Un Estudio sobre el Folklore e Historia Nativa de América 5 de Enero de 1894

NAGUALISMO:
Un Estudio sobre el Folklore e Historia Nativa de América

Por Daniel O. Brinton, A.M., M.D., L.L.D., D.SC.
Profesor de la Universidad de Arqueología y Linguística Americana de Pensylvannia.
PHILADELPHIA, MACCALLA & COMPANY, PH~TBRS, 237-9 DOCK STKBET.

Leído ante la Sociedad Filosófica Americana el 5 de Enero de 1894
Reimpreso el 23 de Febrero de 1894. FRON PROC. AMER. PHILOS. SOC., VOL. XXXlII.

CONTENIDO (Voy en página 9)
1. Las palabras Nagual, Nagualismo, Nagualista.
2. Las primeras referencias al Nagualismo.
3. El Naualli de los Aztecas, sus clases y supuestos poderes.
4. Los Tóxicos Sagrados: Peyotl, Ololiuhqui, Teopatli, Yax Ha, etc.
5. Clarividencia y Telepatía durante la intoxicación
6. El Naualli del México Moderno.
7. El Tonal y el Tonalpouhque: el sistema de natalidades de los nahuas.
8. La fraternidad azteca de los “Magos Maestros”
9. El espíritu guardián personal.
10. Folklore de los Indios Mixes.
11. Adivinación Astrológica de los Zapotecas
12. Artes similares de los Mixtecas
13. El Nagualismo en Chiapas, segun lo descrito por el Obispo Nuñez de la Vega
14. Nagualismo entre los Quiches, Cakchiqueles y Pokonchis de Guatemala
15. La Metamorfosis de Gukumatz.
16. Brujería Moderna en Yucatán y CentroAmérica: los zahoríes y los padrinos.
17. Principios fundamentales del Nagualismo: El odio a los Blancos y al Cristianismo.
18. Su Extensión y Organización, su Sacerdocio.
19. Su Influencia en las Revueltas Nativas contra el poderío español
20. Posición de la Mujer en el Nagualismo
21. Un sobreviviente de los Tiempos Antiguos
22. La “Juana de Arco” nativa
23. Modernas Reinas del Nagualismo
24. Los templos-caverna y los dioses de las cavernas: Oztoteotl, Tepeyollotl, Votan.
25. Los números sagrados: 3 y 7.
26. Adoración del Fuego por los Nagualistas.
27. Derechos de Fuego en conexión con el Pulque.
28. Ceremonias del Fuego entre los Modernos Mayas.
29. Significado Secreto de la Adoración del Fuego
30. Las Chalchiuitas, o Piedras Verdes Sagradas.
31. El Árbol Sagrado y el Árbol de la Vida.
32. La Cruz y su Significado Simbólico
33. Los Ritos Lascivos de los Nagualistas.
34. Su relación con los Símbolos de la Serpiente y el Falo.
35. Confusión de las ideas religiosas cristiana y nativa. Feligreses y Sacerdotes Naguales: Su lenguaje simbólico.
36. La Inquisición y el Nagualismo.
37. Etimología de la palabra Nagual.
38. La raíz na, en Zapoteca y en Nahuatl.
39. La Doctrina de la Transformación Animal en el Viejo Mundo
40. La Doctrina de los Espíritus Personales en el Viejo Mundo.
41. Explicaciones científicas de la Magia Nagual.
42. Conclusión.

1. Las palabras Nagual, Nagualismo, Nagualista.

Las palabras “nagual”, “nagualismo”, “nagualista”, han sido corrientes en la prosa inglesa por más de setenta años; se las puede encontrar en toda una variedad de libros publicados en Inglaterra y en los Estados Unidos*, no obstante aún no las encontrarán en ningún diccionario de lengua inglesa, ni tampoco tiene lugar el “Nagualismo” en ninguna de las numerosas enciclopedias o lexicones, sea en inglés, francés, alemán ni español.

Esto no se debe a su falta de importancia, dado que en los últimos doscientos años, como demostraré, ha sido reconocido como un culto tan poderoso como misterioso, que unió a muchas y diversas tribus de México y Centroamérica en una oposición organizada contra el gobierno y la religión que fuera introducida desde Europa, culto cuyos miembros habían adquirido y utilizaban extrañas facultades y un conocimiento ocultista que los emparejaba con los más afamados taumaturgos y teodidactas del Viejo Mundo, y que preservó hasta nuestros días el pensamiento y la forma de un ritual largamente suprimido.

En varias publicaciones previas me he referido brevemente a esta secreta fraternidad** y a sus objetivos; y ahora creo que vale la pena ordenar mis notas y presentar lo que he encontrado de valor acerca del Origen, Objetivos y Significado de este Misterio Eléusico de América. Trazaré su extensión geográfica y procuraré descubrir cuál fue, y es, su secreta influencia.

* Estas palabras aparecen varias veces en la traducción inglesa de la obra del Dr. Paul, “Teatro Crítico Americano de Felix Cabrera”, publicada en 1822 en Londres. Se ha adoptado la forma “nagual” en vez de “nahual”, “naual” o “nawal”.
** Por ejemplo, en “Los Nombres de los Dioses en el Mito Kiche”, pp.21, 22, en “Procedimientos de la Sociedad Filosófica Americana”, 1681; “Anales de los Cakchiqueles”, Introducción, p46; “Ensayos de un Americanista”, p.170, etc.

2. Las primeras referencias al Nagualismo.

La más antigua descripción que encontré sobre sus ritos particulares es la del historiador Herrera, quien los halló en 1530 en la provincia de Cerquin, en la parte montañosa de Honduras, y es la que sigue:

“El Diablo acostumbraba a engañar a estos nativos apareciéndoseles en forma de león, tigre, coyote, lagartija, serpiente, pájaro o cualquier otro animal. A estas apariciones ellos le dan el nombre de Naguales, que es algo así como decir guardianes o compañeros; y cuando ese animal muere, también muere el Indio al que estaba asignado. La manera en que se formaba esta alianza era así:

El indio se dirigía a un sitio muy retirado, y allí apelaba a los arroyos, montañas y árboles a su alrededor, y llorando imploraba para sí mismo los favores conferidos a sus ancestros. Luego sacrificaba un perro o un gallo, y con la sangre se mojaba la lengua, las orejas u otras partes de su cuerpo, y se echaba a dormir. Estando dormido o semidormido, podía ver a uno de estos animales mencionados, quien le decía: “Tal día ve de cacería, y el primer animal o ave que veas será mi forma, y permaneceré contigo como tu compañero y Nagual, para siempre”. Así su amistad quedaba sellada con tanta fuerza que si uno moría, también el otro; y sin un Nagual, los nativos pensaban que nadie podía volverse rico o poderoso.” *

La provincia de Cerquin parece haber estado poblada por una tribu perteneciente a la gran etnia de los Mayas, semejante a aquellas que ocupaban la mayor parte del área de lo que hoy es Yucatán, Tabasco, Chiapas y Guatemala.**
Más adelante diré algo acerca de la legendaria hechicera que sus tradiciones reconocen como la Maestra de sus ancestros y Fundadora de su nación.

Llamaré la atención ahora sobre el hecho de que en ninguno de los dialectos específicamente mexicanos o aztecas encontramos la palabra “nagual” en el sentido en que se emplea en el extracto anterior, y esto es una fuerte evidencia de que el origen del Nagualismo no debe ser buscado en esas lenguas.

* Historia de las lndias Occidentales, Dec. iv, Lib. viii, cap. 4.
** Específicamente es el territorio del dialecto Chortí, hablado hasta nuestros días en los alrededores de la famosa y antigua ciudad de Copán, Honduras. Cerquin se encuentra en las montañas al este de esta conocida ciudad. Acerca del Chortí, ver Stall: Zur Ethmgraphie der Republik Guatemala, PP. IO&Y.

3. El Naualli de los Aztecas, sus clases y Supuestos Poderes

Encontramos, sin embargo, en la lengua nahuatl -que es el nombre adecuado de los Aztecas-, una cantidad de derivativos de la misma raíz, na; entre ellas la misma palabra nahuatl, todo ello conteniendo la idea de “sabiduría” o “conocimiento”.

Los primeros misioneros de Nueva España a menudo hablan del naualli (plural, nanahualtin), maestros del conocimiento místico, practicantes de artes negras, magos o hechiceros. No siempre eran personas malignas, aunque parecen haber sido generalmente temidos. La fuente más antigua de información sobre ellos es la del Padre Sahagún, quien en su invaluable Historia nos da el siguiente párrafo:

“El naualli, o mago, es aquel que asusta a los hombres y succiona la sangre de los niños durante la noche. Es muy hábil en la práctica de estas artes, conoce todas las artes de la hechicería (nauallotl) y las emplea con astucia y habilidad, pero sólo para beneficio de los hombres, nunca para dañarlos.
Aquellos que recurren a tales artes con intereses malignos, hieren el cuerpo de sus víctimas, los hacen perder la razón y los asfixian. Estos son hombres malvados, necromantes.* ”

Al examinar los posteriores trabajos de los clérigos Romanos en Mexico, resulta evidente que la Iglesia no veía con ojo tan indulgente el ejercicio posiblemente inofensivo, o incluso beneficioso, de tales dispositivos mágicos.
Encontramos una explicación posterior de lo que fueron, preservada en un trabajo de instrucción para confesores, publicado por el Padre Juan Bautista, en Mexico, en el año 1600.

“Hay magos que se llaman a sí mismos teciuhtlazque**, y también por el término nanahualtin, que conjuran las nubes cuando hay peligro de sequía, para que las cosechas no resulten dañadas. También pueden hacer que un clavo parezca una serpiente, o que una alfombrita parezca un ciempiés, o que una piedra parezca un escorpión, y trucos similares. Algunos de estos nanahualtin se transforman a sí mismos tomando toda clase de apariencias, como un tigre, un perro o una comadreja. Otros cambian sucesivamente de apariencia, como un búho, un gallo o una comadreja, y cuando uno se prepara para atraparlos, otra vez cambian la forma, apareciendo como un gallo, un búho, y otra vez una comadreja. Estos se llaman a sí mismos nanahualtin ***”

En este confuso párrafo hay un intento evidente de distinguir entre la transformación real y la que sólo aparece ante el observador.

En un trabajo de características similares, publicado en México unos años después, el “Camino Del Cielo” del Padre Nicolás de León, encontramos una serie de preguntas que un confesor debe hacer a cualquiera de sus feligreses sospechoso de practicar estas artes necrománticas. Éstas revelan bastante claramente qué era lo que se creía que hacían estos practicantes del ocultismo. El pasaje que sigue relata las palabras en boca del sacerdote:

“¿Eres un adivino? ¿Predices eventos leyendo signos, o interpretando sueños, o a través del agua, dibujando círculos y figuras en su superficie? ¿Limpias y adornas con guirnaldas de flores los lugares donde se preservan los ídolos? ¿Conoces ciertas palabras para conjurar el éxito en la cacería, o para atraer la lluvia? ¿Succionas la sangre de otros, o vagas en la noche invocando al Demonio? ¿Has tomado peyote, o se lo has hecho tomar a otros, a fin de averiguar sus secretos, o para descubrir dónde habia cosas robadas o perdidas? ¿Sabes cómo hablarle a las serpientes para que te obedezcan?**** ”

* Bernardino de Sahagún, Historia de la Nueva España, Lib. x, cap. 9.
** Derivado de teciuhtlaza, conjura contra el granizo (teciuh, granizo). Alonso de
Molina, Vocabulario Mexicano, sub voce.
*** Bautista, Advertencias para Los Confesores, fol. 112 (México, 1600).
**** Nicolás de León, Camino del Cielo, fol. 111 (México, 1611).

4. Los Tóxicos Sagrados: Peyotl, Ololiuhqui, Teopatli, Yax Da, etc.

Este interesante pasaje aclara considerablemente las capacidades y prácticas de los nagualistas. No es lo menos importante el uso del tóxico peyotl, una decocción que parece haber tenido un papel predominante en sus ceremonias.
Peyotl es el nombre nahuatl de cierta planta con una raíz blanca tuberosa, que es la porción que se emplea. Se la encuentra como “pellote” o “peyote” en la Farmacopea Mexicana como remedio popular, pero no figura su nombre científico.
Según Del Paso y Troncoso, es una de las Compositae, una especie del género Cacalia*. El Padre Sahagún la menciona en varios párrafos, diciendo que crece en el Sur de México y que los aztecas heredaron el conocimiento de esta planta de los antiguos Chichimecas. Era utilizada como tóxico.

“Aquellos que comen o beben de este peyote tienen visiones, a veces aterrorizantes y a veces lúdicas. La intoxicación que causa dura varios días. Los Chichimecas creían que les daba coraje en tiempos de peligro, y que disminuía los espasmos del hambre y de la sed”.**

Su uso continuó hasta mucho después, y muy probablemente no ha muerto aún.
Su composición y método de preparación se informan en una lista de bebidas prohibidas por las autoridades españolas, en 1784, como sigue:

Peyote: Especie de vinagrilla, de más o menos del tamaño de una bola de billar, que crece en suelo seco y estéril. Los nativos la mastican y la arrojan en un mortero de madera, donde se la deja fermentar; se le agrega hojas de tabaco para darle acritud. La consumen de esta forma, a veces con tajaditas del peyote mismo, en sus festividades más solemnes, aunque da pesadez al intelecto e induce visiones extravagantes y terribles (sombras muy funestas).“***

* Paso y Troncoso, Anales del Museo Nacional de México, Tom. III, p. 180.
** Sahagún, Historia de la Nueva España, Lib. X, cap. 29, y Lib. XI, cap. 7.
*** Diccionario Universal, Appendice, Tom. i, p. 360 (Mexico, 1856).

El peyotl no era la única hierba preciada como medio de poner el alma en condición de unión hipostática con la divinidad. Tenemos abundante evidencia de que mucho después de la conquista, las semillas de una planta llamada Ololiuhqui eran tenidas en alta estima para ese propósito. En el Confesionario, del Padre Bartolomé de Alva, el sacerdote supone que debe inquirir como sigue:

“Pregunta: ¿Has amado a Dios sobre todas las cosas? ¿Has amado cualquier cosa creada, adorándola como si fuera Dios?
Respuesta: He amado a Dios con todo mi corazón, pero a veces he creído en sueños, y también en las hierbas sagradas peyote y ololiuhqui, y en otras cosas similares (onicneltocac in temictli, in xiuhtzintli, in peyotl, in ololiuhqui, yhuan in occequitlamantli)* ”

Las semillas de ololiuhqui parecen haber sido empleadas externamente.
Eran el elemento activo en el misterioso ungüento conocido como “El Remedio Divino” (teopatli), acerca del que encontramos alguna información en los trabajos del Padre Agustín de Vetancurt, quien vivió en México a mediados del siglo XVII.
Él escribe:

“Los sacerdotes paganos hacían uso de un unguento compuesto de insectos como arañas, escorpiones, cienpiés y otros por el estilo, que preparaban los neófitos en sus templos. Quemaban estos insectos en un cuenco, recogían las cenizas y las mezclaban con hojas de tabaco verde, hormigas vivas e insectos, y la semilla hecha polvo de una planta llamada ololiuhqui, que tenía el poder de inducir visiones, y cuyo efecto era el de destrozar el raciocinio.
Bajo la influencia de este unguento conversaban con el Diablo, y él practicaba su influencia sobre ellos. Creían asimismo que que éste los protegía, y por esto no temían entrar en el monte o la selva durante la noche.
También era empleado como remedio en diversas enfermedades, y la acidez de la influencia del tabaco y el ololiuhqui ellos lo atribuían a la intervención divina. Hay algunos en nuestros días que usan en secreto este unguento para hechicería, perdiendo la razón bajo su influencia; especialmente algunos viejos y viejas, que están preparados para ser presa fácil del Diablo.” **

El botánico Hernández observa que otro nombre de esta planta es coaxihuitl, “planta serpiente”, y agrega que su semilla contiene un veneno narcótico asociado al género Solanum, del cual la mortal Sombra Nocturna es una especie familiar.

Habla de su uso en rituales sagrados en estos términos: “Indorum sacrifici, cum videri volebant versari cum superis, ac responsa accipere ab eis, ea vescehantur planta, ut desiperent, milleque phantasmata et demonum observatium effigies circumspectarent.“ ***

* Confessionario Mayor y Menor en lengua Mexicana, fol. 8, verso(Mexico, 1634).
** Vetancurt, Teatro Mexicano, Trat. iii, cap. 9.
*** Hemández, Historia Plantarum Nova: Hispanis, Tom. iii, p. 32.

De las dos plantas mencionadas, el ololiuhqui y el peyotl, la primera era considerada la más potente en virtudes espirituales.
“La veneran tanto como si fuera Dios”, dice un teólogo del Siglo XVII *, “El que ingería de estas hierbas era llamado payni (del verbo pay, ingerir medicina), y más especificamente tlachixqui, vidente, refiriéndose a la mística “segunda vista”, o sea un adivino o profeta (del verbo tlachia, ver).

El Tabaco también tenía un lugar prominente en estos ritos, aunque no tan importante. Se lo empleaba en dos formas: en hojas secas (picietl), las que para usos sagrados debía ser quebrada y molida siete o nueve veces; y la hoja verde mezclada con lima, y a esto lo llamaban tenextlecietl (de tenextli, lima).
Asociada al efecto de éstas, hay un tóxico en uso en el Sur de Mexico y en Yucatán, preparado con la corteza de un árbol al que los Mayas llamaban baal-che. Los blancos llaman a esta bebida “pitarilla”. Es bastante popular entre los nativos, y aún hoy le atribuyen un carácter sagrado, llamándola “yax ha”, la primer agua, el fluido primigenio. Dicen que este fue el primer liquido creado por Dios, y cuando El volvió a su hogar en el cielo, dejó esta bebida y su producción a cargo de los dioses de la lluvia, los cuatro Señores Pah-Ahtuns.**

* Dr. Jacinto de la Sema, Manual de Ministros de India para el Conocimiento de sus Idolatrias y Extirpacion de Ellas, p. 163. Este interesante trabajo fue realizado a mitad del siglo diecisiete por un Rector de la Universidad de Mexico, y fue impreso por primera vez en Madrid, en 1892, con comentarios del Dr. N. Leon, bajo la editorial del
Marques de la Fuensanta del Valle.
** MSS. de la Licentiate Zetiua, e Inforrme del Padre Baeza en Registro Yucateco,
Tom.I.

5. Clarividencia y Telepatía durante la intoxicación

La intoxicación de alguna clase era parte esencial de muchos de estos ritos secretos. Se la consideraba como un método de arrojar al individuo fuera de sí mismo y en relación con los poderes supremos. Lo que el viejo historiador Padre Joseph de Acosta nos dice acerca de los clarividentes y telépatas aborigenes, bien merece una descripción de sus modernos representantes:

“Algunos de estos hechiceros toman cualquier forma que deseen, y vuelan por el aire con increible velocidad y atravesando grandes distancias. Nos dicen lo que está sucediendo en localidades remotas mucho antes de que que las noticias alcancen a llegar. Los espaniardos los han oido reportar motines, batallas, revueltas y muertes que sucedían a doscientas o trescientas leguas, en el mismo día en que estaban sucediendo, o al dia siguiente.”

“Para practicar este arte, los hechiceros, usualmente mujeres viejas, se encierran en una casa y se intoxican hasta el grado de perder la razón. Al día siguiente están listas para responder las preguntas.” *

Las plantas con poderes similares para excitar vívidas visiones y distorsionar la imaginación, y que, por lo tanto, eran usadas en ritos mágicos, eran el thiuimeezque, en Michoacan, y el chacuaco, en Baja California. **

6. El Naualli del Mexico Moderno.

A pesar de todo el esfuerzo, esta clase de practicantes de la maravilla continuaron prosperando en Mexico. Encontramos un libro de sermones publicado por el Jesuita Padre Ignacio de Paredes, en lengua nahuatl, de 1757, en el que denodadamente previene a sus oyentes sobre no invocar, consultar ni tratar a estos “diabólicos hechiceros, los nagualistas, ni a aquellos que conjuran mediante humo”. ***

Todavía no han perdido su poder; tenemos evidencia suficiente de que muchos niños de una vasta zona de esta tierra aún escuchan con respeto las historias de las misteriosas facultades atribuidas a los nanahualtin. Un observador viajero alemán, Carlos Von Gagern, nos informa que se los cree capaces de causar enfermedades y otros daños, que deben ser contrahechizados por el exorcismo apropiado, entre los cuales la lectura en alta voz de ciertos pasajes bíblicos es considerado uno de los más potentes. ****

El historiador Orozco y Berra habla de los poderes atribuidos actualmente al nahual en Mexico entre las clases más bajas, en estas palabras:

“El nahual es generalmente un Indio viejo con ojos rojos, quien sabe cómo transformarse en un perro negro, lanudo y horrible. La mujer bruja puede convertirse en una bola de fuego; tiene el poder de volar, y durante la noche entra por las ventanas y succiona la sangre de los niños pequeños. Estos hechiceros hacen pequeñas figuras de harapos o arcilla, les insertan una espina de maguey y las esconden en algun lugar secreto; y puedes estar seguro de que la persona contra la cual se hizo el conjuro sentirá dolor en la parte donde se insertó la espina. Todavía existen entre ellos los “hombres medicina”, que tratan al enfermo por medio de extrañas contorsiones, invocan a los espíritus, pronuncian encantamientos mágicos, soplan sobre la parte donde hay dolor, y sacan del paciente espinas, hormigas, o piedrecitas. Saben cómo preparar bebidas que provoquen enfermedades; y cuando los pacientes son curados por otros, los convalescientes deben despojarse de algo de su propiedad, como un broche del cabello, o alguna ropa. Aquellos que poseen el ojo diabólico pueden, por el sólo hecho de mirar a los niños, privarlos de belleza y de salud, y aún causarles la muerte.” *****

* Acosta, De la Historia Moral de Indias, Lib. v, cap. 26.
** Acerca del thiuimeezque, dice Hernandez : “ Aiunt radicis cortice unius unciae pondere tuso, atque devorato, multa ante oculos observare phantasmata, multiplices imagines ac monstrificas rerun figuras, detegique furem, si quidpiam rei familiaris subreptum sit.” Hist. Plant. Nov. ICslmn., Tom. iii, p. 272. El chaczcaco y sus efectos son descriptos por el Padre Venegas en su Historia de Califormia, etc.
*** “In Mictlan Tetlachihuique, in Nanahualtin, in Tlahuipuchtin.” Paredes, Promptuario Manual Mexicano, p.128 (Mexico, 1767): Los tlahuipuchtin, “aquellos que trabajan con humo,” eran, probablemente, adivinadores que predecian el futuro a partir de las formas que tomaba el humo al elevarse en el aire. Esta clase de augurios tambien se hallaban en Peru, donde se los llamó Uirapircos (Balboa, Hist. du Perou, p. 28-30).
**** Von Gagern, Charakteristik der lndianischer Bevölkerung Mexikos, S. 125.
***** I-listoria Antigua de Mexico, Tom.ii, p. 25. Francisco Pimentel, en su concienzudo trabajo Memoria sobre las Causas que han originado la Situacion Actual de la Rama Indigena de Mexico (Mexico, 1861), reconoce cuán casi imposible es extirpar la fe de los indígenas en este nagualismo: Conservan los agueros y supersticiones de la antigüedad, siendo cosa de fe para ellos, los nahuales,” etc., p. 200, and comp. p.145.

7. El Tonal y el Tonalpouhque: el sistema de natalidades de los nahuas.

Como ya he dicho, en ningun registro del Nagualismo puramente Mexicano, o sea, Azteca, encontramos la palabra nagual empleada en el sentido que se le da en el pasaje de Herrera, de que es un espíritu guardian persona, o un genio tutelar.

Estas tribus tenian, por cierto, una creencia en tales poderes protectores, y sostenían que estaban conectados con el día de nacimiento de una persona. Lo llamaban el tonalli de la persona, una palabra que traducida significa “que le es inherente”, que hace a su individualidad, su Ello.
La raíz de la que deriva es tona, calentar, o ser cálido, de la cual también deriva tonatiuh, el Sol. Tonalli, en cuya composición se pierde la última sílaba, es de alguna manera la palabra para calor, verano, alma, espíritu y día, y también para compartir la porción que es de uno. Así to-tonal es espíritu, o alma en general; no-tonal, mi espíritu; no-tonal en “ipan no-tlacat” es “el signo bajo el cual nací”, por ejemplo, el signo astrológico de ese día.
De aquí viene el verbo tonalpoa, contar o estimar los signos, es decir, hacer el horóscopo de una persona; y tonalpouhque, los adivinadores cuya tarea era practicar este arte. *

Estos tonalpouhque son largamente descriptos por el Padre Sahagun. **
El los diferencia del naualli, aunque es claro que se corresponden en funciones a los sacerdotes nagualisticos de las tribus sureñas. Por el número y nombre del día de nacimiento, ellos predicen el destino del niño, y establecen el poder o la influencia espiritual que governará su carrera.

El tonal no era de ninguna manera una posesión segura. Era una especie de “mascota” independiente: en tanto permaneciera con la persona, esa persona disfrutaría de salud y prosperidad, pero podía marcharse o extraviarse, y entonces sobrevenían la desgracia y la enfermedad. Esto es lo que sugieren en lengua nahuatl los verbos tonalcaualtia, “parar o suspender el tonal”, o sea, “shockear o asustar”; y tonalitlacoa, lastimar o dañar al tonal, es decir, encantar o hechizar a alguien.

Esto explica el propósito real de los conjuros y encantamientos que llevaba a cabo el doctor nativo cuando visitaba al enfermo. Era para convocar al tonal, forzarlo o persuadirlo de que vuelva: y por lo tanto, la ceremonia llevaba el nombre de “restitución del tonal”, y estaba, más que ninguna otra, profundamente imbuida de las supersticiones del Nagualismo.
El principal oficiante era llamado tetonaltiani, “aquel que se entiende con el tonal”.
Más adelante mostraré la fórmula que se recitaba en tales ocasiones.

* Sobre estos términos, consultar el extensivo Dictionnaire de la Langue Nahuatl, por Remi Simeon, publicado en Paris, 1885. No es imposible que tona sea en sí misma una raíz compuesta, que incluya el radical monosilábico na, que es la base de nagual.
** Sahagun, Historia de Nueva España, Lib. iv, passim, y Lib. x, cap. 9.

8. La fraternidad azteca de los “Magos Maestros”

Hay una vaga mención en los registros aztecas de una orden semi-sacerdotal, a los que llamaban naualteteuctin, que se podría traducir como “Magos Maestros”. También se los conocía como teotlauice, “compañeros sagrados de armas”. Como en el caso de la mayoria de los teteuctin, o nobles, la entrada a la orden era una severa y prolongada ceremonia de iniciación, cuyo objeto no era meramente testear la resistencia al dolor y los poderes de auto-negación, sino, especialmente, arrojar la mente a ese estado subjetivo en el cual se entra en contacto con lo divino, en el cual se puede “tener visiones y ensoñar”.

La orden declaraba como su patrón y fundador a Quetzalcoatl, “la serpiente emplumada”, quien, como se vera más adelante, también era el patron de los nagualistas tardíos. *

La palabra naualli tambien se encuentra entre los antiguos Nahuas en composición como parte de nombres, siempre con el significado de “mago”, como en “Naualcuauhtla”, un jefe de los Chalcos, que significa “Bastón de Brujo”, refiriendose probablemente al bastón o vara empleada por los brujos en el hechizo**; o también en Naualac, el “Agua del Brujo”, un lago artificial no lejos de Ciudad de Mexico, rodeada de templos en ruinas, descripta por M. Charnay. ***

* Ver Ch. de Labarthe, Revue Americaine, Serie ii, Tom. ii, pp. 222-226. Su traducción de naualteteuctin por “ Seigneurs du geuie” debe ser rechazada, pues no existe ninguna autoridad para asignar este significado a naualli.
** Anales de Cuauhtitlan. p. 31. El traductor lo llama “ palo brujo.”
*** Les Anciennes Villes du Nouveau Monde, pp. lJ6-145, descripto en p. 150. Sobre su significado, comparar Hamy, Decades Americanz, pp. 74-81.

9. El espíritu guardián personal.

La creencia en un espiritu guardián personal era una de las doctrinas fundamentales del Nagualismo, pero esta creencia de ninguna manera connota el significado completo del término (como erroneamente declaró Mr H. H. Bancroft)

El sistema de calendario de Mexico y Centroamérica, que como he mostrado era sustancialmente el mismo a través de las muchas diversidades linguisticas*, tenía como uno de sus principales objetivos la adivinación astrológica. Consultándolo, se descubría y asignaba el nagual correspondiente, y esto era ciertamente una función prominente en el culto nativo, y nunca ha sido abandonada.

En Mexico hoy en dia, además de este especial guardián personal, el nativo a menudo elige otro por un lapso determinado o para un propósito en particular, y esto es bastante consistente con la forma de Cristianismo que se le ha enseñado.
Por ejemplo, segun nos cuenta un viajero observador, en Año Nuevo, o al momento de sembrar maíz, el jefe de familia va a la parroquia y elige entre los santos que allí se muestran, uno que será su guardián por ese año. A ese santo dirigirá sus ruegos por lluvia y sol, por una cosecha abundante, por salud y prosperidad, y no dejará de apoyar estas súplicas con regalos. Si los tiempos son buenos y la cosecha abundante, el Santo será recompensado con más regalos, y se recurrirá a él por un nuevo periodo; pero si ha habido mala suerte, el Indio se dirigirá a la iglesia al finalizar el año, le endilgará a su Santo Patrono una sonora maldición, lo llamará por los peores nombres en que pueda pensar, y ya no tendrá más tratos con él. **

* Calendario Nativo de Centroamerica y Mexico (Philadelphia, I S93).
** Eduard Mühlenpfordt, Mexico, Bd. i, s. 265.

10. Folklore de los Indios Mixe.

Andres Iglesias**, un escritor mexicano que disfrutó de oportunidades fuera de lo común de estudiar estas prácticas tal como existen en la generación actual, los describe según los vio en el pueblo de Soteapan, una aldea remota en el estado de Veracruz, cuya población habla la lengua Mixe. Esta no está relacionada con la lengua nahuatl, pero los términos de sus rituales mágicos son derivados de palabras nahuatl, mostrando así su origen. Toda persona, en su nacimiento, queda asociada un genio bueno y un genio malo, el primero lo socorre para su beneficio, el último lo lleva a su daño.

El “genio bueno” es conocido por el término nahuatl “tonale”, y es representado por el primer pájaro o animal de cualquier clase que se vea adentro o alrededor de la casa inmediatamente después de nacido el niño.

La persona más poderosa del pueblo es el alto sacerdote del culto nativo. Hubo uno que murió alrededor de 1850; fue llamado “El Rayo” y dondequiera que se dirigiese era precedido por un grupo de discípulos escogidos, llamados por el nombre nahuatl “tlaloques” (voceros, abogados).* Su sucesor, conocido como “El Trueno Más Grande”, no mantuvo este estado, pero sin embargo declaraba ser capaz de controlar el flujo de estaciones, y de enviar o mitigar destructivas tormentas -declaraciones que, tristemente, lo llevaron al cepo, pero no interfirió con el tributo regular que le pagaban los pobladores. Era tambien un “hombre medicina” y maestro de ceremonias en ciertas ” escandalosas orgias! en las que sin ninguna modestia se mostraba sin velo alguno”.

* La palabra deriva de tlaloa, hablar por otro, y su traducción usual era “jefe”, porque era el jefe quien hablaba por y en nombre de la tribu
** El interesante relato de Iglesias está impreso en el Apendice del Diccionario Universal de Geografía e Historia (Mexico, X56). Otros escritores atestiguan la tenacidad con la que los Mixes sostienen sus antiguas creencias.
Señor Moro cuenta que siguen siendo “notorios idólatras”, y dice que “su religión actual es una mezcla absurda de sus viejas supersticiones con doctrinas cristianas”
(Orozco y Berm, Geografia de las Lenguas de Mexico, p. 156).

11. Adivinación Astrológica de los Zapotecas

Con relación a la vecina provincia de Oaxaca y sus habitantes, somos instruidos en el uso astrológico del calendario de los Zapotecas por el Padre Juan de Cordova, cuyo “Arte” de esta lengua fue publicado en Mexico en 1578. Según dice, el principal, sino único propósito, era astrológico. Cada cerámica tenía su número y representaba a algún animal: serpiente, venado, conejo, etc. Todo niño, fuera varon o mujer, recibia como apellido el nombre y número del día; siendo su nombre personal tomado de una serie fija, que difería en género masculino y femenino, y que parece haber derivado de los nombres de los dedos.

Segun esto, parece que entre los Zapotecas el espiritu personal o nagual era fijado por la fecha de nacimiento y no por ceremonias posteriores, aunque esto último es lo que declaran algunos escritores, quienes, sin embargo, parecen haber, sin mucho conocimiento, endilgado a los zapotecas los ritos de los Nahuas y otras tribus de los alrededores. *

Siguiendo en importancia a la asignación de los nombres, de acuerdo al Padre Cordova, estaba el uso del calendario para decidir la conveniencia de los matrimonios. Como el objetivo reconocido del matrimonio era engendrar hijos, la pareja apelaba al augur profesional para decidir esta cuestión antes de que se fijara el matrimonio. El seleccionaba tantos granos como la suma de los nombres de los contrayentes, y contándolos de a pares, si sobraba uno, significaba un hijo; luego los contaba de a tres, y el remanente tambien representaba un hijo. Al contar grupos de cuatro, el remanente significaba hijos o hijas; de a cinco y de a seis, lo mismo, y si no habia remanente por ninguna de estas divisiones, el resultado sería ningún hijo y así el matrimonio quedaba prohibido.

Es obvio que este método de adivinacion era más bien auspicioso para los amantes; ya que dudo que haya alguna combinación de dos números debajo de 14 que sea divisible por dos, tres, cuatro, cinco y seis y que no dé un resto en alguno de los casos.

Los zapotecas fueron una de las naciones que voluntariamente se sometieron a los espaniardos, no por amor a los europeos sino por odio a los aztecas, que los habían conquistado en el siglo anterior. Su rey, Coyopy, y su corte, aceptaron el Cristianismo y generalmente fueron bautizados, pero esto era meramente una formalidad, y años después, Coyopy fue hallado conduciendo secretamente el ritual pagano de sus ancestros con toda la pompa,.Fue arrestado y enviado a Ciudad de Mexico, y, privado de su poder y riquezas, pronto murió… según se supone caritativamente, “por causas naturales”. Indudablemente dejó sucesores en el oficio de pontífice máximo, quienes continuaron con las ceremonias religiosas nativas.

* Por ejejmplo, , S. B. Carriedo, en su Estudios Historicos del Estado Oaxaqueño (Oaxaca, 1%9), p. 15, dice que el nahualt era una ceremonia llevada a cabo por el sacerdote nativo, en la cual al infante se le hacía un sangrado detrás de la oreja, se le asignaba un nombre que era el de determinado día, y un ángel guardián o tona. Estas palabras son nahuatl puro, y Carriedo, que no da su autoría, probablemente no tenía nada que relacionara estos ritos con los zapotecas.
** Juan de Cordon, Arte en Lengua Zapoteca, pp. N, 202, 203, 2l3, 216.

12. Artes similares de los Mixtecas

Las escasas noticias que tenemos de la astrología de los Mixtecas, vecinos y casi parientes de los zapotecas, revelan ritos íntimamente similares.

El nombre de su rey, quien se opuso a Montezuma unos sesenta años antes de la llegada de Cortez, prueba que usaban un calendario similar, sino igual, para asignar los nombres. A este rey se le dio el nombre de “Tres Micos”, o sea 3Mono.

Desafortunadamente, hasta donde sabemos, no ha sido publicada o tal vez ni siquiera existe una copia auténtica del calendario Mixteca. No obstante, se redujo a escribírselo en lengua nativa luego de la conquista, y una copia del mismo fue vista por el historiador Burgoa en la ciudad mixteca de Yanhuitlan *.

Cada día llevaba el nombre de un árbol, planta o animal, y de ellos recibía su nombre el individuo, como “Cuatro Leones, “Cinco Rosas”, etc, según los ejemplos dados por Herrera. Este escritor agrega que el nombre era asignado por los sacerdotes cuando el niño tenia siete años de edad (como entre los tzentzales), siendo parte del rito conducirlo al templo y perforar sus orejas. Tambien se refiere a los augurios respecto del matrimonio **. Estos parecen haber sido distintos al de los zapotecas. Era necesario que el joven tuviera un nombre con un número más alto que el de la novia, y tambien “que estuvieran emparentados”. Probablemente esto aplicaba a ciertos matrimonios formales de los soberanos, que estaban obligados a seguir el gen.

* Extraído de Carriedo, ubi supra, p. 17.
** Hist. de las lndias Oc., Dec. iii, Lib. iii, cap. 12.

Zooatropia

Desde su génesis, la modernidad desparramó sobre el mundo una nueva concepción de éste, donde toda creencia que no estuviese fundada en la razón estaría condenada al destierro. Frente a la claridad que parecían brindar las luces de la ciencia, los elementos sobrenaturales de la vida del hombre comenzaron un proceso de extinción. La creencia en la zoantropía, supuesta capacidad del hombre de metamorfosearse en animal, que se ha manifestado en casi todo el planeta; no escapó al desvelo moderno, y pasó a ser considerada como fruto de supercherías y delirios monomaníacos.
Quizá los orígenes de la zoantropía se hallen en la prehistoria, cuando el hombre se encontraba en las misma condiciones que los demás animales a la hora de procurarse alimentos. Muchas de aquellas criaturas estaban mejor equipados que el hombre para atacar y obtener un presa, lo que provocaría en él cierta impotencia ante la carencia de cualidades envidiables como la velocidad y la fuerza.
Con el fin de obtener sus codiciadas habilidades, el hombre comenzó a experimentar con el uso ritual de huesos, pieles, excrementos y cualquier otra cosa que pudiera obtenerse del animal. De esta manera, nacía el nexo entre el chamanismo y el reino animal. Con el tiempo, el chamán de la tribu tendría el poder de convocar al espíritu del jaguar o del lobo para que sirvieran de aliados a los cazadores tribales. A partir de esto, llegar a considerar a un chamán como un hombre-animal, sólo distaba de un paso.
El objetivo de este trabajo consiste en realizar un somero recorrido a través de las variadas manifestaciones zoantrópicas en los diversos rincones del planeta a lo largo de la historia de la humanidad.
En este trabajo se exponen también, algunas teorías sobre este fenómeno desde la particular visión de Elifás Leví y de Antonio González de Salas.

Aspectos generales sobre la zoantropía
La transformación de humanos en animales ha sido en todo tiempo habilidad del brujo. En una u otra forma, y más o menos preferentemente según su vocación y aptitudes, se considera que el brujo tiene la capacidad de ser zoántropo.
Se supone que existen zoántropos desde que hay brujos en el mundo, y éstos habitan en él desde tiempos inmemoriales. Previo al descubrimiento de América, había en el continente brujos declaradamente zoántropos. Entre ellos hay diferencias cuantitativas, pero están unidos por el hecho de haber realizado un pacto con el diablo, que puede ser más o menos condescendiente con unos que con otros. La diferencia estribaría, única y exclusivamente en la calidad de las aficiones y en el mayor o menor poder que el brujo recibe de su patrono.
La zoantropía fue, sin duda alguna, uno de los primeros frutos de la superstición, hermana de la ignorancia de las arcaicas sociedades humanas.
La superstición trajo al mundo al hechicero, que es su ministro, su intérprete, su representante. Ya se considere a la zoantropía como una creencia en la transmutación de seres humanos en bestias, o como un género de locura que de ella se origina (la manía lupina, por ejemplo), ofuscó y aquejó en un principio, a latinos y griegos, a los pueblos de Oriente y con posterioridad a los de Europa. Las sociedades humanas padecieron en todas partes, extravíos de la misma índole. Los tenía el Nuevo Mundo al tiempo del descubrimiento. La conquista los halló en los bohíos y en las tolderías del aborigen y en los imperios del Inca y de Moctezuma. Después de la conquista florecieron en los nuevos pobladores, en campos y ciudades.
Cuentan las relaciones historiales de los misioneros, que en las regiones que vierten al Paraná y Uruguay, había una casta de indios que eran poseídos por un espíritu maligno, que los impulsaba a penetrar en pueblos a modo de perros rabiosos y hacer en ellos carnicerías. De repente, se apoderaba de ellos un furor irresistible y, con su arco y flechas, rugiendo como fieras mataban a la gente y se la comían. Se dice que solían vagar de noche por los campos como enajenados, tomando brazas de fuego con las manos, llevárselas a la boca y engullirlas sin que les hiciesen daño. Pasado el furor, no sabían qué era aquello que interiormente les motivaba a ejecutar cosas semejantes. Estos indios eran llamados apiocarés, que quiere decir hombres protervos o sin discurso [1].El licántropo, que de Europa se trasladó con los nuevos pobladores al continente de Colón, ha podido pasar a ser zoántropo con facilidad en su nuevo domicilio. Al pisar las playas de América, se encontró con un colega que le dejaba muy atrás en habilidades. En toda la región meridional del continente hubo zoántropos. En todas las costas bañadas por el Atlántico, el licántropo halló hechiceros o brujos capaces de tomar las formas de lobo o de cualquier animal feroz cuyos instintos y poder irresistible le conviniese utilizar para satisfacer sus pasiones o para la ejecución de empresas menos interesadas. En las regiones que se extienden del Amazonas hacia el Orinoco, salió el Tejoje a recibirlo. En las regiones que comprenden desde el istmo de Panamá hacia el Orinoco se topó con el Payé o hechicero que, como el Tejoje, sobrevivió a la entrada de los españoles y portugueses.
Las mitologías y las tradiciones indias son también una rica fuente de creencias vinculadas a la zoantropía. Los brahmanes habían sistematizado las primitivas creencias del pueblo y unificado toda aspiración fetichista, ya desde el zoomorfismo más elemental al antropomorfismo más perfecto. El vishnuismo, que por un lado humaniza y por el otro zoomorfiza todas las fuerzas de la naturaleza, agrupa estas primitivas creencias, las recopila literariamente y forma un cuerpo de doctrina cuyas avataras se narran las sucesivas transformaciones que sufre el divino Vishnú.
Para librar de la muerte a los hombres, Vishnú se encarna primero en tortuga gigante y, con su fuerza colosal, como lo hiciera Hércules, sirve de soporte al mundo; en el jabalí de dientes afilados que lo limpió de los peligros; y en el monocero o pez milagroso que dirigió el rumbo de la nave de Manú cuando éste fue salvado con los suyos del diluvio. Su transformación en Hombre León o Nurisnha le permite despedazar al demonio que acometía a los dioses. En sus transformaciones humanas, Vishnú es sucesivamente Rama, Khrisna y Buda, amén de simbolizar a todos los gurús o fundadores de sectas religiosas.
Algunos avatares de Vishnú, como Khrisna y Rama, aparecen en ciertos pasajes también con atributos bestiales, en especial cuando se ven obligados a luchar contra sus enemigos.
En el mismo espíritu que los avatares indias están las “transformaciones” de los antiguos egipcios: más allá de la muerte, el egipcio esperaba renacer o, mejor dicho, sufrir transformaciones a través de diversos animales sagrados, para volver por fin a su forma humana original, que guardaba celosamente gracias a los perfectos procesos de momificación. Durante el período de pérdida de su humanidad, en las sucesivas encarnaciones zoomórficas, debía luchar contra bestias fantásticas o impías que hacían de él su presa favorita. Estas fieras se representan en jeroglíficos egipcios como hienas, chacales y, principalmente, como lobos que pueden devorar la sombra material del individuo y hacerle imposible la resurrección.
Subyaciendo con la figura del zoántropo, como ocurre con la del vampiro, se hallan rasgos de erotismo perverso que, cuando se manifiesta en el hombre, llega a la consumación de los más horribles crímenes. Esta misma característica se da en los dioses: Khrisna es un dios báquico que corretea tras idílicas y voluptuosas pastoras, pero halla el verdadero goce cuando al fin lucha contra los reyes impíos y los despedaza. Rama, bajo la tutela de Hanuman, el dios mono, marcha al frente de su ejército cuando invade Ceilán y destroza alegremente los cráneos de los enemigos.
En la tradición bíblica, existe también algunos casos de zoantropía. Caín, tras haber asesinado a su hermano Abel para arrebatarle a su esposa Aclima -dicen los talmudistas-, vagó por las selvas llevando una vida errante, y que tan agudo fue su proceso de animalización que, años después, uno de sus nietos lo mató creyéndolo una fiera salvaje.

