Dioses prehispanicos

DIOSES

HUITZILOPOCHTLI
“Colibri Siniestro” fue el dios principal de los Mexicas. Hijo de Coatilicue y hermano de Coyolxauhqui. Dentro de la mitologia de los Aztecas ocupa el lugar principal, incluso delante de su madre Coatlicue (la de la falda de serpientes). Se practicaban sangrientas ceremonias en su honor. Era una divinidad de horror y sangre a la que se levantaron templos majestuosos en el centro de Tenochtitlan, y en honor de la cual se efectuaron sangrientos sacrificios humanos. Se le llamo tambien Mexitli y con otros nombres, pero en todo caso era una divinidad temida por sus propios fieles, y que su culto conducia siempre a la muerte.

Ha sido identificado con el sol. Generalmente su imagen era representada con un yelmo de colibrí en la cabeza con una mano sostiene una serpiente de turquesa y con la otra un escudo con cinco adornos de plumones y una bandera ritual y el

COATLICUE
Coatlicue (La de la falta de serpientes), se representa como una mujer decapitada, de cuyo cuello surge dos cabezas de serpientes, que simbolizan corrientes de sangre. Sobre los senos caídos luce un collar de corazones y manos y un pendiente de cráneos que simbolizan la vida y la muerte. Falda de serpientes entrelazadas y sujetas atrás por un broche de cráneo con cascabeles y fiecos. Las manos se representan por cabezas de serpientes con las fauces abiertas y los pies con garras de águila. En la base tiene esculpido un Tlaltecuhtli, el señor de la tierra. Sangrientas ceremonias se practicaban en su honor, igual que lo hacían en honor de su hijo. Fue madre de muchos hijos, siendo los principales Huitzilopochtli y Coyolxauhqui. Es su figura una de las más importantes en la Sala Azteca del Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México.

COYOLXAUHQUI Coyolxauhqui es una representación de la Luna. Se le representa en la forma de una cabeza cercenada por su hermano Huitzilopochtli, que es también el dios Sol. Por eso su aspecto es de una muerta que tiene los ojos esculpidos en forma de media luna. Sus mejillas están adornadas con cascabeles de plumón, éstas relacionadas con el sacrificio. Sus orejas y el adorno labial representan los rayos solares. En la parte inferior figuran los símbolos de la guerra sagrada y el sacrificio. Se le llama también Coyolxauhqui-Chantico, patrona del fuego y representan la Luna, sacrificada por el Sol.

XOCHIPILLI
Xochipilli, dios de las Flores (o Príncipe de las Flores), deidad del amor, el baile, la poesía símbolo del verano, la alegría, la abundancia, la vegetación, y las cosechas. Como dios de la danza lleva una máscara de madera cuyo borde inferior se percibe debajo de la barba. Viste una capa adornada con flores y un moño cuyas puntas terminan en flecos y cascabeles. Sus manos están dispuestas en forma de sostener un ramo de flores. Está sentado en su trono de flores xiuhcoatl “serpiente preciosa” su arma mágica.

El origen del Dios Mexica Huitzilopochtli

Mucho honraban los mexicas a Huitzilopochtli,
sabían ellos que su origen, su principio
fue de esta manera:

En Coatepec, por el rumbo de Tula,
habia estado viviendo,
allíhabitaba una mujer
de nombre Coatlicue.
Era madre de los cuatrocientos Surianos
y de una hermana de éstos
de nombre Coyolxauhqui.

Y esta Coatlicue allí hacía penitencia,
barría, tenía a su cargo el barrer,
así hacía penitencia,
en Coatepec, la Montaña de la serpiente.
Y una vez,
cuando barría Coatlicue,
sobre ella bajó un plumaje,
como una bola de plumas finas.
En seguida lo recogió Coatlicue,
lo colocó en su seno.
Cuando terminó de barrer,
buscó la pluma, que había colocado en su seno,
pero nada vio allí.
En ese momento Coatlicue quedó encinta.

Al ver los cuatrocientos Surianos
que su madre estaba encinta
mucho se enojaron, dijeron:
“Quién le ha hecho esto?,
quién la dejó encinta?
Nos afrenta, nos deshonra.”

Y su hermana Coyolxauhqui
les dijo:
“Hermanos, ella nos ha deshonrado,
hemos de matar a nuestra madre,
la perversa que se encuentra ya encinta.
Quién le hizo lo que lleva en el seno?

Cuando supo esto Coatlicue,
mucho se espantó,
mucho se entristeció.
pero su hijo Huitzilopochtli, que estaba en su seno,
la confortaba, le decía:
“No temas,
yo sé lo que tengo que hacer.”
Habiendo oído Coatlicue
las palabras de su hijo,
mucho se consoló,
se calmó su corazón,
se sintió tranquila.

Y entretanto, los cuatrocientos Surianos
se juntaron para tomar acuerdo,
y determinaron a una
dar muerte a su madre,
porque ellos la habían infamado.
Estaban muy enojados,
estaban muy irritados,
como si su corazón se les fuera ha salir.
Coyolxauhqui mucho los incitaba,
avivaba la ira de sus hermanos,
para que mataran a su madre.
Y los cuatrocientos Surianos
se aprestaron,
se ataviaron para la guerra.

Y estos cuatrocientos Surianos,
eran como capitanes,
torcían y enredaban sus cabellos,
como guerreros arreglaban su cabellera.
Pero uno llamado Cuahuitlícac
era falso en sus palabras.
Lo que decían los cuatrocientos Surianos,
en seguida iba a decírselo,
iba a comunicárselo a Huitzilopochtli.
Y Huitzilopochtli le respondía:
“Ten cuidado, está vigilante,
tío mío, bien sélo que tengo que hacer.”ç

Y cuando finalmente estuvieron de acuerdo,
estuvieron resueltos los cuatrocientos Surianos
a matar, a acabar con su madre,
luego se pusieron en movimiento,
los guiaba Coyolxauhqui.
Iban bien robustecidos, ataviados,
guarnecidos para la guerra,
se distribuyeron entre sí sus vestidos de papel,
su anecúyotl, sus ortigas,
sus colgajos de papel pintado,
se ataron campanillas en sus pantorrillas,
las campanillas llamadas oyohualli.
Sus flechas tenían puntas barbadas.

Luego se pusieron en movimiento,
iban en orden, en fila,
en ordenado escuadrón,
los guiaba Coyolxauhqui.
Pero Cuahuitlícac subió en seguida a la montaña,
para hablar desde allía Huitzilopochtli,
le dijo:
“Ya vienen.”
Huitzilopochtli le respondió:
“Mira bien por dónde vienen.”
Dijo entonces Cuahuitlícac:
“Vienen ya por Tzompantitlan.”
Y una vez más le dijo Huitzilopochtli:
“Por dónde vienen ya?”
Cuahuitlícac le respondió:
“Vienen ya por Coaxalpan.”
Y de nuevo Huitzilopochtli preguntóa Cuahuitlícac:
“Mira bien por dónde vienen.”
En seguida le contestó Cuahuitlícac:
“Vienen ya por la cuesta de la montaña.”
Y todavía una vez más le dijo Huitzilopochtli:
“Mira bien por dónde vienen.”
Entonces le dijo Cuahuitlícac:
“Ya están en la cumbre. ya llegan,
los viene guiando Coyolxauhqui.”

En ese momento nació Huitzilopochtli,
se vistió sus atavíos.
su escudo de plumas de águila,
sus dardos, su lanza-dardos azul,
el llamado lanza-dardos turquesa.
Se pintó su rostro
con franjas diagonales,
con el color llamado “pintura de niño”.
Sobre su cabeza colocó plumas finas,
se puso sus orejeras.
Y uno de sus pies, el izquierdo era enjuto,
llevaba una sandalia cubierta de plumas,
y sus dos piernas y sus dos brazos
los llevaba pintados de azul.

Y el llamado Tochancalqui
puso fuego a la serpiente hecha de teas llamada Xiuhcóatl,
que obedecía a Huitzilopochtli.
Luego con ella hirió a Coyolxauhqui,
le cortó la cabeza,
la cual vino a quedar abandonada
en la ladera de Coatépetl.
El cuerpo de Coyolxauhqui
fue rodando hacia abajo,
cayó hecho pedazos,
por diversas partes cayeron sus manos,
sus piernas, su cuerpo.

Entonces Huitzilopochtli se irguió,
persiguió a los cuatrocientos Surianos,
los fue acosando, los hizo dispersarse
desde la cumbre del Coatépetl, la montaña de la culebra.
Y cuando los había seguido
hasta el pie de la mosntaña.
Cuatro veces los hizo dar vueltas.
En vano trataban de hacer algo en contra de él,
en vano se revolvían contra él
al son de los cascabeles
y hacían golpear sus escudos.

Nada pudieron hacer,
nada pudieron lograr,
con nada pudieron defenderse.

Huitzilopochtli los acosó, los ahuyentó,
los destruyó, los aniquiló, los anonadó.
Y nie entonces los dejó,
continuaba persiguiéndolos.
pero, ellos mucho le rogaaban, le decían:
“Basta ya!”

Pero Huitzilopochtli no se contentó con esto,
con fuerza se ensañaba contra ellos,
los perseguía.
Sólo unos cuantos pudieron escapar de su presencia,
pudieron librarse de sus manos.
Se dirigieron hacia el sur,
se llamaban Surianos,
los pocos que escaparon
de las manos de Huitzilopochtli.

Y cuando Huitzilopochtli les hubo dado muerte.
Cuando hubo dado salida a su ira,
les quitó sus atavíos, sus adornos, su anecúyotl,
se los puso, se los apropió,
los incorporó a su destino,
hizo de ellos sus propias insignias.

Y este Huitzilopochtli, según se decía,
era un portento,
porque con sólo una pluma fina,
que cayó del vientre de su madre, Coatlicue,
fue concebido.
nadie apareció jamás como su padre.
A él lo veneraban los mexicas,
le hacíanb sacrificios,
lo honraban y servían.
Y Huitzilopochtli recompensaba
a quien así obraba.
Y su culto fué tomado de allí,
de Coatépec, la montaña de la serpiente,
como se practicaba desde los tiempos más antiguos.

Fuentes:

León Portilla, Miguel. Los Antiguos Mexicanos. México., Editoral Fondo de Cultura Económica. Colección Popular. Undécima reimpresión, 1995. Páginas 200.

León Portilla, Miguel. Literaturas de Mesoamérica. México., Editorial del Consejo Nacional de Fomento Educativo. Colección Cien de México. Primera edición, 1984. Páginas 277.

Literatura Prehispánica en México

Literatura Prehispánica en México

Introducción

México es el país con mayor cantidad de hablantes del idioma castellano en el mundo.

Sin embargo, 500 años después del traumático choque cultural que impuso allí la hegemonía del español, varios millones de individuos preservan en su territorio el uso de 56 lenguas prehispánicas sobrevivientes.

Algunas de ellas van desafortunadamente en camino de transformarse en lenguas muertas, pero otras muchas incrementan su número de hablantes en cada nuevo censo.

El náhuatl es utilizado actualmente por un millón y medio de individuos que habitan en 16 diferentes estados mexicanos y algunos sitios de la vecina República de El Salvador. Las lenguas mayas, como el maya yucateco, quiché, cackchiquel, tzotzil y tzeltal, tienen unos cuatro millones de hablantes en territorios de México, Guatemala, Belice y El Salvador.

Sólo en el estado mexicano de Oaxaca, por ejemplo, la mitad de sus pobladores actuales habla alguno de los 16 idiomas nativos como el zapoteco, mixteco, chinanteco, mixe, etc.

En otras regiones son importantes el idioma otomí (en los Estados de México y Puebla), el totonaco (en Veracruz), o el tarasco (en Michoacán), por citar sólo algunos ejemplos.

Diversos trabajos antropológicos, etnológicos y lingüísticos desarrollados durante el siglo XX, sobre todo a partir de la Revolución Mexicana, permitieron que buena parte de la sociedad retomara contacto con una rica tradición de canciones, poemas y relatos que las comunidades indígenas habían preservado tenazmente a lo largo de varios siglos.

Se volvió entonces absurda la pretensión de fijar como inicio de la literatura mexicana la aparición de las “Cartas de Relación” de Hernán Cortés a los monarcas españoles, como solían sostener algunos tratadistas.

La persistencia de las etnias autóctonas a lo largo de la historia del país, y su presencia en la realidad social y cultural del México actual, obligan con toda justicia a reconocer que la literatura mexicana abreva en remotas fuentes de la cultura mesoamericana, muy anteriores a la irrupción del idioma español.

Aquella notable tradición prehispánica fue nutriendo, después del encuentro con los europeos y a través de varios siglos, una producción literaria indígena transcripta ahora en alfabeto latino. Esto se manifestó en obras del período colonial y del México independiente, hasta llegar a la actualidad.

Por otra parte, el avance de los estudios arqueológicos e históricos permitió recuperar e interpretar muchos antiguos textos. Se conservan actualmente en diferentes lugares del mundo, quince códices prehispánicos y 948 elaborados o copiados con posterioridad a la conquista, cuyo análisis ha permitido rescatar importantes muestras de la producción literaria autóctona.

En México se asiste actualmente a un renacer de la literatura en lengua indígena, lo que ha propiciado incluso influencias sobre la obra de grandes autores contemporáneos en lengua española como Juan Rulfo, Octavio Paz o Carlos Fuentes, por citar sólo algunos de los más afamados.

Por todo ello, consideramos imprescindible iniciar este espacio de nuestra página con una referencia dedicada a la literatura mexicana prehispánica.

La literatura indígena anterior a la Conquista

La cultura había alcanzado un notable nivel de desarrollo en amplias áreas del actual territorio mexicano para la época de la invasión española.

Lo que podríamos llamar literatura prehispánica tenía allí importantes manifestaciones sobre todo en lengua náhuatl y otras del tronco maya.

Las composiciones literarias se conservaban de modo oral, pero en muchos casos se recurría a la interpretación de lo que aparecía pintado en lo que se denominaba en náhuatl un amoxtli, libro indígena elaborado con largas tiras de papel amate o cuero de venado plegados, que contenían dibujos picto-glíficos muy desarrollados y que permitían evocar los cantos y relatos a los que estaban capacitados para interpretarlos.

Los mayas consiguieron desarrollar una escritura glífica de carácter logosilábico, es decir que combinaban signos o glifos que representaban un concepto o pensamiento con otros que fonéticamente registraban sílabas. Con ellos podían escribir textos labrados sobre piedras, o pintados sobre cerámicas y libros.

Lamentablemente, no ha llegado hasta nosotros evidencia física de ninguno de sus libros aunque se sabe que existieron. Subsisten en cambio, gran cantidad de textos en piedra labrada y cerámica.

Los mayas desarrollaron también una profusa tradición oral de cantos y relatos.

La escritura maya no ha sido totalmente descifrada aún. Algunos lingüistas como el ruso Yuri Knorosov sostienen que el sistema comprendía unos 300 signos ideográficos, combinados con otros fonéticos y los de un tercer tipo que sin ser leídos ayudaban a precisar el sentido de las palabras.

La escritura de los nahuas y mixtecos, también era logosilábica pero muy inferior a la maya, por lo que entre ellos la oralidad debe haber alcanzado enorme desarrollo.

Todos acompañaban la escritura de sus símbolos con poderosas imágenes de fuerte contenido semántico, tanto en los monumentos labrados como en los objetos pintados.

El francés Jacques Soustelle en una obra clásica sobre la cultura mexica sostiene que “…el náhuatl posee todas las cualidades que exige una lengua culta…Se presta admirablemente a comunicar todos los matices del pensamiento…Era materia prima de selección para una literatura”. Los habitantes de Tenochtitlán estaban orgullosos de su idioma y menospreciaban a quienes hablaban otras lenguas.

En la región nahua, era siempre un tlamatini o sabio indígena el encargado de interpretar los signos del amoxtli o libro de pinturas. Algunos de éstos eran denominados cuicamatl o libro de cantos.

Los “amoxtli” eran elaborados por artesanos especializados conocidos como tlacuilos y preservados en verdaderas bibliotecas denominadas amoxcalli.

El proceso de lectura e interpretación de lo que estaba pintado en un “amoxtli” se denominaba amoxohtoca, que suele traducirse como “seguir el camino del libro”.

Los “tlamatini” poseían una notable retórica ya que habían sido formados en los calmecac, las escuelas superiores de nobles y sacerdotes indígenas.

Algunos de éstos tenían como función reunir a los hombres del pueblo o macehuales y enseñarles los cantos que habían sido elaborados por hombres ilustres de la clase superior o pipiltin.

