El Comienzo del Camino Chan: El Triple Refugio y los Preceptos


El Comienzo del Camino Chan: El Triple Refugio y los Preceptos

Por Rev. Chuan Zhi Shakya, OHY
Traducido al español, desde Buenos Aires, Argentina, por Facundo Larosa
(estudiante de la Rev. Yin Zhi Shakya, OHY)

Presentado el 25 de Enero de 2005

“Los fundamentos de nuestra

práctica deberían ser primero, ser

honestos y honrados; segundo,

desconfiar de la maldad; y tercero,

ser humildes dentro de nuestro

propio corazón, ser reservados y

contentarnos con poco. Si nos

contentamos con poco respecto a

nuestra habla y a todas las otras

cosas, nos veremos a nosotros

mismos y no estaremos distraídos.

La mente tendrá un cimiento de

virtud, concentración y sabiduría”.

“Virtud, concentración y sabiduría

forman juntos el Camino. Pero el

Camino no es aún la verdadera enseñanza, sino meramente el Camino que te llevará a

ella. Por ejemplo, digamos que viajaste por el camino de Bangkok a Wat Pah Pong; el

camino era necesario para tu viaje, pero tú estabas buscando a Wat Pah Pong, el

monasterio, no el camino. De la misma manera podemos decir que la virtud,

concentración y sabiduría son exteriores a la verdad de Buda, pero son el camino que

lleva hacia esa verdad. Cuando tu hayas desarrollado estos tres factores, el resultado

es la más maravillosa paz”. – No Ajahn Chah

Algunos de nosotros llegamos al punto en nuestras vidas en el que

sabemos que ya no podremos continuar como hasta ahora – nuestros

dolores y sufrimientos son demasiado grandes. Sabemos que algo debe

cambiar – y sabemos que es nosotros mismos. Comenzamos a buscar:

no sabemos que, o donde, pero miramos en todas direcciones.

Debe haber un fin para este terrible sufrimiento, sabemos, y no

pararemos hasta encontrarlo. Si somos afortunados, nuestra búsqueda

puede guiarnos hasta el comienzo del camino Chan y, si somos lo

bastante valientes, emprenderemos la más extraordinaria travesía. No

sabremos hacia donde estamos yendo, pero procederemos con la fe de

que seremos conducidos fuera de la ciénaga que tan desesperadamente

dejamos detrás. A medida que avanzamos, descubriremos que otros han

hollado el mismo camino antes que nosotros, dejando huellas que

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podemos seguir. Su sabiduría nos dará señales que nos conducirán

hacia delante y en ascenso. Comprenderemos cuan afortunados somos

al no tener que caminar solos, ya que veremos cuan fácil es perder de

vista la senda. Abrazaremos la sabiduría de aquellos que han ido antes

que nosotros entendiendo que esto nos ayudará a hacer un progreso

rápido de ascenso a la montaña – un viaje más corto a la cima.

“La gente sufre en un lugar, entonces ellos se van a alguna otra parte. Cuando

el sufrimiento surge allí, salen corriendo nuevamente. Ellos creen que están

escapando del sufrimiento, pero no lo están. El sufrimiento va con ellos.

Acarrean el sufrimiento con ellos sin saberlo. Si no conocemos el sufrimiento,

no podemos conocer la causa de é. Si no conocemos la causa del sufrimiento,

entonces no podremos conocer su cesación. Así, no hay forma de escapar de

él”. – No Ajahn Chah

¿Dónde comenzamos? No empezamos a escalar el monte Everest desde

la plataforma de la tercera estación. Comenzamos desde abajo,

ascendemos un poco, establecemos un campamento, esperamos unos

pocos días para permitir que nos habituemos a la altitud, luego nos

movemos un poco de nuevo, lentamente, paso a paso. Esta es la misma

forma en que procedemos en el ‘Chan’. Comenzamos desde abajo, y

trabajamos nuestro ascenso, lentamente, paso a paso. Hacer cualquier

otra cosa nos guiará al fracaso. Un alpinista, si es trasladado por

helicóptero a mitad de camino de la cima del Everest, sufrirá una severa

hipoxia y podría perder la conciencia o incluso morir debido a la

repentina reducción de oxígeno. Hay peligros de igual magnitud en el

Camino Chan, pero estos peligros son predominantemente psicológicos.

