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Un hombre de ciencia del grupo étnico más numeroso de la selva amazónica peruana nos cuenta qué mensajes transmiten las plantas de poder para la sanación de la persona y del planeta. En esta entrevista, Mariano Wolfson dialoga con el chamán shiripiari Juan Gilberto Flores Salazar.
Alguna vez sucederá que las relaciones entre Occidente y el mundo indígena serán distintas. Ya no se tratará de acercarse a los aborígenes para satisfacer nuestra buena conciencia burguesa y cierto afán romántico que nuestra manera cotidiana de vivir se empeña en desmentir. Si los vientos colaboran, algún día seremos capaces de reconocer que tenemos mucho que aprender de su modo de participar de la vida. Paradojas de la historia, ha sido la periodista española Margarita Farrán, quien supo definirlo: ‘aunque sea difícil de explicar en términos lógicos, cuanto más conocemos de los pueblos indígenas, más fuerte se hace la sensación de que ellos tienen algo que nosotros hemos perdido’.
Mientras tanto, y como si hiciera falta algún otro testimonio de sus buenas relaciones, con el universo, estos hombres y mujeres ‘primitivos’ todavía tienen la amabilidad de visitarnos para transmitir su sabiduría, haciéndonos ver que no fue suficiente toda la muerte y destrucción que supimos sembrar entre ellos como para que el odio anidara en sus corazones. Uno de ellos, Juan Gilberto Flores Salazar, ‘hombre de la ciencia’ del grupo étnico asháninka, el más numeroso de la selva amazónica, estuvo en Buenos Aires durante el mes de junio invitado por la Fundación Desde América para dirigir una serie de talleres vivenciales sobre las plantas medicinales de su tierra.
Juan Gilberto tiene una experiencia de treinta y seis años en la práctica de la medicina tradicional, y en la actualidad dirige la Fundación de la Escuela de Plantas Medicinales Mayanyu Yacu, ubicada en el departamento de Huanuco, provincia de Puerto del Inca, distrito de Honoria de la Quebrada de Aguas Termales, Amazonia, Perú. Allí se realizan curaciones y se imparten enseñanzas acerca de las plantas y de la protección de la ecología. La comunidad donde vive este maestro esta formada por apenas treinta familias instaladas junto al Río Pachitea, en el distrito de Nuevo Honoria, en plena selva alta. De la jungla tropical a la jungla de cemento: sus respuestas breves y simples fueron calmando poco a poco mi desordenado torrente inquisidor, la mañana del viernes que nos encontramos.
Usted empezó a trabajar con plantas medicinales desde muy niño. ¿Es algo que eligió o siente que fue elegido para esta tarea?
Yo mismo la elegí; porque mi papá fue un shiripiari [hombre de la ciencia]. Veía lo que él hacía, la preparación de la ayahuasca, sus formas de tomar, entonces me nació la idea de ser yo también un shiripiari. Pero como mi papá murió, no tuve la oportunidad de tomar con él. Entonces decidí hacerlo con un maestro que se llama Eusébio Dávila: fui a verlo, conversamos y me aceptó la propuesta. Aunque yo tenía poca edad apenas once años me dijo: ‘ven, vamos a tomar’. Me puso a su lado y me dio la primera toma de ayahuasca. Esos fueron mis principios, en el año 1961. Seguí tomando con mi maestro durante tres años, y luego me independicé, empecé a practicar, a buscar otros amigos que quisieran tomar, siempre con la capacidad de dirigirlos. A partir de los quince años comencé a curar chiquitos, bebés con ‘sustos’, criaturas que tenían como un macharí, un mal aire que venía y no los dejaba tranquilos. Y más o menos a los dieciocho empecé a trabajar con personas adultas y con enfermedades mas graves. En esa época, yo era solamente un practicante de la medicina tradicional; con el tiempo los mismos pacientes me dieron el nombre de shiripiari: para llegar a tener este nombre se debe atravesar un largo proceso, porque primero tienen que ver el trabajo que realiza uno con las personas que vienen a consultar.
¿Cuándo dice medicina tradicional, a que se refiere?
Me refiero al trabajo que hacemos con varias clases de plantas de la selva
¿Las plantas se aplican a la enfermedad o a una persona en particular?
