Tezcatlipoca-4067

Tezcatlipoca

Imagen de Tezcatlipoca

Dios azteca del cielo nocturno. Dios a la vez creador y a la vez destructor. Dios de la pureza y el pecado. Inventor del fuego, patrón de los príncipes. Tezcatlipoca es dios patrono de guerreros y príncipes. Es un dios providencial que tiene el don de la ubicuidad. Su atributo principal es el espejo que humea; su disfraz es el tigre y su emblema un cuchillo de obsidiana, que representa el viento negro. Tezcatlipoca es, junto con Quetzalcóatl, creador del mundo. Esta imagen procede del Códice Borgia

Para los antiguos mexicanos Tezcatlipoca era una de las deidades más importantes, el espejo humeante, objeto de temor, de veneración y, con ello, de culto. Al mismo tiempo era una de las deidades más cambiantes y versátiles de entre los dioses, con él se relacionaban los conceptos más disímiles y a menudo opuestos. Tezcatlipoca era el omnividente, el omnisciente relieve de Tezcatlipoca y el omnipresente; era también conocido como Telpochtli, “El Mancebo”; Yoalli Ehecatl, “El viento nocturno”; Titlacahua, “Cuyos hombres somos”; Moyocoyani, “El que se inventa a sí mismo”.Era una de las deidades principales del panteón mexica. En las fuentes históricas existen muchos relatos míticos sobre Tezcatlipoca:”Al principio de los tiempo la pareja suprema Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl, tuvieron cuatro hijos, de entre ellos dos eran advocaciones de Tezcatlipoca, Tlatlauhqui Tezcatlipoca (El Tezcatlipoca rojo), y Yayauhqui Tezcatlipoca (El Tezcatlipoca negro, y así se dijo de éste: “Y de estos cuatro hijos de Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl era el que sabía todos los pensamientos y estaba en todo lugar y conocía los corazones, y por eso lo llamaban Moyocoyani.)” (Teogonía e Historia de los Mexicanos, Angel Ma. Garibay K.). En los mitos de la creación del mundo, Tezcatlipoca es el señor de la primera edad cosmogónica, Ocelotonatiuh, que se designa con la fecha Nahui Ocelotl.También fue uno de los cuatro árboles sostenedores de la bóveda celeste llamado Tezcacuahuitl (árbol de espejos).Su participación dentro de los mitos de origen es de suma importancia; Tezcatlipoca junto con Quetzalcoatl son los principales actores de la creación del mundo, son muchos los mitos en que se habla de la rivalidad que existía entre estas dos deidades, en repetidas ocasiones una de ellas destruye el mundo para tomar el lugar de la otra que en ese momento ocupaba el lugar del sol en las diferentes eras del universo, antes de la creación del quinto sol.”Entre los dos crearon la tierra dividiendo a la diosa Tlaltecuhtli y así mismo separaron a la tierra del cielo. También crearon la vía láctea segun nos dicen los mitos” (Teogonía e Historia de los mexicanos Angel Ma. Garibay K.)En otro mito se dice que Tezcatlipoca fue quien llevó a la ruina a Tula, quien engañó a Quetzalcóatl haciendo que éste cometiera errores, engañándole diciéndole que lo ayudaría a quitarle el mal que lo aquejaba. Cuando Tezcatlipoca finalmente logró que Quetzalcóatl se viera en su espejo, Quetzalcóatl pudo ver en él su destrucción y la de Tula. Con engaños, Tezcatlipoca lo hizo tomar pulque y cometer incesto con su hermana. Por ello, a Quetzalcóatl no le queda otro camino que salir de Tula hacia regiones lejanas, dejando atrás y en total devastación a su gran ciudad.También Tezcatlipoca es conocido en algunos mitos como el gran Dibujo embaucador, recordemos el mito en el que se disfraza a la usanza de los huastecos, desnudo, para vender chiles en el mercado de Tula; la hija de Huemac, señor de Tula, lo mira pasar quedando prendada de él, enfermando de pasión. Para curar la enfermedad de su hija, Huemac manda llamar al Tohueyo, nombre del supuesto huasteco, haciendo que éste se case con su hija para así aliviarla de su mal. Ignorando todos que el Tohueyo era el mismo Tezcatlipoca disfrazado quien trataba, valiéndose de sus grandes embustes, de acabar con la gran ciudad de Tula. Esto se dice en la recopilación que hace Fray Bernardino de Sahagún de los antiguos mitos. (Historia General de las cosas de Nueva España).Tezcatlipoca es también quien trae la música a la tierra. Cierta vez envió a uno de sus seguidores a la casa del sol para traer todos los instrumentos musicales para que los hombres pudieran deleitar a los dioses y a ellos mismos con la música.Por los mitos mencionados, se infiere que la figura de Tezcatlipoca estuvo relacionada tanto con el inframundo como con el mundo solar, dándole a la gente cosas buenas y malas. Por esa y muchas otras razones, es una deidad fascinante que invita a investigar sus misterios.

Cumple 50 años La filosofía náhuatl de León-Portilla

Cumple 50 años La filosofía náhuatl de León-Portilla

JOSE GALAN

La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, obra de Miguel León-Portilla, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, cumplió 50 años de su publicación. Por su relevancia, esta tesis de doctorado en filosofía con especialización en historia prehispánica -que le valió el reconocimiento Summa cum Laude- ha sido reditada en 10 ocasiones por esta casa de estudios, y también traducida al ruso, alemán, francés e inglés y, más recientemente, al checo.

Con esa investigación, el destacado universitario se convirtió en el primer especialista en tratar dicho tema de forma sistemática, ya que hasta entonces sólo se habían hecho alusiones de su existencia. Por ejemplo, en un manuscrito en náhuatl que está en la Biblioteca del Palacio Real, en España, Fray Bernardino de Sahagún mencionó en un margen a “los filósofos”.

El libro, expuso su autor, consiste en el estudio de los planteamientos que los antiguos mexicanos se hicieron referentes a problemas como cuál es la raíz de los seres humanos, qué hay en el más allá, qué se puede decir de la divinidad, qué es lo más valioso en la Tierra, y otra serie de reflexiones que pensadores de todas las latitudes se han hecho.

Los pueblos nahuas tenían una visión propia del mundo y una concepción del tiempo y del espacio; sobre los seres humanos pensaban acerca de educación, historia, derecho, moral o arte, como se plasma en las páginas del libro, subrayó. Ahí también se abordan los orígenes de ese pensamiento, desde los teotihuacanos y toltecas; y en las recientes ediciones, se hacen consideraciones críticas en torno a la filosofía náhuatl, añadió el investigador.

A diferencia de hace 50 años, refirió, hoy la sociedad acepta la existencia de un corpus filosófico náhuatl. “Al principio hubo gente que se reía y decía que estaba loco, que cómo los indios lo iban a tener, que eran casi salvajes”. A ello, su maestro y tutor de tesis doctoral, Angel María Garibay, respondía: “Esos hombres, creadores de un arte extraordinario, de Teotihuacán, Monte Albán, Cholula o Palenque, ¿no pensaban?”

Carlos Castaneda y Chamanismo

Carlos Castaneda y Chamanismo

LOS CHAMANES —–

En el pensamiento indígena, la realidad visible y tangible no es la única que existe; detrás de ella hay otros ámbitos en donde residen innumerables poderes que determinan la existencia del cosmos.
El Hombre para el indígena, tiene una naturaleza dual, compuesta de cuerpo y espíritu, por lo que es un ser capaz de transitar por esos ámbitos misteriosos transponiendo los umbrales de acceso a ellos; pero solo lo logran en ciertos estados especiales,
cuando el espíritu se desprende del cuerpo; este hecho puede ocurrir por diversas causas y en distintas circunstancias de la vida, y puede ser involuntario o voluntario;

Entre las formas de separación del cuerpo y el espíritu destacan el sueño y el trance extático ; el primero es una de las maneras normales, involuntarias y comunes a todos los hombres, de desprender el espíritu del cuerpo ; el segundo es voluntario y excepcional, pues solo lo logran quienes han sido elegidos por lo seres sagrados, han pasado por un periodo iniciatico de aprendizaje y manejo de las fuerzas divinas y pueden controlar sus potencialidades anímicas, de lo cual obtienen poderes sobrehumanos ; esos hombres portentosos, especializados en practicas de externamiento del espíritu, son los NAGUALES,
llamados así tanto entre los nahuas (de quienes procede el termino) como entre los mayas, aunque reciben muchos otros nombres según las diversas lenguas ;
sin embargo, como la palabra nagual ha sufrido varios cambios de sentido a través de los siglos, empezando por la tergiversación que de ella hicieron los frailes españoles en la colonia, aquí les llamaremos chamanes, palabra siberiana que ha adquirido un carácter universal.

Desde la época prehispánica hasta la actualidad, en el mundo náhuatl y maya ha habido chamanes, entendidos como tales los hombres dotados con capacidades sobrenaturales derivadas de su manejo del trance extático; este se logra mediante rigurosas practicas ascéticas, como ayuno, insomnio, abstinencia y auto sacrificio, acompañadas de meditación, danzas y cantos rítmicos e ingestión o aplicación de substancias psicoactivas–tanto hongos y plantas alucinógenos como bebidas embriagantes. El trance consiste en desprender el espíritu del cuerpo en estado de vigilia y controlar todas sus acciones; así, el chaman puede “VER” todo lo que los demás no ven, lo cual es sinónimo de conocer; es capaz de subir al cielo, bajar al inframundo y recorrer largas distancias en unos cuantos segundos; así mismo, de comunicarse con los dioses, con los muertos, con los espíritus de otros hombres vivos y con su propio alter ego animal. También tiene la facultad de transformarse en animales, en líquidos vitales (como la sangre) y en fenómenos naturales (como los rayos, las bolas de fuego o los cometas); puede dominar las fuerzas de la naturaleza (como el granizo) y, sobre todo puede “VER” la causa de las enfermedades y propiciar mágicamente las curaciones.

Los chamanes fueron y son los conocedores e interpretes de sueños y quienes manejan los productos psicoactivos (plantas sagradas y bebidas embriagantes) para comunicarse con lo sagrado y para las practicas curativas y de adivinación. Aquí hablaremos solo de la función medica del chaman.

Entre los nahuas y los mayas, brindaremos una visión histórica general, desde la época prehispánica hasta la actualidad. Por enfermedades del espíritu entendemos las predominantemente psicosomáticas que aquejan a los indígenas.
Antes de mencionarlas, es necesario advertir que la mayor parte de las enfermedades, como lo reconocen muchos médicos, tienen un carácter psicosomático. Por ello, para comprender cualquier sistema medico es necesario conocer su contexto cultural, la concepción del mundo y de la vida, las ideas sobre el cuerpo humano, que explican los conceptos de salud y enfermedad y las practicas curativas. Cada cultura tiene sus propios padecimientos y sus propias terapias correspondientes a ellos ; un hombre de la cultura occidental, no se enferma de flato, de baraustó, de pochitoque que o de mal de arana ni se cura con formulas mágicas, incienso y oraciones, así como para tojolabal o un ch’ol no servirían, seguramente, los placebos usados por los médicos occidentales, No queremos decir con esto que no haya enfermedades biológicas, físicas, ni una medicina científica, es decir un conocimiento objetivo y universal del cuerpo humano y sus males, sino que evidentemente hay un alto porcentaje de enfermedades de carácter psicosomático, lo cual fue bien comprendido por la chamana mazateca Maria Sabina, cuando decía que lo que se enferma es el espíritu, por lo que es preciso curarlo a el para sanar el cuerpo.

—EPOCA PREHISPANICA—

Entre los nahuas prehispánicos había diversos tipos de chamanes especializados tanto en causar enfermedades como en curarlas;
se decía que el mismo chaman podía ser “bueno y malo”, entendiendo por esto que sus poderes podían ser dirigidos hacia el bien y la salud de los otros o hacia su destrucción.
Uno de los chamanes nahuas mas destacados era el NAHUALLI, considerado un sabio con poderes sobrehumanos para transformarse en diversos animales; era un consejero serio y respetado.
El bueno era cuidador y guardián; el malo, encantador y dañador, provocador de enfermedades. En general, a todo chaman con poderes para transformarse se lo denominaba nahualli;
así, convertirse en un animal era hacer de el su nahualli; por ejemplo, el tlacatecolotl, “hombre búho” (que también se transformaba en perro), era un nagual maléfico, pues causaba enfermedades al quemar figuras de madera de la victima, verter sangre propia sobre esta o darle a beber pociones venenosas. El y otros naguales malignos eran tecotzquani, “comepantorillas” y teyolloquani “comecorazones”, porque hechizaban a la gente. Hacían magia, como vestir un madero con la figura de una persona, adornarlo como se acostumbraba hacerlo con un difunto y luego quemarlo para ocasionar la muerte. Todos estos chamanes malignos tenían como protector a Nahualpilli, un aspecto de tezcatlipoca.

Entre los naguales benéficos estaba el teciuhtlazqui o “granicero”, que podía producir granizo y conjurarlo. El chaman especializado en medicina era llamado Ticitl ” el que practica la medicina(ticiotl)” . Se dice que era un curandero con experiencia en hierbas, eméticos y toda clase de pociones, así como en incisiones y también podía provocar enfermedades y seducir mujeres para embrujarlas. Tenia muchas sub especialidades, entre las cuales estaba la de Paini, un Chaman adivino, especializado en el uso de alucinógenos propiamente un medico de enfermedades del espíritu.
Estos curanderos pasaban por iniciaciones religiosas, que consistían en morir y bajar al inframundo, donde recibían la instrucción médica, el conocimiento de los diagnósticos, de los instrumentos para curar y de las hierbas sagradas. Para diagnosticar usaban la adivinación que se realizaba de distintas formas ; mediante nudos y cuerdas , granos de maíz, agua, el calendario ritual, agüeros, interpretaciones de sueños e ingestión de plantas alucinógenas y psicoactivas en general ; Hongos, Peyote, Ololiuhqui, tlapatl, toloache, estafiate y sobre todo, picietl o tabaco.

El interprete de alucinaciones fue el “Paini” -el que bebe un brebaje- ; El ingería los alucinógenos y luego diagnosticaba, o bien hacia beber la hierba sagrada al paciente. Las enfermedades que inducían a consultar al “Paini” eran las muy largas y penosas, que se atribuían a hechizo.
Los textos mencionan por ejemplo , susto, angustia y “nausea en el corazón”. El propio enfermo, al beber el alucinógeno, daba la señal de donde estaba la enfermedad.
Otro Ticitl diagnosticaba interpretando sueños; se trata del Temiquiximati, “El conocedor de los sueños”, que tenia libros especiales sobre el significado de los sueños, aunque lograban su interpretación principalmente gracias a sus poderes sobrenaturales y por su habilidad para manejar el espíritu separado del cuerpo. Debido a su oficio se lo llamaba “Hijos de la Noche”, como Tezcatlipoca y como Malinalxochitl, la hermana hechicera de huitzilopochtli, que era una gran Naguala Maligna, “agarradora de pantorrillas, embaucadora de gentes, descaminadora de gentes, adormecedora de gentes, que hace comer culebras…, y tecolotes a las gentes, pues llama a todo ciempiés, arana, y se vuelve hechicera… Muy Grande bellaca — Dice Tezozomoc” (1975, p.28).

