LA CREACION

LA CREACION
Victor Antonio Caso
Referencia
Caso, Antonio. “La Creación de los Dioses” en El Pueblo del Sol. México: FCE, 1971. Ometecuhtli y Omecíhuatl -también llamados Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl-, tuvieron cuatro hijos a los que encomendaron la creación de los otros dioses, del mundo y de los hombres. Los cuatro dioses hijos de la primitiva pareja divina fueron el Tezcatlipoca rojo, llamado también Xipe y Camaxtle; el Tezcatlipoca negro, llamado comúnmente Tezcatlipoca; Quetzalcóatl, dios del aire y de la vida, y Huitzilopochtli, el Tezcatlipoca azul.

Una de las ideas fundamentales de la religión azteca consiste en agrupar a todos los seres según los puntos cardinales y la dirección central, o de abajo arriba. Por eso en la mentalidad mexicana son tan importantes los números 4 y 5, como en la mentalidad mágica occidental es importante el número 3.
Los cuatro hijos de la pareja divina (que representa la dirección central, arriba y abajo, es decir, el cielo y la tierra) son los regentes de las cuatro direcciones o puntos cardinales; por eso vemos que tres de ellos se nos presentan con colores diferentes: rojo, negro y azul, que corresponden al este, al norte y al sur, mientras que Quetzalcóatl está quizá en el lugar que debió tener en el mito primitivo un Tezcatlipoca blanco, que correspondería al oeste.

En efecto, en el Códice de Bolonia o Cospi aparece un Tezcatlipoca blanco, con todas las características del dios de la providencia, del que no difiere sino por el color. El Códice de Bolonia pertenece a la misma región poblano-tlaxcalteca que el Códice Borgia ya mencionado, y estos manuscritos están pintados en un estilo idéntico al de las pinturas que decoran los altares de Tizatlán en Tlaxcala y a la cerámica policroma que se encuentra en este mismo lugar y en otros muchos sitios del valle de Puebla, como Tepeaca, Atlixco, Totimihuacán, etc., lo que demuestra que los códices o manuscritos pictóricos de lo que se ha llamado, con razón, el Grupo del Borgia pertenecen a las culturas que florecieron en la región poblano-tlaxcalteca.

Esta idea fundamental de los cuatro puntos cardinales y de la región central (abajo-arriba), que da la quinta región o sea la región central, se encuentra en todas las manifestaciones religiosas del pueblo azteca y es uno de los conceptos que sin duda este pueblo recibió de las viejas culturas de Mesoamérica.
No sólo los colores y los dioses quedan agrupados en esta forma; también los animales, los árboles, los dias y los hombres, por el día en que nacen, pertenecen a una de las cuatro regiones del mundo, pues el hombre recibe el mismo nombre del dia en que nace, dentro del calendario ritual de 260 dias, que después explicaremos, y que se divide en cuatro partes de 65 dias cada una, que corresponden al este, al norte, al oeste y al sur, y que se repiten en la infinitud del tiempo.

El mundo y el hombre han sido creados varias veces, según la concepción azteca, porque a una creación ha seguido siempre un cataclismo que ha puesto fin a la vida de la humanidad. La última vez que el hombre fue creado, según uno de los mitos, conservado por Mendieta, Quetzalcóatl, el Prometeo mexicano, el dios benéfico para todos, bajó al mundo de los muertos para recoger los huesos de las generaciones pasadas y, regándolos con su propia sangre, creó la nueva humanidad.
El hombre ha sido creado por el sacrificio de los dioses y debe corresponder ofreciéndoles propia sangre. El sacrificio humano es esencial en la religión azteca, pues si los hombres no han podido existir sin la creación de los dioses, éstos a su vez necesitan que el hombre los mantenga con su propio sacrificio y que les proporcione como alimento la sustancia mágica, la vida, que se encuentra en la sangre y en el corazón humanos. Esta idea de que el hombre es un colaborador indispensable de los dioses, ya que éstos no pueden subsistir si no son alimentados, se encuentra claramente expresada en el sangriento culto de Huitzilopochtli, que es una manifestación del dios solar.

Huitzilopochtli es el Sol, el joven guerrero que nace todas las mañanas del vientre de la vieja diosa de la tierra, y muere todas las tardes, para alumbrar con su luz apagada el mundo de los muertos.
Según la leyenda, Coatlicue, la vieja diosa de la tierra, era sacerdotisa en el templo y vivia una vida de retiro y castidad, después de haber engendrado a la Luna y a las estrellas; pero un dia, al estar barriendo, encontró una bola de plumón, que guardó sobre su vientre. Cuando terminó sus quehaceres, busco la bola de plumón, pero había desaparecido, y en el acto se sintió embarazada. Cuando la Luna, llamada Coyolxauhqui, y las estrellas, llamadas Centzonhuitznáhuac, supieron la noticia, se enfurecieron hasta el punto de decidir matar a la madre. Lloraba Coatlicue por su próximo fin, pues ya la Luna y las estrellas se armaban para matarla, pero el prodigio que estaba en su seno le hablaba y consolaba diciéndole que, en el preciso momento, él la defendería contra todos. Cuando los enemigos llegaron a sacrificar a la madre, nació Huitzilopochtli y, con la serpiente de fuego, cortó la cabeza a la Coyolxauhqui y puso en fuga a los Centzonhuitznáhuac. Por eso, al nacer el dios, tiene que entablar combate con sus hermanos, las estrellas, y con su hermana la Luna, y armado de la serpiente de fuego, el rayo solar, todos los días los pone en fuga y su triunfo significa un nuevo dia de vida para los hombres. Al consumar su victoria es llevado en andas hasta el medio del cielo por las almas de los guerreros, que han muerto en la guerra o en la piedra de los sacrificios y, cuando empieza la tarde, es recogido por las almas de las mujeres muertas en parto, que se equiparan a los guerreros porque fallecieron al tomar prisionero a un hombre, el recién nacido. Durante la tarde, las almas de las madres conducen al Sol hasta el ocaso, en donde mueren los astros, y adonde el Sol, que se compara al águila, cae y muere y es recogido otra vez por la tierra. Todos los dias se entabla este divino combate; pero para que triunfe el Sol es menester que sea fuerte y vigoroso, pues tiene que luchar contra las innumerables estrellas del norte y del sur, y ahuyentarlas a todas con la flecha de luz. Por eso el hombre debe alimentar al Sol; pero, como dios que es, desdeña los alimentos groseros de los hombres y sólo puede ser mantenido con la vida misma, con la sustancia magica que se encuentra en la sangre del hombre, el chalchiuatl, el “líquido precioso”, el terrible néctar de que se alimentan los dioses. El azteca, el pueblo de Huitzilopochtli, es el pueblo elegido por el Sol; es el encargado de proporcionarle su alimento; por eso para él la guerra es una forma de culto y una actividad necesaria, que lo llevó a establecer la Xochiyaóyotl o “Guerraflorida”, que a diferencia de sus otras guerras de conquista no tenía por objeto apoderarse de nuevos territorios, ni imponer tributo a los pueblos conquistados, sino procurarse prisioneros para sacrificarlos al Sol. El azteca es un hombre que pertenece al pueblo elegido por el Sol, es su servidor y debe ser, en consecuencia, antes que nada, un guerrero y prepararse desde su nacimiento para la que será su actividad más constante, la Guerra Sagrada, especie de torneo al que concurrían especialmente los enemigos “de la casa”, los tlaxcaltecas, los hombres del bezote curvo en forma de garra, adornados como los aztecas con sus mejores galas y haciendo ostentación de los grandes penachos de plumas ricas y de las armaduras, divisas y escudos, suntuosamente adornados con mosaicos de plumas y piedras preciosas, y láminas y cascabeles de oro.

Dos son los dioses que alternativamente han creado las diversas humanidades que han existido: Quetzalcóatl, el dios benéfico, el héroe descubridor de la agricultura y de la industria, y el negro Tezcatlipoca, el dios todopoderoso, multiforme y ubicuo, el dios nocturno, patrono de los hechiceros y de los malvados. Los dos dioses combaten y su lucha es la historia del universo; sus triunfos alternativos son otras tantas
Las tradiciones no están de acuerdo en el orden que deben seguir las diversas creaciones. Según una de ellas, la primera época del mundo o Sol se inicia así:Tezcatlipoca el nocturno, el que tiene por nahual o disfraz al tigre, cuya piel manchada semeja el cielo con los enjambres de estrellas, fue el primero que se hizo sol y empezó la era inicial del mundo. Los primeros hombres fueron entonces los gigantes, que habían sido creados por los dioses y no sembraban ni cultivaban la tierra, sino que vivían comiendo bellotas y otras frutas y raíces silvestres. Tezcatlipoca era también la constelación de la Osa Mayor, que a los aztecas se les figuraba un tigre, y cuando gobernaba el mundo como sol que era, su enemigo Quetzalcóatl le dio un golpe con un bastón y cayó al agua transformándose en tigre y se comió a los gigantes, quedando despoblada la tierra y sin sol el universo. Esto ocurrió en el día llamado “4. Tigre”.

Quetzalcóatl se hizo entonces sol y lo fue hasta que el tigre Tezcatlipoca lo derribó de un zarpazo. Se levantó entonces gran viento y todos los árboles fueron derribados y la mayor parte de los hombres perecieron, pero algunos quedaron convertidos en monos; es decir, en hombres disminuidos. Esto sucedió en el día “4. Viento”. Los hombres sólo comían entonces piñones de los pinos o acocentli.
Los dioses creadores pusieron entonces por sol al dios de la lluvia y el fuego celeste, Tláloc, pero Quetzalcóatl hizo que lloviera fuego y los hombres perecieron o quedaron convertidos en pájaros. Esto sucedió en el día “4. Lluvia.” La comida de los hombres durante esta edad era una semilla llamada acecentli o sea “maíz de agua”. Entonces Quetzalcóatl puso por sol a la hermana de Tláloc, la diosa Chalchiuhtlicue, “la de las faldas de jade”, diosa del agua, pero fue quizá Tezcatlipoca el que hizo que lloviera con tal fuerza, que la tierra se inundó y perecieron los hombres o fueron transformados en peces. Esto sucedió en el día llamado “4. Agua”. Durante esta edad comían cencocopi o teocentli. El cielo, que es de agua, cayó sobre la tierra y fue menester que Tezcatlipoca y Quetzalcóatl lo levantaran para que empezara a aparecer ésta; por eso vemos a Quetzalcóatl sosteniendo el cielo con sus manos, en el Cddice de Viena.
Siguiendo otras tradiciones, la primera destrucción debía haberse hecho por el agua, y los hombres quedaron convertidos en peces, la segunda por el fuego y los hombres quedaron convertidos en aves, la tercera por el viento y los hombres quedaron convertidos en monos, y la cuarta y última por los tigres que se comieron a los gigantes, quedando entonces despoblada la tierra. En favor de esta tradición tenemos el hecho de que los gigantes, llamados quinametzin, se mencionan ya en las tradiciones históricas habitando la tierra y aun peleando con los hombres, principalmente en la región de Tláxcala.

Por otra parte, la destrucción por el agua, fuego, aire y tigres, y la conversión de la humanidad en peces, aves, monos y gigantes, parece ya señalar una idea no de evolución, pero si de progreso en los diversos ensayos que hacen los dioses, idea que también se encuentra, como vamos a verlo, en las tradiciones de otros pueblos de Mesoamérica, así que en el primer ensayo la humanidad se transformaría en peces, y en el segundo en aves; en el tercero, el intento de crear a la humanidad resultaria también fallido, pero los hombres ya quedarían convertidos en monos, mientras que en el cuarto intento ya eran hombres, sólo que con características de bárbaros, que no sembraban y que vivían, como dice la tradición, de comer bellotas y raíces.
Del mismo modo las diversas plantas que se citan como comida de la humanidad van acercándose progresivamente al ideal de alimentación del indio mesoamericano que, casi es inútil deeirlo, está representado por el maíz. En efecto, la última planta citada, el cencocopi, no es otra cosa que el teocentli, planta tan semejante al maíz; que se ha llegado a considerar que es el antepasado silvestre de esta graminea, o bien, según las últimas investigaciones, una de las plantas que por hibridación ha engendrado el maíz actual. A veces se citan sólo los nombres esotéricos de los alimentos de las humanidades pretéritas; así las bellotas se llamaban “7. Hierba”; el acocentli se llamaba ”1. Serpiente”; el acecentli (Milium) se llamaba “4.Flor” y el teocentli, “7. Pedernal”; mientras que el maiz actual se llamaba “7. Serpiente”.

Había en la idea de las múltiples creaciones, además de ese sentimiento de ensayo divino, que los dioses destruyen por imperfecto, la idea de que los mundos que se van creando se van acercando a la perfección. Para el azteca, en consecuencia, no todo tiempo pasado fue mejor; la edad de oro no hay que colocarla en el principio de las cosas, sino que son los dioses los que al ir ensayando sus múltiples creaciones lograron encontrar al fin la solución que los lleva a la creación de una humanidad perfecta y un alimento perfecto.
Concuerda en gran parte esta idea de las múltiples creaciones con los mitos que nos han quedado de los quichés, pues en su libro sagrado, el Popol Vuh, se relata que el creador hizo varios intentos antes de realizar su obra perfecta. Así se crearon primero los venados y las aves; pero, como no pudieron elevar al cielo sus plegarias, fueron condenados y sus “carnes serán molidas entre los dientes”. La segunda creación fue de hombres de barro, la tercera de hombres de madera, pero tuvieron que ser destruidos porque carecían de corazón y no podian alabar a los dioses. Sólo cuando éstos emplearon la semilla del maíz para const~uir el cuerpo del hombre, éste pudo vivir~ y los cuatro hombres construidos con maíz pudieron al fin dar gracias a los dioses por su creación. También aquí encontramos la idea de que los dioses exigen de los hombres un culto constante, y que la creación no es un don gracioso hecho al hombre por el dios, sino un compromiso que implica la obligación de una adoración continua por parte del hombre.

El mito quiché, como el mito azteca, indica además que para estos pueblos los bárbaros que no sembraban maíz y que no tenian el culto organizado de las grandes teocracias centroamericanas eran como remedos de hombres que tenían que ser destruidos, pues no había aparecido para ellos el alba de la cultura, según se expresa en el Popol Vuh, y vemos también que la idea de las creaciones múltiples es, como entre los aztecas, la expresión de ensayos progresivos que hacen los dioses, creando primero los animales y ensayando después materias más y más nobles, hasta dar con el maiz, que es aquí otra vez la sustancia divina de la que está formado el cuerpo del hombre.
Después que se destruyó la última humanidad-sea por el agua como lo quiere una de las tradiciones, o porque los dioses acabaron con los gigantes como lo quiere la otra, es de todos modos cierto que el Sol se había perdido en la catástrofe, y que no había quien iluminara al mundo. Entonces se reunieron todos los dioses en Teotihuacán y determinaron que uno de ellos se sacrificara y se convirtiera en Sol.
Dos dioses se prestaron para este sacrificio; uno de ellos, rico y poderoso, se preparó ofreciendo al padre de los dioses bolas de copal y liquidámbar, y en vez de espinas de maguey, tintas en su propia sangre, ofrecía espinas hechas de preciosos corales. El otro dios, pobre y enfermo, no podía ofrecer más que bolas de heno y las espinas de maguey teñidas con la sangre de su sacrificio.

Cuatro días seguidos ayunaron y se sacrificaron los dioses que iban a intentar la prueba, y al quinto todas las deidades se colocaron en dos filas, al final de las cuales se encontraba el brasero sagrado, en el que ardía un gran fuego, para que se arrojaran los que habían de intentar la prueba y salieran purificados para alumbrar con su brillo al mundo. El dios pobre y el dios rico se prepararon para intentarla. Tocó el primer lugar al rico, como más poderoso, pero aun cuando se lanzó tres veces siempre se detuvo al borde de la hoguera sin atreverse a dar el salto.
Probó entonces el desvalido su valor, y cerrando los ojos dio un salto y cayó en medio del brasero divino que alzó gran llama. Cuando ésta se apagaba, el rico, avergonzado de su pusilanimidad, se arrojó a la hoguera y se fue consumiendo. También el tigre entró en las cenizas y salió con la piel manchada, y el águila también entró, y por eso tiene las plumas de la cola y de las alas ennegrecidas. Los dioses que se sacrificaron habian desaparecido, pero el astro no se mostraba aún y las otras deidades inquietas se pregunt~ban por dónde aparecería. Por fin salió el Sol y casi inmediatamente brotó la Luna, que brillaba tanto como el primero. Los dioses indignados por su osadía le dieron en el rostro un golpe con un conejo, dejándole esta señal que aún conserva, pues para el azteca las manchas de la Luna representan la figura de un conejo. Pero el Sol no se movía; estaba en la orilla del cielo y no parecía dispuesto a hacer su camino.
Preguntáronle entonces el motivo las deidades, y la respuesta fue terrible. El Sol exigía el sacrificio de los otros dioses; es decir, de las estrellas. Uno de ellos, el planeta Venus, le lanzó una flecha para herirlo, pero el Sol la tomó y con }a misma flecha lo dejó muerto, siguiendo después los otros dioses y muriendo al final Xólotl, el hermano gemelo de Venus, que es a veces la primera y otras la última estrella que desaparece entre los rayos del Sol. Pero como Xólotl, además de ser el dios de los gemelos y por esta misma razón el dios de monstruos, era un extra ordinario hechicero, su muerte no fue tan sencilla, pues se transformó primero en maguey doble que se llama mexólotl, y en el maíz doble y en otras muchas cosas dobles o monstruo sas, y por último se transformó en el axólotl o “ajolote” que vive en el agua, y allí lo mató el Sol.

Pero en el mito azteca de la creación de los soles hay una idea que no encontramos en el libro quiché; la de que este quinto Sol que actualmente nos alumbra también ha de acabar como los otros, y que su fin lo han de causar los terremotos en un día llamado “4. Temblor”.

Esta catástrofe se esperaba que ocurriera precisamente al terminar un siglo indígena de 52 años. Llegada la noche de ese día, se apagaban todos los fuegos en la ciudad y se encaminaban los sacerdotes en procesión, seguidos por el pueblo, hasta un templo que estaba en la cumbre del cerro de la Estrella, cerca de Ixtapalapa. Llegados allí, esperaban hasta la medianoche, y si una estrella, con la que ellos tenían su cuenta, que probablemente era Aldebarán o el conjunto de las Pléyades o “Cabrillas”, pasaba en su curso por lo que ellos consideraban que era el medio del cielo, quería decir eso que el mundo no teminaría, y que el Sol saldría a la mañana siguiente , para combatir contra los poderes nocturnos. Pero si Aldebarán, llamado Yohualtecuhtli, no hubiera pasado del medio del firmamento en esa noche, entonces las estrellas y los planetas, los tzitzimime, habrían bajado a la tierra y convertidos en fieras espantables devorarían a los hombres, antes que los terremotos arruinaran al Sol.

Por eso cuando Aldebarán pasaba el meridiano, se encendía el fuego y con gran alegría se llevaba a los templos locales y de allí a los hogares, indicando en tal forma que los dioses se habían apiadado de la humanidad y le concedían un siglo más de vida.
Nótese cómo el fin de cada época, en la leyenda de los soles, acaece precisamente en un dia que tiene el numeral 4; lo que también sucede con las épocas mayas, pues precisamente la anterior a la actual terminó, según los mayas, con un día de nombre “4. Ahau”, y la época que había precedido a ésta también terminó con otro día que llevaba el mismo nombre.

LOS TOLTECAS

LOS TOLTECAS

Después de la caída de Teotihuacan hacia el año 700, hubo en Mesoamérica varios siglos de tinieblas y concusión, cambió el índole de su civilización, las ciudades sin fortificaciones y gobernadas por sabios sacerdotes se desmoronaron y dieron lugar a ciudades guerreras y a religiones más belicosas.

Una de estas ciudades surge hacia el año 950 Tula, la capital de los Toltecas.

tula 1.jpg (11857 bytes)

La historia de los Toltecas comienza con una leyenda que los describe como una tribu Chichimeca que viene del norte a principios del siglo X conducida por un rey llamado Miscoatl y que se establece en Culhuacán. No se sabe con exactitud si Miscoatl existió o fué solo leyenda, pero su hijo Topiltzin vivió realmente y es el primer personaje de carne y hueso que aparece en la Historia de México.

De joven Topiltzin estudió para sacerdote y se consagró al servicio de Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, antiguo dios de Teotihuacan, protector de la cultura y la civilización. Cuando accedió al trono Tolteca Topiltzin tomó el nombre de Quetzalcoatl, como a menudo hacían los sacerdotes que tomaban la personificación del dios a quien serían. Este nombre causará enormes confusiones a lo largo de la Historia de México entre Quetzalcoatl el Dios y Quetzalcoatl el rey.

Hacia 950 Quetzalcoatl traslada la capital de los Toltecas a Tula convirtiendola en una gran ciudad, enseño a su pueblo las artes civilizadas y su devoción y celibato fueron siempre admirados. Pero Topiltzin Quetzalcoatl cometió un grave error, al querer hacer de Quetzalcoatl la deidad principal de los Toltecas, lo que no agradó a los sacerdotes de Tezcatlipoca, un dios bélico que exigía ser alimentado por la sangre de los sacrificios humanos.

Según la leyenda Tezcatlipoca se vistió de anciano y usando sus poderes de persuasión consiguió que Topiltzin se embriagara, luego dejó en su habitación a Quetzalpetlatl, hermana del rey. Por la mañana Topiltzin se dió cuenta que había perdido la castidad y se había cubierto de ignominia, por lo que abdicó al trono y se marchó al exilio con un grupo de fieles.

Los historiadores concluyen que Tula se dividió entre los seguidores de Quetzalcoatl y los de Tezcatlipoca, desatando una batalla en la que salió victorioso el segundo, por lo que Topiltzin fué expulsado de Tula.

En la última parte de la leyenda se confunde al dios con el hombre. Después de 20 años en el exilio Quetzalcoatl se fué a la costa. Una versión dice que se internó en el mar en una balsa de serpientes; otra que subió al cielo y se convirtió en la estrella de la mañana. Pero antes de marcharse Quetzalcoatl prometió volver de la dirección de donde sale el sol y dió una fecha correspondiente al año de 1519, mismo año en que aparecieron los españoles, creando una de las coincidencias más extrañas e importantes de la Historia.

En ciertos aspectos, Tula fué otro tipo de ciudad. En vez de levantarse indefensa en una llanura, como Teotihuacan, su templo y sus zonas residenciales coronaban una cima fácilmente defendible. Después de todo hay que considerar que se construyó en la frontera Chichimeca y debe haber estado continuamente amenazada por ataques bárbaros. La sociedad Tolteca era una sociedad militarizada, gobernada por los jefes militares y sostenida por la reanudación de riqueza de las poblaciones conquistadas, como centro del primer estado Mesoamericano que impuso tributos claramente definidos, sentó la pauta gubernamental económica y religiosa que había de seguir el resto de Mesoamerica hasta la conquista Española.

Una generación después de fundada Tula, los ejércitos toltecas, probablemente una amalgama de muchas razas y tribus se había esparcido por la mayor parte de México. Dominaron ambas costas y llegaron hasta Guatemala, en el sur y al interior del país se adentraron en las tierras de sus antepasados Chichimecas hacia el norte. Hacia el año 1000 hicieron su más espectacular avance y llegaron hasta Yucatán, donde aún florecía la cultura Maya, algunos relatos seguro ayudados por la leyenda, dicen que llegaron por mar y que venían dirigidos por el mismo Quetzalcoatl.

Es cierto que los Toltecas destruyeron muchas ciudades Mayas, pero también participaron en la construcción de otras, con ayuda de los Mayas construyeron gran parte de Chichen itza y utilizaron su excelente arte para representar en sus pirámides el sacrificio humano.

En Chichen Itza se conoció un nuevo estilo de sacrificio desconocido en Tula, al norte de la constricción más importante de la ciudad (El castillo) está el famoso Cenote Sagrado, el cual es un profundo pozo abierto en la roca. Cuando no llovía o los sacerdotes veían algún otro signo de desagrado divino consagraban algunas doncellas elegidas por su belleza y las arrojaban al Senote junto con grandes joyas y objetos de gran valor.

