción más clara; pero si el ego se compara a un dragón, al cual ha debilitado la falta de alimento, seguramente cuando se abandone el ayuno y de nuevo se alimente el dragón abundantemente, éste se despertará y atacará con más ferocidad que antes.
    En el sufismo, el “yo dominante” es gradualmente purificado y transformado en atributos divinos, a través de la senda espiritual (tariqat), hasta que no queda nada de la ferocidad del alma. En este estado se convierte en un alma perfecta, adornada con los atributos divinos. De ahí que, en esta transformación, el ascetismo y la abstinencia carezcan de valor.
La Senda espiritual (Tariqat)
    La senda espiritual (tariqat) es la vía por la cual el sufí llega a la armonización con la naturaleza divina. Está formado por la pobreza espiritual (faqr), la vestidura espiritual (jerqeh) y el continuo recuerdo de Dios (Zekr).
 
1. Pobreza espiritual (Faqr)
    La pobreza espiritual es sentirse imperfecto y, al mismo tiempo, sentir la necesidad de la perfección. El Profeta, Mohammad, refiriéndose a la pobreza espiritual, dijo: “Al Faqr-Fajri”, “La pobreza es mi honor”, y añadió: “He sido honrado sobre los demás profetas con la Pobreza Espiritual”. Dios, dirigiéndose a Mohammad, le dijo: ” . . .Oh Profeta, di: Señor aumenta mi conocimiento de Ti”. (Qor’an, Sura 20, Aleya 114) Esta aleya indica que, incluso el Profeta Mohammad con su misión divina, sintió la necesidad de mayor cercanía a Dios.
 
2. La vestidura espiritual (Jerqeh)
    Jerqeh es la vestimenta de honor de los darwishes (sufíes); es el símbolo de las cualidades y atributos divinos que el salek (discípulo) alcanza. No debemos caer en el error de quienes creen en la existencia de una especie de vestido (tal como se entiende del significado literal de la jerqeh) u objetos (como el anillo de Salomón) que transforman a quien los encuentra en un hombre perfecto. Claro es que la perfección nada tiene que ver con el atuendo que se use. El sufí puede ponerse lo que quiera, siempre que esté en armonía con las costumbres y las reglas de la sociedad. A este respecto ‘Ali dice: “Vístete de manera que ni seas señalado, ni humillado por la gente”.
    No es la ropa lo que hace de uno un sufí, sino sus actos y su estado interior. El poeta sufí Sa’di dice:
Reposa sobre tu propio trono,
siendo puro en tus actos, como un darwish.
    Dos cosas esenciales se necesitan para coser esta túnica: la aguja de la devoción y el hilo de la invocación o recuerdo continuo de Dios (Zekr). Quien aspire a ser honrado con la túnica de pobreza, debe entregarse devotamente a un guía espiritual. La devoción atrae el corazón hacia el Bienamado. Verdadera devoción es constancia en mantener la atención fija en Dios y la renuncia a la comodidad. El aspirante debe obedecer a su guía espiritual sin preguntar el por qué y cómo de nada. El Guía, con su atención interior (Nazar), penetra en la profundidad del alma del discípulo, lo despoja de sus cualidades negativas y elimina las impurezas adquiridas en el mundo de la multiplicidad. En otras palabras, el maestro coge la aguja de la devoción de la mano del discípulo y, con la ayuda del hilo del recuerdo, cose, a la medida del discípulo, la túnica sufí, que no es otra cosa que atributos y nombres Divinos. De esta manera, por la gracia de los nombres y atributos Divinos de la túnica, el discípulo se transforma en un ser humano perfecto.
 