Existen evidencias de que en la zona nahua, poco antes de la conquista española, había por lo menos cuatro centros intelectuales con importante producción literaria: México-Tenochtitlán, Tezcoco, Puebla-Tlaxcala y Chalco-Amecameca.

Los llamados forjadores de cantos que han sido identificados hasta ahora son:

En la región de México-Tenochtitlan: Tochihuitzin Coyolchiuhqui, Axayácatl (¿ – 1481), Moquihuitzin de Tlatelolco, Macuilxochitzin (1435 – ?), Teonximac de Tenochtitlan, Temilotzin de Tlatelolco (¿ – 1525), Totoquihuatzin de Tlacopan (¿ – 1472), Tetlepanquezanitzin de Tlacopan (¿ – 1521) y Oquitzin de Azcapotzalco,

En la región de Tezcoco: Nezahualcóyotl de Tezcoco (1402-1472), Cuaucuauhtzin de Tepechpan, Nezahualpilli (1464-1515) y Cacamatzin de Tezcoco (1495-1519)

En la región de Puebla-Tlaxcala: Tecayehuatzin de Huexotzinco, Ayocuan Cuetzpaltzin de Tecamachalco, Xayacamach de Tizatlan y Xicohténcatl (¿ – 1522)

En la región de Chalco-Amecameca: Aquiauhtzin de Ayapanco y Chichicuepon de Chalco (¿ – 1486)

El choque de dos culturas

Cuando los conquistadores advirtieron la influencia que sobre la ideología indígena tenían los”amoxtli” (a los que hoy conocemos como códices), se dedicaron con tenacidad a destruirlos bajo el argumento de que eran obra del demonio.

Temerosos de la transmisión oral de conocimientos prohibieron también los cantos indígenas.

Quien poseyera un “amoxtli” arriesgaba entonces su vida. Hay testimonios de la Inquisición en los cuales la principal acusación de herejía la constituyó la tenencia de un códice.

Sólo unos pocos funcionarios y religiosos humanistas advirtieron durante el siglo XVI lo insensato de ésta política e intentaron rescatar algo de la tradición oral y del testimonio impreso en aquellos valiosos libros.

Destacaron en ese empeño los franciscanos Bernardino de Sahagún y Toribio de Benavente Motolinía, los dominicos Bartolomé de las Casas y Andrés de Olmos, el Obispo de Michoacán Vasco de Quiroga y el Oídor (funcionario real) Alonzo de Zurita, entre otros.

Como la tarea evangelizadora les exigía una comunicación fluída con los indígenas, algunos frailes aprendieron los idiomas de estas tierras y comenzaron a representarlos por escrito adaptando los sonidos al alfabeto latino.

Con este método fueron alfabetizados algunos nobles indígenas y comenzó el mestizaje cultural.

Si bien esta acción quebró la concepción de oralidad e interpretación de códices, que había regido hasta entonces en la expresión literaria mesoamericana, permitió al menos la preservación de una parte de los antiguos contenidos aunque también se produjeron manipulaciones para adaptar aquellas formas a la nueva ideología dominante.

Estos procedimientos han alimentado una vasta polémica.

Algunos estudiosos consideran que toda aquella manifestación literaria cuya autoría o antigüedad no puede precisarse absolutamente sólo debe considerarse como folklore literario.

Otros cuestionan la validez de los procedimientos de rescate de los textos orales cuando se los traslada a la palabra escrita.

Se sabe que, como forma de resistencia, muchos recitadores variaban sus cantos en presencia de los españoles. Estos por su parte hacían esfuerzos por incorporar a los cantos referencias cristianas e incluso con posterioridad ordenaron componer directamente textos evangelizadores.

Es sintomático lo sucedido, por ejemplo, con los huehuehtlahtolli o “antigua palabra”, conjunto de normas y consejos sobre amplios temas, desde ideales morales hasta cuestiones prácticas, que los sabios nahuas transmitían verbalmente a sus descendientes.

Esta forma de literatura oral fue muy importante para la preservación de la cosmovisión y tradiciones en Mesoamérica.

Algunos de éstos parlamentos retóricos fueron transmitidos por notables recitadores, durante el siglo XVI, siendo transcriptos en idioma náhuatl con ayuda del alfabeto latino aportado por los españoles.

Los frailes comenzaron a usar entonces algunos “huehuehtlahtolli” como instrumento para la evangelización, al advertir su poderosa fuerza retórica y el contenido moral de su mensaje, extrapolando las referencias a los antiguos dioses del panteón indígena por la del dios creador de la nueva religión monoteísta.

Esta acción permitió la sobrevivencia de aquella forma literaria prehispánica.

Por otra parte, los nobles indígenas sobrevivientes a la invasión y sus descendientes comenzaron a producir obras escritas en náhuatl con el alfabeto latino, muchas de ellas basadas en los “amoxtli” todavía existentes.

Varios de éstos manuscritos permanecen anónimos, como los Anales históricos de la Nación Mexicana o Anales de Tlatelolco, la Historia Tolteca-Chichimeca o Anales de Cuauhtinchan , la Leyenda de los Soles y los Cantares Mexicanos.

Los nombres de algunos autores son conocidos como los de Gabriel de Ayala, Cristóbal del Castillo, Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, autor de la Octava Relación, o Fernando de Alvarado Tezozómoc, autor de la famosa Crónica Mexicáyotl.

Síntesis

Territorio mágico de develaciones, si la palabra viene desde el corazón del hombre; posibilidad de esplendor o de aberrante dominio; lugar de encuentro y de misterio; cuerpo orgánico donde la vida puede tener lugar: llamemos a la voz de cada pueblo su literatura.

Y si México Antiguo supo tener una cultura magnífica, ahí está con ella como una savia dorada la luz de su propia palabra.

Pueblos dueños de un mundo y de la voz que narra, crea y conserva dicho universo; ancestral y profunda, la tradición y el recorrido de la literatura en Mesoamérica se remonta al proceso mismo de su historia.

En el devenir de Olmecas, Toltecas, Teotihuacanos, Mexicas y de aquellos pueblos pertenecientes al llamado mundo Maya, se fue conformando un cuerpo orgánico que se transmitió de generación en generación, vivo como un corazón latiendo.

La conservación y transmisión fue mayormente oral, en recintos educativos especialmente diseñados para tal fin, a través de la explicación de los códices o libros de pinturas y de la memorización de cantos y versos.

El universo de la literatura prehispánica abarcó mitos y leyendas, himnos sagrados, distintas formas de poesía tanto lírica como épica y religiosa, también palabras destinadas a momentos de la vida cotidiana y trascendente: textos de iniciación, de bautismo, palabras fraternales o paternas, funerarias, textos del oráculo, etc.

Se pueden delinear dos grandes grupos generales: la literatura náhuatl y la literatura del mundo Maya, con su exponente máximo o más difundido: el Popol-Vuh.

Dentro de la literatura náhuatl existieron dos grandes formas: los cuícatl, si se quiere más cercanos a la poesía propiamente dicha “…son inspiración y también sentimiento. En ellos afloran los recuerdos y el diálogo con el corazón.”(1); y los tlatolli:”…palabra, discurso, relato, historia, exhortación. En el término tlatolli se comprendía todo aquello que no siendo pura inspiración o recordación poética, se ofrecía como fruto de inquisición y de conocimiento en diversos grados sistemático.”(2)

Reconocedores de la profundidad y posibilidad de su idioma, la forma fue sustancia en su expresión, siendo destacada la repetición de frases que posibilitaran la acentuación de sentidos como así también la memorización y transmisión oral.

Con el arribo del español se produce la destrucción de la mayor parte de aquel tesoro conservado por siglos.

Sin embargo la misma conquista contiene en su interior algunos hombres entregados a la tarea de preservar o recomponer eso que saben reconocer como una riqueza incomparable. Exponentes como Andrés de Olmos o Bernardino de Sahagún, entre otros, recogen a partir de sus propias voces aquello que pueden re-narrar en función de ese cuerpo vivo.

También sabios nahuas sobrevivientes a la conquista, utilizando las letras del idioma hispano dominante recién aprendido, se ocupan de transcribir esa tradición oral a fin de que no sea definitivamente extinguida a la par de la destrucción de todo cuanto supone la cultura prehispánica.

Así mismo, pudieron narrar y dejar testimonio de su visión como vencidos, de igual modo que los españoles dieron curso a sus relatos y crónicas de la conquista.

Hacedores de “una visión estética de la vida formada por medio de la poesía”, llamaron al narrador tlaquezqui: “aquel que, al hablar, hace poner de pie a las cosas.” (3)

El eco de aquella voz original, entramada luego con la conquista, resignificada, transmutada y viva, continúa su recorrido como un cauce de agua sin fin, presente en la historia de la literatura mexicana en su totalidad, para seguir viviendo, como al decir del Canto del Tamal de Agua :

“Mi corazón está brotando flores en mitad de la noche.” (4)

1.- Literatura del México Antiguo. Los textos en lengua náhuatl. Edición, estudios introductorios y versiones de textos de Miguel León-Portilla. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1978. Página XXVI

2.- Ob. Cit. Página XXVII

3.- Ob. Cit. Página XXXI

4.- Letras de la Nueva España. Alfonso Reyes, México-Buenos.Aires. Fondo de Cultura Económica, 1948. 1a. parte “Poesía Indígena”, pág. 27.

Bibliografía

La vida cotidiana de los Aztecas en vísperas de la Conquista, Jacques Soustelle. Fondo de Cultura Económica – México – 1992.-

Literaturas Indígenas de México, Miguel León Portilla. Editorial MAPFRE -Fondo de Cultura Económica – México – 1992.-

El destino de la Palabra. De la oralidad y los códices mesoamericanos a la escritura alfabética, Miguel León Portilla. El Colegio Nacional – Fondo de Cultura Económica – México – 1996.-

Huehuehtlahtolli. Testimonios de la Antigua Palabra, Miguel León Portilla y Librado Silva Galeana. Secretaría de Educación Pública – Fondo de Cultura Económica – México – 1991.-

Literatura Mexicana e Hispanoamericana, Carlos A. Loprete. Pearson Educación – México – 2000.-

la muerte del quinto sol

Relato de Ce Malinalli, apodada La Malinche o Doña Marina

No entramos en Xocotlán aquel día. Teníamos un aspecto demasiado cansado, íbamos demasiado sucios y nos dolían los pies; así no podíamos impresionar a nadie. Después de montar las tiendas a prudente distancia, cogimos fruta para cenar y recogimos pálidas flores de espliego que los totonacs trenzaron en guirnaldas.

Cortés mandó mensajeros para anunciar nuestra llegada y explicar nuestras amistosas intenciones al rey, un regente que siempre era varón, pero que siempre también recibía el nombre de Madre del Huerto. Y, mientras tanto, los xocotlanos observaban desde sus atalayas un ejército totonac y una banda de peludos duendes, algunos con cuatro patas y otros con piel metálica, todos ellos posados en el umbral de su país.

A los totonacs les preocupaba que la ciudad de los Huertos hubiera sido vasalla de los aztecas por una gavilla de años, porque sospechaban que la costumbre podía haber hecho que el yugo pareciera más ligero. Cresta de Delfín, el más importante de los intérpretes totonacs y uno de sus jefes militares, dijo:

– Después de una generación, la gente llega a acostumbrarse a que los aztecas les arrebaten a sus hijos y se les lleven la mitad de su comida. Empiezan a considerar a los recaudadores de impuestos como a los huracanes o las sequías, algo terrible pero que forma parte de la naturaleza.

Yo lo dudaba. Recordé la ira de los habitantes de Jalisco, el resentimiento de los agricultores de la Guarida de la Serpiente, la rebelde jactancia de los mercaderes y peregrinos. Su odio era infinito; llegaba de la dirección de Tenochtitlán y llevaba sin duda las órdenes de Moctezuma.

Mientras los totonacs se inquietaban y celebraban sus ritos, los españoles encendieron hogueras, aunque la noche era templada, y luego se sentaron a su alrededor, bromeando y descansando después de un duro viaje. Ahora que el frío paralizante de la montaña había desaparecido, sentí que mis ánimos revivían. Cuando me reuní con los soldados, me saludaron educadamente, incluso con afecto, y no parecieron sorprenderse de que estuviera allí con ellos; la dureza del camino me había convertido en su camarada. Cuando Cortés me cogió la mano y la mantuvo entre las suyas, nadie nos dedicó ni una sola mirada.

A la mañana siguiente el ejército se puso en marcha en formación compacta, con las armas cargadas y las flechas ajustadas en las ballestas. Como de costumbre, Cortés guiaba la columna, con aspecto grave y divino sobre Conductor de Mulas. Yo andaba a su lado, a pocos pasos delante de Aguilar, el padre Olmedo y el capellán, que llevaban cruces los tres. Seguía después un grupo de jinetes, escogidos porque eran los que tenían los caballos más fogosos; después venían los que llevaban los tambores y las trompetas, todos completamente armados y revestidos de armadura. Y así avanzamos con matracas, trompetazos y relinchos, una entrada asombrosa. Detrás de nosotros marchaban los soldados de a pie, guardando los cañones, y luego más caballería. Los totonacs, entonando himnos a Serpiente con Plumas, cerraban la retaguardia.

A llegar a la amplia avenida que conducía a la plaza y los templos, sentí de nuevo un estremecimiento de poder y de orgullo; pero, cuando estudié la escena en la que me encontraba, sin que pareciera que la examinaba, mi emoción se trocó en cautela.

Todos los veinticinco mil habitantes estaban allí, agolpándose en el lado derecho de la calle principal y en los planos tejados de las casas. Pero aunque el lado derecho estaba completamente lleno, el izquierdo permanecía desierto; sólo había en ese lado unos cuantos perros xolos, atados, que ladraban hacia nosotros desde las puertas de las casas y se batían en retirada cuando captaban la imagen y el olor de nuestros grandes perros de caza. Para los xolos era la misma sensación que si los hombres se enfrentaran con gigantes.

Las caras de la gente eran solemnes, incluso hostiles, aunque se habían vestido con ropa de fiesta; los hombres con capas de color naranja y verde, taparrabos teñidos y sandalias con borlas. Las mujeres llevaban faldas y capas bordadas. Vi, entre la multitud, algunos abanicos de hojas de palmera pintadas y algunos atados de plumas, pero no se veía ningún arma; las lanzas debían hallarse inmediatamente después de las puertas. Me causó una impresión extraña y ominosa el hecho de que la multitud, brillante como un arco iris en el marco de las paredes encaladas, permaneciera en el más absoluto silencio.

Cuando estábamos a mitad de camino de la plaza oí unos pocos vítores cautelosos de algunos que amaban a Serpiente con Plumas y luego los indiferentes gritos de una claque alquilada por los totonacs la noche anterior. Más importante fue el hecho de que vi algunas personas haciendo silenciosamente el signo de Serpiente con Plumas con los dedos curvados. La mayoría eran mujeres, y los hacían furtivamente.

Cortés me dijo, inclinándose hacia mí:

– Así que nos dan la bienvenida, después de todo. En silencio, pero es una bienvenida.

– Media bienvenida, mi señor. Sólo media.

Él miró de nuevo y asintió, aunque no llegó a entender por completo el sentido de que estuviera desierto el lado izquierdo de la calle, el lado consagrado al azteca Colibrí. Dudo que se diera cuenta de que las flores que unos pocos agitaban en señal de saludo estaban pasadas y mustias, como señal de que nuestra bienvenida podía deteriorarse con rapidez.

El rey Madre del Huerto había decidido mantener Xocotlán neutral de momento. Nos iba a aclamar con un mano y a ignorar con la otra. Era como la antigua costumbre de llevar una antorcha encendida en plena luz del día para demostrar que, para el que la lleva, es aún de noche, que ha decidido ser ciego ante lo que está sucediendo delante de sus ojos. Tales son los delicados signos de la diplomacia.

Nos reunimos en formación en la gran plaza, los españoles al frente, los totonacs detrás. Esperamos mientras el sol iba ascendiendo y empezaba a hacer calor. Madre del Huerto retrasaba su llegada para mostrar falta de interés y superioridad. Podía imaginarle arrastrándose ante Moctezuma y diciendo con su voz lastimosa:

– Respetado Portavoz, dejé que esos demonios se asaran al sol durante dos horas. Estaban secos como el adobe.

