Mexico surrealista: Salones de baile

Hay gente que sabe bailar muy bien: son los que inventaron el dicho ese de “al son que me toquen bailo”. Hay otros que no saben bailar muy bien, pero se mueven: son los que bailan música dance, que no requiere mayor esfuerzo que menearse en la pista de un lado a otro. Y hay otros que nomás no pueden bailar: son los que tienen dos pies izquierdos y se quedan sentados en las fiestas viendo como los otros bailan sin parar.

Los que bailan música “dance” (ya saben, esa de antro de jóvenes, de grupitos de moda) son tantos, que los voy a dejar a un lado. Sin embargo los otros dos interactúan de una manera tan estrecha, que merecen toda mi atención.

No hay fiesta sin gente que sepa bailar muy bien y gente que se queda sentada. Los que saben bailar saltan con su pareja apenas oyen una cumbia, una salsa o un merengue: dan brinquitos como si estuvieran parados sobre espinas de nopal, y le dan vueltas a su compañera como si quisieran que cayera de tan mareada. A veces hacen unos pasos tan elaborados, que se ha dado el caso de necesitar un quiropráctico para separarlos. Y cuenta la leyenda que en una fiesta, cierta muchacha se quebró la cadera al bailar merengue y nunca pudo volver a escuchar a Elvis Crespo del trauma que le causó. Bueno, eso dicen.

Los que no saben bailar y se quedan sentados, han desarrollado sus músculos oculares en un grado impresionante, pues ven a todas las parejas moverse de un lado a otro desde su mismo lugar. Ellos son expertos en el baile aunque no hay poder humano que los arranque de su silla, ni para bailar un vals. Gustan de soltar frases como “¿ya viste a Romualda? Saca mucho las pompas cuando baila cumbia” o “ese Timoteo no sale de su misma vuelta”; y es que se juntan en grupitos para criticar a los demás, casi siempre con una Cuba libre en la mano. En un grado extremo, estas personas se convierten en jueces en los concursos de baile.

Los dos grupos (los que no saben y los que si saben) creen que lo que hacen es lo más divertido de las fiestas: para unos, moverse lo es todo y para los otros, criticar es su vida. Lo extraño es que interactuando así, no llegan a comprender al otro grupo: no les entra en la cabeza que haya gente que se quede sentada o que haya gente que no pare de moverse como chango.

Pero no mencioné a otro grupo: los que no saben pero que hacen como que si saben, que cada dos piezas se sientan a criticar a los que si saben, y que se sienten más que los que no saben. No me enorgullece mucho, pero yo pertenezco a éste ¿y tú?.