EL ARTE DE CONVIVIR

Convivir significa vivir con. Vivir, existir con uno mismo y con otros. Permanecer con, sentir con, experimentar con. El filósofo Thomas Carlyle decía que la convivencia puede ser insoportable cuando no existe ningún vínculo de amor entre las personas que conviven. La misma palabra afecto quiere decir tomar la dirección con o hacer con. Y eso indica que, cuando hay cariño, queremos estar con una persona y, si podemos estar más cerca de ella, comienza la convivencia, el compartir nuestro tiempo, alguno de nuestros espacios y actividades, ilusiones y hábitos.

La convivencia tiene sus aliados y sus enemigos. Una persona inteligente que quiera convivir tiene que desarrollar mucha sabiduría para estimular y potenciar los aliados y para ir superando todos los obstáculos que debe afrontar la convivencia, desde la rutina a los choques derivados de las diferencias de carácter . Uno se relaciona con los demás según se siente. Si estás lleno de hostilidad, te vas a relacionar mal con los seres queridos, Si eres bebnevolente o maduro emocionalmente, te vas a relacionar mucho mejor. Se puede decir, pues, que en el escenario de las relaciones y de la convivencia cada uno se va a relacionar según lo que exista en su sistema emocional, según su capacidad de no crear conflictos, de cuidar la palabra para no perturbar la armonía.

Cuando una convivencia se deteriora hay que saber soltar a la otra persona, poner espacio entre las dos. Hay una sensible diferencia entre las relaciones o la convivencia elegidas libremente y las que son impuestas de alguna manera por los modelos y las estructuras familiares. Es necesario saber por qué entramos libremente en una relación y qué vamos a desarrollar en la convivncia con una persona que antes era desconocida y que nosotros hemos elegido libremente convivir con ella, ya sea para una relación sentimental o amistosa.

Muchas veces las relaciones de familia no se pueden evitar al menos durante un tiempo, pese a que puedan existir colisiones de caracteres. En cambio, cuando se elige libremente una relación, hay que saber que se elige con la expectativa de que esa relación sea gratificante y fecunda. Pero si una
relación de convivencia se vuelve insoportable o dolorosa y uno decide seguir en ella, es porque tambien hay compensaciones neuróticas que hay que descubrir.

La convivencia se puede abordar desde la relación de pareja o de familia, a la de vecindad e incluso a la relación entre los pueblos. Convivir puede ser un acuerdo entre dos y, sin embargo, cuando llega la hora de romper a veces la decisión es solo de uno. Y, en ocasiones, para romper hace falta incluso
más arte que para convivir.

Todo en la convivencia es la relación de nosotros con los demás, la formación de sociedades, por muy pequeñas que sean. Cuando conocemos a las persona que van a relacionrse con nostros lo primero que hace nuestra mente y nuestro cuerpo es incorporarlas a nuestro propio yo. A veces de una forma
alienante paa nuestra personalidad, porque el amor nos cambia el razonamiento. Ahora bien, incorporar no significa aunar. ¿por qué aunar y perder todo el espacio?. Sinduda, haye metas en una convivencia que pueden ser comunes y otras que pueden no serlo. Hay espacios de libertad que
deberíamos mantener y espacios que deberíamos compensar pero nunca perder esa cota de libertad, ese espacio propio. Incorporar no significa que entregues toda tu vida.

RUPTURA

Siempre que uno quiere, ya existe ruptura. Si la otra persona te condiciona constantemente en ese rompimiento, mentalmente vas a tener que afrontar una lucha dif´cil que va a llevarse parte de tu alma y te va a dejar la vida hecha jirones. Cuando una persona no quiere seguir manteniendo una
convivencia, las dos peronas no van a poder seguir estando juntas y esto es válido paa todo tipo de relaciones, no sólo para las de pareja.

Todas las rupturas resultan dolorosas porque implican una sensación de fracaso, pero pueden llevarse a cabo de una forma hacerse relativamente fácil.

COMPARTIR

Convivir puede ser un arte, pero existe un arte previo: el arte de compartir. Si no somos capaces de compartir, dificilmente podremos convivir. Las personas egocéntricas, narcisistas, que tienen mucho ego, tienen muy complicada la convivencia porque siempre se van a querer relacionar desde la
actitud de dominio, de explotación, de abuso. Van a procurar que la otra persona sea dócil y les rinda obediencia ciega. Las personas muy egocéntricas no suelen captar las necesidades ajenas, por lo que
dificilmente pueden satisfacerlas.

En cambio, una persona más humilde, con un ego más controlado, más madura psicológicamente, va a ser capaz de atender necesidades ajenas, de compartir más, de saber contemporizar en un momento dado, de ser indulgente, de no tener rencor. La persona con ego es más suspicaz, más susceptible, siempre trata de imponerse, de ser autoritaria. Cuando más egocéntrico es uno, se comportará de una manera más egoista, menos generosa.

