Entusiasmo Peligroso

Entusiasmo Peligroso

Título original: Dangerous Zeal
por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traducido desde el inglés por Shi Chuan Fa
Edición en Español revisada por la Rev. Yin Zhi Shakya, OHY

Estaba buscando consejo. Vestía pulcramente y se mostraba respetuoso – incluso tímido. Le ofrecí asiento y le acerqué una taza de té caliente. Cogió el té pero me miró indeciso cuando le señalé la silla.

– ¿Qué pasa?

Vaciló. – Vas a pensar que estoy loco – dijo avergonzadamente. – Estoy bien. ¡Ay! Es desagradable para mí él sentarme.

Había escuchado este problema antes. – Demasiado tiempo en el cojín, ¿no?

Rió y asintió. – Un montón. Me senté a meditar en el ‘sesshin’ y conseguí agravar una vieja hemorroide que tenía, además, dañé un nervio. El dolor es atroz.

Su problema iba a causarle algo más que dolor físico, pues me explicó a medida que hablábamos que le había tomado tiempo al trabajo para asistir a una Sesshin de cinco días, y que su jefe no se había puesto contento con la pérdida de tiempo. Trabajaba con ordenadores y ahora era totalmente incapaz de sentarse ante una terminal. Peor aún – me explicó – es que no tenía seguro médico y dado que la lesión no guardaba relación con el trabajo, no podía pedir incapacidad. Sus deudas iban en aumento y el trabajo estaba en peligro. Comprendía su problema, aunque seguía sin estar seguro de cómo quería que le ayudase. ¿Quería dinero? ¿Un lugar dónde quedarse? ¿Una carta de recomendación para buscar empleo? Dijo que no, que no era nada de eso.

– Estoy ansioso por profundizar mi Zen. ¿Hay otras formas de meditar que no impliquen el sentarse?

Deseaba que el problema fuese lo bastante raro como para poder decirle que apenas podía creerme la pregunta. Desdichadamente es un problema bastante común. Lo llamamos Avidez Zen. Le pregunté si había leído el reciente ensayo de Chuan Chan, sobre el ganso que ponía huevos de oro – la versión original en inglés escrita por Yin Zhao Shakya está disponible en el Página Web de la Order Hsu Yun del Budismo Zen. Actuó sorprendido, como si hubiera cambiado de tema, pero me dijo que lo había leído y me preguntó qué tenía que ver el ensayo con su problema.

– Tiene que ver con la Avidez. – Le dije. – La avidez es la avidez. No hay diferencia si es por dinero o por alcanzar un estado alterado de conciencia.

Me estaba acordando de una mujer que un día vino a mí con un problema similar y compartí su historia con él. Se había sumergido tanto en su práctica de meditación que había perdido todo interés por atender su casa y su familia. Con el tiempo fue despedida del trabajo, y para empeorar las cosas, su marido se divorció y obtuvo la custodia de los niños. Le pregunté si pensaba que esto era lo que el Buda pretendía. Simplemente me sonrió.

Todos conocemos la triste historia de Esopo: Un granjero descubre que tiene una gallina que pone un huevo de oro todos los días. Cada mañana se da prisa por ir al nido y cogerlo. ¡Date prisa! ¡Más! ¡Más! Finalmente se ve superado por la avidez del huevo, y en su aturdimiento, decide que la gallina debe estar llena de huevos. Abre la gallina para cogerlos todos y, naturalmente, la mata y nunca más puede coger otro huevo.

– Cuando descubrí por primera vez la belleza y la maravilla de la meditación fue bastante parecido a encontrar uno de esos huevos de oro – era algo de valor exquisito que nunca había esperado ni imaginado. También fui torpe para ver los peligros del excesivo entusiasmo por la práctica. Cuanto más quería meditar, más me afectaba este conflicto, descuidando responsabilidades que nunca antes había cuestionado. Encontrar un huevo de oro no era suficiente, quería más.

Así es como funciona la Avidez Zen. La meditación puede seducir tan fácilmente como el oro. Demasiado a menudo, cuanto más meditamos, más queremos meditar. Normalmente tenemos que aprender por el camino difícil que siempre que gustamos demasiado del placer que provoca, invitamos al desastre. Incluso la meditación, si no es practicada con moderación y no se equilibra con otras disciplinas Chan, puede provocar muchos problemas inesperados.

Antes de encontrar el Chan experimenté con disciplinas de otras tradiciones, principalmente Vipassana y Zazen de estilo japonés. Ambas enfatizaban la meditación sentada sobre otras formas de práctica. Tras muchos meses de “montar el cojín” comencé a entusiasmarme demasiado con la práctica. Estaba convencido de que todos los problemas se podían solucionar con meditación. Cuando tenía problemas los achacaba a la falta del adecuado tiempo de meditación. Solo de mala gana atendía mis quehaceres y otras responsabilidades. No estaba contento hasta que volvía al cojín. Cuando encontré la tradición Mahayana de la Escuela Chan del Sur, pronto me di cuenta de un cuadro mayor.

En meditación entramos en el dominio del no-yo (o no-ego). Cuando meditamos no hay impulso ni deseo de meditación, tan solo hay meditación maravillosa. Los problemas solamente aparecen cuando dejamos de meditar y volvemos al dominio del ego, al dominio de los deseos y de las opiniones sobre lo que es y lo que no es – el Samsara. El Buda dio una solución: el Camino Óctuplo. Ninguna otra religión ha ofrecido una Camino tan simple, directo y efectivo.

Había conocido el Camino Óctuplo desde hacía muchos años, pero nunca lo había considerado una guía para la práctica: solo tenía un interés intelectual. En aquellos días tenía la creencia equivocada de que la Correcta Meditación era el pilar del logro y de la disciplina espiritual, y que el Correcto Entendimiento, el Correcto Pensamiento, el Correcto Hablar, la Correcta Acción, el Correcto Modo de Vida y la Correcta Atención, los otros siete pasos de los ocho, tomaban todos un lugar secundario respecto a la meditación. Entonces me di cuenta de que la meditación era solo una parte del cuadro. Descubrí que cuando no estaba practicando meditación había otras prácticas Chan que podía seguir, prácticas que dan igual resultado que la meditación. Cuando hacía mis quehaceres podía practicar la Correcta Atención; cuando hablaba con un amigo podía practicar el Correcto Hablar; cuando conducía un coche podía practicar la Correcta Acción. En resumen, descubrí que podía practicar Chan todo el tiempo. Mi Avidez Zen se curó y me gusta creer que toda mi Mente Zen se benefició de la cura.

El Camino Óctuplo es un poderoso modelo que nos ayuda a desarrollar nuestro Chan. Seguir este modelo nos previene de atascarnos en una práctica en particular, o en un modelo mental particular o referencia. Nos mantiene en nuestro sitio, nos ayuda a poner atención sobre todos los aspectos de nuestras vidas. Ningún único paso de los ocho tiene la llave del éxito en el Chan: todos son importantes y todos trabajan juntos para formar un sistema completo, un régimen exitoso. Tomada por separado, cualquier práctica encierra un peligro simplemente por estar aislada: es como intentar caminar con solo una pierna.

No sé si le ayudé o no. A veces plantamos una semilla y tenemos que esperar un poco para que germine. Cuando se marchaba le recordé de nuevo que no es hasta el momento en que abandonamos el deseo de poseer todos los huevos de oro de golpe, cuando podemos estar siempre contentos de morar en este glorioso momento siempre-presente de aquí y ahora. Si mantenemos atención al modelo Óctuplo, adquiriremos algo más que paciencia; adquiriremos la gozosa espontaneidad de la Mente del Principiante. Y cuando la gallina ponga su próximo huevo de oro, estaremos totalmente sorprendidos y encantados de recibirlo.

Una Conversación sobre el Zen y Dios

Una Conversación sobre el Zen y Dios
Título original: A Conversation on Zen and God
por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traducido desde el Inglés por Shi Chuan Fa
Edición en Español revisada por la Rev. Yin Zhi Shakya, OHY

La conocía desde que era una niña pequeña pero no la había visto en muchos años. Ahora estaba entre los veinte y los treinta, llena de vida y de energía, y bastante ansiosa por hablar. Se proclamaba ateísta y quería conocer algo sobre el Zen porque, como remarcó: “Los budistas no creen en Dios.” Hablamos durante casi una hora.

– ¿Por qué crees que no hay dios? – Le pregunté.

– ¿Por qué debería creer que hay un dios cuando no hay evidencia de ninguno? ¿Dónde hay un dios que pueda ver, tocar, escuchar, o sentir de cualquier otra forma? Creer en Dios es creer en una ilusión.

– ¿Así que quieres decir que como no puedes percibir a Dios con tus sentidos Dios no existe? – Le pregunté.

– ¡Soy una persona racional! – Enfatizó – racional.

– ¿Y qué sucedería si alguien pudiera percibir a Dios? – Le pregunté.

– Entonces se están engañando a sí mismos.

– ¿Cómo lo sabes? – Seguí con el razonamiento. – ¿Qué pasaría si sus conocimientos les permitieran percibir a dios y los tuyos no?

– Bueno, creo que si hubiera un dios sería capaz de percibirlo. ¿Qué conocimiento podría alguien tener que yo no tengo?

– ¿Recuerdas cuando eras una niña pequeña – le pregunté – cuando el mundo parecía confuso y tal vez un poco terrible?

– Sí, – dijo mientras me miraba un tanto extrañada por cambiar de tema, después continuó la conversación. – Recuerdo cuando estaba asustada en mi habitación. Imaginaba que debajo de la cama vivían perros guardianes que me protegerían de noche.

– ¿Sigues teniendo perros guardianes bajo la cama durante la noche?

– Se rió.

– Bueno, entonces estarás de acuerdo en que la comprensión y el conocimiento pueden cambiar a medida que crecemos, ¿no?

– Sí, – balbuceó, quizás imaginando adónde estaba hiendo con mi razonamiento.

– Entonces, ¿por qué quieres creer que no hay dios, cuando, de hecho, puede ser posible experimentar a dios? ¿Podría ser que hubiera alguna satisfacción, tal vez alivio, en la `incredulidad’ en dios?

Dijo que no estaba segura a dónde quería dirigirse.

– La mente es algo divertido – comencé. – A no ser que se encuentre en un modo receptivo, parece que no se permite aprender o conocer cosas nuevas (un modo de no-negación). Cuando toma una opinión sobre algo, niega la posibilidad de cualquier nuevo conocimiento que descanse fuera de su compresión actual. Hay muchos ejemplos de esto en la historia de la raza humana, ejemplos que la mayoría de nosotros conocemos; por ejemplo, fue décadas después de que los científicos y exploradores mostraran que el mundo no era plano cuando la gente lo creyó. A la mente no le gusta desprenderse de sus creencias. Incluso hoy en día hay algunos pocos que se niegan a creer que el hombre haya puesto un pie sobre la luna. Pueden ser una pequeña minoría, pero insistirán en que alguien que crea en esas cosas estará entregándose a vuelos de fantasía. ¿Deberíamos creerles?

– Los grandes descubrimientos ocurren cuando la mente se amplía y crece más allá de los límites del conocimiento existente. La teoría de las fuerzas de Isaac Newton, la teoría de Einstein de la relatividad especial, la teoría de los quarks de Gell-Mann, o sea, sus contribuciones a la ciencia pueden estar fuera de duda hoy en día, pero pasaron muchos años antes de que sus pensamientos fueran considerados explicaciones plausibles de la naturaleza, incluso por sus colegas. Ninguno de estos hombres sabía adónde les llevarían sus incursiones en los terrenos no explorados de la mente. Sus descubrimientos estaban tan alejados de la mente científica colectiva de su tiempo, que incluso tuvieron que inventar nuevas matemáticas para describir y explicar, sus de otra forma, increíbles descubrimientos.

– ¿Pero cómo puedo no creer en dios sin creer en dios? – Preguntó, ‘Hay creencia y hay incredulidad’, uno cree en algo o no cree.

– ¿Crees que Einstein ‘creía’ en la relatividad especial antes de descubrirla? – Le pregunté. – ¿Sabías que confesó que no creyó en ella incluso después de descubrirla? Pero eso no hizo que desapareciera; no afectó el hecho de la relatividad especial. Lo que creía no provocó ningún tipo de diferencia. Así es la realidad. Está ahí la creas o no.

Se quedó mirándome en silencio durante unos momentos. – La realidad es independiente de lo que creamos… – musitó para sí.

– Cuando quieres ir a la tienda coges las llaves y vas a tu coche. ¿Necesitas creer en tu coche para conducir hasta la tienda?

– Dos pasos de distancia separan a la creencia de la realidad de lo que se cree. Cuando hablamos de creencias hablamos solo de creencias, no de otra cosa; las creencias crean su propia realidad. La creencia es la respuesta dualista de la mente a una idea o percepción. La realidad solo puede percibirse directamente, antes de que la mente la filtre. Una vez que el cerebro interpreta la realidad, la nueva realidad es solamente la interpretación. Este es el primer paso de distanciamiento. Cuando la mente finaliza su interpretación, la comprueba para ver cómo encaja con el resto de las experiencias que ha procesado a través de los años. Dado que la mente en inherentemente dualista, es decir, que categoriza las cosas como verdaderas o falsas, buenas o malas, correctas o erróneas, coloca la opinión sobre la interpretación. Este es el segundo paso de distanciamiento. Una vez que hemos llegado aquí, tendemos a perder cualquier contacto que pudiéramos haber tenido con la realidad que dio origen al episodio entero. En vez de ver una pila de latas usadas y montones de vasos de plástico en una esquina de la calle, vemos un “montón de basura”; en vez de simplemente ver a un hombre caminando por la calle vemos a un “infeliz vagabundo”.

– ¿Estás diciendo entonces que no deberíamos creer en nada? – Insistió. – ¿No enseñamos a nuestros hijos qué creer y qué no creer para que puedan sobrevivir en el mundo cuando sean adultos?

– Cuando enseñamos nuestras creencias a los niños, ¿no nos limitamos a enseñar nuestras creencias? ¿No son las creencias abstracciones de lo que es real? Les leemos a nuestros hijos una historia sobre animales de granja y aprenden algo de ello. Después les llevamos a una granja y ven y sienten un cerdo o un caballo. De eso aprenden algo más. Cuando se hacen mayores tal vez los montamos en un caballo y les dejamos cabalgarlo, o les dejamos que alimenten a los cerdos y a los patos. Ellos aprenden más aún sobre los animales de estas experiencias. Ahora bien, si les quitamos todas estas experiencias a medida que crecen y solo les contamos historias sobre animales de granja, solo los conocerían por abstracciones de las historias. ¿Hay diferencia entre estos dos tipos de conocimiento? Realmente no, pero hay una diferencia en lo que se conoce. ¿No tendrán fe los niños que únicamente han crecido con historias en que estas están basadas en una realidad subyacente; en que efectivamente hay en el mundo animales de granja aunque nunca los hayan visto, tocado, olido o alimentado?

– La fe, sin creencia, nos prepara psicológicamente para encontrar lo real que aún no ha sido vislumbrado. Por esta razón en muchas religiones se enseña la fe en Dios como un medio de prepararnos para un encuentro con Dios. Una vez que se encuentra lo real, la fe y la creencia desaparecen como el capullo de una mariposa. El escudo protector de la fe ya no es necesario. El niño que crece solamente leyendo sobre animales de granja adquiere fe en su existencia, pero más tarde, tal vez después de vivir en un granja durante unos años, simplemente conoce sobre los animales de granja. La fe no está implicada. Para él, la idea de tener fe en la existencia de una vaca es ridícula.