Teorías sobre la metamorfosis zoantrópica
Según el sacerdote Rosacruz francés Alphonse Louis de Constante –más conocido como Elifás Leví (1810-1875)-, clásico expositor de la ciencia oculta, expresa en su obra Dogme et Rituel del la Haute Magie que ninguna de las personas que supuestamente son zoántropos, saben qué es lo que padecen. Leví sostiene que ninguna persona habría sido muerta por un zoántropo sin herida de sangre; que ninguno de éstos, aun herido, habría muerto en el acto y lugar de la pelea; y que los individuos que se sabían zoántropos se habrían hallado siempre en sus casas, después de haber sido perseguidos, más o menos lastimadas, pero en su cuerpo antropomorfo. Un zoántropo, según Leví, es el cuerpo sideral (1) de un hombre cuyos instintos salvajes y sanguinarios representa el lobo. Penosamente duerme en su cama y sueña que es lobo, mientras el fantasma que lo representa, el animal, vaga por el campo. Se hace manifiesta la sobreexitación, próxima al sonambulismo, que ocasiona el pánico en los individuos que le contemplan, o la particular disposición de los campesinos a ponerse en comunicación con la luz astral (2) a cuyo favor se realizan las visiones y los sueños. Los golpes que recibe el zoántropo hieren a la persona dormida que representa; lo que se verifica en virtud de una congestión ódica (Od: Fuerza vital, que todo lo penetra y que de todos los cuerpos fluye incesantemente, a manera de dinamismo cósmico. Ódico: que incluye od o pertenece a él) de la luz astral, de una correspondencia entre el cuerpo inmaterial y el cuerpo material[2].Un erudito humanista de principios del siglo XVII, D. Jusepe Antonio González de Salas, concibió, disertando sobre zoántropos, una idea muy original. Así como parece haber hombres que se transforman en bestias, se planteó el hecho de por qué no habría de ser posible que las bestias, a su vez, se transformasen en hombres. Confiesa, no obstante, que antes de él, pensaron lo mismo Simónides y Proclo; pero González, según sus palabras, aún no había leído sus obras, cuando le surgió aquella inquietud, hallazgo que dio lugar a que ya por entonces “recelasen espíritus nobles y trascendidos” que viviesen entre la gente, lobos, asnos, cerdos y otros diversos animales en figura de seres humanos, pero con hábitos, actitudes, ademanes y rasgos fisionómicos que delataban su forma e índole natural. No debería sorprender, por tanto, la probabilidad de toparse con individuos que, después de verlos y hablar con ellos, y a veces de primera ojeada; se muestren irracionales; lo cual indicaría, para González de Salas, ser bestias con apariencia de hombres [3].

Esta supuesta habilidad de los animales de transmutar se puede apreciar en El Monstruo del Mar (The Sea Thing, 1939), cuento del escritor A. E. Van Vogt, donde un dios-tiburón adquiría forma humana para vengarse de un pescador que intenta matarlo de un arponazo. La mirada del furibundo tiburón-hombre despertaba una gran perturbación entre los personajes del relato, quienes intuían que aquel hombre ocultaba un ominoso secreto.
Leví desarrolla también una teoría muy similar a la de González de Salas. Según Leví, la fisonomía de cada individuo lleva marcado el sello de su instinto predominante. Esta circunstancia le predispone a transformarse, por medios adecuados, en el animal cuyo instinto manifiesta predominar entre las condiciones de su carácter. A unos instintos contraponen otros diferentes de igual o mayor eficacia, por los que los que son equilibrados o vencidos.
Si se es un perro –dice Leví- y se busca el amor de una gata, no se debe hacer más que metamorfosearse en gato por medio de la observación, de la imitación y de la imaginación, a través de la “polarización de la propia luz animal, hasta conseguir el equilibrio de la fuerza que obraba en sentido antagónico”. La Polarización magnética puede efectuarse por medio de formas animales. Los magnetizadores dan al agua pura, por sola imposición de las manos, las propiedades del vino o de un medicamento. Los domadores de fieras dominan al león, superándole mental y magnéticamente en fuerza y bravura. Los animales son los símbolos vivos de pasiones e instintos de los hombres: el hombre tímido se convertirá en liebre, y el feroz, en tigre. Leví comenta que San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, desarrolla una gran potencia mágica ordenando a sus discípulos que vean, gusten y palpen las cosas invisibles. “El jesuita comunica la eficacia de sus principios a un conjunto de voluntades igualmente acondicionadas, y cada uno de los padres de la compañía es tan fuerte como la sociedad religiosa que integra, y esta sociedad es más fuerte que el mundo”. [4]

Licantropía: la celebérrima forma de zoantropía
El licántropo no representa sino una de las variadas formas de zoantropía. Sólo que la licantropía vino a ser la forma clásica, la que preponderó en Europa, e hizo olvidar todas lasa demás de las que se revistiera el zoántropo. El patrono de los hombres lobo es Licaón, rey de Arcadia y de cuyo nombre se deriva el término.
Pausianas, Platón y Ovidio han dado distintas versiones de lo que le ocurrió a Licaón, pero coinciden en señalar que su gran arrogancia y presunción lo llevó a querer burlarse de Zeus invitándole a comer un guiso preparado con el cadáver de su propio hijo. Zeus, al darse cuenta del engaño, lo castigó transformándolo en lobo.
Plinio recoge a su vez en la Historia Natural el caso de un brujo llamado Domaco que por haberse comido el vientre de un niño, era transformado en lobo durante una noche de luna llena.
Nabucodonosor, rey de Babilonia, fue metamorfoseado en buey durante siete años, como castigo divino por haber sometido a los israelitas. La leyenda dice que cuando el rey de Babilonia recuperó la forma humana, sus uñas quedaron deformadas a modo de pezuñas de buey. Afectado por un trastorno cerebral, Nabucodonosor habría padecido la llamada manía lupina o insania lupina, extraña afección que tanto apasionara a médicos, teólogos y demonólogos. Santo Tomás sostenía que la transformación de Nabucodonosor sólo existía en su exaltada imaginación.

Pero más que un buey u otra figura animal, es la del lobo la que adopta quien padece la manía lupina; y es justamente esta figura la que da origen a su denominación en todas las lenguas europeas: werewolf, loup-garou o loup-varou (del latín lupus varios), garwall, lobisome, etc.
Poetizados los licántropos por Homero, Ovidio y Apuleyo, los hombres lobo han tenido siempre una característica: no hay folklore ni religión que no haga alusión a los avatares de los dioses y demonios en su transformación bajo un aspecto seductor, punitivo o triunfante. La fatalidad ha querido que esas amables fantasías sean a menudo tomadas al pie de la letra, habiendo dado lugar así durante el Renacimiento, a discusiones interminables, y tanto más inhumanas, ya que desembocaban en la ejecución de la pena de muerte de aquellas personas consideradas brujos, acusados de haber revestido forma animal.
En la antigüedad, las creencias estaban, por otra parte, escindidas respecto del carácter divertido o maléfico de las transformaciones animales. Al lado de los trucos y trampas que los dioses empleaban para seducir a los mortales, existían verdaderas víctimas maleficios de cólera celestial, como son los casos de los compañeros de Ulises y el del ya mencionado Nabucodonosor.
El caso más flagrante de licantropía es posible que sea, sin embargo, el de Osiris, que salió de los infiernos y, adoptando la forma del lobo, ayudó a su esposa Isis y a su hijo Horus en la lucha contra el tifón.
Durante la Edad Media, los hombres-lobo podían ser identificados según señales inequívocas, cuando su transformación no era evidente: por frecuentes contorsiones corporales o su andar felino, por la hinchazón de la cara, insensibilidad a los insectos y los parásitos, respuestas extrañas que no correspondían a lengua alguna conocida, punzadas de agujas sin que hubiera efusión de sangre, y el signo más verídico: los clamores de vientre.
Mediante estas señales, y principalmente debido a los clamores abdominales, cuenta Ramón Hervas Marco, en su libro Los Hombres Monstruo, que en el siglo XVII fue detenido un hombre llamado Giles Garnier. El propio Luis XIII siguió de cerca el asunto y cuando supo que sus corchetes (suerte de cuerpo policial) habían hecho que una zorra hambrienta devorara el hígado del desdichado sin que éste manifestara dolor, autorizó su proceso.
Probado que tomaba frecuentemente la forma de lobo para cometer asesinatos, Enrique Camus, conserje del rey, manifestó al tribunal que Garnier habría ido a una viña pocos días antes de Todos los Santos y allí había atrapado a una niña de doce años a la cual mató con sus colmillos y garras.
Según demostró la instrucción, pocos días más tarde de estos hechos, Garnier habría vuelto a atacar a otra niña para devorarla. Y ya la tenía bajo sus garras para despedazarla, cuando a los gritos de la desdichada acudieron unos vecinos y pudieron salvarla, aunque, aparentemente, bastante maltrecha. Después de la fiesta de Todos los Santos, estando todavía en su forma de lobo, habría devorado un muchacho y, posteriormente, ya en su figura humana, robando un niño y con la intención de comérselo.
Quemado vivo y echadas sus cenizas al viento, Garnier no parece ser el único loup-garou registrado en los documentos franceses.
Juan Grenier, un muchacho de quince años, fue también condenado al la hoguera acusado de ser un brujo lobo y de haber comido a varios niños, según testimonió Juana Garibauc, una muchacha de su edad que habría sido atacada por él.
Estando el diablo medieval representado por el macho cabrío, no es extraño que se considerase que Satán se posesionaba de los hombres tomando rasgos animales que simbolizaran la crueldad de sus crímenes. ¿Y qué animal más cruel que el lobo a los ojos de los aldeanos europeos?
Como escribe el demonólogo Lancre: “El diablo se transforma más a gusto en lobo que en otro animal porque el lobo es devorador y, por lo tanto, más dañino que otros animales. También porque el lobo es el enemigo mortal del cordero, en cuya forma fue figurado Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor…”. [5] Príncipes y Varones de toda Europa creyeron firmemente en la posibilidad de que un hombre pudiese transformarse en lobo. Segismundo (1368-1437), rey de Hungría y líder del Sacro Imperio Romano Germánico, hizo que la Iglesia reconociera oficialmente la existencia de hombres-lobo durante el concilio ecuménico de 1414. Allí, se llegó a la conclusión de que, en efecto, había licántropos u hombres que, con la ayuda del diablo, podían transformarse en lobos. Se llegó a considerar inclusive, que era una herejía negar o no creer en la existencia de licántropos. En el siglo XVI, el fenómeno adquirió tales proporciones en toda Europa que la Iglesia romana decidió llevar a cabo una investigación oficial. Entre 1520 y mediados del siglo XVII, se enumeraron unos treinta mil casos de licantropía en Europa occidental, Serbia, Bohemia y Hungría.

El poder de las flores, o cómo Luciano de Samosata recuperó su forma humana
Durante la Edad Media, y aún la moderna, se generalizó en Europa la creencia de que las personas de ambos sexos podían, a favor de ciertos hechizos o por medio de un encanto, transformar o ser transformar o ser transformadas en aves o cuadrúpedos. En unos era temporaria, dependiente de su voluntad y para sólo cumplir sus designios, buenos o malos, y en otros fatal, ineludible y perpetua. Lo más común era la forma, hábitos, condiciones e instintos de ave de rapiña, de lobo, de búho o de gato (3).Algunos autores estiman que es bajo la fuerza de drogas poderosas que los hombres pueden transformarse en bestias, pero no coinciden en señalar cuáles pueden ser exactamente las hierbas que operan el prodigio. En cambio coinciden en señalar que determinadas flores son capaces de devolverles a su primitivo estado.
Antiguamente se creía que los pétalos de la rosa eran los que tenían la facultad de “deslobar” al hombre y, en las tradiciones modernas, esta misma virtud se atribuye a la flor del acónito.
El filósofo y jurista griego, Luciano de Samosata (125-192) relata cómo queriendo transformarse en pájaro, recurrió a las artes de una bruja tesaliana para que le preparase una poción adecuada. La hechicera equivocó la fórmula, y en lugar de pájaro, Luciano quedó convertido en asno, animal que simboliza a Príapo. Tras diversas aventuras bajo la figura asnal, Luciano pasó a ser propiedad de una mujer tan licenciosa como volcánica, que encuentra en Luciano al único remedio que puede apaciguar su apetito. Pero tanta es la perversión, que su ama llega a exhibirlo en público para que todos puedan ser testigos de las proezas del asno y de los goces de ella. Esta aventura termina cuando, descansando junto a su cama, Luciano advierte que entra en la estancia un hombre cargado de flores. Entre aquellas, distinguió rosas recién cortadas; al instante, saltó del lecho. Todos creyeron que se levantaba para bailar pero, recorriendo los ramos con su hocico, escogió rosas entre las otras flores y las devoró. Entonces, con gran asombro de los espectadores, la figura del animal se desvaneció; el asno desapareció y en su lugar había aparecido Luciano, de pie y completamente desnudo. Todo el mundo quedó desconcertado a causa de la metamorfosis asombrosa e inesperada; se produjo entonces un escándalo espantoso.
El incidente termina con la presencia del gobernador, que reconoce a Luciano y ordena que sea puesto en libertad. Y aquella misma noche, con sus mejores galas, Luciano se dirigió a la casa de su antigua ama. Cenó con ella, y ya avanzada la noche, llegada la hora de irse a la cama, se levantó y creyendo realizar una hazaña, se desnudó, estimando que así le gustaría más en comparación con el burro. Pero ella, viendo que Luciano no era más que un hombre, lo miró con desprecio y le dijo que se largara, a lo que Luciano le preguntó qué crimen había cometido para merecer semejante respuesta; a lo que ella respondió que no era él sino del asno de quien estaba enamorada, que era con el animal y no con Luciano con quien se había acostado, y que pensaba que todavía conservaba su “hermosa y buena pieza” que distinguía al asno. Luego de la metamorfosis, Luciano era, en opinión de su antigua dama, un mono ridículo.

Los hombres-tigre de Sumatra y el runauturuncu
En la selva virgen el hombre se encuentra tan cerca de la naturaleza y depende tan por completo de ella, que no puede menos que sopesar todos los fenómenos que observa. A medida que el tiempo transcurre, las generaciones de los moradores de la selva entretejen teorías y fantasías alrededor de los sucesos, que luego dan lugar a grotescas leyendas.
Pocas de las leyendas de Sumatra son creídas con más firmeza por los habitantes de la selva como la que se relaciona con los ngelmu-gadongan, es decir, con los hombres-tigre.
Según las tradiciones del distrito de Palembang, Indonesia, existen seres humanos que parecen completamente normales, pero que carecen del canal del labio superior. Estas personas, según las leyendas, tienen la facultad de convertirse en tigres. Algunos lugareños afirman que en la región montañosa, en las alturas de Dempo, se decía que existía una aldea habitada exclusivamente por hombres y mujeres tigre.
Cuando adoptan la forma humana, los hombres-tigre se conducen como cualquier ser humano común y corriente. Atienden sus campos y asisten a bazares a vender sus cosechas y a efectuar sus compras, y se casan con personas de los establecimientos vecinos.
Según los lugareños en cierta época del año, los tjindaku, abandonan su morada para dirigirse a sus regiones preferidas de caza. Si llegan a alguna aldea, ingresan a ella en forma humana, suplicando a los aldeanos que les permitan pasar la noche. En el caso de que el aldeano sea poco cauto y no observe que les falta el canal del labio superior, pagará muy caro su descuido: por la mañana los vecinos sólo encontrarán sus huesos, y no se verán señales de los tjindaku.
Las leyendas sobre los ngelmu-gadongan y tjindaku no sólo se limitan a Sumatra. Gente del este de Java parece haber escuchado la leyenda de los gadongan, pero sin la fórmula mágica. Según su versión, la metamorfosis de hombres en animales opera de forma inconsciente.
El misterio de la zoantropía ha poblado con sus creaciones también la selva santiagueña. En ella hay un mito al que los antiguos pobladores de la zona solían llamar runauturuncu. Este nombre está formado por dos palabras de origen quichua: hombre (runa) y tigre (uturuncu). Este indio-tigre es un brujo. Sin embargo, los relatos de la selva no descubren el secreto de su virtud. Se cree que pudo haber sido obtenido en pacto con el diablo (Zupay), debido a razones vinculadas a la venganza, o bien para poseer el vigor animal y la inteligencia humana.
Curiosamente, el runauturuncu ha sido inmortalizado por Alfredo Guido en el mural titulado “Las leyendas del país de la selva” (1938), que se encuentra en la estación Bulnes de la línea D del subterráneo de Buenos Aires.

Conclusión:
Es notable el hecho de que prácticamente no exista cultura alguna que no haya manifestado creer en la transmutación zoantrópica, hecho que lleva a reafirmar que todas las supersticiones populares tienen su equivalente en otras épocas y regiones, y que poseen un denominador común: la naturaleza desconocida.
La zoantropía nació en un mundo que no estaba regido bajo la lente de la razón, la que, a pesar de despojar al mundo de sus costados fantásticos y míticos, felizmente lo despojó también de la ignorancia. De esta manera, sabemos hoy que ese tipo de creencias estaban fundadas en la superstición y que en muchísimos casos eran producto de perturbaciones mentales, de la autosugestión y de la ingesta de drogas alucinógenas que inducían a aquellos que las consumían a creerse zoántropos: algunos licántropos, de acuerdo con relatos del siglo XVII, aseguraban, por ejemplo, que en realidad eran lobos, pero que su cabello crecía en el interior de su cuerpo. Ejemplos como éste ponen de manifiesto la importancia de la autosugestión en aquellos individuos declarados zoántropos.
La creencia en la zoantropía y sus derivados, han llevado a que a lo largo de la historia se cometan asesinatos brutales a mucha gente por el simple hecho de haber nacido con determinadas anomalías físicas consideradas rasgos distintivos de un zoántropo.
A pesar del empecinado esfuerzo moderno en erradicar toda posibilidad de existencia de seres zoántropos , ésta no ha logrado calar con suficiente hondura en la mente de muchos hombres, quienes mantenemos, en un rincón de nuestro entendimiento, algo de ese temor primitivo hacia lo desconocido heredado de nuestros antepasados, y que le da a nuestras vidas un matiz particular.

Citas y notas:

[1] Padre Antonio Ruiz de Montoya, Conquista Espiritual del Paraguay, Paraná y Tape, en Supersticiones del Río de la Plata, de Daniel Granada, página 418)
(1) Según las doctrinas de la magia, el fluido astral condensado en cuerpo astral es una de las grandes fuerzas de la naturaleza. Todo cuerpo emite este fluido, que permite las materializaciones de los cuerpos de los difuntos y de los vivos. Es el lazo psíquico que une el mundo material o físico, al mundo inmaterial o invisible (espiritual). El cuerpo astral durante la vida del hombre, está en él y fuera de él. Irradia en torno de él, produciendo emanaciones fluídicas. Puede proyectar fuera de sí, mediante una fuerte concentración de su voluntad, su cuerpo fluídico o cuerpo astral, en parte al menos, no enteramente, ya que eso implicaría la muerte. El hombre puede, de esta manera aparecer fluídicamente (o sea, en estado de cuerpo astral) a una distancia cualquiera del punto del que se encuetra. Puede también materializarse, es decir, aparecer revestido del cuerpo físico, y desde luego recupera hasta cierto punto todas las propiedades del cuerpo verdadero. (Ernest Bosc, La Psychologie devant la Science, en Ibid., p.416).
(2) La luz astral según las doctrinas de la magia, es la fuerza-substancia universal, de la cual son modalidades todas las demás fuerzas y substancias. Sigue casi las mismas leyes que la electricidad, una de sus manifestaciones superiores. Es la gran fuerza o corriente luminosa –de donde le viene el nombre-, que mantiene las atracciones armónicas entre todos los astros. La parte más elevada de la producción corporal viene a ser el cuerpo astral, es decir, la fuerza nerviosa que circula en el organismo, la cual, así es susceptible de condensarse como de dilatarse; y de tal modo que puede salir fuera del ser humano. Es una fuerza invisible, a la que vulgarmente se la denomina vida (Papús, Traité Methodique de Science Occulte, en Ibid., p. 422).

[2] Ibid., p.422
[3] Compendio Geográfico e Histórico del Orbe Antiguo, por Pomponio Mela, con nueva y varia ilustración; traducido al castellano por D. Giusepe Antonio González de Salas. Edición de Sancha; Ibid., p. 426
[4] La Clef des Grands Mysteres, por Elifás Leví en Ibid., p.427
[5] Ramón Hervas Marco, Los Hombres Monstruo, p.138
(3) “Otras veces, acabadas de untar a nuestro parecer mudamos (las brujas) de forma y, convertidas en gallos, lechuzas o cuervos, vamos al lugar donde nuestro dueño (el demonio) nos espera, y allí cobramos nuestra forma y gozamos de los deleites, que te dejo decir, por ser tales que la memoria se escandaliza de acordarse de ellos” (Coloquio de los perros Cipión y Berganza, por M. De Cervantes, en Supersticiones del Río de la Plata)

Bibliografía:
Granada, Daniel; Supersticiones del Río de la Plata; Editorial Guillermo Kraft, Buenos Aires, 1947 Hammerly Dupuy, Daniel; Por tierras de Gorilas, Antropófagos y Mau Mau; Editorial Hachette; Buenos Aires, 1958
Hervas Marco, Ramón; Los Hombres Monstruo; Editorial Bruguera, Barcelona, 1974
Jean Marigny; El Despertar de los Vampiros; Ediciones B, Barcelona, 1999
Rojas, Ricardo; El País de la Selva; Editorial Hachette, Buenos Aires, 1956
Saunders Nicholas; Los Espíritus Animales, Editorial Debate, Barcelona, 1996
Schilling, Tom; Cacería en Sumatra y Java; Editorial Constancia; México D.F., 1957

Entrevista a Carlos Castaneda (No chamanismo)

Octubre 25, 1996

Entrevista a Carlos Castaneda para la revista “Uno Mismo”, de Chile y Argentina.

Por Daniel Trujillo Rivas*

1.-Señor Castaneda, durante años usted permaneció en el más absoluto anonimato. ¿Qué le ha impulsado a dejar esa condición para dedicarse hoy a difundir públicamente las enseñanzas que, junto a sus tres compañeras actuales, recibió del nagual Juan Matus?

Lo que nos obliga a difundir las ideas de don Juan Matus es la necesidad impostergable de aclarar lo que él nos enseñó. Yo y sus otras tres estudiantes hemos llegado a la unánime conclusión de que el mundo que nos presentó don Juan Matus está al alcance de los medios perceptivos de todos los seres humanos. Argüimos entre nosotros cual sería el camino adecuado. ¿Permanecer en el anonimato como don Juan nos propuso? Esto no encontraba entre nosotros un eco placentero. El otro camino disponible era el de difundir las ideas de don Juan: un camino inmensamente más peligroso y agotador, pero el único que creemos tiene la dignidad con la que don Juan embebió sus enseñanzas.

2.- Considerando que usted ha dicho que el accionar de un guerrero es impredecible, y de hecho así lo hemos comprobado durante tres décadas, ¿podemos esperar que esta etapa pública suya se prolongue en el tiempo? ¿Hasta cuándo?

No hay manera de establecer un criterio temporal para nosotros. Vivimos de acuerdo a las premisas propuestas por don Juan y jamás nos apartamos de ellas. Don Juan Matus nos dio el terrible ejemplo de un hombre que vivía como él lo describía. El ejemplo de un hombre monolítico que no tiene dos caras. Y digo que es un ejemplo terrible porque es lo mas difícil de emular; ser monolítico y al mismo tiempo tener la flexibilidad para encarar lo que fuera, era la manera de vivir de don Juan.

Dentro de estas premisas lo único que se puede ser es un conducto impecable. Uno no es el jugador de esta partida de ajedrez cósmico, uno es simplemente una ficha de ajedrez. Quien decide todo es una fuerza impersonal consciente que los brujos llaman el Intento o el Espíritu.

3.- Según he podido comprobar, la Antropología ortodoxa resta credibilidad a su obra, lo mismo que los pretendidos defensores del patrimonio cultural precolombino de América. Subsiste la creencia de que su obra es puramente el fruto de su talento literario, por cierto, excepcional; mientras que otros sectores lo acusan de un doble estándar, porque, supuestamente, su estilo de vida y sus actividades son contrarios a lo que la mayoría espera de un chamán. ¿Cómo puede zanjar estas suspicacias?

El sistema cognitivo del hombre occidental nos fuerza a movernos a través de ideas preconcebidas. Basamos nuestros juicios en algo que es siempre “a priori”, por ejemplo la idea de “lo ortodoxo”. ¿Qué es la antropología ortodoxa? ¿La que se enseña en el aula? Y ¿Cuál es la conducta de los chamanes? ¿Ponerse plumas en la cabeza y bailar a los espíritus?

Han acusado a Carlos Castaneda por treinta años de crear un personaje literario simplemente porque lo que yo les reportaba no coincidía con el “a priori” antropológico, con las ideas establecidas en el aula o en el campo de acción antropológico. Sin embargo lo que me presentó don Juan sólo podía caber en un campo de acción total, y bajo tales circunstancias sucede muy poco o casi nada de lo preconcebido.

Nunca he podido llegar a conclusiones acerca del chamanismo porque para hacer esto se necesita ser un miembro activo en el mundo de los chamanes. Es muy fácil para un científico social, digamos por ejemplo un sociólogo, llegar a conclusiones sociológicas acerca de cualquier tema relacionado con el mundo occidental, porque el sociólogo es un miembro activo del mundo occidental. Pero ¿cómo puede un antropólogo que pasa a lo más dos años estudiando otras culturas, llegar a conclusiones fidedignas acerca de ellas? Para adquirir membresía en un mundo cultural se necesita una vida entera. Yo he estado trabajando por más de treinta años en el mundo cognitivo de los chamanes del México antiguo y sinceramente creo que no he llegado aún a adquirir la membresía que me permitiese llegar a conclusiones o siquiera proponerlas.

Yo he discutido acerca de esto con personas de diferentes disciplinas y siempre parecen entender y estar de acuerdo con las premisas que estoy exponiendo. Pero luego se dan vuelta, y se olvidan de todo lo que acordaron y continúan manteniendo los principios académicos “ortodoxos” sin importarles la posibilidad de un error absurdo en sus conclusiones. El sistema cognitivo nuestro parece ser impenetrable.

  4. – ¿Qué finalidad tiene el hecho de que usted se niegue a ser fotografiado, a que se grabe su voz o se conozcan sus datos biográficos? ¿Podría algo de esto afectar, y de qué manera, los logros alcanzados en su trabajo espiritual? ¿No cree que sería útil para algunos sinceros buscadores de la verdad conocer quién es usted realmente, como una forma de comprobar que realmente es posible seguir el camino que usted pregona?

En cuanto a fotografías y datos personales, yo y los otros tres discípulos de don Juan Matus seguimos sus directivas. La idea principal detrás de abstenerse de dar datos personales es muy simple para un chamán como don Juan. Es imprescindible dejar a un lado lo que él llamaba la historia personal. Alejarse del yo es algo bastante engorroso y difícil. Lo que buscan los chamanes como don Juan es un estado de fluidez donde el yo personal no cuenta. El creía que este hecho afecta indiscutiblemente a quien entra dentro de ese campo de acción y afecta de una manera positiva aunque subliminal, ya que estamos acostumbrados a más no poder a fotografías, grabaciones, datos biográficos, todos ellos engendrados por la idea de la importancia personal. Él decía que es mejor no saber nada de un chamán, de ese modo en vez de una persona uno se encuentra con una idea sostenible, lo opuesto a lo que pasa en el mundo cotidiano donde solo encontramos personas con problemas psicológicos y sin ideas, y todos ellos repletos hasta el tope del “yo, yo, yo”.

  5. – ¿Cómo deben entender sus seguidores la existencia de todo un mecanismo comercial y publicitario -al margen de su obra literaria- en torno al conocimiento que usted y sus compañeras difunden? ¿Qué relación tiene usted realmente con Cleargreen Incorporated y las otras empresas (Laugan Producciones, Toltec Artists)? Me refiero a vínculos comerciales.

A estas alturas de mi trabajo necesitaba yo de alguien que pudiera representarme en cuanto a la difusión de las ideas de don Juan Matus. Cleargreen es una corporación que tiene una gran afinidad con nuestro trabajo, lo mismo que Laugan Productions y Toltec Artists. La idea de difundir las enseñanzas de don Juan a un mundo moderno como el nuestro implica el uso de medios comerciales y artísticos que no están al alcance de mis medios individuales. Como corporaciones afines a las ideas de don Juan, Cleargreen Incorporated, Laugan Productions y Toltec Artists, son capaces de proporcionarme los medios para difundir lo que quiero difundir.

El afán de corporaciones impersonales es siempre dominar y transformar todo lo que se les presenta y adoptarlo a su propia ideología. De no ser por el sincero interés de Cleargreen, Laugan Productions y Toltec Artists, todo lo que don Juan dijo habría ya sido transformado en otra cosa.

  6. – Existe un sinnúmero de personajes que, de una u otra manera se han “colgado” de usted para adquirir notoriedad pública. ¿Qué opinión le merece el accionar de Víctor Sánchez, quien ha interpretado y reordenado sus enseñanzas para elaborar una teoría personal? ¿O las afirmaciones de Ken Eagle Feather, quien asegura que ha sido escogido como discípulo por el mismísimo don Juan, vuelto a esta dimensión sólo para ello?

Efectivamente hay una serie de personas que se titulan a sí mismos estudiantes míos o del mismo don Juan a quienes yo nunca he conocido y que puedo asegurar que don Juan nunca conoció. Don Juan Matus estaba interesado exclusivamente en la perpetuación de su linaje de chamanes. Él tuvo cuatro discípulos que perduran hasta el día de hoy. Tuvo otros que partieron con él. Don Juan no estaba interesado en enseñar su conocimiento, lo hizo con sus discípulos a fin de que continuaran su linaje. Sus discípulos, como no pueden continuar el linaje de don Juan se han visto obligados a esparcir sus ideas.

El concepto del maestro que enseña su conocimiento es parte de nuestro sistema cognitivo pero no es parte del sistema cognitivo de los chamanes del México antiguo. Para ellos enseñar era un absurdo. Transmitir su conocimiento a quienes iban a perpetuar la vida del linaje era otro asunto.

El hecho de que haya una serie de individuos empeñados en usar mi nombre o el de don Juan es simplemente una maniobra fácil para beneficiarse sin mucho trabajo.

  7. Consideremos el significado de la palabra “espiritualidad” como un estado de conciencia en que los seres humanos son plenamente capaces de controlar las potencialidades de la especie, logro que se obtiene trascendiendo la simple condición de animal, por medio de un arduo acondicionamiento psíquico, moral e intelectual. ¿Está de acuerdo con esta afirmación? ¿Cómo se integra el mundo de don Juan en este contexto?

Para don Juan Matus como un chamán pragmático y lleno de cordura, “la espiritualidad” era una idealidad vacía, era una aseveración sin fundamento que nos parece muy bella porque está incrustada en conceptos literarios y expresiones poéticas, pero que nunca pasa de ahí.

Los chamanes como don Juan son esencialmente prácticos. Para ellos sólo existe un universo predatorio donde la inteligencia o la conciencia de ser son el producto de desafíos de vida o muerte. Él se consideraba un navegante del infinito y decía que para navegar en lo desconocido, como lo hace un chamán, uno necesita pragmatismo ilimitado, cordura sin medida y “agallas de acero”.

En vista de todo esto don Juan creía que “la espiritualidad” es simplemente una descripción de algo imposible de lograr bajo los patrones del mundo cotidiano y no es un modo vivo de actuar.
  8.  -Usted ha señalado que su actividad literaria se debe a instrucciones de don Juan, lo mismo que Taisha Abelar y Florinda Donner-Grau. ¿Hacia qué objetivos apunta aquello?

El objetivo de escribir los libros fue dado por don Juan. El aseveraba que si uno no es escritor uno aún puede escribir, pero el escribir se transforma de una acción literaria en una acción chamanística. Quien decide el tema y el desarrollo de un libro no es la mente del escritor sino una fuerza que los chamanes consideran como la base del universo y la llaman el Intento. Es el Intento quien decide la producción de un chamán, ya sea literaria o cualquier otra.

De acuerdo a don Juan un practicante de chamanismo tiene el deber, la obligación de saturarse con toda la información disponible. El trabajo de un chamán es el trabajo de informarse de una manera plenaria de todo lo posible relacionado con el tópico de su interés. El acto chamanístico consiste en abandonar todo interés de dirigir el curso que tal información tome. Quien arregla las ideas que nacen de tal fuente de información no es el chamán -decía don Juan- es el Intento. El chamán es simplemente un conducto impecable. El escribir era para don Juan un desafío chamanístico, no una tarea literaria.

  9. ¿Tiene planes inmediatos en esta línea, otros libros, por ejemplo?

Hay una serie de libros en producción en estos momentos. La corporación Cleargreen como editorial va a publicar a fin de este año un libro sobre la Tensegridad y otro libro sobre el Silencio Interno. Taisha Abelar, Florinda Donner-Grau y Carol Tiggs, tienen también proyectos que están a punto de terminarse.

  10. – Si me permite la siguiente afirmación, su obra plantea conceptos estrechamente relacionados con las doctrinas filosóficas orientales, pero resulta contradictoria con lo que se conoce comúnmente de la cultura indígena mexicana. ¿Dónde se encuentran las similitudes y diferencias entre una y otra?

No tengo la menor idea. No soy erudito ni en lo uno ni en lo otro. Mi trabajo es un reporte fenomenológico de un mundo cognitivo al que me introdujo don Juan Matus. Desde el punto de vista de la fenomenología como un método filosófico, no es posible llegar a aseveraciones relacionadas con el fenómeno bajo escrutinio. El mundo de don Juan Matus es tan vasto, misterioso y contradictorio que no se presta para un ejercicio de exposición lineal ; a lo más se lo puede describir, y esto, haciendo un esfuerzo supremo.

  11. – Asumiendo que las enseñanzas de don Juan han pasado a formar parte de la literatura ocultista, ¿qué opinión le merecen otras enseñanzas de este grupo, por ejemplo, las filosofías masónica, Rosacruz, el Hermetismo y disciplinas tales como la Cábala, el Tarot y la Astrología, comparándolas con el nagualismo? ¿Ha tenido alguna vez o mantiene contacto con alguna de estas vertientes o con sus cultores?

De nuevo ni la menor idea de cuales son las premisas, los puntos de vista, los temas de tales disciplinas. Don Juan nos presentó el problema de navegar en lo desconocido y esto nos toma todo el esfuerzo disponible.

  12. – ¿Algunos de los conceptos de su obra como el punto de encaje, las emanaciones de energía que componen el universo, el mundo de los seres inorgánicos, el intento, el asecho y el ensueño, tienen una contrapartida en el conocimiento occidental? Por ejemplo, hay quienes ven en el hombre como huevo luminoso una expresión del aura…

No, nada de lo que don Juan nos enseñó parece tener una contrapartida en el conocimiento occidental , que yo sepa.

Una vez cuando don Juan aún estaba presente pasé un año entero en búsqueda de gurus, maestros, sabios que me dieran un indicio de lo que estaban haciendo. Quería yo saber si había algo en el mundo de aquel día que fuera similar a lo que don Juan decía y hacía.

Mis recursos eran muy limitados y sólo me llevaron a conocer a los maestros establecidos que tenían millares de seguidores y desgraciadamente no pude encontrar nada de similitud.

  13. – Concentrándonos ahora específicamente en su obra, sus lectores nos encontramos a Carlos Castaneda diferentes. Primero, a un académico occidental algo inepto y permanentemente desconcertado ante el poder de ancianos indios cono don Juan y don Genaro (principalmente en Las Enseñanzas de don Juan, Una Realidad Aparte, Viaje a Ixtlán, Relatos de Poder y El Segundo Anillo de Poder), luego con un aprendiz de chamán avezado (en El Don del Águila, El Fuego Interior, El Conocimiento Silencioso y, especialmente, en El Arte de Ensoñar). Si está de acuerdo con esta apreciación, ¿cuándo y cómo desapareció uno para dejar paso al otro?

No me considero ni chamán, ni maestro, ni estudiante avanzado de chamanismo, ni tampoco me considero un antropólogo o científico social del mundo occidental. Mis presentaciones han sido todas descripciones de un fenómeno imposible de discernir bajo las condiciones del conocimiento lineal del mundo occidental. Jamás pude dar a lo que me enseñaba don Juan una explicación de causa y efecto o la posibilidad de predecir lo que el iba a decir o lo que iba a pasar. Bajo estas condiciones el paso de un estado a otro es subjetivo y no es algo elaborado o producto de premeditación o sabiduría.

  14. En su obra es posible encontrar episodios francamente increíbles para la mentalidad occidental. ¿Cómo podría alguien no iniciado comprobar que son verdaderas esas “realidades aparte”, toda vez que usted así lo sostiene?

Se puede comprobar de una manera muy simple. Prestando el cuerpo entero en vez del intelecto. Al mundo de don Juan no se puede entrar intelectualmente como un diletante en pos de un conocimiento rápido y pasajero, ni tampoco se puede comprobar nada. Lo único que se puede hacer es llegar a un estado de conciencia acrecentada que nos permita percibir al mundo que nos rodea de una manera mas amplia. En otra palabras la meta del chamanismo de don Juan es romper los parámetros de la percepción histórica y cotidiana, y entrar a percibir en lo desconocido. De allí que él se llamaba a si mismo un navegante del infinito. Él sostenía que mas allá de los parámetros de la percepción diaria está el infinito. Llegar a eso era la directiva de su vida y puesto que él era un chamán extraordinario nos inculcó a nosotros cuatro tal deseo. Nos forzó a trascender el intelecto y a encarnar el concepto de la ruptura de los parámetros de la percepción histórica.

  15. – Usted sostiene que la característica básica de los seres humanos es su condición de “perceptores de energía”. Señala el movimiento del punto de encaje como un imperativo para percibir energía directamente, ¿para qué puede servir eso a un hombre del siglo XXI? ¿Cómo ayuda la consecución de esta meta para la superación espiritual, según el concepto antes definido?

Los chamanes como don Juan sostienen que todos los seres humanos poseemos la capacidad de percibir energía directamente a medida que fluye en el universo. Consideran que el punto de encaje, como ellos lo llaman, es un punto que existe en el campo de energía total del hombre. En otras palabras, cuando un chamán percibe a un hombre como energía que fluye en el universo “ve” a una bola luminosa. En esa bola luminosa el chamán puede “ver” un punto de gran brillo que está situado a la altura de los omóplatos y a la distancia de más o menos un metro detrás de ellos. Los chamanes sostienen que allí es donde se realiza la percepción, que la energía que fluye en el universo se transforma allí en datos sensoriales y que esos datos sensoriales son luego interpretados para dar como resultado el mundo de la vida cotidiana. Los chamanes mantienen que se nos enseña a interpretar, por lo tanto se nos enseña a percibir.

El valor pragmático de percibir la energía directamente a medida que fluye en el universo para el hombre del siglo XXI o del siglo I es el mismo. Le permite ampliar los límites de su percepción y utilizar dentro de sus medios ambientales tal ampliación. Don Juan decía que sería extraordinario “ver” directamente la maravilla del orden y del caos del universo.

  16. – Recientemente usted ha presentado una disciplina de ejercicio físico que denomina Tensegridad, ¿puede explicarnos de qué se trata exactamente? ¿Qué finalidad persigue? ¿Qué beneficios espirituales puede encontrar en ella quien practique de forma individual?

De acuerdo a lo que nos enseñó don Juan Matus, los chamanes que vivieron en México en tiempos antiquísimos descubrieron una serie de movimientos, ejecutados con el cuerpo, que los llevaron a un estado de desarrollo físico y mental de tal magnitud que decidieron llamar a tales movimientos pases mágicos.

Don Juan nos dijo que por medio de sus pases mágicos dichos chamanes adquirieron un nivel de conciencia acrecentada que los llevó a ejecutar proezas de percepción indescriptibles.

Los pases mágicos fueron enseñados a través de generaciones solamente a los practicantes de chamanismo, en medio de tremendo secreto y de complejos rituales. Así es como se los enseñaron a don Juan Matus y así es como él se los enseñó a sus cuatro discípulos.

Nuestro esfuerzo ha sido extender la enseñanza de tales pases mágicos a quien quiera aprenderlos. Los hemos llamado Tensegridad y los hemos convertido de movimientos enteramente personales y propios de cada uno de los cuatro discípulos de don Juan, en movimientos genéricos aplicables a cualquier persona.

La practica de la Tensegridad en forma individual o colectiva promueve la salud, el vigor, la juventud y el bienestar general. Don Juan decía que la práctica de los pases mágicos ayuda a acumular la energía necesaria para acrecentar la conciencia y ampliar los parámetros de la percepción.

  17. – Aparte de sus tres compañeras, los asistentes a sus seminarios han conocido a otro grupo de personas, como los Chacmoles, las Rastreadoras de Energía, los Elementos, el Explorador Azul… ¿Quienes son ellos? ¿Se trata de una nueva partida de videntes dirigida por usted? Si es así, ¿cómo podría alguien integrarse en este grupo de aprendices?

Cada una de esas personas acerca de las que usted pregunta son seres definidos que don Juan Matus como director de su linaje nos encargó esperar. El predijo la llegada de cada uno de ellos como parte integral de una visión. Puesto que su linaje no podía continuar debido a configuraciones energéticas propias de sus cuatro estudiantes, la misión de ellos se transformó de perpetuar el linaje a cerrarlo; si fuera posible con broche de oro.

Nosotros no estamos en posición de cambiar esta directiva. No podemos buscar ni aceptar aprendices o miembros vigentes de la nueva visión de don Juan. Lo único que podemos hacer es acceder a los dictámenes del Intento.

El hecho de que se estén enseñando los pases mágicos guardados con tanto celo por tantas generaciones es una muestra de que sí se puede llegar a ser parte de esta nueva visión de una manera indirecta a través de la práctica de la Tensegridad y de la observación de las premisas del camino del guerrero.

  18. – Usted y sus compañeras han centrado la difusión pública de sus enseñanzas en parte de Estados Unidos, principalmente California, y en México, ¿podrán otros países del continente americano acceder a ellas directamente de ustedes? ¿Qué posibilidades hay de que acepten las invitaciones que se le han formulado desde Latinoamérica, de Chile concretamente, para que ofrezca seminarios en estas regiones?

En estos momentos estamos en una posición crucial para poder ensanchar el campo de acción de los seminarios hasta alcanzar otros países de Latinoamérica. Los planes de la corporación Cleargreen incluyen para el año 1997, extensos viajes por toda Latinoamérica.

  19. En Lectores del Infinito usted ha utilizado el término “navegación” para definir lo que los brujos hacen, ¿están prontos a izar velas y levar anclas para iniciar el viaje definitivo? ¿Acabará con ustedes el linaje de guerreros toltecas depositario de este conocimiento?

Sí, efectivamente, el linaje de don Juan acaba con nosotros.

  20. – Una pregunta que particularmente me he hecho: ¿incluye el camino del guerrero el trabajo espiritual de la pareja, como se encuentra en otras vertientes?

El camino del guerrero incluye todo y a todos. Puede haber una familia entera de guerreros impecables. La dificultad está en el terrible hecho de que las relaciones individuales están basadas en inversiones emocionales, las cuales se desmoronan en el momento en el que el practicante realmente practica lo que aprende. Por lo regular en el mundo diario las inversiones emocionales nunca son examinadas y vivimos una vida entera esperando que nos correspondan. Don Juan decía que mi manera de vivir y de sentir era descrita de una manera muy simple “yo sólo doy lo que me dan” y que yo era un inversionista empedernido.

  21. Si alguien quisiera emprender el trabajo espiritual ajustándose al conocimiento difundido en sus libros, ¿a qué posibilidades de avance puede aspirar? ¿Qué recomendaciones formularía a quienes desean poner en práctica por propia cuenta las enseñanzas de don Juan? 

No hay manera alguna de poner un límite a lo que uno puede lograr de un modo individual si es que el intento es un intento impecable. Las enseñanzas de don Juan no son espirituales, lo repito de nuevo, puesto que esta cuestión ha salido a la superficie una y otra vez. La idea de la espiritualidad no encaja con la disciplina férrea del guerrero. Lo que más cuenta para un chamán como don Juan es la idea del pragmatismo. Cuando conocí a don Juan yo me creía un hombre práctico, un científico social lleno de objetividad y pragmatismo. El acabó con mis ínfulas y me hizo ver que como verdadero hombre occidental yo no tenía nada de pragmático y nada de espiritual. Llegué a entender que yo simplemente repetía el vocablo “espiritualidad” para oponerlo a lo mercenario del mundo de todos los días. Quería alejarme de la manera más certera del mercantilismo de la vida diaria y a ese afán yo le llamaba espiritualidad. Cuando don Juan me exige llegar a una conclusión, a una definición de lo que yo consideraba espiritual, me di cuenta de que él estaba en lo cierto. Yo no sabía lo que decía.

Suena un poco petulante decir lo que estoy diciendo, pero no hay otra manera de decirlo. Lo que quiere un chamán como don Juan es el engrandecimiento de la conciencia de ser, esto es, poder percibir con todas las posibilidades humanas de percepción, lo que implica una labor descomunal y un propósito sin medida, cosas que no pueden ser suplidas por la espiritualidad en el mundo occidental.

