Chopra, Deepak

Chopra, Deepak
Médico endocrinólogo, Escritor. India/EE.UU.
En 1999, la revista Time lo seleccionó entre lo cien íconos y héroes del siglo XX, y lo describió como el “poeta-profeta de la medicina alternativa”. No todos piensan lo mismo: en 1994, Forbes, una revista especializada en economía, ya lo había calificado como “el último de una serie de gurúes que han prosperado combinando ciencia pop, psicología pop e hinduísmo pop”. Y, cada vez que se presenta en cualquier ciudad del mundo para dictar, palabras más o menos, la misma o parecida conferencia del año anterior, o del otro, la da a salón lleno.

El periodista Sami Rozenbaum, lo describió como “el más destacado adalid de la fe posmoderna”. Uno de los factores que lo vuelven atractivo consiste precisamente en que en su discurso amasa una retórica religiosa con pinceladas de “ciencia”, aggiornando un mensaje que -si se quedara en el misticismo- no lo volvería diferente de muchos otros gurúes. En su caso, casi todas las reseñas biográficas celebran sus esfuerzos por conciliar sus creencias místicas con la medicina moderna. Casi ninguna, en cambio, se ocupa en descorrer el velo que cubre las lagunas -muchas veces los mares- que ponen al descubierto sus magros e incluso decididamente erróneos conocimientos científicos. En ocasiones, tales “errores” parecen revelar que existe un “desajuste” intencionado de la (mala) información científica que ofrece a sus lectores y oyentes. En este sentido, estas líneas pretenden reparar una injusticia informativa largamente postergada.

Deepak Chopra nació en la India en 1947 y se diplomó de médico endocrinólogo en 1968. En 1980, emigró a los Estados Unidos, donde realizó una exitosa carrera que lo llevó a ocupar un cargo directivo en el New England Memorial Hospital en Massachusets. También fue profesor en las Escuelas de Medicina de las Universidades de Tufts y Boston. Hábil disertante y escritor prolífico, publicó más de 25 libros traducidos en casi todos los idiomas y -sólo en inglés- lleva vendidos más de 10 millones de ejemplares. Fundó y dirige El Centro Chopra para el Bienestar y el Instituto Médico Mente-Cuerpo, ambos en La Jolla, California (EE.UU).

Según su biografía oficial, la alta posición que alcanzó en New England Memorial Hospital “lo incomodaba” (eso no explica por qué estos datos encabezan las solapas de todos sus libros, pero en fin…). Su vida cambió por completo, dice Chopra, en 1981, cuando conoció al “prominente médico ayurveda” Brihaspati Dev Triguna. Este encuentro constituyó para él una “experiencia pivotal”. Luego se incorporó al movimiento religioso Meditación Trascendental, liderado por el Maharishi Mahesh Yogi, introducida en Occidente en los ‘60 sobre todo por la difusión que favoreció la noticia de que los Beatles adherían a su filosofía.

Así, Chopra comenzó a incursionar en los arcanos de la “medicina ayurveda”, a la que suele presentar como una disciplina hindú “varias veces milenaria”. Como se sabe, entre el público ávido de espiritualidad “a la carta”, cuanto más añeja es una creencia, mayor parece ser su garantía de calidad. Chopra, en síntesis, asegura que esta medicina tiene 6.000 años de antigüedad. Lo extraño es que no parece ser el caso de la “medicina ayurveda”, que es marca registrada por el propio Maharishi desde mediados de los años ’80. La explicación: Maharishi “recuperó” estos conocimientos gracias a su personal interpretación de antiguos textos sánscritos. En realidad, sólo unas pocas formas de terapia que él utiliza figuran en los textos védicos.