– Algunos budistas pueden decir que creen en Dios, otros pueden decir lo contrario, pero la realidad de Dios es independiente de cualquier cosa que cualquiera pueda creer o no creer. Las religiones del mundo dan testimonio del deseo universal que tiene nuestra mente para realizar lo que es mayor que ella. ¿Cómo describimos algo que no guarda relación o semejanza con nada? ¿Lo llamamos Dios, Naturaleza Búdica, Alá, Jehová, Nuestro Padre Celestial, o le atribuimos a esa misteriosa esencia de la que hablamos un sonido como “Om”? En realidad, solo son formas de referirse a algo que desafía a todas las formas de referencia.

– Dijo que ella no había pensado antes en las cosas de esta manera, y después preguntó cómo encajaba el Zen con todo esto.

– En Zen meditamos para ser capaces de mirar profundamente en nuestra propia naturaleza – para trascender el limitado ego. Los pensamientos, cuando son filtrados a través del ego, conducen al argumento, y el argumento trae el conflicto y la confusión. La contemplación conduce al entendimiento y en última instancia a la sabiduría. No importa lo que la gente nos diga, o lo que podamos pensar sobre esto o aquello. No podemos esperar realizar a Dios con nuestros pensamientos o por medio de una creencia ciega. Pero cuando podemos volvernos vacíos del ‘yo’, la cuestión de Dios desaparece por completo. Llamamos a esto Unión Divina o Samadhi.”

Dejé de hablar y permanecimos en silencio durante un breve tiempo. De repente pareció muy cansada.

– Dejar ir las ideas que tenemos sobre lo cierto y lo falso del mundo en el que vivimos es difícil, incluso doloroso. Aquellos que hemos recorrido este camino lo comprendemos como una muerte: la muerte del ego, el fallecimiento de nuestro sentido de existencia como una entidad independiente, separada de todo. El Buda realizó que es debido a nuestro sentido de separación que nosotros, los seres humanos, sufrimos. Él, al igual que muchos otros después de él, fue capaz de trascender su alienada existencia samsárica. El Nirvana, explicó, se encuentra vaciando nuestra mente de su equipaje; sus apegos. El esfuerzo es por completo interno. Requiere perseverancia y una fe constante de que el esfuerzo rendirá frutos.

– Y eso es cierto.

– Hablamos durante un poco más, después terminó la conversación y me agradeció las explicaciones. Habíamos cubierto mucho terreno en un corto tiempo. Me dijo que quería volver a hablar en alguna ocasión pero que quería digerir las cosas. Le deseé lo mejor.

Volviendo a lo Básico: Chan y el Camino Óctuplo

Volviendo a lo Básico: Chan y el Camino Óctuplo
Título original: The Healing Breath Revisited
por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Final del Documento – Traducido por
Facundo Larosa desde Argentina
(estudiante de la Rev. Yin Zhi Shakya del ‘Curso de Budismo en Acción’)

“La fuente de la belleza es el corazón. Si la virtud acompaña a la belleza, es el paraíso del corazón, si el vicio se asocia con ella, es el purgatorio del alma. Es es la fogata del sabio y el horno del tonto”. — Quarles, Francis (1592-1644)

Chan, o Zen, en un sentido estricto, es una transliteración del vocablo sánscrito “Dhyana”, el cual significa simplemente meditación.

Nosotros decimos “Budismo Chan” y asumimos que todo lo que queremos decir es una forma específica de meditar y que si meditamos de esa forma en un marco budista, somos Budistas Chan.

Pero, la escuela Chan del Budismo Mahayana, tal como fue fundada en el sur de China, trataba menos de meditación que del camino a la trascendencia, un camino capaz de guiar a la persona fuera del mundo de dolor y agitación hacia la paz, tranquilidad y alegría del Refugio de Buda.

La meditación, sin embargo, sin una amplia base en ética y espiritualidad no es más que un ejercicio mental. Si alguien tiene éxito en meditación ¿Qué es lo que verdaderamente ha logrado? Tal vez, ha encontrado un medio para calmarse cuando se encuentra agitado, o ha adquirido la habilidad de tolerar cierta gente o eventos de sus alrededores. Pero, hay una diferencia entre tolerar y aceptar, tanto como entre calmarnos y no agitarnos desde un principio. Y esa diferencia yace, no en el miembro Chan de la ecuación, sino en el Budista.

La meditación es el último paso del Camino Óctuplo, uno al que no podemos arribar saltando por encima de los siete pasos anteriores.

A fines de prepararnos para la meditación, debemos en primer lugar, comenzar por poner en orden nuestras vidas, y actuar de acuerdo con lo que es correcto y beneficioso para nosotros y los otros. No es una tarea fácil puesto que requiere que actuemos de forma solidaria, en lugar de egoísta.

Lo que hacemos no es tan importante como las motivaciones subyacentes tras lo que hacemos. No es lo que pensamos sino el por qué de lo que pensamos lo que necesita ser explorado.

No es lo que hacemos para ganar un salario, sino la actitud que tomamos hacia nuestro trabajo y responsabilidades lo que tiene mayor importancia.

En breve, los siete primeros pasos del Camino Óctuplo requieren que escrutemos profundamente las cosas en vez de actuar y reaccionar de un modo egoísta y negligente.

Estos pasos fueron presentados por el Buda en un orden específico: Correcto Entendimiento, Correcto Pensamiento, Correcta Habla, Correcta Conducta, Correcto Modo de Vida, Correcto Esfuerzo y Correcta Atención.

Estos no fueron formulados como herramientas para juzgar a otras personas, sino como herramientas para ajustar nuestras propias vidas, de la misma forma que usamos instrumentos para arreglar un desagüe tapado o un auto que no arranca.

Demos pues, un breve vistazo a cada paso del Camino Óctuplo y veamos como emplearlos para ayudarnos a lo largo de nuestra travesía espiritual.

Correcto Entendimiento

“Es lo mismo con el entendimiento que con los ojos, para un cierto tamaño y hechura, sólo cierta cantidad de luz es necesaria, y no más. Cualquier cosa más allá trae oscuridad y confusión”.
— Anthony Ashley Cooper Shaftesbury (1671-1713)

Comenzamos con el Correcto Entendimiento, pero… ¿Qué es lo que necesita ser comprendido correctamente?

Recientemente, un miembro de nuestra sangha me llamó para discutir un problema que estaba teniendo con sus suegros, con los que había estado viviendo por unos meses.

Conociendo que era Budista, ellos disfrutaban haciendo alarde de su Cristiandad para molestarlo, me dijo.

Cada fiesta cristiana les ofrecía una oportunidad para ello. En Navidad, decoraciones excesivas adornaban las paredes y techos y miles de luces colgaban de los árboles del exterior. En Pascuas, era similar, con conejitos pendiendo de los techos y numerosos afiches y ornamentos religiosos reemplazando los adornos cotidianos. El explicó que ellos eran inconscientes respecto de las fiestas budistas, pero cada vez que llegaba una fiesta cristiana, entrar en la casa era como caminar por el decorado de un escenario: era una realidad alterada.

Esta era una oportunidad perfecta para discutir el Correcto Entendimiento. Su problema no era realmente con sus suegros sino con la forma en que él respondía a sus acciones. “Cada día es una fiesta para un budista”. Le dije. “Cada día es un día para celebrar la vida. Y cualquier celebración de la vida es maravillosa, sin importar a que religión esté asociada”. Le dije que tenía una oportunidad maravillosa de aprender acerca de estas fiestas y de demostrar la calidad de su propia religión mostrando comprensión y aceptación amorosa hacia ellos.

El Correcto Entendimiento significa que trabajamos para comprender las cosas desde la perspectiva de otros.

Nosotros no juzgamos o formamos una opinión rápidamente hasta haber observado desde tantas perspectivas como podamos. Este proceso de investigación, rápidamente descubrimos, nos deja con la comprensión de que existen a menudo muchas formas de ver las cosas y que posiblemente no podemos conocer todas ellas, así que las opiniones que formamos pueden fácilmente estar equivocadas porque hemos ignorado algún aspecto.

Correcto Pensamiento o Propósito

“Si un hombre habla o actúa con un pensamiento puro, la felicidad le sigue como la sombra que nunca le abandona” El Buda

No había oído de una mujer a la que le había dado los preceptos budistas hace algunos años, sino hasta hace poco. Ella parecía un poco avergonzada de no haberse mantenido en contacto, pero me dijo que necesitaba mi ayuda.

“Tengo cuatro hijos y un marido que trabaja todo el día para ganar suficiente dinero para todos nosotros. Mi hijo menor tiene dos años y el mayor, trece. He tratado de ser una buena budista, pero siento que mi vida no me pertenece. Soy más un robot que un ser humano… alimentar a los chicos, cambiar los pañales del bebé, llevarlos a la escuela, limpiar sus cuartos, lavar la ropa, limpiar la cocina…

Cada día es así, y estoy exhausta cuando termina. No parece que tenga tiempo para el Chan. Me digo a mi misma que cuando los chicos hayan crecido y dejado el hogar, tendré tiempo para mi labor espiritual nuevamente, pero para ese momento… ¡Tendré más de sesenta años!

Estoy ‘en el filo’ todo el tiempo por toda esta responsabilidad y enojada porque no puedo tener de vuelta mi vida anterior.

Cuando mi esposo está en casa peleamos, y cuando están los chicos nos gritamos unos a otros. Simplemente no sé que hacer. Alguien tiene que ceder”

Se encontraba cerca de las lágrimas cuando me contó esto, yo sabía que ella quería cambiar las cosas, pero no sabía como. Ella quería una solución budista.

“El segundo paso en el Camino Óctuplo”, le dije, “es Correcto Pensamiento o Propósito. Esto significa que mantenemos en vista nuestro objetivo espiritual incluso en las actividades de nuestra vida diaria, sin importar cuan agitadas sean.

Nuestro deber es cuidar de las necesidades de nuestros hijos, y tratar a otros con respeto y amabilidad. Cuando perdemos de vista nuestro propósito espiritual se hace casi imposible mantener el nivel de conciencia necesario para lograrlo, porque hemos olvidado que somos seres espirituales. El resultado de esto es que negamos nuestra propia humanidad, así como la de aquellos que nos rodean.

Nos volvemos infelices, tenemos ‘stress’, y nos desplomamos en las profundidades del sámsara”.

Continué explicándole que no necesitamos ir a algún lado en especial para practicar Chan. La práctica está en nosotros, en medio de cualquier cosa que hacemos. El problema surge cuando olvidamos esto.

Un chico gritando distrae nuestra atención o la chicharra de un lavarropas nos sobresalta, y a continuación olvidamos retornar a nuestro objetivo espiritual, el cual es, la Iluminación.

Le expliqué que se hallaba en una situación perfecta para practicar Chan. Llevar adelante una casa y cuidar a los niños ofrece una oportunidad maravillosa de practicar.

“¿Cuánto de tu tiempo pasas haciendo tareas repetitivas?” Le pregunté.

Ella pensó por un momento y me contestó que la mayoría de las cosas que hacía durante el día eran repetitivas: cocinar, limpiar, manejar, cambiar pañales…

“Entonces convierte cada una de esas actividades en una práctica Chan. Mantén ese ‘ojo interno’ abierto todo el tiempo y cuando te distraes de algo, como un pensamiento, o un grito de tus hijos, atiende la necesidad y luego vuelve tu atención a tu práctica Chan. Después de un tiempo, lo estarás haciendo automáticamente, serás mucho más feliz y las cosas no te molestarán demasiado.”

Le di esa antigua práctica que desasocia el ego de nuestras percepciones sensoriales y pronto nos permite alcanzar una clara conciencia de nuestra Naturaleza Búdica. “¡Neti Neti!” ¡No esto! ¡No esto! Mantenemos esta interpretación yuxtapuesta a nuestras experiencias sensoriales en nuestra mente noche y día, cortando estos lazos con el mundo material mientras existimos en él.

Mientras lavamos los platos, nos repetimos a nosotros mismos: ¡No esto! ¡No esto! Mientras lavamos nuestras manos: ¡No esto! ¡No esto! Mientras salimos de la ducha: ¡No esto! ¡No esto!

No lo hacemos en el sentido de la frustración o la ira (o humor), sino en el sentido de negarnos a nosotros mismos un nivel de realidad a la acción o evento. Eventualmente, nuestro hacer se vuelve sólo lo que es por sí mismo. Nos acercamos a la naturaleza de nuestras acciones más que a nuestras respuestas mentales o emocionales hacia ellas.

Pronto todas las cosas que nos han hecho infelices anteriormente, se vuelven intrascendentes en lo que respecta a nuestra felicidad, como motas de polvo flotando a través del aire.

Correcta Habla

“Nada es más tonto que el placer que cierta gente encuentra en ‘dejar hablar a sus mentes’. Un hombre así dirá una grosería, por el mero placer de decirla, cuando una conducta opuesta, llena de inocencia, pueda haber salvado a su amigo, o haber hecho su fortuna”.
— Sir Richard Steele (1672-1729)

Para aquellos de nosotros que interactuamos a menudo con gente, la Correcta Habla nos ofrece una excelente oportunidad de profundizar nuestro desarrollo espiritual. La mejor forma de recordarnos el atender este importante paso es evocar el principio budista “No dañar” y recordar que hablar es lo mismo que tocar una campana: lo que decimos no puede ser desdicho así como no podemos evitar que siga sonando la campana.

El habla no es unidireccional tampoco. Las palabras con las que hablamos son sólo símbolos para significados. Las palabras, en sí mismas, no tienen significados; son los símbolos que surgen de ellas en nuestra mente las que nos transmiten significaciones. Debido a esto, nuestra propia comprensión de estas acepciones puede (y probablemente lo hará) diferir de la comprensión de alguien más; por ejemplo, otros pueden interpretar lo que decimos de forma diferente a como nosotros quisiéramos que fuese interpretado.

De todos los pasos del Camino Óctuplo, la Correcta Habla es uno de los más difíciles de dominar, y esto es porque algunas veces los maestros Chan le indican a sus estudiantes ‘encoger sus lenguas’ hasta que su práctica se haya desarrollado adecuadamente.

Hay mucho que decir al respecto de la Correcta Habla, sin embargo, un aspecto a menudo ignorado es el motivo que subyace detrás de lo que decimos. Más que las palabras que hablamos, es nuestra motivación la que determina si estamos respetando propiamente la Correcta Habla.

Existe una historia de un hombre que era muy respetado en su círculo de amigos y colegas en una famosa universidad. Él había recibido muchas distinciones y era respetado como un experto en su área. También había leído muchos libros acerca del Budismo y estaba altamente interesado en él, pero sentía que necesitaba un profesor para proseguir su instrucción.

Sólo el ‘mejor de los mejores’ podría hacerlo, el consideró. Así que hizo reservaciones en un vuelo trasatlántico y unos pocos días después estaba parado en frente de un remoto monasterio Chan, enclavado en la falda de una montaña al sur de China.

La puerta estaba cerrada así que golpeó mientras gritaba en el mejor chino que pudo: “He venido para aprender acerca del Dharma ¡Abran la puerta!”.

Como no había respuesta, trató nuevamente: “He volado hasta aquí a través de miles de kilómetros para aprender de ustedes acerca del Dharma ¡Déjenme entrar!”.

Aún no había respuesta. Así que esperó por un tiempo y luego intentó de nuevo: “He escrito muchos libros y viene gente de todo el mundo para aprender de mí ¡Ahora quiero aprender de ustedes!”.

Nadie respondió.

El lo intentó una y otra vez utilizando diferentes tácticas. Finalmente la puerta se abrió y un monje caminó hacia fuera llevando un balde. Para la sorpresa del hombre, el monje lo ignoró completamente mientras cumplía con su recado de transportar agua. Al retornar al templo, el sacerdote abrió la puerta y se introdujo sin más que brindar una mirada de reojo al extraño que miraba incrédula y silenciosamente desde la entrada.

