Retazo (diversas fuentes) II

español son como animales.

De cada dos peruanos, uno es indio, y la Constitución de Perú dice que el quechua es un idioma tan oficial como el español. La Constitución lo dice, pero la realidad no lo oye. El Perú trata a los indios como África del Sur trata a los negros. El español es el único idioma que se enseña en las escuelas y el único que entienden los jueces y los policías y los funcionarios. (El español no es el único idioma de la televisión, porque la televisión también habla inglés.)

Hace cinco años, los funcionarios del Registro Civil de las Personas, en la ciudad de Buenos Aires, se negaron a inscribir el nacimiento de un niño. Los padres, indígenas de la provincia de Jujuy, querían que su hijo se llamara Qori Wamancha, un nombre de su lengua. El Registro argentino no lo aceptó por ser nombre extranjero.

Los indios de las Américas viven exiliados en su propia tierra. El lenguaje no es una señal de identidad, sino una marca de maldición. No los distingue: los delata. Cuando un indio renuncia a su lengua, empieza a civilizarse. ¿Empieza a civilizarse o empieza a suicidarse?

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Cuando yo era niño, en las escuelas del Uruguay nos enseñaban que el país se había salvado del problema indígena gracias a los generales que en el siglo pasado exterminaron a los últimos charrúas.

El problema indígena: los primeros americanos, los verdaderos descubridores de América, son un problema. Y para que el problema deje de ser un problema, es preciso que los indios dejen de ser indios. Borrarlos del mapa o borrarles el alma, aniquilarlos o asimilarlos: el genocidio o el otrocidio.

En diciembre de 1976, el ministro del Interior del Brasil anunció, triunfal, que el problema indígena quedará completamente resuelto al final del siglo veinte: todos los indios estarán, para entonces, debidamente integrados a la sociedad brasileña, y ya no serán indios. El ministro explicó que el organismo oficialmente destinado a su protección (FUNAI, Fundacao Nacional do Indio) se encargará de civilizarlos, o sea: se encargará de desaparecerlos.

Las balas, la dinamita, las ofrendas de comida envenenada, la contaminación de los ríos, la devastación de los bosques y la difusión de virus y bacterias desconocidos por los indios, han acompañado la invasión de la Amazonia por las empresas ansiosas de minerales y madera y todo lo demás. Pero la larga y feroz embestida no ha bastado. La domesticación de los indios sobrevivientes, que los rescata de la barbarie, es también un arma imprescindible para despejar de obstáculos el camino de la conquista.

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Matar al indio y salvar al hombre, aconsejaba el piadoso coronel norteamericano Henry Pratt. Y muchos años después, el novelista peruano Mario Vargas Llosa explica que no hay más remedio que modernizar a los indios, aunque haya que sacrificar sus culturas, para salvarlos del hambre y la miseria.

La salvación condena a los indios a trabajar de sol a sol en minas y plantaciones, a cambio de jornales que no alcanzan para comprar una lata de comida para perros. Salvar a los indios también consiste en romper sus refugios comunitarios y arrojarlos a las canteras de mano de obra barata en la violenta intemperie de las ciudades, donde cambian de lengua y de nombre y de vestido y terminan siendo mendigos y borrachos y putas de burdel. O salvar a los indios consiste en ponerles uniforme y mandarlos, fusil al hombro, a matar a otros indios o a morir defendiendo al sistema que los niega. Al fin y al cabo, los indios son buena carne de cañón: de los 25 mil indios norteamericanos enviados a la segunda guerra mundial, murieron 10 mil.

El 16 de diciembre de 1492, Colón lo había anunciado en su diario: los indios sirven para les mandar y les hacer trabajar, sembrar y hacer todo lo que fuere menester y que hagan villas y se enseñen a andar vestidos y a nuestras costumbres. Secuestro de los brazos, robo del alma: para nombrar esta operación, en toda América se usa, desde los tiempos coloniales, el verbo reducir. El indio salvado es el indio reducido. Se reduce hasta desaparecer: vaciado de sí, es un no-indio, y es nadie.

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El shamán de los indios chamacocos, de Paraguay, canta a las estrellas, a las arañas y a la loca Totila, que deambula por los bosques y llora. Y canta lo que le cuenta el martín pescador:

-No sufras hambre, no sufras sed. Súbete a mis alas y comeremos peces del río y beberemos el viento.

