LA REPETICIÓN SUFÍ DEL SONIDO DIVINO

LA REPETICIÓN SUFÍ DEL SONIDO DIVINO 

   

    El sufismo es el ala mística del islam. Como toda mística, su propósito esencial es la fusión del místico con la divinidad venerada e invocada. Una forma privilegiada de invocación de lo divino para los sufíes es la repetición de la oración «No hay más dios que Dios” un cierto número de veces diarias: 5.000 o 10.000, incluso más, pues el muríd, el adepto sufí, cree que “su corazón, como las demás partes de su cuerpo, está sometida a la herrumbre de los átomos. Cuando la lengua pronuncia esta fórmula de negación-afirmación, el corazón se purifica de la herrumbre y alcanza el estado de vigilancia y, más allá, el de la contemplación de Dios”. En este momento de Temakel, sobre  Músicas de Viaje Sonoros y el poder del sonido, le presentamos un comentario sobre la técnica mística del dikr, la repetición de la invocación divina, antes mencionada. Un nuevo ejemplo de las potencias del sonido, de su capacidad para acercar al humano hacia la sutil médula del ser y lo trascendente. 

E.I

Introducción al sufismo, El Tasawwuf y la espiritualidad islámica.

Por Christian Bonaud

  . ..Todo el camino es dikr. La realización no consiste, en efecto, en producir o en efectuar algo que no hubiese existido antes: la realización es, muy al contrario, adquirir conciencia de lo que siempre ha existido y que nunca ha dejado de existir a pesar de la ilusión y el olvido. La realización no es otra cosa que una anámnesis, un volver a recordar aquello de lo que éramos conscientes a raíz del pacto primordial, un retorno a nuestro origen espiritual primero. A partir de ahí, todo lo que favorece o suscita este volver a recordar es igualmente dikr: la lectura o la recitación del Corán, con mayor razón si es meditada, es dikr por excelencia, puesto que es verdaderamente comunión con el Verbo divino revelado; la meditación de la doctrina que emana de ello y de las enseñanzas de los maestros espirituales es dikr, igual que la meditación sobre la muerte o sobre los demás signos-símbolos de Dios; la búsqueda de la propia realidad íntima es también dikr, pues, según un hadiit: «Quien se conoce a sí mismo conoce a su Señor…».

      Sin embargo, una práctica propia de los sufíes se designa más específicamente con ese nombre de dikr. Conforme a la exhortación coránica: “¡Acordaos de Mí, Yo me acordaré de vosotros!» (cor. 2:152),
todos los musulmanes tienen la costumbre de citar frecuentemente la sahada o fórmulas de glorificación y de alabanzas, o también de recitar letanias (awrad) llenando así su vida de un recuerdo de Dios constante. mente renovado. El sufí, por su parte, quiere alcanzar un dikr permanente y va, pues, a esforzarse en practicar una constante mención de un nombre divino -las más de las veces Alá- o de la sahada.

    Esta mención, este dikr y propio del sufí, se hace ante todo con la lengua, pero esto no es sino una etapa, pues el dikr debe llegar a impregnar el ser hasta el punto de que el corazón pueda mantenerlo sin cesar, cualquiera que sea la actividad practicada e incluso durante el sueño.

  Una técnica del dikr
  Para alcanzar el estadio de la muraqaba, el muríd debe pronunciar con la lengua la fórmula de negación-afirmación: «No hay más dios que Dios, cierto número de veces diarias: 5.000 o 10.000, incluso más, pues su corazón como las demás partes de su cuerpo, está sometida a la herrumbre de los átomos. Cuando la lengua pronuncia esta fórmula de negación-afirmación, el corazón se purifica de la herrumbre y alcanza el estado de vigilancia y, más allá, el de la contemplación de Dios. Al pronunciar la fórmula de negación-afirmación, el muríd debe dirigir sus pensamientos hacia  la noble sentencia siguiente: «Oh Dios, tú eres el objeto de mis aspiraciones y tu satisfacción es lo que yo deseo», porque estas palabras refuerzan la significación de la fórmula negativa-afirmativa y conceden al corazón del que realiza el dikr el misterio de la unicidad de Dios, hasta el punto de que en su mirada desaparece la existencia del mundo y no subsiste más que la existencia de Dios Unico.

    Durante el dikr, el muríd debe conservar en su corazón la comprensión exacta de la significación de la fórmula negativa-afirmativa, pues si el corazón está enteramente lleno de ella, podrían penetrar en él pensamientos exteriores, y entonces el corazón no alcanzaría el fin del dikr, a saber, su comunión con  el objeto del dikr. La protección del contra todo pensamiento exterior, aunque fuese durante una hora, es una gran acción para los adeptos de la tariqa. Durante el dikr, la retención de la respiración debe preservar la presencia de Dios en el corazón del adepto. Algunos piensan que el muríd debe mantener la presencia en su corazón en todo tiempo, pero esto corresponde al estadio de la  muraqaba.

  El murid debe detenerse de vez en cuando e intentar conocer qué momento ha pasado en presencia y qué otro en el olvido. Cuando el olvido llega, debe apartarlo diciendo: ” Perdóname, oh Dios”, y debe volver sus pensamientos hacia Dios y concentrarse en El. La vida de un hombre que no observa sus obligaciones en lo referente al dikr de Dios y el cumplimiento de las plegarias resulta insignificante y se hunde en los pecados y el olvido. El conocimiento de los momentos del tiempo y su preservación de todo lo contrario a Dios y la constancia en el cumplimiento de las plegarias, están entre las más altas cualidades de un murid.

    Durante el dikr el murid debe retener su aliento y pronuncia la fórmula negativa-afirmativa un número impar de veces: tres, cinco, siete, etc., hasta veintiuna, durante cada respiración. Cuando el rnuríd alcance el estadio en que pueda pronunciar un número impar dado de la fórmula en un solo  aliento, debe considerar el resultado. Si obtiene algún resultado, tanto mejor, pero si no obtiene resultado alguno, entonces es a causa de algunas faltas a las reglas. El murid debe volver a empezar, esforzándose por observar rigurosamente todas las reglas escritas.

      Del mismo modo, el que penetra en este camino debe observar su corazón durante el dikr a fin de protegerlo del olvido y de los pensamientos exteriores, pues mientras que subsiste en él un pensamiento exterior, el corazón no puede presentarse ante el objeto del recuerdo (Dios), incluso aunque se acuerde de Dios durante toda la vida. Mientras que si el murid vigila su corazón y lo dirige enteramente hacia el Único, entonces se realiza en él el aniquilamiento de sí mismo en Dios; alcanza entonces el estadio en el que no siente ni su propia existencia ni la existencia de cualquier otro salvo del Creador, y cuando haya alcanzado este estadio, entonces todo se habrá cumplido. (*)

(*) Fuente: Christian Bonaud, Introducción al sufismo, El Tasawwuf y la espiritualidad islámica, Barcelona, Paidos, pp.48-52.