Finalmente Cortés se enojó. El Templo de Espejo Humeante tenía cuatro pisos, cada uno con una plataforma colocada a trece peldaños de distancia de la inmediatamente inferior. Los fieles debían arrodillarse en cada una de las plataformas para purificarse antes de llegar al sanctasanctórum de la cima. Cortés, con una colérica exclamación, espoleó de repente a Conductor de Mulas y subió hasta la primera plataforma, donde el caballo se encabritó y dio la vuelta, como para desafiar a la multitud. Otros tres jinetes siguieron su ejemplo, y las pezuñas calzadas de hierro sacaron chispas de los peldaños. Aguilar y los sacerdotes corrieron a reunirse con ellos, y yo también.

Cortés vaciló, miró a su alrededor como buscando al rey, luego subió a la carga hasta la siguiente plataforma, hasta donde nosotros también le seguimos. Por entonces, todo el ejército se había reunido en la base del templo.

El enjambre de xocotlanos empezó a cuchichear con ira mezclada con miedo. En pocos minutos cortés subiría al santuario de Espejo Humeante, y los xocotlanos sabían ciertamente lo que le había sucedido a los dioses de piedra de otras ciudades.

Un sacerdote asomó su cabeza de cuervo entre las cortinas del alto santuario y gritó:

– ¡Pedidle al rey que se dé prisa! ¡Estos demonios profanarán el santuario!

Otros se hicieron eco del grito, y los guerreros se acercaron a las puertas de las casas, a sus armas. De repente sentí la presencia de sangre derramada tan fuertemente que creí era un presagio; luego reconocí el olor, y vi que era verdadera sangre lo que iba escurriéndose por un canal que habían cortado en la balaustrada del templo. Los españoles aún no se habían dado cuenta.

Se produjo una conmoción en uno de los lados de la plaza -el lado derecho, naturalmente, no el dedicado a Colibrí- y los heraldos llegaron corriendo para anunciar la llegada inminente del rey. El truco de Cortés había resultado bien: había hecho salir de su escondite al monarca, que se retrasaba a propósito. Cuando la muchedumbre se abrió para dejar paso al palanquín real, nos quedamos atónitos. La plataforma, llevada por una docena de porteadores, no tenía cortinas a los lados y, sentado con las piernas cruzadas, venía en ella el Jefe Gordo de Zempoala que parecía haber llegado, por arte de magia, antes que nosotros a Xocotlán y ahora se dirigía a nuestro encuentro ataviado con una elaborada capa y una tirada nuevas.

Pedro Alvarado exclamó:

– ¡Por el culo de Satanás, es el mismo gordito! ¿Cómo ha llegado hasta aquí? ¿Qué truco es éste?

Luego, cuando el palanquín estuvo más cerca, me di cuenta de que después de todo no se trataba del jefe Gordo sino de alguien aún más obeso que el regente totonac, un montón de carne gelatinosa tan redondo, que dudo de que hubiera podio levantarse sin una cuadrilla de hombres para elevarlo. Parecía un enorme dios olmeca tallado en un solo peñasco y que podría rodar por la ladera como una pelota.

Un heraldo gritó:

– ¡Se acerca el rey Olintetl el Feroz!

No dijo Madre del Huerto, por lo que sin duda esto encerraba desprecio.

– ¡Olintetl se acerca!

Pero, en lugar de acercarse, el rey ordenó a los porteadores que se detuvieran a un tiro de arco de la escalera del templo, donde esperó, mirando a Cortés con ira, sólido como una montaña. Los sacerdotes que le acompañaban hicieron sonar matracas y soplaron en silbatos de hueso.

Cuando Cortés espoleó a Conductor de Mulas para descender la escalera contuve el aliento, y lo mismo hizo Aguilar. Si Conductor de Mulas se plantaba o tropezaba ahora, Cortés sufriría una terrible pérdida de dignidad.

Pero Conductor de Mulas se comportó como si le hubiesen entrenado en los peldaños de un templo, y los otros caballos le siguieron sin grandes vacilaciones. Yo me apresuré a seguirles y encontré un lugar en la balaustrada de piedra donde, permaneciendo de pie, tenía la cabeza algo más baja que el yelmo de Cortés, pero algo más alta que el rey. Necesitábamos todas las ventajas posibles. La sangre que se escurría por el canal casi me tocaba la suela de la sandalia.

El rey empezó a hablar en voz muy alta.

– Moctezuma, el omnisciente y todopoderoso, me ha pedido que os reciba como es debido, forasteros. Veo que tanto vosotros como vuestros… -Vaciló, no sabiendo cómo referirse a los caballos-… amigos de cuatro patas os habéis sentido ya atraídos hacia el alto templo. Eso es exactamente lo que esperaba. -¡Qué buen mentiroso era!-. Os atraía la sangre de nuevos sacrificios. Esta misma mañana, mientras os acercabais, sacrificamos a quince muchachos y muchachas en vuestro honor. Su sangre está aún fresca para que podáis beberla si vosotros y vuestros… – miró de nuevo a los caballos-… compañeros tuvierais sed.

– ¡Serpiente con Plumas repudia el sacrificio sangriento!- dije, sin esperar a que hablara Cortés.

Cuando Cortés entendió lo que había sucedido mantuvo su calma exterior. Su voz era suave pero fría como el viento de la cima de la montaña.

– Dile a este monstruo que sólo salvajes y bestias fieras beben sangre humana. ¡Me da asco!

Los españoles parecieron inquietos ante su franqueza. Yo suavicé las palabras al traducirlo y añadí una cita que muchos xocotlanos probablemente conocerían: la famosa advertencia de Serpiente con Plumas acerca del sacrilegio que representa matar.

– Porque incluso el grillo es sagrado, y no se debe despreciar a la humilde hormiga. ¡cuánto más preciosas son, por lo tanto, las vidas de vuestros hermanos y hermanas, los hijos de Ometeotl!

Madre del Huerto tuvo el buen gusto de mostrar, por su aspecto, que comprendía que había sido censurado y decidió al instante alejar a los españoles del templo.

– La comida os está esperando, si queréis seguirme. Será una comida pobre, pero es lo mejor que tenemos. -Hizo un gesto de ofrenda cordial. Después cambió el tono al añadir-: Nuestras mujeres y niños pasarán hambre para que podamos ofreceros nuestra hospitalidad.

Otra vez la bienvenida a medias, la contradicción, la doble máscara.

Nos dirigimos hacia una plaza secundaria, pasando junto a templos y palacios que los españoles encontraron más magníficos que yo. La arquitectura de Xocotlán es hermosa, pero monótona.

La comida, servida por viejas feas y viejos excéntricos, fue escasa y sosa. Mientras comimos, el rey habló de las glorias de Tenochtitlán y Moctezuma; en realidad, parecía uno de esos recitadores de alabanzas públicas que los pretendientes tabascos alquilan para impresionar a la familia de la futura novia.

– Tenochtitlán, la más grande de las ciudades del mundo, está construida sobre aguas profundas, y sólo se puede entrar en ella por calzadas elevadas. Estas tres calzadas elevadas están interrumpidas por puentes levadizos, cinco o seis en cada una. Todas las casas, decenas de miles de ellas, tienen tejados planos y pueden convertirse en fortalezas con mayor rapidez que la empleada por una garza para volar sobre la ciudad. Tenochtitlán es magnífica, inaccesible, invencible.

Una vez terminada nuestra mísera comida, se sirvió el banquete del propio rey y de sus cortesanos: grandes y humeantes fuentes llenas de carne y adornadas con pasteles de maíz teñidos y formando flores. A nadie le cupo la menor duda acerca del origen de aquella carne: esta matanza se había hecho en el templo. La cara de Cortés se volvió cenicienta; todos los españoles parecían sentirse enfermos.

Para empeorar las cosas con respecto a Cortés, muchos de los cortesanos estaban allí con su pareja, un amante varón; ésta era una costumbre bastante corriente en todas partes, pero especialmente frecuente y estimulada en Xocotlán. Ahora estos amantes aparecían cogidos con afecto de las manos, orgullosos de presumir de su pareja ante los recién llegados. Se acariciaban mutuamente, pero yo no vi nada indecoroso.

Cortés mantuvo los ojos clavados en la escena por un momento, después dio un golpe tan fuerte sobre la mesa con el recipiente de donde bebía que lo rompió en pedazos. Se puso de pie.

– ¡Diles que todo esto es abominable a los ojos de Dios! Deben apartarse del canibalismo, de la sodomía y de la adoración de los demonios.

El rey Madre del Huerto reflexionó sobre el conjunto de exhortaciones, después deliberadamente rodeó con su robusto brazo la cintura del joven más cercano.

– Pensaremos sobre ello. Los sacrificios y la absorción de fuerza a través de la carne de las ofrendas es una cuestión religiosa. Consultaremos a los sacerdotes. Pero la mutua atracción de los hombres jóvenes es parte de la naturaleza. Si los españoles desean cambiar la naturaleza, son ellos quienes deben realizar el milagro, no yo. Personalmente, creo que este punto de vista es necio y antinatural.

Traté de traducirlo y fracasé. Aguilar no podía ayudarme, porque todo cuanto podía hacer era tartamudear y enrojecer. Pero mi señor comprendió que sus demandas habían sido rechazadas.

Yo le dije a Madre del Huerto:

– Con el tiempo comprenderás el acierto de lo que aquí se ha dicho. Nosotros no queremos pelearnos.

Madre del Huerto asintió amablemente, pero Cortés se apartó de allí pesaroso. Yo sabía que su conciencia, su esencia divina, había sido ofendida.

Organización económica, política, social, aztecas

Organización económica, política, social

No aparecen como bárbaros simo como soldados y campesinos que sabían cultivar la tierra y sembrar maiz. No se cubrìan con pieles, sino con mantas tejidas de algodón. Se componían de 4 clanes y luego barrios en que se dividió Tenochtilán y que luego aumentaron a 7 y hasta 15 y 20 calpullis.

El gobierno correspondía a cuatro sacerdotes (uno de ellos la sacerdotiza Chimalma). En el ejército había 4 jefes, siendo dos los principales. El Tlacatecuhtli (serñor de los hombres) o general en jefe, y el Tlacochcalcatl (jefe de la caza de laz lanzas o del arsenal), de rango apenas inferior. El ejército estaba encabezado por un jefe militar, también de gran prestigio. Craron una aristocracia militar. Las victorias guerreras le dieron el dominio sobre el enemigo, creando una casta de siervos que recibieron el nombre de mayeques.

Los soberanos eran electos, los plebleyos (macehuales o macehualtin) no participaban en las elecciones. La clase baja era gobernada por lo nobles o pillis . Entre ambos había una clase intermedia, formada por comerciantes o pochtecas y artesanos de clase superior. Los esclavos formaban el peldaño más bajo de la escala social, pero no eran tratados como objetos, podían tener tierras y sus hijos nacían libres.

Habia escuelas diferentes para el nacehuatl y el pilli y para mujeres. Gracias a la eduación en el Calmecac y al necesidad creciente de gobernadores y administradores.

El sacerdocio era otro núcleo privilegiado; por ser portador de la divinidad nacional. Debido al complicado sistema religioso azteca, había dos sacerdotes principales de Huitzilopochtli (Dios del sol y de la guerra) y de Tláloc (Dios de la lluvia, agricultura y fertilidad).

Entre los altos funcionarios había un tercer grupo importante, el de los jueces.

Ritos prehispanicos

Ritos.. . . . . .

La vida de los antiguos mexicanos estaba llena de rituales, no había ningún aspecto de la vida que no requiriera una parte religiosa

A continuación presentaremos algunos de los rituales con los que se debía de cumplir en la vida

1.-al nacer un niño, el padre ya había tallado un pequeño escudo de madera, al cual le era atado el trozo de cordón umbilical que le era cortado al niño , el cual le sería entregado al primer guerrero que acertara a pasar por allí , quien recibiría el encargo de enterrarlo en el primer campo de batalla al que fuera después de recibir el regalo. el cordón de una niña era atado a un huso de barro debajo de la casa. En el varón esto significaba el ser llamado al campo de batalla, y el de la niña, enterrado en la casa, ataría su tonali o destino a la casa, para que creciera para ser una hacendosa y buena esposa.

A continuación se les daba el nombre del día en el que había nacido, nombre que conservarían hasta los 7 años, cuando su regalo de cumpleaños era un nuevo nombre, el cual era consultado por un viejo llamado tonalpoqui, el conocedor de nombres. el consultaba el tonalmatl , que contenía los actos mas importantes de los dioses de cada día. así pues , si el día de tu nacimiento había caído una tormenta, podrías se r llamado nube, o nube oscura. a continuación se iba a registrar al niño en el tocayamatl, que era un libro donde todos los habitantes de cada poblado estaban registrados, a menos que murieran, fueran desterrados o se fueran a vivir permanentemente a otro lado.

También existían muchos tipos de sacrificios, dependiendo del dios o de la ocasión. Es el más conocido el sacrificio a Tonatiú, el dios-sol, en el templo mayor, cada puesta del sol. Un hecho tal vez menos conocido es la guerra Florida. Las guerras floridas eran guerras cuyo único propósito era reunir prisioneros a ser sacrificados. Tuvo su origen durante el reinado del primer Moctezuma (Moctezuma Ilhuicamina) , cuando una gran sequía , combinada con el peor invierno registrado hasta ese momento, segaron muchas vidas, hasta que se decidió hacer un sacrificio coordinado de todas las naciones afectadas para calmar a los dioses. Se organizó una guerra para tomar prisioneros, después se procedió a sacrificarlos al mismo tiempo, en el día más propicio para hacerlo según los sacerdotes. se calcula que murieron de 800 a 80000 personas ese día para aplacar la ira de los dioses, quienes mandaron lluvia ese mismo día.

2.-El calendario mexica abarcaba 52 años, que era lo que se esperaba viviera una persona, con 12 meses de 30días. El primer mes se llamaba ” el-árbol-es-levantado” y cada año tenía lugar una gran celebración por el final de los nemotemtin , los Días Huecos. En estos días toda clase de espíritus malignos vagaban por el mundo y nadie debía celebrar nada, ni reunirse en ningún lugar, ayunar y estar dentro de sus casas. Estos días eran los últimos 5 días del año, que no pertenecían a ningún mes. Pues bien, al terminar los nemotemtin se daba una gran celebración que culminaba con el sacrificio de dos niños a Tláloc, en la noche, para que Tonatiú no viera los festejos y no se pusiera celoso de su hermano dios del agua. Primero comenzaba una danza donde los niños iban vestidos de colibríes y las niñas de flores, de modo que los niños fingían sorber el néctar de las niñas. A continuación el sacerdote principal de Tláloc aparecía en lo alto del templo, soplando con su trompeta de concha, después bajaba los brazos y un trueno ensordecía a la multitud. Tláloc había hablado. El tambor de truenos , o “tambor que arranca el corazón” era tocado frenéticamente por otro sacerdote que lo golpeaba con baquetas de hule , y se entonaban los cánticos , los cuales eran a veces interrumpidos por el hoooo-hooo del búho (era como una especie de amén de los feligreses presentes) y luego gritaba el sacerdote: “Tehuan tiezquíaya in ahuehuetl in pochotl, Tlaloctzin” que significa : ¡quisiéramos estar debajo de los ahuehuetes , debajo del arbol de la ceiba, Señor Tláloc!”(equivale a pedir la protección de la deidad) Después, venia la danza de las cañas, espectáculo donde hombres y mujeres bailaban y hacían una especie de tabla gimnastica con cañas)

A continuación el interludio cómico consistía en la danza de los ancianos artriticos, que bailaban con la esperanza de que sus articulaciuones no les dolieran tanto enépoca de lluvias, era cómico porque aún cuando los ancianos lo hacían muy en serio, sus enfermedades no permitían que se movieran con gracia, dando como resultado que elpueblo se riera de ellos. Despues venía la “danza de las cosquillas”, bailada por las auyanime, cuya función era servir sexualmente a los guerreros, y sólo a ellos. La danza era tan explícita que se decía que bailaban con compañeros invisibles.

El gran final, era el sacrificio de unos niños, un niño y una niña, a Tláloc. Primero los pellizcaban p’ara que lloraran y estuvieran tristes, se creiía que mientras más lloraran, más lluvias tendría el año. Después se les aplicaba una mascarilla de hule caliente y eran inmediatamente arrojados a una pila , que hacía que el hule se endureciera y no los dejara respirar, y así morirían ahogados.

LA COMIDA EN EL MEXICO ANTIGUO

LA COMIDA EN EL MEXICO ANTIGUO

EL MAIZ

Es originario de América. Se han encontrado restos prehistóricos de unas mazorcas pequeñisimas en el Valle de Tehuacán.

Por su importancia, el maíz se convirtió en un objeto de culto religioso y en torno a él se organizaron varios tipos de ceremonias. Antes de comerlo, lo trataban con ternura y delicadeza. Antes de cocerlo, lo calentaban con el aliento para que no sufriese con los cambios de temperatura y si encontraban algún grano en el suelo lo recogían y rezaban una oración, para disculpar el desperdicio e impedir que los dioses se vengaran produciendo sequías y hambre.