3. El continuo recuerdo de Dios (Zekr)
    La Unicidad Absoluta posee energías que, por medio del acto de la creación, son transmitidas a todo lo creado, y todas las criaturas, de acuerdo con su capacidad, se benefician de estas energías espirituales. La existencia de estas energías, o verdades, se manifiesta a través de nombres Divinos tales como: El Viviente (al-Hayy), lo cual significa que la energía vital de toda la creación depende de Él; el Trascendente, (al-‘Ali), lo cual significa que la energía del universo le pertenece a Él. Es preciso aclarar que la mera repetición de los nombres Divinos, sin la debida atención, no da resultados eficaces. Durante la invocación de los nombres Divinos, es preciso concentrar todas las facultades en el significado y verdadero entendimiento de estos Nombres.
    El Guía de la senda espiritual, para curar a su discípulo de los apetitos sensuales, le recomienda la medicina contenida en el recuerdo de los nombres Divinos. La repetición de estos nombres Divinos sin la atención fija en su significado completo, es idolatría. El discípulo, por medio de la atención constante hacia las verdades contenidas en estos Nombres, se purifica y es adornado por los atributos Divinos.
    El poeta Magrebí dijo:
Tanto he pensado en Ti
que mi ser cambió por Tu ser,
paso a paso te acercaste a mí,
poco a poco, me alejé de mí.
    Sólo así, con todas sus características,  esta atención al nombre Divino puede ser llamada continuo recuerdo de Dios (Zekr).
    El discípulo se asemeja a una máquina cuya energía viene de la devoción. Esta máquina, mediante la ayuda preciosa del Zekr, transforma los apetitos sensuales en atributos Divinos. Gradualmente el “yo” del discípulo desaparece y la naturaleza Divina se manifiesta. Es entonces cuando el discípulo es digno de recibir la túnica del sufí; su corazón y su alma se iluminan por la gracia de los atributos Divinos. Es en ese momento cuando se hace merecedor de entrar en el círculo sagrado de los sufíes, La Taberna, (Jarabat). Este es el estado de quienes han alcanzado el anonadamiento del alma en Dios (Fana). En esta morada espiritual el sufí percibe directamente los secretos de la Verdad Absoluta. Como dice el Qor’an: “Solo los puros pueden aprehender la Verdad” (Sura 56, Los Acontecimientos, aleya 79). En el sufismo, los puros son llamados, los seres perfectos.
    Para mostrar cómo se lleva a cabo la práctica de la invocación tomemos por ejemplo “LA ILLAHA ILL ALLAH”. (“No hay otra divinidad sino Dios”).
    El sufí, para comenzar la invocación, se sienta con las piernas cruzadas, flexionadas horizontalmente, o sobre sus talones. La mano derecha descansando sobre el muslo izquierdo y la izquierda sobre la muñeca derecha. En esta posición, las manos y piernas de la persona forman la figura LA (adverbio de negación en árabe), simbolizando la no-existencia del sufí frente al Bien-Amado. En este estado el discípulo debe olvidarse de este mundo, del otro y de sí mismo. La figura LA empieza en el ombligo y termina alrededor del cuello, simbolizando así unas tijeras que cortan la cabeza de los apetitos y las pasiones. Luego, pronunciando ILLAHA (otra divinidad), mueve la cabeza y el torso hacia la derecha, formando un semi-arco, que es llamado “el arco de la contingencia” (Qose Emkan); con este movimiento el discípulo niega todo lo que no sea la Realidad Absoluta. Es decir, al mundo de lo contingente (Alam-e Emkan). En el sufismo, “otro-que-Dios” representa toda la existencia efímera, limitada y contingente; mientras que el ser humano tiende a preocuparse de la existencia accidental, en lugar de la existencia eterna.
    Luego, pronunciando ILL ALLAH (sino Dios), mueve la cabeza y el torso hacia la izquierda en un semicírculo trazando otro arco que se llama, “el arco de lo necesario” (Qose Wojub). Con este movimiento, el discípulo manifiesta la existencia de la Realidad Absoluta. Con esta invocación se aclara que todo lo creado será aniquilado y lo único permanente es el Ser Absoluto.