  22. ¿Hay algo que le gustaría explicarnos a los sudamericanos, especialmente a los chilenos? ¿Quisiera exponer otros planteamientos además de los formulados?

No tengo nada más que añadir. Todos los seres humanos estamos en el mismo nivel. Al comienzo de mi aprendizaje con don Juan Matus él trató de hacerme ver lo común de la situación del hombre. Yo como sudamericano estaba muy involucrado, intelectualmente, con la idea de la reforma social. Un día le planteé la pregunta que yo creía era fatal. Le dije, ¿Cómo es posible don Juan que usted permanezca impasible ante la situación espantosa de sus congéneres, los indios yaquis de Sonora?

Yo sabía que un porcentaje de la población yaqui sufría de tuberculosis y que no tenía remedio por su condición económica.

Sí – me dijo don Juan- es una cosa muy triste, pero figúrate que también es muy triste tu situación y si tú crees estar en condiciones mejores que los indios yaquis te equivocas. Es la condición del hombre en general el estar en un estado espeluznante de caos. Nadie está mejor que otro. Todos somos seres que vamos a morir y a menos que tomemos en cuenta cabal esta situación, no hay remedio para nosotros.

Este es otro punto del pragmatismo de los chamanes: el darse cuenta de que somos seres que vamos a morir. Dicen ellos que al hacerlo todo adquiere una medida y un orden trascendental.

*Entrevista reproducida con autorización de la Revista Uno Mismo. Copyright 1997 Laugan Productions.

Carlos Castaneda Biografia real

Carlos Castaneda

Comenzó a ser conocido gracias a la publicación de su primer libro “Las enseñanzas de Don Juan”. De acuerdo a su propia versión, Castaneda era un joven estudiante de Antropología en U.C.L.A. que había decidido realizar su trabajo de tesis sobre el uso de plantas alucinógenas entre los grupos de nativos de los E.U.A. Comenzando su trabajo se topó accidentalmente con un viejo shamán llamado Juan Matos a quien tomó al principio como informante, aunque conforme avanzaba el trabajo la relación fue cambiando a una de aprendiz-maestro. Como consecuencia, en sus primeros cuatro libros Castaneda nos relata su propio proceso de conversión en brujo, tras lo cual se dedicó exclusivamente a enseñar brujería masivamente mediante la publicación de sus restantes libros y el desarrollo de los seminarios de tensegridad.

Muchas de las cosas que Castaneda asegura haber aprendido de Don Juan las aprendió algunos años antes en la Escuela y no en el desierto. Por ejemplo, en sus libros Castaneda afirma haber conocido a Don Juan “en el verano de 1960”. Sin embargo unos meses antes, en enero del mismo año Castaneda había tomado una clase sobre shamanismo dictada por el Prof. McCusick y Clement Meighan. Durante este curso estuvo en gran contacto con los indios que le proporcionaron gran información al respecto. Información que supuestamente obtiene de Don Juan. Su esposa Margaret Runyan dijo haber leído junto con Carlos, el libro “El hongo sagrado” en diciembre de 1959, otros datos pudo haberlos obtenido de su lectura y posterior creación de un ensayo sobre el libro “Las puertas de la percepción” donde Aldous Huxley narra sus investigaciones en el uso de la mezcalina, derivado del peyote, tema sobre el que Castaneda se declaraba completamente ignorante tres años después [Runyan Castaneda, 1996:51-54 y Donovan 1999]

La hipótesis de que la obra de Castaneda es literatura de ficción se ve fortalecida por el hecho de que la formación de Castaneda fue fundamentalmente artística hasta 1959. También tomo cursos de periodismo, ciencias, literatura y dos cursos en escritura creativa con Vernon King [Donovan, 1999; Runyan Castaneda 1996:36 y Time, 1973].

Como pudieron comprobar los periodistas que realizaron la investigación para TIME Magazine, Castaneda se inventó un pasado totalmente diferente, constituyéndose a sí mismo como personaje. En la autobiografía narrada a los reporteros se cambió el nombre de nacimiento, dijo que nació en Brasil, cuando lo había hecho en Perú, mencionó que su madre había muerto cuando él contaba con seis años, cuando en realidad lo había hecho cuando él tenía 24, mintió sobre la profesión de su padre describiéndolo como académico, cuando en realidad era relojero y joyero. Estudio en la escuela de Bellas Artes, pero no de Milán sino de Perú. Uno de sus compañeros de estudio, José Bracamonte, recuerda a su camarada Carlos como a un valentón ingenioso que se ganaba la vida principalmente con el juego (cartas, caballos, dados) y abrigaba “como una obsesión” el deseo de trasladarse a los E.U.A: “A todos nos gustaba Carlos”, recuerda Bracamonte, “era divertido, imaginativo, alegre, un gran mentiroso y un verdadero amigo”.

La obra de Castaneda podemos observar que aparece como un relato cuyo hilo conductor se muestra enrollado como en una madeja. Al aparecer de este modo el lector se esfuerza por ordenar los hechos en su mente de una manera coherente para que tengan sentido, pero entonces ese ordenamiento pertenece al lector. Pero al tratar de desenrollar la madeja y establecer el orden lineal de los acontecimientos se ponen en evidencia numerosas inconsistencias como que Castaneda haya estado en dos sitios simultáneamente (sin el beneficio de la magia), que alguien se inicie como aprendiz con Don Juan después de su “partida” de este mundo y otros errores por el estilo. Con los años y la ampliación del grupo de “brujos” castanedistas estas inconsistencias se multiplicaron cuantitativa y cualitativamente. Hay numerosas pero las mayores son el “regreso” de Carol Tiggs y el “rescate” del Explorador Azul.

Como respuesta a esas incongruencias, la compañía que él fundó, Cleargreen, comenta de forma similar a la que Castaneda respondiera antes:

    “Estos singulares individuos están perdiéndose en la mentalidad de racionalizar algo que no puede ser captado con la mente lineal, y el tratar de hacer que todo tenga sentido para la mente lineal es un absurdo con el que Cleargreen no quiere tener nada que ver.”

    “Si insiste en apaciguar la mentalidad de abogado y contador con estas ridículas, triviales persecuciones de la mente lógica, nunca será capaz de escapar de los confines de la razón, y excavar en el misterio último de la existencia, el misterio de estar vivo, el misterio de la conciencia. Es en eso que Cleargreen está envuelto, está involucrado en hacer accesibles las herramientas de la conciencia a todo aquel que desee emprender un sincero esfuerzo por vencer su excesiva escoria racional y arriesgarse en un viaje al infinito.” [Sargenti, 1999].

A lo largo de su vida, Castaneda fundó varias compañías basadas en su misticismo, entre ellas esta Cleargreen, la cual le dejó grandes ganancias.

Castaneda falleció el 27 de abril de 1998 de cáncer de hígado, siendo un notorio gurú de la New Age y dueño de una importante fortuna amasada con la venta de sus 12 libros, todos ellos best-sellers, y del dictado de los seminarios de tensegridad.

Fuentes:
Rodríguez, Pablo Gustavo. Las enseñanzas de Don Carlos y la Antropología.

Links externos

Sustained Action, sitio de recopilación sobre irregularidades en el trabajo de Castaneda
Sitio oficial de Cleargreen

Del nagual Orozco

  1. Conoce usted a algún Nagual en Argentina?

NO

Sé de una persona que usa el alias de “El Nagual del Sur”, y sé que hay un foro de Nagualismo en MIRC, pero no me ha sido posible entrar; por otra parte no puedo dar TODOS los datos para contactarlo a través de Internet ( por falla de mi Disco duro ), aunque no hemos tenido contacto casi, y por lo tanto no puedo responder de él.

¿Qué opina del sexo?

Es algo necesario, divertido, bonito y normal. Pero no es algo que suceda a lo loco nada más. Entre otras cosas porque es un gasto de energía bárbaro, porque  si no es impecable, se corre el riesgo de por falla en los métodos de control, crear de manera involuntaria una persona con poder.

Es decir, el sexo es un buen indicador de la vida de la persona, y algo normal, pero es también el origen de la vida. Y una gran responsabilidad. No es que sea puritano, pero como se dice normalmente, ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.

 

¿Considera que el Nagualismo puede hacernos más felices? Depende de la persona. El Nagualismo como modo de vida puede darte poder, o hacerte desgraciado y obsesionarte de una cosa u otra. Pero si obtienes el poder, depende de tu preferencia.

**El corazón del lobo es un símbolo solamente, representa el seguir un camino con corazón de una manera libre y sin venderse. Representa ser coherentes con una búsqueda de objetivos. El lobo es un cazador, el corazón del lobo es un corazón que sabe lo que quiere. Pueden haber lobos asesinos, si, pero me refiero al corazón de una noble bestia, no al de un animal. El corazón del lobo solo obedece al espíritu del hombre.

Por otra parte, es tiempo de explicar algo: Así como todos vamos en un momento u otro a tomar algún estudio, la capacitación en el uso de nuestros sentidos debe ser con disciplina y no a lo idiota. Antes de entrar en el estudio de las técnicas del Nagualismo, o de técnicas PSI, que no son lo mismo, es necesario recordar esto muy bien. Cualquier entrenamiento verdadero es doloroso y no es placentero, por lo menos al principio.

Las plantas de poder, hongos, yerbas, etc. , son solo medios. En momentos de mi vida tuve contacto con el peyote y un hongo que no describiré, pero realmente aunque el conocimiento que estos me mostraron fue importante, no es para nada lo básico del entrenamiento; por decirlo de algún modo, usados de manera adecuada los hongos pueden permitirnos simular por un corto período de tiempo los efectos de un tiempo continuado de austeridad; creo que el hecho de ser el Nagual en una época de corrupción y drogas, hacen que rechace quizá mas de lo necesario el uso de estos instrumentos de poder; aunque como he dicho ese conocimiento era importante, resultaba mas costoso el poder integrarme nuevamente a la realidad, lo que me llevó a rechazar de manera activa la introducción de todo tipo de sustancias ajenas al organismo.

Que es el coraje

No puedes ser sincero si no eres valiente
No puedes ser amoroso si no eres valiente
No puedes confiar si no eres valiente
No puedes investigar la realidad si no eres valiente
Por tanto, la valentía va primero
y todo lo demás va después

¿Qué es el coraje?

En principio no hay mucha diferencia entre una persona cobarde
y una valiente. La única diferencia es que el cobarde escucha
sus miedos y se deja llevar por ellos, mientras que la
persona valiente los aparta y continúa su camino. La persona
valiente se adentra en lo desconocido a pesar de todos los miedos.

VALENTÍA es adentrarse en lo desconocido a pesar de todos los miedos. La valentía no es falta de miedo. La falta de miedo surge cuando cada vez te vuelves más valiente. La falta de miedo es la experiencia absoluta de la valentía; es la fragancia de la valentía cuando ésta es absoluta. Pero, en principio, no hay tanta diferencia entre una persona cobarde y una valiente. La única diferencia es que el cobarde presta atención a sus miedos y se deja llevar por ellos, mientras que la persona valiente los aparta y sigue su camino. La persona valiente se adentra en lo desconocido a pesar de todos sus miedos. Conoce el miedo, sabe que está ahí.
Cuando te adentras en un mar desconocido, como hizo Colón, tienes miedo, un miedo terrible, porque nunca sabes lo que puede suceder. Abandonas la orilla de la seguridad. En cierto sentido, estabas perfectamente, pero te faltaba una cosa: la aventura. Te emociona adentrarte en lo desconocido. El corazón empieza a latir de nuevo, estás vivo de nuevo, totalmente vivo. Todas las células de tu ser están vivas porque has aceptado el desafío de lo desconocido.
Aceptar el desafío de lo desconocido, a pesar de todos los miedos, es valentía. Los miedos están ahí pero, si sigues aceptando el reto, poco a poco, esos miedos irán desapareciendo. La experiencia de felicidad que nos produce lo desconocido, el gran éxtasis que empieza a suceder con lo desconocido, te vuelve más fuerte, te da integridad, agudiza tu inteligencia. Por primera vez, empiezas a sentir que la vida no es sólo aburrimiento, sino aventura. Después, poco a poco irán desapareciendo los miedos y siempre estarás buscando alguna aventura.
Pero, básicamente, la valentía es arriesgar lo conocido por lo desconocido, lo familiar por lo no familiar, lo cómodo por lo incómodo, una ardua peregrinación a un destino desconocido. Uno nunca sabe si será capaz de conseguirlo o no. Es apostar, y sólo los jugadores saben lo que es la vida.

EL TAO DEL CORAJE

La vida no escucha tus razonamientos; va por su propio camino sin detenerse. Tú tienes que escuchar a la vida, la vida no va a escuchar tus razonamientos, no le interesan tus disquisiciones.
Cuándo vas por la vida, ¿qué te encuentras? Se acerca una gran tormenta, y los árboles grandes se caen. Deberían sobrevivir, según Charles Darwin, porque son los más aptos, los más fuertes, los más poderosos. Fíjate en un viejo árbol de ocho metros de altura y trescientos años. La misma presencia del árbol da fuerza, da sensación de fuerza y poder. Hay millones de raíces que se han extendido por la tierra, profundizando para que el árbol esté de pie con todo su poder. El árbol, por supuesto, lucha, no quiere claudicar, no quiere rendirse… pero cae durante la tormenta, muere, ya no está vivo y toda la fuerza que tenía se ha ido. La tormenta ha sido demasiado, la tormenta siempre es demasiado, porque viene de la totalidad y el árbol sólo es individual.
También hay plantas pequeñas y hierba corriente; cuando llega la tormenta la hierba cede, por eso la tormenta no puede hacerle daño. Como mucho la limpiará bien, nada más; arrastrará toda la tierra que se haya ido acumulando sobre la hierba. La tormenta le da una buena ducha, y cuando se acaba, las pequeñas plantas y las hierbas están de nuevo bailando felices. La hierba casi no tiene raíces, hasta un niño la puede arrancar, pero ha vencido a la tormenta. ¿Qué ha ocurrido?
La hierba ha seguido el camino del Tao, el camino de Lao Tzu, y el árbol ha seguido el camino de Charles Darwin El gran árbol era muy racional: intentó resistirse, intentó demostrar su fuerza. Si intentas demostrar tu fuerza, serás derrotado. Todos los Hitlers, Napoleones y Alejandros son árboles grandes, fuertes. Serán derrotados. Los Lao Tzus son pequeñas plantas: nadie las puede derrotar porque siempre están dispuestas a ceder. ¿Cómo vas a derrotar a alguien si está dispuesto a ceder, si dice: «Ya me has derrotado», si dice: «Señor, disfrute de su victoria, no hace falta que se moleste, ya me ha vencido»? Incluso un Alejandro se sentiría inútil delante de un Lao Tzu no podría hacer nada. Esto es exactamente lo que sucedió…
En la época de Alejandro había un sannyasin, un místico que se llamaba Dandamis; en esa época Alejandro estaba en India. Cuando se iba a marchar a India, los amigos le dijeron que a la vuelta debía traerles un sannyasin, ya que esa rara flor sólo florecía en India.  Trae un sannyasin  le dijeron . Vas a traer muchas cosas pero no te olvides de traemos un sannyasin, queremos conocer el fenómeno del sannyas, qué es, qué es exactamente un sannyasin.
Estaba tan entregado a las guerras y las luchas que estuvo a punto de olvidarse; pero al regresar, justo en la frontera de India, de repente se acordó. Cuando estaba a punto de abandonar el último pueblo, le pidió a sus soldados que fuesen al pueblo y preguntasen si había algún sannyasin por los alrededores. Dio la casualidad de que allí, al lado del río, estaba Dandamis, y la gente dijo:  Has preguntado en el momento oportuno, has llegado en el momento oportuno. Hay muchos sannyasins, pero siempre es raro encontrar un verdadero sannyasin, y ahora está aquí. Puedes recibir darshan*, puedes visitarle.
Alejandro se rió y dijo:  No he venido aquí para recibir darshan, irán mis soldados a buscarle. Me lo llevaré a la capital de mi país.
No va a ser tan fácil  dijeron los aldeanos.
Alejandro no podía creerlo, ¿qué dificultad podía haber? Había conquistado a emperadores y grandes reyes, ¿qué dificultad podía tener con un pobre mendigo, un sannyasin? Los soldados fueron a encontrarse con el tal Dandamis que estaba desnudo en la orilla DELrío.  Alejandro Magno te invita a acompañarle a su país  le dijeron . Tendrás todas las comodidades y te proporcionará todo lo que necesites. Serás huésped del rey.
El faquir desnudo se rió y dijo:  Decidle a vuestro amo que quien se llama a sí mismo magno no puede ser magno. Y nadie me puede llevar a ningún sitio… un sannyasin se mueve como las nubes, con libertad absoluta. No soy esclavo de nadie.
Debes haber oído hablar de Alejandro Magno, es un hombre peligroso. Si le dices que no, no te hará caso, simplemente te cortará la cabeza  le dijeron.
El sannyasin dijo:  Es mejor que le digáis a vuestro maestro que venga, quizá pueda entender lo que estoy diciendo.
Alejandro tuvo que ir, porque los soldados volvieron y le dijeron:  Es un hombre extraño, luminoso, emana algo del más allá. Está desnudo, pero en su presencia no lo notas, sólo te das cuenta después. Es tan poderoso que en su presencia te olvidas de todo el mundo. Es magnético, y está rodeado de un enorme silencio; es como si los alrededores gozasen con su presencia. Vale la pena verle, pero parece que el pobre hombre va a tener problemas, porque dice que nadie le puede llevar a ningún sitio, que no es esclavo de nadie.
Alejandro fue a verle con la espada desenvainada. Dandamis se rió y dijo:  Baja tu espada, aquí no te servirá de nada. Vuelve a envainar la espada; aquí no te servirá de nada porque sólo puedes herir mi cuerpo, y hace tiempo que lo abandoné. Tu espada no me puede herir, por tanto vuelve a guardarla; no seas infantil.
Y se dice que ésta es la primera vez que Alejandro obedeció las órdenes de alguien, porque en presencia de este hombre no podía recordar quién era. Volvió a guardar la espada en su vaina y dijo:
Nunca he conocido a un hombre tan bello.  Cuando volvió a su campamento dijo : Es difícil matar a un hombre que está dispuesto a morir, no tiene sentido hacerlo. Puedes matar a alguien que se resiste, entonces, tiene algún sentido; pero no puedes matar a alguien que te está diciendo: «Ésta es mi cabeza, córtamela.»
Y Dandamis realmente dijo:  Ésta es mi cabeza, córtamela. Cuando caiga, verás cómo rueda por la arena, y yo también veré cómo cae en la arena, porque no soy el cuerpo. Soy un testigo.
Alejandro tuvo que comunicárselo a sus amigos:  Podía haber traído algunos sannyasins, pero no eran sannyasins. Luego me encontré con un hombre que era realmente extraño; teníais razón en lo que decíais, es una rara flor, pero nadie le puede obligar porque no tiene miedo a la muerte. Si una persona no tiene miedo a la muerte, ¿cómo puedes obligarle a hacer algo?
Tu miedo es lo que te esclaviza, es tu miedo. Si no tienes miedo ya no eres un esclavo; de hecho, tu miedo te obliga a esclavizar a los demás antes de que ellos te esclavicen a ti.
La persona que no tiene miedo, no le tendrá miedo a nadie y nadie le temerá . El miedo desaparece completamente.

EL CAMINO DEL CORAZÓN

La palabra «coraje» es muy interesante. Proviene de la raíz latina, cor, que quiere decir corazón. La palabra coraje proviene de la raíz cor  cor quiere decir corazón , por tanto, ser valiente significa vivir con corazón. Los cobardes y sólo los cobardes viven con la cabeza; están atemorizados, se rodean de la seguridad de la razón. Atemorizados, cierran todas las ventanas y las puertas y se esconden detrás.
El camino del corazón es el camino del coraje. Es vivir en la inseguridad, es vivir con amor, con confianza; es adentrarse en lo desconocido. Es renunciar al pasado y permitir el futuro. Coraje es adentrarse por caminos peligrosos. La vida es peligrosa, y sólo los, cobardes pueden evitar el peligro, pero entonces, ya estarán muertos. La persona que está viva, realmente viva, vital, siempre se aventurará a lo desconocido. Allí encontrará peligros, pero se arriesgará. El corazón siempre está dispuesto a arriesgarse, al corazón le gusta apostar. La cabeza es un hombre de negocios. La cabeza siempre hace cálculos, es astuta. El corazón no es calculador.
La palabra inglesa courage es muy bonita, muy interesante. Vivir a través del corazón es descubrir el significado. El poeta vive a través del corazón y, poco a poco, empieza a sentir en su corazón los sonidos de lo desconocido. La cabeza no puede escucharlos, está demasiado lejos de lo desconocido. La cabeza está llena de lo conocido.
¿Qué es tu mente? Es todo lo que has conocido. Es el pasado, lo que ha muerto, lo que se ha ido. La mente no es más que pasado acumulado, memoria. El corazón es futuro; el corazón es esperanza, el corazón siempre está en algún lugar del futuro. La cabeza piensa en el pasado, el corazón sueña con el futuro.
El futuro está por venir. El futuro todavía no existe. El futuro todavía tiene una posibilidad, llegará, ya está llegando. En cada momento, el futuro se convierte en presente y el presente se convierte en pasado. El pasado no tiene ninguna oportunidad, ya ha sido utilizado. Ya te has alejado de él, se ha extinguido, está muerto, es como una tumba. El futuro es como una semilla; está por venir, siempre está por venir, siempre llega y se encuentra con el presente. Siempre estás cambiando. El presente no es más que un cambio hacia el futuro. Es el paso que ya has dado; es ir hacia el futuro.
TODO EL MUNDO QUIERE SER AUTÉNTICO, porque ser auténtico da mucha alegría y mucha felicidad, ¿por qué deberíamos ser falsos? Tienes que tener el valor de profundizar un poco más: ¿Por qué tienes miedo? ¿Qué te puede hacer el mundo? La gente se puede reír de ti; les sentará bien, la risa siempre es una medicina, es saludable. La gente puede pensar que estás loco… pero no te vuelves loco simplemente porque ellos piensen que estás loco.
Si tu alegría, tus lágrimas y tu baile son auténticos, antes o después habrá gente que empezará a entenderte, quizá se sumen a tu caravana. Yo mismo empecé mi camino solo, después la gente empezó a llegar y ¡se convirtió en una caravana mundial! No he invitado a nadie, sólo he hecho lo que sentía que venía de mi corazón.
Sólo respondo ante mi corazón y ante nadie más. Tú sólo debes responder ante tu persona. No vayas contra ti mismo, porque hacerlo es cometer un suicidio, es destruirte. Y, ¿qué puedes ganar? Aunque la gente te respete y piensen que eres una persona muy seria, respetable y honrada, eso no va a enriquecerte. Estas cosas no te van a proporcionar una mayor comprensión de la vida y de su enorme belleza.
¿Cuántos millones de personas han vivido sobre la Tierra antes que tú? Ni siquiera sabes sus nombres; no te afecta en absoluto si han vivido o no. Ha habido santos y ha habido pecadores, ha habido gente muy respetable y ha habido toda clase de excéntricos y locos, pero todos ellos han desaparecido, no ha quedado ni rastro de ellos sobre la Tierra.
Sólo deberías preocuparte de cuidar y proteger las cualidades que podrás llevarte contigo cuando la muerte aniquile tu cuerpo y tu mente, porque estas cualidades serán tu única compañía. Son los únicos valores verdaderos, y sólo las personas que lo consiguen están vivas; el resto finge estar vivo.
Una noche oscura la KGB llama a la puerta de Yussel FinkeIstein. Yussel abre la puerta. El hombre de la KGB ruge:  ¿Vive aquí Yussel FinkeIstein?
  No responde Yussel en la puerta con su pijama raído.
¿No? Entonces, ¿cómo te llamas?
Yussel FinkeIstein.
El hombre de la KGB le derriba de un golpe y dice:  ¿No acabas de decir que no vivías aquí?
Yussel le responde:  ¿Y a esto le llamas vida?

Vivir no siempre es vida. Fíjate en tu vida. ¿Podrías decir que es una bendición? ¿Podrías decir que es un regalo, un obsequio de la existencia? ¿Te gustaría que te tocara esta vida una y otra vez?

NO HAGAS CASO DE LAS ESCRITURAS, haz caso a tu corazón. Ésa es la única escritura que yo recomiendo: escucha atentamente, muy conscientemente, y nunca te equivocarás. Escuchando a tu propio corazón nunca estarás dividido. Escuchando a tu propio corazón, empezarás a ir en la dirección correcta, sin tener que pensar en lo que está bien o está mal.
La nueva humanidad tendrá una habilidad que consistirá en el secreto de escuchar al corazón conscientemente, vigilando, atentamente. Síguele adondequiera que te lleve. Sí, a veces te llevará a algún peligro, pero recuerda que esos peligros son necesarios para que madures. A veces te confundirá, pero esas confusiones son parte del crecimiento. Caerás muchas veces; vuelve a levantarte, porque cayéndote y levantándote es como vuelves a recobrar fuerzas. Así es como uno se equilibra.
Pero no obedezcas las reglas que vienen impuestas desde el exterior. Las reglas impuestas nunca estarán bien, ¡porque las ha inventado alguien que quiere dominarte! Sí, en el mundo también ha habido grandes iluminados: un Buda, un Jesús o un Mahoma. No han dado reglas para el mundo, han dado su amor. Pero, antes o después, sus discípulos se reúnen y empiezan a marcar las normas de conducta. Cuando el maestro ya no está, cuando la luz se ha ido y están en la oscuridad, empiezan a buscar a tientas determinadas normas que obedecer, porque ahora ya no está la luz que les alumbraba. Ahora tienen que depender de las normas.
Jesús hizo lo que le susurró el corazón, pero los cristianos no están haciendo lo que les susurra su corazón. Son imitadores y, en cuanto imitas, estás insultando a la humanidad, estás insultando a tu Dios.
No seas un imitador, sé original siempre. No te conviertas en una copia. Eso es lo que pasa en todo el mundo, copias y más copias.
Si eres original la vida realmente es un baile, y ser original es tu destino. Fíjate en lo diferente que es Krishna de Buda. Si Krishna hubiese imitado a Buda, habríamos perdido uno de los hombres más hermosos de esta Tierra. O si Buda hubiese imitado a Krishna sólo habría sido una imitación barata. ¡Imagínate a Buda tocando la flauta! Habría desvelado a todo el mundo, no era un flautista. Imagínate a Buda bailando; es ridículo, es absurdo.
Y lo mismo pasa con Krishna Sentado debajo de un árbol sin una flauta sin corona ni plumas de pavo real, sin bellos atuendos, sentado debajo de un árbol con los ojos cerrados como si fuese un mendigo, sin gente bailando a su alrededor, sin baile, sin música… Krishna parecería pobre, estaría empobrecido. Un Buda es un Buda, un Krishna es un Krishna, y tú eres tú. Y tú no eres, de ninguna manera, menos que los demás. Respétate, respeta tu voz interior y obedécela.
Ten en cuenta que no te estoy garantizando que esto te vaya a conducir siempre a lo correcto. Muchas veces te conducirá a lo equivocado, porque para llegar a la puerta correcta hay que llamar primero a muchas puertas equivocadas. Es así. Si te encuentras con la puerta correcta de golpe, no sabrás reconocer que era la correcta. Por tanto, recuerda que en el balance final los esfuerzos nunca sobran; todos los esfuerzos contribuyen al desarrollo final de tu crecimiento.
No seas indeciso, no te preocupes demasiado de equivocarte. Éste es uno de los problemas: se ha enseñado a la gente a no equivocarse, y entonces se vuelven tan indecisos, tan cobardes y temerosos de hacer algo mal, que se quedan paralizados. No pueden moverse por si pasa algo malo. Se convierten en rocas, pierden la movilidad.
Comete todas las equivocaciones que puedas, y recuerda sólo una cosa: no vuelvas a cometer el mismo error. Entonces, estarás creciendo. Parte de tu libertad consiste en equivocarte, incluso el ir en contra de Dios forma parte de tu dignidad. Así empezarás a tener una columna vertebral; por otro lado, hay millones de personas sin columna vertebral.
Olvídate de todo lo que te han dicho: «Esto está bien y eso está mal.» La vida no es estática. Lo que hoy está bien puede estar mal mañana, lo que está mal en este momento puede estar bien en el momento siguiente. La vida no se puede encasillar, no se puede etiquetar tan fácilmente: «Esto está bien y aquello está mal.» La vida no es una farmacia donde cada botella tiene su etiqueta y sabes cuál es cuál. La vida es un misterio: en un momento determinado utilizas una cosa y está bien, y en otro momento, habrá pasado tanta agua por el Ganges, que ya no servirá y estará mal.
¿Cuál es mi definición de lo que está bien? Está bien aquello que está en armonía con la existencia, y lo que no está en armonía con la existencia está mal. Tendrás que estar muy despierto en todo momento, porque tienes que decidir espontáneamente. No puedes contar con respuestas premeditadas para lo que está bien y lo que está mal. Sólo los estúpidos cuentan con las respuestas premeditadas, porque de ese modo no necesitan tener inteligencia, no les hace falta. Ya saben lo que está bien y lo que está mal, pueden aprenderse la lista de memoria; no es muy larga.
Los Diez Mandamientos  ¡qué sencillo!  sabes lo que está bien y lo que está mal. Pero la vida cambia constantemente. Si volviese Moisés, no creo que volviera a daros los mismos diez mandamientos, no podría. ¿Cómo os va a dar los mismos mandamientos tres mil años más tarde? Tendría que inventar algo nuevo.
Pero ésta es mi conclusión: siempre que hay unos mandamientos, la gente se encuentra con dificultades, porque en el momento que se divulgan ya se han quedado anticuados. La vida va muy rápido; es dinámica, no es estática. No es una charca estancada, es el Ganges, está fluyendo. Nunca es el mismo río en dos instantes consecutivos. Una cosa puede estar bien en un momento, y no estar bien en el momento siguiente.
¿Qué podemos hacer? La única posibilidad es que la gente sea tan consciente que pueda decidir cómo responder a la vida cambiante.
Una historia zen:
Había dos templos rivales. Los dos maestros  probablemente sólo se trataba de supuestos maestros; en realidad, debían ser sacerdotes estaban tan en contra el uno del otro que le dijeron a sus seguidores que no debían mirar nunca hacia el otro templo.
Cada sacerdote tenía un niño a su servicio para traerle cosas o hacer los recados. El sacerdote del primer templo le dijo a su niño sirviente:  No hables nunca con el otro chico. Esa gente es peligrosa.
Pero los niños son niños. Un día se encontraron en la carretera, y el niño del primer templo le preguntó al otro: ¿Adónde vas?
El otro le dijo:  A donde me lleve el viento.  Probablemente, debía haber escuchado grandes cuestiones zen en el templo;  A donde me lleve el viento  dijo. Una gran declaración, Tao puro.
Pero el primer niño estaba muy avergonzado y ofendido porque no había encontrado ninguna respuesta a esto. Estaba triste y enfadado, y también le remordía la conciencia…  Mi maestro me ha dicho que no debía hablar con esa gente. Esa gente es realmente peligrosa. Pero ¿qué clase de respuesta es ésa? Me ha humillado.
Fue a su maestro y le dijo lo que había ocurrido:  Siento haber hablado con él. Tenías razón, son raros. ¿Qué clase de respuesta es ésa? Yo le pregunté: «¿Adónde vas?»  una pregunta sencilla, normal  y sabía que estaba yendo al mercado igual que yo. Pero me contestó: «A donde me lleve el viento.»
El maestro le dijo:  Te había advertido, pero no me has hecho caso. Mira, mañana te vuelves a colocar en el mismo sitio. Cuando llegue él, le preguntas: «¿Adónde vas?», y él dirá: «A donde me lleve el viento.>~ Entonces, tú también tienes que ser un poco más filosófico y decirle: «¿Y si no tienes piernas?»  porque el alma es incorpórea y el viento no se puede llevar al alma a ningún sitio«entonces, ¿qué harás?»
El niño quería estar absolutamente preparado; se pasó toda la noche repitiéndolo. A la mañana siguiente se marchó muy pronto hacia el lugar, se colocó en el mismo sitio, y a la misma hora volvió a aparecer el otro niño. Estaba muy contento, ahora te iba a enseñar qué es la verdadera filosofía. Así que le preguntó:  ¿Adónde vas?  Y se quedó esperando…
Pero el niño dijo:  Voy al mercado a comprar verduras.
Y ahora, ¿de qué le servía la filosofía que había aprendido?
La vida es así. No puedes prepararte, no puedes estar listo. Ésa es su belleza, ése es el misterio, que siempre te coge de sorpresa, siempre llega de sorpresa. Si tienes ojos, te darás cuenta de que cada momento es una sorpresa y no se puede aplicar una respuesta premeditada.

EL CAMINO DE LA INTELIGENCIA

La inteligencia es vivacidad, es espontaneidad. Es apertura, es vulnerabilidad. Es imparcialidad, es valor para actuar sin buscar resultados. Y ¿por qué digo que es valor? Es valor porque cuando actúas para lograr un resultado, el resultado te protege; el resultado te da confianza, te da seguridad. Lo conoces bien, sabes cómo conseguirlo, eres muy eficiente. Actuar sin un resultado es actuar inocentemente. No tienes ninguna seguridad, puedes equivocarte, puedes perderte.
La persona que está lista para salir a explorar lo que se llama verdad, también tiene que estar lista para cometer muchos errores, equivocaciones, tiene que ser capaz de arriesgar. Puedes perderte, pero es la forma de llegar. Al perderte muchas veces, aprendes a no perderte. Al cometer muchos errores aprendes lo que es un error, y cómo no cometerlo. Sabiendo lo que es un error, te vas acercando más a la verdad. Es una exploración individual; no puedes depender de las conclusiones de los demás.

TÚ HAS NACIDO COMO NO MENTE. Permite que esto cale dentro tu corazón todo lo posible, porque de este modo, se abrirá una puerta. Si has nacido como no mente, significa que la mente es producto de la sociedad. No es natural, es cultivada. Te lo han ido amontonando encima. En el fondo sigues siendo libre, puedes salirte de ahí. No puedes salirte de la naturaleza, pero siempre que lo decidas puedes salirte de lo artificial.
La existencia precede al pensamiento. De modo que la existencia no es un estado mental, es un estado ulterior. La manera de conocer lo fundamental es ser, no pensar. Ciencia quiere decir pensar, filosofía quiere decir pensar, teología quiere decir pensar. Religiosidad no quiere decir pensar. La perspectiva religiosa es una perspectiva de no pensamiento. Es más íntima, te acerca más a la realidad. Hace que caiga todo lo que te obstaculiza, te desbloquea; empiezas a fluir en la vida. No piensas que estás separado, mirando. No crees que eres un observador, al margen, distante. Te encuentras, te mezclas y te fundes con la realidad.
Pero hay otra forma de saber. No se puede llamar «conocimiento». Es más parecida al amor y menos parecida al conocimiento. Es tan íntima que la palabra «conocimiento» no es suficiente para expresarla. Es más adecuada la palabra «amor», más expresiva.
En la historia de la conciencia humana, lo primero que evolucionó fue la magia. La magia era una combinación de ciencia y religión. La magia tenía algo de la mente y algo de la no mente. De la magia surgió la filosofía. Después, de la filosofía nació la ciencia. La magia era a la vez no mente y mente. La filosofía sólo era mente. Y después, la mente más la experimentación se convirtieron en ciencia. La religiosidad es un estado de no mente.
La religiosidad y la ciencia son dos perspectivas de la realidad. La ciencia aborda la realidad a través de lo secundario; la religiosidad va directamente. La ciencia tiene una perspectiva indirecta; la ciencia tiene una perspectiva inmediata. La ciencia da vueltas y vueltas; la religiosidad simplemente penetra el corazón de la realidad.
Algunas cosas más… El pensamiento sólo puede pensar acerca de lo conocido… mascar lo que ya está mascado. El pensamiento nunca puede ser original. ¿Cómo puedes pensar acerca de lo desconocido? Cualquier cosa que consigas pensar pertenecerá a lo conocido. Sólo puedes pensar porque sabes. El pensamiento, como mucho, puede crear nuevas combinaciones. Puedes imaginarte un caballo que vuela, hecho de oro, pero nada de esto es nuevo. Sabes que hay pájaros que vuelan, sabes que existe el oro, sabes que hay caballos; combinas las tres cosas juntas. El pensamiento, como mucho, puede imaginarse nuevas combinaciones, pero no puede conocer lo desconocido. Lo desconocido está más allá. El pensamiento va en círculos, vuelve a conocer lo conocido una y otra vez. Vuelve a mascar lo mascado. El pensamiento nunca es original.
Encontrarse con la realidad originalmente, de raíz, encontrarse con la realidad sin intermediarios  encontrarse con la realidad como si fueses el primer hombre que ha existido  es liberador. La misma novedad de esto te libera.

LA VERDAD ES UNA EXPERIENCIA, NO UNA CREENCIA. La verdad nunca se conoce estudiándola; hay que encontrar la verdad, hay que hacerle frente. Quien estudia el amor es como quien estudia el Himalaya viendo un mapa de las montañas. ¡El mapa no es la montaña! Si te obsesionas demasiado con el mapa, no verás la montaña. Si te obsesionas demasiado con el mapa, puedes tener la montaña delante de ti, pero seguirás sin ser capaz de verla.
Y es así. La montaña está delante de ti, pero tus ojos están llenos de mapas, mapas de la montaña, mapas de esa misma montaña hechos por diversos exploradores. Unos han escalado la montaña por la cara Norte, otros por el Este. Han hecho distintos mapas: el Corán, la Biblia, el Gita… diferentes mapas de la misma verdad. Pero tú estás tan lleno de mapas, tan agobiado por su peso que no puedes moverte ni un centímetro. No puedes ver que la montaña está delante de ti, las cumbres de nieve inmaculada brillando como el oro bajo el sol de la mañana. No tienes ojos para verlo.
El ojo que tiene prejuicios está ciego, el corazón lleno de conclusiones está muerto. Demasiadas suposiciones a priori y tu inteligencia empezará a perder rapidez, belleza, intensidad. Se enturbia. muy frío, frío, absolutamente indiferente. Y la indiferencia mata el misterio.
Si realmente quieres tener la experiencia de lo misterioso, tendrás que abrir una nueva puerta en tu ser. No estoy diciendo que dejes de ser científico, sólo estoy diciendo que la ciencia puede convertirse en una actividad periférica para ti. Cuando estás en el laboratorio sé un científico, pero cuando salgas del laboratorio, olvídate de la ciencia. Escucha los pájaros, ¡y no de una forma científica! Mira las flores, y no de una forma científica, porque cuando miras una rosa de una forma científica, estás mirando otra cosa completamente distinta. No es la misma rosa que experimenta el poeta.
La experiencia no depende del objeto, la experiencia depende del experimentador, de la capacidad de experimentación.

OBSERVANDO UNA FLOR, CONVIÉRTETE EN ELLA; baila a su alrededor, canta una canción. El aire es fresco y tonificante, el sol da calor y la flor está en su mejor momento. La flor está bailando con el viento, regocijándose, cantando una canción, cantando aleluya. ¡Participa con ella! Abandona la indiferencia, la objetividad, el distanciamiento. Abandona todas tus actitudes científicas. Fluye un poco más, fúndete un poco más, mézclate un poco más. Deja que la flor le hable a tu corazón, deja que la flor se introduzca dentro de tu persona. Invítala, ¡es un huésped! Entonces, podrás percibir el misterio.
Es el primer paso hacia lo misterioso y el último paso es éste: si puedes participar un momento, tendrás la llave, el secreto. Participa en todo lo que estás haciendo. Al andar, no lo hagas mecánicamente, no te quedes observándolo, sé eso. Al bailar, no lo hagas técnicamente, la técnica es irrelevante. Puedes ser técnicamente
La inteligencia obtusa es lo que se denomina intelecto. Los así llamados intelectuales no son realmente inteligentes, sólo son intelectuales. El intelecto es un cadáver. Puedes decorarlo, puedes decorarlo con grandes perlas, diamantes, esmeraldas, pero un cadáver sigue siendo un cadáver.
Estar vivo es una cuestión completamente distinta.

LA CIENCIA ES SER EXACTO, ser absolutamente exacto sobre los hechos. Si eres muy exacto sobre los hechos no podrás sentir el misterio, cuanto más exacto eres, más se evapora el misterio. El misterio necesita una cierta vaguedad; el misterio necesita algo no determinado, sin demarcar. La ciencia es objetiva; el misterio no es objetivo, es existencial.
Un hecho sólo es una parte de la existencia, una pequeña parte; la ciencia trata de las partes porque es más sencillo tratar de las partes. Son más pequeñas, puedes analizarlas; no te superan porque puedes tenerlas en las manos. Puedes diseccionarlas, puedes etiquetarlas, puedes estar absolutamente seguro de sus características, cantidades, posibilidades, pero en ese mismo proceso estás matando el misterio. La ciencia es el asesinato del misterio.
Si quieres experimentar lo misterioso tendrás que entrar por otra puerta, desde otra dimensión completamente distinta. La dimensión de la mente es la dimensión de la ciencia, y la dimensión de la meditación es la dimensión de lo milagroso, lo misterioso.
La meditación hace que todo sea indefinido. La meditación te lleva a lo desconocido, lo inexplorado. La meditación te lleva, poco a poco, a un tipo de disolución donde el observador y lo observado se vuelven uno. Pero eso no es posible para la ciencia. El observador debe ser el observador, y lo observado debe ser lo observado, y tiene que haber una distinción clara en cada momento. No debes olvidarte de ti mismo ni un instante; no debes interesarte, disolverte, sumergirte, ser pasional o amoroso con el objeto de tu investigación. Tienes que permanecer imparcial, tienes que ser correcto y, sin embargo, perderte la alegría de hacerlo. Disuélvete en la danza, conviértete en la danza, olvídate del bailarín.
Cuando empieza a haber una unidad tan profunda en muchos aspectos de tu vida, cuando los que están a tu alrededor empiezan a tener grandiosas experiencias de desaparición, de ausencia de ego, de inexistencia… cuando la flor está ahí pero tú no estás, cuando el arco iris está ahí pero tú no estás… cuando las nubes están vagando por el cielo en el interior y el exterior, y tú no estás… cuando hay un silencio absoluto en lo que a ti respecta; cuando dentro de ti no hay nadie, sólo puro silencio, silencio inmaculado, imperturbable, sin alterarse por el razonamiento, el pensamiento, la emoción, el sentimiento…, este es el momento de meditación.
La mente ha desaparecido, y cuando desaparece la mente aparece el misterio.

EL CAMINO DE LA CONFIANZA

La confianza es la mayor inteligencia. ¿Por qué no confían las personas? Porque no confían en su inteligencia. Tienen miedo, tienen miedo de ser engañados. Tienen miedo; por eso dudan. La duda surge del miedo. La duda surge de una especie de inseguridad en tu propia inteligencia. No estás tan seguro como para confiar y actuar desde la confianza. La confianza precisa de una gran inteligencia, coraje, integridad. Para poder entrar, necesita que haya un gran corazón. Si no eres demasiado inteligente, te proteges con la duda.
Si eres inteligente estás preparado para penetrar en lo desconocido, porque sabes que, aunque desaparezca todo el mundo conocido y estés en lo desconocido, serás capaz de instalarte ahí. Confías en tu inteligencia. La duda está en guardia; la inteligencia se mantiene abierta porque sabe que «pase lo que pase, será capaz de aceptar el desafío, será capaz de responder de una forma adecuada». La mente mediocre no tiene esa confianza en sí misma. El conocimiento es mediocre.
Estar en un estado de no saber es inteligencia, es atención, y no es acumulativo. Todo lo que sucede en cada momento, desaparece y no deja rastro, no deja un rastro existencial. Vuelves a encontrarte en estado puro, vuelves a ser inocente, vuelves a ser un niño.
No intentes comprender la vida. ¡Vívela! No intentes comprender el amor. Instálate en el amor. Entonces sabrás, y ese saber surgirá de tu experiencia. Ese saber no destruirá el misterio: cuanto más sepas, más sabrás que queda mucho por saber.
La vida no es un problema. Si la consideras un problema estás dando un paso equivocado. La vida es un misterio que tienes que vivir, amar, experimentar.
En realidad, la mente que busca explicaciones es una mente miedosa. Debido a este miedo, quiere buscar explicaciones a todo. No puede hacer nada si no se lo han explicado antes. Gracias a las explicaciones, siente que es un terreno familiar, conoce la zona, y ahora se puede mover con el mapa, la guía y el programa. No está dispuesta a adentrarse en un terreno desconocido, inexplorado, sin tener un mapa, sin tener una guía. Pero la vida es así, y no puede haber un mapa porque la vida va cambiando. Todos los momentos son ahora. No hay nada viejo bajo el sol, y créeme, todo es nuevo. Hay un tremendo dinamismo, un movimiento absoluto. Sólo el cambio es permanente, lo único que no cambia es el cambio.
El resto siempre cambia, por eso no puedes tener un mapa; cuando consigas tener el mapa listo ya estará anticuado. Cuando esté disponible el mapa ya será inútil, la vida habrá cambiado de trayectoria. La vida habrá empezado a jugar otro juego. En la vida no puedes arreglártelas con un mapa, porque no es mensurable; en la vida no puedes arreglártelas consultando una guía, porque las guías sólo existen cuando las cosas están estancadas. La vida no está estancada, es dinámica, es un proceso. No puedes hacer un mapa de la vida. No es mensurable, es un misterio inconmensurable. No busques explicaciones.
Y esto es lo que llamo madurez mental: cuando alguien llega a un punto en el que mira la vida sin hacer preguntas, y se sumerge en ella con coraje y sin miedo.