Y canta lo que le cuenta la neblina:

-Vengo a cortar la helada, para que tu pueblo no sufra frío. Y canta lo que le cuentan los caballos del cielo:

-Ensíllanos y vamos en busca de la lluvia. Pero los misioneros de una secta evangélica han obligado al chamán a dejar sus plumas y sus sonajas y sus cánticos, por ser cosas del Diablo; y él ya no puede curar las mordeduras de víboras, ni traer la lluvia en tiempos de sequía, ni volar sobre la tierra para cantar lo que ve. En una entrevista con Ticio Escobar, el shamán dice: Dejo de cantar y me enfermo. Mis sueños no saben adónde ir y me atormentan. Estoy viejo, estoy lastimado. Al final, ¿De qué me sirve renegar de lo mío?

El shamán lo dice en 1986. En 1614, el arzobispo de Lima había mandado quemar todas las quenas y demás instrumentos de música de los indios, y había prohibido todas sus danzas y cantos y ceremonias para que el demonio no pueda continuar ejerciendo sus engaños. Y en 1625, el oidor de la Real Audiencia de Guatemala había prohibido las danzas y cantos y ceremonias de los indios, bajo pena de cien azotes, porque en ellas tienen pacto con los demonios.

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Para despojar a los indios de su libertad y de sus bienes, se despoja a los indios de sus símbolos de identidad. Se les prohíbe cantar y danzar y soñar a sus dioses, aunque ellos habían sido por sus dioses cantados y danzados y soñados en el lejano día de la Creación. Desde los frailes y funcionarios del reino colonial, hasta los misioneros de las sectas norteamericanas que hoy proliferan en América Latina, se crucifica a los indios en nombre de Cristo: para salvarlos del infierno, hay que evangelizar a los paganos idólatras. Se usa al Dios de los cristianos como coartada para el saqueo.

El arzobispo Desmond Tutu se refiere al África, pero también vale para América:

-Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron:

“Cierren los ojos y recen”. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.


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Escrito por Dark Crow (foro Tradiciones Indigenas) el 21 de Julio
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Sobre la Espiritualidad

El culto al “Gran Misterio” era silencioso, solitario, libre de cualquier búsqueda egoísta. Era silencioso porque toda palabra necesariamente es débil e imperfecta; por lo tanto, las almas de mis ancestros ascendían hacia Dios en una adoración sin palabras. Era solitario porque creían que Él está más cerca de nosotros en la soledad, y no había sacerdotes autorizados para intervenir entre un hombre y su Creador. Nadie podía exhortar, confesar o entrometerse de manera alguna en la experiencia religiosa de otro. Entre nosotros, todos los hombres fueron creados como hijos de Dios y se paraban erguidos, conscientes de su divinidad. Nuestra fe no podía ser concebida en credos ni forzada en quien no estuviese dispuesto a recibirla. En consecuencia, no había prédica, proselitismo ni persecución, y tampoco había mofadores o ateos.

No había templos ni santuarios entre nosotros, excepto los de la naturaleza. ¡El Indio consideraría sacrilegio construir una casa para Él, con quien podía encontrarse cara a cara en los pasillos misteriosos y sombríos del bosque primitivo, o en el soleado regazo de las praderas virginales, sobre las vertiginosas cúspides de roca desnuda, y allá a lo lejos, en la enjoyada bóveda del cielo nocturno! Él, que se viste a Sí mismo con delgados velos de nubes ahí en la orilla del mundo visible donde nuestro Bisabuelo Sol enciende su fogata vespertina; Él, que navega sobre el viento inclemente del norte, o infunde Su espíritu suavemente sobre los aromáticos aires del sur, cuya canoa de guerra es lanzada sobre ríos majestuosos y mares tierra adentro — ¡Él no necesita una catedral inferior!

Desde su punto de vista, el Sol y la Tierra fueron los padres de toda la vida orgánica. Del Sol, como padre universal, procede el principio dador de vida en la naturaleza, y en el vientre paciente y fructífero de nuestra madre, la Tierra, se esconden los embriones de plantas y hombres.

Los elementos y las fuerzas majestuosas de la naturaleza —el Relámpago, el Viento, el Agua, el Fuego y la Helada— eran vistos con asombro como poderes espirituales, pero siempre secundarios y de carácter intermedio. Creíamos que el espíritu penetra toda la creación y que cada criatura posee un alma en algún grado, aunque no necesariamente un alma consciente de sí misma. El árbol, la cascada, el oso gris, cada uno es una Fuerza personificada y como tal era objeto de reverencia.