La Manifestación de la Divinidad (Mazhariat)
    Como se sabe, las palabras son símbolo de los objetos, conceptos y realidades. El sufí afirma que, por medio de la atención total y permanente al significado y realidad de su Zekr, el recuerdo continuo de Dios, puede llegar a convertirse en lugar de manifestación aquel recuerdo Divino. Es decir, la permanencia del Zekr en el sufí lo adorna con un atributo que refleja aquel Atributo Divino.
    Por ello, los sufíes consideran que en cada Profeta o Amigo de Dios predomina un Atributo Divino, y que cada uno de ellos es manifestación y representación de un Atributo Divino en particular.
    Por ejemplo, los sufíes ven en Moisés el símbolo del aspecto trascendental de la Realidad (Alwiyat), porque pudo hablar con Dios directamente sin intermediarios. En el Qor’an, Dios dice a Moisés: “No temas porque Tú eres Trascendente”. (Sura 20, Ta Ha, aleya 68)
    Jesucristo es la manifestación de la Profecía de Dios, porque cuando estaba en la cuna dijo: “Dios me ha dado la Escritura y la investidura de Profeta”. (Sura 19, Maryam, aleya 30).
    Todos los Profetas encarnan la unidad Divina y la perfección; pero el Profeta Mohammad, para los sufíes, es la manifestación Suprema. Él es símbolo del nombre Supremo, A’zam. Se debe aclarar que el Nombre Supremo abarca todos los Nombres Divinos y, por eso, el profeta Mohammad es el símbolo y la manifestación de todos los atributos Divinos. Refiriéndose a ello, Mohammad dijo: “La primera creación, era mi luz”.
    De otra parte, cada profeta es la manifestación de uno de los atributos Divinos y todos los atributos Divinos están contenidos en el Nombre más glorificado. El profeta Mohammad es la manifestación del nombre Supremo. El nombre Supremo tiene prioridad sobre todos los otros Nombres Divinos. De manera que la manifestación del profeta Mohammad incluye todos los Nombres y, jerárquicamente, viene antes de todas las otras cosas creadas. Por eso el profeta ha dicho: “Yo era profeta cuando Adán estaba todavía entre agua y arcilla”.
Sama
Si no tienes al Amado,
¿por qué no buscarlo?
Si te has unido a Él
¿por qué no celebrarlo?
    Las audiciones musicales y el rapto espiritual de los sufíes se llaman Sama. El sufí, en el estado de rapto espiritual, dirige toda su atención hacia el Bienamado y, al ritmo de movimientos apropiados acompañados de música armoniosa, se sumerge en la invocación de los Nombres Divinos. El sufí en este estado de embriaguez es como un amante que, olvidándose de todo, incluso de su propia existencia, se sumerge totalmente en el recuerdo del Amado.
    Según los sufíes, esta práctica no es recomendable para todos los discípulos. Los sufíes comparan al Sama con una medicina cuya prescripción depende del maestro y que sólo bajo su dirección unas veces está permitida, y otras prohibida.
La Amistad Divina (Welayat)
    Hemos dicho antes que la meta del sufismo es conducir al individuo a su transformación en un ser perfecto, un espejo en el cual se reflejan los Nombres y Atributos Divinos. A este ser perfecto se le llama Walí (amigo), y su estado interior es Welayat. Todos los profetas, además de su misión profética, poseen la morada mística del Welayat. Esta morada es el grado que indica su estado esotérico, mientras que la misión como Mensajeros de Dios es el estado exotérico. Por ejemplo, el profeta Mohammad poseía ambos estados y ‘Ali sólo poseía el estado de la morada interior.
    ‘Ali dijo: “Esotéricamente, yo he estado con todos los profetas”.
    Mohammad, confirmando a éste, dijo: “‘Ali y yo somos de la misma luz”.
    Los walis, de acuerdo con sus propias capacidades, han bebido de la fuente de la Verdad. El conocimiento y la distinción del estado interior de un amigo de Dios, sólo a Dios le es posible.
    En una Tradición sagrada, Dios ha dicho: “Sólo Yo conozco y protejo a los que me aman”. El reconocimiento de los walis está fuera del alcance de la gente común. El que se encuentra limitado no puede reconocer al que ha traspasado los límites. Para reconocer al wali es necesario poseer una verdadera visión interna.
    Desafortunadamente, hay personas que creen que apartándose de la sociedad pueden alcanzar un estado místico. Dichas personas están equivocadas. Los amigos de Dios y los profetas forman parte de la sociedad. En nuestro camino, el retiro no posee valor espiritual alguno. Refiriéndose a esto, el profeta Mohammad dice: “La fe del creyente no es completa, a menos que mil creyentes sinceros atestigüen su herejía”. Esto significa que el conocimiento del creyente perfecto va más allá del entendimiento común de la gente, y quienes le rodean, al no entender sus palabras, le tachan de hereje.
    Sin embargo, el verdadero creyente, un sufí, debe vivir en sociedad, servirla, guiarla y ser el vehículo por el cual la sociedad reciba la Gracia Divina. De ahí que los sufíes digan: una de las primeras cualidades del hombre perfecto debe ser la armonía y la paz con todo lo que le rodea.

TRAS LAS HUELLAS DE LA TRADICCION PERENNE

TRAS LAS HUELLAS
DE LA
RELIGION PERENNE

Frithjof Schuon
INDICE

Prefacio 3
Premisas epistemológicas 5
Dimensiones, modos y grados del Orden Divino 12
Especulación Confesional: Intenciones y Dificultades 20
Escollos del Lenguaje de la Fe 36
Notas sobre Tipología Religiosa 42
Enigma y mensaje de un Esoterismo 50
Escatología Universal 60
Síntesis y conclusión 68

PREFACIO

A lo largo de toda nuestra obra hemos tratado de la Religión perenne, explícita o im-plícitamente, y en conexión con las diversas religiones, que por una parte la velan y por otra la dejan transparentar; y creemos haber dado de esta Sophia primordial y universal una idea homogénea y suficiente, a pesar de nuestra manera discontinua y esporádica de referirnos a ella. Pero la Sophia perennis es con toda evidencia inagotable y no tiene unos limites naturales, ni siquiera en una exposición sistemática como el Vêdânta; este carácter de sistema no es, por lo demás, ni una ventaja ni una desventaja, puede ser una cosa o la otra según el contenido; la verdad es bella en todas sus formas. De hecho, no hay ninguna gran doctrina que no sea un sistema, ni ninguna que se exprese de una ma-nera exclusivamente sistemática.
Como es imposible agotar todo lo que se presta a la expresión, y como la repetición en materia metafísica no puede ser un mal —es mejor ser demasiado claro que no serlo bastante—, hemos creído poder volver a nuestras tesis de siempre, ya sea para proponer cosas que todavía no habíamos dicho, o bien para exponer de una manera útilmente nueva las que habíamos dicho. Si el número de los elementos fundamentales de una doctrina, por definición abstracta, está forzosamente más o menos limitado —ésta es la definición misma de un sistema, pues los elementos formales de un cristal regular no pueden ser innumerables—, no ocurre lo mismo con las ilustraciones o las aplicaciones, que son ilimitadas y cuya función es la de hacer captar mejor lo que a primera vista pa-rece no ser bastante concreto.
Todavía otra observación, ésta de orden más o menos personal: crecimos en una época en la que uno todavía podía decir, sin tener que sonrojarse por su ingenuidad, que dos y dos son cuatro; en la que las palabras tenían todavía un sentido y querían decir lo que quieren decir; en la que uno podía acomodarse a las leyes de la lógica elemental o del sentido común, sin tener que pasar por la psicología o la biología, o la llamada so-ciología, y así con todo; en suma, en la que aún había puntos de referencia en el arsenal intelectual de los hombres. Con esto queremos dar a entender que nuestra forma de pen-sar y nuestra dialéctica son deliberadamente anticuadas; y sabemos de antemano, pues esto es muy evidente, que el lector al que nos dirigimos nos lo agradecerá.