Él había pensado que tal vez nadie lo había oído, pero ahora parecía que el estaba siendo deliberadamente ignorado. Con rabia gritó: “¡Cómo se atreven a tratarme así! ¿Así tratan a la gente que intenta aprender acerca de sus formas sagradas?”.

Gritó por un rato más y paseó arriba y abajo del camino que conducía al gran templo. Había venido desde muy lejos, así que regresar no era una opción. De esta forma, se quedó fuera, cerca de la entrada, esperando.

Los días pasaron mientras miraba consternado como los monjes salían a hacer sus quehaceres para luego volver a entrar, ignorándolo durante todo el trayecto. Se había dado por vencido de intentar ganar la entrada. Eventualmente, su suministro de víveres estaba llegando a su fin, y sabía que tarde o temprano debería descender de las montañas y regresar a casa. Para este momento, él había tenido mucho tiempo de reconsiderar su situación. Habíase también vuelto débil y huraño.

Luego de mucha introspección y contemplación, se levantó del suelo, afirmó sus pensamientos, y salió a través del angosto camino que conducía a la base de la montaña. Tras recorrer una corta distancia, escuchó pisadas veloces y al darse la vuelta vio un joven monje corriendo hacia él. Éste se acercó y ciñó sus brazos en torno a sus hombros mientras guardaba silencio.

Ambos hombres regresaron al templo donde otros tres monjes esperaban con la puerta abierta. Durante el trayecto, el hombre del Oeste no había dicho una palabra. Su entrada no había sido ganada por las palabras, sino por sacrificar su propio sentido de importancia.

Las palabras habían servido para expresar la fortaleza de su ego y no el estar listo para recibir el Dharma.

Tanto como estamos preocupados por ‘auto-servirnos’, éste motivo estará detrás de nuestra habla. Podemos decirle a la gente que queremos una cosa, mientras que quizás inconscientemente, sólo queremos satisfacer nuestro ego.

Reprimiremos a otros para sentirnos superiores, inventaremos chistes a fines de maximizar nuestra propia importancia, aun a costa de otros, mentiremos si nos ayuda a obtener lo que queremos, o usaremos nuestros aciertos del pasado para impresionar a otros con nuestra valía.

Cuando el ego está al timón, la Correcta Habla es casi imposible de mantener, pero cuando hemos alcanzado la habilidad de ver las cosas desde la perspectiva de otros (Correcto Entendimiento) y cuando hemos comenzado la dura disciplina de mantener en vista nuestros objetivos espirituales (Correcto Pensamiento o Propósito), podemos comenzar a observar y corregir nuestra habla.

Podemos investigar acerca de las motivaciones tras lo que decimos, podemos mirar si nuestros pensamientos o palabras son ego-centrados o no. En vez de hablar impulsivamente, podemos comenzar a hablar cuidadosa y solidariamente.

Así es como descubrimos que no tenemos tanto que decir como una vez tuvimos.

Correcta Conducta

“Hacer es una gran cosa. Porque si las personas, se proponen hacer lo que es correcto, después de un rato, les llega a gustar lo que están haciendo.”
— John Rushkin (1818-1900)

Hace algunos años, estaba caminando por una ciudad inmensamente poblada. Había montones de turistas y trabajadores yendo y viniendo: haciendo entregas o tratando de ganar unos pesos limpiando ventanas o repartiendo volantes.

Me sucedió que al mirar al otro lado de la calle vi que dos jóvenes desaliñados acosaban a una persona mayor. Éste estaba bien vestido y agitaba sus brazos en derredor pidiendo ayuda. Los otros dos hombres lo golpeaban con palos y pronto el anciano se encontró tirado en la acera mientras sus pedidos de ayuda continuaban.

Todo esto sucedía a plena luz del día con mucha gente caminando alrededor, pero esto no era tan chocante como el hecho de que nadie se detuvo a ayudar. Durante el tiempo que me tomó darme cuenta del incidente y cruzar la atestada calle, los dos jóvenes habían desaparecido y el anciano yacía sangrando en el suelo. Los transeúntes pasaban a ambos lados sin siquiera dedicarle una mirada.

“Les di mi billetera”, me dijo, “pero no pareció importarles, ellos sólo seguían golpeándome una y otra vez”.

Estaba contento de que siguiera consciente y permanecí a su lado hasta que la ayuda arribó y fue transportado al hospital.

Cada día, somos encarados por situaciones que requieren un curso decisivo de acción: estar esperando para que la luz del semáforo cambie de rojo a verde para manejar a través de la calle, o esperar que la cajera en la verdulería nos diga cuanto debemos por nuestra compra para poder pagar. Sin embargo, estas acciones son triviales y sólo necesitan un poco de atención de nuestra parte, no hay cuestionamiento acerca de si son buenas o malas: son, simplemente, de sentido común.

Pero, cuando algo nuevo e inesperado es arrojado en nuestro camino, a menudo nos encontramos en una situación precaria tratando de determinar el curso de acción correcto.

Cuando hay reglas establecidas para seguir, es fácil, sabemos que todo lo que tenemos que hacer es seguir dichas reglas y que nuestra acción, al menos, será aceptada por nuestros pares y por la sociedad. Por el contrario, cuando no hay reglas o guías fijadas de antemano, estamos solos.

En el incidente que presencié anteriormente, los peatones tomaron la decisión de no involucrarse, quizás pensaron que si no tomaban ninguna acción serían exonerados del asunto. Tal vez ellos no querían arriesgar su propia seguridad o manchar sus ropas. No lo sé, pero ellos fallaron al observar la Correcta Conducta porque estaban pensando en sí mismos en primer lugar.

A la vez que la Correcta Conducta implica que debemos ajustar nuestra conducta de acuerdo con los cinco preceptos (las normas éticas del Budismo), también significa que debemos actuar en concordancia con nuestros objetivos espirituales trascendentes. Lo cual incluye reconocer a las demás personas como seres espirituales, como nuestros hermanos y hermanas.

Evitar las malas acciones sobreviene naturalmente cuando estamos atentos a las buenas acciones. La Correcta Conducta fortalece nuestra resolución de seguir el camino espiritual hacia la Iluminación. A medida que trabajamos para volvernos más conscientes de nuestras acciones e inacciones, así como sus consecuencias sobre nuestras vidas y la de los demás, podemos comportarnos más sabiamente, con comprensión de las consecuencias que nuestra conducta provoca.

Esto sucede cuando somos capaces de ajustar nuestro comportamiento en concordancia con el cuarto paso del Camino Óctuplo.

Cuando aplicamos toda nuestra atención a nuestros actos, rápidamente descubrimos que cuando hacemos algo que causa daño (viola los preceptos) se produce un efecto negativo sobre nuestra conciencia, y que ese efecto tiende a detener nuestro progreso espiritual.

Podemos deprimirnos, malhumorarnos, enojarnos… Podemos entrar en un círculo vicioso al violar los preceptos: hundiéndonos en el alcohol o a las drogas para obtener un alivio temporal o volviendo nuestra atención al trabajo, como una fuente de felicidad, mientras negligentemente olvidamos a nuestras familias y compromisos con nuestra práctica espiritual. Incluso podemos invitar a otros a unírsenos en las profundidades de nuestra miseria.

De forma opuesta, cuando realizamos una acción relacionada con hacer el bien desinteresadamente descubrimos que da un empujón a nuestro progreso espiritual y nos libera del pantano. Podemos detener nuestro automóvil para dejar pasar a un peatón y recibir una onda y una sonrisa de gratitud. Podemos llevar comida a un hogar (un refugio de aquellos que no tienen casa) sabiendo que hará que unas pocas personas se sientan más felices y saludables. Podemos hablar bien de otra gente incluso aunque ella no hable bien de nosotros. Podríamos también ayudar a otros que se encuentran en necesidad incluso si pone en riesgo nuestra propia seguridad.

Cuando dejamos que el corazón guíe nuestras acciones y removemos los designios y deseos del ego detrás de los motivos de nuestras actuaciones, los cinco preceptos no sólo son seguidos naturalmente sino que se vuelven de sentido común.

Cultivar una mirada altruista nutre la práctica de los preceptos y nuestros esfuerzos se hacen cada vez menos duros.

Correcto Modo de Vida

“Si un hombre ama su labor, independientemente de cualquier preocupación por el éxito o la fama, los Dioses lo han llamado” — Robert Louis Stevenson

Existe una gran cantidad de malentendidos acerca del Correcto Modo de Vida. Todas las sociedades dependen de una amplia diversidad de trabajos. Los recolectores de basura son tan importantes para la salud de una sociedad como los doctores y los bomberos o como los maestros y los artistas.

Cuando hablamos acerca del Correcto Modo de Vida, no estamos debatiendo acerca de elegir el mejor trabajo o carrera para nosotros, el de elegir el más ético o moral, sino acerca de cómo nos aproximamos al trabajo que hemos elegido, o que nos ha elegido a nosotros.

Una mujer que conocí en el autobús, no hace mucho tiempo, me contó acerca de cómo amaba su trabajo en la planta de procesamiento de carne que se encontraba al otro lado de la ciudad.

“He sido vegetariana por más de cuarenta años”, me dijo, “la idea de comer carne solamente no se me ocurrió nunca más, pero me encanta levantarme por la mañana e ir a trabajar. Paso las piezas de carne desde la cinta trasportadora hasta una zona de envasado. Cuando encuentro un problema…como algo que anda mal con la carne, o que alguien ha dejado caer carne al suelo y luego la ha vuelto a poner nuevamente para procesar (lo cual me aseguró que sucede), me involucro en el asunto y si hay algo que no puedo solucionar por mi misma llamo a mi jefe, quien arregla el problema”.

Le pregunte porqué pensaba que le gustaba tanto su trabajo, especialmente dado que ella no comía carne.

“No lo sé… Supongo que sólo ‘encajo’. Sé que es necesario hacer, y trato de hacer un buen trabajo. Puede sonar gracioso, pero la rutina puede ser relajante y placentera. Sé que otra gente comerá la carne y la disfrutará, y eso me gusta… Me gusta hacer mi parte para que reciban comida de buena calidad”.

Mi primer pensamiento fue que esta mujer entendía lo que el Buda quiso decir por Correcto Modo de Vida. En vez de enorgullecerse de ser vegetariana, ella aceptó el hecho de que mucha gente es feliz comiendo carne. En vez de quejarse de la monotonía de su trabajo ella la abrazó, aceptando que la monotonía puede ser placentera. Parecía que no tenía deseos de alcanzar un rango de mayor importancia en la compañía. Tampoco chismorreaba acerca de la gente que trabajaba junto a ella. No había ningún conflicto, porque estaba personalmente desapegada de su trabajo.

El Correcto Modo de Vida implica que no importa que trabajo llevemos a cabo, nos esforzamos para desapegar nuestro ego de él. Simplemente intentamos hacer el mejor trabajo posible, sin preocuparnos por la recompensa.

No importa si somos peluqueros, jardineros, políticos o ejecutivos, si nos acercamos a nuestras tareas de esta forma, encontramos que una gran cantidad de nuestras ansiedades y preocupaciones súbitamente desaparecen.

Correcto Esfuerzo

“Las personas que no aprecian el esfuerzo al escalar, carecen del entendimiento de dónde han estado, el conocimiento de quién son, y la determinación para continuar subiendo. Por eso nunca logran realizar el Dharma.”

“Las personas siempre están buscando el camino fácil. El camino duro, aquel que aprendemos con experiencias difíciles y logros dolorosos, no les interesa. Quieren un atajo. Los verdaderos buscadores del Dharma temen a los atajos. Saben más que eso. Saben que sin esfuerzo, no hay sentimiento de logro. Esto los mantiene caminando hacia adelante.” — Maestro Han Shan (1546-1623)

No hay lazo más fuerte para cortar que aquel que une la mente y el ego. Esta es la simple razón de porqué el camino Chan es tan difícil.

Nos toma cada gramo de esfuerzo reunir fuerzas para liberarnos de los componentes más caprichosos de nuestra psique. No es hasta que reconocemos el Yo que existe aparte de quién nosotros pensamos que somos que podemos conocer la mente Chan.

El conocimiento del Yo solo puede ser encontrado una vez que dejamos de identificarnos con nuestras profesiones, nuestras familias, nuestros gustos y aversiones, nuestras opiniones, etc. Ya que todos ellos son constituyentes básicos del ego.

El proceso de desapego no sólo es difícil, sino que a menudo es doloroso, y transitar a través de él requiere de un gran coraje y la fe de que triunfaremos.

Recientemente un joven me consultó acerca de mi aprobación a su decisión de asistir a un retiro de dos semanas en un ‘zendo’. Le pregunte quien era su maestro, a lo que él mencionó algunos libros populares que había leído recientemente. Cuando le pregunté porqué quería asistir al retiro que me había descrito, comenzó a contarme. Me dijo que su vida estaba en ruinas: había perdido su trabajo, su esposa le había pedido el divorcio… la misma historia que había oído incontables veces.

Esto nos sucede a muchos en algún momento de nuestras vidas. ‘Tocamos el fondo’ y recién ahí empezamos a buscar una solución espiritual. El error de este hombre fue pensar que sentarse en un almohadón por varias horas al día, con un corto sueño de noche, por dos semanas, iba a darle la solución espiritual que tanto anhelaba.

“Tienes un problema serio”, le dije, “pero estás buscando un camino fácil para salir: anotarse en un ‘zendo’, esperar un par de semanas y… ¡listo! Todos los problemas solucionados. El Chan no funciona así”.

Le explique que si bien existe un momento en la vida de un practicante Chan para los retiros de meditación, estos retiros son mejor atendidos, una vez que hemos alcanzado cierta habilidad para liberarnos de nuestro ego y entrar en el estado meditativo.

De lo contrario, estos largos períodos de inacción pueden realmente ser psicológicamente dañinos y retrasarnos más que ayudarnos. Le expliqué que el Chan comienza con el Camino Óctuplo, cuyo último paso es la meditación, y es por ello que el Buda puso esos pasos juntos en una secuencia específica, intencionalmente.

“Imagina”, le dije,”que te encuentras en alta mar, en un barco que se está hundiendo. Hay un palo, un alto mástil, en el barco así que te aferras a él y comienzas a escalar hasta que llegas a la cima. Al mirar hacia abajo ves el agua aproximándose. Sabes que alguien tendrá que ceder, que tendrás que tomar una decisión: ¿Continúas aferrándote al único objeto a la vista o lo dejas ir y permites al destino tomar las riendas?”.

La entrada al Chan es muy parecida. Nosotros nos encontramos en un barco que se hunde (nuestra vida, y nuestro sentido de control sobre ella) y sentimos un profundo pánico, a medida que pensamos que no podemos seguir viviendo de la misma forma que veníamos haciéndolo. Sabemos que no podemos seguir aferrándonos al mástil porque nos llevará hasta el fondo, pero tampoco sabemos que pasará si lo dejamos ir. El mástil hundiéndose es el único sentido de seguridad que teníamos hasta el momento, así que debemos tener la fe y el coraje de permitirle irse y tomar nuestras chances con lo desconocido. Nuestra situación es cuestión de vida o muerte.

A menos que hayamos llegado a este punto en nuestras vidas, la liberación espiritual sigue siendo una débil hipótesis, pero una vez que tenemos el coraje de dejar ir el mástil, se vuelve muy real.

Cualquiera perteneciente a cualquier religión que haya experimentado la liberación comprende esto. El supremo esfuerzo que toma dejar los apegos que imaginamos que son nuestro yo es el esfuerzo que toma el soltarnos de la seguridad del mástil y entrar en lo desconocido de una experiencia sin ego.

