De: LUNA200620 (Mensaje original) Enviado: 07/03/2006 10:40
El poder transformador de la oración.
“La oración es una relación sagrada, íntima, profunda y sincera con Alguien, con alguien que lo es Todo”.
A. Blay.
Muchas personas tienen un auténtico problema con la oración, problema que básicamente consiste en rechazar toda posibilidad de relación personal con el Ser supremo, con el Ser Trascendente, con el Absoluto. Conciben a este ser como un principio universal, y no como alguien con quien podamos tener una relación personal.
Pero Dios, o podemos elegir el nombre que queramos es alguien. Alguien con quien nosotros, que también somos alguien, podemos y debemos entrar en relación. Esto implica un dirigirnos al él en tanto que persona, no sólo como un principio impersonal del que aprovechamos algo, aceptamos, comparamos o dirigimos algo, sin salirnos de nuestra concha interior de nuestra personalidad. Y este modo de dirigirnos a Él es la oración.
Decir que Dios es alguien quiere decir que es un Ser dotado de inteligencia, de voluntad y acción. Y en este sentido, no sólo es alguien, sino que además es el Único, porque toda voluntad, todo amor y toda acción proceden de esa Voluntad, Inteligencia y Amor.
La oración es una apertura de nosotros mismos a alguien que es mayor que nosotros mismos. Es una expansión de nuestro interior, una comunicación profunda, esencial, con la misma fuente de nuestro propio ser.
Quién es DIOS
No podemos decir quién es Dios en sí. Toda idea que nos hagamos de Dios es una idea muy pequeña, inadecuada. Pero, a pesar de esta imposibilidad de conocimiento sabemos algunas de los aspectos o atributos que forman parte de este ser de Dios.
Todos los atributos que vemos en nuestra propia individualidad son atributos de Dios pero en un grado máximo: Inteligencia, sensibilidad, amor… Dios tiene todo lo que nosotros tenemos, puesto que somos una expresión suya, aunque Él lo tenga en un grado tan eminente que se nos escape su visualización o delimitación. Todas las cualidades positivas básicas que vemos en el ser humano, como aquellas que descubrimos en la naturaleza, están en Dios.
La experiencia de personas dedicadas, entregadas, consagradas al trabajo de la expansión superior de la consciencia, muestra que Dios tiene una posibilidad de expresión, una realidad podríamos decir, que está muy por encima de lo que vemos en la persona corriente. Y así vemos que todas las personas realizadas, sabias, dan testimonio de esa naturaleza maravillosa del Ser Superior.
Que esta naturaleza superior corresponda a Dios, en sí, o a planos de la existencia superiores, no cambia nada. De hecho, para nosotros, dentro de nuestra conciencia limitada, cuando entramos en contacto con unos niveles de conciencia superiores, éstos representan para nosotros algo tan por encima de nuestra consciencia normal que lo mismo da que digamos “planos superiores de la consciencia” que “planos de la existencia divina”. Todo cuanto existe es expresión de esta divinidad, y no hay una frontera donde podamos decir: hasta aquí lo humano y desde aquí lo divino.
Dios es el prototipo de todas las figuras humanas.
Todas las cualidades que podamos descubrir proceden, son expresión actual, de Dios. es como si Dios fuera un campo infinito de cualidades que al expresarse, lo hicieran de un modo especializado.
Dios es el Padre.
Vemos ya como Jesús hablaba de Dios dándole este nombre. No solamente es la fuente, el origen, “padre” de todo cuanto existe, sino que personifica la función de padre, en el sentido humano de llevar la iniciativa, de proteger, de tutelar, ejercer la autoridad tanto en la familia como en el grupo, en la nación o en la tribu. Esta noción de Padre, y toda forma natural que adopte, procede algo que existe en Dios. Por lo tanto, podemos decir que Dios, dentro de su insondable riqueza, es el Padre, el Padre perfecto, el poseedor de todas las características positivas de la noción de padre, sin limitaciones. Una voluntad personal de mantener, dirigir, tutelar, amar.
Dios es Madre.