Entre los mayas antiguos también había varios tipos de chamanes, empezando por los propios gobernantes, que fueron retratados en las estelas con sus atributos sacerdotales y portando insignias del dios celeste supremo, en nombre del cual gobernaban.
Los textos coloniales quiches y cakchiqueles les llamaban Nawal Winak, “Hombres Naguales”, y describen sus poderes sobrenaturales, como la transformación en jaguares y otros animales, la capacidad de subir al cielo, bajar al inframundo, la posesión de una gran fuerza física y una visión tan aguda y penetrante que les permitía adivinar. Los textos no mencionan sus habilidades curativas ni el uso de plantas sagradas, pero cabe inferir que eran también médicos y que empleaban los alucinógenos como los nahuas. Si se mencionan en cambio, sus rigurosas practicas ascéticas y su envoltorio ritual que era, al mismo tiempo, insignia de su poder.
Este envoltorio contenía huesos de águila, de jaguar y de puma, cabezas y patas de venado, piedras negras y amarillas- seguramente para la adivinación-, plumas de garza, quetzal y azulejo, cola de buitre, tabaco, hongos de piedra y sangrador para el auto sacrificio.,
se mencionan también “hierbas para refrescarse”, que eran seguramente las plantas curativas.
Entre los mayas de Yucatán, en la época de la conquista, los chamanes eran sacerdotes especializados; El Uaiaghon, “Brujo”; El Ah pul yaah, “brujo echador de enfermedad”; el h’men, “mago que se transformaba en animal” que es el que ha pervivido hasta hoy. Y los chilames, que profetizaban en estado de trance, acostados de espaldas en el suelo, tal vez ayudados por el xtabentun “ololiuhqui”. Los chamanes eran médicos y hechiceros, que curaban con sangrías y echaban suertes para adivinar.
Celebraban sus fiestas en el mes Zip; durante ella, sacaban sus envoltorios, que contenían idolillos de las deidades de la medicina “ixchel e itzamna” piedras para echar la suerte (am) y muchos objetos más.

–EPOCA COLONIAL—-

Durante la época colonial, el Nagualismo o Chamanismo fue identificado con la brujería europea por presentar varias ideas afines a ella, entre las cuales estaba la transformación del brujo en animal.
Se lo considero una práctica de una secta perversa y demoníaca importada de Egipto y , así, los conceptos de magia negra y de pacto con el diablo se integraron a las creencias indígenas, en la mentalidad de los conquistadores y después en la de los propios indios.

Pero los ritos chamanicos siguieron realizándose en la clandestinidad, de los cual hay muchos testimonios, gracias a la persecución de que fueron objeto. Así, Jacinto de la serna , Ruiz De Alarcón, Margil De Jesús y Núñez De La Vega, en el siglo XVII formulan precisas descripciones de los poderes de los naguales en el altiplano central y en Chiapas.
En este lugar eran llamados Poxlom “de pox medicina lo cual confirma que practicaban principalmente curaciones ” .
NUNEZ DICE : “.. Nos ha constado que es el demonio, que como pelota o bola de fuego anda en el aire en figura de estrella, con cauda a modo de cometa” (Núñez 1988 p.753).

Los textos afirman que practicaban la medicina y empleaban para las curaciones la confesión de los pecados y “hediondas medicinas” -por ejemplo- algunas brujas yucatecas ponían tlapatl (matul) debajo de la almohada o lo daban a oler para hacer perder el juicio- . También eran nigromantes, hacían magia amorosa y sabían trasladarse a los que margil llama “paraísos fingidos” sitios donde participaban en festines.

–EPOCA ACTUAL—

En las comunidades indígenas nahuas y mayas de hoy encontramos la pervivencia del chamanismo con sus ideas básicas de la capacidad transformadora del chaman y sus poderes de adivinación y de curación.
En los estados de México, Morelos, Puebla y Veracruz, principalmente, pervive la tradición chamanica náhuatl.

Hay diversas especialidades como los graniceros y los chamanes siguen siendo los médicos de las enfermedades del espíritu. En las comunidades mayances, los chamanes ocupan un sitio principal, pues además de curar enfermedades cumplen un importante papel policito-social.
También los chamanes de hoy son elegidos a través de un sueño o una enfermedad, y en ese estado aprenden el oficio de curanderos y adivinos; es decir la iniciación se produce con el espíritu separado del cuerpo.

Los mayas y los nahuas siguen considerando que hay un buen número de enfermedades ocasionadas por energías y seres sobrenaturales.
Pervive también la idea de que las patologías dependen de la conducta de los hombres, quienes al transgredir las normas sociales y morales ocasionan el enojo de los dioses. El castigo puede consistir en que las deidades ancestrales, dejan fuera de su protección al compañero animal y este se queda vagando solo y perdido en el monte, a merced de cualquier ser maligno que puede devorarlo o destruirlo.

Por otra parte, los dioses del inframundo se aparecen a los hombres en forma de seres maléficos, como serpientes, hormigas, arco iris, el Sombreron, la xtabay y el moo-tancaz, que deambulan por las noches para dañar a los hombres con graves enfermedades.
También son causas de enfermedad las influencias del signo del calendario ritual, las alteraciones del equilibrio corporal (por ejemplo, el desacomodo del tipte, órgano rector del funcionamiento del cuerpo” y las emociones fuertes, como el susto, el enojo, la tristeza o la vergüenza(azareo).

Cuando el espíritu se halla separado del cuerpo, es decir en el estado de sueño, o durante el orgasmo, es mucho mas susceptible de contraer enfermedades, pues se encuentra a merced de fuerzas nocturnas y maléficas.
Por ejemplo un muerto puede presentarse en el sueño de su enemigo y enfermarlo de susto.

Los males del espíritu llegan a manifestarse como delirios, afasias , melancolía, irritabilidad, mal erótico, depresión y locura, entre otras formas ;
pero también afectan al cuerpo, que sufre fiebre, hinchazones, dolores, urticarias, ahogos, etc…, capaces de producir incluso la muerte.
La mas común de las enfermedades del espíritu es “la perdida del alma”. Es posible extraviar el alma de diversas maneras, pero sobre todo por “espanto” o “susto”, por un accidente o por “mal echado” por un enemigo. Se piensa que el alma se sale y es capturada por los espíritus guardianes de la tierra, los ríos, los bosques, por los seres del inframundo o por los malos “aires”, que son entidades maléficas con voluntad.

En Tepoztlan, por ejemplo, se cree que los “aires” habitan en las barrancas o los hormigueros-palabras que se emplean indistintamente para indicar sitios malos y peligrosos-, por lo que atacan de preferencia en esos lugares. En las barrancas habita asimismo el arco iris, identificado con serpientes malignas.
También un feto puede perder el alma si la madre sufre un susto; los bebes la pierden con mas facilidad, por no habérseles cerrado todavía la “mollera”. Las almas que se pierden se quedan en el sitio del susto, o en poder del “aire”, o bien se van al inframundo “TLALOCAN”.

Cuando el alma se ha perdido, el cuerpo enferma; los síntomas son falta de apetito, debilidad, depresión, exceso de sueño y sueño agitado. Otro grupo de padecimientos del espíritu lo constituyen los ocasionados por los seres humanos, que se cuentan entre los peores; el más frecuente es el “mal echado” por un brujo, que tiene varias manifestaciones. Por lo general, los brujos echan o envían la enfermedad con formulas mágicas y, además, preparan pócimas venenosas y tienen como aliados a los malos aires, que introducen por los orificios naturales de sus victimas, luego de expelerlos por los suyos.
El “mal echado” incluye toda clase de desordenes psíquicos y locura.
El brujo puede poner cabellos en la garganta o en el estomago de las victimas, lo que les causa la muerte por asfixia o dolor agudo, y puede introducir en el abdomen animales, como ratas, armadillos, lechones, cachorros de perro, sapos, culebras o insectos. Los hechizados experimentan terribles dolores y finalmente mueren.

Los brujos también pueden producir esterilidad por enfriamiento de los genitales, que se cura con vapores de hierbas aplicados de modo directo a esos órganos.
Los brujos pueden, en fin, “cortar la hora”, es decir provocar la muerte tras una lenta agonía, en virtud de que sus aliados, los dioses de la tierra, aprisionan al otro yo animal de la victima y lo mantienen sin alimentos. La persona se va debilitando, sufre vómitos, dolores, hinchazones y por ultimo, muere.

Hay otras alteraciones ocasionadas por hombres con poderes sobrenaturales, aunque involuntariamente, como las que sobrevienen por la “VISTA FUERTE” o por exceso de “CALOR”;
Este es una energía peculiar que se acumula con los anos y la sabiduría; entre los antiguos nahuas, formaba parte del tonalli.
Cuando una mujer esta embarazada, por ejemplo, tiene exceso de calor que puede dañar a otros, sobre todo a los niños.
Las enfermedades producidas por seres humanos, ya sea voluntaria o involuntariamente, son por lo general graves; por eso dicen los tojolabales que “DE POR SI NO HAY PEOR PONZOÑA QUE LA DE LA GENTE”
y precisamente las enfermedades del espíritu son las atendidas por los chamanes, pues su diagnostico y tratamiento rebasa los conocimientos y capacidades de los curanderos comunes.

Los chamanes diagnostican ante todo por la adivinación, de igual forma y con las mismas semillas de sus antepasados prehispánicos. La adivinación realizada mediante la ingestión de substancias alucinógenas ya no es tan común como en la época prehispánica (se conserva entre los nahuas de la sierra de puebla y de la región de tétela del volcán, por ejemplo; Los brujos, echadores de enfermedad también curan, sobretodo los padecimientos que ellos mismos ocasionan, como la locura. Incluso tienen la protección del mismo Santo que cuida a los chamanes buenos: San Pedro. Tanto entre los nahuas como entre los mayas. Ellos conocen los ritos, las formulas mágicas y las “contrahierbas”.
Cuando fracasa un Chaman se consulta al brujo, que posee mas recursos. Las ceremonias curativas son diversas y complejas, pero incluyen siempre la quema de Copal, que es uno de los alimentos de los dioses; oraciones donde se pide el perdón y la devolución de la salud o del alma perdida. Exhortaciones al cuerpo enfermo para que se cure o al alma para que regrese, y el uso de velas , flores, y alimentos.
Muchas veces se mata una gallina o un pollo negro, que se entrega a los dioses a cambio del alma.
Los ritos se realizan en casa del paciente, en el lugar donde se perdió el alma, visitando en peregrinación diversos altares de las montanas sagradas o en los campos y cuevas. Además de las oraciones y conjuros, se hacen sobadas, barridas, sopladas, baños y sangrías; también se chupa el mal, como se hacia en la época prehispánica, y se aplican o dan a beber medicamentos.
A veces la curación solo se logra con el alma separada del cuerpo, es decir durante el sueño o en estado de trance extático; para logra este ultimo, se da a beber al paciente un alucinógeno, como se hace en Tétela del Volcán. Todas estas creencias y prácticas médicas, aunque incluyan oraciones cristianas y muchos elementos nuevos, son en esencia de tradición prehispánica y concuerdan con la concepción indígena del mundo y de la vida que de un modo u otro ha pervivido.

EL TEXTO ANTERIOR ES UN FRAGMENTO DE UN ESTUDIO REALIZADO POR MERCEDES DE LA GARZA (EXDIRECTORA DEL MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA DE MEXICO )

Es parte de un artículo publicado en la revista de la universidad nacional autónoma de México en su número 572 de fecha septiembre/1998

> Señores y vasallos mexica

> Señores y vasallos mexica
Época: Vida cotidiana
Inicio: Año 1492
Fin: Año 1600
Antecedentes
Vida cotidiana en la América del siglo XVI