Según las crónicas Españolas que fueron escritas varios siglos después que se sacrificó a la última víctima, las doncellas eran arrojadas al amanecer, si lograban sobrevivir hasta la tarde las sacaban de las aguas y les pedían que repitieran los mensajes de los dioses.

Tula fué destruida hacia el 1160, tal vez por otra ola de invasiones bárbaras que nunca dejaron de constituir una amenaza. La ciudad quedó desierta, pero sobrevivió el nombre de sus constructores, algunos grupos nómadas que afirmaban ser de ascendencia Tolteca se dispersáron por todo el territorio de México y llegaron hasta Nicaragua, al sur, estableciéndose donde podían o convirtiendose en la clase gobernante de los pueblos conquistados.

En el siglo IX la desaparición de los grandes centros del periodo Clásico provocó movimientos migratorios, no sólo de grupos mesoamericanos sino también de algunos provenientes de Aridoamérica. Los grupos chichimecas, con una cultura diferente de la mesoamericana, penetraron en este territorio y originaron un intercambio cultural del que surgieron nuevas instituciones y rasgos que caracterizaron al Posclásico.

Los pueblos poderosos del periodo Posclásico, justificaron su posición hegemónica al ostentarse como herederos del orden político instaurado por los toltecas, lo que dificulta precisar sus orígenes, así como la ubicación de Tula —como la Tollan legendaria— y la historia del gobernante Quetzalcóatl.

Por la forma en que los supuestos herederos hablaban de la Tollan —una Tula

maravillosa— en donde las mazorcas de maíz y las calabazas eran tan grandes que cada una tenía que ser cargada por un hombre; el tamaño de las matas de huauhtli era tan grande que parecían árboles; el algodón de todos colores brotaba de la planta y cruzaban su cielo aves tropicales. Los toltecas eran imaginados como los artistas del pasado, y Quetzalcóatl como el sabio, el descubridor de los grandes secretos del mundo, que vivía en aposentos preciosos decorados con oro, plata, piedras preciosas, conchas marinas y plumas finas.

Estos relatos crearon dudas acerca de la identificación de la Tula histórica y la Tula arqueológica, que se solucionaron cuando algunos accidentes geográficos mencionados en los testimonios históricos fueron identificados en la geografía de la Tula Xicocotitlan, en el estado de Hidalgo. La historia de Tula se cargó de exageraciones y la leyenda de su grandeza se convirtió en el soporte político de los jefes dominantes de épocas posteriores, que decían descender de aquellos viejos toltecas con el linaje noble fundado por Quetzalcóatl, para acceder al poder. En realidad no existió una sola Tula, sino varias, conformadas como centros de poder que en sus momentos de gloria legitimaron a los gobernantes de los pueblos dependientes.

La vida del santo gobernante también se derrumbó cuando se le privó de su aura mágica. Todos aquellos gobernantes penitentes que creían ser depositarios del fuego divino del dios Quetzalcóatl, hombres cuyas vidas y características tenían que ajustarse a los atributos y al mito divinos. Estos gobernantes ritualizados, incluyendo su gran pecado, eran tenidos más como centros de atracción de las fuerzas divinas que como seres humanos. Tula o las Tulas delegaban el poder, los gobernantes que recibían el título de Quetzalcóatl actuaban en nombre de este dios sobre la tierra e instalaban ritualmente a quienes dirigían los pueblos subordinados a su esfera de influencia religiosa.

Tula es, entre las ciudades de Mesoamérica, el primer pueblo prehispánico del cual se tienen datos coherentes de su historia y cultura: listas dinásticas, nombres de reyes y gobernantes, relatos de migraciones, la fundación de la ciudad, su desarrollo, sus conquistas y su decadencia.

Localización geográfica

La ciudad arqueológica de Tula se encuentra en el sur del estado de Hidalgo, 60 kilómetros al norte de la cuenca de México y del noreste de la ciudad de Teotihuacan, cerca de la frontera ambiental del norte de Mesoamérica.

Fue edificada en un fértil valle regado por un río y protegida por una serie de colinas y cerros, como el Nonoalcatépec, actualmente llamado La Malinche, El Cielito y Xicococ, hoy Jicuco, por lo que a la ciudad se le conoce también con el nombre de Tula-Xicocotitlan. Más al norte se extienden las llanuras desérticas de Teotlalpan.

Orígenes

Tula Xicocotitlan estuvo habitada en un principio por los pueblos provenientes del norte de Teotihuacan. Más tarde, durante el siglo IX de nuestra era, con la incesante movilidad social y la contracción de las fronteras mesoamericanas, aparecieron en el actual estado de Hidalgo los tolteca – chichimecas. A Tula llegaron los nonoalcas probablemente de Tabasco, pueblo de habla náhuatl que rendía culto a Quetzalcóatl en su advocación de Tlahuizcalpantecuhtli o “Señor de la casa de la aurora”. El registro arqueológico muestra que Tula era una pequeña aldea pluriétnica, y no fue hasta el siglo X que Tula Xicocotitlan alcanzó su verdadero apogeo como el centro urbano de mayor importancia del Altiplano Central. Su ubicación facilitó la rápida expansión de las fronteras, nunca antes vista, y la sedentarización de muchos de los grupos que poblaban la Gran Chichimeca.

Tula y los toltecas se transformaron en símbolos de un pasado idealizado en el que se confundían la historia y el mito. En algunas crónicas se entremezclan eventos y sucesos históricos de la Tollan real con relatos sobre una Tollan mítica habitada por seres excepcionales, a quienes se atribuía la invención de la escritura, la metalurgia y otras artes y ciencias.

Durante el dominio de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, rey – sacerdote y personaje legendario fundador de Tula, un periodo de gran prosperidad y florecimiento se interrumpió debido a la rivalidad entre los seguidores de Quetzalcóatl y los partidarios de Tezcatlipoca, dios de la guerra y del sacrificio humano. Después del triunfo de Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y su gente fueron expulsados y obligados a emigrar al oriente, hacia el Golfo y después a Yucatán.

Gracias a los relatos de los viejos cronistas se elaboró una legendaria historia tolteca con la dinastía de los reyes, entre los que mencionan a Chalchiutlanetzin, lztlicuecháhuac, Huetzin, Totepeuh, Nacáxoc, Mitl, Tecpancaltzin, Mixcóatl y Topiltzin. Esta dinastía representa los primeros grupos nahuas, que entraron en relación con los teotihuacanos del último periodo.

Toltecas: mitos y leyendas

Los ltecas fueron un grupo nahua que, según sus leyendas, procedía de un lugar mítico llamado Huehuetlapalan, situado probablemente entre los ríos Gila y Colorado. La ruta de los emigrantes recorría los estados de Sonora, Sinaloa, Nayarit, Zacatecas, Jalisco, el norte de Michoacán y el sur de México hasta llegar al estado de Hidalgo, de donde fueron arrojados por los huastecos para después establecerse en la cuenca de México.

Quetzalcóatl, dios creador

“Nuestros padres y abuelos nos dicen que él nos ha creado y formó, él cuyas criaturas somos: nuestro príncipe Quetzalcóatl. También ha creado el cielo, el sol y la deidad de la tierra.”

El dios Quetzalcóatl es uno de los cuatro hijos de la pareja suprema: Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl, “el señor y la señora de nuestra carne o de nuestro sustento”.

Dos de estos dioses, hijos de la pareja suprema, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, forman la tierra y el cielo, cada uno a base de una mitad de la diosa de la tierra. Para consolarla por lo sufrido, los demás dioses, enojados por el proceder de Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, crearon de las diversas partes de su cuerpo toda la naturaleza: montañas, valles, ríos, árboles, etcétera.

Quetzalcóatl raptó del cielo a la diosa Mayahuel (encarnación de dicha planta) e hizo nacer de sus huesos los primeros magueyes después que la diosa había sido muerta y destrozada por las deidades de la oscuridad.

Quetzalcóatl y Tezcatlipoca estuvieron en pugna constante, y de tales luchas resultaban victorias o derrotas que fueron creando y destruyendo los mundos-soles, los cuatro espacios-tiempos consecutivos. Quetzalcóatl, quien intervenía en la construcción o destrucción de cada uno de ellos, se transformaba él mismo en uno de los soles.

El cielo se cayó sobre la tierra en el cuarto sol; y fueron otra vez Quetzalcóatl y Tezcatlipoca quienes lo levantaron con la ayuda de cuatro hombres creados por ellos. Quetonacatecuhtli los compensó haciéndolos señores del cielo y por esto se ven representados en él. Entonces, Quetzalcóatl creó a los hombres. Bajó al inframundo para conseguir de Mictlantecuhtli el hueso precioso de generaciones anteriores. Luego de pasar por una serie de pruebas lo consiguió, pero el hueso se rompió en fragmentos que llevaron al Tamoanchan, de los cuales se formaron los hombres después de que todos los dioses, siguiendo el ejemplo de Quetzalcóatl, los rociaron con su sangre en una acción de autosacrificio. Entonces, para alimentar a los hombres, Quetzalcóatl se convirtió en hormiga y consiguió el maíz que estos animales guardan en el interior del cerro de las subsistencias.

Historia

Las ruinas, monumentos, tradiciones orales y escritas, formaban parte de una sociedad viva y compleja, de una ciudad de miles de personas, que a través de sus restos materiales nos cuenta su historia.

La historia tolteca comenzó cuando llegaron, a la Cuenca de México, procedentes del norte de Jalisco y sur de Zacatecas, las hordas

ichimecas del caudillo Mixcóatl, quien luchó y dominó a los otomíes que ocupaban el Valle de México para establecer su capital en Culhuacan, junto al Cerro de la Estrella (hoy lxtapalapa, D. F.) conquistando desde allí el Valle de Toluca, hasta llegar al Valle del Mezquital. Lo anterior significa que el imperio tolteca era originalmente nahua-otomí y abarcaba los valles de México, Toluca y el Mezquital.

Mixcóatl conquistó el sur llegando hasta Huatulco (Oaxaca); invadió el estado de Morelos venciendo a los huitznahuacanos, quienes probablemente pertenecían a una vieja familia nahua (tlahuicas). En aquel lugar tomó por esposa a una mujer del sur, llamada Chilmalma, con quien Mixcóatl tuvo un hijo, que llegó a convertirse en el héroe de mayor fama en el ndo precolombino: Quetzalcóatl.

Quetzalcóatl nació después de que su padre fuera asesinado por un jefe chichimeca llamado lhuitímal; al nacer murió su madre, por lo que fue recogido y educado por sus abuelos maternos. Vivió su infancia en Tepoztlán, Morelos en donde las leyendas lo identifican como el héroe legendario Tepoztécatl, que acaudilló a la tribu de su madre contra los habitantes de Xochicalco y los venció. Sin embargo, al vencerlos también asimiló su civilización y adoptó el culto a Quetzalcóatl, dios tutelar de aquella metrópoli sagrada. Su nombre completo era Ce-Ácatl Topiltzin

Quetzalcóatl.

Un grupo de fieles partidarios de su padre llamó a Topiltzin para que ocupara el trono de Culhuacan, y al aceptarlo combatió y venció al usurpador Ihuitímal. Consagrado rey de los toltecas adoptó el título de Quetzalcóatl, rey-sacerdote a la usanza de las teocracias de Teotihuacan y de otros pueblos del horizonte Clásico.

Topiltzin trasladó la capital de su reino a Tulancingo, Hidalgo, donde permaneció algunos años y edificó sobre los antiguos restos teotihuacanos. Después instaló la capital en la ciudad de Tula, Hidalgo, como una medida estratégica para contener las invasiones de los teochichimecas que habitaban en la región esteparia (llamada Teotlalpan), y para contar con la alianza de los otomíes y de los matlatzincas.

Después de la fundación de Tula, los toltecas se mezclaron con los otomíes y atrajeron a los nonoalcas y a los amantecas, depositarios de la “cultura clásica”, cuyos adelantos asimilaron rápidamente. El Imperio tolteca creció y entró en relación con las más altas culturas de Mesoamérica, de las cuales recibió importantes elementos con los que llegó a formar una cultura nueva que se extendería a lo largo de la Costa de l Golfo hasta Yucatán, y por el sur hasta Oaxaca, Chiapas y Centroamérica.

Topiltzin luchó por implantar nuevas formas de cultura que lo convirtieron en el símbolo de la lucha de la civilización contra la barbarie, y gracias a la paz y prosperidad de que gozó, su reinado es considerado como la “Edad de Oro” de Tula. Durante esta época se reformó el calendario, se introdujo la metalurgia, la ciudad se llenó de templos y palacios, y todas las artes recibieron un nuevo impulso que mejoró las costumbres.

Topiltzin inició una reforma religiosa de régimen teocrático, en la que asumía todos los poderes y relegaba a segundo término a los antiguos jefes de las tribus

lteca-chichimecas, de tradición militarista y cuya deidad representativa era Tezcatlipoca. Durante algunos años Topiltzin logró dominar a sus rivales, pero finalmente los grupos militares rechazaron la opresión político-religiosa de éste y lo obligaron a abandonar Tula Xicocotitlan (Tula Chico). Relatos legendarios agregan que su derrota fue precedida por una serie de catástrofes (sequías, epidemias, incendios de bosques), posibles advertencias de sus enemigos para obligarlo a renunciar, por lo que decidió marcharse después de incendiar sus palacios y ocultar sus tesoros.

Quetzalcóatl se marchó hacia Cholula acompañado de los nonoalcas, donde permaneció algunos años. Continúo su éxodo hacia la Costa del Golfo (Coatzacoalcos), perseguido por sus adversarios. Al llegar a la costa sur de Veracruz (la zona de los Tuxtlas) se embarcó en una balsa de juncos entrelazados y navegó hacia Tlapallan donde, según la leyenda, fue quemado en una pira conforme se acostumbraba hacer con los soberanos muertos.

Una nueva dinastía de reyes comenzaba; su fundador, impuesto por los partidarios de Tezcatlipoca, se llamó Matlacxóchitl. Después de él siguieron otros gobernantes como Matlacóatl, Tlilcóatl, Nauyotl y el famoso Huémac. Durante el reinado de este último ocurrió la destrucción de Tula. Las luchas internas y la llegada de nuevos grupos de chichimecas bárbaros (teochichimecas) destruyeron la ciudad y obligaron a Huémac a refugiarse en Chapultepec (hacia 1168), donde murió seis años después.

A la salida de Huémac permaneció en Tula el último rey: Nauyotl, a quien las nuevas hordas de chichimecas obligarían emigrar hacia el sur al frente de los grupos colhuas, los que a vez desplazarían en Cholula a los olmecas históricos.

Al desintegrarse el imperio tolteca comenzó la emigración de sus antiguos habitantes, y los grupos nahua-otomianos que formaban parte de él se dispersaron en diversas direcciones. Dichos grupos, conocidos desde entonces con el nombre de tribus nahuatlacas, se unieron a las hordas de Xólotl para venir a ocupar el Valle de México hacia 1224.

Cronología

El área donde surgiría la ciudad de Tula estuvo habitada por pueblos sedentarios casi dos milenios antes del apogeo de los toltecas. Poco se conoce sobre este periodo, pero los datos que hay indican la existencia de pequeñas y dispersas aldeas de agricultores. La población total de la región era poco numerosa durante este periodo, denominado Preclásico medio, ubicado entre los años 800 y 600 a. C.

Entre 400 y 200 a. C. (periodo Preclásico tardío) existió, en el extremo sur del área, un asentamiento que ocupaba la cima de una loma 20 kilómetros al sur de Tula, cuya población era varias veces mayor que la de las aldeas precedentes. Se trata del sitio de mayor importancia para su época en el centro de México y cuyas características sugieren la existencia de cierto grado de estratificación y complejidad social que no había en las aldeas antes. Contaba, dentro de una superficie cercana a las 20 hectáreas, con una zona de habitación y cultivo muy extensa que al centro tenía una plaza de estructura piramidal y otros edificios de carácter administrativo y religioso.

Durante los primeros siglos de la era cristiana la región de Tula, al igual que otras zonas del Altiplano Central, formaba parte del área controlada por la ciudad de Teotihuacan bajo su periodo de máxima expansión y desarrollo, conocido como época Clásica. La urbe teotihuacana contaba con sitios que funcionaban como centros de control político y administrativo de la comarca. Estos centros estaban ubicados en zonas cercanas al área donde más tarde surgiría la ciudad de Tula. El más importante, con una extensión de 2.5 kilómetros cuadrados, se encuentra 10 kilómetros al este de Tula, otro de menor tamaño, se localiza al norte. Ambos asentamientos tenían una urbanización semejante a la de Teotihuacan. La ocupación de estos sitios y de otros más pequeños se llevó a cabo entre 300 y 600 d. C. Con la caída de Teotihuacan como centro de poder político y económico, la mayor parte de los sitios teotihuacanos en ésta área fueron abandonados a finales el siglo VII de nuestra era.

La primera etapa en el desarrollo urbano de Tula se inicia en el siglo VIII d. C. La ciudad nació como una síntesis cultural y étnica que integró tanto elementos de la cultura teotihuacana como de la tradición “norteña”, representada por los grupos relacionados con el Bajío y el norte de México, que constituyeron un factor importante en el proceso de formación de Tula.

En el año 1000 d. C., la ciudad sufrió profundos cambios que la transformaron de manera radical. La plaza principal de Tula Chico y sus edificios más importantes fueron abandonados definitivamente; en otro lugar, y sobre un amplio y complejo sistema de terrazas, se erigió un nuevo recinto cívico-religioso que llegó a convertirse en una verdadera acrópolis. Un siglo después se realizó otra transformación importante en el plano de Tula, al cambiar nuevamente la orientación de la traza de la ciudad.

La ciudad tuvo una larga vida de más de cuatro siglos, durante los cuales sufrió múltiples transformaciones que la convirtieron de un pequeño centro urbano en una ciudad de gran extensión y complejidad, cuyo apogeo se ubica entre los años 1000 y 1100 de nuestra era.

En el siglo XIV, la región de Tula, sujeta a los tepanecas de Azcapotzalco, quedó incluida en las provincias de Jilotepec, Atotonilco y Ajacuba; a la caída de Azcapotzalco, pasó al dominio de los mexicas. La conquista española transformó profundamente la estructura política y el orden económico y social de los territorios dominados. De esta manera, la región de Tula fue integrada al nuevo sistema poco tiempo después de la caída de Tenochtitlan.

Influencia tolteca en el mundo mesoamericano

La influencia cultural de Tula se extendió en un área que sobrepasaba las fronteras de su imperio. Muchos aspectos de la civilización nahua, que alcanzaron su máxima expresión con el imperio mexica, nacieron en el mundo tolteca. Éste fue el primer pueblo, posterior a la decadencia de Teotihuacan, que unificó extensas áreas de Mesoamérica en un gran sistema cultural. A partir de estos cambios se pueden agrupar tres grandes procesos interrelacionados:

1. La propagación de poblaciones toltecas de habla nahua (y a veces de habla otomí) hacia regiones fuera del centro de México, y la fundación, en las distintas zonas, de dinastías reales que proclamaban su origen tolteca.

La influencia de Tula abarcaba centenares de kilómetros, pues controlaba gran parte del centro de México, importantes zonas del Bajío, la Costa del Golfo, Yucatán y posiblemente el área del Soconusco, las vertientes del Pacífico de Oaxaca, Chiapas y Centroamérica.

Durante la conquista de provincias, surgían importantes movimientos en los pueblos de habla nahua (alianzas y matrimonios con las familias reales de otros Estados) que eran dirigidos por el Estado tolteca; de esta manera los reyes de Tula reforzaban su poder político.

Esta tradición permaneció fuertemente arraigada, pues cinco siglos después, las dinastías reales de muchos pueblos mesoamericanos reclamaron el derecho de descendencia directa de los reyes de Tula, enorgulleciéndose de sus antepasados. Los reyes toltecas ejercían funciones de árbitros de poder entre los pueblos de Mesoamérica.

2. La consolidación de una red comercial desde Costa Rica hasta los actuales estados de Nuevo México y Arizona, en EUA.

La variedad del mundo tolteca se refleja en los productos foráneos que llegaron a Tula desde lugares muy alejados del Altiplano Central. Durante la exploración de los recintos de Tula, se encontraron vasijas de cerámica nicoya de Costa Rica y Nicaragua, fragmentos de vasos policromados mayas de Campeche, vasijas y fragmentos de otros vasos de loza plumbate del Soconusco, junto con cantidades importantes de cerámica procedente de la Huasteca, el centro de Veracruz y el norte de Mesoamérica (probablemente Zacatecas y Jalisco), así como fragmentos de serpentina y jade de Guerrero (y tal vez de Guatemala), tecali (ónix), procedente quizá de Puebla, pequeños fragmentos de turquesa de Nuevo México o Arizona; conchas marinas de posible procedencia de las costas del Pacífico o del Golfo y miles de fragmentos e instrumentos de obsidiana. El hecho de que casas habitadas por gente común de la ciudad contuvieran materiales exóticos procedentes de tantos lugares distintos, resalta la extensión y la fuerza de la red de comercio y tributo del imperio tolteca.

Algunos de los productos foráneos llegaban a Tula seguramente como tributo de las provincias dependientes del imperio, y muchos otros fueron llevados de zonas muy distantes por comerciantes profesionales equivalentes a los pochteca mexicas. Durante los siglos X y XI d. C., muchos sitios en la región maya y Centroamérica que comerciaban con los toltecas obtuvieron herramientas de obsidiana verde a cambio de productos tropicales.

3. Importantes cambios en la religión y la ideología de los pueblos mesoamericanos: introducción de algunos dioses nahuas, y un énfasis en el complejo épico del hombre-dios Quetzalcóatl.

La expansión de la cultura tolteca entre los siglos IX y XI d. C. cambió el pensamiento y la religión de muchos pueblos mesoamericanos. Los toltecas introdujeron algunos dioses nahuas a grupos mayas y otros pueblos centroamericanos, el más importante fue Quetzalcóatl. También aparecieron imágenes de Xipe Tótec, Mictlantecuhtli (el dios de la muerte) y otras deidades.

Quetzalcóatl y Tezcatlipoca (como Huitzilopochtli) simbolizan la transformación de los pueblos mesoamericanos, inspirada por los toltecas. La victoria de los seguidores de Tezcatlipoca en Tula aumentó la atención en la guerra y el sacrificio humano en muchas culturas que tenían contacto con los toltecas; sin embargo, la herencia de Quetzalcóatl era aún más grande que los bélicos cultos a Tezcatlipoca. El ciclo épico de Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl llegó a ser la leyenda central de la civilización mesoamericana y siglos después de la época tolteca los antiguos mesoamericanos todavía esperaron el regreso de Quetzalcóatl, hasta que la conquista española destruyó su mundo.

Organización social y económica

La cultura tolteca es el producto de la asimilación de las culturas clásicas del centro de México por un grupo nahua, que al mismo tiempo introdujo varias innovaciones derivadas de otras tradiciones culturales, como la zapoteca, la mixteco-cholulteca y la maya. Una vez fusionada, aun cuando era una entidad muy compleja y heterogénea, conservó sus propios rasgos. Se trata de una sociedad teocrática, dividida en ases sociales: gobernantes – sacerdotes, administradores, guerreros, comerciantes, artesanos y agricultores, todos con distintos rangos y funciones.

La clase gobernante estaba especializada en la dirección y organización de la sociedad, en el control de la producción, la distribución y el consumo; en la planeación de las ciudades y sus obras públicas; era poseedora del poder y del conocimiento científico y religioso. Esta clase también era experta en el arte de la escritura, la arquitectura, la astronomía y las matemáticas; en el calendario y los sistemas de medición del tiempo e interpretación de los días propicios o nefastos— y en todo el complejo ritual de las ceremonias públicas y privadas que regulaban la vida de la sociedad. Junto a esta élite dirigente, existía completamente separado de la producción agrícola y artesanal un aparato administrativo y burocrático que abarcaba distintos niveles y actividades.