Todas las cualidades positivas que observamos en cualquier madre son expresión de una cualidad o atributo esencial en Dios. El sentido de dar forma, de alimentar, de proteger, de velar por el desarrollo de la forma, por el bienestar interior, todo ese sentido básico de la madre procede, está procediendo, de Dios. Dios es la madre perfecta, con toda la gama de cualidades que soñaríamos en la madre más ideal.
La Divinidad es Poder, y su poder de expresión, de manifestación, es la parte femenina, es decir, aquello que permite expresar y dar formas concretas. Los católicos dicen de la Virgen María que es la medianera de todas las gracias. En ello existe una intuición profunda de que Dios es también este aspecto formativo de todo lo que existe, como naturaleza y como personas.
Dios es el amigo.
El amigo corresponde a esta relación del hombre adulto que siente la necesidad de completar sus cualidades con lo que le falta, con todo lo que no ha actualizado en su interior. El amigo es la persona que complementa, que enriquece, el modo de ser de cada uno, es lo que le falta a uno para ser del todo. Y esas cualidades que buscamos en el amigo, esa comprensión, esa aceptación, esta posibilidad de compenetración, de intercambio, de comunión, todo esto es expresión de Dios. Dios es el amigo, el amigo perfecto.
Dios es también el hijo, la esposa, el amante, todas las figuras positivas. En cada momento de nuestra vida tenemos una demanda particular de Dios, que es la expresión hacia el Absoluto de nuestro modo personal de ser aquí y ahora.
Debemos poder situarnos de un modo muy concreto ante la realidad de Dios. Y no como un objeto de conocimiento teórico, sino como nuestro modo personal de situarnos en relación con ese Ser Total.
Puede ocurrir que estemos en una fase donde busquemos al padre, debido a problemas psicológicos que no hemos liquidado, que estemos buscando esa figura protectora, fuerte, sabia, que nos comprende y nos ayuda. Y, si tenemos en nuestro interior este problema, debemos poder relacionarnos con Dios en tanto que Padre. Puede ser que necesitemos la forma de Madre, es posible que en nuestro interior hayan quedado aspectos de nuestra relación con la figura femenina, con la madre, que estén sin resolver, que no hayan madurado, y entonces podemos tener un resentimiento, o un apego, que serán según los casos muy fuertes, hacia la figura femenina.
Esto, por supuesto, se solucionará a través de una evolución psicológica. Pero de momento sólo seremos sinceros cuando vivamos la realidad tal y como somos, y en este caso estamos buscando a la madre perfecta. Por lo tanto, debemos poder dirigirnos a Dios como madre perfecta, y tener con él la relación espontánea que tendría con la madre realmente perfecta. Pues este es nuestro Dios, porque éste es el Dios real de mi subconsciente.
Quizás cuando lleguemos a resolver, a madurar, nuestra problemática interior, descubriremos otras facetas que estarán más de acuerdo con nuestra capacidad de comprensión o nuestra demanda de aquel momento.
Todos nuestros problemas y situaciones conflictivas pueden conducir más allá de sí mismas, pueden madurar si aprendemos a tener esa actitud personal con Dios. Lo que ocurre es que escondemos nuestro problema, y luego éste va saliendo, en circuito cerrado, sin llegar al consciente, durante toda la vida. Y así cada uno/a está representando un personaje de forma inconsciente, sin darse cuenta.
Las personas han de llegar a una maduración y, para que las cosas maduren se les debe dar su curso. Entonces, cuando esto último no es posible, porque lo impiden las circunstancias concretas, podemos darles curso a través de este prototipo ideal que es la forma en que Dios, el Ser Total, aparece dentro de mi campo de consciencia parcial.
Y esto es correcto y además corresponde objetivamente una realidad de Dios, es decir, que no se trata sólo de una proyección de mis problemas, sino que Dios corresponde objetivamente a esta forma.
Hasta que nosotros no podemos tener esta relación íntima, personal con Dios, diremos “Sí, creo en dios”, pero Dios será para nosotros una idea, no será la realidad viviente detrás de mi propia consciencia de ser. No podremos relacionarnos con Él de un modo íntimo, auténtico. Estaré convirtiendo a Dios en un objeto de mis idea o creencias, pero no una realidad viviente.
Orar es, pues, este relacionarnos de persona a persona, de corazón a corazón.