PREMISAS EPISTEMOLÓGICAS

El término de philosophia perennis, que apareció a partir del Renacimiento, y del que la neoescolástica ha hecho uso ampliamente, designa la ciencia de los principios ontológicos fundamentales y universales; ciencia inmutable como estos mismos princi-pios, y primordial por el hecho mismo de su universalidad y su infalibilidad. Utilizaría-mos de buen grado el término de sophia perennis para indicar que no se trata de «filoso-fía» en el sentido corriente y aproximado de la palabra —la cual sugiere simples cons-trucciones mentales, surgidas de la ignorancia, la duda y las conjeturas, e incluso del gusto por la novedad y la originalidad—, o, también, podríamos emplear el término de religio perennis, refiriéndonos entonces al lado operativo de esta sabiduría, o sea a su aspecto místico o iniciático . Y a fin de recordar este aspecto, e indicar que la sabiduría universal y primordial compromete al hombre entero, hemos elegido para nuestro libro el título de «Religión perenne», para indicar también que la quintaesencia de toda reli-gión se halla en esta religio metafísica, y que hay que conocer ésta si se quiere dar cuen-ta de ese misterio a la vez humano y divino que es el fenómeno religioso. Ahora bien, dar cuenta de este fenómeno «sobrenaturalmente natural» es sin duda una de las tareas más urgentes de nuestra época.
Cuando se habla de doctrina, se piensa en primer lugar, y con razón, en un abanico de conceptos concordantes; pero hay que tener en cuenta así mismo el aspecto epistemo-lógico del sistema considerado, y es esta dimensión, que forma parte también de la doc-trina, la que queremos examinar aquí a título introductorio. Es importante saber ante todo que hay verdades que son inherentes al espíritu humano, pero que de hecho están como sepultadas en el «fondo del corazón», es decir, contenidas a título de potenciali-dades o virtualidades en el Intelecto puro; son éstas las verdades principales y arquetípi-cas, las que prefiguran y determinan a todas las demás. Tienen acceso a ellas, intuitiva e infaliblemente, el «gnóstico», el «pneumático», el «teósofo» —en el sentido propio y original de estos términos—, y tenía acceso a ellas por consiguiente el «filósofo» según el significado todavía literal e inocente de la palabra: un Pitágoras y un Platón, y en par-te incluso un Aristóteles, a pesar de su perspectiva exteriorizante y virtualmente cientifi-cista.
Y esto es de primera importancia: si no existiera el puro Intelecto —la facultad intui-tiva e infalible del Espíritu inmanente—, tampoco existiría la razón, pues el milagro del razonamiento no se explica y no se justifica más que por el de la intelección. Los anima-les carecen de razón porque son incapaces de concebir el Absoluto; dicho de otro modo, si el hombre posee la razón, y con ella el lenguaje, es únicamente porque tiene acceso en principio a la visión suprarracional de lo Real y por consiguiente a la certidumbre meta-física. La inteligencia del animal es parcial, la del hombre es total; y esta totalidad no se explica sino por una realidad trascendente a la que la inteligencia está proporcionada.
Por eso el error decisivo del materialismo y del agnosticismo consiste en no ver que las cosas materiales y las experiencias corrientes de nuestra vida están inmensamente por debajo de la envergadura de nuestra inteligencia. Si los materialistas tuvieran razón, esta inteligencia sería un lujo inexplicable; sin el Absoluto, la capacidad de concebirlo no tendría un motivo. La verdad del Absoluto coincide con la substancia misma de nuestro espíritu; las diversas religiones actualizan objetivamente lo que contiene nuestra subjetividad más profunda. La revelación es en el macrocosmo lo que la intelección es en el microcosmo; lo Trascendente es inmanente al mundo, sin lo cual éste no podría existir, y lo Inmanente es trascendente con respecto al individuo, sin lo cual no lo sobre-pasaría.
Lo que acabamos de decir sobre la envergadura de la inteligencia humana se aplica igualmente a la voluntad, en el sentido de que el libre albedrío prueba la trascendencia de su fin esencial, para el cual el hombre ha sido creado y por el cual el hombre es hom-bre; la voluntad humana es proporcionada a Dios, y no es sino en Dios y por Él como ella es totalmente libre. Se podría decir algo análogo en lo que concierne al alma huma-na: nuestra alma prueba a Dios porque es proporcionada a la naturaleza divina, y lo es por la compasión, el amor desinteresado, la generosidad; o sea, a fin de cuentas, por la objetividad, la capacidad de salir de nuestra subjetividad y, por consiguiente, de supe-rarnos; esto es lo que caracteriza precisamente a la inteligencia y la voluntad del hom-bre. Y en estos fundamentos de la naturaleza humana —imagen de la naturaleza divi-na— es donde tiene sus raíces la religio perennis, y con ella toda religión y toda sabidu-ría.
«Discernir» es «separar»: separar entre lo Real y lo ilusorio, lo Absoluto y lo contin-gente, lo Necesario y lo posible, Atmâ y Mâyâ. Al discernimiento se junta, complemen-taria y operativamente, la «concentración», que «une»: es la toma de consciencia plena-ria —a partir de la Mâyâ terrenal y humana— del Atmâ a la vez absoluto, infinito y per-fecto; sin igual, sin limites y sin defecto. Según algunos Padres de la Iglesia, «Dios se ha hecho hombre a fin de que el hombre se haga Dios»; fórmula audaz y elíptica que para-frasearemos de forma vedántica diciendo que lo Real se ha hecho ilusorio a fin de que lo ilusorio se haga real; Atmâ se ha hecho Mâyâ a fin de que Mâyâ realice Atmâ. El Abso-luto, en su sobreabundancia, proyecta la contingencia y se refleja en ella, en un juego de reciprocidad del que saldrá vencedor, Él que es el único que es.