Al Indio le encantaba simpatizar y experimentar una comunión espiritual con sus hermanos del reino animal, cuyas almas mudas tenían, según él, algo de la pureza impecable que le atribuimos al niño inocente e irresponsable. Tenía fe en los instintos de los animales, como en una sabiduría misteriosa dada desde lo alto. Y aunque aceptaba humildemente el sacrificio supuestamente voluntario de sus cuerpos para preservar el propio, rendía homenaje a sus espíritus mediante rezos y ofrendas prescritas.

Cuando en el curso de la cacería diaria el cazador rojo se topa con una escena impresionantemente hermosa y sublime —una nube de tormenta negra con la cúpula luminosa del arcoiris sobre una montaña, una cascada blanca en el corazón de una cañada verde, una vasta pradera teñida con el rojo sangre del atardecer— se detiene por un instante en actitud de adoración. No ve necesidad alguna de apartar un día entre siete como día sagrado, pues para él todos los días son de Dios.

Cada acto de su vida es, en un sentido muy real, un acto religioso. Reconoce el espíritu en toda la creación y cree que extrae poder espiritual de él. Su respeto por la parte inmortal del animal, su hermano, a menudo lo lleva a colocar el cuerpo de su presa ceremoniosamente en la tierra y decorar la cabeza con pintura simbólica o plumas. Entonces se pone de pie en actitud de oración, sosteniendo en alto la pipa llena, como muestra de haber liberado con honor el espíritu de su hermano, cuyo cuerpo su necesidad lo llevó a tomar para sustentar su propia vida.

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Sobre Muerte y Reencarnación

La actitud del Indio hacia la muerte, prueba y trasfondo de la vida, es enteramente compatible con su carácter y filosofía. La muerte no guarda terror para él; la encara con sencillez y perfecta calma, buscando sólo un fin honorable como su último regalo para su familia y sus descendientes. Por ende corteja la muerte en la batalla. Por otro lado, consideraría una desgracia ser asesinado en una disputa privada. Si uno está muriendo en casa, es costumbre llevar su cama al exterior conforme se acerca el fin, para que su espíritu pueda marcharse bajo el cielo abierto.

Muchos Indios creían que uno podía nacer más de una vez, y había algunos que afirmaban tener pleno conocimiento de una encarnación pasada. También había quienes sostenían pláticas con algún “espíritu gemelo” nacido en otra tribu o raza.

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Sobre el Silencio

El primer americano mezclaba una humildad singular con su orgullo. La arrogancia espiritual era extraña a su naturaleza y enseñanza. Nunca sostuvo que el poder del lenguaje articulado fuese prueba de superioridad sobre la tonta creación; para él es más bien un don peligroso. El Indio cree profundamente en el silencio —señal de un equilibrio perfecto. El silencio es el balance o equilibrio absoluto de cuerpo, mente y espíritu. El hombre que mantiene su individualidad siempre calmada y firme ante las tormentas de la existencia —ni una hoja, por así decirlo, se mueve en el árbol, ni una ola en la superficie del reluciente estero— tiene la actitud y conducta de vida ideal en la mente del sabio iletrado.

Si le preguntas ” ¿Qué es el silencio? “, responderá ” ¡Es el Gran Misterio! ¡El silencio sagrado es Su voz! ” Si preguntas: ” ¿Cuáles son los frutos del silencio? “, él dirá: “Son el autocontrol, la verdadera valentía o resistencia, la paciencia, la dignidad y la reverencia. El silencio es la piedra angular del carácter.”

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Sobre la Enseñanza Religiosa Temprana

El Indio era un hombre religioso desde el vientre de su madre. Desde el momento en que ella reconocía la concepción hasta el final del segundo año de vida —que era la duración normal de la lactancia— la influencia espiritual de la madre era lo que más contaba. Su actitud y meditaciones secretas debían llevarse a cabo de tal forma que infundieran en el alma receptiva del nonato el amor por el “Gran Misterio” y un sentido de hermandad con toda la creación. El silencio y el aislamiento son la regla de vida para la mujer embarazada, quien vagaba devotamente en la quietud de los grandes bosques o en el regazo de la pradera inexplorada.