A la llegada de los españoles, la sociedad mexica había experimentado en un corto lapso de tiempo el paso desde una sociedad tribal hacia un estado centralizado, dotado de una compleja estructura social. En dicha transformación algunos elementos permanecieron o apenas evolucionaron, mientras que otros cambiaron su fisonomía radicalmente o bien surgieron de la nada. Uno de los primeros es la familia, cuya estructura era básicamente patrilineal y monogámica, si bien existían algunas excepciones, como casos de poliginia entre las capas altas de la sociedad. La esposa se incorporaba al casarse al “calpulli” (división político territorial) de su marido, debiendo casar de nuevo con el hermano de su esposo en caso de que éste falleciera. Además, sólo los hijos varones heredaban, favoreciendo así la unidad de los calpulli. Los matrimonios eran concertados y fruto de una larga negociación entre los padres de los contrayentes, en las que era frecuente la mediación de un sacerdote, quien auguraría la conveniencia o no de la unión. Además, unas ancianas celestinas o “cihuatlanque” ejercían de intermediarias.. Los requisitos para la unión eran que el joven hubiera acabado sus estudios en el “telpochcalli” y hubiera alcanzado el estatus de guerrero, esto es, haber conseguido capturar un prisionero, en caso de ser noble. Si el joven pertenecía al estamento dominado, “macehualtin”, sólo se le requería tener un oficio con el que sustentarse él y su familia. A la joven, en ambos casos, se le pedía saber cocinar y tejer, tareas a las que se dedicará el resto de sus días. El desposorio se oficiaba en casa del novio al atardecer. La novia se preparaba durante la tarde, bañándose y acicalándose, embelleciendo sus brazos y piernas con plumas rojas y pintándose la cara de amarillo. Un cortejo la llevaba hasta el lugar de celebración, donde se sentaba en una estera en compañía del novio. Entonces se producía el ritual: intercambian vestidos, se anudan las puntas de sus mantos, se rocían de copal y se dan de comer mutuamente. Tras la ceremonia, y mientras el resto de invitados bailan, cantan y comen, los novios se instalan en la habitación nupcial, donde deberán orar durante cuatro días sin consumar la unión, sacrificando sangre y ofrendas a los dioses. El quinto día, tras bañarse en el “temascal” y recibir la bendición de un sacerdote, el matrimonio se considera consumado. El divorcio está permitido en función de la carencia de aptitudes de la mujer para desempeñar sus tareas domésticas, entre las que se incluye la de tener hijos, si bien el juez media entre los esposos para intentar evitar la separación. El hecho de que el divorcio sea posible hace que los casos de adulterio se castiguen con sumo rigor, llegando incluso a la muerte. Los matrimonios entre contrayentes nobles se acompañan además de concubinas, por lo que alcanzan un gran número de hijos. Sin embargo, de estos sólo son considerados legítimos los que son fruto del matrimonio principal. La siguiente división social en la que se insertaba el individuo era el “calpulli”, una agrupación de personas que atendía a varios factores, como el parentesco, la división tribal, la organización política y religiosa y la posesión de la tierra. Cada calpulli tenía un dios y un templo propio y una casa de hombres jóvenes solteros, “telpochcalli”, donde recibían educación. Además, los guerreros de cada calpulli se organizaban de manera particular. El jefe del “calpulli”, llamado “calpulec”, era siempre miembro de una familia concreta y organizaba la distribución de tierras, ostentando la representación grupal y estando asesorado por ancianos. La sociedad mexica se hallaba fuertemente estratificada, observándose diferentes niveles dentro de una jerarquía. El principal lo ocupan los “tlatoque”, jefes o señores que gobiernan sobre una provincia o ciudad. El máximo de estos es el “huey tlatoani” (gran orador), señor de Tenochtitlan. El “tlatoani” tenía poder en todos los ámbitos, siendo un cargo hereditario, siendo el elegido designado por un Consejo, como ocurrió en los casos de Axayacatl, Tízoc o Ahuítzotl, de entre los hermanos del fallecido o de entre los hijos de la mujer legítima. El segundo nivel lo ocupa la nobleza, denominada genéricamente “teteuctin”. El “tecuhtli” o señor principal era designado de forma vitalicia y no hereditaria, aunque el “tlatoani” generalmente designaba a su primogénito como sucesor. Era un cargo de tipo militar, administrativo y judicial. Su casa, “teccalli”, forma un grupo social que agrupa al linaje del señor. Los nobles son un estamento formado por los hijos de los “tlaloque” y de los “teteuctin”, es decir, aquellos que no desempeñan cargo alguno pero que por nacimiento se encuadran dentro de la aristocracia. Estos “pipiltin”, si bien en principio no reciben tributo, sí pueden alcanzar ese estatus si contraen los méritos suficientes por medio de la guerra. Su función social es ejercer de funcionarios estatales, sobre todo como embajadores, recaudadores de impuestos o al servicio del tlatoani. Se les asignaba, además, una cantidad de tierras heredadas y trabajadores. Su dignidad social les suponía, sin embargo, mayores obligaciones, siendo más duramente castigados en caso de cometer alguna falta. Parte de los privilegios los perdieron durante el mandato de Itzcóatl, no recuperándolos hasta la llegada al poder de Motecuhzoma II Xocoyotzin. Otro tipo de nobles adquieren su condición por méritos; son los llamados “quauhpipiltin”, procedentes del común destacados en la batalla. Su estatus les otorga tierras y acceso a cargos administrativos, como formar parte del consejo de guerra del “tlatoani”. La mayor parte de la población pertenece al común; son los plebeyos o “macehualtin”. Encuadrados en el “calpulli”, deben tributar a las clases dirigentes. Una clase inferior o paralela a ésta – los autores no concuerdan- son los “mayeque” o braceros, trabajadores agrícolas asignados a la casa de un señor, a quien deben además tributar con agua y leña. El último estrato lo constituyen los “tlacotin”, esclavos o peones, condición temporal que se alcanzaba por deudas, por un acto de guerra o como castigo a determinados delitos. Dueño y esclavo establecían una especie de contrato para desarrollar un trabajo determinado, lo que no impedía al esclavo poseer o adquirir bienes o incluso otros esclavos. A veces eran los mismos padres quienes, acuciados por la necesidad, vendían a sus hijos. La venta de esclavos se realizaba en el mercado, resultando libre aquél individuo que podía escapar y atravesar sus puertas, refugiándose en Palacio. También podían ser voluntariamente liberados por su dueño o casar con la viuda de éste. Algunos cronistas como Durán, Sahagún y Motolinía nos han dejado muy bien documentada la vida cotidiana mexica. Sabemos que el embarazo y el momento del parto eran objeto de cuidados especiales, desempeñándose un ritual complejo que alejaba a los implicados del peligro. El recién nacido era bañado en el “temazcal” utilizando plantas medicinales, mientras la partera recitaba largos discursos moralizantes. La suerte del niño era averiguada con ayuda del libro de los destinos o “tonalamatl”, y venía determinada por su fecha de nacimiento. El adivino conocía así la profesión futura del niño e incluso el modo en que morirá, siendo por ejemplo los nacido en la fecha 1 calli propensos a morir de manera violenta. La forma de contrarrestar los malos augurios es hacer sacrificios a Huehuetéotl, dios del fuego, lavando al niño cuatro veces la cabeza y arrojando alimentos al fuego sagrado. La enfermedad dio lugar a una complicada terapéutica, basada tanto en el uso de medicinas naturales como de un complejo ritual. El “temazcal” era el remedio más usado, con fines higiénicos y ceremoniales. La muerte, como en cualquier sociedad, era un momento de especial significación. Antes de llegado el momento se hacía necesario realizar una confesión ante la diosa Tlazoltéotl, la comedora de inmundicias, lo que aseguraba la inmunidad por los pecados cometidos. La manera de morir determinaba el destino del cuerpo: los ahogados o gotosos eran enterrados; las parturientas recibían sepultura en el patio de un templo, mientras que el resto era incinerado. Con respecto a la educación, si bien todos los individuos recibían una misma educación básica, entre los 5 y los 9 años, a partir de esta edad se separaban en función de su clase social. Los hijos de “macehualtin” se educaban profesionalmente entre los 10 y los 12 años, lo que les daba derecho a usa el “maxtlatl”, la prenda masculina que los identificaba como adultos. A partir de los 15 años acudían al “telpochcalli” o escuela de barrio, donde se les instruía en la guerra. Los hijos de los nobles, por el contrario, podían acudir a dos tipos de escuelas: el “telpochcalli”, donde recibían educación carácter militar hasta los 22 años, y el “calmecac”, que formaba administradores, políticos y sacerdotes. En ambos casos se obligaba a los jóvenes a llevar una vida austera y sacrificadas, donde algunos actos eran especialmente castigados. Así por ejemplo, la embriaguez se condenaba con la muerte, persiguiendo el objetivo de formar a los jóvenes en una moral puritana y abnegada al servicio del estado mexica.

BIBLIOGRAFÍA PARA LA INVESTIGACIÓN DE LA CULTURA MEXICA.

BIBLIOGRAFÍA PARA LA INVESTIGACIÓN DE LA CULTURA MEXICA.

Por. Arqlgo. Marco Cervera Obregón.

INTRODUCCIÓN.

El año de 1521 marcó el inicio del fin de un pueblo que en poco más de un siglo se transformó de ser una sociedad conquistada en una sociedad conquistadora. Tradicionalmente a este pueblo se le ha denominado como aztecas sin embargo sabemos que este término no es el correcto pues el nombre que ellos realmente se daban era el de mexicas, los seguidores de Mexi mejor conocido como Huitzilopochtli.

Hasta el momento el pueblo azteca o mexica es el mejor conocido en toda la historia prehispánica mexicana debido sobre todo a la gran cantidad de información con que contamos para su estudio. Fuentes escritas, documentos pictográficos (Códices) las evidencias arqueológicas y la información que proporciona la antropología física y la lingüística se conjugan para dar un basto conglomerado de elementos que permiten conocer a los investigadores de muy diversas disciplinas la historia el arte y arqueología del pueblo mexica.

La presente bibliografía es producto del Seminario Mexica impartido por el Dr. Leonardo López Luján en la Escuela Nacional de Antropología e Historia durante el año de 1998. Posterior a este me ví en la tarea de complementarla y actualizarla con efecto de poder utilizarla durante mis investigaciones y asesorías a diversos colegas y amigos además de poder presentarla a mis alumnos de la Cátedra de Cultura Mexica en la Universidad Nacional Autónoma de México. Cabe destacar que esta bibliografía es tan solo una aproximación a las fuentes de investigación más importantes a las cuales las nuevas generaciones de investigadores puedan acercase. Figuran en la misma algunos de los trabajos y autores que de forma particular han desarrollado investigaciones en temas concretaos relativos a la cultura mexica. La bibliografía ha sido dividida por temática un tanto en acuerdo al plan de trabajo del Seminario Mexica de la ENAH en combinación con el Seminario de Cultura Mexica de la ENEP Acatlán impartido por quien esto suscribe.

En esta bibliografía figura el nombre de los principales exponentes de la investigación mexica desde los conquistadores del siglo XVI, pasando por los frailes como Bernardino de Sahagún hasta los investigadores modernos que inician con la labor netamente científica de interpretación como don Antonio de León y Gama. La participación de los diversos representantes de la investigación moderna y sus obras en materia del mundo mexica figuran también en esta bibliografía por ello nombres como el de: Ángel María Garibay, Miguel León Portilla, Alfredo López Austin, Pedro Carrasco ,Robert Barlow, Eduard Calnek, Nigel Davies, H.B. Nicholson, Ross Hassig, Eduardo Matos, Felipe Solís, Leonardo López Luján, Elizabet Hill Boone, entre otros tantos son algunos de los autores fundamentales para el mejor acercamiento a esta importante civilización.
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Las artes y las ciencias prehispánicas Toltecáyotl, el conjunto de las artes y

Las artes y las ciencias prehispánicas

Origen del arte nahua

Los grupos prehispánicos que habitaron el Valle de Anáhuac se decían descendientes de los toltecas, los cuales influenciaron a los pueblos de su época y también a los posteriores, después de desaparecer misteriosamente.

Para exaltar su pasado glorioso, las culturas prehispánicas mexicanas con frecuencia hablaban de los tiempos idos como algo maravilloso donde tuvo su origen la Toltecáyotl, es decir, el conjunto de las artes y los ideales de los toltecas que también se cultivó en las ciudades de Huexotzinco, Chalco y Texcoco en los siglos XV y principios del XVI de nuestra era.

Cuando fray Bernardino de Sahagún llegó a la Nueva España escuchó de sus informantes indígenas las narraciones sobre el pasado floreciente de Tula, la ciudad principal de los toltecas, quienes construyeron soberbias casas y palacios con columnas de serpientes, incrustaciones de mosaicos de turquesa, pulidos y cubiertos de estuco. Habían sido los toltecas gente sabia y sensible al canto y a la poesía, fue así que la palabra toltécatl llegó a significar “artista” en lengua náhuatl.

Los artistas nahuas, herederos de la gran tradición tolteca, tenían su propia concepción acerca del arte, ésta se resumía en “la flor y el canto de las cosas”, es decir, el simbolismo que se expresa con una visión profunda y humana. Era necesario que el artista “dialogara con su propio corazón”.

Por la Colección de Cantares Mexicanos, se sabe que en las sociedades nahuas había reuniones de danzantes, cantores y poetas; Ixtlilxóchitl refiere en la Historia Chichimeca que existían academias literarias, musicales y de canto, parecidas a las de ahora, donde los distintos artistas recibían educación especial. Había: músicos, pintores, poetas, alfareros, orfebres y artistas plumarios, entre otros.

La poesía. Era común que los gobernantes del México prehispánico también desempeñaran la función de poetas y sacerdotes. La poesía náhuatl, a través del canto, estaba íntimamente ligada al sacerdocio, nada tenía que ver con el papel político del gobernante.

La pintura. Los tlahcuilos o pintores eran los artistas más importantes de la cultura náhuatl, pues hacían los códices y los murales y eran conocedores de las diversas formas de escritura náhuatl.

El arte plumario. Los amantécatl eran artistas que se encargaban de confeccionar exquisitos abanicos, penachos, mantos y cortinajes; para ello utilizaban plumas finas de distintas aves muy preciadas por los indígenas, sobre todo por los nobles.

La alfarería. Amasar el barro para que éste tomara la forma de cualquier figura era la tarea de los zuquichiuhqui, quienes con gran sabiduría transformaban la tierra. Los alfareros, dialogando con su propio corazón “hacían vivir las cosas”.

La orfebrería. Los artistas del oro y la plata fundían estos metales con carbón y cera para diseñar sus modelos, generalmente inspirados en seres vivos, es decir, imágenes en movimiento.

La escultura. Estaba ligada a los grandes conjuntos y construcciones arquitectónicas que florecieron en el México antiguo. Las principales creaciones consistieron en altares, yugos, palmas y cabezas colosales. La escultura está considerada entre las mejores manifestaciones de las culturas prehispánicas, como muestra están la Piedra del Sol o Calendario Azteca, el Océlocuauhxicalli y la Coatlicue.

La música. Antes de la llegada de los conquistadores, los pueblos del Valle de México –sobre todo los aztecas– habían alcanzado una evolución musical que seguía en ascenso, aunque en la actualidad no ha sido posible encontrar algún códice o clave que informe cuál pudo ser el aspecto melódico, rítmico o estructural.

La danza. Tenía un sentido profundamente religioso y mágico; cualquier error en su ejecución demeritaba su propósito y constituía una ofensa al bienestar público. Por otra parte, había danzas de placer expresamente para los festejos personales. Se tiene conocimiento de la existencia de academias de danza en Tenochtitlan, Tlacopan y Texcoco, mismas que gozaban de notoria importancia dentro del Estado. Dichas escuelas se llamaban mixcoacalli (“casa de la Vía Láctea”) y a ellas concurrían los alumnos, generalmente jóvenes, quienes eran instruidos, separados en cuartos para hombres y mujeres, en el arte del movimiento artístico corporal.

Las ciencias prehispánicas
Hay quienes afirman que, en general, el nivel intelectual de la Europa del siglo XV, en muchos aspectos era menor con relación al desarrollado por las civilizaciones de América. De haber preservado la metodología y los conocimientos indígenas, es probable que hubieran contribuido al enriquecimiento de las ciencias europeas; por el contrario, fueron destruidos y por lo poco que sobrevivió, es como se conocen algunos aspectos de las ciencias prehispánicas.

La medicina. Después de la Conquista Bernardino de Sahagún a través de unos doctores indígenas de Tlatelolco, obtuvo informes sobre la medicina mexicana, en particular, de algunas curaciones.

Los conocimientos del médico o curandero se transmitían de generación en generación, de padre a hijo o de madre a hija, para esta disciplina existía un idioma propio que solamente los “iniciados” conocían.

En la cirugía y patología externa, los médicos prehispánicos utilizaban métodos semejantes a los de nuestros días. Para las fracturas y luxaciones usaban emplastos que endurecían sobre la parte del cuerpo afectada, asimismo hacían entablillamientos. Las sangrías eran las operaciones de pequeña cirugía que se practicaban aunque muchas veces tenían fines religiosos más que medicinales; las hacían de dos maneras: ya sea locales, usando las púas huecas de huitztlacuatzin (puerco espín americano) o las de maguey; o bien las generales, verdaderas sangrías muy apreciadas entre ellos.

