Mexico surrealista: La burocracia

¡Burócratas!

Según mi diccionario la palabra Burocracia viene del francés bureucratie que significa quien-sabe-qué, pero que se puede traducir como “importancia excesiva de los empleados públicos”. Todos la hemos sufrido cuando vamos a hacer un trámite, a sacar un pasaporte, licencia de manejo y hasta una cita médica: los empleados te tratan como si fueras un ser inferior.

Los burócratas por cliché son personas que se sientan detrás de un escritorio, que te hacen esperar horas y horas sin motivo alguno para decirte al final “pase a la ventanilla 5”.. donde te encontrarás otro burócrata que hará lo mismo. Son odiadísimos, aunque el gobierno no puede existir sin ellos (o al menos eso te hacen creer). El mayor enemigo del burócrata es Internet, porque resulta innecesario hacer fila cuando puedes hacer tus trámites desde la comodidad de tu casa ¿no? O sea que esperemos que estén en vías de extinción.

Sin embargo a veces el ser burócrata es cuestión de oportunidad y de estar en el momento justo. Yo fui burócrata unos meses, así que contaré como fue:

Resulta que trabajaba en una oficina que se encontraba en el extremo de un museo. Como tuvieron que remodelar me cambiaron justo del otro lado, donde apenas estaban acondicionando. Como no había ni línea telefónica, ni internet acomodé mi computadora, mis papeles y esperé a que llegara el técnico para que acabara la instalación.

Pasaron varios días y no había luces de que alguien se apareciera por ahí para poner lo que me hacía falta, así que me junté con otros tipos de las oficinas cercanas para pasar el tiempo jugando cartas. Como nos aburrió, pronto uno de ellos llevó una televisión, que veíamos por las tardes. A la televisión siguió un horno eléctrico para cocinar nuestro almuerzo.

Nuestra rutina se convirtió en un himno a la holgazanería: llegaba a las 8, me instalaba, prendía la tele para ver las noticias y luego cocinábamos el almuerzo. Nos dormíamos un rato, visitábamos a las personas de otras áreas, regresábamos y nos poníamos a ver tele (¡las telenovelas!). A las 5 recogía mis cosas y -como nadie me veía salir- me escapaba de regreso a mi casa. Por la oficina desfilaron videocasseteras, juegos de video, grabadoras, muchachas y nadie se dio cuenta de que no hacíamos nada (porque además para mi buena suerte las oficinas no tenían vista al público).

Ahí me di cuenta de un factor importantísimo para que sobreviva la burocracia: nadie sabe qué es lo que hace la persona de junto. Nunca nadie me preguntó si tenía trabajo, así como yo no preguntaba porqué doña Luchita se la pasaba sacando fotocopias (¿para sus niños acaso?) ni me enteré jamás qué es lo que hacía Don Ramiro todo el día en la computadora (jugando solitario, seguramente). Pero eso sí, todos nos quejábamos de tener mucho trabajo ¡y nos la creíamos!

Mis días de burocracia terminaron el día en el que a alguien se le ocurrió cocinar algo con mucha cebolla en el hornito, lo que ocasionó que los técnicos fueran a ver de dónde salía tal apeste. Se fijaron entonces de que hacía falta la línea de Internet y la telefónica, poniéndola a los 2 días. Pero no me quejo, pasé dos meses de vacaciones pagadas.