EL GRAN MISTERIO DE, LA SIERRA PIURANA

[1]
Dimas Arrieta

Dimas ARRIETA ESPINOZA nació en 1964 en Piura (San Miguel de El Faique), Perú. Colaborador de periódicos, director de la revista Poiesis especializada en poesía, ha publicado el poemario Concíerto de la memoría en 1987 y Recuentos de las épocas memorables en 1989, en prosa. Graduado en Educación, su tesis fue un estudio del lenguaje y la educación oral de los curanderos y su sabiduría tradicional en la Sierra Piurana. Desde su infancia provinciana se convirtió en mensajero de esos hombres de conocimiento del Norte peruano que van refrescando sus memorias en las poderosas lagunas de las alturas. Poeta que escucha ” la voz que canta pero no sabe dónde”, dejó a los Guayacundos, los hombres cóndores, hablar a través de su fina y firme palabra en una última obra: Camino a las Huaringas (Ed. Antares, Lima, 1993).

La sorprendente convocatoria para enraizarnos en una sola identidad no la proporcionará hombre o institución alguno, está recorriendo el país, palpándolo, revalorando sus altas culturas. Lo accidentado de nuestro territorio -por gracia o desgracia- nos muestra bellísimos paisajes, maravillosas constelaciones donde podemos desintoxicarnos biológica y espiritualmente. Ahí mismo se esconden no sólo riquezas naturales sino esa rica sabiduría que viene rodando de generación en generación. Cruzando agitados desiertos, serpenteando laderas, culebreando pequeños cerros, nos va saliendo al encuentro aquéllo de lo que quisieran ser parte los ojos y las vivencias. Ahí comprobamos qué tan grandes somos, para erigirnos de estas crisis que deben ser como elviento milenario de esos lugares, que pasando vienen, se van y se alojan en las presencias de cada uno.

La sierra piurana. ¿Qué tiene la sierra piurana? Poco se ha estudiado, Ayabaca y Huancabamba son depositarios de ese eslabón espiritual que tiene el mundo mítico del curanderismo ancestral. La tradición viva de hace miles de años sigue como un fogón inapagable alrededor de unas lagunas misteriosas ubicadas en Huancabamba, las famosas Huaringas. Toda la sierra piurana, parte del departamento de Cajamarca, casi todo el territorio Ecuatoriano -en especial el lado sur- conformaban la antigua nación de Caxas, tan ponderada y enaltecida por los Cronistas como una de las más ricas dentro del gran imperio del Tahuantinsuyu. Por merced de los dioses, lo que hoy se llama Medicina Tradicional se encuentra intacta y en una prolongada efervecencia, y desde todos los rincones del país viajan hasta estas alturas cantidades de gentes en busca de curarse tanto el alma como el cuerpo. Los curanderos de hoy, herederos de los sumos sacerdotes Guayacundos (los hombres cóndores que volaban con las yerbas) los designamos con el término despectivo de brujos, cuando en ellos está toda la hondura humana, el principio de ser humanos hermanos. “Buenito nomás, buenito quiero que seas, y no un sabelotodo, mejor es ser bueno que sabio, claro está, todo acto bueno es un acto sabio, di?”, nos decía un gran maestro.