* * *

Hay, en el Universo, lo conocido y el que conoce; en Atmâ, los dos polos están uni-dos, uno se encuentra inseparablemente en el otro, mientras que en Mâyâ esta unidad se escinde en sujeto y objeto. Según el punto de vista, o según el aspecto, Atmâ es, bien la «Consciencia» absoluta —el «Testigo» universal o el puro «Sujeto»—, bien el «Ser» absoluto, la «Substancia», el «Objeto» puro y trascendente; es conocible como «Reali-dad», pero es también el «Conocedor» inmanente de todas sus propias posibilidades, primero hipostáticas y después existenciales y existenciadas.
Y esto es, para el hombre, de una importancia decisiva: el conocimiento de lo Total exige por parte del hombre la totalidad del conocer. Exige, más allá de nuestro pensa-miento, todo nuestro ser, pues el pensamiento es parte, no todo; y esto es lo que indica la finalidad de toda vida espiritual. El que concibe el Absoluto —o el que cree en Dios— no puede detenerse de jure en este conocimiento, o en esta creencia, realizadas tan sólo por el pensamiento; debe, por el contrario, integrar todo lo que él es en su ad-hesión a lo Real, como lo exigen precisamente la absolutidad y la infinitud de éste. El hombre debe «convertirse en lo que él es» porque debe «convenirse en lo que es»; «el alma es todo lo que ella conoce», dice Aristóteles.
Por lo demás, el hombre no es sólo un ser pensante, es también un ser queriente, es decir, que la totalidad de la inteligencia implica la libertad de la voluntad. Esta libertad no tendría razón de ser sin un fin prefigurado en el Absoluto; sin el conocimiento de Dios, y de nuestros fines últimos, no sería ni posible ni útil.
El hombre está hecho de pensamiento, de voluntad y de amor: puede pensar lo ver-dadero o lo falso, puede querer el bien o el mal, y puede amar lo bello o lo feo . Ahora bien, el pensamiento de lo verdadero —o el conocimiento de lo real— exige por una parte la voluntad del bien y por otra parte el amor a lo bello, luego a la virtud, pues ésta no es otra cosa que la belleza del alma; por eso los griegos, tan estetas como pensadores, englobaban la virtud en la filosofía. Sin belleza del alma, todo querer es estéril, es mez-quino y se cierra a la gracia; y de modo análogo: sin esfuerzo de la voluntad, todo pen-samiento espiritual permanece a fin de cuentas superficial e ineficaz y lleva a la preten-sión. La virtud coincide con una sensibilidad proporcionada —o conforme— a la Ver-dad, y por esto el alma del sabio se cierne por encima de las cosas, y, precisamente por ello, por encima de sí misma, si podemos decirlo así; de donde el desinterés, la nobleza y la generosidad de las grandes almas. Con toda evidencia, la conciencia de los princi-pios metafísicos no puede conciliarse con la pequeñez moral, como la ambición y la hipocresía; «sed perfectos como vuestro Padre en el Cielo es perfecto».
Hay algo que el hombre debe saber y pensar; y algo que debe querer y hacer; y algo que debe amar y ser. Debe saber que el Principio supremo es el Ser necesario, el cual, por consiguiente, se basta a sí mismo; que Él es lo que no puede no ser, mientras que el mundo no es sino lo posible, que puede ser o no ser; todas las demás distinciones y apreciaciones derivan de este distingo fundamental. Además, el hombre debe querer lo que lo acerca directa o indirectamente a la suprema Realidad desde los mismos puntos de vista, absteniéndose a la vez de lo que lo aleja de ella; y el principal contenido de este querer es la oración, la respuesta dada a la Divinidad; lo cual incluye la meditación me-tafísica, así como la concentración mística. Por último, el hombre debe amar «en Dios» lo que manifiesta la Belleza divina y, de modo más general, todo lo que es conforme a la Naturaleza de Dios; debe amar el Bien, es decir, la Norma, en todas sus formas posibles; y como la Norma sobrepasa forzosamente las limitaciones del ego, el hombre debe ten-der a superar sus propios límites. Hay que amar más la Norma o el Arquetipo que sus reflejos; por consiguiente, más que el ego contingente; y este conocimiento de sí y este amor desinteresado constituyen toda la nobleza del alma.