Las funciones vitales, según esta medicina, están determinadas por tres principios o “doshas”: Vata, Pitta y Kapha. “Vata -escribe Chopra- controla todo el movimiento del cuerpo, sea el del pensamiento o el de los intestinos, la vibración de las cuerdas vocales o los ademanes, o incluso la danza del ADN cuando se multiplica. Pitta controla el metabolismo y la digestión, y Kapha, la estructura”. Estos herméticos principios básicos o “doshas”, según Chopra, “emergen como expresiones de tendencias metabólicas tanto en nuestro cuerpo físico como en nuestro tipo psicológico”. Rozenbaum compara estos doshas con el funcionamientos de los signos astrológicos, determinando las características de cada individuo; los doshas pueden ser conocidos tomándole el pulso a la persona, o haciéndole responder un cuestionario. Sin embargo, el dosha puede cambiar de hora a hora. Los doshas deben ser “pacificados”, para lo cual se indican diversos tratamientos. En todos sus libros Chopra insiste en tener “pensamientos positivos”: las ideas generarían una molécula en el cuerpo; así, los pensamientos positivos generan “moléculas positivas”. La “medicina ayurveda”, así, no sólo permite lograr una “salud perfecta”: si todos la practicaran, dice, las guerras y aun los accidentes serán cosa del pasado. Pero, incluso siendo exageradamente optimistas, parece una meta difícil de lograrar: sus conferencias, cursos o seminarios sólo son accesibles para un reducido segmento social: la minoría que pueda pagarlos.

EL CUENTO DEL CUANTO
“Ageless Body, Timeless Mind” (“Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo”, 1993) se convirtió en su libro más popular. Chopra hace una curiosa síntesis entre la “medicina ayurveda” y la física cuántica, señalando que los pacientes que acusan remisiones espontáneas de cáncer “saltan a un nuevo nivel de conciencia que prohíbe la existencia del cáncer (…) se trata de un ‘salto cuántico’ de un nivel de funcionamiento a otro nivel superior. Es decir, Chopra no utiliza el “cuanto” de la física en un sentido metafórico: sus terapias -en general, basadas en productos herbarios- poseen “vibraciones” específicas que contrarrestan la “vibración cuántica” del cuerpo.

La asimilación entre la física cuántica y el misticismo hindú tiene un famoso antecedente. En 1975, el físico Fritjof Capra la defendió con fuerza en su voluminosa obra “El Tao de la Física”. En aquel libro, Capra destaca los rasgos familiares y omite las diferencias. Chopra también, con la diferencia de que él es esencialmente un místico: afirma que el tiempo, los opuestos y la materia son meras ilusiones de un psiquismo embotado. En “Cuerpos sin edad….”, por ejemplo, escribe: “Las semillas de este nuevo paradigma fueron plantadas por Einstein, Böhr, Heisenberg y los demás pioneros de la física cuántica, quienes comprendieron que el modo aceptado de ver el mundo físico era falso. Aunque las cosas de allí afuera parecen reales, no hay prueba de la realidad aparte del observador. No hay dos personas que compartan exactamente el mismo universo. Cada visión del mundo crea su propio mundo.” Su visión de la física es técnicamente incorrecta: la física cuántica da cuenta del comportamiento de átomos y partículas subatómicas o agregados de ellas, y no del de sistemas macroscópicos como el cuerpo humano. Ahora bien, ¿cuánto sabe Chopra de física? En el mismo libro, cita al “eminente físico Stephen Hawking” como una autoridad en la materia. Hawking no lo es: como señala el catedrático de física de la Universidad de Maryland Robert Park, cuando surgió el concepto del cuanto Hawking ni siquiera había nacido. Chopra, en cambio, cita a Hawking porque leyó su libro de divulgación “Historia del tiempo” y, claro, sabe que se trata de un científico familiar para los lectores de su libro.

Tiene sentido el discurso de Chopra cuando insiste en la relación entre estrés y salud y recomienda métodos de relajación. Estos tratamientos son especialmente útiles para problemas endócrinos, reumáticos y alérgicos, y es cierto que un buen estado de ánimo en el paciente ayuda a cualquier terapia. Pero, definitivamente, éste no es un descubrimiento de Chopra sino una corriente de pensamiento que comenzó a filtrarse desde Oriente a Occidente desde la década del ’60.