EL FRIJOL

Junto con el maíz eran parte de la alimentación básica del mexicano. Los comían con tortilla y chile todos los días.

EL CHILE

Se usaba en todo el territorio antiguo de México para condimentar la comida. Sus poderes aperitivos y digestivos lo hacían muy cotizado.

LA CALABAZA

Se utilizaba de manera refinada y práctica. Su pulpa se cocía y se condimentaba con diversos tipos de chile; de las pepitas se extraía un aceite con el que se preparaba pipián.

De otra variedad de calabazas se hacían las jícaras con las que se servían los líquidos, aunque también se utilizaban como adorno.

GUAJOLOTES Y PERROS

Había muchas variedades de aves. Los guajolotes eran la única ave domesticada. Habían perros sin pelo, que se cebaban para el consumo. Su carne era menos estimada que la del guajolote. Se dice que a veces las consumían juntas, la del guajolote arriba y la del perro abajo “para hacer bulto”.

EL MAGUEY

Los códices, antiguos documentos de los mexicanos, hablan de la importancia del maguey en la vida cotidiana y en la vida religiosa. El maguey producía la bebida sagrada, el teómetl o vino blanco, bebida de los valientes, y el octli, bebida de las clases populares que después de la conquista se llamó pulque.

Del maguey se obtenían bardas para los campos y techos para las casas. También hilo, papel, agujas, vestido, calzado, reatas, vino, vinagre, medicinas, para el mixiote, para envolver deliciosos manjares de carne y pescado.

PRODUCTOS DE AGUA

El Valle de México fue una región llena de agua y , como la antigua tenochtitlán, todavía a principios de este siglo había canales, acequias y hasta lagos en nuestra ciudad.

Los habitantes de esta zona consumían grandes cantidades de animales acuáticos, entre ellos los insectos y los huevesillos de una mosca depositados en la superficie de las aguas, una especie de pasta deliciosa llamada ahuautle.

También se comían las ranas, los ajolotes y los camarones de agua dulce. Cerca del mar se comían además distintos tipos de pescado, las tortugas, los cangrejos y las ostras.

FRUTA DEL DESIERTO

El nopal es una planta que crece en terrenos secos. De sus hojas espinosas brota una flor y luego una fruta llamada TUNA; Las hojas y la fruta calman el hambre y la sed de los habitantes de los espacios desérticos.

EL CACAO

El cacao era tan apreciado en el mundo prehispánico que se usaba como moneda. Además se bebía. El chocolate molido con agua y con maíz endulzado con miel de abeja y aromatizado con vainilla, tomado en jícaras se convertía en champurrado.

Mitología azteca-4071

Mitología azteca
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Huitzilopochtli “colibrí del sur”, dios de la guerra y el sol, dios nacional de los aztecas
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Huitzilopochtli “colibrí del sur”, dios de la guerra y el sol, dios nacional de los aztecas

La mitología azteca es una extensión del complejo cultural conocido como nahua. Antes de llegar los azteca al valle del Anáhuac, ya existían antiguos cultos y dioses que ellos adoptaron en su afán de adquirir un rostro. Al asimilarlos también cambiaron sus propios dioses, tratando de colocarlos al mismo nivel de los antiguos dioses del panteón nahua. De esta manera, elevaron sus dioses patronos, Huitzilopochtli y Coatlicue, al nivel de las antiguas deidades creadoras, como Tláloc, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca.

Dicho esto, existe un culto dominante sobre los demás dioses aztecas, el de su dios Sol, Huitzilopochtli. Los aztecas se consideraban como el pueblo elegido por el Sol, encargados de garantizar su recorrido por el cielo, alimentándolo. Este sentimiento fue reforzado por la reforma social y religiosa de Tlacaélel bajo el reino de los emperadores Itzcóatl, Moctezuma I y Axayácatl a mitad del siglo siglo XV. El mito de la creación del mundo de los aztecas expande esta idea.

Las religiones prehispánicas se formaron a través de un lento evolucionar y asimilación de costumbres y dioses. Algunos dioses se asimilaron y mezclaron entre sí, otros cambiaron y se humanizaron, el resultado es que tenemos una infinidad de mitos, y leyendas a veces contradictorios, pues ninguno de ellos llegó a convertirse en dogma.

Los dioses prehispánicos, no son tanto seres de poder ilimitado, sino muchas veces encarnaciones de las fuerzas de la naturaleza, con personalidad humana, por ellos muchos estudiosos prefieren traducir el concepto prehispanico de “Téotl” como señor, y no como dios.

Los sabios nahuas o tlahtimines trataron de da un poco de orden a esta multitud de dioses, así, tenemos en primer lugar a los dioses creadores, o Ipalnemohuani, ésta es una palabra nahua que significa “aquél por quien se vive” y dado que en náhuatl no existe el plural más que para los nombres de cosas, se ha especulado mucho sobre una posible tendencia monoteísta de los aztecas. Sin embargo sabemos que los dioses creadores eran en primer lugar, Ometéolt y Omecíhuatl, padre y madre de los dioses, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, creadores del mundo, Tláloc y Hehécatl proveedores de la lluvia y de la vida. Otros nombre que se le daban a estos dioses son “El inventor de sí mismo” o “El señor del cerca y junto”. La mayor parte de la poesía náhuatl que sobrevive, usa estos nombres para referirse a los dioses creadores, dando la apariencia de monoteísmo.

Después estarían los dioses patronos, que eran los encargados de vigilar a cada pueblo. Según una antigua leyenda, cuando los grupos nahuas (las tribus nahuatlacas) salieron de Aztlan, cada una de ellas llevaba consigo su “bulto sagrado”, que contenía las reliquias de su dios patrono. Huitzilopochtli era el dios patrono de los mexicas, pero ellos también respetaban los dioses de los otros pueblos. Junto al templo mayor construyeron un templo especial para los dioses patronos de todos los pueblos conquistados, de manera análoga al Panteón romano.

Existían así mismo, dioses dedicados a cada profesión y aspecto de la vida. Xipe Tótec, dios del reverdecimiento fue adoptado como el dios de los plateros, Nanahuatzin, de las enfermedades de la piel, Tlazotéotl, diosa del amor físico y de las prostitutas, etc.

También existían algunos dioses de origen familiar pero se sabe poco de ellos.

La mayoría de estos dioses son anteriores a los aztecas o mexica, y son compartidos por los demás pueblos nahua.
Tabla de contenidos
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* 1 Mito de la creación
* 2 Panteón azteca
o 2.1 Dioses
o 2.2 Dioses-serpiente
o 2.3 Grupos de dioses
o 2.4 Criaturas sobrenaturales
o 2.5 Héroes y reyes legendarios
* 3 Leyendas
* 4 Lugares
* 5 Referencias
* 6 Véase también

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Mito de la creación
Quetzalcoatl y Tezcatlipoca
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Quetzalcoatl y Tezcatlipoca

Los nahuas tenían varios mitos de la creación, resultado de la integración de distintas culturas. En uno de ellos, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl se dan cuenta de que los dioses se sienten vacíos y necesitan compañía. Por ello necesitan crear la tierra. Existía solo un inmenso mar, donde vivía el monstruo de la tierra. Para atraerlo, Tezcatlipoca ofrece su pie como carnada y el monstruo sale y se lo come. Antes de que se pueda sumergir, los dos dioses lo toman, lo estiran para dar a la tierra su forma. Sus ojos se convierten en lagunas, sus lágrimas en ríos, sus orificios en cuevas. Después de eso, le dan el don de la vegetación para confortar su dolor. Y posteriormente se da a la tarea de crear a los primeros hombres.

Según otro mito conocido como “La leyenda del quinto sol”, en el principio, todo era negro, sin vida, muerto. Los Dioses se reunieron en Teotihuacan planteándose la cuestión de quién tendría la carga de crear al mundo, para lo cual uno de ellos se tendría que arrojar a una hoguera. Dos de ellos fueron seleccionados como víctimas para tal fin.

Sin embargo el más fuerte y vigoroso, al momento de lanzarse a la hoguera, retrocede ante el fuego; por lo que el segundo, un pequeño dios, humilde y pobre, (usado como metáfora del pueblo azteca sobre sus orígenes), se lanza sin vacilar al fuego, convirtiéndose en el Sol. Al ver esto, el primer dios, sintiendo coraje, decide arrojarse a la hoguera, convirtiéndose en la Luna.

Aun así, los dos astros siguen siendo inertes en el cielo y es indispensable alimentarlos para que se muevan. Entonces otros dioses deciden sacrificarse y dar el “agua preciosa” que es necesaria para crear la sangre. Por lo tanto, se obliga a los hombres a recrear eternamente el sacrificio divino original.
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Panteón azteca
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Dioses
Centeotl dios (diosa) del maíz
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Centeotl dios (diosa) del maíz

* Acuecucyoticihuati: diosa de los mares, de los ríos y del agua que corre. Su representación es de una mujer dando a luz, y se la considera una de las representaciones de Chalchitlicue.
* Amimitl: dios de los lagos, divinidad que calmaba las tempestades y protegía a los pescadores.
* Atl: un dios de las aguas,
* Atlacamani: diosa de las tormentas marinas.
* Atlacoya: diosa de las sequías.
* Atlatonin o Atlatonan: diosa de las costas.
* Atlaua o Atlahua: Señor de las Aguas, un dios del agua, patrono de los pescadores y los arqueros.
* Ayauhtéotl: diosa de la bruma y la neblina; se la ve por las mañanas o en las noches. Se la asocia con la vanidad y la fama.
* Camaxtli: dios de la caza, la guerra, el destino y el fuego. Fue uno de los creadores del mundo.
* Centéotl: también Cinteotl o Centeocihuatl, dios principal del maíz, hijo de Tlazotéotl. Le estaba dedicado el cuarto mes del año.
* Chalchiuhtlatónal: el agua.
* Chalchitlicue: La de la Falda de Verde Jade, diosa del agua y esposa de Tlaloc.
* Chalchiutecélotl: un dios búho nocturno.
* Chalchiutotolin: “Precioso Pavo Nocturno”, dios de la pestilencia y el misterio.
* Chalmecatecuchtli: un dios del mundo subterráneo, Mictlan, y de los sacrificios.
* Chalmécatl: el inframundo (Mictlan) y el norte.
* Chantico: diosa de los fuegos del corazón, los tesoros personales y los volcanes.
* Chicomecóatl (también Chalchiuhcihuatl, Chiccoméccatl, o Xilonen): Siete Serpiente diosa del maíz nuevo, esposa de Centéotl, venerada particularmente por los huaxtecos.
* Chicomexochtli: un patrono de los artistas.
* Chiconahui: una diosa doméstica de la fertilidad.
* Chiconahuiehécatl: asociado con la creación.
* Cihuacóatl (también Chihucóatl o Ciucóatl): mujer serpiente.
* Cipactónal: dios de la astrología y el calendario.
* Citlalatónac (ver Ometéotl).
* Citlalicue: Vestido de Estrellas, un creador de las estrellas.
* Coatlicue: La de la Falda de Serpientes, madre de Coyolxauhqui, los Centzon Huitznahua, y Huitzilopochtli. Diosa de la tierra.
* Cochímetl (también Coccochímetl): dios del comercio, el regateo, el trueque y los comerciantes.
* Coyolxauhqui: Cascabeles de Oro o La de los Cascabeles en la Cara, la Luna, hermana legendaria de Huitzilopochtli y probablemente patrona de la Vía Láctea.
* Cuaxólotl: una diosa del corazón.
* Ehécatl (también Ehecatl-Quetzalcóatl): dios del viento y creador de la tierra, los cielos y la actual raza de los hombres al rescatar los huesos de los hombres viejos del Mictlan, en su advocación de Quetzalcóatl. Como dios del Oeste, es uno de los que sostiene el cielo. Soplaba el viento que limpiaba el camino de los Tlaloque (dioses menores de la lluvia, ayudantes de Tláloc).
* Huehuecóyotl (también Ueuecoyotl): Coyote Viejísimo, un dios bromista e indulgente, señor de la promiscuidad y los lugares salvajes. Capaz de cambiar de forma, se lo asocia con los tambores y el coyote.
* Huehuetéotl (también Ueueteotl, Xiuhtecuhtli, Xiutechuhtli): antiguo dios del corazón, el fuego de la vida. Asociado con la Estrella Polar y con el Norte, es uno de los que sostienen los cielos. Su nombre significa Dios Viejo.
* Huitzilopochtli (también Mextli, Mexitl, Uitzilopochtli): el dios supremo de Tenochtitlan, patrono de la guerra, el fuego y el sol. Guía, protector y patrono de los aztecas (A quienes ordenó llamarse Mexicas a partir de aquel momento) desde su salida de Aztlan. Su nombre significa Colibrí Zurdo (O izquierdo) o Colibrí del sur
* Huixtocíhuatl (o Uixtochíhuatl): una diosa de la sal y el agua salada.
* Ilamatecuhtli (también Cihuacóatl or Quilaztli): La Vieja Princesa, anciana diosa de la tierra, la muerte, y la Vía Láctea. Su rugido indicaba la guerra.
* Itztlacoliuhqui-Ixquimilli: dios de la piedra, la obsidiana, la frialdad, la dureza y el castigo. Aspecto de Tlahuizcalpantecuhtli
* Iztli – dios del sacrificio y los cuchillos de piedra.
* Itzpapálotl: Mariposa de Obsidiana, Reina de Tomoanchan y de los tzitzimime (demonios de las estrellas) así como una de las Cihuateteo (Mujeres deificadas) .
* Ixtlilton: dios de la curación, las danzas, los festivales y los juegos. Hermano de Xochipilli.
* Iztaccíhuatl
* Macuilcozcacuauhtli: El Cinco Buitre, uno de los Ahuiateteo (dioses de los excesos).
* Macuilcuetzpalin: El Cinco Lagarto, uno de los Ahuiateteo (dioses de los excesos).
* Macuilmalinalli: El Cinco Hierba, uno de los Ahuiateteo (dioses de los excesos).
* Macuiltochtli: El Cinco Conejo), uno de los Ahuiateteo (dioses de los excesos).
* Macuilxóchitl: El Cinco Flor, dios de los juegos y el juego, y jefe de los Ahuiateteo, dioses de los excesos.
* Malinalxochi: hechicera y diosa de las serpientes, escorpiones e insectos del desierto.
* Matlalcehuitl (también Matlalcueje): diosa de los aguaceros y del canto, identificada con Chalchitlicue.
* Mayáhuel (también Mayahual, o Mayóuel): diosa del maguey, y por extensión, del alcohol.
* Metztli (también Metztli, Tecuciztécatl, Tecciztecatl): diosa de la luna, la noche y los granjeros. También se identifica con un dios de los gusanos, de bajo rango, que falló en sacrificarse para convertirse en el Sol, y devino en la Luna, su rostro oscurecido por un conejo.
* Mictecacíhuatl (o Mictlancíhuatl): diosa de la muerte y Señora de Mictlan, el inframundo de los infiernos.
* Mictlantecuhtli (también Mictlantecuhtzi, o Tzontémoc): dios de la muerte y Señor de Mictlan, también dios del Sur, uno de los que sostienen los cielos.
* Mixcóatl (serpiente nube): dios de la caza, la guerra y la Vía Láctea. Un aspecto de Tezcatlpoca.
* Nanahuatzin (también Nana, Nanautzin, o Nanauatzin): dios de bajo rango que se sacrificó a sí mismo para convertirse en el dios Sol Tonatiuh, en la prueba en que Tecuciztécatl falló.
* Omácatl (ver Tezcatlipoca)
* Omecíhuatl (ver Ometeotl)
* Ometecuhtli (ver Ometeotl)
* Ometéotl (también Citlatonac u Ometecuhtli (masculino) y Omecíhuatl (femenino)): el/los dios/es de la dualidad, pregenerador/es de las almas y Señor/Señora de los cielos.
* Ometochtli (El Dos Conejo): dios conejo ebrio, jefe de los Centzon Totochtin
* Opochtli: dios zurdo de la caza, en particular la caza con trampas, y la pesca.
* Oxomoco: diosa de la astrología y el calendario.
* Patécatl: El de la Tierra de las Medicinas, dios de la medicina y de la fertilidad, esposo de Mayahuel, creador del peyote y padre de los Centzon Totochtin
* Paynal: el mensajero de Huitzilopochtli.
* Quetzalcóatl (también Tlahuizcalpantecuhtli): Serpiente de plumas preciosas, dios creador y patrono del gobierno, los sacerdotes y los mercaderes. Asociado con Ehecatl como viento divino. Uno de los cuatro hijos de la pareja primigenia.
* Quilaztli (ver Cihuacóatl).
* Tecciztécatl: El del Caracol Marino, en algunos mitos asimilado con Tezcatlipoca.
* Temazcalteci (también Temaxcaltechi o Tozi) – diosa de los baños, diosa abuela, corazón de la tierra y madre de los dioses. Asociada con las parturientas y la guerra.
* Teoyaomqui (también Teoyaomiqui): dios de los guerreros muertos.
* Tepeyóllotl: Corazón de la Montaña, dios jaguar, asociado con los ecos y los terremotos.
* Tepoztécatl (también Tezcatzontécatl): dios del pulque y los conejos.
* Teteoinnan: madre de los dioses.
* Tezcatlipoca (también Omácatl, Titlacauan): El Espejo Humeante, omnipotente dios de los gobernantes, hechiceros y guerreros; de la noche, la muerte, la discordia, el conflicto, la tentación y el cambio; daba y quitaba las riquezas y era el protector de los esclavos. Siniestro rival de Quetzalcóatl en muchos mitos. Puede aparecer como un jaguar, además de sus otros muchos Tonales.
* Tlahuizcalpantecuhtli: dios destructor de la estrella del alba (Venus), el amanecer y el este. Es uno de los que sostienen los cielos.
* Titlacauan.
* Tlalchitonatiuh representa al sol bajo.
* Tlacotzontli es la protectora de los caminos. Para hacerla favorable, los viajeros acudían ante ella sangrándose con ramas de espino.
* Tlacúltetl es la diosa de la belleza y del amor sensual.
* Tlahuixcalpantecuhtli.
* Tláloc (también Nuhualpilli): El que Hace Brotar a las Cosas, Licor de la Tierra, grande y antiguo proveedor y dios de la lluvia, la fertilidad y el rayo. Uno de los cuatro hijos de la pareja primigenia (Ometecuhtli y Omecihuatl). Dios creador y uno de los cuatro soles. Fue uno de los dioses más viejos de toda Mesoamérica y tenía un templo gemelo junto al de Huitzilipochtli en Tenochtitlan.
* Tlaltecuhtli Señor o señora de la tierra: Dios(a) de la tierra, asociada con los partos difíciles. Según algunas tradiciones, para crear la tierra Quetzalcóatl y Tezcatlipoca lo(a) bajaron del cielo y lo dividieron, separando la tierra del cielo. De sus cabellos se hicieron los árboles, flores y yerbas, de sus ojos pozos, fuentes y cuevas, de su boca ríos y cavernas, y de su nariz valles y montañas.
* Tlatlauhqui
* Tlazoltéotl (también Tlaelquani, Tlazolteotli) Devoradora de la Mugre: diosa de la purificación de la mugre, la enfermedad o el exceso. A ella se acogían los moribundos para confesar sus pecados ante su teopixque (Sacerdote), también era considerada patrona del tejido, de los amores y placeres impuros. Protectora y patrona de los amantes.
* Tletonatiuh: Era uno de los cuatro soles aztecas. Es el “sol de fuego”, bajo cuyo influjo los humanos fueron exterminados por el fuego caído del cielo y transformados en diversos animales como perros, aves, etc.
* Tloquenahuaque
* Toci Abuela de los Dioses, sincretizada por Santa Ana
* Tonacacíhuatl
* Tonacatecuhtli
* Tonantzin
* Tonatiuh El Luminoso o El que Calienta: Dios Sol y guerrero de los cielos que disparaba sus dardos luminosos a los cuatro puntos cardinales al amanecer, asociado con las águilas y con los mayas. Identificado con Huitzilopochtli. Se le representaba con el glifo del movimiento (ollin). También era el regente del paraíso al que iban los guerreros muertos en batalla, los sacrificados en su honor y las mujeres que morían en el primer parto.
* Tzítzmitl: anciana diosa abuela.
* Xilonen: ver Chicomecoatl.
* Xipe Tótec Nuestro Señor Desollado: dios de la primavera, la germinación de las semillas y la renovación de la vegetación; además de la fertilidad. Era considerado el patrono de los orfebres. Se le identificaba a veces con Mixcóatl; sobre todo como destinatario de los sacrificios gladiatorios y por flechamiento.
* Xiuhcóatl Serpiente de Fuego o Serpiente Turquesa: personificación de los rayos del sol y emblema de Xiuhtecuhtli. Es el arma que carga hiutzilopochtli en la mano derecha.
* Xiuhtecuhtli Señor del Año o Señor de la Turquesa (véase también Huehuetéotl).
* Xochipilli Príncipe Flor: Joven dios de las fiestas, la pintura, la danza, los juegos, el canto, el amor y la escritura. Castigaba con enfermedades secretas a quienes no le guardaban ayuno. Identificado con Macuilxóchitl y relacionado conCentéotl.
* Xochiquetzal Flor de la Rica Pluma o Flor Preciosa: Diosa de la sexualidad femenina, las prostitutas, las flores, el placer, la artesanía, el tejido, la danza, el canto y las madres jóvenes.
* Xochitónal
* Xócotl: Dios estrella asociado con el fuego.
* Xólotl Gemelo: Representado como un perro de color oscuro, gemelo del dios Quetzalcóatl. Era considerado la estrella vespertina (Venus), al contrario de su gemelo, la estrella matutina. Representaba los aspectos oscuros de la dualidad de los gemelos.
* Yacatecuhtli Señor de la Vanguardia: Dios de los mercaderes y los viajeros.
* Yayauhqui
* Yohualtecuhtli era la diosa azteca de la noche, y protegía el sueño de los niños.