Nuestras mentes y psiques deben estar preparadas para cada avanzada

que hacemos, a medida que ascendemos si queremos llegar con

seguridad a la cima. Si no nos preparamos para nuestro viaje, antes de

comenzarlo, probablemente nunca llegaremos a la meta. Y aquí es

donde la sabiduría de nuestros ancestros Chan ofrece una guía

invaluable.

El Chan comienza con la comprensión de las Cuatro Nobles Verdades

de Buda. Éstas contienen el Camino Óctuplo, que, a su vez, contiene los

Preceptos. Nosotros hemos discutido ya las Nobles Verdades y el

Camino Óctuplo, así que si nuestras opiniones y comprensión están

alineadas con estas enseñanzas fundamentales, podemos estar

inspirados para tomar el Triple Refugio y recibir los Preceptos. Si

nuestros motivos se deben a otras razones: si nos sentimos solos y

queremos unirnos a un grupo social acorde a nuestros intereses; si

queremos una situación para podernos sentir “importantes” y ganar

prestigio o poder sobre otros; o si queremos afiliarnos a una

organización para ganar dinero, entonces no estamos listos para el

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camino espiritual que requiere, desde el corazón, soledad, humildad,

desapego y reflexión. Sólo nosotros podemos conocer nuestros

verdaderos motivos para convertirnos en Budistas. Si nuestros motivos

son más externos que internos, una membresía en una organización de

cualquier clase no nos ayudará en nuestra búsqueda de transformación

espiritual.

Convertirse en un Budista Chan no requiere de ningún número

específico de años de estudio, la memorización de textos canónicos, o la

recitación de credos religiosos, pero ayuda el tener conocimiento de

algunos importantes textos históricos del Chan (Presionar para llegar

a ‘Lecturas relacionadas’).

“¿Es necesario tomar los Preceptos?” nos preguntamos. Cuando por

primera vez aprendemos a conducir un auto, lo hacemos con

entusiasmo porque deseamos fuertemente alcanzar la libertad y la

independencia que el conducir simboliza. Esto es, de alguna forma,

como tomar el Triple Refugio. Tenemos fe de que si seguimos las reglas

y nos hacemos “buenos conductores” tendremos una nueva clase de

libertad que no habíamos tenido previamente. Las reglas de conducir

son como los Preceptos – para alcanzar nuestra meta debemos trabajar

dentro de las reglas. Las reglas nos protegen – nos guardan contra las

colisiones – y nos mantienen andando en la dirección correcta. Al

principio, pueden ser difíciles de seguir, pero con práctica y

perseverancia se vuelven automáticas y nos ayudan a lograr las

recompensas que estamos buscando.

Existe un antiguo proverbio Chan que dice: “Cuando el estudiante

está listo, el maestro aparecerá. Cuando el maestro está listo, el

estudiante aparecerá”. Aceptar los Preceptos y el Triple Refugio de un

sacerdote puede ser una forma de establecernos firmemente en el

Camino Chan. Cuando los Preceptos son dados y recibidos, el sacerdote

se convierte en un recurso confiable para el discípulo. Como esta

relación voluntaria entre sacerdote y discípulo evoluciona luego de que

los Preceptos son dados estará determinado por las necesidades y el

desarrollo espiritual de ambos, el discípulo y el sacerdote.