Correcta Atención

“Los actos son pequeños; el Principio es grande. Los actos son varios; el Principio es uno. Aquéllos que viven el Principio, que permiten que su significado fluya a través de su mismísimo torrente sanguíneo, nunca actúan en disonancia con él. En cualquier cosa que hagan, cumplen el Principio. Ya sea ocupados o relajados nunca son engañosos, nunca manipuladores. No tienen ningún motivo oculto y no necesitan de ninguno.” – Maestro Han Shan (1546-1623)

Pocas historias Chan expresan la naturaleza de la Correcta Atención mejor que ésta contada muy a menudo por el maestro Hsu Yun: Había una vez un hombre Chan que estaba caminando por la saliente de un camino de alta montaña cuando súbitamente un tigre vino a su encuentro. Para escapar, se aferró a un arbusto y descendió al filo del precipicio.

Mientras colgaba allí, con la rugiente boca del tigre por sobre su cabeza, y la base del abismo bajo sus pies, sintió las raíces del arbusto desgarrarse lentamente. No pudo encontrar donde apoyar sus pies o nada a lo cual agarrarse. Pero mientras se balanceaba, imaginando que haría a continuación, se dio cuenta de una frutilla que crecía en una hendidura en la roca. Soltándose, la tomó y se la comió, asombrándose, de que considerando la época del año estaba particularmente dulce.

En el estado iluminado la mente no tiene sentido de una individualidad separada, por lo cual es libre de experimentar y actuar sin los estorbos que representa la ‘persona’ (Nota: El arquetipo persona).

Una mente clara es una mente vacía del yo. Es una mente que puede observar incluso el más pequeño detalle en medio de la situación más adversa. Este no es un estado fácil de alcanzar y mucha labor espiritual debe venir antes de que tengamos siquiera la esperanza de alcanzar este grado de ecuanimidad.

Pero podemos hacer humildes pasos en su consecución prestando atención a nuestras acciones y pensamientos; estar atentos de nuestras vidas en todo sentido y evitar los actos innecesarios que solamente sirven para pagar tributo a nuestro ego.

Con la paz y la tranquilidad que surgen de la práctica de la Correcta Atención, estamos finalmente listos para embarcarnos en la travesía final del Chan: la meditación.

Correcta Concentración o Meditación

“Existen tres clases de silencio. El silencio de las palabras es bueno, porque hablar excesivamente tiende a la maldad. Silencio, o descanso, de los deseos y pasiones es aún mejor, porque promueve la quietud del espíritu. Pero el mejor de todos, es el silencio de los innecesarios pensamientos errantes, porque es esencial para el recogimiento interno, y porque forma los cimientos de una adecuada reputación y de los silencios en otros respectos”.
— Madam Guyon (1648-1717), Mística cristiana francesa

La meditación es común a las religiones de todo el mundo y existen literalmente cientos, si no miles de técnicas de meditación que han sido transmitidas a lo largo de los siglos.

Sin embargo, todas las formas de meditación comienzan con silenciar la mente, el cese de los pensamientos aleatorios que interfieren con la habilidad de la mente para concentrarse.

Las prácticas de meditación más básicas son siempre ‘con semilla’, esto es, con un tema para la concentración. Éste puede ser una cosa, como un cordón de zapatos, una vela, o una idea, un pensamiento, un sonido, o una sensación física como el pulso o la respiración, pero el ingrediente clave es siempre concentración.

La traducción literal del octavo paso del sánscrito es realmente “Correcta Concentración”. La meditación surge naturalmente cuando la Correcta Concentración es alcanzada. La concentración es algo que debemos aprender a través de dedicada práctica mientras que meditación es algo que simplemente nos ocurre cuando nuestra mente está adecuadamente enfocada en la concentración.

La primera vez que intentamos enfocarnos ‘en la semilla’, esto parece ser imposible. La mente merodea en todas direcciones y nos encontramos en dificultades al intentar ponerla bajo control.

Así, podemos dar nuestro primer vistazo a la ‘mente de mono’ y sobresaltarnos de que la ‘mente de mono’ se ha convertido en nuestro modo normal de ser. Pero no debemos desilusionarnos. Con una firme práctica podemos progresar rápidamente. Nos ‘enganchamos’ a medida que descubrimos que la meditación nos ha conducido a una vastedad de nuevas esferas de la existencia y entendimiento y que enriquece nuestras vidas de formas que nunca antes hubiésemos imaginado posible.

A través de práctica diligente, y siguiendo el simple e irónicamente difícil Camino Óctuplo, nos liberamos a nosotros mismos de el reino samsárico de la ego-consciencia y entramos en el glorioso estado nirvánico de la sabiduría de Buda.

Y entonces comprendemos, que ésta, todo el tiempo y desde el principio, fue la intención de Buda cuando presentó ‘Su Camino Óctuplo’.

El Comienzo del Camino Chan: El Triple Refugio y los Preceptos


El Comienzo del Camino Chan: El Triple Refugio y los Preceptos

Por Rev. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traducido al español, desde Buenos Aires, Argentina, por Facundo Larosa
(estudiante de la Rev. Yin Zhi Shakya, OHY)

Presentado el 25 de Enero de 2005

“Los fundamentos de nuestra

práctica deberían ser primero, ser

honestos y honrados; segundo,

desconfiar de la maldad; y tercero,

ser humildes dentro de nuestro

propio corazón, ser reservados y

contentarnos con poco. Si nos

contentamos con poco respecto a

nuestra habla y a todas las otras

cosas, nos veremos a nosotros

mismos y no estaremos distraídos.

La mente tendrá un cimiento de

virtud, concentración y sabiduría”.

“Virtud, concentración y sabiduría

forman juntos el Camino. Pero el

Camino no es aún la verdadera enseñanza, sino meramente el Camino que te llevará a

ella. Por ejemplo, digamos que viajaste por el camino de Bangkok a Wat Pah Pong; el

camino era necesario para tu viaje, pero tú estabas buscando a Wat Pah Pong, el

monasterio, no el camino. De la misma manera podemos decir que la virtud,

concentración y sabiduría son exteriores a la verdad de Buda, pero son el camino que

lleva hacia esa verdad. Cuando tu hayas desarrollado estos tres factores, el resultado

es la más maravillosa paz”. – No Ajahn Chah

Algunos de nosotros llegamos al punto en nuestras vidas en el que

sabemos que ya no podremos continuar como hasta ahora – nuestros

dolores y sufrimientos son demasiado grandes. Sabemos que algo debe

cambiar – y sabemos que es nosotros mismos. Comenzamos a buscar:

no sabemos que, o donde, pero miramos en todas direcciones.

Debe haber un fin para este terrible sufrimiento, sabemos, y no

pararemos hasta encontrarlo. Si somos afortunados, nuestra búsqueda

puede guiarnos hasta el comienzo del camino Chan y, si somos lo

bastante valientes, emprenderemos la más extraordinaria travesía. No

sabremos hacia donde estamos yendo, pero procederemos con la fe de

que seremos conducidos fuera de la ciénaga que tan desesperadamente

dejamos detrás. A medida que avanzamos, descubriremos que otros han

hollado el mismo camino antes que nosotros, dejando huellas que

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podemos seguir. Su sabiduría nos dará señales que nos conducirán

hacia delante y en ascenso. Comprenderemos cuan afortunados somos

al no tener que caminar solos, ya que veremos cuan fácil es perder de

vista la senda. Abrazaremos la sabiduría de aquellos que han ido antes

que nosotros entendiendo que esto nos ayudará a hacer un progreso

rápido de ascenso a la montaña – un viaje más corto a la cima.

“La gente sufre en un lugar, entonces ellos se van a alguna otra parte. Cuando

el sufrimiento surge allí, salen corriendo nuevamente. Ellos creen que están

escapando del sufrimiento, pero no lo están. El sufrimiento va con ellos.

Acarrean el sufrimiento con ellos sin saberlo. Si no conocemos el sufrimiento,

no podemos conocer la causa de é. Si no conocemos la causa del sufrimiento,

entonces no podremos conocer su cesación. Así, no hay forma de escapar de

él”. – No Ajahn Chah

¿Dónde comenzamos? No empezamos a escalar el monte Everest desde

la plataforma de la tercera estación. Comenzamos desde abajo,

ascendemos un poco, establecemos un campamento, esperamos unos

pocos días para permitir que nos habituemos a la altitud, luego nos

movemos un poco de nuevo, lentamente, paso a paso. Esta es la misma

forma en que procedemos en el ‘Chan’. Comenzamos desde abajo, y

trabajamos nuestro ascenso, lentamente, paso a paso. Hacer cualquier

otra cosa nos guiará al fracaso. Un alpinista, si es trasladado por

helicóptero a mitad de camino de la cima del Everest, sufrirá una severa

hipoxia y podría perder la conciencia o incluso morir debido a la

repentina reducción de oxígeno. Hay peligros de igual magnitud en el

Camino Chan, pero estos peligros son predominantemente psicológicos.

Nuestras mentes y psiques deben estar preparadas para cada avanzada

que hacemos, a medida que ascendemos si queremos llegar con

seguridad a la cima. Si no nos preparamos para nuestro viaje, antes de

comenzarlo, probablemente nunca llegaremos a la meta. Y aquí es

donde la sabiduría de nuestros ancestros Chan ofrece una guía

invaluable.

El Chan comienza con la comprensión de las Cuatro Nobles Verdades

de Buda. Éstas contienen el Camino Óctuplo, que, a su vez, contiene los

Preceptos. Nosotros hemos discutido ya las Nobles Verdades y el

Camino Óctuplo, así que si nuestras opiniones y comprensión están

alineadas con estas enseñanzas fundamentales, podemos estar

inspirados para tomar el Triple Refugio y recibir los Preceptos. Si

nuestros motivos se deben a otras razones: si nos sentimos solos y

queremos unirnos a un grupo social acorde a nuestros intereses; si

queremos una situación para podernos sentir “importantes” y ganar

prestigio o poder sobre otros; o si queremos afiliarnos a una

organización para ganar dinero, entonces no estamos listos para el

3

camino espiritual que requiere, desde el corazón, soledad, humildad,

desapego y reflexión. Sólo nosotros podemos conocer nuestros

verdaderos motivos para convertirnos en Budistas. Si nuestros motivos

son más externos que internos, una membresía en una organización de

cualquier clase no nos ayudará en nuestra búsqueda de transformación

espiritual.

Convertirse en un Budista Chan no requiere de ningún número

específico de años de estudio, la memorización de textos canónicos, o la

recitación de credos religiosos, pero ayuda el tener conocimiento de

algunos importantes textos históricos del Chan (Presionar para llegar

a ‘Lecturas relacionadas’).

“¿Es necesario tomar los Preceptos?” nos preguntamos. Cuando por

primera vez aprendemos a conducir un auto, lo hacemos con

entusiasmo porque deseamos fuertemente alcanzar la libertad y la

independencia que el conducir simboliza. Esto es, de alguna forma,

como tomar el Triple Refugio. Tenemos fe de que si seguimos las reglas

y nos hacemos “buenos conductores” tendremos una nueva clase de

libertad que no habíamos tenido previamente. Las reglas de conducir

son como los Preceptos – para alcanzar nuestra meta debemos trabajar

dentro de las reglas. Las reglas nos protegen – nos guardan contra las

colisiones – y nos mantienen andando en la dirección correcta. Al

principio, pueden ser difíciles de seguir, pero con práctica y

perseverancia se vuelven automáticas y nos ayudan a lograr las

recompensas que estamos buscando.

Existe un antiguo proverbio Chan que dice: “Cuando el estudiante

está listo, el maestro aparecerá. Cuando el maestro está listo, el

estudiante aparecerá”. Aceptar los Preceptos y el Triple Refugio de un

sacerdote puede ser una forma de establecernos firmemente en el

Camino Chan. Cuando los Preceptos son dados y recibidos, el sacerdote

se convierte en un recurso confiable para el discípulo. Como esta

relación voluntaria entre sacerdote y discípulo evoluciona luego de que

los Preceptos son dados estará determinado por las necesidades y el

desarrollo espiritual de ambos, el discípulo y el sacerdote.

El Triple Refugio

B

uddham saranam gacchami, Tomo refugio en el Buda

Dhammam saranam gacchami, Tomo refugio en el Dharma

Sangham saranam gacchami, Tomo refugio en la Sangha

4

Tomar refugio es una forma

de desplazar nuestras

mentes lejos de sus

ataduras. Es una forma de

comprometernos con el

Camino, de alentarnos a

poner nuestras propias ideas

y opiniones a un lado para

ser guiados por algo más

grande. La naturaleza de la

psique humana es apegarse

en alguna parte, lo cual

parece, inicialmente, no

concordar con las Cuatro Nobles Verdades del Buda que proclaman el

desapego como la clave del éxito. Pero es exactamente porque la

naturaleza de la psique es apegarse que nosotros debemos, primero y

principalmente, tener un lugar seguro para que pueda aferrarse; esto

es, debemos poseer un refugio para ella. Tomando refugio en el Buda

abrazamos nuestra propia Naturaleza Búdica, abrazamos las enseñanzas

del Buda y el Camino del Buda a la iluminación; tomando refugio en el

Dharma, reconocemos la Naturaleza Universal de todas las cosas, la

perfección de todos los seres, y reconocemos la naturaleza ilusoria de

las imágenes mentales y apegos; tomando refugio en la Sangha, nos

unimos a todos los otros quienes, como nosotros, buscan la iluminación

en el Camino Dhyana/Chan/Zen.

Tomar refugio es como fundar los cimientos para una casa que estamos

construyendo – una casa en la cual intentamos vivir por el resto de

nuestras vidas. Si los cimientos son débiles, podríamos terminar con una

estructura que se desploma con la primera lluvia o viento fuerte. Si la fe

en nuestro Camino Chan es débil, podemos encontrar que nuestra

habilidad de seguir el Camino desaparece la primera vez que

encontramos dificultades con nuestra práctica o sobrevienen tiempos

difíciles. Nuestra motivación debe ser elevada, y nuestro entusiasmo

para tener éxito debe ser lo suficientemente grande como para resistir

errores y obstáculos inevitables.

Si nos acercamos al Triple Refugio con una actitud de “ver si nos

gusta”, la duda con la que nos aproximamos saboteará nuestro propio

esfuerzo. Esta clase de acercamiento es como fundar los cimientos de

una casa antes de conocer donde queremos vivir.

Ultimadamente, ya sea de forma pública o privada, tomar refugio es un

compromiso que hacemos con nosotros mismos. Si no estamos

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comprometidos dentro de nuestros propios corazones y mentes, las

palabras que recitamos al tomar refugio no tendrán significado.

Los Preceptos

El conjunto de cinco preceptos es para nosotros lo que una hoja de ruta

es a un excursionista: si la seguimos, probablemente arribaremos a

nuestra meta. El Buda Shakyamuni resumió el objetivo general de la

moral Budista: “No hacer el mal, cultivar el bien, y purificar la

mente de uno: esta es la enseñanza de los Budas.” Nosotros

debemos entender los preceptos en relación con este propósito. Los

preceptos no son un fin en sí mismos: no triunfaremos en Chan si

somos meros seguidores de un credo religioso.

Los preceptos están contenidos en el cuarto paso del Camino Óctuplo

como un arreglo de cinco votos:

Precepto 1) Nos comprometemos a no ser violentos

Esto significa que nos abstenemos de iniciar acciones violentas contra

nosotros o contra otros; lo cual implica, que nosotros no podemos ser

una causa generadora de daño. Incluimos actos físicos de violencia

tanto como actos abusivos verbales, hostilidad o ira hacia otra persona,

e incluso pensamientos de violencia o ira contra nosotros mismos o

contra otra persona.