* * *

Hay una cuestión que siempre se ha planteado, con razón o sin ella: las realidades metafísicas, ¿son necesariamente explicables? o, al menos, ¿no hay situaciones miste-riosas que no pueden ser explicadas más que por la paradoja, e incluso por el absurdo? Demasiado a menudo se ha esgrimido este argumento para ocultar fisuras en doctrinas teológicas cuyas imperfecciones subjetivas se han objetivado: al no poder resolver de-terminados enigmas, se ha decretado que la «mente humana» no es capaz de hacerlo, y se ataca ante todo la lógica, «aristotélica» o no, como si ésta fuera sinónimo de raciona-lismo, de duda y de ignorancia.
En el plano de las cosas naturales, basta con disponer de las informaciones necesa-rias y luego razonar correctamente; las mismas condiciones valen para el plano de las cosas sobrenaturales, con la diferencia de que el objeto del pensamiento exige entonces la intervención de la intelección, que es una iluminación interior; pues si las cosas natu-rales pueden exigir una cierta intuición independiente del razonamiento como tal, a for-tiori las cosas sobrenaturales exigen dicha intuición, de un orden superior esta vez, puesto que no caen de su peso. La razón, lo hemos dicho más de una vez, no puede nada sin los datos sobre los cuales se ejercita, y en cuya ausencia raciocina en el vacío: estos datos los proporciona en primer lugar el mundo, que en sí es objetivo; en segundo lugar, y en combinación con el factor precedente, la experiencia, que como tal es subjetiva; en tercer lugar, la Revelación, que como el mundo es objetiva, puesto que nos viene de fuera; en cuarto lugar, la Intelección, que es subjetiva, puesto que se produce en noso-tros mismos.
De una cosa en otra, nos creemos autorizados a insertar aquí la observación siguien-te; el existencialismo, como todo relativismo, se contradice a sí mismo; gran adversario del racionalismo —al menos se lo imagina —pretende poner la experiencia en lugar del razonamiento, sin preguntarse en lo más. mínimo por qué existe el razonamiento, ni cómo se puede ensalzar la experiencia sin recurrir a la razón. Es precisamente la misma experiencia la que demuestra que el razonamiento es algo eficaz, sin lo cual nadie razo-naría; y es la existencia misma de la razón la que indica que esta facultad debe tener un objeto. Los animales tienen muchas experiencias, pero no razonan; mientras que, por el contrario, el hombre puede prescindir de muchas experiencias razonando. Querer susti-tuir el razonamiento por la experiencia en el plano práctico y de una manera relativa puede tener todavía un sentido; pero hacer otro tanto en el plano intelectual y especula-tivo, como lo quieren los empiristas y los existencialistas, es propiamente demencial. Para el hombre inferior, sólo es real lo contingente, y por su método, pretende rebajar los principios, cuando no los niega pura y simplemente, al nivel de las contingencias. Esta mentalidad de shûdra se ha infiltrado en la teología cristiana y ha causado en ella los estragos que todo el mundo conoce .
Pero volvamos, después de este paréntesis, al problema de la epistemología espiri-tual. Sin duda, la lógica tiene límites, pero ella es la primera en reconocerlo, sin lo cual no sería lógica, precisamente; no obstante, los límites de la lógica dependen de la natu-raleza de las cosas y no de un ucase confesional. La ilimitación del espacio y el tiempo parece absurda en el sentido de que la lógica no puede dar cuenta de ella de una manera concreta y exhaustiva; sin embargo, es perfectamente lógico observar que esta doble ilimitación existe, y ninguna lógica nos prohíbe saber con certeza que este fenómeno resulta del Infinito principial; misterio que nuestro pensamiento no puede explorar, y que se manifiesta precisamente en los aspectos del despliegue espacial y de la transfor-mación temporal, o también, en el de la ilimitación del número. De modo análogo, la unicidad empírica del ego —el hecho de ser determinado ego y no tal otro y de ser el único en ser este «sí mismo»— esta unicidad no puede explicarse concretamente por la lógica, y sin embargo ésta es perfectamente capaz de dar cuenta de ella de una manera abstracta con la ayuda de los principios de lo necesario y lo posible, y de escapar así al escollo del absurdo .
Indiscutiblemente, las Escrituras sagradas contienen contradicciones; los comenta-rios tradicionales dan cuenta de ellas, no discutiendo a la lógica del derecho de obser-varlas y de satisfacer nuestras necesidades de causalidad, sino buscando el vínculo sub-yacente que anula el aparente absurdo, el cual es en realidad una elipse.
Si la sabiduría de Cristo es «locura a los ojos del mundo» es porque el «mundo» está en oposición con el «reino de Dios, que está dentro de vosotros», y por ninguna otra razón; no es, ciertamente, porque reivindique un misterioso derecho al contrasentido, quod absit . La sabiduría de Cristo es «locura» porque no favorece la perversión exte-riorizante, y a la vez dispersante y endurecedora, que caracteriza al hombre de la concu-piscencia, del pecado, del error; y es esta perversión la que precisamente constituye el «mundo», esta perversión, con su insaciable curiosidad científica y filosófica, la cual perpetúa el pecado de Eva y Adán y lo reedita en formas indefinidamente diversas .
En el plano de las controversias religiosas, la reivindicación —en sentido único— de un derecho sagrado al ilogismo, y la atribución de una tara luciferina a la lógica elemen-tal del contradictor —y ello en nombre de tal o cual «peumatología» supuestamente translógica y de hecho objetivamente incontrolable—, esta reivindicación, decimos, es con toda evidencia inadmisible, pues no es más que un monólogo oscurantista al mismo tiempo que una espada de doble filo, y eso por su mismo subjetivismo; todo diálogo se hace imposible, lo que por lo demás dispensa al interlocutor de convertirse, pues el hombre no debe nada a un mensaje que pretende hurtarse a las leyes del pensamiento humano. Por otra parte, el hecho de la experiencia subjetiva nunca ofrece un argumento doctrinal válido; si la experiencia es justa siempre puede expresarse de una forma satis-factoria o al menos suficiente .
La Verdad metafísica es expresable e inexpresable a la vez: inexpresable, no es sin embargo incognoscible, pues el Intelecto desemboca en el Orden divino y por consi-guiente engloba todo lo que es; y, expresable, se cristaliza en formulaciones que son todo lo que deben ser, puesto que nos comunican todo lo que es necesario o útil para nuestro espíritu. Las formas son las puertas hacia las esencias, en el pensamiento y el lenguaje, así como en todo otro simbolismo.