El Triple Refugio

B

uddham saranam gacchami, Tomo refugio en el Buda

Dhammam saranam gacchami, Tomo refugio en el Dharma

Sangham saranam gacchami, Tomo refugio en la Sangha

4

Tomar refugio es una forma

de desplazar nuestras

mentes lejos de sus

ataduras. Es una forma de

comprometernos con el

Camino, de alentarnos a

poner nuestras propias ideas

y opiniones a un lado para

ser guiados por algo más

grande. La naturaleza de la

psique humana es apegarse

en alguna parte, lo cual

parece, inicialmente, no

concordar con las Cuatro Nobles Verdades del Buda que proclaman el

desapego como la clave del éxito. Pero es exactamente porque la

naturaleza de la psique es apegarse que nosotros debemos, primero y

principalmente, tener un lugar seguro para que pueda aferrarse; esto

es, debemos poseer un refugio para ella. Tomando refugio en el Buda

abrazamos nuestra propia Naturaleza Búdica, abrazamos las enseñanzas

del Buda y el Camino del Buda a la iluminación; tomando refugio en el

Dharma, reconocemos la Naturaleza Universal de todas las cosas, la

perfección de todos los seres, y reconocemos la naturaleza ilusoria de

las imágenes mentales y apegos; tomando refugio en la Sangha, nos

unimos a todos los otros quienes, como nosotros, buscan la iluminación

en el Camino Dhyana/Chan/Zen.

Tomar refugio es como fundar los cimientos para una casa que estamos

construyendo – una casa en la cual intentamos vivir por el resto de

nuestras vidas. Si los cimientos son débiles, podríamos terminar con una

estructura que se desploma con la primera lluvia o viento fuerte. Si la fe

en nuestro Camino Chan es débil, podemos encontrar que nuestra

habilidad de seguir el Camino desaparece la primera vez que

encontramos dificultades con nuestra práctica o sobrevienen tiempos

difíciles. Nuestra motivación debe ser elevada, y nuestro entusiasmo

para tener éxito debe ser lo suficientemente grande como para resistir

errores y obstáculos inevitables.

Si nos acercamos al Triple Refugio con una actitud de “ver si nos

gusta”, la duda con la que nos aproximamos saboteará nuestro propio

esfuerzo. Esta clase de acercamiento es como fundar los cimientos de

una casa antes de conocer donde queremos vivir.

Ultimadamente, ya sea de forma pública o privada, tomar refugio es un

compromiso que hacemos con nosotros mismos. Si no estamos

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comprometidos dentro de nuestros propios corazones y mentes, las

palabras que recitamos al tomar refugio no tendrán significado.

Los Preceptos

El conjunto de cinco preceptos es para nosotros lo que una hoja de ruta

es a un excursionista: si la seguimos, probablemente arribaremos a

nuestra meta. El Buda Shakyamuni resumió el objetivo general de la

moral Budista: “No hacer el mal, cultivar el bien, y purificar la

mente de uno: esta es la enseñanza de los Budas.” Nosotros

debemos entender los preceptos en relación con este propósito. Los

preceptos no son un fin en sí mismos: no triunfaremos en Chan si

somos meros seguidores de un credo religioso.

Los preceptos están contenidos en el cuarto paso del Camino Óctuplo

como un arreglo de cinco votos:

Precepto 1) Nos comprometemos a no ser violentos

Esto significa que nos abstenemos de iniciar acciones violentas contra

nosotros o contra otros; lo cual implica, que nosotros no podemos ser

una causa generadora de daño. Incluimos actos físicos de violencia

tanto como actos abusivos verbales, hostilidad o ira hacia otra persona,

e incluso pensamientos de violencia o ira contra nosotros mismos o

contra otra persona.

Este puede parecer un precepto imposible de mantener. Existen tantas

cosas que nos hacen enojar que eliminar la ira de nuestras vidas parece

ser una dificultad insuperable.

Y hay incontables formas de dañar a otro, sin incluso intentar hacerlo.

Por ejemplo, podemos elegir ayudar a alguien solo para descubrir que lo

hemos dañado en lugar de ayudarlo. Hay veces en que una persona

debe encontrar su propio camino, independientemente. Permitirles

cometer sus propios errores puede ser una forma indirecta de ayudarles.

La interferencia de una “amable mano” puede a veces generar más

problemas que los que resuelve.