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Dioses-serpiente
Coatlicue “Madre de los dioses”
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Coatlicue “Madre de los dioses”

* Chicomecóatl
* Cihuacóatl
* Coatlicue
* Mixcóatl
* Quetzalcóatl
* Xiuhcóatl

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Grupos de dioses

* Aihuateteo (también Macuiltonaleque): los cinco dioses de los excesos
* Centzon Huitznahua: Dioses aztecas de las estrellas del Sur. Son los hermanos rebeldes de Huitzilopochtli e hijos de Coatlicue.
* Centzon Totochtin (cuatrocientos conejos): dioses del pulque, “inmorales” y ebrios
* Cihuateteo (o Civatateo): almas de las mujeres muertas al dar a luz que guían al sol poniente en los cielos del Oeste. También demonios de la noche que roban niños, causan ataques, insania y trasgresiones sexuales. También acompañan a los guerreros al cielo.
* Tzitzimime: Demonios estrella de la oscuridad, que atacan al Sol durante los eclipses y amenazan la Tierra.
* Xmulzencab: dioses abeja.

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Criaturas sobrenaturales

* Ahuízotl: Era una criatura con forma de perro, manos de mono y con una larga cola que terminaba en una mano y con la que ahogaba a los incautos. Estaba al servicio de los dioses del agua, por lo que la víctima solo podía ser tocada por los sacerdotes luego de haber sido sacda del agua. Era símbolo de mala suerte y desgracia. En ocasiones el ahuizotl lloraba como un niño atrayendo a quien se atreviese a ver de dónde procedía el sonido.
* Cipactli: el caimán en los cimientos de la Tierra, fue muerto por la lanza de Tezcatlipoca, aunque le arrancó a éste el pie izquierdo.
* Nahual: un espíritu tutelar animal o vegetal.
* Náhual: un hechicero o una bruja con la habilidad de cambiar de forma.
* Telcalipoca: el gran oso.
* Tlaltecuhtli: una diosa-sapo.

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Héroes y reyes legendarios

* Popocatépetl: guerrero legendario que murió en batalla y fue cambiado en montaña junto a su amante, Iztaccíhuatl.
* Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl: rey sacerdote legendario de la mítica ciudad de Tollan.
* Iztaccíhuatl Amante de Popocatépetl. Al morir de pena por engaño de su padre (Quien le dijo que Popocatépetl había muerto en batalla), su cuerpo formó el Iztaccíhuatl (Mujer Blanca), el volcán que custodia la cuenca del Anáhuac.

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Leyendas

* Creación del hombre y el maíz, véase Quetzalcóatl]]
* Creación del magüey, véase Mayáhuel

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Lugares

* Aztlan, el lugar de la blancura: Hogar original de los mexicas antes de su migración y establecimiento en Tenochtitlan.
* Mictlan: el inframundo.
* Tlalocan: el primer paraíso, regido por Tláloc, donde las almas de los muertos aguardaban la reencarnación.
* Tlillan-Tlapallan: el reino medio de los cielos, o paraíso medio, reservado a quienes entendieran la sabiduría de Quetzalcóatl.
* Tonatiuhichan: el paraíso más alto.
* Tomoanchan: Paraíso mítico sobre el que rige Itzapapálotl. Según el mito de la creación azteca, fue allí donde los dioses crearon la actual raza humana.

LA CREACION

LA CREACION
Victor Antonio Caso
Referencia
Caso, Antonio. “La Creación de los Dioses” en El Pueblo del Sol. México: FCE, 1971. Ometecuhtli y Omecíhuatl -también llamados Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl-, tuvieron cuatro hijos a los que encomendaron la creación de los otros dioses, del mundo y de los hombres. Los cuatro dioses hijos de la primitiva pareja divina fueron el Tezcatlipoca rojo, llamado también Xipe y Camaxtle; el Tezcatlipoca negro, llamado comúnmente Tezcatlipoca; Quetzalcóatl, dios del aire y de la vida, y Huitzilopochtli, el Tezcatlipoca azul.

Una de las ideas fundamentales de la religión azteca consiste en agrupar a todos los seres según los puntos cardinales y la dirección central, o de abajo arriba. Por eso en la mentalidad mexicana son tan importantes los números 4 y 5, como en la mentalidad mágica occidental es importante el número 3.
Los cuatro hijos de la pareja divina (que representa la dirección central, arriba y abajo, es decir, el cielo y la tierra) son los regentes de las cuatro direcciones o puntos cardinales; por eso vemos que tres de ellos se nos presentan con colores diferentes: rojo, negro y azul, que corresponden al este, al norte y al sur, mientras que Quetzalcóatl está quizá en el lugar que debió tener en el mito primitivo un Tezcatlipoca blanco, que correspondería al oeste.

En efecto, en el Códice de Bolonia o Cospi aparece un Tezcatlipoca blanco, con todas las características del dios de la providencia, del que no difiere sino por el color. El Códice de Bolonia pertenece a la misma región poblano-tlaxcalteca que el Códice Borgia ya mencionado, y estos manuscritos están pintados en un estilo idéntico al de las pinturas que decoran los altares de Tizatlán en Tlaxcala y a la cerámica policroma que se encuentra en este mismo lugar y en otros muchos sitios del valle de Puebla, como Tepeaca, Atlixco, Totimihuacán, etc., lo que demuestra que los códices o manuscritos pictóricos de lo que se ha llamado, con razón, el Grupo del Borgia pertenecen a las culturas que florecieron en la región poblano-tlaxcalteca.

Esta idea fundamental de los cuatro puntos cardinales y de la región central (abajo-arriba), que da la quinta región o sea la región central, se encuentra en todas las manifestaciones religiosas del pueblo azteca y es uno de los conceptos que sin duda este pueblo recibió de las viejas culturas de Mesoamérica.
No sólo los colores y los dioses quedan agrupados en esta forma; también los animales, los árboles, los dias y los hombres, por el día en que nacen, pertenecen a una de las cuatro regiones del mundo, pues el hombre recibe el mismo nombre del dia en que nace, dentro del calendario ritual de 260 dias, que después explicaremos, y que se divide en cuatro partes de 65 dias cada una, que corresponden al este, al norte, al oeste y al sur, y que se repiten en la infinitud del tiempo.

El mundo y el hombre han sido creados varias veces, según la concepción azteca, porque a una creación ha seguido siempre un cataclismo que ha puesto fin a la vida de la humanidad. La última vez que el hombre fue creado, según uno de los mitos, conservado por Mendieta, Quetzalcóatl, el Prometeo mexicano, el dios benéfico para todos, bajó al mundo de los muertos para recoger los huesos de las generaciones pasadas y, regándolos con su propia sangre, creó la nueva humanidad.
El hombre ha sido creado por el sacrificio de los dioses y debe corresponder ofreciéndoles propia sangre. El sacrificio humano es esencial en la religión azteca, pues si los hombres no han podido existir sin la creación de los dioses, éstos a su vez necesitan que el hombre los mantenga con su propio sacrificio y que les proporcione como alimento la sustancia mágica, la vida, que se encuentra en la sangre y en el corazón humanos. Esta idea de que el hombre es un colaborador indispensable de los dioses, ya que éstos no pueden subsistir si no son alimentados, se encuentra claramente expresada en el sangriento culto de Huitzilopochtli, que es una manifestación del dios solar.

Huitzilopochtli es el Sol, el joven guerrero que nace todas las mañanas del vientre de la vieja diosa de la tierra, y muere todas las tardes, para alumbrar con su luz apagada el mundo de los muertos.
Según la leyenda, Coatlicue, la vieja diosa de la tierra, era sacerdotisa en el templo y vivia una vida de retiro y castidad, después de haber engendrado a la Luna y a las estrellas; pero un dia, al estar barriendo, encontró una bola de plumón, que guardó sobre su vientre. Cuando terminó sus quehaceres, busco la bola de plumón, pero había desaparecido, y en el acto se sintió embarazada. Cuando la Luna, llamada Coyolxauhqui, y las estrellas, llamadas Centzonhuitznáhuac, supieron la noticia, se enfurecieron hasta el punto de decidir matar a la madre. Lloraba Coatlicue por su próximo fin, pues ya la Luna y las estrellas se armaban para matarla, pero el prodigio que estaba en su seno le hablaba y consolaba diciéndole que, en el preciso momento, él la defendería contra todos. Cuando los enemigos llegaron a sacrificar a la madre, nació Huitzilopochtli y, con la serpiente de fuego, cortó la cabeza a la Coyolxauhqui y puso en fuga a los Centzonhuitznáhuac. Por eso, al nacer el dios, tiene que entablar combate con sus hermanos, las estrellas, y con su hermana la Luna, y armado de la serpiente de fuego, el rayo solar, todos los días los pone en fuga y su triunfo significa un nuevo dia de vida para los hombres. Al consumar su victoria es llevado en andas hasta el medio del cielo por las almas de los guerreros, que han muerto en la guerra o en la piedra de los sacrificios y, cuando empieza la tarde, es recogido por las almas de las mujeres muertas en parto, que se equiparan a los guerreros porque fallecieron al tomar prisionero a un hombre, el recién nacido. Durante la tarde, las almas de las madres conducen al Sol hasta el ocaso, en donde mueren los astros, y adonde el Sol, que se compara al águila, cae y muere y es recogido otra vez por la tierra. Todos los dias se entabla este divino combate; pero para que triunfe el Sol es menester que sea fuerte y vigoroso, pues tiene que luchar contra las innumerables estrellas del norte y del sur, y ahuyentarlas a todas con la flecha de luz. Por eso el hombre debe alimentar al Sol; pero, como dios que es, desdeña los alimentos groseros de los hombres y sólo puede ser mantenido con la vida misma, con la sustancia magica que se encuentra en la sangre del hombre, el chalchiuatl, el “líquido precioso”, el terrible néctar de que se alimentan los dioses. El azteca, el pueblo de Huitzilopochtli, es el pueblo elegido por el Sol; es el encargado de proporcionarle su alimento; por eso para él la guerra es una forma de culto y una actividad necesaria, que lo llevó a establecer la Xochiyaóyotl o “Guerraflorida”, que a diferencia de sus otras guerras de conquista no tenía por objeto apoderarse de nuevos territorios, ni imponer tributo a los pueblos conquistados, sino procurarse prisioneros para sacrificarlos al Sol. El azteca es un hombre que pertenece al pueblo elegido por el Sol, es su servidor y debe ser, en consecuencia, antes que nada, un guerrero y prepararse desde su nacimiento para la que será su actividad más constante, la Guerra Sagrada, especie de torneo al que concurrían especialmente los enemigos “de la casa”, los tlaxcaltecas, los hombres del bezote curvo en forma de garra, adornados como los aztecas con sus mejores galas y haciendo ostentación de los grandes penachos de plumas ricas y de las armaduras, divisas y escudos, suntuosamente adornados con mosaicos de plumas y piedras preciosas, y láminas y cascabeles de oro.