Bueno, hay plantas que se pueden utilizar con varias personas, y hay otras que se pueden aplicar a una persona en especial, según como esté su enfermedad. Por ejemplo: si la persona se siente algo mal, con dolores nosotros lo llamamos reumatismo o artritis -, entonces se le convida sanango o bobinsana para contrarrestar las dolencias que tiene en los huesos; estas plantas apuntan directamente a donde están estas enfermedades que nosotros también denominamos ‘resfríos’, porque son fríos dentro de los huesos. Y si la persona tiene úlceras en el estómago o está cancerada, usamos la resina de copaiba, que se extrae del corazón del árbol [dentro tiene una vena muy grande que llega hasta la copa] y es muy purificada.
¿Cómo adquirió el conocimiento sobre las plantas? ¿Lo experimentó usted, le fue dado por su maestro, o es algo que conoce toda la comunidad?
Primero voy experimentando en mi propio cuerpo. Hago una dieta de por lo menos ocho días, pruebo la planta, que hace dentro de mí y cuales son sus efectos. Una vez transcurrida esta experiencia ya hay una base dentro de mí mismo como para hacer el tratamiento con la persona que está enferma. Entonces no tengo ningún riesgo de que el paciente se pueda sentir afectado por el remedio que le convido.
O sea que tiene que comprender que es lo que la planta tiene para dar, y lo prueba dentro de sí mismo… ¿Nunca tuvo algún inconveniente?
Hasta el momento no. Porque conozco el equilibrio, las dosis, como debo tomar, como se debe hacer.
Cuando usted habla de ‘dieta’ se refiere a un tiempo que se aísla, se queda a solas, y tiene la posibilidad de sentir que es lo que le pasa…
Sí, al hacer el remedio con la planta tengo que entrar a un lugar de silencio, estar solo durante ocho días y contar con una persona que me atienda. Si el que va a entrar a la ‘tienda’ es un paciente, debo atenderlo y cuidarlo o nombrar a otra persona que lo haga.
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Confluencia de saberes
Cuándo la persona viene a consultar ¿usted la interroga, quiere saber que sucede en su vida, o simplemente le pregunta que es lo que le duele y ya puede sugerirle un remedio?
Primero hacemos unas preguntas; según la enfermedad le pregunto si ha consultado algún doctor de farmacia o si ha pasado por alguna pantalla o examen. Si lo ha hecho estoy más seguro de donde esta la enfermedad. Esas son mis primeras preguntas. Luego el paciente entra al tratamiento.
O sea que usted valora la medicina occidental, le parece que tiene aspectos positivos…
Sí, lo que se está tratando en estos últimos años es de hacer la unión con la medicina farmacéutica, de los doctores, para que la enfermedad de la persona no tenga por donde escapar. La medicina de farmacia por un lado, y la tradicional por el otro. Para que la curación vaya por los dos lados.
¿Por qué les interesa unir estos saberes?
Porque hay enfermedades en las que nosotros los shiripiaris, no estamos tan precisos. Hay enfermedades para sacar, donde las operaciones pueden actuar más rápido. Para ayudar a ese corte nosotros también aplicamos el remedio, pero solo después de la operación. Esta es la forma en la que se esta trabajando.
Es decir, que ustedes aceptan que hay casos en los cuales conviene aplicar la ‘medicina de farmacia’, y otros en los que es más recomendable utilizar los remedios de la medicina tradicional…
Sí, es indispensable utilizar los dos campos. Yo mismo tengo varios hijos, a veces se enferman, y si veo o siento que no es para mi campo, los llevo al doctor. Y luego quedo a la expectativa. Entre los niños es muy duro aplicar la medicina tradicional, el tratamiento deben hacerlo los doctores con más delicadeza.
¿Por que le parece que se enferma una persona?
Bueno, en el caso de los niños, a veces por descuido de los padres. Y la persona adulta se enferma por el descuido de sí misma, porque no se protege. Y es que la enfermedad no viene siempre viene de una fuerza espiritual; a veces comienza con algo insignificante: en algunos miembros de las comunidades, por ejemplo, es común ver como a raíz de una ‘picada’ que no se ha curado adecuadamente se forma una ulcera… y cuando nos sentimos sanos, creemos que estamos seguros, pero en realidad no tenemos la certeza de estar tan protegidos; necesitamos que algo nos refuerce para que la enfermedad no ingrese al cuerpo. Para eso se hace la protección: la ayahuasca tiene la misión de proteger, aunque para esto también hay otras plantas.