El precepto de la no-violencia es tomado de forma extrema por algunas

tradiciones religiosas: por temor a matar microbios en el aire al respirar,

ellos visten máscaras; por temor a decir algo que pueda dañar a

alguien, ellos se niegan a hablar. Hay otros que se inclinan al extremo

opuesto, matando otra persona sin vacilar simplemente porque se

convencieron a si mismos que su causa es Correcta, Buena, y Justa: que

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sus acciones están “aprobadas por Dios” y por lo tanto, son

representativas de la Suprema Rectitud. Claramente, ninguno de estos

extremos es distintivo de la intención de este precepto.

¿Puede un Budista Chan servir en una guerra? Si reconocemos que

existimos como especie debido a nuestra habilidad a lo largo de la

historia de defendernos a nosotros mismos, la respuesta a esta

pregunta no será del tipo “blanco o negro”. Podemos hallar que no

podemos ni condenar ni justificar esto de ninguna forma universalmente

objetiva. Guerras y batallas son la razón para nuestra existencia

continuada tanto como la razón para mucho del sufrimiento que hemos

soportado a lo largo de los milenios. Hay algunas guerras que deben ser

peleadas: sólo necesitamos considerar la Segunda Guerra Mundial y la

batalla global contra Hitler y sus tropas. Haber tomado un actitud

pacifista hacia los Nazis podría equivaler a aceptar, a justificar, el

genocidio de más de un millón de judíos y otros que él consideró no

acordes para vivir en su futura “Nación Aria”.

Pero obviamente no todas las guerras son dignas de participación

violenta; la línea de demarcación puede sólo ser dibujada desde nuestra

conciencia moral. Cuando una cuestión se alza acerca de hacer lo

correcto, recordemos que el Chan, como el “Camino Medio”, nos

alienta a evitar extremos y a elegir el curso de acción basado en su

mérito luego de considerar todos los “bandos” participantes en la

situación. Pero esto no es infalible tampoco. Es de ayuda reconocer que

por su naturaleza, la psique antes de completar el proceso de

individuación, proyectará ira, violencia, y odio, sobre los otros cuando se

sienta amenazada o confrontada con una situación que genera miedo. El

resultado es el tratamiento deshumanizado, tortura, o incluso la muerte

de otros. Cuando es llevada a cabo colectivamente, la proyección puede

resultar en la devastación de la guerra. Cuando nuestras acciones son

reacciones a esta “fuerza oscura” – la sombra enemiga – dentro de

nosotros, necesitamos reconocerlo y detener esta respuesta. El

estudiante de Chan busca la completa integración de todos los

componentes de su psique [ver “Integrando los Arquetipos” en este

sitio web y “Proceso de Individuación” (inglés)]. Sólo una persona

completamente iluminada puede liberarse de las proyecciones

involuntarias de la Sombra Enemiga. Podemos estudiar los famosos

“Cuadros del Pastoreo del Buey” o el Tao Te Ching de Lao Tzu o El

Secreto de la Flor de Oro (traducido por Richard Wilhelm) para

ayudarnos a comprender la Individuación en el contexto chino, o, en el

contexto occidental, podemos estudiar los trabajos de Carl Jung y D. T.

Suzuki (por ejemplo, “Estudios Alquímicos” y “Símbolos de

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Transformación” de Carl Jung y los “Ensayos sobre Budismo Zen” de D.

T. Suzuki).

Hasta que las fuerzas inconscientes enterradas en los profundo de

nuestra psique se vuelvan conscientes, estamos a su merced. Cuando

nos enojamos podemos acometer venenosamente. La ira puede

consumirnos. Pero la ira es siempre eliminada con la comprensión; esto

es, integración consciente de sus orígenes emocionales. Una persona

Chan puede aún enojarse, pero rápidamente identificará la fuente de la

ira, haciendo consciente su causa, y siendo capaz de evitar actuar de

acuerdo a lo que la emoción provoca.

Así las emociones entran en erupción y se desvanecen con igual

facilidad. Debemos ser especialmente cuidadosos de no enterrar la ira o

el resentimiento u otra forma de hostilidad dentro de nosotros. Esta

forma de represión es especialmente dañina.

De igual importancia en este primer precepto es que no debemos

dañarnos a nosotros mismos. Esto significa evitar conductas excesivas

que podrían dañarnos, y perseguir conductas beneficiosas y moderadas

como consumir una dieta saludable, meditar, y ejercitarse (tai chi, yoga,

nadar, caminar y correr son todas formas excelentes de ejercitación).