Dos son los dioses que alternativamente han creado las diversas humanidades que han existido: Quetzalcóatl, el dios benéfico, el héroe descubridor de la agricultura y de la industria, y el negro Tezcatlipoca, el dios todopoderoso, multiforme y ubicuo, el dios nocturno, patrono de los hechiceros y de los malvados. Los dos dioses combaten y su lucha es la historia del universo; sus triunfos alternativos son otras tantas
Las tradiciones no están de acuerdo en el orden que deben seguir las diversas creaciones. Según una de ellas, la primera época del mundo o Sol se inicia así:Tezcatlipoca el nocturno, el que tiene por nahual o disfraz al tigre, cuya piel manchada semeja el cielo con los enjambres de estrellas, fue el primero que se hizo sol y empezó la era inicial del mundo. Los primeros hombres fueron entonces los gigantes, que habían sido creados por los dioses y no sembraban ni cultivaban la tierra, sino que vivían comiendo bellotas y otras frutas y raíces silvestres. Tezcatlipoca era también la constelación de la Osa Mayor, que a los aztecas se les figuraba un tigre, y cuando gobernaba el mundo como sol que era, su enemigo Quetzalcóatl le dio un golpe con un bastón y cayó al agua transformándose en tigre y se comió a los gigantes, quedando despoblada la tierra y sin sol el universo. Esto ocurrió en el día llamado “4. Tigre”.

Quetzalcóatl se hizo entonces sol y lo fue hasta que el tigre Tezcatlipoca lo derribó de un zarpazo. Se levantó entonces gran viento y todos los árboles fueron derribados y la mayor parte de los hombres perecieron, pero algunos quedaron convertidos en monos; es decir, en hombres disminuidos. Esto sucedió en el día “4. Viento”. Los hombres sólo comían entonces piñones de los pinos o acocentli.
Los dioses creadores pusieron entonces por sol al dios de la lluvia y el fuego celeste, Tláloc, pero Quetzalcóatl hizo que lloviera fuego y los hombres perecieron o quedaron convertidos en pájaros. Esto sucedió en el día “4. Lluvia.” La comida de los hombres durante esta edad era una semilla llamada acecentli o sea “maíz de agua”. Entonces Quetzalcóatl puso por sol a la hermana de Tláloc, la diosa Chalchiuhtlicue, “la de las faldas de jade”, diosa del agua, pero fue quizá Tezcatlipoca el que hizo que lloviera con tal fuerza, que la tierra se inundó y perecieron los hombres o fueron transformados en peces. Esto sucedió en el día llamado “4. Agua”. Durante esta edad comían cencocopi o teocentli. El cielo, que es de agua, cayó sobre la tierra y fue menester que Tezcatlipoca y Quetzalcóatl lo levantaran para que empezara a aparecer ésta; por eso vemos a Quetzalcóatl sosteniendo el cielo con sus manos, en el Cddice de Viena.
Siguiendo otras tradiciones, la primera destrucción debía haberse hecho por el agua, y los hombres quedaron convertidos en peces, la segunda por el fuego y los hombres quedaron convertidos en aves, la tercera por el viento y los hombres quedaron convertidos en monos, y la cuarta y última por los tigres que se comieron a los gigantes, quedando entonces despoblada la tierra. En favor de esta tradición tenemos el hecho de que los gigantes, llamados quinametzin, se mencionan ya en las tradiciones históricas habitando la tierra y aun peleando con los hombres, principalmente en la región de Tláxcala.

Por otra parte, la destrucción por el agua, fuego, aire y tigres, y la conversión de la humanidad en peces, aves, monos y gigantes, parece ya señalar una idea no de evolución, pero si de progreso en los diversos ensayos que hacen los dioses, idea que también se encuentra, como vamos a verlo, en las tradiciones de otros pueblos de Mesoamérica, así que en el primer ensayo la humanidad se transformaría en peces, y en el segundo en aves; en el tercero, el intento de crear a la humanidad resultaria también fallido, pero los hombres ya quedarían convertidos en monos, mientras que en el cuarto intento ya eran hombres, sólo que con características de bárbaros, que no sembraban y que vivían, como dice la tradición, de comer bellotas y raíces.
Del mismo modo las diversas plantas que se citan como comida de la humanidad van acercándose progresivamente al ideal de alimentación del indio mesoamericano que, casi es inútil deeirlo, está representado por el maíz. En efecto, la última planta citada, el cencocopi, no es otra cosa que el teocentli, planta tan semejante al maíz; que se ha llegado a considerar que es el antepasado silvestre de esta graminea, o bien, según las últimas investigaciones, una de las plantas que por hibridación ha engendrado el maíz actual. A veces se citan sólo los nombres esotéricos de los alimentos de las humanidades pretéritas; así las bellotas se llamaban “7. Hierba”; el acocentli se llamaba ”1. Serpiente”; el acecentli (Milium) se llamaba “4.Flor” y el teocentli, “7. Pedernal”; mientras que el maiz actual se llamaba “7. Serpiente”.

Había en la idea de las múltiples creaciones, además de ese sentimiento de ensayo divino, que los dioses destruyen por imperfecto, la idea de que los mundos que se van creando se van acercando a la perfección. Para el azteca, en consecuencia, no todo tiempo pasado fue mejor; la edad de oro no hay que colocarla en el principio de las cosas, sino que son los dioses los que al ir ensayando sus múltiples creaciones lograron encontrar al fin la solución que los lleva a la creación de una humanidad perfecta y un alimento perfecto.
Concuerda en gran parte esta idea de las múltiples creaciones con los mitos que nos han quedado de los quichés, pues en su libro sagrado, el Popol Vuh, se relata que el creador hizo varios intentos antes de realizar su obra perfecta. Así se crearon primero los venados y las aves; pero, como no pudieron elevar al cielo sus plegarias, fueron condenados y sus “carnes serán molidas entre los dientes”. La segunda creación fue de hombres de barro, la tercera de hombres de madera, pero tuvieron que ser destruidos porque carecían de corazón y no podian alabar a los dioses. Sólo cuando éstos emplearon la semilla del maíz para const~uir el cuerpo del hombre, éste pudo vivir~ y los cuatro hombres construidos con maíz pudieron al fin dar gracias a los dioses por su creación. También aquí encontramos la idea de que los dioses exigen de los hombres un culto constante, y que la creación no es un don gracioso hecho al hombre por el dios, sino un compromiso que implica la obligación de una adoración continua por parte del hombre.

El mito quiché, como el mito azteca, indica además que para estos pueblos los bárbaros que no sembraban maíz y que no tenian el culto organizado de las grandes teocracias centroamericanas eran como remedos de hombres que tenían que ser destruidos, pues no había aparecido para ellos el alba de la cultura, según se expresa en el Popol Vuh, y vemos también que la idea de las creaciones múltiples es, como entre los aztecas, la expresión de ensayos progresivos que hacen los dioses, creando primero los animales y ensayando después materias más y más nobles, hasta dar con el maiz, que es aquí otra vez la sustancia divina de la que está formado el cuerpo del hombre.
Después que se destruyó la última humanidad-sea por el agua como lo quiere una de las tradiciones, o porque los dioses acabaron con los gigantes como lo quiere la otra, es de todos modos cierto que el Sol se había perdido en la catástrofe, y que no había quien iluminara al mundo. Entonces se reunieron todos los dioses en Teotihuacán y determinaron que uno de ellos se sacrificara y se convirtiera en Sol.
Dos dioses se prestaron para este sacrificio; uno de ellos, rico y poderoso, se preparó ofreciendo al padre de los dioses bolas de copal y liquidámbar, y en vez de espinas de maguey, tintas en su propia sangre, ofrecía espinas hechas de preciosos corales. El otro dios, pobre y enfermo, no podía ofrecer más que bolas de heno y las espinas de maguey teñidas con la sangre de su sacrificio.

Cuatro días seguidos ayunaron y se sacrificaron los dioses que iban a intentar la prueba, y al quinto todas las deidades se colocaron en dos filas, al final de las cuales se encontraba el brasero sagrado, en el que ardía un gran fuego, para que se arrojaran los que habían de intentar la prueba y salieran purificados para alumbrar con su brillo al mundo. El dios pobre y el dios rico se prepararon para intentarla. Tocó el primer lugar al rico, como más poderoso, pero aun cuando se lanzó tres veces siempre se detuvo al borde de la hoguera sin atreverse a dar el salto.
Probó entonces el desvalido su valor, y cerrando los ojos dio un salto y cayó en medio del brasero divino que alzó gran llama. Cuando ésta se apagaba, el rico, avergonzado de su pusilanimidad, se arrojó a la hoguera y se fue consumiendo. También el tigre entró en las cenizas y salió con la piel manchada, y el águila también entró, y por eso tiene las plumas de la cola y de las alas ennegrecidas. Los dioses que se sacrificaron habian desaparecido, pero el astro no se mostraba aún y las otras deidades inquietas se pregunt~ban por dónde aparecería. Por fin salió el Sol y casi inmediatamente brotó la Luna, que brillaba tanto como el primero. Los dioses indignados por su osadía le dieron en el rostro un golpe con un conejo, dejándole esta señal que aún conserva, pues para el azteca las manchas de la Luna representan la figura de un conejo. Pero el Sol no se movía; estaba en la orilla del cielo y no parecía dispuesto a hacer su camino.
Preguntáronle entonces el motivo las deidades, y la respuesta fue terrible. El Sol exigía el sacrificio de los otros dioses; es decir, de las estrellas. Uno de ellos, el planeta Venus, le lanzó una flecha para herirlo, pero el Sol la tomó y con }a misma flecha lo dejó muerto, siguiendo después los otros dioses y muriendo al final Xólotl, el hermano gemelo de Venus, que es a veces la primera y otras la última estrella que desaparece entre los rayos del Sol. Pero como Xólotl, además de ser el dios de los gemelos y por esta misma razón el dios de monstruos, era un extra ordinario hechicero, su muerte no fue tan sencilla, pues se transformó primero en maguey doble que se llama mexólotl, y en el maíz doble y en otras muchas cosas dobles o monstruo sas, y por último se transformó en el axólotl o “ajolote” que vive en el agua, y allí lo mató el Sol.

Pero en el mito azteca de la creación de los soles hay una idea que no encontramos en el libro quiché; la de que este quinto Sol que actualmente nos alumbra también ha de acabar como los otros, y que su fin lo han de causar los terremotos en un día llamado “4. Temblor”.

Esta catástrofe se esperaba que ocurriera precisamente al terminar un siglo indígena de 52 años. Llegada la noche de ese día, se apagaban todos los fuegos en la ciudad y se encaminaban los sacerdotes en procesión, seguidos por el pueblo, hasta un templo que estaba en la cumbre del cerro de la Estrella, cerca de Ixtapalapa. Llegados allí, esperaban hasta la medianoche, y si una estrella, con la que ellos tenían su cuenta, que probablemente era Aldebarán o el conjunto de las Pléyades o “Cabrillas”, pasaba en su curso por lo que ellos consideraban que era el medio del cielo, quería decir eso que el mundo no teminaría, y que el Sol saldría a la mañana siguiente , para combatir contra los poderes nocturnos. Pero si Aldebarán, llamado Yohualtecuhtli, no hubiera pasado del medio del firmamento en esa noche, entonces las estrellas y los planetas, los tzitzimime, habrían bajado a la tierra y convertidos en fieras espantables devorarían a los hombres, antes que los terremotos arruinaran al Sol.

Por eso cuando Aldebarán pasaba el meridiano, se encendía el fuego y con gran alegría se llevaba a los templos locales y de allí a los hogares, indicando en tal forma que los dioses se habían apiadado de la humanidad y le concedían un siglo más de vida.
Nótese cómo el fin de cada época, en la leyenda de los soles, acaece precisamente en un dia que tiene el numeral 4; lo que también sucede con las épocas mayas, pues precisamente la anterior a la actual terminó, según los mayas, con un día de nombre “4. Ahau”, y la época que había precedido a ésta también terminó con otro día que llevaba el mismo nombre.

LOS TOLTECAS

LOS TOLTECAS

Después de la caída de Teotihuacan hacia el año 700, hubo en Mesoamérica varios siglos de tinieblas y concusión, cambió el índole de su civilización, las ciudades sin fortificaciones y gobernadas por sabios sacerdotes se desmoronaron y dieron lugar a ciudades guerreras y a religiones más belicosas.

Una de estas ciudades surge hacia el año 950 Tula, la capital de los Toltecas.

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La historia de los Toltecas comienza con una leyenda que los describe como una tribu Chichimeca que viene del norte a principios del siglo X conducida por un rey llamado Miscoatl y que se establece en Culhuacán. No se sabe con exactitud si Miscoatl existió o fué solo leyenda, pero su hijo Topiltzin vivió realmente y es el primer personaje de carne y hueso que aparece en la Historia de México.

De joven Topiltzin estudió para sacerdote y se consagró al servicio de Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, antiguo dios de Teotihuacan, protector de la cultura y la civilización. Cuando accedió al trono Tolteca Topiltzin tomó el nombre de Quetzalcoatl, como a menudo hacían los sacerdotes que tomaban la personificación del dios a quien serían. Este nombre causará enormes confusiones a lo largo de la Historia de México entre Quetzalcoatl el Dios y Quetzalcoatl el rey.

Hacia 950 Quetzalcoatl traslada la capital de los Toltecas a Tula convirtiendola en una gran ciudad, enseño a su pueblo las artes civilizadas y su devoción y celibato fueron siempre admirados. Pero Topiltzin Quetzalcoatl cometió un grave error, al querer hacer de Quetzalcoatl la deidad principal de los Toltecas, lo que no agradó a los sacerdotes de Tezcatlipoca, un dios bélico que exigía ser alimentado por la sangre de los sacrificios humanos.

Según la leyenda Tezcatlipoca se vistió de anciano y usando sus poderes de persuasión consiguió que Topiltzin se embriagara, luego dejó en su habitación a Quetzalpetlatl, hermana del rey. Por la mañana Topiltzin se dió cuenta que había perdido la castidad y se había cubierto de ignominia, por lo que abdicó al trono y se marchó al exilio con un grupo de fieles.

Los historiadores concluyen que Tula se dividió entre los seguidores de Quetzalcoatl y los de Tezcatlipoca, desatando una batalla en la que salió victorioso el segundo, por lo que Topiltzin fué expulsado de Tula.

En la última parte de la leyenda se confunde al dios con el hombre. Después de 20 años en el exilio Quetzalcoatl se fué a la costa. Una versión dice que se internó en el mar en una balsa de serpientes; otra que subió al cielo y se convirtió en la estrella de la mañana. Pero antes de marcharse Quetzalcoatl prometió volver de la dirección de donde sale el sol y dió una fecha correspondiente al año de 1519, mismo año en que aparecieron los españoles, creando una de las coincidencias más extrañas e importantes de la Historia.

En ciertos aspectos, Tula fué otro tipo de ciudad. En vez de levantarse indefensa en una llanura, como Teotihuacan, su templo y sus zonas residenciales coronaban una cima fácilmente defendible. Después de todo hay que considerar que se construyó en la frontera Chichimeca y debe haber estado continuamente amenazada por ataques bárbaros. La sociedad Tolteca era una sociedad militarizada, gobernada por los jefes militares y sostenida por la reanudación de riqueza de las poblaciones conquistadas, como centro del primer estado Mesoamericano que impuso tributos claramente definidos, sentó la pauta gubernamental económica y religiosa que había de seguir el resto de Mesoamerica hasta la conquista Española.

Una generación después de fundada Tula, los ejércitos toltecas, probablemente una amalgama de muchas razas y tribus se había esparcido por la mayor parte de México. Dominaron ambas costas y llegaron hasta Guatemala, en el sur y al interior del país se adentraron en las tierras de sus antepasados Chichimecas hacia el norte. Hacia el año 1000 hicieron su más espectacular avance y llegaron hasta Yucatán, donde aún florecía la cultura Maya, algunos relatos seguro ayudados por la leyenda, dicen que llegaron por mar y que venían dirigidos por el mismo Quetzalcoatl.

Es cierto que los Toltecas destruyeron muchas ciudades Mayas, pero también participaron en la construcción de otras, con ayuda de los Mayas construyeron gran parte de Chichen itza y utilizaron su excelente arte para representar en sus pirámides el sacrificio humano.

En Chichen Itza se conoció un nuevo estilo de sacrificio desconocido en Tula, al norte de la constricción más importante de la ciudad (El castillo) está el famoso Cenote Sagrado, el cual es un profundo pozo abierto en la roca. Cuando no llovía o los sacerdotes veían algún otro signo de desagrado divino consagraban algunas doncellas elegidas por su belleza y las arrojaban al Senote junto con grandes joyas y objetos de gran valor.