La base del sistema estaba constituida por la mayoría de la población, quien tenía a su cargo la realización de todos los procesos y actividades productivas que permitían el sostenimiento y reproducción de la sociedad. Productora de alimentos, de bienes de consumo y objetos suntuarios, esta clase también constituía la fuerza de trabajo que edificaba y mantenía las innumerables obras públicas, algunas de ellas de gran magnitud: plazas, pirámides, palacios, vastos conjuntos de terrazas artificiales, sistemas de canales, calles, calzadas y drenajes.

En los barrios habitados por la mayor parte de la población, los numerosos edificios piramidales distribuidos aquí y allá constituían los templos de barrio para el culto y las ceremonias religiosas en que participaban los habitantes de cada una de estas zonas. Gran parte de estos barrios se definieron con base en el trabajo especializado que realizaban sus habitantes.

Algunas actividades especializadas practicadas por extranjeros, como sucedía en Tenochtitlan y en otros centros urbanos de Mesoamérica, formaron barrios de grupos; hay indicios de la existencia de pequeñas colonias de mayas, huastecos, mixtecos y de grupos del centro de Veracruz y de la costa del Pacifico de Chiapas y Guatemala.

Cada cinco días se instalaba el mercado principal de la ciudad en algunas de las plazas o espacios abiertos cercanos al recinto monumental, mientras que algunos grandes conjuntos albergaban las escuelas para jóvenes nobles, semejantes al calmécac de los mexicas.

Religión

Los toltecas eran politeístas pero reconocían sobre todos sus dioses a un ser divino superior llamado Tloque Nahuaque, a quien adoraban ofreciéndole flores y resinas aromáticas.

Creían en una divinidad creadora doble: Ometecuhtli y Omecíhuatl (también Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl, “el señor y la señora de nuestra carne o de nuestro sustento”), fuerza inicial y ordenadora de todas las obras de la naturaleza. Ometecuhtli creó 13 cielos en donde moraban él y los demás dioses.

La deidad de los tolteca-chichimecas era Tezcatlipoca, protector de los cazadores y de los hechiceros, relacionado con el cielo nocturno. Quetzalcóatl era una deidad extraña para los toltecas y aunque su rito era muy antiguo en las culturas clásicas, era considerado como el dios del agua que fecunda la tierra. Para los toltecas era el dios del bien y de la civilización, relacionado específicamente con Ce-Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl, quien lo impuso durante su reinado.

También adoptaron dioses de otras culturas, como Tlahuizcalpantecuhtli (el lucero del alba y una de las advocaciones de Quetzalcóalt), ltzpapálotl (el dios mariposa), Cintéotl (la diosa del maíz) y Tláloc (dios de la lluvia).

Vestido y adorno

En las esculturas toltecas se aprecia la indumentaria que los hombres usaban: un braguero (máxtlatl), y en algunos casos llevaban una especie de “delantal” sujeto por un cinturón.

Entre los tocados que portaban los toltecas había una especie de diademas de piel adornadas con piedras preciosas, que usaban los caciques y la gente principal; había también yelmos o cascos adornados con cabezas de animales o con plumas, y vendas frontales que servían para sujetar los tocados.

Los guerreros llevaban cinturones, sandalias, escudos circulares adornados con plumas, y cascos; algunos señores usaban bastones adornados con plumas, y los comerciantes portaban cayados y abanicos.

tezcatlipoca el espejo humeante

tezcatlipoca

el espejo humeante
por: sebastián sánchez

Tezcatlipoca bajo el aspecto de pavo. (Códice Borbónico).Como en casi todos los nacimientos u orígenes de los dioses de diferentes mitologías, existen muchas versiones sobre el nacimiento del dios azteca Tezcatlipoca. Su padre y madre es el gran dios creador Ometeotl, dios de la dualidad, que al poseer tanto el principio creativo masculino como el femenino, también aparece representado por la pareja Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl, señor y señora de Nuestro Sustento.
La versión expresada por la Historia de los mexicanos por sus pinturas y la Leyenda de los Soles sobre el nacimiento de Tezcatlipoca coincide con la que aparece en los monumentos aztecas: Dentro del decimotercer cielo, la pareja creadora dio a luz a cuatro hijos. El primero es el Tezcatlipoca Rojo; el segundo es el Tezcatlipoca Negro (el de mayor importancia en la mitología azteca); el tercer hijo es Quetzalcóatl; y el cuarto Huitzilopochtli, principal dios protector de los aztecas.
Otra versión considera que a partir del sacrificio voluntario de Ometeotl se engendran cuatro Tezcatlipocas, y que con ellos van sucediendo las cuatro edades (las cuatro creaciones del mundo humano). También se identifica a cada uno de los Tezcatlipocas con un color (negro, rojo, azul y blanco), y se los asocia con los cuatro rumbos del universo.
Tezcatlipoca es el dios del cielo nocturno, la luna y las estrellas, señor del fuego y de la muerte. Su nombre se traduce como espejo humeante, porque su ídolo estaba pintado con un tizne de reflejos metálicos, conocido como tezcapoctli, humo espejante. Esta idea de espejo de imagen brumosa e inestable, así como su relación con las actividades profanas, sugieren que Tezcatlipoca es un símbolo de la humanidad, un reflejo de nuestro mundo imperfecto.
Se le atribuye además, el nombre yáotl (el enemigo) y se lo asocia con las fuerzas de la destrucción y del mal. Por esta razón era uno de los dioses más temidos y respetados del panteón azteca. Se creía que andaba de noche aterrando a los cobardes o potenciando la fama de los “supuestos” valientes que soportaban la terrible y desagradable presencia del dios.
Una de sus características más relevantes es poseer la juventud eterna, por eso era llamado telpochtli (el siempre joven).
Era invisible, virtud por la que se lo creía omnipresente.
A tantos nombres complicados para nuestro lenguaje se le suma el de nécoc yáotl, que significa sembrador de discordias de ambas partes. Los aztecas consideraban que Tezcatlipoca incitaba a unos contra otros para que tuviesen guerras.
A pesar de todas las descripciones dantescas que lo caracterizan, Tezcatlipoca siempre equilibra su imagen con buenas acciones, como la creación del aire y la música.
Cuando el sol ingresa en la región de la gravedad y desciende hacia la materia acompañado de las divinidades del oeste, se producen varias etapas señaladas por las sucesivas representaciones del astro: el colibrí, signo de la plenitud, es reemplazado primero por el águila descendente, y luego por el tigre. El simbolismo de Tezcatlipoca recuerda al sol en esta cuarta porción del espacio, porque el tigre, imagen de las profundidades subterráneas, es su principal doble. El otro es el pavo y es probable que sea un símbolo del sol exilado sobre la Tierra, una encarnación del águila caída.
La condición de espejo resume a Tezcatlipoca, los contrastes y dualismos presiden todas sus funciones. Huitzilopochtli es el cielo azul, el cielo del día, y el guerrero del sur, mientras que Tezcatlipoca representa al cielo nocturno, al guerrero del norte.
Otro ejemplo de dualidad y contraste es la rivalidad entre Tezcatlipoca y su otro hermano. Quetzalcóatl, un dios benéfico, descubridor de la agricultura, preside el Calmécac, escuela de los nobles, de donde provienen los jefes cívicos, militares, sacerdotales y de la realeza. Mientras que Tezcatlipoca, el dios todo poderoso, multiforme y ubicuo, preside la casa de los guerreros jóvenes y solteros, el Telpuchcalli, escuela popular donde asisten plebeyos. Los dos dioses son creadores, en forma alternativa, del universo; el triunfo de uno representa la derrota para el otro. Tezcatlipoca fue quien obligó a Quetzalcóatl a huir de Tula, abrumando con pesadumbres a él y a su pueblo. En otra ocasión le regaló un espejo. Quetzalcóatl al ver por primera vez su rostro y descubrir que era un rostro humano temió ser un mortal más. Por eso se emborrachó y cometió incesto con su hermana.
Entre las obsesiones artísticas de Jorge Luis Borges se encontraban los tigres y los espejos, por extensión se encontraba Tezcatlipoca. Me parece una buena excusa honrar al dios azteca deleitándonos con la poesía de Borges “Al espejo”:
¿Por qué persistes, incesante espejo?
¿Por qué duplicas, misterioso hermano,
El menor movimiento de mi mano?
¿Por qué en la sombra el súbito reflejo?
Eres el otro yo de que habla el griego
Y acechas desde siempre. En la tersura
Del agua incierta o del cristal que dura
Me buscas y es inútil estar ciego.
El hecho de no verte y de saberte
Te agrega horror, cosa de magia que osas
Multiplicar la cifra de las cosas
Que somos y que abarcan nuestra suerte.
Cuando esté muerto, copiarás a otro
y luego a otro, a otro, a otro, a otro…
Entre las festividades con sacrificios en honor a Tezcatlipoca se destacaba el Tóxcatl, que era como la pascua de resurrección. En esta festividad se elegía a un prisionero joven y apuesto para vivir un año de lujuria y placer, luego la víctima disfrazada de Tezcatlipoca subía a lo alto del templo, donde se le extraía el corazón. El dios, sacrificado en la persona de un prisionero, renacía en otro hombre joven que lo representaba hasta morir el año siguiente.

Tezcatlipoca-4067

Tezcatlipoca

Imagen de Tezcatlipoca

Dios azteca del cielo nocturno. Dios a la vez creador y a la vez destructor. Dios de la pureza y el pecado. Inventor del fuego, patrón de los príncipes. Tezcatlipoca es dios patrono de guerreros y príncipes. Es un dios providencial que tiene el don de la ubicuidad. Su atributo principal es el espejo que humea; su disfraz es el tigre y su emblema un cuchillo de obsidiana, que representa el viento negro. Tezcatlipoca es, junto con Quetzalcóatl, creador del mundo. Esta imagen procede del Códice Borgia

Para los antiguos mexicanos Tezcatlipoca era una de las deidades más importantes, el espejo humeante, objeto de temor, de veneración y, con ello, de culto. Al mismo tiempo era una de las deidades más cambiantes y versátiles de entre los dioses, con él se relacionaban los conceptos más disímiles y a menudo opuestos. Tezcatlipoca era el omnividente, el omnisciente relieve de Tezcatlipoca y el omnipresente; era también conocido como Telpochtli, “El Mancebo”; Yoalli Ehecatl, “El viento nocturno”; Titlacahua, “Cuyos hombres somos”; Moyocoyani, “El que se inventa a sí mismo”.Era una de las deidades principales del panteón mexica. En las fuentes históricas existen muchos relatos míticos sobre Tezcatlipoca:”Al principio de los tiempo la pareja suprema Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl, tuvieron cuatro hijos, de entre ellos dos eran advocaciones de Tezcatlipoca, Tlatlauhqui Tezcatlipoca (El Tezcatlipoca rojo), y Yayauhqui Tezcatlipoca (El Tezcatlipoca negro, y así se dijo de éste: “Y de estos cuatro hijos de Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl era el que sabía todos los pensamientos y estaba en todo lugar y conocía los corazones, y por eso lo llamaban Moyocoyani.)” (Teogonía e Historia de los Mexicanos, Angel Ma. Garibay K.). En los mitos de la creación del mundo, Tezcatlipoca es el señor de la primera edad cosmogónica, Ocelotonatiuh, que se designa con la fecha Nahui Ocelotl.También fue uno de los cuatro árboles sostenedores de la bóveda celeste llamado Tezcacuahuitl (árbol de espejos).Su participación dentro de los mitos de origen es de suma importancia; Tezcatlipoca junto con Quetzalcoatl son los principales actores de la creación del mundo, son muchos los mitos en que se habla de la rivalidad que existía entre estas dos deidades, en repetidas ocasiones una de ellas destruye el mundo para tomar el lugar de la otra que en ese momento ocupaba el lugar del sol en las diferentes eras del universo, antes de la creación del quinto sol.”Entre los dos crearon la tierra dividiendo a la diosa Tlaltecuhtli y así mismo separaron a la tierra del cielo. También crearon la vía láctea segun nos dicen los mitos” (Teogonía e Historia de los mexicanos Angel Ma. Garibay K.)En otro mito se dice que Tezcatlipoca fue quien llevó a la ruina a Tula, quien engañó a Quetzalcóatl haciendo que éste cometiera errores, engañándole diciéndole que lo ayudaría a quitarle el mal que lo aquejaba. Cuando Tezcatlipoca finalmente logró que Quetzalcóatl se viera en su espejo, Quetzalcóatl pudo ver en él su destrucción y la de Tula. Con engaños, Tezcatlipoca lo hizo tomar pulque y cometer incesto con su hermana. Por ello, a Quetzalcóatl no le queda otro camino que salir de Tula hacia regiones lejanas, dejando atrás y en total devastación a su gran ciudad.También Tezcatlipoca es conocido en algunos mitos como el gran Dibujo embaucador, recordemos el mito en el que se disfraza a la usanza de los huastecos, desnudo, para vender chiles en el mercado de Tula; la hija de Huemac, señor de Tula, lo mira pasar quedando prendada de él, enfermando de pasión. Para curar la enfermedad de su hija, Huemac manda llamar al Tohueyo, nombre del supuesto huasteco, haciendo que éste se case con su hija para así aliviarla de su mal. Ignorando todos que el Tohueyo era el mismo Tezcatlipoca disfrazado quien trataba, valiéndose de sus grandes embustes, de acabar con la gran ciudad de Tula. Esto se dice en la recopilación que hace Fray Bernardino de Sahagún de los antiguos mitos. (Historia General de las cosas de Nueva España).Tezcatlipoca es también quien trae la música a la tierra. Cierta vez envió a uno de sus seguidores a la casa del sol para traer todos los instrumentos musicales para que los hombres pudieran deleitar a los dioses y a ellos mismos con la música.Por los mitos mencionados, se infiere que la figura de Tezcatlipoca estuvo relacionada tanto con el inframundo como con el mundo solar, dándole a la gente cosas buenas y malas. Por esa y muchas otras razones, es una deidad fascinante que invita a investigar sus misterios.

Cumple 50 años La filosofía náhuatl de León-Portilla

Cumple 50 años La filosofía náhuatl de León-Portilla

JOSE GALAN

La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, obra de Miguel León-Portilla, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, cumplió 50 años de su publicación. Por su relevancia, esta tesis de doctorado en filosofía con especialización en historia prehispánica -que le valió el reconocimiento Summa cum Laude- ha sido reditada en 10 ocasiones por esta casa de estudios, y también traducida al ruso, alemán, francés e inglés y, más recientemente, al checo.

Con esa investigación, el destacado universitario se convirtió en el primer especialista en tratar dicho tema de forma sistemática, ya que hasta entonces sólo se habían hecho alusiones de su existencia. Por ejemplo, en un manuscrito en náhuatl que está en la Biblioteca del Palacio Real, en España, Fray Bernardino de Sahagún mencionó en un margen a “los filósofos”.

El libro, expuso su autor, consiste en el estudio de los planteamientos que los antiguos mexicanos se hicieron referentes a problemas como cuál es la raíz de los seres humanos, qué hay en el más allá, qué se puede decir de la divinidad, qué es lo más valioso en la Tierra, y otra serie de reflexiones que pensadores de todas las latitudes se han hecho.

Los pueblos nahuas tenían una visión propia del mundo y una concepción del tiempo y del espacio; sobre los seres humanos pensaban acerca de educación, historia, derecho, moral o arte, como se plasma en las páginas del libro, subrayó. Ahí también se abordan los orígenes de ese pensamiento, desde los teotihuacanos y toltecas; y en las recientes ediciones, se hacen consideraciones críticas en torno a la filosofía náhuatl, añadió el investigador.

A diferencia de hace 50 años, refirió, hoy la sociedad acepta la existencia de un corpus filosófico náhuatl. “Al principio hubo gente que se reía y decía que estaba loco, que cómo los indios lo iban a tener, que eran casi salvajes”. A ello, su maestro y tutor de tesis doctoral, Angel María Garibay, respondía: “Esos hombres, creadores de un arte extraordinario, de Teotihuacán, Monte Albán, Cholula o Palenque, ¿no pensaban?”

Carlos Castaneda y Chamanismo

Carlos Castaneda y Chamanismo

LOS CHAMANES —–

En el pensamiento indígena, la realidad visible y tangible no es la única que existe; detrás de ella hay otros ámbitos en donde residen innumerables poderes que determinan la existencia del cosmos.
El Hombre para el indígena, tiene una naturaleza dual, compuesta de cuerpo y espíritu, por lo que es un ser capaz de transitar por esos ámbitos misteriosos transponiendo los umbrales de acceso a ellos; pero solo lo logran en ciertos estados especiales,
cuando el espíritu se desprende del cuerpo; este hecho puede ocurrir por diversas causas y en distintas circunstancias de la vida, y puede ser involuntario o voluntario;

Entre las formas de separación del cuerpo y el espíritu destacan el sueño y el trance extático ; el primero es una de las maneras normales, involuntarias y comunes a todos los hombres, de desprender el espíritu del cuerpo ; el segundo es voluntario y excepcional, pues solo lo logran quienes han sido elegidos por lo seres sagrados, han pasado por un periodo iniciatico de aprendizaje y manejo de las fuerzas divinas y pueden controlar sus potencialidades anímicas, de lo cual obtienen poderes sobrehumanos ; esos hombres portentosos, especializados en practicas de externamiento del espíritu, son los NAGUALES,
llamados así tanto entre los nahuas (de quienes procede el termino) como entre los mayas, aunque reciben muchos otros nombres según las diversas lenguas ;
sin embargo, como la palabra nagual ha sufrido varios cambios de sentido a través de los siglos, empezando por la tergiversación que de ella hicieron los frailes españoles en la colonia, aquí les llamaremos chamanes, palabra siberiana que ha adquirido un carácter universal.

Desde la época prehispánica hasta la actualidad, en el mundo náhuatl y maya ha habido chamanes, entendidos como tales los hombres dotados con capacidades sobrenaturales derivadas de su manejo del trance extático; este se logra mediante rigurosas practicas ascéticas, como ayuno, insomnio, abstinencia y auto sacrificio, acompañadas de meditación, danzas y cantos rítmicos e ingestión o aplicación de substancias psicoactivas–tanto hongos y plantas alucinógenos como bebidas embriagantes. El trance consiste en desprender el espíritu del cuerpo en estado de vigilia y controlar todas sus acciones; así, el chaman puede “VER” todo lo que los demás no ven, lo cual es sinónimo de conocer; es capaz de subir al cielo, bajar al inframundo y recorrer largas distancias en unos cuantos segundos; así mismo, de comunicarse con los dioses, con los muertos, con los espíritus de otros hombres vivos y con su propio alter ego animal. También tiene la facultad de transformarse en animales, en líquidos vitales (como la sangre) y en fenómenos naturales (como los rayos, las bolas de fuego o los cometas); puede dominar las fuerzas de la naturaleza (como el granizo) y, sobre todo puede “VER” la causa de las enfermedades y propiciar mágicamente las curaciones.

Los chamanes fueron y son los conocedores e interpretes de sueños y quienes manejan los productos psicoactivos (plantas sagradas y bebidas embriagantes) para comunicarse con lo sagrado y para las practicas curativas y de adivinación. Aquí hablaremos solo de la función medica del chaman.

Entre los nahuas y los mayas, brindaremos una visión histórica general, desde la época prehispánica hasta la actualidad. Por enfermedades del espíritu entendemos las predominantemente psicosomáticas que aquejan a los indígenas.
Antes de mencionarlas, es necesario advertir que la mayor parte de las enfermedades, como lo reconocen muchos médicos, tienen un carácter psicosomático. Por ello, para comprender cualquier sistema medico es necesario conocer su contexto cultural, la concepción del mundo y de la vida, las ideas sobre el cuerpo humano, que explican los conceptos de salud y enfermedad y las practicas curativas. Cada cultura tiene sus propios padecimientos y sus propias terapias correspondientes a ellos ; un hombre de la cultura occidental, no se enferma de flato, de baraustó, de pochitoque que o de mal de arana ni se cura con formulas mágicas, incienso y oraciones, así como para tojolabal o un ch’ol no servirían, seguramente, los placebos usados por los médicos occidentales, No queremos decir con esto que no haya enfermedades biológicas, físicas, ni una medicina científica, es decir un conocimiento objetivo y universal del cuerpo humano y sus males, sino que evidentemente hay un alto porcentaje de enfermedades de carácter psicosomático, lo cual fue bien comprendido por la chamana mazateca Maria Sabina, cuando decía que lo que se enferma es el espíritu, por lo que es preciso curarlo a el para sanar el cuerpo.

—EPOCA PREHISPANICA—

Entre los nahuas prehispánicos había diversos tipos de chamanes especializados tanto en causar enfermedades como en curarlas;
se decía que el mismo chaman podía ser “bueno y malo”, entendiendo por esto que sus poderes podían ser dirigidos hacia el bien y la salud de los otros o hacia su destrucción.
Uno de los chamanes nahuas mas destacados era el NAHUALLI, considerado un sabio con poderes sobrehumanos para transformarse en diversos animales; era un consejero serio y respetado.
El bueno era cuidador y guardián; el malo, encantador y dañador, provocador de enfermedades. En general, a todo chaman con poderes para transformarse se lo denominaba nahualli;
así, convertirse en un animal era hacer de el su nahualli; por ejemplo, el tlacatecolotl, “hombre búho” (que también se transformaba en perro), era un nagual maléfico, pues causaba enfermedades al quemar figuras de madera de la victima, verter sangre propia sobre esta o darle a beber pociones venenosas. El y otros naguales malignos eran tecotzquani, “comepantorillas” y teyolloquani “comecorazones”, porque hechizaban a la gente. Hacían magia, como vestir un madero con la figura de una persona, adornarlo como se acostumbraba hacerlo con un difunto y luego quemarlo para ocasionar la muerte. Todos estos chamanes malignos tenían como protector a Nahualpilli, un aspecto de tezcatlipoca.

Entre los naguales benéficos estaba el teciuhtlazqui o “granicero”, que podía producir granizo y conjurarlo. El chaman especializado en medicina era llamado Ticitl ” el que practica la medicina(ticiotl)” . Se dice que era un curandero con experiencia en hierbas, eméticos y toda clase de pociones, así como en incisiones y también podía provocar enfermedades y seducir mujeres para embrujarlas. Tenia muchas sub especialidades, entre las cuales estaba la de Paini, un Chaman adivino, especializado en el uso de alucinógenos propiamente un medico de enfermedades del espíritu.
Estos curanderos pasaban por iniciaciones religiosas, que consistían en morir y bajar al inframundo, donde recibían la instrucción médica, el conocimiento de los diagnósticos, de los instrumentos para curar y de las hierbas sagradas. Para diagnosticar usaban la adivinación que se realizaba de distintas formas ; mediante nudos y cuerdas , granos de maíz, agua, el calendario ritual, agüeros, interpretaciones de sueños e ingestión de plantas alucinógenas y psicoactivas en general ; Hongos, Peyote, Ololiuhqui, tlapatl, toloache, estafiate y sobre todo, picietl o tabaco.

El interprete de alucinaciones fue el “Paini” -el que bebe un brebaje- ; El ingería los alucinógenos y luego diagnosticaba, o bien hacia beber la hierba sagrada al paciente. Las enfermedades que inducían a consultar al “Paini” eran las muy largas y penosas, que se atribuían a hechizo.
Los textos mencionan por ejemplo , susto, angustia y “nausea en el corazón”. El propio enfermo, al beber el alucinógeno, daba la señal de donde estaba la enfermedad.
Otro Ticitl diagnosticaba interpretando sueños; se trata del Temiquiximati, “El conocedor de los sueños”, que tenia libros especiales sobre el significado de los sueños, aunque lograban su interpretación principalmente gracias a sus poderes sobrenaturales y por su habilidad para manejar el espíritu separado del cuerpo. Debido a su oficio se lo llamaba “Hijos de la Noche”, como Tezcatlipoca y como Malinalxochitl, la hermana hechicera de huitzilopochtli, que era una gran Naguala Maligna, “agarradora de pantorrillas, embaucadora de gentes, descaminadora de gentes, adormecedora de gentes, que hace comer culebras…, y tecolotes a las gentes, pues llama a todo ciempiés, arana, y se vuelve hechicera… Muy Grande bellaca — Dice Tezozomoc” (1975, p.28).