También debemos ser respetuosos con nosotros mismos y recordar que

somos seres humanos, no proyecciones arquetípicas, y que, como seres

humanos, “perfección de acción y pensamiento” es una meta a la que

aspiramos más que algo que esperamos de nosotros mismos: la culpa

no es beneficiosa, pero reconocer nuestra propia falibilidad nos brinda

humildad la cual es un requisito esencial para el crecimiento espiritual.

Precepto 2) Nos comprometemos a ser verídicos

La importancia de la veracidad es universal a todas las religiones del

mundo. “Se verídico, porque la veracidad conduce a la rectitud y la

rectitud conduce al Paraíso” dice Mahoma. El Salmo 15 del Viejo

Testamento (Ezra, Haggai, James) dice: “Señor, ¿Quién habitará en tu

tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en

integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no

calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche

alguno contra su vecino.” El Buda dijo: “Uno debería conquistar la ira a

través de la amabilidad, la perversión a través de la bondad, el egoísmo

a través de la caridad, y la falsedad a través de la veracidad.”

(Dhammapada, XVII, 3).

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No ser verídico conlleva un gran precio. Una vez que decimos una

mentira o engañamos a alguien debemos seguir un camino siempre

cuesta abajo, un camino de descenso para mantener la mentira.

Nuestras historias se vuelven más y más elaboradas hasta que se

vuelve obvio para todos que estamos fabricando el escenario entero y

que ya no somos confiables: nuestra credibilidad está destruida. Incluso

peor, perdemos nuestro propio respeto, nuestro sentido de que somos

seres humanos dignos. No sólo menospreciamos a otros cuando

mentimos, hacemos trampa, robamos, coaccionamos o engañamos;

nosotros mismos nos ensuciamos y sufrimos las consecuencias.

Precepto 3) Nos comprometemos a no robar

Un hombre me contó una vez que durante una visita al gimnasio local,

él se dio cuenta de que alguien se había olvidado de cerrar su casillero

donde había puesto sus ropas. Él vio que había una billetera en el

bolsillo del pantalón y decidió que era su deber tomar el dinero que

había en ella. “Eso le enseñará una lección, espero.” Me dijo. “Quizás la

próxima vez no será tan tonto como para dejar su casillero abierto.” El

grado al que racionalizaremos nuestras acciones cuando sentimos que

podemos ganar algo de ellas es ilimitado si somos negligentes acerca de

este importante precepto. Nada justifica tomar la propiedad de otras

personas.

En el mismo tono, si tomamos prestado algo de alguien, es nuestra

obligación devolverlo, y si lo dañamos, es nuestra obligación repararlo, o

compensar al propietario de alguna forma apropiada por el daño que

hemos causado.

Igualmente, este precepto va más allá del simple robo y no permite usar

el engaño y la mentira para causar que otros den involuntariamente lo

que no tienen, o para ganar algún beneficio o ventaja que no son

propiamente legítimas.

Precepto 4) Nos comprometemos a ser sexualmente morales

El sexo es un impulso natural para todas las formas de vida y no

existiríamos sin él, por ello no hay bases para considerar que es

inherentemente inmoral. Pero el impulso sexual, cuando está combinado

con el deseo egoísta puede descarrilarnos del Camino. Debemos ser

especialmente vigilantes para evitar las dificultades que vienen con la

conducta sexual imprudente y descuidada. “Moralidad sexual” significa

que actuamos responsablemente – que no dañamos a otra persona, o a

nosotros mismos, por causa de nuestro deseo de sexo. Este precepto

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pone énfasis en que debemos ser considerados, compasivos y serios en

nuestros encuentros sexuales. Nunca debemos involucrar a menores en

actos sexuales. Y seducir a otra persona a través del engaño, drogas

(como alcohol), u otros medios también viola este precepto. Cualquier

actividad que explota otra persona de esta manera – la utiliza para

motivos egoístas – le roba su humanidad. ¿Cómo puede esto ser de

ayuda para alguien?