En la odontología tuvieron un avance considerable: curaban las caries rellenándolas con una pasta a base de raíces, zumo de hojas o polvos que eran usados como sedantes.

Respecto a la medicina interna, obtuvieron también avances importantes. Reconocieron las enfermedades infecciosas como el matlalzáhuatl (tifo), fiebres eruptivas, intermitentes, de la piel, parasitarias, etc. Asimismo, tenían prácticas muy avanzadas en obstetricia.

Cabe señalar que el tratamiento médico para las curas de pacientes estuvo respaldado por una excepcional botánica que contribuyó al enriquecimiento de la farmacéutica prehispánica, que todavía perdura en algunas poblaciones indígenas.

Las matemáticas, la astronomía y la cronología. Los pueblos nahuas mostraron excepcional genio matemático al inventar una serie de signos que conforman la expresión numérica o cronológica más singular en toda la historia de las ciencias exactas. La época y el lugar de invención son desconocidos; varios de esos símbolos han aparecido unidos a formas elementales de contabilidad.

Los antiguos astrónomos mexicanos dejaron testimonio de un gran número de cálculos que integran interciclos lunisolares y planetarios de singular precisión que necesitan para ser comprobadas las cifras astronómicas modernas, con cuatro y hasta con ocho decimales.

Por medio de datos que han sido rescatados –aunque incompletos– se ha podido reconstruir el sistema cronológico-astronómico de los pueblos indígenas. Sin embargo, lo más importante radica no sólo en lo que se podría definir como concepción geometrizada del tiempo, en cuanto a la correlación de las cinco unidades calendáricas utilizadas —260, 360, 364, 365 y 365.2421987— sino en la naturaleza cósmica del sistema cronológico indígena. Sin lugar a dudas, La Piedra del Sol o Calendario Azteca es el ejemplo más importante de la medición del tiempo en el mundo indígena prehispánico.

Canto de primavera*
En la casa de las pinturas
comienza a cantar,
ensaya el canto,
derrama flores,
alegra el canto.

Resuena el canto,
los cascabeles se hacen oír,
a ellos responden
nuestras sonajas floridas.

Derrama flores,
alegra el canto.

Sobre las flores canta
el hermoso faisán,
su canto despliega
en el interior de las aguas.

A él responden
varios pájaros rojos,
el hermoso pájaro rojo
bellamente canta.

Libro de pinturas es tu corazón,
has venido a cantar,
haces resonar tus tambores,
tú eres el cantor.

En el interior de la casa de la primavera,
alegras a las gentes.

Tú sólo repartes
flores que embriagan,
flores preciosas.

Tú eres el cantor.

En el interior de la casa de la primavera,
alegras a las gentes.

Amantécatl
El buen artista de las plumas:
hábil dueño de sí,
de él es humanizar el querer de la gente.

Hace trabajos de plumas,
las escoge, las ordena,
las pinta de diversos colores,
las junta unas con otras.

El torpe artista de las plumas:
no se fija en el rostro de las cosas,
devorador, tiene en poco a los otros.

Como un guajolote de corazón amortajado,
en su interior adormecido,
burdo, mortecino,
nada hace bien.

No trabaja bien las cosas,
echa a perder en vano cuanto toca.

Tlahcuilo
El buen pintor: entendido,
Dios en su corazón,
que diviniza con su corazón a las cosas,
dialoga con su propio corazón.

Conoce los colores, los aplica, sombrea.

Dibuja los pies, las caras,
traza las sombras, logra un perfecto acabado.

Como si fuera un tolteca,
pinta los colores de todas las flores.

Zuquichiuhqui
El buen alfarero:
pone esmero en las cosas,
enseña al barro a mentir,
dialoga con su propio corazón,
hace vivir a las cosas, las crea,
todo lo conoce como si fuera un tolteca,
hace hábiles sus manos.

El mal alfarero:
torpe, cojo en su arte,
mortecino.

* Ms. Romances de los señores de la Nueva España, trad. Miguel León Portilla, Trece poetas del mundo azteca.

Fuentes consultadas

Álvarez, José Rogelio. Enciclopedia de México, tomo.I. México, 1977, 607 pp.
Alvelais Pozos, Luis. Los cantos de Nezahualcóyotl. Instituto Mexiquense de Cultura, Primera edición: 1993, México, 140 pp.
Clavijero, Francisco Javier. Historia antigua de México, Editorial del Valle de México, México, 1991, 521 pp.
León Portilla, Miguel. La filosofía estudiada en sus fuentes. Prólogo de Ángel María Garibay. Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1993, 463 pp.
Martínez López Bago, Mario. Esplendor del México Antiguo. Editorial del Valle de México, México, 1988, 140 pp.

EL TIEMPO COMO ATRIBUTO DE LOS DIOSES

Miguel León Portilla (México 1926), reconocido investigador de la cultura náhuatl, es autor entre otros estudios de: La Filosofía Náhuatl, U.N.A.M., México 1966. El Reverso de la Conquista, J. Mortiz, México 1970. Visión de los Vencidos, U.N.A.M., México 1969. Toltecáyotl. Aspectos de la Cultura Náhuatl, F.C.E., México 1980. Los Antiguos Mexicanos, F.C.E., México 1970. México Tenochtitlan, su Tiempo y Espacio Sagrado, INAEH., México 1978. El presente texto constituye el capítulo III de su obra Tiempo y realidad en el pensamiento maya, publicada por vez primera en 1968 (Universidad Nacional Autónoma de México) y reeditada en 1986 incluyendo un Apéndice con nuevas aportaciones.

EL TIEMPO COMO ATRIBUTO DE LOS DIOSES
MIGUEL LEON-PORTILLA

Hemos visto que kinh, sol, día, tiempo, tiene para la conciencia maya un carácter divino. El día y los ciclos que integran el tiempo existen por obra del viejo rostro con ojo solar, la guacamaya de fuego que asciende, la deidad jaguar o el perro que marcan el ocultamiento y el viaje por las regiones obscuras del inframundo. En su incansable ir y venir por los caminos del universo, kinh, el tiempo, trae consigo la gama de atributos e influencias inherentes a los distintos periodos y a los momentos que se consignan en las inscripciones y los códices. A través de los grandes “soles” o edades del mundo, los días y las veintenas de días, los años, las veintenas de años y las cuentas de todos los ciclos posibles, llegan con sus cargas que es necesario conocer para poder prever sus influjos.

Los sabios mayas, dueños de los módulos para pensar las medidas del tiempo, expresan sus cómputos combinando numerales con los distintos glifos del día y del mes dentro de “la cuenta larga”, o por medio del signo solar de Ahau y de su correspondiente guarismo en el caso de los ciclos o “ruedas de los katunes”. Por ello precisamente los veinte glifos de los días y los dieciocho de los meses, mi como los distintos numerales, plenamente identificados en las estelas y los códices, son la clave para penetrar más cabalmente en el mundo de las connotaciones que tiene para ellos el tiempo. Como en el caso de kinh, igualmente los numerales y los otros glifos, expresión de sus distintos periodos, tampoco son meras entidades abstractas, sino todo lo contrario, rostro y personificación sobrenatural de los elementos buenos y malos que sin interrupción actúan en el mundo.

Los días, escribe Thompson, son seres vivientes. Son fuerzas personificadas a las cuales los mayas dirigen sus devociones. Su influencia permea todas las formas de actividad y todos los momentos de la vida. Son en verdad auténticos dioses.1

Imposible sería hacer un estudio del panteón de los mayas o de su pensamiento teológico sin conceder atención principal a todas estas deidades de los distintos periodos, así como a la complejidad de sus relaciones a través de los cómputos cronológicos. Podría incluso pensarse que aquí precisamente se encuentra el meollo de la concepción maya de la divinidad y del mundo. Por esto en los varios intentos llevados a cabo para identificar y correlacionar a los dioses, ha sido decisivo el esclarecimiento de la simbología de estos glifos.

Por lo que toca en particular a los números, fundamentalmente interesan los que van del uno al veinte, o si se quiere, del uno al diecinueve, más el signo de “completamiento”, el “cero” de los mayas. Por ser un sistema vigesimal el de esta cultura, éstos son obviamente sus guarismos básicos. Y vale la pena recordar que, gracias a los ya citados estudios comparativos de las lenguas mayances, sabemos que los nombres de estos números en los distintos idiomas muestran un mismo origen y obvias semejanzas que en algunos casos son identidad.2 Buena prueba tenemos en esto de la antigüedad, no ya sólo del sistema vigesimal entre los mayas, sino también de la conceptuación misma de sus guarismos, expresados con vocablos afines y por medio de glifos con vigencia también universal.

Revelador es el análisis de las variantes glíficas de los numerales. Por una parte están, como su forma más frecuente de representación, los puntos que expresan unidades y las barras como signos de cinco. Aun en este primer sistema hay connotaciones dignas de tomarse en cuenta: por medio de colores se apunta a las distintas aplicaciones de los numerales. Los acompañantes o “portadores” de los días aparecen pintados de rojo; los de los meses son negros. Pero, como lo nota el tantas veces citado Thompson:

“Los mayas con su actitud mística respecto de los números, no estuvieron satisfechos con representarlos tan sólo por medio de puntos y barras. En muchos textos, aunque pocas veces en el Dresde y nunca en los otros códices, los números están expresados por figuras de dioses, cuyos rasgos y atributos son la clave para identificar el numeral.”3

A partir sobre todo de las investigaciones de J. T. Goodman, se ha logrado identificar las figuras de cada uno de estos “dioses de los números”, los portadores de las cargas de tiempo.4 Justamente su identificación y el estudio de sus relaciones con las deidades de los días, los meses y los otros periodos, así como con la simbología en general del panteón maya, ha hecho posible no sólo la elucidación de buena parte de estos complejos sistemas cronológicos, sino también toda una serie de reflexiones acerca de la significación más profunda que tuvo para la conciencia maya el tema del tiempo.5

Es en las inscripciones de la época clásica donde mejor se refleja el antiguo pensamiento acerca de la sucesión interminable de los ciclos de tiempo con rostro y figura de dioses. A través de las edades cósmicas, ha renacido la existencia gracias a kinh, deidad, sol, día, tiempo. Por esto el hombre conoce y se acerca a los dioses como portadores de los distintos periodos: sus rostros son la significación viviente del tiempo. Situados los sabios mayas en su peculiar universo teñido de sentidos y relaciones mitológicas, cada momento es para ellos manifestación de fuerzas, favorables o adversas, pero siempre con rostro de dioses. Como en un escenario siempre cambiante, los dioses del día y la noche, los de los meses y los números, las deidades de todos los ciclos de tiempo, son los actores en este universo en que literalmente hay entradas y salidas que determinan los destinos y llevan consigo la vida, y la muerte.

La antigua simbología consigna los rostros con los cuales hacen su entrada los dioses que a la vez son el tiempo, porque éste es su atributo y su carga. Los sacerdotes computando periodos de tiempo, buscan predecir cuál será la correspondiente actuación de los dioses, el destino inherente a cada momento-deidad.

Para acercarnos un poco al meollo de esta peculiar concepción parece indispensable recordar antes lo más significativo de los atributos de los principales dioses-periodos-de-tiempo, los personajes del drama en el universo de los antiguos mayas. Atenderemos primeramente a la serie de cada uno de los kinh, los veinte días-dioses que después habremos de relacionar con las deidades de los números, las de los meses, los años y las veintenas de años o sea los katunes. Al referirnos a los veinte dioses de los días, emplearemos los términos calendáricos del maya de Yucatán, como designación la más usual, pero nos fijaremos sobre todo en el simbolismo expresado en las inscripciones y glifos. Aunque no hay concordancia en todos los vocablos que expresan sus nombres en los distintos idiomas mayances, sí puede afirmarse, como lo han mostrado varios estudiosos, que existe afinidad en las connotaciones de varios de los términos con que se designa a un mismo día o mes.6

Imix, el primero de los días, connota la deidad monstruo de la tierra, raíz de donde todo procede. Entre sus símbolos están la flor de loto, la cabeza de una especie de dragón o el ofidio fantástico desprovisto de quijada inferior y con una protuberancia colgante por nariz. A continuación viene Ik, el viento y la vida, voz y concepto con vigencia en todos los grupos mayances. Ik introduce al dios de la lluvia. Akbal es la tiniebla, connotación del inframundo, y del jaguar, el sol nocturno que lo recorre. Kan es el signo del joven-dios del maíz, señor que trae consigo abundancia. Chicchan es la serpiente celeste y también las cuatro deidades con aspecto de ofidios que moran en lo alto, por los cuatro rumbos del mundo, y hacen bajar la lluvia. Cimi, como lo muestran sus atributos, es el día del dios de la muerte. Manik con la representación de una mano, trae consigo al dios de la caza. Lamat es el signo del señor de “la estrella grande” o sea del planeta Venus. Muluc, bajo la influencia del mítico pez Xoc, tiene por símbolo el jade y el agua y es un aspecto de las deidades de la lluvia. Oc se presenta con cabeza de perro. Su figura guía, una vez más, al sol en su viaje por las regiones del oscuro inframundo. Chuen hace su entrada como otro aspecto de la divinidad solar. Con rostro de simio aparece como “el gran artista”, protector del saber y las artes. Eb muestra su rostro con prominente mandíbula. En combinación con Cauac, es signo que evoca al dios que envía las lluvias dañinas. Ben es el señor que fomenta el crecimiento de la planta del maíz. Ix es reiterada aparición del dios jaguar en relación con la tierra y el mundo de abajo. Men introduce el rostro anciano de la diosa lunar. Cib con el glifo en forma de concha, o con la variante del rostro que recuerda al dios jaguar, entra en probable relación con los cuatro Bacabes que sostienen al mundo y son asimismo patrones de los agricultores. Caban es la joven diosa de la tierra, del maíz y también de la luna, deidad joven y anciana a la vez. Etz’nab tiene por signo lo que parece ser el emblema del dios de los sacrificios, la navaja o cuchillo de obsidiana afilada. Cauac es el día de los “dragones” celestes, deidades de la lluvia y la tempestad. Su signo recuerda al de otros días, en particular al de Chicchan. Finalmente, el último signo de los días, el vigésimo, es Ahau, presencia radiante del sol, manifestación de kinh que confirma que él mismo, el postrer día que marca los katunes, no sólo es un rostro divino, sino señor y raíz misma del tiempo7 (figura 1).
ejemplos de glifos mayas de los días.
Figura 1. Los glifos de los días en las inscripciones y en los códices. Ejemplos de formas simbólicas y de rostros o personificaciones.
a) Cimi: Copán, pectoral de una estatua; Tikal, alt. 5; Dresde l2a; Landa.
Oc: Uaxactún, fresco G 1; Yaxchilán L; Dresde 45a; Madrid 45a.
e) Eb: Placa de Leiden; Quiriguá C.; Dresde l2a; Madrid 13b.
d) Ahau: Copán M.; Chichén 5; Dresde 24; Chumayel.
(Fuente: Thompson, Maya HíerogIvphic Writing)

En resumen, los días traen consigo los atributos y rostros de las principales deidades del antiguo panteón de los mayas. El sol, kinh, el regente supremo del tiempo, aparece seis veces, en los días 39, 109, 1 1º 149, 16º y 209 de la serie, con máscaras de jaguar, de perro y de simio o como águila y “Señor” bajo el signo de Ahau. La deidad o deidades de la lluvia, en relación con el viento o bajo el símbolo de los ofidios y los dragones celestes, se presentan cinco veces en los días que ocupan los lugares 2º, 5º, 99 y 12º y penúltimo. La efigie del joven dios del maíz, ideal de belleza entre los mayas, se nos muestra dos veces (días 4º y 139). Otras tantas aparece la diosa joven y anciana de la luna que también fomenta el maíz y es venerada como señora de la tierra (días 159 y 17º). La tierra misma, el monstruo divino del cual todo nace, es precisamente el primer rostro de la serie de los días. Finalmente encontramos a las deidades de la muerte, de la caza, de la “estrella grande” y de los sacrificios en los días 69, 79, 89 y 189 respectivamente.