EL MUNDO ESTÁ LLENO DE PERSONAS PSEUDO RELIGIOSAS, iglesias, templos, gurudwaras*, mezquitas, está lleno de personas religiosas. Y ¿no te das cuenta que el mundo es absolutamente irreligioso? ¿El mundo es irreligioso con tantas personas religiosas? ¿Qué milagro es éste? Todo el mundo es religioso, sin embargo, la suma total es irreligiosidad. La religión es falsa. La gente ha «cultivado» la confianza. La confianza se ha convertido en una creencia y no en una experiencia. Se les ha enseñado a creer, no se les ha enseñado a saber; en esto se ha equivocado la humanidad.
No creas nunca. Si no puedes confiar es mejor que dudes, porque a través de la duda, antes o después, podrá surgir la posibilidad de la confianza. No puedes vivir eternamente con la duda. La duda es una enfermedad; es una dolencia. Si dudas nunca estarás satisfecho; si dudas siempre tendrás miedo, si dudas siempre estarás angustiado, dividido e indeciso. Si dudas estarás viviendo una pesadilla. De modo que algún día empezarás a intentar salir de ella. Por eso digo que es mejor ser un ateo antes que ser un teísta, un pseudoteísta.
Te han enseñado a creer desde la infancia, han condicionado la mente de todo el mundo para creer: creer en Dios, creer en el alma, creer en esto y aquello. La creencia te ha calado hasta los huesos y la sangre, sin embargo, sigue siendo una creencia, no has sabido. Y, no te liberarás a menos que sepas. El conocimiento libera, sólo el conocimiento. Todas las creencias son prestadas; te han sido dadas por otros, no son tus flores. ¿Cómo es posible que algo prestado te conduzca a la realidad, la realidad absoluta? Olvídate de todo lo que has tomado de los demás. Es mejor ser un mendigo que ser rico, no rico a costa de tu ahorro, sino a costa de lo que has robado; rico a costa de lo que te han prestado, rico a costa de la tradición, rico a costa de la herencia. No, es mejor ser un mendigo pero estar por tu cuenta. Esa pobreza tiene riqueza en su interior porque es auténtica, y la riqueza de tu creencia es muy pobre. Las creencias nunca pueden calar demasiado hondo; permanecen a flor de piel. Si rascas un poco, aparecerá la incredulidad.
Crees en Dios; si, de repente, quiebra tu empresa, aparecerá la incredulidad. Dirás: «No creo, no puedo creer en Dios.» Si crees en Dios y se muere tu amada, surgirá la incredulidad. Crees en Dios ¿y basta que se muera tu amada para destruir tu creencia? No tiene demasiado valor. La confianza no se puede destruir nunca, una vez que está ahí, no habrá nada que la pueda destruir. No la puede destruir nada, absolutamente nada.
Recuerda que hay una gran diferencia entre confianza y creencia. La confianza es personal; la creencia es social. Tienes que desarrollar la confianza; seas lo que seas, puedes seguir creyendo, y pueden imponerte creencias. Abandona las creencias. Tendrás miedo, porque cuando abandonas las creencias, surge la duda. Cada creencia obliga a la duda a esconderse en alguna parte, reprime las dudas. No te preocupes por eso, deja que surjan dudas. Todo el mundo tiene que pasar por la noche oscura antes de que llegue el amanecer. Todo el mundo tiene que pasar por la duda. El camino es largo, la noche es oscura. Pero, cuando llega el día después de un largo viaje y una noche oscura, entonces, sabrás que ha valido la pena. La confianza no se puede «cultivar», no intentes cultivarla nunca; esto es lo que toda la humanidad ha estado haciendo. La confianza cultivada se convierte en creencia. Descubre la confianza dentro de ti mismo, no la cultives. Profundiza más en tu ser, ve hasta el centro de tu ser y descúbrela.
PARA INVESTIGAR ES PRECISO QUE HAYA CONFIANZA porque vas a adentrarte en lo desconocido. Es preciso que haya una enorme confianza y coraje, porque vas a alejarte de lo convencional y lo tradicional, vas a alejarte de la multitud. Vas a sumergirte en mar abierto sin saber si existe la otra orilla.

No podría mandarte a hacer esta investigación sin prepararte para confiar. Parecerá contradictorio, pero ¿qué puedo hacer? La vida es así. Sólo una persona que tenga una gran confianza será capaz de tener grandes dudas, de investigar algo así.

Una persona que tiene poca confianza dudará poco. La persona que no tiene confianza sólo finge que duda. No puede investigar en profundidad. La profundidad llega con la confianza, y hay que tomar algún riesgo.
Antes de mandarte al mar desconocido, tengo que prepararte para ese enorme viaje en el que tienes que ir solo, pero puedo acompañarte hasta el barco. Antes, tendrás que conocer la belleza de la confianza, el éxtasis del camino del corazón, para que cuando estés en el mar abierto de la realidad tengas bastante coraje para continuar. Pase lo que pase, tendrás confianza en ti mismo.
Imagínatelo: ¿cómo puedes confiar en nada o en nadie si no confías en ti mismo? Es imposible. Si dudas de ti, ¿cómo vas a confiar? Tú eres el que tiene que confiar, pero si no confías en ti, ¿cómo vas a confiar en la confianza’ Es absolutamente necesario que el corazón se abra antes de que el Intelecto se transforme en inteligencia. Ésta es la diferencia entre intelecto e inteligencia.
La inteligencia es el intelecto en armonía con tu corazón.
El corazón sabe cómo confiar.
El intelecto sabe cómo buscar e indagar.
Hay un antiguo cuento oriental:
Dos mendigos vivían a las afueras de un pueblo. Uno era ciego y el otro no tenía piernas. Un día ardió el bosque que estaba cerca del pueblo donde vivían los dos mendigos. Por supuesto, competían entre ellos  tenían la misma profesión, mendigaban de la misma gente  y estaban constantemente enfadados el uno con el otro. No eran amigos, eran enemigos.
Dos personas que tienen la misma profesión no pueden ser amigas. Es muy complicado porque es una cuestión de competencia, de clientes, puedes quitarle el cliente al otro. Los mendigos clasifican a sus clientes: «Recuerda que este hombre es mío; no le molestes.» Tú no sabes a qué mendigo perteneces, quién es el mendigo que te posee, pero en la calle hay un mendigo al que tú perteneces. Probablemente, ha luchado y ha ganado la batalla, y ahora tú eres su posesión…
Cerca de la universidad solía haber un mendigo; un día me lo encontré en la calle. Siempre estaba ahí, cerca de la universidad, porque los jóvenes son más generosos; las personas más mayores se van volviendo miserables, miedosas. La muerte se aproxima y, aparentemente, el dinero es lo único que les puede ayudar. Si tienen dinero, los demás les podrán ayudar; si no tienen dinero, ni sus hijos ni sus hijas se preocuparán por ellos. Pero los jóvenes pueden derrochar. Son jóvenes, pueden ahorrar , la vida está ahí, tienen toda la vida por delante.
Era un mendigo rico gracias a los universitarios… En India, un estudiante sólo llega a la universidad si pertenece a una familia rica, si no, es un esfuerzo demasiado grande. Algunos pobres también llegan a la universidad, pero es difícil, es duro. Yo también pertenecía a una familia pobre. Por las noches trabajaba de editor en un periódico, y durante el día iba a la universidad. Durante años, no pude dormir más de tres o cuatro horas; lo hacía cuando encontraba un momento a lo largo del día o por la noche.
Este mendigo era muy fuerte. Ningún otro mendigo podía entrar en la calle de la universidad, estaba prohibida incluso la entrada. Todo el mundo sabía a quién pertenecía la universidad: ¡a ese mendigo! Un día, de repente, vi a un hombre joven; el viejo ya no estaba allí.  ¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde está el viejo?  le pregunté.
Es mi suegro  me contestó . Me ha regalado la universidad.
La universidad no sabía que había cambiado su dueño, que tenía un nuevo dueño. El hombre joven dijo:  Me he casado con su hija.
En India, cuando te casas con la hija de alguien recibes una dote. No basta con casarte con ella, tu suegro, si es muy rico, te tiene que dar un coche, una casita. Si no es tan rico te tendrá que dar, por lo menos, una moto, y si no, una bicicleta, pero te tiene que dar algo: un equipo de radio, un transistor, un televisor… y algo de dinero. Si es realmente rico, entonces te dará la oportunidad de viajar al extranjero, estudiar y convertirte en una persona más instruida, un médico, un ingeniero… él correrá con los gastos.
La hija de este mendigo se había casado, y la dote que había recibido el joven era toda la universidad.  A partir de hoy, esta calle y esta universidad me pertenecen  dijo  Y mi suegro me ha dicho quiénes son mis clientes.
Me encontré con el viejo en la calle y le dije:  ¡Magnífico! Has hecho bien en darle una dote.
Sí  dijo él . Sólo tenía una hija y quería hacer algo por mi yerno. Le he dado el mejor sitio para mendigar. Ahora estoy aquí de nuevo, intentando arreglar mi monopolio en la calle. Es un trabajo duro porque hay muchos mendigos, y son veteranos que ya tienen sus clientes. Pero no pasa nada, lo conseguiré; echaré a unos cuantos mendigos de aquí.  Y lo hizo.
De modo que cuando ardió el bosque, los dos mendigos se pararon a pensar un momento. Eran enemigos, ni siquiera se hablaban, pero se trataba de una emergencia. El ciego le dijo al que no tenía piernas:  La única manera que tenemos de escapar, es que tú te sientes encima de mis hombros; usa mis piernas y yo usaré tus ojos. Es la única manera de salvarnos.
Lo entendió inmediatamente. No hubo ningún problema. El hombre que no tenía piernas no podía’ escaparse, no podía atravesar el bosque… estaba ardiendo. Se podía haber desplazado un poco, pero habría sido inútil. Había que encontrar una salida rápido. El ciego también estaba seguro de que no podría salir. No sabía dónde estaba el fuego, dónde estaba la carretera, dónde se estaban quemando los árboles y dónde no. Era ciego… se perdería. Pero los dos eran inteligentes; se olvidaron de su enemistad, se hicieron amigos y salvaron la vida.
Es una fábula oriental. Trata de tu intelecto y tu corazón. No tiene nada que ver con los mendigos, tiene que ver contigo. No tiene nada que ver con el bosque en llamas, tiene que ver contigo… porque tú estás en llamas.
Tú estás quemándote, sufriendo, triste y angustiado en todo momento. Sólo tu intelecto está ciego. Tiene piernas, puede correr, puede ir rápido, pero como está ciego no puede escoger la dirección adecuada. Inevitablemente, se tropezará constantemente, se caerá, se hará daño y sentirá que la vida no tiene sentido. Por eso; los intelectuales de todo el mundo dicen: «La vida no tiene sentido.»
El motivo por el que la vida les parece un sinsentido es que el intelecto ciego está intentando ver la luz, pero es imposible.
Dentro de ti hay un corazón que ve, que siente, pero que no tiene piernas; no puede correr. Se queda ahí donde está, latiendo, esperando… algún día el intelecto lo entenderá y será capaz de usar los ojos del corazón.
Cuando digo la palabra confianza me refiero a los ojos del corazón.
Cuando digo la palabra duda me refiero a las piernas de vuestro intelecto.
Ambas pueden salir juntas del fuego sin ningún problema. Pero recuerda, el intelecto tiene que aceptar llevar al corazón sobre sus hombros. Tiene que hacerlo. El corazón no tiene piernas, sólo ojos, y el intelecto tiene que escuchar al corazón y obedecer sus indicaciones.
En manos del corazón, el intelecto se vuelve inteligente. Es una transformación, una transformación absoluta de energía. Ahora la persona no se vuelve intelectual, simplemente se vuelve sabia.
La sabiduría nace del encuentro del corazón y el intelecto. Y cuando has aprendido el arte de sincronizar los latidos de tu corazón con el funcionamiento de tu intelecto, tendrás el secreto en tus manos, la llave maestra que abre todos los misterios.

EL CAMINO DE LA INOCENCIA

La cuestión fundamental no es el coraje, la cuestión fundamental es que lo conocido es lo muerto, y lo desconocido es lo vivo. Agarrarse a lo conocido es como agarrarse a un cadáver. No necesitas tener valor para dejar de agarrarte, en realidad, necesitas tener valor para seguir agarrado. Fíjate simplemente… ¿Qué te ha dado lo que es familiar para ti, lo que has vivido? ¿Hasta dónde has llegado? ¿No sigues estando vacío? ¿No sientes un gran descontento, una frustración profunda y sin sentido? De alguna forma lo consigues, sigues escondiendo la verdad e inventas mentiras para seguir estando comprometido, implicado.
Ésta es la cuestión: ver con claridad que todo lo que conoces pertenece al pasado, ya no existe; está en el cementerio. ¿Quieres estar en la tumba o estar vivo? Y esta pregunta no surge sólo hoy, sino que mañana y pasado mañana seguirá apareciendo. Seguirá estando hasta tu último aliento.
Todo lo que conoces, todo lo que acumulas  información, conocimientos, experiencia  se termina en cuanto lo investigas. Acarrear palabras vacías, acarrear ese peso muerto, es oprimir tu vida; es una carga en tu vida que te impide adentrarte en un ser vivo, lleno de júbilo, que te espera en cada instante.
El hombre de comprensión muere al pasado en cada instante y vuelve a nacer al futuro. Su presente siempre está transformándose, es un renacimiento, una resurrección. No es cuestión de valentía en absoluto, esto es lo primero que hay que entender. Es cuestión de claridad, de tener claro qué es qué.
En segundo lugar, siempre que realmente se trata de una cuestión de valentía, nadie te la puede dar. No es algo que te puedan regalar. Es algo con lo que naces, pero no lo has dejado crecer, no has dejado que se asiente.

LA INOCENCIA ES CORAJE Y CLARIDAD, AMBAS COSAS. Si eres inocente no necesitas tener coraje. Tampoco necesitas tener claridad, porque no hay nada tan claro y tan transparente como la inocencia. La cuestión es cómo proteger nuestra propia inocencia.
La inocencia no es algo que tengas que alcanzar. No es algo que tengas que aprender. No es un talento: pintura, música, poesía, escultura. No es ninguna de estas cosas. Es más parecido a la respiración, es algo con lo que naces.
La inocencia es la naturaleza de todo el mundo. Todo el mundo es inocente al nacer.
¿Cómo puedes nacer y no ser inocente? El nacimiento significa que entras en el mundo como una tabula rasa, no hay nada escrito. Sólo tienes futuro, no tienes pasado. Ése es el significado de inocencia. Primero intenta comprender todos los significados de inocencia.
El primero es: no hay pasado, sólo hay futuro.
El pasado te corrompe porque provoca memorias, experiencias, expectativas. Las cuales, combinadas entre sí, te vuelven listo pero no claro. Te vuelven astuto, pero no inteligente. Pueden ayudarte a triunfar en el mundo, pero en el fondo de tu ser, serás un fracasado. Todo el éxito en el mundo no se puede comparar con el fracaso que tendrás que enfrentar finalmente, porque al final sólo te quedas con tu ser interno. Se pierde todo: tu gloria, tu poder, tu nombre, tu fama… empiezan a desaparecer como si fuesen sombras.
Al final sólo te queda lo que tenías al principio. Sólo te puedes llevar de este mundo lo que trajiste.
En India, la sabiduría popular dice que el mundo es como la sala de espera de una estación; no es tu casa. No te vas a quedar en la sala de espera para siempre. Ninguna de las cosas que hay en la sala de espera te pertenecen: los muebles, los cuadros de las paredes… Los usas  miras los cuadros, te sientas en la silla, descansas en la cama  pero nada te pertenece. Sólo te quedas unos minutos, o como mucho, unas horas, y después te irás.
Sí, te volvieras a llevar lo que has traído a la sala de espera, es tuyo ¿Qué has traído al mundo? El mundo es sin duda una sala de espera. Tal vez la espera no sea en segundos, en minutos, en horas, en días, quizá sea en años; pero ¿qué diferencia hay entre estar esperando siete horas o setenta años?
Quizá, al cabo de setenta años, te olvides de que estabas en una sala de espera. Podrías empezar a pensar que eres el dueño, que has construido esa casa. Y pondrás una placa con tu nombre en la sala de espera.
Hay personas  yo lo he visto, porque he viajado mucho    que escriben su nombre en el lavabo o en la sala de espera. La gente graba su nombre en los muebles de la sala de espera. Puede parecer una tontería, pero es como lo que hace la gente en la vida.
Hay una historia muy significativa en las antiguas escrituras jainistas. En India se cree que si alguien se convirtiese en el emperador del mundo recibiría el nombre de chakravartin. La palabra chakra significa rueda. En la antigua India había una forma de evitar luchas y violencia innecesarias: una carroza, una carroza de oro muy valiosa, con hermosos y fuertes caballos iba de un reino a otro, y si el otro reino no podía impedirle el paso, quería decir que ese reino había aceptado la superioridad del dueño de esta carroza. No había necesidad de luchar.
La carroza se movía de este modo, y cuando la gente le obstruía el paso había una guerra. Si no era detenida, esto demostraba la superioridad del rey sin necesidad de que hubiera una guerra: el rey se convertía en chakravartin, aquel cuya rueda ha dado vueltas y vueltas sin que nadie la detenga. Éste es el deseo de todos los reyes: convertirse en chakravartin.
Evidentemente, hay que tener más poder que Alejandro Magno. Mandar solamente tu carroza… eso requiere un enorme poder. Tener la certeza absoluta de que si se le obstruye el paso a la carroza habrá una matanza masiva. Esto significa que ya habían reconocido al rey; cuando éste quiere conquistar a alguien no hay ninguna forma de impedírselo.
Pero es una forma simbólica, es más civilizado. No es necesario atacar, no es necesario matar, sólo se envía un mensaje simbólico. La carroza irá hacia allí con la bandera del rey, y si el otro rey cree que no tiene sentido resistirse  la lucha sólo supondría una derrota y una violencia innecesaria , le da la bienvenida a la carroza, y en su ciudad le lanzan flores.
Esto es mucho más civilizado que lo que hacen países como la Unión Soviética y EE.UU. Mandar una bella carroza, pero eso significa que debes estar muy seguro de tu fuerza; y no sólo tú, sino todos los demás. Sólo entonces podrá valer un símbolo como éste. De modo que todos los reyes deseaban convertirse en un chakravartin algún día.
La historia es que un hombre se convirtió en un chakravartin y esto sólo sucede una vez cada miles de años. Ni siquiera Alejandro Magno conquistó el mundo; quedaron muchas zonas por conquistar. Y se murió muy joven, sólo tenía treinta y tres años: no era tiempo suficiente para conquistar el mundo. ¡Y ni siquiera se conocía el mundo entero! Se desconocía la mitad del mundo, y ni siquiera había logrado conquistar la mitad que se conocía. Este hombre, del que os voy a contar la historia, se convirtió en chakravartin.
Se dice que cuando muere un chakravartin  porque sólo aparece un chakravartin cada miles de años, es un ser excepcional  al morir le reciben en el Cielo con alabanzas y le llevan a un sitio especial.
En la mitología jainista en el Cielo hay unas montañas paralelas al Himalaya. El Himalaya sólo está hecho de piedras, tierra y hielo.

El paralelo del Himalaya en el Cielo recibe el nombre de Sumeru. Sumeru es la montaña suprema; no hay nada más alto que eso, nada mejor que eso. Es oro macizo; en vez de piedras hay diamantes, rubíes y esmeraldas.
Cuando un chakravartin muere es conducido al monte Sumeru para grabar su nombre en él. Es una rara oportunidad, sólo sucede una vez cada miles de años. Este hombre, por supuesto, estaba enormemente emocionado porque iba a escribir su nombre en el monte Sumeru. Es el catálogo supremo de todos los grandes que han existido, y también es el catálogo de los que serán. Este emperador iba a pertenecer a un linaje de superhombres.
El guardián le dio los instrumentos para grabar su nombre. Quería llevarse consigo a algunos de sus hombres; éstos se habían suicidado porque su emperador se estaba muriendo, y no podían imaginar vivir sin él. Su mujer, su primer ministro, su comandante en jefe y todas las grandes personalidades que le rodeaban se habían suicidado, por eso iban con él.
El emperador quería que el guardián dejase entrar a todos para que vieran cómo grababa su nombre, ¿cuál es el placer de ir solo y grabar tu nombre si no hay nadie que lo vea? La verdadera alegría es que lo vea todo el mundo.
El guardián le dijo:  Escucha mi consejo, he heredado esta profesión. Mi padre era guardián, su padre era guardián, hemos sido los guardianes del monte Sumeru desde hace siglos. Escucha mi consejo, no dejes que vayan contigo, si no, te arrepentirás.
El emperador no entendía, pero no podía ir contra su consejo, ¿qué interés iba a tener ese hombre en impedírselo?
El guardián dijo:  Si quieres que lo vean, vete, graba tu nombre y después vienes a buscarlos y, si quieres, se lo enseñas. No tengo ninguna objeción en que te los lleves, pero si decides hacerlo después ya no podrás cambiar de opinión… ya estarán contigo. Vete solo.  Era un consejo muy sensato.
El emperador dijo:  Está bien. Iré solo, grabaré mi nombre y volveré a buscarlos.
El guardián dijo:  Estoy completamente de acuerdo.
El emperador fue y vio el monte Sumeru brillando bajo miles de soles  porque el cielo no puede ser tan pobre como para tener sólo un sol  hay miles de soles, y una montaña dorada mucho más grande que el Himalaya… ¡y el Himalaya tiene casi tres mil kilómetros de longitud! No pudo abrir los ojos durante unos instantes porque le deslumbraba la luz. Después empezó a buscar un sitio, el sitio adecuado, pero se sorprendió porque no había sitio, la montaña estaba llena de nombres grabados.
No lo podía creer. Por primera vez se dio cuenta de lo que era. Hasta ahora había creído que era un superhombre de los que sólo nacen cada miles de años. Pero el tiempo ha existido desde la eternidad; incluso miles de años no tienen importancia, y ha habido muchos chakravartins. No había espacio en la montaña más grande de todo el universo para escribir su pequeño nombre.
Regresó, ahora comprendió que el guardián tenía razón cuando le dijo que no llevara a su mujer, a su comandante en jefe, a su primer ministro y otros amigos íntimos. Era mejor que no vieran esta situación. Seguirían pensando que su emperador era un ser excepcional.
Fue al guardián y le dijo:  No había espacio.
El guardián le contestó:  Eso es lo que te quería decir. Lo que tienes que hacer es borrar algunos nombres y después escribir el tuyo. Es lo que se ha hecho siempre, toda mi vida he visto hacerlo, mi padre solía decir que se hacía. El padre de mi padre… nadie ha visto el Sumeru vacío, con espacio vacío.
»Siempre que llega un chakravartin tiene que borrar varios nombres para escribir el suyo. De modo que aquí no están todos los chakravartins. Se han borrado nombres muchas veces y se han vuelto a grabar otros. Haz tu trabajo y si se lo quieres enseñar a tus amigos, puedes traerlos.
El emperador le dijo:  No, no quiero enseñárselo y ni siquiera quiero escribir mi nombre. ¿Qué sentido tiene? Algún día llegará alguien y lo borrará.
»Toda mi vida es un sinsentido absoluto. Ésta era mi única esperanza: que el monte Sumeru, la montaña dorada del cielo, tuviera mi nombre. He vivido para esto, era mi único interés en la vida; estaba dispuesto a matar a todo el mundo para conseguirlo. Ahora cualquier persona puede borrar mi nombre y escribir el suyo. ¿Qué sentido tiene escribirlo? No voy a hacerlo.  El guardián se rió . ¿Por qué te ríes? dijo el emperador.
Es curioso  respondió el guardián , pero es lo mismo que había oído contar a mis abuelos: al ver toda la historia los chakravartins se van sin escribir nada. No es una novedad, cualquiera que tenga un poco de inteligencia haría lo mismo.
¿Qué puedes obtener en este mundo? ¿Qué puedes llevarte contigo? ¿Tu nombre, tu prestigio, tu respetabilidad? ¿Tu dinero, tu poder… qué? ¿Tu erudición? No puedes llevarte nada. Tendrás que dejarlo todo aquí. Y en ese momento comprenderás que todo lo que poseías no era tuyo; la misma idea de posesión es errónea. Las posesiones te han corrompido.
Para aumentar tus posesiones  para tener más dinero, más poder, para conquistar más tierras  estabas haciendo cosas que ni tú puedes decir que están bien. Estabas mintiendo, no eras honrado. Tenías cientos de caras. No eras sincero con los demás o contigo mismo ni un solo instante; no podías serlo. Tenías que ser falso, mentir, Fingir, porque éstas son las cosas que te ayudan a triunfar en el mundo. La autenticidad no te va a ayudar. La honradez no te va a ayudar. La sinceridad no te va ayudar.
Sin posesiones, sin éxito, sin fama, ¿quién eres? No lo sabes. Eres tu nombre, eres tu fama, eres tu prestigio, eres tu poder. Pero, aparte de eso, ¿quién eres? Tus posesiones se han convertido en tu identidad. Te dan un sentido de identidad falso. Eso es el ego.
El ego no es algo misterioso, es un fenómeno muy sencillo. No sabes quién eres, y es imposible vivir sin saber quién eres. Si no sé quién soy, entonces ¿qué estoy haciendo aquí? Haga lo que haga, dejará de tener sentido. Lo primero y primordial es saber quién soy. Después, tal vez pueda hacer algo de acuerdo con mi naturaleza, que me dé satisfacción, que me lleve a casa.
Pero si no sé quién soy y sigo haciendo cosas, ¿cómo puedo llegar a donde debería ir mi naturaleza, a donde ésta me conduce? He estado yendo de aquí para allá pero nunca podré decir: «He llegado, éste es el lugar que estaba buscando.»
No sabes quién eres, necesitas sustituirlo con otra identidad falsa. Tus posesiones te dan esa falsa identidad.
Llegas al mundo como un observador inocente. Todo el mundo llega de la misma manera, con conciencia de la misma calidad. Pero empiezas a tratar con el mundo de los adultos. Ellos te pueden dar muchas cosas; tú sólo tienes una cosa para dar, y es tu integridad, tu amor propio. No tienes muchas cosas, sólo una, puedes llamarlo como quieras: inocencia, inteligencia, autenticidad. Sólo tienes una cosa.
Naturalmente, al niño le interesa mucho todo lo que ve. Quiere tener esto y aquello; es parte de la naturaleza humana. Si te fijas en un niño pequeño, incluso en un recién nacido, verás que sus manos están buscando a ciegas; intentan encontrar algo. Ha empezado su viaje.
Se perderá en este viaje, porque en esta vida no conseguirás nada sin pagar. Pero el pobre niño no sabe que lo que está dando es tan valioso, que si se pusiera todo el mundo en un lado de la balanza, y en el otro lado su integridad, ésta pesaría más, tendría más valor. El niño no tiene forma de saberlo. Éste es el problema, porque tiene lo que tiene, pero lo da por hecho.
Os voy a contar una historia que lo aclarará:
Había un hombre rico, muy rico, que al final era muy infeliz, lo cual es resultado natural del éxito. No hay mayor fracaso que el éxito. El éxito sólo tiene importancia si tu vida es un fracaso. Cuando lo alcanzas te das cuenta de que todo el mundo te ha engañado, toda la gente, la sociedad. Este hombre tenía todas las riquezas pero no estaba en paz consigo mismo. Empezó a buscar esa paz.
Esto es lo que está sucediendo en Norteamérica. En Norteamérica hay más personas que en ningún otro lugar que buscan la paz mental. En India nunca me he encontrado con nadie que busque la paz mental. Primero necesitas tener paz en el estómago, la paz mental está demasiado lejos. La mente está a millones de kilómetros del estómago.
Pero en Norteamérica todo el mundo busca la paz mental, y cuando estás buscando, encuentras a gente que está lista para dártela. Es una ley básica de la economía: donde hay demanda hay oferta. No importa si necesitas o no lo que estás pidiendo. Y a nadie le importa lo que te van a proporcionar: si se trata de una publicidad falsa, una propaganda, o si realmente hay algo sustancial.
Las personas astutas y avispadas, conociendo este principio básico  donde hay demanda hay oferta  han dado un nuevo paso. Ahora dicen: «No hace falta esperar a que haya demanda, la puedes crear.» Y éste es el arte de la publicidad: crear la demanda.
Antes de leer un anuncio no tenías esa necesidad, nunca habías sentido esa necesidad. Pero, al leerlo, de repente sientes: «Dios mío, me lo he estado perdiendo. Soy tan tonto que ni siquiera sabía que existía algo parecido.»
Antes de empezar a manufacturar algo, a producir algo, incluso varios años antes  dos, tres o cuatro años se empieza a anunciar el producto. Todavía no está en el mercado, porque antes tiene que llegar la demanda del producto a la mente de las personas. Cuando haya una necesidad, ya estará preparado el suministro.
Bernard Shaw decía que cu

NO LO LLAMES INCERTIDUMBRE, LLÁMALO PRODIGIO

NO  LO  LLAMES  INCERTIDUMBRE,  LLÁMALO  PRODIGIO
NO  LO  LLAMES  INSEGURIDAD,  LLÁMALO  LIBERTAD

N
O ESTOY aquí para darte un dogma. Un dogma te da seguridad. No estoy aquí para hacerte una promesa para el futuro, cualquier promesa para el futuro te da seguridad. Simplemente estoy aquí para que estés despierto y seas consciente, es decir, para que estés aquí y ahora con toda la inseguridad que tiene la vida, con toda la incertidumbre que tiene la vida, con todo el peligro que tiene la vida.
Sé que has venido aquí buscando certidumbres, credos, algún «ismo», algún sitio al que pertenecer, alguien en quien confiar. Vienes aquí a consecuencia de tu miedo. Estás buscando una especie de hermosa prisión para poder vivir sin conciencia.
Me gustaría darte más inseguridad, más incertidumbre, porque la vida es así, Dios es así. La única forma de responder cuando hay más inseguridad y peligro es con conciencia.
Hay dos posibilidades. O cierras los ojos y te vuelves dogmático: católico, hinduista o musulmán… entonces, te conviertes en un avestruz. Eso no cambia tu vida, simplemente te tapa los ojos. Te vuelve estúpido, te vuelve poco inteligente. Con tu poca inteligencia te sientes seguro; todos los idiotas se sienten seguros. De hecho, sólo los idiotas se sienten seguros. Un hombre realmente vivo siempre se sentirá inseguro. ¿Qué seguridad puede tener?
La vida no es un proceso mecánico, no puede ser segura. Es un misterio impredecible. Nadie sabe qué va a pasar en el momento siguiente. Ni siquiera Dios, que supones que está por ahí en el Séptimo Cielo, ni siquiera él  si es que está por ahí , ¡ni siquiera él sabe lo que va a pasar!… Porque si supiera lo que va a pasar la vida sería falsa, todo estaría escrito de antemano, y todo estaría determinado de antemano. Si el futuro no está determinado, cómo puede saber lo que va a ocurrir a continuación? Si Dios supiese lo que iba a ocurrir en el momento siguiente, la vida sólo sería un proceso mecánico, inerte. No habría libertad, ¿y cómo puede existir la vida sin libertad? No habría ninguna posibilidad de crecer, ni de no crecer. Si todo está predestinado de antemano, no habrá gloria ni grandeza. Entonces sólo seréis robots.
No, no hay nada seguro. Éste es mi mensaje. No puede haber nada seguro porque una vida segura es peor que la muerte. No hay nada seguro. La vida está llena de incertidumbres, llena de sorpresas, ¡ésa es su belleza! Nunca llegas a un punto en el que puedas decir: «Ahora, estoy seguro.» Cuando dices que estás seguro estás proclamando tu muerte; te has suicidado.
La vida continúa con mil y una incertidumbres. Eso es libertad. No lo llames inseguridad.
Puedo entender por qué la mente llama «inseguridad» a la libertad… ¿Has estado alguna vez en la cárcel durante unos meses o unos años? Si un prisionero está unos cuantos años en la cárcel, cuando llega el día de su libertad, empieza a sentirse inseguro acerca del futuro. En la cárcel todo estaba garantizado; todo era una rutina sin vida. Le servían la comida, le daban protección; no tenía miedo de pasar hambre al día siguiente y que no hubiera comida; nada de eso, todo estaba garantizado. Ahora, de repente, después de tantos años, cuando llega el carcelero y le dice: «Ahora serás puesto en libertad», empieza a temblar. Al salir de los muros de la prisión volverá a tener incertidumbres; tendrá que volver a buscar y rebuscar; tendrá que volver a vivir en libertad.
La libertad da mi Ido. La gente habla de la libertad, pero tiene miedo. Y un ser humano no será un ser humano mientras siga teniendo miedo a la libertad. Os doy libertad, no os doy seguridad. Os doy comprensión, no os doy conocimiento. El conocimiento te dará seguridad. Si te doy una fórmula, una fórmula determinada: que hay un Dios, un Espíritu Santo y su único hijo, Jesús; que hay un Cielo y un Infierno, que estas acciones están bien y ésas están mal; si cometes un pecado iras al Infierno, si haces lo que llamo buenas acciones irás al Cielo  ¡y se acabó!  entonces, estarás seguro. Por eso hay tantas personas que han decidido ser cristianos, musulmanes o jainistas, porque no quieren ser libres, quieren una fórmula fija.

De repente, se estaba muriendo un hombre tras un accidente de coche. Nadie sabía que era judío, de modo que llamaron a un sacerdote católico. El sacerdote se reclinó junto al hombre  el hombre se estaba muriendo, eran los últimos estertores de la muerte y el sacerdote dijo:  ¿Crees en la Santa Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo?
El hombre abrió los ojos y dijo:  Estoy aquí a punto de morirme… y ¡él está jugando a los acertijos!

Cuando la muerte llama a tu puerta, todas tus convicciones no serán más que absurdos acertijos. No te aferres a ninguna convicción. La vida es incierta, la misma naturaleza de la vida es la incertidumbre. Y la persona inteligente siempre está insegura.
La propia disposición de mantenerse en la incertidumbre es valentía. Esta disposición de estar en la incertidumbre es confianza. Una persona inteligente es aquella que permanece alerta en cualquier situación, que responde a las situaciones con todo su corazón. No es que sepa lo que va a ocurrir; no es que sepa, «si haces esto sucederá aquello». La vida no es una ciencia; no es una cadena de causa y efecto. Cuando calientas agua hasta los 100 ‘C, se evapora, eso está garantizado. Pero en la vida real, no hay nada tan seguro como eso.
Cada individuo es una libertad, una libertad desconocida. Es imposible predecirlo, imposible imaginárselo. Hay que vivir estando despiertos y con comprensión.
Vienes a verme en busca de conocimiento, quieres fórmulas fijas para poder aferrarte a ellas. Yo no te las doy. En realidad, si tienes alguna, ¡te la quito! Poco a poco, voy destruyendo tus convicciones y, poco a poco, te voy volviendo cada vez más indeciso; poco a poco te voy volviendo más inseguro. Eso es lo único que hay que hacer. ¡Esto es lo único que tiene que hacer un maestro! Dejarte completamente libre. Totalmente libre, con todas las posibilidades abiertas, sin nada fijo… tendrás que estar despierto, no puedes hacer nada más.
Esto es lo que llamo comprensión. Si comprendes, la inseguridad es una parte intrínseca a la vida, y está bien que sea así, porque transforma la vida en libertad, la convierte en una sorpresa constante. Nunca se sabe lo que va a suceder. Te mantiene permanentemente maravillado. No lo llames incertidumbre, llámalo prodigio. No lo llames inseguridad, llámalo libertad.

Yo enseño la vida por la muerte

Yo enseño la vida
Por la muerte

U
N AMIGO HA PREGUNTADO: ¿Estás enseñando a la gente a morir?  ¿Estás enseñando la muerte?  Deberías enseñar, más bien, la vida.