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Saber entregarse
¿Por qué llaman maestras a las plantas?
Las plantas son maestras, en primer término, porque nosotros los shiripiaris, estudiantes de las plantas, nos entregamos a ellas. La planta tiene un espíritu, una fuerza que viene y nos enseña: nos habla mediante los sueños, nos dice y nos muestra que remedio es bueno para una enfermedad. Por eso las llamamos maestras: ellas nos dirigen y nosotros acatamos lo que nos dicen. Los shiripiaris nos entregamos a la planta con la cual vamos a hacer la dieta, para que ella trabaje con nosotros y nosotros con ella
Es decir que entran en relación, se relacionan con la planta…
Sí, a eso llamamos entregarse a la planta
¿Usted se entrega para recibir una enseñanza?
Exactamente, para eso se hacen las dietas.
¿Y la planta enseña un camino para usted o para la persona que viene a consultar?
Si la tomo yo, va a venir a enseñarme como y que debo hacer con las personas que van a venir mas adelante. Y cuando la toma el paciente le hace la curación
¿Todas las plantas son maestras?
Todas son maestras porque todas tienen sus espíritus. No hay ninguna que no lo tenga, por más pequeña que sea.
Sin embargo la ayahuasca parece ser la madre de todas las plantas medicinales…
En general nosotros tenemos como director al tabaco, es el eje principal para dirigir a todas las plantas en la medicina tradicional. Y se dirige por medio de la ‘soplada’ [una técnica que consiste en echar el humo del tabaco sobre diferentes partes del cuerpo, especialmente la cabeza, para liberar a la persona de energías negativas]: toda planta preparada tiene que tener una ‘soplada’ o un icaro [una canción a la planta] para darle mas fuerza y para convidar al paciente. El tabaco funciona con la ayahuasca: las dos realizan las primeras funciones para empezar la curación de un paciente, son la base para seguir el camino de las plantas.
¿Qué destino le daba su maestro a la ayahuasca?
Mi maestro tomaba para hacer sus curaciones. Algunos de sus pacientes estaban ‘asustados’, otros con heridas, úlceras, dolores en el estómago… siempre me quedaba mirando lo que él hacía, sus trabajos, pensando que yo también algún día sería un shiripiari más en la vida. La costumbre es que la gente viene a consultar con el maestro para ver que enfermedad tiene y como puede hacer con el tratamiento.
¿Lo consideran un maestro al chamán?
Sí, pero el nombre original es shiripiari. Chamán es una denominación que viene de EEUU
¿Puede una persona tomar ayahuasca por su cuenta o es conveniente que lo haga siempre con un guía?
Para dar los primeros pasos tiene que hacerse con un guía. La persona no puede tomar sola porque hay fuerzas opuestas que pueden desvincularla y luego no sabe como conducirse. Toda persona tiene que tomar con un maestro, con un shiripiari que la pueda dirigir.
¿Cuál es el riesgo si la persona toma por su cuenta?
En principio, no sabe cuál es la dosis para tomar y además no conoce las energías que tienen las plantas, que fuerza se va a presentar. A veces ni yo conozco que fuerzas espirituales pueden venir el día en que voy a hacer el trabajo con la ayahuasca. Por eso es recomendable que la persona que va a tomar por primera vez lo haga con alguien que tenga conocimientos. Después de haber tenido muchas experiencias, si es fuerte, si está capacitado para tomar, puede hacerlo sola.
¿Y para el paciente es simplemente un medio mas para curarse o además es un camino de crecimiento?
La ayahuasca tiene la propiedad de dar primero fuerza al cuerpo, manteniendo la vida física y después ayudar al florecimiento, a la ampliación…
Mucha gente de las ciudades se acerca a las plantas para expandir su conciencia, para poder percibir cosas que habitualmente no puede ¿Qué le parece esta actitud?