Si confrontamos ahora los rostros de los dioses-días, con los de las deidades de los números encontramos, más allá de las diferencias y de otros complejos de símbolos, varias de las mismas figuras ya conocidas, las personas divinas del drama que tuvo por tema el significado del tiempo en el universo que pensó para sí el hombre maya. Atendiendo a los rasgos principales connotados por la simbología de los numerales, portadores de las cargas de tiempo, puede ofrecerse, a modo de resumen, el cuadro siguiente:

Hun, el 1; ca, el 2; y ox el 3, aparecen como tres rostros jóvenes. El del uno es la diosa de la luna, la misma bajo cuyo patrocinio está el mes Kayab. El dos es el señor de los sacrificios, relacionado con la deidad del día Etz’nab. El tres con el símbolo Ik, es divinidad del viento y la lluvia.

Los rostros del 4, can, y del 5, ho, se hacen presentes con aspecto de ancianos. El cuatro es kinh, el sol viejo, relacionado con el día Ahau. El cinco es la deidad del interior de la tierra., el dios Mam, el mismo del día Imix.

El 6, uac, y el 7, uuc, ostentan ambos nariz roma. El seis, relacionado con el dios B, es señor de las lluvias y las tempestades. El siete es el dios jaguar, deidad del inframundo, con el símbolo de la noche.

Una vez más encontramos los rostros jóvenes, el del 8, uaxac, y el del 9, bolon. El ocho es el dios del maíz. El nueve es el dios serpiente, Chicchan.

El 10, lahun, es el rostro de la deidad de la muerte. El 11, buluc, tiene por signo característico el de caban, la tierra. Es el mismo dios que gobierna el día Manik, el del venado y la caza. Es el señor de la tierra y el monte. El 12, laca, es otro dios más de rostro joven con el signo del cielo y en relación estrecha con el planeta Venus. Oxlahun, el 13, además de aparecer algunas veces como suma de los atributos de los rostros del 10 y del 3, se presenta como deidad acuática que guarda semejanza con la que preside el día Muluc. Los numerales siguientes, del 14 al 19, no ocultan la fusión de rasgos, variantes del rostro del 10 con elementos que corresponden a las deidades del 4 al 9. Finalmente el cero o signo de completamiento, además de sus otras formas simbólicas, entre ellas la concha, se presenta también bajo la figura de un rostro con rasgos que connotan la imagen del dios de la muerte (figura 2).
Deidades mayas de los números 4, 6 y 9.
Figura 2. Deidades de los números.
a) El número 4: en Copán 15, Cruz Foliada, Palenque, Halakal 1.
El número 6: en Piedras Negras 12, Quiriguá A, Palenque 36 G 1.
c) El número 9: Yaxchilán L 48, Piedras Negras L 3, Dresde 70.
(Fuente: Thompson, Maya Hieroglyphic Writing)

La serie de los dieciocho uinales (veintenas de días), es igualmente un desfile de rostros, muchos de ellos ya conocidos, aunque ahora aparezcan con otras variantes. En vez de describir los signos de cada uinal en su secuencia cronológica, desde el primero hasta el decimoctavo, se agruparán aquí tomando como criterio los atributos de las deidades que los presiden. Así examinaremos, sucesivamente, los grupos de las veintenas que guardan relación con el sol, el agua, la luna, “la estrella grande” y otros cuerpos celestes, la caza y la tierra.

La deidad solar, con sus símbolos del jaguar y de la estera, indicadores de su soberanía, hace su entrada en la veintena de Pop (“estera o petate”), el primero de los meses. El mismo jaguar, recorriendo el inframundo con el símbolo de la región oscura, aparece en seguida en Uo (“una pequeña rana negra”), el nombre del segundo uinal. En el sexto, Xul, el Sol toma apariencia de un perro con la característica cola que se incluye a veces entre los elementos de kinh (figura 3). La palabra Xul, que significa “término”, evoca la idea del completamiento del día cuando el Sol entra en la región de la noche. En Yaxkin (“primero o nuevo Sol” y también “sequía”) que corresponde al séptimo uinal, la deidad solar asume su aspecto más característico, el de un anciano. Más tarde, en Kankin (“sol amarillo”), en el decimocuarto mes, el Sol aparece de nuevo con el rostro de un perro. Finalmente en el uinal decimosexto, Pax (“tambor”), el jaguar o dios de la nariz chata se relaciona con el sol ascendente, vinculado con la lluvia.
Ejemplos de glifos mayas de los meses
Figura 3. Glifos de los meses en las inscripciones y los códices. (Nótese la persistencia de los signos a través de los periodos clásico, postclásico y aún en la recopilación de Landa, siglo XVI.)
a) Zotz’: Copán 6; Cruz de Palenque; Dresde 47a; Landa.
Xul: Tikal, alt. 5; Palenque 96; Dresde 63b; Landa.
c) Moan: Yaxchilán L.; Quiriguá G; Dresde 48b; Landa.
d) Kayab: Quiriguá K., Flores 2; Dresde 61b; Landa.
(Fuente: Thompson, Maya Hieroglyphic Writing)

Las deidades del agua presiden también otras siete veintenas. Unas veces con el signo de jade o del agua, y otras con el del ave moán, o en relación con el maíz, un pez o los oficios celestes, el dios y dioses de la lluvia ejercen su influencia en el cuarto, quinto, octavo, decimotercero, decimoquinto, decimosexto y decimoctavo meses. Zotz (“murciélago”), el cuarto, tiene como su patrono al mítico pez Xoc, en el glifo personificado del día Muluc, íntimamente conectado con el dios de la lluvia (figura 12). Zec o Tzec (de etimología incierta), el quinto uinal, está presidido por un dios joven y su glifo ostenta el signo de Can (“el cielo”). Durante este mes había ceremonias en honra del Bacab patrono de los apicultores. El signo del jade o del agua aparece en relación con Mol (“recolectar”) en el octavo uinal. Mac (“cerrar”), nombre del mes decimotercero, trae de nuevo el signo de Xoc, “pez”, y también está relacionado con el dios del día Ik, numen del viento y la lluvia. El ave moán, en el decimoquinto mes, indica la presencia del agua (figura 3). Cumkú (una de las deidades del maíz) en el decimoctavo mes, tiene como símbolo un “dragón” o monstruo celeste, destacando así, su relación con las otras deidades de las aguas.

La diosa de la luna aparece dos veces, en Ch’en y en Kayab, las veintenas novena y decimoséptima. Ch’en (“pozo”), tiene una variante con el glifo de la figura lunar o de la misma diosa. Kayab (de etimología incierta) se representa con la cabeza de una tortuga (figura 3).

Veintena bajo el patrocinio de “la estrella grande” es Yax (“nuevo o verde”), la décima en la serie. Una variante glífica de ésta es la cabeza que precisamente simboliza a la deidad de la “estrella grande”.

Zac (“blanco”), el undécimo mes, aparece como la cabeza de un reptil o batracio. Su patrono es una deidad relacionada con los cuerpos celestes.

Finalmente hay otros dos uinales en los que se hacía honra a las deidades de la caza. Uno es Zip (el nombre del dios yucateco de la cacería), tercero en la serie mensual. El otro es Ceb (“venado”) que ocupa la posición decimosegunda. Los cazadores celebraban una fiesta en este mes en honor de Ah Ceh, el dios de los venados.

Además de los dieciocho uinales de veinte días (18 x 20 = 360), debe atenderse a los cinco días finales, los Uayeb (infaustos), según los nombraban los mayas yucatecos. El glifo de los Uayeb, el periodo de cinco días al término del año, es precisamente el signo del año con un prefijo especial. Estos días no favorables estaban bajo la influencia del Señor de la tierra.

A estas series de deidades que se miran en las inscripciones de la época clásica como personificación de los días, de los numerales y los meses en el pensamiento maya, habría que añadir la mención de otros muchos símbolos, también de carácter divino, en relación con otros distintos cómputos: cronológicos. Para nuestro propósito será suficiente decir que también respecto de los periodos fundamentales de kinh, el día; uinal, el mes; tun, el año; katún, la veintena de años y baktún, 360 x 20 x 20 días, es válida la afirmación que atribuye al tiempo rasgos e influjos divinos8 (figura 4).

Variantes de glifos mayas de katunes, tunes y uinales.
Figura 4. Variantes de glifos de katunes, tunes y uinales, en las inscripciones y en el Códice de Dresde.
a) katunes: Copán J. Dresde 61, Quiriguá F. Piedras Negras L 3.
tunes: Quiriguá 1. Dresde 61, Pusilha 0. Naranjo HS.
c) uinales: Copán HS, Dresde 61, Yaxchilán L. Sacchana I.
(Fuente: Thompson, Maya Hieroglyphic Writing)

Así, con base en estos elementos, al menos someramente descritos, daremos ya un nuevo paso en nuestro estudio. Hemos visto, al tratar en forma general de kinh, que fundamentalmente concibieron los mayas al tiempo en estrecha relación con la deidad solar, como algo en si mismo divino, sin limites y omnipresente. Prueba de esto nos la han dado las inscripciones de las estelas con cómputos dirigidos a precisar los momentos de kinh hace millones de años. Los glifos de los códices y los textos de procedencia maya y de redacción posterior a la conquista, han confirmado la continuada y obsesionante insistencia por conocer y prever la realidad siempre cambiante de kinh, sol, día, tiempo divinos. Ahora conocemos ya algo más: todos los momentos de tiempo son llegadas y presencias de rostros de dioses que se aúnan y apartan sucesivamente, dejando sentir sus influencias y determinando sin cesar vida y muerte en el universo. Cada momento no es sólo presencia de un dios, sino suma de muchas presencias. Las deidades de los números, los dioses del día y del mes y, en su caso, el Ahau del katún y otros más, se reúnen en los distintos periodos a través de los ciclos y, con la resultante de sus fuerzas, van tiñendo de múltiples formas el escenario universal en que viven y piensan los mayas. Los sistemas cronológicos son el instrumento para comprender los misterios de kinh cuya esencia son los rostros divinos que a cuestas lo traen.

Acertadamente se ha fijado Thompson en varias inscripciones de la época clásica en que precisamente se representan las figuras de dioses, personificación de los números, que, como en carrera de relevos sin fin, traen consigo las diversas cargas de días, de meses, de años, de katunes y baktunes. En el momento preciso en que uno de estos periodos llega a su completamiento, una nueva deidad toma la carga y mantiene así con su sino y sus atributos el fluir incesante de kinh. Los ejemplos aducidos por Thompson del dintel 48 de Yaxchilán, y de las estelas B y D de Quiriguá y D de Copán dan ilustración de esto (figura 5).

Deidad maya portadora del tiempo. 0 kines.
Deidad maya portadora del tiempo. 16 kines.

Figura 5. Deidades portadoras del tiempo, según Thompson.
a) 0 kines (Copán D).
16 kines (Yaxchilán, dintel 48).

La ya notada actitud del pensamiento maya que concibe y mide la realidad de los distintos períodos en función de su completamiento, alcanza nueva forma de expresión en esta imagen de los dioses portadores del tiempo. La llegada de éstos al fin de su jornada (lub, como término o cuenta completa en varios idiomas mayances), es precisamente el momento del “cansancio” de los dioses (lub, connota asimismo “cansarse”, en la totalidad de las lenguas de esta familia). Las nuevas deidades que en el mismo instante harán suya la carga del tiempo, marcharán con él a cuestas hasta llegar a su punto de reposo, cuando las haya agobiado el cansancio, que es el completamiento de un ciclo y el principio de uno más. Entendida así la concepción de las medidas del tiempo en cuanto reposo-completamiento, puede percibirse en ella una de las raíces de las cuales se deriva el pensamiento de los ciclos como series sin fin de periodos con momentos que son término y a la vez reanudación.

Los textos mayances, en especial aquellos en que se conservan las ruedas de los katunes de épocas mucho más tardías, corroboran lo dicho acerca de esta peculiar concepción de un universo en el que el paso del tiempo es puntual llegada, relevo y partida de fuerzas divinas. Así en la “primera rueda profética de un doblez de katunes”, publicada por Barrera Vásquez y reconstruida con base en varios de los textos de Chilam Balam, encontramos la expresión de los antiguos símbolos por medio de los cuales se anuncia la llegada de los diversos periodos con rostro y figura de dioses. Señalando el cambio y la entrada de la carga del tiempo, principia así el texto:

Se asienta el 11-Ahau con el 13-Ahau. Ésta es su palabra y lo manifiesta el contenido de su carga: Faz del nacimiento del cielo es el asiento del Katún 11-Ahau. Presente estará allí su estera, presente estará allí su trono. Allí mostrará su palabra, allí mostrará su dominio. Yaxal Chac, Lluvia verde, es la cara del Katún que dominará en el cielo…9

Y tras enumerar cuáles son los sinos, esta vez llenos de pesadumbre, de este periodo, continúa el texto señalando, los rostros de los siguientes katunes. De ellos entresacamos algunos. Respecto del katún 9-Ahau, se nos dice que es “el reinado de Ah Bolon Kin, el del nueve-sol…”10 Del 7-Ahau se proclama que “Amayte Kauil, deidad de los cuatro rumbos, será su rostro en el cielo”.11 Del 12-Ahau se afirma, “aquí está lo que manifiesta su carga … Yaxal Chuen, gran-mono-artífice, es el rostro que tendrá durante su reinado en el cielo. Habrá grandes maestros, grandes sabios, grandes magos …”12

Y para dar siquiera un ejemplo de la supervivencia de la antigua simbología en relación con los signos de la serie de los días, recordaremos algunos de los pronósticos tomados del Chilam Balam de Kaua:

Ix Kan.
Señora del maíz. Rico también,
maestros de todas las artes,
Ix kokobta, el pájaro merula, es su anuncio.
Los preciosos cantores, su ave.
Chac Imix Che, el árbol de la ceiba roja, es su árbol.
Sabio.