METEDURAS DE PATA REVELADORAS
Pero este acierto no le extiende carta blanca: en 1991, Chopra, junto con Hari Sharma y Dev Triguna, publicó un artículo sobre medicina ayurveda en el prestigioso Journal of the American Medical Asociation (JAMA). En esa nota aseguró, por ejemplo, que “tomar el pulso es suficiente para diagnosticar numerosas dolencias graves”. Y añadió: “los antibióticos y demás drogas modernas no funcionan”. Semejante afirmación desató un aluvión de cartas de protesta de la comunidad médica, obligando a que la dirección de la revista se retractara en su siguiente número, máxime cuando una investigación comprobó que la evidencia suministrada por Chopra para defender su tesis central era dudosa. Tanto Chopra como los coautores de aquel trabajo se habían negado a realizar experimentos “doble ciego”, un procedimiento elemental en ciencia básica. Por otra parte, se comprobó que habían violado los estatutos de la publicación al ocultar sus intereses económicos detrás de las ideas que promovían. Seis años después, Robert Sapolsky, de la Universidad de Stanford, entabló una demanda a Chopra. El profesor Sapolsky demostró que en el libro “Cuerpos sin edad…” se habían plagiado varias partes de su obra “Behavioral Endocrinology”. Luego se llegó a un arreglo extrajudicial, a favor de Sapolsky. La editorial tenía con qué saldar la deuda por derechos intelectuales alterados con Sapolsky: “Cuerpos sin edad…” figuró durante varias semanas en el top de best-sellers del “New York Times” y un título anterior de Chopra “Quantum Healing” (“Terapia cuántica”) ya llevaba dos años entre los diez primeros más vendidos.

CARO POR NO EJERCER COMO MÉDICO
En 1992 fue nombrado miembro del National Institute of Health and Hoc Panel on Alternative Medicine y, desde 1993, es director ejecutivo del “Instituto Sharp para el Potencial Humano y la Medicina Cuerpo-Mente” en San Diego, California, así como de su Centro Chopra para el Bienestar donde los “programas de purificación” cuestan hasta 3.200 dólares. Más tarde, Chopra debió dejar de ejercer la medicina cuando trascendió que carecía de licencia para ejercer en el estado de California. En el Centro de Salud Maharishi Ayurveda Para el Manejo del Estrés en Lancaster, Massachusetts, otra de sus instituciones, los pacientes con enfermedades graves pagan desde cientos a miles de dólares por consultas astrológicas, y se les recetan yagyas (ceremonias religiosas destinadas a solicitar ayuda a las deidades hindúes).

Chopra viaja por todo el mundo ofreciendo sus seminarios y sacó su propia línea de hierbas y aceites aromáticos. Entre las celebridades que lo siguen se cuentan Demi Moore, Elizabeth Taylor, Michael Jackson y el ex-beatle George Harrison, fallecido en diciembre de 2001 por un cáncer de pulmón. Según parece, en ninguno de sus institutos se hace un seguimiento caso por caso y nada se sabe de la relación éxitos-fracasos. Esa ausencia de casuística de la eficacia de su terapia no necesariamente validan los casos negativos. Pero tampoco a los positivos. El caso de Harrison, en última instancia, no es el único: David Flint, un paciente de leucemia tratado por un practicante avalado por Chopra, gastó 10 mil dólares a lo largo de nueve meses. Murió al poco tiempo de haber sido dado de alta.

El gurú (como el psiquiatra “new age” argentino, Jorge Bucay, quien cierta vez amenazó con “cagar a trompadas” a un periodista que insistió en proponerle preguntas que él no deseaba contestar) perdió más de una vez los estribos ante las objeciones de los escépticos. Dato poco feliz, si se quiere, para quien se reivindica campeón de la armonía universal.

FUENTES CONSULTADAS
Chopra, Deepak; “Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo” (Ed. Vergara, 2001)
Chopra, Deepak; “Sanar el corazón (Ed. Vergara, 1998)
Park, Robert L. “Ciencia o vudú. De la ingenuidad al fraude científico”. Grijalbo, 2001. Pp. 279-280.
Rozenbaum, Sami. “Medicina ayurveda y misticismo fundamentan las ideas –y el imperio– de este gurú de la Nueva Era”. En diario “EL UNIVERSAL”, 30 de septiembre de 2001.