Variadísimos trajes tienen los paisajes -según cada estación del año-, la policromía cubre los cerros, así como los caracteres de sus habitantes que acogedores nos reciben: “Porque el humano ha venido a ser humano”. Sorprendentes son los rituales de estos Guayacundos, así como lo que dicen: “Yo no soy brujo, ni shamán, el brujo hace daño a sus semejantes, pues yo al hacerlo me estaría fragmentando de mis sentires, de mis humanidades si digo que humano soy”. Entonces le preguntamos qué es, y esto nos dijo: “somos tantas verdades pero no eso”. Así nos sorprendió don Pancho Guarnizo, uno de los curanderos más antiguos de Huancabamba, quien es maestro de los maestros. Saben pues que saben ese saberse que somos una sola humanidad, que en cada uno está la totalidad de la humanidad nuestra, en sus decires: “Todos somos nosotros”. Aquí en estos hermanos encontramos el sentido de la vida, pues pongamos como muestra esa costumbre ancestral que hasta hoy permanece, el sistema de las minkas, trabajo en comunidad para uno solo. La visión del mundo, el modo de vida, la forma de centrarse en el tiempo, es totalmente contraria a la que nos han enseñado en los colegios; en las universidades, por ejemplo, nos dicen que todos somos mortales, y eso para los Guayacundos es una falacia, todos somos eternos, porque somos permanencias, permanentemente cambiamos, eso es verdad, somos espíritus, tenemos alma, energía, presencias o ánimas para ellos, lo cual viene a ser todo una sola cosa, presencias presentes y presencias ausentes del cómo hemos sido o del que seremos. Es por eso su adoración a los cerros, porque éstos suelen ser todos ellos, el panteón de sus sentires está a11í, según sus decires: “Cuando uno muere su energía o presencias pasan a ser parte del cosmos, y algunos de esos cerros por los metales o minerales que tienen son capaces de imantar toda clase de energía”. Así nos dicen los hombres cóndores de la antigua nación de Caxas.

Señales para desentrañar un pasado
La historia que no es una historia sino todas nuestras historias, y en este territorio peruano nunca acabamos de conocernos o explorarnos, es el país más sorprendente, por todos lados aparecen testimonios de civilizaciones que acaso somos todavía o fuimos en alguna etapa de toda esta eternidad. Grandes culturas cuya grandeza -más bien espiritual que material- hoy miramos con asombro, viven y se acrecientan en los hablares, en los decires, en los mitos, cuentos y leyendas que floreciendo están en la población: Esa tradición oral que ha venido rodando de generación en generación, no sabemos desde qué eras o tiempos remotos, y que sólo constatamos que existe y permanece.

Hoy, gracias a la arqueóloga piurana Rosa Palacios Ramírez, se han hecho importantes hallazgos arqueológicos en el distrito de San Miguel de El Faique, en Huancabamba, Piura. Puede que se trate de uno de los más grandes descubrimientos relacionados con geoglifos hallados hasta ahora en el Perú: un vestigio de piedra con descripciones de algún lenguaje antiguo. Todo indica y nos orienta a desentrañar una cultura anterior a los Incas: se trata pues de los Guayacundos (los hombres cóndores que volaban con las yerbas), esos sumos sacerdotes que orientaron a los habitantes de la nación de Caxas para oponer resistencia a los incas y no perder su libertad, por el contrario, los Guayacundos conquistaron a los Incas, sometiéndolos a todo su sistema de creencias y formas de ver el mundo. Ahora, después de 500 años de occidentalización, muy débil para poder cortar de raíz sus creencias, su fe y su relación con la naturaleza como algo sagrado, han asimilado lo occidental y su cristianismo para complementar y apoyar sus creencias. Por eso vemos en sus rituales la cruz cristiana junto con artes dejados por herencia y de raigambre autóctono.

En 1986, la prestigiosa arquéologa norteña Rosa Palacios denunció un petroglifo de ocho metros de largo, dos cincuenta de ancho y tres de altura, que contenía trazos escalonados, círculos concéntricos, rostros antropomorfos, en un sitio denominado “Tres Mangos”, a cinco minutos del citado distrito.

Rosa Palacios afirma que estas señales o descripciones evidencian pertenecer a una cultura inspirada en la Huachuma o Sampedro, en las Mishas, drogas sagradas y peligrosas que ponen esa frontera para desdoblarse de humano-animal a animal-animal. De esto se desprende el famoso mito del León Gente, según el cual algunos curanderos maleros que violaban las leyes de los sentires, es decir, de ser buenitos, nomás, buenitos, tomaban esta yerba, la Misha León, cuando estaban ya viejos, y ciñéndose a ciertas reglas se convertían en un tierno león. Y así una serie de historias y mitos escuchamos desde muy niños. Pero con la verificación de las piedras se confirmó la existencia de los famosos hombres cóndores que volaban con sus yerbas. Las descripciones de las piedras-es decir, el primer hallazgo hecho por Rosa Palacios- coinciden con las afirmaciones de los curanderos: “Esto quiere decir que todos somos nosotros” nos dicen a viva voz los Guayacundos, porque los símbolos en las piedras son las voces que les hablan, y esas piedras cicatrizadas les parecen un sueño ordenado, y claro que están también en las visiones de la Huachuma, de las Mishas, del maique y la muña, drogas sagradas que los hacen reencontrarse con sus antiguas sabidurías, de sus mayores y anteriores.

