> Señores y vasallos mexica

> Señores y vasallos mexica
Época: Vida cotidiana
Inicio: Año 1492
Fin: Año 1600
Antecedentes
Vida cotidiana en la América del siglo XVI

A la llegada de los españoles, la sociedad mexica había experimentado en un corto lapso de tiempo el paso desde una sociedad tribal hacia un estado centralizado, dotado de una compleja estructura social. En dicha transformación algunos elementos permanecieron o apenas evolucionaron, mientras que otros cambiaron su fisonomía radicalmente o bien surgieron de la nada. Uno de los primeros es la familia, cuya estructura era básicamente patrilineal y monogámica, si bien existían algunas excepciones, como casos de poliginia entre las capas altas de la sociedad. La esposa se incorporaba al casarse al “calpulli” (división político territorial) de su marido, debiendo casar de nuevo con el hermano de su esposo en caso de que éste falleciera. Además, sólo los hijos varones heredaban, favoreciendo así la unidad de los calpulli. Los matrimonios eran concertados y fruto de una larga negociación entre los padres de los contrayentes, en las que era frecuente la mediación de un sacerdote, quien auguraría la conveniencia o no de la unión. Además, unas ancianas celestinas o “cihuatlanque” ejercían de intermediarias.. Los requisitos para la unión eran que el joven hubiera acabado sus estudios en el “telpochcalli” y hubiera alcanzado el estatus de guerrero, esto es, haber conseguido capturar un prisionero, en caso de ser noble. Si el joven pertenecía al estamento dominado, “macehualtin”, sólo se le requería tener un oficio con el que sustentarse él y su familia. A la joven, en ambos casos, se le pedía saber cocinar y tejer, tareas a las que se dedicará el resto de sus días. El desposorio se oficiaba en casa del novio al atardecer. La novia se preparaba durante la tarde, bañándose y acicalándose, embelleciendo sus brazos y piernas con plumas rojas y pintándose la cara de amarillo. Un cortejo la llevaba hasta el lugar de celebración, donde se sentaba en una estera en compañía del novio. Entonces se producía el ritual: intercambian vestidos, se anudan las puntas de sus mantos, se rocían de copal y se dan de comer mutuamente. Tras la ceremonia, y mientras el resto de invitados bailan, cantan y comen, los novios se instalan en la habitación nupcial, donde deberán orar durante cuatro días sin consumar la unión, sacrificando sangre y ofrendas a los dioses. El quinto día, tras bañarse en el “temascal” y recibir la bendición de un sacerdote, el matrimonio se considera consumado. El divorcio está permitido en función de la carencia de aptitudes de la mujer para desempeñar sus tareas domésticas, entre las que se incluye la de tener hijos, si bien el juez media entre los esposos para intentar evitar la separación. El hecho de que el divorcio sea posible hace que los casos de adulterio se castiguen con sumo rigor, llegando incluso a la muerte. Los matrimonios entre contrayentes nobles se acompañan además de concubinas, por lo que alcanzan un gran número de hijos. Sin embargo, de estos sólo son considerados legítimos los que son fruto del matrimonio principal. La siguiente división social en la que se insertaba el individuo era el “calpulli”, una agrupación de personas que atendía a varios factores, como el parentesco, la división tribal, la organización política y religiosa y la posesión de la tierra. Cada calpulli tenía un dios y un templo propio y una casa de hombres jóvenes solteros, “telpochcalli”, donde recibían educación. Además, los guerreros de cada calpulli se organizaban de manera particular. El jefe del “calpulli”, llamado “calpulec”, era siempre miembro de una familia concreta y organizaba la distribución de tierras, ostentando la representación grupal y estando asesorado por ancianos. La sociedad mexica se hallaba fuertemente estratificada, observándose diferentes niveles dentro de una jerarquía. El principal lo ocupan los “tlatoque”, jefes o señores que gobiernan sobre una provincia o ciudad. El máximo de estos es el “huey tlatoani” (gran orador), señor de Tenochtitlan. El “tlatoani” tenía poder en todos los ámbitos, siendo un cargo hereditario, siendo el elegido designado por un Consejo, como ocurrió en los casos de Axayacatl, Tízoc o Ahuítzotl, de entre los hermanos del fallecido o de entre los hijos de la mujer legítima. El segundo nivel lo ocupa la nobleza, denominada genéricamente “teteuctin”. El “tecuhtli” o señor principal era designado de forma vitalicia y no hereditaria, aunque el “tlatoani” generalmente designaba a su primogénito como sucesor. Era un cargo de tipo militar, administrativo y judicial. Su casa, “teccalli”, forma un grupo social que agrupa al linaje del