Según las crónicas Españolas que fueron escritas varios siglos después que se sacrificó a la última víctima, las doncellas eran arrojadas al amanecer, si lograban sobrevivir hasta la tarde las sacaban de las aguas y les pedían que repitieran los mensajes de los dioses.

Tula fué destruida hacia el 1160, tal vez por otra ola de invasiones bárbaras que nunca dejaron de constituir una amenaza. La ciudad quedó desierta, pero sobrevivió el nombre de sus constructores, algunos grupos nómadas que afirmaban ser de ascendencia Tolteca se dispersáron por todo el territorio de México y llegaron hasta Nicaragua, al sur, estableciéndose donde podían o convirtiendose en la clase gobernante de los pueblos conquistados.

En el siglo IX la desaparición de los grandes centros del periodo Clásico provocó movimientos migratorios, no sólo de grupos mesoamericanos sino también de algunos provenientes de Aridoamérica. Los grupos chichimecas, con una cultura diferente de la mesoamericana, penetraron en este territorio y originaron un intercambio cultural del que surgieron nuevas instituciones y rasgos que caracterizaron al Posclásico.

Los pueblos poderosos del periodo Posclásico, justificaron su posición hegemónica al ostentarse como herederos del orden político instaurado por los toltecas, lo que dificulta precisar sus orígenes, así como la ubicación de Tula —como la Tollan legendaria— y la historia del gobernante Quetzalcóatl.

Por la forma en que los supuestos herederos hablaban de la Tollan —una Tula

maravillosa— en donde las mazorcas de maíz y las calabazas eran tan grandes que cada una tenía que ser cargada por un hombre; el tamaño de las matas de huauhtli era tan grande que parecían árboles; el algodón de todos colores brotaba de la planta y cruzaban su cielo aves tropicales. Los toltecas eran imaginados como los artistas del pasado, y Quetzalcóatl como el sabio, el descubridor de los grandes secretos del mundo, que vivía en aposentos preciosos decorados con oro, plata, piedras preciosas, conchas marinas y plumas finas.

Estos relatos crearon dudas acerca de la identificación de la Tula histórica y la Tula arqueológica, que se solucionaron cuando algunos accidentes geográficos mencionados en los testimonios históricos fueron identificados en la geografía de la Tula Xicocotitlan, en el estado de Hidalgo. La historia de Tula se cargó de exageraciones y la leyenda de su grandeza se convirtió en el soporte político de los jefes dominantes de épocas posteriores, que decían descender de aquellos viejos toltecas con el linaje noble fundado por Quetzalcóatl, para acceder al poder. En realidad no existió una sola Tula, sino varias, conformadas como centros de poder que en sus momentos de gloria legitimaron a los gobernantes de los pueblos dependientes.

La vida del santo gobernante también se derrumbó cuando se le privó de su aura mágica. Todos aquellos gobernantes penitentes que creían ser depositarios del fuego divino del dios Quetzalcóatl, hombres cuyas vidas y características tenían que ajustarse a los atributos y al mito divinos. Estos gobernantes ritualizados, incluyendo su gran pecado, eran tenidos más como centros de atracción de las fuerzas divinas que como seres humanos. Tula o las Tulas delegaban el poder, los gobernantes que recibían el título de Quetzalcóatl actuaban en nombre de este dios sobre la tierra e instalaban ritualmente a quienes dirigían los pueblos subordinados a su esfera de influencia religiosa.

Tula es, entre las ciudades de Mesoamérica, el primer pueblo prehispánico del cual se tienen datos coherentes de su historia y cultura: listas dinásticas, nombres de reyes y gobernantes, relatos de migraciones, la fundación de la ciudad, su desarrollo, sus conquistas y su decadencia.

Localización geográfica

La ciudad arqueológica de Tula se encuentra en el sur del estado de Hidalgo, 60 kilómetros al norte de la cuenca de México y del noreste de la ciudad de Teotihuacan, cerca de la frontera ambiental del norte de Mesoamérica.

Fue edificada en un fértil valle regado por un río y protegida por una serie de colinas y cerros, como el Nonoalcatépec, actualmente llamado La Malinche, El Cielito y Xicococ, hoy Jicuco, por lo que a la ciudad se le conoce también con el nombre de Tula-Xicocotitlan. Más al norte se extienden las llanuras desérticas de Teotlalpan.

Orígenes

Tula Xicocotitlan estuvo habitada en un principio por los pueblos provenientes del norte de Teotihuacan. Más tarde, durante el siglo IX de nuestra era, con la incesante movilidad social y la contracción de las fronteras mesoamericanas, aparecieron en el actual estado de Hidalgo los tolteca – chichimecas. A Tula llegaron los nonoalcas probablemente de Tabasco, pueblo de habla náhuatl que rendía culto a Quetzalcóatl en su advocación de Tlahuizcalpantecuhtli o “Señor de la casa de la aurora”. El registro arqueológico muestra que Tula era una pequeña aldea pluriétnica, y no fue hasta el siglo X que Tula Xicocotitlan alcanzó su verdadero apogeo como el centro urbano de mayor importancia del Altiplano Central. Su ubicación facilitó la rápida expansión de las fronteras, nunca antes vista, y la sedentarización de muchos de los grupos que poblaban la Gran Chichimeca.

Tula y los toltecas se transformaron en símbolos de un pasado idealizado en el que se confundían la historia y el mito. En algunas crónicas se entremezclan eventos y sucesos históricos de la Tollan real con relatos sobre una Tollan mítica habitada por seres excepcionales, a quienes se atribuía la invención de la escritura, la metalurgia y otras artes y ciencias.

Durante el dominio de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, rey – sacerdote y personaje legendario fundador de Tula, un periodo de gran prosperidad y florecimiento se interrumpió debido a la rivalidad entre los seguidores de Quetzalcóatl y los partidarios de Tezcatlipoca, dios de la guerra y del sacrificio humano. Después del triunfo de Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y su gente fueron expulsados y obligados a emigrar al oriente, hacia el Golfo y después a Yucatán.

Gracias a los relatos de los viejos cronistas se elaboró una legendaria historia tolteca con la dinastía de los reyes, entre los que mencionan a Chalchiutlanetzin, lztlicuecháhuac, Huetzin, Totepeuh, Nacáxoc, Mitl, Tecpancaltzin, Mixcóatl y Topiltzin. Esta dinastía representa los primeros grupos nahuas, que entraron en relación con los teotihuacanos del último periodo.

Toltecas: mitos y leyendas

Los ltecas fueron un grupo nahua que, según sus leyendas, procedía de un lugar mítico llamado Huehuetlapalan, situado probablemente entre los ríos Gila y Colorado. La ruta de los emigrantes recorría los estados de Sonora, Sinaloa, Nayarit, Zacatecas, Jalisco, el norte de Michoacán y el sur de México hasta llegar al estado de Hidalgo, de donde fueron arrojados por los huastecos para después establecerse en la cuenca de México.

Quetzalcóatl, dios creador

“Nuestros padres y abuelos nos dicen que él nos ha creado y formó, él cuyas criaturas somos: nuestro príncipe Quetzalcóatl. También ha creado el cielo, el sol y la deidad de la tierra.”

El dios Quetzalcóatl es uno de los cuatro hijos de la pareja suprema: Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl, “el señor y la señora de nuestra carne o de nuestro sustento”.

Dos de estos dioses, hijos de la pareja suprema, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, forman la tierra y el cielo, cada uno a base de una mitad de la diosa de la tierra. Para consolarla por lo sufrido, los demás dioses, enojados por el proceder de Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, crearon de las diversas partes de su cuerpo toda la naturaleza: montañas, valles, ríos, árboles, etcétera.

Quetzalcóatl raptó del cielo a la diosa Mayahuel (encarnación de dicha planta) e hizo nacer de sus huesos los primeros magueyes después que la diosa había sido muerta y destrozada por las deidades de la oscuridad.

Quetzalcóatl y Tezcatlipoca estuvieron en pugna constante, y de tales luchas resultaban victorias o derrotas que fueron creando y destruyendo los mundos-soles, los cuatro espacios-tiempos consecutivos. Quetzalcóatl, quien intervenía en la construcción o destrucción de cada uno de ellos, se transformaba él mismo en uno de los soles.

El cielo se cayó sobre la tierra en el cuarto sol; y fueron otra vez Quetzalcóatl y Tezcatlipoca quienes lo levantaron con la ayuda de cuatro hombres creados por ellos. Quetonacatecuhtli los compensó haciéndolos señores del cielo y por esto se ven representados en él. Entonces, Quetzalcóatl creó a los hombres. Bajó al inframundo para conseguir de Mictlantecuhtli el hueso precioso de generaciones anteriores. Luego de pasar por una serie de pruebas lo consiguió, pero el hueso se rompió en fragmentos que llevaron al Tamoanchan, de los cuales se formaron los hombres después de que todos los dioses, siguiendo el ejemplo de Quetzalcóatl, los rociaron con su sangre en una acción de autosacrificio. Entonces, para alimentar a los hombres, Quetzalcóatl se convirtió en hormiga y consiguió el maíz que estos animales guardan en el interior del cerro de las subsistencias.

Historia

Las ruinas, monumentos, tradiciones orales y escritas, formaban parte de una sociedad viva y compleja, de una ciudad de miles de personas, que a través de sus restos materiales nos cuenta su historia.

La historia tolteca comenzó cuando llegaron, a la Cuenca de México, procedentes del norte de Jalisco y sur de Zacatecas, las hordas

ichimecas del caudillo Mixcóatl, quien luchó y dominó a los otomíes que ocupaban el Valle de México para establecer su capital en Culhuacan, junto al Cerro de la Estrella (hoy lxtapalapa, D. F.) conquistando desde allí el Valle de Toluca, hasta llegar al Valle del Mezquital. Lo anterior significa que el imperio tolteca era originalmente nahua-otomí y abarcaba los valles de México, Toluca y el Mezquital.

Mixcóatl conquistó el sur llegando hasta Huatulco (Oaxaca); invadió el estado de Morelos venciendo a los huitznahuacanos, quienes probablemente pertenecían a una vieja familia nahua (tlahuicas). En aquel lugar tomó por esposa a una mujer del sur, llamada Chilmalma, con quien Mixcóatl tuvo un hijo, que llegó a convertirse en el héroe de mayor fama en el ndo precolombino: Quetzalcóatl.

Quetzalcóatl nació después de que su padre fuera asesinado por un jefe chichimeca llamado lhuitímal; al nacer murió su madre, por lo que fue recogido y educado por sus abuelos maternos. Vivió su infancia en Tepoztlán, Morelos en donde las leyendas lo identifican como el héroe legendario Tepoztécatl, que acaudilló a la tribu de su madre contra los habitantes de Xochicalco y los venció. Sin embargo, al vencerlos también asimiló su civilización y adoptó el culto a Quetzalcóatl, dios tutelar de aquella metrópoli sagrada. Su nombre completo era Ce-Ácatl Topiltzin

Quetzalcóatl.

Un grupo de fieles partidarios de su padre llamó a Topiltzin para que ocupara el trono de Culhuacan, y al aceptarlo combatió y venció al usurpador Ihuitímal. Consagrado rey de los toltecas adoptó el título de Quetzalcóatl, rey-sacerdote a la usanza de las teocracias de Teotihuacan y de otros pueblos del horizonte Clásico.

Topiltzin trasladó la capital de su reino a Tulancingo, Hidalgo, donde permaneció algunos años y edificó sobre los antiguos restos teotihuacanos. Después instaló la capital en la ciudad de Tula, Hidalgo, como una medida estratégica para contener las invasiones de los teochichimecas que habitaban en la región esteparia (llamada Teotlalpan), y para contar con la alianza de los otomíes y de los matlatzincas.

Después de la fundación de Tula, los toltecas se mezclaron con los otomíes y atrajeron a los nonoalcas y a los amantecas, depositarios de la “cultura clásica”, cuyos adelantos asimilaron rápidamente. El Imperio tolteca creció y entró en relación con las más altas culturas de Mesoamérica, de las cuales recibió importantes elementos con los que llegó a formar una cultura nueva que se extendería a lo largo de la Costa de l Golfo hasta Yucatán, y por el sur hasta Oaxaca, Chiapas y Centroamérica.

Topiltzin luchó por implantar nuevas formas de cultura que lo convirtieron en el símbolo de la lucha de la civilización contra la barbarie, y gracias a la paz y prosperidad de que gozó, su reinado es considerado como la “Edad de Oro” de Tula. Durante esta época se reformó el calendario, se introdujo la metalurgia, la ciudad se llenó de templos y palacios, y todas las artes recibieron un nuevo impulso que mejoró las costumbres.

Topiltzin inició una reforma religiosa de régimen teocrático, en la que asumía todos los poderes y relegaba a segundo término a los antiguos jefes de las tribus

lteca-chichimecas, de tradición militarista y cuya deidad representativa era Tezcatlipoca. Durante algunos años Topiltzin logró dominar a sus rivales, pero finalmente los grupos militares rechazaron la opresión político-religiosa de éste y lo obligaron a abandonar Tula Xicocotitlan (Tula Chico). Relatos legendarios agregan que su derrota fue precedida por una serie de catástrofes (sequías, epidemias, incendios de bosques), posibles advertencias de sus enemigos para obligarlo a renunciar, por lo que decidió marcharse después de incendiar sus palacios y ocultar sus tesoros.

Quetzalcóatl se marchó hacia Cholula acompañado de los nonoalcas, donde permaneció algunos años. Continúo su éxodo hacia la Costa del Golfo (Coatzacoalcos), perseguido por sus adversarios. Al llegar a la costa sur de Veracruz (la zona de los Tuxtlas) se embarcó en una balsa de juncos entrelazados y navegó hacia Tlapallan donde, según la leyenda, fue quemado en una pira conforme se acostumbraba hacer con los soberanos muertos.

Una nueva dinastía de reyes comenzaba; su fundador, impuesto por los partidarios de Tezcatlipoca, se llamó Matlacxóchitl. Después de él siguieron otros gobernantes como Matlacóatl, Tlilcóatl, Nauyotl y el famoso Huémac. Durante el reinado de este último ocurrió la destrucción de Tula. Las luchas internas y la llegada de nuevos grupos de chichimecas bárbaros (teochichimecas) destruyeron la ciudad y obligaron a Huémac a refugiarse en Chapultepec (hacia 1168), donde murió seis años después.

A la salida de Huémac permaneció en Tula el último rey: Nauyotl, a quien las nuevas hordas de chichimecas obligarían emigrar hacia el sur al frente de los grupos colhuas, los que a vez desplazarían en Cholula a los olmecas históricos.

Al desintegrarse el imperio tolteca comenzó la emigración de sus antiguos habitantes, y los grupos nahua-otomianos que formaban parte de él se dispersaron en diversas direcciones. Dichos grupos, conocidos desde entonces con el nombre de tribus nahuatlacas, se unieron a las hordas de Xólotl para venir a ocupar el Valle de México hacia 1224.

Cronología

El área donde surgiría la ciudad de Tula estuvo habitada por pueblos sedentarios casi dos milenios antes del apogeo de los toltecas. Poco se conoce sobre este periodo, pero los datos que hay indican la existencia de pequeñas y dispersas aldeas de agricultores. La población total de la región era poco numerosa durante este periodo, denominado Preclásico medio, ubicado entre los años 800 y 600 a. C.

Entre 400 y 200 a. C. (periodo Preclásico tardío) existió, en el extremo sur del área, un asentamiento que ocupaba la cima de una loma 20 kilómetros al sur de Tula, cuya población era varias veces mayor que la de las aldeas precedentes. Se trata del sitio de mayor importancia para su época en el centro de México y cuyas características sugieren la existencia de cierto grado de estratificación y complejidad social que no había en las aldeas antes. Contaba, dentro de una superficie cercana a las 20 hectáreas, con una zona de habitación y cultivo muy extensa que al centro tenía una plaza de estructura piramidal y otros edificios de carácter administrativo y religioso.

Durante los primeros siglos de la era cristiana la región de Tula, al igual que otras zonas del Altiplano Central, formaba parte del área controlada por la ciudad de Teotihuacan bajo su periodo de máxima expansión y desarrollo, conocido como época Clásica. La urbe teotihuacana contaba con sitios que funcionaban como centros de control político y administrativo de la comarca. Estos centros estaban ubicados en zonas cercanas al área donde más tarde surgiría la ciudad de Tula. El más importante, con una extensión de 2.5 kilómetros cuadrados, se encuentra 10 kilómetros al este de Tula, otro de menor tamaño, se localiza al norte. Ambos asentamientos tenían una urbanización semejante a la de Teotihuacan. La ocupación de estos sitios y de otros más pequeños se llevó a cabo entre 300 y 600 d. C. Con la caída de Teotihuacan como centro de poder político y económico, la mayor parte de los sitios teotihuacanos en ésta área fueron abandonados a finales el siglo VII de nuestra era.