Chicchan.
Ah Tzal ti can, la serpiente del crótalo
es su anuncio que viene con su árbol.
Habin, el ichtyomethia, es su árbol,
de fuego es su ánimo.
Malo es su destino. Asesino.

Cimi.
Ah cuv manab el búho agorero,
torpe su anuncio
que viene con su árbol.
Asesino, muy malo es su destino igualmente …

Lamat.
Disforme perro es su anuncio.
De jaguar es su rostro,
de perro su trasero.
Entrometido, hablador …

Chuen.
Rostro de artífice de la madera,
artífice del tejer es su anuncio,
maestro de todas las artes.
Muy rico toda su vida.
Muy buenas todas las cosas que hiciere…13

El lenguaje de los rostros de dioses con cargas de tiempo, que hacen su entrada y se asientan, para ejercer su acción en determinados periodos, se conserva así en estos libros proféticos hasta muchos años después de la conquista y, en ocasiones, hasta fechas relativamente recientes. El hondo arraigo de la vieja concepción de los mayas acerca del tiempo hizo esto posible.

Lo que hemos presentado de los elementos más conocidos de la simbología maya, estudiada en las inscripciones, glifos y textos que se refieren a los principales ciclos de tiempo, nos ha acercado al peculiar complejo de connotaciones ligadas a la realidad primordial de kinh. Sobre esta base formularemos algunas conclusiones y apuntaremos algunas hipótesis. Al parecer podemos afirmar lo siguiente:

a) El concepto de tiempo abstracción lograda a partir de la experiencia de la presencia cíclica del sol y del día que es obra suya, tuvo vigencia universal en el ámbito de la cultura maya por lo menos desde las primeras inscripciones del periodo clásico. Prueba de esto son la antigua voz kinh con idénticos significados en los distintos grupos, así como la vigencia de algunas de sus variantes glíficas, por lo menos hasta la elaboración del último de los códices hacia el siglo XV d. de C.

Kinh, sol, día, tiempo, es realidad primordial, divina y sin limites. Kinh abarca todos los ciclos y todas las edades cósmicas que han existido. Por esto es posible hacer cómputos acerca de momentos remotos, alejados del presente cientos de millones de años y por esto se habla en textos como el Popol Vuh de “los soles” o edades, la actual y las que han sido.

c) El ser divino de kinh no se piensa como algo abstracto e indiferenciado. En él se distinguen innumerables momentos, cada uno de los cuales tiene su rostro y lleva consigo una carga en la que se muestran sus atributos. Entre los rostros que aparecen en los distintos periodos están los de la deidad solar en todas sus formas, los de los dioses y diosas de la lluvia, de la tierra, del maíz, de la muerte, de los sacrificios, de la estrella grande, de la luna y de la caza, la pesca y la medicina. Estos rostros constituyen el núcleo más significativo del panteón de los mayas.

d) El universo del tiempo en el cual viven los mayas es el escenario siempre cambiante en que se deja sentir la suma de presencias y de acciones de las varias fuerzas divinas que coinciden en un mismo periodo. Los sacerdotes mayas se esfuerzan por medio de sus cómputos por conocer cuáles son esas presencias y cuál habrá de ser la resultante de los varios influjos en determinados momentos. Como la naturaleza de kinh tiene por esencia ser cíclica, importa sobre todo conocer el pasado para entender el presente y predecir el futuro.

e) Los rostros del tiempo, la realidad primordial que ha provocado la obsesión de los mayas, son objeto de veneración. Ellos determinan y rigen toda actividad. Por ellos se norman las labores agrícolas, los cielos de fiestas, la vida entera. Los sacerdotes consignan el símbolo y la efigie de los dioses-tiempo que llegan. Erigen estelas, redactan sus libros, colocan las piedras de los katunes. El hombre maya ve teñida su existencia por el tiempo, que es presencia y actuación cíclica de todos los rostros de la divinidad.

En estas conclusiones se refleja posiblemente algo de lo que fue para la conciencia maya el tiempo en su esencial relación con el mundo de los dioses. De manera indirecta pueden entreverse también algunas de las consecuencias que de esto se siguieron para la vida y la acción de los humanos. Pero en realidad si queremos acercamos un poco más al universo maya de kinh, es necesario continuar nuestro estudio. Entre otras cosas, habrá que preguntarse: ¿cuáles fueron las relaciones de kinh con ese otro mundo visible y tangible que es el orden de la realidad espacial?

Para la visión maya de un mundo distribuido en cuatro inmensos sectores, con sus pisos celestes, morada de los dioses y sus planos inferiores, región de las tinieblas, ¿cuál fue la relación del tiempo con el espacio cósmico, henchido también de connotaciones y símbolos? ¿Tiempo y espacio fueron para los mayas aspectos distintos de la misma realidad primordial? De ser esto así, ¿podría describirse su pensamiento como una peculiar manera de panteísmo al que convendría el extraño titulo de pan-cronoteísmo? La aplicación de un concepto como éste indudablemente puede ser arbitraria, como especie de etiqueta carente de significación en el contexto peculiar de los mayas. Imprescindible resulta, por tanto, acercarse a su pensamiento para buscar en él los probables significados que dieron al mundo espacial y a su realidad misma de hombres desde el punto de vista de ese universo suyo en el que el tiempo es suma de rostros, presencias y actuaciones de dioses. Con base en los testimonios que conocemos, y procurando eliminar ideas y atribuciones ajenas a la mentalidad de los mayas, nos interesa en resumen encontrar una respuesta a la pregunta sobre cuál fue su propia concepción de lo que nosotros llamamos espacio y realidad, desde el punto de vista de su pensamiento acerca del tiempo.

NOTAS
1 Thompson, Maya Hieroglyphic Writing, p. 69.
2 Véase McQuown, Norman, op. cit., p. 79 y Kaufman, Terrence S., op. cit., pp. 113-114.
3 Thompson. Ibid., p. 131.
4 Goodman, J. T., “The archaic Maya Inscriptions”, apéndice a Archaeology, Biologia Centrali Americana, 5 vols. London, 1889-1902.
5 No es ciertamente una casualidad el que corresponda al frecuentemente citado Eric Thompson, junto con el título de investigador de los jeroglíficos mayas, el de primer escudriñador de la que él llama “filosofía maya del tiempo”.
6 Véase la tabla que ofrece Thompson con el nombre de los días en varios idiomas mayances en Maya Hieroglyphic Writing, p. 68. Además de las afinidades en la connotación de muchos de los términos correspondientes a igual día, hay al menos siete días designados con voces cognadas, es decir íntimamente relacionadas, en los siguientes idiomas: maya de Yucatán, Tzeltal y Tzotzil, Chuh (S. Mateo), Jalalteca, Ixil, Quiché y Pokomchí. Por lo que toca a los nombres de los meses, véase la correspondiente tabla en op. cit., p. 106.
7 La breve descripción y las relaciones que aquí damos acerca de “los días-dioses”, se basa sobre todo en los trabajos de Eduard Seler, “Die Tageszeiehen der Aztekischen und der Maya-Handschriften und ihre Gottheiten”, en Gesammelte AbhandIungen, vol. I, pp. 417-503, y de Eric S. Thompson en Maya Hieroglyphic Writing, pp. 69-93.
8 Para la descripción de las inscripciones y glifos correspondientes a estos periodos, véase: Thompson, Maya Hieroglyphic Writing, pp. 142-147.
9 Barrera Vásquez, Alfredo, op. cit., pp. 95-96.
10 Ibid., p. 99.
11 Ibid., p. 100.
12 Ibid., p. 112.
13 Ibid., pp. 189-193.

MIGUEL LEÓN-PORTILLA

MIGUEL LEÓN-PORTILLA

Nació en México, D.F., el 22 de febrero de 1926. Ingresó en El Colegio Nacional el 23 de marzo de 1971. Premio Nacional de Ciencias Sociales, Historia y Filosofía (1981); Premio Elías Sourasky. La historia y los historiadores en el México Antiguo (discurso de ingreso). Memoria, tomo VII, número 2. 1971 pp. 147-164

Nació el 22 de febrero de 1926 en la ciudad de México. Cursó sus primeros estudios en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, y en la ciudad de Los Ángeles, California. En esta última ciudad, obtuvo el título de Master of Arts, con la mención Summa cum Laude. En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México se doctoró en Filosofía, bajo la guía del padre Garibay, con la tesis titulada La Filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes. Esta publicación que apareció revisada en 1959, ha sido traducida al ruso, al inglés, al francés y al alemán. Otros libros suyos son Los antiguos mexicanos, La visión de los vencidos (traducida a quince idiomas) y Literaturas indígenas de México.

Ha sido profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM desde 1957. Director del Instituto de Investigaciones Históricas, miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM, y actualmente es investigador del Instituto de Investigaciones Históricas, con antigüedad desde 1957. Ha dado conferencias en las principales universidades del país, de Estados Unidos, de Europa, de Asia y de América Latina y pertenece, como consejero, al Instituto de Civilizaciones Diferentes de Bruselas, Bélgica; a la Sociedad de Americanistas con sede en París Francia, a la American Anthropological Association, a la Sociedad Mexicana de Antropología, a la Academia de la Investigación Científica, a la Academia de la Historia, a la Academia Mexicana de la Lengua, a la American Historical Association, la National Academy of Sciences y a otras instituciones culturales de México y el extranjero. Sobresalen entre las distinciones que ha recibido: El Premio Elías Sourasky, El Premio Nacional de Ciencias Sociales, Historia y Filosofía 1981, El Premio Universidad Nacional 1994, Cronista de la ciudad de México 1974, el ser Consejero de Cahiers du Monde Hispanique et LusoBrésilien de la Universidad de Toulouse-Le Mirail, Francia; Asesor de la revista California History, de la Sociedad de Historia de San Francisco, California; el ser catedrático distinguido en la Universidad de Alberta, Canadá; Coordinador de la Comisión Nacional del V Centenario 1492-1992. En El Colegio Nacional desde el 23 de marzo de 1971.

Teogonia e historia de los mexicanos: mitos cosmogénicos tezcocanos (fragmentos)

Teogonia e historia de los mexicanos: mitos cosmogénicos tezcocanos (fragmentos)

100. En cuanto a la creación del mundo, había sido destruido una vez, y las gentes habían sido creadas de rocas, y que en la primera creación, los dioses habían creado cuatro soles bajo cuatro figuras, según se muestra en sus libros.

101. El primero de los cuales se llama Chalchiuhtonayo, que es como dios de piedras preciosas, y que los que vivieron bajo este sol, murieron ahogados y algunos tornáronse en peces y otros vivían de una yerba del río nombrada acicintli.

102. El segundo sol se decía Chalchiuhtonatiuh y los que vivieron en éste comían una yerba cencoccopi y murieron todos abrasados en fuego del cielo, de los cuales, unos se convirtieron en pavos, los otros en mariposas, los demás en perros.

103. El tercer sol se llama Yohualtonatiuh que quiere decir sol oscuro y nocturno. Los que vivieron bajo éste comían mirra y resina de los pinos, de los cuales hay gran abundancia en este país, y estos murieron devorados por bestias salvajes, que ellos llaman … (laguna) que quiere decir gigantes, de los que entonces hubo en Nueva España como contaremos después.

104. El cuarto sol se llama Ehecatonatiuh que quiere decir sol de aire. Los que vivieron bajo este sol se nutrían con el fruto de un árbol que se llama mizquitl, del cual hay gran copia en la Nueva España, el cual fruto los indios tienen en muy grande estima, y de él hacen bollos para llevar cuando van de camino, y para guardar para lo largo del año, y en verdad es un buen fruto. Estos murieron por tempestades de vientos y se volvieron monos.

105. Cada uno de estos soles no duró sino veintitrés años y se perdió en seguida.

106. Y habiéndoles preguntado que (si) el sol perecía con los hombres cómo luego salían y se producían otros soles y hombres, respondieron que los dioses hacían estos soles y estos hombres.

107. Dicen también que sus antepasados les han dicho que el mundo fue destruido por las aguas, y así fueron ahogadas todas las gentes, a causa de los pecados que habían cometido contra los dioses, además (que) ellos habían descendido al infierno donde las almas eran quemadas.

108. Y que por esta causa, los que fueron creados después habían de quemar los cuerpos y guardar las cenizas porque esperaban que Mictlantecutli, dios del infierno, los dejaría salir y así resucitarían otra vez. En lo cual se ve bien que el demonio les decía una verdad para hacerles creer mil embustes.

NUEVA CREACION

109. Después de la destrucción del mundo, como se ha contado, cuentan la creación del segundo de esta manera:

110. Luego que las aguas pasaron encima de la tierra, en la cual ellos dicen no haber dejado cosa sin destruir, fue de nuevo ordenada y llena de todas las cosas que eran necesarias para el uso del hombre que los dioses crearon después.

111. Esta nueva creación atribuían los mexicanos al dios Tezcatlipuca y a otro llamado Ehecatl, e. d. aire, los cuales dicen haber hecho el cielo de esta suerte:

112. Había una diosa llamada Tlalteutl, que es la misma tierra, la cual, según ellos, tenía figura de hombre: otros decían que era mujer.

113. Por la boca de la cual entró un dios Tezcatlipuca y en su compañero llamado Ehecatl, entró por el ombligo, y ambos se juntaron en el corazón de la diosa que es el centro de la tierra, y habiéndose juntado, formaron el cielo muy bajo.

114. Por lo cual los otros dioses muchos vinieron a ayudar a subirlo y una vez que fue puesto en alto, en donde ahora está, algunos de ellos quedaron sosteniéndolo para que no se caiga.

115. Lo que dicen haber sido hecho el primer día del año pero no saben cuánto ha que esto fue, aunque les parece que ha cien tiempos, de los que hemos dicho que hacen 102,000 años (sic).

116. El segundo año fueron hechas las estrellas por otros dioses, llamados Citlaltonac y Citlalicue su mujer.

117. La noche también dicen haber sido hecha por otros dioses, llamados Yoaltecutli y Yacohuiztli.

118. El dios Tláloc, que es el dios de las aguas, hizo este mismo año el agua, la lluvia, y por quien dicen que el agua de la lluvia sale de los montes, nombran a estos Tlaloque, que quiere decir “señores”.

119. Mictlantecutli, es dios del infierno, fundó el infierno en el año octavo.

120. Todo esto hecho, deliberaron acerca de hacer al hombre que poseyera la tierra los dioses Tezcatlipuca y Ehecatl.

121. En seguida el dicho Ehecatl descendió al infierno a buscar de Mictlantecutli ceniza de difuntos para hacer otros hombres.

