Soy una mujer indigena-673

Soy una mujer indígena, hija de la tierra y el sol, pertenezco a una raza
con una cultura milenaria que hoy conservo como un tesoro… Convivo con lo
que me rodea, con la lluvia, el viento, la montaña, el cielo…

Soy feliz en estas soledades… tengo tiempo para contar las estrellas,
tiempo para poner mis sueños al día, para danzar con los pájaros sintiendo
el aire fresco del amanecer y hablar en silencio con los animales, con las
plantas, con los espíritus…

Sé sembrar con la Luna los frutos del alimento, teñir la lana para hacer el
tejido, hacer medicina como me enseñó mi abuela, cantar al nuevo día. Sé
amasar sencillamente con fidelidad y con ternura… Soy mujer indígena,
mujer como la Madre tierra, fértil, callada, protectora y fuerte.

Yo no sé de economía, ni de bancos, ni de política ni subvenciones. Pero si
sé cuando mi mundo está en peligro y sé cuándo las cosas son buenas o no.

No entiendo de muchas cosas, a la gente del gobierno que vienen con muchas
promesas, palabras de aire cuando hay elecciones y después nada, a los que
vienen a querer cambiar mi mundo, mis vestidos, mi espiritualidad… los que
roban, los que experimentan con mis hijos, o les sacan sus órganos para los
winkas ricos, los que mienten, los que me sacan las tierras, los que me
explotan, los que intercambian mi arte y mis tejidos por comida o alcohol y
me pagan una miseria por el trabajo de meses para venderlos en las ciudades
lejanas de Europa, no entiendo a los que se hacen mis amigos para sacarme
conocimientos, los que vienen con grandes máquinas para talar el bosque, los
que agujerean la tierra para sacarle su sangre, los que esconden en la
comunidad basura en bidones para contaminarnos, los que nos ponen vacunas,
los que experimentan con mi sangre, los que tienen buena fe y creen que
vienen a ayudarme a integrarme poniéndome cables de luz y trayendo la “caja
boba” para confundirme, los que me ponen zapatos, los que quieren cambiar
mis costumbres ancestrales, los que me miran como un bicho raro y me sacan
fotos, los que quieren que baile por dinero, los que vienen con muchas
palabras bonitas a hacer iglesias en nuestros lugares sagrados, los que
intentan esclavizarme con dependencias ajenas aSoy mi cultura, los que
entran armados en nuestras tierras para echarnos, a los extranjeros que
vienen de vacaciones de guerrilla a enfrentarme con los militares y luego se
van protegidos a sus lejanas tierras… a veces las cosas se ponen peor para
nuestra gente, nos apresan, nos matan…

Tampoco entiendo a los que me desprecian, los que me ignoran, los que no les
importo nada y me roban todo, hasta mi dignidad…

Soy mujer indígena y sé lo que quiero… cambiar cosas, esas cosas que
duelen dentro y se van agrandando como la impotencia, el desamparo, la
destrucción, las palabras incumplidas, el desamor y ese sentimiento de estar
siendo violada constantemente. Quiero gritar ¡Déjenme en paz!… Quiero
seguir viviendo así simplemente, con la tierra y mi gente, la que ríe, la
que crea, la que vibra la vida así como es sin alterar las cosas, la que
comparte, la que acaricia, la que no tiene prisa y ama sin esperar nada, la
que no se aburre…

Quiero que me respeten, soy mujer de la tierra, fuerte como el árbol que
resiste al viento como el junco en la corriente, firme como la montaña más
alta, frágil como el colibrí y dulce como los atardeceres.

Soy mujer indígena, hija de la tierra y el sol y aunque no entienda muchas
cosas, se lo que quiero, tengo esperanza y sé que las cosas van a cambiar.

Fuente: Chelita – Sudamérica. Revista “Yo Indio”, nº 4.