señor. Los nobles son un estamento formado por los hijos de los “tlaloque” y de los “teteuctin”, es decir, aquellos que no desempeñan cargo alguno pero que por nacimiento se encuadran dentro de la aristocracia. Estos “pipiltin”, si bien en principio no reciben tributo, sí pueden alcanzar ese estatus si contraen los méritos suficientes por medio de la guerra. Su función social es ejercer de funcionarios estatales, sobre todo como embajadores, recaudadores de impuestos o al servicio del tlatoani. Se les asignaba, además, una cantidad de tierras heredadas y trabajadores. Su dignidad social les suponía, sin embargo, mayores obligaciones, siendo más duramente castigados en caso de cometer alguna falta. Parte de los privilegios los perdieron durante el mandato de Itzcóatl, no recuperándolos hasta la llegada al poder de Motecuhzoma II Xocoyotzin. Otro tipo de nobles adquieren su condición por méritos; son los llamados “quauhpipiltin”, procedentes del común destacados en la batalla. Su estatus les otorga tierras y acceso a cargos administrativos, como formar parte del consejo de guerra del “tlatoani”. La mayor parte de la población pertenece al común; son los plebeyos o “macehualtin”. Encuadrados en el “calpulli”, deben tributar a las clases dirigentes. Una clase inferior o paralela a ésta – los autores no concuerdan- son los “mayeque” o braceros, trabajadores agrícolas asignados a la casa de un señor, a quien deben además tributar con agua y leña. El último estrato lo constituyen los “tlacotin”, esclavos o peones, condición temporal que se alcanzaba por deudas, por un acto de guerra o como castigo a determinados delitos. Dueño y esclavo establecían una especie de contrato para desarrollar un trabajo determinado, lo que no impedía al esclavo poseer o adquirir bienes o incluso otros esclavos. A veces eran los mismos padres quienes, acuciados por la necesidad, vendían a sus hijos. La venta de esclavos se realizaba en el mercado, resultando libre aquél individuo que podía escapar y atravesar sus puertas, refugiándose en Palacio. También podían ser voluntariamente liberados por su dueño o casar con la viuda de éste. Algunos cronistas como Durán, Sahagún y Motolinía nos han dejado muy bien documentada la vida cotidiana mexica. Sabemos que el embarazo y el momento del parto eran objeto de cuidados especiales, desempeñándose un ritual complejo que alejaba a los implicados del peligro. El recién nacido era bañado en el “temazcal” utilizando plantas medicinales, mientras la partera recitaba largos discursos moralizantes. La suerte del niño era averiguada con ayuda del libro de los destinos o “tonalamatl”, y venía determinada por su fecha de nacimiento. El adivino conocía así la profesión futura del niño e incluso el modo en que morirá, siendo por ejemplo los nacido en la fecha 1 calli propensos a morir de manera violenta. La forma de contrarrestar los malos augurios es hacer sacrificios a Huehuetéotl, dios del fuego, lavando al niño cuatro veces la cabeza y arrojando alimentos al fuego sagrado. La enfermedad dio lugar a una complicada terapéutica, basada tanto en el uso de medicinas naturales como de un complejo ritual. El “temazcal” era el remedio más usado, con fines higiénicos y ceremoniales. La muerte, como en cualquier sociedad, era un momento de especial significación. Antes de llegado el momento se hacía necesario realizar una confesión ante la diosa Tlazoltéotl, la comedora de inmundicias, lo que aseguraba la inmunidad por los pecados cometidos. La manera de morir determinaba el destino del cuerpo: los ahogados o gotosos eran enterrados; las parturientas recibían sepultura en el patio de un templo, mientras que el resto era incinerado. Con respecto a la educación, si bien todos los individuos recibían una misma educación básica, entre los 5 y los 9 años, a partir de esta edad se separaban en función de su clase social. Los hijos de “macehualtin” se educaban profesionalmente entre los 10 y los 12 años, lo que les daba derecho a usa el “maxtlatl”, la prenda masculina que los identificaba como adultos. A partir de los 15 años acudían al “telpochcalli” o escuela de barrio, donde se les instruía en la guerra. Los hijos de los nobles, por el contrario, podían acudir a dos tipos de escuelas: el “telpochcalli”, donde recibían educación carácter militar hasta los 22 años, y el “calmecac”, que formaba administradores, políticos y sacerdotes. En ambos casos se obligaba a los jóvenes a llevar una vida austera y sacrificadas, donde algunos actos eran especialmente castigados. Así por ejemplo, la embriaguez se condenaba con la muerte, persiguiendo el objetivo de formar a los jóvenes en una moral puritana y abnegada al servicio del estado mexica.