122. El cual dios del infierno entregó solamente un hueso de una vara, y tan luego como lo hubo entregado, se arrepintió mucho, pues esta era la cosa que más quería de todo cuanto tenía.

123. Y por ello siguió a Ehecatl para quitarle el hueso, pero al huir Ehecatl se le cayó y se rompió, por lo cual, el hombre salió pequeño, pues ellos dicen que los hombres del primer mundo eran gigantes en grandor.

124. Él luego tomó el hueso y el resto de la ceniza y se metió en un apaztle, que quiere decir lebrillo, desde el cual llamó a todos los dioses para la creación del hombre primero.

125. Los cuales juntos, se sacrificaron la lengua y así comenzaron el primer día de la creación del hombre, formándole el cuerpo, el cual se movió en seguida.

126. Y el cuarto día estaban hechos el hombre y la mujer pero no quedaron en seguida grandes, sino según el curso natural.

127. Luego que fueron hechos los nutrió un dios dicho Xolotl, que quiere decir gallo de indias, el cual los nutrió con pan molido, no con leche.

128. El nombre de este primer hombre no lo saben, pero dicen que fue creado en una nueva cueva de Tamoanchan, en la provincia de Cuernavaca, que es Cuauhnahuac, en el Marquesado del Marqués del Valle.

OTRO MITO DE LA CREACION

144. Por los cuatro soles, de los que hemos contado, entendían cuatro edades, aunque no saben bien declararlo, pero nosotros lo declararemos después más ampliamente.

145. Algunos otros dicen que la tierra fue creada de esta suerte:

Dos dioses, Quetzalcoatl y Tezcatlipuca bajaron del cielo a la diosa Tlaltecutli, la cual estaba llena por todas las coyunturas de ojos y de bocas, con las que mordía, como bestia salvaje.

146. Y antes de que fuese bajada, había ya agua, que no saben quién la creó, sobre la que esta diosa caminaba.

147. Lo que viendo los dioses, dijeron el uno al otro: “Es menester hacer la tierra”.

148. Y esto diciendo, se cambiaron ambos en dos grandes sierpes, de los que el uno asió a la diosa de junto a la mano derecha hasta el pie izquierdo, y el otro de la mano izquierda al pie derecho.

149. Y la apretaron tanto, que la hicieron partirse por la mitad, y del medio de las espaldas hicieron la tierra y la otra mitad la subieron al cielo, de lo cual los otros dioses quedaron muy corridos.

150. Luego, hecho esto, para compensar a la dicha diosa de los daños que estos dos dioses la habían hecho, todos los dioses descendieron a consolarla y ordenaron que de ella saliese todo el fruto necesario para la vida del hombre.

151. Y para hacerlo, hicieron de sus cabellos, árboles y flores y yerbas; de su piel la yerba muy menuda y florecillas; de los ojos, pozos y fuentes y pequeñas cuevas; de la boca, ríos y cavernas grandes; de la nariz, valles y montañas.

152. Esta diosa lloraba algunas veces por la noche, deseando comer corazones de hombres, y no se quería callar, en tanto que no se le daban, ni quería dar fruto, si no era regada con sangre de hombres.

MITO GENESICO DEL MUNDO

153. Estos indios afirman tener también una diosa Citlalicue la cual envió del cielo mil seiscientos hijos a una ciudad llamada Tetotihuacan, cerca de Tezcuco.

154. Los cuales, tan luego como llegaron a dicha ciudad, perecieron.

155. Luego, después de veinticinco años de que el mundo había sido creado y había quedado ya por todo este tiempo oscurecido, por la falta de sol, se juntaron tres dioses, Tezcatlipuca, Ehecatl y Citlalicue, diosa, los cuales acordaron hacer el sol que alumbrara la tierra.

156. En este tiempo había otro dios llamado Piltzintecutli y su mujer se llamaba Xochiquetzal, los cuales tenían un hijo llamado Xochipilli, y un otro, que no era suyo, pero lo criaban, que se llamaba Nanahuaton, cuyo padre se decía Itzpapalotl y la madre Cuzcamiauh, los cuales tomaban cuerpo y figura humana cuando bien les parecía.

157. Cuando, pues, los dioses quisieron hacer el sol, todos estos juntos y otros más, hacían penitencia para poder merecer ser sol, ofrecían a los tres grandes dioses perlas preciosas, incienso y otras cosas muy ricas.

158. Mas Nanahuatl, como era pobre, no tenía nada para ofrecer, pero su sacrificio era picarse con una espina a menudo y ofrecía lo que podía haber, según su pobreza.

159. Se juntó con sus hermanos e hizo un gran fuego delante de los dioses, los cuales le dijeron que se metiera, que él sería sol.

160. Entonces, Nanahuaton se arrojó al fuego por arte mágica, en que él era bien sabio, y se fue entonces al infierno y de ahí trajo muchas piezas ricas y fue escogido por sol.

MITO COSMOGONICO DE CHALCO

161. En otra provincia llamada Chalco cuentan haber sido el agua la primera causa del mundo, no saben empero quién la hizo.

162. Y que descendieron del cielo algunos dioses, llamados Cemecatl, Tezcatlipuca, Chiconahui, Ehecatl, todos hijos de Atlalicue o Clitlalicue, diosa de las estrellas, la cual dicen haber hecho las estrellas, el sol y la luna, y los dioses hijos hicieron al hombre, mas no saben qué año fue esto.

163. Además dicen haber nueve cielos, aunque no saben a dónde están el sol, la luna y las estrellas ni los dioses.

ORIGEN DE QUETZALCOATL

184. En las historias de este pueblo salvaje se cuenta que había un dios llamado Camaxtli, que tomó por mujer una diosa, llamada Chimalma, la que de él tuvo hijos, entre los cuales había uno de nombre Quetzalcoatl.

188. Este nació en Michatlauhco, y fue entregado a sus abuelos para que lo crearan, pues su madre había muerto al darlo a luz.

189. Después de haber sido creado, fue enviado cerca de su padre, mas porque era muy amado por su padre, lo envidiaban sus hermanos, tanto que se propusieron matarlo.

190. Y para hacerlo, lo enviaron con engaños a una gran peña llamada Tlachinoltepec que quiere decir “peña donde se hace arder”, y lo dejaron allí y se bajaron y miraron el fuego alrededor de la peña.

191. Pero Quetzalcoatl se metió en un agujero que había en la roca y sus hermanos se fueron, pensando haberlo quemado.

HAZAÑAS

192. Habiéndose ido ellos, salió de la roca con un arco y flechas y tiró a un animalejo y lo mató echándoselo a la espalda, lo llevó ante su padre, y llegó antes que sus hermanos, los cuales al venir, quedaron maravillados de verlo.

193. Pensaron matarle otra vez y así lo subieron a un árbol diciéndole que tirara a los pájaros, y estando él sobre el árbol, le comenzaron a tirar flechas, mas como discreto se dejó caer en tierra fingiendo estar muerto.

194. Lo cual vieron sus hermanos y se fueron a su casa y habiendo partido sus hermanos, se levantó y mató un conejo, y lo llevó a su padre, antes que sus hermanos llegaran.

195. El padre que sospechaba lo que sus hermanos querían hacerle, le preguntó dónde estaban sus hermanos, y él respondió que ya venían, y se partió de con su padre a otra casa.

196. Entretanto, sus hermanos vinieron y les preguntó su padre por su hermano y ellos, respondieron que ya venía.

197. Entonces les reprendió porque querían matarlo, de lo cual ellos quedando enojados, se propusieron matar a su padre y así lo hicieron llevándolo a una montaña.

198. Después de haberlo matado, volvieron a buscar a Quetzalcoatl y le hicieron creer que su padre se había cambiado en roca, persuadiéndole juntamente a que sacrificara y ofreciera alguna cosa a esta roca, como leones, tigres, águilas, animalejos, mariposas, pues no podría él encontrar estas bestias.

199. Y como no quiso obedecer él, lo quisieron matar, mas escapó de entre ellos y se subió a un árbol, o lo que es más verosímil, sobre la misma roca y a flechazos los mató a todos.

200. Hecho esto, sus vasallos que le querían mucho, le vinieron a buscar con honores y tomaron las cabezas de sus hermanos y vaciándoles los cráneos de ellos hicieron copas para beber.

201. Y se partieron en seguida de allí y se vinieron a la tierra de México y permanecieron unos días en un pueblo llamado Tulancingo, y de ahí se fue a Tula, donde no se sabe que entonces se hicieran sacrificios y por eso como él llevó el uso de los sacrificios, fue tenido por dios.

202. Él les enseñó muchas cosas buenas, templos para él y otras cosas muchas y duró 160 años por dios de este país.

VENIDA DE TEZCATLIPUCA

203. Quetzalcoatl vivía muy a su gusto en Tula, siendo adorado por dios, pero como la verdad no se puede largo tiempo ocultar, sucedió que llegó a Tula un otro dios, del cual hemos hablado aquí antes, Tezcatlipuca.

204. El cual, en llegando, de envidia que tenía a Quetzalcoatl, tentó hacer mal al pueblo de Tula, para que adorara a él y asimismo a Quetzalcoatl.

205. Entró a Tula como un pobre y tomaba diversas figuras y espantaba a los de Tula y a Quetzalcoatl, el cual aunque fuera demonio tanto como el, siempre hay demonios los unos más grandes que los otros, pues están hechos de ángeles y los ángeles hay unos más grandes que los otros.

206. Un día, pues, fue Tezcatlipoca al templo de Quetzalcoatl. Había una efigie de Quetzalcoatl y un espejo que los indios estimaban mucho, pues según Quetzalcoatl les había hecho creer, por medio de este espejo siempre había de haber lluvias y si se la pidieran por este espejo, el se las daría.

207. Entrando, pues, Tezcatlipuca al templo encontró los guardias dormidos y se fue derecho al altar y robó el espejo y lo escondió debajo del palacio en donde dormían los guardias, lo que hecho se marchó.

208. Habiendo despertado los guardias, como buscaran el espejo, estaban muy diligentes buscándolo, pero Tezcatlipuca encontró a una vieja en su camino y le dijo:

209. Vete al palacio y di a esos guardias que lo que buscan está debajo de su palacio y serás bienquista de ellos. Lo hizo la vieja.

210. En tanto Tezcatlipuca se mudaba en diversas figuras de animales y monstruos buscando de atemorizar a las gentes.

211. Se hizo también cortar los cabellos, lo que los indios jamás habían visto.

212. Y se fue al templo de Quetzalcoatl y destruyó su figura, y arrojándola por tierra y tomando diversas figuras, burló a sus servidores y a todos los de Tula.

213. Cuando ellos veían esto se iban saliendo de la ciudad y Quetzalcoatl al verlo tuvo miedo y huyó también con algunos de sus servidores con lo cual Tezcatlipuca quedó bien contento.

HUIDA DE QUETZALCOATL

214. Quetzalcoatl se fue de allí a Tenayuca y duró allí por algún tiempo.

215. De ahí se fue a Culhuacan donde duró también largo tiempo, mas no lo saben tampoco cuanto.

216. De ahí pasó a las montañas y se fue a Cuauhquecholan y aderezó un templo y un altar para sí y era adorado, por dios, y no había más que él, y allí duró 290 años y dejó allí un señor llamado Matlalxochitl.

217. Y se fue a Cholula, donde duró 160 años y le hicieron un templo en gran manera magnífico, del cual aún hay gran parte, pues estaba bien construido y bello, el cual los gigantes habían hecho, como diremos después.

218. De allí se fue a Cempoala ciudad principal en la mar del norte donde primeramente llegó el Marqués don Hernando Cortés, cuando él entró en este país, mas al presente está todo demolido, como los españoles han hecho con muchas otras.

219. En esta ciudad permaneció 260 años y hasta este lugar le persiguió Tezcatlipuca.

220. Y viéndose tan perseguido de este Tezcatlipuca se fue a un desierto y tiró un flechazo a un árbol y se metió en la hendidura de la flecha y así murió.

221. Y sus servidores le tomaron y quemaron y de allí quedó la costumbre de quemar los cuerpos muertos.

222. Del humo que salió de su cuerpo dicen haber sido hecha una gran estrella que se llama Héspero.

223. Este Quetzalcoatl no tuvo jamás mujer ni hijos.

224. Otros dicen que cuando él debía morir se fue a un lugar… (termina el Ms.).

*De Teogonía e Historia de los Mexicanos, ed. de Angel Mª Garibay. Porrúa, México 1979.

Del antiguo conocimiento sagrado a la actual

Del antiguo conocimiento sagrado a la actual
tradición científica

Por Giovanni D’Aloe

Allá donde el Urubamba, tras un recorrido espumeante y turbulento, parece tomarse un respiro, en una revuelta perfectamente circular, alrededor de una verde montaña cónica, en el lado externo de la curva azul del río surge el Machu Pichu, la Vieja Montaña, de escarpados barrancos adornados por gigantescas orquídeas; allá arriba, entre la cima del monte y el desfiladero que lo une con el Huayha Pichu, surge la Ciudad sin Nombre, construida con piedras traídas de muy lejos, precedida por pacientes bancales y dominada por el Inti Huatana, el templo-observatorio del Sol.

Probablemente esta ciudad sagrada peruana (en el sentido de ciudad reservada a la casta sacerdotal) sea la más hermosa que exista en el mundo.

Dividida en sectores, destinados a viviendas, a los templos, a la producción y a la investigación, bendecida por una fuente de agua purísima, cuya canalización se ve facilitada por las escarpadas pendientes, totalmente autosuficiente, la Ciudad sin Nombre ha sido capaz de sustraerse a las más cuidadosas investigaciones (pasaron cerca, sin darse cuenta, todos los buscadores de Eldorado, incluido el legendario Aguirre). Al mismo tiempo, domina el fértil valle del alto Urubamba en la gran altiplanicie en dirección a Cuzco, y la inacabable extensión de las selvas tropicales en dirección a Iquitos, donde el Urubamba corre hacia el Amazonas.

Podía esconder y mantener de 500 a 1.500 personas durante tiempo indefinido. Los últimos sacerdotes y dignatarios Incas la abandonaron por su propia voluntad para ir a morir entre las tribus amazónicas de los Ashaninka (que aún conservan su nombre) después de más de un siglo de dominación española sobre el resto del ex-imperio incaico.

Concebida como residencia y centro de estudio de la seleccionadísima élite sacerdotal inca, la Ciudad sin Nombre (Machu Pichu es el nombre de la montaña donde está construida) posee todas las características ideales de la ciudad sacerdotal. Perfectamente orientada sobre el eje magnético terrestre (el norte magnético y el norte geográfico están exactamente señalados por dos de las esquinas del pequeño obelisco indicador del Inti Huatana), construida en posición dominante, no dependía, como Delfos, de la presencia de peregrinos, ni estaba implicada, como Lhasa, en la dirección política del país.