T
IENE RAZÓN: en efecto, estoy enseñando a la gente a morir.  Estoy enseñando el arte de morir, porque el que aprende el arte de morir también se convierte en un experto en el arte de vivir.  El que accede a morir se hace digno de vivir la vida suprema.  Sólo los que han aprendido a suprimirse a sí mismos llegan también a saber ser.
Pueden parecer cosas opuestas, porque hemos supuesto que la vida y la muerte se oponen entre sí, que son cosas contradictorias; pero no lo son.  Hemos establecido entre ambas una falsa contradicción que ha producido unos resultados nefastos.  Es posible que nada haya hecho tanto daño a la raza humana como esta contradicción, y esta contradicción se ha extendido a muchos niveles de nuestras vidas.  Si tomamos cosas que son, en esencia, unas, y las dividimos en partes independientes (y no sólo independientes, sino contradictorias), el resultado final sólo puede ser la creación de un hombre esquizofrénico, loco.
Supongamos que hay un lugar donde viven gentes locas.  Surgirían grandes dificultades si esas gentes creyeran que el frío y el calor eran cosas no sólo independientes entre sí, sino contradictorias, por la sencilla razón de que el frío y el calor no son contradictorios, sino que son grados diferentes de medir una misma cosa.  Nuestro conocimiento del frío y del calor no es absoluto, es muy relativo.  Esto quedará claro con un pequeño experimento.
Siempre nos encontramos cosas calientes y cosas frías.  Vemos también que lo que está caliente está caliente, y que lo que está frío está frío: no creemos que una misma cosa pueda estar caliente y fría al mismo tiempo.  Ahora bien: cuando volváis a vuestras casas, realizad un pequeño experimento.  Tomad un recipiente con agua caliente, otro recipiente con agua fría y otro recipiente con agua a temperatura ambiente.  Meted una mano en el agua caliente y la otra en el agua fría.  Después, sacad ambas manos y metedlas en el agua que está a temperatura ambiente.  Una mano sentirá que el agua está fría y la otra sentirá que esa misma agua está caliente.  ¿Está fría o está caliente?  Una mano dirá está caliente, la otra dirá que está fría.  Entonces, ¿cuál es el verdadero estado del agua?  Si una mano siente que el agua está caliente y la otra siente al mismo tiempo que está fría, entonces tendremos que darnos cuenta de que el agua no está ni fría ni caliente: la sensación que produce de calor o de frío depende de nuestras manos.
El calor y el frío son grados de una misma cosa; no son cosas diferentes.  La diferencia entre ambos es una cuestión de cantidad, no de cualidad.
¿Habéis pensado alguna vez en la diferencia entre la infancia y la vejez?  Solemos pensar que son cosas opuestas: la infancia por un lado, la vejez por otro lado.  Pero ¿en qué se diferencia, en realidad, la infancia de la vejez?  La única diferencia es una cuestión de años, la única diferencia es una cuestión de días; la diferencia no es cualitativa, sólo es cuantitativa.
Pensemos, por ejemplo, en un niño de cinco años.  Podemos llamarlo “un viejo de cinco años”.  ¿Qué tendría de malo?  Si decimos “un niño de cinco años” es sólo por una costumbre de la lengua.  Si queremos, podemos decir (como se hace en inglés) que es “cinco años viejo” (five years old), lo que también puede significar que es “un viejo de cinco años”.  Un hombre es un viejo de setenta años, mientras que otro es cinco años viejo.  ¿Qué diferencia hay?  Si queremos, podemos decir que el hombre de setenta años es un niño de setenta años: al fin y al cabo, el niño crece hasta hacerse viejo.  Pero cuando observamos estas cosas por separado, parecen dos cosas contradictorias.  Parece que la infancia y la vejez son cosas opuestas entre sí.  Pero, si lo fueran, el niño no podría hacerse viejo nunca.  ¿Cómo podría?  ¿Cómo pueden dos cosas contrarias ser una misma?  ¿Habéis visto alguna vez el día o la noche en que el niño se convertía en un viejo?  ¿Podéis señalar sobre el calendario que en tal día este hombre era un niño y que en tal otro día se convirtió en viejo?
En realidad, el problema es… Por ejemplo, hay unos escalones que llevan a la terraza.  Veis los escalones inferiores y veis los escalones superiores, pero quizás no veáis los escalones intermedios.  Puede pareceros que los escalones inferiores y los superiores son independientes, que están apartados unos de otros.  Pero el que es capaz de ver toda la escalera negará tal distinción.  Dirá: “La diferencia entre los escalones del fondo y los escalones superiores sólo es aparente, por la existencia de los escalones intermedios.  El escalón del fondo está conectado con el escalón superior”.
La diferencia entre el infierno y el cielo no es una cuestión de cualidad: la única diferencia es de cantidad.  No creáis que el infierno y el cielo son cosas contrarias, diametralmente opuestas entre sí.  La diferencia entre el infierno y el cielo es la misma que entre el frío y el calor, entre el escalón inferior y el superior, entre el niño y el viejo.
Existe una diferencia del mismo tipo entre el nacimiento y la muerte; de otra manera, el que naciera nunca podría morir.  Si el nacimiento y la muerte fueran cosas opuestas, ¿cómo podría terminar en la muerte el nacimiento?  Sólo podemos llegar hasta el punto que nos es inherente.  El nacimiento se desarrolla hasta llegar a la muerte.  Esto significa que el nacimiento y la muerte son dos extremos de una misma cosa.  Sembramos una semilla: ésta se desarrolla hasta convertirse en planta, y después se convierte en flor.  ¿Habéis creído alguna ve que existía una oposición entre la semilla y la flor?  La flor se desarrolla desde la propia semilla, que se convierte en flor.  El desarrollo es inherente a la semilla.
El nacimiento se convierte en muerte.  Sólo Dios sabe por qué necedad y en qué época desafortunada se fijó en la mente humana la idea de que el nacimiento y la muerte son dos cosas independientes.  Queremos vivir; no queremos morir, pero no sabemos que la muerte forma parte de la vida.  Cuando llegamos a la conclusión de que no queremos morir, desde ese mismo momento es seguro que nuestras vidas estarán llenas de problemas y de dificultades.
Toda la humanidad se ha vuelto esquizofrénica.  La mente del hombre se ha disgregado en partes, en fragmentos; y esto se debe a un motivo.  Hemos supuesto que la totalidad de la vida está dividida en partes,  y hemos enfrentado entre sí a estas partes.  El hombre es el mismo, pero nosotros hemos creado divisiones dentro de él y hemos decidido, además, que estas divisiones se oponen entre sí.  Hemos hecho esto en todas las esferas.  Decimos a una persona: “No tengas ira; aprende a perdonar”, sin darnos cuenta de que la diferencia entre la ira y el perdón también es una cuestión de grados, como la diferencia entre el frío y el calor, entre la infancia y la vejez.  Podemos decir que la ira, reducida a su nivel más bajo es el perdón: no existe una dicotomía entre ambos.  Pero los antiguos preceptos de la humanidad nos enseñan: “Líbrate de la ira y practica el perdón”, como si la ira y el perdón fueran unas cosas tan diferentes que fuera posible dejar la ira y conservar el perdón.  La única consecuencia que puede tener tal cosa es dividir al hombre en fragmentos y producirle problemas.
Todos nuestros antiguos sistemas de creencias dicen que la sexualidad y el brahmacharya, la castidad, se oponen entre sí.  Nada puede estar más equivocado que esto.  El brahmacharya es el nivel más bajo de la sexualidad.  La sexualidad, disminuida, reducida, es el brahmacharya.  La distancia entre los dos no es una cuestión de enemistad ni de contradicción.  Recordadlo: en este mundo no existe en absoluto la contradicción.  En realidad, no puede existir nunca la contradicción en el mundo; pues, si existiera, no habría  manera posible de unificar los opuestos.  Si el nacimiento y la muerte fueran entidades independientes, el nacimiento seguiría su propio curso y la muerte seguiría el suyo: no se encontrarían en ningún punto.  Así como dos líneas paralelas no se encuentran en ninguna parte, tampoco se encontrarían nunca el nacimiento y la muerte.
El nacimiento y la muerte están entrelazados, son dos extremos de un proceso ininterrumpido.  Lo que quiero decir cuando digo esto es que si queremos que el hombre se salve de la locura en un futuro próximo, tendremos que aceptar la vida en su totalidad.  Ya no podemos permitirnos crear divisiones y enfrentar entre sí las partes.
Es muy raro que el que dice: “La sexualidad se opone al brahmacharya; por lo tanto, liberémonos de la sexualidad” acabe por destruirse a sí mismo en sus intentos de liberarse de la sexualidad.  Esta persona no podrá alcanzar nunca el brahmacharya.  Mientras se  esfuerza por eliminar de su vida la sexualidad, su mente permanecerá fijada únicamente en la sexualidad: no podrá alcanzar el brahmacharya nunca, de ninguna manera.  Su mente estará sometida para siempre  a una gran tensión y agitación: eso mismo será su muerte.  Su vida le resultará una carga demasiado pesada.  Se volverá pesado y no será capaz de vivir en absoluto, ni siquiera un momento.  Tendrá un gran problema.
Si lo miráis de este modo (y ésta es la realidad), entonces lo que os digo es que la sexualidad y el brahmacharya están relacionados entre sí, del mismo modo que lo están los escalones inferiores y los superiores.  Cuando el hombre sube por la escala de la sexualidad, llega al brahmacharya.  El brahmacharya no es más que la sexualidad reducida a su grado más bajo.  La persona llega a un punto donde casi siente que todo se ha quedado vacío: llega al fin último.  Por lo tanto, no hay contradicciones en la vida, no hay tensiones.  En tal caso, no hay inquietud en la vida.  Así pues podemos vivir una vida natural.
Estoy hablando del modo de vivir una vida muy natural, en todos los aspectos.  No vivimos de manera natural a ningún nivel, pues hemos aprendido los modos de vida antinaturales.  Si dijeseis a una persona: “Sólo debes caminar con el pie izquierdo, porque el pie izquierdo representa la religión, lo correcto.  No camines con el pie derecho, porque el pie derecho representa lo incorrecto…”  Si la persona se creyera esto… y hay muchas personas que se lo creerían, siempre se han encontrado personas dispuestas a creer en ideas tan estúpidas.  Entonces os encontrarías con personas que aceptarían que caminar con el pie izquierdo es correcto y que caminar con el pie izquierdo es incorrecto.  Enseguida empezarían a cortarse el pie derecho y a intentar caminar con el pie izquierdo.  No podrían caminar.
Sólo podemos caminar por el movimiento combinado de ambas piernas.  La pierna no camina nunca sola, por sí misma, aunque sólo adelantamos una pierna cada vez.  Cuando camináis, sólo levantáis una pierna cada vez, lo que puede producir la falsa impresión de que sólo camináis con un pie.  Pero no olvidéis que el que está quieto, el que está en reposo, es tan importante como el que se mueve.  El día que la persona alcanza el brahmacharya, la sexualidad en reposo desempeña un papel importante en ese logro, del mismo modo que la pierna derecha estática desempeña un papel importante en el movimiento hacia delante de la pierna izquierda.  La pierna izquierda sería incapaz de moverse sin la ayuda de la derecha.
La sexualidad que se ha quedado en reposo se convierte en el punto de apoyo para el surgimiento del brahmacharya cuando la sexualidad ha dejado de moverse.  Si se arranca el punto de apoyo de la sexualidad, si se rompe, se conseguirá sin duda suprimir la sexualidad, pero eso no servirá para alcanzar el brahmacharya.  Por el contrario, la persona se quedará suspendida en el limbo, del mismo modo que todas las antiguas enseñanzas han dejado a la humanidad suspendida en el limbo.  Lo que vemos a nuestro alrededor no es más que el movimiento del paso con la pierna izquierda y con la derecha, del pie izquierdo y del derecho.
En la vida todo está integrado.  La diversidad aparente es como las notas de una gran sinfonía.  Si elimináis algo, os encontraréis en dificultades.  Alguien puede decir que el color negro representa el mal.  Por eso nadie puede ir vestido de negro en una boda: se puede ir de negro cuando ha muerto alguien.  Hay personas que creen que el negro es un signo del mal, y hay personas que creen que el blanco es un signo de pureza.  No es malo establecer tales diferencias en un sentido simbólico; pero si alguien dijera: “Librémonos del negro; eliminemos el negro de la superficie de la Tierra”, entonces, recordadlo: quedaría muy poco blanco, pues la blancura del blanco sólo destaca con toda su nitidez sobre un fondo negro.
El maestro escribe con tiza blanca en una pizarra negra.  ¿Está loco?  ¿Por qué no escribe en una pared blanca?  Naturalmente, podemos escribir en una pared blanca, pero las letras no destacarían.  El blanco se manifiesta por el fondo negro; en realidad, el negro está haciendo que destaque el blanco.  Recordadlo: el blanco del hombre que recomienda la enemistad con el negro se volverá inevitablemente apagado, insípido.
Cuando alguien recomienda no manifestar la ira, su perdón será impotente.  La fuerza del perdón se encuentra en la ira; sólo el que puede tener ira tiene la capacidad de perdonar.  Cuanto más feroz sea la ira, mayor será la grandeza de ánimo del perdón.  En ausencia de la ira, el perdón parecerá completamente desvaído, absolutamente carente de vida, muerto.
Si se destruye la sexualidad de una persona (y existen medios para destruir la sexualidad), entonces, recordadlo: así no se convertirá en un brahmacharya, en una persona casta; se convertirá, sencillamente, en una persona impotente.  Y existe una diferencia fundamental entre ambas cosas.  Existen medios para eliminar la sexualidad, pero la persona no puede convertirse en un brahmacharya a base de eliminar el sexo: así sólo puede volverse impotente.  Transformando el sexo, aceptándolo, dirigiendo su energía hacia un nivel superior, podemos alcanzar sin duda el brahmacharya.  Pero recordad que el brillo que veis en los ojos de un brahmachari, de una persona casta, es el brillo de la energía sexual misma.  La energía es la misma, pero se ha transformado.
Lo que quiero decir es que las cosas que llamamos opuestas no son opuestas: la vida se rige por un orden muy misterioso.  Debéis de haber visto un montón de ladrillos ante una casa en construcción.  Todos los ladrillos son iguales.  Pero cuando el arquitecto, el constructor, construye un arco para poner una puerta en la casa, dispone los ladrillos estableciendo una oposición.  Los ladrillos son iguales, pero al construir el arco los dispone oponiéndolos los unos a los otros para que se sostengan entre sí.  No podría construir el arco si empezara a construir en un extremo para llegar al otro: el arco se caería inmediatamente.
Los ladrillos que se apoyan sólo en un lado del arco no tienen fuerza; no se encuentran con una resistencia que los sustente.  Siempre que se produce una resistencia, se crea una fuerza.  Toda fuerza surge de la oposición; toda energía se produce a partir de la resistencia.  En la vida, la creación de la energía, de la potencia, se apoya en el principio de la polaridad.  Todos los ladrillos son iguales, pero se disponen uno a uno estableciendo una oposición.
Dios, divino arquitecto de la vida, es muy inteligente.  Sabe que la vida se enfriaría inmediatamente, se disolvería enseguida, si los ladrillos no se dispusieran estableciendo una oposición entre unos y otros.  Por eso ha dispuesto la ira frente al perdón, la sexualidad frente al brahmacharya, y así se crea una energía, por la resistencia presente entre los términos.  Y esa energía es la vida.  Ha dispuesto los ladrillos del nacimiento y de la muerte juntos, uno frente al otro, y así se crea una puerta de acceso a la vida que pasa por medio de ambos.  Hay personas que dicen: “Sólo aceptaremos el ladrillo de la vida; no aceptaremos el ladrillo de la muerte”.  Está bien.  Como queráis.  Pero si no aceptáis la muerte, moriréis en ese mismo instante, porque entonces todos los ladrillos que quedan serán iguales.  Sólo quedarán los ladrillos de la vida, y se derrumbarán al instante.
Este error se ha repetido muchas veces, y, por ello, el hombre ha padecido y ha estado angustiado desde hace diez mil años.  Se empeña en colocar todos los ladrillos por un lado; no quiere ladrillos en el lado opuesto.  “Eliminad la polaridad”, dice.  “Si creemos en Dios, entonces no creeremos en nada más.  Entonces no creeremos en el samsara, en el mundo terrenal.  Si hay Dios, entonces no hay samsara; entonces no podemos aceptar de ningún modo el mundo temporal.  No podemos estar en la plaza del mercado, no podemos ocuparnos de nuestros negocios; como creemos en Dios, nos haremos monjes y viviremos en el bosque”.
El hombre que dice esto querría crear su mundo con los ladrillos de Dios.  ¿Os imagináis las consecuencias que tendría que, por error, las personas seglares se volvieran locas y se hicieran monjes?  Desde aquel mismo día, las cosas no avanzarían ni un centímetro; desde aquel mismo día el mundo quedaría en ruinas.
En realidad, el hombre que se ha hecho monje no tiene idea de que está sobreviviendo, de que su pie izquierdo avanza porque alguien, un seglar, lleva una tienda allí en el mercado.  Un pie está asentado allí; por eso tiene libertad de movimiento el monje.  El aliento vital mismo del monje procede del seglar.  El monje se hace la ilusión de que vive por sí mismo, pero la realidad es que se alimenta exclusivamente del mundo temporal.  Pero él sigue denostando al seglar, sigue diciendo: “Renuncia al mundo y hazte monje”.  No se da cuenta de que así se produciría una situación de suicidio universal, una situación de la que ni siquiera él podría librarse: también él moriría.  Piensa en utilizar ladrillos que estarían todos dispuestos de un mismo lado.
También hay personas que dicen lo contrario.  Dicen: “No hay Dios; sólo existe este mundo, y nada más.  Sólo creemos en la materia”.  Y, como sólo creen en la materia, también ellos intentan crearse un mundo propio.  También ellos han llegado a aquel lugar donde se produciría el suicidio universal.  Pues si sólo existe la materia y no hay Dios, entonces desaparece todo lo que da sabor a la vida, lo que da encanto a la vida, lo que da movimiento a la vida, lo que nos anima a levantarnos.
Si creyésemos que no hay Dios, que no existe más que la materia, ¿qué significado tendría la vida?  Entonces la vida se vuelve completamente inútil. Por eso hay en Occidente personas como Sastre, Camus, Kafka y otros que hablan mucho del absurdo.  Hoy día, todos los filósofos occidentales dicen al unísono que la vida es absurda.  Lo que dijo una vez Shakespeare se ha vuelto relevante de pronto, y los pensadores occidentales lo están repitiendo en el contexto de la vida misma: “Un cuento contado por un loco, lleno de ruido y furia, que no significa nada”.  No puede haber ningún significado, ningún sentido, porque sólo habéis juntado ladrillos de materia, de nada más que materia.  Es normal que desaparezca completamente el significado.  Así como el mundo perdería su significado si sólo hubiera monjes, también se perdería el significado si sólo hubiera seglares.
Es interesante ver que el seglar sobrevive gracias al asceta y que el asceta sobrevive gracias al seglar, del mismo modo que el pie izquierdo depende del pie derecho y el pie derecho depende del pie izquierdo.  Esta dependencia parece a primera vista una contradicción, pero a un nivel más profundo no lo es.  Ambos pies forman parte de un mismo ser; uno lo mantiene asentado, el otro lo hace moverse.
Nadie puede conocer toda la verdad de la vida sin haber comprendido correctamente esta contradicción.  La persona que, por su oposición, se empeña en quitarle la mitad todavía no ha alcanzado la inteligencia suficiente.  Podéis quitarle la mitad, desde luego, pero en cuanto suceda eso morirá también la otra mitad; pues, indudablemente, la segunda mitad recibió su energía vital de la primera mitad, y de ninguna otra parte.
He oído contar lo siguiente: dos monjes mantenían una discusión, que podía resultar útil en un apuro.  Su amigo el otro monje solía opinar: “¿Para qué necesitamos el dinero?  Somos ascetas, ¿para qué necesitamos el dinero?  Sólo los seglares tienen dinero”.  Ambos solían proponer diversos argumentos a favor de sus puntos de vista respectivos, y los argumentos de ambos parecían correctos.
El mayor misterio de este universo es que podemos presentar un número igual de argumentos a favor de cualquiera de los ladrillos opuestos que se han utilizado en su creación, y la discusión es interminable porque ambos ladrillos se emplean por igual.  Cualquiera puede decir: “Mirad: el universo ha sido creado con mis ladrillos”, mientras que otro puede alegar en contra del primero: “No, el universo está hecho con mis ladrillos”.
Y la vida es tan vasta que pocas personas evolucionan lo suficiente para ver que toda la estructura está formada de ladrillos que se oponen.  Los demás sólo ven los ladrillos que tienen al alcance de la vista.  Dicen: “Tienes razón: el universo ha sido creado por los sannyas.  Tienes razón: Brahman es la fuente del universo.  Tienes razón, el universo está hecho de atman”.  Otros dicen: “El universo está hecho de materia, está hecho de polvo, nada más.  Todo acabará en polvo: “polvo eres y en polvo te convertirás”.  Estas personas tampoco pueden mostrar más que ladrillos que contemplan desde su punto de vista particular.  En todo este asunto no se impone en la discusión ni el teísta ni el ateo; no sale victorioso ni el materialista ni el espiritualista.  No pueden.  Sus afirmaciones parten de una visión dicotómica de la vida.
De modo que aquellos dos monjes mantenían una viva discusión.  Uno sostenía que era necesario tener dinero, mientras que el otro no estaba de acuerdo con ello.  Una tarde llegaron a un río con mucha prisa.  Se hacía de noche.  Uno de los monjes se dirigió al barquero, que ya amarraba su barca para retirarse, y le dijo:
-Te ruego que no amarres todavía la barca: llévanos a la otra orilla del río.  Se hace de noche y debemos pasar al otro lado.
-Lo siento –dijo el barquero-: ya he terminado por hoy y ahora tengo que volver a mi aldea.  Os llevaré al otro lado mañana por la mañana.
-No  -dijeron los monjes-, no podemos esperar hasta mañana.  Nuestro gurú, con el que hemos vivido, el que nos ha enseñado todo lo que es la vida, está a punto de morir.  Según dicen, no llegará a mañana.  Nos ha convocado.  No podemos pasar aquí la noche.
-Está bien –dijo el barquero-.  Os llevaré al otro lado por cinco rupias.
El monje que era partidario de llevar dinero se rió y, mirando al otro monje, le dijo:
-¿Qué te parece, amigo mío?  ¿Llevar dinero es inútil o es útil?
El otro monje no hizo más que reírse.  El primer monje pagó cinco rupias al barquero: había vencido.  Cuando llegaron a la otra orilla, el primer monje dijo de nuevo:
-¿Qué tienes que decir, amigo mío?  Si no hubiésemos llevado dinero, no habríamos podido cruzar el río.
El segundo monje se rió a carcajadas.  Dijo:
-¡Si cruzamos el río no fue porque tú llevases dinero, sino porque eras capaz de desprenderte de él!  Pudimos cruzar el río, no porque tú tuvieses dinero, sino porque podías soltarlo.
Así, la discusión seguía en pie.  El segundo monje añadió:
-Yo siempre he dicho que un monje debe tener el valor de soltar el dinero.  Podíamos renunciar a él: por eso pudimos cruzar el río. Si te hubieras aferrado a él, si no lo hubieras soltado, ¿cómo habríamos cruzado el río?
El problema seguía pendiente.  El primer monje se río también.  Llegaron ante su gurú.  Le preguntaron:
-¿Qué podemos hacer?  Esta cuestión se ha vuelto muy problemática.  Lo que ha pasado hoy ilustra muy claramente  nuestras diferencias.  Uno de nosotros cree que pudimos cruzar el río porque llevábamos dinero encima, y el otro cree que pudimos cruzarlo porque lo soltamos.  Nos mantenemos firmes en nuestras posturas, y parece que ambos tenemos razón.
El gurú se rió a grandes carcajadas.
-Estáis locos los dos –dijo-  Estáis cayendo en la misma tontería en que ha caído la humanidad desde hace siglos.
-¿Qué tontería es ésa? –preguntaron los monjes. 
El gurú respondió:
-Cada uno de vosotros está mirando una parte de la verdad.  Es verdad que sólo pudisteis contratar la barca y atravesar el río porque soltasteis el dinero; pero también es verdad la otra parte: pudisteis dejar vuestro dinero porque tenías dinero que dejar.  Naturalmente, es verdad que pudisteis atravesar el río porque llevabas dinero encima.  Pero la otra parte es igualmente cierta: si no hubieseis llevado dinero, no habríais podido pasar.  Pasasteis el río porque soltasteis el dinero.  Así, ambas cosas son verdaderas.  No hay contradicción entre ambas.

P
ERO NOSOTROS HEMOS CREADO tales dicotomías a todos los niveles de nuestras vidas.  Y el que cree en una de las dos partes es capaz de presentar un argumento convincente para apoyarla.  No es difícil, pues, al fin y al cabo, cada persona cuenta al menos con la mitad de la vida para apoyarse.  Está viviendo la mitad de su vida, lo que no es poco.  Es más que suficiente para defenderlo.  Nada se podrá resolver a base de discusiones.  Habrá que investigar la vida, conocerla en su totalidad.
Es verdad que yo enseño la muerte, pero eso no quiere decir que esté en contra de la vida. Lo que quiere decir es que la muerte es la puerta de acceso al conocimiento de la vida, y también el reconocimiento de la vida.  Lo que quiere decir es que  no veo que la vida y la muerte sean opuestas entre sí.  Puedo llamarlo “arte de morir” o puedo llamarlo “arte de vivir”: ambos términos significan la misma cosa.  Depende de cómo lo miremos.  Podéis preguntarme: “¿Por qué no lo llamas “arte de vivir”?  Existen motivos para ello.
El primero es que nos hemos apegado a la vida en extremo.  Y este apego se ha vuelto muy desequilibrado.  También puedo llamarlo “arte de vivir”, pero no quiero llamarlo así porque vosotros estáis demasiado apegados a la vida.  Si os dijera: “Venid a aprender el arte de vivir”, vendrías corriendo porque querrías reforzar vuestro apego a la vida.  Yo lo llamo “arte de morir” para que podáis recuperar vuestro equilibrio.  Si aprendéis a morir, entonces tendréis ante vosotros la vida y la muerte en condiciones de igualdad: se convertirán en vuestro pie izquierdo y en vuestro pie derecho.  Entonces alcanzaréis la vida definitiva.  En su estado definitivo, la vida no contiene ni nacimiento ni muerte, pero tiene dos piernas, a las que nosotros llamamos nacimiento y muerte.
Naturalmente, si existiera una ciudad cuyos habitantes fueran unos suicidas, donde nadie quisiera vivir, yo no iría allí a hablar del arte de morir.  Allí diría: “Aprende del arte de vivir”.  Y así como yo os digo a vosotros: “La meditación es la puerta de la vida”.  Les diría:”Venid, aprended a vivir, pues mientras no hayáis aprendido a vivir, no sabréis morir.  Si queréis morir; dejad que os enseñe a vivir, pues cuando hayáis aprendido a vivir, habréis aprendido también a morir”.  Sólo entonces acudirán a mí los habitantes de esa ciudad.  Vuestra ciudad es exactamente al revés: vosotros sois los habitantes de una ciudad donde nadie quiere morir, donde todos quieren vivir, donde la gente quiere aferrarse a la vida con tanta fuerza que la muerte no les llegue nunca.  Por eso estoy obligado a hablaros de la muerte.  No es cosa mía; si lo llamo “arte de morir” es por vosotros.  Siempre he dicho lo mismo.

U
NA VEZ, EL BUDA LLEGÓ A UN PUEBLO.  Era la madrugada, y el sol estaba a punto de aparecer por el horizonte.  Un hombre se le acercó y le dijo:
-Soy ateo: no creo en Dios.  Tú ¿qué opinas?  ¿Existe Dios?
El Buda respondió:
-Sólo Dios es.  No hay nada más que Dios en todas partes.
-Pero ¡a mí me habían dicho que tú eras ateo!  -dijo el hombre.
-Te debieron de informar mal –aseguró el Buda-.
Yo soy teísta.  Ahora lo has oído de mi propia boca.  Soy el mayor teísta que ha habido nunca.  Dios es, y no hay nada más que Dios.
El hombre se quedó bajo el árbol con una sensación de incomodidad.  El Buda siguió su camino.
Al mediodía se le acercó otro hombre y le dijo:
-Soy teísta.  Creo absolutamente en Dios.  Soy enemigo de los ateos.  He venido a preguntarte qué opinas de la existencia de Dios.
El Buda respondió:
-¿Dios?  Ni lo hay, ni lo puede haber nunca.  No existe Dios, en absoluto
El hombre no daba crédito a sus oídos.
-¿Qué estás diciendo? –exclamó-.  Oí decir que había llegado al pueblo un hombre religioso y viene a preguntarle si existe Dios.  ¿Y me respondes así?
-¿Yo, hombre religioso? –replicó el Buda-.  ¿Yo, creyente?  Yo soy el mayor ateo que ha habido nunca.
El hombre se quedó completamente confundido.  Nosotros podemos comprender la confusión de este hombre; pero Ananda, discípulos del Buda, estaba terriblemente intrigado, pues había oído ambas conversaciones.  Se inquietó mucho; no entendía aquello.  Lo de la mañana estaba bien, pero por la tarde había surgido un problema.
-¿Qué le ha pasado al Buda? –se preguntaba Ananda-  Por la mañana dijo que era el mayor de los teístas, pero por la tarde ha dicho que era el mayor de los ateos.
Se dedicó a interrogar al Buda aquella noche, cuando estuvieran a solas.  Pero aquella noche Ananda lo esperaba otra sorpresa.
Cuando cayó la noche se acercó otra persona al Buda y le dijo que no sabía si Dios existía o no.  Aquel hombre debía de ser un agnóstico, una persona que dice que no sabe si existe Dios o no; que nadie lo sabe y que nadie podría saberlo nunca.  Le dijo, pues:
-No sé si hay un Dios o no.  Tú ¿qué dices?  ¿Qué crees?
El Buda respondió:
-Si tú no lo sabes, yo tampoco lo sé.  Y sería bueno que los dos guardásemos silencio.
Cuando este hombre oyó la respuesta del Buda, también él se quedó confuso.  Le dijo:
-Había oído decir que estabas iluminado; por eso creías que lo sabrías.
-Has debida de oír mal –dijo el Buda-  Yo soy un hombre absolutamente ignorante.  ¿Qué conocimiento puedo tener?  Intentad haceros cargo de lo que debía de estar pasando.  Ananda.  Poneos en su lugar.  ¿Advertís su dificultad?  Cuando se hizo de noche y todos se hubieron marchado, tocó los pies del Buda y le dijo:
-¿Es que quieres matarme?  ¿Qué haces?
-¡Casi me muero!  Nunca había estado tan alterado y tan inquieto como lo he estado hoy.  ¿Qué es eso que has estado diciendo todo el día?  ¿Estás en tu sano juicio?  ¿Estás seguro de que sabes lo que has dicho hoy?  Por la mañana has dicho una cosa, por la tarde has dicho otra y por la noche has dado una respuesta completamente distinta a la misma pregunta.
El Buda dijo:
-Esas respuestas no eran para ti.  Di aquellas respuestas a quienes correspondían.  ¿Por qué las escuchaste?  ¿Te parece bien oír lo que digo a los demás?
-¡Esto es el colmo!  -dijo Ananda-.  ¿Cómo podía dejar de oírlas?  ¡Yo estaba presente, allí mismo, y no tenía tapados los oídos!  Y ¿cómo podría suceder que yo no quisiera oírte hablar?  Me encanta oírte hablar, sin que me importe con quién hables.
-Pero ¿por qué estás alterado? –Dijo el Buda-  ¡Mis respuestas no eran para ti!
-Puede que no lo fueran –dijo Ananda-, pero yo me encuentro ante un dilema.  Te ruego que me respondas ahora mismo: ¿Cuál es la verdad?  ¿Por qué has dado tres respuestas diferentes?
Buda le explicó:
-Tenía que llevarlos a los tres a un punto de equilibrio.  El hombre que vino por la mañana era ateo.  Siendo sólo ateo estaba incompleto, pues la vida se compone de términos opuestos.
Tened esto presente: la persona verdaderamente religiosa es las dos cosas: atea por una parte y creyente en lo divino por otra parte.  Su vida contiene ambos aspectos, pero él armoniza los dos términos opuestos.  En esa armonía misma está la religión.  Y al que sólo cree en Dios le falta madurez religiosa.  Todavía no ha alcanzado un equilibrio en su vida.  Por eso, el Buda dijo:
-Tenía que introducir equilibrio en su vida.  Se había vuelto muy pesado de un lado, y por eso yo tuve que poner algunas piedras en el otro platillo de la balanza.  Además, también quise desestabilizarlo, pues se había convencido de alguna manera de que no hay Dios.  Era preciso hacerlo titubear en su convencimiento, pues el que llega a una certidumbre, muere.  El viaje debe proseguir; la búsqueda debe continuar.
El que vino por la tarde era teísta.  Yo tuve que decirle que yo era ateo porque también él se había descentrado; también él había perdido el equilibrio.  La vida es un equilibrio.  EL que alcanza este equilibrio, alcanza la verdad.

E
L MOTIVO POR EL QUE OS DIGO que debéis aprender el arte de morir es que vuestra vida se ha descentrado.  Estáis colocados con mucha solidez en la balanza de la vida y, por eso, todo se ha convertido en piedra.  La vida se ha solidificado; se ha perdido el equilibrio.
Adelante: invitad también a la muerte.  Decidle: “Ven y sé tú también mi invitada.  Nos alojaremos juntos”.  El día en que la vida accede a vivir con la muerte, se transforma en la vida suprema.  ¡El día que damos la bienvenida a la muerte, que la abrazamos, que la estrechamos contra nosotros, se termina la cuestión!  Ese día desaparece el aguijón de la muerte.  El aguijón se encontraba en nuestra huida de la muerte, en nuestro mido a ella.  Cuando una persona se adelanta y abraza a la muerte, entonces la muerte pierde, la muerte es vencida, porque el hombre que abraza a la muerte, se vuelve inmortal.  Ahora, la muerte no le puede hacer nada.  ¿Qué puede hacerle la muerte cuando el hombre mismo está preparado para desaparecer?
Existen dos tipos de personas: a las primeras las busca la muerte; las segundas buscan a la muerte.  La muerte busca a los que huyen de ella.  Y otros buscan a la muerte, pero ésta los rehuye constantemente.  Buscan a la muerte sin cesar, pero no la encuentran.  ¿Qué tipo de persona os gustaría ser: la que huye de la muerte, o la que la abraza?  La persona que rehuye la muerte seguirá derrotada; toda su vida será la larga historia de una derrota.  El que abraza a la muerte triunfará inmediatamente sobre ella; ya no existirá la derrota en su vida.  Entonces su vida se convierte en un viaje triunfal.
Sí: yo enseño el arte mismo de morir.  Os estoy enseñando a morir para que podáis alcanzar la vida.  ¿Sabéis un secreto?  Cuando una persona aprende a vivir a oscuras, cuando acepta la oscuridad absoluta, la oscuridad se convierte en luz para él.  ¿Sabéis que cuando una persona toma veneno con amor, con alegría, como si tomara néctar, el veneno se convierte en néctar para él?  Si no lo sabéis, debéis descubrirlo.  Una de las verdades más profundas de la vida es que cuando una persona acepta el veneno con amor, el veneno deja de ser veneno para él: se convierte en néctar.  Y cuando una persona ha aceptado la oscuridad misma de todo corazón, descubre con asombro que la oscuridad se ha convertido en luz.  Y cuando una persona recibe el dolor con los brazos abiertos. Descubre que ya no hay dolor: para él sólo queda felicidad.
Al que acepta su estado de agitación y acepta vivir con ella se le abren de par en par las puertas de la paz y de la tranquilidad.  Esto parece una contradicción.  Pero recordad que el que dice que quiere alcanzar la paz nunca puede tener paz, porque decir “quiero alcanzar la paz” es, en realidad, buscar la agitación.  El hombre ya es inquieto de suyo; pero aún existen algunos que se crean una nueva inquietud diciendo: “Queremos tener paz”.
Una vez acudió a verme un hombre.  Me dijo:
-He estado en el ashram de Ramana, en Pondicherry, y en el ashram de Ramakrishna: todos están llenos de hipocresía.  Allí no pude encontrar nada más que eso.  Yo busco la paz y no la encuentro en ninguna parte.  Llevo dos años viajando en su busca.  Oí hablar de ti en Pondicherry.  Desde allí he venido directamente a verte.  Quiero la paz.
Yo le dije:
-Levántate y márchate ahora mismo por esa puerta; de lo contrario, también podrán decir de mí que soy un hipócrita.
-¿Qué quieres decir? –me preguntó él.
-Sencillamente, que te vayas –dije yo-  Y no vuelvas la vista nunca más hacia aquí.  Será mejor que me ponga a salvo antes de que también me llames hipócrita a mí.
-Pero ¡yo he venido a buscar la paz! –dijo el hombre.
-Piérdete de vista: eso es todo –dije yo-  Y voy a preguntarte una cosa: ¿a quién has preguntado el modo de sufrir?  ¿Qué gurú te ha iniciado en el arte de la agitación?  ¿A qué ashram has asistido para aprender a estar inquieto?
-No he ido a ninguna parte –respondió el hombre.
Entonces yo le dije:
-Eres un sujeto tan listo que hasta sabes crearte su propia agitación mental.  Entonces ¿qué me queda que enseñarte?  Has seguido un camino para crear tu agitación: sigue el camino opuesto y encontrarás la paz.  ¿Qué quieres de mí?  No digas  a nadie que has venido a verme, ni por equivocación.  ¡Yo no tengo nada que ver con lo que te pasa!
-Te ruego que me enseñes el camino para encontrar la paz –dijo el hombre.
-Estás buscando caminos para dejar de agitarte –le dije-  Sólo hay un camino para alcanzar la paz: estate en paz con la inquietud.
El que acepta a inquietud en su totalidad, el que le dice: “Ven, alójate conmigo.  Sé mi huésped en esta misma casa”, descubre de pronto que la inquietud lo ha abandonado.  Con el cambio de nuestra actitud mental, la inquietud desaparece.  Cuando uno acepta hasta la propia inquietud, su mente se tranquiliza.  ¿Cómo va a durar la inquietud si la mente está sintonizada con la paz?
Esta inquietud surge de una actitud de no aceptación: incluso de la no aceptación de la inquietud misma.  El que dice que no quiere aceptar la inquietud seguirá inquieto, pues esa misma no aceptación es, en sí misma, la raí del problema.  Alguien dice: “No quiero aceptar la inquietud; no puedo aceptar el sufrimiento; no puedo aceptar la muerte; no puedo aceptar la oscuridad”.  Muy bien: que no las acepte; pero seguirá rodeado de todo lo que no quiere aceptar.  Ved, por el contrario, lo que pasa cuando aceptáis, cuando admitís algo que nadie más quiere admitir.  Descubriréis con gran sorpresa que lo que tenías por enemigo se ha convertido en amigo vuestro.  Si invitáis a vuestro enemigo a que sea huésped vuestro ¿qué otra cosa puede hacer sino volverse amigo vuestro?
Si he pasado tres días comentando con vosotros estas cuestiones ha sido porque he visto que habíais acudido aquí con el deseo de vencer a la muerte.  Debíais de creer que os enseñaría algún truco para no morir nunca.

Un amigo ha escrito una carta en la que dice: ¿Vas a enseñarnos a rejuvenecer nuestros cuerpos?  ¿Vas a mostrarnos algún medio alquímico para volvernos jóvenes de nuevo?  Entonces valdría la pena gastarse el dinero para ir allí.

Q
UIZÁS HAYÁIS VENIDO VOSOTROS también con la misma idea.  En tal caso, quedaréis desilusionados, pues aquí os estoy enseñando el arte de morir.  Os digo: ¡Morid!  ¿Por qué huir de la muerte?  Aceptadla; dadle la bienvenida.  Y recordad que os estoy entregando la clave misma de la victoria sobre la muerte.  Por mucho que os sometáis a un proceso de rejuvenecimiento, todavía tendréis que morir.  Es seguro que el cuerpo morirá.
El rejuvenecimiento sólo puede retrasar un poco más la muerte; es posible evitar así la muerte durante un poco más de tiempo.  Lo único que supone esto es que vuestros problemas se alargarán durante un período mayor.  En vez de morir después de setenta años, podrías morir después de setecientos años.  Los sufrimientos a los que de otro modo podrías haber dado fin al cabo de setenta años se alargarían durante setecientos años.  ¿Qué esperabais?  Los males de setenta años durarán setecientos años.  Las disputas de setenta años durarán hasta los setecientos años.  Las disputas de setenta años se alargarán durante setecientos años: se extenderán, multiplicadas, durante todo ese tiempo.  ¿Qué otra cosa esperabais que sucediera?
Quizás no se os haya ocurrido, pero si de verdad os encontraseis con una persona que os pudiera dar una poción, diciéndoos: “Tómate esto y vivirás setecientos años”, vosotros le dirías: “Espera un momento: deja que lo piense”.  No creo que ninguno de vosotros se tomase una poción que alargase la vida hasta los setecientos años.  ¿Qué querría decir esto?  Querría decir: “Yo seguiré como soy.  Este yo mismo tendrá que vivir setecientos años”.  Y eso resultará muy costoso; tendría graves consecuencias.
Si los científicos descubren algún día el modo de dar al hombre una vida infinita (y este descubrimiento no es imposible; no es muy difícil), entonces, recordadlo: la gente empezará a busca un gurú que les enseñe a morir rápidamente.  Así como ahora la gente busca gurús que sean capaces de rejuvenecerles los cuerpos, la gente buscará entonces a alguien que les enseñe el secreto, la técnica de la muerte, para que no los puedan librar de ella ni siquiera los científicos.  Intentarán defraudar al Estado librándose de la vida.
No comprendemos que una vida larga no tiene sentido.  El sentido de la vida se encuentra en su intensidad.  Una persona puede vivir un solo momento de una manera total, más que lo que puede alcanzar otra en una número infinito de vidas.  Es cuestión de vivir, y sólo la persona que no tiene miedo a la muerte puede vivir.  De lo contrario, ¿cómo va a vivir?  El miedo a la muerte hace temblar al hombre nunca está quieto; no deja de correr.
¿Habéis advertido que en el mundo aumenta constantemente la velocidad?  Todo es veloz.  El cohete es mejor que el carro de bueyes en cierto sentido, pues el cohete puede llevarnos más deprisa a los sitios; pero ¿por qué dar tanta importancia a la velocidad?  Quizás no os hayáis dado cuenta de ello, pero la búsqueda de la velocidad por parte del hombre es un intento de huir de donde está.  Donde está, está tan asustado, tiene tanto miedo, que quiere marcharse.  Le parece que en cualquier otra parte estaría mejor que donde está.
En toda Europa y en América los fines de semana y las fiestas se han convertido en una gran molestia.  La gente se cansa más en estos días que en cualquier otro.  Lo que quieren es saltar al coche y marcharse a toda prisa: a cien kilómetros, a doscientos kilómetros, a trescientos kilómetros, para huir a un paraje tranquilo, al monte, a un pueblo de montaña, a la playa.  Lo que los mueve a marcharse tan deprisa es que los demás también corren, también tienen prisa, y podrían llegar antes al mismo sitio.  Si se les pregunta dónde quieren ir, no lo saben.  Pero una cosa es segura: quieren alejarse del lugar donde están; quieren alejarse de su casa, de su mujer, de su trabajo.
El hombre es incapaz de vivir, por eso corre tanto de un lado a otro.  Quiere tener vehículos cada vez más potentes para correr más.  Preguntadle dónde va, dónde quiere ir, y os responderá: “No te lo puedo decir ahora mismo, no tengo tiempo.  Tengo que llegar pronto… tenemos que llegar a la Luna; tenemos que llegar a Marte”.  Pasamos corriendo toda nuestra vida.  ¿De qué huimos?  ¿Qué tenemos, por una parte, ser incapaces de vivir plenamente; y, por otra parte, el miedo a la muerte es inminente, está presente? Ambas cosas están conectadas entre sí.  El hombre que tiene miedo a la muerte no será capaz de vivir su vida: seguirá con el temor a la muerte.  Entonces ¿qué solución hay?
Me preguntáis: “¿Qué solución hay?  ¿Qué remedio tenemos?”  Yo os digo: aceptad la muerte.  Invitad a la muerte y decid: “Adelante, me preocuparé de la vida más tarde: ven tú primero.  Deja que termine contigo primero para que pueda dejar resuelta la cuestión de una vez por todas.  Después viviré a gusto.  Primero voy a ocuparme de ti, y después me asentará a vivir cómodamente”.  La meditación es el medio para aceptar la muerte con esta actitud. La meditación es el medio, la meditación es la solución que permite transmitir a la muerte tal invitación.  El que acepta la muerte de este modo se detiene inmediatamente.  Su velocidad desaparece.
¿Lo habéis observado alguna vez?  Cuando estáis enfadados y vais en bicicleta, pedaleáis más deprisa.  Cuando estáis enfadados y conducís un automóvil, pisáis más el acelerador.  Los psicólogos dicen que los accidentes de automóvil no se deben al mal estado de las carreteras sino a la persona que pisa el acelerador: algo anda mal en esa persona.  Tiene los dientes apretados con ira y está pisando más el acelerador, y de alguna manera desea tener un accidente.  Está lleno del deseo de chocar con algo.  La vida le parece tan monótona y tan inútil que quiere darle algo de emoción, algo de variedad, aunque sólo sea chocándose con algo, a falta de otra cosa.  Cree que eso lo emocionará, le hará sentirse bien.  Le parece que tendrá la satisfacción de saber que en su vida ha pasado algo, que ha estado totalmente vacía.
En Europa y en América muchos criminales han declarado ante los tribunales que no tenían nada en contra de la persona a la que mataron: lo único que querían era ver sus nombres en letras de molde, y aquélla era la única manera a su alcance.  El nombre de una buena persona no aparece nunca en los periódicos: allí sólo leeréis los nombres de los asesinos y de los criminales.  Existen dos tipos de asesinos: los que cometen un único asesinato por causas personales y los que cometen asesinatos colectivos, los políticos.  Sólo los nombres de éstos aparecen en los periódicos; los demás es como si no existieran.  Aunque seáis buenos ciudadanos, vuestro nombre no figurará en los periódicos; pero si dais una puñalada a una persona, saldréis en los titulares.
Un criminal confiesa ante el tribunal: “No tenía ninguna enemistad contra aquella persona: no había visto nunca a aquel hombre.  Sólo le vi la espalda y le clavé un cuchillo.  Cuando brotó la sangre de la víctima, yo sentí la satisfacción de que por fin había hecho algo de lo que hablaría la gente. De que mi vida no había pasado en vano. El caso aparece en todos los periódicos.  Los tribunales, los jueces y los abogados importantes vestidos con togas negras discuten mi caso con toda seriedad.  Cuando veo todo esto, me parece que también yo he hecho algo, que no soy una persona corriente”.
La persona que rehuye la muerte, que teme la muerte, se ha quedado tan frustrada, tan triste y aburrida, que está dispuesta a hacer cualquier cosa.  Pero lo único que no hace es dar la bienvenida a la muerte.  En cuanto una persona da la bienvenida a la muerte, en cuanto acepta la muerte, se abre en su vida una puerta nueva, una puerta que lo conduce hasta lo divino.
En el exterior del templo de Dios está escrita la palabra “Morid”, mientras que dentro desborda el río de la vida.  La gente ve el letrero que dice: “Morid” y vuelve atrás.  Nadie entra. Es una idea muy buena, una idea muy inteligente; de lo contrario, habría una multitud afuera y sería difícil vivir.  Por eso, en el exterior del templo de la vida hay un letrero que dice “Morid”.  Los que se asustan al verlo, huyen.  Por eso os he dicho que hay que aprender a morir.
El mayor secreto de la vida es aprender a morir, aprender a aceptar la muerte.  Dejad que muera el pasado todos los días.  Muramos todos los días.  No estamos dejando que muera el pasado de ayer.  El hombre de setenta años mantiene vivos los recuerdos felices de su infancia.  Su infancia no ha muerto todavía.  El hombre todavía conserva el deseo de regresar a su infancia.  Es tan viejo que no puede moverse, que está postrado en cama, pero su juventud no ha muerto todavía.  Todavía piensa en las mismas cosas.  Las imágenes se siguen moviendo ante sus ojos.  Nunca acopiamos el valor de morir, nunca dejamos que muera nada, y, en consecuencia, todo se amontona.  No dejamos lo muerto por muerto; por el contrario, lo acumulamos como una carga pesada, y entonces resulta imposible vivir bajo su peso.  Así pues, una de las claves del arte de morir es ésta: dejad lo muerto por muerto.
Una vez que Jesús pasaba junto a un lago sucedió un incidente maravilloso.  Era de madrugada.  El sol estaba a punto de salir y el horizonte acababa de arrebolarse.  Un pescador había arrojado su red al lago para pescar.  Cuando empezó a sacar la red, Jesús puso su mano en el hombro del pescador y le dijo:
-Amigo mío, ¿quieres pasar toda la vida pescando peces?
El pescador ya se había planteado esta cuestión muchas veces.  ¿Hay alguien que no se la plantee?  Naturalmente, los peces pueden ser distintos, la red puede ser distinta, el lago puede ser distinto, pero de todas maneras se plantea la pregunta: “¿He de pasar toda mi vida pescando peces?
El pescador se dio la vuelta para ver quién era el hombre que le hacía la misma pregunta que él se había planteado.  Miró a Jesús.  Vio sus ojos serenos y alegres, su personalidad.  Le dijo:
-No tengo otra posibilidad.  ¿En qué otra parte podré encontrar un lago?  ¿En qué otra parte podré encontrar peces y arrojar la red para pescarlos?  Yo también me pregunto si seguiré pescando peces el resto de mi vida.
Entonces dijo Jesús:
-Yo también soy pescador, pero arrojo mi red en otro mar.  Ven, sígueme si quieres; pero recuerda: sólo el hombre que tiene valor para renunciar a su red vieja puede arrojar una red nueva.  Deja atrás la red vieja.
El pescador debía de ser hombre valeroso.  Hay muy poca gente valerosa como él.  Dejó allí mismo su red llena de peces.  Debió de pasarle por la mente el deseo de recoger, al menos, la red que ya tenía llena, pero Jesús le dijo:
-Sólo pueden arrojar su red al nuevo mar los que tienen valor para dejar atrás la red vieja.  Dejad la red allí mismo.
El pescador dejó su red y le preguntó:
-¿Dime dónde debo ir?
¡Pareces hombre valiente!  -dijo Jesús-  Tienes capacidad para llegar a alguna parte.  ¡Ven conmigo!
Cuando se acercaron a las afueras del pueblo, llegó ante ellos un hombre que corría.  Éste detuvo al pescador y le dijo:
-¿Dónde vas, loco?  Tu padre, que estaba enfermo ha muerto.  ¿Dónde estabas?  Fuimos a buscarte al lago y allí encontramos tu red.  ¿Dónde vas?
El pescador dijo:
-Te ruego que me concedas algunos días para enterrar a mi padre y celebrar su funeral.  Después volveré a tu lado.
Las palabras que respondió Jesús al pescador son enormemente maravillosas.  Le dijo:
-¡Necio, deja que los muertos entierren a los muertos!  ¿Qué necesidad hay de que vayas?  Ven.  Sígueme.  El que ha muerto ya está muerto; ¿por qué molestarse siquiera en enterrarlo?  No son más que trucos para mantenerlo vivo.  El que ya ha muerto, ha muerto para siempre.  Y hay muchos muertos en el pueblo.  Ellos enterrarán al muerto.  Tú ven conmigo.
El pescador dudó un momento.  Observándolo, Jesús le dijo:
-Quizás te he juzgado mal cuando creí que eras capaz de dejar tu red vieja.
El pescador se detuvo un momento y, después, siguió a Jesús.  Jesús dijo:
-Eres hombre valiente.  Si eres capaz de dejar atrás a los muertos, puedes alcanzar verdaderamente la vida.