De igual parecido se han encontrado otras piedras en el sitio llamado “Los Labanes”, de las que nos dio una explicación el Maestro Segundo Pasiguán: “Es un croquis, señales que han dejado nuestros sumos sacerdotes Guayacundos para poder orientarnos hacia las sagradas lagunas de las Huaringas, y esos círculos concéntricos dicen no solamente que todos somos nosotros sino que siempre hay que volver a nuestro natural, a lo que somos y a dónde venimos. Eso es lo que dicen esos círculos tatuados invocando que todos somos hermanos humanos, por ejemplo: el primer círculo dice que es él -el más pequeñito-, el segundo es todo el barrio, el tercero todo el pueblo, el cuarto toda la provincia y el departamento, el quinto todo el Perú, el sexto todo el continente, y. el sétimo todo el mundo, es decir, todos somos nosotros, somos una sola humanidad, todos estamos metidos en este círculo mayor que está en la piedra.

Otras piedras con diferentes símbolos han silo encontradas en estos últimos días, en el sitio llamado “Las tierras de Salvador”, todavía no registradas, como la de “Los Labanes”. También se encuentra aquí, en el distrito de El Faique, la tumba de un sumo sacerdote Guayacundo, una inmensa piedra misteriosa llamada CHIIIN – RIIIM, pues al ser golpeada, por ejemplo con un puñetazo en la superficie, responde con ese sonido: “¡Chiiin – Riiim!”. Se dice que la piedra sólo es una cáscara y que en su interior contiene los restos o algún tesoro de un gran maestro Guayacundo, sabiendo que nuestros ancestros acostumbraban petrificarse por siempre en las piedras, eternizarse, para que sus energías supervivan por siempre ahí y no deambulen fácilmente por el espacio, porque ellos sólo en la piedra fermentan su experiencia y se cierran en su retorno inconcluso, memoria impenetrable para abrir y proyectar su luz. Por eso son amadas como huacas prohibidas.

Por la Huachuma y el buen tabaco habla el curandero [2]
Se ha dispuesto que todos entremos era comunión, sólo
consintiendo que no acaten los resuellos para que nuestra
presencia sea revisada desde el fondo, y se cumpla la gran ley que
descascara las emociones: lo exterior no interesa porque
las facciones se maquillan, todo depende de lo interior porque
ahí está el renacimiento.

De pronto nos damos cuenta que la noche ha avanzado,
una oscuridad cerrada recae en la complicidad, lo que se llama
”Mesa” está tendida en el suelo: las artes, los perfumes y las fores,
las conchas llamadas ‘Toros” para levantar al decaído;
y la Huachuma en la olla lista para beberla.

Un ejército de luciérnagas se aproxima y el maestro con
la vara de membrillo azota en el aire cualquier intromisión.
Voy deeayendo con un cansancio acelerado (después de tomar
la yerba con sorbos atragantados) – trago amargo porque así es la
vida en esencia – me dice mientras demuestro contínuos
escalofríos, y agrega haciendo salud por la vida y mi camino:
la felicidad depende cómo asimiles lo agridulce,
porque cada vino agrio o tropezón será la medida
exacta de tus proyecciones.
Y con esto desterré lo que sentí lejos de los míos,
cuando fui atacado por ausencias y mal tratos,
sintiéndome un Don nadie a indefenso al verme solo.

Noto a mis acompañantes torcidos en el sueño,
pero yo trato de poner resistencia al decaimiento de mi
cuerpo que me vence en el suelo, resulta que después
estoy borracho iniciando proyecciones oníricas que me sacan
del presente.