Sus bancales, estudiados a la perfección para cultivos cíclicos que permitieran el sustento de un determinado número de personas y animales, la hacían perfectamente autosuficiente. Su técnica de construcción, con paredes de piedras cuadradas y tejados de ramas, la hacían prácticamente invisible. Incluso su nombre ha permanecido en secreto hasta nuestros días a diferencia del de otros grandes centros sacerdotales, egipcios (Tebas, Luxor) o Mayas (Chichén Itzá, Uxmal).

En este perfecto y gran «College», la aristocracia incaica desarrollaba sus conocimientos religiosos y científicos.

Aquí, casi con seguridad, se cultivaron muchas de las 160 variedades de papas (patatas) que alimentaban a las poblaciones quechuas de las montañas, aquí se cultivó la coca, ayuda para la respiración a gran altura, y aquí también se descubrieron las variedades de legumbre de contenido proteico superior al de la carne.

La inmensa reserva arbórea de la selva preamazónica, el clima tropical atemperado por la altura y el magnifico espectáculo de la salida del sol por las montañas hicieron de la Ciudad sin Nombre el centro de ciencia agrícola más importante que probablemente haya existido nunca. Incluso hoy día debemos nuestra supervivencia a los conocimientos aquí adquiridos. Realmente es difícil concebir la nutrición de una población de alta densidad sin la patata, el tomate o el maíz, cultivados, seleccionados y perfeccionados en las universidades agrícolas de Teotihuacán y Chichen Itzá, pero sobre todo en nuestra Ciudad sin Nombre. Además de esto, los sacerdotes formados en las pendientes del Machu Pichu controlaban la tercera parte de toda la producción del imperio incaico (la primera correspondía al Inca y a su ejército, la segunda a los productores), mediante la cual no sólo evitaban las carestías sino que estaban en condiciones de realizar excelentes operaciones económicas.

La sabiduría concentrada en manos de estos brahmanes incas les permitía actuar puntualmente sobre la vida de cada ciudadano del imperio, pero sin ejercer ningún poder político ni estar condicionados en ningún aspecto. Cuando el tosco Pizarro y sus conquistadores invadieron el Imperio, interviniendo en una guerra de sucesión entre Huasca (el Inca legitimo) y su hermano Atahualpa (el usurpador), estos sacerdotes no inventaron ningún arma contra los invasores, se retiraron al Machu Pichu, para después dispersarse por la selva, donde el Urubamba vierte sus aguas en el Amazonas.

Su misteriosa escritura simbólica, tal vez oculta entre los bordados de sus mantos ceremoniales, calló para siempre.

Este tipo de castas sacerdotales, en las que quizás Herman Hesse se inspiró para su «Castalia» y su «Juego de los abalorios», eran la norma del mundo antiguo. Su poder derivaba del monopolio de la ciencia. Durante milenios únicamente los sacerdotes supieron regular los ciclos agrícolas según la sucesión de las estaciones y las fases lunares. Sólo ellos podían garantizar la conservación de las reservas necesarias para superar las crisis (las vacas flacas) en los silos subterráneos de los templos. Las ciencias naturales, astronómicas y matemáticas eran su prerrogativa más celosamente guardada y no se conoce ningún caso de traición al secreto.

El sacerdocio y por ende el acceso a los conocimientos superiores, sólo se obtenía al término de una larga y difícil iniciación, cuyo esoterismo era ante todo educación en el silencio. Los misterios no eran solamente teofánicos, sino también científicos; su divulgación se consideraba no sólo sacrílega, sino además peligrosa para toda la colectividad.

En el mundo antiguo, históricamente, no ha ocurrido jamás que la ciencia haya sido utilizada con fines destructivos.

Y sin embargo, se trataba de conocimientos acerca de las leyes naturales, por lo tanto fácilmente transformables en tecnología. Se debería reflexionar sobre el hecho de que las únicas aplicaciones tecnológicas permitidas por las castas sacerdotales fueron las agrícolas y las arquitectónicas, siendo su sabiduría muy superior.

Existe toda una literatura acerca de la creencia de que los hombres de la antigüedad no podían llegar solos a determinadas conquistas (y de ahí la pretendida intervención de los extraterrestes). En verdad, la acústica de los estadios construidos por los Mayas sólo se podría obtener mediante el conocimiento de los ultrasonidos, la altura de la Gran Pirámide es una exacta fracción de la distancia entre la tierra y la luna, y los observatorios solares de Chichen Itzá o del Machu Pichu están orientados hacia el Norte magnético con mayor precisión que el observatorio de Greenwich.

Las matemáticas de los brahmanes hindúes —inventores del cero— y de los «magos» medos y babilonios estaban sin duda a la altura de nuestras mejores escuelas normales. Por otra parte, quien haya ido a Stonehenge (a dos horas de tren de Londres) no puede creer que se trate de algo pensado y realizado en un país «bárbaro» y en el Neolítico.

Sin embargo, los sacerdotes del templo de Amón, evocadores del «ghibli» y los de Delfos, señores del rayo, siguieron influyendo en la política del Mediterráneo incluso en tiempos perfectamente conocidos por nosotros y, desde luego, si César, Ciro o Alejandro rindieron homenaje a dichos templos no fue por mérito de los extraterrestres.

La verdad es que todas las manifestaciones culturales que nos han llegado desde el noveno milenio a.C. (cuando, al parecer, se realizaron las primeras observaciones astronómicas) hasta la mitad del primer milenio (es decir a la llegada de la democracia en Grecia) son expresión de restringidos grupos sacerdotales, cuyos conocimientos se trasmitían exclusivamente por vía esotérica (y, por lo tanto, se han perdido en gran parte).

Los primeros en poseer una cultura «laica» fueron los Griegos y también ellos con una gran cautela, por lo menos al principio, si es cierto que la escuela pitagórica, madre de esta cultura, iniciaba al neófito con el silencio durante un período de dos a cinco años.

También en Grecia se daban cuenta del peligro que hay en una indiscriminada difusión del conocimiento. Los inventores del mito de Prometeo tenían buen cuidado de expresarse mediante oscuras metáforas cuando se trataba de las leyes fundamentales de la naturaleza. Así, las leyes de la gravedad, formuladas por el mismo Pitágoras con la metáfora de las vibraciones musicales (que más adelante retomará Platón), debieron esperar a Newton para formularse de forma más clara; y las leyes químicas de la formación de las moléculas, metafóricamente expresadas por Demócrito en términos de «simpatía atómica», siguieron siendo desconocidas para los más (es decir, para los no alquimistas) durante otros dos siglos

Por lo tanto, el auténtico «pecado» de los Griegos no fue el de haber difundido conocimientos secretos, sino el de haber confundido el conocimiento con el ejercicio directo del poder.

Los catastróficos intentos políticos dé Pitágoras y de Platón demuestran la violación de una estricta línea de demarcación entre el ejercicio del poder y el dominio de la ciencia, lo que con Aristóteles se manifestará ya muy claramente.

No sólo el Estagirita puso la Sabiduría al servicio del Poder —como pedagogo de Alejandro el Macedonio— sino que utilizó esta «traición» para destruir, con el imperio del Gran Rey, la antiquísima escuela de los Magos y para infligir un duro golpe a la casta sacerdotal egipcia que fue (excesivamente) generosa madre de la cultura griega.

La parábola del Helenismo, que se inició con el incendio de Persépolis, concluyó con el incendio de la biblioteca de Alejandría; el primero, realizado por el discípulo mismo de Aristóteles, demostró la fundamental función destructiva de una ciencia al servicio del poder, mientras que el segundo, en la ciudad de su nombre, demostró que una cultura basada en la escritura podía ser destruida tan fácilmente como otra basada en la tradición oral.

Para comprender en qué ambiente se han «inventado» la agricultura, la astronomía, la domesticación de animales, la rueda, la pintura, la escritura, etc., no es suficiente hacer referencia al concepto de «casta»: es necesario integrarlo en los de «orden» y «escuela iniciática».

En un principio, estos conceptos coincidían en la vocación iniciática individual. Sólo cuando, con el brahmanismo, el sacerdocio se hace hereditario, fue necesaria la institución de grupos más restringidos y organizados, seleccionados a partir de datos personales. Surgieron las órdenes sacerdotales y monásticas, con sus escuelas, sin las cuales no se habría producido la difusión de las grandes religiones reformadoras ni tampoco el progreso cultural inherente a las mismas; éstas fueron la de los Magos en Persia, la de Tebas en Egipto, la Budista y Jainista en la India, la Taoísta en la China y otras (por el contrario, los Levitas siguieron como casta).

Fuera de las castas y de las escuelas sacerdotales no había posibilidad alguna de cultura. Pero de la misma manera que fomentaban la investigación teórica, actuaban como freno de las aplicaciones tecnológicas. En este sentido, son ejemplares la historia de la rueda en América y de la pólvora y la imprenta en China. La primera, símbolo del Cielo y del Sol – por lo tanto sagrada- no pudo ser utilizada para el transporte ni por los Mayas, ni los Aztecas, ni tampoco por los Incas. La segunda, generadora del fuego, sólo se empleó en China para fuegos artificiales en ocasión de festividades religiosas, pero no para fabricar cañones. En cuanto a la imprenta, todo el mundo sabe que ya se conocía desde los tiempos de Marco Polo, pero hubo quien impidió su difusión más aún su inevitable desarrollo en prensa tipográfica.

Mientras tanto, en Occidente la «traición» aristotélica había provocado una difusión incontrolada de conocimientos tecnológicos; en esa época cualquier tirano, cualquier estúpido y cualquier criminal podía utilizar esos instrumentos «mágicos» que en el resto del mundo estaban todavía bajo el férreo control de las escuelas sacerdotales.

Estas diferencias provocaron fatalmente la destrucción de todas las civilizaciones «tradicionales» en cuanto entraron en contacto con la fáustica cultura de Occidente, cultura libre de todo control moral: los cañones del semianalfabeto Pizarro dirigidos contra los templos-fortaleza de los Incas.

La imposición de la tecnología como «civilización global» llevaba en sí misma el germen de la autodestrucción de la humanidad. En 1945, en América, un grupo de los mejores científicos del mundo, bajo el mando de un general del ejército de los Estados Unidos, construyó el primer ingenio nuclear, que después hizo estallar un «tabaquero» (el Presidente Truman tenía precisamente esta calificación profesional) sobre las ciudades imperiales japonesas.

De este modo los incendios de Persépolis y de Alejandría se reavivan en los de Hiroshima y Nagasaki. Con ello esta jerarquía naturaliter humana, incluida la de las inteligencias puras, fue definitivamente suprimida.

Tengamos en cuenta que la ciencia médica ha quedado como la única entre las ciencias naturales que exige de sus practicantes al menos un juramento, el de Esculapio (residuo, también éste, de una antigua orden sacerdotal), por el que los conocimientos aprendidos se utilizarán para el bienestar de la humanidad.

Ningún juramento parecido se pide a los demás científicos, que, por el contrario, se ven obligados a jurar —si quieren acceder a la enseñanza universitaria— fidelidad al Estado en cuyas universidades realizarán su investigación. ¡Como si la sabiduría, o incluso el conocimiento técnico más sencillo, no fuese patrimonio de todos los hombres y no de un solo pueblo o de un grupo de poder!

Hacia el final de la segunda guerra mundial, Hermann Hesse en El juego de los abalorios atisbó una posibilidad de salvación en la disociación de todos los hombres de ciencia de cualquier forma de poder político o económico y en su convergencia en una orden: la Castalia.

Su mensaje no fue entendido. Pero ahora hay que repetirlo más claramente; es evidente que se ha de volver a plantear un control no sólo intelectual, sino también moral en el acceso a los conocimientos. Quien desee aprender, deberá primero ser educado para callar y, convencido después, bajo el vínculo de los más sagrados juramentos, de que ha de utilizar la ciencia aprendida únicamente en favor de la humanidad en su conjunto.

Es necesario impedir que la ciencia sea empleada como instrumento de guerra, de poder y de beneficio por parte de personas no cualificadas. Solamente los hombres de ciencia podrán hacer que se perdone la traición de Aristóteles y al mismo tiempo protegerse de la posibilidad de convertirse en ciegos servidores de los generales y los industriales.

El mundo científico deberá reorganizarse bajo forma de orden autosuficiente.

La venta de unas pocas innovaciones inocuas a precio justo bastaría para financiar todas las investigaciones, cuyas finalidades científicas —el conocimiento puro— deben mantenerse a distancia de las finalidades operativas (la tecnología).

Por el contrario, las actuales comunidades científicas se basan en principios de acceso indiscriminado a los conocimientos mediante una selección puramente mental (por lo tanto de base muy amplia), en la máxima difusión de los resultados de la investigación científica —garantizada por publicaciones especializadas aunque de fácil acceso— en congresos, concursos, etc. y sus posibilidades de aplicación (garantizadas por el sistema de patentes) y, por último, en la tutela del secreto y de la exclusiva de sus aplicaciones únicamente industriales.

Es muy importante subrayar que la única tutela jurídica del conocimiento actúa cuando éste ya está fuera del alcance de los científicos y es propiedad de industriales y financieros.

¡Esta es realmente la auténtica finalidad de la polémica contra el oscurantismo! Pero no acaba aquí la cosa, los derechos de autor que tienen vigencia en el campo de la creación artística y literaria, están condicionados en el de la ciencia por la divulgación de los conocimientos precisamente por medio de las patentes. He aquí un sistema que desposee a sus creadores del conocimiento científico y tecnológico para dárselo… ¿a quién?

El eterno conflicto entre Brahmanes y Ksatriyas, entre depositarios del conocimiento sacerdotal y del poder real, que tuvo su culminación mística con el Avatar Visnuítico de Parasurama y la histórica con el encuentro entre Alejandro Magno y Aristóteles, hoy día se ha terminado con la omnipotencia de Mammon -el dinero- que domina tanto el Conocimiento como el Poder, obligando al primero a ceder sus secretos a vulgares especuladores y al segundo a ceder su carisma a vulgares demagogos e intrigantes.

De esta forma, los “clérigos”, en la ilusión galileana de reivindicar su “libertad de investigar” ante las “autorictates” represivas, se han convertido en los siervos de Mammon, colaborando —aunque como subordinados— en la destrucción de la Tierra.

¡Con saludos a la “magnifique sorti e progressive”! (1)

Nota:

(1). El autor hace aquí referencia (“la magnífica suerte y progresista”) a un conocido verso de Giacomo Leopardi, cuya obra reivindica, entre otros temas, el valor de la mitología, e ironiza a menudo —adelantándose a nuestro tiempo— sobre el progreso científico (N. de la R.)

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