Jesucristo en las otras religiones

Jesucristo en las otras religiones
Fco. Javier Avilés Jiménez
No pasa Jesús de Nazaret inadvertido en las grandes religiones. Después de siglos de mutuo rechazo, las grandes tradiciones religiosas se plantean el reto del diálogo y la cooperación para evitar la intolerancia y apoyar, unidas, la paz, la justicia y el respeto de la naturaleza.
Jesús en el Corán.
Si algo caracteriza la visión musulmana de Dios es su radical distancia respecto al hombre y al mundo. Alá es clemente y misericordioso, pero ante él la única postura es la de la más perfecta sumisión (islam). Aquí surge una diferencia importante con el cristianismo, que si bien respeta la distancia entre la divinidad y la realidad creada, mantiene que Dios es experto en salvar distancias y aproximarse sin pudor al hombre y la creación.
Mahoma se refiere repetidamente a Jesús, considerándolo un caso paralelo al suyo: un profeta que por revelación de Dios predica la verdad. Pero en cualquier caso, se trata de un hombre (sura 43,63) que anuncia a los judíos la venida de Mahoma (61,6). Los milagros fueron auténticos pero hechos con le permiso de Dios (3,49). Jesús fue uno de los justos y allegados a Dios (3,45) que, como hacen los buenos creyentes (musulmán) practica la oración y la limosna (19,32). Rechazado por los judíos, estos creyeron matarlo, pero Dios se lo impidió llevándoselo al cielo (4,157). Esta negación de la muerte en la cruz de Jesús se corresponde con la idea del éxito de los profetas.
A pesar de que está claro para el Corán que Jesús no es Dios, se le pone a la altura del profeta. Se reconoce su nacimiento virginal (19,21), no como muestra de divinidad sino de la omnipotencia de Dios. Incluso de le llama la Palabra de Dios, pero sin identificarlo nunca con él. Las premisas para un diálogo fecundo entre el Islam y el Cristianismo están aquí, pero pasan por la superación de las diferencias históricas: reconciliación por la vía del reconocimiento mutuo de errores y agresiones.
El Hinduismo y Jesús.
A pesar de que le demos un nombre unitario, son numerosas y distintas las tradiciones religiosas que dan contenido a lo que nosotros llamamos hinduismo (por ejemplo, visnuismo, sivaísmo y saktismo, que son los cultos más profesados…). No deja de ser un concepto expresivo del colonialismo intelectual de Occidente. También es verdad que dentro de su pluralidad todas tienen en común una convergencia intencional superior: abrir al hombre un acceso a la divinidad o al Absoluto (Brahma).
Ni que decir tiene que esta interna constitución del hinduismo como pluralidad de tradiciones religiosas hace de él un fenómeno de tolerancia. La divinidad supremo no considera rivales a otros dioses, todos ellos existen por él y manifiestan su realidad.
Muy temprano aparece el cristianismo en la India, hacia el s. II, relacionado con la tradición de Sto. Tomás. Para los hinduistas el sermón del monte es cercano a su propia fe. También la idea de encarnación o manifestación humana de lo divino (avatara) es familiar para la historia de las tradiciones hinduistas (Krisna, por ejemplo). Sin embargo, esa misma apertura la reconocimiento de la presencia humana de la divinidad se opone a toda reivindicación de exclusivismo por parte de ninguna de sus manifestaciones, como sería el caso de Jesucristo. Entre las muchas avataras de la divinidad, Jesucristo bien puede ser una, como reconoce Gandhi, que lo proclama su modelo da noviolencia.
Una cristología hindú partiría del Jesús histórico y el ethos que se desprende de su predicación, de sus bienaventuranzas: la defensa de los pobres y la propuesta del amor noviolento. La ley eterna del amor sería una coincidencia profunda del hinduismo con el cristianismo. Y desde ahí habría una valoración de lo que de eterno y divino se hace presente en Cristo.
Jesús ante el Budismo.
La diferencia más plástica y expresiva entre Cristo y el Buda se ve en la contraposición del rostro sufriente del crucificado y la sonrisa pacificadora del iluminado (Buda). El budismo no acepta que el Iluminado sufriera en vida después de llegar a la iluminación. El Buda Gautama estuvo por encima del sufrimiento, pues no en vano ahí radica la esencia del budismo, en la superación del sufrimiento. Pero Budismo y Cristianismo coinciden en que el sufrimiento es superado al final. comparten la esperanza en la liberación del sufrimiento.
Como en el caso del hinduismo, el Budismo admite pluralidad de iluminados, pluralidad de Budas (el Buda Gautama tiene predecesores y sucesores). Aquí habría una diferencia fundamental con el cristianismo que mantiene que Jesucristo no es un caso más de acceso a la perfección. Y es que el Budismo es una tradición cíclico-mística que busca una vía de liberación interior y el cristianismo es histórico-profético, cree en la acción de Dios en determinados acontecimientos.
Por último está el gran escollo para la comprensión religiosa del Budismo. Buda calló sobre Dios, no se planteó esa cuestión por considerar que suponía otra forma de apego a la realidad material. Por encima del posible valor que pudiera suponer la búsqueda de Dios está el carácter radical de contingencia de toda la realidad y la necesidad de liberarse de ella para que cese el sufrimiento, condición metafísica de la existencia. Jesús habla de Dios con la confianza del chiquillo en su padre (Abba).  Y propone que esa confianza sea más fuerte que la aparente victoria de la muerte. Desde esa confianza, el amor solidario y compasivo y el compromiso por evitar la parte de sufrimiento causada por la injusticia tiene sentido, es el sentido cristiano de la vida.