El punto importante que debemos recordar es que necesitamos tratar a

la gente respetuosamente, compasivamente, y como seres humanos en

todas las situaciones. Debemos estar atentos de las consecuencias de

nuestras acciones: ¿Causan daño a alguien? Consideramos tanto el daño

psicológico como el daño físico y emocional. Si la respuesta es “sí”,

nuestra conciencia debería decirnos que nos detengamos.

Este es un precepto duro de mantener como puede parecer a primera

vista. Incluso el Buda se dice que reconoció esto, de una forma

humorística cuando dijo: “Si hubiera tenido otro obstáculo tan dificultoso

para trascender como mi sexualidad, nunca lo hubiera logrado”.

Precepto 5) Nos comprometemos a abstenernos del abuso de

alcohol y otros intoxicantes

Un hombre recientemente me hizo una confidencia. Me contó que una

vez el bebía y fumaba intensamente. Esto sucedió durante un momento

de su vida, en que las cosas eran muy difíciles. “Mi esposa era una

persona iracunda y tiránica y mis hijos estaban asustados. Ella tenía un

desorden mental que no había podido tratar y había convertido nuestra

casa en un infierno. Fue un tiempo difícil para mi que no terminó hasta

que me divorcié. Pero me quedé con ella hasta que los chicos se

mudaron fuera de casa y fueron a la Universidad. Luego de que no

estuviéramos más juntos, espontáneamente dejé de fumar y beber.

Incluso, no tuve ni que intentarlo… y lo extraño de todo esto fue que no

me pareció para nada difícil – Yo sólo no necesité cigarrillos o alcohol

nunca más, entonces dejé de usarlos. Este fue el primer momento en

que me sentí feliz en muchos años. Supongo que no necesité ahogar mis

penas en la bebida nunca más, porque no había más penas que

ahogar.”

La felicidad requiere que pongamos nuestra mente en el trabajo de ser

felices. La felicidad, en sí misma, elimina la necesidad – la causa – de

utilizar drogas intoxicantes. Toma un extremo esfuerzo ser felices a

veces, especialmente si vivimos con una esposa infeliz, trabajamos con

un jefe o un colega difícil, o estamos física o mentalmente enfermos de

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alguna manera. Pero cuanto más grande es nuestro esfuerzo, más

grande será nuestro éxito.

El Nirvana está en el Corazón tanto como en la Mente. Requiere un

esfuerzo implacable para reagrupar y enfocar las bellezas y alegrías que

la vida nos ofrece en lugar de las penas que son siempre

descaradamente obvias. No podemos movernos adelante en un camino

espiritual si sucumbimos a nuestros deseos de escapar a las penurias de

la vida a través de las drogas. Debemos enfrentar frontalmente las

penurias, y esto sólo puede ser hecho a través de enfocar propiamente

nuestra atención con un ojo claro y sobrio.

El Chan no tiene un sistema de castigo/recompensa. Seguir los

preceptos es voluntario, así como no seguir los preceptos es también

voluntario. Nos movemos por el Camino dando pequeños pasos. Tratar

de hacer todo perfectamente de una vez, resultará en el fracaso y

rápidamente nos daremos por vencidos. Si elegimos romper un

precepto, esto necesita hacerse con la elección consciente de que lo

estamos haciendo y que estamos preparados para enfrentar todas las

posibles consecuencias.

El reino samsárico de causas y consecuencias – karma – determinará la

dirección y resultado de nuestras acciones. Si tomamos alcohol podemos

levantarnos la mañana siguiente con un dolor de cabeza; si somos

alcohólicos en recuperación, podemos encontrarnos de vuelta todo el

tiempo con la botella; si tenemos una aventura extra-marital, podemos

terminar en la corte. Si elegimos matar a otra persona, o tener un

aborto, deberemos vivir con el daño inevitable que causará a nuestra

psique (este puede ser consciente, inconsciente o ambos) – y a veces

este daño puede ser ciertamente insuperable de trascender. Esta es

nuestra vida y es nuestra elección como la vivimos. Los preceptos no

son aleatorios o arbitrarios, sino que sirven a un propósito – nos ayudan

a liberarnos de los desafíos de la vida en el sámsara. Un maestro Chan

prominente dijo: “Es mejor haber tomado los preceptos y haberlos roto

a veces, que no haberlos tomado nunca”.