Entre los mayas antiguos también había varios tipos de chamanes, empezando por los propios gobernantes, que fueron retratados en las estelas con sus atributos sacerdotales y portando insignias del dios celeste supremo, en nombre del cual gobernaban.
Los textos coloniales quiches y cakchiqueles les llamaban Nawal Winak, “Hombres Naguales”, y describen sus poderes sobrenaturales, como la transformación en jaguares y otros animales, la capacidad de subir al cielo, bajar al inframundo, la posesión de una gran fuerza física y una visión tan aguda y penetrante que les permitía adivinar. Los textos no mencionan sus habilidades curativas ni el uso de plantas sagradas, pero cabe inferir que eran también médicos y que empleaban los alucinógenos como los nahuas. Si se mencionan en cambio, sus rigurosas practicas ascéticas y su envoltorio ritual que era, al mismo tiempo, insignia de su poder.
Este envoltorio contenía huesos de águila, de jaguar y de puma, cabezas y patas de venado, piedras negras y amarillas- seguramente para la adivinación-, plumas de garza, quetzal y azulejo, cola de buitre, tabaco, hongos de piedra y sangrador para el auto sacrificio.,
se mencionan también “hierbas para refrescarse”, que eran seguramente las plantas curativas.
Entre los mayas de Yucatán, en la época de la conquista, los chamanes eran sacerdotes especializados; El Uaiaghon, “Brujo”; El Ah pul yaah, “brujo echador de enfermedad”; el h’men, “mago que se transformaba en animal” que es el que ha pervivido hasta hoy. Y los chilames, que profetizaban en estado de trance, acostados de espaldas en el suelo, tal vez ayudados por el xtabentun “ololiuhqui”. Los chamanes eran médicos y hechiceros, que curaban con sangrías y echaban suertes para adivinar.
Celebraban sus fiestas en el mes Zip; durante ella, sacaban sus envoltorios, que contenían idolillos de las deidades de la medicina “ixchel e itzamna” piedras para echar la suerte (am) y muchos objetos más.

–EPOCA COLONIAL—-

Durante la época colonial, el Nagualismo o Chamanismo fue identificado con la brujería europea por presentar varias ideas afines a ella, entre las cuales estaba la transformación del brujo en animal.
Se lo considero una práctica de una secta perversa y demoníaca importada de Egipto y , así, los conceptos de magia negra y de pacto con el diablo se integraron a las creencias indígenas, en la mentalidad de los conquistadores y después en la de los propios indios.

Pero los ritos chamanicos siguieron realizándose en la clandestinidad, de los cual hay muchos testimonios, gracias a la persecución de que fueron objeto. Así, Jacinto de la serna , Ruiz De Alarcón, Margil De Jesús y Núñez De La Vega, en el siglo XVII formulan precisas descripciones de los poderes de los naguales en el altiplano central y en Chiapas.
En este lugar eran llamados Poxlom “de pox medicina lo cual confirma que practicaban principalmente curaciones ” .
NUNEZ DICE : “.. Nos ha constado que es el demonio, que como pelota o bola de fuego anda en el aire en figura de estrella, con cauda a modo de cometa” (Núñez 1988 p.753).

Los textos afirman que practicaban la medicina y empleaban para las curaciones la confesión de los pecados y “hediondas medicinas” -por ejemplo- algunas brujas yucatecas ponían tlapatl (matul) debajo de la almohada o lo daban a oler para hacer perder el juicio- . También eran nigromantes, hacían magia amorosa y sabían trasladarse a los que margil llama “paraísos fingidos” sitios donde participaban en festines.

–EPOCA ACTUAL—

En las comunidades indígenas nahuas y mayas de hoy encontramos la pervivencia del chamanismo con sus ideas básicas de la capacidad transformadora del chaman y sus poderes de adivinación y de curación.
En los estados de México, Morelos, Puebla y Veracruz, principalmente, pervive la tradición chamanica náhuatl.

Hay diversas especialidades como los graniceros y los chamanes siguen siendo los médicos de las enfermedades del espíritu. En las comunidades mayances, los chamanes ocupan un sitio principal, pues además de curar enfermedades cumplen un importante papel policito-social.
También los chamanes de hoy son elegidos a través de un sueño o una enfermedad, y en ese estado aprenden el oficio de curanderos y adivinos; es decir la iniciación se produce con el espíritu separado del cuerpo.

Los mayas y los nahuas siguen considerando que hay un buen número de enfermedades ocasionadas por energías y seres sobrenaturales.
Pervive también la idea de que las patologías dependen de la conducta de los hombres, quienes al transgredir las normas sociales y morales ocasionan el enojo de los dioses. El castigo puede consistir en que las deidades ancestrales, dejan fuera de su protección al compañero animal y este se queda vagando solo y perdido en el monte, a merced de cualquier ser maligno que puede devorarlo o destruirlo.

Por otra parte, los dioses del inframundo se aparecen a los hombres en forma de seres maléficos, como serpientes, hormigas, arco iris, el Sombreron, la xtabay y el moo-tancaz, que deambulan por las noches para dañar a los hombres con graves enfermedades.
También son causas de enfermedad las influencias del signo del calendario ritual, las alteraciones del equilibrio corporal (por ejemplo, el desacomodo del tipte, órgano rector del funcionamiento del cuerpo” y las emociones fuertes, como el susto, el enojo, la tristeza o la vergüenza(azareo).

Cuando el espíritu se halla separado del cuerpo, es decir en el estado de sueño, o durante el orgasmo, es mucho mas susceptible de contraer enfermedades, pues se encuentra a merced de fuerzas nocturnas y maléficas.
Por ejemplo un muerto puede presentarse en el sueño de su enemigo y enfermarlo de susto.

Los males del espíritu llegan a manifestarse como delirios, afasias , melancolía, irritabilidad, mal erótico, depresión y locura, entre otras formas ;
pero también afectan al cuerpo, que sufre fiebre, hinchazones, dolores, urticarias, ahogos, etc…, capaces de producir incluso la muerte.
La mas común de las enfermedades del espíritu es “la perdida del alma”. Es posible extraviar el alma de diversas maneras, pero sobre todo por “espanto” o “susto”, por un accidente o por “mal echado” por un enemigo. Se piensa que el alma se sale y es capturada por los espíritus guardianes de la tierra, los ríos, los bosques, por los seres del inframundo o por los malos “aires”, que son entidades maléficas con voluntad.

En Tepoztlan, por ejemplo, se cree que los “aires” habitan en las barrancas o los hormigueros-palabras que se emplean indistintamente para indicar sitios malos y peligrosos-, por lo que atacan de preferencia en esos lugares. En las barrancas habita asimismo el arco iris, identificado con serpientes malignas.
También un feto puede perder el alma si la madre sufre un susto; los bebes la pierden con mas facilidad, por no habérseles cerrado todavía la “mollera”. Las almas que se pierden se quedan en el sitio del susto, o en poder del “aire”, o bien se van al inframundo “TLALOCAN”.

Cuando el alma se ha perdido, el cuerpo enferma; los síntomas son falta de apetito, debilidad, depresión, exceso de sueño y sueño agitado. Otro grupo de padecimientos del espíritu lo constituyen los ocasionados por los seres humanos, que se cuentan entre los peores; el más frecuente es el “mal echado” por un brujo, que tiene varias manifestaciones. Por lo general, los brujos echan o envían la enfermedad con formulas mágicas y, además, preparan pócimas venenosas y tienen como aliados a los malos aires, que introducen por los orificios naturales de sus victimas, luego de expelerlos por los suyos.
El “mal echado” incluye toda clase de desordenes psíquicos y locura.
El brujo puede poner cabellos en la garganta o en el estomago de las victimas, lo que les causa la muerte por asfixia o dolor agudo, y puede introducir en el abdomen animales, como ratas, armadillos, lechones, cachorros de perro, sapos, culebras o insectos. Los hechizados experimentan terribles dolores y finalmente mueren.

Los brujos también pueden producir esterilidad por enfriamiento de los genitales, que se cura con vapores de hierbas aplicados de modo directo a esos órganos.
Los brujos pueden, en fin, “cortar la hora”, es decir provocar la muerte tras una lenta agonía, en virtud de que sus aliados, los dioses de la tierra, aprisionan al otro yo animal de la victima y lo mantienen sin alimentos. La persona se va debilitando, sufre vómitos, dolores, hinchazones y por ultimo, muere.

Hay otras alteraciones ocasionadas por hombres con poderes sobrenaturales, aunque involuntariamente, como las que sobrevienen por la “VISTA FUERTE” o por exceso de “CALOR”;
Este es una energía peculiar que se acumula con los anos y la sabiduría; entre los antiguos nahuas, formaba parte del tonalli.
Cuando una mujer esta embarazada, por ejemplo, tiene exceso de calor que puede dañar a otros, sobre todo a los niños.
Las enfermedades producidas por seres humanos, ya sea voluntaria o involuntariamente, son por lo general graves; por eso dicen los tojolabales que “DE POR SI NO HAY PEOR PONZOÑA QUE LA DE LA GENTE”
y precisamente las enfermedades del espíritu son las atendidas por los chamanes, pues su diagnostico y tratamiento rebasa los conocimientos y capacidades de los curanderos comunes.

Los chamanes diagnostican ante todo por la adivinación, de igual forma y con las mismas semillas de sus antepasados prehispánicos. La adivinación realizada mediante la ingestión de substancias alucinógenas ya no es tan común como en la época prehispánica (se conserva entre los nahuas de la sierra de puebla y de la región de tétela del volcán, por ejemplo; Los brujos, echadores de enfermedad también curan, sobretodo los padecimientos que ellos mismos ocasionan, como la locura. Incluso tienen la protección del mismo Santo que cuida a los chamanes buenos: San Pedro. Tanto entre los nahuas como entre los mayas. Ellos conocen los ritos, las formulas mágicas y las “contrahierbas”.
Cuando fracasa un Chaman se consulta al brujo, que posee mas recursos. Las ceremonias curativas son diversas y complejas, pero incluyen siempre la quema de Copal, que es uno de los alimentos de los dioses; oraciones donde se pide el perdón y la devolución de la salud o del alma perdida. Exhortaciones al cuerpo enfermo para que se cure o al alma para que regrese, y el uso de velas , flores, y alimentos.
Muchas veces se mata una gallina o un pollo negro, que se entrega a los dioses a cambio del alma.
Los ritos se realizan en casa del paciente, en el lugar donde se perdió el alma, visitando en peregrinación diversos altares de las montanas sagradas o en los campos y cuevas. Además de las oraciones y conjuros, se hacen sobadas, barridas, sopladas, baños y sangrías; también se chupa el mal, como se hacia en la época prehispánica, y se aplican o dan a beber medicamentos.
A veces la curación solo se logra con el alma separada del cuerpo, es decir durante el sueño o en estado de trance extático; para logra este ultimo, se da a beber al paciente un alucinógeno, como se hace en Tétela del Volcán. Todas estas creencias y prácticas médicas, aunque incluyan oraciones cristianas y muchos elementos nuevos, son en esencia de tradición prehispánica y concuerdan con la concepción indígena del mundo y de la vida que de un modo u otro ha pervivido.

EL TEXTO ANTERIOR ES UN FRAGMENTO DE UN ESTUDIO REALIZADO POR MERCEDES DE LA GARZA (EXDIRECTORA DEL MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA DE MEXICO )

Es parte de un artículo publicado en la revista de la universidad nacional autónoma de México en su número 572 de fecha septiembre/1998

> Señores y vasallos mexica

> Señores y vasallos mexica
Época: Vida cotidiana
Inicio: Año 1492
Fin: Año 1600
Antecedentes
Vida cotidiana en la América del siglo XVI

A la llegada de los españoles, la sociedad mexica había experimentado en un corto lapso de tiempo el paso desde una sociedad tribal hacia un estado centralizado, dotado de una compleja estructura social. En dicha transformación algunos elementos permanecieron o apenas evolucionaron, mientras que otros cambiaron su fisonomía radicalmente o bien surgieron de la nada. Uno de los primeros es la familia, cuya estructura era básicamente patrilineal y monogámica, si bien existían algunas excepciones, como casos de poliginia entre las capas altas de la sociedad. La esposa se incorporaba al casarse al “calpulli” (división político territorial) de su marido, debiendo casar de nuevo con el hermano de su esposo en caso de que éste falleciera. Además, sólo los hijos varones heredaban, favoreciendo así la unidad de los calpulli. Los matrimonios eran concertados y fruto de una larga negociación entre los padres de los contrayentes, en las que era frecuente la mediación de un sacerdote, quien auguraría la conveniencia o no de la unión. Además, unas ancianas celestinas o “cihuatlanque” ejercían de intermediarias.. Los requisitos para la unión eran que el joven hubiera acabado sus estudios en el “telpochcalli” y hubiera alcanzado el estatus de guerrero, esto es, haber conseguido capturar un prisionero, en caso de ser noble. Si el joven pertenecía al estamento dominado, “macehualtin”, sólo se le requería tener un oficio con el que sustentarse él y su familia. A la joven, en ambos casos, se le pedía saber cocinar y tejer, tareas a las que se dedicará el resto de sus días. El desposorio se oficiaba en casa del novio al atardecer. La novia se preparaba durante la tarde, bañándose y acicalándose, embelleciendo sus brazos y piernas con plumas rojas y pintándose la cara de amarillo. Un cortejo la llevaba hasta el lugar de celebración, donde se sentaba en una estera en compañía del novio. Entonces se producía el ritual: intercambian vestidos, se anudan las puntas de sus mantos, se rocían de copal y se dan de comer mutuamente. Tras la ceremonia, y mientras el resto de invitados bailan, cantan y comen, los novios se instalan en la habitación nupcial, donde deberán orar durante cuatro días sin consumar la unión, sacrificando sangre y ofrendas a los dioses. El quinto día, tras bañarse en el “temascal” y recibir la bendición de un sacerdote, el matrimonio se considera consumado. El divorcio está permitido en función de la carencia de aptitudes de la mujer para desempeñar sus tareas domésticas, entre las que se incluye la de tener hijos, si bien el juez media entre los esposos para intentar evitar la separación. El hecho de que el divorcio sea posible hace que los casos de adulterio se castiguen con sumo rigor, llegando incluso a la muerte. Los matrimonios entre contrayentes nobles se acompañan además de concubinas, por lo que alcanzan un gran número de hijos. Sin embargo, de estos sólo son considerados legítimos los que son fruto del matrimonio principal. La siguiente división social en la que se insertaba el individuo era el “calpulli”, una agrupación de personas que atendía a varios factores, como el parentesco, la división tribal, la organización política y religiosa y la posesión de la tierra. Cada calpulli tenía un dios y un templo propio y una casa de hombres jóvenes solteros, “telpochcalli”, donde recibían educación. Además, los guerreros de cada calpulli se organizaban de manera particular. El jefe del “calpulli”, llamado “calpulec”, era siempre miembro de una familia concreta y organizaba la distribución de tierras, ostentando la representación grupal y estando asesorado por ancianos. La sociedad mexica se hallaba fuertemente estratificada, observándose diferentes niveles dentro de una jerarquía. El principal lo ocupan los “tlatoque”, jefes o señores que gobiernan sobre una provincia o ciudad. El máximo de estos es el “huey tlatoani” (gran orador), señor de Tenochtitlan. El “tlatoani” tenía poder en todos los ámbitos, siendo un cargo hereditario, siendo el elegido designado por un Consejo, como ocurrió en los casos de Axayacatl, Tízoc o Ahuítzotl, de entre los hermanos del fallecido o de entre los hijos de la mujer legítima. El segundo nivel lo ocupa la nobleza, denominada genéricamente “teteuctin”. El “tecuhtli” o señor principal era designado de forma vitalicia y no hereditaria, aunque el “tlatoani” generalmente designaba a su primogénito como sucesor. Era un cargo de tipo militar, administrativo y judicial. Su casa, “teccalli”, forma un grupo social que agrupa al linaje del señor. Los nobles son un estamento formado por los hijos de los “tlaloque” y de los “teteuctin”, es decir, aquellos que no desempeñan cargo alguno pero que por nacimiento se encuadran dentro de la aristocracia. Estos “pipiltin”, si bien en principio no reciben tributo, sí pueden alcanzar ese estatus si contraen los méritos suficientes por medio de la guerra. Su función social es ejercer de funcionarios estatales, sobre todo como embajadores, recaudadores de impuestos o al servicio del tlatoani. Se les asignaba, además, una cantidad de tierras heredadas y trabajadores. Su dignidad social les suponía, sin embargo, mayores obligaciones, siendo más duramente castigados en caso de cometer alguna falta. Parte de los privilegios los perdieron durante el mandato de Itzcóatl, no recuperándolos hasta la llegada al poder de Motecuhzoma II Xocoyotzin. Otro tipo de nobles adquieren su condición por méritos; son los llamados “quauhpipiltin”, procedentes del común destacados en la batalla. Su estatus les otorga tierras y acceso a cargos administrativos, como formar parte del consejo de guerra del “tlatoani”. La mayor parte de la población pertenece al común; son los plebeyos o “macehualtin”. Encuadrados en el “calpulli”, deben tributar a las clases dirigentes. Una clase inferior o paralela a ésta – los autores no concuerdan- son los “mayeque” o braceros, trabajadores agrícolas asignados a la casa de un señor, a quien deben además tributar con agua y leña. El último estrato lo constituyen los “tlacotin”, esclavos o peones, condición temporal que se alcanzaba por deudas, por un acto de guerra o como castigo a determinados delitos. Dueño y esclavo establecían una especie de contrato para desarrollar un trabajo determinado, lo que no impedía al esclavo poseer o adquirir bienes o incluso otros esclavos. A veces eran los mismos padres quienes, acuciados por la necesidad, vendían a sus hijos. La venta de esclavos se realizaba en el mercado, resultando libre aquél individuo que podía escapar y atravesar sus puertas, refugiándose en Palacio. También podían ser voluntariamente liberados por su dueño o casar con la viuda de éste. Algunos cronistas como Durán, Sahagún y Motolinía nos han dejado muy bien documentada la vida cotidiana mexica. Sabemos que el embarazo y el momento del parto eran objeto de cuidados especiales, desempeñándose un ritual complejo que alejaba a los implicados del peligro. El recién nacido era bañado en el “temazcal” utilizando plantas medicinales, mientras la partera recitaba largos discursos moralizantes. La suerte del niño era averiguada con ayuda del libro de los destinos o “tonalamatl”, y venía determinada por su fecha de nacimiento. El adivino conocía así la profesión futura del niño e incluso el modo en que morirá, siendo por ejemplo los nacido en la fecha 1 calli propensos a morir de manera violenta. La forma de contrarrestar los malos augurios es hacer sacrificios a Huehuetéotl, dios del fuego, lavando al niño cuatro veces la cabeza y arrojando alimentos al fuego sagrado. La enfermedad dio lugar a una complicada terapéutica, basada tanto en el uso de medicinas naturales como de un complejo ritual. El “temazcal” era el remedio más usado, con fines higiénicos y ceremoniales. La muerte, como en cualquier sociedad, era un momento de especial significación. Antes de llegado el momento se hacía necesario realizar una confesión ante la diosa Tlazoltéotl, la comedora de inmundicias, lo que aseguraba la inmunidad por los pecados cometidos. La manera de morir determinaba el destino del cuerpo: los ahogados o gotosos eran enterrados; las parturientas recibían sepultura en el patio de un templo, mientras que el resto era incinerado. Con respecto a la educación, si bien todos los individuos recibían una misma educación básica, entre los 5 y los 9 años, a partir de esta edad se separaban en función de su clase social. Los hijos de “macehualtin” se educaban profesionalmente entre los 10 y los 12 años, lo que les daba derecho a usa el “maxtlatl”, la prenda masculina que los identificaba como adultos. A partir de los 15 años acudían al “telpochcalli” o escuela de barrio, donde se les instruía en la guerra. Los hijos de los nobles, por el contrario, podían acudir a dos tipos de escuelas: el “telpochcalli”, donde recibían educación carácter militar hasta los 22 años, y el “calmecac”, que formaba administradores, políticos y sacerdotes. En ambos casos se obligaba a los jóvenes a llevar una vida austera y sacrificadas, donde algunos actos eran especialmente castigados. Así por ejemplo, la embriaguez se condenaba con la muerte, persiguiendo el objetivo de formar a los jóvenes en una moral puritana y abnegada al servicio del estado mexica.

BIBLIOGRAFÍA PARA LA INVESTIGACIÓN DE LA CULTURA MEXICA.

BIBLIOGRAFÍA PARA LA INVESTIGACIÓN DE LA CULTURA MEXICA.

Por. Arqlgo. Marco Cervera Obregón.

INTRODUCCIÓN.

El año de 1521 marcó el inicio del fin de un pueblo que en poco más de un siglo se transformó de ser una sociedad conquistada en una sociedad conquistadora. Tradicionalmente a este pueblo se le ha denominado como aztecas sin embargo sabemos que este término no es el correcto pues el nombre que ellos realmente se daban era el de mexicas, los seguidores de Mexi mejor conocido como Huitzilopochtli.

Hasta el momento el pueblo azteca o mexica es el mejor conocido en toda la historia prehispánica mexicana debido sobre todo a la gran cantidad de información con que contamos para su estudio. Fuentes escritas, documentos pictográficos (Códices) las evidencias arqueológicas y la información que proporciona la antropología física y la lingüística se conjugan para dar un basto conglomerado de elementos que permiten conocer a los investigadores de muy diversas disciplinas la historia el arte y arqueología del pueblo mexica.

La presente bibliografía es producto del Seminario Mexica impartido por el Dr. Leonardo López Luján en la Escuela Nacional de Antropología e Historia durante el año de 1998. Posterior a este me ví en la tarea de complementarla y actualizarla con efecto de poder utilizarla durante mis investigaciones y asesorías a diversos colegas y amigos además de poder presentarla a mis alumnos de la Cátedra de Cultura Mexica en la Universidad Nacional Autónoma de México. Cabe destacar que esta bibliografía es tan solo una aproximación a las fuentes de investigación más importantes a las cuales las nuevas generaciones de investigadores puedan acercase. Figuran en la misma algunos de los trabajos y autores que de forma particular han desarrollado investigaciones en temas concretaos relativos a la cultura mexica. La bibliografía ha sido dividida por temática un tanto en acuerdo al plan de trabajo del Seminario Mexica de la ENAH en combinación con el Seminario de Cultura Mexica de la ENEP Acatlán impartido por quien esto suscribe.

En esta bibliografía figura el nombre de los principales exponentes de la investigación mexica desde los conquistadores del siglo XVI, pasando por los frailes como Bernardino de Sahagún hasta los investigadores modernos que inician con la labor netamente científica de interpretación como don Antonio de León y Gama. La participación de los diversos representantes de la investigación moderna y sus obras en materia del mundo mexica figuran también en esta bibliografía por ello nombres como el de: Ángel María Garibay, Miguel León Portilla, Alfredo López Austin, Pedro Carrasco ,Robert Barlow, Eduard Calnek, Nigel Davies, H.B. Nicholson, Ross Hassig, Eduardo Matos, Felipe Solís, Leonardo López Luján, Elizabet Hill Boone, entre otros tantos son algunos de los autores fundamentales para el mejor acercamiento a esta importante civilización.
LA INFORMACIÓN HISTÓRICA.

Acosta Joseph de. Historia Natural y Moral de las indias.., edición Edmundo O´Gorman, México, FCE, 1962

Aguilar, Francisco de. Relación de la conquista de la Nueva España , Edición de Jorge Gurría Lacroix, México, UNAM, 1977

Alva Ixtlixóchitl, Fernando de. Obras Históricas, edición de Edmundo O Gorman, 2 v, México, UNAM, 1975

Alvarado Tezozomoc, Fernando. Crónica Mexicana. Escrita hacia el año de 1598, Notas de Manuel Orozco y Berra, México, Editorial Leyenda, 1944

Alvarado Tezozomoc, Hernando. Crónica mexicáyotl, traducción de Adrián León, México, UNAM-INAH, 1949.