Este puede parecer un precepto imposible de mantener. Existen tantas

cosas que nos hacen enojar que eliminar la ira de nuestras vidas parece

ser una dificultad insuperable.

Y hay incontables formas de dañar a otro, sin incluso intentar hacerlo.

Por ejemplo, podemos elegir ayudar a alguien solo para descubrir que lo

hemos dañado en lugar de ayudarlo. Hay veces en que una persona

debe encontrar su propio camino, independientemente. Permitirles

cometer sus propios errores puede ser una forma indirecta de ayudarles.

La interferencia de una “amable mano” puede a veces generar más

problemas que los que resuelve.

El precepto de la no-violencia es tomado de forma extrema por algunas

tradiciones religiosas: por temor a matar microbios en el aire al respirar,

ellos visten máscaras; por temor a decir algo que pueda dañar a

alguien, ellos se niegan a hablar. Hay otros que se inclinan al extremo

opuesto, matando otra persona sin vacilar simplemente porque se

convencieron a si mismos que su causa es Correcta, Buena, y Justa: que

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sus acciones están “aprobadas por Dios” y por lo tanto, son

representativas de la Suprema Rectitud. Claramente, ninguno de estos

extremos es distintivo de la intención de este precepto.

¿Puede un Budista Chan servir en una guerra? Si reconocemos que

existimos como especie debido a nuestra habilidad a lo largo de la

historia de defendernos a nosotros mismos, la respuesta a esta

pregunta no será del tipo “blanco o negro”. Podemos hallar que no

podemos ni condenar ni justificar esto de ninguna forma universalmente

objetiva. Guerras y batallas son la razón para nuestra existencia

continuada tanto como la razón para mucho del sufrimiento que hemos

soportado a lo largo de los milenios. Hay algunas guerras que deben ser

peleadas: sólo necesitamos considerar la Segunda Guerra Mundial y la

batalla global contra Hitler y sus tropas. Haber tomado un actitud

pacifista hacia los Nazis podría equivaler a aceptar, a justificar, el

genocidio de más de un millón de judíos y otros que él consideró no

acordes para vivir en su futura “Nación Aria”.

Pero obviamente no todas las guerras son dignas de participación

violenta; la línea de demarcación puede sólo ser dibujada desde nuestra

conciencia moral. Cuando una cuestión se alza acerca de hacer lo

correcto, recordemos que el Chan, como el “Camino Medio”, nos

alienta a evitar extremos y a elegir el curso de acción basado en su

mérito luego de considerar todos los “bandos” participantes en la

situación. Pero esto no es infalible tampoco. Es de ayuda reconocer que

por su naturaleza, la psique antes de completar el proceso de

individuación, proyectará ira, violencia, y odio, sobre los otros cuando se

sienta amenazada o confrontada con una situación que genera miedo. El

resultado es el tratamiento deshumanizado, tortura, o incluso la muerte

de otros. Cuando es llevada a cabo colectivamente, la proyección puede

resultar en la devastación de la guerra. Cuando nuestras acciones son

reacciones a esta “fuerza oscura” – la sombra enemiga – dentro de

nosotros, necesitamos reconocerlo y detener esta respuesta. El

estudiante de Chan busca la completa integración de todos los

componentes de su psique [ver “Integrando los Arquetipos” en este

sitio web y “Proceso de Individuación” (inglés)]. Sólo una persona

completamente iluminada puede liberarse de las proyecciones

involuntarias de la Sombra Enemiga. Podemos estudiar los famosos

“Cuadros del Pastoreo del Buey” o el Tao Te Ching de Lao Tzu o El

Secreto de la Flor de Oro (traducido por Richard Wilhelm) para

ayudarnos a comprender la Individuación en el contexto chino, o, en el

contexto occidental, podemos estudiar los trabajos de Carl Jung y D. T.

Suzuki (por ejemplo, “Estudios Alquímicos” y “Símbolos de

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Transformación” de Carl Jung y los “Ensayos sobre Budismo Zen” de D.

T. Suzuki).

Hasta que las fuerzas inconscientes enterradas en los profundo de

nuestra psique se vuelvan conscientes, estamos a su merced. Cuando

nos enojamos podemos acometer venenosamente. La ira puede

consumirnos. Pero la ira es siempre eliminada con la comprensión; esto

es, integración consciente de sus orígenes emocionales. Una persona

Chan puede aún enojarse, pero rápidamente identificará la fuente de la

ira, haciendo consciente su causa, y siendo capaz de evitar actuar de

acuerdo a lo que la emoción provoca.

Así las emociones entran en erupción y se desvanecen con igual

facilidad. Debemos ser especialmente cuidadosos de no enterrar la ira o

el resentimiento u otra forma de hostilidad dentro de nosotros. Esta

forma de represión es especialmente dañina.

De igual importancia en este primer precepto es que no debemos

dañarnos a nosotros mismos. Esto significa evitar conductas excesivas

que podrían dañarnos, y perseguir conductas beneficiosas y moderadas

como consumir una dieta saludable, meditar, y ejercitarse (tai chi, yoga,

nadar, caminar y correr son todas formas excelentes de ejercitación).

También debemos ser respetuosos con nosotros mismos y recordar que

somos seres humanos, no proyecciones arquetípicas, y que, como seres

humanos, “perfección de acción y pensamiento” es una meta a la que

aspiramos más que algo que esperamos de nosotros mismos: la culpa

no es beneficiosa, pero reconocer nuestra propia falibilidad nos brinda

humildad la cual es un requisito esencial para el crecimiento espiritual.

Precepto 2) Nos comprometemos a ser verídicos

La importancia de la veracidad es universal a todas las religiones del

mundo. “Se verídico, porque la veracidad conduce a la rectitud y la

rectitud conduce al Paraíso” dice Mahoma. El Salmo 15 del Viejo

Testamento (Ezra, Haggai, James) dice: “Señor, ¿Quién habitará en tu

tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en

integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no

calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche

alguno contra su vecino.” El Buda dijo: “Uno debería conquistar la ira a

través de la amabilidad, la perversión a través de la bondad, el egoísmo

a través de la caridad, y la falsedad a través de la veracidad.”

(Dhammapada, XVII, 3).

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No ser verídico conlleva un gran precio. Una vez que decimos una

mentira o engañamos a alguien debemos seguir un camino siempre

cuesta abajo, un camino de descenso para mantener la mentira.

Nuestras historias se vuelven más y más elaboradas hasta que se

vuelve obvio para todos que estamos fabricando el escenario entero y

que ya no somos confiables: nuestra credibilidad está destruida. Incluso

peor, perdemos nuestro propio respeto, nuestro sentido de que somos

seres humanos dignos. No sólo menospreciamos a otros cuando

mentimos, hacemos trampa, robamos, coaccionamos o engañamos;

nosotros mismos nos ensuciamos y sufrimos las consecuencias.

Precepto 3) Nos comprometemos a no robar

Un hombre me contó una vez que durante una visita al gimnasio local,

él se dio cuenta de que alguien se había olvidado de cerrar su casillero

donde había puesto sus ropas. Él vio que había una billetera en el

bolsillo del pantalón y decidió que era su deber tomar el dinero que

había en ella. “Eso le enseñará una lección, espero.” Me dijo. “Quizás la

próxima vez no será tan tonto como para dejar su casillero abierto.” El

grado al que racionalizaremos nuestras acciones cuando sentimos que

podemos ganar algo de ellas es ilimitado si somos negligentes acerca de

este importante precepto. Nada justifica tomar la propiedad de otras

personas.

En el mismo tono, si tomamos prestado algo de alguien, es nuestra

obligación devolverlo, y si lo dañamos, es nuestra obligación repararlo, o

compensar al propietario de alguna forma apropiada por el daño que

hemos causado.

Igualmente, este precepto va más allá del simple robo y no permite usar

el engaño y la mentira para causar que otros den involuntariamente lo

que no tienen, o para ganar algún beneficio o ventaja que no son

propiamente legítimas.

Precepto 4) Nos comprometemos a ser sexualmente morales

El sexo es un impulso natural para todas las formas de vida y no

existiríamos sin él, por ello no hay bases para considerar que es

inherentemente inmoral. Pero el impulso sexual, cuando está combinado

con el deseo egoísta puede descarrilarnos del Camino. Debemos ser

especialmente vigilantes para evitar las dificultades que vienen con la

conducta sexual imprudente y descuidada. “Moralidad sexual” significa

que actuamos responsablemente – que no dañamos a otra persona, o a

nosotros mismos, por causa de nuestro deseo de sexo. Este precepto

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pone énfasis en que debemos ser considerados, compasivos y serios en

nuestros encuentros sexuales. Nunca debemos involucrar a menores en

actos sexuales. Y seducir a otra persona a través del engaño, drogas

(como alcohol), u otros medios también viola este precepto. Cualquier

actividad que explota otra persona de esta manera – la utiliza para

motivos egoístas – le roba su humanidad. ¿Cómo puede esto ser de

ayuda para alguien?

El punto importante que debemos recordar es que necesitamos tratar a

la gente respetuosamente, compasivamente, y como seres humanos en

todas las situaciones. Debemos estar atentos de las consecuencias de

nuestras acciones: ¿Causan daño a alguien? Consideramos tanto el daño

psicológico como el daño físico y emocional. Si la respuesta es “sí”,

nuestra conciencia debería decirnos que nos detengamos.

Este es un precepto duro de mantener como puede parecer a primera

vista. Incluso el Buda se dice que reconoció esto, de una forma

humorística cuando dijo: “Si hubiera tenido otro obstáculo tan dificultoso

para trascender como mi sexualidad, nunca lo hubiera logrado”.

Precepto 5) Nos comprometemos a abstenernos del abuso de

alcohol y otros intoxicantes

Un hombre recientemente me hizo una confidencia. Me contó que una

vez el bebía y fumaba intensamente. Esto sucedió durante un momento

de su vida, en que las cosas eran muy difíciles. “Mi esposa era una

persona iracunda y tiránica y mis hijos estaban asustados. Ella tenía un

desorden mental que no había podido tratar y había convertido nuestra

casa en un infierno. Fue un tiempo difícil para mi que no terminó hasta

que me divorcié. Pero me quedé con ella hasta que los chicos se

mudaron fuera de casa y fueron a la Universidad. Luego de que no

estuviéramos más juntos, espontáneamente dejé de fumar y beber.

Incluso, no tuve ni que intentarlo… y lo extraño de todo esto fue que no

me pareció para nada difícil – Yo sólo no necesité cigarrillos o alcohol

nunca más, entonces dejé de usarlos. Este fue el primer momento en

que me sentí feliz en muchos años. Supongo que no necesité ahogar mis

penas en la bebida nunca más, porque no había más penas que

ahogar.”

La felicidad requiere que pongamos nuestra mente en el trabajo de ser

felices. La felicidad, en sí misma, elimina la necesidad – la causa – de

utilizar drogas intoxicantes. Toma un extremo esfuerzo ser felices a

veces, especialmente si vivimos con una esposa infeliz, trabajamos con

un jefe o un colega difícil, o estamos física o mentalmente enfermos de

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alguna manera. Pero cuanto más grande es nuestro esfuerzo, más

grande será nuestro éxito.

El Nirvana está en el Corazón tanto como en la Mente. Requiere un

esfuerzo implacable para reagrupar y enfocar las bellezas y alegrías que

la vida nos ofrece en lugar de las penas que son siempre

descaradamente obvias. No podemos movernos adelante en un camino

espiritual si sucumbimos a nuestros deseos de escapar a las penurias de

la vida a través de las drogas. Debemos enfrentar frontalmente las

penurias, y esto sólo puede ser hecho a través de enfocar propiamente

nuestra atención con un ojo claro y sobrio.

El Chan no tiene un sistema de castigo/recompensa. Seguir los

preceptos es voluntario, así como no seguir los preceptos es también

voluntario. Nos movemos por el Camino dando pequeños pasos. Tratar

de hacer todo perfectamente de una vez, resultará en el fracaso y

rápidamente nos daremos por vencidos. Si elegimos romper un

precepto, esto necesita hacerse con la elección consciente de que lo

estamos haciendo y que estamos preparados para enfrentar todas las

posibles consecuencias.

El reino samsárico de causas y consecuencias – karma – determinará la

dirección y resultado de nuestras acciones. Si tomamos alcohol podemos

levantarnos la mañana siguiente con un dolor de cabeza; si somos

alcohólicos en recuperación, podemos encontrarnos de vuelta todo el

tiempo con la botella; si tenemos una aventura extra-marital, podemos

terminar en la corte. Si elegimos matar a otra persona, o tener un

aborto, deberemos vivir con el daño inevitable que causará a nuestra

psique (este puede ser consciente, inconsciente o ambos) – y a veces

este daño puede ser ciertamente insuperable de trascender. Esta es

nuestra vida y es nuestra elección como la vivimos. Los preceptos no

son aleatorios o arbitrarios, sino que sirven a un propósito – nos ayudan

a liberarnos de los desafíos de la vida en el sámsara. Un maestro Chan

prominente dijo: “Es mejor haber tomado los preceptos y haberlos roto

a veces, que no haberlos tomado nunca”.

La gente a menudo me pregunta cuan seriamente deben tomar los

preceptos. ¿Significa la abstinencia de alcohol, por ejemplo, que nunca

deberíamos “compartir una bebida” con un amigo? ¿Significa que no

podemos usar vino para cocinar, o etanol en preparaciones medicinales?

Yo les recuerdo que el Chan es el camino místico del Budismo y nos

referimos a él como el “Camino Medio” por una buena razón. Tanto

como actuamos responsablemente y cuidadosamente hacia nosotros y

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los otros, somos libres de actuar libremente. A menos de que seamos

libres de actuar libremente, ¿Cómo podemos volvernos libres? Los

preceptos no son dogmas sino dharmas – sabiduría en la forma de guías

que nos ayudan a perseguir la vida espiritual – una vida que conduce a

la sabiduría, emancipación y liberación. Los preceptos son también guías

que nos ayudan en tiempos de imprecisión. Ellos nos sirven, no para

juzgar a otros, sino a nosotros mismos. Y si no hallamos ningún valor en

tomar los preceptos, deberíamos preguntarnos a nosotros mismos

porqué buscamos seguir el Camino Budista, un Camino cuyo comienzo

es la disciplina moral.

El Budismo Chan no es una

“filosofía de vida” como es

popularmente retratado, sino

un camino místico de

salvación que ofrece libertad

del eterno sufrimiento del

Sámsara. Requiere un gran

acuerdo de compromiso,

auto-disciplina, y motivación,

así como humildad. El Chan

no es acerca de lo que

pensamos acerca de la vida,

sino acerca de cómo vivimos

la vida. Es acerca de investigar dentro de nuestra propia naturaleza

como seres humanos y acerca de hacer contar cada momento de

nuestras vidas. Con agradecimiento, el Chan conduce a una siempre

creciente conciencia del Yo y a una simultánea elevación de la alegría en

nuestras vidas. Joan Sutherland Roshi, de “The Open Source Project”,

dice:

“El significado de nuestros votos surge de una exploración de nuestro

propio sentido de la integridad, y de nuestra propia sombra, así como

comprendemos que es una práctica de por vida. Es un proceso que es

paradójico, frustrante, mágico y a veces desagradable. Justo como la

vida. Aceptamos que cometeremos errores a lo largo del camino, pero

que ello no nos detendrá de seguir tratando. Esto es el loto en el fuego,

y es un proceso lleno de nuestro sudor, nuestras lágrimas, nuestras

dudas, nuestras generosidades, y a veces de remordimiento.”