Y cuando el día de días de su vida amanece —el día en que habrá de venir una nueva vida, el milagro cuya creación se le ha confiado a ella— no busca ayuda humana. Ha sido entrenada y preparada en cuerpo y mente para esta labor, su más sagrada, desde que tiene memoria. Es mejor encarar la experiencia sola, donde no haya ojos curiosos o compasivos que la avergüencen, donde toda la naturaleza le diga a su espíritu: ” ¡Es el amor! ¡Es el amor! ¡La realización de la vida!”

Ella continúa su enseñanza espiritual, al principio silenciosamente —simplemente señalando con el dedo la naturaleza— y más tarde con canciones murmuradas, como canto de aves, de mañana y tarde. Para ella y para el niño, las aves son personas reales que viven muy cerca del “Gran Misterio”, los árboles que murmuran respiran Su presencia, las caídas de aguas cantan Su alabanza.

Si el niño se muestra irritable, la madre levanta su mano.” ¡Calla, calla! “, le advierte con ternura, ” ¡Los espíritus pueden perturbarse! ” Le pide que permanezca quieto y escuche la plateada voz del álamo o los címbalos estruendosos del abedul. Y por la noche ella señala hacia los cielos, el brillante sendero a través de la galaxia esplendorosa de la naturaleza hacia Dios. Silencio, amor, reverencia —ésta es la trinidad de las primeras lecciones. Y a éstas añade posteriormente generosidad, valentía y castidad.

Esta madre salvaje no sólo tiene la experiencia de su madre y abuela, y las reglas aceptadas de su gente como guías, sino que humildemente busca aprender de hormigas, arañas, castores y tejones. Estudia la vida familiar de las aves, tan exquisita en intensidad emocional y paciente devoción, hasta que ella misma parece sentir el corazón materno universal en su propio pecho. Con el tiempo, el niño toma una actitud de oración por iniciativa propia y se expresa con reverencia de los Poderes. Piensa que es hermano de sangre de todas las criaturas vivientes, y el viento de tormenta es para él un mensajero del “Gran Misterio”.

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Sobre Medicina

No cabe duda que el Indio consideraba la medicina algo muy cercano a las cosas espirituales. Como médico, originalmente era muy hábil y a menudo exitoso. Utilizaba únicamente cortezas, raíces y hojas curativas con cuyas propiedades estaba familiarizado, usándolas en forma de destilación o té y siempre individualmente. El baño de estómago o baño interno fue uno de sus valiosos descubrimientos, y el baño de vapor se usaba extensamente. Podía reparar un hueso roto con bastante éxito, pero nunca practicaba la cirugía en forma alguna. Además, el curandero poseía gran magnetismo y autoridad personales, y en su tratamiento a menudo buscaba restablecer el equilibrio de su paciente mediante influencias mentales o espirituales.

La palabra Sioux para el arte de curar es “wapiya”, que literalmente significa “reajustar” o “renovar”. “Pejuta”, literalmente raíz, significa medicina, y “wakan” significa espíritu o misterio. De esta manera las tres ideas, aunque a veces asociadas, eran diferenciadas cuidadosamente.

Es importante recordar que, antiguamente, el curandero no recibía pago alguno por sus servicios, que por naturaleza eran una función o un cargo honorable. Cuando la idea del pago y el trueque fue introducida entre nosotros y los regalos u honorarios valiosos comenzaron a ser exigidos por dar tratamiento a los enfermos, la avaricia y rivalidad resultantes condujeron a muchas prácticas desmoralizadoras y, con el tiempo, a la aparición del “mago” moderno, quien por lo general es un fraude y un embaucador de la clase más vulgar.

Escrito por Dark Crow (foro Tradiciones Indigenas) el 21 de Julio
Fuente: Chelita – Sudamérica. Revista “Yo Indio”, Nº 4