La gente a menudo me pregunta cuan seriamente deben tomar los

preceptos. ¿Significa la abstinencia de alcohol, por ejemplo, que nunca

deberíamos “compartir una bebida” con un amigo? ¿Significa que no

podemos usar vino para cocinar, o etanol en preparaciones medicinales?

Yo les recuerdo que el Chan es el camino místico del Budismo y nos

referimos a él como el “Camino Medio” por una buena razón. Tanto

como actuamos responsablemente y cuidadosamente hacia nosotros y

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los otros, somos libres de actuar libremente. A menos de que seamos

libres de actuar libremente, ¿Cómo podemos volvernos libres? Los

preceptos no son dogmas sino dharmas – sabiduría en la forma de guías

que nos ayudan a perseguir la vida espiritual – una vida que conduce a

la sabiduría, emancipación y liberación. Los preceptos son también guías

que nos ayudan en tiempos de imprecisión. Ellos nos sirven, no para

juzgar a otros, sino a nosotros mismos. Y si no hallamos ningún valor en

tomar los preceptos, deberíamos preguntarnos a nosotros mismos

porqué buscamos seguir el Camino Budista, un Camino cuyo comienzo

es la disciplina moral.

El Budismo Chan no es una

“filosofía de vida” como es

popularmente retratado, sino

un camino místico de

salvación que ofrece libertad

del eterno sufrimiento del

Sámsara. Requiere un gran

acuerdo de compromiso,

auto-disciplina, y motivación,

así como humildad. El Chan

no es acerca de lo que

pensamos acerca de la vida,

sino acerca de cómo vivimos

la vida. Es acerca de investigar dentro de nuestra propia naturaleza

como seres humanos y acerca de hacer contar cada momento de

nuestras vidas. Con agradecimiento, el Chan conduce a una siempre

creciente conciencia del Yo y a una simultánea elevación de la alegría en

nuestras vidas. Joan Sutherland Roshi, de “The Open Source Project”,

dice:

“El significado de nuestros votos surge de una exploración de nuestro

propio sentido de la integridad, y de nuestra propia sombra, así como

comprendemos que es una práctica de por vida. Es un proceso que es

paradójico, frustrante, mágico y a veces desagradable. Justo como la

vida. Aceptamos que cometeremos errores a lo largo del camino, pero

que ello no nos detendrá de seguir tratando. Esto es el loto en el fuego,

y es un proceso lleno de nuestro sudor, nuestras lágrimas, nuestras

dudas, nuestras generosidades, y a veces de remordimiento.”

“Afortunadamente, tenemos ayuda, porque también tomamos refugio en

nuestra práctica y en nuestros compañeros. Para algunas personas, esto

sucede la primera vez que caminan en una sala de meditación, cuando

sienten que han arribado a casa. Para otros, el sentido de retornar a

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casa crece lentamente a lo largo del tiempo, cuando la práctica se

profundiza, cuando se vuelven cada vez más íntimos con su propia

naturaleza verdadera, y la naturaleza verdadera del mundo. Para una

persona Zen, esta es la vuelta a casa definitiva, la que ninguna

circunstancia puede apartar de nosotros.”

Nota del autor: Si estás considerando vivir una vida en el Chan, escucha

las enseñanzas de nuestros ancestros y considera tomar un gran salto

hacia lo desconocido. Serás conducido a recompensas inimaginables y a

una vida rica de bellezas y alegrías, tristezas y penas. Esta es una vida

en el Mundo Real, de conocimiento interno sobre nosotros mismos y

acerca de cómo es ser completamente humano, y completamente vivo.

Ninguna actividad mundana les conducirá a este lugar de gloriosa paz.

Por medio de tornarte hacia lo interior con un audaz salto de fe,

encontrarás que todo está allí, esperando a que llegues.