E
N REALIDAD, DEBE SOLTARSE TODO lo que ha muerto en el pasado.
Os sentáis en meditación, pero siempre venís luego a decirme que nunca da resultado, que os siguen llegando pensamientos.  Los pensamientos no llegan así; la cuestión es: ¿habéis llegado a dejarlos?  Siempre seguís aferrados a ellos, ¿cómo echarles la culpa a ellos?  Si un hombre tiene un perro, le da de comer, lo tiene atado en su casa, y de pronto un día lo suelta, lo echa a la calle, y el pobre perro vuelve una y otra vez al hombre, ¿tendría la culpa el perro?
Todos estos días habéis dado de comer al perro, lo habéis acariciado, le habéis dado cariño, habéis jugado con él, le habéis puesto un collar al cuello, lo habéis tenido en vuestra casa.  Y de pronto decidís meditar y decís al perro que se largue.  ¿Cómo puede ser?  El pobre perro no tiene idea de lo que os ha pasado de una manera tan repentina, de modo que se da algunas vueltas y vuelve a vosotros.  Cree que quizás estéis jugando con él; por eso, cuanto más insistís en echarlo, más juguetón se vuelve, más vuelve a vosotros.  Le parece que está pasando algo nuevo, que quizás el amo esté de buen humor, y por eso se interesa cada vez más por el juego.
Venís a decirme que los pensamientos no os dejan.  ¿Cómo van a dejaros?  Los habéis alimentado de vuestra propia sangre.  Los habéis atado a vosotros mismos; les habéis puesto un collar al cuello, con vuestro nombre.  Decid a alguien que lo que piensa está equivocado: saltará contra vosotros, diciendo: “¿Qué quieres decir?, ¿qué lo que pienso está equivocado?  ¡Mis pensamientos no pueden estar equivocados nunca!”  De modo que el pensamiento, que lleva un collar con vuestro nombre, vuelve a vosotros.  ¿Cómo va a saber vuestro pensamiento que estáis meditando?  Decís a vuestro pensamiento: “¡Fuera de aquí!  ¡Largo!”  Pero el pensamiento no se va a ir así como así.
Alimentamos a los pensamientos.  Alimentamos los pensamientos del pasado, los atamos a nosotros mismos.  Pero un día, de pronto, queréis que os dejen.  No os dejarán en un solo día.  Tendréis que dejar de darles de comer, tendréis que dejar de cuidarlos.
Recordadlo: si queréis dejar los pensamientos, dejad de decir: “Mis pensamientos”.  ¿Cómo podréis dejar algo que consideráis vuestro?  Si queréis quitaros de encima los pensamientos, dejad de interesaros por ellos.  ¿Cómo van a marcharse a no ser que dejéis de interesados por ellos?  De otro modo, ¿cómo van a saber que vosotros habéis cambiado, que ya no os interesan?
Todos nuestros recuerdos del pasado son pensamientos.  Nos estamos aferrando a toda una red de ellos.  No les permitimos morir.
Dejad morir vuestros pensamientos.  Dejad muerto lo que está muerto: no intentéis mantenerlo vivo.  Pero lo estamos manteniendo vivo…
También esto forma parte del arte de morir.  Mantened también presente esta clave: si queréis aprender el arte de morir, dejad lo muerto por muerto.  Ni siquiera hace falta que lo conservéis en vuestra memoria.  Decidle adiós, dejadlo marchar.  Ayer terminó ayer, ahora ya no existe; pero, a pesar de ello, mantiene su presa sobre nosotros.
Hay otra pequeña pregunta.  Un amigo ha preguntado: ¿Qué es una mente llena de ilusiones?  ¿Qué es una mente muy confusa?  ¿Qué es la claridad mental?

D
EBEMOS COMPRENDER ESTO, pues será útil para la meditación, así como para aprender el arte de morir.  Ha formulado una pregunta muy significativa.  Pregunta: “¿Qué es una mente confusa?”  Pero aquí hemos cometido un error: Decimos “mente agitada”.  Aquí se encuentra el error.  ¿Cuál es el error?  El error es que estamos utilizando dos palabras (“mente” y “confusa”), y la verdad de la cuestión es que no existe la mente confusa.  En realidad, el estado mismo de confusión es la mente.  No existe una mente confusa.  La mente es confusión.
No se trata de que la mente pueda tranquilizarse: la mente es, en sí misma, la intranquilidad.  Y cuando no hay confusión, no se trata de que la mente se haya tranquilizado: es que la mente ha desaparecido.
Imaginaros, por ejemplo, que hay una tormenta en el mar, que el mar está agitado.  ¿Dirías que se trata de “una tormenta agitada”?  ¿Diría alguien que es “una tormenta agitada”?  Os limitarías a decir que es una tormenta, pues, “tormenta” ya es, de suyo, sinónimo de “agitación”.  Y cuando se acalla la tormenta, ¿decís que la tormenta se ha quedado tranquila?  ¡Lo único que decís es que la tormenta ya no existe!
Para comprender la mente, recordad también que “mente” no es más que un sinónimo de “confusión”.  Cuando se hace la paz, no es que la mente se haya quedado en paz, sino, más bien, que la mente ya no existe en absoluto.  Aparece un estado de no-mente.  Y cuando ya no existe la mente, entonces lo que queda se llama atman.  El mar existe aun cuando no hay tormenta.  Cuando desaparece la tormenta, queda el mar.  Cuando la mente confusa deja de existir, lo que queda es el atman, la conciencia.
La mente no es una cosa, no es más que un estado de confusión, un estado de desorden.  La mente no es una facultad, no es una sustancia.  El cuerpo es una cosa, el atman es otra cosa, y la falta de paz entre ambos se llama mente.  En estado de paz queda el cuerpo, queda el atman, pero ya no hay mente.
No existe una mente tranquila.  Se trata de un error de expresión, debido a la lengua que nos hemos creado.  Hablamos de “un cuerpo enfermo”, de “un cuerpo sano”.  Esto es correcto.  Existen cuerpos enfermos, claro está, y también existen cuerpos sanos.  Al desaparecer la enfermedad, queda un cuerpo sano.  Pero no es así en el caso de la mente.  No existe “una mente sana” y “una mente enferma”.  La mente es, por sí misma, enferma.  Su mismo ser es la confusión.  Su mismo ser es malsano.  Su mismo ser es una enfermedad.
No preguntéis, pues, cómo podéis librar a la mente de la confusión, pues, ¿cómo podéis libraros de esta mente? Preguntad cómo puede morir esta mente.  Preguntad cómo podéis eliminar esta mente.  Preguntad qué podéis hacer para que la mente deje de existir.
La meditación es un medio para acabar con la mente, para despedirse de la mente.  La meditación significa salir de la mente.  La meditación significa apartarse de la mente.  La meditación significa la cesación de la mente.  La meditación significa apartarse de donde reina la confusión.  Al apartarnos de la confusión, la confusión se aquieta, pues lo que  la crea es nuestra propia presencia.  Si nos apartamos, deja de existir.
Supongamos, por ejemplo, que dos personas tienen una pelea.  Tú has venido a pelear conmigo y estamos peleados.  Si yo me aparto, ¿cómo podría continuar la pelea?  Cesaría, pues sólo puede continuar si yo participo en ella.  Vivimos en un plano mental; estamos presentes allí donde reina el desorden, donde se producen las agitaciones.  No queremos apartarnos de allí, pero queremos llevar allí la paz.  Allí no puede haber paz.  Tened la bondad de apartaros: eso es todo.
En cuanto os apartéis, la agitación cesará.  La meditación no es una técnica que sirva para llevar la paz a vuestra mente; es, más bien, una técnica para apartaros de la mente.  La meditación es un medio para huir, para alejaros de las olas de la confusión.

Otro amigo ha formulado una pregunta relacionada con la anterior.  También sería bueno entender esto.  Ha preguntado: ¿Qué diferencia hay entre estar en meditación y practicar la meditación?

E
S LA MISMA DIFERENCIA que ya os estoy explicando.  Si una persona está practicando la meditación, está intentando apaciguar una mente confusa.  ¿Qué hará?  Intentará tranquilizar su mente.  Cuando una persona está en estado de meditación, no está intentando tranquilizar su mente, más bien, está apartándose de ella.
Si el sol aprieta demasiado, si es insoportable, podéis ver que un hombre abre su sombrilla; y las sombrillas se pueden abrir al sol y uno puede refugiarse en su sombra o bajo cualquier otra sombra para protegerse.  Pero no es posible abrir una sombrilla dentro de la mente.  La única protección posible sería un pensamiento, y éstos no cambian nada.  Sería como si un hombre intentase permanecer bajo el sol con los ojos cerrados pensando que tiene una sombrilla sobre la cabeza y que no siente calor.  Pero habrá de sentir calor.  El hombre intenta hacer algo, intenta refrescar el sol.  Intenta “practicar” la meditación.  Pero hay otro hombre que, cuando hace sol, se limita a levantarse, a pasearse por su casa y a relajarse.  No se esfuerza por refrescar el sol: se limita a apartarse del sol.
Practicar la meditación significa hacer un esfuerzo, un esfuerzo por cambiar la mente.  Y estar en meditación significa no hacer ningún esfuerzo por cambiar la mente, sino pasar adentro en silencio.
Debéis tener en cuenta la diferencia entre ambas cosas.  Si haces un esfuerzo por meditar, la meditación no se producirá nunca.  Si intentáis hacer un esfuerzo  os forzáis, os decidís a calmar vuestra mente pase lo que pase, no dará resultado, pues, al fin y al cabo, ¿quién estará haciendo todo esto?  ¿Quién estará dando esas muestras de decisión?  ¿Quién, sino vosotros?
Ya estáis confusos, inquietos desde el primer momento.  Intentáis calmaros: esto significa que os buscáis un nuevo problema.  Estáis sentados en tensión, dispuestos, olvidándolo todo.  Cuanto más rígidos os ponéis, cuantas más dificultades os encontráis, más tensos os quedáis.  Éste no es el camino.  Yo os pido que meditéis porque la meditación es relajación.  No tenéis que hacer nada: simplemente, relajaros.
Procurad entenderlo.  Dejadme que os lo explique un poco mejor con un pequeño ejemplo.  Utilizadlo como criterio último.  Un hombre nada en el río.  Dice que quiere alcanzar la otra orilla.  La corriente del río es fuerte y él agita los brazos y las piernas intentando avanzar a nado.  Se cansa, se fatiga, está agotado, pero sigue nadando.  Este hombre se está esforzando.  Nadar es un esfuerzo para él.  Practicar la meditación también es un esfuerzo.  Pero hay otro hombre.  En lugar de nadar, éste se limita a flotar.  Se deja llevar por el río.  No agita los brazos ni las piernas; sencillamente, se acuesta en el río.  El río fluye, y él también fluye.  No nada en absoluto, sólo flota.  No hace falta ningún esfuerzo para flotar; flotar  es un “no-esfuerzo”.
La me

El amor es peligroso

El amor es peligroso

U
N AMIGO HA PREGUNTADO: ¿Por qué pensar en la muerte?  Tenemos la vida: vamos a vivirla.  Vivamos el presente.  ¿Por qué ponernos a pensar en la muerte?

H
A PREGUNTADO BIEN.  Pero el hecho mismo de que pregunte por qué nos llenamos de ideas de muerte, o de que recomiende que vivamos el presente sin pensar siquiera en la muerte, ya demuestra que él mismo no puede librarse de pensar en la muerte.  La muerte es un hecho tan enorme que no es posible pasarlo por alto, aunque nosotros intentamos no pensar en la muerte a lo largo de nuestras vidas: no porque no valga la pena pensar en ella, sino porque la idea misma de la muerte es aterradora.  La idea misma de que “yo moriré” hace que un escalofrío nos recorra la espalda.  Naturalmente, os hará temblar cuando os estéis muriendo, pero aun antes, si la idea se apodera de vuestras mentes, os hará temblar hasta la médula.
El hombre ha intentado siempre olvidarse de la muerte, ha intentado no pensar en ella.  Hemos organizado toda nuestra vida de tal modo que la muerte no resulte visible.  Todos los esfuerzos y los planes humanos dirigidos a falsificar la muerte tienen un éxito aparente, pero este éxito nunca es real, pues la muerte está allí.  ¿Cómo escaparéis de ella?  ¿Dónde os esconderéis?  Aunque huyáis de ella, acabaréis encontrándoos con ella.  Donde quiera que huyáis, toméis el rumbo que toméis, acabaréis llegando a ella.  Se acerca un poco más cada día, penséis en ella o no, huyáis de ella o no.  Nadie puede escaparse de un hecho.
La cuestión no es que la muerte sea algo que sólo sucederá en el futuro, y que, por lo tanto, no debamos pensar en ella ahora.  También esto es un concepto erróneo.  La muerte no sucederá en el futuro: la muerte ya está sucediendo en todo momento.  Aunque se completará en el futuro, en realidad está teniendo lugar en todo momento.  Estamos muriendo en este mismo momento.  Si pasamos una hora aquí, habremos muerto una hora.  Quizás tardemos setenta años en morir por completo, pero esta hora formará parte del proceso.  Durante una hora también estaremos muriéndonos.  No es que al cabo de setenta años uno se muera de pronto: la muerte nunca sucede de manera instantánea.  No es un suceso repentino; es un desarrollo que comienza con el nacimiento.
En concreto, el nacimiento es la primera parte de la muerte, y la muerte es la última parte.  Este viaje comienza con el nacimiento.  Lo que llamamos el día del nacimiento es, en realidad, el primer día de la muerte.  El viaje llevará tiempo, pero continuará.
Por ejemplo, un hombre parte de Dwarka camino de Calcuta.  El primer paso de su viaje será tan importante para llegar a Calcuta como el último paso del viaje.  El último paso será tan útil para llevarlo a Calcuta como el último.  Y si bien el primer paso, por sí mismo, no puede llevarlo hasta Calcuta, el último paso tampoco puede hacerlo por sí mismo.  Esto significa que cuando dio su primer paso hacia Calcuta empezó a llega a Calcuta.  A cada paso que daba, Calcuta se acercaba cada vez más.  Quizás digáis que tardó seis meses en llegar a Calcuta, pero la realidad es que sólo gracias a que empezó a llegar seis meses antes pudo llegar seis meses después.
Lo que me gustaría deciros en segundo lugar es lo siguiente: no creáis que la muerte se encuentra en algún momento futuro.  La muerte está presente en todo momento.  Y ¿qué es el futuro?  Es el total de todos nuestros presentes.  Le estamos sumando cosas constantemente.  Es como cuando calentamos agua.  Al primer grado, el agua se calienta, pero todavía no se ha convertido en vapor.  Y lo mismo sucede cuando el agua se calienta dos grados.  El agua se convertirá en vapor cuando se calienta hasta los cien grados; pero empezó a aproximarse al estado de vapor en el primer grado, y siguió en el segundo, en el tercero, y así sucesivamente.  Pero el agua no se convierte en vapor ni siquiera cuando está a noventa y nueve grados: eso sólo sucederá cuando lleguen a los cien.
¿No se os ha ocurrido pensar que el centésimo grado también es un grado, del mismo modo que el primer grado también es un grado?  El viaje desde el grado nonagésimo noveno hasta el centésimo es igual al viaje del grado primero al segundo: no hay diferencia.  Así, el que lo sabe os advertirá en el primer grado que el agua se convertirá en vapor, aunque vosotros no veáis que el agua se está convirtiendo en vapor.  Naturalmente, puede decir que el agua se está calentando, pero ¿acaso se está convirtiendo en vapor?  Podemos engañarnos hasta el grado nonagésimo noveno pensando que el agua todavía no se está convirtiendo en vapor, pero cuando llegue al grado centésimo es seguro que se convertirá en vapor.  Cada grado la acerca cada vez más al punto de ebullición.
Por lo tanto, no tiene sentido que intentéis salvaros de la muerte o aplazarla diciendo que la muerte se encuentra en el futuro.  La muerte está sucediendo en todo momento; estamos muriéndonos todos los días.  En realidad, prácticamente no existe ninguna diferencia entre lo que llamamos vivir y el morir.  Lo que llamamos vivir no es más que un sinónimo de morir gradualmente.  No os digo que penséis en el futuro; lo que os digo es que observéis lo que ya está sucediendo ahora mismo.  Ni siquiera os digo que penséis.
Este amigo ha preguntado: “¿Por qué pensar en la muerte?”  Yo no digo que penséis.  Pensar no os llevará a ninguna parte.  Recordadlo: no es posible conocer ningún hecho a base de pensar.  En realidad, pensar es una manera de falsear los hechos.  Miráis una flor, y si empezáis a pensar en ella no conoceréis nunca la flor, porque cuanto más os dedicáis a pensar en ella, más se apartará de vosotros.  Os adelantáis en vuestros pensamientos mientras la flor sigue allí.  ¿Qué tiene que ver la flor con lo que estáis pensando?  Una flor es un hecho.  Si queréis conocer una flor, no penséis en ella: mirad la flor.
Existe una diferencia entre pensar y ver, y es una diferencia significativa.  Occidente da mucha importancia al pensamiento.  Por eso han llamado “filosofía” a su ciencia del pensamiento.  La filosofía es el pensamiento conceptual.  Nosotros hemos llamado a la misma ciencia darshan.  Debemos comprender esto un poco mejor.  Nosotros hemos llamado darshan y ellos la han llamado filosofía, y existe una diferencia fundamental entre ambas.  Los que creen que “filosofía” y “darshan” son sinónimos no saben nada.  No son sinónimos.  Por eso no hay una filosofía hindú ni tampoco hay un darshan occidental.
Occidente tiene una ciencia del pensamiento: se basa en la investigación, la lógica, el análisis.  Al Oriente le interesan otras cosas.  El Oriente ha descubierto que existen ciertos hechos que no se pueden conocer nunca a base de pensar en ellos.  Estos hechos tendrán que verse, tendrán que vivirse.  Y existe una diferencia enorme entre vivir y pensar.
El hombre que piensa acerca del amor puede llegar a escribir una tesis sobre él, pero el enamorado lo vive, lo ve, aunque quizás no sea capaz de escribir una tesis sobre él.  Y si alguien pide a un enamorado que le diga algo acerca del amor, éste puede cerrar los ojos, puede llenarse de lágrimas y puede responderle: “Te ruedo que no me lo preguntes.  ¿Qué puedo decir del amor?”  El que ha pensado acerca del amor se pasará horas enteras explicándolo, pero quizás no sepa nada del amor.
Pensar y ver son dos procesos completamente diferentes.  Por eso no os digo que debáis pensar en la muerte.  Nunca podréis conocer la muerte a base de pensar en ella.  Tendréis que verla.  Lo que os digo es esto: la muerte está aquí, ahora mismo, dentro de vosotros, y vosotros tenéis que verla.  Lo que yo llamo “el yo” se está muriendo constantemente.  Este fenómeno de la muerte tendrá que ser visto, este fenómeno de la muerte tendrá que ser vivido, este fenómeno, este “yo me muero, yo me muero”, tendrá que ser aceptado.
Hacemos todo lo que podemos por demostrar la falsedad de la muerte; hemos inventado mil maneras de demostrar su falsedad.  Es verdad que podemos teñirnos las canas, pero así no se demuestra que la muerte sea una mentira: llega inevitablemente.  Aun debajo del tinte, las canas siguen siendo blancas.  Son señales de que la muerte ha empezado a acercarse, de que ha de llegar con seguridad.  ¿Cómo podemos demostrar que es falsa?  Por mucho que nos dediquemos a demostrar su falsedad, no cambiaremos las cosas: se está acercando inexorablemente.  Lo único que cambia es que nosotros podemos dejar de saberlo.
Lo que yo os pregunto es esto: ¿cómo puede saber lo que es la vida el que ni siquiera ha conocido la muerte?  Mi postura es que la muerte está en la circunferencia, y la vida está en el centro.  Si no conocemos siquiera la circunferencia, ¿cómo podremos llegar a conocer alguna vez el centro?  Y si huimos de la circunferencia, nunca nos acercaremos al centro.  Si os asustáis de las paredes exteriores de una casa y huís, ¿cómo podréis llegar a entrar alguna vez en el interior de la vivienda?  La muerte es la periferia y la vida es el tempo que está en su centro.  Si huimos de la periferia, también huimos de la Vida.  El que llega a conocer la muerte la desvelará y, con el tiempo, empezará a conocer también la vida.
La muerte es la puerta de entrada al conocimiento de la vida.  Rehuir la muerte es rehuir también la vida.  Así, cuando yo os digo: “Conoced la muerte”, comprended los hechos, no os estoy pidiendo que penséis.
También debemos comprender otra cosa interesante.  Pensar significa repetir mentalmente lo que ya sabemos.  El pensamiento no es original nunca, aunque nosotros solemos decir que los pensamientos de tal y tal persona son muy originales.  No: el pensamiento no es original nunca.  Los pensamientos nunca pueden ser originales.  El darshan, la visión, puede ser original.
Los pensamientos siempre están trillados.  Si yo os pido que penséis en esta rosa, ¿qué pensaréis?  No haréis más que reiterar lo que ya sabéis acerca de las rosas.  ¿Qué otra cosa podéis hacer?  ¿Qué otra cosa podéis hacer con el pensamiento?  ¿Podría acaso aparecer en vuestros pensamientos un solo punto de vista inusitado y original acerca de una rosa?  ¿Cómo sería eso posible?
Pensar no es más que reiterar los pensamientos.  Podréis deciros: “La rosa es muy hermosa”; pero ¿cuántas veces habéis oído esto ya?  O podréis deciros: “La rosa es tan hermosa como el rostro de mi amada”.  ¿Cuántas veces habréis oído esto también?  ¿Cuántas veces lo habéis leído?  O podréis deciros: “La rosa es muy fresca”.  Pero ¿cuántas veces habéis oído o leído esto también?  ¿De qué sirven los pensamientos?  ¿Cómo serías capaces de entrar en el ser de esa rosa a base de pensar en ella?  El acto de pensar sólo os puede llevar hasta lo que tengáis en la memoria acerca de las rosas.  Por eso, el pensamiento nunca es original.  Nunca puede existir un pensamiento original: sólo los que ven son originales.
La primera condición para mirar una rosa es que la persona que la mira no piense.  Debe eliminar de su recuerdo los pensamientos; debe quedarse vacío y vivir en ese momento con la flor.  Dejad que la flor esté a un lado y estad vosotros al otro lado, y que no haya nada entre los dos: nada que hayáis oído, nada que hayáis leído, nada que hayáis conocido nunca.  Nada que hayáis conocido nunca debe interponerse.  Nada debe interponerse entre los dos.  Sólo entonces empezará a entrar en vuestro ser lo desconocido que se encuentra dentro de la rosa.  Cuando no encuentre ningún obstáculo entre los dos, entrará en vosotros, y entonces vosotros no sentiréis que queréis conocer la rosa, sentiréis que sois uno con la rosa.  Entonces conoceréis la rosa desde su interioridad.
El que ve penetra dentro de un objeto, mientras que el pensador da vueltas a su alrededor: por eso, el pensador no alcanza nada; sólo el que ve alcanza.  El que ve penetra en el interior, porque no queda ningún muro entre él y el objeto que tiene delante: el muro se derrumba, desaparece.
Una vez, Kabir pidió a su hijo Kamaal que fuera al bosque y trajera algo de heno para el ganado de ambos.  Kamaal obedeció y se puso en camino.  Salió de mañana; pero llegó la hora del mediodía y Kamaal no había regresado todavía, y Kabir se inquietó.  Y llegó la tarde, y Kamaal tampoco dio señales de vida.  Kabir estaba cada vez más inquieto.  Pronto llegó el crepúsculo y se acercaba la puesta del sol, y por fin, Kabir salió en busca de Kamaal acompañado de algunos fieles seguidores suyos.
Cuando legaron al bosque se encontraron a Kamaal de pie entre la hierba espesa, con los ojos cerrados, ondulándose como una hoja de hierba movida por la brisa.  Kabir se acercó a él, le puso la mano en el hombro y le preguntó:
-¿Qué haces aquí?
Kamaal abrió los ojos.  Volvió en sí, se dio cuenta de lo que había sucedido y pidió disculpas inmediatamente.  Kabir dijo:
-Pero ¿qué has hecho aquí tanto tiempo?  ¡Es muy tarde!
-Lo siento mucho –respondió Kamaal-, pero cuando llegué aquí, en vez de segar la hierba me puse a mirarla.  Y al mirarla fijamente, no se cuándo me sucedió, pero yo también me convertí en una hoja de hierba.  Pronto cayó la tarde y yo estaba aquí; me había olvidado por completo de que “yo soy Kamaal y he venido a segar hierba.”  Me convertí en la misma hierba.  Había mucho gozo en ser la hierba, un gozo que no había tenido nunca al ser un Kamaal.  Me alegro de que vinieseis, porque yo no sabía qué pasaba.  La brisa no movía la hierba, la brisa me movía a mí: el segador y lo que había de segar habían desaparecido.
¿Habéis visto de verdad alguna vez a vuestra esposa, a vuestro hijo, con quienes habéis vivido tantos años?  ¿Los habéis visto alguna vez?  Os pasan por la mente las cosas que hizo ayer vuestra esposa, y este pensamiento se interpone entre ella y vosotros.  Recordáis cómo os riñó cuando salíais de casa por la mañana para ir a la oficina, y el pensamiento vuelve a interponerse entre ambos.  Os viene a la cabeza lo que dijo ella cuando estabais cenando,  y el pensamiento se interpone entre ambos.  Siempre tenéis pensamientos; no habéis visto nunca.  Y por eso no hay relaciones entre el marido y la esposa, entre el padre y el hijo, entre la madre y el hijo.  Las relaciones se producen cuando ya no hay pensamientos y cuando ha comenzado el darshan, la visión.  Entonces es cuando tienen lugar de verdad las relaciones, porque entonces no hay nada que las obstaculice.
Recordad que una relación personal no supone que exista un tercer factor que una a las dos personas.  Mientras exista algo intermedio que una a las dos personas, también está presente el obstáculo.  Lo que une también separa.  El día que no existe nada que una, cuando sólo queden las dos personas, cuando no quede nada intermedio, ese día lo que queda en realidad es sólo uno: entonces ya no son dos.
La relación personal no significa que estemos unidos a alguien; la relación personal significa que ya no existe nada entre la otra persona y nosotros, nada intermedio, ni siquiera para unirnos.  Así pues, desaparecen los dos ríos y se fusionan en uno.  Esto es el amor.  La visión os conduce al amor; la visión es la fuente del amor.  Y el que no ha amado no ha conocido nada nunca.  Por mucho que haya pretendido conocer una persona, sólo lo ha conocido a través del amor.
Por tanto, cuando digo que hay que conocer la muerte, quiero decir que también tendremos que amar la muerte.  Tendremos que ver la muerte.  Pero la persona que tiene miedo a la muerte, que la rehuye, ¿cómo puede amar a la muerte, cómo puede tener su darshan, cómo puede ver alguna vez la muerte?  Cuando se aparece la muerte ante él, él le vuelve la espalda.  Cierra los ojos; no permite nunca que se aparezca la muerte ante él, cara a cara.  Tiene miedo, está asustado; por eso es incapaz de ver la muerte en absoluto, y tampoco es capaz de amarla.  Y la persona que todavía no ha sido capaz de amar la muerte ¿cómo podrá amar alguna vez la vida?, pues la muerte es un suceso muy superficial, y la vida es un fenómeno mucho más profundo.  El que rehuyó el primer escalón ¿cómo podrá llegar alguna vez a las aguas profundas del gozo?
Por eso os digo que la muerte tendrá que vivirse, tendrá que conocerse, tendrá que verse.  Tendréis que enamoraros de ella; tendréis que mirarla a los ojos.  Y en cuanto la persona mira a la muerte a los ojos, empieza a observarla, penetra en ella, se maravilla.  Descubre, con gran asombro: “¡Qué gran misterio se oculta en la muerte!  Lo que yo llamaba muerte, de lo que huía, encierra en realidad dentro de sí la fuente de la vida suprema.”  Por eso os digo: entrad de buena gana en la muerte para que podáis alcanzar la vida.
Hay un dicho de Jesús que es increíble.  Jesús ha dicho: “Porque el que quiera salvarse perecerá, y el que entregue la vida no será destruido.  El que se pierda se encontrará, y el que se ponga a salvo se perderá.”  Si una semilla quiere salvarse, se pudrirá; ¿qué otra cosa le espera?  Y si una semilla se aniquila a sí misma en la tierra, si desaparece, se convertirá en árbol.  La muerte de la semilla se convierte en vida para el árbol.  Si la semilla se protegiera a sí misma diciéndose: “Tengo miedo: podría morirme.  No quiero desaparecer.  ¿Por qué voy a desaparecer?”  En ese caso, ni siquiera seguirá siendo semilla, ni mucho menos se convertirá en árbol.  El miedo a la muerte nos hace encogernos.
Quiero deciros una cosa más que quizás no se os haya ocurrido.  Sólo el que tiene miedo a la muerte tiene ego, pues el ego supone una personalidad estrecha, un nudo apretado.  El que tiene miedo a la muerte se encoge en su interior.  Todo el que tiene miedo tiene  que encogerse en su interior, y todo lo que se encoge se convierte en un nudo.  Se produce un complejo dentro de la persona.
El sentimiento del yo es el sentimiento de la persona que tiene miedo a la muerte.  Cuando una persona penetra en la muerte, ni tiene miedo a la muerte, no huye de ella, empieza a vivirla, entonces su yo desaparece, su ego desaparece.  Y cuando desaparece el ego sólo queda la vida.  Podemos expresarlo así: sólo muere el ego, no el alma.  Pero como nosotros seguimos siendo egos, surge una gran dificultad.  En realidad, sólo puede morir el ego; sólo el ego tiene muerte, porque es falso.  Tendrá que morir.  Pero nosotros nos aferramos a él.
Imaginad, por ejemplo, que se levanta una ola en el mar.  Si la ola quiere sobrevivir como ola, no puede hacerlo: está destinada a morir.  ¿Cómo puede sobrevivir una ola como ola?  Ha de morir.  A no ser que se convierta en hielo.  Si se vuelve sólida, puede sobrevivir.  Pero aun en una supervivencia de este tipo la ola ya no existe y queda el hielo: un hielo que es una ola, cerrada, disgregada del mar.  Recordad que una ola no es independiente del mar: es una con el mar.  Convertida en hielo, se independiza del mar, se separa, se solidifica.  La ola se ha quedado helada.
Como ola, era una con el mar; pero se convierte en un bloque de hielo, sobrevivirá, por supuesto, pero quedará disgregada del mar.  Y  ¿cuánto tiempo sobrevivirá en ese estado?  Todo lo que está helado acabará por fundirse, sin duda.  Una ola pobre se fundirá un poco antes, mientras que una ola rica tardará algún tiempo más: ¿qué otra cosa le espera?  Los rayos del sol tardarán algún tiempo más en fundir una ola grande, mientras que una ola menor se fundirá antes.  No es más que una cuestión de tiempo, pero la fusión ha de suceder.  La ola se fundirá y se quejará mucho, porque en cuanto se funda desaparecerá.  Pero si la ola, al volver a caer al mar, se forzase a sí misma a dejar de existir como entidad independiente, si llegara a saber que ella es, en realidad, el mar, entonces no se trataría de la desaparición de la ola.  Así pues, desaparezca o no, existe todavía, porque sabe: “No soy una ola: soy el mar”.  Cuando desparece como ola, todavía existe en estado de reposo.  Cuando se levanta, se encuentra en estado de actividad.  Y el reposo no es menos agradable que la actividad.  En realidad, es más agradable todavía.
Existe un estado de actividad y existe un estado de reposo.  Lo que nosotros llamamos samsara, el mundo, es el estado de actividad, y lo que llamamos moksha, la liberación, es el estado de reposo.  Es como una ola inquieta que choca con el viento y que lucha con él, y que después se hunde en el mar y desaparece.  Todavía existe.  Lo que era antes en el mar sigue siéndolo, pero ahora está en reposo.  Pero si una ola se afirmase a sí misma como ola, sería como si estuviera llena de ego, y entonces tendría que disgregarse del mar.
Cuando llegáis a acoger la idea del “yo soy”, ¿cómo podéis ser con el resto del todo?  Si optáis por ser con el todo, entonces se pierde el yo.  Por eso insiste el yo: “Disgrégate del todo”.  Y ¡qué interesante es que el hecho de disgregaros del todo os hacer ser desgraciados!  Y entonces, una vez más, el yo dice: “Relaciónate con el todo.”  Así de tortuoso es el yo.  El yo dice primero: “Disgrégate del todo, aíslate; tú eres diferente del todo.  ¿Cómo vas a seguir unido?”  De esta manera, el yo se separa, pero entonces se encuentra con problemas, pues en cuanto el yo se separa del todo, se siente desgraciado; su fin se aproxima.  En cuento la ola llega a creerse independiente del mar, empieza a morir; su muerte se aproxima.  Entonces emprenderá la lucha por protegerse de la muerte.
Mientras fue una con el mar, no existió la muerte, pues el mar no muere nunca.
Recordad que puede existir un mar sin una ola, pero una ola no puede existir sin el mar.  No podemos concebir una ola sin el mar: el mar estará presente en la ola.  Pero el mar puede existir sin una ola.  Cuando las olas forman parte integral del mar, existen en paz y en reposo.  Pero en cuanto una ola aspira a salvarse del mar, surgen dificultades: se disocia del mar y comienza su muerte.
Por este motivo, el que ha de morir quiere amar.  El motivo por el que todos nosotros (que vamos a morir) estamos tan deseosos de amar es que el amor es el medio más evidente para conectar.  Por eso nadie quiere vivir sintiéndose desgraciado, sin amor.  Todos buscamos el amor: que alguien quiera recibir nuestro amor, que alguien quiera entregarnos amor.  Y para la persona que no encuentra amor, éste se convierte en un problema.  Pero ¿nos hemos preguntado alguna vez cuál es el significado del amor?
El amor es un intento de reconstruir de nuevo, parte a parte, uniendo diversas partes, la relación con el todo que hemos roto.  Así, un tipo de amor es aquel por el cual intentamos reconstruir nuestra relación perdida con el todo a base de añadir diversas partes.  Esto es lo que llamamos amor.  Y existe otro tipo de amor en el cual hemos cejado en nuestro intento de disgregarnos del todo.  Esto es lo que llamamos oración.  Por ello, la oración es el amor absoluto.  Y tiene un significado totalmente distinto.  No significa que estemos intentando recomponer los pedazos; significa que hemos dejado de disgregarnos del todo.  La ola ha anunciado: “Yo soy el mar”, y ahora no intenta conectarse con cada una de las demás olas.
Recordad que la ola misma se está muriendo, y que las demás olas próximas también se están muriendo.  Si esta ola intenta relacionarse con las demás olas, tendrá problemas.  Por eso, lo que nosotros llamamos amor es muy doloroso, porque es una ola que intenta relacionarse con otra ola.  La ola y la otra ola se están muriendo, pero establecen una relación entre ambas con la esperanza de que uniéndose entre sí quizás puedan salvarse.  Esta es la razón por la que convertimos el amor en seguridad.  Así pues, el hombre tiene miedo de vivir sólo.  Quiere tener una esposa, un marido, un hijo, una madre, un hermano, un amigo, una sociedad, una organización, una nación.  Son empeños del ego; son intentos de reunirse de nuevo con el todo por parte del que se ha disgregado de él.
Pero todos estos intentos de unión son invitaciones a la muerte, pues aquel con el que establecéis una unión está igualmente rodeado de la muerte, igualmente rodeado del ego…  Lo más curioso es que el otro quiere volverse inmortal uniéndose a vosotros, y que vosotros queréis volveros inmortales uniéndoos al otro.  Y la realidad es que ambos vais a morir.  ¿Cómo podréis volveros inmortales?  Una unión así doblará la muerte; de ningún modo servirá de elixir.
Las parejas de amantes anhelan que su amor se vuelva inmortal; lo cantan día y noche.  Desde siempre se han escrito poesías sobre el amor que se hace inmortal.  ¿Cómo pueden desear la unión inmortal dos personas que van a morir?  La unión de estas dos personas sólo sirve para que la muerte sea el doble de real, nada más.  ¿Qué otra cosa puede ser?  Y ambos se están fundiendo, se están hundiendo, se están desvaneciendo: por eso están asustados, preocupados.
La ola ha creado su organización propia.  Se dice: “Tengo que sobrevivir.”  Ha creado naciones; ha creado sectas hinduistas, musulmanas: olas que crean sus organizaciones propias.  Y la realidad es que todas estas organizaciones van a desaparecer: la única organización verdadera es el mar que tienen debajo.  Y la organización del mar es una cosa completamente diferente.  La ola pertenece a ella, pero eso no quiere decir que se una al mar; quiere decir, más bien, que la ola sabe: “No soy diferente en nada del mar”.  De esta forma yo os digo que el hombre religioso no pertenece a ninguna organización: ni se aferra a una familia, ni tiene un amigo, un padre o un hermano.
Jesús ha pronunciado unas palabras muy fuertes.  En realidad, sólo los que han alcanzado el amor pueden pronunciar unas palabras tan fuertes; las personas débiles en el amor no son capaces de pronunciarlas.  Un día, Jesús estaba en el mercado rodeado por una multitud.  Su madre, María, fue a verlo.  Alguien gritó entre la multitud:
-Dejad paso, dejad paso a la madre de Jesús.  Dejad que se acerque.
Cuando Jesús lo oyó, dijo en vos alta:
-Si estáis dejando paso a la madre de Jesús, no lo hagáis, porque Jesús no tiene madre.
María se detuvo, atónita.  Jesús se dirigió a la multitud y dijo:
-Mientras tengáis madre, padre, hermano, no podréis acercaros a mí.
Son unas palabras muy duras.  Nos resulta imposible imaginarnos siquiera que una persona tan llena de amor como Jesús pudiera pronunciar tales palabras: “Yo no tengo madre.  ¿Quién es mi madre?”  Mientras María se quedaba quieta y atónita, Jesús siguió diciendo:
-¿Decís que esta mujer es mi madre?  Yo no tengo madre.  Y recordadlo: mientras tengáis madre, no podréis acercaros a mí.
¿Qué pasa aquí?  Una ola que intente unirse a otra ola no será capaz de acercarse al mar.  En realidad, las olas se unen entre sí y crean una organización con el único fin de evitar ir al mar.  La ola, sola, tiene más miedo a desaparecer, a llegar a desparecer de verdad.  Pero la verdad es que ya está despareciendo.
Pero cuando se reúnen unas pocas olas se sienten más tranquilizadas; se crea una organización de cierto tipo; se crea una multitud.  Por eso, al hombre le gusta vivir entre una multitud; cuando se queda solo, tiene miedo.  La ola, en su soledad, se queda completamente sola: deslizándose, cayendo, desvaneciéndose, a punto de desaparecer, sintiéndose alineada por ambos lados: a un lado el mar, al otro el resto de las olas.  Por eso crea una organización, crea una cadena.
El padre se dice: “Yo desapareceré, pero eso no importa: dejaré tras de mí a mi hijo.”  La ola se dice: “Yo desapareceré, pero dejaré una olita: ésta sobrevivirá tras de mí; la cadena continuará; mi nombre quedará”.  Por esta razón, el padre se siente desgraciado cuando no tiene un hijo: esto significa que no podrá organizar su inmortalidad.  Él desaparecerá, por supuesto, pero quiere producir otra ola que seguirá más adelante, que al menos llevará la identidad de la ola de la que procede.  Así, a la primera ola no le importa desaparecer: deja a otra ola tras de sí.
Podéis haber advertido que las personas que realizan una actividad creativa (los pintores, los músicos, los poetas, los escritores) no se preocupan demasiado de tener hijos, por la sencilla razón de que han encontrado un sustitutivo.  Sus pinturas sobrevivirán, sus poesías sobrevivirán, sus esculturas sobrevivirán; no se preocupan de tener hijos.  Por eso, los científicos, los pintores, los escultores, los escritores y los poetas no se preocupan demasiado de tener hijos.  El único motivo de ello es que han encontrado un hijo de otro tipo.  Han creado una ola que seguirá adelante mucho después de que ellos hayan desaparecido.  En realidad, han encontrado un hijo que durará todavía más que los vuestros, porque incluso cuando hayan desaparecido vuestros hijos perdurará el libro del escritor.
El escritor no se preocupa demasiado de tener un hijo, de tener descendencia.  Pero eso no significa que esté despreocupado, lo único que significa es que ha encontrado una ola duradera; deja de preocuparse por las olas menores.  Por eso no le interesa tener familia; ha creado una familia de otro tipo.  También él aspira al mismo grado de inmortalidad.  Se dirá, por lo tanto: “El dinero se perderá, la riqueza se perderá, pero mi obra, mis textos, sobrevivirán; y esto es, precisamente, lo que él desea.
Pero también se han perdido textos escritos.  Ningún texto dura para siempre, aunque, por supuesto, dura cierto tiempo.  ¿Quién sabe cuántos textos se han perdido ya, y cuántos se pierden cada día?  Todo se perderá.  En realidad, en el mundo de las olas, por mucho que se prolongue a sí misma una ola, ha de perderse a la larga.  La ola ha de enfrentarse a la extinción: de nada le sirve prolongarse a sí misma.
Así pues, si os veis a vosotros mismos como olas, querréis evitar la muerte; seguiréis asustados, con miedo.  Yo os digo: mirad la muerte.  No debéis evitarla, ni temerla, ni rehuirla.  Miradla.  Y con sólo mirarla descubriréis que lo que parecía la muerte visto desde este lado resulta ser la vida cuando entráis en ella un poco.
Por lo tanto, la ola se convierte en el mar; desparece su miedo a la extinción.  Ahora bien, no desea convertirse en hielo sólido.  Entonces, en el tiempo de que dispone, baila en el cielo, se regocija bajo los rayos del sol, es feliz.  Y cuando vuelve a caer al mar, es igualmente feliz en su estado de reposo.  Así es feliz en la vida, es feliz en la muerte; porque sabe que “lo que es” nunca nace ni nunca muere.  Lo que es, es; sólo cambian las formas.
Todos somos olas en el mar de la conciencia.  Algunos, la mayoría, nos hemos convertido en hielo.  El ego es como hielo, duro como una piedra.  ¡Qué sorprendente es que un líquido como el agua pueda volverse duro como el hielo y la piedra!  Cuando surge en nosotros un deseo de congelarnos, la conciencia (que por otra parte es muy sencilla y fluida) se hiela y se convierte en un ego.  Todos estamos llenos del deseo de congelarnos, y por ello recurrimos a medios de muchos tipos para intentar quedarnos helados, solidificados.
Existen leyes según las cuales el agua se convierte en hielo, y también existen leyes que rigen la formación del ego.  El agua tiene que enfriarse para convertirse en hielo, tiene que perder su calor, tiene que volverse fría.  Cuanto más se enfría, más dura se queda.  La persona que quiere crearse un ego también tiene que enfriarse, tiene que perder su calor.  Por eso hablamos de “una bienvenida cálida”.  Una bienvenida siempre es cálida; una bienvenida fría no tiene sentido.
El amor significa calor; un calor frío no tiene sentido.  El amor nunca es frío; contiene calor.  En realidad, el calor sustenta la vida; la muerte es fría, está por debajo de cero.  Por eso el sol es el símbolo de la vida, el sol es el símbolo del calor.  Cuando sale por la mañana desaparece la muerte; todo se vuelve templado y cálido.  Las plantas florece y los pájaros se ponen a cantar.  El calor es el símbolo de la viuda, el frío es el símbolo de la muerte.  Así, el que quiere crearse un ego tiene que enfriarse, y para enfriarse tiene que perder todas las cosas que dan calor.  Tiene que perder todo lo que da calor a su ser.  Por ejemplo, el amor da calor, el odio produce frío.  Por lo tanto, por el ego, uno tiene que renunciar al amor y aferrarse al odio.  La piedad y la simpatía aportan calor, la crueldad y la falta de piedad aportan frío.
Así como existen leyes que rigen la congelación del agua, también existen leyes que rigen la congelación de la conciencia humana.  Se aplica una misma ley: seguir enfriándose.  Algunas veces decimos que tal persona es muy fría: en ella no hay calor; se vuelve dura como una piedra.  Y recordad que cuanto más cálida es una persona, más sencilla es.  Entonces su vida tiene una liquidez que le permite fluir dentro de los demás, y que permite a los demás fluir dentro de él.  La persona fría se vuelve dura, incapaz de fluir, cerrada por todas partes.  Nadie puede entrar en ella, ni tampoco puede entrar ella dentro de nadie.  El ego es como el hielo sólido, y el amor es como el agua, líquida, fluida.  La persona que tiene miedo a la muerte huirá de ella.  Seguirá congelándose, pues ese miedo a morir, a desaparecer, lo hará contraerse, y su ego se mantendrá, volviéndose más duro, más fuerte.
Me alojé varios días como huésped en casa de un amigo mío.  Es muy rico; posee muchos bienes.  Pero una cosa me desconcertó: nunca hablaba con amabilidad a nadie.  Por lo demás, era un buen hombre.  Me desconcertaba mucho ver que era muy blando interiormente, pero era muy duro por fuera.  El criado temblaba ante él; su hijo temblaba ante él; su mujer tenía miedo de verlo.  La gente se lo pensaba mucho antes de visitarlo.  Aun cuando llegaban a su puerta titubeaban antes de llamar al timbre, preguntándose si debían entrar o no.
Cuando pasé unos días con él y llegué a conocerlo bien, le pregunté a qué se debía todo aquello.
-En realidad, eres un hombre muy sencillo –le dije.  Él me respondió:
-Tengo mucho miedo.  Es peligroso establecer una relación personal, pues si estableces una relación con alguien, tarde o temprano empieza a pedirte dinero.  Si eres amable y cariñoso con tu esposa, los gastos se multiplican.  Si no eres severo con tu hijo, te pide cada vez más dinero para sus gastos.  Si hablas con amabilidad a tu criado, también él quiere comportarse como un amo.
Por lo tanto, tenía que levantar a su alrededor un sólido muro de frialdad, que espantase a su esposa, que espantase al hijo.  ¿Cuántos padres han hecho esto?
La verdad de la cuestión es que apenas existe ningún hogar donde el padre y el hijo se traten con amor.  El hijo recurre al padre cuando necesita dinero; el padre va a ver al hijo cuando quiere soltarle un sermón; los dos no se reúnen en ninguna otra ocasión.  No existe ningún punto de reunión entre el padre y el hijo.  El padre tiene miedo y se ha rodeado de un muro sólido.  El hijo también tiene miedo; se mueve a hurtadillas del padre.  No existe ninguna armonía entre los dos.  Cuanto más miedo tiene una persona, cuanto más se preocupa de su seguridad, más se solidifica.  La fluidez es muy peligrosa, produce inseguridad.
Esta es la razón por la que tenemos miedo a enamorarnos.  Sólo cuando hemos estudiado a la persona y nos hemos asegurado a fondo llegamos a enamorarnos.  Eso quiere decir que primero nos aseguramos de que la persona no representa ningún peligro para nosotros y después nos enamoramos.  Por eso hemos inventado los matrimonios: primero nos casamos, primero tomamos todas las medidas necesarias, y después nos enamoramos, porque el amor es peligroso.  El amor es fluido, da entrada a otra persona.  Es peligroso enamorarse de una persona extraña: ¡puede escaparse por la noche con todos nuestros objetos de valor!  Así pues, investigamos a fondo quién es esa persona, a qué se dedica, de dónde son sus padres, qué carácter tiene, qué cualidades tiene.  Tomamos todas las medidas, tomamos todas las precauciones sociales posibles; sólo después de esto aceptamos contraer matrimonio con la persona.
Somos gentes asustadas; queremos asegurarlo todo primero.  Cuando más nos aseguramos, más duro y más frío se vuelve el muro de hielo que nos rodea y que encoge todo nuestro ser.  Nuestra separación de lo divino se ha producido por un único motivo: porque no somos líquidos, porque nos hemos vuelto sólidos.  Ésta es la única causa de la separación: no fluimos, nos hemos quedado como bloques; no somos agua, somos como hielo sólido.  Cuando nos volvemos fluidos, ya no existirá la separación; pero sólo nos volvemos fluidos cuando aceptamos ver y vivir la muerte, cuando aceptamos que la muerte existe.
Cuando hemos visto y hemos reconocido que la muerte existe, ¿por qué hemos de tener miedo alguno?  Cuando la muerte está allí con seguridad, cuando la ola sabe con seguridad que ha de desaparecer, si la ola ha descubierto que el nacimiento mismo contiene a la muerte, si la ola ha llegado a saber que su desintegración comenzó en el momento mismo en que fue creada, allí termina la cuestión.  ¿Por qué convertirse entonces en hielo?  Enseguida aceptará ser una ola mientras tenga que serlo, y aceptará ser el mar mientras tenga que serlo.  ¡Eso es!  ¡Aquí termina la cuestión!  En ese instante se acepta todo.  En esa aceptación, la ola se convierte en el mar.  Entonces desparece toda inquietud por su desaparición, pues la ola sabe que existía antes de su extinción y que seguirá existiendo aun después de desparecer; no como el yo, sino como el mar sin límites.

