¿Cómo es la cuestión de Dios, el “Yo Soy” y la Metafísica?, Clomro

En mi Archivo Público en Internet, entre fines de 2003 e inicios de 2004 me encontraba reformulando conceptos sobre Dios y nosotros, que, escritos por mí en 1997 y habiendo quedado tal cual en el Informe Clomro-1, merecían una actualización. Ésta fue efectuada en el link: www.geocities.com/clomro/Preguntas2.htm

¿Cómo es la cuestión de Dios, el “Yo Soy” y la Metafísica?

Cioran se refería al demiurgo como ese dios malo, y no al Dios propiamente dicho. Pero la gente suele confundir al uno con el otro, y en última instancia es el verdadero, el superior, el inocente de lo aquí ocurrido, el que recibe los reproches humanos. “¡Dios hijo de puta!”, “¡Me cago en Dios puto!”, frases habituales de recriminación y queja salidas de tantas bocas, muchas de ellas de autodenominados “católicos” (¡bonita forma de manifestar el catolicismo!). Así se dirigen al de más arriba, creyendo que Él tiene algo que ver con los problemas humanos, e ignorando que el destinatario de los reproches debería ser un autodenominado “Dios” muy lejano de serlo. Estaba más cerca, se había manifestado (personalmente, o a través de alguno de sus agentes) ante Moisés, había condenado a los judíos a milenios de calamidades y a ser factor de crisis en el Próximo y Medio Oriente, para lo cual ese Dios impostor usó a Mahoma para armar un culto que sirviera para antinomias en la región; antes había usado a Jesús para armar un culto cuyo brazo evangelizador barrería con los nativos de todo un continente, luego de sumir en el oscurantismo a Europa. Ése era el Dios autoproclamado como tal -a falta del verdadero para desenmascararlo-, que el mundo sigue adorando con distintos nombres, pese a siglos de demostraciones de que todas las religiones que armó han conspirado contra la unión de la humanidad. Mientras el Dios verdadero, jamás inspiraría la creación de religiones para que nos dirijamos a Él, pues nos puso al amor como vía infalible de comunión con el Todo, haciendo innecesaria cualquier doctrina, rito o adoración, porque con amor es suficiente. Incluso es más digno de nuestra adoración (si algo hubiera que adorar) que el mismísimo Creador Absoluto, porque mientras hasta Él tiene su propia sombra, el amor es lo único que nos queda (y que le queda) como valor supremo a seguir. Conciente de sus propias miserias, hasta el propio Creador tiene al amor como lo supremo que hasta Él mismo debe adorar, al igual que nosotros. Por lo tanto, adoremos lo mismo que Él, y no a Él, y así estaremos con Él. “Hay que pensar en Dios, pronunciar el nombre de Dios para revertir la negatividad en el mundo”, decía un adepto a Sai Baba. Mientras tanto, como Dios no pensaba en sí mismo, sino en el amor, el discípulo de Sai y los que siguieron su consejo no estaban pensando al unísono con Dios (por pensar tanto en Dios y en el nombre de Dios y no en el amor, se es capaz de llegar a una “Guerra Santa”, “en nombre de Dios”). Pensemos al unísono con Dios, pensemos en el amor y no en Él, y estaremos con Él en el mismo pensamiento.