La primera etapa en el desarrollo urbano de Tula se inicia en el siglo VIII d. C. La ciudad nació como una síntesis cultural y étnica que integró tanto elementos de la cultura teotihuacana como de la tradición “norteña”, representada por los grupos relacionados con el Bajío y el norte de México, que constituyeron un factor importante en el proceso de formación de Tula.

En el año 1000 d. C., la ciudad sufrió profundos cambios que la transformaron de manera radical. La plaza principal de Tula Chico y sus edificios más importantes fueron abandonados definitivamente; en otro lugar, y sobre un amplio y complejo sistema de terrazas, se erigió un nuevo recinto cívico-religioso que llegó a convertirse en una verdadera acrópolis. Un siglo después se realizó otra transformación importante en el plano de Tula, al cambiar nuevamente la orientación de la traza de la ciudad.

La ciudad tuvo una larga vida de más de cuatro siglos, durante los cuales sufrió múltiples transformaciones que la convirtieron de un pequeño centro urbano en una ciudad de gran extensión y complejidad, cuyo apogeo se ubica entre los años 1000 y 1100 de nuestra era.

En el siglo XIV, la región de Tula, sujeta a los tepanecas de Azcapotzalco, quedó incluida en las provincias de Jilotepec, Atotonilco y Ajacuba; a la caída de Azcapotzalco, pasó al dominio de los mexicas. La conquista española transformó profundamente la estructura política y el orden económico y social de los territorios dominados. De esta manera, la región de Tula fue integrada al nuevo sistema poco tiempo después de la caída de Tenochtitlan.

Influencia tolteca en el mundo mesoamericano

La influencia cultural de Tula se extendió en un área que sobrepasaba las fronteras de su imperio. Muchos aspectos de la civilización nahua, que alcanzaron su máxima expresión con el imperio mexica, nacieron en el mundo tolteca. Éste fue el primer pueblo, posterior a la decadencia de Teotihuacan, que unificó extensas áreas de Mesoamérica en un gran sistema cultural. A partir de estos cambios se pueden agrupar tres grandes procesos interrelacionados:

1. La propagación de poblaciones toltecas de habla nahua (y a veces de habla otomí) hacia regiones fuera del centro de México, y la fundación, en las distintas zonas, de dinastías reales que proclamaban su origen tolteca.

La influencia de Tula abarcaba centenares de kilómetros, pues controlaba gran parte del centro de México, importantes zonas del Bajío, la Costa del Golfo, Yucatán y posiblemente el área del Soconusco, las vertientes del Pacífico de Oaxaca, Chiapas y Centroamérica.

Durante la conquista de provincias, surgían importantes movimientos en los pueblos de habla nahua (alianzas y matrimonios con las familias reales de otros Estados) que eran dirigidos por el Estado tolteca; de esta manera los reyes de Tula reforzaban su poder político.

Esta tradición permaneció fuertemente arraigada, pues cinco siglos después, las dinastías reales de muchos pueblos mesoamericanos reclamaron el derecho de descendencia directa de los reyes de Tula, enorgulleciéndose de sus antepasados. Los reyes toltecas ejercían funciones de árbitros de poder entre los pueblos de Mesoamérica.

2. La consolidación de una red comercial desde Costa Rica hasta los actuales estados de Nuevo México y Arizona, en EUA.

La variedad del mundo tolteca se refleja en los productos foráneos que llegaron a Tula desde lugares muy alejados del Altiplano Central. Durante la exploración de los recintos de Tula, se encontraron vasijas de cerámica nicoya de Costa Rica y Nicaragua, fragmentos de vasos policromados mayas de Campeche, vasijas y fragmentos de otros vasos de loza plumbate del Soconusco, junto con cantidades importantes de cerámica procedente de la Huasteca, el centro de Veracruz y el norte de Mesoamérica (probablemente Zacatecas y Jalisco), así como fragmentos de serpentina y jade de Guerrero (y tal vez de Guatemala), tecali (ónix), procedente quizá de Puebla, pequeños fragmentos de turquesa de Nuevo México o Arizona; conchas marinas de posible procedencia de las costas del Pacífico o del Golfo y miles de fragmentos e instrumentos de obsidiana. El hecho de que casas habitadas por gente común de la ciudad contuvieran materiales exóticos procedentes de tantos lugares distintos, resalta la extensión y la fuerza de la red de comercio y tributo del imperio tolteca.

Algunos de los productos foráneos llegaban a Tula seguramente como tributo de las provincias dependientes del imperio, y muchos otros fueron llevados de zonas muy distantes por comerciantes profesionales equivalentes a los pochteca mexicas. Durante los siglos X y XI d. C., muchos sitios en la región maya y Centroamérica que comerciaban con los toltecas obtuvieron herramientas de obsidiana verde a cambio de productos tropicales.

3. Importantes cambios en la religión y la ideología de los pueblos mesoamericanos: introducción de algunos dioses nahuas, y un énfasis en el complejo épico del hombre-dios Quetzalcóatl.

La expansión de la cultura tolteca entre los siglos IX y XI d. C. cambió el pensamiento y la religión de muchos pueblos mesoamericanos. Los toltecas introdujeron algunos dioses nahuas a grupos mayas y otros pueblos centroamericanos, el más importante fue Quetzalcóatl. También aparecieron imágenes de Xipe Tótec, Mictlantecuhtli (el dios de la muerte) y otras deidades.

Quetzalcóatl y Tezcatlipoca (como Huitzilopochtli) simbolizan la transformación de los pueblos mesoamericanos, inspirada por los toltecas. La victoria de los seguidores de Tezcatlipoca en Tula aumentó la atención en la guerra y el sacrificio humano en muchas culturas que tenían contacto con los toltecas; sin embargo, la herencia de Quetzalcóatl era aún más grande que los bélicos cultos a Tezcatlipoca. El ciclo épico de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl llegó a ser la leyenda central de la civilización mesoamericana y siglos después de la época tolteca los antiguos mesoamericanos todavía esperaron el regreso de Quetzalcóatl, hasta que la conquista española destruyó su mundo.

Organización social y económica

La cultura tolteca es el producto de la asimilación de las culturas clásicas del centro de México por un grupo nahua, que al mismo tiempo introdujo varias innovaciones derivadas de otras tradiciones culturales, como la zapoteca, la mixteco-cholulteca y la maya. Una vez fusionada, aun cuando era una entidad muy compleja y heterogénea, conservó sus propios rasgos. Se trata de una sociedad teocrática, dividida en ases sociales: gobernantes – sacerdotes, administradores, guerreros, comerciantes, artesanos y agricultores, todos con distintos rangos y funciones.

La clase gobernante estaba especializada en la dirección y organización de la sociedad, en el control de la producción, la distribución y el consumo; en la planeación de las ciudades y sus obras públicas; era poseedora del poder y del conocimiento científico y religioso. Esta clase también era experta en el arte de la escritura, la arquitectura, la astronomía y las matemáticas; en el calendario y los sistemas de medición del tiempo e interpretación de los días propicios o nefastos— y en todo el complejo ritual de las ceremonias públicas y privadas que regulaban la vida de la sociedad. Junto a esta élite dirigente, existía completamente separado de la producción agrícola y artesanal un aparato administrativo y burocrático que abarcaba distintos niveles y actividades.

La base del sistema estaba constituida por la mayoría de la población, quien tenía a su cargo la realización de todos los procesos y actividades productivas que permitían el sostenimiento y reproducción de la sociedad. Productora de alimentos, de bienes de consumo y objetos suntuarios, esta clase también constituía la fuerza de trabajo que edificaba y mantenía las innumerables obras públicas, algunas de ellas de gran magnitud: plazas, pirámides, palacios, vastos conjuntos de terrazas artificiales, sistemas de canales, calles, calzadas y drenajes.

En los barrios habitados por la mayor parte de la población, los numerosos edificios piramidales distribuidos aquí y allá constituían los templos de barrio para el culto y las ceremonias religiosas en que participaban los habitantes de cada una de estas zonas. Gran parte de estos barrios se definieron con base en el trabajo especializado que realizaban sus habitantes.

Algunas actividades especializadas practicadas por extranjeros, como sucedía en Tenochtitlan y en otros centros urbanos de Mesoamérica, formaron barrios de grupos; hay indicios de la existencia de pequeñas colonias de mayas, huastecos, mixtecos y de grupos del centro de Veracruz y de la costa del Pacifico de Chiapas y Guatemala.

Cada cinco días se instalaba el mercado principal de la ciudad en algunas de las plazas o espacios abiertos cercanos al recinto monumental, mientras que algunos grandes conjuntos albergaban las escuelas para jóvenes nobles, semejantes al calmécac de los mexicas.

Religión

Los toltecas eran politeístas pero reconocían sobre todos sus dioses a un ser divino superior llamado Tloque Nahuaque, a quien adoraban ofreciéndole flores y resinas aromáticas.

Creían en una divinidad creadora doble: Ometecuhtli y Omecíhuatl (también Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl, “el señor y la señora de nuestra carne o de nuestro sustento”), fuerza inicial y ordenadora de todas las obras de la naturaleza. Ometecuhtli creó 13 cielos en donde moraban él y los demás dioses.

La deidad de los tolteca-chichimecas era Tezcatlipoca, protector de los cazadores y de los hechiceros, relacionado con el cielo nocturno. Quetzalcóatl era una deidad extraña para los toltecas y aunque su rito era muy antiguo en las culturas clásicas, era considerado como el dios del agua que fecunda la tierra. Para los toltecas era el dios del bien y de la civilización, relacionado específicamente con Ce-Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, quien lo impuso durante su reinado.

También adoptaron dioses de otras culturas, como Tlahuizcalpantecuhtli (el lucero del alba y una de las advocaciones de Quetzalcóalt), ltzpapálotl (el dios mariposa), Cintéotl (la diosa del maíz) y Tláloc (dios de la lluvia).

Vestido y adorno

En las esculturas toltecas se aprecia la indumentaria que los hombres usaban: un braguero (máxtlatl), y en algunos casos llevaban una especie de “delantal” sujeto por un cinturón.

Entre los tocados que portaban los toltecas había una especie de diademas de piel adornadas con piedras preciosas, que usaban los caciques y la gente principal; había también yelmos o cascos adornados con cabezas de animales o con plumas, y vendas frontales que servían para sujetar los tocados.

Los guerreros llevaban cinturones, sandalias, escudos circulares adornados con plumas, y cascos; algunos señores usaban bastones adornados con plumas, y los comerciantes portaban cayados y abanicos.

tezcatlipoca el espejo humeante

tezcatlipoca

el espejo humeante
por: sebastián sánchez

Tezcatlipoca bajo el aspecto de pavo. (Códice Borbónico).Como en casi todos los nacimientos u orígenes de los dioses de diferentes mitologías, existen muchas versiones sobre el nacimiento del dios azteca Tezcatlipoca. Su padre y madre es el gran dios creador Ometeotl, dios de la dualidad, que al poseer tanto el principio creativo masculino como el femenino, también aparece representado por la pareja Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl, señor y señora de Nuestro Sustento.
La versión expresada por la Historia de los mexicanos por sus pinturas y la Leyenda de los Soles sobre el nacimiento de Tezcatlipoca coincide con la que aparece en los monumentos aztecas: Dentro del decimotercer cielo, la pareja creadora dio a luz a cuatro hijos. El primero es el Tezcatlipoca Rojo; el segundo es el Tezcatlipoca Negro (el de mayor importancia en la mitología azteca); el tercer hijo es Quetzalcóatl; y el cuarto Huitzilopochtli, principal dios protector de los aztecas.
Otra versión considera que a partir del sacrificio voluntario de Ometeotl se engendran cuatro Tezcatlipocas, y que con ellos van sucediendo las cuatro edades (las cuatro creaciones del mundo humano). También se identifica a cada uno de los Tezcatlipocas con un color (negro, rojo, azul y blanco), y se los asocia con los cuatro rumbos del universo.
Tezcatlipoca es el dios del cielo nocturno, la luna y las estrellas, señor del fuego y de la muerte. Su nombre se traduce como espejo humeante, porque su ídolo estaba pintado con un tizne de reflejos metálicos, conocido como tezcapoctli, humo espejante. Esta idea de espejo de imagen brumosa e inestable, así como su relación con las actividades profanas, sugieren que Tezcatlipoca es un símbolo de la humanidad, un reflejo de nuestro mundo imperfecto.
Se le atribuye además, el nombre yáotl (el enemigo) y se lo asocia con las fuerzas de la destrucción y del mal. Por esta razón era uno de los dioses más temidos y respetados del panteón azteca. Se creía que andaba de noche aterrando a los cobardes o potenciando la fama de los “supuestos” valientes que soportaban la terrible y desagradable presencia del dios.
Una de sus características más relevantes es poseer la juventud eterna, por eso era llamado telpochtli (el siempre joven).
Era invisible, virtud por la que se lo creía omnipresente.
A tantos nombres complicados para nuestro lenguaje se le suma el de nécoc yáotl, que significa sembrador de discordias de ambas partes. Los aztecas consideraban que Tezcatlipoca incitaba a unos contra otros para que tuviesen guerras.
A pesar de todas las descripciones dantescas que lo caracterizan, Tezcatlipoca siempre equilibra su imagen con buenas acciones, como la creación del aire y la música.
Cuando el sol ingresa en la región de la gravedad y desciende hacia la materia acompañado de las divinidades del oeste, se producen varias etapas señaladas por las sucesivas representaciones del astro: el colibrí, signo de la plenitud, es reemplazado primero por el águila descendente, y luego por el tigre. El simbolismo de Tezcatlipoca recuerda al sol en esta cuarta porción del espacio, porque el tigre, imagen de las profundidades subterráneas, es su principal doble. El otro es el pavo y es probable que sea un símbolo del sol exilado sobre la Tierra, una encarnación del águila caída.
La condición de espejo resume a Tezcatlipoca, los contrastes y dualismos presiden todas sus funciones. Huitzilopochtli es el cielo azul, el cielo del día, y el guerrero del sur, mientras que Tezcatlipoca representa al cielo nocturno, al guerrero del norte.
Otro ejemplo de dualidad y contraste es la rivalidad entre Tezcatlipoca y su otro hermano. Quetzalcóatl, un dios benéfico, descubridor de la agricultura, preside el Calmécac, escuela de los nobles, de donde provienen los jefes cívicos, militares, sacerdotales y de la realeza. Mientras que Tezcatlipoca, el dios todo poderoso, multiforme y ubicuo, preside la casa de los guerreros jóvenes y solteros, el Telpuchcalli, escuela popular donde asisten plebeyos. Los dos dioses son creadores, en forma alternativa, del universo; el triunfo de uno representa la derrota para el otro. Tezcatlipoca fue quien obligó a Quetzalcóatl a huir de Tula, abrumando con pesadumbres a él y a su pueblo. En otra ocasión le regaló un espejo. Quetzalcóatl al ver por primera vez su rostro y descubrir que era un rostro humano temió ser un mortal más. Por eso se emborrachó y cometió incesto con su hermana.
Entre las obsesiones artísticas de Jorge Luis Borges se encontraban los tigres y los espejos, por extensión se encontraba Tezcatlipoca. Me parece una buena excusa honrar al dios azteca deleitándonos con la poesía de Borges “Al espejo”:
¿Por qué persistes, incesante espejo?
¿Por qué duplicas, misterioso hermano,
El menor movimiento de mi mano?
¿Por qué en la sombra el súbito reflejo?
Eres el otro yo de que habla el griego
Y acechas desde siempre. En la tersura
Del agua incierta o del cristal que dura
Me buscas y es inútil estar ciego.
El hecho de no verte y de saberte
Te agrega horror, cosa de magia que osas
Multiplicar la cifra de las cosas
Que somos y que abarcan nuestra suerte.
Cuando esté muerto, copiarás a otro
y luego a otro, a otro, a otro, a otro…
Entre las festividades con sacrificios en honor a Tezcatlipoca se destacaba el Tóxcatl, que era como la pascua de resurrección. En esta festividad se elegía a un prisionero joven y apuesto para vivir un año de lujuria y placer, luego la víctima disfrazada de Tezcatlipoca subía a lo alto del templo, donde se le extraía el corazón. El dios, sacrificado en la persona de un prisionero, renacía en otro hombre joven que lo representaba hasta morir el año siguiente.

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