La importancia de la oración.
Debemos orar porque lo necesitamos. Lo necesitamos porque en nosotros hay una demanda de esa comunicación plena, total, perfecta. Y sólo Dios cumple totalmente esa función de ser alguien con quien pueda entenderme del todo, y también alguien que puede comunicarse conmigo. Existen cosas en nosotros que nunca podremos comunicar a otros, no porque sean íntimas o privadas, sino porque son incomunicables. Ciertos impulsos, ciertas aspiraciones, ciertos matices interiores son totalmente inexpresables a través de los sentidos, aunque puedan ser intuibles. Pero en Dios todo esto se expresa, se comunica constantemente.
Además, la oración es un medio poderosísimo para nuestra transformación. Permite cambios fabulosos en nuestra personalidad interna, en nuestra personalidad externa y en el mundo que nos rodea, las personas y las circunstancias.
No existe nada, ni la piedra más pequeña ni el planeta más grande que no sea la expresión de una idea. Todo cuanto existe es la expresión de la Mente Universal, la Mente que está detrás de todo, dando la forma, la configuración, la naturaleza y el dinamismo de que está dotada cada cosa. Todo el poder de la Mente Universal es el poder de Dios como Mente Universal. En la oración existe esa vinculación de corazón a corazón con Dios Creador, con lo que constituye el Centro de todo lo que existe.
En los evangelios vemos, con una reiteración constante, cómo senos dice que debemos orar y que todo lo que pidamos en la oración nos será dado. La oración tiene un poder milagroso fantástico. Pero, no existe algo que sea milagroso, sino que existe la aplicación de unas leyes superiores sobre unos niveles de realidad inferiores, y esta aplicación aparece como extraordinaria, inexplicable, en relación con las leyes conocidas, pero en realidad, está obedeciendo alas leyes que existen detrás de todo.
A Dios debemos pedirle todo, todo lo que sea sincero en nuestro corazón. Y Dios a prometido repetidas veces darlo, “para que vuestro gozo sea completo”. Y no se trata de pedir sólo cosas espirituales, los evangelios hablan de peticiones materiales muy concretas, aunque quizás sea mejor buscar el tesoro del cielo.
Nosotros somos la expresión de Dios y podemos ponernos en contacto con él, y entonces su poder puede expresarse a través nuestro. Pero, mientras estemos retenidos dentro de nuestra pequeña idea personal, mientras no podamos descubrir que toda nuestra existencia está siendo comunicada por Dios, mientras no podamos ensanchar esta conciencia de nuestro propio ser a la fuente infinita que lo está dando, que está siendo nuestra propia realidad, no podremos expresas ese poder.
La oración es, pues, un medio para ensanchar la consciencia;no sólo un medio para pedir algo, sino un medio para crecer. Dios no hace que nosotros tengamos que orar porque quiere ser rogado para dar las cosas, eso es absurdo. Orar significa romper una barreras que hay en nuestra mente y en nuestro corazón que nos mantiene encerrados dentro de una falsa idea de aislamiento. Cuando hablamos con Dios estamos comunicándonos con algo infinito. Y esto es un ensanchamiento, un crecimiento, una expansión de nuestra consciencia afectiva. La misma expansión que tiene el niño pequeño totalmente confiado y se dirige a su madre. La madre lo es todo para él, y él está allí comunicándose del todo, no sintiéndose él como algo separado, distinto, más pequeño que la madre. El niño va a la madre y se abre, se ensancha todo él, se lanza a sus brazos sin problema.
El secreto de la oración.
Cuando estemos en oración, que realmente estemos en oración, que no la hagamos para nosotros mismos ni para el aire. Muchas veces lo que llamamos oración es un simple monólogo o exclamación en voz alta, y esto no es oración ni lo ha sido nunca. Nos debemos dirigir a Dios, a ese ser que no sabemos quién es pero intuimos que es el Todo.
Esta es la primera parte esencial de la oración: que nos situemos ante la presencia de Dios, que nos situemos ante esta intuición de Absoluto. Pero que esta presencia no sea sólo una idea, sino que todo nuestro ser se abra a esa intuición y a esa aspiración que hay en nosotros del Ser Total.