ESTUDIAR TEOLOGIA Y SER MUJER

ESTUDIAR TEOLOGIA Y SER MUJER
Cristina Galletero, bachiller en teología
 
Basta dar una vuelta por los centros de estudios teológicos para constatar que el número de mujeres estudiantes de teología es bastante reducido. Mayor aún es el vacío en las librerías religiosas, donde casi es nulo el número de libros de contenido teológico escritos por mujeres. Desde esta constatación y como mujer que estudia teología me pregunto el por qué de esta situación .
En primer lugar, es evidente que en la Iglesia (y en la sociedad en la que está inmersa) se ha dado (y se sigue dando a ciertos niveles) una discriminación de la mujer por el hecho de serlo. Algo se ha avanzado, pero los frutos de siglos de desigualdad no son fáciles de superar. En esta situación se puede notar lo siguiente, por una parte la mujer ha estado y esta activamente en ciertos campos de la vida religiosa (cuando no ha sido considerada como criada) y por otra parte el estudio, la formación intelectual y teológica le han estado vedados por mucho tiempo.
Por efecto de todo lo anterior, la mujer ha tenido y tiene todavía en amplios sectores un arraigado complejo de inferioridad, sobre todo en campos como el intelectual-teológico, que le lleva a una pasividad y dependencia de los hombres. Baste constatar que la mayoría de los ejercicios espirituales, conferencias, charlas, retiros, etc… son llevados a cabo por hombres.
Pero creo que es hora de tomar conciencia a todos los niveles de que la Iglesia, la evangelización y el hacer presente el Reino anunciado y vivido por Jesús es obra de to- dos, mujeres y hombres, unidos en el
 
hacer y en el pensar, en la reflexión y  en la acción.
Hacer realidad el Reino es promover el desarrollo integral de la persona, posibilitando las condiciones de vida, la formación y la cultura para que de una manera real pueda ser libre y pueda asumir las riendas de su vida. Lo cual conlleva  denunciar todo tipo de injusticia y superar todo tipo de desigualdad, incluyendo la discriminación de la mujer allí donde la haya (tanto a nivel social como eclesial). Desde este punto de vista, pienso que la teología ha de ser llamada y tarea de la mujer. Y entiendo por teología no una estéril especulación y simple acumulación de saberes y conocimientos, sino una misión, porque misión es proclamar la Buena Noticia del Reino inculturado, inserta en las situaciones de cada mujer, hombre y pueblo, proclamada en su claves vitales. Tener formación teológica es urgente para todo cristiano, incluidas mujeres sin ningún tipo de complejo de inferioridad o inercia cómoda.
Desde aquí, y si este artículo pudiera ser tribuna de mi voz y de mi pensar en alto, animaría de manera muy especial a las mujeres para que desde sus posibilidades concretas de tiempo, estudios, trabajo, etc… estudien teología, lean teología, y aporten así a este mundo y a la Iglesia no sólo sus posibilidades y capacidades intelectuales, sino también su visión femenina del mundo, de la persona, de la fe, de Dios, que completaría la hasta ahora casi exclusiva visión masculina.

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