Anales de Cuauhtitlán, en Códice Chimalpopoca, tradicción de Primo Feliciano Vázquez, México, UNAM, 1945, pp. 3-118

Anales de Tlatelolco (Unos anales históricos de la Nación mexicana) y Códice de Tlatelolco, versión preparada y anotada por Henrich Berlin, con un resumen de los anales y una interpretación del códice por Robert Barlow, México, Antigua Librería Bobredo, 1948 (Fuentes para la Historia de México, 2)

Anales de Tula, edición de Ferdinan Andrés, comentario de Rudlof Zantwijk, Akademische Druck Verlagsanaslat, 1979 (Fontes Renum Mexicanarum).

Benavente Toribio de (Motolinia) Historia de los Indios de la Nueva España. Relación de los ritos, idolatrías y sacrificios de los indios de la Nueva España y de la maravillosa conversión que Dios en ellos ha obrado, estudio crítico, apéndices, notas e índice de Edmundo O ´Gorman, México, Editorial Porrúa, 1969.

Benavente Toribio de (Motolinia) Memoriales o Libro de las cosas de la Nueva España y de los naturales de ella, estudio analítico de Edmundo O´Gorman, México, UNAM, 1971.

Cervera Obregón Marco Antonio. “Códice Borbónico”, Acuarela de Miguel Covarrubias.

Facsimilar en: La colección de pintura del Banco Nacional de México. Catálogo Siglo XX. Fomento Cultural Banamex. A.C. México D.F. 2002.

Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, Francisco de San Antón Muñón. Relaciones originales de Chalco Amequemecan, México, FCE, 1965.

Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, Domingo Francisco de San Antón Muñón. Memorial breve acerca de la fundación de la ciudad de Culhuacan, México, UNAM, 1991

Códice Ixtlixochitl, Graz, Akademische Druck-u Verlagasansalt, 1976

Códice Aubin, Manuscrito azteca de la Biblioteca Real de Berlín. Anales en mexicano y jeroglíficos desde la salida de Aztlan hasta la muerte de Cuauhtemoc (Códice de 1576) ed. Facs. De la de 1902, descripción de Antonio Peñafiel, explicación de J M A Aubin. Traducción de Bernardino de Jesús Quiroz, perfil de Alfredo Chavero, México, Editorial Innovación, 1979.

Códice Azcatitlan, comentarios de Robert Barlow y Michel Graulich, traducción de Dominique Michelet y Leonardo López Luján, Paris, Biblitheque Nationale de France/ Societé des Americanistes, 2 v, 1995.

Códice Borbónico, México, FCE, Akademische Druck- und Verlagasnasalt, 1991

Códice Cozcatzin, México, INAH/ Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1994

Códice Florentino, Manuscrito 218-20 de la Colección Palatina de la Biblioteca Medicea Laurenciana ed. Facs, 3 vols. Secretaría de Gobernación/ Archivo General de la Nación , 1979

Códice Magliabechano, 2 v, Berkley , Unversity of California Press, 1983

Códice Mendocino 4 vols., B erdan, Frances F. y Patricia Anawallt Berkley y Los Ángeles. University of California Press, 1995 .

Códice Ramírez, México, Editorial Porrúa, 1980.

Códice Sierra, México, Editorial Innovación, 1982

Códice Telleriano Remensis, Austin , University of Texas Press, 1995

Códice Tlatelolco, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1989

Códice Tudela, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica del Instituto para la Cooperación Iberoamericana , 1980

Códice Vaticano Latino 3738, en Antigüedades de México, ed Lord Kingsborough, 4 v. México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1964-1967, v. III, pp 7-314

Cortés Hernán, 1963, Cartas y documentos, México, Porrúa

Costumbres, fiestas enterramientos y diversas formas de proceder de los indios de la Nueva España , Tlalocan, V II, n 1, 1945, pp 37-63.

Dahlgren, Barbaro, Emma Pérez Rocha , Lourdes Suárez, y Perla Valle. Corazón de Cópil. El Templo Mayor y Recinto Sagrado de México Tenochtitlan según sus fuentes del siglo XVI, México, INAH, 1982

Díaz del Castillo Bernal, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España , México, Ediciones Mexicanas, 1950.

Durán Fray Diego, Historia de las Indias de Nueva España Islas de Tierra Firme, 2v, México, Porrúa, 1984

Florentine Codex, General History of the things of New Spain , Fray Bernardino de Sahagún , translated from Aztec into English, with notes and illustrations by Charles E. Dibble and Arthur J O. Anderson, 12v. Santa Fe , The School of American Research/ The University of Utah, 1950-1969.

Historia de los mexicanos por sus pinturas, en Teogonía e historia de los mexicanos. Tres opúsculos siglo XVI, ed MA Garibay K, México, Porrúa, 1965

León Portilla Miguel. “The Ethnohistorical Record for the Huey Teocalli of Tenochtitlan” The Aztec Templo Mayor, ed EH Boone, Washington D.C. Dumbarton Oaks Research Library and Collection, 1986

León Portilla Miguel. Los antiguos mexicanos en sus crónicas y cantares FCE, México, 1961.

León Portilla Miguel. La visión de los vencidos UNAM, México, 1959.

León Portilla Miguel. Códices Los antiguos libros del nuevo mundo. Aguilar, México, 2003.

Matricula de Tributos, Nuevos Estudios, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1991.

Mendieta, Fray Jerónimo de. 1945. Historia Eclesiástica Indiana, 4v., México, Editorial Salvador Chávez Hayhoe.

Obregón Rodríguez Concepción, La zona del Altiplano Central en el Posclásico: La Etapa de la Triple Alianza , en Historia Antigua de México, v.III El Horizonte Posclásico y algunos aspectos intelectuales de las culturas mesoamericanas, Coord. Lina Manzanilla y Leonardo López Luján, INAH-UNAM, Porrúa, México, 1995.

Sahagún Fray Bernardino de. Historia General de las Cosas de la Nueva España , 2 v., México, CONACULTA/Alianza, 1989.

Sahagún Fary Bernardino de. Historia General de las Cosas de la Nueva España , Colección Sepan Cuantos No 300, Editorial Porrúa, 1975.

Sahagún Fray Bernardino de. Historia General de las Cosas de la Nueva España , 2 v, Introducción, Paleografía y notas de Alfredo López Austin y Josefina García Quintana, Cien de México, CONACULTA, México, 1989.

Sahagún, Fray Bernardino de. Primeros Memoriales, paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de T.D. Sullivan, completada y revisada con adiciones de H.B. Nicholson, A.J.O. Anderson, C.E. Dibble, E. Quiñones Keber y W. Ruwet Norman, University of Oklahoma Press,1997.

Tovar, Juan de. Manuscript Tovar. Origines et croyances des indiens du Mexique, introd.. de Jaques Lafaye, Graz, Akademische Druck, 1972.

Tapia, Andrés de. « Relación de algunas cosas de las que acaecieron al muy Ilustre Señor Don Hernando Cortés Marqués del Valle, desde que se determinó ir a descubrir tierra en la Tierra Firme del mar Océano”, Crónicas de la Conquista , recop, Agustín Yañez, México, UNAM, 1963.

Tonalámatl de Aubin, Tlaxcala, Gobierno del Estado de Tlaxcala, 1981.

Torquemada Fray Juan de. Monarquía Indiana, 8 v, México, UNAM, 1975-1977.

Zorita Alonso de. Breve y sumaria relación de los señores de la Nueva España , J.B. Pomar et al., Relaciones de Texcoco y de la Nueva España , México, Editorial Chávez Hayhoe, 1941.

LA INFORMACIÓN ARQUEOLÓGICA.

Alcocer, Ignacio. Apuntes sobre la antigua México Tenochtitlan, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1935.

Barba Luis, Luis Lazos, Kart F Link, Agustín Ortiz y Leonardo López Luján. “Arqueometría en la Casa de las Águilas” Arqueología Mexicana, v VI, No 31, p.p. 20-27, 1998.

Barlow Robert H. et al, Tlatelolco a través de sus tiempos, cincuenta años después (1944-1994), coord. F. González Rul, 2 v, México, INAH, 1996.

Batres, Leopoldo, Exploraciones arqueológicas en las calles de Escalerillas, año de 1900, México, Tipografía y Litografía ” La Europea “, 1902.

Bernal, Ignacio, Historia de la arqueología en México, Editorial Porrúa, México, 1979.

Boone, Elizabeth Hill. ” Templo Mayor Research, 1521- 1978″ , The Aztec Templo Mayor, ed. E.H. Boone, Washington D.C., Dumbarton Oaks Library and Collection, 1987,995-70.

Cantarell, Aquiles “La arqueología se divorció de la historia”, Información científica y tecnológica, v 6,n 91, abril de 1984, pp45-46.

Gamio, Manuel. “Vestigios del Templo Mayor de Tenochtitlan descubiertos recientemente”, Ethnos, t. I, n. 8-12, 1920-1921, pp. 205-207.

González Rul F. En busca de un tesoro perdido, Colección Divulgación, INAH, México, 1994.

Gussinyer, Jordi. “Deidad descubierta en el Metro”, Boletín, INAH, n 40, junio de 1970, pp 41-42

Gussinyer, Jordi. “Hallazgo de estructuras prehispánicas en el Metro”, Boletín INAH, n 34, diciembre de 1968, 15.18

Gussinyer, Jordi.”Hallazgos en el Metro, conjunto de adoratorios superpuestos en Pino Suárez”Boletín INAH, n 36, junio de 1989

Gussinyer, Jordi. “Un adoratorio azteca decorado con pinturas”, Boletín INAH, n. 40, julio de 1970, pp 30-35.

Gutiérrez Solana Nelly. “Diez años de estudios sobre el Templo Mayor de Tenochtitlan (1978-1988) Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, v 60, 1989, pp7-31.

Hodge Mary G “Archaeological Views of Aztec Cultura”, Journal of Archaeological Research, v 6, n.3, 1998, pp.197-237.

López Luján Leonardo. “Las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan” INAH, México, 1991.

López Luján Leonardo, “Water and fire” Archaeology in the Capital of the Mexica Empire”, The Archaeology of Mesoamérica, Mexican and European Perspective, J. W. Bray y Linda Manzanilla, London, British Museum Press, 1999, pp.32-49.

López Luján Leonardo. “Guerra y muerte en Tenochtitlan: descubrimientos en el Recinto de los Guerreros Águila” Arqueología Mexicana, 2, (1995), 12, pp. 75-77.

López Luján Leonardo.”Arqueología de la Arqueología : de la época prehispánica”, Arqueología Mexicana, 52 (2001), pp. 20-27

López Luján Leonardo, La Casa de las Águilas: Un ejemplo de la arquitectura sacra mexica, En prensa.

Manzanilla Linda, Bibliografía de la Cuenca de México, México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM, 1987.

Matos Moctezuma Eduardo, (Coord.) El Templo Mayor, excavaciones y estudios, México, INAH, 1982.

Matos Moctezuma Eduardo, (Coord.) Trabajos arqueológicos en el Centro de la Ciudad de México, (Antología), México, INAH, 1979.

Matos Moctezuma Eduardo y Víctor Rancel. El Templo Mayor de Tenochtitlan, Planos, cortes y perspectivas, México, INAH, 1982.

Matos Moctezuma Eduardo. Excavaciones recientes en Tlatelolco, Catálogo de la exposición “Tlatelolco: hallazgos recientes”, México, INAH, Secretaría de Turismo, 1988.

Mazari, Marcos et al. “Los asentamientos del Templo Mayor analizados por la mecánica de los suelos”, Estudios de Cultura Náhuatl, v. 19, 1989, pp. 157-257.

Peñafiel, Antonio. Destrucción del Templo Mayor de México Antiguo y los Monumentos encontrados en la ciudad, en las excavaciones de 1897 y 1902, México, Secretaría de Fomento, 1910.

Rojas, José Luis de, “los azteca ¿cultura arqueológica o cultura con arqueología?, Revista Española de Antropología Americana, n. 24, pp. 75-92.

Sanders, William T, Jeffrey R. Parsons y Robert S. Santley. The basin of Mexico . Ecological Processes in the Evolution of a Civilization, New York , Academic Press, 1979.

Seler, Eduard. “Las excavaciones en el sitio del Templo Mayor de México”, Anales del Museo Nacional de México, v, VII, 1903, pp. 235-260.

Smith, Michael E. The Aztecs, Oxford , Blackwell, 1996.

Vega Sosa, Constanza (Coord.) El recinto Sagrado de México Tenochtitlan. Excavaciones 1968-69 y 1975-76, México, INAH, 1979.
SU MEDIO GEOGRÁFICO Y SU HISTORIA.

Barlow, Robert H. Tlatelolco: fuentes e historia, v 2, eds. J Monjarás-Ruiz, E Limón y M.C. Paillés, México, INAH, Universidad de las Américas, 1989.

Barlow, Robert H, Los mexicas y la Triple Alianza , en Obras de Robert H. Barlow, v 3, eds J. Monjarás Ruiz, E. Limón, M.C. Paillés, México, INAH y Universidad de las Américas.

Barlow Robert H, La extensión del imperio de los culhua mexica, en Obras de Robert H. Barlow, v 4, eds. Jesús Monjarás Ruiz, Elena Limón y Maria de la Cruz Paillés , México, INAH y Universidad de las Américas.

Berdan, Frances F. The aztec of Central Mexico . An Imperial society, New Cork, Holt, Rinehart and Winston, 1982.

Bibresca Castrejón, José Luis, 1960. “Hidrología histórica del Valle de México”, Ingeniería hidráuliuca en México, v 14, n 3 julio-septiembre, pp. 43-61.

César Carrillo Trueba. El Pedregal de San Ángel, México, UNAM, 1995. pp. 26-49

Clendinnen, Inga. Aztecs. An Interpretation. Cambridge , Cambridge University Press, 1993.

Davies, Nigel. El imperio azteca: el resurgimiento tolteca, México, Editorial Patria, 1992.

Davies Nigel, Los mexicas. Los primeros pasos hacia el imperio, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 1973.

Davies, Nigel, The aztecs. A History, London , Sphere Books, 1977.

Duvergier Christian, El origen de los aztecas, México, Ed. Grijalbo, 1987.

Evans, Susan T., The productivity of Maguey Terrace Agriculture in Central Mexico during the Aztec period. Latin American Antiquity, V.I, N.2, 1990, pp.117-132.

Fagan, Bryan M, Aztecs, San Francisco , W.H Freeman, 1984.

Florescano Enrique, Mito e historia en la memoria nahua, Comentarios de Alfredo López Austin, Pedro carrasco y George Boudot, con replica de Enrique Florescano, Historia Mexicana, México, COLMEX, V XXXIX, No 3, 155, enero- marzo 1990, pp603-725.

Gillespie, Susan de. The aztec kings. The construction of rulership in mexica history.

Tuxon, The University of Arizona Press, 1989.

González Aparicio, Luis, Plano reconstructivo de la región de Tenochtitlan, México, INAH, 1973.

Graulich, Michel, Montezuma ou l’apogée et la chute de l’empire aztéque, Paris, Fayard, 1994

Heyden, Doris, México, origen de un símbolo. Mito y simbolismo de la fundación de México Tenochtitlan, DDF, 1988.

Hodge, Mary y Michael Smith, Economies and polities in the aztec realm, Albany, Estae University of New York, Institute for Mesoamerican Studies, 1993.

Kirchoff Paul, ¿Se puede localizar Aztlan?, Anuario de Historia, México, UNAM, FFL, Año 1, 1961, pp 58-68.

Krickeberg Walter, Las antiguas culturas mexicanas, México, FCE, 1975.

Lobardo de Ruíz, Sonia, Desarrollo urbano de México Tenochtitlan, según las fuentes históricas, México, INAH, 1973.

López Austin Alfredo, Tarascos y Mexicas, SEP y FCE, 1981.

López Austin Alfredo y Leonardo López Luján, El pasado Indígena, COLMEX-FCE- Fideicomiso Historia de las Américas, 1996.

López Luján Leonardo. Los mexicas como últimos señores e Mesoamérica, Gran Enciclopedia de España y América, los habitantes. Hasta Colón, T. I, Coord. J.M. Javier Madrid, Espasa- Calpe/Argantonio, 1983. pp170-183.

Martínez Marín, Carlos, La cultura de los mexicas durante la migración. Nuevas ideas, Cuadernos Americanos, México, Año 22, Julio Agosto de 1963, No 4. pp 175-183.

Monjarás Ruiz Jesús, La nobleza mexicana: surgimiento y consolidación, México, EDICOL, 1980.

Nalda Enrique. México prehispánico: origen y formación de las clases sociales, México, un pueblo en la historia, V. I, Coord. E Semo, México, UAP, Editorial Nueva Imagen, 1981.pp 45-166. (Consultar los mexica). P 129-155

Sánchez, Sánchez, Óscar, La flora del Valle de México, México, Editorial Herrero, 1984.

Sanders William T. The natural enviroments of the Basin of Mexico , The Valley of México. Studies in Prehispanic Ecology and Society, Ed. ER Wolf Albuquerque, School of American Research, University of New Mexico Press, 1976.

Towsend Richard F., The Aztecs, London , Tames and Hudson , 1992.

Vallian George C, La civilización azteca, México, FCE, 1960.

Zantwij, Rudolf Van, The aztec Arrangement. The social history. The prehispanish México, Norman University of Oklahoma Press, 1985.
TECNOLOGÍA.

Anawalt, Patricia Rief. Indian clothing before Cortes, Mesoamerican costumes from the codices, Norman , University of Oklahoma Press , 1981.

Anderso, Artur, JO. Materiales colorantes prehispánicos, Estudios de Cultura Náhuatl, V 4, 1963, pp. 73-83.

Armillas Pedro, Gardens of sumas, Science V.174, 1976, pp. 653-661.

Casillas Leticia y Luis Alberto vargas. La alimentación entre los mexicas, Historia General de la medicina en México, Coord. F. Martínez Cortés, V.I, México Antiguo, Coords. A López Austin y C Biseca Treviño, México, UNAM, Facultad de Medicina y Academia Nacional de Medicina, 1984. pp. 13-156.

Castillo F Víctor, Unidades nahuas de medida, Estudios de Cultura Náhuatl, México, UNAM, IIH, V 10, 1972, pp.195-223.

Charlton, Thomas, Y Michael Spaence, Obsidian explotation and civilization in the Basin of Mexico , Anthropology, v. VI, No 1-2,Special Issue. Mining Techniques, in Ancient Mesoamerica , eds. PC Weigand G Gwyine, 1982. pp. 7-86.

Chinampas prehispánicas, comp. Carlos Javier González , México, INAH, 1992.

Clendinnen, Inga, Aztecs. An Interpretation, Cambridge , Cambridge University Press, 1993.

Coe, Michael, The chinampas of México, Scientific American, v. 211, No 1, July 1974, pp.90-98.

Doolitle, William. Canal irrigation in prehistoric México: the sequence of thecnological change, Austin University of Texas Press, 1990.

El maíz fundamento de la cultura popular mexicana, México, Museo de las Culturas Populares, 1982.

Evans Susan, The productivity of Maguey terrace agriculture in central México during the Aztec period, Latin American Antiquity, V 1, No 2, 1990 pp. 117-132.

García Quintana Josefina y José Rubén Romero Galván, México Tenochtitlan y su problemática lacustre, UNAM, México, IIH, 1978.

González Aragón Jorge, La urbanización indígena de la ciudad de México. El caso del plano en papel maguey, México, UAM, 1993. (Biblioteca Memoria Mexicana, No 1)

González Rul F. la lítica de Tlatelolco, México, INAH, 1979.

González Rul F. La cerámica en Tlatelolco, INAH, 1988.

González Rul F. Urbanismo y arquitectura en Tlatelolco, INAH, 1998.

González Carlos Javier y Vertían Olmero vera, El trabajo de la turquesa, unidades habitacionales mesoamericanas y sus áreas de actividad, Ed L. Manzanilla, México UNAM, 1986.

Gortari Elide M. La ciencia en la historia de México, 2ª ed México, Grijalbo, 1980. Cap. 2 y 3 pp. 16-120

Hassig Ross, Comercio Tributo y transportes, economía política en el Valle de México durante el siglo XVI. México Alianza Editorial Mexicana, 1990.

Hendrichs Pedro, Datos sobre la técnica minera prehispánica, en El México Antiguo, Sociedad Alemana Mexicanista, 1940-1941.pp 148-160, 179-194, 311-328.

Historia de la agricultura. Época prehispánica, siglo XVI, Eds. T. Rojas Raviel y W Sanders, V2, México, ENAH, 1985.

Soler Doroty, Cooper Tin, Bronzes in Mesoamérica, Anales de Antropología, V. XVIII, 1 parte, 1981 pp.99-132

La agricultura chinampera, Comp. Teresa Rojas R, México, Universidad Autónoma de Chapingo, 1983.

La agricultura en tierras mexicanas desde sus orígenes hasta nuestros Díaz, Coord. T Rojas R. México CONACULTA, Ed Grijalbo, 1981.

Langescheidt, Adolphus Bosquejo de la minería prehispánica de México, Quipu, v. 2, Enero Abril- 1985. pp. 37-58.

León Portilla Miguel. Minería y metalurgia en el México Antiguo, La minería en México, UNAM, 1978. 7-36.

Long Solís Janet. La historia del chilli, México FCE, 1986.

Mastache Alba Guadalue, Técnicas prehispánicas de tejido, México, INAH, 1981.

Matias Alonso Marcos, Medidas indígenas de longitud, México, CIESAS, 1984.

Mora Echeverría Jesús Ignacio, Prácticas y conceptos prehispánicos sobre espacio y tiempo: a propósitos del origen del calendario ritual mesoamericano, Boletín de Antropología Americana, México, IPGH, No 9, Julio 1984, pp. 5-46

Noguera Eduardo. Identificación de una ensaladera. Anales de Antropología. V 12, 1975. pp 117-151.

Noguera Eduardo. Tallas prehispánicas en madera, México, Ed. Guaranda, 1958.

Ortega Marta María, Estudio e las algas comestibles del Valle de México, Revista Latinoamericana de Microbiología, V 14, 1972, pp. 85-97.

Palerm Ángel. Obras hidráulicas prehispánicas en el sistema lacustre del Valle de México, México, Centro de Investigaciones Superiores del INAH, 1973- pp. 9-22.

Pastrana Alejandro. La explotación azteca de la obsidiana en la Sierra de las Navajas, México, INAH, 1998.

Reyes Valerio Constantino, De Bonampak al Templo Mayor, el azul maya en Mesoamérica, México, Siglo XXI Editores- Agro-Acemex, 1993.

Rodríguez Vallejo, José, Ixcatl, el algodón mexicano, México, FCE, 1982.

Rojas Raviela Teresa, La tecnología de construcción de chinampas en la Cuenca de México, civilización configuraciones de la diversidad, No 2, Sep-1984. pp. 13-48.

Rojas Raviela Teresa. La cosecha del agua en la Cuenca de México, México, CIESAS, 1985 (Cuadernos de la casa Chata, 116)

Rojas José Luis de, México Tenochtitlan, Economía y sociedad en el siglo XVI, México Colegio de Michoacán y FCE, 1985.

Ruvalcaba Mercado Jesús, Agricultura india en Cempoala, Tepeapulco y Tulancingo, Siglo XXI, México, Unión de ciudades capitales Iberoamericana, DDF, 1985.

Santly Robert y Rose Erik, Diet nutrition and population dynamics in the Basin of Mexico , World Archaeology, v. II, No2 1979. pp. 185- 297.

Sugiura Yamamoto Yoko, La ciencia y la tecnología en el México Antiguo, Ciencia y Desarrollo No 43, Año 8 Marzo-abril, 1982. pp. 112-141.

Sugiera Yammoto Yoko, Tecnología de lo cotidiano, Temas Mesoamericanos, Coord. S. Lombardo y E. Nalda, México, INAH, 1996. pp. 51-70.

Teresa Rojas R. Rafael Straus y José Lameiras, Nuevas noticias sobre las obras hidráulicas prehispánicas y coloniales en el Valle de México, México, Centro de Investigaciones Superiores del INAH, 1974.

Weitlaner Jonson Irmgard, Hilado y tejido, Esplendor del México Antiguo, Editores R Noriega, C Cook de Leonard y J. R Moctezuma, 2 vols., México, Centro de Investigaciones Antropológicas de México, 1959, V. I, pp. 439-478.
EDUCACIÓN, SOCIEDAD Y TENENCIA DE LA TIERRA

Bartra Roger. Marxismo y sociedades antiguas, el modo de producción asiático en el México Prehispánico, México, Editorial Grijalbo, 1975.