Nos despierta – luego de un tiempo no registrado en que
el reloj dio la espalda al no acordarme más de mí –
golpeándonos con la Espada de Acero, y en seguida se frota
las manos y levanta las Conchas de la Suerte con mucha reverencia,
y mis oídos se sorprenden con oraciones que no entiendo:

“Jararariar, jay, jayja, murray,
catún maray, ja pu, ra, mari…
Marai huaca, puca, tan ya, paraica.
Ya pu ra mari…”

Palabras sagradas, preferible no arriesgar en traducirlas.
“Parece con la agilidad de un venado”, me dice señalándome
con el bastón que le sacó de un costado; `boy a introducirme
en lo alma, captar lo ánima dormida, quizá se encuentre
despierta y salga conmigo a florecer, arrojó
esto mirando la inmensidad, haciendo los Pagos, con utensilios
preferidos o dejados por herencia.

Mi cuerpo se aflojaba del letargo y la pesadez con las
limpias y los Florecimientos, me despejaban; y me explicó que
al esqueleto hay que dejarlo reposar junto al espíritu en las
horas indicadas de descanso, porque esto obligará a elegir la mejor
orientación cuando se reorganice la lucidez.

Continuaba diciéndome que así lo hacían los maestros
antepasados y que sólo las yerbas se lo han revelado, tantos
secretos descansan y nunca se les ha llamado el ánima
porque no han sabido cómo hacerlo.

El Maestro hablaba con delirios incontrolables mientras
los rituales habían cesado, invocó a las alturas para que el
espectro se esclarezca, y el cielo ha preferido entregarnos
algunas estrellas que simbolizan el buen augurio a nuestra
existencia, y agrega que muchas veces el destino depende
de los astros, y sus ojos le brillaban como un toro en celo, a insiste
que por la Huachuma y el buen tabaco habla su boca,
y que sus palabras las ordenan los espíritus ancestrales con
magia alucinante, y así el poder viene de lejos y no por él.

Comienzas a barajar unos objetos de acero, y plantea que
si hoy los campos estuvieran f oreciendo fabuloso habría sido
el arreglo y la buena orientación, porque las estaciones también
cambian los trajes al paisaje, y el buen ambiente emana
de ellos. Y recomienda que mayo es el mes apropiado a indicado,
con sus perfumes que se impregnan y florecen los jardines.

Segundo Acto
Muchas veces tenía que desconfiar de los maestros:
(diestros con oráculos antiguos), para dar paso
a las técnicas de última resonancia
por eso he ofendido al desconfiar de los viejos ritos.
Entonces que los dioses me perdonen mis caprichos,
y esa reprochable inestabilidad que me visita;
soy partido por la idea de saber que he perdido.

Las horas están que hierven en la hoguera
de estos años que nos han significado tanto abandono
(a lo nuestro), al alivio de los cuerpos en los montes.
Sagradas lagunas de nuestros antepasados
que con las yerbas supieron integrar y armonizar,
también bajo el lema:
que lo alimento sea lo propia medicina;
paciencia, denme, aguas vivas, límpidas y puras
ahora que mis emociones se escabullen
por misteriosos laberintos de mi existencia.
Siento este galope y los aires que lo soplan los costados
como lo han revelado en mis noches refiriéndose a mí:
despierta si estás dormido que dormido no estás,
así me han dicho y yo devuelvo esa advertencia.

Tanto tiempo anunciaron mi advenimiento
y prefirieron enmudecer (rascarse la memoria),
para ver si me encontraban engreído,
será que hoy no voy a robarles el cariño.

Como todo buen patriota prefiero el alimento de mi tierra,
y no es que esconda mis facciones ni mucho menos mi lenguaje,
y estas noches son los ríos que van surcando las épocas
donde poblaciones enteras prefieren guardar sus defectos
creyendo que son ofensivos y difícil de sacarlos a relucir.

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[1] Artículo inédito.

[2] Texto publicado en Orientación de las Señales, ed. Dimas Arrieta, Lima 1992.