C
UANDO LAO TSE ESTABA a punto de morir, alguien le pidió que revelase algunos secretos de su vida.  Lao Tse dijo:
¡El primer secreto es que nadie me ha vencido en toda mi vida!
Cuando los discípulos oyeron esto, se emocionaron mucho.  Le dijeron:
-¡Nunca nos habías dicho esto!  Nosotros también queremos vencer.  Te rogamos que nos enseñes el modo de conseguirlo.
-Os habéis equivocado –respondió Lao Tse-  Habéis oído otra cosa.  Yo he dicho que nadie ha podido vencerme nunca, y vosotros decís que también vosotros queréis vencer.  Las dos cosas son completamente opuestas, aunque parece que significan lo mismo.  En el diccionario, en el mundo del lenguaje, tienen un mismo significado: la persona que no ha conocido la derrota es victoriosa.  Yo sólo he dicho que nadie ha podido vencerme, y vosotros habláis de vencer.  ¡Fuera de aquí!  Jamás comprenderéis mis palabras.
Los discípulos le suplicaron:
-Aun así, te rogamos que nos lo expliques.  Enséñanos cómo hacerlo.  ¿Cómo es que nunca te han vencido?
Lao Tse dijo:
-Nadie me ha vencido porque yo siempre estaba vencido.  No hay manera de vencer a un hombre vencido.  Yo nunca fui vencido nunca quise la victoria.  En realidad, nadie fue capaz de luchar conmigo.  Si alguien pretendía desafiarme, ya me encontraba vencido, y no podría darse el gusto de vencerme.  Lo que produce alegría es vencer al que quiere ser vencedor.  ¿Qué gusto puede dar vencer al que ni siquiera quiere ganar?

E
N REALIDAD, DESTRUIR EL EGO de otra persona nos produce placer porque así reforzamos el nuestro.  Pero si un hombre ya se ha dado por vencido, ¿qué gusto puede dar destruir a esa persona?  Nuestro ego no se emocionaría en absoluto.  Cuanto más conseguimos derribar el ego del  otro se convierte en la fuerza del nuestro.  Pero el ego de esta persona de la que hablamos ya está derribado.
Por ejemplo, pretenderéis vencer a un hombre en una pelea, y antes de que lo derribéis él se tiende en el suelo; y antes de que os sentéis sobre él, él os invita a que os sentéis sobre él.  ¿En qué situación quedaréis entonces?  ¡Querrías echar a correr!  ¿Qué otra cosa podrías hacer?  Los espectadores se echarían a reír y os dirían: “¡Adelante: siéntate encima de él!  ¡Ponte cómodo!  ¿Por qué echas a correr?”  ¿Quién parecería más tanto: el que se sienta sobre  el otro, o el que no dejaba de reír, con una risa que os resonaría en los oídos para toda la vida?
Así pues, siempre que alguien pretenda desafiar a aquel hombre, él se tendía inmediatamente en el suelo y le decía: “Adelante: siéntate sobre mí.  Has venido a eso, ¿no?  Adelante, pues.  No te inquietes, no te molestes: no hace falta que te canses.  Ven y siéntate sobre mí”.

L
AO TSE AÑADIÓ:
-Pero vosotros me preguntáis otra cosa.  Vosotros queréis que os explique el modo de vencer.  Si pensáis en vencer, perderéis.  EL que alberga la idea de vencer siempre pierde.  En realidad, la derrota comienza con la idea misma de la victoria.  Y nadie ha sido capaz de ofenderme –añadió Lao Tse.
-Te ruego que nos digas también el secreto de esto, porque tampoco nos gusta que nos ofendan –dijo un discípulo.
-Volvéis a cometer un error.  Nadie ha sido capaz de ofenderme porque nunca he deseado los honores.  A vosotros os ofenderán siempre porque estáis llenos del deseo de honra.  A mí no me han expulsado nunca de ninguna parte porque siempre me he sentado cerca de la puerta donde la gente se quita los zapatos.  Nunca me han pedido que me aparte de un sitio porque siempre me he quedado al final, donde nadie podía enviarme a un puesto inferior.  Yo estaba muy contento de estar al final: eso me ahorraba problemas de todo tipo.  Nadie me echó de allí ni me apartó en el último puesto.  Nadie quería estar en aquel puesto.  Yo estaba a mis anchas en mi puesto; siempre he estado a mis anchas en mi puesto.  Nadie ha venido a echarme de mi puesto.

T
AMBIÉN DICE JESÚS:  “Yo os digo que los últimos serán los primeros”.  ¿Qué quiere decir esto?
Por ejemplo, Jesús dice: “Si alguien os da una bofetada en la mejilla derecha, presentadle la izquierda”.  Esto significa que no le hagáis tomarse siquiera la molestia de buscaros la otra mejilla: hacedlo vosotros.  Jesús dice: “Si alguien viene a vencerte, déjate vencer.  Si te derriba una vez, cae tú dos veces”.  Y Jesús dice: “Si un hombre te quita el manto, dale también tu camisa”.  ¿Por qué?  Porque es posible que al hombre le dé vergüenza quitarte también la camisa.  Y Jesús dice: “Si alguien te pide que lleves a cuestas su carga una milla, al final de la milla ofrécete a llevarla más lejos”.
¿Qué significa esto?  Significa que aceptando totalmente las circunstancias de la vida, tales como la inseguridad, el fracaso, la derrota y, al final, la muerte, las vencemos a todas.  De lo contrario, estas circunstancias no nos conducen a ninguna parte, salvo a la muerte.  En último extremo, la muerte es nuestra derrota total.  Aun tras las derrotas mayores sobrevivimos; a pesar de estar derrotados, seguimos existiendo.  Pero la muerte nos aniquila por completo.
La muerte es la mayor de las derrotas; por eso queremos matar a nuestros enemigos: no hay otro motivo.  La muerte es la derrota definitiva; después de ella, el enemigo no tiene ninguna posibilidad de vencer nunca más.  El impulso de matar al enemigo procede de nuestro deseo de infligirle la derrota definitiva.  Después de la muerte ya no puede quedar vencedor, pues ya no existe.
La muerte es la derrota final, y todos queremos huir de ella.  Y recordad también que la persona que intenta huir de su propia muerte procurará producir la muerte a otros.  Cuanto más consigue matar a otros, más vivo se sentirá él.  Por eso, la causa de toda la violencia del mundo es completamente diferente de la que suele creer la gente.  La causa de esta violencia no son las diferencias de ideas de las personas (que unos no quieran beber agua sin filtrar o que otros coman después de la puesta del sol); no, no es nada de esto.
La causa fundamental de la violencia es que el hombre mata a los demás para olvidarse de su propia muerte.  Cuando mata a los demás, cree que nadie puede matarlo a él, pues él tiene el poder de matar.  Hitler, Genghis Kan y otros como ellos mataron a millones de personas para poder decirse a sí mismos: “Nadie puede matarme, pues yo mato a millones de personas”.  Intentamos librarnos de nuestra propia muerte, intentamos confirmar nuestra independencia a base de matar a otros.  Suponemos que, dado que nosotros somos capaces de matar a gente, ¿quién podrá matarnos a nosotros?
En lo más hondo, esto es rehuir la muerte.  En lo más hondo, la persona violenta huye de la muerte.  Y el que quiere salvarse a sí mismo de la muerte nunca puede ser no violento.  Sólo el que declara: “Acepto la muerte, pues la muerte es una de las circunstancias de la vida, es una realidad”, puede ser una persona no violenta.  Nadie puede negar la muerte.  ¿Dónde nos esconderemos de ella?  ¿Dónde nos refugiaremos?
El sol empieza a ponerse en cuanto sale.  La puesta de sol es tan real como la salida del sol; sólo se diferencian en el sentido.  En el ocaso, el sol llega exactamente al punto donde estaba al alba, pero al alba estaba en el este, mientras que en el ocaso está en el oeste.  El nacimiento está a un lado, la muerte está al otro.  Lo que sube por un lado baja por el otro.  El orto y el ocaso están unidos; en realidad, el ocaso está oculto en el orto.  La muerte está oculta en el nacimiento.  Nadie que sepa esto puede negarlo de ningún modo.  Cuando lo sabe, lo acepta todo.  Entonces vive esta verdad.  La conoce, la ve y la acepta.
Con la aceptación llega la transformación.  Cuando yo hablo de vencer a la muerte, quiero decir que en cuanto una persona acepta la muerte se ríe, porque llegó a saber que la muerte no existe.  Sólo se forma y se deshace la envoltura externa.  El mar siempre ha existido; sólo la ola ha cobrado forma y se ha desintegrado después.  La belleza siempre ha estado presente; las flores aparecieron y se marchitaron.  La luz siempre ha brillado; el sol salió y se puso.  Y lo que brillaba con la salida del sol y con su puesta siempre estaba presente, antes del orto y después del ocaso.  Pero sólo llegaremos a ver esto cuando hayamos visto la muerte, cuando hayamos tenido la visión de la muerte, cuando nos hayamos encontrado con la muerte, cuando nos hayamos encontrado la muerte cara a cara: nunca antes.
Así, nuestro amigo nos pregunta: “¿Por qué pensar en la muerte?  ¿Por qué no olvidarnos de ella?  ¿Por qué no limitarnos a vivir?”  Yo quisiera decirle que nadie ha vivido olvidando la muerte, ni nadie ha podido vivir así.  Y el que desprecia la muerte también desprecia la vida.
Es como si tuviera en la mano una moneda y dijera: “¿Por qué preocuparme de la otra cara de la moneda?  ¿Por qué no limitarme a olvidarla?”  Si yo renuncio a la cruz de la moneda, también pierdo la cara, pues ambas componen las dos caras de la misma moneda.  No es posible quedarse una cara de la moneda y tirar la otra a la calle.  ¿Cómo sería posible?  Si me quedo una cara, me quedaré automáticamente con la otra.  Si tiro una cara, tiraré ambas caras; si me quedo una, me quedaré las dos.  En realidad, ambas son dos aspectos de una misma cosa.  El nacimiento y la muerte son dos aspectos de una misma vida.  El día que uno se da cuenta de esto, no sólo pierde su aguijón la muerte, sino que también desaparece la idea de no morir.  Entonces llega a saber uno que el nacimiento está allí y que también está allí la muerte.  Ambas componen la felicidad.
Todas las mañanas nos levantamos y vamos a trabajar.  Unos van a cavar zanjas… La gente hace trabajos diferentes; algunos sudan todo el día.  Levantarse por la mañana es agradable, pero ¿acaso no es igualmente agradable dormir por la noche?  Si unos locos se pusieran a convencer a la gente de que no durmiese por la noche, entonces la gente tampoco se levantaría por la mañana, pues la persona que no durmiese tampoco sería capaz de despertarse por la mañana.  Toda la vida se detendría.  Alguien podría tener miedo a acostarse, afirmando: “Despertarse por la mañana es tan agradable que es mejor quedarse dormido, para no estropear el encanto de despertarse”.  Pero sabemos que esto es ridículo: dormir es la otra cara de la moneda del despertar.
El que duerme bien se despertará bien.  El que se despierta bien dormirá bien.  El que vive bien morirá bien.  El que muere bien dará buenos pasos en su vida futura.  El que no muere bien no vivirá bien.  El que no vive bien no morirá bien.  Será un desastre; todo se volverá feo y distorsionado.  El miedo a la muerte es responsable de la aparición de la fealdad y de la distorsión.
Si a alguien lo dominara el miedo a quedarse dormido, la vida se le haría difícil.  Una vez un hombre me trajo a su madre, una señora anciana.  Me dijo que a su madre le daba mucho miedo quedarse dormida.  Yo le pregunté:
-¿A qué se debe esto?
-Ha caído enferma recientemente –me dijo él-, y cree que puede morirse mientras duerme.  Tiene miedo de no volverse a despertar si se queda dormida, y por eso intenta pasar toda la noche despierta.  Tenemos un grave problema.  No se recupera de su enfermedad porque no duerme por la noche, por el miedo a morirse y no volverse a despertar.  Te ruego que hagas algo para librarla de este miedo; de lo contrario, el problema es grave.
En cierto modo, dormir es como morir todos los días.  Estamos vivos todo el día; estamos muertos toda la noche.  Esto es como morir por partes, como morir un poco cada día.  Nos sumergimos en nuestro interior por la noche y salimos frescos por la mañana.  Cuando llegamos a los setenta o a los ochenta años de edad, el cuerpo está desgastado.  Entonces lo toma la muerte.  Y con ella, el cuerpo experimenta un cambio completo.  Pero tenemos mucho miedo a la muerte, aunque no es más que un sueño profundo.
¿Sabéis que el cuerpo sufre un cambio todas las noches  y que queda diferente todas las mañanas?  El cambio es tan mínimo que vosotros no lo advertís.  El cambio no es total; es una transformación parcial.  Cuando os acostáis por la noche, cansados y agotados, vuestro cuerpo está en un estado determinado, y cuando os despertáis por la mañana está en un estado diferente.  Por la mañana, el cuerpo se siente fresco y rejuvenecido; está lleno de energía, dispuesto a enfrentarse con las actividades de un nuevo día.  Ahora os sentís capaces de cantar canciones nuevas, cosa que no podías hacer la noche anterior.  Entonces estabais cansados, rotos, agotados.  Pero nunca os habéis preguntado por qué hay tanto miedo a la muerte.
Cuando os despertáis por la mañana os sentís contentos, porque en el sueño sólo cambia una parte de vuestro cuerpo; pero la muerte, por su parte, produce un cambio completo.  Todo el cuerpo se vuelve inútil y surge la necesidad de adquirir un cuerpo nuevo.  Pero tenemos miedo a la muerte, y por eso toda nuestra vida se ha quedado completamente paralizada.  Todos los momentos están llenos del miedo a la muerte.  A causa de este miedo, nos hemos creado una vida, una sociedad, una familia que tiene un mínimo de vida y un máximo de miedo a la muerte.  Y el que teme a la muerte no puede vivir nunca: ambas cosas no pueden producirse a la vez.  Sólo la persona que está preparada para encontrarse con la muerte de una manera absolutamente espontánea está preparada también para vivir.  La vida y la muerte son dos aspectos de un mismo fenómeno.  Por eso yo os digo: mirad la muerte.  No os pido que penséis en la muerte, pues esta manera de pensar os confundirá.  ¿Qué haréis si os ponéis a pensar en la muerte?
A una persona enferma y desgraciada puede resultarle grato pensar que todo termina con la muerte.  Este pensamiento le resulta grato al hombre, pero no por eso es cierto.  Recordadlo: no creáis nunca que lo que os parece agradable es necesariamente cierto, porque lo que os parece agradable no depende de la verdad, depende de lo que vosotros consideréis conveniente.  A la persona desgraciada, llena de problemas, enferma y dolorida le parece que debería encontrarse con la muerte total, que no debería dejar nada tras de sí; pues si sobrevive alguna parte de él, eso significaría, evidentemente, que sobreviviría él; él, la persona desgraciada y enferma.

Un amigo ha preguntado: Algunas personas se suicida.  ¿Qué puedes decir de ellas?  ¿No tienen miedo a la muerte estas personas?

T
AMBIÉN TIENEN MIEDO A LA MUERTE.  Pero tienen más miedo a la vida que a la muerte.  La vida les parece más dolorosa que la muerte; por eso quieren terminarla.  El hecho de que pongan fin a sus vidas no significa que encuentren ningún gozo en la muerte; pero, como la vida les parece peor que la muerte, prefieren la muerte.  El que es desgraciado, el que está lleno de dolores, se creerá de buena gana que la muerte se lo lleva todo (incluso el alma), que la muerte no deja nada tras de sí.  Evidentemente, no quiere salvar ninguna parte de sí mismo, pues en tal caso no salvaría más que su desgracia y su dolor.
El que tiene miedo a la muerte y quiere salvarse, acepta de buena gana la fe en la inmortalidad del alma.  Todas estas cosas son conveniencias; no hacen nada más que demostrar lo que nos interesan nuestras conveniencias.  Aceptar estas cosas nos resulta cómodo, eso es todo.  Por eso cambiamos de creencias muchas veces.  La persona que era atea en su juventud se convierte en teísta en su vejes.  En realidad, la verdad es que las creencias cambian con los dolores de cabeza.
Cuando no nos duele la cabeza, tenemos un conjunto de creencias; cuando nos duele la cabeza, cambiamos éstas por otro conjunto de creencias.  ¡Es difícil determinar en qué medida afectan las escrituras a vuestro sistema de creencias y en qué medida les afecta vuestro hígado!  “No podemos saber si les afecta más el gurú o el hígado”  ¡Cuando el estómago está revuelto, la persona tiende a volverse atea, y cuando el estómago está bien tiende a creer en Dios!  ¿Cómo puede creer una persona que existe Dios cuanto tiene dolor de cabeza?  Si existe Dios y también existe el dolor de cabeza, ¿cómo conciliar a ambos?
Podemos hacer un experimento.  Tomamos a cincuenta hombre a los que hacemos contraer enfermedades crónicas, y dejamos a otros cincuenta con buena salud.  Hacemos que los cincuenta primeros vivan sumidos en la desgracia y que los otros cincuenta tengan vidas felices.  Descubriréis que el ateísmo aumentará en el primer grupo y que el teísmo aumentará en el segundo grupo.  No se trata de que creer en Dios provoque la felicidad: es que la mentalidad de la persona desgraciada se vuelve atea inevitablemente.  Recordad, pues, que si veis que aumenta el ateísmo por el mundo, sabréis que estará aumentando también la desgracia.  Si veis que cada vez hay más gente que cree en Dios, sabréis que cada vez hay más gente feliz.
Os digo, pues, que es muy probable que en los próximos cincuenta años Rusia se vuelva teísta y la India se vuelva más atea todavía.  Las creencias no significan nada.  En Rusia, la gente lee a Marx, mientras en la India leemos a Mahavira: esto no cambia las cosas.  Las obras de Mahavira y las de Marx no establecen la menor diferencia.  Si las gentes se hicieran cada vez más felices en Rusia, entonces en los próximos cincuenta años resucitaría el teísmo y empezarían a sonar las campanas en los templos rusos.  Se encenderían las lámparas y se cantarían las oraciones.  Sólo una mente feliz hace sonar las campanas del templo, enciende lámparas y canta oraciones.  La gente empezaría a dar gracias a Dios.  Sólo una mente feliz quiere dar las gracias a alguien, ¿y a quién va a dárselas sino a Dios?  Cuando el hombre no encuentra motivos de la presencia de su felicidad interior, se la agradece a lo desconocido, pues a ello ha de deberse.
La mente infeliz quiere expresar su ira.  Y cuando la persona no encuentra ninguna causa para su infelicidad, ¿con quién ha de enfadarse?  Evidentemente, se llena de resentimiento hacia lo desconocido.  Se dice: “Todo este embrollo es culpa de ese desconocido, es culpa de Dios.  O no existe o se ha vuelto loco”.
Lo que estoy diciendo es que nuestro teísmo y nuestro ateísmo, nuestras creencias, son el resultado de lo que más conviene a nuestra situación.
El que quiere huir de la muerte se aferra, inevitablemente, a alguna creencia.  Del mismo modo, el que quiere morir también se aferrará a alguna creencia.  Pero ninguno de los dos tiene el deseo, el ansia de conocer la muerte.  Existe una gran diferencia entre las conveniencias y la verdad.  Nunca penséis demasiado en vuestras conveniencias.  El pensamiento siempre se refiere a las conveniencias.  La visión es siempre de la verdad; el pensamiento siempre se refiere a las conveniencias.
Un hombre es comunista.  Hace mucho ruido: tiene que haber una revolución; los pobres tienen que dejar de ser pobres; hay que repartir la propiedad, etcétera.  Pero dadle un coche, una casa grande y una muchacha hermosa para que se case con ella, y en quince días veréis a un hombre diferente.  Le oiréis decir: “El comunismo y todo lo demás ¡tonterías!”  ¿Qué le ha pasado a este hombre?  Sus conveniencias han conformado su manera de pensar.
El otro día le convenía pensar que había que repartir la propiedad; ahora no le conviene pensar que haya que repartir la propiedad.  Ahora, el reparto de la propiedad supondría repartir su coche, repartir su casa.
El hombre que no tiene una mujer hermosa bien puede decir que también hay que socializar a las mujeres.  ¿Por qué han de tener algunos hombres el monopolio de las mujeres hermosas?  Las mujeres deben pertenecer a todos.  Hay personas que piensan así.  En este mundo hay personas que afirman:”Hoy, la propiedad; mañana, las mujeres”.  Y eso no tiene nada de raro, porque vosotros ya tratáis a las mujeres como si fueran de vuestra propiedad.
Si alguien dice: “No está bien que una persona vida en una casa grande y otra en una chabola”, entonces ¿qué tiene de raro preguntarse por qué ha de tener un hombre una mujer bonita y otro no tenerla, en vista de que el reparto debe ser igualitario?  Éstas son señales de peligro.  Estas preguntas han de salir a relucir tarde o temprano.  El día que se reparta la propiedad, es seguro que salga a relucir la cuestión de compartir a las mujeres.  Pero el hombre que tiene una mujer hermosa protestará, sin duda.  Dirá: “¿cómo es posible?  ¿Qué tonterías decís?  ¡Todo esto es un error!”.
Así pues, las conveniencias conforman nuestra manera de pensar, nuestros pensamientos se forman por las conveniencias.  Todos nuestros pensamientos fomentan y alimentan nuestras conveniencias o bien eliminan lo que no nos conviene.  La visión es otra cosa.  La visión no tiene nada que ver con las conveniencias.  Recordad, pues, que la visión es un tapascharya, un compromiso personal profundo con el conocimiento de la verdad.  Tapascharya significa que a uno no le importan las conveniencias; por el contrario, uno tiene que conocer lo que es, sea como sea.
De modo que no hay que pensar en el hecho de la muerte, sino verlo.  Pensaréis según vuestras conveniencias; vuestras conveniencias determinan vuestra manera de pensar.  No es una cuestión de conveniencias.  Tenemos que conocer lo que es la muerte, tenemos que verla tal como es.  Vuestras conveniencias e inconveniencias no cambian nada.  Lo que es, sea lo que sea, se produce una transformación en vuestra vida, porque no hay muerte.  Sólo creéis en su existencia mientras no la habéis conocido.  La experiencia de la ignorancia es la muerte; la experiencia de la conciencia es la inmortalidad.

C
OMENTAREMOS ALGUNAS PREGUNTAS más en la sesión vespertina.  Ahora nos sentaremos para practicar la meditación de la mañana.  La meditación representa una muerte.  La meditación representa entrar en lo que es, en donde estamos.  Por lo tanto, sólo entramos en la meditación cuando estamos preparados para morir, y no de otro modo.
Sentaos a cierta distancia unos de otros. Sentaos dejando cierto espacio a vuestro alrededor.  Los que quieran acostarse, pueden hacerlo al principio.  Y si alguien quiere acostarse durante la experiencia, debe hacerlo.  Y sentaos a cierta distancia unos de otros para que nadie os caiga encima si alguien se acuesta o se cae.
Cerrad los ojos… dejad relajados los ojos y cerrad los párpados… dejad los ojos relajados y cerrad los párpados.  Relajad el cuerpo… relajad el cuerpo… relajad el cuerpo…  Dejad el cuerpo completamente relajado, como si no hubiera vida en él.  Un día, la vida os dejará: sentidlo soltándola ahora.  Un día, la vida, os dejará por completo; aunque queráis conservarla, no se quedará.  Llevad, pues, esa misma vida muy dentro… pedid a la vida que se retire muy dentro y dejad el cuerpo relajado.
Seguid relajando el cuerpo por completo.  Ahora os haré algunas sugerencias y vosotros las sentiréis conmigo.  El cuerpo se está relajando… sentidlo, el cuerpo se está relajando… el cuerpo se está relajando… el cuerpo se está relajando.  Seguid soltándolo, sentid que el cuerpo se está relajando… el cuerpo se está relajando… el cuerpo se está relajando.  El cuerpo sigue relajándose… sigue muriendo… sigue muriendo.  Seguimos deslizándonos adentro, allí donde está la vida.  Soltad… soltad… soltad la ola, sed unos con el mar.  Soltad el cuerpo completamente, dejadlo caer si quiere, no os preocupéis por él.  No lo evitéis… no mantengáis ninguna sujeción sobre él… soltad…
El cuerpo se está relajando… el cuerpo se está relajando… el cuerpo se está relajando… el cuerpo se está relajando… el cuerpo se sigue relajando… el cuerpo se está relajando… el cuerpo se está relajando.  Soltad… como si estuviera muerto, como si se hubiera quedado completamente sin vida.  Nos hemos deslizado al interior… la conciencia se ha deslizado al interior… el cuerpo ha quedado como una cáscara… si se cae, que se caiga.  El cuerpo se ha relajado… el cuerpo se ha relajado… el cuerpo se ha relajado por completo.
La respiración se está calmando… la respiración se está calmando.  Dejad también relajada la respiración.  La respiración se sigue calmando… la respiración se está calmando.  Apartaos también de la respiración, retirad también de ella vuestra energí

Encontrad tu propio camino

Encontrad vuestro propio
Camino

U
N AMIGO HA PREGUNTADO: Has dicho que no hay verdad mayor que la muerte.  También has dicho alguna vez que aquello que llamamos muerte no existe.  ¿Cuál de las dos afirmaciones es verdadera?

A
MBAS SON VERDADERAS.  Cuando digo que no hay verdad mayor que la muerte, estoy haciéndoos ver que el fenómeno de la muerte es una realidad enorme en esta vida, en lo que llamamos “vida” y en lo que entendemos por “vida”; en términos de nuestra personalidad, que consiste en lo que yo describo como “el yo”  Esta personalidad morirá; lo que llamamos “vida” morirá también.  La muerte es inevitable.  Sin duda, vosotros moriréis y yo moriré, y esta vida también se destruirá, quedará reducida a polvo, borrada.
Cuando digo que no hay verdad mayor que la muerte, quiero recordaros el hecho de que todos vamos a morir.  Y cuando digo que la muerte es completamente falsa, quiero recordaros que dentro de este “yo”, dentro de “vosotros”, hay alguien que no morirá nunca.  Y también hay una vida que es diferente de lo que vosotros creéis que es la vida: una vida sin muerte.  Ambas cosas son verdaderas: son verdaderas a la vez.  Si suponéis que sólo una de ellas es verdadera, no seréis capaces de comprender toda la verdad.
Si alguien dice que la sombra es una realidad, que la oscuridad es una realidad, tiene razón.  La oscuridad existe, y también existe la sombra.  Y si otra persona dice que la oscuridad no existe, también tiene razón.  Lo que dice es que la oscuridad no tiene una existencia positiva.  Si os pido que me traigáis un par de sacos de oscuridad  no seríais capaces de hacerlo.  Una habitación está llena de oscuridad; pero si os piden que saquéis de ella la oscuridad, no seréis capaces de hacerlo.  O si yo os digo: “Si allí hay oscuridad, haced el favor de traérmela”, no podréis hacerlo.  ¿Por qué?  Porque la oscuridad tiene una existencia negativa; la oscuridad es, simplemente, la ausencia de luz.
Aunque la oscuridad existe, sin embargo no es más que la ausencia de luz.  Así pues, si alguien dijera que no hay oscuridad, tiene razón.  Existe la presencia de luz y existe la ausencia de luz, pero no existe la oscuridad como tal.  Por esta razón podemos hacer lo que queramos con la luz, pero con la oscuridad no podemos hacer nada.  Si queréis eliminar la oscuridad, tendréis que encender la luz; si queréis producir oscuridad, tendréis que apagar la luz.  No se puede hacer nada directamente con la oscuridad.
Vais corriendo por una carretera.  Vuestra sombra aparece detrás de vosotros; corre también con vosotros.  Todos pueden ver la sombra; nadie puede negar su existencia.  Pero también puede decirse que no hay sombra, porque no tiene entidad propia.  La sombra existe porque vuestro cuerpo detiene la luz del sol.  Cuando vuestro cuerpo detiene la luz, se forma una sombra; cuando tenéis el sol sobre la cabeza, no se forma sombra, porque los rayos del sol no se detienen. Si hiciéramos una figura humana de vidrio, no aparecería ninguna sombra, porque los rayos atravesarían el cristal.
Cuando se bloquea la luz, se forma una sombra; la sombra no es más que una ausencia de luz.  Por tanto, si una persona dice que la sombra existe, no se equivoca.  Pero ésta es una verdad a medias.  Debería añadir, además, que la sombra no existe.  En tal caso la verdad queda completa.  Esto significa que una sombra es algo que existe pero, a la vez, no existe.  Pero con nuestra manera de pensar no somos capaces de ver nada si no lo dividimos en dos partes independientes.
Una vez juzgaron a un hombre acusado de cometer un asesinato.  Había matado a otro hombre, y los que habían visto cometer el crimen se presentaron como testigos.  Un testigo dijo:
-El crimen se cometió al aire libre y brillaban las estrellas en el cielo.  Yo veía las estrellas y vi el crimen.
A continuación se presentó otro testigo ocular que dijo:
-El crimen se cometió dentro de la casa, cerca de la puerta junto a una pared.  Hay manchas de sangre en la pared, y, como yo estaba junto a la pared, también se me manchó de sangre la ropa.  Este asesinato se cometió dentro de la casa.
El juez estaba confuso.  ¿Cómo podían decir la verdad los dos?  Evidentemente, uno de los dos mentía.  El asesino se echó a reír.  El juez le preguntó de qué se reía.  El asesino dijo:
-Le diré que ambos tienen razón.  La casa estaba a medio construir: todavía no se había levantado el tejado.  Se veían las estrellas.  El asesinato se cometió a cielo abierto, pero cerca de la puerta, junto a la pared que está manchada de sangre.  La casa estaba casi terminada: habían construido las paredes; sólo faltaba el tejado.  De modo que ambos tienen razón.
La vida es tan complicada que hasta las cosas que parecen contradictorias resultan verdaderas.  La vida e muy compleja.  La vida no es como creemos: contiene muchas contradicciones; es muy vasta.
En cierto sentido, la muerte es la mayor de las verdades, pues el modo en que vivimos tendrá fin; moriremos, dejando de ser como somos, y el marco que hemos creado también será destruido.  Aquellos a los que consideramos como todo nuestro mundo (nuestra esposa o marido, nuestro hijo, nuestro padre, nuestro amigo) morirán también.  Pero, al mismo tiempo, la muerte es una falsedad, porque hay algo que reside dentro del hijo que no es el hijo, y que no morirá nunca.  Hay algo que reside dentro del padre que no es el padre, y que no morirá nunca.  El padre morirá, por supuesto, pero dentro de él hay algo más que el padre, más allá de la relación familiar, que no muere.
El cuerpo morirá, pero hay algo dentro del cuerpo que no muere nunca.  Ambas cosas son verdaderas a la vez.  Así pues, es preciso tener presentes ambas cosas para comprender la naturaleza de la muerte.

O
TRO AMIGO HA PREGUNTADO: Las cosas que queremos suprimir, tales como las cadenas de la fe ciega o de la superstición, quedan confirmadas todavía más en tus charlas.  Según lo que dices, parece ser que hay vida tras la muerte, que hay dioses y fantasmas, que existe la transmigración del alma. En ese caso, será difícil librarse de las supersticiones.  ¿No se reforzarán todavía más?

