El agotamiento de ser sensible

Estoy cansado y agotado de tanta falencia, de tanto dolor, de toda la insensibilidad, de tanta irracionalidad. No de la tuya mi hermano, porque tú cargas el peso de tu propia cruz. Me sensibilizo con mis propias carencias y me encuentro cara a cara con la Verdad; su brillo es hermoso, blanco y profundo, su poder infinito traspasa toda razón, transforma lo intransformable, su calma todo lo convence, nos vacía y en esa luz convergen todas aquellas tonterías por las que siempre estamos discutiendo. No me puedo preocupar de tus errores mi hermano, lo siento; bastante tengo con los míos y al verme así, tan imperfecto y débil no puedo arrojarte piedras.
¿Insultarte para qué?
Odiarte no hace más que agrandar mi pequeñez y aconsejarte sería demasiado soberbio. Alimento mi ego cuando decido calificarte, clasificarte, descuartizarte; encuentro mis debilidades y temores cuando quiero ver las tuyas para sentirme fuerte.
Yo le digo lo mismo al pobre que al rico: “cuenta conmigo”. Aquí estoy mi pequeño, aquí me tienes, soy tu compañía, hagamos algo, construyamos algo, sumemos nuestras limitaciones para expandir los horizontes.
Cuando decidí marginarte me marginé, cuando te vi pobre me empobrecí, cuando te di una limosna creí que era muy generoso.
No comprendía que mi corazón era tan culpable de las carencias humanas, no me veía reflejado en tu mirada y te insulté, te di varias bofetadas para que salgas de tu ignorancia, me olvidé de tí y me olvidé de mí.
Ahora lo comprendo, ahora lo siento, ahora me arrepiento. No te hagas más daño tratando de comprender lo incomprensible, la razón sólo puede percibir un pedazo de la Verdad. No sientas lo irascible, porque los sentimientos sólo se regocijan en una de las formas. Tampoco uses la violencia, solamente produce más muerte y soledad. Un camino es ninguno, recórrelos todos, aprende de todos y vuélvete todos; el tiempo es tuyo, aprovéchalo y no te atrapes en un constante segundo agotador.
“Salgan de las oficinas porque ahí no entra el sol, salgan de los uniformes porque ahí no entra la vida”. Acompáñame en mi andar, descalzo y solitario, libérate de lo que te ata y descubrirás que no necesitabas tanto, alivia tu carga y avanzaras más. Lleguemos a la cima porque el paisaje es acogedor.
Dejemos ya las palabras porque la Verdad no puede ser encarcelada, usemos la poesía de la sonrisa, los besos del amante apasionado, la mirada inocente del niño, la caricia del cantor. Agotémonos en la sensibilidad, en la racionalidad, dejemos hasta la última gota de sudor, hasta la final exhalación.
En silencio mi hermano, en silencio. Hemos llegado.