Becauge Pierre, Etnohistoria y marxismo: Una región periférica del Imperio azteca, Nueva Antropología, Año I, No 4, Abril de 1976, pp. 43-81.

Calnek Eduard, The internal structure of Tenochtitlan, The Valley of Mexico, Studies in Prehispánic Ecology and Society, Editor E.R. Wolf, Albuquerque, School of American Research, University of New Mexico Press. 1976. pp. 287-302.

Carrasco Pedro. Los linajes nobles del México Antiguo, Estratificación social en la Mesoamérica Prehispánica , Editores P. Carrasco y J. Broda, México, Centro de Investigaciones Superiores del INAH, 1976, pp.19-36

Carrasco Pedro. Los mayeques. Historia Mexicana, México, COLMEX, 1989, v. XXXIX, No 1. pp. 123-166.

Caso Alfonso. La tenencia de la tierra entre los antiguos mexicanos. Memoria del Colegio Nacional, v IV, No 2, 1959. pp.29-54.

Castillo F Víctor. Estructura económica de la sociedad mexica, México, UNAM, IIH, 1972.

Escalante Gonzálbo Pablo. La polémica sobre la organización de las comunidades de productores, Nueva Antropología, v. XII, No 38, octubre de 1990. pp. 147-162.

Escalante Gonzálbo Pablo, Insultos y saludos de los antiguos nahuas, Folklore Historia Social, Anales del IIE, No 61, UNAM, México,1960. pp. 29-46.

Freund George, Derecho agrario y sistema catastral en el México Antiguo, relaciones de producción y tenencia de la tierra en el México Antiguo, Coord. H Dieterich, México, INAH, 1981. pp. 41-57.

González Torres Yólotl. Formas de propiedad de la tierra entre los mexicas, Relaciones de producción y tenencia de la tierra en el México Antiguo, Coord. H Dietrich, INAH, México,

1981. pp.69-82.

González Torres Yólotl. Esclavitud entre los mexica, Estratificación social de la Mesoamérica prehispánica, Editores P. Carrasco y J Broda, México, Centro de Investigaciones Superiores del INAH, 1976. pp. 78-87

J Rodríguez María. La Mujer azteca, UAM, México, 1997.

Katz Friederich. Situación social económica de los aztecas durante los siglos XV y XVI. México, UNAM, IIH, 1966.

Kirchoff Paul. La tenencia de la tierra en el México Antiguo. Un ensayo preliminar. Relaciones de producción y tenencia de la tierra en el México Antiguo, H Dieterich, México, INAH, 1981, pp. 59-67.

López Austin Alfredo. Organización política en el Altiplano Central de México durante el Posclásico. Mesoamérica y el Centro de México, Coord. J Mojarás Ruiz, R Brambilia y Pérez Rocha, México INAH, 1985. pp. 197-234.

López Austin Alfredo. La educación de los antiguos nahuas, 2 v. México, SEP y Ediciones el Caballito, 1985.

Monzón Arturo. El calpulli en la organización social de los tenochcas, México, UNAM, IIH-INAH, 1949.

Moreno Manuel, Organización política y social de los aztecas, México INAH- 1971.

Olivera Mercedes, Pillis y macehuales, las formaciones sociales y los modos de producción de Tecalli del siglo XII al XVI, México, Centro de Investigaciones Superiores del INAH, 1978.

Soustelle Jaques. La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista. FCE, 1956.
ECONOMÍA Y TRIBUTO.

Berdan Frances, La organización del tributo en el Imperio azteca, Estudios de Cultura Náhuatl, México, UNAM, IIH, v. XII, 1976, pp.241-264.

Berdan Frances. Tres formas de intercambio en la economía azteca, Economía política e ideología en el México prehispánico, Editores P. Carrasco y J Broda, México Nueva Imagen, 1978. pp.77-95.

Berdan Frances, et al. Aztec Imperial Strategies, Washington D.C. Dumbarto Oaks, 1993.

Broda J. Aspectos socio- económico e ideológicos de la expansión del Estado Mexica, Revista de la Universidad Complutense , Madrid, Editorial de la Universidad Complutense de Madrid, v. XXVIII, 1979. pp.73-94.

Calnek Eduard. El sistema de mercado de Tenochtitlan, Economía política e ideología en el México Prehispánico, Editores P. Carrasco y J. Broda, México, Centro de Investigaciones Superiores del INAH. Editorial Nueva Imagen,1978. pp. 95-114.

Carrasco, Pedro. Estructura político territorial del imperio tenochca. La Triple Alianza de Tenochtitlan, Tezcoco y Tlacopan. México, COMEX, Fideicomiso Historia de las Américas y Fondo de Cultura, 1996.

Carrasco Pedro. La economía del México prehispánico, Economía política e ideología en el México Prehispánico, Editores P. Carrasco y J Broda, México, centro de Investigaciones Superiores del INAH, Editorial Nueva Imagen, 1976. pp. 15-76.

Carrasco Pedro. La sociedad mexicana antes de la conquista, Daniel Cosío Villegas y otros.

Historia General de México, 3º ed. México, COLMEX. 1981. v. I, pp. 165-268.

Davies Nigel. Los señoríos independientes del imperio azteca, INAH, 1968.

Duran Forest, J. Cambios económicos en moneda entre los aztecas, Estudios de Cultura Náhuatl, v. 9, 1971. pp105-124.

Evans Susan, Spatial analysis of Basin of Mexico Settlement : problems with the use of the Central Plase Mode, American Antiquity, v. 45 No 4, 1980. pp.866-875.

El comercio en el México prehispánico, Editor E Florescano México, Instituto Mexicano del Comercio Exterior, 1975.

Hodge Mary G. Aztec city states, Ann Arbor , University of Michigan , 1983.

Hodge Mary G. 1992, Aztec Market Systems, National Geographyc Research and exploration, v. VIII, No 4, pp. 428-445.

Hodge Mary G, Hector Neff, James Blackman y Leah Minc, Black and orange ceramic production in the aztec empires geart land, Latin American Antiquity, V. IV, No 2, 1993. pp. 130-157.

Hodge Mary G and Leah Minc. Spatial patterning of Aztec ceramics. Implications for prehispanic exchange systems in the Valle of Mexico, Journal of Field Archaeology, v. XVII, 1990. pp. 415-437.

Isaac Barry. Notes of obsidian, the pochteca and position of Tletelolco in the Aztec empire, Research in economic Anthropology, Suplement 2, editor B. L. Isaac, Greenwinch Jai Press, 1986. pp.319-343.

Jiménez Badillo Diego, 1900, la malacología del Templo Mayor a partir de los datos de la ofrenda H, La Fauna en el Templo Mayor, Coord. O J Polaco, México, INAH/Asociación de Amigos del Templo Mayor/GV Editores, pp. 171-812.

Kobayashi Munehiro. Tres estudios sobre el sistema tributario de los mexicas, México, CIESAS-Kobe City University of Foreing Studies, 1993.

Lameiras Brigitte B de, El mercado y el estado en el México prehispánico, América Indígena, México, Instituto Indigenista Interamericano, v. XLII, No 3 Julio-Septiembre de 1982. pp. 381-407.

Litvak King J. Mesoamérica y la economía azteca (Conferencia mimeografiada).México, MNA

Monjarás Ruiz Jesús. Algunos aspectos del aparato político de los Tenochca, Mesoamérica y el Centro de México, Recps. J M Ruiz, R Brambilia, Pérez Rocha, México, INAH, 1985. pp. 371-380

Rojas Raviela Teresa. El tributo en trabajo en la construcción de las obras publicas en México Tenochtitlan, el modo de producción tributario en Mesoamérica. Editor Barrera Rubio, Mérida, Universidad de Yucatán, Escuela de Ciencias Antropológicas, 1984. pp. 51-75.

Smith Michael. The aztec Marketing system and settlement pattern in the Valley of Mexico , A Central Place Analysis, Américan Antiquity.

Smith Michael Long distance trade under the Aztec empire. The Archaeological Evidence, Ancient Mesoamérica, v. I No 2 1990. pp.153-169.
G UERRA

Alcina Franch José, “Guerra” Azteca-Mexica Turner 1 992.

Armillas Pedro,”Fortalezas mexicanas” Cuadernos americanos . V 7 No 5.

Armillas Pedro,” Oztuma, Gro, fortaleza de los mexicanos en la frontera de Michoacán”. Revista Mexicana de Estudios Antropológicos Tomo VI, num 3,México 1942.

Bandelier, Adolphe F, “On the art of war and mode of warfare of the ancient mexicans”. Peabody Museum of American Archeology and Ethnology: 10 th Annual Report, Cambridge . 1877.

Baquedano Elizabeth y James Nicholas,”War and sacrifice in mexica state sculpture”. In Miler ans de civilizations Mesoamericanes Des Mayas aux Azteques: 2 Danse Aver Les Dieux. Edtitons L´Harmattan, Paris.

Barlow Robert, ” Las provincias septentrionales del imperio de los mexicanos” en Mesa Redonda sobre problemas antropológicos de México y Centroamérica , México SMA, 1943.

Barlow Robert,” La guerra de 1473 en la Crónica X ” en Tlatelolco a través de los tiempos. Academia Mexicana de Historia. Vol. VI, México 1945.

Barlow Robert.,” Una pintura de la conquista en el Templo de Santiago. Tlatelolco a través de los Tiempos , México, Memorias de la Academia de la Historia. 1945.

Robert Barlow, “La guerra entre Tlatelolco y Tenochtitlan” según el Códice Coscatzín” en Tlatelolco a través de los tiempos , Memorias de la Academia de la Historia., t, VII, 1946

Barlow Robert.,”Los mexicas y la triple Alianza”. UDLA, INAH. V.3. 1990

Barlow, Robert,” La extensión del imperio Culhua-tenochca” UDLA-INAH, 1992.Vol. 4. México.

Barlow Robert, “Conquistas de los antiguos mexicanos” Journal de la Societe des Americanistes de París, XXXVI,1947.

Barlow Robert,” La Fundación de la Triple Alianza (1527-1433). Anales de Antropología , México IIA, UNAM. 1948.

Barlow Robert,”El derrumbe de Huexotzingo”, Cuadernos Americanos , México, Libros de México., Vol XXXIX, No 3.mayo-junio. 1948

Beyer Hermann,”La procesión de los señores” en El México Antiguo Vol. VIII 1955. México.

Beyer Hermann, “Sobre una representación del dios Mixcoatl en el atlatl mexicano del Museo Británico” en El México Antiguo . Tomo X. 1965.

Beyer Hermann.,” La tiradera (atlatl) todavía en uso en el Valle de México”. en El México Antiguo tomo XI.1969.

Borja Pérez Nicolás,” Importancia de las armas portátiles de fuego en la conquista de México” Revista Militaria. Revista de cultura militar . Universidad Complutense de Madrid. Madrid España. núm. 4, año 1992.

Borgonio, Gaspar Guadalupe, “Organización militar en los tenochca “. en: Revista Mexicana de Estudios Antropológicos. Vol. XIV. México D.F. 1956.

Broda, Johanna.,”El tributo en trajes guerreros y la estructura del sistema tributario mexica” en Carrasco, Pedro y Johanna Broda. Economía política e ideología en el México prehispánico . CISNAH, Nueva Imagen. 1978.

Brotherson G, “Sacerdotes, agricultores, guerreros: un modelo tripartita de la historia mesomericana” en Estudios de Cultura Náhuatl . UNAM Vol. 19, México 1987.

Bushnell, D.I Jr, “Two ancient mexican atlatl” en American Anthropologist . núm. 7. Washintong , D.C. 1905.

Canseco Vincourt, Jorge,” La Guerra Sagrada ” INAH. México 1966.

Carrillo y Ancona, Cresencio,” Las glorias del guerrero Azteca” en: El repertorio pintoresco. I Mérida Yucatán México 1863.

Carrasco, David.,” City of sacrifice: The aztec empire and the role of violence in civilization. Beacon Press. Boston . 1999.

Carrasco, David.,” City of sacrifice: Violence from the aztec capital to the modern americas . Beacon Press Boston. 1999.

Caso Alfonso, ” El Teocalli de la Guerra Sagrada ” Talleres Gráficos de la Nación. D.F. 1927.

Castillo Farreras Victor,” Un preámbulo a la guerra de Azcapozalco”. Estudios de Cultura Náhuatl , México v VII, UNAM , México, 1968.

Ceballos Novelo Roque, “Sentido religioso y social de la llamada Guerra Florida” en Cuadernos Americanos XXVII. México 1939.

Cervera Obregón Marco A, “La polémica en torno a la guerra religiosa entre los mexicas. Ponencia Presentada en el Congreso de Historia y Religión . México ENEP-Acatlán, UNAM, 2001. Mecanuscrito.

Cervera Obregón Marco A, “Algunos indicadores arqueológicos sobre el militarismo entre los mexicas” en: CD-ROOM NayA 2001 , Buenos Aires, Argentina, 2001

Cervera Obregón Marco A, “Mexicas: Guerreros de la Muerte ” En . Artes Marciales . México, Editorial MINA, No 22, 2001.

Cervera Obregón Marco A. “El sistema de armamento entre los mexicas” Tesis de Licenciatura. ENAH-INAH, México, 2003.

Chapman, Anne.,” Raíces y consecuencias de la guerra de los aztecas contra los tepanecas”. en Acta Antropológica , Eo 2 vol Y, no 4 INAH, 1959.

Charles, Davies.,” Iconografía de la Guerra en el Altiplano Central”. en Historia Comparativa de las Religiones. Serie Historia .Coord. Yólotl González Torres, INAH, 1998.

Coe Michael, “Preconques America “, Swords and Hilt weapons Prion, Londres, 1996

Cook Sheburne F, Human sacrifice and Warfare as factors in the Demography of Precolonial México” en Human Biology . Vol XVIII Baltimore, 1946.

Contreras Martínez José Eduard, “La guerra en Mesoamérica: los mexicas un caso reconstructivo.” Tesis de Licenciatura en Arqueología. ENAH.1986.

Contreras, José Eduardo.,”En torno al concepto de la guerra florida entre tlaxcaltecas y mexicas.” Dimensión Antropológica , Año 2, Vol 3 Enero-Abril. 1995.

Davies, Nigel, “The military organization of the Aztec Empire” Procedings of the XL International Congress of Americanist , vol IV, Roma 1972.

Davies, Nigel,”El imperio azteca, el resurgimiento tolteca”.- Alianza Editorial. México 1997.

De la Fuente Beatriz , “Retorno al pasado tolteca. El arte del Templo Mayor. En Artes de México , Num. 7, 1990.

Dycherhoff, Ursula, ” La jerarquía militar y las ordenes militares mexica según las fuentes primarias”. In 50 años de estudios americanistas de la Universidad de Bonn: Nuevas contribuciones a la arqueología, etnohistoria, etnolingüistica y etnografía de América. Sabine Dedenbach-Salazar Sáenz, et alt., eds. Verlag Anton Saurwin. . 1998

García Chavez Saúl.,” Consideraciones sobre los mercados de Tenochtitlan y Tlatelolco y la guerra de 1473″ . Memorias del Primer y Segundo Congreso Ecológico, Histórico y Cultural . UAEM. 1990.

García Márquez Agustín, “Ahuitzilapan y las guerras aztecas del centro de Veracruz”. Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM. 1998.

G.T,” Un guerrier Azteque de l’Armeé de Moctezuma a l’époque de la conquete espagnole”. La Nature.1885

González, Rul Francisco,”El Macuahuitl y el Tlatzinteputzopilli , dos armas indígenas” Anales del INAH. Tomo II. Época VIII. 1971.

González Rul Francisco,”La lítica en Tlatelolco”. Colección Científica. Arqueología. No 74. Departamento de Salvamento Arqueológico. INAH. México. 1979.

González Rul, Francisco,”Las calzadas durante la guerra de conquista”. Universidad Autónoma de Querétaro y SMA. Memorias de la IXI Mesa de la SMA. 1989.

Graulich Michel,” Tlacaxipehualiztli ou la fete azteque de la moissonet de la guerre” en Revista Española de Antropología Americana , vol XII, 1982.

Guilhem, Oliver, “Espace, guerre et prospérité dans l’ancien mexique central: les dieux des marchands á l’époque postclassique. Journal de la Societé des Americanistes de Paris 85:67-91. Paris 1999.

Hassig, Ross, “Aztec warfare Imperial expansion and political control”. University of Oklahoma Press. 1988.

Hassig Ross., “La guerra maya vista a través del Altiplano Posclásico” en: La guerra entre los antiguos mayas. Memoria de la Primera Mesa Redonda de Palenque. Silvia Trejo. Editora. INAH, 2001.

Herrejón, Carlos,”La pugna entre mexicas y tarascos”.en Cuadernos de Historia I , Universidad Autónoma del Estado de México.

Heyden de Alvarez, Doris, “Costume of the warrior of Tenochtitlan “. en Science of man. Vol :Y:12 . 1960.

Hicks Frederic, “Flower war in Aztec History, American Etnologist, Vol VI, Núm. 1. 1979.

Holt, Barry Homer, “Mexica-aztec warfare: a develpomental and cultural analysis. Dumbarton Oaks. 1979.

Howard D. Kelvin, “The Atlatl: function and performance” en American Antiquity , Vol. 39, No 1 1974.

Issac, Barry L, “Aztec warfare: goals and battlefield comportment” Ethnology vol. XXII, 2 de April, 1983.

Issac Barry L, “The aztec flower war. A geoplithical explanation. Jorunal of Anthropological Research. 39 . 1983.

Johansson P., ” Yocuicatl : cantos de guerra y guerra de cantos” en Estudios de Cultura Náhuatl , Vol. 22, Méxcio. 1992

Katz, Friederich, ” The causes of war in Aztec Mexico.” S/f.

Klein Celia, ” Fighting with feminity: Gender and war in aztec Mexico “, en Proceedings of gendering rethoprics: Postures of dominance and submission in human history, Binghamton , N. Y. 1990.

Klein Celia, ” Fighting with feminity: Gender and war in aztec Mexico “, en Proceedings of gendering rethoprics. Estudios de Cultura Náhuatl. No 24, UNAM,1994.

Lameiras, José,” Los déspotas armados, un espectro de la guerra prehispánica”.-Colegio Michoacano, Zamora Michoacán, 1985.

Lameiras José,” La Guerra en el México Antiguo”. en Arqueología Mexicana Vol. I, No 4. México 1993.

Lameiras, José, ” El encuentro de la piedra y el acero”. El Colegio Michoacano, Zamora Michoacán, México 1994.

Lameiras, José, ” El militarismo en Mesoamérica en el siglo XVI”.en Temas Mesoamericanos . Coord. Sonia Lombardo y Enrique Nalda. Colección Obra Diversa. INAH. 1996.

León Portilla Miguel, ” Izcóatl , creador de una cosmovisión guerrera”, en Universidad de México Vol. XI 4-14 México D:F: 1956.

León Portilla Miguel, “La visión de los vencidos”. UNAM. 1991

Linne Sigvald , “Blow-guns in ancient México”. Ethnos , IV: 56-61. Estocolmo, Suecia. 1939.

Mariarty James R,. “Ritual combat. A comparision o fteh aztec war os floweres and the medieval” “Melée”,.miscelaneos series No 9. Museum of Anthropology Colorado State University and Furt Collins. 1969.

Moedano Koer, Hugo, ” Estudio general sobre la situación de la fortaleza de Oztuma”. Actas del XXVII Congreso Internacional de Americanistas , 2 vols. , México. 1939.

Mohar Betancourt Luz María, ” Trajes de guerrero. Catálogo comparativo de Matrícula de Tributos y Códice Mendocino. Cuadernos de la Casa Chata , 75, CIESAS, México, 1983.

Mohar Betancourt Luz María, “Trajes de guerreros mexicas” en Arqueología Mexicana Vol. III, No 17, México 1996.

Monjarás Ruiz Jesús, “Panorama General de la guerra entre los Aztecas” Estudios de Cultura Náhuatl.1976.

Noguera Eduardo, “Las guerras floridas” en El México Prehispánico . México D.F. 1946.

Nutall Zelia., “The atlatl or spear-.thrower of the ancient mexicans” en Peabody Museum of American Archeology and Ethnology Papers. Vol. Y 3:169-199 Washington 1891.

Nickel Helmut., ” A note of macuahuitl” manuscrtio .”Metropolitan Museum of Art , New York : s.f.

Nutall Zelia., “On ancient mexican shields” en International Archiv fur Etnologie Vol V 34-53 Leiden , 1892.

Ogazón Vera, Manuel, “La bandera azteca” 1944.

Oliver, Guilihem, “Espace, guerre et prosperité dans láncien mexique central: les dieux des marchands a´lépoque posclassique.” Jorunal de la Societé des Americanistes de Paris. 85. París, 1999.

Pastrana, Alejandro, ” La estrategia militar de la Triple Alianza y el control de la obsidiana” en, Trace, CEMCA, México, 1994.

Peñafiel Antonio, “Indumentaria antigua- armas, vestidos guerreros y civiles de los antiguos mexicanos”- of tip. Secretaría de Fomento. México 1903.

Peñafiel Antonio, “Indumentaria antigua vestidos de los guerreros mexicanos”. Impresora Informal. 1977.

Phio , Virve, “La jerarquía militar azteca” en Procedingss of the XL International Congress of Americanists , Vol. II, Roma 1972.

“Esquema provisional de la organización militar azteca” En procedings of the XLI International Congress of the Americanists, ,México 1974.

Samayoa Chinchilla Carlos, “Causas que más influyeron en las derrotas de los ejércitos indígenas durante las guerras de conquista”. Cuadernos americanos XIX, 1960.

Seler Eduard, ” Almexikanische Schielde” 1892.

Soustelle Jaques, “La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista”. FCE. México D.F. 1992

Stenzel, Warner, “Military and Religious Orders in ancient México” Mecanuscrito inédito (sf).

Sullivan Thelma, “The arms and insignia of the mexica” en Estudios de Cultura Náhuatl Tomo X IIH, UNAM. México, 1972.

Taube, Karl, “The turquoise hearth: fire self-sacrifice and the central mexican cult of war”. In Mesoamericas classic Heritage : Teotihuacan to the aztecs: David Carrasco. University Press of Colorado 1999.

Thiemer-Sachse, Ursula, “Zum problem der militärischen Demokrate ber den spanshen Erobeuing”. Ethnographisch Archäologische Zeitschrift. Berlin , 1984.

Valliant George ., “War and the aztecs”. en Mexican Life. Vol. XXII 1945.
IDEOLOGÍA, COSMOVISIÓN, CALENDARIO, MITOLOGÍA Y RELIGIÓN.

Aveni Anthony, Empires of time: calendars, clocks and cultural, New York , Basic Books, 1989.

Broda Johanna, Ciclos agrícolas en el culto: un problema de la correlación del calendario mexica, Calendars in Mesoamérica and Perú: Native American computation on time, Aveni y Brotherson, Oxorf, B. A R., 1983.

Broda J. Metodología en el estudio de culto y sociedad mexica, Anales de Antropología, v. XIX, Tomo 2, 1982. pp. 123-137.

Broda J. The mexican calendar as compared to other mesoamerican sistems, Wein, Series Americana 4, 1969.

Brundage, Burr Carlrigth, The fifth sun Aztec gods, Aztec world, Austin London, University of Texas Press , 1979.

Brundage, Burr Carlrigth, The jade steps. A ritual life of the Aztecs, Salt Lake City , University of Utha Press , 1985.

Cabrera Rubén, Restos arquitectónicos del recinto sagrado en excavaciones del Metro y de la recimentación de la Catedral y Sagrario, El recinto Sagrado de México Tenochtitlan, excavaciones 1968-69 y 1975-76. Editor C. Vega, México, INAH, 1979, pp. 55-66.

Carrasco, David. Quetzalcoatl and the irony of empire. Miths and prophecsies in the Aztec tradition, Chicago , The University of Chicago Press, 1982.