“Afortunadamente, tenemos ayuda, porque también tomamos refugio en

nuestra práctica y en nuestros compañeros. Para algunas personas, esto

sucede la primera vez que caminan en una sala de meditación, cuando

sienten que han arribado a casa. Para otros, el sentido de retornar a

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casa crece lentamente a lo largo del tiempo, cuando la práctica se

profundiza, cuando se vuelven cada vez más íntimos con su propia

naturaleza verdadera, y la naturaleza verdadera del mundo. Para una

persona Zen, esta es la vuelta a casa definitiva, la que ninguna

circunstancia puede apartar de nosotros.”

Nota del autor: Si estás considerando vivir una vida en el Chan, escucha

las enseñanzas de nuestros ancestros y considera tomar un gran salto

hacia lo desconocido. Serás conducido a recompensas inimaginables y a

una vida rica de bellezas y alegrías, tristezas y penas. Esta es una vida

en el Mundo Real, de conocimiento interno sobre nosotros mismos y

acerca de cómo es ser completamente humano, y completamente vivo.

Ninguna actividad mundana les conducirá a este lugar de gloriosa paz.

Por medio de tornarte hacia lo interior con un audaz salto de fe,

encontrarás que todo está allí, esperando a que llegues.

La Respiración Saludable Revisada

La Respiración Saludable Revisada

Título original: The Healing Breath Revisited por el Rv. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traucido desde el inglés por Shi Chuan Fa
Versión española revisada por la Rev. Yin Zhi Shakya, OHY

“La práctica del pranayama puede describirse como un control voluntario de la inspiración, de la espiración y de la retención de la respiración. Esto se hace principalmente estableciendo una nueva condición de respiración que se pretende convertir en habitual tras la suficiente práctica voluntaria. En esta conexión se encuentra que la transición del esfuerzo al hábito va acompañada de una sensación en la mente (que podríamos llamar humor), que crece y se convierte en definitiva en el curso del proceso, más tarde siempre que uno encuentre que la respiración ha vuelto a un viejo e indeseado hábito se puede recordar la sensación del humor, y con un acto de voluntad prácticamente imperceptible, re-establecer el nuevo hábito.”

— Ernest Wood, Yoga

Todo el que entra en el muro sin puerta del Zen tiene una historia que contar. La mía empieza una tarde de verano cuando recibí la llamada de un amigo que se había mudado recientemente a otro estado. – He encontrado a una sacerdote budista que enseña Zen – me dijo – La noche pasada me dio un ejercicio pranayama llamado Respiración Saludable

– Inmediatamente me vi interesado. Tenía una cuestionable afición, coleccionaba ejercicios de meditación. No era maestro de ninguno, pero igualmente me sentía orgulloso de mi colección.

– ¡Cuéntame! – le dije con ávido entusiasmo. Hablamos un rato y después traté a realizarlo.

Al día siguiente seguía exasperado por mis fútiles esfuerzos. Llamé a mi amigo y me lamenté: – ¡Es un ejercicio duro!

– No se supone que sea fácil – me dijo – Tan solo hazlo.

Anteriormente había tratado muchos tipos de ejercicios respiratorios, pero ninguno resultó ser tan seductor como la Respiración Saludable. Su total simplicidad e inesperada dificultad me hizo pensar que debía de tener algo. No fue hasta años más tarde que saqué la Respiración Saludable de mi precioso baúl de ejercicios pranayama, y se convirtió en el único al que dedicaría mi esfuerzo. Tardé varios años en desarrollar la Actitud Correcta que sería necesaria para hacer funcionar el ejercicio.

La Respiración Saludable es todo lo que necesitamos para entrar en el Zen. Todo el que pueda respirar puede hacerlo: no requiere un conocimiento especial de sutras o filosofía, y no necesita un entorno especial como una sala de meditación, un monasterio o un templo; todo lo que requiere es la Actitud Correcta. En vez de explicar los detalles de cómo se realiza la Respiración Saludable (esto se explica con detalle en el capítulo 10 de El Séptimo Mundo del Budismo Chan), parece necesario explicar por qué la hacemos y describir los requisitos esenciales que debemos establecer antes de afrontarla.

Obstáculos

El aprendizaje empieza por el comienzo. Así como un profesor de matemáticas no intentaría nunca enseñar cálculo a un estudiante que no hubiera aprendido los principios rudimentarios de álgebra, un Maestro Zen no consideraría introducir meditaciones avanzadas a un estudiante que no haya aprendido primero a controlar la respiración. Cuando la gente cuenta que ha empleado años en practicar sin éxito una variedad de ejercicios de meditación, recuerdo mis propias experiencias y le digo que haga como yo hice: volver al comienzo y perfeccionar la Respiración Saludable. Hasta que se domina completamente la respiración hay pocas oportunidades de éxito con otras disciplinas de meditación, y permanecemos, inconscientemente, hundidos en el fango del Zen de los seis mundos, frustrados en nuestros esfuerzos y desilusionados con nuestro camino.

El escurridizo ego es inevitablemente el mayor obstáculo. Cuando patalea nos retorcemos como un pez fuera del agua. – ¿Por qué debo hacerlo? ¿Por qué no puedo realizar alguna otra práctica? ¡No tengo tiempo para hacerlo! ¿Puedo cambiar el ratio o proporción de 1:4:2 a 1:4:3? ¡No tengo la energía! ¡Tengo que llevar la colada a la secadora! – Nos escabullimos cuando nos enfrentamos a algo que no queremos hacer – a cada momento nuestra fe en la práctica se ve minada por el subversivo ego. ¿Por qué una práctica tan simple como respirar rítmicamente crea tanta resistencia y cómo puede superarse? Tener la Actitud Correcta requiere una fe incuestionable y una dedicación a la práctica con el propósito de tener éxito. Si no sabemos adónde vamos, ¿no preguntamos el camino? Y si se nos dice que sigamos recto y que en el segundo semáforo giremos a la izquierda, ¿no lo haríamos incondicionalmente? Esto es todo lo que significa la ‘Actitud Correcta’: seguir las instrucciones de buena gana, sin resistencia, con fe en que haciéndolo así llegaremos a nuestro destino.

Cuando nos encontramos luchando con la práctica, fabricando excusas para no llevarla a cabo, queriendo alterar el ratio o la proporción, o modificándola a nuestra manera, debemos reconocer que estamos escabulléndonos – inventando formas de evitar hacer el trabajo necesario. La Actitud Correcta significa no ceder a nuestros deseos sino afrontar la práctica como si nuestra vida dependiera de ello. A menudo le digo a la gente que se imagine a alguien apuntándole con una pistola en la cabeza – la energía y devoción hacia la práctica que esta imaginería puede inducir es lo que necesitamos para tener éxito. Hay una historia de un señor de la guerra, que mientras visitaba a su viejo Maestro Zen, escuchó a un novicio lamentarse de que no era capaz de concentrarse. – ¿Podría resolver este problema por usted, Maestro – preguntó el señor de la guerra? – ¡Sí, por favor -contestó felizmente el maestro! – El señor de la guerra fue a por una taza y la llenó de agua hasta el borde. Le pasó la taza al novicio y le dijo: Da vueltas al patio llevando esta taza de agua. Mientras lo haces, seis de mis mejores arqueros estarán listos para dispararte si derramas aunque sea solo una gota. – El novicio aprendió a concentrarse rápidamente.

Cuando realizamos cualquier práctica Chan de forma pasiva, esperando a que nos suceda algo misterioso, perdemos el tiempo y solo tenemos éxito en frustrarnos. Entonces, tras breve tiempo, nos damos por vencidos. Permitiendo complacernos en la holgazanería, no dejamos de dar vueltas a la montaña. No podemos tener éxito en ninguna meditación o práctica pranayama mientras no nos entreguemos a ella al 100% con nuestro corazón, nuestra mente y nuestro cuerpo.

Ocasionalmente puede haber un obstáculo físico como una subyacente condición médica que se manifieste en el sistema respiratorio o en el cardio-pulmonar. En este caso debe consultarse a un médico antes de intentar el ejercicio. Si el devoto fuma o daña su aparato respiratorio con drogas, la primera vez que se afronta la Respiración Saludable pueden aparecer problemas relacionados con respiración entrecortada o acompañada de silbidos. Si existen adiciones al tabaco (u otras drogas), o anhelos de cualquier clase, estos se difuminarán naturalmente y eventualmente desaparecerán si se practica la Respiración Saludable correcta y regularmente.

Efectos de la Respiración Saludable

La Respiración Saludable trabaja a tres niveles: el psicológico, el fisiológico, y el espiritual. Al principio estos tres niveles están interconectados como los hilos de una cuerda, cada uno depende de los otros para la fuerza, cada uno se hace más fuerte a medida que los demás se fortalecen. Cuando la práctica de la Respiración Saludable crece y madura, esta cuerda se vuelve más como un sedal de pesca monofilamento. Cuando los ‘componentes’ psicológico /fisiológico/ espiritual se unen en uno entramos en la gozosa bienaventuranza de la meditación.

Efectos psicológicos

La psicología depende de la existencia de un ego – una arbitraria fuerza de voluntad autónoma, auto-concebida y auto-creada. Cuando esta creación se agita nos volvemos deprimidos, furiosos, temerosos y ansiosos. El proceso de derrotar al ego produce esta agitación asaltándolo con la posibilidad de la extinción – algo a lo que el ego se opone ferozmente. Por esta razón el inicio de un régimen de Respiración Saludable puede provocar una ansiedad o depresión temporales. Cuando esto ocurre debemos comprender la relación causa-efecto y dejar que los efectos negativos se vayan tan fácilmente como aparecen; nuestra fuerza de voluntad es el único poder que el ego no puede resistir. Cuando sucumbimos al deseo del ego de una existencia segura, renunciamos a dominar nuestras vidas y caemos más profundamente en los confines del dominio ilusorio y samsárico del ego. Pero con una fuerte voluntad, pasamos a través de estos desagradables episodios de inseguridad psicológica, ganando cada vez en fortaleza. Con una práctica continuada nos volvemos inmunes ante cualquier situación de estrés psicológico, nace un nuevo poder de voluntad que puede identificar y extinguir cualquier estado mental no deseado con un esfuerzo insignificante.

Efectos físicos

Como todos sabemos en esta edad moderna, el cuerpo-mente es un sistema fuertemente interconectado – cambiar una parte del sistema influencia a todas las demás – así que no es sorprendente que una práctica regular de la Respiración Saludable ofrezca cambios beneficiosos a cada parte del cuerpo-mente. A medida que la mente se aquieta por el ejercicio de respiración lenta, el cerebro mejora su capacidad para regular la serotonina (c.f. Bujatti, M. and Reiderer, P., Journal of Neural Transmission 39: 257-267, 1976) y otros químicos responsables de controlar nuestra bioquímica: dormimos mejor, nuestro humor mejora, y nos volvemos más calmos y menos agitados. Además, los músculos se relajan, los sistemas cardiovascular y pulmonar se vuelven más fuertes y saludables, el aguante psicológico y la estamina se incrementan, mejora la digestión, y se expanden la capacidad mental de concentración y la memoria. Solo toma unos pocos días de práctica dedicada comenzar a realizar todos estos efectos.

Efectos espirituales

Todos somos seres espirituales por naturaleza, así que, en realidad, no hay nada espiritual que ganar con la práctica de la Respiración Saludable. Es decir, no hay nada que ganar que no poseamos ya. Lo que hacemos tiene que ganar el despertar de nuestra naturaleza espiritual. Con devoción religiosa hacia el ejercicio de la Respiración Saludable podemos ganar esa penetración; un evento que llamamos satori – una gestalt, una realización repentina de nuestra pura, libre y no-dualística naturaleza como seres humanos. Cuanto esto sucede vemos repentinamente al ego como una ilusión arbitraria y vemos, con claridad, lo que queda: nuestra Naturaleza Verdadera, o Naturaleza Búdica. Como un holograma, el todo está contenido en cada parte, pero hasta que se calme la mente y descanse el cuerpo, vemos con una mente que se lanza en todas las direcciones, creando distinciones de forma, sonido, olor, gusto, tacto, y pensamiento. Solo vemos las partes y no el todo.

Para la gente que es nueva en el Zen, la Respiración Saludable es un excelente lugar para empezar una práctica. Y para aquellos que han empleado muchos años estudiando Zen o han practicado una variedad de ejercicios sin un progreso significante, la Respiración Saludable es un excelente lugar al que volver. Incluso los adeptos utilizan la Respiración Saludable para comenzar su práctica, porque saben que rápidamente equilibrará su cuerpo-mente y preparará el camino de entrada en profundos estados de meditación.

Como recordaremos, la Respiración Saludable se desarrolla en tres partes, en un patrón cuidadosamente regulado al que nos referimos como “1:4:2”: una inhalación(1), un retención(4), y una exhalación(2). Esto significa que la respiración se mantiene cuatro veces la cantidad de tiempo tomada por la inhalación, y que la exhalación toma el doble de tiempo que la inhalación. Cuando comenzamos la práctica por vez primera, podemos usar una serie de 4:16:8, donde cada cuenta es un segundo. Entonces, a medida que la respiración se hace más fuerte y duradera, podemos cambiar a series de 6:24:12, y más tarde a 8:32:16, etc. A medida que trabajamos con la Respiración Saludable, aumentamos gradualmente el número de cuentas para duraciones cada vez mayores, manteniendo el mismo ratio y las cuentas de un segundo. Se puede utilizar un reloj audible para medir el tiempo en intervalos de un segundo, o, si se puede sentir o escuchar el pulso del corazón, se puede utilizar en su lugar. Cuando realizamos la práctica, detenerse para admirar los resultados no es una opción: una concentración continuamente enfocada en la cuenta es esencial. Con el Recto Esfuerzo y la Actitud Correcta, en un corto espacio de tiempo – días o semanas – empezaremos a notar sutiles cambios en el humor y la energía física, y nuestra conducta se volverá más calma y sosegada. Este es el poder del más simple de los ejercicios pranayama, un ejercicio que prepara el terreno para todas las prácticas Chan subsecuentes.

Feliz lo que sea

Feliz Lo Que Sea

Título original: Merry Whatever
por el Reverendo Yin Yao Shakya, OHY
Traducido desde el inglés, en un esfuerzo conjunto, por la Rev. Yin Zhi Shakya
y el Upasaka Zhèng Chún

La Navidad es una época del año que los Budistas del Continente Americano podríamos considerar diferente. No importa cuanto tiempo hayamos estado recorriendo el ‘Camino Medio’, la Navidad todavía se siente como ‘la Navidad’. Y todos nos comportamos como si fuera Navidad. Incluso una parte de nosotros quiere que sea Navidad, con preceptos o sin ellos. Jesús fue reconocido por el mundo entero como un gran Bodhisattva, pero qué decir de Santa Claus, ¿acaso es un occidental al estilo Jo Ti*, gordito, feliz, y vestido ridículamente? Así que, ¿qué hay de malo en celebrar un poquito? Especialmente cuando están repartiendo los pastelillos.

Por supuesto que nosotros los Budistas tenemos nuestros propios días festivos. Está el cumpleaños de Buda, su Gran Renuncia, su Iluminación, y su Parinirvana (el equivalente a la muerte para los seres comunes). Igualmente hay celebración para Avalokiteshvara, también conocida como Guan Yin. Maitreya tiene un día especial (Año Nuevo), como también Samantabhadra, Manjushri, Amitaba, y el Buda de la Medicina. Y por favor, ni se les ocurra preguntarme por el Buda de la medicina, pues no tengo ni la más remota…

Que yo sepa, ningún Occidental ha celebrado ninguno de estos días festivos, principalmente porque ocurren en el Calendario Lunar Chino Tradicional y no en el Calendario de chicas ‘Harlistas’ que regalan en el taller de la esquina. El último americano que de hecho se dio cuenta de la Fecha de un día festivo Chino fue el famoso astrónomo Carl Sagan, pero era ateo y está muerto, así que no será de gran ayuda. He tratado de ubicar a Walter Mercado, el astrólogo de la televisión, pero tampoco ha sido posible.