Puede ocurrir que estemos muy preocupados por algo y que deseemos pedir algo en particular. Entonces podemos pedir, pero pedir cuando se está viviendo esa presencia. En el momento en que podamos formular suavemente esta petición de un modo claro, suave y con fe, entonces veremos la realización instantánea, o casi instantánea, de lo que pedimos.
Pedir con fe quiere decir que en el momento en que pedimos nos damos cuenta de que Dios quiere aquello que yo quiero, queme lo da, y por lo tanto que cuando lo pedimos, por el hecho solo de pedirlo, ya nos lo ha dado en aquel mismo momento. La fe es la realización ahora. Lo que pedimos a Dios siempre se realiza, se concede, en ese contacto nuestro con Dios, y por lo tanto, en el terreno espiritual, en nuestro interior. Una vez ocurrido esto es cuando aparece materialmente. Sólo cuando se realiza en este nivel espiritual es cuando aparece en el mundo de las formas, porque todo lo que existe es expresión de esta realidad espiritual.
Él quiere darnos lo que pedimos, porque lo que Dios quiere es nuestra plenitud, nuestra afirmación, nuestro crecimiento, nuestra felicidad. Y como quiere esto, todo lo que le pidamos que busque esta plenitud lo tenemos concedido de antemano.
Lo único que nos separa de esta plenitud es la creencia de que no lo tenemos. En el momento en que nos abrimos a esta plenitud de Dios y aceptamos que Dios ya nos lo está dando se produce la materialización de nuestra petición. Pero no es que me lo de ahora y antes no me lo daba, es que me lo está dando desde siempre, sólo que ahora lo reconocemos y lo aceptamos.
El único límite a nuestras peticiones es que nuestras peticiones salgan de nuestro interior y no sean artificiales, producto de nuestra mente influida por el exterior. En la medida que pedimos lo que nos sirve, lo que está en línea con nuestra afirmación y la de los demás y no se contrapone al bien de otra persona, entonces, el contenido de la oración será correcto. Podremos así decir que “Dios se expresa en mi y yo lo vivo en forma de deseo” y “la respuesta y la petición son exactamente la misma cosa, vivida en dos niveles diferentes”.
Existe en nosotros una plenitud, una perfección, que ya existe y que es nuestra realidad en Dios, pero que humanamente sólo vivimos una pequeña fracción de esto, que es nuestra consciencia humana actual, y el resto lo presentimos como algo lejano, como algo remoto, y entonces pedimos por ello. nuestra consciencia es parcial, por eso vemos lo otro como distinto, como extraño, como no presente. Pues bien, gracias a esta demanda permitimos que aquello vaya incorporándose a nuestra consciencia actual. Por eso todo lo que podemos pedir ya está concedido. “Antes de que tú pidas el Señor ya te ha contestado” dice la Biblia.
Criterio para saber si nuestra oración es correcta.
Podremos comprobar que a veces, cuando en estado de oración ponemos en nuestra mente la petición, la presencia de Dios desaparece. Es como si se alejara, como si funcionara otro sector distinto de la consciencia, incompatible con el primero. Podemos repetirlo varias veces, pero esto significa que lo que estamos pidiendo no está en línea con lo que Dios quiere.
En cambio, en otras peticiones, veremos que ocurre como si la petición se disolviera y quedara únicamente su Presencia y sentimos como una gran libertad o expansión, como si hubiera crecido nuestra consciencia. En ese instante está realizada la respuesta.
Y es fundamental también que demos gracias, abriendo nuestras fibras afectivas más profundas y ensanchando nuestra consciencia de presencia de Dios. El dar las gracias desde nuestro interior permite que Dios se manifieste en ese interior. Dar gracias es un medio de enriquecimiento, de ensanchamiento de la consciencia.
Muchas veces las cosas no aparecen instantáneamente, sino que necesitan un cierto plazo, o bien se presentan de un modo distinto al esperado. Debemos darnos cuenta que no podemos exigir que las cosas se hagan de un modo y no otro. El modo hemos de dejarlo a una Mente que es mucho más inteligente que nosotros y tiene una perspectiva mucho más amplia. Dice el Antiguo Testamento “Mis caminos no son vuestros caminos”.