Carrasco David. Religions of Mesoamerica: Cosmovision and ceremonial centres, New York , Harper, and Row. Carrasco , David, Eduardo Matos Moctezuma y Johanna Broda.. The great Temple of Tenochtitlan , Center and pherifery in the Aztec world, Berkley , University of California Press , 1987.

Carrasco David y Scott Sessions. Daily life of the Aztecs. People of the sun and earth, West port, Greenwood press, 1998.

Caso Alfonso, Los calendarios prehispánicos, México, UNAM, IIH, 1967.

Caso Alfonso. El Pueblo del Sol, .FCE, 1962.

Castillo Victor. El bisiesto náhuatl, Estudios de Cultura Náhuatl, v IX, 1971, pp. 75-104.

Cervera Obregón Marco A., Analizan origen de sacrificios. Ponencia presentada en el CUIH. Reforma, Sección Estado, México, Año 5, No 1117, Sep, 2000

Cervera Obregón Marco A. Obsesión de los mexicas por los sacrificios humanos. Entrevista Universal Zona Norte, No 518, 13 de Oct. 2000.

González Torres Yólotl. El sacrifico humano entre los mexicas, 2ª Editorial Fondo de Cultura Económica-INAH, México, 1992.

Graulich Michael, Fiestas de los pueblos indígenas. Ritos aztecas. Las fiestas de las veintenas. INI, México 1994.

Graulich, Michael, Mitos y rituales del México Antiguo, Madrid, Colegio Universitario Ediciones Istmo, 1990.

León Portilla Miguel, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, 2º ed. México, UNAM, IIH, 1959.

López Austin Alfredo. Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas, 2 v. México, UNAM, IIA, México, 1980.

López Austin Alfredo. Hombre-Dios. Religión y política en el mundo náhuatl, México, UNAM, IIH, 1973.

López Austin Alfredo. Los mitos del Tlacuache. Alianza Editorial, 1990.

López Austin Alfredo. Tamoanchan y Tlalocan, México, FCE, 1994.

López Austin Alfredo. Cuarenta clases de magos en el mundo náhuatl, Estudios de Cultura Náhuatl, v. VIII, 1967.

López Luján Leonardo. Las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan, México INAH, 1993

Marquina Ignacio. El Templo Mayor de México, México, INAH, 1960.

Matos Moctezuma Eduardo. Muerte al filo de la obsidiana, México, SEP, 1986 (Lectura mexicanas) (También esta la edición del FCE.).

Matos Moctezuma Eduardo, Vida y muerte en el Templo Mayor, México, Ediciones Océano, 1986.

H.B. Nicholson. Los principales dioses mesoamericanos, Esplendor del México Antiguo, eds. R Noriega. C Cook de Leonard y J R. Moctezuma, 2v., México, Centro de Investigaciones Antropológicas de México, 1959.

Nicholson. H.B. Religión in prehispanic Central México, Hand Book of Middle American Indians, ed. R. Wauchope,v. 10, Archaeology of Northen Mesoamerica, primera parte, eds G.F. Ekholme el, Bernal, Asutin University Press, 1971. pp.395-446.

Religión en Mesoamérica. XII Mesa Redonda, eds. J Litvak y N Castillo, México, Sociedad Mexicana de Antropología, 1972.

Román, Berrelleza, Juan. Sacrificio de niños en el Templo mayor , México, INAH/GV Editores/Asociación de Amigos del Templo Mayor, 1990.

Tena, Rafael. El calendario mexica y la cronografía, México, INAH, 1987.

Towsend, Richard. State and cosmos in the Art of Tenochtitlan, Dumbarto Oaks, Trastees for Harvard University , 1979.

EL ARTE

Aguilera Carmen, El arte oficial tenochca. Su significación social, UNAM, México, 1977.

Alcina Franch José. “Lenguaje metafórico e iconografía en el arte mexica”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, n 66, 1995, pp.7-44

Bonifaz Nuño, Rubén. El arte en el Templo Mayor de México Tenochtitlan, México, SEP/INAH, 1981.

Escalante Gonzalbo, Pablo. El trazo, el cuerpo, el gesto. Los códices mesoamericanos y su transformación en el Valle de México en el siglo XVI, 2 v. tesis de doctorado en historia, FFL UNAM, 1996.

Fernández Justino. Coatlicue, estética del arte indígena antiguo, México, Centro de Estudios Filosóficos, 1954.

Fuente, Beatriz de la. Escultura en el tiempo. Retorno al pasado tolteca, Artes de México, nueva época, n. 7, primavera de 1990, pp.36-53

Gutiérrez Solana Nelly. Objetos ceremoniales en piedra de la cultura mexica, México, UNAM, 1983.

Kubler George. The Art and Architecture of Ancient America , Nueva York, Penguin Books, 1975.

Nicholson H B. “Major sculpture in Pre-Hispanic Central México, Hand Book of Middle American Indians, v. 10, Asutin University Texas Press, 1971.

Nicholson H.B. y Eloise Quiñones Keber. 1983. Arto f the Aztec Mexico , Tresures of Tenochtitlan , Washington , D.C. , Nacional Gallery of Art.

Pastory Esther. Aztec Art , New York , Abrams, 1983.

Robertson Donald. Mexican Manuscripts Painting of the Early Colonial Period. The Metropolitan Schools , Norman , University of Oklahoma Press, 1994.

Solís Olguín Felipe. “Arte , estado y sociedad . La escultura antropomorfa de México Tenochtitlan, Mesoamérica y el Centro de México, recops. J Monjaras, México, INAH, 1985, pp.393-432.

Solís Olguín Felipe, Gloria y fama mexica, Smurfit Cartón y papel de México, México, 1991.

Umberger, Emily. “Anticues, Revivals and Referentes to the Past in the Aztec Art, RES, n. 13, 1987.

Las artes y las ciencias prehispánicas Toltecáyotl, el conjunto de las artes y

Las artes y las ciencias prehispánicas

Origen del arte nahua

Los grupos prehispánicos que habitaron el Valle de Anáhuac se decían descendientes de los toltecas, los cuales influenciaron a los pueblos de su época y también a los posteriores, después de desaparecer misteriosamente.

Para exaltar su pasado glorioso, las culturas prehispánicas mexicanas con frecuencia hablaban de los tiempos idos como algo maravilloso donde tuvo su origen la Toltecáyotl, es decir, el conjunto de las artes y los ideales de los toltecas que también se cultivó en las ciudades de Huexotzinco, Chalco y Texcoco en los siglos XV y principios del XVI de nuestra era.

Cuando fray Bernardino de Sahagún llegó a la Nueva España escuchó de sus informantes indígenas las narraciones sobre el pasado floreciente de Tula, la ciudad principal de los toltecas, quienes construyeron soberbias casas y palacios con columnas de serpientes, incrustaciones de mosaicos de turquesa, pulidos y cubiertos de estuco. Habían sido los toltecas gente sabia y sensible al canto y a la poesía, fue así que la palabra toltécatl llegó a significar “artista” en lengua náhuatl.

Los artistas nahuas, herederos de la gran tradición tolteca, tenían su propia concepción acerca del arte, ésta se resumía en “la flor y el canto de las cosas”, es decir, el simbolismo que se expresa con una visión profunda y humana. Era necesario que el artista “dialogara con su propio corazón”.

Por la Colección de Cantares Mexicanos, se sabe que en las sociedades nahuas había reuniones de danzantes, cantores y poetas; Ixtlilxóchitl refiere en la Historia Chichimeca que existían academias literarias, musicales y de canto, parecidas a las de ahora, donde los distintos artistas recibían educación especial. Había: músicos, pintores, poetas, alfareros, orfebres y artistas plumarios, entre otros.

La poesía. Era común que los gobernantes del México prehispánico también desempeñaran la función de poetas y sacerdotes. La poesía náhuatl, a través del canto, estaba íntimamente ligada al sacerdocio, nada tenía que ver con el papel político del gobernante.

La pintura. Los tlahcuilos o pintores eran los artistas más importantes de la cultura náhuatl, pues hacían los códices y los murales y eran conocedores de las diversas formas de escritura náhuatl.

El arte plumario. Los amantécatl eran artistas que se encargaban de confeccionar exquisitos abanicos, penachos, mantos y cortinajes; para ello utilizaban plumas finas de distintas aves muy preciadas por los indígenas, sobre todo por los nobles.

La alfarería. Amasar el barro para que éste tomara la forma de cualquier figura era la tarea de los zuquichiuhqui, quienes con gran sabiduría transformaban la tierra. Los alfareros, dialogando con su propio corazón “hacían vivir las cosas”.

La orfebrería. Los artistas del oro y la plata fundían estos metales con carbón y cera para diseñar sus modelos, generalmente inspirados en seres vivos, es decir, imágenes en movimiento.

La escultura. Estaba ligada a los grandes conjuntos y construcciones arquitectónicas que florecieron en el México antiguo. Las principales creaciones consistieron en altares, yugos, palmas y cabezas colosales. La escultura está considerada entre las mejores manifestaciones de las culturas prehispánicas, como muestra están la Piedra del Sol o Calendario Azteca, el Océlocuauhxicalli y la Coatlicue.

La música. Antes de la llegada de los conquistadores, los pueblos del Valle de México –sobre todo los aztecas– habían alcanzado una evolución musical que seguía en ascenso, aunque en la actualidad no ha sido posible encontrar algún códice o clave que informe cuál pudo ser el aspecto melódico, rítmico o estructural.

La danza. Tenía un sentido profundamente religioso y mágico; cualquier error en su ejecución demeritaba su propósito y constituía una ofensa al bienestar público. Por otra parte, había danzas de placer expresamente para los festejos personales. Se tiene conocimiento de la existencia de academias de danza en Tenochtitlan, Tlacopan y Texcoco, mismas que gozaban de notoria importancia dentro del Estado. Dichas escuelas se llamaban mixcoacalli (“casa de la Vía Láctea”) y a ellas concurrían los alumnos, generalmente jóvenes, quienes eran instruidos, separados en cuartos para hombres y mujeres, en el arte del movimiento artístico corporal.

Las ciencias prehispánicas
Hay quienes afirman que, en general, el nivel intelectual de la Europa del siglo XV, en muchos aspectos era menor con relación al desarrollado por las civilizaciones de América. De haber preservado la metodología y los conocimientos indígenas, es probable que hubieran contribuido al enriquecimiento de las ciencias europeas; por el contrario, fueron destruidos y por lo poco que sobrevivió, es como se conocen algunos aspectos de las ciencias prehispánicas.

La medicina. Después de la Conquista Bernardino de Sahagún a través de unos doctores indígenas de Tlatelolco, obtuvo informes sobre la medicina mexicana, en particular, de algunas curaciones.

Los conocimientos del médico o curandero se transmitían de generación en generación, de padre a hijo o de madre a hija, para esta disciplina existía un idioma propio que solamente los “iniciados” conocían.

En la cirugía y patología externa, los médicos prehispánicos utilizaban métodos semejantes a los de nuestros días. Para las fracturas y luxaciones usaban emplastos que endurecían sobre la parte del cuerpo afectada, asimismo hacían entablillamientos. Las sangrías eran las operaciones de pequeña cirugía que se practicaban aunque muchas veces tenían fines religiosos más que medicinales; las hacían de dos maneras: ya sea locales, usando las púas huecas de huitztlacuatzin (puerco espín americano) o las de maguey; o bien las generales, verdaderas sangrías muy apreciadas entre ellos.

En la odontología tuvieron un avance considerable: curaban las caries rellenándolas con una pasta a base de raíces, zumo de hojas o polvos que eran usados como sedantes.

Respecto a la medicina interna, obtuvieron también avances importantes. Reconocieron las enfermedades infecciosas como el matlalzáhuatl (tifo), fiebres eruptivas, intermitentes, de la piel, parasitarias, etc. Asimismo, tenían prácticas muy avanzadas en obstetricia.

Cabe señalar que el tratamiento médico para las curas de pacientes estuvo respaldado por una excepcional botánica que contribuyó al enriquecimiento de la farmacéutica prehispánica, que todavía perdura en algunas poblaciones indígenas.

Las matemáticas, la astronomía y la cronología. Los pueblos nahuas mostraron excepcional genio matemático al inventar una serie de signos que conforman la expresión numérica o cronológica más singular en toda la historia de las ciencias exactas. La época y el lugar de invención son desconocidos; varios de esos símbolos han aparecido unidos a formas elementales de contabilidad.

Los antiguos astrónomos mexicanos dejaron testimonio de un gran número de cálculos que integran interciclos lunisolares y planetarios de singular precisión que necesitan para ser comprobadas las cifras astronómicas modernas, con cuatro y hasta con ocho decimales.

Por medio de datos que han sido rescatados –aunque incompletos– se ha podido reconstruir el sistema cronológico-astronómico de los pueblos indígenas. Sin embargo, lo más importante radica no sólo en lo que se podría definir como concepción geometrizada del tiempo, en cuanto a la correlación de las cinco unidades calendáricas utilizadas —260, 360, 364, 365 y 365.2421987— sino en la naturaleza cósmica del sistema cronológico indígena. Sin lugar a dudas, La Piedra del Sol o Calendario Azteca es el ejemplo más importante de la medición del tiempo en el mundo indígena prehispánico.

Canto de primavera*
En la casa de las pinturas
comienza a cantar,
ensaya el canto,
derrama flores,
alegra el canto.

Resuena el canto,
los cascabeles se hacen oír,
a ellos responden
nuestras sonajas floridas.

Derrama flores,
alegra el canto.

Sobre las flores canta
el hermoso faisán,
su canto despliega
en el interior de las aguas.

A él responden
varios pájaros rojos,
el hermoso pájaro rojo
bellamente canta.

Libro de pinturas es tu corazón,
has venido a cantar,
haces resonar tus tambores,
tú eres el cantor.

En el interior de la casa de la primavera,
alegras a las gentes.

Tú sólo repartes
flores que embriagan,
flores preciosas.

Tú eres el cantor.

En el interior de la casa de la primavera,
alegras a las gentes.

Amantécatl
El buen artista de las plumas:
hábil dueño de sí,
de él es humanizar el querer de la gente.

Hace trabajos de plumas,
las escoge, las ordena,
las pinta de diversos colores,
las junta unas con otras.

El torpe artista de las plumas:
no se fija en el rostro de las cosas,
devorador, tiene en poco a los otros.

Como un guajolote de corazón amortajado,
en su interior adormecido,
burdo, mortecino,
nada hace bien.

No trabaja bien las cosas,
echa a perder en vano cuanto toca.

Tlahcuilo
El buen pintor: entendido,
Dios en su corazón,
que diviniza con su corazón a las cosas,
dialoga con su propio corazón.

Conoce los colores, los aplica, sombrea.

Dibuja los pies, las caras,
traza las sombras, logra un perfecto acabado.

Como si fuera un tolteca,
pinta los colores de todas las flores.

Zuquichiuhqui
El buen alfarero:
pone esmero en las cosas,
enseña al barro a mentir,
dialoga con su propio corazón,
hace vivir a las cosas, las crea,
todo lo conoce como si fuera un tolteca,
hace hábiles sus manos.

El mal alfarero:
torpe, cojo en su arte,
mortecino.

* Ms. Romances de los señores de la Nueva España, trad. Miguel León Portilla, Trece poetas del mundo azteca.

Fuentes consultadas

Álvarez, José Rogelio. Enciclopedia de México, tomo.I. México, 1977, 607 pp.
Alvelais Pozos, Luis. Los cantos de Nezahualcóyotl. Instituto Mexiquense de Cultura, Primera edición: 1993, México, 140 pp.
Clavijero, Francisco Javier. Historia antigua de México, Editorial del Valle de México, México, 1991, 521 pp.
León Portilla, Miguel. La filosofía estudiada en sus fuentes. Prólogo de Ángel María Garibay. Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1993, 463 pp.
Martínez López Bago, Mario. Esplendor del México Antiguo. Editorial del Valle de México, México, 1988, 140 pp.

EL TIEMPO COMO ATRIBUTO DE LOS DIOSES

Miguel León Portilla (México 1926), reconocido investigador de la cultura náhuatl, es autor entre otros estudios de: La Filosofía Náhuatl, U.N.A.M., México 1966. El Reverso de la Conquista, J. Mortiz, México 1970. Visión de los Vencidos, U.N.A.M., México 1969. Toltecáyotl. Aspectos de la Cultura Náhuatl, F.C.E., México 1980. Los Antiguos Mexicanos, F.C.E., México 1970. México Tenochtitlan, su Tiempo y Espacio Sagrado, INAEH., México 1978. El presente texto constituye el capítulo III de su obra Tiempo y realidad en el pensamiento maya, publicada por vez primera en 1968 (Universidad Nacional Autónoma de México) y reeditada en 1986 incluyendo un Apéndice con nuevas aportaciones.

EL TIEMPO COMO ATRIBUTO DE LOS DIOSES
MIGUEL LEON-PORTILLA

Hemos visto que kinh, sol, día, tiempo, tiene para la conciencia maya un carácter divino. El día y los ciclos que integran el tiempo existen por obra del viejo rostro con ojo solar, la guacamaya de fuego que asciende, la deidad jaguar o el perro que marcan el ocultamiento y el viaje por las regiones obscuras del inframundo. En su incansable ir y venir por los caminos del universo, kinh, el tiempo, trae consigo la gama de atributos e influencias inherentes a los distintos periodos y a los momentos que se consignan en las inscripciones y los códices. A través de los grandes “soles” o edades del mundo, los días y las veintenas de días, los años, las veintenas de años y las cuentas de todos los ciclos posibles, llegan con sus cargas que es necesario conocer para poder prever sus influjos.

Los sabios mayas, dueños de los módulos para pensar las medidas del tiempo, expresan sus cómputos combinando numerales con los distintos glifos del día y del mes dentro de “la cuenta larga”, o por medio del signo solar de Ahau y de su correspondiente guarismo en el caso de los ciclos o “ruedas de los katunes”. Por ello precisamente los veinte glifos de los días y los dieciocho de los meses, mi como los distintos numerales, plenamente identificados en las estelas y los códices, son la clave para penetrar más cabalmente en el mundo de las connotaciones que tiene para ellos el tiempo. Como en el caso de kinh, igualmente los numerales y los otros glifos, expresión de sus distintos periodos, tampoco son meras entidades abstractas, sino todo lo contrario, rostro y personificación sobrenatural de los elementos buenos y malos que sin interrupción actúan en el mundo.

Los días, escribe Thompson, son seres vivientes. Son fuerzas personificadas a las cuales los mayas dirigen sus devociones. Su influencia permea todas las formas de actividad y todos los momentos de la vida. Son en verdad auténticos dioses.1

Imposible sería hacer un estudio del panteón de los mayas o de su pensamiento teológico sin conceder atención principal a todas estas deidades de los distintos periodos, así como a la complejidad de sus relaciones a través de los cómputos cronológicos. Podría incluso pensarse que aquí precisamente se encuentra el meollo de la concepción maya de la divinidad y del mundo. Por esto en los varios intentos llevados a cabo para identificar y correlacionar a los dioses, ha sido decisivo el esclarecimiento de la simbología de estos glifos.

Por lo que toca en particular a los números, fundamentalmente interesan los que van del uno al veinte, o si se quiere, del uno al diecinueve, más el signo de “completamiento”, el “cero” de los mayas. Por ser un sistema vigesimal el de esta cultura, éstos son obviamente sus guarismos básicos. Y vale la pena recordar que, gracias a los ya citados estudios comparativos de las lenguas mayances, sabemos que los nombres de estos números en los distintos idiomas muestran un mismo origen y obvias semejanzas que en algunos casos son identidad.2 Buena prueba tenemos en esto de la antigüedad, no ya sólo del sistema vigesimal entre los mayas, sino también de la conceptuación misma de sus guarismos, expresados con vocablos afines y por medio de glifos con vigencia también universal.

Revelador es el análisis de las variantes glíficas de los numerales. Por una parte están, como su forma más frecuente de representación, los puntos que expresan unidades y las barras como signos de cinco. Aun en este primer sistema hay connotaciones dignas de tomarse en cuenta: por medio de colores se apunta a las distintas aplicaciones de los numerales. Los acompañantes o “portadores” de los días aparecen pintados de rojo; los de los meses son negros. Pero, como lo nota el tantas veces citado Thompson:

“Los mayas con su actitud mística respecto de los números, no estuvieron satisfechos con representarlos tan sólo por medio de puntos y barras. En muchos textos, aunque pocas veces en el Dresde y nunca en los otros códices, los números están expresados por figuras de dioses, cuyos rasgos y atributos son la clave para identificar el numeral.”3

A partir sobre todo de las investigaciones de J. T. Goodman, se ha logrado identificar las figuras de cada uno de estos “dioses de los números”, los portadores de las cargas de tiempo.4 Justamente su identificación y el estudio de sus relaciones con las deidades de los días, los meses y los otros periodos, así como con la simbología en general del panteón maya, ha hecho posible no sólo la elucidación de buena parte de estos complejos sistemas cronológicos, sino también toda una serie de reflexiones acerca de la significación más profunda que tuvo para la conciencia maya el tema del tiempo.5

Es en las inscripciones de la época clásica donde mejor se refleja el antiguo pensamiento acerca de la sucesión interminable de los ciclos de tiempo con rostro y figura de dioses. A través de las edades cósmicas, ha renacido la existencia gracias a kinh, deidad, sol, día, tiempo. Por esto el hombre conoce y se acerca a los dioses como portadores de los distintos periodos: sus rostros son la significación viviente del tiempo. Situados los sabios mayas en su peculiar universo teñido de sentidos y relaciones mitológicas, cada momento es para ellos manifestación de fuerzas, favorables o adversas, pero siempre con rostro de dioses. Como en un escenario siempre cambiante, los dioses del día y la noche, los de los meses y los números, las deidades de todos los ciclos de tiempo, son los actores en este universo en que literalmente hay entradas y salidas que determinan los destinos y llevan consigo la vida, y la muerte.

La antigua simbología consigna los rostros con los cuales hacen su entrada los dioses que a la vez son el tiempo, porque éste es su atributo y su carga. Los sacerdotes computando periodos de tiempo, buscan predecir cuál será la correspondiente actuación de los dioses, el destino inherente a cada momento-deidad.