Los días festivos Budistas son todos muy parecidos. Para el cumpleaños de Buda entonamos los mantras y meditamos. Para Maitreya meditamos y entonamos los mantras. Para el Buda de la Medicina entonamos los mantras, meditamos y tenemos días libres para matricularnos en el seguro de salud. No hay mucha celebración involucrada. Ni realmente mucho espíritu de animación para Samantabhadra. Y definitivamente no hay bebidas especiales, con o sin Ron Cubano. Pienso que el Bodhisattva Avalokiteshvara lo dijo muy bien:

– Por lo tanto, Sariputra, en el Vacío, no hay forma, ni sentimiento, ni percepción, ni formación, ni conciencia; ni ojo, ni oído, ni nariz, ni lengua, ni cuerpo, ni mente; ni pavo, ni relleno, ni salsita, ni pudín de calabaza, ni esa extraña sustancia verde gelatinosa que no puede ser identificada; ni árbol decorado, ni oropel, ni los ornamentos del episodio de Viaje a las Estrellas con marca registrada, ni venados con luz artificial al frente de la casa, ni medias colgantes en la chimenea; ni discos de Navidad; y sobre todo tampoco regalitos. Si lo piensas bien, ¡es bastante aburrido!

Así que mi teoría es que tenemos que hacer lo mejor posible en estos días festivos Budeo-Cristianos, si es que somos capaces. El pavo y el relleno no están en nuestra dieta vegetariana; está bien. Pero, hay cantidad de bizcochos de frutas que nos han traído de regalo. Todas las personas se han aparecido con uno de ellos envuelto en papel celofán, a pesar de nuestras protestas, votos de pobreza y desapego. Bien, mantengámonos repitiendo: No existen, no son reales, no existen, no son reales, a medida que desenvolvemos la caja de herramienta que nos acaban de regalar. ¿Y qué pasa si se toman todo nuestro ponche de huevo, nos ponen un sombrerito con astas de venado lleno de lucecitas en nuestras cabezas, se paran arriba de nuestro nuevo sofá otomano, y nos hacen gritar cosas sin sentido hasta bien entrada la noche, cosas como: “fa-la-la-la-la,” “rum-pum-pum-pum,” “rata-plata-plan,” “fum-fum-fum,” “rom pampero, papero, soy-un-papero”, “oye-nonny-nonny,” “homana-homana-homana,” o “wop-bop-a-loo-bop-a-lop-bam-boom”? Bien, pensemos en los tiempos en que nos vestíamos con pijamas y bata de casa y pegando nuestra nariz al suelo recitábamos con toda seriedad “namo tasso baghavato arahato samasambhuddhassa”, incluso sin tener la menor idea de lo que estábamos balbuceando.

Tratemos de recordar todos los caminos que nos guían a la Iluminación. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar las formas o costumbres de los Bárbaros Occidentales?

Ahora para estar seguros de que hemos incorporado ‘el espíritu festivo’, invitemos algunos amigos a ir al templo más cercano y una vez allí, parémonos frente a él, sobre el césped, y cantemos lo siguiente, preferiblemente en Sánscrito:

Cascabel, cascabel, mantra cascabel,
Los cristianos celebran la Navidad pero los Budistas no podemos,
El incienso y los sutras son divertidísimos,
Ahora que el mantra cascabel ha comenzado.

Cascabel, cascabel, mantra cascabel,
Directamente desde Asia, y no del Levante,
Si tus medias están vacías, vacías como el Vacío puede ser,
No vengas a quejarte con este ser.

El mantra cascabel,
Es una recitación chévere
Cántala en el día de Pascuas,
El mantra cascabel,
Suena como una recitación tortura,
¡Qué te hará borrar todo tu karma!

Así que atúrdete monje,
Has sonar tus campanillas,
Hasta que te quedes sin aire,
Arrodíllate en muestra de tu respeto,
Hasta que sangre brote de tu frente,
Cascabel, Cascabel,
Eso es el Cascabel,
¡El mantra Cascabel!

¡Om, Om, Om! ¡Feliz lo que sea!

El Zen y la Rebelión Bóxer (budismo zen)

El Zen y la Rebelión Bóxer

Título original: Zen and the Boxer Rebellion
por el Reverendo Yin Yao Shakya, OHY
Traducido desde el inglés por Fenando Valencia [Zheng Chún], desde Bogotá, Colombia.

En China alrededor del siglo XIX, una sociedad secreta llamada ‘Los Puños de la Correcta Armonía’ comenzó un movimiento que quería arrojar a todos los extranjeros de su madre tierra. La historia conoce a estos rebeldes como los Bóxers.

Pero no nos ocuparemos de ellos. Este ensayo trata de otros bóxers (calzoncillos). Boxers enormes. Boxers Zen. Hace un tiempo, una especie de desasosiego invadió mi espíritu… así como a mis imponderables. Huecos por doquier, en cuerpo y el alma. La única solución era comprar unos deliciosos boxers blancos. Enseguida me dirigí al almacén y escogí un paquete muy bien ilustrado con dos pares de calzoncillos. Pronto sería la viva imagen del joven Adonis del empaque. Casual, se podría decir. Al llegar a casa los arroje, sin desempacar, a la gaveta de la ropa interior.

Allí permanecieron, fieles guardianes del desasosiego, hasta ayer. Era una de esas mañanas en que uno dice, “hoy es el primer día del resto de mi vida”, y decidí que si el universo iba a ser mi cóctel de ostras, lo menos que podía hacer era tomar el bar por asalto luciendo mis nuevas y relucientes prendas. Nada que levante más el espíritu que la sensación del percal ligeramente almidonado. Así que los saqué del plástico [¡Oh, qué sensación!] y los sacudí con anticipada excitación. Entonces, vi como la verdad me miraba fijamente desde cada uno de sus pliegues afilados. Había comprado sin darme cuenta UN ENORME Y BLANCO BOXER-PAPÁ.

Sí, había comprado los calzoncillos de mi papá. Eran vastos, voluminosos. Me llegaban hasta el ombligo y por abajo me cubrían hasta las rodillas. Si hubiera sido paracaidista, no necesitaría un paracaídas. Si fuera ir a acampar en las montañas, no necesitaría una tienda de campaña. Ningún marinero podría levantar una vela tan fácilmente como yo. Con vientos favorables podía llegar a Puerto Príncipe en dos días.

Evidentemente, mi deseo de niño de ser igual a mi papá se me estaba dando. Ahora no había nada que no pudiera hacer para ser igual a mi papá. Podía zapatear alrededor de la casa a las cinco de la mañana despertando a todos. Podía tirarme en el sofá y mirar el juego de football roncando a todo volumen. Podía agacharme a acariciar mi perro, ofreciendo mi trasero al mundo entero. Podía tirarme un viento más sonado que cualquier otra persona en el mundo. Todo lo que tenía que hacer para completar mi metamorfosis era ponerme una camiseta, unas chancletas, echarme mitad de la botella de Brut 33 y ¡PODÍA SER MI PAPÁ!

Ah, llegar a conocer el verdadero significado de los enormes y ondeantes boxers de mi papá. Recordé como cuando joven me quedaba observándolos, absorto en pensamientos, deseando que algún día yo también poseería los eternos misterios contenidos en la fina estampa de aquel algodón brillante. Y ahora mirándome como hombre, a medio vestir frente al espejo del baño, descubro que esta vestidura misteriosa todavía tiene un poder mágico sobre mí: la banda elástica que sostiene por igual el estómago disecado del asceta y a la barriga gigante del escritor técnico, la etiqueta que enseña el verdadero camino a la pureza y la bondad: “lavar en lavadora, usar secadora en bajo.” Y la pequeña abertura al frente sin la cual mi vida sería de hecho muy incomoda.

Pero no se podía esperar que fuera de esta forma. Era un asunto de fe de que el vasto e inescrutable mecanismo del universo siempre se asegurara que yo permaneciese el despampanante Adonis del paquete de los bóxers mientras que Papá seguía con la impropia labor de envejecer. Desde la adolescencia yo había ignorado todas esas ridículas ideas y conductas que me habían llevado al presente estado de monstruosidad avanzada. Yo había hecho todo al derecho. Todo estaba en su sitio. Él era el Papá. Yo era el Niño. Por siempre y siempre… amén.

El karma, como de costumbre, tenía otros planes.

Mi ‘crisis-sartórica’ me obligó a considerar la posibilidad de que el Niño, en efecto, estuviera llegando a su fin. Un rápido examen de conciencia reveló una llanta generosa, los ligamentos de las rodillas destrozados, reflujo, acidez y varios síntomas menos obvios de ‘PAPÁ-avanzado’. Evidentemente, mi obsesión con no ser PAPÁ era una distracción perversa, una que me impedía ver lo que cualquier necio podría ver: Yo ya había desarrollado la marca de la edad madura. En alguna parte había una lección para aprender. Y era de mí encontrarla. No tuve que buscar por mucho tiempo.

No se espera que cedamos ante la adversidad… que usemos nuestros enormes y ondeantes calzoncillos blancos de PAPÁ como la bandera de la rendición, la mortaja del entierro o algo para los arqueólogos del futuro… o para quemarlos en una protesta sin sentido. ¿Pero qué debo hacer con estos bóxers? ¿Botarlos simplemente? ¿Hacer túnicas nuevas para los Niños Cantores de Viena? ¿Empezar una colcha para las víctimas de la edad madura?… ¿QUÉ? En alguna parte de toda esa tela blanca había un mensaje, quizá el secreto de la vida revelado. Yo sentía la carga del pensamiento.

¿Qué haríamos en Zen? Reflexioné un momento en posibles respuestas religiosas a esta pregunta. ¿Declarar mi independencia de la opresión de las apariencias? ¿Pensar en todos los pobres en el mundo que no tienen ningún tipo de interiores para ponerse?

De algún modo se me ocurrió que esta ancha extensión de algodón era la verdad en grande. Mene Mene Tekel… Simplemente no era muy saludable haber conseguido estar tan grande tan rápido y, sí señor, había que morder el polvo: Apretar los dientes y comenzar a salir a trotar todas las mañanas. ¡Ponerme en una dieta Sattvica! Finalmente pronuncié las palabras que tocaba. La gaseosa tendría que pasar de la Cosa Real a la dietética. Lloriquearle a los chocolates. Los dulces desterrarlos para siempre de mi alimento matutino… y del de mediodía, y de la tarde también. Sin fórmulas mágicas. Sin píldoras. Nada menos que un cambio de forma de vida… Frutas frescas y esas cosas que llaman verduras. Tortillas sin la manteca de cerdo. El queso sin cuajo. Perros calientes y pizza de Tofú. ¡Cero nachos! (No hay fin al castigo por unos años de exceso.)

El Zen, como usted podría esperar, exige un plan de acción constructivo. Había llegado el horrendo momento de practicar lo que había predicado (Nunca imaginé ver llegar el día).

Comprendí que la verdadera libertad es posible solo a punto de disciplina… empeño… sacrificio. No nos ponemos en forma a punto de remembranzas o sugerencias, como canapé en una bandeja de posibilidades. Y tampoco es posible la buena salud. Debemos algo a cambio de esta vida… y ese algo hay que cuidarlo. Qué barbaridad, ese ya era un pensamiento bastante pesado.

Yo necesitaba un poco de apoyo. Fui a la estatua de Ho Ti – toda esa grasa y esa risa jovial – esa barriga para frotar para la buena suerte. Con gran esfuerzo lo vi sentado luciendo unos bóxers blancos… y el espectáculo era horrible. Es la única cosa que me hace seguir adelante.

El Problema Octogésimo Cuarto (La vida cotidiana y el zen)

El Problema Octogésimo Cuarto (Ochenta y Cuatro)
Título original: The Eighty-Fourth Problem
por el Reverendo Yin Yao Shakya, OHY
Traducido desde el inglés por la Rev. Yin Zhi Shakya, OHY

Este ensayo trata acerca de los problemas – de la clase que todos compartimos. Grandes y pequeños, problemas que nos causamos nosotros mismos y problemas que el mundo nos inflige.

Una vez un hombre vino a ver al Buda porque había oído que el Buda sabía como solucionar los problemas. El hombre tenía más dificultades de las que él podía soportar, así que se arrodilló y le suplicó, “Señor, mi vida no es nada más que conflictos y sufrimientos. Ayúdame a encontrar la paz.”

El Buda sonrió. “Hermano, dime cuál es el problema.”

“Yo soy un campesino,” dijo el hombre, “un buen campesino. Disfruto trabajando en la labor. Pero siempre hay un conflicto con el clima. Algunas veces no llueve suficiente y mi cosecha se muere, entonces mi familia no tiene nada que comer. Otras veces llueve mucho y mi cosecha se malogra, y mi familia casi se muere de hambre. No importa lo que yo haga, mi vida no me trae nada más que ansiedad.”

El Buda escuchó tranquilamente como el hombre continuaba.

“Yo tengo una esposa y dos hijos. ¡Los amo a todos, pero algunas veces ser esposo y padre, es nada más que dolores de cabeza! Mi esposa siempre me reprende tanto que aunque viva hasta los cien años, ¡no tendría tiempo para imaginarme todo lo que ella quiere de mí! ¡Y mis hijos! Ellos comen mi comida y gastan mi dinero, pero no respetan ni a mí ni a la tierra. Ellos vagabundean, inútil y egoístamente.

El Buda movió la cabeza.

“¡Y entonces, están mis vecinos! Éste me roba el agua; aquél coloca su cerca en mi propiedad. El otro camina su ganado a lo largo de mi propiedad. Y el peor de todos, tiene un hijo idiota que está enamorado de mi preciosa hija. No puedo trabajar en mi cosecha sin tener que discutir con uno de ellos acerca de algo.” El hombre continuó de esta forma, cuidadosamente catalogando todos sus problemas. Después de una hora más o menos, él estaba casi en lágrimas, y muy agitado al hablar. Él inclinó su cabeza y esperó que ‘El Iluminado’ hablara las palabras que terminarían con su sufrimiento.

El Buda dijo, “Hermano, lo siento mucho. No puedo ayudarte.”

El hombre no lo podía creer. “¿Qué quiere usted decir, que no puede ayudarme?” Y entonces, disgustado, se puso a renegar. “¿De qué sirve usted si no puede ni siquiera decirle a un simple campesino como mejorar su vida?” Entonces se paró para irse. El Buda respondió, “Es verdad que no puedo ayudarlo. Y no creo que alguien más pueda hacerlo. Pero quizás yo le pueda decir como obtener ayuda de una persona que puede ayudarlo… usted mismo.”

El campesino se sentó y escuchó.

“A usted,” dijo el Buda, “y a todos y cada uno que nacen en este mundo del Samsara les ha sido dado ochenta y tres problemas. Usted trata con ellos lo mejor que puede. Ya sea si meramente los sobrevives o si los trabajas constructivamente para resolverlos, encuentras que tan pronto solucionas uno, otro instantáneamente surge y toma su lugar. Así es la vida.”

El campesino consideró esto. “Si,” dijo él, “pero, ¿podemos resolver los Ochenta y Tres problemas en el tiempo de esta vida?”

“Ah”, dijo el Buda, “ese es el problema. Una vez solucionados, ellos no se mantienen así. Ellos continúan regresando, algunas veces en diferentes lugares y otras veces con diferentes personas.”

“Entonces, ¿nunca seré feliz? ¿Estos Ochenta y tres problemas me seguirán incluso hasta la tumba?” De repente el campesino se enfureció. “¿Qué clase de enseñanza es ésta? ¿Qué voy a hacer ahora?