He dicho que somos “dioses”, pero no “Dios”. Que no somos “parte de Dios”, sino emanaciones de Él. Que, como tales, somos autónomos. Que, para ser autónomos, no podemos ser teleguiados por quien nos emanó; que no podemos estar bajo observación suya, que no puede Él saber lo que vamos o no vamos a hacer. Que la omnipotencia y la omnisciencia no pueden existir. Que lo que existe es un Creador que, desde su ámbito de acción y expansión como energía, nos emanó hacia espacios donde, para que pudiéramos ser por nosotros mismos, debía “no estar Él”. Podía, eso sí, disponer de una cadena de mandos a través de la cual conectarse con nosotros, y podían jerarquías intermediarias fallar o sabotear las comunicaciones, de manera que los conflictos universales no serían otra cosa que interferencias de este tipo. Pero no podía ese Creador tenernos bajo vigilancia directa, si lo que quería era nuestra propia iniciativa y libre albedrío.
Me opuse a admitir que nosotros fuéramos “presencia divina”, porque si somos -como afirmo- “esencia divina”, disponemos del poder suficiente para no necesitar la presencia de quien nos creó. Somos “dioses”, autosuficientes, omnipotentes en nuestra propia realidad, que no necesitamos ninguna omnipotencia externa a nosotros. Por lo tanto, eso de que “Dios está presente a través de nosotros”, lo califiqué como incorrecto, desde el punto de vista de que quien nos emanó, no quiso estar presente en nuestro devenir: quiso darnos la libertad absoluta para que seamos por nosotros mismos, manteniéndose ausente para no asfixiar, invadiéndonos, nuestro propio despliegue.
Ahora bien, aquí vienen las aclaraciones. Conforme al conocimiento cósmico que me fue revelado en 1983, no somos emanaciones de ese Dios, sino de un Creador Universal, que es uno de millones entre Creadores de Universos. Todos ellos, emanados de un Creador que TAMPOCO es Dios, sino que fue, en su momento, emanado también (la cadena de Creadores es larga). Cuando me referí a que no somos “presencia divina”, quise significar que el Creador Universal es ése que nos emanó y que se declaró en “ausencia divina” para que fuéramos autosuficientes al no contar con su paternalismo. Pero tanto nosotros como ese Creador y sus hermanos Creadores de otros Universos, todos somos de la misma “esencia divina” de un Dios omnipresente. Ése sí que es omnipresente, no el Creador Universal que nos emanó. Yo tuve que explicar las cosas a mi manera, porque suele confundirse al Dios Absoluto con nuestro pequeño Creador de nuestro pequeño Universo. Era necesario que el paternalismo de ese Creador fuera desvinculado de nuestra autónoma existencia, situándolo “fuera” de nuestra temporalidad y espacio. Por lo tanto, nosotros no podríamos ser “presencia” suya, sino a lo sumo esencia de Él y del Dios Absoluto.
Ahora bien, ese Dios absoluto, ¿está ausente de nuestro existir, como lo está el Padre Universal? Quizá cuando se dice “Dios es amor”, lo que se quiere decir es que “el Padre Universal es amor”. Porque el Dios Absoluto, a diferencia del “Dios-Padre Universal, no es amor: es amor y lo opuesto del amor también, porque por algo es “Absoluto”: porque es el TODO. Él es la Totalidad de lo “bueno y lo malo”. Él es los dioses y los demonios. Él es todos los tiempos y lo que no tiene tiempo. Todos los espacios y el no-espacio. Él es como una mente en la cual Padres e hijos Universales somos como personajes de un sueño. Él es Él y sus personajes de sus “sueños”. Él y sus circunstancias son ese TODO. No hay un Dios separado de la mínima partícula de la Creación: esa partícula es Él también.
El problema de la “separación” no se da entre ese Dios y lo creado, sino entre creaturas y Creadores. Estamos separados no ilusoriamente, sino temporal y espacialmente, de nuestro Creador Universal. Pero ni él ni nosotros estamos separados del TODO, es decir, del Dios Absoluto. Nuestro Creador desde su plano, nosotros desde el nuestro, estamos todos conectados al Todo, aunque las partes no puedan ser conscientes de estar conectadas todas con todas entre sí. Esa no-consciencia es lo que hace a la no-presencia. Pero cuando, por ejemplo, en la metafísica dicen “Yo Soy presencia divina”, habría que mentalizar la presencia del Absoluto, no del Creador Universal. Incluso, menos todavía la presencia del creador inmediato, que fue el autor del mundo, que nada tuvo que ver con el Creador del Universo, y hay gente que confunde al uno con el otro y luego invoca un “Yo Soy” que termina siendo sinónimo de “Yo no sé ni qué carajo soy, pero me la creo”.
Por eso propuse que, en vez de invocar la “presencia divina”, activáramos la “esencia divina” que somos, evocando nuestro recuerdo guardado de cuando fuimos emanados como entes autónomos, enviados a un tiempo-espacio sin “presencia divina” (sin ningún Creador vigilante) donde nuestra esencia divina pudiera ser autosuficiente, en lugar de que recurriéramos a las invocaciones de fuerzas “Superiores” ajenas a nosotros.
Pero dando un avance que seguramente a muchos les resultará aceptable, propongo un “Yo Soy presencia divina” que se mentalice pensando en el Absoluto que está en todas las cosas, y no en ese Creador Universal (y mucho menos el autor material del mundo). No pensarse como presencia de un Creador Universal que de presente no tiene nada. No pensarse como una presencia de un supuesto Padre Universal involucrado en nuestra existencia o en el drama del mundo: hagamos a ese Creador a un lado de todo lo que aquí ha sucedido y sucede. No seamos paternalistas. Conectémonos con el TODO; un todo para el cual no hay bien y mal, no hay premio ni castigo, no hay intervención ni interferencia sobre mundos en error, porque ese TODO es tanto lo acertado como lo equivocado que ocurra en los mundos. “Yo Soy presencia de la luz y de la oscuridad”, deberían aclarar en la metafísica, sin que nadie se asuste. De hecho, en la gnosis, la masonería, en las escuelas iniciáticas de Egipto, así era la idea del Ser y la vida. Es mentira que ser “presencia divina” sea nada más que la presencia de la luz y del amor; divinidad es el TODO, con sus luminarias y sus pobrezas.
Pronunciar un “Yo Soy luz, Yo Soy Amor”, es la hipocresía de una metafísica que sabe muy bien que, además de eso, “Yo Soy la basura cósmica personificada”. Y que, por lo tanto, la autoafirmación de lo que se es, en ese “Yo Soy”, implica la afirmación de nuestra propia sombra. Preferible, entonces, es no afirmar nada, no invocar nada que conlleve la bipolaridad, cuando lo que estamos queriendo hacer dentro de nuestra dualidad enferma, es activar SÓLO nuestra polaridad POSITIVA. En tal caso, la “presencia divina” sería lo último a lo que deberíamos recurrir, porque de ella se derivaría una buena dosis de negatividad contenida en la misma esencia de la divinidad. Si dijéramos “Yo Soy Amor, Yo soy Luz”, para autoafirmarnos sólo en eso y no dar lugar al egoísmo y la oscuridad, fallaríamos de todos modos, porque negar al opuesto negativo afirmando lo positivo es hacerlo presente tácitamente.
De ahí que todas estas afirmaciones resulten inefectivas para lo que se pretende. Y de ahí que sea conveniente, en vez de afirmar esas cosas, asumir el hecho de que nuestra esencia y presencia divina guardan la potencialidad de lo negativo, y por lo tanto no cometer la imbecilidad de creerse que “Yo soy Amor”, “Yo soy Luz”; una forma vanidosa de no asumir que yo también soy lo opuesto de eso. Mejor callarse la boca y mentalizar: Yo Soy la luz y la oscuridad en potencia, y busco mi equilibrio”, o alguna cosa así, a ver qué pasa… (y no sé qué podrá pasar, no les garantizo que funcione, pero el Yo Soy les garantizo que no está funcionando para nada, y si no, vean de dónde salen esos egos de los metafísicos).