Para acercarnos un poco al meollo de esta peculiar concepción parece indispensable recordar antes lo más significativo de los atributos de los principales dioses-periodos-de-tiempo, los personajes del drama en el universo de los antiguos mayas. Atenderemos primeramente a la serie de cada uno de los kinh, los veinte días-dioses que después habremos de relacionar con las deidades de los números, las de los meses, los años y las veintenas de años o sea los katunes. Al referirnos a los veinte dioses de los días, emplearemos los términos calendáricos del maya de Yucatán, como designación la más usual, pero nos fijaremos sobre todo en el simbolismo expresado en las inscripciones y glifos. Aunque no hay concordancia en todos los vocablos que expresan sus nombres en los distintos idiomas mayances, sí puede afirmarse, como lo han mostrado varios estudiosos, que existe afinidad en las connotaciones de varios de los términos con que se designa a un mismo día o mes.6

Imix, el primero de los días, connota la deidad monstruo de la tierra, raíz de donde todo procede. Entre sus símbolos están la flor de loto, la cabeza de una especie de dragón o el ofidio fantástico desprovisto de quijada inferior y con una protuberancia colgante por nariz. A continuación viene Ik, el viento y la vida, voz y concepto con vigencia en todos los grupos mayances. Ik introduce al dios de la lluvia. Akbal es la tiniebla, connotación del inframundo, y del jaguar, el sol nocturno que lo recorre. Kan es el signo del joven-dios del maíz, señor que trae consigo abundancia. Chicchan es la serpiente celeste y también las cuatro deidades con aspecto de ofidios que moran en lo alto, por los cuatro rumbos del mundo, y hacen bajar la lluvia. Cimi, como lo muestran sus atributos, es el día del dios de la muerte. Manik con la representación de una mano, trae consigo al dios de la caza. Lamat es el signo del señor de “la estrella grande” o sea del planeta Venus. Muluc, bajo la influencia del mítico pez Xoc, tiene por símbolo el jade y el agua y es un aspecto de las deidades de la lluvia. Oc se presenta con cabeza de perro. Su figura guía, una vez más, al sol en su viaje por las regiones del oscuro inframundo. Chuen hace su entrada como otro aspecto de la divinidad solar. Con rostro de simio aparece como “el gran artista”, protector del saber y las artes. Eb muestra su rostro con prominente mandíbula. En combinación con Cauac, es signo que evoca al dios que envía las lluvias dañinas. Ben es el señor que fomenta el crecimiento de la planta del maíz. Ix es reiterada aparición del dios jaguar en relación con la tierra y el mundo de abajo. Men introduce el rostro anciano de la diosa lunar. Cib con el glifo en forma de concha, o con la variante del rostro que recuerda al dios jaguar, entra en probable relación con los cuatro Bacabes que sostienen al mundo y son asimismo patrones de los agricultores. Caban es la joven diosa de la tierra, del maíz y también de la luna, deidad joven y anciana a la vez. Etz’nab tiene por signo lo que parece ser el emblema del dios de los sacrificios, la navaja o cuchillo de obsidiana afilada. Cauac es el día de los “dragones” celestes, deidades de la lluvia y la tempestad. Su signo recuerda al de otros días, en particular al de Chicchan. Finalmente, el último signo de los días, el vigésimo, es Ahau, presencia radiante del sol, manifestación de kinh que confirma que él mismo, el postrer día que marca los katunes, no sólo es un rostro divino, sino señor y raíz misma del tiempo7 (figura 1).
ejemplos de glifos mayas de los días.
Figura 1. Los glifos de los días en las inscripciones y en los códices. Ejemplos de formas simbólicas y de rostros o personificaciones.
a) Cimi: Copán, pectoral de una estatua; Tikal, alt. 5; Dresde l2a; Landa.
Oc: Uaxactún, fresco G 1; Yaxchilán L; Dresde 45a; Madrid 45a.
e) Eb: Placa de Leiden; Quiriguá C.; Dresde l2a; Madrid 13b.
d) Ahau: Copán M.; Chichén 5; Dresde 24; Chumayel.
(Fuente: Thompson, Maya HíerogIvphic Writing)

En resumen, los días traen consigo los atributos y rostros de las principales deidades del antiguo panteón de los mayas. El sol, kinh, el regente supremo del tiempo, aparece seis veces, en los días 39, 109, 1 1º 149, 16º y 209 de la serie, con máscaras de jaguar, de perro y de simio o como águila y “Señor” bajo el signo de Ahau. La deidad o deidades de la lluvia, en relación con el viento o bajo el símbolo de los ofidios y los dragones celestes, se presentan cinco veces en los días que ocupan los lugares 2º, 5º, 99 y 12º y penúltimo. La efigie del joven dios del maíz, ideal de belleza entre los mayas, se nos muestra dos veces (días 4º y 139). Otras tantas aparece la diosa joven y anciana de la luna que también fomenta el maíz y es venerada como señora de la tierra (días 159 y 17º). La tierra misma, el monstruo divino del cual todo nace, es precisamente el primer rostro de la serie de los días. Finalmente encontramos a las deidades de la muerte, de la caza, de la “estrella grande” y de los sacrificios en los días 69, 79, 89 y 189 respectivamente.

Si confrontamos ahora los rostros de los dioses-días, con los de las deidades de los números encontramos, más allá de las diferencias y de otros complejos de símbolos, varias de las mismas figuras ya conocidas, las personas divinas del drama que tuvo por tema el significado del tiempo en el universo que pensó para sí el hombre maya. Atendiendo a los rasgos principales connotados por la simbología de los numerales, portadores de las cargas de tiempo, puede ofrecerse, a modo de resumen, el cuadro siguiente:

Hun, el 1; ca, el 2; y ox el 3, aparecen como tres rostros jóvenes. El del uno es la diosa de la luna, la misma bajo cuyo patrocinio está el mes Kayab. El dos es el señor de los sacrificios, relacionado con la deidad del día Etz’nab. El tres con el símbolo Ik, es divinidad del viento y la lluvia.

Los rostros del 4, can, y del 5, ho, se hacen presentes con aspecto de ancianos. El cuatro es kinh, el sol viejo, relacionado con el día Ahau. El cinco es la deidad del interior de la tierra., el dios Mam, el mismo del día Imix.

El 6, uac, y el 7, uuc, ostentan ambos nariz roma. El seis, relacionado con el dios B, es señor de las lluvias y las tempestades. El siete es el dios jaguar, deidad del inframundo, con el símbolo de la noche.

Una vez más encontramos los rostros jóvenes, el del 8, uaxac, y el del 9, bolon. El ocho es el dios del maíz. El nueve es el dios serpiente, Chicchan.

El 10, lahun, es el rostro de la deidad de la muerte. El 11, buluc, tiene por signo característico el de caban, la tierra. Es el mismo dios que gobierna el día Manik, el del venado y la caza. Es el señor de la tierra y el monte. El 12, laca, es otro dios más de rostro joven con el signo del cielo y en relación estrecha con el planeta Venus. Oxlahun, el 13, además de aparecer algunas veces como suma de los atributos de los rostros del 10 y del 3, se presenta como deidad acuática que guarda semejanza con la que preside el día Muluc. Los numerales siguientes, del 14 al 19, no ocultan la fusión de rasgos, variantes del rostro del 10 con elementos que corresponden a las deidades del 4 al 9. Finalmente el cero o signo de completamiento, además de sus otras formas simbólicas, entre ellas la concha, se presenta también bajo la figura de un rostro con rasgos que connotan la imagen del dios de la muerte (figura 2).
Deidades mayas de los números 4, 6 y 9.
Figura 2. Deidades de los números.
a) El número 4: en Copán 15, Cruz Foliada, Palenque, Halakal 1.
El número 6: en Piedras Negras 12, Quiriguá A, Palenque 36 G 1.
c) El número 9: Yaxchilán L 48, Piedras Negras L 3, Dresde 70.
(Fuente: Thompson, Maya Hieroglyphic Writing)

La serie de los dieciocho uinales (veintenas de días), es igualmente un desfile de rostros, muchos de ellos ya conocidos, aunque ahora aparezcan con otras variantes. En vez de describir los signos de cada uinal en su secuencia cronológica, desde el primero hasta el decimoctavo, se agruparán aquí tomando como criterio los atributos de las deidades que los presiden. Así examinaremos, sucesivamente, los grupos de las veintenas que guardan relación con el sol, el agua, la luna, “la estrella grande” y otros cuerpos celestes, la caza y la tierra.

La deidad solar, con sus símbolos del jaguar y de la estera, indicadores de su soberanía, hace su entrada en la veintena de Pop (“estera o petate”), el primero de los meses. El mismo jaguar, recorriendo el inframundo con el símbolo de la región oscura, aparece en seguida en Uo (“una pequeña rana negra”), el nombre del segundo uinal. En el sexto, Xul, el Sol toma apariencia de un perro con la característica cola que se incluye a veces entre los elementos de kinh (figura 3). La palabra Xul, que significa “término”, evoca la idea del completamiento del día cuando el Sol entra en la región de la noche. En Yaxkin (“primero o nuevo Sol” y también “sequía”) que corresponde al séptimo uinal, la deidad solar asume su aspecto más característico, el de un anciano. Más tarde, en Kankin (“sol amarillo”), en el decimocuarto mes, el Sol aparece de nuevo con el rostro de un perro. Finalmente en el uinal decimosexto, Pax (“tambor”), el jaguar o dios de la nariz chata se relaciona con el sol ascendente, vinculado con la lluvia.
Ejemplos de glifos mayas de los meses
Figura 3. Glifos de los meses en las inscripciones y los códices. (Nótese la persistencia de los signos a través de los periodos clásico, postclásico y aún en la recopilación de Landa, siglo XVI.)
a) Zotz’: Copán 6; Cruz de Palenque; Dresde 47a; Landa.
Xul: Tikal, alt. 5; Palenque 96; Dresde 63b; Landa.
c) Moan: Yaxchilán L.; Quiriguá G; Dresde 48b; Landa.
d) Kayab: Quiriguá K., Flores 2; Dresde 61b; Landa.
(Fuente: Thompson, Maya Hieroglyphic Writing)

Las deidades del agua presiden también otras siete veintenas. Unas veces con el signo de jade o del agua, y otras con el del ave moán, o en relación con el maíz, un pez o los oficios celestes, el dios y dioses de la lluvia ejercen su influencia en el cuarto, quinto, octavo, decimotercero, decimoquinto, decimosexto y decimoctavo meses. Zotz (“murciélago”), el cuarto, tiene como su patrono al mítico pez Xoc, en el glifo personificado del día Muluc, íntimamente conectado con el dios de la lluvia (figura 12). Zec o Tzec (de etimología incierta), el quinto uinal, está presidido por un dios joven y su glifo ostenta el signo de Can (“el cielo”). Durante este mes había ceremonias en honra del Bacab patrono de los apicultores. El signo del jade o del agua aparece en relación con Mol (“recolectar”) en el octavo uinal. Mac (“cerrar”), nombre del mes decimotercero, trae de nuevo el signo de Xoc, “pez”, y también está relacionado con el dios del día Ik, numen del viento y la lluvia. El ave moán, en el decimoquinto mes, indica la presencia del agua (figura 3). Cumkú (una de las deidades del maíz) en el decimoctavo mes, tiene como símbolo un “dragón” o monstruo celeste, destacando así, su relación con las otras deidades de las aguas.

La diosa de la luna aparece dos veces, en Ch’en y en Kayab, las veintenas novena y decimoséptima. Ch’en (“pozo”), tiene una variante con el glifo de la figura lunar o de la misma diosa. Kayab (de etimología incierta) se representa con la cabeza de una tortuga (figura 3).

Veintena bajo el patrocinio de “la estrella grande” es Yax (“nuevo o verde”), la décima en la serie. Una variante glífica de ésta es la cabeza que precisamente simboliza a la deidad de la “estrella grande”.

Zac (“blanco”), el undécimo mes, aparece como la cabeza de un reptil o batracio. Su patrono es una deidad relacionada con los cuerpos celestes.

Finalmente hay otros dos uinales en los que se hacía honra a las deidades de la caza. Uno es Zip (el nombre del dios yucateco de la cacería), tercero en la serie mensual. El otro es Ceb (“venado”) que ocupa la posición decimosegunda. Los cazadores celebraban una fiesta en este mes en honor de Ah Ceh, el dios de los venados.

Además de los dieciocho uinales de veinte días (18 x 20 = 360), debe atenderse a los cinco días finales, los Uayeb (infaustos), según los nombraban los mayas yucatecos. El glifo de los Uayeb, el periodo de cinco días al término del año, es precisamente el signo del año con un prefijo especial. Estos días no favorables estaban bajo la influencia del Señor de la tierra.

A estas series de deidades que se miran en las inscripciones de la época clásica como personificación de los días, de los numerales y los meses en el pensamiento maya, habría que añadir la mención de otros muchos símbolos, también de carácter divino, en relación con otros distintos cómputos: cronológicos. Para nuestro propósito será suficiente decir que también respecto de los periodos fundamentales de kinh, el día; uinal, el mes; tun, el año; katún, la veintena de años y baktún, 360 x 20 x 20 días, es válida la afirmación que atribuye al tiempo rasgos e influjos divinos8 (figura 4).

Variantes de glifos mayas de katunes, tunes y uinales.
Figura 4. Variantes de glifos de katunes, tunes y uinales, en las inscripciones y en el Códice de Dresde.
a) katunes: Copán J. Dresde 61, Quiriguá F. Piedras Negras L 3.
tunes: Quiriguá 1. Dresde 61, Pusilha 0. Naranjo HS.
c) uinales: Copán HS, Dresde 61, Yaxchilán L. Sacchana I.
(Fuente: Thompson, Maya Hieroglyphic Writing)

Así, con base en estos elementos, al menos someramente descritos, daremos ya un nuevo paso en nuestro estudio. Hemos visto, al tratar en forma general de kinh, que fundamentalmente concibieron los mayas al tiempo en estrecha relación con la deidad solar, como algo en si mismo divino, sin limites y omnipresente. Prueba de esto nos la han dado las inscripciones de las estelas con cómputos dirigidos a precisar los momentos de kinh hace millones de años. Los glifos de los códices y los textos de procedencia maya y de redacción posterior a la conquista, han confirmado la continuada y obsesionante insistencia por conocer y prever la realidad siempre cambiante de kinh, sol, día, tiempo divinos. Ahora conocemos ya algo más: todos los momentos de tiempo son llegadas y presencias de rostros de dioses que se aúnan y apartan sucesivamente, dejando sentir sus influencias y determinando sin cesar vida y muerte en el universo. Cada momento no es sólo presencia de un dios, sino suma de muchas presencias. Las deidades de los números, los dioses del día y del mes y, en su caso, el Ahau del katún y otros más, se reúnen en los distintos periodos a través de los ciclos y, con la resultante de sus fuerzas, van tiñendo de múltiples formas el escenario universal en que viven y piensan los mayas. Los sistemas cronológicos son el instrumento para comprender los misterios de kinh cuya esencia son los rostros divinos que a cuestas lo traen.

Acertadamente se ha fijado Thompson en varias inscripciones de la época clásica en que precisamente se representan las figuras de dioses, personificación de los números, que, como en carrera de relevos sin fin, traen consigo las diversas cargas de días, de meses, de años, de katunes y baktunes. En el momento preciso en que uno de estos periodos llega a su completamiento, una nueva deidad toma la carga y mantiene así con su sino y sus atributos el fluir incesante de kinh. Los ejemplos aducidos por Thompson del dintel 48 de Yaxchilán, y de las estelas B y D de Quiriguá y D de Copán dan ilustración de esto (figura 5).

Deidad maya portadora del tiempo. 0 kines.
Deidad maya portadora del tiempo. 16 kines.

Figura 5. Deidades portadoras del tiempo, según Thompson.
a) 0 kines (Copán D).
16 kines (Yaxchilán, dintel 48).

La ya notada actitud del pensamiento maya que concibe y mide la realidad de los distintos períodos en función de su completamiento, alcanza nueva forma de expresión en esta imagen de los dioses portadores del tiempo. La llegada de éstos al fin de su jornada (lub, como término o cuenta completa en varios idiomas mayances), es precisamente el momento del “cansancio” de los dioses (lub, connota asimismo “cansarse”, en la totalidad de las lenguas de esta familia). Las nuevas deidades que en el mismo instante harán suya la carga del tiempo, marcharán con él a cuestas hasta llegar a su punto de reposo, cuando las haya agobiado el cansancio, que es el completamiento de un ciclo y el principio de uno más. Entendida así la concepción de las medidas del tiempo en cuanto reposo-completamiento, puede percibirse en ella una de las raíces de las cuales se deriva el pensamiento de los ciclos como series sin fin de periodos con momentos que son término y a la vez reanudación.

Los textos mayances, en especial aquellos en que se conservan las ruedas de los katunes de épocas mucho más tardías, corroboran lo dicho acerca de esta peculiar concepción de un universo en el que el paso del tiempo es puntual llegada, relevo y partida de fuerzas divinas. Así en la “primera rueda profética de un doblez de katunes”, publicada por Barrera Vásquez y reconstruida con base en varios de los textos de Chilam Balam, encontramos la expresión de los antiguos símbolos por medio de los cuales se anuncia la llegada de los diversos periodos con rostro y figura de dioses. Señalando el cambio y la entrada de la carga del tiempo, principia así el texto:

Se asienta el 11-Ahau con el 13-Ahau. Ésta es su palabra y lo manifiesta el contenido de su carga: Faz del nacimiento del cielo es el asiento del Katún 11-Ahau. Presente estará allí su estera, presente estará allí su trono. Allí mostrará su palabra, allí mostrará su dominio. Yaxal Chac, Lluvia verde, es la cara del Katún que dominará en el cielo…9

Y tras enumerar cuáles son los sinos, esta vez llenos de pesadumbre, de este periodo, continúa el texto señalando, los rostros de los siguientes katunes. De ellos entresacamos algunos. Respecto del katún 9-Ahau, se nos dice que es “el reinado de Ah Bolon Kin, el del nueve-sol…”10 Del 7-Ahau se proclama que “Amayte Kauil, deidad de los cuatro rumbos, será su rostro en el cielo”.11 Del 12-Ahau se afirma, “aquí está lo que manifiesta su carga … Yaxal Chuen, gran-mono-artífice, es el rostro que tendrá durante su reinado en el cielo. Habrá grandes maestros, grandes sabios, grandes magos …”12

Y para dar siquiera un ejemplo de la supervivencia de la antigua simbología en relación con los signos de la serie de los días, recordaremos algunos de los pronósticos tomados del Chilam Balam de Kaua:

Ix Kan.
Señora del maíz. Rico también,
maestros de todas las artes,
Ix kokobta, el pájaro merula, es su anuncio.
Los preciosos cantores, su ave.
Chac Imix Che, el árbol de la ceiba roja, es su árbol.
Sabio.

Chicchan.
Ah Tzal ti can, la serpiente del crótalo
es su anuncio que viene con su árbol.
Habin, el ichtyomethia, es su árbol,
de fuego es su ánimo.
Malo es su destino. Asesino.

Cimi.
Ah cuv manab el búho agorero,
torpe su anuncio
que viene con su árbol.
Asesino, muy malo es su destino igualmente …

Lamat.
Disforme perro es su anuncio.
De jaguar es su rostro,
de perro su trasero.
Entrometido, hablador …

Chuen.
Rostro de artífice de la madera,
artífice del tejer es su anuncio,
maestro de todas las artes.
Muy rico toda su vida.
Muy buenas todas las cosas que hiciere…13

El lenguaje de los rostros de dioses con cargas de tiempo, que hacen su entrada y se asientan, para ejercer su acción en determinados periodos, se conserva así en estos libros proféticos hasta muchos años después de la conquista y, en ocasiones, hasta fechas relativamente recientes. El hondo arraigo de la vieja concepción de los mayas acerca del tiempo hizo esto posible.

Lo que hemos presentado de los elementos más conocidos de la simbología maya, estudiada en las inscripciones, glifos y textos que se refieren a los principales ciclos de tiempo, nos ha acercado al peculiar complejo de connotaciones ligadas a la realidad primordial de kinh. Sobre esta base formularemos algunas conclusiones y apuntaremos algunas hipótesis. Al parecer podemos afirmar lo siguiente:

a) El concepto de tiempo abstracción lograda a partir de la experiencia de la presencia cíclica del sol y del día que es obra suya, tuvo vigencia universal en el ámbito de la cultura maya por lo menos desde las primeras inscripciones del periodo clásico. Prueba de esto son la antigua voz kinh con idénticos significados en los distintos grupos, así como la vigencia de algunas de sus variantes glíficas, por lo menos hasta la elaboración del último de los códices hacia el siglo XV d. de C.

Kinh, sol, día, tiempo, es realidad primordial, divina y sin limites. Kinh abarca todos los ciclos y todas las edades cósmicas que han existido. Por esto es posible hacer cómputos acerca de momentos remotos, alejados del presente cientos de millones de años y por esto se habla en textos como el Popol Vuh de “los soles” o edades, la actual y las que han sido.

c) El ser divino de kinh no se piensa como algo abstracto e indiferenciado. En él se distinguen innumerables momentos, cada uno de los cuales tiene su rostro y lleva consigo una carga en la que se muestran sus atributos. Entre los rostros que aparecen en los distintos periodos están los de la deidad solar en todas sus formas, los de los dioses y diosas de la lluvia, de la tierra, del maíz, de la muerte, de los sacrificios, de la estrella grande, de la luna y de la caza, la pesca y la medicina. Estos rostros constituyen el núcleo más significativo del panteón de los mayas.

d) El universo del tiempo en el cual viven los mayas es el escenario siempre cambiante en que se deja sentir la suma de presencias y de acciones de las varias fuerzas divinas que coinciden en un mismo periodo. Los sacerdotes mayas se esfuerzan por medio de sus cómputos por conocer cuáles son esas presencias y cuál habrá de ser la resultante de los varios influjos en determinados momentos. Como la naturaleza de kinh tiene por esencia ser cíclica, importa sobre todo conocer el pasado para entender el presente y predecir el futuro.

e) Los rostros del tiempo, la realidad primordial que ha provocado la obsesión de los mayas, son objeto de veneración. Ellos determinan y rigen toda actividad. Por ellos se norman las labores agrícolas, los cielos de fiestas, la vida entera. Los sacerdotes consignan el símbolo y la efigie de los dioses-tiempo que llegan. Erigen estelas, redactan sus libros, colocan las piedras de los katunes. El hombre maya ve teñida su existencia por el tiempo, que es presencia y actuación cíclica de todos los rostros de la divinidad.

En estas conclusiones se refleja posiblemente algo de lo que fue para la conciencia maya el tiempo en su esencial relación con el mundo de los dioses. De manera indirecta pueden entreverse también algunas de las consecuencias que de esto se siguieron para la vida y la acción de los humanos. Pero en realidad si queremos acercamos un poco más al universo maya de kinh, es necesario continuar nuestro estudio. Entre otras cosas, habrá que preguntarse: ¿cuáles fueron las relaciones de kinh con ese otro mundo visible y tangible que es el orden de la realidad espacial?

Para la visión maya de un mundo distribuido en cuatro inmensos sectores, con sus pisos celestes, morada de los dioses y sus planos inferiores, región de las tinieblas, ¿cuál fue la relación del tiempo con el espacio cósmico, henchido también de connotaciones y símbolos? ¿Tiempo y espacio fueron para los mayas aspectos distintos de la misma realidad primordial? De ser esto así, ¿podría describirse su pensamiento como una peculiar manera de panteísmo al que convendría el extraño titulo de pan-cronoteísmo? La aplicación de un concepto como éste indudablemente puede ser arbitraria, como especie de etiqueta carente de significación en el contexto peculiar de los mayas. Imprescindible resulta, por tanto, acercarse a su pensamiento para buscar en él los probables significados que dieron al mundo espacial y a su realidad misma de hombres desde el punto de vista de ese universo suyo en el que el tiempo es suma de rostros, presencias y actuaciones de dioses. Con base en los testimonios que conocemos, y procurando eliminar ideas y atribuciones ajenas a la mentalidad de los mayas, nos interesa en resumen encontrar una respuesta a la pregunta sobre cuál fue su propia concepción de lo que nosotros llamamos espacio y realidad, desde el punto de vista de su pensamiento acerca del tiempo.

NOTAS
1 Thompson, Maya Hieroglyphic Writing, p. 69.
2 Véase McQuown, Norman, op. cit., p. 79 y Kaufman, Terrence S., op. cit., pp. 113-114.
3 Thompson. Ibid., p. 131.
4 Goodman, J. T., “The archaic Maya Inscriptions”, apéndice a Archaeology, Biologia Centrali Americana, 5 vols. London, 1889-1902.
5 No es ciertamente una casualidad el que corresponda al frecuentemente citado Eric Thompson, junto con el título de investigador de los jeroglíficos mayas, el de primer escudriñador de la que él llama “filosofía maya del tiempo”.
6 Véase la tabla que ofrece Thompson con el nombre de los días en varios idiomas mayances en Maya Hieroglyphic Writing, p. 68. Además de las afinidades en la connotación de muchos de los términos correspondientes a igual día, hay al menos siete días designados con voces cognadas, es decir íntimamente relacionadas, en los siguientes idiomas: maya de Yucatán, Tzeltal y Tzotzil, Chuh (S. Mateo), Jalalteca, Ixil, Quiché y Pokomchí. Por lo que toca a los nombres de los meses, véase la correspondiente tabla en op. cit., p. 106.
7 La breve descripción y las relaciones que aquí damos acerca de “los días-dioses”, se basa sobre todo en los trabajos de Eduard Seler, “Die Tageszeiehen der Aztekischen und der Maya-Handschriften und ihre Gottheiten”, en Gesammelte AbhandIungen, vol. I, pp. 417-503, y de Eric S. Thompson en Maya Hieroglyphic Writing, pp. 69-93.
8 Para la descripción de las inscripciones y glifos correspondientes a estos periodos, véase: Thompson, Maya Hieroglyphic Writing, pp. 142-147.
9 Barrera Vásquez, Alfredo, op. cit., pp. 95-96.
10 Ibid., p. 99.
11 Ibid., p. 100.
12 Ibid., p. 112.
13 Ibid., pp. 189-193.

1 4 5 6 7 8 14