“Bien,” dijo el Buda, “Puedes resolver el problema Octogésimo Cuarto (Ochenta y Cuatro).”

“¡Oh, maravilloso!”, dijo el hombre sarcásticamente. “¡Ahora tengo Ochenta y CUATRO problemas! ¿Y cuál puede ser ese problema?”

“El problema Octogésimo Cuarto” replicó el Buda, “es decidir no tener ningún problema.”

Y de eso es todo lo que se trata.

Al igual que todos nosotros, el pobre campesino tuvo la experiencia de su vida con problemas y frustraciones. Al igual que todos nosotros, él soñó ponerle fin a sus problemas de una vez por todas. Pero como cualquiera que llega al budismo, él tuvo que progresar más allá de la Primera Noble Verdad: La Vida en el Samsara es agria y dolorosa.

De hecho es, que ser budista no hace que los problemas de la vida se desvanezcan. Un budista todavía tiene un trabajo, una familia y problemas de tráfico con los que se tiene que enfrentar. Ni tampoco el Budismo ofrece soluciones cómodas y fáciles de digerir para cada uno de los problemas agrios que la vida nos pone en nuestro plato.

El Budismo nos enseña que los problemas van con la vida al igual que la humedad va con el océano. Solamente los muertos no tienen problemas. Y ciertamente no encontraremos ningún consuelo en decirnos a nosotros mismos, “Bien, la próxima vida será mejor.” Estar vivo en cualquier tiempo y en cualquier lugar es un esfuerzo. Es nuestra actitud hacia la vida, la que determina si observamos o no ese esfuerzo como un problema o como un reto.

George Polya, ese matemático prominente que trabaja para solucionar problemas matemáticos, dijo, “Un gran descubrimiento resuelve un gran problema, pero hay una pequeña partícula de descubrimiento en cada problema.” Y, este es el acercamiento Budista: comprender los problemas, grandes y pequeños, buscado en cada uno de ellos la pequeña semilla del descubrimiento. Hay un gran goce en solucionar un problema cuando vemos ese problema como el origen mismo de su propia solución.

Nosotros estamos propensos a perder la perspectiva. Vemos un obstáculo y estamos ciegos al hecho de que es, en estar vivo y en ser capaz incluso de ver el obstáculo, lo que nos da la habilidad para vencerlo.

Muy a menudo, la forma mejor que tenemos de lidiar con un problema es considerarlo menos importante que los problemas de los demás. Encontramos consuelo en las banalidades. “Lloré porque no tenía zapatos hasta que vi un hombre que no tenía pies.” Pero el Budismo dice, “¿Por qué lloras porque no tienes zapatos? Deja de llorar, y encuentra una forma de obtener tu mismo algunos zapatos. ¡Soluciona primero, el problema Octogésimo Cuarto!”

Recientemente vi un grupo de muchachos que no tenían pies. Estaban jugando al baloncesto en sillas de ruedas. Ellos estaban riéndose y gritando sin diferencia alguna en la forma que ellos hubieran actuado si hubieran estado conduciendo su ofensiva y defensiva con los dos pies. Estos hombres estaban en el momento Octogésimo Cuarto, en el juego, disfrutando la vida.

El mundo está lleno de hombres que tienen dos pies pero que no disfrutan nada y protestan de casi todo porque ellos no pueden encontrar esa pequeña semilla de descubrimiento dentro de ninguno de sus problemas.

Los hombres en las sillas de ruedas aceptaron lo que había sido puesto en su plato, y sin importarles lo agrio que era, dejaron que eso los nutriera. Ellos hallaron una forma de resolver su problema y de encontrar la satisfacción del descubrimiento en esa solución.

Y esto es lo que aquel campesino necesitaba hacer. En lugar de quejarse, él necesitaba responder a los retos del clima adquiriendo otras destrezas, ocupándose de que él y su familia aprendieran el intercambio o una habilidad agrícola de forma que cuando hubiera sequías o inundaciones, ellos hubieran podido ser capaces de continuar prósperos. Él necesitaba reunirse con sus vecinos y discutir las soluciones de la ley, el respeto mutuo y el trabajo en grupo, en lugar de oponerse.

Hay un goce en descubrir, en crear algo nuevo y útil, en aceptar un reto e involucrarnos nosotros mismos constructivamente en su solución. Todos necesitamos resolver primero, el problema Octogésimo Cuarto. Esa es la actitud. Esa es la Gracia. Es el estar agradecidos de estar vivos aquí y ahora y ser bendecidos con todos los otros Ochenta y Tres retos de la vida.

¿Cuánto “Zen” Puede Haber en Eso? (budismo Zen)

¿Cuánto “Zen” Puede Haber en Eso?

Título original: How “Zen” is That?
por Reverendo Yin De Shakya, OHY
Traducido por la Rev. Yin Zhi Shakya

Presentado el 16 de marzo de 2003

Tengo un amigo que tiene la costumbre de hacerme la siguiente pregunta… Cada vez que parezco reaccionar ante algo, con cualquier grado de emoción, particularmente cuando me enojo por algún motivo, me pregunta – ¿Cuánto Zen puede haber en eso?

Hace un año más o menos, uno de mis vecinos se enteró que mi cabeza rapada no era una declaración de última moda, sino que yo era un verdadero sacerdote budista Zen; así que se acercó a mí preguntándome: – ¡Oye mi amigo, me enteré que eres budista Zen. ¡Que chévere! Ahora sé porque eres tan sereno y dulce en todo momento. Me encanta el Zen. Por cierto, ¡acabo de un comprar té verde ‘Zen’! Si tienes tiempo, ¿podrías enseñarme Zen?

Bueno, primero lo primero. Conociendo que mi vecino es cristiano y que no estaba interesado en el budismo como religión, le dije – No te gustaría, es realmente aburrido. Lucía insatisfecho con mi respuesta. Me reí y le dije – de todas formas, continua con el té verde, es buenísimo para la salud.

Cuando le conté este pequeño incidente a mi amigo, me dijo – ¿Cuánto Zen puede haber en eso? Este tipo te pide que le enseñes Zen, ¿y es eso lo que le has respondido? No en balde hay tan pocos budistas por aquí.

Entonces unos días después, al final de una conversación sobre jardinería y los cambios en el clima, mi vecino me dijo de nuevo – ¿Podrías prestarme un libro sobre Zen? Cómo te explico… es que realmente suena como una filosofía muy chévere. Esta vez lo referí a nuestra página web y le sugerí que leyera varios artículos, y que si todavía estaba interesado con gusto le prestaría el libro que me había pedido. Nunca volvió a tocar el tema en nuestras conversaciones. Todavía lo veo ir a la iglesia el domingo; pero pienso que ha descubierto que hay un poco más en el Zen que el té verde y los pronunciamientos enigmáticos.

Es sorprendente cómo tantas personas, incluso aquellos que se dicen ser budistas, piensan que el Budismo Zen es una filosofía impasible – y nada más. Seguro, hay gran ayuda de la filosofía en el Dharma. Pero la filosofía por si sola no nos proporciona la oportunidad de vivir las profundas experiencias espirituales que la práctica del Budismo Zen nos permite. No son los filósofos los que experimentan el éxtasis de la unión divina; son los devotos. Tiene que haber en el camino ese otro elemento. ¡El Budismo Zen es una religión!

El Zen no es una tendencia y definitivamente no es un club. No hay estatutos o regulaciones escritas que apliquen universalmente a los budistas Zen. Algunos son vegetarianos; otros comen pescado, mientras otros comen toda clase de carnes. Algunos se rigen por dieciséis preceptos y otro por cinco. Pero hay una experiencia común a todos los Budistas Zen. Dicha experiencia es el Zen del Budismo Zen. Y el prefijo le da a este camino su carácter distintivo. Zen significa Meditación. Nosotros somos Budistas Meditadores. Este es nuestra puerta principal a lo divino. Practicamos los métodos de meditación, los que eventualmente nos capacitan para darle un vistazo a eso que no podemos describir; sin embargo cada practicante sabrá cuando esto haya ocurrido.

Nosotros buscamos la experiencia universal de la unión divina. El Zen y el Budismo son las dos cosas, el fin y los medios para lograr ese fin. El camino es la meta; no podemos tener lo uno sin tener lo otro. Es como decir – me gusta la derecha pero no la izquierda. – ¡Ahora, si removemos la izquierda, entonces el medio se convierte en la izquierda! No, no podemos tener lo uno sin tener lo otro. El Zen es parte del Budismo, y el Budismo es un elemento del Zen.

Si quieres unirte a un ‘Club Zen’, usar ropa oriental bien chévere, practicar sentarte muy quieto aparentando clama, comprar todos los libros sobre el ‘Zen y el Arte de…’, y obtener toda la parafernalia Zen, el incienso, las estatuas, las imágenes y etc. y etc., pues simplemente hazle. Pero entiende que no estarás practicando Zen. Sin los sentimientos internos de devoción, sin el deseo de servir a otros, sin la humildad personal y el espíritu generoso, sin la bondad y la fe y las manos unidas en suplica a nuestro Señor, estarás actuando falsamente y simplemente practicando el arte de fingir y el auto-engaño. Créeme, eso es todo un arte, el cual, por cierto, practiqué con maestría por un buen tiempo.

El Zen es simple, después se torna difícil, más adelante imposible, y luego simple otra vez. Ahí tiene su origen el concepto de ‘la mente del principiante’. El principiante no tiene nada que lograr ni nada que desaprender. Todo es nuevo, y en una forma inocente, el principiante está lleno de admiración. Pero cuando comienza a tratar de entender lo que todo esto significa, y lo discute basado en prejuicios y puntos de vista individuales, se comienza a alejar cada vez más y más del Zen. Eventualmente, si la práctica es regular y hay un progreso suficiente para mantener su interés, la mente del principiante se revelará a sí misma otra vez. La humildad ganada después de años de meditación estéril y de sufrir en el camino sin realmente ver a dónde lo lleva, borrará su falso orgullo y su vana certeza, y la experiencia de comenzar reaparecerá.

Así que no podemos comprar nuestro camino al Nirvana, ni leer nuestro camino al Nirvana, ni hablar nuestro camino al Nirvana… pues solamente hay un camino a la montaña. ¡Tenemos que hacer el trabajo y desprendernos del ego!

¿Cuánto Zen puede haber en eso? Es solamente eso. Zen.

Nota: Le extendemos nuestras más expresivas gracias a Fernando Valencia (Zhèng chún) por su participación experta del idioma Español, en la corrección de la traducción de este ensayo.

La Esperanza y la Fe

La Esperanza y la Fe
Por Rev. Yin De Shakya, OHY
Traducción al español por la Rev. Yin Zhi Shakya, OHY

domingo, 27 de marzo de 2005

Hace unos días, un amigo me pidió que le explicara sobre cómo nosotros los
budistas deberíamos tratar con conceptos, palabras y emociones que parecen
ir en contra de lo que hemos aprendido, pero que todavía parecen ser tan
“reales” como antes de llegar a ser budista. Me preguntó específicamente,
acerca de los conceptos de la esperanza y la fe, ya que él había estado
escuchando una discusión entre un budista y un amigo suyo. Su amigo decía
que él tenía la esperanza de que la paz mundial sería posible algún día, y el
budista se rió y dijo, “Como Budistas que somos se supone que nosotros
tengamos una mente científica, no nos conciernen las ideas imprácticas de
esperanza y fe”.
Me quedé atónito, y le expliqué a mi amigo que la esperanza es un
sentimiento de júbilo, que nuestra práctica, como Budistas Chan/Zen,
involucra el abrazar todo lo que sea alegría, satisfacción y gozo en la vida.
Nosotros expresamos la esperanza con nuestro deseo de ver a los otros
iluminados, y con nuestro deseo de ver que hay un final para la hambruna, la
guerra, y todas las otras formas de sufrimiento. Fue la esperanza la que
inspiró al Buda a enseñar su camino místico del Dhyana (Chan / Zen /
Meditación) a sus discípulos.
Quizás algunas personas asocian “la esperanza” con la vulnerabilidad – ellas
piensan que eso significa que le hemos entregado, la solución final a la
situación, a algún poder mayor. Ellos piensan que un budista debería ser frío
e indiferente. En el Budismo nos referimos frecuentemente a las Cuatro
Emociones Perfectas: Metta – Amor; Karuna – Compasión; Mudita –
Bienestar Gentil; y Upekka – Ecuanimidad. Aunque la “esperanza” no es
identificada específicamente en esas cuatro, ella subyace a todas ellas. La
Esperanza está unida con el entendimiento, nos da la habilidad de actuar en
el mundo en una forma iluminada.
En otra conversación, discutimos que es lo que nos mantiene regresando por
más Zazen cuando sabemos que tendremos la incomodidad del dolor de las
piernas y/o la espalda como ya lo hemos experimentado. Nosotros
conocemos que la agonía de nuestras mentes nos implora que encontremos
cualquier pretexto para levantarnos del cojín y salir corriendo por la puerta
del Zendo, pero por alguna razón nos mantenemos en él. ¿Por qué? Es la
esperanza y la fe – en nosotros mismos, en nuestro maestro, en el Buda, y
en el Dharma, que nos sigue impulsando. Sin esperanza y fe seguramente
nos rendiríamos.

Como dijo el famoso Maestro Chan, Miao Yun: “Bajo la iluminación de la luz
del conocimiento y la compasión, tenemos una esperanza maravillosa y
descomunal. Aquellos que practican el Dharma difícilmente se rendirán al
temor-al-fracaso porque ellos han recibido la luz del Dharma del Buda y
porque tienen una fe firme en un futuro brillante”.
La “Esperanza” y la “Fe” tienen definiciones similares para los Budistas –
podemos tener fe en que llegaremos a conocer nuestros ‘Yos’ Verdaderos,
pero eso no es una fe ciega. Es una fe basada en la experiencia, el
conocimiento, y el amor que han sido trasmitidos de generación en
generación.
Mi amigo respondió: “Parece que hay algunos que piensan que uno debe
remover la emoción, lo místico, y lo espiritual del Budismo – parece como si
le arrancáramos el corazón. Ellos son reductores que tratan de reducir las
cosas con sus explicaciones. El gozo del Budismo, para mí, es que ha hecho
mi vida mucho más grande, para poder incluir muchas cosas más.
“A medida que nuestra práctica progresa en el Budismo”, digo que, “nuestro
entendimiento acerca de muchas cosas cambia; incluyendo nuestro
entendimiento de los conceptos de esperanza y fe. Nuestro entendimiento
nuevo y más desarrollado de la esperanza y la fe puede que no esté de
acuerdo con las definiciones que otras personas tengan para esas palabras o
emociones, y que les causen incomodidad a las que no definan las palabras
en la misma forma que nosotros lo hacemos. El mismo argumento
frecuentemente sale a relucir entre los budistas con palabras como “Religión”
o “Dios” o “Salvación”. Algunas veces es fácil para nosotros, como budistas,
ver la realidad fundamental que esas palabras y símbolos identifican, pero
otras veces nos agarramos a una definición y no podemos aceptar un punto
de vista diferente. Ahí es donde el problema comienza – comenzamos a
agarrar y a aferrarnos. Queremos que todo esté definido – fijo y rígido. No
nos gusta tener nuestras ideas acerca de cuál es la realidad que nos está
confrontando. Y no nos atrevemos a dudar que nuestra noción esté
equivocada o errónea”.
Mi amigo se sonrió a todo esto, entonces me dio las gracias por el
discernimiento y la penetración. Parecía más aliviado al conocer que era
correcto tener esperanzas. Parecía que su fe en el Camino había sido
renovada.

Domingo, 27 de marzo de 2005
11:36 a.m.

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