Antes de poder lograr una convivencia armónica, debemos sanearnos interiormente, equilibrarnos, superar muchas de nuestras tendencias neuróticas, reacciones y hábitos emocionales infantiles. En definitiva, debemos situarnos en nuestro propio ser para comunicarnos con el centro de las otras personas. La mayoria de las personas se comunican siguiendo líneas paralelas, que nunca se encuentran. Para que pueda existir un encuentro se requiere que uno recupere su propia esencia y, desde ella, comunicarse con los demás. Si nos comunicamos desde la apariencia y no desde la presencia, desde nuestro ego y no desde nuestro ser, desde la máscara de la personalidad y no desde lo más genuino de nosostros, nuestras relaciones serán muy pobres. Incluso pueden llegar a ser relaciones de transacción, aunque no sean comerciales o mercantiles. Estarán basadas en el toma y daca, en la reciprocidad. Ni siquiera se van a poder construir amistades auténticas.

DISCIPLINA

Antes de convertirse en arte, la convivencia es una disciplina. Está claro que se aprende a convivir. Es necesario desplegar una serie de actitudes y de medios para que una relación vaya adelante hasta donde sea posible. Es necesario respetar los espacios y aprender a crear vínculos sanos y, no
dependientes, simbióticos o morbosos. En definitiva, hay que saber cultivar las relaciones. Para que una relación madura, se desarrolle y sea enriquecedora es necesario un cierta disciplina adoptada libremente. Hay que saber admitir que una covivencia posiblemente no será eterna. En la vida todo es mudable, todo se mueve, todo cambia. Dos personas que empiezan a convivir a los 30 años, quizá a los 45 años han evolucionado de manera distinta. Puede ocurrir que cada uno vaya evolucionando por su lado, que vaya afirmando su carácter de una forma diferente. Puede suceder incluso que la persona que al principio sentía esa convivencia como algo estimulante, luego ya no quiera convivir con nadie. Hay que aceptar que todo lo que comienza tiene fin. A veces e fin de una relación llega con la muerte pero otras no. Entonces es necesario dejar que la relación se modifique aunque tome un cariz meramente amistoso.

En esta materia, uno de los artes más importantes es, al llegar la ruptura, saber mantener el amor genuino que existió en la relación. Y esto es válido para todo tipo de relaciones.

Cuando dos egos inmaduros tratan de convivir, la convivencia generalmente es un desastre. Hay que apuntar también que, por mucho que dos personas se quieran, en las convivencias suelen surgir incompatibilidad de caracteres, anhelos o tendencias irreconciliables. Si uno quiere vivir en un lugar de
mundo y el otro no quiere o no puede, si no desea tener un hijo y el otro no, lo más sensato es dar por terminada esa relación amistosamente, al menos como relación de pareja.

COOPERACIÓN

Una relación de convivencia tiene que ser muy sabia, dúctil y permeable para saber fluir con las cambios que se producen en la vida. Hay que saber bregar con las vicisitudes vitales, considerando que hay que afrontar esas cuestiones codo con codo con la otra persona. No en vano, las auténticas
relaciones deben ser cooperantes. Es necesario cooperar de yo a yo, de personalidad a personalidad. A veces surge el tedio, la rutina, el mal carácter y es necesario saber cuándo debe acabar una relación de convivencia, sin dejarnos influir por sentimientos de culpa, falso sentido del deber, piedad mal entendida, costumbre o neurosis.

Cada uno debe analizar esa cuestión con inteligencia. El enamoramiento no debería ser la justificación para la convivencia, porque para estar enamorado habría que mantener a la otra persona un poco lejos. Ahora bien, si la relación no se basa en el sensorialismo o la química, puede durar toda
la vida, siempre que haya verdadero amor y las dos personas no otorguen una importancia primordial a esos factores. Si uno vive solamente con una persona por la sexualidad, la caricia o la pasión, esa relación se acabará antes o después porque esa química va modificándose con los años.

Hay seres que, cuando pasa la pasión, empiezan a valorar a la otra persona, a ver sus rostros anímicos más hermosos o más terribles. En el primer caso, se decide seguir conviviendo con ella aunque no te sientas ya electrocutado cuado te toque. En el segundo, puedes decir poner fin a esa
relación.

MIEDO Y CONVIVENCIA

Hay personas que inician una convivencia por miedo a la soledad y las hay también que deciden permanecer solas por miedo a la convivencia. Un rechazo a la convivencia no implica una declaración de guerra. Lo importante es saber siempre aplicar la cortesía y tener en cuenta que, en general, al
principio de la relación el ser humano aparenta lo que no es para intentar agradar. Es necesario tener en cuenta esa circunstancia para evitar equivocaciones.

CONCLUSIONES

Tan malo es la represión extremada de lo sensorial, como el hecho de primar la pasión en vez de entablar relaciones desde el corazón, los sentimientos, las necesidades humanas. Tan negativo es la conducta de quien se niega de forma sistemática a la convivencia por neurosis o por miedo,
como la de aquel que tiene una necesidad compulsiva de convivir y, si no convive con nadie, se ve abrumado por la soledad. Uno tiene que sentirse bien en soledad y en convivencia. Lo que más perturba las relaciones de todo tipo es la ausencia de amabilidad. El mal carácter es el enemigo de la
convivencia.

La convivencia nos enseña mucho, Puede ser nuestra mejor maestra para desarrollar la paciencia, ecuanimidad, la tolerencia, el respeto y muchos otros valores. Todo depende del grado de evolución de la persona.