Soy una mujer indígena, hija de la tierra y el sol,
pertenezco a una raza con una cultura milenaria que hoy conservo como
un tesoro…
Convivo con lo que me rodea, con la lluvia, el viento, la montaña, el cielo…
Soy feliz en estas soledades…
tengo tiempo para contar las estrellas,
tiempo para poner mis sueños al día,
para danzar con los pájaros sintiendo el aire fresco del amanecer
y hablar en silencio con los animales, con las plantas, con los espíritus…
Sé sembrar con la Luna los frutos del alimento,
teñir la lana para hacer el tejido,
hacer medicina como me enseñó mi abuela,
cantar al nuevo día.
Sé amasar sencillamente con fidelidad y con ternura…
Soy mujer indígena, mujer como la Madre tierra,
fértil, callada, protectora y fuerte.
Yo no sé de economía, ni de bancos, ni de política ni subvenciones.
Pero si sé cuando mi mundo está en peligro
y sé cuándo las cosas son buenas o no.
No entiendo de muchas cosas,
a la gente del gobierno que vienen con muchas promesas, palabras de aire cuando hay
elecciones y después nada,
a los que vienen a querer cambiar mi mundo, mis vestidos, mi espiritualidad…
los que roban, los que experimentan con mis hijos,
o les sacan sus órganos para los winkas ricos,
los que mienten, los que me sacan las tierras, los que me explotan,
los que intercambian mi arte y mis tejidos por comida o alcohol
y me pagan una miseria por el trabajo de meses
para venderlos en las ciudades lejanas de Europa,
no entiendo a los que se hacen mis amigos para sacarme conocimientos,
los que vienen con grandes máquinas para talar el bosque,
los que agujerean la tierra para sacarle su sangre,
los que esconden en la comunidad basura en bidones para contaminarnos,
los que nos ponen vacunas, los que experimentan con mi sangre,
los que tienen buena fe y creen que vienen a ayudarme a integrarme poniéndome cables de luz
y trayendo la “caja boba” para confundirme,
los que me ponen zapatos,
los que quieren cambiar mis costumbres ancestrales,
los que me miran como un bicho raro y me sacan fotos,
los que quieren que baile por dinero,
los que vienen con muchas palabras bonitas a hacer iglesias
en nuestros lugares sagrados,
los que intentan esclavizarme con dependencias ajenas a mi cultura,
los que entran armados en nuestras tierras para echarnos,
a los extranjeros que vienen de vacaciones de
guerrilla a enfrentarme con los militares y luego
se van protegidos a sus lejanas tierras…
a veces las cosas se ponen peor para nuestra gente, nos apresan, nos matan…
Tampoco entiendo a los que me desprecian,
los que me ignoran,
los que no les importo nada y me roban todo, hasta mi dignidad…
Soy mujer indígena y sé lo que quiero…
cambiar cosas, esas cosas
que duelen dentro y se van agrandando como la impotencia,
el desamparo, la destrucción, las palabras incumplidas, el desamor
y ese sentimiento de estar siendo violada constantemente.
Quiero gritar
¡Déjenme en paz!… Quiero seguir viviendo así
simplemente, con la tierra y mi gente, la que ríe, la que crea,
la que vibra la vida así como es, sin alterar las cosas,
la que comparte, la que acaricia,
la que no tiene prisa y ama sin esperar nada,
la que no se aburre…
Quiero que me respeten,
soy mujer de la tierra, fuerte como el árbol
que resiste al viento como el junco en la corriente,
firme como la montaña más alta, frágil como el colibrí y dulce
como los atardeceres.
Soy mujer indígena, hija de la tierra y el sol
y aunque no entienda muchas cosas,
se lo que quiero, tengo esperanza y sé que las cosas
van a cambiar.

Escrito por Dark Crow (foro Tradiciones Indigenas) el 21 de Julio
Fuente : pagina de Jodorowski

Declaración que dio Uncle John (anciano iriquois) a ChoQosh Auh-Ho-Oh

Hay un rio que corre muy rápido.

Es tan veloz que algunos tendrán miedo.

Tratarán de agarrarse de la orilla. Sentirán que están siendo divididos y sufrirán mucho.

Sepan que el rio tiene un destino. Los Ancianos (sabios, mayores) dicen que debemos soltar la orilla, y movernos al centro del rio. Mantengamos nuestros ojos abiertos y nuestras cabezas a flote. Y digo, mira quién está ahí contigo y Celebra! En este momento en la historia no podemos coger nada personalmente, y menos a nosotros mismos. Porque en el momento que lo hagamos nuestro desarrollo espiritual hace un alto. El tiempo del lobo solitario a terminado. Reúnanse, juntos. Eliminen la palabra Lucha de su actitud y vocabulario. Todo lo que hagamos ahora debe ser hecho de forma sagrada y en Celebración!