Yo opino que – aunque hay de todo – en general a las personas de occidente hay una cosa que les falta dentro del cuerpo, una fuerza que se busca… Y lo que les falta está en el sistema espiritual que trae la planta. Al día siguiente de haber tomado su ayahuasca, las personas amanecen tranquilas. Entonces me parece que les falta comunicar con la tierra. Porque la ayahuasca esta preparada solamente con la planta y el agua en realidad se utilizan dos plantas para prepararla, la ayahuasca propiamente dicha, que es una soga, una liana, y la chacruna, un árbol muy bonito que siempre mantiene las hojas verdes; ambas plantas se unen se cocinan y de allí sale el extracto de ayahuasca y al tomarla la persona está comunicándose con la tierra y la planta. Y llega a tener una tranquilidad, a recibir una fuerza maestra.
¿En la comunidad toman todos?
Bueno, en la selva toda persona quiere tener su limpieza. A veces los que comen demasiado toman el remedio y este les dice que no conviene que haya tantas cosas ahí guardadas durante mucho tiempo, y entonces lo sacan todo… A los siete días la persona queda normal, tranquila, y siente que ha recuperado algo en su vida. Eso es lo que se busca.
¿La ceremonia habitualmente se hace en grupo?
Sí, en grupos de diez o quince. Yo los cuido día a día, veo como va el proceso, como se están sintiendo; hago una revisión general de los pacientes. Las personas toman distintas plantas de acuerdo con sus deseos o enfermedad.
¿Cómo se sintió al venir a una gran ciudad como Buenos Aires?
Tengo que agradecer a la República Argentina y también a la Fundación Desde América. Me siento muy tranquilo: con todas las personas que se han acercado a conversar me he sentido bien; la mayor parte de las personas se han sentido muy a gusto con la planta y me hicieron muchas consultas personales.
Estuvo haciendo talleres con la gente, mostrándole como trabaja con las plantas…
Sí, traje muestras de la ayahuasca, porque había que mostrar a la gente como es su tronco y la edad que tiene. El ejemplar que traje tiene cincuenta años; hay plantas que tienen cien años pero son muy raras, las que usamos habitualmente cuentan entre veinticinco y treinta, porque tienen más fuerza y son mas curativas que las tiernas. Decidí preparar un remedio bueno para traer a la Argentina, para que les caiga bien a las personas.
¿A ustedes les interesa que se empiece a conocer cómo trabajan?
Desde muy tierno tuve el deseo de llegar a ser un shiripiari y tener mis conocimientos. Y sé que estos conocimientos van a servir en el futuro, mas adelante; por ello mi deseo es que se difunda esta ciencia, que es muy desconocida entre las personas que están mas elevadas que los indígenas. Para eso he seguido un estudio, un proceso de trabajo: como shiripiari estoy trabajando con los EEUU, Rusia, estoy conectado con Francia y Asia. Esta tradición esta regándose por todo el universo. Hoy, las plantas medicinales y la clase indígena están dando un paso en todo el mundo, abriendo nuevos horizontes que van a servir para el futuro, para las demás personas, para los niños que vienen.
Remedios de la selva
Ayahuasca
[Banistereopsis Caapi] Planta maestra y purgativa. Utilizada para la curación de enfermedades emocionales y del espíritu. Es la madre de las plantas en la selva amazónica
Bobinsana
[Calliandra angustifolia] Crece a orillas de los ríos y arroyos de la selva. Sirve para depurar el organismo en general, y se utiliza como protector del cuerpo energético
Catahua
[Hura crepitans] Se la investiga actualmente para aplicar en pacientes HIV
Copaiba
[Copaitera reticulata] Su resina es poderosa para cicatrizar úlceras, heridas internas y externas. Estimula el sistema inmunológico y ayuda a detener los procesos oncológicos
Piri piri Se utiliza la raíz. Es una planta que ayuda a abrir el campo de percepción y conocimiento. También utilizada como protectora
Sanango Empleada para enfermedades reumáticas, artritis, artrosis. Refuerza el nivel inmunológico del organismo
Shishinto
[Mascaria phsilóphila] Utilizada para curar lepra y enfermedades de transmisión sexual. Tiene la particularidad de producir hipertermias
Tabaco
[Nicotina tabacum] Es el ‘director’ de las plantas maestras. Sirve para enderezar el cuerpo energético cuando este es interferido. También se lo emplea para problemas emocionales y mentales.
Aplicado sobre las mordeduras de serpientes, neutraliza el veneno
Toé Planta maestra que enseña a trabajar en curación. Sus hojas son utilizadas para soñar y guiar los sueños. También es protectora
Wairurú Utilizada como protección
Fuente: Fundación Desde América