Oda al cafe

Oda al café

¡Oh café! ¡Tan rico y hermoso, con tu olor y sabor inigualables, regalo de los dioses a los hombres y fuente de tantas alegrías! ¡Yo te amo, oh café!

Yo sé, café, que como planta eres una bendición, aunque no todas tus semillas cultivadas son iguales, ya que depende del sitio donde provengas que adquirirás tus tres características principales: la acidez, que va a ser mayor según la altura del lugar o el tiempo que se haya tardado el agricultor en arrancar la semilla de la planta y llevarte al despulpado. También dependerá de la maduración del grano o del clima ¡cuántos factores contribuyen a que tengas ese sabor que se impregna en nuestro paladar, oh café!

También tu exquisito aroma, que nos dirá si el agricultor fue cuidadoso para almacenarte. Muchas veces hueles un poco fermentado, pero eso ocurre pocas veces ya que tu olor ideal es como de tierra mojada, dulzón. Y por último el cuerpo ¡yo no quiero agua de calcetín! Me gusta que mi café sea más espesito, lo cual me indica que hay pequeños elementos sólidos en mi taza. Me gustan los cafés cultivados a mayor altura, ya que son los que tienen un cuerpo más robusto y no tan flojo. Los cafés naturales tienen más cuerpo
¡qué delicia de café!

Eres tan bondadoso, café, que podemos prepararte de muchas formas: en tu modalidad de capuccino con un poco de leche, espuma y canela. Expreso, que es tu forma más concentrada o negro, que es el rey de los cafés. Muchas personas agregan además sabores como amaretto o crema irlandesa para acompañarte y tú te mezclas perfectamente sin perder tu esencia. Hay además café latte, en galletas, café moka, granos de café con chocolate, café con leche o crema: de cualquier manera eres exquisito.

¡Cuántas personas se han enamorado en tu presencia! Tomar café es una tradición tan antigua que parece que siempre ha estado con nosotros. Miles de cafeterías han servido para arreglar un matrimonio, cerrar un negocio, conocer personas. Contigo brotan las ideas, avivas el pensamiento y desaparecen nuestros problemas. Desde 1652, año en el que se abrió la primera cafetería en Londres, no ha habido nunca nadie que no aprecie sentarse a tomar
una taza de tan delicioso líquido
¡oh, bendito café!