Es preciso comprender dos cosas en este sentido.  La primera e que si algo se toma como superstición sin estudiarlo e investigarlo debidamente, ello equivale a crear una superstición todavía mayor: es muestra de una mentalidad altamente supersticiosa.  Una persona cree que hay fantasmas y espíritus malignos y vosotros la llamáis supersticiosa, y eso os hace sentiros muy entendidos.  Pero la pregunta es: ¿qué es la superstición?  Si alguien cree que hay fantasmas y espíritus malignos sin investigarlo, eso es superstición; y si otra persona cree que no existen tales cosas, también eso es superstición.  La superstición es creer algo sin saber si es cierto.  Una persona no es supersticiosa por el mero hecho de que tenga creencias opuestas a las vuestras.
El que cree en Dios puede ser tan crédulo como el no creyente.  Debemos comprender la definición de superstición.  Significa creer ciegamente en algo sin comprobarlo.  Los rusos son unos supersticiosos ateos; los hindúes son unos teístas supersticiosos: ambos caen en la fe ciega.  Los rusos nunca se han preocupado de descubrir si es verdad que Dios existe: se han limitado a creerlo así; y los hindúes tampoco han procurado descubrir si es verdad que Dios existe antes de creerlo así.  Por lo tanto, no cometáis el error de creer que sólo los teístas son supersticiosos: los ateos también tienen sus propias supersticiones.  Parece contradictorio: ¿cómo puede existir una superstición científica?
Si habéis estudiado geometría, debéis conocer la definición de Euclides que dice que la línea tiene longitud pero no tiene grosor.  Y bien, ¿acaso puede haber algo más supersticioso que esto?  Nunca ha existido una línea sin grosor.  A los niños se les enseña que el punto no tiene ni longitud ni grosor; y hasta el más grande de los científicos parte del supuesto de que el punto no tiene longitud ni grosor.  ¿Puede existir un punto sin longitud ni grosor?  Todos estamos acostumbrados a usar las cifras del uno al nueve.  Bien podríamos preguntarnos: ¿es que esto no es una superstición?  ¿Por qué nueve cifras?  Ningún científico puede explicar por qué se usan nueve cifras.  ¿Por qué no siete?  ¿Qué tiene de malo el siete?  ¿Por qué no tres?  Algunos matemáticos (Leibniz fue uno de ellos) se las arreglaron con sólo tres cifras.  Leibniz dijo: al uno, dos, tres, les sigue el diez, once, doce, trece; después viene el veinte, veintiuno, veintidós, veintitrés.  Así era su sistema de numeración; se manejaba muy bien con él, y desafió a los que no estaban de acuerdo con él a que demostrasen que estaba equivocado.  Puso en tela de juicio la necesidad de nueve cifras.
Más tarde, Einstein dijo que tampoco eran necesarias siquiera tres cifras y que bastaba con dos; sería difícil arreglárselas con solo una cifra, pero dos son suficientes.  La necesidad de nueve cifras en las matemáticas es una superstición científica.  Pero el matemático tampoco está dispuesto a renuncia a ella.  Dice: “¿Cómo podemos trabajar con menos de nueve cifras?”  Así pues, esto no es más que una creencia; no tiene más significado que esto.
Desde un punto de vista científico creemos que son verdad centenares de cosas que,  en realidad, son supersticiones.  Los científicos también son supersticiosos, y en nuestros tiempos se están disipando las supersticiones religiosas mientras aumentan las supersticiones científicas.  La diferencia entre las dos consiste, simplemente, en que si preguntáis a una persona religiosa cómo llegó a conocer la existencia de Dios, os dirá que está escrito en el Gita, mientras que si le preguntáis cómo llegó a saber que la aritmética funciona con nueve cifras, os dirá que está escrito en el libro de tal o cual matemático.
¿Qué diferencia hay entre las dos?  Las respuestas de cierto tipo se encuentran en el Gita, en el Corán; las respuestas de otro tipo se encuentran en un libro de matemáticas.  ¿Qué diferencia hay?  Esto demuestra que tenemos que comprender lo que es realmente la superstición.  La superstición es aquello en lo que creemos sin tener un conocimiento de ello.  Aceptamos muchas cosas y rechazamos muchas cosas sin saber nada de ellas: también esto es supersticioso.
Suponed que en un pueblo un hombre es poseído por un espíritu.  Las personas cultas dirán que es una superstición.  Supongamos que las personas sin cultura son supersticiosas: ya las hemos tachado de supersticiosas porque estas personas sencillas, como son incultas, son incapaces de presentar ningún argumento que apoye su creencia.  Así, todas las personas cultas del pueblo sostienen que el cuento de que este hombre está poseído por un espíritu es falso; pero no saben que en una universidad como la de Harvard, en los Estados Unidos, hay un departamento en que se llevan a cabo investigaciones sobre los espíritus y los fantasmas. El departamento ha publicado incluso fotografías de  estos seres.  No tienen ni idea de que en la actualidad algunos científicos muy respetados realizan serias investigaciones sobre los fantasmas y los espíritus, y han obtenido tales resultados que más tarde o más temprano llegarán a darse cuenta de que eran ellos, los hombres cultos, los que eran supersticiosos, y de que si bien aquellos a los que llamaban supersticiosos no sabían nada de aquello en lo que creían, lo que decían era verdad.
Si leéis a Ryon o a Oliver Lodge, os sorprenderéis, Oliver Lodge fue un científico que recibió el premio Nobel.  A lo largo de toda su vida hizo investigaciones sobre los fantasmas y los espíritus.  Antes de morir dejó escrito un documento en el que decía: “Todas las verdades de la ciencia que he descubierto no son, ni mucho menos, tan verdaderas como los fantasmas y los espíritus.  Pero no tenemos conocimiento de ellos porque los supersticiosos cultos no se preocupan de enterarse de los descubrimientos que se producen en el mundo.”
Si una persona dice que es capaz de leer la mente de otro, decimos que es una superstición.  En Rusia, donde hay científicos a los que podríamos llamar “rigurosos”, hay un hombre llamado Fiodev.  Es un gran científico ruso.  Ha comunicado sus pensamientos desde Moscú, sin medios visibles, a la mente de una persona que estaba en Tiflis, a mil quinientos kilómetros de distancia.  Esto se examinó científicamente y se comprobó que era cierto.  Los científicos realizan investigaciones de este tipo porque tarde o temprano resultarán útiles en los viajes espaciales.  En el caso de una avería mecánica en una nave espacial, que siempre es posible, los científicos podrán ponerse en contacto con los tripulantes por estos medios.  De otro modo, la nave espacial podría perderse para siempre.  Con este fin los científicos rusos están realizando investigaciones intensivas sobre la telepatía y han obtenido resultados asombrosos.
Fiodev realizó sus investigaciones con la colaboración de un amigo suyo.  Su amigo estaba en Tiflis, a mil quinientos kilómetros, y se había escondido tras un arbusto, en un parque, provisto de un aparato de radio, y Fiodev y él estaban en contacto.  Al cabo de cierto tiempo, el amigo informó a Fiodev de que había llegado un hombre que se había sentado en el banco número diez.  Pidió a Fiodev que enviara a aquel hombre el mensaje de que se durmiera en tres minutos.  El hombre estaba plenamente despierto; estaba fumando y tarareando a solas.  Fiodev empezó a enviarle sugerencias (tal como hago yo). “Te estás relajando; te estás relajando.”  A una distancia de mil quinientos kilómetros.  Fiodev le envió intensamente durante tres minutos esta sugerencia: “Duérmete; duérmete.”  Al cabo de tres minutos exactamente, el hombre que estaba sentado en el banco se quedó dormido y se le cayó el cigarrillo de las manos. 
Pero podía tratarse de una coincidencia.  Era posible que el hombre que se había sentado en el banco estuviera cansado y se hubiera quedado dormido.  De manera que el amigo dijo a Fiodev que el hombre se había quedado dormido, en efecto, pero que podía tratarse de una coincidencia, así que pidió a Fiodev que lo despertase exactamente siete minutos más tarde.  Fiodev envió a aquel hombre sugerencias de que se despertase, y exactamente siete minutos más tarde el hombre abrió los ojos y se levantó.  El hombre del banco era un desconocido; no tenía idea de lo que estaba pasando, y el amigo de Fiodev lo abordó y le preguntó si había sentido algo raro.
-Sí –dijo el hombre-, desde luego que sí.  Estoy muy extrañado.  Había venido aquí para esperar a una persona, y de pronto sentí que mi cuerpo estaba a punto de quedarse dormido.  Perdí el control y me quedé dormido.  Y después tuve una fuerte sensación de que alguien me decía: “Levántate, levántate. ¡Levántate dentro de siete minutos!”.  No entiendo nada.
El hombre no tenía la menor idea de lo que había sucedido.
La comunicación del pensamiento sin ningún medio visible se ha convertido en una realidad científica, pero una persona culta lo llamaría superstición.  Es posible que un enfermo sea curado desde una ciudad distante: no es demasiado difícil.  También es posible curar una mordedura de serpiente desde miles de kilómetros de distancia: no tiene gran dificultad.  Pero hay muchos tipos diferentes de supersticiones.  Y recordad que la superstición de la persona culta siempre es más peligrosa que la de la persona inculta, porque la persona culta no considera que su superstición sea una superstición.  Para ella, es una consecuencia a la que ha llegado después de mucha reflexión.
Este amigo nos dice ahora que tenemos que romper las cadenas de la superstición.  Aseguraos primero de que existen cadenas, de lo contrario podéis romper también los brazos y las piernas a alguien.  Sólo se pueden romper cadenas cuando hay tales cadenas.  ¿Y si no hay ninguna?  Debéis aseguraos también de que lo que tomáis por una cadena que debe romperse no resulta ser un adorno que tendréis que reconstruir.  Todas estas cosas deben estudiarse con mucho cuidado.
Yo estoy en contra de la superstición por completo: deben suprimirse las supersticiones de todo tipo.  Pero esto no significa que esta supresión sea una superstición mía.  No significa que debamos ponernos a suprimirlas sin comprenderlas claramente, que debamos empeñarnos en romperlas sin una reflexión adecuada.  Tal supresión arbitraria también se convertiría en supersticiosa.
Cada época tiene sus propias supersticiones.  Recordadlo: las supersticiones también tienen sus modas.  Las supersticiones adoptan una forma nueva en cada época.  El hombre abandona las supersticiones antiguas y adopta otras nuevas, pero nunca se libera de ellas para siempre; la modifica y las cambia.  Pero nosotros no nos damos cuenta de ello nunca.
Por ejemplo, hubo una época en que corría la superstición de tener por religioso al hombre que se aplicaba el tilak, la señal en la frente.  ¿Qué tiene que ver la aplicación del tilak con la religiosidad?  Pero así se entendería.  Y el que no se aplicaba el tilak era tildado de irreligioso.  Esta vieja superstición ya no está de moda.  Ahora tenemos nuevas supersticiones, igualmente necias.  Al hombre que lleva corbata se le considera distinguido: el que no la lleva es tenido por vulgar.  Es lo mismo: no hay ninguna diferencia.  La corbata ha sustituido al tilak, y el hombre sigue siendo el mismo.  ¿Qué diferencia hay?
La corbata no es mejor que el tilak.  Quizás sea peor todavía, pues al menos la aplicación del tilak tenía un significado.  La corbata no tiene significado alguno en este país, aunque quizás lo tenga en algún otro país.  La corbata es útil en los países fríos, pues sirve para proteger la garganta del frío.  En esos países, el hombre que no puede protegerse del frío la garganta debe de ser pobre, evidentemente. El hombre adinerado puede protegerse la garganta con una corbata; pero cuando alguien se pone una corbata al cuello en un país cálido como el nuestro nos da un poco de miedo: ¡nos preguntamos si es un hombre adinerado o un loco!
El hecho de que una persona sea adinerada no significa que tenga que padecer el calor o llevar aquel lazo al cuello.  La corbata es un lazo; la corbata es un nudo corredizo.  Llevarla en al algún país frío tiene sentido, pero llevarla en un país cálido no tiene el menor sentido.  A pesar de lo cual, el hombre que tiene cierto concepto de su dignidad (el magistrado, el abogado, el político) sale con su lazo al cuello.  ¡Y estas mismas personas tachan de supersticiosos a los que llevan el tilak!  Bien podríamos preguntarles: “¿Acaso no es también una superstición llevar corbata?  ¿En virtud de qué principio científico os habéis atado ese lazo al cuello?”  Pero la corbata es aceptable porque es una superstición de esta época, y el tilak es inaceptable porque es una superstición de otra época.
Como dije antes: así como la corbata tiene algún significado para los habitantes de los países fríos, la aplicación del tilak también puede tener un significado; pero es absolutamente peligroso y erróneo decir que se trata de una superstición sin reflexionar sobre ello.  Quizás no hayáis pensado por qué se aplica el tilak.  Se suele aplicar por superstición; pero cuando la gente se lo aplicaba originalmente, tenía cierta explicación científica.  En concreto, el tilak se aplica en la frente, en el punto situado entre los ojos donde está situado el agya chakra, el chakra del tercer ojo.  Este punto se calienta en cuanto se practica un poco la meditación, pero se enfría aplicando madera de sándalo.  La aplicación de la madera de sándalo es una técnica muy científica, pero que ya se ha perdido: a la gente ya no le interesa esa ciencia.  Ahora ya nadie se aplica madera de sándalo, aunque sepa lo que es el agya chakra, practique o no practique la meditación.
Es extraño ver a gente que lleva corbata en los países cálidos.  La costumbre de levar corbata puede tener una base científica en los países fríos, y, del mismo modo, el tilak tiene un significado científico para el que medita sobre el agya chakra, pues la madera de sándalo enfría ese punto.  Cuando se medita sobre el agya chakra, se produce un estímulo y esa zona se calienta: hay que enfriarla; de lo contrario pueden producirse daños en el cerebro.  Pero si nos propusiésemos eliminar todos los tilak, se lo quitaríamos, por supuesto, a todos los que lo llevan sin sentido, pero también se lo quitaríamos de la frente al pobre hombre que quizás se lo haya aplicado por razones personales.  Y si no se lo quiere quitar, lo llamaremos supersticioso.
Lo que quiero decir es que no hay manera de determinar lo que es supersticioso y lo que no lo es.  En realidad, una misma cosa puede ser una superstición en ciertas circunstancias y puede ser científica en circunstancias diferentes.  Una cosa que puede parecer científica en ciertas circunstancias puede parecer acientífica en un conjunto diferente de circunstancias.
Por ejemplo, en el Tíbet existe la costumbre de bañarse una vez al año, cosa muy racional, porque en el Tíbet no hay polvo y, como el clima es frío, la gente no suda, por lo cual no necesitan bañarse.  Bañarse todos los días sería dañino para sus cuerpos: les haría perder mucho calor corporal.  Y ¿cómo podrían recuperar ese calor?  En el Tíbet sería muy costoso estar desabrigadas.  Si una persona pasara todo el día desabrigada, necesitaría un cuarenta por ciento más de alimentos para recuperar las calorías que perdería.  En un país como la India, el hombre que anda desnudo es respetado, pues se le considera un asceta.  Mahavira era razonable: iba desnudo; y en un país cálido como éste, cuanto más calor desprende el cuerpo, más fresco se siente en su interior.  Pero si llegara al Tíbet un seguidor de Mahavira desnudo, merecería que lo recluyeran en un manicomio.  Aparecer así en el Tíbet será completamente acientífico, una estupidez. Pero así sucede siempre.
Cuando viene a la India un lama tibetano, no se baña nunca.  Una vez conviví con Boda Gaya con unos lamas tibetanos.  Olían tan mal que era un tormento estar sentado a su lado.  Cuando les pregunté a qué se debía aquello, me respondieron: “Seguimos la regla de bañarnos sólo una vez al año.”  Aquí es donde establezco la diferencia entre la superstición y la ciencia.  Lo que es una ciencia en el  Tíbet es una superstición en la India.  Aquí, estos lamas huelen mal sin darse cuenta de que sus cuerpos sudan mucho ni de que hay mucho polvo.
Nosotros no nos damos cuenta, pero hay países donde no hay nada de polvo.  Cuando Kruschev vino a la India por primera vez lo llevaron a Agra para que viera el Taj Mahal, y por el camino vio que se formaba un remolino de polvo.  Hizo parar el coche, se apeó y se puso en el centro del remolino.  Estaba muy contento.  Dijo: “¡Qué suerte! Nunca había tenido una experiencia como ésta.”  A nosotros no nos parecía una suerte vernos rodeados de tanto polvo.  Pero en su país hay montones de nieve, no de polvo.  Era una experiencia fascinante para él, como lo es la nieve para nosotros.  ¡Cuánto nos emociona caminar por la nieve en el Himalaya!  Por lo tanto, no os pongáis a romper cosas porque creáis que son cadenas, sin considerar antes la época, las circunstancias y su utilidad.
La mentalidad científica es la que siempre titubea.  La persona que tiene mentalidad científica nunca toma una decisión precipitada diciéndose: “Esto es correcto y aquello es erróneo”.  Siempre se dice: “Es posible que esto sea correcto, pero voy a investigar todavía más.”  Aun al final de sus investigaciones no toma una decisión afirmando con certeza: “De acuerdo; esto es erróneo: vamos a suprimirlo.”  La vida es tan misteriosa que no podemos afirmar nada de una manera tan definitiva.  Lo único que podemos decir es: “De momento conocemos hasta aquí, y a la luz de estos conocimientos parece que tal y tal cosa es errónea.”  Eso es todo.  La persona con actitud científica dirá: “A la luz de la información de que disponemos hasta el momento, hoy no parece que tal y tal cosa sea correcta; pero, con una nueva información, puede parecer correcta mañana.”  Esta persona no toma nunca una decisión precipitada sobre lo que es correcto y lo que es erróneo.  Siempre sigue investigando con mentalidad inquisitiva y humilde.
Mantener una superstición produce agrado, y también produce agrado quebrantarla.  Lo agradable de mantener una superstición es que nos ahorra el trabajo de pensar: creemos lo que creen todos los demás.  Ni siquiera queremos preguntarnos la explicación ni por qué es así.  ¿Por qué molestarnos?  Nos limitamos a seguir a la multitud.  Tener supersticiones es cómodo.
Y también hay personas que se dedican a quebrantar las supersticiones: también eso es muy cómodo.  La persona que quebranta las supersticiones da la impresión de ser racional sin serlo verdaderamente.  No es fácil ser racionales: para ver las cosas racionalmente hay que poner en tensión todos los nervios.  El hombre estudia tan detenidamente las cosas que le resulta difícil hacer afirmaciones categóricas.  Dirá: “En tales circunstancias es válido no bañarse en el Tíbet, mientras que en tales otras circunstancias es una superstición absoluta no bañarse en la India.”  La persona que piensa racionalmente hablará de este modo.
Por otra parte, el reformista social no se preocupa de lo que dice: se preocupa de suprimir cosas; quiere suprimir ciertas cosas.  Yo le digo: adelante; suprime.  Hay muchas cosas que deben  ser suprimidas; pero lo primero que hay que suprimir, sin embargo, es la irreflexión.  Lo primero que hay que suprimir es la tendencia a obrar sin pensar racionalmente las cosas antes.  Lo que significa esto es que si destruís algo sin pensarlo debidamente, esa destrucción no tiene valor.  Hay que implantar la tendencia a pensar racionalmente, y hay que suprimir la tendencia a creer irreflexivamente.  Esto nos llevará a ver contextos diferentes, significados diferentes.  De esta forma, emprenderemos una búsqueda intensiva; pensaremos y razonaremos.  Así, consideraremos todas las posibilidades.
El psicoanálisis es muy popular en Occidente, y lo más interesante es que el psicoanálisis está realizando la misma labor que desempeñan los médicos brujos de toda la vida en los pueblos.  Actualmente existe en Francia una secta activa fundada por Cuvier se basa en los mismos principios del médico brujo, con la diferencia de que Cuvier es un científico y utiliza terminología científica.  Por lo demás, todo es lo mismo: no hay diferencia alguna.
Os sorprenderá saber que cuando un sadhu, un asceta medicante, un hombre corriente del pueblo sin conocimientos de medicina, entrega en nombre de Dios una pizca de ceniza a un enfermo, decimos que es una superstición.  Pero tiene la misma eficacia que produce la misma proporción de curaciones que el tratamiento alopático.  Es muy interesante: la misma proporción.  Se están realizando muchos experimentos en este sentido.
En un hospital de Londres se realizó un experimento único.  Un conjunto de cien pacientes que padecían una misma enfermedad se dividió en dos grupos.  A cincuenta pacientes se les inyectó la medicación habitual, y a los otros cincuenta se les inyectó agua.  Y lo maravilloso fue que la proporción de pacientes curados fue la misma en ambos grupos.  De modo que surgió una pregunta: ¿Qué pasa aquí?
En vista de este experimento, se hizo necesario examinar más de cerca la cuestión.  Y lo que quedó claro fue que la idea, la sensación de que se está recibiendo un medicamento, tiene un efecto más poderoso que el medicamento mismo.  Además, ni siquiera el medicamento, la administración del medicamento mismo, tiene tanto efecto como la idea de lo caro que es el medicamento y de la fama que tiene el médico.  Un médico menos conocido fracasa en su tratamiento, no porque no conozca su profesión, sino, simplemente, porque no es muy conocido.  El médico famoso impresiona inmediatamente al paciente.  Con su atuendo ostentoso, su consulta bien instalada, sus minutas, su coche grande, la necesidad de pedir hora con mucho adelanto, la multitud de pacientes, la cola: todo eso nos impresiona tanto que no importa mucho que sepa o no lo que nos está dando.
La verdad es que para ser un buen médico no hace falta tener grandes conocimientos de medicina; lo que hace falta es tener excelentes conocimiento del arte de la publicidad.  La cuestión es lo mejor o peor que el médico se sepa anunciar.  Lo que arroja beneficios es la publicidad, no la medicina.
Hace poco se publicaron unas estadísticas médicas según las cuales en Francia hay unos ochenta mil médicos y unos cientos sesenta mil curanderos.  Cuando el paciente se cansa de los médicos titulados lo curan los que no saben medicina.  Pero saben tratar a un paciente.  Por eso vemos que se practican tantas “patías”.  ¿No os extraña que abunden tanto las “patías” en esta era de la ciencia?  Hasta la naturopatía da resultado: un emplasto de arcilla en el vientre da resultado; un enema de agua da resultado; los amuletos  del médico brujo dan resultado.  Hasta la homeopatía, que no consiste más que en pequeñas píldoras de azúcar, da resultado.  Todo ello da resultado, como la alopatía.

Por eso surge la pregunta: ¿cómo se cuera el paciente?  Si un curandero de aldea receta un poco de polvo y cura a sus pacientes, tendremos que pensar con cuidado; tendremos que preocuparnos de si conviene o no romper estas supersticiones.  El hombre que lleva un estetoscopio al cuello y que tiene un coche grande también es capaz de curar a sus pacientes por métodos científicos.  Pero aquí también interviene una magia: la magia del coche, del estetoscopio.
Yo conozco a un curandero.  No tiene ningún título universitario, pero ha curado a muchos pacientes que yo le he enviado, pacientes que habían sido desahuciados por otros médicos.  Es listo; tiene una notable comprensión de la naturaleza humana.  En realidad, ¡así es como llega uno a ser médico titulado!  Cuando uno visita su clínica para recibir un tratamiento, él realiza el diagnóstico de tal modo que al paciente le desaparece la mitad de la enfermedad mientras el médico le diagnostica.  Es un médico extremadamente hábil; intimida a todos los demás médicos.
Tiene una sala de consultas grande, imponente y de aspecto serio, con una gran mesa en la que hace tenderse al paciente.  Sobre el pecho del paciente cuelga una cosa parecida a un estetoscopio.  Este artilugio está conectado a dos tubos transparentes llenos de agua coloreada.  Cuando aplica al pecho del paciente el artilugio semejante a un estetoscopio, los latidos del corazón hacen saltar el agua del tubo.  El paciente ve saltar el agua y se convence de que se encuentra en presencia de un gran médico: nunca había visto a un médico como éste.  Lo que utiliza es una especie de estetoscopio, aunque no se lo aplica a los oídos: observa la subida y la bajada del agua en los tubos, y esto convence al paciente de que éste no es un médico corriente.
¿Sabes por qué los médicos alopáticos escriben las recetas con una letra tan ilegible?  El motivo es que si fueseis capaces de leerlas, descubrirías que son una cosa tan corriente que podrías comprarla incluso en el mercado; por eso, la receta se escribe intencionalmente de tal modo que vosotros no podéis leerla.  En concreto, si presentaseis de nuevo esa misma receta al médico, no sería capaz de entender lo que había escrito él mismo.  Otra cosa interesante es que los nombres de todas las medicinas tienen que estar escritos en latín y en griego.  El motivo es sencillo: si tuviera que escribir en inglés, en hindi o en gujarati, jamás le pagarías diez o quince rupias por una inyección: sabrías que no era más que una decocción de semillas de alcaravea.
Todos éstos son trucos mágicos.  Es lo mismo que el pueblerino que administra a sus pacientes una pizca de ceniza.  Pero tampoco esto sería eficaz si tuviera el aspecto de persona corriente.  Pero si va vestido con una túnica ocre, tendrá mayor efecto.  Y si el hombre tiene fama de honrado, de virtuoso, de amable y de sincero, la pizca de ceniza tendrá mucho más efecto.  Si se sabe que no pide dinero, que ni siquiera toca nunca el dinero, entonces la ceniza tendrá un efecto electrizante.  Así pues, lo que tiene un efecto no es la ceniza, son los demás factores que intervienen.  Hay que estudiar con cuidado si se debe seguir permitiendo que se practiquen estas curaciones; pues si se prohíben estas curaciones, será preciso encontrar otras, igualmente falsas, para que las sustituyan.  El proceso no tiene fin.
Es necesario hacer que la persona piense racionalmente para que no se provoque enfermedades falsas a sí mismo.  Mientras sigan contrayéndose enfermedades falsas, seguirán apareciendo médicos falsos.  Si elimináis los antiguos métodos falsos, aparecerán otros nuevos; y si elimináis éstos, nacerán otros.  Existen tantos tipos de tratamiento en el mundo que no hay manera de decidir cuál es el correcto: todos afirman que son útiles para curar las enfermedades.  Y sus afirmaciones son válidas: curan las enfermedades, en efecto.
Cuanto más ahondamos en el psiquismo humano, más claro queda que la enfermedad está en alguna parte de la mente humana.  Mientras la enfermedad se encuentre en la mente humana, seguirán existiendo también los tratamientos falsos.  Por esta razón, a mí no me preocupa tanto eliminar los tratamientos falsos: me preocupa más poner fin a la enfermedad en la mente humana.  Si desaparece la enfermedad en la mente humana, si se despierta la conciencia del hombre, si éste se vuelve juicioso, no estará rodeado de problemas molestos.  Si vais a recoger la ceniza, no es porque en un pueblo haya un hombre que la reparte.  No: si el hombre la reparte, es porque vosotros estáis deseosos de recogerla.
Nadie se convierte en vuestro líder por sí mismo: sois vosotros los que no sois capaces de vivir ni un instante sin un líder; éste es el motivo por el que alguien tiene que convertirse en líder.  Si elimináis a un líder, encontraréis a otro, y si éste es eliminado, encontraréis a un tercero.  Y, en realidad, mientras estáis eliminando a un líder; ya os habréis enterado de quién queréis como nuevo líder.  Por eso, los líderes de todo el mundo conocen bien la necesidad de seguir dirigiendo partidos de oposición.  Saben, con confianza, que cuando el pueblo se cansa de un líder elige automáticamente al segundo, y que cuando se cansa del segundo lo sustituye por el tercero.  Por eso funciona en todo el mundo el bipartidismo.  La gente es igual en todas partes.
En las últimas elecciones yo estaba en Raipur.  Un amigo mío, que vive en Raipur desde hace mucho tiempo, había salido elegido varias veces como diputado, pero aquella vez había sido derrotado.  En su lugar salió elegido otro amigo mío, completamente desconocido y que había llegado a Raipur recientemente.  Pregunté a mi amigo cómo había sucedido aquello.  ¿Cómo había podido perder su escaño a favor de un recién llegado?
-Está muy claro –me dijo-  La gente se había acostumbrado demasiado a mí.  Ese hombre es una cara nueva: la gente no lo conoce todavía.  No hay de qué preocuparse: cuando él se convierta también en personaje familiar, también quedará derrotado.  Tendré que esperar a que llegue el momento de nuevo.  Por entonces se habrán vuelto a olvidar de mí, y entonces tendré ventaja.
En el fondo, no es cuestión de eliminar a este líder o a aquel, de suprimir esta superstición o aquella: esa no es la cuestión.  La cuestión es producir en el hombre un cambio fundamental.  La mentalidad científica no será muy partidaria de la superstición, pero la superstición seguirá existiendo mientras el hombre esté satisfecho con su ceguera.  Si el hombre no está preparado para abrir los ojos, entonces deberá existir la ceguera.
Y dejadme que os pregunte una cosa: ¿quiénes de entre nosotros estamos dispuestos verdaderamente a abrir los ojos?  Ninguno de nosotros está dispuesto a ver con los ojos abiertos, pues con los ojos abiertos podemos ver verdades que no queremos ver.  Por eso cerramos los ojos y vemos lo que nos diga nuestra fantasía.  ¿Habéis abierto alguna vez los ojos y habéis observado con detenimiento cómo es la vida?  Eso no queréis hacerlo, pues entonces verías cosas terroríficas.
Cada persona se considera a sí misma absolutamente piadosa, un mahatma.  Si abriera los ojos y mirase con detenimiento, descubriría con horror al mayor de los pecadores escondido dentro de sí mismo.  No quiere ver eso, por supuesto, porque entonces le resultaría difícil ser un mahatma, y por eso se cierra los ojos a sí mismo.  Y no sólo eso: al hacerlo, recurre a las personas que pueden ayudarle a cerrar los ojos: atrae a su alrededor a todas las personas que pueden venir a decirle que es un gran mahatma.  Así sigue recogiendo seguidores.  Reúne a su alrededor a todas las personas que contribuyen a conseguir que siga ciego.
Y existen muchos trucos maravillosos para atraer a la gente; se practican unos engaños increíbles en este sentido.  Uno de los trucos para atraer  a la gente es gritar constantemente: “¡No os acerquéis a mí!  ¡No quiero tener a nadie a mi lado!”  A la gente la impresiona tremendamente este truco.  Acuden en masa al lado de una persona así.  Cuanto más los rechaza, mayor mahatma se creen que es.  Un mahatma corriente recibiría bien a la gente, pero éste levanta el bastón y rechaza a la gente.  No manifiesta interés por nadie.
He oído hablar de un hombre que llevaba varios años paseándose por una playa de California.  Se había convertido en una especie de atracción.  Decían de él que era un hombre tan simple que si uno le daba a elegir entre un billete de diez dólares y una moneda de diez centavos, cogía la moneda de diez centavos.  Así de inocente era.  Un hombre, movido por la curiosidad, fue a verlo cinco o seis veces y siempre lo encontraba rodeado de una multitud.  La gente le preguntaba: “Amigo, ¿qué prefieres: esto o esto?”, y él tomaba enseguida la moneda de diez centavos, diciendo que le gustaba, que le gustaba su brillo.  La gente lo tomaba por un hombre muy sencillo.
Al hombre curioso le resultaba difícil creerse que después de tantos años aquel sujeto no conociera los billetes de diez dólares.  ¡Era demasiada inocencia!  Una tarde, cuando se había disuelto la multitud, aquel hombre curioso abordó al sujeto y le dijo:
-Llevo veinte años observándolo y me sorprende ver lo que ha durado este juego.  ¿Sigue usted sin reconocer los billetes de diez dólares?
El sujeto se rió y dijo:
-Desde el primer día sabía lo que era un billete de diez dólares, pero, si lo hubiera dado a entender, el juego habría terminado allí mismo.  No reconociendo el billete, he recogido monedas de diez centavos de miles de espectadores.  Si reconozco un billete, será el único billete que llegaría a mis manos: esa gente no me daría ningún billete más.  De modo que, si quiero ganar dinero de verdad, debo despreciar la riqueza; y los billetes se irán acumulando por sí mismo.  Entiendo bien toda la operación; mi trabajo marcha bien.  Algunos días recojo hasta quinientos dólares de la gente.  El juego seguirá adelante con toda seguridad.
Al que llaman mahatma conoce también el valor del dinero, aunque si le hablamos de dinero dirá que ni siquiera lo toca nunca.  Pero su discípulo, que está a su lado, recoge las ofrendas y las guarda en la caja fuerte: ¡porque el mahatma no toca nunca el dinero!
¿Qué se puede hacer si una persona quiere seguir ciega?  ¿Quién será tan tonta de hacer algo al respecto?  El personaje de la playa no tiene la culpa de la malicia.  Los que producen la malicia son los que lo abordan.  El pobre sujeto tiene que representar su farsa por la malicia de ellos.  Os diré una cosa: si no lo hubiera hecho él, otro habría hecho lo mismo.  Y la gente es tonta: siempre que puedan, seguirán haciendo lo que hicieron con aquel sujeto; quieren que alguien les quite el dinero.  Por este motivo, se seguirán representando esas farsas.  Sólo podrá dárseles fin cuando empecemos a destruir la tontería del ser humano.
Así pues, no os preocupéis demasiado de romper las cadenas de la superstición, pues si la persona que lleva la cadena sigue siendo la misma, se forjará otras.  No es capaz de vivir sin cadenas.  Las personas de este tipo crearán cadenas nuevas.
Todas las religiones aspiran a romper estas cadenas, y cada religión crea una cadena nueva.  El mundo ha visto muchas religiones nuevas.  Todas ellas se establecieron para introducir reformas; todas ellas proclamaron su intención de erradicar todas las supersticiones establecidas, pero, mientras se suprimen las supersticiones, en realidad no se suprime nada.  Naturalmente, los que están hartos de las supersticiones antiguas las sustituyen por otras nuevas y se quedan muy contentos, pues tienen la impresión de que han producido un cambio.
En realidad, la persona inteligente nunca se aferra a nada; ni siquiera a ninguna creencia, ni mucho menos a una superstición.  Vive inteligentemente; no se agarra a nada.  Nunca crea ninguna cadena, porque sabe que la vida en libertad produce una alegría inmensa.  No os creéis vosotros ninguna cadena.
De modo que la verdadera cuestión es despertar en cada individuo la conciencia suficiente para que produzca en él el deseo de ser libre, de volverse inteligente, de volverse autorrealizado, de llenarse de conciencia.  Si se pudiera reducir la tendencia a vivir ciegamente (a convertirse en seguidor, en sectario, en creyentes en alguien), todas las supersticiones se desmoronarían.  Pero en ese caso no sucedería que se derrumbaría una superstición mientras sobrevivía otra: se derrumbarían todas, desaparecerían todas a la vez.  De otro modo, durarían para siempre.
Lo que debemos entender es que no se consigue nada con un simple cambio de ropas.  Que cada uno lleve la ropa que prefiera.  Si alguien quiere llevar ropas de color ocre, que las lleve: ¿por qué impedírselo?  Si alguien quiere llevar ropas negras, que las lleve.  Lo que hay que advertir es que un cambio de ropa no equivale a un cambio de vida.  Cuando nos hemos dado cuenta de esto, ya no tenemos necesidad de cambiar de ropa, pues la persona que nos haga cambiar de ropa la sustituirá inmediatamente por ropa de otro tipo.
Un sannyasin, vestido con ropas de color ocre, fue a visitar a Gandhi y le dijo que sus ideas lo habían impresionado mucho y que también él quería servir a la patria.  Lo que le respondió Gandhi fue muy significativo.  Le dijo:
– Esta bien, pero en primer lugar tienes que renunciar a tus ropas ocres, porque serían un obstáculo para tu labor.  En general, la gente está al servicio de los que llevan ropas ocres, en lugar de ser al contrario.
Esto era muy cierto.  Pero cuando Gandhi le hizo renunciar a las ropas ocres, le recomendó a continuación que se pusiera ropas de kadhi, de algodón hilado en casa.
Ahora, los que llevan ropas de kadhi hacen cosas que antes no hacían ni siquiera los que llevaban ropas ocres.  ¿Qué es lo que ha cambiado?  Ahora, los que llevan ropas de kadhi aceptan que los demás estén a su servicio.  Las pobres gentes que llevaban las ropas ocres no aceptaron nunca tanto servicio por parte de los demás como el que aceptan ahora los que llevan las ropas de kadhi.  De modo que el kadhi ha resultado muy costoso para este país.  El sannyasin estaba muy contento de haberse liberado de su superstición acerca de las ropas ocres; pero ahora lleva ropas de kadhi; ahora está aferrado a la superstición del kadhi.  ¿Qué diferencia hay?
La verdadera cuestión no es hacer que la gente deje una cosa y obligarla a tomar otra.  La cuestión es llegar a comprender la mentalidad misma que se aferra a las cosas.
Gandhi no agudizó la inteligencia de aquel hombre; aquel hombre se quedó tan necio como antes.  No le hizo más que cambiar de topa, y el hombre se quedó muy contento con eso.  Pero ¿qué había cambiado?  Así han sido siempre las cosas.
En los últimos cinco mil años la historia de la humanidad ha sido muy desdichada.  En el intento de derribar unas supersticiones no cambiamos nunca al hombre: nos limitamos a eliminar la superstición, pero el hombre crea a continuación una superstición nueva.  Sea l que sea lo que le ofrezcamos, se arroja sobre ello.  “Está bien –dice-; así sea.  ¡Dejaré la otra superstición y me aferraré a ésta!”  Y nos sentimos muy contentos porque ha aceptado la superstición nuestra.
Solía venir a visitarme un joven.  Hablaba de las escrituras día y noche.  Se sabía de memoria los Upanishads, el Gita, los Vedas.  Yo le dije:
-Déjate de tonterías.  ¡No vas a alcanzar nada con esto!
Él se enfadó mucho conmigo, pero siguió visitándome.  La persona que se enfada mucho con nosotros nunca deja de visitarnos, pues el enfado también estrecha los lazos personales.  Estaba enfadado conmigo, sin duda, pero seguía viniendo.  Pasó el tiempo, siguió escuchando mis palabras, y algo lo conmovió.  Un día se acercó a mí y e dijo:
-He hecho un paquete con el Gita, los Upanishads y los Vedas y los he tirado todos a un pozo.
-¿Cuánto te he dicho yo que los tirases? –le pregunté.
-Tenía que vaciar mi estante para hacer sitio para tus libros –dijo él-  Ahora estoy plenamente de acuerdo con tus libros.
-Pero esto ha hecho más difíciles las cosas –dije yo-.  No ha cambiado nada.  Lo único que te decía yo era que no estuvieses de acuerdo con ningún libro.  Nunca te he pedido que tirases aquellos libros y que te aferrases a los míos.  ¿Qué es lo que ha cambiado?
Los que llaman gurús se ponen muy contentos cuando la gente comparte las supersticiones que ellos proponen.  Así es como, aunque sigan cambiando las supersticiones, el hombre sigue siendo supersticioso.
De modo que yo dije al joven que tirase mis libros al mismo pozo.
-¿Cómo es posible? –me dijo él.
Me aseguró que no era capaz de hacer tal cosa.  Así que yo le dije:
-Entonces, todo se ha quedado como estaba.  Ahora, mi libro se ha convertido en tu Gita.  ¿Qué tenía de malo el Gita del pobre Krishna?  Si tenías la necesidad de cargar con algo, su Gita era suficiente: cubría tus necesidades; era mucho más grueso que mi libro; te proporcionaba el lastre suficiente.  ¿En qué han cambiado las cosas ahora?  ¿Cuándo he acusado yo a Krishna?  ¿Cuándo he crucificado yo a Krishna?
Así han sido siempre las cosas, y así siguen siendo.  Lo que sucede es sencillamente, que el hombre sigue siendo el mismo: sólo cambian sus juguetes.  “Sí: si alguien adopta mi juguete, eso es bueno; me encanta que alguien haya adoptado por fin mis ideas.  Mi ego se satisface al ver que alguien ha empezado a creer por fin en mí más que en Krishna.”  Pero así no se cambia a la humanidad; esto no puede beneficiar nunca a la humanidad.  Lo que debe preocuparnos es el modo de romper, desde dentro, esta mentalidad humana que se aferra a las cosas.  ¿Cómo puede superar el hombre su ceguera? 
Yo hago esta sugerencia a nuestro amigo: no te propongas eliminar las supersticiones; por el contrario, cambia la mentalidad supersticiosa.  Cambia esa mente que engendra la superstición, para que pueda nacer un hombre nuevo.  Pero es una labor ardua; requiere mucho esfuerzo.  No es tarea fácil.  Es preciso mantener una actitud muy científica para llevarla a cabo.
No os apresuréis tanto en negar la existencia de los fantasmas y de los malos espíritus.  Son mucho más reales que vosotros.  No hay ninguna falsedad en su existencia; pero tendréis que estudiarlo.  Y suele suceder que los que tienen miedo a los fantasmas empiezan también a dudar de su existencia.  Eso dicen; y no porque se hayan vuelto muy entendidos: el único motivo es la satisfacción de sus deseos.  No quieren que existan los fantasmas, porque si existen los fantasmas es difícil pasear por los callejones oscuros.  Por eso se repiten en voz alta: “los fantasmas no existen.  ¡De ningún modo!  Son supersticiones: ¡vamos a suprimir las supersticiones!”  Lo que están diciendo es que les dan mucho miedo los fantasmas.  Si de verdad existieran los fantasmas, éstos causarían muchos problemas, de modo que no deben existir: esto es lo que desean.  Una mentalidad como ésta nunca conseguirá que los fantasmas no existan.
Si los fantasmas existen, es que existen.  Que lo creamos o no, no cambia las cosas.  Lo que existe, existe, y es mejor que lo investiguemos, pues lo que existe está relacionado con nosotros de una manera o de otra: es lógico que así sea.  Por eso, es más apropiado comprenderlos, reconocerlos, y encontrar maneras de ponerse en contacto con ellos, descubrir el modo de relacionarse con ellos.  No es cosa fácil.
El espacio vacío que veis entre vosotros y otra persona no está necesariamente vacío.  Allí puede haber alguien.  Quizás no lo veáis: eso es otra cuestión.  Pero la idea de que allí podría haber alguien puede asustarnos.  Por eso no dejamos espacios vacíos; por eso nos acercamos los unos a los otros.  Siempre tenemos miedo a los espacios vacíos: por eso llenamos nuestra habitación de muebles, de calendarios, de imágenes de dioses y diosas, de cualquier cosa.  Los espacios vacíos, las casas vacías, nos asustan.  Los llenamos de personas, de muebles, para que no quede ningún espacio vacío.  Aun así, queda mucho espacio vacío que no está vacío del todo.  Y tiene su ciencia propia.
Si alguien quiere trabajar en este sentido, puede hacerlo.  Se puede trabajar sistemáticamente sobre este tema.  Es una ciencia independiente; tiene sus leyes y sus métodos propios,  Pero no digáis nunca que estas cosas existen o que no existen, antes de haber empezado a trabajar en este tema.  Es mejor dejar pendiente vuestra decisión, aplazar vuestras conclusiones de momento: decid, simplemente, que no lo sabéis.
Si a una persona con mentalidad científica se le pregunta si existen o no los fantasmas, una respuesta característica suya sería la siguiente: “No lo sé, pues todavía o lo he estudiado.  Tampoco he mirado todavía dentro de mí siquiera.  ¿Cómo puedo descubrir si existen o no los fantasmas?  ¡Ni siquiera soy capaz de encontrarme a mí mismo!”  Por lo tanto, no os apresuréis a responder sí o no.  El que ofrece una respuesta rápida es supersticioso.  Seguid pensando, seguid buscando.  En realidad, la persona inteligente responde con muchos titubeos.
Una vez preguntaron a Einstein cómo distinguía él a un científico de una persona supersticiosa.  Einstein respondió:
-Si a una persona supersticiosa se le hacen cien preguntas, estará preparada para ofrecer ciento una respuestas.  Y si a un científico se le hacen cien preguntas, afirmará que ignora por completo la respuesta de noventa y ocho.  A las otras dos responderá: “De esto sé un poco, pero mis conocimientos no son definitivos: pueden cambiar mañana”.
Recordad que la mentalidad científica es la única mentalidad inocente.  La mentalidad supersticiosa no lo es.  Pero las apariencias indican lo contrario.  Parece que la mentalidad supersticiosa es muy sencilla, pero no lo es: es muy compleja y astuta.  La mayor astucia de la mentalidad supersticiosa es afirmar cosas de las que no tiene conocimientos.  La persona que tiene esta mentalidad ni siquiera sabe nada acerca de una piedra que está a la puerta de su casa, pero en su ansia de demostrar que su Dios es verdadero y que el nuestro es falso está dispuesta a salir a matar a la gente.  Ni siquiera es capaz de explicar lo que es una piedra… Y si no es capaz de demostrar que la piedra es musulmana o hinduista, ¿cómo será capaz de demostrar que Dios es hinduista o musulmán?  ¡Pero saldrá a matar a la gente!  Y recordad que recurrir a la violencia demuestra que los motivos de tales actos están arraigados en la superstición.
La gente nunca llega a las manos por cuestiones relacionadas con el conocimiento: es imposible.  Cuando existe una lucha, podéis estar seguros de que interviene la superstición, pues la persona supersticiosa quiere demostrar por medio de la lucha que tiene razón: no dispone de otros medios.  Si un hombre cayese sobre mí y me pusiera una espada al cuello, diciéndome: “Dime que tengo razón, o te corto la cabeza”,  podrá cortarme la cabeza, por supuesto, pero no demostrará con eso que tiene razón.  Nadie ha demostrado nunca que tiene la razón a base de cortar la cabeza a otra persona.
Aunque todos los musulmanes se reuniesen y mataran a todos los hinduistas, no demostrarían que tiene la razón, del mismo modo que los hinduistas no demostrarían  que tienen razón si se uniesen para pasar a cuchillo a todos los musulmanes.  Lo único que demostrarían sería su estupidez, nada más.  ¿Ha demostrado alguna vez la espada la verdad de algo?  Pero es el único medio al alcance la persona supersticiosa.  ¿A qué otro medio puede recurrir para decir que tal cosa es verdad?  No tiene conceptos; no ha investigado nunca; no tiene pruebas; no tiene orientación.  Sólo sabe una cosa: la fuerza puede más que la razón.
Las gentes de todo el mundo están obrando así.  No estoy diciendo que sólo sean los líderes religiosos los que estén realizando tales actos de violencia: los políticos hacen lo mismo.  La razón en la disputa entre Rusia y los Estados Unidos se determinará soltando bombas de hidrógeno: está claro, no hay otro medio.  Es exactamente el mismo tipo de estupidez.  ¿Es éste el modo de determinar cuál de los dos tiene razón? ¿Cómo se puede determinar si Marx tiene la razón o no?  ¿Será por medio de la espada?  ¿O soltando la bomba de hidrógeno?  ¿Cómo será?  Tendrá que determinarse por medio del pensamiento, pero el hombre todavía no tiene libertad para pensar, sigue cegado por la superstición.
Recordad, pues, que lo que yo considero importante no es romper las cadenas; lo que considero importante es eliminar la mentalidad supersticiosa que crea esas cadenas.  Si se mantiene esa mentalidad, entonces por muchas cadenas que rompáis ella creará otras nuevas.  Y recordad que las nuevas ataduras son mucho más atractivas, más agradables, más dignas de aferrarse a ellas.  Y recordad también otra cosa: la cadena nueva siempre es más fuerte que la antigua, porque nuestro conocimiento del modo de forjar cadenas también se ha desarrollado más, ha avanzado más.  Suelo pensar que los que se dedican a eliminar las supersticiones no consiguen más que proporcionar supersticiones mucho más resistentes que sustituyen a las viejas y gastadas: no hacen más que esto.
Lo que hay que descartar es la mentalidad supersticiosa, de lo contrario ésta seguirá engendrando supersticiones.  Volveos racionales y haced que los demás se vuelvan también racionales.  Ser racionales significa pensar, buscar, investigar. No habléis hasta que tengáis la experiencia adecuada, y aun entonces estad dispuestos a reconocer que vuestra experiencia no tiene por qué ser necesariamente correcta.  La gente puede tener experiencias diferentes mañana.  Es posible, incluso, que vosotros tengáis que vivir experiencias diferentes, y no es seguro que la  que tuvisteis no fuera una alucinación.
Así pues, mientras esa experiencia no se haya verificado con docenas de experiencias, es mejor que  no digáis nada al respecto.  Por eso, los científicos realizan un experimento, lo repiten mil veces, hacen que otras mil personas lo repitan, y sólo entonces llegan a alguna conclusión.  E incluso entonces no terminan de llegar a una conclusión definitiva.  EL que quiere llegar a una conclusión con prisas no es capaz de pensar.  La persona que tiene prisa por llegar a una conclusión definitiva se llena inevitablemente de superstición.  Y todos tenemos mucha prisa.
¡Un amigo nos ha preguntado todo lo que busca el conjunto de la humanidad sin haber sido capaz de encontrarlo!  Nos ha preguntado: ¿Existe Dios?  ¿Qué es el jivatman, el alma individual?  ¿Dónde está el moksha?  ¿Quién creó el cielo?  ¿Existe el infierno?  ¿Por qué ha aparecido el hombre sobre la Tierra?  ¿Cuál es el objetivo de la vida?

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IENE TANTA PRISA que quiere saber todo esto inmediatamente.  Una persona que tiene tanta prisa se volverá supersticiosa sin duda alguna.  La búsqueda requiere gran paciencia, una paciencia enorme: no importa que no encontremos en una vida lo que buscamos, lo que importa es que sigamos buscando.  En realidad, para la persona racional, lo importante no es alcanzar, sino buscar.  Para la persona supersticiosa lo importante es alcanzar, buscar no tiene ninguna importancia.
La persona supersticiosa desea angustiosamente saber cómo puede alcanzar.  No le importa demasiado descubrir primero si existe Dios o no.  No le interesa la búsqueda de Dios: no es plato de su gusto.  Dice: “Buscadlo vosotros y mostrádmelo.”  Por eso se dedica a buscar a un gurú.
El que se dedica a buscar a un gurú tiene muchas probabilidades de acabar volviéndose supersticioso: no parará hasta que acabe así.  En realidad, buscar a un gurú equivale a decir: “Tú has encontrado algo; ahora te rogamos que nos lo enseñes.  Como ya lo has encontrado tú, ¿para qué vamos a buscarlo nosotros?  Nos inclinamos a tus pies.  Te rogamos que nos entregues lo que has alcanzado.”  La idea es que otra persona os ponga la mano en la cabeza y os haga conocer a Dios.  Por eso hay gente que vaga de un sitio a otro aceptando mantras, haciéndose iniciar, pagando cuotas, lavando los pies a otros, sirviendo a otros, con la esperanza de poder hacer suyo lo que ha alcanzado otro.  Esto no puede pasar nunca.  Aquí se manifiesta claramente el dominio de la mentalidad supersticiosa.
Nunca podréis hacer vuestro lo que ha alcanzado otro.  Otra persona se puso a buscar y encontró, ¿y vosotros queréis tenerlo de balde?  Y recordad que si esa persona ha buscado, mientras buscaba debió de darse cuenta de que uno alcanza buscando, y no preguntando.  Por ello, no pretenderá tener discípulos.  Sólo quieren tener discípulos los que todavía no han alcanzado ellos mismos.  Están pendientes de otro gurú superior.  Hay una larga serie de gurús, cada uno de los cuales espera sacar algo del anterior.
Muchos gurús han muerto ya, pero hay personas que siguen pendientes de ellos con la esperanza de que les darán algo.  Hay una larga cadena de gurús, que se remonta miles y a millones de años, y todos están pendientes los unos de los otros con la esperanza de que alguien les dé algo.  Éste es el sello de la mentalidad supersticiosa.
La característica de la mentalidad inquisitiva, la señal de una mente reflexiva, es que se dice a sí misma: “Si existe Dios, lo buscaré.  Si consigo encontrarlo, será por mis propios méritos, por derecho propio.  Si lo encuentro alguna vez, será por mi dedicación de toda una vida, por mi sacrificio, por mi meditación.  Será fruto de mi propio esfuerzo.”
Recordadlo: si alguien ofrece a Dios de balde, la persona que piensa racionalmente lo rechazará.  Se dirá: “No está bien aceptar algo que no es fruto de mi propio esfuerzo.  Lo he de alcanzar por mi propio esfuerzo.”  Y tened en cuenta que existen algunas cosas que sólo se pueden alcanzar por el propio esfuerzo.  Dios no es algo que se venda en el mercado, una mercancía que se encuentra en cualquier parte.  La verdad no es un artículo que se venda en unos grandes almacenes, donde cualquiera puede ir a comprarla.  Pero sí hay abiertas tiendas de este tipo.
Hay tiendas, hay bazares, que tienen expuesto un letrero que dice: “Aquí se encuentra la Verdad Auténtica.”  ¡Hasta la verdad puede ser auténtica o falsa!  En cada una de estas tiendas hay un letrero que dice: “Aquí vive el auténtico maestro.  Todos los demás que viven en otras partes son imitaciones.  Ésta es la única tienda auténtica.  ¡Compren aquí!  ¡Permítanos que les brindemos nuestros servicios!”  Y en cuanto hayáis entrado en una de estas tiendas, el propietario se empeñará en no dejaros marchar.  Todos estos daños son obra de la mentalidad supersticiosa.
Me gustaría deciros: confiad en lo que buscáis, no en lo que pedía a otros.  No alcanzaréis la divinidad pidiendo a otros, sino conociendo.  Tampoco os creáis nunca lo que dicen los demás.  Alguien la puede haber alcanzado (siempre es posible, por supuesto); por ello, tampoco seáis incrédulos: también eso es superstición.  No seáis ni crédulos ni incrédulos.  Si se presenta alguien ante vosotros diciendo que ha alcanzado la divinidad, decidle: “Enhorabuena.  Dios ha sido muy compasivo contigo al permitirte encontrarlo.  Pero te ruego que no me lo enseñes.  Déjame que lo encuentre yo también, de lo contrario seguiré estando cojo”.
Si os llevan hasta un destino donde otro ha llegado andando antes que vosotros, llegaréis cojos.  Los pies se fortalecen andando.  Llegar a un destino no es tan importante; lo verdaderamente importante es que el viajero se fortalece en el camino.  Alcanzar algo no tiene tanta importancia como la transformación del que lo ha alcanzado.
Dios, el conocimiento o el Moksha no son cosas prefabricadas.  Son el fruto de la ofrenda de nuestra vida, de una vida de esfuerzo y de sadhana.  Es como la flor definitiva que llega por sí misma.  Pero si vais al mercado sólo encontraréis flores de plástico.  Duran más tiempo.  Sólo hay que quitarles el polvo: duran más  tiempo y engañan.  Pero ¿a quién engañan?  Las flores de plástico pueden engañar a los demás.  Pueden engañar a los que pasan por la calle: los transeúntes pueden creerse que tenéis flores de verdad en la ventana, pero vosotros no podéis engañaros, pues las habéis comprado vosotros mismos.
Para tener flores de verdad hay que sembrar las semillas, hay que dedicar un esfuerzo, hay que cuidar las plantas.  Después, las flores salen por sí mismas: nadie las trae.  La experiencia de lo definitivo es como la flor; nuestro sadhana es como la planta.  Si cuidamos la planta, la flor llegará por sí misma.  Pero nosotros tenemos prisa.  Decimos: “Déjate de plantas: ¡basta con que nos des la flor!”
Algunas veces, cuando los niños tiene un examen en la escuela, no resuelven el problema de aritmética: se limitan a copiar la solución que leen en las últimas páginas del libro de aritmética.  Aunque la respuesta que escriben es absolutamente correcta,

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